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Medieval I
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TEMA 1: LA HERENCIA BAJOIMPERIAL EN EL MUNDO
MEDITERRÁNEO: EL CRISTIANISMO, LOS PUEBLOS GERMÁNICOS
Y EL FINAL DEL MUNDO ANTIGUO
1. Romanidad Tardía (ss. IV-V)
La evolución demográfica de la Antigüedad Tardía
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capital que esté desligada a la tradición pagana romana; y la funda en Bizancio, antigua
colonia griega, la cual a mediados del siglo VI contará con 600.000 hab.; el imperio
oriental cuenta con ciudades más grandes y más activas. La ciudad fundada por
Constantino triunfa, en parte, por su situación geopolítica (está muy cerca de la frontera
occidental, a su vez en el estrecho del Bósforo, y en la frontera con Asia Menor, para poder
defender el Imperio de la amenaza Persa).
Bases económicas de la antigüedad tardía (ss. IV-V)
Durante los siglos I-II el imperio había vivido sin fronteras, una paz constante tendía a
la extensión del imperio; pero la crisis del siglo III provoca que la tranquilidad económica
desparezca, y crea una frontera para frenar a los pueblos que presionan desde el norte. En
Occidente, el Imperio se cierra sobre sí mismo, y se produce una decadencia de la figura de
la ciudad, la cual es ahogada por la adquisición de poder por parte del gobierno central;
además, con el fin de la expansión terrenal, se comienza a perder gran parte de las riquezas
en las guerras fronterizas. Otra de las características es que los grandes propietarios
occidentales, dejan de residir en las ciudades para residir en villaes rústicas, en latifundios
rurales, que tienden a la autarquía, sin ser necesario acudir a la ciudad a por, por ejemplo,
productos artesanales. Además, el eje económico del imperio se desplaza cara oriente, el
cual vive un renacimiento del comercio; de tal manera que en Occidente en el siglo VI, la
palabra “sirio” se identifica con mercader oriental. La economía de estos momentos se
divide en distintos sectores:
Sector primario
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provincias de Siria, Egipto y la zona de la península balcánica. El comercio exterior, sin
embargo, no es tan importante, destacando la ruta terrestre de Asia Menor (con su fin en la
ciudad de Antioquía), o la ruta marítima del Mar Rojo; ambas, con tasas aduaneras del
12,5% de la mercancía y un saldo deficitario. Se utilizan las vías, con puestos de
mantenimiento cada 15 o 20km. y una tasa aduanera del 2,5%. Así, éste es un comercio
estable, permanente en la demanda urbana por parte de aristócratas. Además existe una
diversidad de actividades comerciales, en la ciudad siempre hay una actividad permanente,
pero hay también formas no permanentes o diarias, como ferias rurales, o ferias urbanas,
con grandes festividades y reuniones utilizadas en zonas deficitarias.
La intervención del estado en la economía
Acuñación de moneda
En esta época destacan 3 vías mediante la cual el estado controla la actividad
económica: la primera es el control del sistema monetario y el monopolio de la acuñación
de la moneda, el cual está marcado por la reforma que hace Constantino, que acuña una
moneda de oro conocida por el nombre de solius (moneda de oro de 4 gramos), la cual
utiliza también un sistema fraccionario (eremis, senis), que mantuvo la estabilidad en el
peso y pureza del metal. Esta moneda se mantuvo en el tiempo, utilizándose así en el
Imperio Bizantino y en la llegada del Islam. Además, se creó una moneda de plata,
miliiarensis (24 miliiarensis son 1 solidus), y una moneda de vellón, en la que se incluía
una moneda de cuenta llamada denarius. La moneda de vellón va perdiendo capacidad
adquisitiva a lo largo del siglo IV, y vale tanto en cuanto el estado romano quiere, por lo
que se genera un proceso de inflación; y con la desaparición del imperio, esta moneda no
se acepta.
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Conde de los Sagrados Tesoros (Tesorero o comes sacrarum largitionum), que se nutría a
su vez de varias fuentes.
El Estado también interviene a través de los impuestos. Está obsesionado por garantizar
la defensa y estabilidad de sus fronteras, por lo que se introducen modificaciones en el
sistema fiscal y hacendístico. Había dos tipos de impuestos: en especie, procedentes de
tierras del Imperio; y los ingresos ordinarios en dinero, administrados por el comes
sacrarum agritiorum; estos últimos impuestos proceden de la acuñación de la moneda, de
la industria minera, de los impuestos indirectos, etc. Estos impuestos deben ser pagados
por los decuriones, senadores y los colegios de artesanos. Además, también existe la
llamada collatio lustratis, o impuesto lustrado, para los productores de servicios urbanos,
la cual se cobraba cada 5 años.
El sistema, para ser perfecto, requería una rigurosa inflexibilidad. Se comenzó bien:
diócesis por diócesis todo el Imperio se tradujo a un censo no concluido hasta la muerte del
emperador Diocleciano, quien había ideado dicho impuesto, el cual consiste en un cálculo
anual de las necesidades que puede tener el Imperio, utilizando así el llamado iugatio, o
unidad fiscal de tierra. Años después, el emperador Constantino (gobierno del 307-337),
añade un último componente: el censo por personas y no por tierra; así, pasa a ser un
impuesto denominado capitatio iugatio, que se hace pesadísimo para la población
campesina.
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La injusticia de tal medida no quedó en solitario: los poderosos encontraban siempre un
resquicio por donde escapar a la acción fiscal del Estado; mientras que los débiles tuvieron
que cerrar las brechas hasta donde pudieron. Cuando resultó imposible, renunciaron a la
libertad, se encomendaron a los poderosos y les dejaron la tarea de esquivar un poco más la
asechanza fiscal. La respuesta del estado resultaba monótona, agobiante: más impuestos a
los débiles que quedaban libres y cadenas de esclavitud a los colonos fugitivos. El Imperio
se hundía y nadie podía abandonar el barco; corporaciones de oficios y colonato se
trasmitían de padres a hijos: la adscripción hereditaria sosteniendo un Imperio.
Organización estatal de fuerzas productivas
Mencionando las últimas líneas del párrafo anterior, se entiende la tercera modalidad de
intervención del Estado en la economía; así, las fuerzas productivas se organizaban
mediante la inscripción hereditaria de la persona a la actividad económica que practicaban
sus antecesores (agricultores, artesanos, comerciantes, cargos administrativos); de este
modo, el Estado se aseguraba de mantener siempre la misma línea de producción en los
mismos ámbitos y siempre habría una persona que substituyese a la anterior y que
mantuviese la actividad económica del oficio determinado
Los grupos sociales en la Antigüedad Tardía
La sociedad del Bajo Imperio estaba dividida en estratos, por la riqueza económica y el
grado de participación en el poder. Los vínculos personales de parentesco sobreviven a la
desaparición del imperio. Podemos hablar de 3 grupos:
Honorati: Son los senadores y los caballeros, los cuales cuentan con grandes riquezas y
privilegios, y que también se les conoce con términos identificativos de su rango:
clarísismi, ilustres, expectabili. Los senadores crecen durante el Bajo Imperio, sobre
todo en la parte Oriental, en Constantinopla, que necesitaba de nuevos miembros del
Senado. Este, mantiene atribuciones políticas del época Republicana, pero sólo se podía
acceder a él por nacimiento.
Honestiores: En este grupo está incluido el ejército, el cual está formado por unos 650.000
soldados, 40.000 funcionarios y unos 500.000 decuriones. Además, en este grupo se incluyen
abogados, mientras del clero, intelectuales, banqueros, y grandes comerciantes. Estos últimos
se incluyen por su riqueza, ya que por su función social no son merecedores de pertenecer.
Humiliores: Por su residencia formal se distinguen dos subgrupos, una plebe urbana y otra
rústica. Mientras que en la urbana están los comerciantes y artesanos adscritos al oficio, en la
plebe rústica hay cambios importantes. La mayor parte de la población se encontraba en el
campo, en donde los pequeños y medianos campesinos podían perder su condición por
presión fiscal, endeudamiento o divisiones de la herencia. Por eso, muchos de ellos se
encomiendan a una persona poderosa, sobre todo en momentos de crisis, buscando una
vinculación especial con la misma que le proporcione seguridad (patronato). Esta puede ser
individual o colectiva, pero tenía como objetivo proteger al aldeano frente al fisco, pagando
con una tasa anual o parte de sus tierras. De este modo, los potentiores (protectores) llegan
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incluso a disponer de milicias armadas, formando una relación de “proto” vasallaje que será
muy importante a lo largo de toda la Edad Media.
Colonos (campesinos no propietarios): La evolución social del Bajo Imperio hace que el
campesino no propietario no sea un ciudadano libre, ya que desde Diocleciano los colonos
quedan vinculados a su tierra, sin poder abandonar la superficie que cultivan. Además,
muchos de ellos, como ya hemos mencionado en el apartado anterior, quedan sujetos a las
órdenes del propietario, por lo que le paga a este, y el propietario paga los impuestos de
ambos al Estado (como es lógico, en su propio nombre). De este modo, el colono pierde la
relación total con el Estado, lo que provoca no poder declarar en juicios, no enajenar sus
bienes sin la autorización del gran propietario. Así, se va introduciendo entre la plebe rústica
una figura parecida al esclavo; por lo que, como vemos, la esclavitud desaparece en lo que
corresponde a la palabra en sí, pero aparecen nuevas figuras que cubren su papel.
Pensamiento político y ejercicio del poder en la Antigüedad tardía (ss. IV-V)
En el bajo Imperio, el Estado es capaz de asegurar las fronteras y asegurar la paz, acosta de
que al mismo tiempo que se agoten los recursos de una forma más apresuradamente. Otro
problema es que el aparato estatal tiende a desmantelar los poderes urbanos, los cuales
soportaban la organización clásica, por lo que se tiende a la autarquía. Por último, la en una
tendencia de largo recorrido, será la aparición de organizaciones administrativas más pequeñas,
lo que comúnmente se llama una fragmentación, en relación con lo que existía en el Alto
Imperio.
Teoría imperial del Dominado
En el alto imperio, la figura principal era el prínceps, el imperator; pero ahora es el llamado
dominus, con un poder autocrático. Esta teoría no pasa a los reinos germánicos, pero sí se
mantiene en Bizancio, los juristas lo justifican como la palabra del emperador es la ley, por lo
que desaparece el concepto de que el emperador era el primer ciudadano y estaba sugestionado a
la ley, a la vez que desaparecen los poderes del senado.
Ejercicio del poder
El poder se ejerce de una forma más absoluta debido a la teoría del origen divino, que
magnifica al emperador, como una figura semi-divina, que tenía como finalidad buscar la
cohesión de la población y el apoyo de los súbditos, pero desde el siglo III, dentro de las
concepciones paganas, se tiende hacia unas concepciones menos espirituales y una concepción
del Dios único. Los emperadores del bajo Imperio refuerzan esta divinización mediante la
asimilación de los mismos hacia una divinidad concreta, podríamos decirlo casi como una
monoteización parcial de la religión pagana: Diocleciano se autodenomina a Júpiter o
Maximiliano a Hércules; por lo que esta tendencia de convertir al emperador con una teofanía,
se va a reforzar con la tolerancia y final triunfo del cristianismo.
Esta teoría se aclara, con el intercambio de dioses paganos con el del dios cristiano, y en
particular, con el dios del antiguo testamento. Este fundamento se consolida desde el momento
en que Teodosio prohíbe cualquier otro culto que no sea el cristianismo y lo declara como
religión oficial del Imperio. El poder que el emperador ejerce después de recibir el don de Dios,
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se ejerce más en Oriente que en Occidente, ya que el emperador tenía más prestigio con una
mayor sumisión de las poblaciones, mientras que en occidente, en el siglo V, hay más
sublevaciones, debido a que existían jefes militares que ejercían el poder en nombre del
emperador, por lo que este ejercicio del poder en todos los ámbitos es más difícil, por ejemplo,
Estilicón u Odoacro.
Sin embargo, un emperador revolucionó todo este contexto creando la estructura de gobierno
conocida como la Tetrarquía, es decir, un gobierno de 4. La decisión fue tomada debido al verse
Diocleciano ante la magnitud de los problemas que asolaban al Imperio con su llegada al poder
y, además, como un método para que la población percibiese la proximidad del emperador. Así,
frente a la autarquía militar del siglo II, se inaugura la Tetrarquía, con 2 augustos y dos césares
asociados, de tal manera que muerto uno de los dos augustos, el césar pasaba a ser augusto y se
nombraba otro césar. Sin embargo, cuando llevaba ya 20 años al frente del Imperio, Diocleciano
abdica (305 d.C.), y obliga a Maximiliano, su Augusto, a hacer lo mismo. De este modo, la
abdicación del autor de la Tetrarquía marcó el principio del fin del sistema gubernamental
ideado para atajar la impotencia y la crisis de debilidad de la autoridad imperial. Una vez que se
resuelva el enrarecido panorama político de Roma, el Imperio conocerá una monarquía
autoritaria y de signo cristina. Su artífice fue Constantino I, en el 306 d.C., y con él la iglesia
gozará de una paz y de unos privilegios con los que quizás nunca hubiera soñado, los cuales le
permitieron una sólida y rápida consolidación y desarrollo.
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En esta nueva monarquía que reina en Roma, se formarán línea dinásticas que chocan con las
antiguas formas de alzamiento del poder, como la aclamación del ejército o el escogimiento en
vida del propio emperador (siendo o no familia); de las cuales destacamos 3
Por debajo de los poderes imperiales, existían otras organizaciones políticas colegiadas que
no sobrevivirán en la mitad Occidental, y que en Bizancio serán modificadas en el siglo VI.
