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Practica N 3

Signos de puntuación en la práctica

Adaptación del cuento popular de la India 


 
En la India todo el mundo conoce la historia de un loro muy peculiar que por lo visto tenía muchas
ansias de ser libre. El pájaro en cuestión vivía con su dueño, un hombre mayor de barba blanca y mirada
cansada, que le cuidaba con cariño.
El animal era un regalo que había recibido en su juventud por lo que llevaban juntos casi media vida,
haciéndose compañía el uno al otro Dentro de la jaula el loro tenía un comedero y agua siempre
fresquita. Jamás había salido de ella y se limitaba a observar el mundo desde su pequeño hogar enrejado.
Un día, el anciano invitó a un amigo a tomar el té a su casa. Cuando llegó, se sentaron cómodamente junto
al ventanal que daba al jardín Qué relajante era contemplar los árboles en flor mientras disfrutaban de la
rica bebida caliente y una animada charla!
 
De repente el loro, que observaba con atención cada uno de sus movimientos, comenzó a gritar
– Libertad! Libertad! ¡Libertad
Los dos amigos ignoraron los agudos chillidos del pájaro y continuaron conversando, pero enseguida les
interrumpió otra vez.
– ¡Libertad ¡Libertad! Libertad!
Nada… El loro no se callaba e insistía en que le dejaran libre El invitado empezó a agobiarse y a sentir
pena por el animalito allí encerrado ¡En el fondo era un ave y las aves gozan siendo libres y volando por el
cielo!…
Durante toda la tarde, el loro siguió gritando como un loco Cuando llegó hora la de despedirse el
anfitrión, muy cortésmente, acompañó a su invitado hasta la puerta El hombre se alejó a paso rápido
pero parecía que los alaridos del loro le perseguían por el camino, tan fuertes que eran.
– ¡Libertad ¡Libertad! Libertad!
Por la noche no pudo dormir Ese loro encerrado le daba mucha lástima y no podía quitarse la repetitiva
cantinela de la cabeza.
Y si le ayudaba?…  El anciano era su amigo pero por otra parte, no podía ignorar que el loro pedía
auxilio desesperadamente Si quería ser libre tenía que hacer algo por él.
Decidió que al día siguiente iría de incógnito a la casa del viejo Una vez allí esperaría a que se fuera a
hacer la compra diaria al mercado y, en cuanto se ausentara entraría y liberaría al loro.
Tal como lo pensó, lo hizo. Se escondió tras un arbusto y, en cuanto su amigo salió, como siempre
caminando a paso lento y ayudándose con un bastón para no caerse, se infiltró sigilosamente en la casa
por una ventana abierta. Recorrió las habitaciones y por fin llegó hasta donde estaba el loro que en ese
momento dormía plácidamente.
El animal en cuanto escuchó un ruidito abrió el pico y comenzó  a vociferar.
– ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
No tenía otra opción! La insistencia del loro disipó todas sus dudas y se convenció a sí mismo de que lo
que iba a hacer era lo correcto Se acercó rápidamente a la jaula, sacó un alambre del bolsillo lo
introdujo en la cerradura y la puertecita se abrió de par en par.
Pero cuál sería su sorpresa cuando el loro, en vez de aprovechar la oportunidad y lanzarse al vuelo para
escapar puso cara de espanto y  se agarró con fuerza a los barrotes como diciendo que no saldría ni de
broma Lo curioso del asunto es que seguía chillando:
– ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
El hombre se quedó de piedra ¿Tanto pedir libertad y ahora no quiere salir …
Intentó encontrar una explicación a ese extraño comportamiento y llegó a una certera conclusión:
– A este lorito miedoso le pasa lo mismo que a los seres humanos; hay muchas personas que tienen
deseos de libertad de ver mundo, de hacer cosas que siempre soñaron, pero están tan acostumbrados
a las comodidades y a la seguridad del hogar que, a la hora de la verdad se aferran a lo conocido y no
tienen la valentía de probar.

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