La Estrella Matutina de Carmen Nozal

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LA ESTRELLA MATUTINA DE CARMEN NOZAL

Sólo el tiempo devasta las imágenes

Carmen Nozal

El Espejo de Luzbel (1994) de la poeta Carmen Nozal, asturiana de nacimiento,


mexicana por elección, es un libro escrito en libertad, de acuerdo con lo dicho por
William Blake sobre John Milton en El matrimonio del cielo y el infierno: “escribió
prisionero cuando habló de los ángeles y de dios y en libertad cuando habló del
infierno y de los demonios porque fue un verdadero poeta y, sin saberlo, del
partido de los demonios”. Sin embargo, Milton era puritano, a diferencia de otros
cantores del demonio como Byron, Baudalaire, Lautremont o Rimbaud. Por su
parte, Nozal es más cercana al hinduismo y al budismo, a las ideas de George
Gurdjieff, a los Hare Krishna y al sufismo, aunque la tradición cristiana no le es
ajena. Y cómo serlo, si España y México, son naciones que en su seno guardan la
raíz judeocristiana.

Autora de libros complementarios -en el sentido de los binomios cielo y tierra,


dolor y placer, idea y sensación, imagen y concepto, forma y substancia, Historia y
Mística- como República (2017) y De la Confesión Nocturna (2020-2021) en los
que la poeta muestra la ambivalente disposición a cantar, por una parte, las
vicisitudes del exilio primordial, de la pérdida de la inocencia, de la errancia por los
senderos de la violencia, el crimen, el espíritu de nuestra época; pero también, por
otra, la vocación de transitar por los meandros en los que la divinidad se
manifiesta.

La imaginación creadora, libera al lenguaje de su función primaria, comunicativa,


permite la exploración de la compleja arquitectura, los múltiples espacios en los
que se revela la condición humana, las pasiones, ideas y el ser para la muerte que
nos caracteriza. Son muchas las estancias construidas que nos hace habitar
Carmen Nozal, nos comenta el maestro Óscar Oliva en el prólogo de la Poesía
Reunida (1991-2021). Una de ellas, tal vez, la mítica, en la que la palabra se
instaura el tiempo cíclico, y muestra lo inédito, lo que no se había dicho de la
herida primordial. Dice la poeta en El espejo de Luzbel:

No fue el barro
Culpable fue la piedra
que deshizo el espejo de Luzbel
Pencas de sol lloraron en el mundo
y el rostro perdió al hombre
en un cráneo de ortigas

Damas en cruz Coronas invisibles


La ciudad de la mente derruye las preguntas
Las cosas y los tiempos firmaron la derrota
Fue cuando Dios huía de sí mismo
y la tierra sangró por vez primera
Apología del hombre (“No fue el barro”), mas no de la acción (“culpable fue la
piedra”), suya o quien la lanzara contra la imagen. En El Espejo de Luzbel -
compuesto por tres secciones: la epónima, “Antifaces de la muerte” y “Boceto para
un rostro difuminado en el viento”- se conduce al escucha, se dirige la mirada del
lector al eterno oriente de los iniciados, para encontrarse con fragmentos del relato
primordial, desde la noche del mundo hasta la expulsión del hombre del paraíso,
del estado natural. Luzbel, motivo para señalar el drama humano, el desarraigo de
sí.

Luzbel de Nozal no es el ángel caído de Alexandre Cabanel, ahíto de odio, sino


testigo -o agente- de la fragmentación de la gracia original, de la irrupción de la
conciencia, del ser que se descubre, lleno de sí, como el que despierta en mitad
de la noche por el estruendo de la roca que cimbra, requiebra el espejo,
instrumento por el que contemplamos nuestra imagen seductora u horrorosa como
boca desdentada. Luzbel de Nozal no es el de las Insistencias en Luzbel de
Francisco Brines. Cada poeta convoca, revela su luz interior, alumbra el misterio
en la caverna y nos conduce al origen o al final del tiempo, como el arcano nueve
del Tarot, el Ermitaño, portador de la luz del entendimiento.

El ángel de Nozal, Luzbel inocente ¿o sádico jugador, quiebra al poeta, aniquila


el espejo, en cierto sentido lo enceguece, le nubla el sentido en la polivalencia de
significados? Leemos:

Fragmentos de mí

estas palabras

Rompecabezas que divierte al señor de las tinieblas.

