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Historia

Medieval I

Mateo Martínez Torres - 2º Curso, Grado Historia, USC

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TEMA 1: LA HERENCIA BAJOIMPERIAL EN EL MUNDO
MEDITERRÁNEO: EL CRISTIANISMO, LOS PUEBLOS GERMÁNICOS
Y EL FINAL DEL MUNDO ANTIGUO
1. Romanidad Tardía (ss. IV-V)
La evolución demográfica de la Antigüedad Tardía

La antigüedad tardía es un periodo en el que comienza el declive del Imperio Romano


tras la crisis del siglo III, que separa el alto del bajo imperio. Esto supone una adaptación
política, social y cultural; los padres de estas reformas, las cuales produjeron que el
imperio se mantuviera en Oriente hasta el siglo XV, son Diocleciano y Constantino.
El volumen de la población y las densidades regionales

El imperio queda definitivamente dividido con la muerte del emperador Teodosio, y


ambos imperios comienzan a comportarse de forma diferente: el volumen de población y la
densidad regional, de los cuales hay cálculos estimativos que suponen que habría una
población similar a la época augusta, a pesar de haber diferencias regionales. Con sus
3.400.000 km2, la mitad oriental es más pequeña que la parte occidental, superándola ésta
en 1.000.000 de km2, a pesar de estar Occidente (25.000.000) menos poblado que Oriente
(30.000.000). La parte más poblada del imperio es Egipto, con 8 mil hab.; y las menos
pobladas son la Galia y cuenca del Rin.

Se diferencia una gran contracción demográfica, por lo menos en occidente. Se produce


con frecuencia la escasez de mano de obra rural, apareciendo tierras abandonadas (agri
deserti) y, al mismo tiempo, políticas imperiales para repoblarlas; también se retiran las
cargas fiscales sobre las tierras improductivas. Las causas de esta contracción son variadas:
las epidemias y las guerras (sobre todo la Guerra Gótica, 535-554); la creciente inseguridad
(desórdenes, migraciones, incursiones, saqueos), siendo los Visigodos los primeros en
cruzar el limes del bajo Danubio durante el siglo IV; la presión fiscal asfixiante del estado;
el agotamiento de la fertilidad de muchas de las tierras explotadas; y finalmente otros
factores demográficos que nos es imposible estudiar (natalidad, mortalidad, fertilidad-
fecundidad, nupcialidad, etc.)
Las grandes capitales

En Occidente, los invasores bárbaros vienen de un mundo en el que no se conoce el


concepto de ciudad, en general la mayor parte de las ciudades pierden funciones
administrativas, económicas y políticas; en occidente la principal ciudad es Roma,
acompañada por otras 8 ciudades que aún mantienen características similares a ella. La
capital Italiana, contaba con 700000 hab., y comparte características con Cartago, Milán,
Rávena, Colonia, Tréveris, Arlés, etc. La mitad oriental del imperio tiene un peso político
importante, en Oriente mencionamos las ciudades como Alejandría (350000 hab. gran
actividad económica y comercio muy activo); Antioquía (300000 hab.); Jerusalén, Éfeso.
La gran novedad entre las ciudades orientales es Constantinopla, fundada como sede
imperial por Constantino “El Grande” hacia el 330 d.C., una nueva Roma, una nueva

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capital que esté desligada a la tradición pagana romana; y la funda en Bizancio, antigua
colonia griega, la cual a mediados del siglo VI contará con 600.000 hab.; el imperio
oriental cuenta con ciudades más grandes y más activas. La ciudad fundada por
Constantino triunfa, en parte, por su situación geopolítica (está muy cerca de la frontera
occidental, a su vez en el estrecho del Bósforo, y en la frontera con Asia Menor, para poder
defender el Imperio de la amenaza Persa).
Bases económicas de la antigüedad tardía (ss. IV-V)

Durante los siglos I-II el imperio había vivido sin fronteras, una paz constante tendía a
la extensión del imperio; pero la crisis del siglo III provoca que la tranquilidad económica
desparezca, y crea una frontera para frenar a los pueblos que presionan desde el norte. En
Occidente, el Imperio se cierra sobre sí mismo, y se produce una decadencia de la figura de
la ciudad, la cual es ahogada por la adquisición de poder por parte del gobierno central;
además, con el fin de la expansión terrenal, se comienza a perder gran parte de las riquezas
en las guerras fronterizas. Otra de las características es que los grandes propietarios
occidentales, dejan de residir en las ciudades para residir en villaes rústicas, en latifundios
rurales, que tienden a la autarquía, sin ser necesario acudir a la ciudad a por, por ejemplo,
productos artesanales. Además, el eje económico del imperio se desplaza cara oriente, el
cual vive un renacimiento del comercio; de tal manera que en Occidente en el siglo VI, la
palabra “sirio” se identifica con mercader oriental. La economía de estos momentos se
divide en distintos sectores:
Sector primario

Lo primero que caracteriza a la economía rural es que no hay novedades tecnológicas,


salvo 2 mencionadas en tratados de agronomía: el molino hidráulico o de agua, el cual
ahorra mucho esfuerzo; y la segadora mecánica. En cuanto a los rendimientos agrícolas, la
economía se basa en el olivo, la vid y el trigo, sabemos que en Siria se entendía que el
Olivo era mucho más rentable que el viñedo, el cual es 4 veces más rentable
económicamente que el trigo. Además, una novedad es el cambio de régimen de
explotación de la tierra; se abandona la explotación directa del Alto Imperio por otro
llamado el de la villae, en el que existe un régimen de explotación mixto, ya que gran parte
de la propiedad, llamada fundus, se sigue explotando, mientras que el resto se explota
indirectamente en parcelas o coloniae que el gran terrateniente dejaba en manos de alguien
de su confianza, para así, no tener que supervisar todas sus tierras que incluso, a veces, se
extendían por distintas provincias del Imperio. Este sistema progresará a lo largo de los
siglos VI y VII; mientras que, entre el campesinado, también crece la figura del “colono no
propietario” y los contratos de enfiteusis, en detrimento de la esclavitud. Mientras, en
Oriente, la evolución agraria es distinta, se ponen en cultivo nuevas tierras y se crean
contratos agrarios que vinculan la propiedad; esto provoca un éxito agrario en el imperio
hasta la llegada del Islam.
Sectores Secundario y Terciario
En el comercio imperial existen diferencias entre Oriente y Occidente. Oriente se
expande debido al retroceso de Occidente, canalizando así el comercio interior por las

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provincias de Siria, Egipto y la zona de la península balcánica. El comercio exterior, sin
embargo, no es tan importante, destacando la ruta terrestre de Asia Menor (con su fin en la
ciudad de Antioquía), o la ruta marítima del Mar Rojo; ambas, con tasas aduaneras del
12,5% de la mercancía y un saldo deficitario. Se utilizan las vías, con puestos de
mantenimiento cada 15 o 20km. y una tasa aduanera del 2,5%. Así, éste es un comercio
estable, permanente en la demanda urbana por parte de aristócratas. Además existe una
diversidad de actividades comerciales, en la ciudad siempre hay una actividad permanente,
pero hay también formas no permanentes o diarias, como ferias rurales, o ferias urbanas,
con grandes festividades y reuniones utilizadas en zonas deficitarias.
La intervención del estado en la economía
Acuñación de moneda
En esta época destacan 3 vías mediante la cual el estado controla la actividad
económica: la primera es el control del sistema monetario y el monopolio de la acuñación
de la moneda, el cual está marcado por la reforma que hace Constantino, que acuña una
moneda de oro conocida por el nombre de solius (moneda de oro de 4 gramos), la cual
utiliza también un sistema fraccionario (eremis, senis), que mantuvo la estabilidad en el
peso y pureza del metal. Esta moneda se mantuvo en el tiempo, utilizándose así en el
Imperio Bizantino y en la llegada del Islam. Además, se creó una moneda de plata,
miliiarensis (24 miliiarensis son 1 solidus), y una moneda de vellón, en la que se incluía
una moneda de cuenta llamada denarius. La moneda de vellón va perdiendo capacidad
adquisitiva a lo largo del siglo IV, y vale tanto en cuanto el estado romano quiere, por lo
que se genera un proceso de inflación; y con la desaparición del imperio, esta moneda no
se acepta.

Aparentemente, despreciar la moneda es un expediente fácil para el gobierno; en la


práctica, en un momento en que no se conocen los mecanismos del mercado, suele resultar
un peligro para toda la economía. Así sucedió en el Imperio: como último recurso frente a
los crecientes gastos militares que desequilibraban el presupuesto romano, se inició la
práctica de mezclar cobre y plata con el denario. Los efectos de esta medida expeditiva no
tardaron en dejarse sentir. La espiral inflacionista comenzó a desarrollarse, estimulada por
la vertiginosa subida de los precios. Los impuestos, en cambio, no consiguieron ajustarse al
nuevo valor de la moneda. Las dificultades para alimentar y vestir al ejército crecieron e,
impotente, el gobierno imperial recurrió a la expropiación forzosa, fórmula eufemística que
en siglo III significaba requisa sin compensación alguna. El proceso de empobrecimiento
de los ciudadanos romanos se había desencadenado.
Fiscalidad

Las reformas, innovaciones y cambios que permitieron estabilizar el imperio tras la


crisis del siglo III, es decir, ser capaz de atender sus obligaciones (en especial la defensa),
resultaron muy agobiantes para los ciudadanos. La hacienda imperial se nutría de varias
fuentes. En primer lugar de los latifundios públicos dependientes del emperador, que
paradójicamente eran llamados res privata. En segundo lugar de lo gestionado por el

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Conde de los Sagrados Tesoros (Tesorero o comes sacrarum largitionum), que se nutría a
su vez de varias fuentes.

 Las minas, la acuñación, las fábricas textiles y tintoreras, todo de monopolio


estatal.

 Los impuestos sobre el comercio (aduanas interiores y exteriores).

 Los impuestos pagados por los diferentes grupos:


• Aurum Coronarium: pagado por los decuriones del senado local de las
ciudades, cada vez que se coronaba un emperador. Convirtió el puesto de un
honor a una carga.

• Collatio Glebalis: pagado por los senadores, tanto de Roma como de


Constantinopla.

• Collatio Lustralis: pagado por los colegios profesionales de artesanos


(collegia)
Impuestos: Capitatio Iugatio

El Estado también interviene a través de los impuestos. Está obsesionado por garantizar
la defensa y estabilidad de sus fronteras, por lo que se introducen modificaciones en el
sistema fiscal y hacendístico. Había dos tipos de impuestos: en especie, procedentes de
tierras del Imperio; y los ingresos ordinarios en dinero, administrados por el comes
sacrarum agritiorum; estos últimos impuestos proceden de la acuñación de la moneda, de
la industria minera, de los impuestos indirectos, etc. Estos impuestos deben ser pagados
por los decuriones, senadores y los colegios de artesanos. Además, también existe la
llamada collatio lustratis, o impuesto lustrado, para los productores de servicios urbanos,
la cual se cobraba cada 5 años.

El sistema, para ser perfecto, requería una rigurosa inflexibilidad. Se comenzó bien:
diócesis por diócesis todo el Imperio se tradujo a un censo no concluido hasta la muerte del
emperador Diocleciano, quien había ideado dicho impuesto, el cual consiste en un cálculo
anual de las necesidades que puede tener el Imperio, utilizando así el llamado iugatio, o
unidad fiscal de tierra. Años después, el emperador Constantino (gobierno del 307-337),
añade un último componente: el censo por personas y no por tierra; así, pasa a ser un
impuesto denominado capitatio iugatio, que se hace pesadísimo para la población
campesina.

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La injusticia de tal medida no quedó en solitario: los poderosos encontraban siempre un
resquicio por donde escapar a la acción fiscal del Estado; mientras que los débiles tuvieron
que cerrar las brechas hasta donde pudieron. Cuando resultó imposible, renunciaron a la
libertad, se encomendaron a los poderosos y les dejaron la tarea de esquivar un poco más la
asechanza fiscal. La respuesta del estado resultaba monótona, agobiante: más impuestos a
los débiles que quedaban libres y cadenas de esclavitud a los colonos fugitivos. El Imperio
se hundía y nadie podía abandonar el barco; corporaciones de oficios y colonato se
trasmitían de padres a hijos: la adscripción hereditaria sosteniendo un Imperio.
Organización estatal de fuerzas productivas

Mencionando las últimas líneas del párrafo anterior, se entiende la tercera modalidad de
intervención del Estado en la economía; así, las fuerzas productivas se organizaban
mediante la inscripción hereditaria de la persona a la actividad económica que practicaban
sus antecesores (agricultores, artesanos, comerciantes, cargos administrativos); de este
modo, el Estado se aseguraba de mantener siempre la misma línea de producción en los
mismos ámbitos y siempre habría una persona que substituyese a la anterior y que
mantuviese la actividad económica del oficio determinado
Los grupos sociales en la Antigüedad Tardía

La sociedad del Bajo Imperio estaba dividida en estratos, por la riqueza económica y el
grado de participación en el poder. Los vínculos personales de parentesco sobreviven a la
desaparición del imperio. Podemos hablar de 3 grupos:

 Honorati: Son los senadores y los caballeros, los cuales cuentan con grandes riquezas y
privilegios, y que también se les conoce con términos identificativos de su rango:
clarísismi, ilustres, expectabili. Los senadores crecen durante el Bajo Imperio, sobre
todo en la parte Oriental, en Constantinopla, que necesitaba de nuevos miembros del
Senado. Este, mantiene atribuciones políticas del época Republicana, pero sólo se podía
acceder a él por nacimiento.

 Honestiores: En este grupo está incluido el ejército, el cual está formado por unos 650.000
soldados, 40.000 funcionarios y unos 500.000 decuriones. Además, en este grupo se incluyen
abogados, mientras del clero, intelectuales, banqueros, y grandes comerciantes. Estos últimos
se incluyen por su riqueza, ya que por su función social no son merecedores de pertenecer.

 Humiliores: Por su residencia formal se distinguen dos subgrupos, una plebe urbana y otra
rústica. Mientras que en la urbana están los comerciantes y artesanos adscritos al oficio, en la
plebe rústica hay cambios importantes. La mayor parte de la población se encontraba en el
campo, en donde los pequeños y medianos campesinos podían perder su condición por
presión fiscal, endeudamiento o divisiones de la herencia. Por eso, muchos de ellos se
encomiendan a una persona poderosa, sobre todo en momentos de crisis, buscando una
vinculación especial con la misma que le proporcione seguridad (patronato). Esta puede ser
individual o colectiva, pero tenía como objetivo proteger al aldeano frente al fisco, pagando
con una tasa anual o parte de sus tierras. De este modo, los potentiores (protectores) llegan

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incluso a disponer de milicias armadas, formando una relación de “proto” vasallaje que será
muy importante a lo largo de toda la Edad Media.

 Colonos (campesinos no propietarios): La evolución social del Bajo Imperio hace que el
campesino no propietario no sea un ciudadano libre, ya que desde Diocleciano los colonos
quedan vinculados a su tierra, sin poder abandonar la superficie que cultivan. Además,
muchos de ellos, como ya hemos mencionado en el apartado anterior, quedan sujetos a las
órdenes del propietario, por lo que le paga a este, y el propietario paga los impuestos de
ambos al Estado (como es lógico, en su propio nombre). De este modo, el colono pierde la
relación total con el Estado, lo que provoca no poder declarar en juicios, no enajenar sus
bienes sin la autorización del gran propietario. Así, se va introduciendo entre la plebe rústica
una figura parecida al esclavo; por lo que, como vemos, la esclavitud desaparece en lo que
corresponde a la palabra en sí, pero aparecen nuevas figuras que cubren su papel.
Pensamiento político y ejercicio del poder en la Antigüedad tardía (ss. IV-V)

En el bajo Imperio, el Estado es capaz de asegurar las fronteras y asegurar la paz, acosta de
que al mismo tiempo que se agoten los recursos de una forma más apresuradamente. Otro
problema es que el aparato estatal tiende a desmantelar los poderes urbanos, los cuales
soportaban la organización clásica, por lo que se tiende a la autarquía. Por último, la en una
tendencia de largo recorrido, será la aparición de organizaciones administrativas más pequeñas,
lo que comúnmente se llama una fragmentación, en relación con lo que existía en el Alto
Imperio.
Teoría imperial del Dominado

En el alto imperio, la figura principal era el prínceps, el imperator; pero ahora es el llamado
dominus, con un poder autocrático. Esta teoría no pasa a los reinos germánicos, pero sí se
mantiene en Bizancio, los juristas lo justifican como la palabra del emperador es la ley, por lo
que desaparece el concepto de que el emperador era el primer ciudadano y estaba sugestionado a
la ley, a la vez que desaparecen los poderes del senado.
Ejercicio del poder

El poder se ejerce de una forma más absoluta debido a la teoría del origen divino, que
magnifica al emperador, como una figura semi-divina, que tenía como finalidad buscar la
cohesión de la población y el apoyo de los súbditos, pero desde el siglo III, dentro de las
concepciones paganas, se tiende hacia unas concepciones menos espirituales y una concepción
del Dios único. Los emperadores del bajo Imperio refuerzan esta divinización mediante la
asimilación de los mismos hacia una divinidad concreta, podríamos decirlo casi como una
monoteización parcial de la religión pagana: Diocleciano se autodenomina a Júpiter o
Maximiliano a Hércules; por lo que esta tendencia de convertir al emperador con una teofanía,
se va a reforzar con la tolerancia y final triunfo del cristianismo.
Esta teoría se aclara, con el intercambio de dioses paganos con el del dios cristiano, y en
particular, con el dios del antiguo testamento. Este fundamento se consolida desde el momento
en que Teodosio prohíbe cualquier otro culto que no sea el cristianismo y lo declara como
religión oficial del Imperio. El poder que el emperador ejerce después de recibir el don de Dios,

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se ejerce más en Oriente que en Occidente, ya que el emperador tenía más prestigio con una
mayor sumisión de las poblaciones, mientras que en occidente, en el siglo V, hay más
sublevaciones, debido a que existían jefes militares que ejercían el poder en nombre del
emperador, por lo que este ejercicio del poder en todos los ámbitos es más difícil, por ejemplo,
Estilicón u Odoacro.

Sin embargo, un emperador revolucionó todo este contexto creando la estructura de gobierno
conocida como la Tetrarquía, es decir, un gobierno de 4. La decisión fue tomada debido al verse
Diocleciano ante la magnitud de los problemas que asolaban al Imperio con su llegada al poder
y, además, como un método para que la población percibiese la proximidad del emperador. Así,
frente a la autarquía militar del siglo II, se inaugura la Tetrarquía, con 2 augustos y dos césares
asociados, de tal manera que muerto uno de los dos augustos, el césar pasaba a ser augusto y se
nombraba otro césar. Sin embargo, cuando llevaba ya 20 años al frente del Imperio, Diocleciano
abdica (305 d.C.), y obliga a Maximiliano, su Augusto, a hacer lo mismo. De este modo, la
abdicación del autor de la Tetrarquía marcó el principio del fin del sistema gubernamental
ideado para atajar la impotencia y la crisis de debilidad de la autoridad imperial. Una vez que se
resuelva el enrarecido panorama político de Roma, el Imperio conocerá una monarquía
autoritaria y de signo cristina. Su artífice fue Constantino I, en el 306 d.C., y con él la iglesia
gozará de una paz y de unos privilegios con los que quizás nunca hubiera soñado, los cuales le
permitieron una sólida y rápida consolidación y desarrollo.

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En esta nueva monarquía que reina en Roma, se formarán línea dinásticas que chocan con las
antiguas formas de alzamiento del poder, como la aclamación del ejército o el escogimiento en
vida del propio emperador (siendo o no familia); de las cuales destacamos 3

 Dinastía Constantina (337- toda la segunda mitad del siglo IV)

 Dinastía de Valentiniano (últimas dos décadas del siglo IV)

 Dinastía de Teodosio I (se prolonga hasta el año 455).


Los órganos políticos de carácter consultivo y administrativos a nivel central

Por debajo de los poderes imperiales, existían otras organizaciones políticas colegiadas que
no sobrevivirán en la mitad Occidental, y que en Bizancio serán modificadas en el siglo VI.
Tenían un poder político limitado, de los que destacamos 3: el Senado, que irá perdiendo poder
con el avance de los años hasta convertirse un órgano casi simbólico y hereditario; el
Consistorium, un consejo de estado para el emperador; y finalmente el Palatium, que son los
altos funcionarios que reúne el emperador en torno a él para ejercer las funciones consultivas.
Por otro lado estaban los órganos administrativos, que eran más rígidos y estables, destacan
el Comitatus, que es un órgano que sigue al emperador en su desplazamiento, y funciona en las
residencias imperiales, que son, en Occidente (Tréveris, Milán y Rávena) y en Oriente (Sirnium
y Antioquía) y ya en el siglo V Constantinopla. Este Comitatus lo forma la casa del emperador, y
está integrado por el consistorio, condes, altos jefes militares, maestros de oficio, etc.

A nivel central, inicialmente, existía la figura del pretorio, pero con Diocleciano este
personaje se convierte en una especie de ministro universal (vicepresidente?); con Constantino
se produce un primer gran cambio, en las que el pretorio pierde la administración militar y
mantiene la civil. Novedad también importante es la introducción de una realidad administrativa
por debajo del pretorio, que agrupa varias provincias, llamada diócesis, dirigida y gobernada por
un vicario (4 prefecturas desde el 305 que se compone cada una de varias diócesis); en principio
había 13, y se ampliaron a 15 (Hispania era un diócesis del pretorio de Occidente). Finalmente
bajo la Diócesis están las provincias, cuya reforma es autor Diocleciano, que aumenta las
diócesis de 50 a 100, con el objetivo de crear espacios más pequeños y más fácilmente
gobernables. El gobernador de provincias tiene diferentes nombres: consular, corrector, pretor,
etc. tienen las mismas competencias que el vicario o el precepto pero solo en lo civil, y cuenta
con una oficina de 80 miembros de la organización provincial para dirigir dicha provincia, estos
agentes dependen directamente de los condes del consistorio
El funcionariado

Los funcionarios es un cuerpo que tiene derecho al suministro gratuito de víveres (annona), y
derecho a una jubilación tras 25 años de servicio, y que en un régimen autocrático tiene defectos
como el ausentismo o la corrupción. Pero también tiene facetas positivas, ya que es muy eficaz y
con estas reformas el imperio ha conseguido el objetivo de garantizar la estabilidad.

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El ejército

Si hablábamos de 40.000 funcionarios, hablamos de 600.000 miembros del ejército, con el


objetivo de garantizar la seguridad. En el bajo imperio se altera el concepto de defensa del alto
imperio, ya que antes había una línea provisional para un objetivo expansionista, y ahora se
organiza un limes, una frontera defensiva debido a la presión de los pueblos germanos y eslavos
que obligan a invertir muchos recursos. El que reforma el ejército es Diocleciano, cuyo nuevo
sistema se basa en la existencia de dos tipos de unidades militares: los limitanei, más numerosos
y situados en el limes, este cuerpo son, quizás, los contingentes menos eficaces; el otro grupo
son los comitatenses, unidades instaladas dentro del territorio pero con la capacidad de una
movilidad rápida, cuyo cuerpo principal son los palatini, contingentes del propio palacio;
además, estas tropas también estaban pensadas para reaccionar rápidamente en caso de una
sublevación interna dentro del imperio.

A la hora de la verdad, lo que sabemos es en base a un documento del siglo V, ya que cuando
llegan las invasiones bárbaras parece que no hubiera defensas, por lo que se supone que ningún
general pudo hacer una campaña con más de 50.000 hombres. Esta concepción de la defensa se
completa con el concepto de la barbarización, ya que por diversas vías se cuenta con pueblos
germanos para la propia defensa del Imperio, con tratados con jefes de pueblos ultra-fronterizos
para defender la frontera más allá del limes; y por otro lado, la barbarización del ejército, ya que
muchos de los soldados del imperio eran germanos y bárbaros.
Cursus Honorum

El cursus honorum se considera aún una dignidad y honor, que consiste en una carrera o
secuencia de honores sucesivos que finalmente llevan al nombramiento senatorial tras
pasar por gobiernos de provincia, diócesis, pretorio, etc. Normalmente son puestos de tres
o cuatro años, y cuando terminan son rápidamente desplazados a un lugar lejano para
evitar la concentración de poder y arraigo en el territorio. Los que ejercen estas
responsabilidades buscar la posición de honorati o algunos privilegios judiciales.
La administración urbana

El esquema de organización de las ciudades, estaba encabezado por los decuriones; estas
curias municipales son las que eligen las magistraturas menores. Lo más relevante de la
evolución de los gobiernos urbanos es la decadencia de los mismos, porque como consecuencia
de las circunstancias que hemos visto, la ciudad era la encargada de recaudar los impuestos y
entregarlos; pero el sistema bajo-imperial hace personalmente a los curiales responsables de los
impuestos, con su propio patrimonio; por lo que si no los consiguen recaudar tienen graves
problemas, debido a que no pueden renunciar al ser un cargo hereditario, como ya hemos visto.
Característico del bajo Imperio es la aparición del defensor plebis, es una figura independiente,
pero nombrada por poderes superiores. En Occidente, las curias acaban atrofiándose y
desapareciendo como es lógico.
El derecho y la sistematización legislativa
Lo más relevante en este campo es que con Teodosio II, se lleva a cabo una codificación
imperial, y ese código se promulga en el año 438, y recopila todas las constituciones imperiales

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desde Constantino, debido a la nueva tradición cristiana iniciada por el mencionado emperador.
Eso mismo va a ocurrir con los pueblos germanos, que conseguirán aspectos nuevos en su
legislación y cultura con la aceptación del cristianismo. Esto no tiene importancia en Oriente, ya
que Justiniano llevaría a cabo otra gran codificación, el cual no se empezará a estudiar en
Occidente hasta el siglo XII-XIII, debido a que será el derecho por antonomasia con los reyes
romano-germánicos.
Las consecuencias

Ruptura de equilibrios, soluciones propuestas; pero, ¿con qué resultados? ¿ Diocleciano y


Constantino habían elegido libremente entre una serie de soluciones o aplicaron las únicas
posibles? ¿Habían conseguido algo positivo o, simplemente, sobrevivir? Las respuestas no eran
dificiles; ignorantes de los mecanismos que regulaban la vida de un organismo tan complejo
como el Imperio, los emperadores sólo aplicaron parches provisionales en un supremo intento
para alargar la vida de Roma; se había transformado un mundo urbano, culto y pagano en un
orbe rural, analfabeto y cristiano. En la zona occidental, los beneficiarios de la crisis fueron los
grandes terratenientes; bajo su poder, una gran masa de campesinos pierde su libertad, y los
colonos se ven convertidos en siervos. Poco despues, el señor adquiría para el territorio de su
gran dominio funciones de derecho público, como la baja justicia. El señorío ya estaba en
marcha y su vida iba a ser larga, muy larga.

Frente al Estado, sólo el latifundio mantiene su independencia; y, para muchos, es el lugar de


refugio y defensa frente al pode omnímodo de aquél. No importa que ya no exista la igualdad
jurídica ante la ley; que la condición social, al distinguir entre honestiores y humiliores, dé paso
a la aparición de privilegiados. Nadie piensa en la injusticia, en la dependencia, en la falta de
libertad; ahora se trata de conservar la vida, y todo expediente es bueno; solo había un objetivo:
sobrevivir.

2. La Iglesia en el Imperio
La Iglesia como heredera directa del Imperio

El 23 de febrero del 303 fue fijado, delante de la residencia imperial de Nicomedia, el


primer edicto de persecución promulgado por Diocleciano y sus compañeros de la
Tetrarquía. Se iniciaba con él la más violenta de las persecuciones sufridas por la Iglesia;
parecía como si se tratara de un último y decisivo esfuerzo por desarraigar del Imperio la
religión cristiana. Sin embargo, menos de 200 años más tarde, un Papa se permite instruir a
un emperador acerca de los límites de sus facultades, recordándole los dos poderes que
rigen el mundo: “La sagrada autoridad de los pontífices y el poder real”. De Diocleciano a
Gelasio I, la vida de la Iglesia ha experimentado un cambio radical: nada menos que de
perseguida a definidora de la teoría política, cuando no a perseguidora. Y ese período de
dos siglos, salvo el breve paréntesis de Juliano “el Apóstata”, lo ha recorrido sin
sobresaltos, pero sin desmayo ni pausa; fortaleciendo sin césar su posición, amparada por
el Imperio desde Constantino y declarada exclusiva y única desde Teodosio, la Iglesia
juega a lo largo del siglo V el papel de verdadera rectora del área occidental. Su misma
fidelidad inalterable a la capitalidad de Roma facilita su misión; por ello, cuando en el 476
caiga el Imperio de Occidente, la Iglesia podrá aparecer como la primera heredera del

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mismo. Ninguna institución se empeñó más que ella en conservar la herencia del mundo
que desaparecía; esa fue una de sus grandes misiones del momento; la otra, definir sus
propios rasgos y campos de actividad.
El origen del Cristianismo

La religiosidad tradicional tenía un concepto neutro y abstracto de lo divino y una


pluralidad de creencias y panteones. La religiosidad romana tradicional fomenta unas
prácticas religiosas tendentes a reforzar el espíritu cívico, a afirmar el valor de la
comunidad y para ello practicaba el sincretismo, es decir, un intento de conciliar doctrinas
distintas. Además, hay otro componente: el de los cultos extendidos entre el campesinado,
de adoraciones primitivas propias de religiones agrarias que se manifiestan en ritos
tradicionales. Roma no se preocupa por eliminar tales cultos, ya que no afectan a su
estabilidad política ni reniegan de la figura del emperador. A partir del I a.C. se manifiestan
tendencias más místicas y menos cívicas, intentando desentrañar la vida del ser humano
tras la muerte y el origen del mismo; todas son originarias de Oriente, y entre estas
religiones que pretenden resolver las dudas místicas, destaca el Cristianismo, con una
vocación mesiánica universal.

Con la expansión del Cristianismo, y su doctrina que


renegaba del emperador y situaba a todas las personas iguales
ante Dios, el Imperio se puso en alerta, provocándose las
conocidas persecuciones a los cristianos. Ya en el 64 d.C.,
Nerón comenzó con las persecuciones contra esta religión,
incluso Tácito llegó a pronunciar que “Los cristianos se
habían ganado el odio del género humano”. Emperadores
posteriores como Marco Aurelio, en sus Meditaciones, ya
expresaba su repulsa al cristianismo, llegando a justificar que
los cristianos con su comportamiento “buscaban la muerte”. Saltando ya al Bajo Imperio,
se lleva a cabo la Persecución de Diocleciano, en la que se destruyeron iglesias, libros y
objetos sagrados; y se encarcelaron obispos. Sin embargo, la persecución contra el
cristianismo fracasa, porque con la paz que el emperador Decio había establecido en el
campo de la persecución religiosa, el odio hacia el cristianismo ya había casi desaparecido
y esta religión se había integrado por completo en la sociedad. Por último, debemos
mencionar la llegada del cristianismo al poder en manos del emperador Constantino; el
número de cristianos que había cuando este emperador gobernó era relativamente pequeño,
por lo que es vital conocer el quid que le llevó a convertirse al Cristianismo. La leyenda
cuenta que en la batalla contra Magencio, Constantino contempló un crismón en el cielo y
escuchó una voz que le dijo: In hoc signo vinces, es decir, con este signo vencerás; por lo
que decidió que todas las tropas pintasen uno en su escudo, ganando así la batalla.

