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La oración de un angustiado (Génesis 32:22-28)

“Y se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el
vado de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó
Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía
con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él
luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me
bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se
dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has
vencido”.

Génesis 32:22-28

INTRODUCCIÓN

La vida del patriarca de Israel, Jacob nos muestra un precioso ejemple en la Biblia de como una
persona que ha descendido al peor de los hoyos de la angustia puede salir a flote si en su
desesperación busca con toda perseverancia la salvación que solo Dios puede ofrecer.

Jacob luchó con el ángel de Jehová

UNA VIDA QUE REFLEJA NUESTRA PROPIA NATURALEZA.

El nacimiento de Jacob nos muestra como incluso antes de nacer inicio una lucha por ser el
primero y alcanzar así las bendiciones de Dios: “Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he
aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y
llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue
llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz”, (Génesis
25:24-26). Su gran anhelo lo llevo a tomar un camino equivocado para conseguirlo.

1. En primer lugar, negocio con su hermano Esaú para que le vendiese los derechos de
primogenitura por un plato de lentejas (Génesis 25:27-34).

2. Lo más grave fue haberse disfrazado de su hermano Esaú para engañar a su padre Isaac para
obtener su primogenitura lo cual provoco el odio de su hermano y termino huyendo de su hogar a
la tierra de Canaán (Génesis 27:1-40).

Esto refleja la lucha que el hombre tiene en esta vida, desde temprano tiene que esforzarse por
sobrevivir en un mundo de dificultades y grandes luchas, y muchas veces podemos tomar caminos
que nos alejen de Dios.
II. LA LEY DE LA SIEMBRA Y LA COSECHA.

Su pecado consistió en engañar a su padre y hermano para robarle la bendición de la


primogenitura.

Consecuencias

1. Fue engañado por su suegro Labán al no entregarle a Raquel como esposa sino a Lea,
(Génesis 29:22-26).

2. Labán lo engaño para que Jacob le trabajara otros siete años por Raquel (Génesis 29:27-28).

3. Sufrió terriblemente por los engaños de Labán al quererle cambiar muchas veces su salario:
“Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero
de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día
como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño
huía de mis ojos. Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis
años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces. Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham
y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías; pero
Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió anoche”, (Génesis 31:38-42).

4. También su hijo Rubén lo engaño acostándose con una de sus mujeres (Génesis 35:22).

5. Y finalmente, sus hijos lo engañaron con la muerte de José provocándole un gran dolor
(Génesis 37:31-34).

Esto nos enseña que todo lo malo que hagamos tiene consecuencias grabes

III. LA PAGA DEL PECADO.

Ahora, después de tanto tiempo Jacob tuvo que experimentar esta realidad en carne propia.
Después de huir de su suegro Labán decide regresar a casa pero cuando su hermano Esaú se
entera de eso va a su encuentro con 400 hombres: “Y los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo:
Vimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él”,
(Génesis 32:6). Ante tal situación Jacob quiso congraciarse con su hermano enviándoles presentes,
pero la realidad es que estaba atemorizado ya que temía que su hermano lo atacara en venganza
por lo que le había hecho. Por eso eleva una oración a Dios: Y dijo Jacob: Dios de mi padre
Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y
yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para
con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos.
Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y
me hiera la madre con los hijos...” (Génesis 32:9-11). Es aquí cuando decide dividir en dos el
campamento y subir a una colina sola a clamar a Dios.
IV. LA LUCHA DE UN HOMBRE ANGUSTIADO.

“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio
que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob
mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si
no me bendices”.

Jacob nos muestra lo que tenemos que hacer cuando la angustia por nuestros pecados nos
alcanzan: Buscar desesperadamente la bendición de Dios. La Biblia dice que Jacob paso toda la
noche luchando con el ángel el cual hasta lo descoyunto del muslo, pero a pesar de todo el dolor
no lo soltó hasta que lo bendijera. Jacob sabía que solo Dios podía ayudarle y si obtenía su
bendición sus problemas desaparecerían. Así, nuestra vida puede cambiar si estamos dispuestos a
luchar por ella aun cuando nos encontremos en las peores situaciones de nuestra vida.

V. LA RESPUESTA DE DIOS PARA UN HOMBRE ANGUSTIADO.

“Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu
nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.

