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L A N O C H E D E L A Q U E L A R R E
1 Opinión resumida por H. Platelle (canónigo), Les Chrétiens face au m iracle. L ille au
x v ir siécle, París, Cerf, 1968, p. 56.
vez las percepciones de las generaciones sucesivas que la producían y
las opiniones de sectores cada vez más amplios de la sociedad.
L O S CAMINOS DE LA HEREJÍA
Por haber hecho una alianza de herejía, y leer libros que contienen numero
sos errores, se concluye: que no creen en la Santísima Trinidad; que el sacra
mento celebrado no significa nada para ellos; que Nuestra Señora ha tenido
varios hijos; que los santos no están en el paraíso; que el monasterio no es
más que un burdel; que la confesión no significa nada para un sacerdote;
que el agua bendita no es más que un abuso; que han celebrado aquelarres
durante los sábados; que la señal de la cruz no es más que una cruz, y que
ésta no merece ninguna reverencia; que las misas de réquiem no son de nin
gún valor para los difuntos; y muchas otras herejías.3
D e l o s v a l d e n s e s a l a s b r u ja s
6 P. Beuzart, op. cit., pp. 68-97, y texto de la sentencia, p. 480. Véase también G. A.
Singer, “L a Vauderie d A rra s ”, 1459-1491. A n Episode o fW itc h c ra ft in L a te r Medieval
F ra nce, texto inédito, University of Maryland, 1974, microfilmado por University Micro
film International, Londres y Aun Harbor.
Denisete, de haber cometido homicidios, asesinando tú, Jean Tannoye, a dos
niños, y tú, Denisete, a tu propio hijo, el cual mataste sin bautismo y entre
gaste al diablo; y a vosotros, Jean Tannoye y Denisete, por haber dañado los
trigales, las viñas y otros bienes de la tierra para hacer polvos y otras cosas
condenables.
D esnudeces s a t á n ic a s
_ 11 D er Mensch um 1500. Werke aus K irchen und Junstkam m ern, Berlín, Staatlichen
useen Preussischer Kulturbesitz, 1977 (catálogo de exposición).
Ib id ., pp. 118, 130 y 156.
13 Ibid ., pp. 157-158.
14Ib id ., p. 131.
tafórica por medio de un rostro anal o ventral aplicado más a menudo al
demonio y, a veces, a las mujeres. Esta máscara sobre el sexo del diablo
acusaba el pecado, en particular el pecado sexual.15 De este modo se
puede comprender el culto al demonio que consistía en besarle el tra
sero, como una alusión a la sexualidad diabólica, ella misma un símbo
lo del pecado original de Adán y Eva. La moral cristiana traducía de
esta manera el problema de las tentaciones de la carne. En el siglo xrv
aparecieron las mujeres-vicios en las cuales cada parte del cuerpo evo
caba un pecado. Una cabeza o una boca sobre el vientre hacía alusión a
la sexualidad femenina voraz. Por ejemplo, sobre un manuscrito pro
bablemente bohemio de 1350-1360 aparece una cabeza de lobo con unas
grandes fauces abiertas de donde sale una enorme lengua-falo, que ha
ce pensar en la “boca glotona de los vicios” que designaba el sexo para
la santa Hildegarde de Bingen en el siglo x i i .16 Un grabado que ilustra
la traducción alemana del libro de Geoffroy de La Tour Landry, apare
cido en Basilea en 1493, presentaba a la coqueta con el demonio de la
vanidad. Este último, dotado de un cuerpo humano y una cabeza ani
mal, muestra su ano reflejado en un espejo. La imagen toma el lugar
del rostro de la dama que está peinándose frente al espejo.17No es difí
cil deducir de este juego sobre los rostros, que el de la mujer es la más
cara del horrible rostro anal del demonio; en otras palabras, que su be
lleza engañosa oculta una boca infernal, a causa de su lubricidad
original.
El entrecruzamiento de estos temas adquiere un nuevo vigor en el
Sacro Imperio entre 1490 y los años 1520-1530. Mientras florecían las
obras cargadas de erotismo, como el Juicio de París pintado por Cra-
nach en 1508, o más aún por Domas Hering en 1529, o bien el muy su
gestivo Jardín d’amour de Loy Hering hacia 1525, la tradición de la
danza de los muertos también cobraba un nuevo impulso bajo formas
modernizadas. El cuerpo magnífico de una mujer joven era en este ca
so la ocasión para meditar sobre la vanidad de las cosas, en contraste
con el de una anciana, presentada incluso de manera más espectacular
bajo el abrazo de un horrible esqueleto-cadáver. Hacia 1520, un relieve
de Hans Schwarz muestra en un medallón el busto desnudo de una
mujer hermosa que se aparta con desesperación, sin poder evitar el
contacto amenazante de un esqueleto cubierto de jirones de carne. Una
15 Diables et Diableries. L a représentation du diable dans la gravure des XV' et xvr sié
cles (coordinado por Jean Wirth), Ginebra, Cabinet des Estampes, 1977, p. 25.