De este modo, Constantino se convierte en el primer emperador cristiano. En su


regencia, llegando a impulsar en el 313 el Edicto de Milán, en el que se promulgaba la
libertad de culto en el Imperio, y celebrando el Concilio de Nicea en el 325, en el que se
decidió que la iglesia debía renegar del movimiento arriano (que defendía que el Hijo era
semejante al Padre) a favor del Credo Niceo, que defendía el patripasianismo (el Padre

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sufrió con el Hijo en la cruz) y que la tendencia arrianista podría acabar derivando en un
culto politeísta. Así, la religión más perseguida durante todo el Imperio, en el 380, con el
Edicto de Tesalónica llevado a cabo por Teodosio I, se convierte en el culto oficial del
imperio prohibiéndose todas las demás.
Organización de la Iglesia

Inicialmente, cada comunidad eclesiástica poseía gran autonomía, con jefes propios que
se ocupaban de las cuestiones administrativas. El paso de la función administrativa a la
autoridad religiosa lo dieron con ocasión del movimiento gnóstico: frente a la potencial
anarquía de una doctrina defensora de la experiencia religiosa interior y directa con Dios,
la Iglesia desarrolla una fuerte jerarquía. Al frente de ella, los obispos, pastores del rebaño
cristiano, se alzan como hombres dotados de autoridad religiosa, dogmática y
administrativa. El obispo es elegido por el clero y por los laicos, con una función vitalicia,
y tiene el poder de administrar el Bautizo en el baptisterio de la comunidad, de
excomulgar, etc.

Desde del Concilio de Nicea, celebrado en el 325, se establece que exista en cada
provincia una sede episcopal metropolitana, en la ciudad más importante de la provincia,
formándose así los obispos metropolitanos, el cual convoca concilios del clero de su
provincia de forma frecuente, y puede consagrar a obispos para cada una de las sedes de su
provincia. Además, sobre estos obispos metropolitanos, está el obispo de la capital de la
diócesis:
 Obispo de la diócesis  Capital de la Diócesis
 Obispo Metropolitano  Capital de cada una de las provincias de la Diócesis
 Obispo general  Cada una de las ciudades de la provincia

El esquema de la administración del Imperio fue aplicado íntegramente al de la Iglesia;


la única novedad fue la institución de los patriarcas, fijados en el IV Concilio Ecuménico
(que mencionaremos más adelante), como reconocimiento a la jefatura moral de los
obispos de las mayores ciudades del Imperio: Alejandría, Antioquía, Constantinopla,
Jerusalén y Roma; así, tras esto, se consagran 30 Iglesias metropolitanas en diversas
capitales de provincias imperiales, y 450 obispados por todo el Imperio. Por todas partes,
se observa el predominio del mundo urbano sobre el rural, sin embargo, es el paganismo el
que seguirá estrechamente asociado a la vida agraria, y la misma palabra pagano
significará hombre del campo.
La hegemonía del obispo de Roma

La hegemonía de una ciudad sobre el resto parecía un lejano objetivo en una comunidad
como la cristiana, configurada en el respeto y obediencia a los jefes de las iglesias locales:
obispos, metropolitanos y patriarcas; sin embargo, la doctrina paulina era clara, la Iglesia
comprende la consagración de todos los creyentes en Cristo, y este Corpus Christi necesita
un gobierno. Su forma más adecuada es la monárquica: sólo ella cumple una auténtica
garantía de unidad, que impida la desunión y el cisma. El problema era a quién coronar rey

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de esta monarquía cristiana, de este nuevo estado dentro del estado romano. En Occidente,
la cuestión se simplificó cuando la iglesia de Cartago incurrió en la herejía donatista; desde
entonces, quedó Roma como iglesia favorita; pero enfrente estaban las de Jerusalén,
Antioquía, Alejandría y, sobre todo desde el 330, la de Constantinopla. Roma podía ejercer
un auténtico gobierno monárquico en Occidente, pero necesitaba la formulación teórica
que la pusiese a salvo de las reivindicaciones orientales.

Afortunadamente para ella, tras los hechos, llegó la teoría.


Como paso previo, debía incluir la aclaración de la primacía del
propio San Pedro, lo cual no parecía difícil si se tenía el evangelio
en la mano: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia…”; faltaba afirmar ahora la de la propia sede romana. Las
pretensiones de Constantinopla amenazaban la primacía romana;
el derecho de la “Nueva Roma” a suceder como asiento del trono
imperial, a la Vieja, lo negó el sínodo romano del año siguiente
argumentando la doble apostolicidad de la sede, única que había
sido fundada por dos apóstoles, San Pedro y San Pablo; cuando la
de Constantinopla ni siquiera lo fue por uno.

A tiempo, llegaron nuevos hechos que contribuyeron a reforzar el argumento romano. El


abandono de Roma por el emperador de Occidente, inquieto por el destino de sus fronteras
renana y danubiana, hacía del papa de Roma la autoridad máxima de la ciudad imperial; la
resolución de Valentiniano III, en el 445, de obligar a los obispos occidentales a aceptar
como ley “todo lo que sancionara la autoridad de la sede apostólica”, reforzaba práctica y
teóricamente la primacía de la Iglesia; la presencia al frente de los destinos romanos del
papa León I y su intervención ante Atila y Genserico, fueron los hechos decisivos. A él se
debe la fijación definitiva del criterio monárquico como forma de gobierno.

Es en este momento se comienza a ver al Papa como sucesor del apóstol Pedro, lo cual
sugiere una primacía universal en la Iglesia. Durante el pontificado del Papa León I el
Magno se celebró, en el 451, el Concilio de Calcedonia, que proclamó la divinidad y
humanidad de Cristo: Consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros
por su humanidad. Ante las afirmaciones, de las consideradas herejías, que sostenían la
separación entre el Padre y el Hijo, considerando como inferior al Padre, León restableció
la tradición ortodoxa en una carta dogmática al emperador Flaviano, y que fue aprobada en
el concilio con las palabras “Pedro ha hablado a través de León”. Sobre todo a partir de
esta intervención, y de otras realizadas durante la controversia cristológica de aquellos
años, resulta evidente que el Papa sentía con particular urgencia la responsabilidad del
Sucesor de Pedro, cuyo papel es único en la Iglesia.

El Papa Inocencio I, en el siglo V, argumentó que en todo Occidente no había ninguna


iglesia que no fuera fundada por los enviados directos de Pedro o Pablo; o uno o el otro son
los fundadores de las iglesias de Occidente, lo que convertía en Roma a la madre de las
Iglesias de Occidente. Este Papa, además, proponía que todas estas iglesias debían adoptar
los criterios emitidos desde Roma, además de que las causas mayores deben de ser
enviadas a la capital latina para que las sentencie el Papa, ya que al ser la cabeza de

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Occidente, le correspondía el privilegio de la jurisdicción eclesiástica. El Papa León I se
consideraba, además de sucesor de Pedro, vicario del mismo.

Tras la asimilación del cristianismo por la cúpula imperial, se asimila el poder absoluto
imperial a la religión cristiana, sea la figura del emperador laica o no; esta tenía poder y
voto dentro de la organización de la iglesia. Constantino suprime las leyes del celibato (con
el descanso en Dominicus); favorece la propiedad eclesiástica, que quedan inmunes de
impuestos; no se excede en sus funciones, ya que los ciudadanos también son sus súbditos
debido a que todavía no se diferencia la potestad del emperador con la de los sacerdotes. El
emperador es el que convoca los concilios de la Iglesia en este momento, de ahí que estén
próximos a la sede imperial:

 Nicea, 325 d.C.

 Constantinopla, 381 d.C.

 Éfeso, 431 d.C.

 Calcedonia, 451 d.C.


Desempeña funciones que en otros tiempos corresponderían a un obispo, a pesar de ser
un laico debido a que, como hemos dicho, aún no se diferencia la potestad eclesiástica de
la imperial; a esto se le llamará, en el futuro, Cesaropapismo.
El fortalecimiento político de la Iglesia

La proclama de un principado de la sede apostólica convenció a los obispos de


Occidente, hizo titubear a los de Oriente, pero no alarmó a los emperadores. Era natural, se
trataba de arreglos de la casa cristiana, no de medidas de defensa del cuerpo sacerdotal
frente al laical. La alarma cundió, en cambio, cuando, paralelamente, la Iglesia fortaleció
los principios teóricos de su relación con el Imperio.

El personaje más influyente es el último mencionado, San Agustín de Hipona, muerto


en el 430, tras una etapa de juventud en la que se formó en diversos lugares, y descubrió el
cristianismo de edad adulta y decidió regresar a África, donde fue elegido obispo de la
ciudad de Hipona. Estaba muy pendiente de todo lo que sucedía en el Imperio con respecto
a la religión, por lo que sus obras son muy importantes: la primera De trinitate, resume
todas las polémicas sobre la trinidad que había habido hasta su momento; escribe también
un tratado sobre la doctrina cristiana, para comprender mejor el libro revelado; y lo más
relevante de todas es su obra La ciudad de Dios, una obra de madurez, que responde al
acontecimiento del 410, que conmocionó al Imperio, en el que el rey visigodo Alarico, se
presenta en Roma y saquea la ciudad, ya que Roma era la ciudad llamada a dominar el
mundo. Este hecho desencadena una polémica interna, porque los sectores intelectuales
paganos culpan los males del Imperio al cristianismo, y las desventuras del imperio se
deben a que los romanos han abandonado a sus dioses.

Al elaborar su doctrina de la dualidad de reinos y obligaciones, San Pablo había


señalado un camino hacia la teoría política; la teoría de San Agustín de Hipona arrancaba

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de allí, pero a través de una nueva orientación doctrinal,
conducía a la subordinación del poder temporal. La
formulación agustiniana, que tendrá tanta relevancia en la
Edad Media, parte de una antropología, la cual está
orientada a su creador, a la naturaleza humana corrompida
por el pecado original, por lo que no puede cumplir su
destino: necesita antes reconciliarse con Dios a través de la
meditación con Cristo; esta reconciliación exige al hombre
justificarse. Hasta aquí el camino de Agustín de Hipona era
el mismo que el de Pablo, pero a partir de ahora se diferencian: pasando de la idea paulina
de justificación a la idea jurídica de justicia, es decir, San Agustín puede afirmar que, para
ser legítima, toda sociedad debe orientarse a la realización de la suprema justicia.

Dentro de esta polémica, Agustín de Hipona escribe este texto, aparte de su otra obra
Confesiones. En el libro de La Ciudad de Dios, plantea dos sociedades, y todo hombre
pertenece a ambas, coexistiendo en el tiempo, la ciudad de dios y la de los hombres (el
mundo); con esto, le habla a todos los romanos, paganos y cristianos, y para consolar las
acusaciones al cristianismo, les hace ver que este tiene dos patrias, el Imperio y la ciudad
de Dios, pero esta última no se realiza hasta llegar al Más Allá, el momento en el que el
ciudadano alcanzará su verdadera patria. Esto tiene consecuencias, como que el cristiano
ve que su verdadera patria está en el más allá, por lo que el Imperio es efímero, hoy está
este, y mañana otro, la sucesión de los Imperios; la tierra cambia pero el cielo se mantiene.
Es una obra que abre el horizonte a lo que va a venir y, a su vez, como fue muy leída, los
distintos lectores de los siglos posteriores llevaron la interpretación del libro mucho más
allá de lo que habría querido el propio Agustín, ligando la ciudad de dios con la iglesia,
llevando en decremento a reyes y nobles a favor de los sacerdotes.

Los emperadores comenzaron a sentirse aludidos, para ellos, su poder debía alcanzar al
cuerpo cristiano como parte integrante del Imperio, y su obligación era guiarse por leyes
imperiales, no papales. Para el Papa, el emperador es hijo, no padre de la Iglesia, y su
misión se limita a protegerla; tal era el sentido de la regia potestas, defender, no gobernar,
la comunidad cristiana. Explicar esto de manera coherente fue obra de Gelasio I. La
exposición de este Papa recoge las tesis de sus predecesores, reuniéndolas en la famosa
carta que dirigió a Constantinopla: “Dos son los poderes que, soberanamente, gobiernan
este mundo: la autoridad sagrada de los pontífices y el poder real de los emperadores. Y la
carga de los sacerdotes es tanto más pesada cuanto que, en el Juicio Final, deberán dar
cuenta a Dios de los propios reyes”. A esto se le llamará en el futuro “La Teoría de las 2
espadas”, separándose así el poder real y el eclesiástico, rompiendo con el Cesaropapismo
anterior.

Gelasio I, como Agustín de Hipona, reconocía la independencia


de las jurisdicciones pontifical y real; quienes las ejercen las han
recibido directamente de Dios, ¿Pero quién conoce mejor los
designios de Dios que el encargado de las funciones espirituales?
El Estado no tiene razón de ser en sí mismo: los reyes, como

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“administradores”, poseen sólo potestas; a los pontífices, como creadores, corresponde la
auctoritas, la única y plena soberanía.

El programa podría parecer quimérico, pero es ya un programa; menos de 200 años


después de Diocleciano, la Iglesia había alcanzado una situación que no habría podido
soñar dos siglos antes. Las realizaciones distaban todavía de los planteamientos teóricos,
pero las bases estaban sólidamente asentadas; por de pronto, en una ciudad que habían
abandonado los emperadores y en un área que, poco después, se había quedado sin ellos,
empezaba a estimarse normal que el pontífice de Roma y la Iglesia en Occidente se
consideraran los primeros y dignos herederos del Imperio.

¿Pero era este realmente un triunfo? ¿Había de ganar la Iglesia porque su oficialización
le proporcionase millones de fieles? ¿Acaso su fundador no había recalcado que su reino
no era de este mundo? Como tantas otras veces, también ahora era muy difícil la
alternativa, decir que no a tanta ventura. Las consecuencias, imprevisibles todavía muchas
de ellas, comenzaron a aparecer.
La religiosidad y sus prácticas

Los mártires, en la historia del cristianismo, son aquellas personas que cada Iglesia local
denomina santos, y que fueron ejecutados al no renegar de su fe cristiana. Cualquier
persona que decidiese solicitar el bautismo, debía ser adulto y romano, por lo que
inevitablemente se provoca una romanización del cristianismo, que se puede ver por
ejemplo en el nuevo culto hacia los santos, ahora con el ropaje de los antiguos dioses
paganos. Nace así la hagiografía, nuevo género literario, en el que se explica el estudio de
la vida, muerte y milagros de un santo. Incluso aparece la peregrinación hacia los
enterramientos de los propios mártires.

Además de esto, la devoción a las imágenes cristianas está influenciada por el antiguo
mundo clásico, naciendo con un carácter simbólico para estimular la devoción de los fieles.
Por influencia del neoplatonismo, se da culto a la propia imagen y no a la figura que
representa, por lo que se adoptan imágenes de Cristo (procedentes del mundo iranio y
egipcio); del culto solar (aureola de Cristo); representaciones de ángeles (Niké griega); y
por último la adaptación de la planta imperial basilical para los templos cristianos.
Las prácticas litúrgicas y devocionales

La Iglesia primitiva celebra los sacramentos de una forma muy peculiar: el bautismo se
administra solo a adultos, los cuales deben pasar por un periodo de formación, hasta pasar
a ser miembros de pleno derecho de una iglesia local. Los catecúmenos (etapa de
formación) tienden a prolongar esta etapa de forma indefinida, y se suele pedir el bautismo
al final de la vida, ya que el bautismo borra todas las faltas y pecados. La penitencia, en la
Iglesia antigua, solo se podía recibir una vez en la vida, las faltas más graves debían ser
confesadas públicamente, y se establecía una penitencia acorde a la gravedad de la falta;
solo cuando cumple la penitencia es reintegrado en la comunidad.
Se esbozan, también, principios de ética, con tensiones entre los principios exigentes y
la conducta real cristiana. Por inspiración del Cristianismo, se prohíben los espectáculos

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circenses, se simplifica la normativa para manumitir esclavos, se anula el celibato, se
legisla contra el adulterio, contra la prostitución, y contra la homosexualidad; aparece una
ética sexual más severa que la del mundo romano. No se reconoce la prohibición de la
esclavitud, los principios del colonato; pero se desarrollan sistemas de ayuda a los pobres,
instituyendo hospitales y albergues.

Se organizan también los años litúrgicos, distinguiendo los días específicos sagrados,
donde el más importante es la de la pascua y resurrección, siempre en Domingo; además
está la Navidad, nacimiento de Cristo; la ascensión, etc. Estas fiestas son los momentos
más importantes del año, junto a las liturgias de los domingos, y siempre vienen
acompañadas por la eucaristía, que está formada por la parte de conmemoración del
sacrificio y conmemoración de la palabra. Como las comunidades tienen distintas lenguas,
se van conformando familias litúrgicas diferentes, hasta que en un momento Roma
introduzca su modelo en el resto de iglesias; pero antes había liturgias griegas, latinas, etc.
La liturgia latina se introduce en Occidente se introduce a finales del siglo IV, antes era el
griego, que venía ligada a la pequeña minoría que se presentaba para el puesto de obispo,
los cuales hablaban entre ellos en griego.

El monacato

Las comunidades cristianos pasan el cambio de persecución a adoración de forma


brusca, por lo que ven que de una forma estrepitosa muchos ciudadanos buscan el
bautismo. Muchos de los comportamientos de la tradición cristiana que estos nuevos
miembros traían, no coincidían con la rigurosidad de las comunidades; por lo que se lleva a
cabo una cierta flexibilidad. A partir de aquí, las personas que busquen llevar una vida más
cerca de la perfección cristiana, se agrupan formando comunidades monacales, alcanzando
la perfección a través de la soledad, la mortificación y el rezo. Naturalmente, eso supone
abandonar la comunidad a la que él pertenecía; el monacato y la figura del monje se basan
en una renuncia al cuerpo, rígida, en la soledad, es aislamiento y la vida contemplativa; por
lo que suponen una renuncia a esa sociedad Bajo-imperial despótica y presionante.
Aparecen 3 modalidades:

 Anacoresis: Aparece en Egipto en el siglo III, lo que demuestra que la tendencia


monacal está condicionada por la búsqueda de la perfección en el desierto. Se basa
en el retiro, la vida aislada y ermitaña, sometido a una vida que él mismo se dicta. El
más famoso de estos es San Antonio, un eremita de Egipto, que tuvo la suerte que el
metropolitano de Alejandría escribiese su biografía. Esta vida conduce a situaciones
extravagantes, como la de Simón el Estilista, que estuvo toda la vida encima de una
columna.
 Cenobítico: Se basa en la vida en común, en este caso los monjes que practican este
tipo de vida, tienen prácticas comunitarias; pueden tener vida aislada durante la
semana, pero en determinados momentos se reúnen. El iniciador de este tipo de vida
es Pacomio.

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 Comunitario: Con reglas bien conocidas, tiene su origen en Capadocia, con la regla
de San Basilio; la vida aislada desaparece, y casi todo se hace en comunidad, al
contrario que con la regla del monje solitario. Esa modalidad hace que el monacato
se reintegre en la sociedad, sean estables, y se abren a la sociedad con sus
hospederías, hospitales, explotaciones agrarias, etc. (Ej. Santa Catalina de Sinaí.)

En Occidente el monacato es más tardío, en zonas como Marsella, en donde los monjes
más destacados son obispos en sus propias sedes, como San Agustín de Hipona, Cesáreo en
Arlés, etc.; pero también existen otros promotores como Honorato, fundador del
Monasterio de Lerins (frente a Niza) en el 410; o Juan Casiano, que funda el Monasterio de
San Víctor en Marsella en el 416. Las relaciones entre obispos y monasterios serán
regulados en el 451 en el IV Concilio Ecuménico de Calcedonia.
Las querellas religiosas

El fortalecimiento de la Iglesia como institución dentro del Imperio romano no se logró


sin desavenencias internas. Fuertemente arraigada en la vida de unas iglesias locales, la
nueva comunidad cristiana se veía acechada por los peligros de dispares interpretaciones
de la doctrina de su fundador. Durante siglos solo existieron numerosas polémicas
viscerales, es decir, sobre quien tiene la interpretación correcta de las sagradas escrituras
(ortodoxo) y quien no la tiene (heterodoxo). Estas querellas fueron tan importantes que aún
hasta hoy han dado lugar a iglesias separadas; pero las polémicas en Oriente y en
Occidente son distintas, tendiendo Oriente a ser más abstractas y en Occidente más
prácticas.
Las querellas religiosas en Oriente
El debate se inicia inicialmente en Oriente, ya que las escuelas teológicas de las grandes
metrópolis estaban más acostumbradas al pensamiento, metafísica y filosofía griegas,
surgiendo controversias muy especulativas. Las tres principales serán el Arrianismo de
Arrio, el Nestorianismo de Nestorio, y el Monofisismo de Eutiques.
Arrianismo

Planteado por su defensor inicial Arrio, discute la


naturaleza de Dios y la santísima Trinidad. Plantea que el
verbo encarnado o Dios hijo, es decir, Jesucristo, no
comparte la naturaleza de dios, no es verdadero Dios.
Entiende que es una criatura, es decir, que ha sido creada por
dios en algún momento. Las consecuencias de este
pensamiento es que, si el verbo encarnado no es verdadero
Dios, no existe tampoco la redención. El debate que suscita
es muy importante dentro de la Teología, por lo que y
Constantino convoca el Concilio de Nicea (325) para debatir
las tesis. Se impone el símbolo de Nicea, el credo, donde se
afirma que el hijo es de la misma naturaleza que el padre (Ούσία o Sustancia),
reafirmándose la Santísima Trinidad. En el concilio se condena al arrianismo como herejía,

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aunque su historia no termina ahí, ya que el arrianismo continúa así como sus seguidores.
Lo importante de esta doctrina es que será la rama religiosa que recibirán los germanos
(especialmente los godos) en el 350, cuando un misionero llamado Ulfilas traduzca la
Biblia al gótico y los bautice en la modalidad arriana. Así, la mayoría de los pueblos
germanos serán arrianos al contrario que la población que habrán de conquistar, la romana,
entre la religión de los conquistadores y los conquistados.
Nestorianismo

Fue la primera formulación posterior al arrianismo. Su expositor,


Nestorio, sostenía que Cristo era un hombre en el que había ido a
habitar la divinidad; sus dos naturalezas aparecían radicalmente
separadas, y la Virgen no resultaba madre de Dios, sino del hombre en
quien Dios quiso encarnarse. Nestorio, sacerdote de Antioquia, había
sido elegido patriarca de Constantinopla; y para discutir su propuesta,
se convoca un nuevo concilio ecuménico, el III, en Éfeso, en el año
431, y ahí se decide la coexistencia en la persona de cristo. Tras esto,
los nestorianos fueron desterrados, y, en su exilio, propagaron hasta la India y China esta
peculiar forma de Cristianismo.
Monofisismo

Eutiques afirma que una vez reunidas en la persona de cristo las dos naturalezas, acaba
por prevalecer una única, la naturaleza divina, de ahí el nombre de monofisisimo (del
griego μόνος, monos, «uno», y φύσις, physis, «naturaleza»). Con esto se forma el IV
Concilio Ecuménico en el 451, en Calcedonia, en el que se atajó ésta, considerada, herejía.
Las querellas religiosas de Occidente
Donatismo

Donato era el obispo de Cartago, antes de la “legalización” del cristianismo, una parte
de los miembros de la Iglesia de Cartago participaba en los ritos paganos, debido al miedo
a la represión romana. Pasada la persecución, el obispo de Cartago no quería reintegrar a la
iglesia a los participantes en tales ritos. Frente a esta postura hay otra más conciliadora,
pero Donato no quiere hablar de ellos, lo cual genera un cisma en la Iglesia. Las tesis
donatistas son vistas por campesinos, llamados circunceliones, que se oponen
violentamente al Bajo Imperio, al avance de la gran propiedad y la presión fiscal del
mismo, lo cual hace al donatismo doblemente peligroso para el Imperio. Entonces, el
propio Constantino y sus sucesores intentaran reprimir este movimiento, sin conseguirlo,
hasta que en el año 429 lleguen los germanos al norte de África, en donde llegará un
momento de florecimiento de los donatistas en África.
Priscilianismo
Si el donatismo preocupa en la parte norte de África, el priscilianismo tiene seguidores
en Hispania. Prisciliano es un personaje que es elegido obispo de Avila en el año 380,
cuando todavía era laico. Tiene elementos gnosticistas y detalles de astrología, ascetismo,

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etc. A prisciliano se le acusa de llevar una vida alejada de la iglesia, y encarnar funciones,
como la participación de las mujeres en la iglesia. Así, en el concilio de Zaragoza del 380
se le condena, y junto con sus seguidores, pero no acata esta decisión; acude a Milán,
intentando que lo escuche el papa Dámaso, y extiende su moviemento por Aquitania y el
sur de la Galia. Para revisar su condena se le ocurre acudir a la corte Imperial, en Tréveris;
donde un tribunal civil lo juzga, y lo acusa de oscurancismo, y es condenado a muerte. Es
la primera vez que un tribunal civil condena a muerte por una cuestión estrictamente
religiosa. Se cree que Prisciliano está enterrado en la Catedral de Santiago de Compostela.
Pelagianismo

En algunos lugares se afirma que Pelagio era un monje, pero ni el mismo jamás se
presenta como tal. Pelagio vive en Roma a finales del IV, principios del V, y hace que sus
opiniones no pasen desapercibidas. Él afirma que el movimiento monástico que busca
encontrar la perfección cristiana no resulta de todo eficaz, y que es posible alcanzar la
perfección mediante sus propios esfuerzos. Pero tuvo la mala fortuna de que Agustín de
Hipona, que estaba muy presente de todos los movimientos, lo rebate, diciendo que estaba
equivocado; de esta enfrontación se consiguen dos preguntas que influirán en la
posterioridad: ¿Se salva el hombre solo por la fe, o hacen falta las obras? ¿Existen personas
predestinadas a salvarse independientemente de su moral?
La aceptación por la Iglesia de rasgos de la cultura clásica

La validez de la cultura pagana se había planteado desde el momento en que, tras tomar
contacto con la filosofía griega, la Iglesia reconoció la necesidad de verter en sus fórmulas
el mensaje de Cristo. El Cristianismo había nacido y se había extendido en un mundo
pagano; sus conversos, sus misioneros, sus maestros, conocían la filosofía y letras del
mundo clásico; podía desarrollarse una cultura y una educación cristianas, pero, en los
primeros siglos, su contacto y dependencia frente a la pagana resultaba inevitable.
Extremistas y contemporizadores se enfrentaron; Tertuliano
representa mejor que nadie a los primeros; otro norteafricano, San
Agustín de Hipona, a los segundos. Desde nuestro punto de vista
actual, la transferencia cultural era inevitable; desde el de Tertuliano y
sus seguidores, podía evitarse a toda costa; sin embargo, el problema
era más complejo de lo que aparentaba: no se trataba de aceptar o
rechazar un acervo cultural ascéptico, sino de admitir o denegar toda
una concepción de la vida griega, para remplazarla por otra, la judío-
cristiana. Tertuliano se dio cuenta, mucho más lúcidamente que ningún otro Padre de la
Iglesia, de las profundas diferencias existentes entre las dos tradiciones; por encima de su
fanática denuncia de la literatura pagana, sobre todo de la dialéctica de Aristóteles, estaba
su concepción del mundo y del hombre. Frente a la doctrina griega, que subraya el
dualismo de alma y cuerpo, él defiende la tradición profética hebrea de un ser humano total
e indiferenciado: “Entre Atenas y Jerusalén, entre la Academia y la Iglesia, nada en
común”.

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La resolución del conflicto cultural no fue fácil. Las mutuas acusaciones y desprecios
entre paganos y cristianos se prolongaron; y, a la par que ello, un cierto sentimiento de
culpabilidad entre los eclesiásticos. San Jerónimo resumió mejor que nadie su conflicto
mental al narrar el sueño en que Cristo le reprochaba: “Tú no eres cristiano, tú eres
ciceroniano; porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Pero, al fin, la
reconciliación se logró: por obra de los Padres de la Iglesia, la cultura clásica, asimilada, se
convirtió en uno de los pilares de la nueva cultura cristiana.

Se llaman ”Padres de la Iglesia” a un grupo de pastores y escritores eclesiásticos, obispos


en su mayoría, de los primeros siglos del cristianismo, cuyo conjunto doctrinal es
considerado testimonio de la fe y de la ortodoxia en la Iglesia católica; son cuatro:
Ambrosio de Milán, Gregorio Magno, Jerónimo de Estridón (Vulgata de San Jerónimo) y
Agustín de Hipona.

3. Los Pueblos Germanos


Los germanos antes de las grandes migraciones

Originalmente, los pueblos germanos se encontraban en la Escandinavia meridional y


en la península de Jutlandia. De ahí se extenderán entre el río Wesser, que desemboca en el
Mar del Norte, y el río Oder, que desemboca en el Mar Báltico; más tarde, hacia el 500
a.C., se extienden hacia el Rhin inferior, hasta Turinga y la Baja Silesia. Ahora, entre estos
territorios y la frontera imperial se encuentran los pueblos celtas, los cuales fueron los que
acuñaron la terminología de “bárbaro” a estos pueblos del norte, fueron los grandes
afectados en el enfrentamiento entre Roma y germanos. En el siglo I a.C., cuando César
conquista la Galia y somete a los celtas, y Augusto sitúa el limes en el Danubio en el 15
d.C., se establece el primer contacto entre Roma y los pueblos bárbaros; a partir de ahí, en
el siglo I y II, aparece información y descripciones de estos pueblos por parte de autores
como Estrabón, Plinio El Viejo, Ptolomeo, o Tácito, este último, con su obra La Germania.
Ramas dialectales

En el siglo II, ya podemos establecer una clasificación y división de estos pueblos


Germanos, basada en ramas dialectales:

Godos (Visigodos y Ostrogodos), Burgundios y


Pueblos de lengua Óstica u Occidentales
Vándalos

Pueblos de lengua Fráncia u Orientales Alamanes, Francos, Bávaros y Lombardos

Pueblos Bésticos (Mar del Norte) Anglos, Sajones y Frisones

Pueblos del Río Elba Quados y Marcomanos

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Todavía no se había producido la ruptura de la lengua común proto-germánica, y la
prueba es que cuando los pueblos del mar del norte migran a Britania, llevan una lengua
semejante a la de los francos occidentales, por lo que en siglo V, la ya mencionada ruptura
no se había producido.
Relaciones entre Germanos y romanos

El mundo romano y el germano no están demasiado asilados entre sí; ya en el siglo II,
se establecen relaciones comerciales, con Roma, y con los pueblos del este, los cuales
presionan a los pueblos germanos, y cuya lengua la rúnica ratifica su origen griego y su
influencia del mundo Mediterráneo. Los primeros contactos bélicos tienen lugar en el año
166 con Marco Aurelio, cuando Quados y Marcomanos penetran hasta el Mar Adriático; ya
en el siglo III, los Alamanos en el año 254, y los Francos en el año 278, penetran y saquean
territorios del Imperio Occidental, provocando, en parte, la crisis del siglo III y los cambios
bajo-imperiales.
Rasgos económicos comunes

Los pueblos germanos no son pueblos nómadas, ya que llegan a practicar la agricultura
sedentaria, pero sí que están atrasados con respecto a Roma. Conocen la metalurgia
desarrollada, pero no utilizan ningún tipo de moneda, no se establecían en ciudades, ni
mucho menos conocían la economía de mercado; pero aun así mantienen intercambios
comerciales con el Imperio Romano, sobre todo con ámbar y pieles.
La organización social

En el mundo germano, destacaba el marco de parentesco de la familia, llamado Sippe.