Por su persistente lucha Jacob logro lo que tanto anhelaba: la bendición de Dios. Ese día
todo cambio para Jacob a tal punto que llamo a ese lugar Peniel que significa rostro de Dios: “Y
llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi
alma”, (Génesis 32:30). Lo que necesitamos en la vida es conocer a Dios y recibir de Él la bendición
de su salvación porque solo así nuestra alma será librada de todas nuestras angustias.

CONCLUSIÓN

El pecado en nuestra vida es capaz de conducirnos a situaciones terribles donde podemos


vernos en grandes angustias, pero si como Jacob nos volvemos a Dios con la esperanza de la
bendición de su salvación, nuestra alma será librada de toda angustia.
Génesis 27
Este capítulo nos relata cómo Jacob y Rebeca se confabularon
para obtener de Isaac la bendición para Jacob que era, en
realidad, la bendición que Isaac tenía reservada para Esaú.
Jacob anhelaba recibir esa bendición de su padre. El sabía que
Dios había prometido a su madre que el hijo mayor serviría al
menor, por lo que la bendición ya le pertenecía a él. Sin
embargo, Jacob no creyó en Dios ni su madre, Rebeca creyó en
aquella promesa de Dios Es evidente que Isaac, su padre,
tampoco la creyó, porque si no, no hubiera tratado de pasar por
alto a Jacob, prometiéndole la bendición a Esaú. Su actitud
revela que se dejó llevar por sus propios sentimientos y por su
apetito, en contradicción con lo que la Palabra de Dios había
expresado con claridad.
El método que Jacob utilizó para obtener su primogenitura no
puede ser respaldado ni justificado por ningún motivo. Se valió
del engaño y de una trampa, por lo que su conducta fue
despreciable. Dios no toleró ese proceder, de la misma manera
en que tampoco toleró la conducta de Sara y Abraham en el
asunto de Agar e Ismael. Dios no podía utilizar ni el engaño ni el
ingenio de Jacob. Como veremos más adelante en el relato, Dios
se ocuparía de este hombre de una forma muy concreta, porque
Jacob tuvo que pagar las consecuencias de su pecado con la
misma moneda.
El capítulo anterior, el 26, concluía con la situación de Esaú,
quien a la edad de cuarenta años se casó con dos de las hijas de
Het, de aquella región. Aquella unión fue causa de aflicción para
Isaac y Rebeca. Luego veremos que ellos reconocieron que
Jacob no podría casarse con una de las hijas de Het o con una
mujer filistea. Esto fue el motivo que les movió a enviarle a la
zona de Harán, donde se casaría con una mujer de la familia de
Abraham.
Leamos los primeros 4 versículos, que nos cuentan como
Isaac prometió la bendición a Esaú
"Y aconteció que siendo ya viejo Isaac, y sus ojos demasiado
débiles para ver, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: Hijo
mío. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo Isaac: Mira, yo soy viejo
y no sé el día de mi muerte. Ahora, pues, te ruego, toma tu
equipo, tu aljaba y tu arco, sal al campo, y tráeme caza; y
prepárame un buen guisado como a mí me gusta, y tráemelo
para que yo coma, y que mi alma te bendiga antes que yo
muera."
Hemos considerado que Isaac era un hombre excepcional, una
gran personalidad. Recordemos cuando el rey Abimelec y los
filisteos, que le temían y respetaban, vinieron a concertar un
tratado con él. Era un hombre paciente y pacífico y, al mismo
tiempo, prominente y poderoso. Sin embargo, aquí reveló su
debilidad. Durante toda su vida, Esaú había sido su hijo favorito,
mientras que Jacob había sido el favorito de Rebeca. Esaú era el
joven amante de la vida al aire libre, que salía de caza y
volvería trayendo un ciervo u otro animal para asarlo, y para
que su padre disfrutase así de una buena comida. Ahora Isaac,
en su ancianidad, quería bendecir a su hijo favorito. Aunque él
sabía bien que Dios había dicho que el hijo mayor serviría al
menor, evitó cumplir lo que Dios había establecido porque,
realmente, quería bendecir a Esaú. Es así que le pidió que
saliese al campo a cazar para traerle y prepararle una comida,
