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Prácticas Profesionales I (área clínica)

Departamento de Psicología -UES-

La Experiencia individual
Toda persona tiene una experiencia de vida que es única, es propia, la cual solo tiene sentido,
utilidad y continuidad, para la persona que la hace, la desarrolla y la construye. La experiencia
personal se constituye en el registro de toda su memoria histórica que evolutiva y
ontológicamente el individuo va estableciendo de manera consciente y no consciente a lo largo de
su vida, la cual se va acumulando en toda la estructura nerviosa y psicológica de la persona,
guardándose en los llamados “engramas” o huellas sensibles dentro de la estructura de la base y
corteza cerebral de cada ser humano. En esta experiencia también participan todos aquellos
elementos de la estructura corporal: músculos, huesos, órganos y aparatos que se activan ante
determinados estímulos del medio externo o que surgen del interior del individuo.

Esa experiencia transcurre en el tiempo, en un espacio determinado y con la multiplicidad de


relaciones que la persona va estableciendo, conforme va haciendo la vida. El espacio, no solo es el
entorno inmediato en que se mueve el individuo, ni solo es el contexto mediato geográfico y
social; también lo conforman los acontecimientos económicos, políticos, socio-culturales,
religiosos, de fenómenos naturales y otras circunstancias de la vida que atraviesa la persona y el
grupo social al que pertenece el individuo. También esa experiencia tiene sentido y significado
para la persona, en cuanto realiza determinado tipo de relaciones interpersonales con contenidos
específicos: afectivos, educativos, comerciales, familiares, etc.; el que pertenezca a un grupo y
clase social con una ideología determinada, con valores y principios practicados y sustentados
durante el transcurso de su vida.

La experiencia es un proceso de recepción, acción y respuesta con registro, que ocurre como
producto de la incidencia de estímulos, objetos, relaciones interpersonales o sucesos que actúan
sobre los diferentes receptores o partes especializadas del organismo de un individuo; este
proceso es de reciprocidad puesto que la incidencia mueve o activa los puntos que recepcionan la
información y permiten una respuesta oportuna y conveniente para la sobrevivencia y existencia
del ser humano. Algunas teorías le llaman transacciones contextuales.

Esa incidencia desencadena una secuencia lógica, la cual transcurre de manera ordinaria con el
esquema de Recepción - Organismo - Respuesta; los tiempos, en cuestión de segundos y
fracciones de segundos permiten que se vayan recibiendo y registrando los datos en orden
secuencial, dependiendo del nivel de atención, estado emocional y conciencia con que funciona o
ha venido funcionando el organismo del individuo.

En tal sentido, esa experiencia ocurre desde dos niveles, los cuales están articulados a procesos
que se van acumulando a lo largo de las experiencias anteriores. Es decir, la experiencia anterior
sirve de respaldo, de referencia a experiencias ulteriores que van ocurriendo a lo largo de la vida
del individuo. Los dos niveles principales que se activan automáticamente, para dar respuesta a las
demandas del medio ambiente son: el nivel emocional, el cual el organismo ha sido dotado o
construido por la naturaleza en su historia humana y pre-humana; y el nivel del saber, conocer o
explicarse para sí mismo, qué es lo que incide o perturba al organismo por parte del medio
ambiente. Ambos niveles se activan casi al mismo tiempo, pero teniendo cierta ventaja de
fracciones de segundo el nivel emocional sobre el nivel cognitivo y organizacional de la
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experiencia. Ante esta doble activación de estos niveles, las respuestas también suceden de
manera casi simultánea; por una parte, la respuesta emocional inmediata que aparece o se
desencadena ante la naturaleza del estímulo o suceso, y la otra respuesta valorativa del mismo,
del darse cuenta, de ser consciente de lo que le sucede y que permite elegir una respuesta
apropiada o conducta necesaria a la incidencia ocurrida. En este proceso, participan todas las
variables y factores mencionados en el segundo párrafo.

Es posible que la incidencia del objeto o suceso, sea de gran magnitud e intensidad que muchas
veces deja al individuo “sacudido emocionalmente” e intelectualmente; y en consecuencia el
aturdimiento emocional no le permite al individuo percatarse de lo que le ocurre ; es tan fuerte la
descarga emocional que limita e impide que el otro nivel cognitivo suceda con normalidad, y por
tanto no es fácil para el individuo percatarse inmediatamente sobre lo que le ha sucedido, o
explicarse qué fue lo que ocurrió y qué desestabilizó al organismo y a su persona. El efecto
emocional es tan perturbador que el individuo tiene que esperar otras fracciones de segundo para
darse cuenta de lo que ha sucedido, o está sucediendo, por lo menos en cuanto a lo que le ha
impactado.