Una familia extensa estaba dirigida por un cabeza con autoridad doméstica, llamado Mund,
que dispone de todas las propiedades familiares. Dentro de esta familia, destaca el contrato
matrimonial, en el que se entregaban las arras del marido a la mujer y la morgengabe; en
esta familia, se reconoce a los varones mayores de edad a los 15 años, por lo que a partir de
esa edad ya pueden portar armas; además, se destaca el papel de la mujer legítima y el de
las jóvenes capaces de contraer matrimonio. Por debajo de esta organización familiar,
aparecen los campesinos semi-libres, que cultivaban la tierra, y finalmente, en una escala
inferior, los esclavos.
En general, un conjunto de sippes formaban una tribu, en la cual debían contar con un
antepasado común, generalmente vinculado a un héroe o a un Dios. Un conjunto de tribus
formaban un Pueblo o Stammesbildung, con un mismo jefe y con reuniones de guerreros
anuales, formando así la Asamblea de guerreros o mallus. La posición social en estos
pueblos dependía del sexo, de la edad, de su actividad guerrera, y de su libertad; por lo que
serán los líderes de los Pueblos (Varones, adultos, guerreros y libres), los cabezas de la
sociedad, llegando a vincularse entre sí e interviniendo en asuntos públicos de la
comunidad.

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La religión

Tienen una religión común, prueba de ello es que el nombre de algunos dioses quedan
patentes en los días de la semana. Las creencias religiosas se conocen muy mal al carecer
una literatura de la época y, como otras religiosas, lo sobrenatural se manifiesta en lugares
determinados (fuentes, solsticios): este mundo es mucho más parecido al mundo céltico
que al mundo romano. Por lo tanto romanismo y germanismo se tienen que encontrar para
construir las nuevas sociedades de los siglos VI y VII.

Penetración en el Imperio
Los hunos

Salvajismo, azote de Dios, terror apocalíptico: un


pueblo pastoril, nómada como tantos otros de la
inmensa llanura euroasiática, contrastaba fuertemente
su dedicación cazadora con las brillantes culturas de
los pueblos germanos sedentarios. Su evolución
histórica la conocemos difícilmente: los orientalistas
nos han hecho desistir de los viejos intentos de
armonizar fuentes chinas y occidentales, y tachan de
ilusorias las visiones de conjunto de desarrollo de la
migración huna. Toda la prehistoria extremo oriental
que precede a la descripción de este fenómeno, se desvanece; en su lugar, aparece un
pueblo turco, nómada, de trazos acusados y costumbres similares a otros de las estepas, los
Hunos; salvo en su furor: cuando entran en la historia mediterránea, lo hacen ya en son de
guerra, en el año 370, cobrándose sus primeras víctimas, los alanos, desalojados y
sometidos a los vencedores en sus tierras de Ucrania.
Los visigodos en el Imperio (375-395)

Era el comienzo; los propios visigodos llaman ansiosos a las puertas del Imperio,
penetrando por el limes danubiano y se encuentran por primera vez con el poder imperial
en Adrianópolis, en el 378, frente al emperador Valente, el cual fallece en batalla. El
sucesor de este fue Teodosio I, último emperador del Imperio en su totalidad; el territorio
hacía tiempo que estaba dividido, pero muy poco que estaba invadido. Así, en el 382,
Teodosio confirmó la invasión, legalizaba la entrada bárbara, firmando un tratado con los
jefes visigodos. Desde entonces, el último emperador de un Imperio unitario se apoya en
los recién llegados: con ellos nutre los cuadros del ejército y los altos puestos de la
administración, lo que hace que crezca un ambiente hostil a los acaparadores bárbaros en
Constantinopla. Teodosio pudo controlarlo, sus sucesores no; y menos cuando, por dos
veces, los visigodos, sublevados, amenazaron la capital de Constantino. Tras esto,
Teodosio consigue que los visigodos se desvíen hacia Macedonia y Grecia y, finalmente,
entren en la zona occidental, quedando Oriente libre de la presencia germana.

La importancia de Teodosio I para la posterioridad es vital. El nombramiento como


Augustos a temprana edad de sus dos hijos, Arcadio y Honorio, hubo de responder a

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asegurarse la sucesión del trono imperial en el seno de su familia. Así, con su muerte en el
395, terminó con un proceso de división iniciado en la Tetrarquía Constantiniana
repartiendo el imperio entre sus dos hijos, Oriente para Arcadio y Occidente para Honorio.
En Occidente Honorio y Stilicón tienen problemas simultáneos (395-410)

Empujados por los Hunos, los alanos escapan hacia el oeste, defendido por Estilicón, al
no ser capaces de atravesar el Danubio, progresando por su orilla izquierda, arrastrando a
otros pueblos germánicos allí instalados. Su objetivo era la frontera renana, menos
guarnecida por legiones, y, por fin, el último día del 406, sobre el Rhin helado, pasan los
contingentes germanos, y se asientan en la Galia, junto con grupos de Suevos y Vándalos,
y vivirán del pillaje y del saqueo, sembrando destrucción y muerte. Así nos lo narra
Hidacio, con tonos apocalípticos: “Las cuatro plagas, guerra, hambre, fieras y peste,
desatadas por todas partes, cumplieron las predicciones de los profetas del Señor”. Dos
años después, estos pueblos cruzarán los Pirienos para asentarse en Hispania. A la vez que
esto, Alarico, rey de los Visigodos, intentaba forzar un acto con el Imperio de Occidente
para que reconociese su instalación, pero, al no haber acuerdo, decide saquear Roma en ese
mismo año. Tras esto, el pueblo visigodo intenta desplazarse a África desde el sur de la
península Itálica, pero Alarico muere en el 411 en Consenza, sin conseguirlo.

Los germanos en la Galia e Hispania (410-423)

La paz llegó también entre los germanos; un acuerdo precario con las autoridades
romanas permite repartir el territorio hispano. Así, los Vándalos se instalan en la Baeetica,
los Alanos y Asdingos en Lusitania y Cartaginensis, los Suevos en la Gallaecia, y dejaron
libre la Tarraconensis, la última de la diócesis. El Imperio no era capaz ya de ningún
esfuerzo, sólo su diplomacia obtenía de vez en cuando algún triunfo precario que sus armas
no conseguían; así sucedió ahora: los visigodos, itinerantes desde la muerte de Alarico y
con su ahora rey Walia, aparecen ahora como los más leales aliados, al ser estos el pueblo

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más romanizado entre los germanos, ya que no querían destruir el orden romano, sino
integrarse en él.

Así, los visigodos ponen su ejército al servicio de Roma a cambio de la annona, la paga
alimenticia a los soldados, como si fuera una unidad militar más del ejército romano. Con
una dudosa lealtad, pero eficaces en el momento, los visigodos dominarán la inquietud
reinante en Hispania; en el 416 vencen a los Vándalos; y en el 417, a los Alanos y
Asdingos. Tras esto, Honorio pensó que si los Visigodos vencían al pueblo Suevo en la
Gallaecia, conseguirían un poder incontrolable, por lo que decide frenar la invasión total de
la península, arrinconando a los Suevos lo más lejos posible del Mediterráneo. Además,
para continuar teniendo a Walia y los Visigodos de su parte, el emperador les ofrece un
territorio al norte de los Pirineos, en la fachada atlántica, en la antigua provincia de la
Aquitania II, formándose así el primer reino germánico reconocido por Roma dentro del
Imperio.

Poco a poco se va conformando el nuevo mapa étnico, que enseguida será político, en el
occidente de Europa. En el centro, Hispania y la Galia. Rota la defensa del Rhin, por esta
segunda pasaron muchos pueblos, pero sólo Visigodos, Francos y Burgundios
permanecieron en ella. Los primeros como ya hemos mencionado, los segundos en la zona
Norte, próxima al Rhin y a la costa atlántica; y los terceros, en la actual Saboya.
Aecio, defensor del Imperio (423-455)

Muerto Honorio en el 423, su sobrino es elevado al trono


como emperador Valentiniano III, y le encarga la defensa del
Imperio a Aecio. Alrededor de este núcleo hispanogalo, las
restantes tierras de la parte occidental no corren mejor suerte;
sólo Italia, abandonada por los visigodos, no conocerá, hasta
finales del siglo V, nuevos invasores; las otras dos áreas, África
y Britania, se ven sometidas al tradicional trato de sangre y
fuego. En el 429, todos los pueblos germanos de la Hispania
bajo el nombre de los Vándalos, menos los Suevos, se desplazan al norte de África, siendo
la primera vez que pisan este continente; y se dirigen a Cartago, a la África Proconsular,
donde se instalan, y desde donde extenderán su dominio por el norte del continente,
creando el reino Vándalo. Enfrente de la propia capital de la diócesis, abastecedora de
trigo, y que debía ser defendida ante unas tribus de la estepa, por un mar siquiera estrecho,
parecía difícil de mantener en manos imperiales. Durante años se había impedido con pena
de muerte enseñar a los bárbaros la construcción naval, todo inútil. El avance de los
Vándalos, superada la dificultad del mar, había sido incontenible, ante ellos, las ciudades
caían sin remedio; en una de ellas, Hipona, moría su obispo, San Agustín. Así, desde
Cartago, su rey Genserico, empieza a dominar las Islas Baleares, Córcega, Cerdeña e
incluso Sicilia, controlando parte del comercio mediterráneo, tomando el control del mar.

A mediados de siglo, las poblaciones de la Britania quedan desprotegidas, por lo que se


llevan a cabo expediciones de Pictos y Escotos, en la época de Aecio, y puede que tolerado
por el mismo, dejando a Britania a su suerte. Los britanos piden ayuda a los Jutos, Anglos

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y Sajones para defenderse de los Pictos y Escotos; de tal forma que queda una población
celto-romana-cristiana, que resurge las antiguas lenguas y es la clara justificación de que
este territorio nunca estuvo del todo latinizado; frente a los nuevos germanos. Por esto,
algunos de los pueblos bretones originarios de la isla huyen al continente, y a base de
expediciones se acabarán instalando en un territorio que se denominará como Bretaña.
Siendo un Imperio fuertemente continental, el gobierno romano había soportado
actividades piráticas de los hombres del norte durante gran parte del siglo III, frente a los
que nunca pudo suscitar una fuerza marítima e insular suficiente; por ello, perder Britania
entraba en los cálculos menos pesimistas de los emperadores del siglo V. De este modo, su
situación exterior al mundo romano y las presiones desde distintos puntos anunciaban para
Britania un desenlace fatal.

En la península, con la marcha de los Vándalos, solo quedan los Suevos; los cuales
intentan extenderse y controlar más provincias de la diócesis. Sin embargo, la mayor
amenaza para Aecio serán los Hunos. El peligro del que venían escapando los germanos, el
temor amarillo que temían los romanos, estaban a las puertas del Imperio; comparados con
ellos, los bárbaros asentados eran seres civilizados, modelos de todos los refinamientos. Al
frente de estos, Atila, el cual había fustigado durante años al Imperio de Oriente, y que no
decidió atacar previsiblemente a este, sino que se dirigió bruscamente hacia Occidente, en
busca de la débil primavera del Rhin, que cruzó en primavera del 451. El Imperio no podía
enfrentarse a tal ejército, por lo que Aecio recurrió a los Visigodos. De este modo, Atila,
que buscaba saquear Roma, y gracias a la intervención del Papa León I el Grande, llega un
acuerdo con el Imperio a cambio del pago de un cuantioso botín. Al cabo de 2 años, el líder
huno fallecía, su imperio nómada se deshizo, y la última unidad romana formada por efecto
de su presión, también. Tras esto, Aecio, con su éxito, se busca rivalidades dentro del poder
imperial, y muere asesinado, quizás, incluso, por Valentiniano III, debido al temor de este
por la acaparación de poder de su general.
La disolución del poder imperial (455-500)

En este momento, cada uno de los reinos germánicos irá ampliando su área de dominio,
y el Imperio irá tramitando el proceso: primero, reconociendo el reino Burgundio y el
Vándalo. Los Visigodos extenderán su área de dominio hasta el Ródano tomando así todo
el sur de la actual Francia; además, desaparecen las fronteras entre romanos y germanos, ya
que más allá del Danubio sigue habiendo población germana que no ha participado en la
invasión, hasta que los eslavos ocupen estos territorios, y se creen nuevos reinos.

Los Francos no protagonizan ninguna invasión como el resto de pueblos, al igual que
los alamanes, nunca abandonan los lugares donde estaban asentados; sino que desde ahí,
van ampliando su reino hacia el Sur, hasta unificarse con Clodoveo a finales del siglo V.
Así, entre Francos y Visigodos queda el reino de Siagrio, un territorio que conserva la
tradición imperial, pero que tendrá una breve duración. Desaparecido el peligro huno, los
pueblos bárbaros se refugiaron en su autonomía dentro del Imperio. El golpe final no tardó
en llegar: tras una serie de emperadores fantasma que, debido a su ineptitud, contribuyeron
a fortalecer la situación de los germanos en Occidente, lo dio Odoacro en el 476. Jefe del
pueblo Hérulo, cuerpo de ejército acantonado al servicio de Roma en el norte de Italia,

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quiso recibir el mismo trato que los otros pueblos germánicos. Ante la negativa del último
emperador, Rómulo Augústulo, a concederle tierras, depuso al emperador en Rávena y
envió las insignias imperiales a Constantinopla. Con el gesto, el Imperio recuperaba la
unidad perdida, pero el gesto ya no engañaba a nadie: el reparto del Mediterráneo, previsto
desde que la crisis del siglo III creara un contraste tan violento entre Oriente y Occidente,
se había consumado.

Así, el emperador de Constantinopla, Zenón I, busca


una vez más la fuerza que no encuentra en el Imperio,
aliándose con los Ostrogodos, hermanos de los Visigodos,
y con su jefe Teodorico, para recuperar el control de Italia,
llegando a la península en el 489 para enfrentarse a
Odoacro, al cual aísla en Rávena, captura, y en el 493
ejecuta; convirtiéndose en rey del reino Ostrogodo de
Italia con el beneplácito de Oriente. Así, todo Occidente
está en manos de reinos germanos; estando Teodorico
destinado a mantener una cierta unidad en Occidente,
siendo el representante del Imperio oriental.

Consumado el reparto, el Imperio occidental había desaparecido pero, ¿por qué? Una
tras otra se acumulan las hipótesis explicativas: síntomas, factores y resultados, los
diversos hechos no acaban de engranarse en un conjunto suficientemente claro de
precedencias casuales; todos a la vez, en cambio, ayudan a comprender el fenómeno:

• Degradación del clima: Los científicos comienzan a interesarse por sus variaciones
cíclicas: límite de los glaciares, anchura de los anillos de crecimiento de los árboles,
especies cultivadas en ciertas áreas. En todos estos factores podría hallarse la razón
de muchas simultaneidades demográficas y económicas de escala universal.
• Crisis de la población: Los cambios climáticos afectan a las cosechas y las mismas
condiciones biológicas. La peste se reproduce con el envilecimiento del clima,
llegando a ser víctima de esta el propio emperador Marco Aurelio, en el año 180.

• Envejecimiento moral, apatía: Por la falta de participación en el gobierno, la masa


olvidó su gusto por la res publica. Abrumado por los impuestos y abocado a la
pobreza, el pueblo no se inmutaba ni cuando su vida estaba en peligro. El mundo
romano había ido restringiendo cada vez el número de personas que tomaban parte
en la vida del Estado, reduciéndolo, al fin, al Emperador, su corte, y la burocracia
imperial.

• Dimensión de las aristocracias: Las ciudades dejan de romanizar a las masas


campesinas, y el fenómeno se invierte. La mentalidad de las clases más bajas, basada
exclusivamente en la religión, declara su indiferencia primero y su hostilidad después
a las realizaciones intelectuales de las personas más cultas. Poco a poco, las clases
altas se ven absorbidas por las bajas, con la consecuencia de una barbarización del
Imperio desde dentro.

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• Gigantismo administrativo: El coste excesivo de la administración crea necesidades
financieras y fiscales insolubles. El Estado eleva artificialmente el nivel de vida, los
contribuyentes huyen de la presión fiscal, y el campo aparece como refugio para los
desertores abrumados por una civilización urbana controlada y hostil.
• Aumento de la presión fiscal: Era imprescindible, la burocracia, más numerosa cada
vez, lo precisa; el ejército, duplicado desde la crisis del siglo III, lo exige. La
decadencia económica tiene en el gobierno su más profunda raíz, demasiadas bocas
para tan pocos productores; excesiva falta de estímulo para tan escasos elementos
productivos.

Además, autores e historiadores actuales han dado sus respectivas opiniones y


responsabilidades a la caída del Imperio Romano de Occidente. Uno de los grandes
historiadores, Edward Gibbon, hace responsable al cristianismo de la caída. Dice, que el
cristianismo desatendió la defensa del limes y que “los cristianos traicionaron al imperio”,
es decir, el Imperio se hizo cristiano pero ellos no romanos. Otro autor, M. Rostoutzeff,
escribió una historia social y económica del imperio, en la que defiende que la clave está
en el hundimiento de las burguesías y la sublevación del proletariado; plantea el problema
entre las élites y las masas, y explica que el cristianismo tuvo parte de responsabilidad,
pero no entera. Otros, como Otto Seeck, explican que el imperio cayó porque se acabó con
los mejores, los emperadores se entretuvieron en perseguir a la aristocracia, y al acabar con

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ella, sólo quedaba “una pandilla de mediocres cuando llegaron los bárbaros”. Una variante
de esto la explica T. Frank, que considera que la gran cantidad de esclavos orientales
traídos a Italia corrompieron la sociedad, porque al liberarlos, se convirtieron en romanos:
“Es una raza inferior que acaba con el Imperio, la raza que fue capaz de derrotar a Aníbal
no es la misma”. En contraposición, está la explicación marxista de la lucha de clases, que
argumenta que Roma no pudo hacer frente a las revueltas de esclavos.

Una interpretación más moderna dice que el Imperio Romano no murió de forma
natural, sino que fue asesinado, ya que había logrado superar la crisis, pero no a los
bárbaros. Paul Kennedy puso de moda el argumento de “demasiado grande”, en el que se
pensaba que el Imperio era demasiado grande, tanto a nivel territorial, como desvío de
recursos hacia lo militar para defender ataques simultáneos; por eso necesitan desarrollar la
Administración para la carga tributaria, y la presión visigoda supone un desvío de recursos
hacia lo militar. Contaban con un ejército de 400.000 unidades, pero al no poder
concentrarlas cuando hacían falta, a la hora de la verdad no los había.

TEMA 2: LOS REINOS BÁRBAROS Y SUS ESTRUCTURAS POLÍTICAS


Monarquías germánicas e Imperio bizantino, reinos occidentales e Imperio oriental, se
reparten el área mediterránea acentuando progresivamente sus diferencias. Sus raíces se
hunden en aquel dramático y decisivo siglo III, y su consolidación lleva la fecha de la
fundación de Constantinopla; el contraste creado entre Oriente y Occidente era demasiado
violento para ignorarlo, pero resultaba duro admitirlo para quienes se consideraban
continuadores de Roma, para quienes estimaban que no había habido ruptura en el
gobierno unitario del Imperio. La difícil resignación de Bizancio explica el reinado de su
emperador, Justiniano, y su belicosidad; y la excesiva confianza en sus fuerzas, y el
menosprecio de las germanas, su fracaso. Antes de resignarse a su destino, el Imperio
vivirá, por obra del mismo Justiniano, un último y fracasado intento de mantener viva la
ficción de la unidad.

El tiempo de confusión y terror de las invasiones se había terminado, y los territorios


que las habían padecido trataban de acomodarse a las nuevas circunstancias. Sus destinos
políticos serán diferentes, aunque un enorme conjunto de caracteres comunes los unifiquen
frente a la otra realidad del mundo mediterráneo: el Imperio Bizantino. Dividimos 2 tipos
de reinos:

Los reinos efímeros


Son aquellos más orientales, extinguidos por la reacción bizantina, vándalos y alanos; o
los reinos anexionados por otro reino germánicos: Burgundio, Suevos y Lombardos.
Por reacción bizantina
Reino Vándalo 429-534
Con su salida de la Península Ibérica, un grupo de 80.000 Vándalos, dirigidos por
Genserico, ocupó el norte de África; la única provincia que, con la Britania, se había
mantenido libre de invasores, fue la plataforma desde donde estos germanos se lanzaron a

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ocupar las islas del Mediterráneo occidental. Con Sicilia, Cerdeña, Córcega, Baleares y el
norte de África; los Vándalos estaban en situación de irrumpir el tráfico marítimo y
amenazar los suministros de la propia Roma. Sus demostraciones de fuerza, que incluyen
el saqueo de la ciudad imperial en el año 455, evidencian su condición de guerreros
acampados en territorio enemigo.

El reino Vándalo mantiene su germanismo, su oposición a Roma, y su diferencia


confesional, el arrianismo, con su lengua litúrgica germánica; así, emprendieron una
persecución contra los cristianos católicos en su territorio, lo que acabó debilitando las
estructuras administrativas imperiales, las cuales no se reemplazarían, porque la escasa
evolución de las instituciones vándalas no permitió una sustitución de este tipo. De este
modo, existe un abismo entre la población local, romana, y los invasores germanos; lo cual
impide una fusión cultural y social, impide el desarrollo.

Frente al odio a la población romana, sobre todo por parte de la aristocracia


terrateniente; la fuerza de la monarquía vándala descansaba en la Iglesia arriana y en el
ejército, los dos mejores recursos del autoritarismo real y la política nacionalista. Pero
ambos se mostraron insuficientes para aglutinar a la población sometida; así, cuando
Justiniano vio la oportunidad de reconquistar el norte africano, no se encuentra con gran
dificultad, al estar este permitido por gran parte de la población local, y en un año vuelve a
dominar el terreno hasta el estrecho de Gibraltar, incluso reconquistando, más tarde, el sur
de la península, formándose el exarcado bizantino más occidental, con capital en
Cartagena. De los vándalos en África no queda nada, el despotismo completo y la nula
fusión cultural hicieron que se llegase a asociar el concepto de “vándalo” a algo malvado y
criminal.

Reino ostrogodo (493-554)

Italia, centro del Imperio, donde la romanidad no era allí un recuerdo, sino una vivencia;
y como tal operará, durante un siglo, hasta la llegada de los Lombardos. Hasta ese
momento, tres poderes se sucederán en la península; Odoacro fue el primero de ellos, tras
deponer al último emperador Rómulo Augústulo en el 476, aspira a ser un continuador del

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gobierno imperial, reclutando sus altos funcionarios entre la aristocracia senatorial. Sus
esfuerzos, aunque exitosos en Italia, no alcanza el reconocimiento del emperador de
Oriente, y la diplomacia bizantina se dispone juzgar a Odoacro como usurpador. Aquí entra
en escena el pueblo ostrogodo; este era una banda guerrera sin asentamiento territorial, y
originarios del este de Europa, su amenaza inicial se dirigió contra Constantinopla. Así,
Justiniano, deseado de mantenerlos lejos de su frontera, pacta con Teodorico, rey de los
ostrogodos, para dirigirse estos hacia Italia y deponer a Odoacro. Con el cargo de
generalísimo de las tropas y la misión de desalojar a Odoacro de la península itálica,
Teodorico tarda cinco años en cumplirla, y unos cuantos más en legalizar la situación
dentro del Imperio.

Para cuando lo consigue, la segunda fase de su reinado ya ha comenzado: el pueblo


ostrogodo se había asentado en Italia, y debía transformar la banda guerrera en un estado
territorial. Teodorico lo consiguió con más éxito que ningún otro monarca bárbaro: su
respeto hacia la obra de Roma contribuyó a ello, pero no sin dificultades. Representante del
Imperio y jefe de su pueblo, Teodorico debe equilibrar poderes a veces contradictorios, ya
que exteriormente es un magister militum que conservaba toda la fachada de la
administración imperial, hallando sus mejores colaboradores en nobles romanos, como
Boecio o Casiodoro. Íntimamente, es rey de los ostrogodos, no de los romanos, y debe
mantener una diferencia entre ambos pueblos. En principio, en la organización del reino,
contaba con un desdoblamiento de funciones: las militares, reservadas a sus 20.000
guerreros, y las civiles, que competen a los romanos.

Instalados sin violencia, de acuerdo con las normas del régimen de hospitalidad, los
ostrogodos aparecen concentrados en el norte de la península; desde allí dirigen la política
de la misma, en la que, inicialmente, abundan los éxitos; a este pueblo no se le entregan los
grandes latifundios del lugar, lo cual generaría vínculos entre la aristocracia germana y la
romana; sino que el Imperio Bizantino decide entregarle la recaudación de impuestos de
los mismos latifundios, sin fusionar las aristocracias y manteniendo el sistema fiscal y la
hacienda romana. En el interior, se mantiene la paz gracias a la tolerancia con los católicos
y el reconocimiento de la superioridad civilizadora de Roma; en el exterior, merced a una
serie de victorias que aseguran a los ostrogodos una hegemonía sobre las restantes
monarquías bárbaras. En los últimos años de su reinado, esta imagen de Teodorico se
modifica: sus intentos de concertar una vasta alianza de las monarquías germánicas, bajo la

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dirección de Italia, se había traducido en un efectivo distanciamiento frente al Imperio de
Oriente. Más operante que éste fueron dos series de hechos que tuvieron su origen en la
Galia y Constantinopla: la conversión de Clodoveo, rey de los francos, fue el primero (al
ser el pueblo franco el primero en convertirse al catolicismo); y la vuelta del emperador de
Oriente a la ortodoxia fue el segundo. Ambos tendían a resaltar la condición arriana de
Teodorico; presa de temores y sospechas, el rey ostrogodo se coloca a la defensiva
refugiándose en un autoritarismo brutal. Las persecuciones que decreta contra los católicos
aspiran a equilibrar las de signo contrario que se desarrollan en Oriente; siendo sus últimos
años de amargura y rencor.

Con la muerte de Teodorico el Grande, su nieto Alarico tomará el poder, y se encontrará


una sociedad dividida: mientras que unos estaban contentos con el régimen ostrogodo, gran
parte de la población romana reclamaba la potestad bizantina del territorio. De este modo,
tras la invasión del norte de África poniendo fin al reino Vándalo, el ejército de Justiniano
se dirigió hacia Italia, donde durante casi 20 años se llevó a cabo la llamada Guerra Gótica
(535-554), lo que costó muchos esfuerzos y bajas al Imperio de Oriente, agravándose con
una peste que atacó por igual a romanos y ostrogodos. Así, en el 554 Italia caía,
formándose el Exarcado de Rávena, en Italia, y el Exarcado de Cartago, con el norte de
África y el sur de la Península Ibérica. En el Imperio Bizantino, un exarca era un
gobernador con extendida autoridad sobre una provincia localizada a cierta distancia de la
capital, Constantinopla; los llamados Exarcados. La figura de Teodorico el Grande pasará a
la historia en las diferentes versiones de quienes se fijan en una u otra de las facetas de su
reinado: ensalzado como conservador del patrimonio romano o vilipendiado como tirano
sanguinario. Su ideal, en cambio, sobrevivió a los momentos finales del reinado y, tal vez
por ello, la reconquista bizantina no será recibida con el entusiasmo que Justiniano
esperaba.

Reinos anexionados por otros pueblos germanos


Burgunios en la Galia (443-534)

En el valle del Ródano, zonas de Lyon y Arlés, se establecía el reino Burgundio; el cual
había sido reconocido por el Imperio en el año 443. Tras el abandono del arrianismo, en
favor del catolicismo, por el rey Gundebaldo; la presión sobre el territorio del reino franco

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provocó que se llevase a cabo la llamada Guerra Burgundia (523-524), lo que traería el fin
del reino 10 años después con su anexión al reino Franco en el 534. Sin embargo, la huella
territorial burgundia queda presente en el lugar, que pasará a ser conocido como Borgoña.
Suevos en Hispania (411-575)

Es uno de los más prolongados, desde su llegada en el 411, hasta su anexión visigoda en
el 575. Los suevos inicialmente son el único pueblo germano que queda en la península,
una vez que los vándalos se marchan al norte de África en el 429; tienen incursiones en la
Tarraconense y Lusitania, mantienen su paganismo, y unos de sus reyes, Requiario, es el
primer rey germano que da el paso del paganismo al catolicismo sin pasar por una fase
arriana; es un gesto personal que no arrastra al pueblo suevo ni mucho menos.

Cuando intentan extenderse, una vez más, el


Imperio recurre a los visigodos del norte de los
pirineos para que intervengan en la península y
pongan fin a la expansión sueva; entrando éstos
en la Península en el 456. Tras la batalla del
Órdigo, los suevos supervivientes retroceden
hasta la capital del reino, los visigodos toman la
ciudad, y da por extinguido el reino suevo. Los
visigodos regresan al norte de los Pirineos, pero los suevos se rehacen y consiguen
mantenerse como pueblo; sin embargo, se desconoce cómo continua la historia del reino,
ya que en el año 468 termina la crónica del obispo Hidacio de Chaves, que narra la historia
del reino suevo. Justo antes de que finalice esta crónica, sabemos que los visigodos habían
enviado a un misionero, Ajax, que hace que los suevos abandonen el paganismo para
unirse al arrianismo visigodo.

Cuando volvemos a tener noticias del reino suevo, es a mediados del siglo VI, 34 años
antes de la anexión final visigoda, y da la sensación que el reino ha madurado, debido a
que el rey Teodomiro acepta el catolicismo, influenciado por Martín de Braga, procedente
de Panonia, actuando como misionero, fundando el monasterio de Dumia al lado de Braga,
siendo además sede episcopal. Tras la conversión, el reino se organiza y se llevan a cabo
los dos concilios de Braga 561-572, para reorganizar la iglesia. El reino a mediados del
siglo VI ocupa la antigua Gallaecia y parte de la Lusitania, llegando hasta Astorga. Entre
las dos fechas de los concilios, se llevó a cabo el concilio de Lugo en el 569, donde se lleva
a cabo el parroquial suevo, donde se reorganiza territorialmente el reino. En este momento,
los visigodos mantienen su arrianismo, pero en el sur tienen la frontera con el Imperio, y en
la retaguardia un reino germanico-catolico. El rey Leovigildo ocupa el terreno suevo
acabando con el reino en el 585.

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Reino Suevo Máxima extensión del reino suevo

Lombardos en Italia (568-774)

Los lombardos, situados más allá de la frontera, son presionados por los Ávaros, e
invaden la Italia bizantina en el 568, siendo el último episodio de las migraciones
germanas. Apenas habían tenido contacto con Roma, eran arrianos; en su actitud frente al
imperio, pesa mucho el hecho de que saben cuál ha sido el destino de los ostrogodos, los
cuales fueron aniquilados en la guerra gótica; por lo que estos no son muy favorables al
imperio. Aún no habían madurado políticamente, y para conducir al pueblo eligen a un rey
para que los dirigida militarmente, pero poco más, ya que con la muerte de este, comienza
un periodo sin cohesión centralizada y general; su inmadurez política se reflejará en la
invasión. Los lombardos, cada vez que se encuentran una ciudad que les opone resistencia,
continúan, no la invaden, lo que provocará la irregularidad de la invasión. Los lombardos
estarán compuestos por 30 grupos distintos, dirigidos por los duques, se instalan eligiendo
cada uno una ciudad, creando los ducados lombardos, con cada duque y ciudad. No hay,
todavía, una administración central, de modo que el territorio, en teoría, continua siendo
Bizantino. Los duques ceden parte de los impuestos de su ducado, ya su vez entra el
llamado Gastaldo?; mantienen el arrianismo. Cuando un rey lombardo deja el arrianismo
por diversos motivos, no quiere decir que todo el pueblo lombardo ni todos los duques lo
imiten, la aceptación del catolicismo no influye a los demás ducados, lo que demuestra la
visible desastibilidad interna.