10Ib id ., y Jurgis Baltrusaitis, op. cit., p. 310.
17 E. Lehner y J. Lehner, P ictu re Book ofD evils, Dem ons and W itchcraft, Nueva York,
Dover Publications, 1971, p. 7.
pintura de Hans Baldung Grien de 1517 presenta a una joven desnuda
de pie, cuyo ligero velo no oculta la pilosidad pública. Ella une sus ma
nos con dolor, segura de no poder escapar a la muerte representada
por un gran esqueleto que la abraza desde atrás — una figura oscura
sobre un fondo negro que destaca la blancura de su carne y la redondez
de sus formas— ,18
El mismo artista era capaz de abordar la variante erótica o la vani
dad angustiosa, según su inspiración y probablemente en función de
los encargos pasados, ya que los coleccionistas privados no tenían evi
dentemente las mismas necesidades que los responsables de la decora
ción de las iglesias. La interpretación no es por eso más compleja, pues
las vanidades transmiten a veces un gran pesimismo y otras veces una
invitación a gozar intensamente de la vida. Sin embargo, también se
descubre una mutación temática en relación con las danzas macabras
tradicionales, siempre representadas, incluso por Hans Holbein en
1528.1S Schwarz o Grien no muestran la nivelación de las condiciones
sociales por la muerte. Definen más bien una relación íntima entre és
ta y la mujer. Aun cuando la hipótesis parezca un poco osada, creo que
el arte alemán traduce entonces una reflexión creciente sobre el lugar
del segundo sexo en el universo, sobre todo en sus relaciones con lo so
brenatural. En la Biblia, la muerte está relacionada con el pecado, con
el demonio y con Eva, que la ha hecho entrar en el mundo al inducir a
Adán a cometer el pecado original. Esta idea antigua había sido revivi
ficada por el Malleus Maleficarum en el mismo ámbito cultural. Desde
luego, el acento puesto sobre la responsabilidad femenina en materia
de brujería definió la antítesis del culto mariano, pero la explicación no
se debería limitar a eso. La difusión de temas artísticos centrados en el
cuerpo femenino en toda su plenitud planteaba un grave problema al
mezclar los mensajes tradicionales a propósito de la desnudez pecami
nosa. Si bien se esperaba una reacción dogmática contra esta manera
impía de presentar al ser humano —los códigos antiguos exaltaban el
carácter diabólico de la mujer desnuda— , no se podía prohibir el hecho
de mostrar el sexo de Venus, los encantos de Diana o los atractivos de
una mujer en el baño; sin embargo, era posible recordar con fuerza
hasta qué punto la apariencia era engañosa, incluso peligrosa. La bru
ja desnuda hizo su aparición, a veces evocada por el gusto erótico del
artista y mucho más a menudo asociada a un conjunto de símbolos ne
gativos destinados a producir pavor.
“ ZJer Mensch um 1500, op. cit., pp. 124-125, 139, 143 y 145.
Ibid., p. 147 (una pareja noble ricamente vestida y un esqueleto que toca el tambor).
Las imágenes del aquelarre y de las brujas se multiplican en la épo
ca en que aparece el Malleus Maleficarum, y en el mismo espacio cul
tural. El Tugendspiegel de Hans Vintler, editado en Augsburgo en
1486, contiene grabados sobre este tema. Las seis xilografías más céle
bres, muchas veces reproducidas, ilustran el tratado de Ulrich Molitor,
De Lamiis et phitonicis mulieribus, aparecido en Constanza en 1489 y
reeditado una quincena de veces durante los 100 años siguientes.20
Aquí las brujas están siempre vestidas, como los diablos. Sin embargo,
Molitor considera el vuelo hacia el aquelarre sobre un bastón ahorqui
llado —típico de la tradición germánica— con la ayuda de un demonio
alado, como una ilusión nacida de los sueños suscitados por el diablo.
