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JESÚS ENSEÑA SOBRE EL SERVICIO

El servicio es prestar asistencia a quienes necesitan ayuda.

El servicio cristiano nace del amor genuino que se siente por el Salvador, y del amor y la
preocupación por quienes Él no sólo nos da la oportunidad de ayudar, sino de guiar en la vida.

El amor es más que un sentimiento; cuando amamos a los demás, deseamos ayudarlos.

Todos debemos estar dispuestos a prestar servicio, sin tomar en cuenta nuestra posición económica,
social ni nuestra edad.

Algunos piensan que sólo la gente pobre y desvalida debe servir; otros piensan que únicamente los
ricos deben prestar servicio.

Juan 13:3-5

“Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios,
y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso
agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que
estaba ceñido”

Jesús tiene claro que es el Maestro y el Señor, y esto no fue impedimento para lavar los pies de sus
discípulos. Por el contrario les está enseñando la importancia de servir con humildad al otro. Quien
tiene clara su identidad tiene clara la importancia del otro.

Mateo 20:28

Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate
por muchos.

Jesucristo nos ama más de lo que podemos comprender. Cuando anduvo en la tierra, Él sirvió al
pobre, al ignorante, al pecador, al despreciado; enseñó el Evangelio a todos los que quisieron oírlo,
alimentó a la gente hambrienta que iba a escucharlo, sanó a los enfermos y levantó a los muertos.

Jesús nos da ejemplo con sus acciones. Siempre nuestros actos y nuestro estilo de vida serán un
mensaje más fuerte que nuestras palabras. No lo podemos evitar, como líderes, padres, jefes, y
como cristianos somos un referente o ejemplo a seguir. Debemos entonces vivir de manera
responsable y consciente pues a Dios daremos cuenta mañana en el tribunal de Cristo.

Mateo 25:34–40

Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer;
tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis;
enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán,
diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber?
¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos
enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en
cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

En tercer lugar el Señor Jesús nos recuerda una gran enseñanza de humildad. Es necesario
mantener presente que “El siervo no es mayor que su señor”, no procuremos pues los primeros
lugares, ni el reconocimiento público (como lo hacían escribas y fariseos), pues siempre el más
importante y quien debe llevarse la alabanza es Jesucristo nuestro Señor.

Cuando la madre de dos de Sus discípulos le pidió que honrara a sus hijos en Su reino, Jesús le
respondió: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros
será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo
20:26–27).

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