Tenían un poder político limitado, de los que destacamos 3: el Senado, que irá perdiendo poder
con el avance de los años hasta convertirse un órgano casi simbólico y hereditario; el
Consistorium, un consejo de estado para el emperador; y finalmente el Palatium, que son los
altos funcionarios que reúne el emperador en torno a él para ejercer las funciones consultivas.
Por otro lado estaban los órganos administrativos, que eran más rígidos y estables, destacan
el Comitatus, que es un órgano que sigue al emperador en su desplazamiento, y funciona en las
residencias imperiales, que son, en Occidente (Tréveris, Milán y Rávena) y en Oriente (Sirnium
y Antioquía) y ya en el siglo V Constantinopla. Este Comitatus lo forma la casa del emperador, y
está integrado por el consistorio, condes, altos jefes militares, maestros de oficio, etc.
A nivel central, inicialmente, existía la figura del pretorio, pero con Diocleciano este
personaje se convierte en una especie de ministro universal (vicepresidente?); con Constantino
se produce un primer gran cambio, en las que el pretorio pierde la administración militar y
mantiene la civil. Novedad también importante es la introducción de una realidad administrativa
por debajo del pretorio, que agrupa varias provincias, llamada diócesis, dirigida y gobernada por
un vicario (4 prefecturas desde el 305 que se compone cada una de varias diócesis); en principio
había 13, y se ampliaron a 15 (Hispania era un diócesis del pretorio de Occidente). Finalmente
bajo la Diócesis están las provincias, cuya reforma es autor Diocleciano, que aumenta las
diócesis de 50 a 100, con el objetivo de crear espacios más pequeños y más fácilmente
gobernables. El gobernador de provincias tiene diferentes nombres: consular, corrector, pretor,
etc. tienen las mismas competencias que el vicario o el precepto pero solo en lo civil, y cuenta
con una oficina de 80 miembros de la organización provincial para dirigir dicha provincia, estos
agentes dependen directamente de los condes del consistorio
El funcionariado
Los funcionarios es un cuerpo que tiene derecho al suministro gratuito de víveres (annona), y
derecho a una jubilación tras 25 años de servicio, y que en un régimen autocrático tiene defectos
como el ausentismo o la corrupción. Pero también tiene facetas positivas, ya que es muy eficaz y
con estas reformas el imperio ha conseguido el objetivo de garantizar la estabilidad.
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El ejército
A la hora de la verdad, lo que sabemos es en base a un documento del siglo V, ya que cuando
llegan las invasiones bárbaras parece que no hubiera defensas, por lo que se supone que ningún
general pudo hacer una campaña con más de 50.000 hombres. Esta concepción de la defensa se
completa con el concepto de la barbarización, ya que por diversas vías se cuenta con pueblos
germanos para la propia defensa del Imperio, con tratados con jefes de pueblos ultra-fronterizos
para defender la frontera más allá del limes; y por otro lado, la barbarización del ejército, ya que
muchos de los soldados del imperio eran germanos y bárbaros.
Cursus Honorum
El cursus honorum se considera aún una dignidad y honor, que consiste en una carrera o
secuencia de honores sucesivos que finalmente llevan al nombramiento senatorial tras
pasar por gobiernos de provincia, diócesis, pretorio, etc. Normalmente son puestos de tres
o cuatro años, y cuando terminan son rápidamente desplazados a un lugar lejano para
evitar la concentración de poder y arraigo en el territorio. Los que ejercen estas
responsabilidades buscar la posición de honorati o algunos privilegios judiciales.
La administración urbana
El esquema de organización de las ciudades, estaba encabezado por los decuriones; estas
curias municipales son las que eligen las magistraturas menores. Lo más relevante de la
evolución de los gobiernos urbanos es la decadencia de los mismos, porque como consecuencia
de las circunstancias que hemos visto, la ciudad era la encargada de recaudar los impuestos y
entregarlos; pero el sistema bajo-imperial hace personalmente a los curiales responsables de los
impuestos, con su propio patrimonio; por lo que si no los consiguen recaudar tienen graves
problemas, debido a que no pueden renunciar al ser un cargo hereditario, como ya hemos visto.
Característico del bajo Imperio es la aparición del defensor plebis, es una figura independiente,
pero nombrada por poderes superiores. En Occidente, las curias acaban atrofiándose y
desapareciendo como es lógico.
El derecho y la sistematización legislativa
Lo más relevante en este campo es que con Teodosio II, se lleva a cabo una codificación
imperial, y ese código se promulga en el año 438, y recopila todas las constituciones imperiales
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desde Constantino, debido a la nueva tradición cristiana iniciada por el mencionado emperador.
Eso mismo va a ocurrir con los pueblos germanos, que conseguirán aspectos nuevos en su
legislación y cultura con la aceptación del cristianismo. Esto no tiene importancia en Oriente, ya
que Justiniano llevaría a cabo otra gran codificación, el cual no se empezará a estudiar en
Occidente hasta el siglo XII-XIII, debido a que será el derecho por antonomasia con los reyes
romano-germánicos.
Las consecuencias
2. La Iglesia en el Imperio
La Iglesia como heredera directa del Imperio
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mismo. Ninguna institución se empeñó más que ella en conservar la herencia del mundo
que desaparecía; esa fue una de sus grandes misiones del momento; la otra, definir sus
propios rasgos y campos de actividad.
El origen del Cristianismo
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sufrió con el Hijo en la cruz) y que la tendencia arrianista podría acabar derivando en un
culto politeísta. Así, la religión más perseguida durante todo el Imperio, en el 380, con el
Edicto de Tesalónica llevado a cabo por Teodosio I, se convierte en el culto oficial del
imperio prohibiéndose todas las demás.
Organización de la Iglesia
Inicialmente, cada comunidad eclesiástica poseía gran autonomía, con jefes propios que
se ocupaban de las cuestiones administrativas. El paso de la función administrativa a la
autoridad religiosa lo dieron con ocasión del movimiento gnóstico: frente a la potencial
anarquía de una doctrina defensora de la experiencia religiosa interior y directa con Dios,
la Iglesia desarrolla una fuerte jerarquía. Al frente de ella, los obispos, pastores del rebaño
cristiano, se alzan como hombres dotados de autoridad religiosa, dogmática y
administrativa. El obispo es elegido por el clero y por los laicos, con una función vitalicia,
y tiene el poder de administrar el Bautizo en el baptisterio de la comunidad, de
excomulgar, etc.
Desde del Concilio de Nicea, celebrado en el 325, se establece que exista en cada
provincia una sede episcopal metropolitana, en la ciudad más importante de la provincia,
formándose así los obispos metropolitanos, el cual convoca concilios del clero de su
provincia de forma frecuente, y puede consagrar a obispos para cada una de las sedes de su
provincia. Además, sobre estos obispos metropolitanos, está el obispo de la capital de la
diócesis:
Obispo de la diócesis Capital de la Diócesis
Obispo Metropolitano Capital de cada una de las provincias de la Diócesis
Obispo general Cada una de las ciudades de la provincia
La hegemonía de una ciudad sobre el resto parecía un lejano objetivo en una comunidad
como la cristiana, configurada en el respeto y obediencia a los jefes de las iglesias locales:
obispos, metropolitanos y patriarcas; sin embargo, la doctrina paulina era clara, la Iglesia
comprende la consagración de todos los creyentes en Cristo, y este Corpus Christi necesita
un gobierno. Su forma más adecuada es la monárquica: sólo ella cumple una auténtica
garantía de unidad, que impida la desunión y el cisma. El problema era a quién coronar rey
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de esta monarquía cristiana, de este nuevo estado dentro del estado romano. En Occidente,
la cuestión se simplificó cuando la iglesia de Cartago incurrió en la herejía donatista; desde
entonces, quedó Roma como iglesia favorita; pero enfrente estaban las de Jerusalén,
Antioquía, Alejandría y, sobre todo desde el 330, la de Constantinopla. Roma podía ejercer
un auténtico gobierno monárquico en Occidente, pero necesitaba la formulación teórica
que la pusiese a salvo de las reivindicaciones orientales.
Es en este momento se comienza a ver al Papa como sucesor del apóstol Pedro, lo cual
sugiere una primacía universal en la Iglesia. Durante el pontificado del Papa León I el
Magno se celebró, en el 451, el Concilio de Calcedonia, que proclamó la divinidad y
humanidad de Cristo: Consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros
por su humanidad. Ante las afirmaciones, de las consideradas herejías, que sostenían la
separación entre el Padre y el Hijo, considerando como inferior al Padre, León restableció
la tradición ortodoxa en una carta dogmática al emperador Flaviano, y que fue aprobada en
el concilio con las palabras “Pedro ha hablado a través de León”. Sobre todo a partir de
esta intervención, y de otras realizadas durante la controversia cristológica de aquellos
años, resulta evidente que el Papa sentía con particular urgencia la responsabilidad del
Sucesor de Pedro, cuyo papel es único en la Iglesia.
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Occidente, le correspondía el privilegio de la jurisdicción eclesiástica. El Papa León I se
consideraba, además de sucesor de Pedro, vicario del mismo.
Tras la asimilación del cristianismo por la cúpula imperial, se asimila el poder absoluto
imperial a la religión cristiana, sea la figura del emperador laica o no; esta tenía poder y
voto dentro de la organización de la iglesia. Constantino suprime las leyes del celibato (con
el descanso en Dominicus); favorece la propiedad eclesiástica, que quedan inmunes de
impuestos; no se excede en sus funciones, ya que los ciudadanos también son sus súbditos
debido a que todavía no se diferencia la potestad del emperador con la de los sacerdotes. El
emperador es el que convoca los concilios de la Iglesia en este momento, de ahí que estén
próximos a la sede imperial:
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de allí, pero a través de una nueva orientación doctrinal,
conducía a la subordinación del poder temporal. La
formulación agustiniana, que tendrá tanta relevancia en la
Edad Media, parte de una antropología, la cual está
orientada a su creador, a la naturaleza humana corrompida
por el pecado original, por lo que no puede cumplir su
destino: necesita antes reconciliarse con Dios a través de la
meditación con Cristo; esta reconciliación exige al hombre
justificarse. Hasta aquí el camino de Agustín de Hipona era
el mismo que el de Pablo, pero a partir de ahora se diferencian: pasando de la idea paulina
de justificación a la idea jurídica de justicia, es decir, San Agustín puede afirmar que, para
ser legítima, toda sociedad debe orientarse a la realización de la suprema justicia.
Dentro de esta polémica, Agustín de Hipona escribe este texto, aparte de su otra obra
Confesiones. En el libro de La Ciudad de Dios, plantea dos sociedades, y todo hombre
pertenece a ambas, coexistiendo en el tiempo, la ciudad de dios y la de los hombres (el
mundo); con esto, le habla a todos los romanos, paganos y cristianos, y para consolar las
acusaciones al cristianismo, les hace ver que este tiene dos patrias, el Imperio y la ciudad
de Dios, pero esta última no se realiza hasta llegar al Más Allá, el momento en el que el
ciudadano alcanzará su verdadera patria. Esto tiene consecuencias, como que el cristiano
ve que su verdadera patria está en el más allá, por lo que el Imperio es efímero, hoy está
este, y mañana otro, la sucesión de los Imperios; la tierra cambia pero el cielo se mantiene.
Es una obra que abre el horizonte a lo que va a venir y, a su vez, como fue muy leída, los
distintos lectores de los siglos posteriores llevaron la interpretación del libro mucho más
allá de lo que habría querido el propio Agustín, ligando la ciudad de dios con la iglesia,
llevando en decremento a reyes y nobles a favor de los sacerdotes.
Los emperadores comenzaron a sentirse aludidos, para ellos, su poder debía alcanzar al
cuerpo cristiano como parte integrante del Imperio, y su obligación era guiarse por leyes
imperiales, no papales. Para el Papa, el emperador es hijo, no padre de la Iglesia, y su
misión se limita a protegerla; tal era el sentido de la regia potestas, defender, no gobernar,
la comunidad cristiana. Explicar esto de manera coherente fue obra de Gelasio I. La
exposición de este Papa recoge las tesis de sus predecesores, reuniéndolas en la famosa
carta que dirigió a Constantinopla: “Dos son los poderes que, soberanamente, gobiernan
este mundo: la autoridad sagrada de los pontífices y el poder real de los emperadores. Y la
carga de los sacerdotes es tanto más pesada cuanto que, en el Juicio Final, deberán dar
cuenta a Dios de los propios reyes”. A esto se le llamará en el futuro “La Teoría de las 2
espadas”, separándose así el poder real y el eclesiástico, rompiendo con el Cesaropapismo
anterior.
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“administradores”, poseen sólo potestas; a los pontífices, como creadores, corresponde la
auctoritas, la única y plena soberanía.
¿Pero era este realmente un triunfo? ¿Había de ganar la Iglesia porque su oficialización
le proporcionase millones de fieles? ¿Acaso su fundador no había recalcado que su reino
no era de este mundo? Como tantas otras veces, también ahora era muy difícil la
alternativa, decir que no a tanta ventura. Las consecuencias, imprevisibles todavía muchas
de ellas, comenzaron a aparecer.
La religiosidad y sus prácticas
Los mártires, en la historia del cristianismo, son aquellas personas que cada Iglesia local
denomina santos, y que fueron ejecutados al no renegar de su fe cristiana. Cualquier
persona que decidiese solicitar el bautismo, debía ser adulto y romano, por lo que
inevitablemente se provoca una romanización del cristianismo, que se puede ver por
ejemplo en el nuevo culto hacia los santos, ahora con el ropaje de los antiguos dioses
paganos. Nace así la hagiografía, nuevo género literario, en el que se explica el estudio de
la vida, muerte y milagros de un santo. Incluso aparece la peregrinación hacia los
enterramientos de los propios mártires.
