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El narrador es la entidad, la voz que relata una historia. Es importante que distingamos al
narrador del escritor: el narrador no es una persona real sino una entidad abstracta creada por
el autor para desarrollar aquello que quiere contar. Es por eso, que, en algunos casos, el
narrador puede ser también un personaje dentro de la historia.
Los narradores pueden clasificarse según la persona que utilizan en mayor medida en su
narración. La tercera persona (él / ellos), la segunda persona (tú / ustedes, vosotros), la primera
persona (yo / nosotros).
• Fluir de consciencia: es la formulación de las ideas del inconsciente del personaje— sin
la presencia de un testigo, puesto que el discurso lo dirige a sí mismo —que manifiestan
una personalidad particular yuxtaponiendo imágenes, pensamientos íntimos,
sensaciones y recuerdos, tal como se presentan en la conciencia. En este caso, la
construcción lingüística es más desarticulada en el aspecto sintáctico y semántico. En el
fluir de la conciencia aflora el inconsciente, Se narra el devenir del pensamiento a través
de una sucesión de ideas muchas veces inconexas e ilógicas, que dejan entrever un
proceso psíquico complejo, cuyo despliegue se evidencia en una narración que puede
ser en algunas ocasiones caótica.
“Cuarto después de lo que una hora intempestiva Supongo libertad con sólo levantarse en China
ahora se peina sus trenzas para el día y pronto se las monjas tocando el theyve nadie angelus
llegando a estropear el sueño, salvo un sacerdote par o dos para su despacho la noche o el
alarmlock al lado en cockshout estrépito el cerebro fuera de sí mismo déjame ver si puedo
quede dormido 1 2 3 4 5 ¿qué tipo de flores son los que inventaron como las estrellas del fondo
de pantalla en la calle Lombard era mucho más agradable la plataforma que me dio fue como
ese algo que sólo yo sólo llevaba dos veces mejor bajar esta lámpara y vuelva a intentarlo para
que pueda levantarse temprano.”
“Cuán extraño es sentir cómo el hilo que de nosotros surge se adelgaza y avanza cruzando los
nebulosos espacios del mundo que entre nosotros media. Se ha ido. Aquí estoy, en pie, con su
poema en la mano. Entre él y yo media el hilo. Pero ahora, qué agradable es, cuánta confianza
infunde, saber que la ajena presencia ha desaparecido, que la escrutadora mirada se ha
apagado, ha sido cubierta por una capucha…Con qué satisfacción cierro las ventanas y me niego
a recibir otras presencias. Con qué satisfacción advierto que, de los oscuros rincones en que se
refugiaron, vuelven esos desastrados huéspedes, esos parientes, a los que él con su superior
poder obligó a ocultarse. Los burlones y observadores espíritus que, incluso en la crisis y la
vacilación del momento, se mantuvieron vigilantes, vuelven ahora en rebaño al hogar. Con su
ayuda soy Bernard, soy Byron, soy esto y lo otro. Como en anteriores tiempos oscurecen el aire
y me enriquecen con sus bufonadas y sus comentarios, nublando la hermosa sencillez de mi
momento de emoción. Sí, puesto que yo soy más yos de lo que Neville cree. No somos tan
simples como nuestros amigos quisieran para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, el amor
es simple. (…)”
“Las olas” (fragmento), Virginia Woolf
Nota: Para entender tanto el “fluir de conciencia” como el “monólogo interior”, observemos la
forma en cómo vamos hilvanando nuestra manera de pensar: cada pensamiento que aparece
ocupa una posición central hasta que aparece un nuevo pensamiento que toma ese lugar de
primacía. Incluso, y a raíz de esto, algunos autores plantean que el “monólogo interior” y “fluir
de la conciencia” son esencialmente lo mismo.
• Narrador omnisciente
• El narrador omnisciente o directivo es quien conoce todo respecto a la narración.
• Expone y comenta las actuaciones de los personajes y los acontecimientos que van
desarrollándose; conoce los pensamientos, motivaciones, estados de ánimo y
sentimientos de los personajes.
• Es omnipresente, es decir, domina la totalidad de la narración; sabe tanto lo que ocurrió
en el pasado como lo que ocurrirá en el futuro
• Utiliza la tercera persona del singular o plural.
“Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido
heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la
alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora.”
“El almohadón de plumas”, Horacio Quiroga
“No entiendo por qué no me dejan pasar la noche en la clínica con el nene, al fin y al cabo, soy
su madre y el doctor De Luisi nos recomendó personalmente al director. Podrían traer un sofá
cama y yo lo acompañaría para que se vaya acostumbrando, entró tan pálido el pobrecito como
si fueran a operarlo en seguida, yo creo que es ese olor de las clínicas, su padre también estaba
nervioso y no veía la hora de irse, pero yo estaba segura de que me dejarían con el nene.
Después de todo tiene apenas quince años y nadie se los daría, siempre pegado a mí, aunque
ahora con los pantalones largos quiere disimular y hacerse el hombre grande. La impresión que
le habrá hecho cuando se dio cuenta de que no me dejaban quedarme, menos mal que su
padre le dio charla, le hizo poner el piyama y meterse en la cama. Y todo por esa mocosa de
enfermera, yo me pregunto si verdaderamente tiene órdenes de los médicos o si lo hace por
pura maldad. Pero bien que se lo dije, bien que le pregunté si estaba segura de que tenía que
irme. No hay más que mirarla para darse cuenta de quién es, con esos aires de vampiresa y ese
delantal ajustado, una chiquilina de porquería que se cree la directora de la clínica. Pero eso sí,
no se la llevó de arriba, le dije lo que pensaba y eso que el nene no sabía dónde meterse de
vergüenza y su padre se hacía el desentendido y de paso seguro que le miraba las piernas como
de costumbre. Lo único que me consuela es que el ambiente es bueno, se nota que es una
clínica para personas pudientes; el nene tiene un velador de lo más lindo para leer sus revistas,
y por suerte su padre se acordó de traerle caramelos de menta que son los que más le gustan.
Pero mañana por la mañana, eso sí, lo primero que hago es hablar con el doctor De Luisi para
que la ponga en su lugar a esa mocosa presumida. Habrá que ver si la frazada lo abriga bien al
nene, voy a pedir que por las dudas le dejen otra a mano. Pero sí, claro que me abriga, menos
mal que se fueron de una vez, mamá cree que soy un chico y me hace hacer cada papelón.
Seguro que la enfermera va a pensar que no soy capaz de pedir lo que necesito, me miró de una
manera cuando mamá le estaba protestando… Está bien, si no la dejaban quedarse qué le
vamos a hacer, ya soy bastante grande para dormir solo de noche, me parece. Y en esta cama se
dormirá bien, a esta hora ya no se oye ningún ruido, a veces de lejos el zumbido del ascensor
que me hace acordar a esa película de miedo que también pasaba en una clínica, cuando a
medianoche se abría poco a poco la puerta y la mujer paralítica en la cama veía entrar al
hombre de la máscara blanca…”
“La Señorita Cora”, Julio Cortázar