A mediados del siglo VII continuará este dualismo religioso, pero en el año 643, siendo
todavía arrianos, se recoge el derecho lombardo en el Edicto de Rotario, evidencia de la
influencia romana, al estar escrito en latín. En Italia quedará la imagen de fragmentación y
discontinuidad; en el siglo VIII, con la residencia real en Pavía (de ahí que el valle del Po
se llame la Lombardía) y la aceptación del catolicismo; los lombardos del norte intentan
imponer a los ducados de Spoleto y Benneveto, suprimiendo el dominio bizantino,
empezando por Rávena, y acabando por Roma, donde se encontrarán con la oposición de
los papas; los cuales nunca estarán a favor de la invasión lombarda y siempre estarán a

35
favor de Bizancio. El final de reino
Lombardo tiene mucho que ver con esto, a
finales del siglo VIII, el emperador promulga
la iconoclastia, interviniendo en el dogma
religioso, prohibiendo las imágenes
religiosas, de la veneración de las imágenes;
lo cual choca con la postura de la iglesia
católica de occidente, frente a la política
oriental, lo que provoca un alejamiento entre
el papa y el emperador de oriente, traducido
con la inseguridad del papa frente a los
lombardos, por lo que se busca a alguien que
defienda Italia frente a los Lombardos,
debido a que Bizancio no era capaz, y el
papa no quería ver a los lombardo en Roma,
por lo que se alía con la nueva dinastía
carolingia franca. Desde que Pipinio el breve
y su hijo Carlomagno adoptan el papel de defensores del imperio en Occidente, deben
ocupar Roma, atravesando los Alpes en el 774 y ocupando Italia. Casi 200 años de dominio
lombardo.

Los reinos anglosajones, visigodo y franco


Los reinos anglosajones en Inglaterra

No hablamos del reino, sino de los reinos; y en Anglaterra (Inglaterra), tierra de los
anglos. Gran Bretaña estaba indefensa desde mediados del siglo V, y en esta situación
padecen las invasiones Pictos del norte, procedentes del territorio más allá del antiguo
limes; e incursiones de los habitantes de la actual Irlanda, los Scotti. Ante esta situación,
los britanos, habitantes de la isla, pactan con los germanos continentales para que acudan
como ayuda militar para ayudarlos a defenderse, el primer desembarco germano para
defender la isla. A partir de ahí se suceden la llegada de diversos grupos, desembarcando
en la costa este de Britania, colonizando el territorio; el territorio que da al mar del norte,
pasará a manos de los germanos paganos, frente a la población bretona-romana, donde la
huella latina se va diluyendo, con el aflojo de la presión imperial sobre el territorio, por lo
que florecen los antiguos rasgos de la población indígena, como la lengua celta; y van
despareciendo las características romanas: las ciudades y latifundios; pero pervive el
cristianismo, que los define frente a los recién llegados conquistadores paganos; esto será
un factor decisivo. Lógicamente, dado la característica de la inmigración marítima, no
hablamos de una expedición de un único pueblo, sino de grupos muy heterogéneos, y no
puede hay unidad política. Los bretones se van quedando en la parte oriental, en el actual
Gales, y otra parte cruzan el mar, y se instalan en la actual Bretaña francesa, de ahí su
nombre. Como consecuencia de la llegada de los germanos Anglos, Jutos y Sajones; en el
siglo XII, los habitantes se considerarán sajones.

36
Se va madurando políticamente, desde la organización tribal, a mediados del siglo V por
el subreino, al frente del cual hay un underking o lesserking; bajo cuya autoridad existe un
grupo de personas, pero no existe una demarcación territorial. De aquí se va esbozando el
reino regional, con base territorial, de forma que estos reyes controlan a la población de un
determinado ámbito regional. El principal cronista de la historia del pueblo anglo es Beda
el Venerable, del norte de Inglaterra. Al norte aparece el reino de North Umbria, en el
centro Mercia, y en el Sur, los Wessex, Essex, Anglos orientales, East Anglia, etc. Unos 10
reinos aproximadamente, los reinos anglosajones que tienden lentamente hacia la unidad,
cuando uno de ellos se impone sobre el resto, pasando a ser el último nivel organizativo, en
el siglo VII, con el rey Oswy, llamado bretwalda la figura del rey, del reino North Umbria.
Seguido por el rey Offa, que establece relaciones imperiales con Carlomagno.

Así, la evolución organizativa de


Inglaterra es facilitada por la acción de la
iglesia y el cristianismo, el momento en que
se abandona el paganismo, recibir la lengua
latina como litúrgica; la evangelización de
Inglaterra comienza en el reino de
Kentishmen, donde el rey recibe del Papa
Gregorio Magno misioneros romanos, para
instruir a la población, que reconoce la figura
del papa, monjes con la regla benedictina,
introduciendo el monacato benedictino a su
ve. Esto se desplazará hacia el norte
fundando sedes episcopales territoriales,
donde el obispo ejerce el dominio religioso
sobre un territorio, como en el viejo mundo
romano, lo que contribuye que cada
monarquía tenga un control territorial amplio. La otra corriente de evangelización procede
de Irlanda, que nunca había pertenecido al imperio, pero eran cristianos, y ejercían una
influencia notable en los reinos del norte y en los pueblos Pictos, con una orientación
monástica diferente a la benedictina; así, en la Inglaterra anglosajona del siglo VII, existen
dos expresiones cristianas distintas, la romana e irlandesa. El concilio de Whitby, se llega
al acuerdo de adoptar las costumbres romanas en detrimento de las célticas, de tal modo
que la Inglaterra anglosajona, en el 664 se organizan las diócesis, las provincias
eclesiásticas, Canterbury, York; y la Inglaterra anglosajona se convierte en un espacio
germano en el origen y latino en lo cultural, lo cual influirá en la inspiración de
movimientos posteriores, como el renacimiento carolingio. A finales del siglo VIII, poco
después de Offa, tenemos la primera noticia de un ataque escandinavo (vikingo); por lo que
este territorio volverá a sufrir otras migraciones, por lo que el cristianismo anglo volverá a
chocarse contra el paganismo, esta vez, vikingo.

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El reino hispano visigodo
La identificación con el espacio y la sociedad de la península (507-586)

Los más fieles aliados de Roma, los más romanizados de los bárbaros, los visigodos,
habían compartido con francos, burgundios y romanos el territorio de la Galia. Con la
conversión al catolicismo del reino franco, este contó con la ayuda de la población católica
sometida por los visigodos, logrando expulsar a los mismos al vencer en Voullé en el 507,
acabando con el reino de Tolossa, y haciendo que su rey, Alarico II, perdiera todas sus
posesiones al norte de los Pirineos excepto la Septimania. Los visigodos se desplazan hacia
la península, donde ya habían sitiado a los Suevos una vez, y ocupan el territorio, situando
la ciudad de Toledo como sede regia, al estar ésta en el punto neurálgico de la península,
con distancias similares a los suevos del oeste; a los francos del norte; y al exarcado
bizantino en el sur.

Es difícil adjetivar la dominación visigoda


de la Península, en el plano político, la extrema
violencia de la lucha por el poder hace
infrecuente la muerte de un monarca en los
primeros años de reinado; en la vida religiosa,
la intransigencia se contagia y pasa de los
arrianos, perseguidores de los católicos, a los
católicos que proscriben a los arrianos y
eliminan a los judíos. En el ámbito geográfico,
la extraordinaria vitalidad de los distintos
componentes y pueblos peninsulares dificulta el
proceso de integración territorial; y todo ello
desarrollado al compás de una economía
monetaria que se debilita, unas actividades mercantiles que se esclerotizan y una sociedad
que se divide en ricos, cada vez más ricos, y pobres cada vez más pobres. Sin embargo, el
esfuerzo visigótico en Hispania llegó a conocer el éxito; ahora, en los sesenta años del 507
al 567, lo que hacen los nuevos ocupantes es consolidar su establecimiento en el país, y
preparar los caminos hacia la unidad. Ambos objetivos eran difíciles: exigían la fusión con
la población hispanorromana y la defensa del territorio contra enemigos peninsulares y
extra-peninsulares; entre los primeros, los Suevos, olvidados por las fuentes por más de
ochenta años, vuelven a dar señales de vida a mediados del siglo VI; convertidos al
catolicismo, no parecía que su actividad comprometiese excesivamente al dominio
visigodo. Más problemáticos resultaba dominar a los grandes señores hispanorromanos
que, amparados en sus extensos dominios, burlaban con facilidad los resortes del gobierno
visigóticos, demasiado primitivos. Mayores dificultades aún parece ocasionar la movilidad
de los vascones; espoleados por frecuentes situaciones de superpoblación y déficit
económico, saquean constantemente las poblaciones del valle del Ebro.

A los enemigos de dentro hay que añadir los de fuera; al norte, los francos, deseosos de
redondear su dominio en la Galia ocupando la Narbonense, todavía visigoda. Su condición
de católicos hacía de ellos potenciales colaboradores de toda sublevación hispana contra

38
sus dominadores arrianos. Por otro lado, al Sur, pronto hubo un nuevo enemigo, las tropas
bizantinas, fáciles triunfadoras en el norte de África, incapaces de resistir la tentación de
posicionarse en uno de los bandos para conseguir el trono visigodo. Tras la victoria de su
protegido, Agila I, los bizantinos se instalan del Algarbe a Denia, constituyendo una
permanente amenaza para la monarquía visigoda; los reyes no temían su fuerza militar,
más les preocupaba el apoyo que puedan prestar a los rebeldes hispanorromanos de la
Bética.

Hostilizada por todas partes y resentida de una falta de cohesión interna, la monarquía
visigoda difícilmente puede enfrentarse con su tarea: la de dar forma a la unidad política
del territorio peninsular. Los acontecimientos le ayudaron de forma insospechada, con la
aparición de un rey de fuerte carácter, Leovigildo, la monarquía hallaba el instrumento
necesario para su política nacional. Sus objetivos debían ser la fusión con los
hispanorromanos y victoria sobre los enemigos, los cuales habían acabado por introducirse
en casa; de su éxito, a mediados del siglo VI, dependía el futuro de la península.

Leovigildo emprendió diversas campañas militares a lo largo de


la geografía de Hispania, las cuales tuvieron consecuencias en el
afianzamiento del poder del reino de Toledo. En el 581, una de
estas campañas se dirigió contra los vascones, permitiendo la
fundación de la ciudad visigoda de Victoriacum o Victoríaco, actual
Victoria Gasteiz, para controlar el territorio de Vasconia. En el 576,
intentó conquistar el Reino Suevo, cuya conquista definitiva, tras
174 años de dependencia visigoda desde el 411, no llegaría hasta el
585 con la batalla de Braga. Además de las campañas militares,
prácticamente inútiles contra el Imperio Bizantino, Leovigildo
también organizó el aparato central del reino, officium palatino y
aula regia; además promulga su codex regisus, el cual conocemos a
Juan de Biclaro, un monje godo católico que recogió toda la historia
del reinado de Leovigildo; por último, en esta época también se
empezaron a organizar las ciudades en manos de duques, todos
visigodos, independientemente de la mayoría étnica de la población
que gobernasen. Al final del reinado, se produce la rebelión de Hermenegildo, hijo de
Leovigildo, en el 582. En Sevilla, Hermenegildo había conocido a Leandro, hermano de
Isidoro de Sevilla, y éste influye en él y lo convence para que se convierta al Catolicismo.
Éste, se levantó en armas contra su padre, y pidió apoyo a los bizantinos; la primera
reacción de su padre fue reunir un sínodo (concilio) arriano en Toledo e intentar negociar
con su hijo una salida a la situación, pero al no llegarse a un acuerdo, se provocó una
guerra civil.

La guerra, victoriosa para Leovigildo, terminó con la muerte de Hermenegildo en


Tarragona, en el 583; éste será considerado un mártir por la Iglesia Católica, al morir por
su condición católica, y 10 siglos después sería canonizado como San Hermenegildo. Los
cronistas hispanos y visigodos de la época hablan de él como un tirano (San Isidoro de

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Sevilla opinaba que había provocado una guerra innecesaria), mientras que los escritores
extranjeros, francos, como Gregorio de Tours, lo tratan de mártir.

La aristocracia territorial hispanovisigoda intenta controlar el poder (586-681)


Con la muerte de Leovigildo en el 586, en Toledo, su hijo Recaredo tomó el poder. Éste,
desde un comienzo mostró su intención de abrazar el catolicismo, así, lo primero que hizo
fue convocar un sínodo arriano en Toledo, en el 587; en el cual se produjo un debate
religioso: al final la decisión fue que lo mejor sería convertirse al catolicismo, antes que
intentar que la mayor parte de la población hispana se convirtiese al arrianismo. Pero esta
conversión del pueblo no fue tan fácil, y en ciudades como Mérida, o en la región de la
Septimania, hubo una fuerte oposición a esta conversión, por lo que, ante esto, Recaredo
convocó el III Concilio de Toledo.

Los Concilios de Toledo van a ser muy


relevantes dentro de la historia del reino
visigodo y para la historiografía universal,
ya que a partir de este momento, gracias a
sus actas, se conoce gran parte de lo que
ocurría en el reino, no sólo en lo religioso,
sino también en lo político, social y
administrativo. El III Concilio se lleva a
cabo en el 589, y se tratan aspectos
religiosos y de administración pública:
dentro de lo religioso, además de la
renuncia del arrianismo por parte de Recaredo, se trató que todos los concilios tendrían un
libro en donde se analizarían todos los problemas del reino; esto será llamado el Tomo
Regio, y gracias a él se conocen todas las personas que acudieron a cada uno de los
concilios. Por otra parte, administrativamente, se dispuso que las reuniones regionales
debían estar presididas por un alto funcionario, siendo elegidos por el rey; con esta medida
los obispos se convirtieron en vigilantes de los administradores, para poder avisar al rey de
los abusos, o incluso con poder para excomulgar a los administradores.

El Concilio de Toledo también trajo consigo un debate: la permanencia del arrianismo


suponía mantener la lengua germana, oficial en la liturgia arriana, es decir, un símbolo de
identidad germano, por lo que adoptar el catolicismo supuso adoptar una liturgia en latín,
dándole un golpe de muerte a las lenguas goda y germana, las cuales nos han dejado
palabras como “guerra”, war en inglés, en lugar de otra derivada de la latina bellum, a
pesar de que contemos con conceptos como “bélico” o “beligerante”.

En el IV Concilio General de Toledo, en el año 633, inspirado por Isidoro de Sevilla,


hermano de Leandro, se formula una teoría política nueva, que consiste en que el rey
ejercerá legítimamente su poder únicamente si actúa con una ética correspondente a las
doctrinas católicas, si esto no se produce, no se le reconocerá como monarca legítimo.
Ya en el año 654, el rey Recesvinto dará un paso decisivo, publicando el Liber
Iudicorum, Liber Iudicium, una compilación de leyes que han de ser aplicadas

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territorialmente, en las cuales se dicta que todos los habitantes del reino están sometidos a
un mismo derecho, independientemente de si son descendientes de romanos o germanos;
con esto, se fusionará totalmente la sociedad dentro del carácter judicial, abandonando las
diferencias anteriores. Finalmente, esta etapa finalizará con el reinado del rey Wamba, que
vivirá una revuelta de algunos nobles visigodos en el año 673, en la única provincia ultra-
pirenaica del reino visigodo de Toledo, la Septimania. Sofocada la misma, Wamba
reorganizará su ejército proclamando la llamada Ley Militar, mediante la cual obligaba a
los nobles y eclesiásticos, bajo pena de muerte o confiscación de bienes y exilio, a acudir
con las tropas en caso de invasión o rebelión. Con esto, el rey tenía todo el control de las
tropas de sus nobles en caso de que uno de ellos quisiese rebelarse.

La aristocracia se impone al concepto de res publica: el final del reino (681-711)


En los últimos 30 años, la aristocracia se impondrá al poder público, tendiendo a ejercer
sobre sus dominios poderes antiguamente públicos. Estos años se conocen mal, debido a
las pestes y malas cosechas; además, da la sensación que el reino se está desintegrando, lo
cual explica que a los musulmanes les sea tan fácil controlar el territorio, debido a que las
aristocracias prefieren pactar con los nuevos señores del reino que defender el mismo. Uno
de ellos es el pacto que el Conde Teodomiro hace con las nuevas autoridades musulmanas.

Para explicar la desintegración del reino visigodo hay que tener en cuenta otros aspectos
como son: el desarrollo de instituciones de carácter feudal, el aumento de las clientelas y la
aparición de una fuerte oligarquía militar de carácter familiar que llega a enfrentarse al rey
con frecuencia. Hay una alternancia de represión y amnistía en los últimos años del reinado
que produjo una fuerte inestabilidad social y política. Además, hay un estado de
desmoralización de la sociedad que se refleja en las leyes militares de Wamba, ya
mencionadas. También las amnistías tributarias denuncian una economía precaria para un
gran parte de la población; y el aumento de los suicidios y los problemas con los obispados
(nombrar obispos germanos) van agravando el problema.

También son importantes las causas


económicas para explicar la conquista,
como por ejemplo, la desaparición del
comercio a larga distancia, que además
de deberse a la ocupación del Norte de
África por los musulmanes, se debió a
la dura política antijudía, los cuales eran
los principales controladores del
comercio del momento. Todos estos
factores hicieron que el reino visigodo
se encontrase en una situación de
debilidad interna, favoreciendo la
invasión musulmana del 711, con la
batalla de Guadalete, en la que el rey Don Rodrigo fue derrotado; la derrota fue tan
completa que supuso el final del estado visigodo en la península ibérica.

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La Francia merovingia: una síntesis ponderada con futuro.
La difícil unidad política: el reinado de Clodoveo I

Al desaparecer el Imperio romano de Occidente, la Galia se hallaba dividida entre


varios poderes: en el sur, los visigodos, agrupados en torno a su capital, Tolossa (Toulusse);
al este, los burgundios, controlando el valle del Ródano; al norte, los francos, divididos en
dos grupos étnicos y diversos reinos locales; y en el centro, como resto de la antigua
dominación romana, un pequeño territorio comandado por un magister militum, el reino de
Siagrio. La fortuna de los francos se debe, en buena parte, a la actividad de uno de sus
monarcas, Clodoveo, entronizado en el 481, y cuyo reinado se desdobla en dos fases:

 En la primera elimina los restos de dominación romana en el centro de la Galia, y


fortalece su posición dentro del conjunto franco, suprimiendo los restantes pequeños
reinos de parientes y rivales.

 La segunda fase se inicia con su conversión al catolicismo, bautizándose en Reims en


el año 489 junto a 300 de sus guerreros; por lo que los francos se transformaban así en
el primer pueblo bárbaro católico de Occidente. Las consecuencias del hecho fueron
notables e inmediatas: Clodoveo, ensalzado como un nuevo Constantino, lleva a cabo
diversas cruzadas católicas contra arrianos y paganos. Demasiado débil para prestarlo,
no podía esperarse el apoyo del papado, pero sí, al menos, el más próximo de la
potente jerarquía católica y, sobre todo, del monacato cada vez más poderoso. De todo
ello se aprovechó Clodoveo, y su actitud marcará un sendero nunca olvidado durante
siglos: el que de Roma conduce a París, el que, en una frase, unirá al Papado y a
Francia a lo largo de la Edad Media.
La Iglesia no fue la única ayuda para el nuevo poder naciente
en la Galia, otra, muy poderosa, se la brindó la población
galorromana: no se trataba sólo de una afinidad religiosa que
simplificaba las cosas y daba tinte nacional y misionero al
gobierno de Clodoveo, era algo más profundo y anterior; se
refería a la instalación de los francos en el territorio que se había
realizado al margen de los marcos jurídicos de la “federación” y
la “hospitalidad”. No era el caso vándalo, agresivo y expoliador,
sino todo lo contrario, el asentamiento franco se realizó sin
destrucción, ni tan siquiera despojo en masa; las fuentes no
mencionan el reparto, tan sólo aluden a ocupación del patrimonio
público. Tal respeto allanaría el camino para un acuerdo entre las dos aristocracias, franca
y galorromana, pese a que las disposiciones de la Ley Sálica resultaron más impermeables
que las demás leyes bárbaras a las influencias del derecho romano.
Tras dar el paso de la conversión, Clodoveo expandirá el reino imponiendo su autoridad
a los alamanes (502), ocupando el territorio al norte del Loira en el 486, en la batalla de
Solssons; y expulsa a los visigodos en el 507, convirtiéndose en el monarca germano más
poderoso de Occidente. Aclamado como vencedor del arrianismo, Clodoveo recibe de
Bizancio los títulos de augusto y cónsul, tratando de animarlo a proseguir contra los

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ostrogodos. Una cosa era conquistar la Galia, otra muy distinta, gobernarla; Clodoveo
apenas había intentado lo segundo, establecido en París, a la que hizo capital del reino; sus
guerreros se habían asentado en las cercanías, sin que la zona sur del país, la más
romanizada, recibiese el bautismo franco, por lo que una diferencia entre ambas áreas
comenzó a establecerse. Por el momento no fue lo más importante, pero mayor
trascendencia tuvo que los merovingios, sucesores de Clodoveo, se mostrasen mucho
menos efectivos como gobernantes. Sus inadecuadas concepciones políticas y la extensión
del reino, desmesurada para las limitadas instituciones del siglo VI, explican los resultados.
Para Clodoveo y sus sucesores, en
efecto, el país entero era una posesión
personal, adquirida por derecho de
conquista, y como tal patrimonio, el reino
podía y debía dividirse, y en él, cada hijo
tenía derecho hereditario a una parte. En su
gobierno, una extraña mezcla de autocracia
primitiva y anarquía caracterizará la
evolución política de la monarquía
merovingia. Sus resultados fueron penosos,
pero, sorprendentemente, de Francia nacerá
la fuerza unificadora de la Europa católica;
a pesar de que la división por herencias del
reino provocase un difícil control del
territorio, llegando a tener varios reyes de la misma dinastía en los distintos; y que se
provocase una sangrienta historia política, enfrentándose hermanos, tíos o primos entre sí
por el poder territorial.
La diversidad de ámbitos políticos en el regnum francorum

La Francia merovingia es un reino multiétnico, donde reinan los francos, pero no toda la
población era germana: en la Aquitania, antiguo reino visigodo, la mayor parte de la
población es romana. En el 533, se anexiona el reino de borgoña, cuya mayoría poblacional
es borgoñona/burgundia y romana; esto mismo pasará con los alamanes y turingios (a los
que le imponen un protectorado en el 531), los cuales tienen cada uno su propio derecho,
en lugar de un derecho único como en el reino visigodo. La parte del reino donde la
población franca es mayoritaria está organizada territorialmente en condados dirigidos por
un grafio, similar al comes latino, en la parte septentrional; pero en la parte meridional, se
establecieron ducados, como en Toulusse.

En ámbitos políticos hay un tercer elemento: los reinos, como consecuencia de los
repartos ya mencionados. El reino de Neustria, como ciudad más importante París, entre el
Loira y ariculado por el Senna; y el reino de Austrasia, la parte más germana del reino, y
núcleo del reino junto con Neustria. Austrasia es la parte que limita con otros pueblos
germanos, como frisones sajones, turingios, suevos o bárbaros; por lo que es la zona con
más papeletas para extenderse; en esos repartos hereditarios, acabarán siendo los reyes
hermanos entre sí. Durante todo el siglo VI- principios del VII, habrá periodos muy breves

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donde un rey gobierne todo el territorio, en el siglo VI, durante sólo 3 años, 558-561; con
Clotario I, pero con la muerte de este se reparte el reino de nuevo. Despues, en el siglo VII,
volverá a haber una unificación, entre el 613-639, durante unos 25 años con dos monarcas,
Clotario II y su hijo Dagoberto I. Al morir, el último vuelve a repartir el reino, entrando en
el resto del siglo en una total anarquía; en este contexto es decisivo el papel político de los
obispos, porque desde las sedes episcopales imponen su autoridad, en un contexto en el
que el apoyo de una figura eclesiástica, como un obispo, era vital. Tambien es decisivo el
papel de los monasterios, debido a que son fuentes históricas importantes, no como en el
caso visigodo, ya que la zona bética, al ser dominada por los musulmanes, pierde este
factor monacal tan utilizado para la historiografía moderna. Muchos bienes son donados a
monasterios, para que estos no sean repartidos en las herencias, pero las familias donantes
siempre tendrán algún poder sobre el monasterio al que dona, formándose los monasterios
familiares.

El triunfo de la aristocracia de los espacios regionales a partir de la muerte de Dagoberto


I (639) y el ascenso de la dinastía carolingia

Finalmente, en el 639, la aristocracia se impone en los distintos espacios regionales;


para entender este factor, debemos primero entender la figura del mayordomo de palacio,
maior domus, el cual era el intendente principal del rey; durante el reinado de los últimos
reyes merovingios llegaron a ostentar el poder político, ejerciendo una función similar a la
de “primer ministro”. Con el tiempo, los reyes francos van perdiendo la capacidad de
gobernar el reino a favor de la aristocracia territorial y de los mayordomos de palacio, que
consiguieron formar ramas hereditarias, e incluso se llega a denominar a los reyes francos
los Do-nothing Kings, “los reyes que no hacen nada”. De este modo, en cada reino se
asienta una dinastía de mayordomos, siendo la más poderosa la de Austrasia, que a finales
del siglo VII consigue hacerse, además, con la mayordomía de Neustria y Borgoña, gracias
a Pipino de Heristal.

3. Una autoridad crecientemente privatizada


La realeza

Es la forma institucional de todos los reinos germánicos; la realeza como institución de


gobierno pasa de una jefatura militar a una jefatura política, que debe ser capaz de
comprender el territorio y de gobernar a una sociedad multiétnica. A la autoridad pública
romana, se va imponiendo la aristocracia germana; en todos los casos los reyes tienen 3
grandes atribuciones:

 Ban: Es la capacidad de mandar, la cual es vaga, inconcreta y abstracta, cuyas


competencias son las llamadas “banalidades”.
 Beetría: Capacidad de retribuir los servicios y distribuir los beneficios.
 Mund: La protección y reparto de justicia.

En todas las monarquías, existía la tendencia a la herencia, lo que no gusta a la


aristocracia, que le favorece que no lo sea para poder intentar entrar en la sala regia, como

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ya hemos visto que sucederá con Pipino de Heristal. Algunos reyes intentarán mantener la
monarquía en su dinastía mediante la adopción en vida, adoptan a una persona en vida con
la esperanza de que, con la muerte del rey, sea esta persona su sucesor; en casi todos los
casos, cuando es electiva suele ser elección regia, eligiendo al sucesor dentro de su misma
dinastía. Por otro lado, también se intenta reforzar la autoridad de los reyes mediante
ceremonias, algunas de tradición germana (levantar al rey en el escudo en batalla), y otras
de origen latino. Finalmente existe la unción regia, que ungía al rey otorgándole un
carácter semi-sacerdotal, reforzando su poder, debido a que el atentar no sería sólo un
delito, sino que se convertiría también en un sacrilegio.
El ejercicio del poder compartido con la aristocracia en el plano militar, fiscal y judicial

En el plano militar, ya hemos visto que el ejército es la suma de ejércitos privados de


propietarios cuando son llamados por el rey; en el terreno fiscal, los grandes propietarios
pagaban impuestos al estado, pero ahora el gran propietario ejerce atribuciones fiscales a
los habitantes de sus grandes dominios, al igual que lo hará de forma fiscal.
La concepción germana del derecho prevalece en la sociedad

Se denomina derecho germánico al conjunto de normas por las que se regían los reinos
germanos. Estos no poseían un código legislativo, por lo que se regían bajo un derecho
consuetudinario; sin embargo, tras el contacto con la forma de vida romano. Surgieron
algunos de ellos, promulgados por los monarcas, como el Código de Eurico. Era un
derecho mucho más primitivo que el romano, influido por las tradiciones seminómadas de
estos antiguos pueblos, pero que fue variando con la adopción de la romanización. En el
caso del derecho, se acaba imponiendo el de la concepción germana; un derecho oral,
elaborado por una asamblea de hombres libres. Las características del derecho germano
son las siguientes:

 Prima la credibilidad del acusado: Una persona que es acusada de un delito puede
librarse del mismo si encuentra a personas que avalen su inocencia, que testifiquen a
su favor. Esto beneficiará a los más poderosos, los cuales pueden conseguir, de una
forma más sencilla, gente de confianza que asegure su inocencia.

 La Ordalía: Con las ordalías se pretendía determinar la culpabilidad o no de una


persona con una prueba de fe; incluso podía tratarse de un tercero ajeno al proceso el
que se sometiese a la prueba, las llamadas ordalías de representación; estas tenían una
naturaleza de medio prueba y juicio de divino. Un acusado debía demostrar su
inocencia sometiéndose a pruebas tales como sostener un hierro al rojo vivo,
permanecer largo tiempo bajo el agua, o meter su mano en agua hirviendo. Si era
capaz de soportarlo, se entendía que Dios le ayudaba por ser inocente.

 Wegeld: En los delitos de sangre, todas las penas venían acompañadas por este factor,
mediante el cual la pena varía en función de la categoría social, el sexo o la edad de la
víctima.
 La no intervención del poder público en los embargos: Alguien puede proceder a un
embargo como pena ética de un delito menor, como una agresión.

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 Venganza de sangre: Implica a los familiares del agresor y de la víctima de un
asesinato; de este modo, la familia de la víctima puede tomarse la justicia por su mano
y dar cuenta la venganza contra el autor del delito o algún miembro de su familia, sin
intervención de los poderes públicos, llegando a heredarse penas de sangre entre
generaciones.

Miniatura medieval que muestra la ordalía del hierro al rojo vivo

TEMA 3: ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LOS PRIMEROS SIGLOS


MEDIEVALES
El resultado de la fusión de las sociedades romana y germana fue la acuñación de una
nueva sociedad romano-germánica que, a mediados del siglo VII, aparece formada en
Occidente. Sus caracteres más definitivos no los debe a la asimilación de dos pueblos de
tradiciones y niveles distintos, sino a las particularidades condiciones sociológicas que la
conforman.

1. La formación del feudalismo y los debates historiográficos


Es necesario precisar nuestra intención desde el
primer momento. La palabra “feudalismo” (fr.,
Féodalité; alem., Lehnswessen o Feudalismus;
ingl., Feudalism; holan., Leenstelsel) se presta a
confusiones. Después de la Revolución Francesa,
la palabra “feudalismo” ha sido utilizada muchas
veces olvidando su verdadero sentido. Sin
detenernos en dichos usos, totalmente arbitrarios,
tengamos en cuenta aquí las dos principales
acepciones admitidas actualmente por los historiadores; si queremos limitarnos a lo
esencial, debe permitírsenos reducir los análisis a esas dos acepciones y a las definiciones
más matizadas, salidas de la pluma de ciertos autores. Pero primero observemos una
pequeña síntesis del origen de lo que conocemos como Feudalismo:

Desde la crisis del siglo III, con más o menos intensidad, el Imperio había conocido el
fenómeno que arrastraba a los débiles, atemorizados por la inseguridad y abrumados por el

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fisco, a buscar la protección de los grandes propietarios. Dos formas revestían la relación
entre ambos: la entrega de tierras por parte de un pequeño propietario a un poderoso y la
encomendación personal de un hombre libre, desheredado, a un gran señor.

La primera, muy frecuente desde el siglo III, convertía al pequeño propietario en colono
de sus propias tierras, entregadas al poderoso terrateniente. A cambio de mermar su
libertad, se aseguraba la supervivencia y, en lo posible, una situación tranquila: en paz con
el temible fisco romano, frente al que muchos grandes propietarios habían alcanzado la
inmunidad, las rentas y servicios que habían de prestar a su nuevo señor no parece que
fueran excesivos. Su pérdida de libertad, sí: falto de tierras, el encomendado no podía
aspirar a buscar nuevo patrono; de hecho, quedaba adscrito, sin libertad de movimientos, al
dominio del señor. Las relaciones entre ambos, al principio de tipo privado, van
doblándose con las funciones públicas que desempeña el segundo; justicia, milicia e
impuestos, van transfiriéndose del Estado a los grandes propietarios, y el cerco se va
estrechando en torno a los débiles. El régimen señorial había nacido.