Además de esto, la devoción a las imágenes cristianas está influenciada por el antiguo
mundo clásico, naciendo con un carácter simbólico para estimular la devoción de los fieles.
Por influencia del neoplatonismo, se da culto a la propia imagen y no a la figura que
representa, por lo que se adoptan imágenes de Cristo (procedentes del mundo iranio y
egipcio); del culto solar (aureola de Cristo); representaciones de ángeles (Niké griega); y
por último la adaptación de la planta imperial basilical para los templos cristianos.
Las prácticas litúrgicas y devocionales
La Iglesia primitiva celebra los sacramentos de una forma muy peculiar: el bautismo se
administra solo a adultos, los cuales deben pasar por un periodo de formación, hasta pasar
a ser miembros de pleno derecho de una iglesia local. Los catecúmenos (etapa de
formación) tienden a prolongar esta etapa de forma indefinida, y se suele pedir el bautismo
al final de la vida, ya que el bautismo borra todas las faltas y pecados. La penitencia, en la
Iglesia antigua, solo se podía recibir una vez en la vida, las faltas más graves debían ser
confesadas públicamente, y se establecía una penitencia acorde a la gravedad de la falta;
solo cuando cumple la penitencia es reintegrado en la comunidad.
Se esbozan, también, principios de ética, con tensiones entre los principios exigentes y
la conducta real cristiana. Por inspiración del Cristianismo, se prohíben los espectáculos
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circenses, se simplifica la normativa para manumitir esclavos, se anula el celibato, se
legisla contra el adulterio, contra la prostitución, y contra la homosexualidad; aparece una
ética sexual más severa que la del mundo romano. No se reconoce la prohibición de la
esclavitud, los principios del colonato; pero se desarrollan sistemas de ayuda a los pobres,
instituyendo hospitales y albergues.
Se organizan también los años litúrgicos, distinguiendo los días específicos sagrados,
donde el más importante es la de la pascua y resurrección, siempre en Domingo; además
está la Navidad, nacimiento de Cristo; la ascensión, etc. Estas fiestas son los momentos
más importantes del año, junto a las liturgias de los domingos, y siempre vienen
acompañadas por la eucaristía, que está formada por la parte de conmemoración del
sacrificio y conmemoración de la palabra. Como las comunidades tienen distintas lenguas,
se van conformando familias litúrgicas diferentes, hasta que en un momento Roma
introduzca su modelo en el resto de iglesias; pero antes había liturgias griegas, latinas, etc.
La liturgia latina se introduce en Occidente se introduce a finales del siglo IV, antes era el
griego, que venía ligada a la pequeña minoría que se presentaba para el puesto de obispo,
los cuales hablaban entre ellos en griego.
El monacato
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Comunitario: Con reglas bien conocidas, tiene su origen en Capadocia, con la regla
de San Basilio; la vida aislada desaparece, y casi todo se hace en comunidad, al
contrario que con la regla del monje solitario. Esa modalidad hace que el monacato
se reintegre en la sociedad, sean estables, y se abren a la sociedad con sus
hospederías, hospitales, explotaciones agrarias, etc. (Ej. Santa Catalina de Sinaí.)
En Occidente el monacato es más tardío, en zonas como Marsella, en donde los monjes
más destacados son obispos en sus propias sedes, como San Agustín de Hipona, Cesáreo en
Arlés, etc.; pero también existen otros promotores como Honorato, fundador del
Monasterio de Lerins (frente a Niza) en el 410; o Juan Casiano, que funda el Monasterio de
San Víctor en Marsella en el 416. Las relaciones entre obispos y monasterios serán
regulados en el 451 en el IV Concilio Ecuménico de Calcedonia.
Las querellas religiosas
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aunque su historia no termina ahí, ya que el arrianismo continúa así como sus seguidores.
Lo importante de esta doctrina es que será la rama religiosa que recibirán los germanos
(especialmente los godos) en el 350, cuando un misionero llamado Ulfilas traduzca la
Biblia al gótico y los bautice en la modalidad arriana. Así, la mayoría de los pueblos
germanos serán arrianos al contrario que la población que habrán de conquistar, la romana,
entre la religión de los conquistadores y los conquistados.
Nestorianismo
Eutiques afirma que una vez reunidas en la persona de cristo las dos naturalezas, acaba
por prevalecer una única, la naturaleza divina, de ahí el nombre de monofisisimo (del
griego μόνος, monos, «uno», y φύσις, physis, «naturaleza»). Con esto se forma el IV
Concilio Ecuménico en el 451, en Calcedonia, en el que se atajó ésta, considerada, herejía.
Las querellas religiosas de Occidente
Donatismo
Donato era el obispo de Cartago, antes de la “legalización” del cristianismo, una parte
de los miembros de la Iglesia de Cartago participaba en los ritos paganos, debido al miedo
a la represión romana. Pasada la persecución, el obispo de Cartago no quería reintegrar a la
iglesia a los participantes en tales ritos. Frente a esta postura hay otra más conciliadora,
pero Donato no quiere hablar de ellos, lo cual genera un cisma en la Iglesia. Las tesis
donatistas son vistas por campesinos, llamados circunceliones, que se oponen
violentamente al Bajo Imperio, al avance de la gran propiedad y la presión fiscal del
mismo, lo cual hace al donatismo doblemente peligroso para el Imperio. Entonces, el
propio Constantino y sus sucesores intentaran reprimir este movimiento, sin conseguirlo,
hasta que en el año 429 lleguen los germanos al norte de África, en donde llegará un
momento de florecimiento de los donatistas en África.
Priscilianismo
Si el donatismo preocupa en la parte norte de África, el priscilianismo tiene seguidores
en Hispania. Prisciliano es un personaje que es elegido obispo de Avila en el año 380,
cuando todavía era laico. Tiene elementos gnosticistas y detalles de astrología, ascetismo,
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etc. A prisciliano se le acusa de llevar una vida alejada de la iglesia, y encarnar funciones,
como la participación de las mujeres en la iglesia. Así, en el concilio de Zaragoza del 380
se le condena, y junto con sus seguidores, pero no acata esta decisión; acude a Milán,
intentando que lo escuche el papa Dámaso, y extiende su moviemento por Aquitania y el
sur de la Galia. Para revisar su condena se le ocurre acudir a la corte Imperial, en Tréveris;
donde un tribunal civil lo juzga, y lo acusa de oscurancismo, y es condenado a muerte. Es
la primera vez que un tribunal civil condena a muerte por una cuestión estrictamente
religiosa. Se cree que Prisciliano está enterrado en la Catedral de Santiago de Compostela.
Pelagianismo
En algunos lugares se afirma que Pelagio era un monje, pero ni el mismo jamás se
presenta como tal. Pelagio vive en Roma a finales del IV, principios del V, y hace que sus
opiniones no pasen desapercibidas. Él afirma que el movimiento monástico que busca
encontrar la perfección cristiana no resulta de todo eficaz, y que es posible alcanzar la
perfección mediante sus propios esfuerzos. Pero tuvo la mala fortuna de que Agustín de
Hipona, que estaba muy presente de todos los movimientos, lo rebate, diciendo que estaba
equivocado; de esta enfrontación se consiguen dos preguntas que influirán en la
posterioridad: ¿Se salva el hombre solo por la fe, o hacen falta las obras? ¿Existen personas
predestinadas a salvarse independientemente de su moral?
La aceptación por la Iglesia de rasgos de la cultura clásica
La validez de la cultura pagana se había planteado desde el momento en que, tras tomar
contacto con la filosofía griega, la Iglesia reconoció la necesidad de verter en sus fórmulas
el mensaje de Cristo. El Cristianismo había nacido y se había extendido en un mundo
pagano; sus conversos, sus misioneros, sus maestros, conocían la filosofía y letras del
mundo clásico; podía desarrollarse una cultura y una educación cristianas, pero, en los
primeros siglos, su contacto y dependencia frente a la pagana resultaba inevitable.
Extremistas y contemporizadores se enfrentaron; Tertuliano
representa mejor que nadie a los primeros; otro norteafricano, San
Agustín de Hipona, a los segundos. Desde nuestro punto de vista
actual, la transferencia cultural era inevitable; desde el de Tertuliano y
sus seguidores, podía evitarse a toda costa; sin embargo, el problema
era más complejo de lo que aparentaba: no se trataba de aceptar o
rechazar un acervo cultural ascéptico, sino de admitir o denegar toda
una concepción de la vida griega, para remplazarla por otra, la judío-
cristiana. Tertuliano se dio cuenta, mucho más lúcidamente que ningún otro Padre de la
Iglesia, de las profundas diferencias existentes entre las dos tradiciones; por encima de su
fanática denuncia de la literatura pagana, sobre todo de la dialéctica de Aristóteles, estaba
su concepción del mundo y del hombre. Frente a la doctrina griega, que subraya el
dualismo de alma y cuerpo, él defiende la tradición profética hebrea de un ser humano total
e indiferenciado: “Entre Atenas y Jerusalén, entre la Academia y la Iglesia, nada en
común”.
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La resolución del conflicto cultural no fue fácil. Las mutuas acusaciones y desprecios
entre paganos y cristianos se prolongaron; y, a la par que ello, un cierto sentimiento de
culpabilidad entre los eclesiásticos. San Jerónimo resumió mejor que nadie su conflicto
mental al narrar el sueño en que Cristo le reprochaba: “Tú no eres cristiano, tú eres
ciceroniano; porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Pero, al fin, la
reconciliación se logró: por obra de los Padres de la Iglesia, la cultura clásica, asimilada, se
convirtió en uno de los pilares de la nueva cultura cristiana.
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Todavía no se había producido la ruptura de la lengua común proto-germánica, y la
prueba es que cuando los pueblos del mar del norte migran a Britania, llevan una lengua
semejante a la de los francos occidentales, por lo que en siglo V, la ya mencionada ruptura
no se había producido.
Relaciones entre Germanos y romanos
El mundo romano y el germano no están demasiado asilados entre sí; ya en el siglo II,
se establecen relaciones comerciales, con Roma, y con los pueblos del este, los cuales
presionan a los pueblos germanos, y cuya lengua la rúnica ratifica su origen griego y su
influencia del mundo Mediterráneo. Los primeros contactos bélicos tienen lugar en el año
166 con Marco Aurelio, cuando Quados y Marcomanos penetran hasta el Mar Adriático; ya
en el siglo III, los Alamanos en el año 254, y los Francos en el año 278, penetran y saquean
territorios del Imperio Occidental, provocando, en parte, la crisis del siglo III y los cambios
bajo-imperiales.
Rasgos económicos comunes
Los pueblos germanos no son pueblos nómadas, ya que llegan a practicar la agricultura
sedentaria, pero sí que están atrasados con respecto a Roma. Conocen la metalurgia
desarrollada, pero no utilizan ningún tipo de moneda, no se establecían en ciudades, ni
mucho menos conocían la economía de mercado; pero aun así mantienen intercambios
comerciales con el Imperio Romano, sobre todo con ámbar y pieles.
La organización social
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La religión
Tienen una religión común, prueba de ello es que el nombre de algunos dioses quedan
patentes en los días de la semana. Las creencias religiosas se conocen muy mal al carecer
una literatura de la época y, como otras religiosas, lo sobrenatural se manifiesta en lugares
determinados (fuentes, solsticios): este mundo es mucho más parecido al mundo céltico
que al mundo romano. Por lo tanto romanismo y germanismo se tienen que encontrar para
construir las nuevas sociedades de los siglos VI y VII.
Penetración en el Imperio
Los hunos
Era el comienzo; los propios visigodos llaman ansiosos a las puertas del Imperio,
penetrando por el limes danubiano y se encuentran por primera vez con el poder imperial
en Adrianópolis, en el 378, frente al emperador Valente, el cual fallece en batalla. El
sucesor de este fue Teodosio I, último emperador del Imperio en su totalidad; el territorio
hacía tiempo que estaba dividido, pero muy poco que estaba invadido. Así, en el 382,
Teodosio confirmó la invasión, legalizaba la entrada bárbara, firmando un tratado con los
jefes visigodos. Desde entonces, el último emperador de un Imperio unitario se apoya en
los recién llegados: con ellos nutre los cuadros del ejército y los altos puestos de la
administración, lo que hace que crezca un ambiente hostil a los acaparadores bárbaros en
Constantinopla. Teodosio pudo controlarlo, sus sucesores no; y menos cuando, por dos
veces, los visigodos, sublevados, amenazaron la capital de Constantino. Tras esto,
Teodosio consigue que los visigodos se desvíen hacia Macedonia y Grecia y, finalmente,
entren en la zona occidental, quedando Oriente libre de la presencia germana.
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asegurarse la sucesión del trono imperial en el seno de su familia. Así, con su muerte en el
395, terminó con un proceso de división iniciado en la Tetrarquía Constantiniana
repartiendo el imperio entre sus dos hijos, Oriente para Arcadio y Occidente para Honorio.