después de la cual le bendeciría. Así estaba la situación y las
relaciones familiares en aquel hogar. Leamos los versículos 5 al
8, para ver de qué manera
Rebeca conspiró con Jacob para engañar a Isaac
"Rebeca estaba escuchando cuando Isaac hablaba a su hijo
Esaú. Y cuando Esaú fue al campo a cazar una pieza para traer
a su casa, Rebeca habló a su hijo Jacob, diciendo: He aquí, oí a
tu padre que hablaba con tu hermano Esaú, diciéndole: Tráeme
caza y prepárame un buen guisado para que coma y te bendiga
en presencia del Señor antes de mi muerte. Ahora pues, hijo
mío, obedéceme en lo que te mando."
Rebeca acertó a oír lo que Isaac dijo a Esaú. Y para proteger a
Jacob, su favorito, concibió aquel plan basado en el engaño.
Dios no podía tolerar ese astuto proceder, desde ningún punto
de vista. El permitió que este incidente quedase registrado como
historia, aunque lo condenase. Recordemos lo que sucedió en
esta ocasión, porque luego comprobaremos como todo acabó
volviéndose en contra de Jacob. Leamos el diálogo entre la
madre y el hijo, y cómo resolvieron el problema del diferente
aspecto físico de Esaú, en los versículos 9 al 17,
"Ve ahora al rebaño y tráeme de allí dos de los mejores cabritos
de las cabras, y yo prepararé con ellos un buen guisado para tu
padre como a él le gusta. Entonces se lo llevarás a tu padre,
que comerá, para que te bendiga antes de su muerte. Y Jacob
dijo a su madre Rebeca: He aquí, Esaú mi hermano es hombre
velludo, y yo soy lampiño. Quizá mi padre me palpe, y entonces
seré para él un engañador, y traeré sobre mí una maldición y no
una bendición. Pero su madre le respondió: Caiga sobre mí tu
maldición, hijo mío; solamente obedéceme, y ve y tráemelos. Y
él fue, los tomó y los trajo a su madre; y su madre hizo un buen
guisado, como a su padre le gustaba. Entonces Rebeca tomó las
mejores vestiduras de Esaú, su hijo mayor, que tenía en la
casa, y vistió a Jacob, su hijo menor; le puso las pieles de los
cabritos sobre las manos y sobre la parte lampiña del cuello, y
puso el guisado y el pan que había hecho en manos de su hijo
Jacob."
La preparación de la trama no pudo ser más minuciosa, y Jacob
estuvo listo para entrevistarse con su padre utilizando métodos
fraudulentos con los cuales Dios, por supuesto, no tenía nada
que ver. Continuaremos leyendo el relato Bíblico que, en el
próximo párrafo nos relata cómo
La intriga tuvo éxito y Jacob engañó a su padre
Leamos, en primer lugar, los versículos 18 al 20:
"Entonces él fue a su padre, y dijo: Padre mío. Y éste
respondió: Aquí estoy. ¿Quién eres, hijo mío? Y Jacob dijo a su
padre: Soy Esaú tu primogénito. He hecho lo que me dijiste.
Levántate, te ruego. Siéntate y come de mi caza para que me
bendigas. E Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo es que la has
encontrado tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque el
Señor tu Dios hizo que así me acaeciera."
Resulta sorprendente aquí la utilización del nombre de Dios por
parte de Jacob. Esto me lleva a añadir una breve reflexión sobre
la importancia que tiene este asunto en la actualidad, en la que
el comportamiento privado y público de los cristianos se halla
bajo el escrutinio de otros. De acuerdo con los principios éticos
de las Sagradas Escrituras, no existe tal cosa como una "
piadosa " utilización de métodos dudosos o que impliquen
engaño u ocultamiento, por más meritorios que puedan parecer
los motivos o fines. Aquí se aplica, una vez más, la conocida
expresión de que el fin no justifica los medios. No se puede
manipular ni utilizar indebidamente el nombre de Dios, para
encubrir o maquillar conductas claramente no aprobadas por la
Palabra de Dios. Volvamos al relato de aquel lamentable
encuentro y leamos los versículos 21 al 29:
"Isaac entonces dijo a Jacob: Te ruego que te acerques para
palparte, hijo mío, a ver si en verdad eres o no mi hijo Esaú.
Jacob se acercó a Isaac su padre, y él lo palpó, y dijo: La voz es