La encomendación personal es la segunda fórmula de dependencia que conoce el Bajo


Imperio. Como medio de hacer carrera, un hombre libre se encomendaba a un poderoso,
obligándole a prestarle servicios personales poco precisos, que en un principio no parecían
incluir los de tipo militar. La compensación era la entrega de tierras u otros bienes,
desligados de toda obligación, con el simple carácter de liberalidad temporal.

La inseguridad pública no cesó con la desaparición del Imperio, las invasiones las
acrecentaron, y, con ella, la necesidad urgente de protección. Las fórmulas siguieron siendo
las mismas: la del pequeño propietario que limitaba su libertad entregando las tierras, y la
del desheredado que entraba al servicio de un poderoso. Lo que varió fue la legalidad:
menos impuestos a escudarse en ficciones jurídicas, de los que tanto había abusado Roma
en sus últimos momentos. Entre los siglos V y VII, la sociedad occidental se adorna con
rasgos pre-feudales. El más reciente, y más antiguo a la vez, propio de pueblos primitivos,
será el de la clientela: unos hombres libres se someten a un jefe, a quien deben defender
con su vida; son gente de condición noble que forma la comitiva del rey. A su modelo, los
grandes señores organizarán la suya; desde el siglo VIII, una palabra llamada a tener gran
difusión denomina sus componentes: los vassi, los vasallos. Para ayudarlos o premiarlos, el
señor tenía dos soluciones: mantenerlos en su casa o facilitarles alimentos y medios de
vida; generalmente optó por la segunda, la ruralización de la vida en Occidente hacía más
cómodo este expediente y lo organizaba en forma de entrega de tierras a los patrocinados.
En plena propiedad o, mucho más frecuente, en tenencia por un censo módico, los
encomendados se hacían con tierras con que enfrentar sus necesidades.
La interpretación institucional: La visión de Ganshof

La primera interpretación institucional viene de la mano del historiador belga F. L.


Ganshof; que decía que se puede concebir el feudalismo como un tipo de sociedad cuyos
caracteres determinantes son: un desarrollo elevado a grandes extremos de los lazos de
dependencia de hombre a hombre, con una clase de guerreros especializados que ocupan
los peldaños superiores de dicha jerarquía; una fragmentación extremada del derecho de

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propiedad; una jerarquía de los derechos sobre la tierra nacidos de
dicha fragmentación, jerarquía que corresponde a la misma
jerarquía en los lazos de dependencia personal que acabamos de
mencionar; y una fragmentación del poder público que crea en cada
país una jerarquía de instituciones autónomas, que ejercen en
interés propio los poderes atribuidos normalmente al estado y a
menudo la misma fuerza efectiva de éste en una época anterior.

Existen otros lugares, algunos en otras épocas, que presentan


analogías con el feudalismo de la Edad Media occidental; se ha
hablado de feudalismo en el antiguo Egipto, en las Indias, en el
Imperio bizantino, en el mundo árabe, en el Imperio turco, en Rusia, en Japón, y en otros
muchos lugares. Autores como Joseph Calmette o Marc Bloch han preferido el término
“sociedad feudal” en lugar de “feudalismo”; esta distinción, si se generalizara, tendría la
ventaja de poder limitar el uso de la palabra “feudalismo” a los casos en que debe admitirse
la otra acepción de la misma.

De acuerdo con esta segunda acepción, puede definirse el feudalismo como un conjunto
de instituciones que crean y rigen obligaciones de obediencia y servicio –principalmente
militar- por parte de un hombre libre, llamado “vasallo”, hacia otro hombre libre llamado
“señor”, y obligaciones de protección y sostenimiento por parte del “señor” respecto del
“vasallo”, dándose el caso de que la obligación de sostenimiento tuviera la mayoría de las
veces como efecto la concesión, por parte del señor al vasallo, de un bien llamado “feudo”.
Entre señor y vasallo se establecían las relaciones de vasallaje, esencialmente políticas; en
el feudo, entendido como unidad socio-económica o de producción, se establecían
relaciones de muy distinta naturaleza entre el señor y los siervos.
Materialismo histórico: La visión marxista
La visión marxista estructura que toda sociedad humana
atraviesa 3 fases, 3 modos de explotación del trabajador, hasta
llegar al comunismo final; estos son, el esclavismo de la
sociedad antigua, el feudalismo de lo que conocemos como
Edad Media, y el capitalismo de las Edades Moderna y
Contemporánea. Para Marx, la sociedad feudal posee muchas
características similares a las de la sociedad antigua, las
relaciones sociales de producción son también semejantes a las
del modo de producción esclavista.

Pero, pese a que el señor feudal posee la propiedad completa sobre los medios de
producción, sólo en parte la posee sobre el trabajador, el siervo, con el que establece una
relación de servidumbre o vasallaje. Como ocurre en todo modo de producción, Marx
establece siempre 3 estructuras: la Estructura económica, que entiende las fuerzas
productivas, las relaciones de producción y los medios para realizar el trabajo; la
Estructura jurídico-política, formada por el conjunto de normas, leyes instituciones y
formas de poder político que, condicionadas por la estructura productiva, ordenan y

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controlan el funcionamiento de la actividad productiva de los ciudadanos; y, por último, la
Superestructura ideológica, constituida por el conjunto de ideas, creencias y costumbres
plasmadas en las formas ideológicas de la cultura, religión o la filosofía, con las que se
justifica la “naturalidad” y “legitimidad” del modo de producción del que derivan y cuya
realidad social enmascaran.

Modos de
En OCCIDENTE Clases Sociales Formas de explotación
Producción
Modos de producción
Antiguo amos/esclavos esclavitud
tradicionales
Feudal señores/siervos servidumbre
Modos de producción
Capitalista burgueses / proletarios trabajo asalariado
modernos

Relaciones feudales/relaciones señoriales

Tras la observación de las dos teorías, muchos historiadores institucionalistas, criticaron


que la visión marxista, al ser tan amplia y abusiva, no concretaba realmente lo que era el
feudalismo, ya que el materialismo histórico mencionaba como feudalismo a sociedades
donde no existieron los feudos como tal, como las asiáticas. Para contraponer la visión
marxista en la que el feudalismo es vigente hasta el siglo XVIII, con la Revolución
Francesa; propusieron establecer una división entre relaciones feudales y relaciones
señoriales, estas últimas, aquellas organizadas entre la cúpula de la sociedad (señores y
vasallos), y el campesinado. En este sentido, el feudalismo habría terminado con el fin de
los feudos; pero los señoríos y las relaciones sociales que implicaban los mismos,
continuarán hasta el final del Antiguo Régimen.
Sociedad feudal

Por tanto, se estableció una imagen de la sociedad


feudal, en la cual casi todos los historiadores están de
acuerdo en aceptar, a pesar de las visiones ya
mencionadas. Para que se pueda definir una sociedad
como feudal, deben 3 condiciones básicas: la primera
tiene que ver con lo económico, en estas sociedades
tenía un extraordinario peso el sector primario,
acompañado por una vida agraria generalizada, y que
venía ligado a la organización de las tierras de cultivo en grandes latifundios. La segunda
tiene que ver con la sociedad, la cual está caracterizada por la existencia de relaciones
sociales a todos los niveles, vasalláticas y señoriales, en las que el estado no juega
prácticamente ningún papel; por último está la política, que se caracteriza por una
fragmentación máxima de la autoridad, un ejemplo típico es el Reino Franco occidental a
la altura del año 1000, en el que la institución con más poder, la castellanía, ejerce su
autoridad en un territorio de escasos kilómetros cuadrados.

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2. Rasgos socioeconómicos de larga duración en los primeros siglos medievales
Los cambios en el marco geográfico

Con la desaparición del Bajo Imperio, la situación, en el contexto del marco geográfico,
se agrava, ya que las relaciones, a todos los niveles, entre Oriente y Occidente cesan
debido al asentamiento de los Eslavos en el Ilirio, en el siglo VI. No sólo se lleva a cabo
una ruptura vertical, sino que también se provoca una ruptura meridional en la zona
mediterránea, debido al control musulmán del antiguo Mare Nostrum, impidiendo las
relaciones comerciales ajenas a ellos. De este modo, el marco geográfico de la cultura
occidental se desplazará al noroeste, en la zona del Mar del Norte, donde se desarrollará de
una forma más latente el comercio.

Los esqueletos desenterrados en los cementerios merovingios llevan huellas de heridas


de signos muy aparentes de raquitismo y atestiguan la amplitud de la mortalidad infantil y
el descenso del promedio de vida. Este último testimonio confirma el de los textos
literarios; violencias de los grandes, miseria e insuficiente alimentación en las clases
inferiores. En todos los aspectos de la civilización se discierne la misma evolución:
corrupción de tradiciones antiguas, penetración progresiva de los usos y de la mentalidad
germánica, paso a la barbarie.
La penuria económica y sus causas
La pobreza del nivel de vida y servidumbre son los únicos aspectos en que progresa el
Occidente bárbaro en los siglos VI y VII. Los testimonios coinciden: los grandes señores
conservan sólo restos del antiguo lujo, y la gran masa ha debido renunciar a toda
comodidad material; las compras de los pobres, síntoma del consumo popular, han
disminuido hasta hacer innecesaria la acuñación de la moneda de bronce, instrumento de
ellas. En cambio, la de oro sigue en circulación, sirviendo al comercio extranjero y al
atesoramiento de los ricos; toda la economía tiende a hacer de ella depósito de riqueza más
que instrumento cotidiano de intercambio.

Era lógico, ¿Quién iba a comerciar en un mundo cada vez menos poblado, con un nivel
de vida cada vez más miserable? El gusto del consumidor, menos exigente cada vez, hacía
inútil gran parte del comercio; la falta de poder adquisitivo de la población acababa con el
resto. Transformación social y evolución económica iban a la par; y el camino emprendido
por la sociedad incluía una masiva entrada de los hombres en servidumbre. Poco a poco,
los hombres libres eran cada vez más humildes, y la mayoría de los esclavos se fundieron
en una nueva clase: los siervos; frente a ella, los poderosos se aprovechaban de su
esfuerzo. Al desaparecer el estado romano, desaparece el aparato fiscal, y el papel del
estado como productor y consumidor de bienes (Ejm: annona, estimulaba la producción de
alimentos). Esto, no se remediará hasta la llegada de otro sistema que obligue a producir
como el estado imperial lo hacía; este será, el orden feudal, que retornará una organización
capaz de obligar a producir; a pesar del papel poco relevante del estado, volverá a haber
una organización capaz de obligar a producir, pero esta no será igual de rápida en toda la
Europa Occidental.

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Ruralización y comarcalización de las actividades económicas

La distribución de la población anuncia las condiciones e intensidad de la vida


económica. A partir de ella, no es difícil el pronóstico: un cierto contraste entre la de
Oriente y Occidente. Las bases son muy similares para las áreas, con la agricultura como
epicentro; el mundo romano fue agrícola, y sus herederos continuaron siéndolo; frente a
esa realidad, las del comercio e industria juegan un papel mucho menos importante. Siguió
habiendo un tráfico de mercancías a pequeño volumen y gran valor, a nivel casi comarcal,
único para el que estaba preparada la técnica comercial de entonces; acompañado por
ciudades sin capacidad de aprovisionar o cambiar excedentes.

3. Economía rural y el debate sobre los grupos sociales


Ruralismo y pervivencia de la sociedad antigua

Los reyes germanos, recién llegados y asentados, se ven obligados a realizar un cambio
en su jefatura, pasando de un punto de vista militar, a otro político, para poder integrar a
los súbditos romanos de sus reinos, para poder territorializar su autoridad, y para arraigar
una sociedad con una identidad determinada; a la cual podríamos llegar a mencionar como
“proto-nacional”, debido a la cohesión que viene implicada con el mismo, y el comienzo
de la aparición de un llamado “sentimiento nacional”.
Las realidades demográficas: población reducida y poblamiento laxo e inestable

En los primeros siglos medievales, la población se había reducido hasta niveles casi
surrealistas. El Imperio, que había contado con una capital de casi 1.000.000 de personas,
estaba ahora fragmentado, y la densidad media de población, en su parte Occidental,
descendió hasta los 3 hab. por km2. Podemos clasificar los terrenos del antiguo Imperio, y
de los nuevos reinos germanos, a partir del origen étnico de la población residente; así,
establecemos dos zonas, la primera, la Romania, donde predomina la población latina,
frente a la Germania, de población bárbara; en las zonas romanas, sólo un 5% de la
población será germana, por eso será vital la forma de asentamiento y poblamiento.

Este poblamiento fue laxo, no era rígido ni estable. En las zonas al este del Rin, se llega
a practicar una especia de nomadismo, mediante el cual la población levanta sus tiendas en
un determinado lugar, lo explota, y se traslada cuando han agotado los recursos de la zona.
Esto llegó a suceder también en las zonas occidentales, llegando a ser un problema para el
estado germano, al no poder controlar de manera eficaz a esta población.

La progresiva pérdida de peso del “ager” frente al “saltus” en el interior de los reinos
barbaros

Nos encontramos en una época en la que la ganadería está cobrando un peso mucho
mayor que la agricultura, y esto no se debe al azar, sino que tiene que ver con el estilo de
vida germano. Los nuevos huéspedes de Europa, seguían una dieta acostumbrada a las
grasas y bebidas fermentadas, con una gran importancia de la proteína cárnica; mientras
tanto, la población originaria latina basaba su dieta en el aceite, los cereales y el vino,

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acompañada por la recolección de frutos silvestres, la caza o de la pesca fluvial, de la que
también se beneficiarán los germanos.
La sociedad se estructura en función de las propiedades rústicas

La aristocracia de la época fundamentaba su posición social con la explotación de


grandes superficies agrarias, los llamados dominios (lat. Dominum), llamados también
señoríos, en los que el titular es un señor; también existían los dominios territoriales, que
son aquellos en los que el señor solo tiene derechos derivados del uso de la tierra, rentas y
censos; dejando de lado otros poderes jurídicos, políticos o militares.

El Dominio puede adoptar dos formas: la primera, compacta, un gran latifundio en el


que todas las explotaciones que haya dentro pertenecen al señor; y otra, todo lo contrario,
en el que distintas tierras, de lugares dispersos, pertenecen a una misma persona, pero que
puede conseguir el mismo rendimiento productivo que el latifundista.
a) Vías de crecimiento de la gran propiedad

Los grandes señores proceden, en el caso de los reyes bárbaros, de la ocupación de los
antiguos latifundios imperiales; los guerreros germanos y aristocracia romana, pueden usar
el poder que tienen para aumentar sus señoríos; y por último, la iglesia es la tercera vía
afianzada en la gran propiedad, sin embargo, esta última va acumulando territorios a través
de donaciones y limosnas, sin un cese definitivo, debido a que, como institución, la iglesia
no muere nunca, por lo que no existen repartos hereditarios que repartan la propiedad de la
misma entre varias personas. Debido a esto, Carlos Martel, abuelo de Carlomagno, llegó a
realizar una primera desamortización de los bienes de la Iglesia. Los señores empiezan a
ejercer derechos públicos sobre el campesinado de su dominio, empieza a haber una
tendencia que provocará el paso del señorío solo territorial, a también jurisdiccional, en el
que el señor tiene los derechos de la propiedad de la tierra y atribuciones fiscales, militares
y judiciales sobre los campesinos. La palabra latina con la que podemos encontrar un
señorío es Villa (término más polisémicos de la edad media, desde ser una gran propiedad a
un pequeño grupo de casas). Cuando nos encontramos con una entidad de población rural,
en la cual las 5 o 10 familias viven ahí, y cada una es propietaria, para evitar el término
Villa, se tiende al término aldea, en historiografía, para evitar la confusión con un dominio,
las familias son propietarias, no pertenecen a una misma persona, de ahí la diferenciación.

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b) Los trabajadores de la tierra: grupos diferenciados y uniformidad social.

Dentro del grupo de los campesinados, encontramos 3 grupos diferenciados, conocidos


por los códigos de leyes germanos: esclavos, siervos y colonos; a pesar de esto, existe una
uniformidad social, ya que su condición tiende a ser muy parecida. Los esclavos,
conocidos ya en la Historia Antigua, trabajan en las grandes explotaciones, bajo la
dirección del administrador, villico, de la gran propiedad, no tienen derecho de familia, y
son objetos que puede ser comprados o vendidos; al siervo se le reconoce como ser
humano, tiene derecho a la unión conyugal de la iglesia, y puede tener hijos con siervos
entre sí, incluso con los pertenecientes a otros dominios; además tienen un cierto derecho
de propiedad, y todos los siervos y colonos, cultivan explotaciones de tamaño familiar,
mientras que los esclavos viven todos juntos en barracones. Esta explotación servil, es la
denominada como manso, una explotación de tamaño familiar con la que puede vivir una
familia, y puede tener una forma agrupada o dispersa, al igual que el dominio; pero para
ella, de trabajar igualmente para el señor y pagar una serie de impuestos para cultivar una
tierra propia.

Los colonos, ven reducidos sus derechos, y ya no tienen la misma condición que en el
Bajo Imperio; ya no son los propietarios de la tierra que trabajan, al tener que cederla a
favor de su protección, y puede que las cargas que le deben pagar al señor sean parecidas a
las de los siervos. Algunos autores como Bonassi, sostienen que la esclavitud estuvo
vigente casi hasta el siglo X, porque interpretan que los colonos, al diferenciarse tan poco
de siervos o esclavos, viven permanentemente en esclavitud. Los 3 grupos, dentro del
dominio o feudo, contaban con una serie de tierras comunales sin cultivar, utilizadas para
el pasto o la recolección de otros bienes, como la madera.

La forma más evidente de renta feudal era la realización por los siervos de prestaciones
de trabajo; con lo que el espacio físico del feudo se dividía entre la reserva señorial o
reserva dominical, donde se concentraba la producción del excedente, y los mansos, donde
se concentraba la producción imprescindible para la reproducción de la fuerza de trabajo
campesina, es decir, para mantenerlos. En otras formas, los siervos se obligaban a distintos
tipos de pago; como una parte de la cosecha o un pago fijo, que podía realizarse en especie
o en moneda, a los que se añadían todo tipo de derechos y monopolios señoriales, como la
utilización los distintos tipos de edificios del feudo, como un molino o un pozo.

4. La ciudad y los grupos urbanos


La ciudad entre la desaparición y la frágil supervivencia

Nada podía paliar un contraste que se agudizaba por momentos; mientras, en Oriente,
existían verdaderas metrópolis: Constantinopla (700.000 hab.), Alejandría (+500.000),
Antioquía, Jerusalén o Edesa; las bárbaras eran modestos núcleos de 8 a 9.000 habitantes.
La actividad de la vida urbana marchaba a la par que el tamaño de los núcleos respectivos:
mientras Oriente contaba con espléndidas construcciones y espectáculos de tradición
romana, Occidente vivía todavía los resultados de la miseria, iniciados en el siglo III.

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El poco espacio habitado lo ocupan el palacio del conde, la iglesia catedral, y las
residencias de las dos únicas autoridades: el conde y el obispo. Bajo su dependencia va
cayendo una población urbana cada vez más empobrecida y reducida; los nobles, los
mismos reyes bárbaros, viven en el campo, y el ambiente rural se insinúa en las ciudades
en una serie de huertos y campos de cultivo. A la par de su pérdida física y económica, esta
ciudad de Occidente decae como institución: el municipio no tiene ya sentido en un mundo
rural; su autoridad, antes respetada, se ve enfrentada y recortada por la de los grandes
señores propietarios latifundistas, verdaderos señores regionales.
La reducción constante de la actividad mercantil

Cuando el Mediterráneo se dividió en dos partes y luego se repartió en el 476, la


impresión es que, mientras Occidente se instalaba en una economía agrícola, Oriente
escogía la senda del comercio. Los historiadores se han empeñado en subrayarlo así, pero
el subrayado debe ser matizado: si comparamos estas dos áreas, una que se dedica a la
agricultura el 99% de sus efectivos humanos, y otra que sólo emplea en el camp un 90%;
nos acordamos demasiado del 10% sobrante, marineros o comerciantes, y solemos olvidar
que el 90 restante son campesinos. Esto es lo que sucedió en el Mediterráneo a principios
del siglo VI, y siguió sucediendo hasta cinco siglos después.
Los puertos juegan un papel vital, donde los más
importantes son Quentovic y Dorestad, en el mar del
norte, en la costa de Frisia; de aquí el despertar
económico del mar del norte y su conversión como eje de
la zona noroccidental, como hemos mencionado
anteriormente. El comercio interior se resiente por el
escaso mantenimiento de las vías romanas, al igual que el
de los edificios públicos, y los intercambios se reducen al
mínimo, con una economía casi natural, de trueque, con
un escaso papel de la moneda, llegando a equivaler el
sueldo a un mollo de trigo. Aun así, esta imagen se atenúa con el hecho de que hay una
circulación de bienes que no obedece ninguna institución económica, las limosnas a las
iglesias y el donativo de los poderosos. Esto, incrementado con la costumbre de devolver al
donante la limosna, pero de una forma acrecentada, fomenta el movimiento monetario;
todo esto acaba derivando en la reforma monetaria de Carlomagno, que provoca un
monomonetarismo, con la plata como protagonista, ya que en los siglos anteriores había
ido despareciendo poco a poco la monedad de oro, utilizada más como símbolo de poder
que como valor económico.

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5. La búsqueda de la cohesión social y las formas de protección en los siglos V al VIII
La búsqueda de la protección en la parentela y en la encomendación como cliente

Los individuos buscan la protección den dos ámbitos al no encontrarla en el estado: en


la parentela (grupo familiar o efectos de adopciones), lo que hace que se reforme el papel
del grupo familiar y los parientes. El segundo es la encomendación, a todos los niveles, la
rústica (coronato, como cliente que busca la protección.), y la honorable, que lleva
asociada el servicio de armas
Fusión social de las dos comunidades étnicas
En la fusión han sido decisivas las modalidades del asentamiento de los germanos, si ha
habido o no foedus, donde no ha habido implantación agresiva favorece la fusión social. A
la fusión social se le oponen factores como la ley romana, las diferencias religiosas; pero la
propia ruralidad de la sociedad favorece que se opere dicha fusión, creándose una jerarquía
social única, una aristocracia romano-germana que basa su poder en las siguientes
sociedades feudales, una sociedad que ya no será ni romana ni germana, una sociedad
única.

TEMA 4: LA IGLESIA ROMANA COMO FACTOR DE UNIDAD EN


OCCIDENTE
1. El marco jerárquico y la organización de la Iglesia occidental
La creación de una Iglesia germanorromana, que solemos llamar latina, fue un proceso
que se culminó en el siglo VIII. Las bases de la cristiandad carolingia y, en general,
medieval, se fueron creando a través de diversos Concilios, actos papales, unción de reyes
y aceptación del catolicismo por diversos reinos. De este modo, mientras que en Occidente
se va afirmando la primacía del papado, Roma se va alejando cada vez más de Bizancio y
de su Iglesia; esta iglesia oriental, estaba apoyada y mediatizada por el emperador, y
preocupada por los problemas del dogma en el marco de una sociedad con una vigorosa
herencia grecorromana. La Iglesia de Occidente, por su parte, romano-germánica,
arrinconó dicha herencia para cubrir otros objetivos más inmediatos que iban de la simple
correctio rusticorum a los intentos por acomodarse al nivel cultural y religioso de los
germanos.
a) El papel de los obispados, la red parroquial y las iglesias propias

La Iglesia calcó su organización sobre la civil del Imperio, estableciendo los arzobispos
al frente de las provincias eclesiásticas y los obispos en las ciudades de las mismas. Al
margen de esos dos escalones, cuatro ciudades consideraban que su condición de sedes
apostólicas, esto es, fundadas por apóstoles de Cristo, las situaba en un rango superior a las
restantes; eran las sedes patriarcales. El hecho de que, en Occidente, sólo Roma tuviera esa
condición facilitó el ascenso del obispo de esa ciudad a la primacía de las sedes
occidentales y, con resistencias por parte del patriarca de Constantinopla y del emperador
de Oriente, también de las orientales.

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Los obispos y obispados

Los dos rasgos fundamentales de la sociedad romano-germana, fortaleza de las


aristocracias y privatización de las relaciones sociales, tuvieron su traducción eclesiástica
en el poder y la fuerza de los obispos. Dicha fuerza de los mismos radica tanto en la
riqueza y poder de las familias de donde procedía como en su éxito en “la lucha por un
nuevo modo de jefatura urbana”. En efecto, los obispos fueron los únicos personajes que se
mantuvieron al frente de las ciudades y territorios cuando el Imperio desapareció,
supliendo a las curias locales, y portando el orgullo de ser los representantes de la tradición
romana. Su influencia se ejerció pronto a través de concilios provinciales o nacionales, y
muchos de ellos se comportaron como poderosos señores, acumulando grandes
patrimonios, producto de limosnas y donaciones de un número cada vez mayor de fieles.
La envidia y el temor suscitados por el enriquecimiento de los obispos generaron las
desamortizaciones por parte de la realeza, como ya hemos mencionado.
La red parroquial y las iglesias propias

Junto al aumento del número de obispados, el incremento de los templos marcó el ritmo
de evangelización de los reinos germanos. En un principio, las iglesias habían nacido en las
ciudades, intramuros, donde algunas de ellas se habían instalado en donde las martiria,
capillas funerarias de mártires, se habían instalado antes. Más tarde, la crisis del Imperio,
con el proceso de ruralización de su población, y la propia difusión de las creencias
cristianas entre los paganos o habitantes de los pagi rurales, trajeron consigo la creación de
multitud de templos en el mundo rural. Unos fueron parroquiales, esto es, tenían pila de
bautismo y un párroco nombrado por el obispo, junto con una fracción de la comunidad
cristiana de la diócesis, la plebs; pero otros eran templos subordinados al parroquial, con
menores competencias canónicas y económicas. En el mundo rural, las iglesias controladas
por el obispo se mezclaban con las iglesias propias o privadas, las llamadas Eigenkirchen
en Germania. El vocablo consagrado por la historiografía denomina los templos
construidos y dotados en los dominios de los grandes propietarios, quienes ejercían el
derecho de presentación del clérigo que había de estar a su frente. Entre los siglos V y XI,
las iglesias de los señores, sustraídas a la jurisdicción del obispo y enajenables a la
voluntad de su propietario, constituían un correlato, en el ámbito eclesiástico, de los
procesos de encomendación privada y debilitamiento del poder público.

b) La consolidación teórica del papado: primacía del obispo de Roma


Las iglesias regionales

Las iglesias regionales son el resultado de la acomodación de la Iglesia a los cambios


políticos, existente en las fronteras de cada reino germánico, por lo que hablaremos de
iglesia sajona, franca, lombarda o hispana. Estas iglesias regionales van a ir adoptando
unos rasgos propios, en cuanto a liturgia, el derecho (fruto de las reuniones obispales, del
cual nacen los acuerdos de los concilios, recogidos como reglas y cánones, de ahí que la
recopilación de cánones provoquen el derecho canónico, y que juntos, constituyen una
colección canónica, propia de cada iglesia). La más peculiar es la iglesia irlandesa, la cual

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está adaptada también a su sociedad, la cual vive en la Edad de Hierro cuando los primeros
evangelizadores llegan a mediados del siglo V. No puede organizarse como el resto de
iglesias, al no haber ciudades. Este es un caso extremo, y el más maduro es de la iglesia
hispano-visigoda. En el caso franco, los obispos, al no poderse reunir, se ven enfrentados
en los conflictos políticos.
La jefatura del papado en occidente

De los cuarenta y siete papas de los años 451 a 754, apenas 3 han quedado para la
historia: León I, Gelasio I y Gregorio Magno. La primacía universal del obispo de Roma,
que los reyes germanos no tuvieron inconveniente en aceptar, fue discutida desde el
Imperio de Oriente. Las relaciones entre Roma y Bizancio se vieron, en efecto,
comprometidas, entre otros, por dos series de problemas. De un lado, las aspiraciones del
patriarca de Constantinopla a titularse ecuménico y reivindicar el carácter universal de su
autoridad. De otro, las diferencias entre Roma y Bizancio en relación con la controversia
monofisita, que no habían quedado saldadas en el Concilio de Calcedonia del 451. Treinta
años después de este, el emperador de Bizancio debió aceptar un compromiso con los
monofisitas, fuertes en las provincias orientales del Imperio. El texto, el Henotikon, fue
considerado inaceptable por el Papa, quién excomulgó al patriarca de Constantinopla, lo
que causó un cisma entre las dos Iglesias que duró más de treinta años. El hecho sirvió para
acelerar la identificación del Papa de Roma con el espacio de Occidente.

Gregorio I el Magno (590-604), impulsó de forma


sistemática un programa que incluyó tres líneas significativas:
una primera intelectual, en que se reconocía la herencia de San
Agustín y ciertos aspectos de la filosofía griega; una segunda
doctrina, que incluía la independencia respecto al Imperio
Bizantino, donde había sido enviado de la Iglesia de
Occidente, apocrisario, y la primacía papal en Roma, donde
trabajó para construir el “Patrimonio de San Pedro”, y en el
resto de Occidente, donde difundió los principios del
agustinismo político, esto es, el derecho de la autoridad
espiritual a proponer objetivos al poder de los reyes. Y una
tercera espiritual y pastoral, que fomentó la aparición de un episcopado menos preocupado
por el poder y la riqueza y más atento a los deberes de su ministerio. Todo esto lo concretó
Gregorio Magno en la Regula pastoralis, texto que estimulaba la acción de hombres que
supieran combinar la vida ascética y contemplativa del monje y la actividad evangelizadora
del misionero en la tarea de convertir las gentes de los reinos germano-romanos de Europa.

2. La conversión de Europa
a) Los objetivos y el contenido de la evangelización

El reto asumido por el papado del siglo VI y, en concreto, por Gregorio Magno, en
orden a la conversión de las conciencias, incluía tres grandes grupos de destinatarios: los
bautizados miembros de la Iglesia romana, los arrianos y los paganos. El último constituía
un extenso grupo formado tanto por provinciales romanos del mundo rural, a los que

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todavía no había llegado el mensaje de los obispos, como por germanos instalados en el
antiguo Imperio, que habían traído consigo su propio panteón y un conjunto de creencias
de carácter animista que se mantendrán en pequeñas comunidades hasta el siglo XIII. El
nivel de los destinatarios hacía poco aconsejable que el mensaje de conversión predicado
por la Iglesia incluyera los resultados de los debates teológicos e intelectuales de los siglos
IV y V. Los había sintetizado, a principios del siglo V, San Agustín, verdadero creador del
cuerpo doctrinal que Iglesia Católica considerará propio. En los tres grandes ámbitos: el
del misterio de la Trinidad, con la definición de los rasgos de cada una de las tres personas
y su papel en la historia de la salvación; el de las relaciones entre gracia, naturaleza y libre
albedrío, mediatizadas por el pecado original; y el de los comienzos de una teología de los
sacramentos y el purgatorio.

La simplificación del mensaje sumergió al cristianismo en un proceso de folclorización


y germanización. Además de transmitir la idea de que tal mensaje formaba parte de la
civilización superior, el cristianismo incluía, ante todo, dos aspectos fundamentales: una
declaración de fe personal en los misterios nucleares de la religión y una instrumentación
visual y mental de la misma a través del culto a los santos, la formación de algunos
sacramentos y la celebración de la misa. Por lo que respecta a la primera, se proponía un
Credo tal como se había formado en el Concilio de Nicea en el 325; esto es, la creencia en
un dios creador del mundo y de los hombres; en unos primeros padres que, al cometer el
pecado original, perdieron el paraíso pero promovieron la misericordia del propio Dios,
quien, llegado el momento, se encarnó en Cristo, éste, padeciendo la muerte en la cruz,
redimió a la humanidad y con su resurrección le proporcionó la prueba decisiva de su
poder sobre la muerte y, en definitiva, la esperanza de la resurrección individual de cada
hombre y con ella la posibilidad de la vida eterna. La convicción de la superioridad del
Dios cristiano sobre los paganos fue sencilla, lo difícil fue convencer a la población pagana
que abandonase sus tradiciones, e incluso, su concepción del mundo y el tiempo: el
paganismo cíclico contra el cristianismo lineal.