En Occidente Honorio y Stilicón tienen problemas simultáneos (395-410)
Empujados por los Hunos, los alanos escapan hacia el oeste, defendido por Estilicón, al
no ser capaces de atravesar el Danubio, progresando por su orilla izquierda, arrastrando a
otros pueblos germánicos allí instalados. Su objetivo era la frontera renana, menos
guarnecida por legiones, y, por fin, el último día del 406, sobre el Rhin helado, pasan los
contingentes germanos, y se asientan en la Galia, junto con grupos de Suevos y Vándalos,
y vivirán del pillaje y del saqueo, sembrando destrucción y muerte. Así nos lo narra
Hidacio, con tonos apocalípticos: “Las cuatro plagas, guerra, hambre, fieras y peste,
desatadas por todas partes, cumplieron las predicciones de los profetas del Señor”. Dos
años después, estos pueblos cruzarán los Pirienos para asentarse en Hispania. A la vez que
esto, Alarico, rey de los Visigodos, intentaba forzar un acto con el Imperio de Occidente
para que reconociese su instalación, pero, al no haber acuerdo, decide saquear Roma en ese
mismo año. Tras esto, el pueblo visigodo intenta desplazarse a África desde el sur de la
península Itálica, pero Alarico muere en el 411 en Consenza, sin conseguirlo.
La paz llegó también entre los germanos; un acuerdo precario con las autoridades
romanas permite repartir el territorio hispano. Así, los Vándalos se instalan en la Baeetica,
los Alanos y Asdingos en Lusitania y Cartaginensis, los Suevos en la Gallaecia, y dejaron
libre la Tarraconensis, la última de la diócesis. El Imperio no era capaz ya de ningún
esfuerzo, sólo su diplomacia obtenía de vez en cuando algún triunfo precario que sus armas
no conseguían; así sucedió ahora: los visigodos, itinerantes desde la muerte de Alarico y
con su ahora rey Walia, aparecen ahora como los más leales aliados, al ser estos el pueblo
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más romanizado entre los germanos, ya que no querían destruir el orden romano, sino
integrarse en él.
Así, los visigodos ponen su ejército al servicio de Roma a cambio de la annona, la paga
alimenticia a los soldados, como si fuera una unidad militar más del ejército romano. Con
una dudosa lealtad, pero eficaces en el momento, los visigodos dominarán la inquietud
reinante en Hispania; en el 416 vencen a los Vándalos; y en el 417, a los Alanos y
Asdingos. Tras esto, Honorio pensó que si los Visigodos vencían al pueblo Suevo en la
Gallaecia, conseguirían un poder incontrolable, por lo que decide frenar la invasión total de
la península, arrinconando a los Suevos lo más lejos posible del Mediterráneo. Además,
para continuar teniendo a Walia y los Visigodos de su parte, el emperador les ofrece un
territorio al norte de los Pirineos, en la fachada atlántica, en la antigua provincia de la
Aquitania II, formándose así el primer reino germánico reconocido por Roma dentro del
Imperio.
Poco a poco se va conformando el nuevo mapa étnico, que enseguida será político, en el
occidente de Europa. En el centro, Hispania y la Galia. Rota la defensa del Rhin, por esta
segunda pasaron muchos pueblos, pero sólo Visigodos, Francos y Burgundios
permanecieron en ella. Los primeros como ya hemos mencionado, los segundos en la zona
Norte, próxima al Rhin y a la costa atlántica; y los terceros, en la actual Saboya.
Aecio, defensor del Imperio (423-455)
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y Sajones para defenderse de los Pictos y Escotos; de tal forma que queda una población
celto-romana-cristiana, que resurge las antiguas lenguas y es la clara justificación de que
este territorio nunca estuvo del todo latinizado; frente a los nuevos germanos. Por esto,
algunos de los pueblos bretones originarios de la isla huyen al continente, y a base de
expediciones se acabarán instalando en un territorio que se denominará como Bretaña.
Siendo un Imperio fuertemente continental, el gobierno romano había soportado
actividades piráticas de los hombres del norte durante gran parte del siglo III, frente a los
que nunca pudo suscitar una fuerza marítima e insular suficiente; por ello, perder Britania
entraba en los cálculos menos pesimistas de los emperadores del siglo V. De este modo, su
situación exterior al mundo romano y las presiones desde distintos puntos anunciaban para
Britania un desenlace fatal.
En la península, con la marcha de los Vándalos, solo quedan los Suevos; los cuales
intentan extenderse y controlar más provincias de la diócesis. Sin embargo, la mayor
amenaza para Aecio serán los Hunos. El peligro del que venían escapando los germanos, el
temor amarillo que temían los romanos, estaban a las puertas del Imperio; comparados con
ellos, los bárbaros asentados eran seres civilizados, modelos de todos los refinamientos. Al
frente de estos, Atila, el cual había fustigado durante años al Imperio de Oriente, y que no
decidió atacar previsiblemente a este, sino que se dirigió bruscamente hacia Occidente, en
busca de la débil primavera del Rhin, que cruzó en primavera del 451. El Imperio no podía
enfrentarse a tal ejército, por lo que Aecio recurrió a los Visigodos. De este modo, Atila,
que buscaba saquear Roma, y gracias a la intervención del Papa León I el Grande, llega un
acuerdo con el Imperio a cambio del pago de un cuantioso botín. Al cabo de 2 años, el líder
huno fallecía, su imperio nómada se deshizo, y la última unidad romana formada por efecto
de su presión, también. Tras esto, Aecio, con su éxito, se busca rivalidades dentro del poder
imperial, y muere asesinado, quizás, incluso, por Valentiniano III, debido al temor de este
por la acaparación de poder de su general.
La disolución del poder imperial (455-500)
En este momento, cada uno de los reinos germánicos irá ampliando su área de dominio,
y el Imperio irá tramitando el proceso: primero, reconociendo el reino Burgundio y el
Vándalo. Los Visigodos extenderán su área de dominio hasta el Ródano tomando así todo
el sur de la actual Francia; además, desaparecen las fronteras entre romanos y germanos, ya
que más allá del Danubio sigue habiendo población germana que no ha participado en la
invasión, hasta que los eslavos ocupen estos territorios, y se creen nuevos reinos.
Los Francos no protagonizan ninguna invasión como el resto de pueblos, al igual que
los alamanes, nunca abandonan los lugares donde estaban asentados; sino que desde ahí,
van ampliando su reino hacia el Sur, hasta unificarse con Clodoveo a finales del siglo V.
Así, entre Francos y Visigodos queda el reino de Siagrio, un territorio que conserva la
tradición imperial, pero que tendrá una breve duración. Desaparecido el peligro huno, los
pueblos bárbaros se refugiaron en su autonomía dentro del Imperio. El golpe final no tardó
en llegar: tras una serie de emperadores fantasma que, debido a su ineptitud, contribuyeron
a fortalecer la situación de los germanos en Occidente, lo dio Odoacro en el 476. Jefe del
pueblo Hérulo, cuerpo de ejército acantonado al servicio de Roma en el norte de Italia,
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quiso recibir el mismo trato que los otros pueblos germánicos. Ante la negativa del último
emperador, Rómulo Augústulo, a concederle tierras, depuso al emperador en Rávena y
envió las insignias imperiales a Constantinopla. Con el gesto, el Imperio recuperaba la
unidad perdida, pero el gesto ya no engañaba a nadie: el reparto del Mediterráneo, previsto
desde que la crisis del siglo III creara un contraste tan violento entre Oriente y Occidente,
se había consumado.
Consumado el reparto, el Imperio occidental había desaparecido pero, ¿por qué? Una
tras otra se acumulan las hipótesis explicativas: síntomas, factores y resultados, los
diversos hechos no acaban de engranarse en un conjunto suficientemente claro de
precedencias casuales; todos a la vez, en cambio, ayudan a comprender el fenómeno:
• Degradación del clima: Los científicos comienzan a interesarse por sus variaciones
cíclicas: límite de los glaciares, anchura de los anillos de crecimiento de los árboles,
especies cultivadas en ciertas áreas. En todos estos factores podría hallarse la razón
de muchas simultaneidades demográficas y económicas de escala universal.
• Crisis de la población: Los cambios climáticos afectan a las cosechas y las mismas
condiciones biológicas. La peste se reproduce con el envilecimiento del clima,
llegando a ser víctima de esta el propio emperador Marco Aurelio, en el año 180.
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• Gigantismo administrativo: El coste excesivo de la administración crea necesidades
financieras y fiscales insolubles. El Estado eleva artificialmente el nivel de vida, los
contribuyentes huyen de la presión fiscal, y el campo aparece como refugio para los
desertores abrumados por una civilización urbana controlada y hostil.
• Aumento de la presión fiscal: Era imprescindible, la burocracia, más numerosa cada
vez, lo precisa; el ejército, duplicado desde la crisis del siglo III, lo exige. La
decadencia económica tiene en el gobierno su más profunda raíz, demasiadas bocas
para tan pocos productores; excesiva falta de estímulo para tan escasos elementos
productivos.
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ella, sólo quedaba “una pandilla de mediocres cuando llegaron los bárbaros”. Una variante
de esto la explica T. Frank, que considera que la gran cantidad de esclavos orientales
traídos a Italia corrompieron la sociedad, porque al liberarlos, se convirtieron en romanos:
“Es una raza inferior que acaba con el Imperio, la raza que fue capaz de derrotar a Aníbal
no es la misma”. En contraposición, está la explicación marxista de la lucha de clases, que
argumenta que Roma no pudo hacer frente a las revueltas de esclavos.
Una interpretación más moderna dice que el Imperio Romano no murió de forma
natural, sino que fue asesinado, ya que había logrado superar la crisis, pero no a los
bárbaros. Paul Kennedy puso de moda el argumento de “demasiado grande”, en el que se
pensaba que el Imperio era demasiado grande, tanto a nivel territorial, como desvío de
recursos hacia lo militar para defender ataques simultáneos; por eso necesitan desarrollar la
Administración para la carga tributaria, y la presión visigoda supone un desvío de recursos
hacia lo militar. Contaban con un ejército de 400.000 unidades, pero al no poder
concentrarlas cuando hacían falta, a la hora de la verdad no los había.
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ocupar las islas del Mediterráneo occidental. Con Sicilia, Cerdeña, Córcega, Baleares y el
norte de África; los Vándalos estaban en situación de irrumpir el tráfico marítimo y
amenazar los suministros de la propia Roma. Sus demostraciones de fuerza, que incluyen
el saqueo de la ciudad imperial en el año 455, evidencian su condición de guerreros
acampados en territorio enemigo.
Italia, centro del Imperio, donde la romanidad no era allí un recuerdo, sino una vivencia;
y como tal operará, durante un siglo, hasta la llegada de los Lombardos. Hasta ese
momento, tres poderes se sucederán en la península; Odoacro fue el primero de ellos, tras
deponer al último emperador Rómulo Augústulo en el 476, aspira a ser un continuador del
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gobierno imperial, reclutando sus altos funcionarios entre la aristocracia senatorial. Sus
esfuerzos, aunque exitosos en Italia, no alcanza el reconocimiento del emperador de
Oriente, y la diplomacia bizantina se dispone juzgar a Odoacro como usurpador. Aquí entra
en escena el pueblo ostrogodo; este era una banda guerrera sin asentamiento territorial, y
originarios del este de Europa, su amenaza inicial se dirigió contra Constantinopla. Así,
Justiniano, deseado de mantenerlos lejos de su frontera, pacta con Teodorico, rey de los
ostrogodos, para dirigirse estos hacia Italia y deponer a Odoacro. Con el cargo de
generalísimo de las tropas y la misión de desalojar a Odoacro de la península itálica,
Teodorico tarda cinco años en cumplirla, y unos cuantos más en legalizar la situación
dentro del Imperio.
Instalados sin violencia, de acuerdo con las normas del régimen de hospitalidad, los
ostrogodos aparecen concentrados en el norte de la península; desde allí dirigen la política
de la misma, en la que, inicialmente, abundan los éxitos; a este pueblo no se le entregan los
grandes latifundios del lugar, lo cual generaría vínculos entre la aristocracia germana y la
romana; sino que el Imperio Bizantino decide entregarle la recaudación de impuestos de
los mismos latifundios, sin fusionar las aristocracias y manteniendo el sistema fiscal y la
hacienda romana. En el interior, se mantiene la paz gracias a la tolerancia con los católicos
y el reconocimiento de la superioridad civilizadora de Roma; en el exterior, merced a una
serie de victorias que aseguran a los ostrogodos una hegemonía sobre las restantes
monarquías bárbaras. En los últimos años de su reinado, esta imagen de Teodorico se
modifica: sus intentos de concertar una vasta alianza de las monarquías germánicas, bajo la
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dirección de Italia, se había traducido en un efectivo distanciamiento frente al Imperio de
Oriente. Más operante que éste fueron dos series de hechos que tuvieron su origen en la
Galia y Constantinopla: la conversión de Clodoveo, rey de los francos, fue el primero (al
ser el pueblo franco el primero en convertirse al catolicismo); y la vuelta del emperador de
Oriente a la ortodoxia fue el segundo. Ambos tendían a resaltar la condición arriana de
Teodorico; presa de temores y sospechas, el rey ostrogodo se coloca a la defensiva
refugiándose en un autoritarismo brutal. Las persecuciones que decreta contra los católicos
aspiran a equilibrar las de signo contrario que se desarrollan en Oriente; siendo sus últimos
años de amargura y rencor.
En el valle del Ródano, zonas de Lyon y Arlés, se establecía el reino Burgundio; el cual
había sido reconocido por el Imperio en el año 443. Tras el abandono del arrianismo, en
favor del catolicismo, por el rey Gundebaldo; la presión sobre el territorio del reino franco
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provocó que se llevase a cabo la llamada Guerra Burgundia (523-524), lo que traería el fin
del reino 10 años después con su anexión al reino Franco en el 534. Sin embargo, la huella
territorial burgundia queda presente en el lugar, que pasará a ser conocido como Borgoña.