la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú. Y no lo
reconoció porque sus manos eran velludas como las de su
hermano Esaú; y lo bendijo. Y le preguntó: ¿Eres en verdad mi
hijo Esaú? Y él respondió: Yo soy. Entonces dijo: Sírveme, y
comeré de la caza de mi hijo para que yo te bendiga. Y le sirvió,
y comió; le trajo también vino, y bebió. Y su padre Isaac le dijo:
Te ruego que te acerques y me beses, hijo mío. Y él se acercó y
le besó; y al notar el olor de sus vestidos, lo bendijo, diciendo:
He aquí, el olor de mi hijo es como el aroma de un campo que
el Señor ha bendecido, Dios te dé, pues, del rocío del cielo, y de
la grosura de la tierra, y abundancia de grano y de mosto.
Sírvante pueblos, y póstrense ante ti naciones; sé señor de tus
hermanos, e inclínense ante ti los hijos de tu madre. Malditos
los que te maldigan, y benditos los que te bendigan."
Isaac estaba transmitiendo a Jacob la heredad de la promesa,
es decir, la bendición que él había recibido de su padre
Abraham, la promesa que Dios había dado a Abraham. Es
interesante observar que tal bendición, como Dios había
indicado anteriormente, ya pertenecía a Jacob. Dios bendeciría a
Jacob pero no aceptaría el fraude, el engaño utilizado para
obtener la bendición. Continuemos leyendo el próximo párrafo,
los versículos 30 al 40, en el relato de cómo
La intriga fue descubierta cuando Esaú regresó
"Y sucedió que tan pronto como Isaac había terminado de
bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de la presencia
de su padre Isaac, su hermano Esaú llegó de su cacería. Y
también él hizo un buen guisado y lo trajo a su padre, y le dijo:
Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que tú
me bendigas. Y su padre Isaac le dijo: ¿Quién eres? Y él
respondió: Soy tu hijo, tu primogénito Esaú. Y tembló Isaac con
estremecimiento muy grande, y dijo: ¿Quién fue entonces el
que trajo caza, antes que tú vinieras, y me la trajo y yo comí de
todo, y le bendije? Sí, y bendito será. Al oír Esaú las palabras de
su padre, clamó con un grande y amargo clamor, y dijo a su
padre: ¡Bendíceme, bendíceme también a mí, padre mío! Y él
respondió: Tu hermano vino con engaño, y se ha llevado tu
bendición. Y Esaú dijo: Con razón se llama Jacob, pues me ha
suplantado estas dos veces. Me quitó mi primogenitura, y he
aquí, ahora me ha quitado mi bendición. Y añadió: ¿ No has
reservado una bendición para mí? Pero Isaac respondió, y dijo a
Esaú: He aquí, yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por
siervos a todos sus parientes; y con grano y mosto le he
sustentado. En cuanto a ti ¿qué haré, pues, hijo mío? Y Esaú
dijo a su padre: ¿No tienes más que una bendición, padre mío?
Bendíceme, bendíceme también a mí, padre mío. Y Esaú alzó su
voz y lloró. Entonces su padre Isaac respondió, y le dijo: He
aquí, lejos de la fertilidad de la tierra será tu morada, y lejos del
rocío que baja del cielo. Por tu espada vivirás, y a tu hermano
servirás; mas acontecerá que cuando te impacientes,
arrancarás su yugo de tu cerviz."
Según la narración, en el oportunismo de Jacob funcionó
también el factor tiempo, pues apenas salió éste, entró Esaú.
Una coincidencia de ambos en este episodio hubiese resultado
trágica. En esto podemos ver la intervención de Dios, que evitó
así que uno de los hermanos hubiera sido puerto por el otro, y
que ese otro se convirtiese en homicida de su hermano. Y la
reacción de dolor de Esaú fue comprensible, aunque debamos
preguntarnos si su profunda tristeza se debía solamente a la
pérdida de los beneficios materiales de aquella bendición, o si,
en alguna medida, le afectaban también las implicaciones
espirituales incluidas en la bendición. El escritor de la epístola a
los Hebreos, comentando este incidente en el capítulo 12:17, y
refiriéndose a Esaú, dice:
"Porque sabéis que aún después, cuando quiso heredar la
bendición, fue rechazado, pues no halló ocasión para el
arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas."
