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ESCENA XI

Salen CLAUDIO y GERTRUDIS.

GERTRUDIS.– ¡Claudio! ¡No te puedes imaginar lo que he visto y oído esta noche!
CLAUDIO.– ¿Qué ha sucedido, Gertrudis? ¿Cómo está Hamlet?
GETRUDIS.– Tan furioso como una tormenta en el mar, cuando el aire batalla con el
océano para comprobar cuál de los dos es el más fuerte. En su desenfreno, oyó
ruido detrás de la cortina y sacando la espada gritó: «¡una rata, una rata!» y sin
pensarlo dos veces acullichó al bueno de Polonio, que estaba escondido allí.
CLAUDIO.– ¡Y me hubiera matado a mí, de haber sido yo! No podemos dejarlo en
libertad. Se ha convertido en una amenaza para ti, para mí y para todos. ¿Qué
haremos ante este nuevo ultraje? Porque me echarán la culpa a mí, diciendo que
debería haberlo metido en cintura, controlarlo, tenerlo encerrado bajo llave. Pero le
amaba tanto, Gertrudis, que no supe hacer lo que era conveniente y necesario.
¿Dónde está ahora?
GERTRUDIS.–Ocultando el cadáver en algún lugar, arrepentido de lo que ha hecho.
CLAUDIO.– Gertrudis, ven conmigo. Antes de que el sol asome por la cima de esa
montaña, irá embarcado rumbo a Inglaterra. Y yo usaré de mis privilegios reales
para que no me echen la culpa por este crimen.

Sale HAMLET.

GERTRUDIS.– ¡Hamlet!
HAMLET.–¿En qué puedo servirte, madre?
CLAUDIO.–¿Dónde está Polonio?
HAMLET.– Cenando.
CLAUDIO.– Cenando ¿dónde?
HAMLET.– No donde suele comer, sino donde se lo están comiendo los gusanos. El
gusano es el único emperador que existe en lo atañente a la comida. Con los
animales que cebamos nos cebamos a nosotros mismos pero todo lo que

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conseguimos al final es cebar a los gusanos. El rey gordo y el mendigo flaco son
solamente platos diferentes en el gran menú de los gusanos.
GERTRUDIS.– ¡Ah, Hamlet, Hamlet!
HAMLET.– Un pescador puede usar como anzuelo un gusano ahíto de la carne de un rey
y luego comerse el pescado que se comió ese gusano.
CLAUDIO.– ¿Qué quieres decir con eso?
HAMLET.– Nada, excepto mostrar cómo un rey puede acabar siendo parte de la mierda
de un mendigo.
CLAUDIO.– Hamlet, ¿dónde está Polonio?
HAMLET.– En el cielo. Envía a alguien que lo busque allí. Si tu mensajero no puede
encontrarlo, búscalo tú mismo en el otro lugar. Pero si no logras localizarlo en un
mes, no te preocupes: tu nariz lo descubrirá en lo alto de las escaleras del portal.
CLAUDIO.– (A GERTRUDIS) Manda a alguien a ver si es verdad.

Vase GERTRUDIS.
HAMLET.– Allí aguardará hasta que vayan por él.
CLAUDIO.–Hamlet, a causa de este luctuoso lance, y por tu propia seguridad personal,
tienes que salir del país. Prepárate para el viaje. El bajel está listo, los vientos
propicios, la escolta te espera y todo dispuesto para tu viaje a Inglaterra.
HAMLET.– ¿A Inglaterra?
CLAUDIO.– Sí, Hamlet.
HAMLET.–Bueno.
CLAUDIO.–Sí, muy bueno en verdad, cuando sepas la razón del viaje.
HAMLET.–Bien. Pues a Inglaterra nos vamos, adiós... querida madre.
CLAUDIO.– Querrás decir «querido padre», Hamlet.
HAMLET.– No, no; querida madre. El padre y la madre son marido y mujer y marido y
mujer son uno los dos. Así pues, adiós, querida madre. A Inglaterra nos vamos.

Se va HAMLET.

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