Suevos en Hispania (411-575)
Es uno de los más prolongados, desde su llegada en el 411, hasta su anexión visigoda en
el 575. Los suevos inicialmente son el único pueblo germano que queda en la península,
una vez que los vándalos se marchan al norte de África en el 429; tienen incursiones en la
Tarraconense y Lusitania, mantienen su paganismo, y unos de sus reyes, Requiario, es el
primer rey germano que da el paso del paganismo al catolicismo sin pasar por una fase
arriana; es un gesto personal que no arrastra al pueblo suevo ni mucho menos.
Cuando volvemos a tener noticias del reino suevo, es a mediados del siglo VI, 34 años
antes de la anexión final visigoda, y da la sensación que el reino ha madurado, debido a
que el rey Teodomiro acepta el catolicismo, influenciado por Martín de Braga, procedente
de Panonia, actuando como misionero, fundando el monasterio de Dumia al lado de Braga,
siendo además sede episcopal. Tras la conversión, el reino se organiza y se llevan a cabo
los dos concilios de Braga 561-572, para reorganizar la iglesia. El reino a mediados del
siglo VI ocupa la antigua Gallaecia y parte de la Lusitania, llegando hasta Astorga. Entre
las dos fechas de los concilios, se llevó a cabo el concilio de Lugo en el 569, donde se lleva
a cabo el parroquial suevo, donde se reorganiza territorialmente el reino. En este momento,
los visigodos mantienen su arrianismo, pero en el sur tienen la frontera con el Imperio, y en
la retaguardia un reino germanico-catolico. El rey Leovigildo ocupa el terreno suevo
acabando con el reino en el 585.
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Reino Suevo Máxima extensión del reino suevo
Los lombardos, situados más allá de la frontera, son presionados por los Ávaros, e
invaden la Italia bizantina en el 568, siendo el último episodio de las migraciones
germanas. Apenas habían tenido contacto con Roma, eran arrianos; en su actitud frente al
imperio, pesa mucho el hecho de que saben cuál ha sido el destino de los ostrogodos, los
cuales fueron aniquilados en la guerra gótica; por lo que estos no son muy favorables al
imperio. Aún no habían madurado políticamente, y para conducir al pueblo eligen a un rey
para que los dirigida militarmente, pero poco más, ya que con la muerte de este, comienza
un periodo sin cohesión centralizada y general; su inmadurez política se reflejará en la
invasión. Los lombardos, cada vez que se encuentran una ciudad que les opone resistencia,
continúan, no la invaden, lo que provocará la irregularidad de la invasión. Los lombardos
estarán compuestos por 30 grupos distintos, dirigidos por los duques, se instalan eligiendo
cada uno una ciudad, creando los ducados lombardos, con cada duque y ciudad. No hay,
todavía, una administración central, de modo que el territorio, en teoría, continua siendo
Bizantino. Los duques ceden parte de los impuestos de su ducado, ya su vez entra el
llamado Gastaldo?; mantienen el arrianismo. Cuando un rey lombardo deja el arrianismo
por diversos motivos, no quiere decir que todo el pueblo lombardo ni todos los duques lo
imiten, la aceptación del catolicismo no influye a los demás ducados, lo que demuestra la
visible desastibilidad interna.
A mediados del siglo VII continuará este dualismo religioso, pero en el año 643, siendo
todavía arrianos, se recoge el derecho lombardo en el Edicto de Rotario, evidencia de la
influencia romana, al estar escrito en latín. En Italia quedará la imagen de fragmentación y
discontinuidad; en el siglo VIII, con la residencia real en Pavía (de ahí que el valle del Po
se llame la Lombardía) y la aceptación del catolicismo; los lombardos del norte intentan
imponer a los ducados de Spoleto y Benneveto, suprimiendo el dominio bizantino,
empezando por Rávena, y acabando por Roma, donde se encontrarán con la oposición de
los papas; los cuales nunca estarán a favor de la invasión lombarda y siempre estarán a
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favor de Bizancio. El final de reino
Lombardo tiene mucho que ver con esto, a
finales del siglo VIII, el emperador promulga
la iconoclastia, interviniendo en el dogma
religioso, prohibiendo las imágenes
religiosas, de la veneración de las imágenes;
lo cual choca con la postura de la iglesia
católica de occidente, frente a la política
oriental, lo que provoca un alejamiento entre
el papa y el emperador de oriente, traducido
con la inseguridad del papa frente a los
lombardos, por lo que se busca a alguien que
defienda Italia frente a los Lombardos,
debido a que Bizancio no era capaz, y el
papa no quería ver a los lombardo en Roma,
por lo que se alía con la nueva dinastía
carolingia franca. Desde que Pipinio el breve
y su hijo Carlomagno adoptan el papel de defensores del imperio en Occidente, deben
ocupar Roma, atravesando los Alpes en el 774 y ocupando Italia. Casi 200 años de dominio
lombardo.
No hablamos del reino, sino de los reinos; y en Anglaterra (Inglaterra), tierra de los
anglos. Gran Bretaña estaba indefensa desde mediados del siglo V, y en esta situación
padecen las invasiones Pictos del norte, procedentes del territorio más allá del antiguo
limes; e incursiones de los habitantes de la actual Irlanda, los Scotti. Ante esta situación,
los britanos, habitantes de la isla, pactan con los germanos continentales para que acudan
como ayuda militar para ayudarlos a defenderse, el primer desembarco germano para
defender la isla. A partir de ahí se suceden la llegada de diversos grupos, desembarcando
en la costa este de Britania, colonizando el territorio; el territorio que da al mar del norte,
pasará a manos de los germanos paganos, frente a la población bretona-romana, donde la
huella latina se va diluyendo, con el aflojo de la presión imperial sobre el territorio, por lo
que florecen los antiguos rasgos de la población indígena, como la lengua celta; y van
despareciendo las características romanas: las ciudades y latifundios; pero pervive el
cristianismo, que los define frente a los recién llegados conquistadores paganos; esto será
un factor decisivo. Lógicamente, dado la característica de la inmigración marítima, no
hablamos de una expedición de un único pueblo, sino de grupos muy heterogéneos, y no
puede hay unidad política. Los bretones se van quedando en la parte oriental, en el actual
Gales, y otra parte cruzan el mar, y se instalan en la actual Bretaña francesa, de ahí su
nombre. Como consecuencia de la llegada de los germanos Anglos, Jutos y Sajones; en el
siglo XII, los habitantes se considerarán sajones.
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Se va madurando políticamente, desde la organización tribal, a mediados del siglo V por
el subreino, al frente del cual hay un underking o lesserking; bajo cuya autoridad existe un
grupo de personas, pero no existe una demarcación territorial. De aquí se va esbozando el
reino regional, con base territorial, de forma que estos reyes controlan a la población de un
determinado ámbito regional. El principal cronista de la historia del pueblo anglo es Beda
el Venerable, del norte de Inglaterra. Al norte aparece el reino de North Umbria, en el
centro Mercia, y en el Sur, los Wessex, Essex, Anglos orientales, East Anglia, etc. Unos 10
reinos aproximadamente, los reinos anglosajones que tienden lentamente hacia la unidad,
cuando uno de ellos se impone sobre el resto, pasando a ser el último nivel organizativo, en
el siglo VII, con el rey Oswy, llamado bretwalda la figura del rey, del reino North Umbria.
Seguido por el rey Offa, que establece relaciones imperiales con Carlomagno.
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El reino hispano visigodo
La identificación con el espacio y la sociedad de la península (507-586)
Los más fieles aliados de Roma, los más romanizados de los bárbaros, los visigodos,
habían compartido con francos, burgundios y romanos el territorio de la Galia. Con la
conversión al catolicismo del reino franco, este contó con la ayuda de la población católica
sometida por los visigodos, logrando expulsar a los mismos al vencer en Voullé en el 507,
acabando con el reino de Tolossa, y haciendo que su rey, Alarico II, perdiera todas sus
posesiones al norte de los Pirineos excepto la Septimania. Los visigodos se desplazan hacia
la península, donde ya habían sitiado a los Suevos una vez, y ocupan el territorio, situando
la ciudad de Toledo como sede regia, al estar ésta en el punto neurálgico de la península,
con distancias similares a los suevos del oeste; a los francos del norte; y al exarcado
bizantino en el sur.
A los enemigos de dentro hay que añadir los de fuera; al norte, los francos, deseosos de
redondear su dominio en la Galia ocupando la Narbonense, todavía visigoda. Su condición
de católicos hacía de ellos potenciales colaboradores de toda sublevación hispana contra
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sus dominadores arrianos. Por otro lado, al Sur, pronto hubo un nuevo enemigo, las tropas
bizantinas, fáciles triunfadoras en el norte de África, incapaces de resistir la tentación de
posicionarse en uno de los bandos para conseguir el trono visigodo. Tras la victoria de su
protegido, Agila I, los bizantinos se instalan del Algarbe a Denia, constituyendo una
permanente amenaza para la monarquía visigoda; los reyes no temían su fuerza militar,
más les preocupaba el apoyo que puedan prestar a los rebeldes hispanorromanos de la
Bética.
Hostilizada por todas partes y resentida de una falta de cohesión interna, la monarquía
visigoda difícilmente puede enfrentarse con su tarea: la de dar forma a la unidad política
del territorio peninsular. Los acontecimientos le ayudaron de forma insospechada, con la
aparición de un rey de fuerte carácter, Leovigildo, la monarquía hallaba el instrumento
necesario para su política nacional. Sus objetivos debían ser la fusión con los
hispanorromanos y victoria sobre los enemigos, los cuales habían acabado por introducirse
en casa; de su éxito, a mediados del siglo VI, dependía el futuro de la península.
39
Sevilla opinaba que había provocado una guerra innecesaria), mientras que los escritores
extranjeros, francos, como Gregorio de Tours, lo tratan de mártir.
40
territorialmente, en las cuales se dicta que todos los habitantes del reino están sometidos a
un mismo derecho, independientemente de si son descendientes de romanos o germanos;
con esto, se fusionará totalmente la sociedad dentro del carácter judicial, abandonando las
diferencias anteriores. Finalmente, esta etapa finalizará con el reinado del rey Wamba, que
vivirá una revuelta de algunos nobles visigodos en el año 673, en la única provincia ultra-
pirenaica del reino visigodo de Toledo, la Septimania. Sofocada la misma, Wamba
reorganizará su ejército proclamando la llamada Ley Militar, mediante la cual obligaba a
los nobles y eclesiásticos, bajo pena de muerte o confiscación de bienes y exilio, a acudir
con las tropas en caso de invasión o rebelión. Con esto, el rey tenía todo el control de las
tropas de sus nobles en caso de que uno de ellos quisiese rebelarse.
Para explicar la desintegración del reino visigodo hay que tener en cuenta otros aspectos
como son: el desarrollo de instituciones de carácter feudal, el aumento de las clientelas y la
aparición de una fuerte oligarquía militar de carácter familiar que llega a enfrentarse al rey
con frecuencia. Hay una alternancia de represión y amnistía en los últimos años del reinado
que produjo una fuerte inestabilidad social y política. Además, hay un estado de
desmoralización de la sociedad que se refleja en las leyes militares de Wamba, ya
mencionadas. También las amnistías tributarias denuncian una economía precaria para un
gran parte de la población; y el aumento de los suicidios y los problemas con los obispados
(nombrar obispos germanos) van agravando el problema.
41
La Francia merovingia: una síntesis ponderada con futuro.
La difícil unidad política: el reinado de Clodoveo I
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ostrogodos. Una cosa era conquistar la Galia, otra muy distinta, gobernarla; Clodoveo
apenas había intentado lo segundo, establecido en París, a la que hizo capital del reino; sus
guerreros se habían asentado en las cercanías, sin que la zona sur del país, la más
romanizada, recibiese el bautismo franco, por lo que una diferencia entre ambas áreas
comenzó a establecerse. Por el momento no fue lo más importante, pero mayor
trascendencia tuvo que los merovingios, sucesores de Clodoveo, se mostrasen mucho
menos efectivos como gobernantes. Sus inadecuadas concepciones políticas y la extensión
del reino, desmesurada para las limitadas instituciones del siglo VI, explican los resultados.
Para Clodoveo y sus sucesores, en
efecto, el país entero era una posesión
personal, adquirida por derecho de
conquista, y como tal patrimonio, el reino
podía y debía dividirse, y en él, cada hijo
tenía derecho hereditario a una parte. En su
gobierno, una extraña mezcla de autocracia
primitiva y anarquía caracterizará la
evolución política de la monarquía
merovingia. Sus resultados fueron penosos,
pero, sorprendentemente, de Francia nacerá
la fuerza unificadora de la Europa católica;
a pesar de que la división por herencias del
reino provocase un difícil control del
territorio, llegando a tener varios reyes de la misma dinastía en los distintos; y que se
provocase una sangrienta historia política, enfrentándose hermanos, tíos o primos entre sí
por el poder territorial.
La diversidad de ámbitos políticos en el regnum francorum
La Francia merovingia es un reino multiétnico, donde reinan los francos, pero no toda la
población era germana: en la Aquitania, antiguo reino visigodo, la mayor parte de la
población es romana. En el 533, se anexiona el reino de borgoña, cuya mayoría poblacional
es borgoñona/burgundia y romana; esto mismo pasará con los alamanes y turingios (a los
que le imponen un protectorado en el 531), los cuales tienen cada uno su propio derecho,
en lugar de un derecho único como en el reino visigodo. La parte del reino donde la
población franca es mayoritaria está organizada territorialmente en condados dirigidos por
un grafio, similar al comes latino, en la parte septentrional; pero en la parte meridional, se
establecieron ducados, como en Toulusse.