Esa perturbación impide un ordenamiento secuencial del pensamiento como para explicarse lo
sucedido o sentido, el cual se va postergando y solo va quedando la huella emocional con su
significado implícito. Por tanto, el individuo tiene dificultad para auto-referirse la experiencia de
manera consciente; siente el impacto emocional que le afecta, que le perturba, sin que logre
articular semánticamente lo que le está sucediendo y en consecuencia esto le dificulta la
posibilidad de registrarlo en la continuidad de su experiencia integral, de su propio yo; resultando
que la coherencia interna de sí mismo ha sido interrumpida, desestabilizada o distorsionada.

Estas impresiones sensibles y de imágenes vividas, de reacciones emocionales de alta excitabilidad


que mueven toda la estructura del individuo, generan descargas de energías y procesos internos
que dejan huellas sensoriales, perceptivas y propioceptivas de alta emotividad, imágenes del
suceso, que integran y surcan todos los sentidos y puntos receptivos del organismo, articulando
conexiones nerviosas precisas que se constituyen en redes que vinculan aquellos puntos de
distintas áreas y niveles corporales fisiológicos y psicológicos comprometidos en el suceso
experimentado por la persona, los cuales son incorporados en los respectivos y específicos
registros (memoria) que se han construido o activado con esa particular experiencia y otras
similares o concomitantes.

Estos procesos de desestabilización pueden ser caóticos, desordenados, desorganizados y sin


ninguna lógica de explicación de porqué sucedieron; en algunos casos pueden ocurrir posibilidades
de diversa implicación para la persona:

• Pueden ser incidencias e impactos emocionales intensos, profundos e inexplicables, con un


significado tal que rompen la continuidad y la coherencia interna actual de la persona. La
perturbación puede llevar a dejar una huella emocional tan intensa que impida que por esa vía
el tránsito de información se interrumpa, dificultando cualquier explicación ulterior al suceso.
Acá pueden acontecer discontinuidades, procesos de desintegración cognitivo y emocional, que
son traumáticos, que pueden generar alejamientos de la persona de su realidad, y afectar su
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vida psicológica, emocional y social. Auto-referirse la experiencia es la principal dificultad que


se desarrolla. Paulatinamente el suceso se va extendiendo a otras áreas de la vida de la persona
que le van perturbando diferentes ámbitos y niveles y le impide modular diferentes procesos.

• Pueden ocurrir impactos emocionales fuertes pero no tan profundos y que lo desestabilizan
pero que no afectan toda su vida relacional y de existencia social. Hay una consecuencia
emocional y cognitiva referida a ese tipo de experiencia que al presentarse situaciones
similares o iguales desencadena la perturbación psicológica y social vivida.

• Impactos emocionales con alguna fuerza, pero que le permiten a la persona asimilar la
experiencia, aunque no tenga una clara valoración de lo acontecido. Sin embargo, hay una
postergación de la auto-referencia no tan precisa, pues aparecen otras necesidades y urgencias
de la existencia que no le permiten centrarse en el problema; pero cuando aparecen
circunstancias similares pierde de alguna manera el control y vuelve a recuperarlo como por
una necesidad de sobrevivencia y de existencia social.

• Algunas experiencias se van desarrollando con impactos emocionales que en proceso van
desestabilizando al individuo; es decir, varios impactos en diferentes momentos de su vida, con
significado similar e importante para la persona y sin una auto-referencia consciente, le van
causando de manera secuencial y acumulada dificultades en orden emocional, cognitivo,
relacional y de congruencia e integración de sus componentes y niveles para asimilar la
experiencia.

Generalmente, son personas que viven una vida normal y conveniente para sí misma; pero en
ciertas circunstancias o impactos emocionales, pierden la continuidad de sí mismos para luego
recuperarla sin motivo o causal explícito para la persona. Las expresiones emocionales pueden
significar: intolerancia y agresividad no controlada, estados de ansiedad y bajos estados de
ánimo inexplicables, sueño intranquilo, pesadillas, hostilidad social, pensar que otros hablan de
su persona, sentirse culpables de un hecho sin que haya relación, movimientos automáticos o
reacciones circulares, etc.