Ángel triste o enfermo, ángel de la melancolía o de la acidia, sabedor de arcanos


y oficiante de la cartomancia. Hermeneuta y transgresor de la ley revelada en el
Sinaí. Permuta las letras del nombre sagrado para su deleite. Conoce pesos y
medidas de los ángeles que configuran los mundos. La poeta dice:

Cábala.

un testamento

sauce que se inclina gozoso

y murmura la muerte

los decimales

las sílabas secretas de los números

El ángel vuelto mujer, sibila, bruja, maga, poeta. Nozal define:

Predestina el desafío

Vocación del acero en la garganta

Metal fundido Alianza Acto de ser

Inscripción Mujer costilla irremediable

Eco de anónimos
Escrito en el primer tomo de la Doctrina Secreta de Helena Blavatsky, “el primer
Arcángel que brotó de las profundidades del Caos, fue llamado Lux (Lucifer), el
‘Hijo Luminoso de la Mañana’ o Aurora Manvantárica”. Es bien sabido que en el
libro de Isaías se le conjura como “Lucero de la mañana, estrella brillante, hijo de
la Aurora, caído del cielo”. La misma fundadora de la Sociedad Teosófica nos
advierte que esta misma entidad es la llamada Luz astral, esa sustancia plástica,
similar el éter de los antiguos y, aún más que en su aspecto femenino es una
virgen, madre de las criaturas vivientes. Como madre, intercede por nosotros.
Insólito, como el pensamiento poético. Leemos en El espejo de Luzbel:

(Ya nadie siente el frío)

Y el polvo en su tragedia

y en la piedra un suplicante

Derrotado Caín

La soledad Luzbel rogando por nosotros

Generosa facultad que deja el tiempo

El infierno es gélido; lo sabemos, entre otros, por Dante. Pero el calor de la


carne sustituye al frío del miedo. Por otro lado, entre características humanas, la
piedad, como la amargura, es un don que emerge al paso de los días, cuando la
resistencia a la aceptación, cede. El demonio es vencido. Exánime, se arroja a la
experiencia humana, a morir.

Sombra

quien te desollará

Si el origen trastorna

si el sueño de Satán cerca mi sueño

qué puede hacer el pánico


La extrañeza frente a los seres, sucesos y creación o revelación de relaciones
ocultas entre ellos, tal inmersas al fondo de la realidad, oficio del poeta. A la vez la
familiaridad proveniente del principio, del Big bang -y la intuición del Big cruch, de
que todo saldrá de escena, divinizándose de nuevo en la la Nada fundamental- la
comunión, la unidad en la que se anula la distancia entre sujeto y objeto, el abismo
entre la palabra y la cosa. Entre ambas, el asombro, como el de la poeta Carmen
Nozal frente a las guerreras atlantes de Tula -mujeres hombrunas, según se lee en
“El don de águila” de Carlos Castaneda- donde “quedó representado Quetzalcóatl
en su manifestación como planeta de Venus”.

Justo, la estrella de la mañana es identificada con Venus, y con deidades


femeninas, Ishtar, Inanna. También estrella de la mañana (stella matutina) es el
nombre de una orden esotérica, disidente de la Orden Hermética del Alba Aurea
(Hermetic Order of the Golden Dawn) a la que pertenecieron William Butler Yeats,
Bram Stocker y Aleister Crowley, escritores practicantes de las artes ocultas.
Adeptos que creyeron tener legiones bajo su mando por trazar sigilos y musitar
fórmulas en lenguas muertas. Pero el ángel, el hado, el duende, la musa, se fuga,
desafía todo conocimiento, escapa al imperio de la técnica. Sin embargo, la poeta
señala lo asombroso, lo posible y verosímil, contra lo esperado. ¿Para qué
rebelarse entonces? Basta darse cuenta que el mundo mismo es subversión.
Leemos en Espejo de Luzbel:

Y los malditos abarcan el Edén,

tiran las anclas

desnudan su pesaren las orillas:

Se fuga el mar.

Hay arcanos huyendo del tarot:

El ahorcado resucita en la escritura,

La torre se lanza al mundo

Y el rey se enroca.
¿De qué sublevación seremos parte?

La palabra latina lucifer, correspondiente al griego Fósforo, hermano de


Héspero, designa a la estrella de la mañana. San Jerónimo la tradujo en la
Vulgata a partir del término hebreo helel (‫)הֵ ילֵל‬. Si bien, lucifer es un sustantivo con
un atributo específico a partir de una acción -portar- luzbel puede pensarse
llanamente como luz bella, un estadio anterior, un sujeto solo determinado por la
cualidad belleza, como la poesía.

La poesía, forma del conocimiento que posibilita y delinea las formas del ser,
del habla del logos, pensamiento-palabra. “Donación del Ser por la palabra y en la
palabra”, al decir de Heidegger. Y esta herencia es resguardada por aquella que
nombran las esencias, la lengua flamígera del poeta. Al centro del paraíso, el Ser
y el árbol de la sabiduría; y su reflejo, el árbol del conocimiento del bien y del mal,
con su fruto como piedra filosófica y su significado, la única certeza: la muerte.
Leamos El espejo de Luzbel. Leamos la poesía de Carmen Nozal, para encontrar
un reflejo de nuestra imagen original:

De las hojas del Árbol

desciende la palabra

y en la noche los campos se llenan de oraciones

y los libros insomnes se alimentan

y van creciendo bajo las espigas

y se llenan de arrugas si no se escuchan los signos

del aire que flota sobre las páginas.

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