Esta declaración de fe se apoyaba y desarrollaba a través de tres instrumentos. El


primero, el culto a los santos, hombres y mujeres de vida ejemplar, empezando por los
mártires, que habían preferido la muerte a renunciar a sus creencias. Como de los patronos
laicos, los cristianos esperaban de los santos la protección contra la desgracia y, en última
instancia, el milagro. Su culto, que se generalizaba en Oriente a través de los iconos o
imágenes, lo hizo en Occidente a través de las reliquias o la veneración de las tumbas,
destino de muchas peregrinaciones. El segundo apoyo a la difusión del mensaje cristiano
fue la misa; ideada por Gregorio Magno a comienzos del siglo VII, la misa había alcanzado
la forma que hemos conocido, tanto en el ordinario, con un canon fijo, como en el propio,
con la selección de lecturas y la redacción de oraciones, que la convertían en un verdadero
compendio de la fe.

El tercer instrumento fue la normalización de algunos sacramentos, signos sensibles


que, según la Iglesia, significaban la gracia que dispensaban. Dos fueron los sacramentos
que tomaron forma más precozmente. El primero, el bautismo, se administró por infusión,
no por inmersión total; al principio, a los adultos, luego, en los pueblos convertidos, a los

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niños. El segundo, la penitencia, a veces pública y con frecuencia espectacular,
experimentó entre los siglos V y VIII, la influencia del catolicismo irlandés, por ejemplo,
con la confesión oral de los pecados a los sacerdotes; una práctica que, cuando se difundió
a partir del siglo XI, se convirtió en un instrumento decisivo del control social de la
población cristiana.
b) Los agentes de la evangelización: monjes y misioneros
El monacato

En su versión cristiana, no es medieval, ni, por supuesto, occidental. El fenómeno


resulta demasiado amplio para dejar de ser anónimo; aparece como manifestación
espontánea de la vida de la Iglesia y su misma universalidad hace de él una expresión
necesaria de la vitalidad cristiana. El monaquismo es, por tanto, un fruto del Evangelio;
allí donde se vive éste con plenitud surgen ascetas, monjes que, consecuentes, renuncian a
algunas formas de la actividad humana que el Evangelio, lejos de excluir, santifica, pero
que pueden ser obstáculo de actividades más altas, sobre todo la oración.

En la oración es donde está el secreto del fenómeno monástico. Orientado hacia una
adhesión a Dios más que a las necesidades de los hombres, el monaquismo se refugia en
una oración sin distracción, desinteresada, contemplativa. Quiere, a toda costa, hacer suyo
el “si quieres ser perfecto, vete, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres y sígueme”
(Mateo 19:21), y el “si alguien quiere más a su padre o a su madre más que a mí, no puede
ser mi discípulo” (Mateo 10:37). El monje se arranca, por tanto, de la comunidad social y
aspira a una soledad que le ponga en contacto más fácil con Dios. Es la soledad del
desierto, la que presenció la penitencia de Jesús, la que acuñó las doctrinas de San Juan
Bautista; es la soledad del desierto como forma de destierro.

No es lo mismo, en efecto, sobrevivir por los propios medios en el cálido y seco Egipto
que tratar de hacerlo en la fría y húmeda Europa septentrional. Pero además estaba la
sociedad; el ascetismo extremo, anacoreta, sólo surge como reacción a una sociedad
altamente urbanizada; renunciar al mundo y a sus carnales tentaciones no era opción
especialmente dramática en un momento en que alimentarse simplemente entrañaba ya un
esfuerzo considerable. De este modo, los movimientos eremitas no llegarán a Europa
occidental hasta el siglo X-XI; por lo que hasta entonces, el monacato fue cenobítico, es
decir, un movimiento que enfatiza la vida en común de los monjes, en lo que respecta a la
administración de los bienes y productos, así como la formación en la fe, la disciplina y los
intereses filosóficos del cristianismo. En Occidente, cada comunidad pertenecía a alguna
orden religiosa, y la vida del monje cenobítico estaba regulada por una regla.

Sus primeras formas recuerdan las comunidades griegas. De ellas importan las reglas de
San Martín de Tours y, sobre todo, Juan Casiano. Establecido en Marsella, contribuyó a
extender por Occidente el ideal monástico, subrayando la santidad de los padres del
desierto y los peligros de la soledad de su vida de ermitaños. Sin apenas contactos entre sí,
surgen por todo el Occidente movimientos espontáneos de vida en común: los hay en
España, nacidos de las predicaciones de Prisciliano; Francia, y, por encima de todos,
Irlanda.

59
El monacato irlandés

En aquella isla, lejana al Mediterráneo, florecieron con más vigor que en ningún sitio
las flores del monasticismo. El monacato irlandés, obra de San Patricio, que lo aprendió en
su versión marsellesa, la más próxima a los padres del desierto egipcio, tiene rasgos
profundamente originales. Su severo ascetismo, cercano a los modelos orientales; el
elevado número de monjes por comunidad; las prácticas propias de una liturgia particular
en cuanto al bautismo, y, sobre todo, su celo misionero y capacidad evangelizadora. En los
siglos VI y VII, el monacato irlandés está impregnado de los rasgos de la sociedad irlandesa
muy primitiva, sin política ni ciudades, lo que genera que las estructuras monásticas tengan
un gran predicamento. Las células eclesiásticas son los monasterios, y característico de este
monacato irlandés es la jurisdicción episcopal de los abades, no de los obispos, a esto se le
conoce como episcopus sub regula.

En estos monasterios irlandeses predominan los grupos de


parentesco, en el que la mayor parte de los monjes forman parte
de un grupo de parentesco; otra actividad del monacato irlandés
es la actividad evangelizadora, destacando la figura de
Columba, que funda casi una docena monasterios en Irlanda, de
lengua céltica, y de lengua litúrgica latina; como el monasterio
de Iona frente a las costas occidentales de Escocia, tierra de los
pictos; esto genera que empecemos a ver como los monjes
proyectan su visión misionera más allá de Irlanda. Pero el más
famoso personaje fue Columbano, en el siglo VII, que funda
monasterios siguiendo su regla, la Regla de San Columbano,
característica por las peculiaridades insulares irlandesas. De este
modo, el protagonista lleva a cabo una peregrinación al
continente, pero no en el sentido de caminar hacia un lugar
sagrado o de culto, sin o con la idea de que el monje se exilia
para no volver nunca a su tierra y dedicarse toda su vida a la
evangelización, este tipo de peregrinación se llama Peregrinatio Pro Christo. Así, los
monaterios más importantes que fundará serán el de Luxeuil, en el reino franco, y el de
Bobbio, en Italia.
Monacato romano: La regla Benedictina

Las comunidades irlandesas apenas habían precisado la función del abad como jefe de
la comunidad. Sin autoridad práctica sobre los monjes, no podía impedir que los hermanos
conservasen su voluntad y libertad de movimientos. Así, en Occidente se abrió paso una
vida monacal mucho más controlada, de mano de Benito de Nursia: el monasterio como
comunidad corporativa y orgánica bajo la dirección de un abad.

San Benito no había aspirado a tanto; no pretendía establecer una institución directiva
de la sociedad medieval, sólo intentaba enseñar lo que había vivido. Su itinerario espiritual
pasó por Roma, donde conoció la retórica y los peligros del mundo; después por Subiaco,
donde vivió como anacoreta en el primer paso de su perenne deseo de “agradar solamente

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a Dios”; tras esto, Vicorazgo, donde experimentó el fracaso como reformados de una
comunidad excesivamente relajada; y, por fin, Monte Casino, donde reunió su propio
rebaño de hombres y les dio una regla, la regula monacorum, que no tardarían en copiar
todas las comunidades de Occidente, salvo Irlanda y España.
El éxito de la regla benedictina fue debido a su propósito de
asegurar, evitando los peligros de la soledad eremítica, la
salvación de las almas de sus miembros. La comunidad aspiraba a
lograr una autonomía absoluta: económica, política y espiritual,
desligándose de un mundo al que sólo pensaban recurrir en el caso
extremo de una corrupción notable del monasterio. El abad era
elegido vitaliciamente, por la propia comunidad, sin injerencias
externas, dirigía la vida y cuidaba la estabilidad de la comunidad,
pero sólo respondía de su ministerio ante Dios. El esquema de la
regla tendía a asegurar una vida comunitaria de absoluta
regularidad, en la que todo se hiciese bajo la más estricta
disciplina e invariable rutina, con respeto a los monjes, evitando a
toda costa actitudes despóticas. La regla benedictina consideraba
que el mayor peligro para la alteración del culto es la ociosidad,
por lo que, reducidos los excesivos ayunos y rigurosas penitencias
de los padres orientales, se regula minuciosamente el tiempo de la
vida diaria, dividiendo la jornada en 3 partes: el descanso, el
trabajo manual, opus mano, en la huerta o el taller; y la oración,
que podía ser comunitaria, opus dei, o individual.

Bajo los mandos y consejos del abad, la comunidad reza y trabaja: el oficio divino y la
lectura espiritual ocupan buena parte de su tiempo; para asegurar la segunda, los
monasterios contarían pronto con escritorios dedicados a la copia de manuscritos. Pero el
monje no debe olvidar tampoco el los deberes de la caridad: la hospitalidad, generosa, debe
llegar a cualquier peregrino que a sus puertas llame. Esta hospitalidad monástica genera
que el monasterio no se cierre sobre sí mismo y se abra a la sociedad, al igual que la
capacidad escolástica que tenía, en la que los padres encomendaban a sus hijos al
monasterio para que pudiesen aprender a leer y escribir.

La comunidad no aspiraba a realizar ningún servicio a la sociedad, y mucho menos a la


civilización, y ni siquiera había pensado en prestárselos a la Iglesia. Su objetivo era más
modesto: proporcionar un refugio donde os devotos pudieran conseguir el más alto
objetivo del hombre, la peregrinación a la Ciudad de Dios. De este modo, no existe una
orden benedictina con unas instituciones supracenobíticas que regulasen la organización de
los monasterios, sino que cada uno se regulaba por sí mismo; la agrupación de los
monasterios no se llevará a cabo hasta el siglo X, en Cluny. Los acontecimientos se
impusieron: en los siglos que siguieron a la muerte de San Benito, el monasterio que había
creado experimentó importantes transformaciones; al absorberlo, la sociedad hizo de él una
institución capital. Su fundador ni lo necesitaba ni lo había deseado; pero, al dotar a su

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obra de tan alta eficacia, hacía inevitable su destino en el mundo, como el altomedieval,
falto de todo lo que el monasterio benedictino estaba en disposición de ofrecer.
c) La cristianización de los reinos bárbaros

La cristianización de los reinos bárbaros, pese al esfuerzo de obispos, monjes y


misioneros, fue una empresa muy larga. Por expresarlo con palabras de un historiador, “en
Europa, entre los siglos V y VIII, se bautizó mucho pero se convirtió muy poco”; las
circunstancias no permitían una aceleración del proceso. En cuanto a los pasos datados de
esa conversión de Europa, comenzó con la de los suevos, a mediados del siglo V, aunque
fuese sólo en la cúpula real y la población continuase siendo arriana; siguió con la de los
Burgundios, pero sólo con el bautismo de Clodoveo, hacia el 490, puede hablarse de un
empujón en la cristianización católica de los germanos. Un siglo después, en 589, la
conversión de Recaredo y su pueblo godo en el III Concilio de Toledo tenía el mismo
significado para la España visigoda. En cambio, en Italia, el proceso fue ralentizado debido
a la irrupción lombarda en 568 y hubo que esperar un siglo más para su conversión. Por su
parte, en Inglaterra, la presencia anglosajona había arruinado la herencia romana, incluido
el cristianismo, la empresa de evangelización se abordó desde dos frentes. El noroeste,
desde los que actuaban los monjes irlandeses, y el sudeste, donde empezaron a hacerlo los
monjes benedictinos hasta que, en el sínodo de Whitby de 664, ambos grupos llegaron a un
acuerdo; por él, los monjes irlandeses aceptaron la autoridad de la sede romana y su
liturgia y organización, destacando dos provincias, York y Catterbury.

Inmediatamente después de ese acuerdo, nuevos misioneros de la


isla volvieron a demostrar su capacidad evangelizadora en el
continente. Desde los años marchó otro de los grandes protagonistas
de la conversión de Europa: Winfrith, el futuro San Bonifacio.
Deudor intelectual de los pensamientos de Gregorio Magno, su tarea
fue doble: reformar la Iglesia franca, completando la expansión del
benedictismo, y difundir el mensaje de Cristo más allá del Rhin; estos
monjes irlandeses serán vitales para la expansión del cristianismo
entre las poblaciones paganas, ya que compartían lenguas similares y
una base cultural común. En las dos facetas, Bonifacio reconoció que el apoyo del poder
secular constituía un componente esencial de la estrategia de cristianización: como él
escribía en una de sus cartas, “sin el respaldo del príncipe franco (Carlos Martel), yo no
podría gobernar a los miembros de la Iglesia, y sin sus órdenes y el temor que inspiran
podría impedir los ritos paganos y el culto de ídolos en Germania”.

TEMA 5: LA CULTURA EN EL OCCIDENTE BÁRBARO


1. El efecto de las migraciones sobre la cultura
Además de la difusión del cristianismo como modelo religioso, en los siglos V y VIII, la
Iglesia de Roma se encontró ante el reto de decidir los rasgos del corpus cultural que
aspiraba a transmitir a los pueblos de Occidente. El debate sobre la composición de esta
composición de este corpus cultural hundía sus raíces en la disputa sobre si un cristiano
debía aceptar o no la herencia intelectual de un mundo que no había conocido al Dios
62
verdadero, sobrentendiéndose que esa herencia implicaba dos niveles. De un lado, el
depósito cultural, filosófico, artístico y literario, grecorromano, en el que se habían
formado los propios “Padres de la Iglesia”, pero, de otro, y más importante, una peculiar
concepción del mundo y del hombre, en que entraban en conflicto el pensamiento griego,
con su dualismo de alma y cuerpo, y la tradición hebrea de un ser humano total.

Incapaces de renovar o tutelar la cultura de forma efectiva, la aportación de los pueblos


germanos ha sido muy escasa, debido a la inexistencia de lengua literaria, y la poca
literatura que ha quedado es la referente a la traducción de la biblia a lengua gótica. Junto
con esto, están los cambios lingüísticos; en la Romania, la lengua hablada por la población
se va distanciando cada vez más de la lengua escrita, llegando un momento en que la
escritura es inteligible para la población de a pie; además, la lengua hablada se va
fragmentando en diversos dialectos, por lo que a mediados del siglo VIII se ha perdido la
capacidad de entenderse de forma directa, ya que ahora existen lenguas protorromances
todavía no fijadas. Con este suceso, también se produce la muerte del latín como lengua
hablada, sobreviviendo como lengua litúrgica, cultural o del funcionariado, mientras que el
griego prácticamente desaparece de Occidente.

2. La desaparición de las escuelas clásicas y la afirmación de la escuela confesional


monástica, episcopal y parroquial
La desaparición de la escuela de tipo clásico

El debate sobre la composición del corpus cultural, de acogida o rechazo de la cultura


pagana, se fue saldando con la aceptación de la cultura grecorromana. A comienzos del
siglo V se fijó el curriculum de las llamadas siete artes liberales, compuestas por el trívium
(gramática, retórica, dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y
astronomía). La distribución de sus contenidos y su base lingüística latina supusieron a la
vez el triunfo del enciclopedismo frente al pensamiento original y la sustitución del griego
como idioma de cultura en Occidente.

La reducción del número de escuelas y la sustitución de las antiguas públicas por las de
carácter monástico y episcopal no supuso negar la herencia clásica, cuyos elementos
lingüísticos y literarios eran imprescindibles, pero sí su postergación, sobre todo, en las
monásticas, respecto al estudio de la Biblia y los estudios de los Padres de la Iglesia. Los
destinatarios de las enseñanzas, en buena parte, clérigos encaminados al sacerdocio, fueron
disminuyendo en el transcurso del siglo VII, al menos, en proporción con las enormes
dimensiones de la tarea de evangelizar Europa. A la par, descendió el nivel de preparación,
de lo que San Bonifacio se quejaba amargamente, pues, a veces, no superaba el
analfabetismo. La supervivencia de las escuelas clásicas y urbanas es desigual, ya que en
las zonas del Norte de África e Italia, que, en una relativa brevedad de tiempo, vuelven a
caer en manos del Imperio Bizantino de Justiniano, la escuela continúa con una renovatio.
En cambio, en la zona del Sur del Loira, en la Galia, las escuelas clásicas no superan el
siglo Vi, y la única posibilidad de continuar con las 7 artes liberales es a través de
preceptores privados.

63
La nueva escuela confesional

A diferencia de la escuela clásica, la escuela confesional la conocemos mucho mejor, de


la que se derivan la escuela episcopal, dependiente de la domus episcoi, sede episcopal,
donde los obispos mantienen una escuela donde se forman los candidatos a sacerdote; y la
escuela monástica. Esta última está documentada en las reglas monásticas, en estas
escuelas se limitan a un saber casi instrumental, con leer y escribir como primer escalón, el
estudio de la Biblia como segundo, e incluso un poco de liturgia y derecho canónico;
además, los autores de estos siglos utilizan un latín cada vez más eclesiástico y menos
clásico. Sin embargo, tanto en la escuela episcopal como en la monástica, hay novedades,
puesto que se comenzará a acoger a niños de una edad muy temprana, enviados por sus
padres para que se pudiesen formar a un mínimo nivel intelectual. En la educación de estos
niños, se pone atención a la psicología y las capacidades intelectuales de cada uno, junto
con una instrucción doctrinal basada en la formación en la fe.

3. Los intelectuales del Occidente bárbaro: de Boecio a Beda


El ámbito italiano

La creación del corpus cultural cristiano, fundamento


intelectual de Europa, al menos, hasta el siglo XIII, fue el
resultado más permanente de las escuelas monásticas y
episcopales de los siglos VI a VIII, aunque los cimientos los
pusieron tres hombres que habían pasado por la escuela antigua
en Italia. El primero de ellos fue Boecio (480-525), que tradujo
del griego al latín algunas de las obras de Aristóteles: las que
serán estudiadas más tarde como Logica vetus, desde el siglo
IX, en las escuelas europeas. A éstas también legó otras dos cosas: un bagaje de
definiciones y un latín instrumental muy útil para las especulaciones filosóficas y
teológicas, además de una especie de introducción a la reflexión filosófica, de base estoica,
su opúsculo De consolatione philosophiae.

El segundo de los creadores del corpus cristiano fue Casiodoro (485-580), colaborador
de Teodorico. Aunque su objetivo de crear una especie de universidad cristiana fracasó, su
legado no fue pequeño. De un lado, en sus Institutiones dejó un programa de integración de
las sietes artes liberales en el marco de una cultura sagrada, y, de otro, legó un tratado de
ortografía y transcripción de textos, instrumento muy utilizado por los copistas de los
escritorios monásticos. Además, fundó un monasterio benedictino en Vivarium, donde
permite que los monjes lleven a cabo un trabajo intelectual, no solo manual.

El tercer romano que contribuyó al corpus cristiano fue el Papa Gregorio Magno (543-
604), quien insistió en el camino marcado por Casiodoro de que el objetivo de las artes
liberales no era otro que el de preparar la mente para comprender mejor la palabra de Dios.
Su campo de acción intelectual favorito fue la pedagogía de contenido moral, tanto a través
de sus escritos doctrinales como de sus más de 800 cartas. Entre aquéllos destacan sus
Moralia, orientaciones para para el progreso de la vida monástica, su Regula pastoralis,

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verdadero manual para el oficio de obispo, y sus Diálogos, ensayos de vida de santos, entre
ellas, la de San Benito.
La Galia y África

África enseguida queda sumida a la órbita bizantina, y su papel es transmitir hacia


Occidente novedades que proceden de Oriente, siendo un eslabón entre ambos. En la Galia,
solamente en el siglo VI vemos una cierta actividad, las figuras más destacadas son
Venancio Fortunato o Gregorio de Tours, autor de una historia de los francos, historia
francorum. En un momento de la historia, los pueblos germanos toman conciencia de que
ha nacido una nueva entidad política, y se siente la necesidad de situar a este pueblo en la
historia de la humanidad, por lo que se escriben las historias de los reinos germanos para
perdurar en la humanidad.
Hispania Visigoda

El cuarto de los creadores del corpus cultural altomedieval fue San Isidoro de Sevilla
(570-636), obispo de Sevilla, quien fijó los cimientos de la historiografía peninsular, al
hacer de Hispania una unidad de destino bajo la jefatura la monarquía visigoda, y compuso
una magna enciclopedia, las Etimologiae (Etimologías) u Orígenes, que, en veinte libros,
resumía los conocimientos de la Antigüedad, poniéndolos al servicio de la ciencia cristiana.
La difusión que la obra tuvo, tanto de forma directa como a través de los monjes irlandeses
y anglosajones, hizo de ella un manual presente en todas las bibliotecas monásticas de la
Edad Media. Para Isidoro de Sevilla, las palabras guardan todo lo que significan en su
forma, de ahí el nombre de la obra.
La cultura insular

El quinto y último creador del corpus cultural


altomedieval es Beda el Venerable (672-735), el cual
fue un producto del cristianismo celta-irlandés en
tierras de Inglaterra, donde había propiciado un
apasionado interés por el conocimiento del latín. La
tarea de Beda se desarrolló en algunas de las escuelas
de Northumbria, en la que había tenido lugar el
encuentro entre misioneros e irlandeses y romanos, y
Yarrow, donde Beda escribió cerca de cuarenta libros
de temas históricos, científicos y exegéticos,
siguiendo una línea de simplificación de contenidos
de herencia clásica, que, a su vez, él toma ya resumidos de Isidoro de Sevilla. Así lo hace
tanto en su Historia ecclesiastica gentis anglorum como, sobre todo, en su De natura
rerum. La herencia de Beda la recogió su discípulo Egberto, obispo de York e impulsor de
su escuela catedralicia, donde, hacia el año 740, acogió a Alcuino, que sería después figura
principal del renacimiento cultural carolingio. Con Beda llegamos al final de la evolución,
ya que él no ve necesario estudiar las artes liberales, únicamente defiende que se estudie la
gramática para entender el latín.

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La cultura occidental a comienzos del siglo VIII

Cultura clerical, que no es interesante por su originalidad, sino por su labor de


transmisión, sentando las bases para los futuros renacimientos, empezando por el
carolingio.

TEMA 6: LA EUROPA CAROLINGIA


1. El ascenso de los carolingios y el cambio de dinastía
Con el fin del reino visigodo, el reino franco jugará un papel central, con el fin de los
merovingios en el 751, y entra una nueva línea dinástica, los carolingios.
Carlos Martel, duque de los francos

Pipino de Heristal murió en 714 dejando en manos de su hijo bastardo Carlos Martel las
mayordomías de palacio de los tres reinos de Austrasia, Neustria y Borgoña. Tras los
primeros años de dificultades para imponer su autoridad, Carlos Martel propuso a las
aristocracias unos objetivos exteriores que permitieran relajar las tensiones internas. En el
norte, continuar la tarea de sumisión de Frisia y controlar a alamanes y sajones; mientras
en el sur frena a los musulmanes que habían entrado en tierras francas, derrotándolos cerca
de Poitiers en 732, lo que contribuyó a realzar su prestigio. En los dos frentes, las victorias
del mayordomo de palacio se apoyaron tanto en factores sociales como técnicos; los éxitos
del caudillo franco animaron al propio Papa Gregorio III a buscar la ayuda de Carlos
Martel para asegurar las posiciones del papado en el complicado mapa de la península
itálica, pero la llamada del pontífice no fue atendida, aunque estableció un precedente. El
cuadillo franco murió en 741 y, como un rey merovingio, repartió el poder entre sus dos
hijos, Carlomán y Pipino, como mayordomos de palacio.
Pipino “El Breve”, primer rey carolingio

Seis años después de la muerte de su padre, Pipino quedó sólo


al frente de todo el reino. El nuevo jefe de los francos, aunque
apoyado por la aristocracia, buscó la legitimación de su poder en
la confirmación del pontífice Zacarías. Así, envió una embajada a
Roma para plantear quién debía ser rey de Francia: si el que
poseía el poder de nombre o el que lo ejercía de hecho. La
respuesta del pontífice legitimó la decisión de deshacerse del rey
Childerico III, a quien en el 751 confinó en un monasterio. El
legado papal, Bonifacio, lo ungió como nuevo monarca por la
gracia de Dios; su persona se revestía de un aura sacramental que convertía en sacrilegio
cualquier ataque contra ella. La alianza entre el papado y los francos había quedado
sellada.

2. Carlomagno y la coronación imperial del año 800


La muerte de Pipino en el 768 trajo un nuevo reparto del regnum francorum entre sus
hijos Carlomán, que tenía el mismo nombre que su tío, y Carlos. El fallecimiento del
primero tres años después dejó todo el poder en manos del segundo, pronto llamado “el
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Magno”, esto es, Carlomagno. Su reinado y el de su sucesor, Luis “el Piadoso”
constituyeron hasta el año 840 una síntesis de los elementos de la Cristiandad latina.
La expansión del Imperio

Las conquistas de Carlomagno siguieron las líneas trazadas por su abuelo Carlos Martel
y su padre Pipino.

 La conquista de Sajonia

Las campañas entre los ríos Rhin y Elba se prolongaron durante treinta años, en los que
alteraron aparentes victorias francas y sangrientas revueltas de los presuntos vencidos. La
más espectacular la dirigió el aristócrata Widukind. Al final, los francos se impusieron y
organizaron una represión feroz y un cambio de táctica: soldados y misioneros
combinarían sus esfuerzos para realizar una conquista sistemática, que fue facilitada por la
incorporación de la aristocracia sajona a la estructura administrativa del Imperio en
condición de condes, de los que hablaremos más adelante. En el 802, la promulgación de la
Lex Saxonum, que preserva muchas antiguas costumbres, puso fin oficialmente a la
conquista carolingia de Sajonia
 La anexión del reino lombardo

El segundo escenario oriental de los éxitos carolingios fue Baviera. Las veleidades de su
duque Tassilón, y sus inclinaciones por lombardos y ávaros fueron consideradas
inaceptables por Carlomagno, quien depuso al duque en el 788. Las tierras de los bávaros,
sin perder identidad como ámbito político, quedaron divididas en condados dentro del
Imperio carolingio.

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 Las marcas fronterizas

En los territorios que no pudieron ser conquistados, se establece una marca dando al
conde “limítrofe” más poderes que a los demás condes del reino. De este modo, tras los
enfrentamientos en el sur con los musulmanes, se llevó a cabo la constitución de una
frontera, una Marca Hispánica, meramente defensiva de Cataluña a Navarra. Dentro de
ella, los valles pirenaicos empezarán a dotarse de una organización encabezada por sus
respectivas aristocracias que concluirán por obtener la independencia del reino franco.
La dignidad Imperial
a) La maduración del proyecto de restauración imperial

El día de Navidad del año 800, el papa León III impuso la


corona a Carlomagno. El hecho vino a culminar una trayectoria
iniciada con el golpe de Pipino “el Breve” del año 751 y
sancionada por las victorias militares de Carlomagno. El año
anterior a la coronación, Alcunio de York, consejero del rey,
dirigió a Carlomagno una carta en la que defendía la hegemonía
del rey franco. Para el consejero áulico, los tres poderes que
gobernaban el mundo eran: El Emperador de Bizancio, el
pontífice de Roma, y el rey de los Francos.
Estas campañas son objeto de debate por los historiadores, se acumulan en pocos años y
son de gran envergadura. Algunos defienden la idea de un plan establecido, mientras que
otros argumentan que surgió con el paso del tiempo; en todo caso, se consigue que el rey
sea una entidad superior al resto. La idea madura con el tiempo, y en el año 800, ya se
contempla al monarca como algo superior a un rey: ahora tiene potestad para convocar
concilios o se pronuncia sobre cuestiones como la iconoclastia, es decir, actúa como si de
un Emperador se tratase. Asimismo, esta ligación imperial también se lleva a cabo en la
sede de la cámara regia, Aquisgrán, donde se establece una capilla palatina, muy similar a
Rávena en su arquitectura.
b) El significado para Bizancio, para los medios pontificios y para Carlomagno

Para Bizancio, los latinos son bárbaros. En el ámbito pontificio, es extraordinario el


alcance que va a tener, ya que se renuevan las teorías cristianas sobre la realeza, las de
Gregorio Magno, diciendo que el rey cristiano debía estar a la cabeza del poder religioso y
político. El rey cristiano debe proteger al estado y a la iglesia; en el periodo anterior, estas
ideas tenían menos transcendencias, ya que no había ningún monarca al que se aplicase
esta doctrina como a Carlomagno. Mediante esta interpretación de la coronación imperial,
se acentúa más ese carácter semi-sacerdotal. Para Carlomagno, y para su entorno, el
Imperio puede llevar a cabo tareas de evangelización, es decir, gobernar también la Iglesia;
un laico gobernando la Iglesia, legitimado para protegerla y gobernarla. A partir de este
momento, se va a plantear el problema de las dos instituciones, entre el papado y
Carlomagno, agravada ahora que el Emperador podía nombrar a los obispos: ¿Podrá el
papa ser consagrado sin jurar fidelidad al Emperador?

68
3. La organización del Imperio
La organización se realizó de una forma empírica. Sin embargo, los eclesiásticos del
palacio supieron revestirla de una conceptualización de tradición romana basada en la
noción abstracta de un Estado como garante de la res publica, del bien común. Los poderes
efectivos de Carlomagno derivaban, de un lado, del ban militar, y, de otro, del munt
judicial, ambos de tradición germánica, como lo era la fortaleza de los vínculos personales
que ligaban a los hombres libres con el rey franco y que, anualmente, los guerreros
renovaban en asambleas convocadas para ello.
La amplitud territorial

Todas estas medidas eran claramente insuficientes para gobernar un espacio que
resultaba demasiado extenso y variado. Ello obligó a Carlomagno a reconocer el principio
de la personalidad de las leyes en los territorios del Imperio y a compatibilizarlo con el
ejercicio general de algunas competencias eclesiásticas, fiscales y económicas. La
protección del clero y la intervención en la designación de los obispos, un cierto control en
las ferias y mercados, y la ordenación monetaria se encontraba entre ellas.