La transición hacia una creencia en la realidad de las acciones de las
brujas y hacia la desnudez de los actores se confirma algunos años más
tarde. La bruja que aparece montada sobre la grupa de un caballo con
ducido por el diablo en un grabado del Líber chronicarum de Hartman
Schedel (1493) está desnuda, con los senos bien visibles, pero un velo
opaco oculta sus partes pudorosas.21La obra tuvo dos ediciones el mismo
año, lo cual es un signo de su éxito. Der neue Laienspiegel de U. Tengler,
reimpreso 11 veces entre 1509 y 1527, ofrecía diversas escenas de bru
jería en una sola página. No obstante, la tradición de la bruja vestida no
desaparecerá en absoluto: en el Compendium Maleficarum de Guazzo,
editado en Milán en 1608, los diablos están desnudos, pero las brujas y
los brujos aparecen vestidos.
La representación imaginaria alemana insistió particularmente so
bre el tema de la bruja desnuda, produciendo el conjunto europeo más
importante sobre este tema bajo las firmas prestigiosas de Durero, Alt-
dorfer, Hans Baldung, llamado Grien, Nicolás Manuel Deutsch, Burgk-
mair y Lucas Cranach — artistas a menudo comprometidos en las lu
chas religiosas, sociales y políticas de su tiempo— . El primer cuarto
del siglo xvi fue el más prolífico, en un contexto que ya anuncia el Re
nacimiento y la maduración de los problemas que condujeron a la
Reforma.22
Si bien Durero es el más célebre de los maestros mencionados, Hans
Baldung Grien fue el más productivo sobre este tema. Autor de una jo
ven con la muerte, pintó numerosas brujas a partir de 1510 y se le
atribuyen los grabados sobre este tema que ilustran el libro de un pro
El t r iu n f o d e l a d e m o n o m a n ía
L A M A R C A D E L D IA B LO
44 H. Boguet, Discours exécrable des sorciers, texto adaptado por Philippe Huvet, con
una introducción de Nicole Jacques-Chaquin, París, Le Sycomore, 1980, p. 174.
Mefistófeles; como Fausto, la bruja inaugura una relación personal muy
física con el diablo. En su doble dimensión literaria y criminal, el mito del
pacto demoniaco invadió la representación imaginaria occidental. En
otras palabras, los autores de los tratados de demonología imaginaban
que las brujas habían elegido deliberadamente la condenación eterna,
como el doctor Fausto, para gozar de los bienes de este mundo.
Los casos de brujería revelan que los jueces cultivados en la demono
logía pretendían leer el universo en términos de culpa personal, de elec
ción ante el pecado. Y se lo inculcaban a los acusados y testigos, como
los sermones de la época lo enseñaban a las multitudes. El conjunto del
proceso constituye pues un enfrentamiento militante, durante el cual los
hombres del saber escrito tienden una red unificadora sobre las creen
cias populares. Ellos sitúan al demonio en las entrañas de la bruja, a fin
de hacerle tomar conciencia de su responsabilidad abrumadora. Para
ellos, el interés principal se desplaza del espectáculo del cuerpo em
brujado a su funcionamiento diabólico confirmado por elementos con
cretos. Las reticencias de Boguet frente a las costumbres populares de
la búsqueda de pruebas se explican en este contexto. En su opinión, lo
importante no es que el sospechoso sea más ligero que lo ordinario o que
hechice por contacto físico o visual, pues estas son “supersticiones”. Lo
esencial reside en la mutación interna, oculta, de una envoltura carnal
en lo sucesivo consagrada al Mal. Para demostrarlo, los jueces se ba
san en la marca y en la sexualidad pervertida del acusado.
La comparación de los interrogatorios de las supuestas brujas y las
declaraciones de los testigos contra ellas permiten observar diferen
cias radicales. Los segundos no evocan el aquelarre, ni siquiera la figu
ra precisa del diablo, sino que se dedican obstinadamente a contar his
torias muy concretas de desgracias, de enfermedades y de muertes,
afirmando que ellas provienen de los maleficios lanzados por la acusa
da. Teniendo en cuenta estos alegatos, los magistrados añaden pregun
tas que conciernen a la ortodoxia de la compareciente y a sus relaciones
sexuales con el demonio. También procuran buscar la marca satánica
en el cuerpo de la involucrada. En Lorena, Chrétienne, hija de Jean
Parmentier, de 23 años de edad, hace las siguientes declaraciones du
rante su proceso, en 1624:
¿ern p„^°^erT’ ® ü'i/3US' and the D evil. W itchcraft, Sexuality and R e lig ión in E a rly M o-
52 m p ? 6’ Londres'Nueva York-Routledge, 1994, pp. 25 y 153
Elias, L a C ivilisa tion des