En ámbitos políticos hay un tercer elemento: los reinos, como consecuencia de los
repartos ya mencionados. El reino de Neustria, como ciudad más importante París, entre el
Loira y ariculado por el Senna; y el reino de Austrasia, la parte más germana del reino, y
núcleo del reino junto con Neustria. Austrasia es la parte que limita con otros pueblos
germanos, como frisones sajones, turingios, suevos o bárbaros; por lo que es la zona con
más papeletas para extenderse; en esos repartos hereditarios, acabarán siendo los reyes
hermanos entre sí. Durante todo el siglo VI- principios del VII, habrá periodos muy breves
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donde un rey gobierne todo el territorio, en el siglo VI, durante sólo 3 años, 558-561; con
Clotario I, pero con la muerte de este se reparte el reino de nuevo. Despues, en el siglo VII,
volverá a haber una unificación, entre el 613-639, durante unos 25 años con dos monarcas,
Clotario II y su hijo Dagoberto I. Al morir, el último vuelve a repartir el reino, entrando en
el resto del siglo en una total anarquía; en este contexto es decisivo el papel político de los
obispos, porque desde las sedes episcopales imponen su autoridad, en un contexto en el
que el apoyo de una figura eclesiástica, como un obispo, era vital. Tambien es decisivo el
papel de los monasterios, debido a que son fuentes históricas importantes, no como en el
caso visigodo, ya que la zona bética, al ser dominada por los musulmanes, pierde este
factor monacal tan utilizado para la historiografía moderna. Muchos bienes son donados a
monasterios, para que estos no sean repartidos en las herencias, pero las familias donantes
siempre tendrán algún poder sobre el monasterio al que dona, formándose los monasterios
familiares.
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ya hemos visto que sucederá con Pipino de Heristal. Algunos reyes intentarán mantener la
monarquía en su dinastía mediante la adopción en vida, adoptan a una persona en vida con
la esperanza de que, con la muerte del rey, sea esta persona su sucesor; en casi todos los
casos, cuando es electiva suele ser elección regia, eligiendo al sucesor dentro de su misma
dinastía. Por otro lado, también se intenta reforzar la autoridad de los reyes mediante
ceremonias, algunas de tradición germana (levantar al rey en el escudo en batalla), y otras
de origen latino. Finalmente existe la unción regia, que ungía al rey otorgándole un
carácter semi-sacerdotal, reforzando su poder, debido a que el atentar no sería sólo un
delito, sino que se convertiría también en un sacrilegio.
El ejercicio del poder compartido con la aristocracia en el plano militar, fiscal y judicial
Se denomina derecho germánico al conjunto de normas por las que se regían los reinos
germanos. Estos no poseían un código legislativo, por lo que se regían bajo un derecho
consuetudinario; sin embargo, tras el contacto con la forma de vida romano. Surgieron
algunos de ellos, promulgados por los monarcas, como el Código de Eurico. Era un
derecho mucho más primitivo que el romano, influido por las tradiciones seminómadas de
estos antiguos pueblos, pero que fue variando con la adopción de la romanización. En el
caso del derecho, se acaba imponiendo el de la concepción germana; un derecho oral,
elaborado por una asamblea de hombres libres. Las características del derecho germano
son las siguientes:
Prima la credibilidad del acusado: Una persona que es acusada de un delito puede
librarse del mismo si encuentra a personas que avalen su inocencia, que testifiquen a
su favor. Esto beneficiará a los más poderosos, los cuales pueden conseguir, de una
forma más sencilla, gente de confianza que asegure su inocencia.
Wegeld: En los delitos de sangre, todas las penas venían acompañadas por este factor,
mediante el cual la pena varía en función de la categoría social, el sexo o la edad de la
víctima.
La no intervención del poder público en los embargos: Alguien puede proceder a un
embargo como pena ética de un delito menor, como una agresión.
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Venganza de sangre: Implica a los familiares del agresor y de la víctima de un
asesinato; de este modo, la familia de la víctima puede tomarse la justicia por su mano
y dar cuenta la venganza contra el autor del delito o algún miembro de su familia, sin
intervención de los poderes públicos, llegando a heredarse penas de sangre entre
generaciones.
Desde la crisis del siglo III, con más o menos intensidad, el Imperio había conocido el
fenómeno que arrastraba a los débiles, atemorizados por la inseguridad y abrumados por el
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fisco, a buscar la protección de los grandes propietarios. Dos formas revestían la relación
entre ambos: la entrega de tierras por parte de un pequeño propietario a un poderoso y la
encomendación personal de un hombre libre, desheredado, a un gran señor.
La primera, muy frecuente desde el siglo III, convertía al pequeño propietario en colono
de sus propias tierras, entregadas al poderoso terrateniente. A cambio de mermar su
libertad, se aseguraba la supervivencia y, en lo posible, una situación tranquila: en paz con
el temible fisco romano, frente al que muchos grandes propietarios habían alcanzado la
inmunidad, las rentas y servicios que habían de prestar a su nuevo señor no parece que
fueran excesivos. Su pérdida de libertad, sí: falto de tierras, el encomendado no podía
aspirar a buscar nuevo patrono; de hecho, quedaba adscrito, sin libertad de movimientos, al
dominio del señor. Las relaciones entre ambos, al principio de tipo privado, van
doblándose con las funciones públicas que desempeña el segundo; justicia, milicia e
impuestos, van transfiriéndose del Estado a los grandes propietarios, y el cerco se va
estrechando en torno a los débiles. El régimen señorial había nacido.
La inseguridad pública no cesó con la desaparición del Imperio, las invasiones las
acrecentaron, y, con ella, la necesidad urgente de protección. Las fórmulas siguieron siendo
las mismas: la del pequeño propietario que limitaba su libertad entregando las tierras, y la
del desheredado que entraba al servicio de un poderoso. Lo que varió fue la legalidad:
menos impuestos a escudarse en ficciones jurídicas, de los que tanto había abusado Roma
en sus últimos momentos. Entre los siglos V y VII, la sociedad occidental se adorna con
rasgos pre-feudales. El más reciente, y más antiguo a la vez, propio de pueblos primitivos,
será el de la clientela: unos hombres libres se someten a un jefe, a quien deben defender
con su vida; son gente de condición noble que forma la comitiva del rey. A su modelo, los
grandes señores organizarán la suya; desde el siglo VIII, una palabra llamada a tener gran
difusión denomina sus componentes: los vassi, los vasallos. Para ayudarlos o premiarlos, el
señor tenía dos soluciones: mantenerlos en su casa o facilitarles alimentos y medios de
vida; generalmente optó por la segunda, la ruralización de la vida en Occidente hacía más
cómodo este expediente y lo organizaba en forma de entrega de tierras a los patrocinados.
En plena propiedad o, mucho más frecuente, en tenencia por un censo módico, los
encomendados se hacían con tierras con que enfrentar sus necesidades.
La interpretación institucional: La visión de Ganshof
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propiedad; una jerarquía de los derechos sobre la tierra nacidos de
dicha fragmentación, jerarquía que corresponde a la misma
jerarquía en los lazos de dependencia personal que acabamos de
mencionar; y una fragmentación del poder público que crea en cada
país una jerarquía de instituciones autónomas, que ejercen en
interés propio los poderes atribuidos normalmente al estado y a
menudo la misma fuerza efectiva de éste en una época anterior.
De acuerdo con esta segunda acepción, puede definirse el feudalismo como un conjunto
de instituciones que crean y rigen obligaciones de obediencia y servicio –principalmente
militar- por parte de un hombre libre, llamado “vasallo”, hacia otro hombre libre llamado
“señor”, y obligaciones de protección y sostenimiento por parte del “señor” respecto del
“vasallo”, dándose el caso de que la obligación de sostenimiento tuviera la mayoría de las
veces como efecto la concesión, por parte del señor al vasallo, de un bien llamado “feudo”.
Entre señor y vasallo se establecían las relaciones de vasallaje, esencialmente políticas; en
el feudo, entendido como unidad socio-económica o de producción, se establecían
relaciones de muy distinta naturaleza entre el señor y los siervos.
Materialismo histórico: La visión marxista
La visión marxista estructura que toda sociedad humana
atraviesa 3 fases, 3 modos de explotación del trabajador, hasta
llegar al comunismo final; estos son, el esclavismo de la
sociedad antigua, el feudalismo de lo que conocemos como
Edad Media, y el capitalismo de las Edades Moderna y
Contemporánea. Para Marx, la sociedad feudal posee muchas
características similares a las de la sociedad antigua, las
relaciones sociales de producción son también semejantes a las
del modo de producción esclavista.
Pero, pese a que el señor feudal posee la propiedad completa sobre los medios de
producción, sólo en parte la posee sobre el trabajador, el siervo, con el que establece una
relación de servidumbre o vasallaje. Como ocurre en todo modo de producción, Marx
establece siempre 3 estructuras: la Estructura económica, que entiende las fuerzas
productivas, las relaciones de producción y los medios para realizar el trabajo; la
Estructura jurídico-política, formada por el conjunto de normas, leyes instituciones y
formas de poder político que, condicionadas por la estructura productiva, ordenan y
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controlan el funcionamiento de la actividad productiva de los ciudadanos; y, por último, la
Superestructura ideológica, constituida por el conjunto de ideas, creencias y costumbres
plasmadas en las formas ideológicas de la cultura, religión o la filosofía, con las que se
justifica la “naturalidad” y “legitimidad” del modo de producción del que derivan y cuya
realidad social enmascaran.
Modos de
En OCCIDENTE Clases Sociales Formas de explotación
Producción
Modos de producción
Antiguo amos/esclavos esclavitud
tradicionales
Feudal señores/siervos servidumbre
Modos de producción
Capitalista burgueses / proletarios trabajo asalariado
modernos
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2. Rasgos socioeconómicos de larga duración en los primeros siglos medievales
Los cambios en el marco geográfico
Con la desaparición del Bajo Imperio, la situación, en el contexto del marco geográfico,
se agrava, ya que las relaciones, a todos los niveles, entre Oriente y Occidente cesan
debido al asentamiento de los Eslavos en el Ilirio, en el siglo VI. No sólo se lleva a cabo
una ruptura vertical, sino que también se provoca una ruptura meridional en la zona
mediterránea, debido al control musulmán del antiguo Mare Nostrum, impidiendo las
relaciones comerciales ajenas a ellos. De este modo, el marco geográfico de la cultura
occidental se desplazará al noroeste, en la zona del Mar del Norte, donde se desarrollará de
una forma más latente el comercio.
Era lógico, ¿Quién iba a comerciar en un mundo cada vez menos poblado, con un nivel
de vida cada vez más miserable? El gusto del consumidor, menos exigente cada vez, hacía
inútil gran parte del comercio; la falta de poder adquisitivo de la población acababa con el
resto. Transformación social y evolución económica iban a la par; y el camino emprendido
por la sociedad incluía una masiva entrada de los hombres en servidumbre. Poco a poco,
los hombres libres eran cada vez más humildes, y la mayoría de los esclavos se fundieron
en una nueva clase: los siervos; frente a ella, los poderosos se aprovechaban de su
esfuerzo. Al desaparecer el estado romano, desaparece el aparato fiscal, y el papel del
estado como productor y consumidor de bienes (Ejm: annona, estimulaba la producción de
alimentos). Esto, no se remediará hasta la llegada de otro sistema que obligue a producir
como el estado imperial lo hacía; este será, el orden feudal, que retornará una organización
capaz de obligar a producir; a pesar del papel poco relevante del estado, volverá a haber
una organización capaz de obligar a producir, pero esta no será igual de rápida en toda la
Europa Occidental.
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Ruralización y comarcalización de las actividades económicas
Los reyes germanos, recién llegados y asentados, se ven obligados a realizar un cambio
en su jefatura, pasando de un punto de vista militar, a otro político, para poder integrar a
los súbditos romanos de sus reinos, para poder territorializar su autoridad, y para arraigar
una sociedad con una identidad determinada; a la cual podríamos llegar a mencionar como
“proto-nacional”, debido a la cohesión que viene implicada con el mismo, y el comienzo
de la aparición de un llamado “sentimiento nacional”.
Las realidades demográficas: población reducida y poblamiento laxo e inestable
En los primeros siglos medievales, la población se había reducido hasta niveles casi
surrealistas. El Imperio, que había contado con una capital de casi 1.000.000 de personas,
estaba ahora fragmentado, y la densidad media de población, en su parte Occidental,
descendió hasta los 3 hab. por km2. Podemos clasificar los terrenos del antiguo Imperio, y
de los nuevos reinos germanos, a partir del origen étnico de la población residente; así,
establecemos dos zonas, la primera, la Romania, donde predomina la población latina,
frente a la Germania, de población bárbara; en las zonas romanas, sólo un 5% de la
población será germana, por eso será vital la forma de asentamiento y poblamiento.
Este poblamiento fue laxo, no era rígido ni estable. En las zonas al este del Rin, se llega
a practicar una especia de nomadismo, mediante el cual la población levanta sus tiendas en
un determinado lugar, lo explota, y se traslada cuando han agotado los recursos de la zona.
Esto llegó a suceder también en las zonas occidentales, llegando a ser un problema para el
estado germano, al no poder controlar de manera eficaz a esta población.