También, es posible que la incidencia normal de eventos o sucesos de la vida cotidiana, de la vida
rutinaria de diversas vivencias, provoque igualmente similares procesos en las personas, pero no
de la envergadura emocional que dispara la reactividad normal del individuo que sacude su ser y lo
desestabiliza. Para el caso, todas las personas tienen una manera rutinaria de realizar su limpieza
diaria en la ducha, utilizando un procedimiento específico para realizarlo: una mojada general del
cuerpo, echarse champú en el cabello, luego enjabonarse y una ligera ducha para sacar la primera
suciedad del cuerpo, luego preparar el objeto o mascón para restregarlo o aplicarlo en las partes
amplias del cuerpo y luego en las partes íntimas, limpiarse la nariz, enjabonarse los pies; luego
lavarse el cabello y luego aplicar acondicionador; seguidamente, hacerse la ducha completa para
sacar el jabón y el acondicionador y, finalmente, secarse con la toalla.
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Ese procedimiento descrito puede variar en orden secuencial de persona a persona; sin embargo,
si hubiera un inconveniente imprevisto como el hecho de que no tiene acondicionador para el
cabello, eso cambia la percepción y la disposición de la persona para hacerse el baño tal como
siempre lo ha hecho, pero no cambia sustancialmente la actividad; sin embargo, si durante el
proceso de bañarse hay suspensión del servicio de agua, u otra persona en la primera planta está
ocupando el grifo para lavar platos, etc., entonces esto si ya cambia el proceso y la actividad de
bañar y contraría los deseos de la persona; en consecuencia distrae su atención, se pone la toalla y
sale del baño para dar un pequeño aviso que no le cae agua; si continúa sin el líquido para
bañarse, entonces se molesta aún más y sale del baño y grita con alguna agresividad que no le
están permitiendo concluir con su baño; si la persona de abajo no pone oídos a lo que dice y
continúa lavando los trastes, entonces nuevamente sale del baño y desencadena una reacción de
mayor alcance emocional y lanza improperios e insultos y que en próximas situaciones similares
hará lo mismo en venganza a lo que le están haciendo; el suceso puede ser escuchado ya hasta por
otros familiares y vecinos.

Los familiares, cada uno según el caso, toman partida en la situación y apoyan a una o a otra
persona, según la circunstancia o necesidad o vínculos establecidos. Solo para darle una mayor
complejidad: a lo mejor la hermana mayor está lavando trastes para ponerse a elaborar el
desayuno y ella también tiene un proceso rutinario que ha sido afectado, porque la persona de
arriba que se estaba bañando se ha levantado en un horario que le interfiere a su labor doméstica;
en consecuencia, lanza también similares reacciones emotivas y agresivas hacia la persona en la
ducha.

Esta experiencia puede hacerse más compleja, más conflictiva y más controversial, de tal manera
que incomoda y dispone con mucha agresividad la relación socio-familiar de ambas personas
implicadas y hasta de todo el grupo familiar. Si eso se vuelve cotidiano, a lo mejor se va
constituyendo en maneras cotidianas de relacionarse entre ambas personas y se traslada a otros
espacios y circunstancias familiares, que afectan la convivencia de la familia en su conjunto.

Estas experiencias son vivencias normales que van afectando la vida cotidiana del grupo familiar
pero que constantemente pueden acumular malestares y cierta desestabilización que genere
confrontación constante entre ambas parientes. Cada vez que ocurren similares hechos, suceden
respuestas emocionales, someras explicaciones que cada una se hace al respecto; pero que no se
comparten para darle alivio a la situación, sino se alejan cada vez más y las explicaciones y
culpabilidad, al respecto, va en aumento y en contra de la otra parte.

Estas experiencias forman parte del desarrollo del sí mismo de cada uno/a, y de la continuidad que
este sentido de sí mismo requiere para que la persona se desarrolle “normalmente”; pero esa
continuidad puede ser alterada si hubiera un altercado, pleito y consecuencias o daños físicos que
una de las personas sufra de la otra o que desencadene que una de ellas/os abandone la casa y se
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separa para vivir de manera individual. Eso marca una nueva experiencia que altera la estabilidad
del sí mismo y su continuidad, sin consecuencias psicológicas mayores pero que, al fin de cuentas,
desestabiliza.

Esto es lo que algunos consideran las transacciones contextuales, que están referidas a aquellas
experiencias de vínculos e intercambios entre dos personas y un grupo familiar que se articulan en
una escalada de dificultades que afectan a ambas partes y a lo mejor a todo el grupo familiar.
Estas transacciones procesan pensares, emociones y sentimientos, respuestas volitivas y de
decisiones que marcan parte importante de la vida de cada persona.

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