El territorio se había ampliado, pero las relaciones sociales y los métodos de


organización eran los mismos que en la etapa anterior. Los carolingios se encuentran muy
cómodos en la parte norte del Imperio, incluso en las zonas donde existían pueblos
bárbaros sometidos por los francos.
El concepto de soberanía regia

Aparece ahora el concepto de soberanía regia, muy amplio, fruto


también del pensamiento eclesiástico, que hace que el rey reclame en
exclusividad los regalia, una serie de atribuciones exclusivos del
poder público: Legislar mediante los capitulares carolingios (leyes),
la suprema administración de justicia, la dirección de la guerra y la
diplomacia, la facultad de intervenir en la vida económica; es decir,
el renacimiento de las atribuciones del poder público. Pero este
concepto de soberanía regia, choca con las dificultades de gobernar
un territorio tan grande, por lo que se lleva a cabo una medida muy
dificultosa, la itinerancia de la corte, el rey debe estar desplazándose
continuamente para hacerse notar. Para estos nuevos medios renace
el concepto de “República”, que tienen que gobernar buscando el
bien común. Lo que ocurre, es que este pensamiento lo elaboran los obispos, no las
personas que tienen que gobernar el reino.
La administración y sus medios institucionales

En la administración del Imperio, el centro teórico era el palatium, que, sin capital fija,
acompañaba al emperador en sus desplazamientos hasta que, hacia el 795, aquél tendió a
residir casi de forma permanente en Aquisgrán. Acompañando al rey, se encuentran
diversas figuras que, a pesar de sus nombres “domésticos” (camarero, mariscal), son los
órganos de la administración real. Junto con ellos, se sitúa también la capilla regia, con los

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clérigos al servicio del rey; la cancillería, oficina encargada de preparar y expedir los
documentos en una época en la que renace el uso del documento escrito; y por último el
placitum general, una institución a nivel central que, aprovechando las expediciones
militares, comunica las llamadas capitula per se escribenda. De este modo, observamos un
gran desequilibrio con la gran extensión de territorio y los pocos medios organizativos para
un terreno de aquellas magnitudes.
La administración territorial en condados y los missi dominici

Pero lo verdaderamente operativo fueron las circunscripciones territoriales, los


condados, en número superior a doscientos. Al frente de ellos, los condes eran reclutados
entre la aristocracia de la zona a gobernar, lo que facilitaba el fortalecimiento de los
poderes regionales. El conde representa al rey en el condado, y ejerce las mismas funciones
que el rey podría llevar a cabo en todo el reino: cobra impuestos, organiza la defensa,
mantiene la paz, etc.; además, el condado puede estar dividido en unidades menores, y
gracias al derecho de honor, el conde tiene potestad para usufructuar los dominios regios,
percibir un tercio de las multas judiciales, de los impuestos, etc. En la práctica, la política
carolingia consideraba funcionarios imperiales a los que eran sólo poderosos terratenientes
o ejercían algún tipo de jefatura regional. Su gestión era revisada por los missi dominici,
inspectores (uno eclesiástico y otro laico) enviados por el palatium imperial y miembros de
la misma aristocracia a la que pertenecían los inspeccionados, por lo que su gestión y
rigurosidad estaba bastante en duda.

En estas circunstancias, no era fácil que el emperador conservara su fuerza política,


aunque, desde luego, lo intentó. En el ámbito fiscal, trató de asegurarse la percepción de
ingresos, lo que dio origen a la elaboración de contabilidades de las posesiones imperiales
del tipo recogido en el llamado capitular De Villis. En el aspecto judicial, pugnó porque la
justicia se ejerciera en los tribunales condales, en los que aparecieron los scabini, asesores
profesionales, y en los que, en casos en que se debilitaban otras formas de prueba
(testimonio, juramento), se fueron difundiendo las ordalías, de origen franco, de las que ya
hemos hablado.

Mientras que estamos en los primeros momentos de este sistema administrativo, no hay
ningún problema, pero muchos de los condes se arraigan en sus territorios, estableciendo
vínculos de parentesco en el condado, añadiendo así a su poder político un poder social y
económico. La evolución del reino carolingio hará que a la función condal se le reconozca
carácter hereditario, una de las claves de la evolución del reino, que generará el
debilitamiento del poder público.
Las instituciones compensatorias: inmunidad y vasallaje

En lo que toca a sus competencias militares, Carlomagno trató de mantener la fidelidad


personal de sus guerreros. La fórmula fue recompensar tanto a ellos como a sus vasallos
directos y a los vasallos de sus vasallos mediante la entrega de tierra en usufructo, los
beneficios, en un principio, revocables. La construcción imperial carolingia quedó así en
manos de la fidelidad personal de sus vasallos. Las relaciones entre unos y otros se
sujetaban a un contrato que incluía un doble vínculo. Uno de carácter personal, la

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encomendación y prestación de homenaje por parte del vasallo al señor que se sellaba
mediante gestos, con la inmixtio manuum, colocación de las manos del vasallo dentro de
las del señor, y el beso entre ambos. Otro, de carácter real, que se concretó en forma de
cesión de una tierra, esto es, de un beneficio, prestimonio o feudo. Con las rentas generadas
por los campesinos instalados en las tierras que lo constituían, el vasallo debía equiparse y
estar presto para el ejercicio de las tareas que el señor le encomendara. Solían ser de dos
tipos: un servicio de armas, esto es, un auxilium en el combate, y, en menor medida, un
consilium, un asesoramiento al señor en cuestiones de ejercicio de la justicia, de política
patrimonial o de enfrentamiento con otros señores.

Con esto, junto con generalizar el vínculo de vasallaje entre el rey y los abades, obispos
y condes, Carlomagno eleva el vínculo privado por encima de lo público, reforzando su
poder, creando una red vasallática que, junto a los vasallos de sus vasallos, limita a todos
los hombres libres del reino. Así, cuando el rey convoca al ejército, los vasallos del rey son
convocados, y estos traen consigo sus propios vasallos, reuniendo a un gran número de
personas. Esto funcionará con Carlomagno como gobernante, pero cuando el reino se vaya
fragmentando con diversos monarcas, los condes, obispos, etc., decidirán su actitud de
vasallaje hacia un señor según su conveniencia.

Para compensar el poder de los condes, Carlomagno lleva a cabo otra institución
además de la práctica del vasallaje, la inmunidad, mediante la cual le concede al titular de
un gran dominio o señorío territorial, las funciones públicas sobre los habitantes de dicho
lugar, dicho de otra forma, le concede autoridad a un territorio, que inevitablemente estaba
dentro de un condado, sin que el conde o sus agentes tengan potestad sobre él.

4. Luis el Piadoso y el primer reparto


La erosión del poder imperial y las tendencias internas

Carlomagno murió en el año 814, siendo sustituido por Luis


“el Piadoso” (814-840). El nuevo reinado estuvo marcado por
las dificultades de administrar un Imperio demasiado extenso y
variado: la dinámica de la sociedad franco, con una
privatización de competencias del poder pública, la falta de
nuevas empresas exteriores y los espectaculares progresos de la
Iglesia franca que llegó a constituir una Iglesia de Estado y
ejerció una decisiva influencia en la formación de la civilización
de la Europa occidental. De hecho, durante el reinado de Luis “el Piadoso”, lo que el
Imperio perdió en cuanto construcción política lo ganó en cuanto escenario de una
Respublica christiana, de una Cristiandad. A ese conjunto de rasgos se unieron dos hechos
que condicionarán el destino del Imperio: el reparto del mismo y las “segundas
invasiones”.
Los proyectos de reparto

El reparto es inevitable, ya que al tener Luis varios hijos, y disponer en el año 817 de la
ordenatio imperii, el reino estaba destinado a repartirse como herencia. Esta ordenatio

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imperri suponía defender la supremacía de uno de sus hijos como emperador, que tiene un
territorio más extenso que el del resto; pero Luis el Piadoso tiene un segundo matrimonio,
del que tendrá un hijo, el futuro Carlos el Calvo, lo que altera la ordenatio imperii, debido
a que pretende crear un reino para su nuevo hijo. En el año 833, Luis es depuesto por sus
hijos; dentro del reino, los eclesiásticos, defensores de la república cristiana, favorable a la
unidad del imperio, va en contra de las aspiraciones del resto de hijos. Si la autoridad ya
estaba mermada, los obispos el imponen una penitencia pública al emperador; cuando
muere, en el año 840, las pretensiones del rey no son respetadas por dos de sus hijos,
Carlos El Calvo y su hermanastro Luis se conjuran en los juramentos de Estrasburgo del
842, donde pactan obligar a su hermano Lotario igualar su territorio a los suyos, la quiebra
del principio de la supremacía imperial.

El reparto arrancaba de la concepción patrimonial franca del poder, y se hizo efectivo en


las personas de los 3 hijos de Luis el Piadoso. En virtud del Tratado de Verdún del año 843,
el Imperio fue repartido en tres porciones: la occidental, propiamente Francia occidentalis,
quedó en manos de Carlos “el Calvo”; la central, signo de lo artificial de su construcción,
recibió de su titular el nombre de Lotaringia y fue para el primogénito, Lotario, quién, pese
a contar con las dos capitales imperiales, Aquisgrán y Roma, no pudo aducir ninguna
primacía sobre sus hermanos. Y la oriental, Francia orientalis, futura Alemania, quedó a
cargo de Luis “el Germánico”. Salvo los casos de los reinos de Galicia y Asturias, toda la
cristiandad latina se concentrará en estos 3 reinos.

TEMA 7: LA CRISIS POLÍTICA CAROLINGIA Y LA AMPLIACIÓN DEL


ESPACIO DE LA CRISTIANDAD LATINA
1. La crisis política y la desaparición del Imperio carolingio
La pluralidad de reinos carolingios y las vicisitudes del título imperial
En las fronteras de los 3 reinos, es preciso reforzar la defensa, lo que obliga a otorgar
poder a las aristocracias territoriales, debido a que la monarquía es incapaz de enfrentarse

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por sí sola a esta fuerza invasora. Todo lo que hemos visto de la soberanía se va
esfumando, desaparece la fidelidad de los súbditos junto con el concepto de supremacía
imperial; las campañas para defenderse de lombardos y sarracenos en el mediterráneo
hacen que las arcas públicas se agoten, y aumenten los patrimonios de las aristocracias
regionales. De nuevo, las funciones administrativas se privatizan, los condes ostentan sus
magistraturas de forma indefinida y se apropian de los fiscos reales de los condados; estos
grandes propietarios, tengan o no inmunidad, con este nuevo poder usurpado a los reyes,
aumentan la capacidad de presión sobre los campesinos de sus dominios al exigir más
rentas y trabajo gratuito. La aristocracia territorial se funde con los condes y acaparan los
regalia del Emperador, a su vez, veremos revueltas internas en Aquitania o Borgoña,
promovidas por estos aristócratas. En resumen, se está disolviendo el orden público de
Carlomagno y se camina hacia la feudalización. La iglesia defendía la soberanía regia, pero
finalmente consigue que el clero también pueda escapar de la misma.

En esta época se publican las llamadas “Falsas decretales”, estas, hacia el año 860,
quizás hechas en la zona de Reims, incluyen el defender la libre elección de obispos sin
injerencias de los reyes o de las aristocracias, inmunidad del patrimonio eclesiástico,
autoridad de cada obispo con independencia, primacía del Papa; estas, venían
acompañadas de decretales auténticas de papas del pasado.
Así, mencionamos la figura del Papa Nicolas I, entre el 858-867; este pontífice sería
quizás el más relevante de los siglos VIII-X, al cual se le atribuye una formación
absolutamente clara de la idea de que el poder imperial procede de la autoridad del papa, la
supremacía pontificia, en el que es el papa el que le asigna a los emperadores las misiones
para defender a la cristiandad. Tanto el papado como el clero de la Francia occidental están
constribuyendo a debilitar el poder de los reyes carolingios, que son los únicos que podrían
garantizar la autonomía de la iglesia; estos están, sin darse cuenta, eliminando la
salvaguarda de los derechos de la iglesia. Con esto, la feudalización afectará también a la
iglesia.
Reino de Lotario

El poder reside en Lotario, pero sin ningún poder sobre


sus hermanos, gobierna si reino sometido a la autoridad del
Papa, con Aquisgrán y Roma. Es el primero en morir en el
855, donde se divide el reino del Lotario en 3 reinos: la
Lotaringia, para su hijo Lotario II; Borgoña, para su hijo
Carlos; y el reino de Italia para su hijo Luis, que recibe el
título imperial al gobernar Italia. Pero, cuando fallezca el rey
de Borgoña, los dos hermanos se reparten el mismo, y
cuando en el 870 muere Lotario II, sus tíos, Carlos el Calvo
y Luis el Germánico, ante la falta de herederos varones
legítimos, se reparten su reino; y por primera vez, con el
tratado de Mersen, la Francia occidental y la oriental tienen
una frontera directa.

73
La Francia occidental de Carlos el Calvo

Entre el 840-877, mantiene su unidad, pero van


emergiendo poderes más efectivos. Los recursos regios se
agotan enseguida ante la constante amenaza de las
incursiones vikingas. El rey, ante las revueltas internas, se ve
obligado a reconocer en el capitular de Querzy del 877, el
cual recoge que, si fallece Carlos el Calvo, no dejará a sus
sucesores sus honores o sus beneficios; por lo que serán los
ámbitos condales, los que generará que se vayan disolviendo
las autoridades públicas y la corte real a favor de los poderes
regionales. A partir del 880, organiza poderes a escala local
para intentar frenar las incursiones vikingas, una nueva
forma geopolítica, el principado territorial (príncipes territoriales que, sobre un conjunto de
3-4 condados, ejercen un poder que el rey no controla).
La Francia oriental de Luis el Germánico
Una evolución completamente distinta a la de su hermano; tiene
una unidad lingüística, donde toda la población es germánica,
destacando 5 agrupaciones populares germanas, nada que ver con la
Francia Occidental: los sajones, franconios, alamanes, turingios,
bávaros. El reino de la Francia oriental está mucho menos poblado que
el resto, menos explotado, desde el punto de vista de la economía
rural; tiene una red urbana más deficiente, y está más expuesto a las
incursiones externas (Daneses, eslavos, magiares), pero también
mayores posibilidades de expansión e influencia sobre estos nuevos
pueblos. En la Francia de Luis el Germánico está más cerca de la
cultura bárbara.
El desenlace de la crisis y la desmembración del regnum francorum

Esta desmembración se produce entre el 875-890. Las causas son, entre otras, los
relevos generacionales en los reinos: cada vez que fallezca cada uno de estos reyes, sus
reinos se reparten entre sus herederos. Esto ocurre con la Francia oriental también, Luis el
Germánico fallece en el 876 y reparte el reino entre 3 hijos; también fallecerá Carlos el
Calvo en el año 877, y su hijo muere a los 2 años, por lo que acceden al trono dos nietos de
Carlos el calvo, menores de edad, en el 879. Muertos todos estos reyes, por un momento,
uno de ellos sobrevive sobre el resto, y es reconocido como soberano casi único, este es
Carlos, hijo de Luis el Germánico, que en el 882 sobrevive a todos sus parientes de los
otros reinos, por lo que casi podríamos decir que por un momento que toda la constitución
carolingia está en manos de un único rey carolingio. Este Carlos es incapaz de defender el
reino ante una inmersión normanda, y en el año 887, es obligado a abdicar por la
incapacidad de responder eficazmente a la amenaza vikinga.; así, se fragmentará el antiguo
regnum francorum en 6 reinos diferentes. Tras esto, es elegido rey el conde de París, uno
de los jefes militares que están defendiendo el reino de las invasiones vikingas, el rey

74
Eudes, que no es carolingio, en el 888, en la Francia occidental hay un rey electo, no
carolingio, que no ha heredado el reino. Lo mismo ocurre en los otros 6 reinos: el reino de
Borgoña se divide en dos, Alta y Baja Borgoña, Italia, Francia Oriental y Lorena, los 6
territorios en los que el antiguo imperio se ha dividido. Quien acabará prevaleciendo serán
la futura Alemania y la futura Francia.
Los reinos surgidos del antiguo reino de Lotario

Borgoña está controlando los pasos de los Alpes occidentales y está en estrecha relación
con el reino de Italia, con unas aristocracias muy vinculadas. Todo esto hacia el 940,
cuando con Otón I, las dos borgoñas se empiezan a distanciar de Italia para acercarse a
Alemania. De la antigua lotaringia queda el reino de Italia, donde también se produce el
relevo generacional, y llega un momento, en el 888, donde es elegido rey de Italia un no
carolingia, Berengario de Friur?. La corona en Italia pasará en manos de unos a otros de los
miembros de la aristocracia. Ahora el título imperial no significa a nada, ni siquiera en el
propio ámbito de Italia, ya que muchos son nombrados emperadores para hacer frente al
regente de turno. Estos “emperadores” continuarán hasta el año 929; y hasta el año 962 no
volverá a haber un emperador en Occidente, Otón I.

Al desaparecer la imagen de un rey fuerte, los estados de la iglesia también se feudalizan,


las familias aristocráticas tienden a ostentar el poder, con la consecuencia de que las sedes
episcopales quedan a merced de un laico, al igual que la institución pontificia, que pasa por
el proceso más dramática de su historia, ya que las familias aristócratas de la ciudad e
Roma tienden a intentar colocar a uno de sus familiares en el obispado de Roma, llegando
a pasarse el cargo entre familia, bien hereditariamente o por elección.
La incidencia de los musulmanes y escandinavos en la aceleración de la crisis

El rápido debilitamiento del Imperio carolingio en cuanto a unidad política había sido
factor y consecuencia del fortalecimiento de aristocracias guerreras y eclesiásticas de
sólida implantación regional que, a través de una red de fidelidades personales, supo crear
las bases de unos cuantos principiados territoriales. Muchos de ellos se beneficiaron de una
dinámica de crecimiento generada tanto en las grandes explotaciones como, sobre todo, en
las pequeñas explotaciones de las familias campesinas. Desde comienzos del siglo IX, la
sociedad de aquellos principados fue amenaza por la presión ejercida por pueblos
exteriores a la Cristiandad latina. Tales pueblos, protagonistas de las segundas invasiones
fueron, sobre todo, los vikingos, húngaros y eslavos, y, en tono menor, los piratas
sarracenos del Mediterráneo y los musulmanes de la península ibérica.
La expansión escandinava de la Primera Edad Vikinga y sus consecuencias

“Los hombres del vik o bahía” eran parientes próximos de los germanos de las
invasiones del siglo V que se habían establecido en las tierras escandinavas. Según las
fuentes, esos vikingos reciben otros nombres: para los francos, son “los hombres del norte”
o normandos; para los musulmanes, son los machus o “adoradores del fuego”, para los
bizantinos, son los “hombres del comercio” o Varegos. En cualquier caso, las fuentes no
dieron noticias de ellos hasta los ataques vikingos a monasterios, por ejemplo, el de

75
Lindisfarne, de la costa oriental inglesa, a finales del siglo VIII.
En esas fechas, la sociedad escandinava debía responder al
modelo de los germanos protohistóricos. Se caracterizaba por la
existencia de una familia extensa dirigida por un jefe. La reunión
de jefes constituía el consejo que asesoraba al rey, una especie de
caudillo primus inter pares.

Las causas de su expansión no han sido aceptadas con


unanimidad; entre ellos se han esgrimido la superpoblación o las
variaciones climáticas con un calentamiento del continente. Al
final, la impresión es que la principal causa fue el éxito de las
primeras correrías lo que animó a los vikingos a continuar en
progresión geométrica sus expediciones. Éstas se iniciaron a título absolutamente
particular por parte de algunas familias y con objetivos muy cortos que, después, se fueron
ampliando, conforme el deseo de ascenso social y el enriquecimiento. Los grupos de
saqueo solían estar constituidos por unas 10 o 12 embarcaciones, con mejores técnicas de
navegación que los pueblos europeos. Sus barcos monóxilos constituían sus vías de
penetración hacia el interior del continente mediante la remontada rápida de los ríos. Para
los cronistas monásticos, al menos durante la llamada “primera edad vikinga”, entre los
años 788 y 930, cualquier vikingo era un guerrero brutal y sanguinario. Para los
historiadores, según los casos, fueron piratas, saqueadores, conquistadores, colonizadores e
incluso mercaderes. Bajo rasgos semejantes, cada pueblo escandinavo mostró predilección
por unas formas de expansión determinadas:
 Los noruegos eran exploradores, y recorrieron el litoral del océano Atlántico, tal vez,
desde las costas septentrionales de América del Norte, pasando por Groenlandia,
Islandia, las islas Far Oer y Orcadas, el norte de Irlanda, hasta Marruecos. Además, en
la llamada “segunda edad vikinga”, desde el 980 al 1030, consiguen colonizar
Groenlandia e Islandia, incluso alcanzando América.

 Los daneses aparecen como los auténticos vikingos de las leyendas: saqueadores,
extorsionadores de las poblaciones indígenas mediante la intimidación y el cobro de
tributos (los danegeld o dinero danés) a cambio de treguas y guerreros que trataban de
crear un reino en el occidente de Europa.

 Los suecos fueron Varegos (comerciantes) y soldados mercenarios, y tuvieron por


escenario predilecto la estepa y los ríos rusos. Desde el mar Báltico hasta el Negro y el
Caspio, los suecos dejaron sentir su presencia en los núcleos eslavos más importantes,
en especial, Nóvgorod y Kiev, donde colaboraron en la cristalización política de los
poderes regionales. Con esa misma faceta, comercial y guerrera, aparecieron, desde
mediados del siglo IX, en Bizancio. Aquí hay una polémica, la palabra rus, de donde
deriva Rusia, para algunos, es el apelativo de la minoría que se asienta en los territorios
eslavos, los suecos, que con el paso del tiempo, da lugar al pueblo eslavo de los rusos.

76
La incidencia sobre la Francia Occidental y la Inglaterra anglosajona

Fundamentalmente, en lo que se refiere al mundo


occidental, en la primera fase, los vikingos tuvieron
una incidencia notable en la Francia y en la
Inglaterra Anglosajona. En lo que corresponde a este
último territorio, la estrategia de los daneses se
puede distinguir por fases: en un primer lugar, las
expediciones tenían como objetivo el saqueo, pero
después comienzan a exigir un tributo, ya
mencionado, el danegeld. Así, llegan a la última
fase, la pretensión de controlar el territorio,
sometiendo a la población; de este modo, van
controlando reino tras reino de la isla inglesa,
estableciendo su capital en York. La reacción
anglosajona la protagoniza el último reino que
consigue mantenerse firme, el reino de Wessex de
Alfredo el Grande, que logró mantener a los
vikingos fuera de su reino. Sin embargo, la presencia vikinga durará con el rey danés
Canuto el Grande (sí, Canuto xD) y continuará hasta el 1066.

Mientras, en la Francia de Carlos el Calvo, se acelera la crisis interna del reino al


transferir el monarca poder a las aristocracias territoriales, al no ser este capaz de dar una
respuesta unitaria a estas amenazas. Tras una fase de pillaje y saqueo, los invasores se
asientan en el bajo Loira, creando una nueva entidad política. En el año 911, el líder
vikingo Hrolf Ganger forzó al rey Carlos el Simple a firmar el Tratado de Saint-Clair-sur-
Epte, bajo el cual, le daba Ruan y la zona de la Alta Normandía al pueblo invasor,
estableciéndose así el Ducado de Normandía. En cambio, le dio la palabra al rey de Francia
de que sería su vasallo en 940, así como ser bautizado y defender los estuarios del Sena de
los ataques vikingos. Todo esto finaliza, con la transformación de los piratas vikingos,
devastadores occidentales, pasando a gobernantes.

La invasión afectó también a la península ibérica, en las zonas de Asturias en momentos


de los siglos IX y X, e incluso quemaron Sevilla hasta sus cimientos en el año 844. Se sabe
que intentaron saquear Roma y llevar la cabeza del Papa a Dinamarca, sin embargo, los
conocimientos geográficos de los vikingos dejaban bastante que desear. Navegaron hasta
una ciudad del norte de Italia llamada “Luna”, y al ver sus torres de iglesias duradas, no
pararon a reflexionar y saquearon la ciudad; además, la cabeza que colgaría en un lugar de
Dinamarca no fue la del Papa, sino la del obispo de la ciudad de “Luna”.

Las correrías más llamativas de los pueblos escandinavos concluyeron hacia el año 930,
tras siglo y medio de expediciones de saqueo y migraciones. Su cese era síntoma de la
progresiva incorporación de los temidos hombres del norte a la Cristiandad latina. Ésta,
gracias a las migraciones vikingas, ampliaba su escenario y, al hacerlo, estimulaba ciertas
transformaciones políticas, en especial, la constitución de monarquías unitarias. Por su
parte, las actividades de los vikingos habían movilizado enormes recursos financieros

77
amortizados en los monasterios y, con ello, revitalizado la circulación monetaria,
estimulando la creación de mercados. La proliferación de burgos mercantiles en la costa
atlántica del continente, en Inglaterra o en la estepa rusa fue el mejor síntoma de
fortalecimiento o la apertura de nuevos itinerarios.
Los principados territoriales: los nuevos poderes efectivos

Mucho más pequeños que los reinos que marcan el destino político de Europa, los
príncipes territoriales son miembros de la aristocracia, que con mucha frecuencia tienen el
título de duque. Todos aceptan el vínculo vasallático respecto al rey. En Francia se
organizan varios principados en Aquitania, Flandes, Borgoña, etc., todos de esta manera.
La nueva dinastía que emergerá pronto, los Capetos, son originarios de príncipes
territoriales. En el reino de Lotario será similar, al igual que en Italia y la Alta y Baja
Lotaringia. También pasa en Alemania.

2. La renovación imperial en Alemania y la ampliación del espacio en la Europa


central
El reino de Alemania y el título imperial

La decadencia del Imperio de Carlomagno propició el fortalecimiento de los poderes


regionales, en especial, de los ducados alemanes enfrentados a la amenaza húngara. A
comienzos del siglo X, el más significado era el de Sajonia, dirigido por Enrique I (918-
936). A su muerte, su hijo Otón I (936-973) pudo afirmar la hegemonía sajona en Alemania
a través de tres expedientes: restringiendo la facultad de los duques de transmitir en
herencia el ducado; facilitando tal transmisión a los titulares de los condados en que cada
ducado se dividía, lo que mermaba el poder ducal; y, sobre todo, apoyándose en la Iglesia,
ya que Otón I se erigió en patrono de las sedes episcopales cuyos beneficios, en caso de
vacancia, revertían al monarca. En el exterior, la victoria de Otón I sobre los húngaros a
orillas del río Lech en el 955 empujó al pontífice Juan XII a coronarlo emperador en el
962. El Imperio se trasladaba de Francia a Alemania.

En el año 911, es el momento en el que muere el último rey carolingio de la Francia


oriental. Como hemos visto, es favorece la elección de la monarquía entre las aristocracias,
cuyo candidato a ser elegido rey será el duque de Franconia, Conrado, en el mismo año
911. Antes de morir el propio Conrado, él decide que debe de ser rey el duque más fuerte, y
elige al duque de Sajonia, Enrique, en el año 918, iniciando así la dinastía de los reyes
sajones.

Otón I, el hijo de Enrique, gobierna desde el 936 al 973, y vuelve a


tener una talla política semejante a la que Carlomagno tuvo en su
momento: restringió la facultad de los duques de transmitir en herencia
el ducado; facilitó tal transmisión a los titulares de los condados en que
cada ducado se dividía, lo que mermaba el poder ducal; y, sobre todo,
se apoyó en la Iglesia, ya que Otón I se erigió en patrono de las sedes
episcopales cuyos beneficios, en caso de vacancia, revertían al
monarca. Además, territorialmente, divide la Lorena en Alta y Baja.

78
Otra característica es la expansión el reino más allá del Elba, en territorio eslavo, cuya
finalidad era la creación de los primeros obispados bajo influencia alemana, con la
particularidad que se pretendía organizar una nueva provincia eclesiástica con la sede
metropolitana en Macdeburgo, plenamente germana. Su reinado también tiene que frenar
las incursiones húngaras, que periódicamente inquietaban la frontera oriental del reino, y
consigue derrotarlos en el año 955, con el fin de la amenaza húngara, en la batalla de Lech.

Este triunfo aporta al rey un extraordinario prestigio, lo que llama a la atención al Papa
de Roma, Juan XII, que le pide ayuda para el conflicto que tiene con los príncipes
territoriales italianos. Así, después de plasmar su influencia en los reinos de borgoña,
convirtiéndolos en favorables a la tutela alemana, se proclama rey de Italia en el 952. Sin
embargo, el próximo Papa León VIII vuelve a pedirle ayuda, por lo que cruza los Alpes,
conquista Roma, y es proclamado como emperador de Occidente, después de casi 40 años
sin regente imperial, Europa conoce el renacimiento del Imperio tras defender éste a la
sede vaticana. Así, se forma el llamado Sacro Imperio romano-germánico, también
conocido como Primer Reich, que tiene como recuerdo el antiguo Imperio Carolingio.

A Otón I le sucede Otón II, que apenas gobierna 10


años, y arruina los territorios que su predecesor había
conseguido al este del Elba. A este le sucede Otón III,
con 7 años de edad, que gobierna desde el 995 al
1002. Este volvió, como su abuelo, a ser seducido por
Roma y, con la ayuda de su preceptor Gerberto de
Aurillac, monje que estudió en el monasterio de
Ripoll las disciplinas del Quadrivium y llegó a ser
Papa con el nombre de Silvestre II, pretendió crear un
Imperio cósmico. Su centro debía ser Roma y en torno
a ella los distintos reinos serían una especie de
planetas, incluidos los que, como Bohemia, Polonia y
Hungría, se estaban construyendo en la marca oriental
de Europa. Precisamente, la creación de sedes metropolitanas en aquellos territorios,
iniciativa de Otón III, reflejaba su pretensión de combinar poder político e Iglesias
nacionales en un único Imperio cristiano. La idea imperial que tenía Otón III era calcada de
la idea carolingia, para él, el imperio es el foco de atracción que consigue la hegemonía
alemana sobre Europa, llegando a representarse a Otón como una autoridad universal sobre
la cristiandad. Para esto, el emperador utilizaba distintos símbolos: la espada,
representando el sometimiento de los pueblos; el anillo, como pacto con los cristianos; el
cetro, símbolo de poder; y el globo, atributo de Cristo como rey de reyes, dicho de otra
forma, el Cristo rey es la figura que legitimaba el poder del emperador.
Eslavos y húngaros en la Europa central
Los magiares o húngaros formaban parte de los pueblos originarios de la zona de los
Urales, que a mediados del siglo IX, se desplazaron hacia el oeste. Aprovechado la
destrucción del Imperio de los ávaros por Carlomagno, los húngaros acabaron
instalándose, desde el año 895, en la llanura de la Panonia. Desde aquí, los nuevos

79
ocupantes realizaron continuas razias contras los territorios del Imperio Bizantino y, sobre
todo, de la Cristiandad latina. Llevaron expediciones en todo el continente, pero no buscan
tierras donde establecerse, sino sólo el saqueo de los bienes muebles y la captura de
hombres y mujeres para convertirlos en esclavos. Sólo a partir de la década de 930, la
sedentarización de los húngaros en la llanura de la Panonia contribuyó a espaciar sus
incursiones. En el 955, Otón I consiguió, por fin, derrotar de forma definitiva a los
húngaros a orillas del río Lech. Bajo la presión de su vencedor, los vencidos siguieron los
conocidos pasos de otros invasores: cristianización, territorialización política con la
conversión de la confederación de tribus en un reino, y más importante para la Cristiandad
latina, bajo el reinado del príncipe Esteban I de Hungría, constitución de una especie de
escudo que la protegió de nuevas oleadas de pueblos nómadas. Estos pueblos eslavos,
polacos, bálticos, croatas, eslovenos, húngaros, quedan en la órbita del sacro imperio
romano-germánico.

3. La Francia feudal
En el año 987, Hugo Capeto, hijo de Hugo dux Franciae, que había sido mayordomo de
palacio, aprovechó la ocasión de la muerte del que iba a ser el último rey carolingio y se
hizo con el trono. Entre aquel año y 1223, Francia pasó de una situación en que su nombre
era una expresión meramente geográfica a otra en que se había rellenado de contenido
político.
Los últimos carolingios y los primeros capetos

En el 987 resultaba impropio hablar de reino de Francia, Hugo Capeto se había hecho
cargo de un dominio real muy reducido, que se limitaba a un territorio que se extendía de
París a Orleans, dentro del cual la autoridad del monarca no iba más allá de designar
obispos y abades. El poder real ejercía las mismas competencias y era casi siempre menor
que el de los grandes feudatarios que se extendían por todo el territorio. En estas
circunstancias, entre el 987 y el 1080, la nueva dinastía Capeta solo trató de sobrevivir;
El triunfo del feudalismo y la fragmentación del poder político

La fragmentación de la autoridad política permitió a una multitud de pequeños señores


hacerse con poderes jurisdiccionales al margen de los tribunales condales de tipo público.
Por ese camino, durante el siglo XI, las castellanías se configuraron como diminutas
células de poder en todo el territorio. Frente al poder de los grandes señores, el monarca
podía establecer alianzas con sus titulares.