La progresiva pérdida de peso del “ager” frente al “saltus” en el interior de los reinos
barbaros
Nos encontramos en una época en la que la ganadería está cobrando un peso mucho
mayor que la agricultura, y esto no se debe al azar, sino que tiene que ver con el estilo de
vida germano. Los nuevos huéspedes de Europa, seguían una dieta acostumbrada a las
grasas y bebidas fermentadas, con una gran importancia de la proteína cárnica; mientras
tanto, la población originaria latina basaba su dieta en el aceite, los cereales y el vino,
51
acompañada por la recolección de frutos silvestres, la caza o de la pesca fluvial, de la que
también se beneficiarán los germanos.
La sociedad se estructura en función de las propiedades rústicas
Los grandes señores proceden, en el caso de los reyes bárbaros, de la ocupación de los
antiguos latifundios imperiales; los guerreros germanos y aristocracia romana, pueden usar
el poder que tienen para aumentar sus señoríos; y por último, la iglesia es la tercera vía
afianzada en la gran propiedad, sin embargo, esta última va acumulando territorios a través
de donaciones y limosnas, sin un cese definitivo, debido a que, como institución, la iglesia
no muere nunca, por lo que no existen repartos hereditarios que repartan la propiedad de la
misma entre varias personas. Debido a esto, Carlos Martel, abuelo de Carlomagno, llegó a
realizar una primera desamortización de los bienes de la Iglesia. Los señores empiezan a
ejercer derechos públicos sobre el campesinado de su dominio, empieza a haber una
tendencia que provocará el paso del señorío solo territorial, a también jurisdiccional, en el
que el señor tiene los derechos de la propiedad de la tierra y atribuciones fiscales, militares
y judiciales sobre los campesinos. La palabra latina con la que podemos encontrar un
señorío es Villa (término más polisémicos de la edad media, desde ser una gran propiedad a
un pequeño grupo de casas). Cuando nos encontramos con una entidad de población rural,
en la cual las 5 o 10 familias viven ahí, y cada una es propietaria, para evitar el término
Villa, se tiende al término aldea, en historiografía, para evitar la confusión con un dominio,
las familias son propietarias, no pertenecen a una misma persona, de ahí la diferenciación.
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b) Los trabajadores de la tierra: grupos diferenciados y uniformidad social.
Los colonos, ven reducidos sus derechos, y ya no tienen la misma condición que en el
Bajo Imperio; ya no son los propietarios de la tierra que trabajan, al tener que cederla a
favor de su protección, y puede que las cargas que le deben pagar al señor sean parecidas a
las de los siervos. Algunos autores como Bonassi, sostienen que la esclavitud estuvo
vigente casi hasta el siglo X, porque interpretan que los colonos, al diferenciarse tan poco
de siervos o esclavos, viven permanentemente en esclavitud. Los 3 grupos, dentro del
dominio o feudo, contaban con una serie de tierras comunales sin cultivar, utilizadas para
el pasto o la recolección de otros bienes, como la madera.
La forma más evidente de renta feudal era la realización por los siervos de prestaciones
de trabajo; con lo que el espacio físico del feudo se dividía entre la reserva señorial o
reserva dominical, donde se concentraba la producción del excedente, y los mansos, donde
se concentraba la producción imprescindible para la reproducción de la fuerza de trabajo
campesina, es decir, para mantenerlos. En otras formas, los siervos se obligaban a distintos
tipos de pago; como una parte de la cosecha o un pago fijo, que podía realizarse en especie
o en moneda, a los que se añadían todo tipo de derechos y monopolios señoriales, como la
utilización los distintos tipos de edificios del feudo, como un molino o un pozo.
Nada podía paliar un contraste que se agudizaba por momentos; mientras, en Oriente,
existían verdaderas metrópolis: Constantinopla (700.000 hab.), Alejandría (+500.000),
Antioquía, Jerusalén o Edesa; las bárbaras eran modestos núcleos de 8 a 9.000 habitantes.
La actividad de la vida urbana marchaba a la par que el tamaño de los núcleos respectivos:
mientras Oriente contaba con espléndidas construcciones y espectáculos de tradición
romana, Occidente vivía todavía los resultados de la miseria, iniciados en el siglo III.
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El poco espacio habitado lo ocupan el palacio del conde, la iglesia catedral, y las
residencias de las dos únicas autoridades: el conde y el obispo. Bajo su dependencia va
cayendo una población urbana cada vez más empobrecida y reducida; los nobles, los
mismos reyes bárbaros, viven en el campo, y el ambiente rural se insinúa en las ciudades
en una serie de huertos y campos de cultivo. A la par de su pérdida física y económica, esta
ciudad de Occidente decae como institución: el municipio no tiene ya sentido en un mundo
rural; su autoridad, antes respetada, se ve enfrentada y recortada por la de los grandes
señores propietarios latifundistas, verdaderos señores regionales.
La reducción constante de la actividad mercantil
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5. La búsqueda de la cohesión social y las formas de protección en los siglos V al VIII
La búsqueda de la protección en la parentela y en la encomendación como cliente
La Iglesia calcó su organización sobre la civil del Imperio, estableciendo los arzobispos
al frente de las provincias eclesiásticas y los obispos en las ciudades de las mismas. Al
margen de esos dos escalones, cuatro ciudades consideraban que su condición de sedes
apostólicas, esto es, fundadas por apóstoles de Cristo, las situaba en un rango superior a las
restantes; eran las sedes patriarcales. El hecho de que, en Occidente, sólo Roma tuviera esa
condición facilitó el ascenso del obispo de esa ciudad a la primacía de las sedes
occidentales y, con resistencias por parte del patriarca de Constantinopla y del emperador
de Oriente, también de las orientales.
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Los obispos y obispados
Junto al aumento del número de obispados, el incremento de los templos marcó el ritmo
de evangelización de los reinos germanos. En un principio, las iglesias habían nacido en las
ciudades, intramuros, donde algunas de ellas se habían instalado en donde las martiria,
capillas funerarias de mártires, se habían instalado antes. Más tarde, la crisis del Imperio,
con el proceso de ruralización de su población, y la propia difusión de las creencias
cristianas entre los paganos o habitantes de los pagi rurales, trajeron consigo la creación de
multitud de templos en el mundo rural. Unos fueron parroquiales, esto es, tenían pila de
bautismo y un párroco nombrado por el obispo, junto con una fracción de la comunidad
cristiana de la diócesis, la plebs; pero otros eran templos subordinados al parroquial, con
menores competencias canónicas y económicas. En el mundo rural, las iglesias controladas
por el obispo se mezclaban con las iglesias propias o privadas, las llamadas Eigenkirchen
en Germania. El vocablo consagrado por la historiografía denomina los templos
construidos y dotados en los dominios de los grandes propietarios, quienes ejercían el
derecho de presentación del clérigo que había de estar a su frente. Entre los siglos V y XI,
las iglesias de los señores, sustraídas a la jurisdicción del obispo y enajenables a la
voluntad de su propietario, constituían un correlato, en el ámbito eclesiástico, de los
procesos de encomendación privada y debilitamiento del poder público.
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está adaptada también a su sociedad, la cual vive en la Edad de Hierro cuando los primeros
evangelizadores llegan a mediados del siglo V. No puede organizarse como el resto de
iglesias, al no haber ciudades. Este es un caso extremo, y el más maduro es de la iglesia
hispano-visigoda. En el caso franco, los obispos, al no poderse reunir, se ven enfrentados
en los conflictos políticos.
La jefatura del papado en occidente
De los cuarenta y siete papas de los años 451 a 754, apenas 3 han quedado para la
historia: León I, Gelasio I y Gregorio Magno. La primacía universal del obispo de Roma,
que los reyes germanos no tuvieron inconveniente en aceptar, fue discutida desde el
Imperio de Oriente. Las relaciones entre Roma y Bizancio se vieron, en efecto,
comprometidas, entre otros, por dos series de problemas. De un lado, las aspiraciones del
patriarca de Constantinopla a titularse ecuménico y reivindicar el carácter universal de su
autoridad. De otro, las diferencias entre Roma y Bizancio en relación con la controversia
monofisita, que no habían quedado saldadas en el Concilio de Calcedonia del 451. Treinta
años después de este, el emperador de Bizancio debió aceptar un compromiso con los
monofisitas, fuertes en las provincias orientales del Imperio. El texto, el Henotikon, fue
considerado inaceptable por el Papa, quién excomulgó al patriarca de Constantinopla, lo
que causó un cisma entre las dos Iglesias que duró más de treinta años. El hecho sirvió para
acelerar la identificación del Papa de Roma con el espacio de Occidente.
2. La conversión de Europa
a) Los objetivos y el contenido de la evangelización
El reto asumido por el papado del siglo VI y, en concreto, por Gregorio Magno, en
orden a la conversión de las conciencias, incluía tres grandes grupos de destinatarios: los
bautizados miembros de la Iglesia romana, los arrianos y los paganos. El último constituía
un extenso grupo formado tanto por provinciales romanos del mundo rural, a los que
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todavía no había llegado el mensaje de los obispos, como por germanos instalados en el
antiguo Imperio, que habían traído consigo su propio panteón y un conjunto de creencias
de carácter animista que se mantendrán en pequeñas comunidades hasta el siglo XIII. El
nivel de los destinatarios hacía poco aconsejable que el mensaje de conversión predicado
por la Iglesia incluyera los resultados de los debates teológicos e intelectuales de los siglos
IV y V. Los había sintetizado, a principios del siglo V, San Agustín, verdadero creador del
cuerpo doctrinal que Iglesia Católica considerará propio. En los tres grandes ámbitos: el
del misterio de la Trinidad, con la definición de los rasgos de cada una de las tres personas
y su papel en la historia de la salvación; el de las relaciones entre gracia, naturaleza y libre
albedrío, mediatizadas por el pecado original; y el de los comienzos de una teología de los
sacramentos y el purgatorio.
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niños. El segundo, la penitencia, a veces pública y con frecuencia espectacular,
experimentó entre los siglos V y VIII, la influencia del catolicismo irlandés, por ejemplo,
con la confesión oral de los pecados a los sacerdotes; una práctica que, cuando se difundió
a partir del siglo XI, se convirtió en un instrumento decisivo del control social de la
población cristiana.
b) Los agentes de la evangelización: monjes y misioneros
El monacato
En la oración es donde está el secreto del fenómeno monástico. Orientado hacia una
adhesión a Dios más que a las necesidades de los hombres, el monaquismo se refugia en
una oración sin distracción, desinteresada, contemplativa. Quiere, a toda costa, hacer suyo
el “si quieres ser perfecto, vete, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres y sígueme”
(Mateo 19:21), y el “si alguien quiere más a su padre o a su madre más que a mí, no puede
ser mi discípulo” (Mateo 10:37). El monje se arranca, por tanto, de la comunidad social y
aspira a una soledad que le ponga en contacto más fácil con Dios. Es la soledad del
desierto, la que presenció la penitencia de Jesús, la que acuñó las doctrinas de San Juan
Bautista; es la soledad del desierto como forma de destierro.
No es lo mismo, en efecto, sobrevivir por los propios medios en el cálido y seco Egipto
que tratar de hacerlo en la fría y húmeda Europa septentrional. Pero además estaba la
sociedad; el ascetismo extremo, anacoreta, sólo surge como reacción a una sociedad
altamente urbanizada; renunciar al mundo y a sus carnales tentaciones no era opción
especialmente dramática en un momento en que alimentarse simplemente entrañaba ya un
esfuerzo considerable. De este modo, los movimientos eremitas no llegarán a Europa
occidental hasta el siglo X-XI; por lo que hasta entonces, el monacato fue cenobítico, es
decir, un movimiento que enfatiza la vida en común de los monjes, en lo que respecta a la
administración de los bienes y productos, así como la formación en la fe, la disciplina y los
intereses filosóficos del cristianismo. En Occidente, cada comunidad pertenecía a alguna
orden religiosa, y la vida del monje cenobítico estaba regulada por una regla.
Sus primeras formas recuerdan las comunidades griegas. De ellas importan las reglas de
San Martín de Tours y, sobre todo, Juan Casiano. Establecido en Marsella, contribuyó a
extender por Occidente el ideal monástico, subrayando la santidad de los padres del
desierto y los peligros de la soledad de su vida de ermitaños. Sin apenas contactos entre sí,
surgen por todo el Occidente movimientos espontáneos de vida en común: los hay en
España, nacidos de las predicaciones de Prisciliano; Francia, y, por encima de todos,
Irlanda.
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El monacato irlandés
En aquella isla, lejana al Mediterráneo, florecieron con más vigor que en ningún sitio
las flores del monasticismo. El monacato irlandés, obra de San Patricio, que lo aprendió en
su versión marsellesa, la más próxima a los padres del desierto egipcio, tiene rasgos
profundamente originales. Su severo ascetismo, cercano a los modelos orientales; el
elevado número de monjes por comunidad; las prácticas propias de una liturgia particular
en cuanto al bautismo, y, sobre todo, su celo misionero y capacidad evangelizadora. En los
siglos VI y VII, el monacato irlandés está impregnado de los rasgos de la sociedad irlandesa
muy primitiva, sin política ni ciudades, lo que genera que las estructuras monásticas tengan
un gran predicamento. Las células eclesiásticas son los monasterios, y característico de este
monacato irlandés es la jurisdicción episcopal de los abades, no de los obispos, a esto se le
conoce como episcopus sub regula.
Las comunidades irlandesas apenas habían precisado la función del abad como jefe de
la comunidad. Sin autoridad práctica sobre los monjes, no podía impedir que los hermanos
conservasen su voluntad y libertad de movimientos. Así, en Occidente se abrió paso una
vida monacal mucho más controlada, de mano de Benito de Nursia: el monasterio como
comunidad corporativa y orgánica bajo la dirección de un abad.