Aquí quizás pueda interpretarse que su arrepentimiento no fue
completamente sincero, sino más bien la expresión de una
frustración por las consecuencias del engaño que había sufrido.
De todos modos, Isaac pronunció para él una bendición
relacionada con su futuro, que finalizaba con una nota positiva,
ya que la sumisión ante su hermano Jacob no sería para
siempre.
También hemos de observar en los siguientes capítulos que la
bendición a Jacob no implicaba una vida de bienestar ni carente
de problemas. Su carácter tampoco cambió repentinamente al
recibir esta bendición, sino que fue evolucionando en las
sucesivas experiencias por las que Dios le fue llevando, y por
haber tenido que sufrir las consecuencias de su engaño.
Leamos, pues, en el último párrafo del capítulo, en los
versículos 41 al 46, el relato de cómo
Rebeca envió a Jacob a Labán
Para librarle de la ira de su hermano Esaú:
"Esaú, pues, guardó rencor a Jacob a causa de la bendición con
que su padre le había bendecido; y Esaú se dijo: Los días de
luto por mí padre están cerca; entonces mataré a mi hermano
Jacob. Cuando las palabras de Esaú, su hijo mayor, le fueron
comunicadas a Rebeca, envió a llamar a Jacob, su hijo menor, y
le dijo: Mira, en cuanto a ti, tu hermano Esaú se consuela con la
idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece mi voz;
levántate y huye a Harán, a casa de mi hermano Labán. Y
quédate con él algunos días hasta que se calme el furor de tu
Hermano; hasta que la ira de tu hermano contra ti se calme, y
olvide lo que le hiciste. Entonces enviaré y te traeré de allá.
¿Por qué he de sufrir la pérdida de vosotros dos en un mismo
día? Y Rebeca dijo a Isaac: Estoy cansada de vivir a causa de
las hijas de Het; si Jacob toma mujer de las hijas de Het, como
éstas, de las hijas de esta tierra, ¿para qué me servirá la vida?"
Aquí hemos podido ver a la madre tomando este asunto en sus
manos. Recordemos que Esaú se había casado con mujeres
paganas, lo cual había traído gran aflicción al hogar. En vista de
aquella situación, Rebeca encontró un motivo para convencer a
Isaac de la conveniencia de que Jacob saliese de allí, para evitar
que cometiese el mismo error. De esa manera, en realidad, le
estaba protegiendo de su hermano Esaú. Lejos estaba de
imaginar hasta qué punto pagaría ella las consecuencias de su
propia actuación en este asunto. Nunca volvería a ver a su hijo
Jacob; le envió fuera de su casa con la intención de mantenerle
ausente por un tiempo breve, que en realidad se convertiría en
un largo período de tiempo, nada menos que veinte años y,
durante ese período, ella moriría. Y Jacob regresaría para el
funeral de su padre, pero nunca volvería a ver a su madre.
Un detalle interesante es que Rebeca estaba enviando a su hijo
favorito a la casa de su hermano Labán, precisamente al lugar
en que Jacob tendría que aprender durísimas lecciones, ya que
experimentaría en carne propia los malos resultados de su
fraude, y el duradero y amargo fruto de su carácter engañoso.
Creyó ser muy astuto pero, durante muchos años, tendría que
soportar que su tío Labán, que le superaba en inteligencia,
controlase su vida con engaños y artimañas.
Pero, volviendo a la secuencia final del relato, podemos
imaginarnos cómo habrán sido aquellos años de la vida de
Rebeca, al considerar el poco aprecio de su hijo Esaú a causa de
este episodio.
Concluimos nuestro programa resaltando la amargura y el
tiempo malgastado, o perdido, que resultan de actuar con
incredulidad ante la Palabra y las promesas de Dios, obrando
impulsivamente y en contra de los planes de Dios. Ciertamente,
cada uno de los personajes que hoy hemos considerado
permanece en la historia Bíblica, entre otras cosas, como un
recordatorio de aquellas palabras del apóstol Pablo en su carta a
los Gálatas, capítulo 6:7,
"No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que
el hombre siembre, eso también segará."

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