4. Los países escandinavos e Inglaterra: la ampliación del espacio en la Europa del


norte
La incorporación de los países escandinavos a la Cristiandad Latina

Desde el 980, los daneses volvieron a intentar el control del mar y de las tierras
nórdicas, y en 1016 el rey Canuto, Cnut, “el Grande” de Dinamarca pudo llamarse
imperator, tras haber unido en su persona los reinos danés e inglés más parte de Noruega y
una especia de protectorado sobre Suecia. A la muerte del monarca en el 1035, su imperio

80
se deshizo. Así, Noruega, con su monarca Olaf II el Santo, estableció el cristianismo como
religión oficial del estado en el 1024. Dinamarca ya lo había hecho, y Suecia tardará hasta
el siglo XII en aceptarlo.
La Inglaterra anglosajona y el dominio danés

La reanudación de las correrías danesas a partir del año 980 permitió a Canuto “el
Grande” unir en 117 las coronas de Inglaterra y Dinamarca. A su muerte en 1035, los
anglosajones recuperaron su dinastía en la persona de Eduardo “el Confesor”. Durante el
nuevo reinado (1042-1066) empezaron a extenderse los vínculos de fidelidad y
dependencias personales. Pese a ello, la monarquía consiguió mantener el respeto a un
derecho público, del que se ocupaba una red de delegados regios, los sheriffs, que
organizaban los tribunales en los shires o condados.
La muerte de Eduardo en 1066 sin heredero directo supuso el final de la dinastía sajona.
La subsiguiente lucha por el trono se sustanció a favor de Guillermo, duque de Normandía,
que invadió la isla. El nuevo monarca será denominado como Guillermo I “el
Conquistador” (1066-1087).

TEMA 8: EL PRIMER CRECIMIENTO EUROPEO


1. La generalización de la pequeña explotación de tamaño familiar
La imagen de anarquía política y pillaje, que los segundos invasores contribuyeron a
robustecer, no debe hacer olvidar que las relaciones de producción en el seno de la
sociedad de Occidente estaban experimentando los cambios que iban a asegurar las bases
de construcción de la sociedad medieval europea. Desde comienzos del siglo X, los que ya
podemos llamar europeos empezaron a vivir en una evidente paradoja. Mientras, sus pies
se asentaban en el pequeño espacio de su familia, aldea, señorío, principado, y, al hacerlo,
incrementaban sus bases de riqueza e intercambio, su mente, adoctrinada por obispos y
monjes, se resistía a abandonar el universo de la unidad imperial y cristiana que el Imperio
de Carlomagno había constituido. Esa mezcla de innovación y herencia caracterizaron el
nacimiento de Europa.

La paulatina modificación de las relaciones de producción trajo consigo, durante el siglo


IX, un período de cierta libertad del campesinado y, a partir de mediados del siglo X, un
nuevo encuadramiento social bajo pautas marcadas por los señores, que tuvo repercusiones
demográficas y económicas.
Cuatro modelos en las relaciones de producción

En los siglos VI a VIII, las relaciones de producción se habían articulado según cuatro
modelos. La comunidad del valle, la villa tardorromana de explotación directa, la pequeña
explotación campesina y la villa que podemos llamar carolingia. Lo característico de estos
siglos fue el debilitamiento de las dos primeras y el fortalecimiento de las dos últimas. La
desarticulación de las villae esclavistas tardorromanas y de los grupos de parentesco tendió
a liberar grupos familiares conyugales que, o bien fueron organizados por los propietarios

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de las grandes villae carolingias o bien pudieron mantener su independencia como
pequeños propietarios, especialmente, en áreas de frontera.
La villa carolingia

De los cuatro modelos, la novedad era la villa carolingia, la gran


propiedad que se desarrolló, sobre todo, en las tierras entre el Rhin y
el Loira Era heredera de la villa tardorromana, con la salvedad de que
el antiguo latifundio de explotación directa había quedado dividido en
dos partes. Una se la reservaba el propietario; la otra dividía en
tenencias o mansos (“la tierra de una familia”) que entregaba a las
familias campesinas para su instalación. La parte de la reserva la
explotaba directamente el propietario mediante un administrador y la
fuerza de trabajo aportada por dos tipos de hombres: los esclavos
instalados en las dependencias centrales de la villa y los campesinos
asentados en los mansos. Mientras los primeros dedicaban todo su
tiempo a la explotación de las tierras del propietario, los segundos lo repartían entre la
atención a sus propios mansos y la realización de unas prestaciones (las corveas de los
documentos franceses, las operas o labores de los hispanos) o servicios de trabajo personal
en las tierras del amo de la villa, que podían llegar a los tres días por semana.
La extinción de la esclavitud

Los grupos familiares asentados en los mansos podían ser colonos encomendados al
gran propietario o antiguos esclavos manumitidos y convertidos en siervos. De ahí que
unos mansos fueran libres y otros serviles con obligaciones serviles con obligaciones
diferentes. Precisamente, este proceso de asentamiento en tenencias familiares, con
adquisición de capacidad económica y personalidad jurídica, contribuyó más que ningún
otro a la desaparición de la esclavitud antigua.
El motor del crecimiento: ¿la villa carolingia o el pequeño propietario libre?

Para algunos autores, como Toubert o Vershulst, la villa carolingia fue la unidad de
explotación que propició el aumento de los rendimientos agrícolas y de la productividad
del trabajo al incorporar instrumentos de apoyo a la producción, como el arado de
vertedera, o de transformación, como el molino. Todo ello se tradujo en incrementos de la
producción, la demografía y la colonización de nuevos espacios y, con ellos, también el de
los excedentes y los mercados donde realizar intercambios. El gran dominio sería así el
motor del renacimiento mercantil de Occidente, aunque la base del esfuerzo productivo
radicó en las familias campesinas asentadas en mansos o tenencias sometidas al gran
propietario.

Para otros autores, como Bois o Bonassie, en cambio, los protagonistas del comienzo
del proceso del crecimiento europeo de los siglos IX y X fueron las familias campesinas de
pequeños propietarios. Su origen radicaría en la crisis de la villa tardorromana, con la fuga
de esclavos y la sustitución del antiguo tipo de poblamiento concentrado y estable por otro
de carácter disperso e inestable, constituido por familias conyugales o pequeños grupos de

82
nomenclatura monástica. Todos ellos, en especial, en zonas de frontera, aplicarían su
esfuerzo a la roturación y puesta en cultivo de zonas yermas, lo que trajo consigo un
aumento de la producción y de los efectivos demográficos. En cualquiera de las dos
interpretaciones, durante los siglos VII a IX, se abrió paso la consolidación de la pequeña
explotación campesina, bien en forma de manso, como parte de un gran dominio, bien en
su versión alodial, esto es, libre.

2. La concentración de la población rural en pequeñas entidades estables y


autosuficientes
Entre los siglos VII y X, la evolución de los asentamientos campesinos, en especial, los
alodiales, se caracterizó por tres procesos.
Asentamientos provisionales de grupos itinerantes

El primero fue la provisionalidad e itinerancia de los núcleos de asentamiento. La


utilización de materiales constructivos (madera, cañas, retama, paja, etc.) frágiles y baratos
permitió que los grupos productores, normalmente muy reducidos, de ocho a veinte
personas, pudieran, literalmente, cargar con su casa a cuestas cuando no aprovechaban las
cuevas naturales o excavaban en rocas de materiales blandos.
Movimientos en altura en ambos sentidos

El segundo proceso estuvo conformado por las variaciones de poblamiento en altura. En


general, un movimiento en ascenso, con el abandono de los valles y la instalación en altura,
fue habitual en los siglos VI y VII. Más tarde, el de descenso fue especialmente ostensible
desde el siglo IX y ello permitió a las familias instalarse en espacios con mejores
rendimientos, incrementar la producción y alejar el fantasma del hambre y sus secuelas del
canibalismo.
Incremento del número de núcleos de poblamiento concentrado y fijo, y de su volumen de
población

El tercer proceso fue la paulatina fijación y relativa concentración de los núcleos de


poblamiento en entidades pequeñas pero autosuficientes tanto económica como
políticamente, las aldeas. Tuvo que ver tanto con los progresos de la producción agraria,
que estimuló la creación de pequeños mercados rurales, como con los progresos de la
imposición de los señores sobre los campesinos.

83
3. El primer crecimiento demográfico y agrario
El crecimiento demográfico

En todas las regiones europeas, la población, que debió alcanzar sus mínimos en el siglo
VII, incrementó sus efectivos en los dos siguientes. Por todas las regiones, gracias a las
presuras y las roturaciones, empezaron a ampliarse los antiguos terrazgos o a crearse otros
nuevos, discontinuos respecto a los precedentes. Todo esto, al igual que el aumento de los
rendimientos agrícolas, se llevó a cabo en los siglos IX y X, antes de la plena
feudalización.
Innovaciones tecnológicas en el sector primario

Con este crecimiento demográfico, aparecen también innovaciones tecnológicas en el


sector agrario. En las dos áreas septentrionales se empezó a utilizar el arado de vertedera;
de metal y dotado de ruedas, podía labrar en profundidad las húmedas y pesadas tierras del
norte, donde el arado romano, sólo capaz de arañar las superficies de los débiles suelos
mediterráneos, habría resultado inútil. El empleo de ese arado, a su vez, exigió una mayor
fuerza de tracción por parte de los animales de tiro, fueran bueyes o caballos. Para
conseguirla, se adaptó a los primeros el yugo frontal y a los segundos la collera rígida
apoyada en los hombros, invenciones que constan ya desde comienzos del siglo IX.
Cincuenta años después tenemos la primera mención a la herradura, que iba a hacer más
segura la pisada de los animales. Por su parte, la difusión del empleo del hierro en el
instrumental agrícola contribuyó al incremento de los rendimientos de los cultivos.
Incremento de los rendimientos

La imagen del arado de vertedera no debe hacer olvidar que la mayor parte del espacio
europeo estaba siendo roturada a base de quema del bosque originario y de trabajo a mano
de los campesinos provistos de hachas y azadas. Ello explica que los rendimientos de los
cereales, además de escasos, fueran, sobre todo, muy desiguales. Mientras en las tierras de
vieja ocupación apenas alcanzaban una proporción de 4 por 1 respecto a la simiente
utilizada, en los terrenos que, mediante rozas de fuego, aprovechaban la potente biomasa
acumulada en los bosques de hoja caduca, podían llegar a 15 o 20 por 1, aunque para
mantener estos rendimientos era necesario proceder a nuevas rozas casi continuamente.
Esta circunstancia contribuyó a crear espacios de producción discontinuos y dispersos poco
controlables por los señores. Cuando éstos decidieron beneficiarse del esfuerzo de los
campesinos, dieron prioridad al control social antes que la producción; ello les llevó a
estilumar una agricultura sedentaria y extensiva cuyos rendimientos se situaron en torno al
4 por 1, lo que explica la reaparición de hambrunas en el siglo XI. Además, se llevan a
cabo la extensión de determinados alimentos y hábitos alimenticos, como la cerveza hacia
el sur o el vino hacia el norte.

84
4. Los intercambios a corta y a larga distancia
El destino de los excedentes en las aldeas y en las villas

Los aumentos de producción tuvieron consecuencias diferentes. Mientras las familias


campesinas lo aprovecharon para mejorar su dieta y ampliar el número de sus miembros,
los grandes propietarios en sus villae los convirtieron en excedentes de los que se
alimentaron personas que no se dedicaban a tareas agrícolas sino a la producción de bienes
manufacturados: bebidas, tejidos y piezas de metal, tanto litúrgico o suntuario como
agrícola o bélico, sin olvidar los pergaminos. De esta forma, los grandes dominios se
constituyeron en generadores de reducidos excedentes tanto agrarios como artesanales.

El destino de los excedentes agrarios eran los silos para su distribución en momentos de
necesidad. El de los productos artesanales fue su atesoramiento en manos del señor de la
villa que los producía o su intercambio con productos de otras villae. Muchas veces este
intercambio tenía el carácter de un regalo ceremonial que obedecía al principio de regalar,
aceptar el regalo y devolverlo “acrecentado”. Por ese procedimiento, muchos productos de
lujo circularon entre los miembros de la aristocracia. Algunos acabaron siendo
despilfarrados, otros fueron atesorados por los grandes eclesiásticos y monasterios, pero
una parte llegó también a núcleos situados en las rutas entre los dominios, donde los
campesinos más afortunados pudieron adquirirlos. En algunos de esos lugares de
encrucijada se crearon o renovaron mercados semanales o ferias anuales. Tales fueron los
de Saint Denis, que ya había gozado de mercado en época merovingia, Chalons-sur-Marne,
Verdún o Pavía; o los portus de las desembocaduras de los ríos Rhin, Mosa y Escalda.
Estos portus están en relación con el área geográfica que tienen detrás, y se empiezan a
fortificar, debido a la inseguridad que provocan los vikingos o al fenómeno general del
incastellamento, el hábitat fortificado, que no tendría que ver necesariamente con las
incursiones danesas. Ello acabó abriendo nuevos caminos a las relaciones mercantiles en el
continente. Mientras tanto, las ciudades se mantienen en una penumbra que no se
esclarecerá hasta el siglo XII.

Se esbozan intercambios entre dominios complementarios. Para ello es importante la


seguridad monetaria; Carlomagno lleva a cabo una reforma monetaria, debido a que la
moneda de oro Constantina era demasiado valiosa en los reinos germanos, por lo que se va
imponiendo una moneda con poco oro y un pequeño barniz de plata, más adecuada para las
condiciones del momento. Así, Carlomagno lleva a cabo una nueva etapa monometalúrgica
al acuñar monedas sin oro. Este permanecerá hasta que vuelva a ser necesario acuñar oro,
al incrementarse, en la segunda mitad del siglo XII, el comercio de nuevo. Con la
fragmentación del poder público, incluso se llegará a acuñar monedas propias de abadías o
señoríos.
Los itinerarios de largo recorrido y las áreas regionales

Estas relaciones, débiles en intensidad pero ya amplias por la longitud de sus itinerarios,
afectaban a cinco ámbitos. El Atlántico Norte, que relacionaba el mar Báltico y las dos
orillas del mar del Norte y del canal de la Mancha; la Península Ibérica, donde cristianos y
musulmanes intercambian sus productos; el centro del continente, donde Venecia y Pavía

85
en el Sur y Quentovic y Dursted, hasta su ruina por los daneses, en el norte, eran núcleos
más relevantes; al este, itinerario construido sobre todo por los ríos rusos, vía preferida por
los varegos, desde el Báltico llegaban a Constantinopla, relacionando la costa atlántica con
el Imperio Bizantino; y el Mediterráneo, donde la piratería sarracena y el debilitamiento de
la flota imperial bizantina propiciaron la hegemonía de los mercaderes y navegantes
musulmanes. A su lado, fueron apareciendo los marineros de algunas localidades italianas.
Nápoles, Amalfi y, sobre todo, Venecia, que, desde comienzos del siglo X, empezó a ser la
verdadera sucesora de Bizancio en el tráfico del Mediterráneo oriental. En los cinco
ámbitos mencionados, el carácter del comercio era semejante: un intercambio de esclavos
o de productos, incluidos los códices, de escaso volumen y peso y muy caros, cuyo precio
podía compensar los riesgos de un transporte lleno de dificultades.

TEMA 9: CONSOLIDACIÓN ECLESIÁSTICA Y VIDA RELIGIOSA EN


LA ALTA EDAD MEDIA
1. La Iglesia en el seno del orden carolingio (740-888)
La construcción carolingia tienen mucho que ver con el poder eclesiástico, que propicia
el cambio de dinastía, de la merovingia a la carolingia; de hecho, el gobierno del reino es
decisivo el papel que se le atribuye a la iglesia. Los carolingios aceptan la ungión regia,
que hace que el rey sea también un semi-sacerdote.
Las reformas eclesiásticas

Durante la etapa carolingia, se llevaron a cabo diversas reformas, sobre todo durante el
reinado de Pipino el Breve. En la primera el protagonista es San Bonifacio, que emprende
una obra de saneamiento del clero franco mediante la convocatoria de sínodos, tanto en
Neustria como en Austrasia, destacando el de Etinnes, donde se solucionó el problema de
las tierras eclesiásticas confiscadas por Carlos Martel. En segundo lugar destacamos a
Chrodegang, con la creación de una regla para la vida canónica que regularía la vida en
común junto con la división en mensa para el obispo. Esta se regulará en el Congreso de
Aquisgrán, en el 813.
El Cesaropapismo imperial y sus consecuencias
Con Carlomagno, asistimos al llamado “cesaropapismo
imperial”, donde él actúa casi como el Papa del Imperio (lo
contrario a la teoría del cesaropapismo será la hierocracia, que se
empezará a insinuar con el Papa Nicolás II). Para Carlomagno la
Iglesia es una parte más del aparato político del reino, y se considera
primer defensor de la misma, por lo que interviene en ella,
reconociendo al Papa como fuente última de doctrina. A pesar de eso
convoca sínodos, que tocan temas de moral, liturgia o dogma; y,
además, nombra carcos eclesiásticos y utiliza a la Iglesia como
factor de unidad para mantener cohesionado el aparato político. Además, caso especial era
su relación con el Papa cuando este le reconoce al emperador la relación trinitaria, el
llamado adopcionismo (proclamaba que Cristo es sólo hijo adoptivo del Padre, rebajando

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sensiblemente su categoría divina, lo que ponía en entredicho el valor universal de la
redención) y las decisiones iconoclásticas en el sínodo de Frankfurt del 794.
La expansión regulada de las iglesias propias

La voluntad de organización eclesiástica de época carolingia fue visible con la


ordenación de la Iglesia secular, con los intentos de reforzar la frecuencia y el papel de los
sínodos diocesanos y la ampliación y paulatina fijación de la red parroquial frente a la
proliferación de las iglesias propias o privadas de la aristocracia, cuyos miembros
nombraban al cura titular y disfrutaban de los beneficios económicos anejos al ejercicio
pastoral. Sin embargo, a cualquier señor que quisiese fundar una iglesia propia, debía
dotarla de servicios mínimos, como una casa y una parcela para el párroco, incluso con uno
o dos mansos. Por su parte, esta normativa agrupa el derecho del obispo a visitar
regularmente la iglesia privada.
La organización eclesiástica en Alemania

Hemos visto como había sido Bonifacio el que había iniciado esta tarea. La iglesia será
el primer apoyo del rey, en las sedes episcopales, y se multiplicarán también las parroquias
rurales.
Benito de Aniano y la implantación del benedectinismo

En el campo del monacato, las iniciativas más activas correspondieron a Benito de


Anianom que consiguió que Luis “el Piadoso” implantara, a través de los sínodos de
Aquisgrán de los años 816 y 817, la observancia de la primitiva regla de San Benito de
Nursia como norma universal de la vida monacal. La muerte de Benito de Aniano en el 821
y la progresiva debilidad de la autoridad imperial limitaron el éxito de sus intentos
reformadores.
El destino de las misiones evangelizadoras

El impulso misionero decayó en el siglo IX, pero continúan los intentos de evangelizar a
los eslavos y demás pueblos orientales. Las misiones en Nordalbingui, por parte de
Welenao y el obispo de Hamburgo, para convertir a eslavos y daneses fracasaron; sin
embargo, el éxito aparecería entre ávaros, moravos y croatas..

2. El Pontificado y la primera ruptura con la Iglesia griega


Los Estados de la Iglesia
El Pontificado había adquirido derechos políticos sobre territorios antiguamente
bizantinos, como el exarcado de Rávena y la llamada Pentápolis. Esto generaba una
plataforma de poder para la Iglesia, pero la aristocracia de los territorios también exigirá
potestad sobre los mismos. Carlomagno, a través de una campaña en el 774, confirma los
términos del territorio pontificio que le había sido otorgado a la Iglesia a través de Pipino
“el Breve”, al tiempo que recibía el título de patricius romanorum.
La supremacía jurisdiccional del papa Nicolás I (858-867)
De este modo, el emperador reafirmaba su poder sobre los territorios pontificios, y, ya
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con Luis el Piadoso, se promulga un capitular en el año 824 mediante el cual se establecen
las relaciones entre el emperador carolingio y el Papa. Este capitular deja en manos del
emperador la última palabra sobre la elección pontificia y, además, obliga a los nuevos
Papas a jurar fidelidad al emperador. Así, como en cualquier otro espacio, los emperadores
envían, los ya mencionados con anterioridad, missi dominici, como inspectores del
territorio. De este modo, la llamada Falsa donación de Constantino, inducía a pensar que
el Papa era depositario del dominio político imperial en Occidente, lo que llevó al Papa
Nicolás I, muerto Lotario, a llevar a cabo formulaciones religioso-políticas de tipo
hierocrático, reivindicando la supremacía pontificia y estableciendo la idea de que el Papa
está situado en el último escalón jurisdiccional sobre la cristiandad, donde el emperador es
un cristiano más. Esto se conocerá como la supremacía Papal frente al cesaropapismo.
Las tensiones de mediados del siglo IX con el patriarca Focio y sus motivos

La ofensa más importante se produjo a mediados del


siglo IX, cuando, en sustitución de Ignacio, Focio fue
elegido patriarca de Constantinopla. El Papa Nicolás I no
aceptó esta sustitución, ya que el nuevo patriarca era
proclive al antiguo clero iconoclasta; de este modo, lo
excomulgó, y también al emperador de Oriente. Así, en
Oriente se produjo un rechazo sobre la primacía del Papa
para las cuestiones de fe, declarando a Focio Patriarca
Universal, de forma que el ilegítimo patriarca excomulgó
también al Papa Nicolás I y lo depuso teóricamente de la
silla de Pedro. Además, otra de las causas por las que había
excomulgado al papa era la, según su opinión, herejía de la
doctrina del término Filoque, una inserción en el Símbolo
Niceno-Constantinopolitano que argumenta que el Espíritu
Santo procede del Padre y del Hijo.

Este proceso será conocido como el Cisma de Focio (858-867), y terminará con la
deposición de Focio por parte del nuevo emperador y el regreso de Ignacio como patriarca
de Constantinopla, con lo que las Iglesias de Occidente y Oriente se reconciliaron
finalmente. De este modo, en este cisma se llevó a cabo el primer distanciamiento entre las
dos Iglesias, provocando una primera ruptura, que se consagrará en el 1054, donde,
mediante la excomunión de sus cabezas, la Iglesia romana y griega se separan, culminando
los efectos de siglos de alejamiento, prácticas litúrgicas y sacramentos diferentes.

3. La Iglesia y los nuevos poderes tras la ruina de la construcción carolingia (888-


1050)
La Iglesia en “manos de los laicos”
Esto se formula, mal expresado, los nuevos poderes emergentes de los nuevos poderes
feudales. Todo lo que hemos visto, de un poder fuerte y un espacio amplio, con la
fragmentación política, se pierde, y el alto clero deja de actuar de forma unitaria, y los
laicos comienzan a controlar los bienes eclesiásticos.

88
La Parroquia rural y las iglesias propias: régimen mixto de administración y
funcionamiento
Se acaparan las rentas y los bienes eclesiásticos y nombran directamente a los clérigos:
El templo pasa a ser el lugar donde, ahora, empiezan a haber reuniones notariales, de
patrimonio, y de las rentas. La legislación carolingia es la que hace obligatorio el pago del
diezmo, como cristiano especialmente en el mundo rural, tiene que pagarle el diezmo de
todos los productos al párroco, esto hará decisivo la cristalización del término de cada
parroquia, ya que basta que una tierra de cereal esté dentro de una parroquia, para que una
décima parte vaya a parar al párroco en sí. Así, las iglesias parroquiales se convierten en
iglesias propias. El candidato a una sede episcopal, tiene que hacer una buena oferta
económica para ser elegido, esto será, la venta de los cargos eclesiásticos. Este régimen se
extiende en aquellas áreas donde se está dilatando la cristiandad.

Las consecuencias de estos cambios se verán, en parte, en el aumento de la dependencia


personal (el párroco rural tiene ahora un vínculo con el señor directamente), pero sobre
todo, en la disciplina eclesiástica: se combatió el nicolaísmo (que admitía el matrimonio y
el concubinato de los sacerdotes) y la simonía (que practicaba la compraventa de bienes
espirituales, sacramentales o carismáticos). Esto generaba que las funciones clericales
pasasen a ser hereditarias.
El despuntar de la reforma en el ámbito monástico
Para poner coto a las lacras mencionadas anteriormente,
aparecen reformas dentro del benedectinismo siguiendo el
camino que había marcado Benito de Aniano, el ejemplo más
claro es la abadía de Cluny. La orden de Cluny fue fundada el
11 de Septiembre del año 910, en el ducado de Borgoña, cuando
Guillermo I el Piadoso, duque de Aquitania, donó la villa de
Cluny al papado para que fundara en ella un monasterio de doce
monjes. El monasterio se situó en Mâconnais, cerca de Saona y
del Loira. Sin embargo, la donación hecha por Guillermo I no es
gratuita, ya que pretendía obtener la protección y la garantía de la Santa Sede para, así,
aumentar su poder. Lo que caracteriza a Cluny, además de la influencia que los laicos
tenían en el monasterio, es la carta de la fundación de la abadía, donde se establece la libre
elección del abad por parte de los monjes, es decir, lleva a cabo una reinterpretación de la
regla benedictina, mediante la cual también se amplía el tiempo de liturgia, que pasa a ser
casi constante, que tuvo como consecuencia la desaparición del trabajo manual.

De este modo, Cluny se convierte en un modelo, y, en el siglo XI, ya es una abadía a la


que se le habían ido añadiendo centenares de abadías por toda Europa, bien como prioratos
o como abadías filiales, todas dirigidas por el abad de Cluny. Cluny no es el único
monasterio, hay otras iniciativas en Francia, como San Marcial en Limoges o San Víctor
en Marsella; en Cataluña, como San Cugat del Vallés; Monte Casino en Italia; o Reichenau
en Suabia (Alemania).

89
4. Teoría y práctica religiosa en los siglos altomedievales
La instrucción religiosa y los sermones

La instrucción se reduce al mínimo, y lo sermones pasan a ser dichos en lengua popular,


romance o germánica.
El perfeccionamiento de la teoría sacramental

Avanza la teoría sacramental del matrimonio, insistiendo en la igualdad, garantiendo el


vínculo, y por otra parte insistiendo en el comportamiento de las costumbres sexuales del
matrimonio.
El derecho eclesiástico: las Falsas Decretales

La teoría política elaborada por la Iglesia de época carolingia se contuvo,


sustancialmente, en un conjunto de documentos falsificados que se atribuyeron a los
primeros papas, las conocidas como Falsas Decretales del monje Isidoro, redactadas en Le
Mans hacia el 840-850, y en las proclamas de Nicolás I. En ambos casos además de una
sacralización de los bienes de la Iglesia destinados al culto, se retomaba la tradición
hierocrática enunciada por Gelasio I y Gregorio Magno para reafirmar el papel del
pontífice como jefe supremo de la Iglesia cristiana y, por extensión, como autoridad
máxima sobre cualquier poder, espiritual o temporal, del mundo.

TEMA 10: DEL RENACIMIENTO CAROLINGIO AL OTONIANO


1. El renacimiento carolingio (750-870)
La debilidad creadora en el ámbito franco y las aportaciones insulares, italianas, hispanas
y bizantinas

El empeño de Carlomagno por imponer sus ideas centralizadoras en el campo cultural


alcanzó un resultado, el renacimiento carolingio, que, aunque limitado en términos
absolutos, constituyó la parte más sorprendente y más permanente de su herencia. El punto
de partida de este renacimiento es la desarticulación del reino franco, mientras, en cambio,
en la periferia del próximo Imperio Carolingio, se llevaba a cabo un gran esplendor
cultural, sobre todo en las islas británicas, Hispania, o el Imperio Bizantino.
La primera fase del renacimiento promovida por Carlomagno (768-820)

El renacimiento carolingio fue una etapa de recogida de la tradición cultural antigua en


los términos en que lo obispos visigodos y los monjes italianos e irlandeses la habían
mantenido entre los siglos V y VIII. En esta primera etapa, se destaca, en primer lugar, la
promoción de la formación del clero como objetivo; además, está la utilización de la
minúscula propia de la época, la minúscula carolina, utilizada para la copia de manuscritos.
En todo este movimiento, un grupo de intelectuales rodean a la corte y a Carlomagno, entre
los que destaca Alcuino de York, junto con otros legados extranjeros que colaboran con el
emperador. Cierra la primera fase la escuela palatina de Aquisgrán, símbolo del Imperio,
del que sólo se conserva su capilla palatina.

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La segunda fase (820-870): el renacimiento de las artes

Los éxitos más decisivos se llevan a cabo en la corte de Luis el piadoso y Carlos el
calvo, donde se encuentran los intelectuales, generalmente, los maestros de las principales
escuelas catedralicias. La figuras más destacada, a pesar de la modesta actividad teológica,
es Juan Scoto Erígena, que aparece hacia el 850 en la corte de Carlos el calvo, el único que
evidencia que conoce el griego, y que ha escrito unas obras originales debatidas en su
momento, sobre la jerarquía angelical.
El efecto sobre las lenguas vulgares y su literatura

Empezamos a tener una lengua “vulgar”, una lengua popular y nativa; se empieza a
tener constancia una lengua nativa diferente, y se empiezan a componer obras literarias en
lengua vulgar.

2. El renacimiento otoniano
EL impacto regional de la descomposición del imperio y de las segundas invasiones en la
actividad cultural

La descomposición del imperio carolingio afectó de modo diferente a la actividad


intelectual en las distintas áreas del antiguo ámbito carolingio. En Francia no hay muestras
culturales hasta finales del siglo X, en concreto, en la Lotaringia, donde se produce una
renovación con los 3 monarcas Otones y Enrique III. Las agresiones normandas obligaron
a intensificar relaciones entre centros alejados. Fuera del ámbito imperial, en la España
cristiana e Inglaterra, la actitud protectora de los reyes, en especial a partir de Alfonso III y
Alfredo el Grande, se establecieron las bases para una importante promoción artística y
cultural; en el siglo X, se hicieron más extensas las relaciones culturales con los mundos
islámico y bizantino: es la época del apogeo de Córdoba, que influye en el arte mozárabe.
El impulso regio en Germania e Italia: el retraso relativo en Francia

En Alemania, Otón I protege la vida cultural en su corte, y la promueve en las sedes


episcopales y monasterios a través de obispos nombrados por él. Sus centros principales
fueron Corvey, en Sajonia, y Reichenau, en Suabia. Mientras, en Italia, destacamos los
centros de Bobbio y Monte Casino, que atestiguan la permanencia de una tradición
monástica que coexiste con las escuelas episcopales de Letrán, Rávena o Parma. En otra
escala estaba Francia, menos brillante, aunque en ellas se destaca la escuela monástica de
Fleury, Aurillac o Limoges.

3. La renovación de la enseñanza y la unificación de sus métodos


En los siglos VIII, IX y X hay una unificación cultural por la presencia del Imperio, que
regula los sistemas de enseñanza y por el renacimiento carolingio, que también contribuye
a esa unificación.
La enseñanza en las escuelas eclesiásticas
Los eclesiásticos se formaban a través de una multitud de formas: se les aplicaba una
enseñanza empírica, a través de la observación, con unas reglas pedagógicas que dividían a

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los niños y jóvenes por edad (infancia, puericia, adolescencia) y reglas de estudio (recreo,
vacaciones, enseñanza a la mujer). Además, se iba progresando en el estudio, a través de
los antiguos métodos del Trivium y el Quadrivium.
Los niveles de la cultura de los laicos

En la formación de los laicos, destaca la specula o libros para los que no van a la
escuela, donde se proponen modelos de comportamiento.

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