San Benito no había aspirado a tanto; no pretendía establecer una institución directiva
de la sociedad medieval, sólo intentaba enseñar lo que había vivido. Su itinerario espiritual
pasó por Roma, donde conoció la retórica y los peligros del mundo; después por Subiaco,
donde vivió como anacoreta en el primer paso de su perenne deseo de “agradar solamente
60
a Dios”; tras esto, Vicorazgo, donde experimentó el fracaso como reformados de una
comunidad excesivamente relajada; y, por fin, Monte Casino, donde reunió su propio
rebaño de hombres y les dio una regla, la regula monacorum, que no tardarían en copiar
todas las comunidades de Occidente, salvo Irlanda y España.
El éxito de la regla benedictina fue debido a su propósito de
asegurar, evitando los peligros de la soledad eremítica, la
salvación de las almas de sus miembros. La comunidad aspiraba a
lograr una autonomía absoluta: económica, política y espiritual,
desligándose de un mundo al que sólo pensaban recurrir en el caso
extremo de una corrupción notable del monasterio. El abad era
elegido vitaliciamente, por la propia comunidad, sin injerencias
externas, dirigía la vida y cuidaba la estabilidad de la comunidad,
pero sólo respondía de su ministerio ante Dios. El esquema de la
regla tendía a asegurar una vida comunitaria de absoluta
regularidad, en la que todo se hiciese bajo la más estricta
disciplina e invariable rutina, con respeto a los monjes, evitando a
toda costa actitudes despóticas. La regla benedictina consideraba
que el mayor peligro para la alteración del culto es la ociosidad,
por lo que, reducidos los excesivos ayunos y rigurosas penitencias
de los padres orientales, se regula minuciosamente el tiempo de la
vida diaria, dividiendo la jornada en 3 partes: el descanso, el
trabajo manual, opus mano, en la huerta o el taller; y la oración,
que podía ser comunitaria, opus dei, o individual.
Bajo los mandos y consejos del abad, la comunidad reza y trabaja: el oficio divino y la
lectura espiritual ocupan buena parte de su tiempo; para asegurar la segunda, los
monasterios contarían pronto con escritorios dedicados a la copia de manuscritos. Pero el
monje no debe olvidar tampoco el los deberes de la caridad: la hospitalidad, generosa, debe
llegar a cualquier peregrino que a sus puertas llame. Esta hospitalidad monástica genera
que el monasterio no se cierre sobre sí mismo y se abra a la sociedad, al igual que la
capacidad escolástica que tenía, en la que los padres encomendaban a sus hijos al
monasterio para que pudiesen aprender a leer y escribir.
61
obra de tan alta eficacia, hacía inevitable su destino en el mundo, como el altomedieval,
falto de todo lo que el monasterio benedictino estaba en disposición de ofrecer.
c) La cristianización de los reinos bárbaros
La reducción del número de escuelas y la sustitución de las antiguas públicas por las de
carácter monástico y episcopal no supuso negar la herencia clásica, cuyos elementos
lingüísticos y literarios eran imprescindibles, pero sí su postergación, sobre todo, en las
monásticas, respecto al estudio de la Biblia y los estudios de los Padres de la Iglesia. Los
destinatarios de las enseñanzas, en buena parte, clérigos encaminados al sacerdocio, fueron
disminuyendo en el transcurso del siglo VII, al menos, en proporción con las enormes
dimensiones de la tarea de evangelizar Europa. A la par, descendió el nivel de preparación,
de lo que San Bonifacio se quejaba amargamente, pues, a veces, no superaba el
analfabetismo. La supervivencia de las escuelas clásicas y urbanas es desigual, ya que en
las zonas del Norte de África e Italia, que, en una relativa brevedad de tiempo, vuelven a
caer en manos del Imperio Bizantino de Justiniano, la escuela continúa con una renovatio.
En cambio, en la zona del Sur del Loira, en la Galia, las escuelas clásicas no superan el
siglo Vi, y la única posibilidad de continuar con las 7 artes liberales es a través de
preceptores privados.
63
La nueva escuela confesional
El segundo de los creadores del corpus cristiano fue Casiodoro (485-580), colaborador
de Teodorico. Aunque su objetivo de crear una especie de universidad cristiana fracasó, su
legado no fue pequeño. De un lado, en sus Institutiones dejó un programa de integración de
las sietes artes liberales en el marco de una cultura sagrada, y, de otro, legó un tratado de
ortografía y transcripción de textos, instrumento muy utilizado por los copistas de los
escritorios monásticos. Además, fundó un monasterio benedictino en Vivarium, donde
permite que los monjes lleven a cabo un trabajo intelectual, no solo manual.
El tercer romano que contribuyó al corpus cristiano fue el Papa Gregorio Magno (543-
604), quien insistió en el camino marcado por Casiodoro de que el objetivo de las artes
liberales no era otro que el de preparar la mente para comprender mejor la palabra de Dios.
Su campo de acción intelectual favorito fue la pedagogía de contenido moral, tanto a través
de sus escritos doctrinales como de sus más de 800 cartas. Entre aquéllos destacan sus
Moralia, orientaciones para para el progreso de la vida monástica, su Regula pastoralis,
64
verdadero manual para el oficio de obispo, y sus Diálogos, ensayos de vida de santos, entre
ellas, la de San Benito.
La Galia y África
El cuarto de los creadores del corpus cultural altomedieval fue San Isidoro de Sevilla
(570-636), obispo de Sevilla, quien fijó los cimientos de la historiografía peninsular, al
hacer de Hispania una unidad de destino bajo la jefatura la monarquía visigoda, y compuso
una magna enciclopedia, las Etimologiae (Etimologías) u Orígenes, que, en veinte libros,
resumía los conocimientos de la Antigüedad, poniéndolos al servicio de la ciencia cristiana.
La difusión que la obra tuvo, tanto de forma directa como a través de los monjes irlandeses
y anglosajones, hizo de ella un manual presente en todas las bibliotecas monásticas de la
Edad Media. Para Isidoro de Sevilla, las palabras guardan todo lo que significan en su
forma, de ahí el nombre de la obra.
La cultura insular
65
La cultura occidental a comienzos del siglo VIII
Pipino de Heristal murió en 714 dejando en manos de su hijo bastardo Carlos Martel las
mayordomías de palacio de los tres reinos de Austrasia, Neustria y Borgoña. Tras los
primeros años de dificultades para imponer su autoridad, Carlos Martel propuso a las
aristocracias unos objetivos exteriores que permitieran relajar las tensiones internas. En el
norte, continuar la tarea de sumisión de Frisia y controlar a alamanes y sajones; mientras
en el sur frena a los musulmanes que habían entrado en tierras francas, derrotándolos cerca
de Poitiers en 732, lo que contribuyó a realzar su prestigio. En los dos frentes, las victorias
del mayordomo de palacio se apoyaron tanto en factores sociales como técnicos; los éxitos
del caudillo franco animaron al propio Papa Gregorio III a buscar la ayuda de Carlos
Martel para asegurar las posiciones del papado en el complicado mapa de la península
itálica, pero la llamada del pontífice no fue atendida, aunque estableció un precedente. El
cuadillo franco murió en 741 y, como un rey merovingio, repartió el poder entre sus dos
hijos, Carlomán y Pipino, como mayordomos de palacio.
Pipino “El Breve”, primer rey carolingio
Las conquistas de Carlomagno siguieron las líneas trazadas por su abuelo Carlos Martel
y su padre Pipino.
La conquista de Sajonia
Las campañas entre los ríos Rhin y Elba se prolongaron durante treinta años, en los que
alteraron aparentes victorias francas y sangrientas revueltas de los presuntos vencidos. La
más espectacular la dirigió el aristócrata Widukind. Al final, los francos se impusieron y
organizaron una represión feroz y un cambio de táctica: soldados y misioneros
combinarían sus esfuerzos para realizar una conquista sistemática, que fue facilitada por la
incorporación de la aristocracia sajona a la estructura administrativa del Imperio en
condición de condes, de los que hablaremos más adelante. En el 802, la promulgación de la
Lex Saxonum, que preserva muchas antiguas costumbres, puso fin oficialmente a la
conquista carolingia de Sajonia
La anexión del reino lombardo
El segundo escenario oriental de los éxitos carolingios fue Baviera. Las veleidades de su
duque Tassilón, y sus inclinaciones por lombardos y ávaros fueron consideradas
inaceptables por Carlomagno, quien depuso al duque en el 788. Las tierras de los bávaros,
sin perder identidad como ámbito político, quedaron divididas en condados dentro del
Imperio carolingio.
67
Las marcas fronterizas
En los territorios que no pudieron ser conquistados, se establece una marca dando al
conde “limítrofe” más poderes que a los demás condes del reino. De este modo, tras los
enfrentamientos en el sur con los musulmanes, se llevó a cabo la constitución de una
frontera, una Marca Hispánica, meramente defensiva de Cataluña a Navarra. Dentro de
ella, los valles pirenaicos empezarán a dotarse de una organización encabezada por sus
respectivas aristocracias que concluirán por obtener la independencia del reino franco.
La dignidad Imperial
a) La maduración del proyecto de restauración imperial
68
3. La organización del Imperio
La organización se realizó de una forma empírica. Sin embargo, los eclesiásticos del
palacio supieron revestirla de una conceptualización de tradición romana basada en la
noción abstracta de un Estado como garante de la res publica, del bien común. Los poderes
efectivos de Carlomagno derivaban, de un lado, del ban militar, y, de otro, del munt
judicial, ambos de tradición germánica, como lo era la fortaleza de los vínculos personales
que ligaban a los hombres libres con el rey franco y que, anualmente, los guerreros
renovaban en asambleas convocadas para ello.
La amplitud territorial
Todas estas medidas eran claramente insuficientes para gobernar un espacio que
resultaba demasiado extenso y variado. Ello obligó a Carlomagno a reconocer el principio
de la personalidad de las leyes en los territorios del Imperio y a compatibilizarlo con el
ejercicio general de algunas competencias eclesiásticas, fiscales y económicas. La
protección del clero y la intervención en la designación de los obispos, un cierto control en
las ferias y mercados, y la ordenación monetaria se encontraba entre ellas.
En la administración del Imperio, el centro teórico era el palatium, que, sin capital fija,
acompañaba al emperador en sus desplazamientos hasta que, hacia el 795, aquél tendió a
residir casi de forma permanente en Aquisgrán. Acompañando al rey, se encuentran
diversas figuras que, a pesar de sus nombres “domésticos” (camarero, mariscal), son los
órganos de la administración real. Junto con ellos, se sitúa también la capilla regia, con los
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clérigos al servicio del rey; la cancillería, oficina encargada de preparar y expedir los
documentos en una época en la que renace el uso del documento escrito; y por último el
placitum general, una institución a nivel central que, aprovechando las expediciones
militares, comunica las llamadas capitula per se escribenda. De este modo, observamos un
gran desequilibrio con la gran extensión de territorio y los pocos medios organizativos para
un terreno de aquellas magnitudes.
La administración territorial en condados y los missi dominici
Mientras que estamos en los primeros momentos de este sistema administrativo, no hay
ningún problema, pero muchos de los condes se arraigan en sus territorios, estableciendo
vínculos de parentesco en el condado, añadiendo así a su poder político un poder social y
económico. La evolución del reino carolingio hará que a la función condal se le reconozca
carácter hereditario, una de las claves de la evolución del reino, que generará el
debilitamiento del poder público.
Las instituciones compensatorias: inmunidad y vasallaje
70
encomendación y prestación de homenaje por parte del vasallo al señor que se sellaba
mediante gestos, con la inmixtio manuum, colocación de las manos del vasallo dentro de
las del señor, y el beso entre ambos. Otro, de carácter real, que se concretó en forma de
cesión de una tierra, esto es, de un beneficio, prestimonio o feudo. Con las rentas generadas
por los campesinos instalados en las tierras que lo constituían, el vasallo debía equiparse y
estar presto para el ejercicio de las tareas que el señor le encomendara. Solían ser de dos
tipos: un servicio de armas, esto es, un auxilium en el combate, y, en menor medida, un
consilium, un asesoramiento al señor en cuestiones de ejercicio de la justicia, de política
patrimonial o de enfrentamiento con otros señores.
Con esto, junto con generalizar el vínculo de vasallaje entre el rey y los abades, obispos
y condes, Carlomagno eleva el vínculo privado por encima de lo público, reforzando su
poder, creando una red vasallática que, junto a los vasallos de sus vasallos, limita a todos
los hombres libres del reino. Así, cuando el rey convoca al ejército, los vasallos del rey son
convocados, y estos traen consigo sus propios vasallos, reuniendo a un gran número de
personas. Esto funcionará con Carlomagno como gobernante, pero cuando el reino se vaya
fragmentando con diversos monarcas, los condes, obispos, etc., decidirán su actitud de
vasallaje hacia un señor según su conveniencia.
Para compensar el poder de los condes, Carlomagno lleva a cabo otra institución
además de la práctica del vasallaje, la inmunidad, mediante la cual le concede al titular de
un gran dominio o señorío territorial, las funciones públicas sobre los habitantes de dicho
lugar, dicho de otra forma, le concede autoridad a un territorio, que inevitablemente estaba
dentro de un condado, sin que el conde o sus agentes tengan potestad sobre él.
El reparto es inevitable, ya que al tener Luis varios hijos, y disponer en el año 817 de la
ordenatio imperii, el reino estaba destinado a repartirse como herencia. Esta ordenatio
71
imperri suponía defender la supremacía de uno de sus hijos como emperador, que tiene un
territorio más extenso que el del resto; pero Luis el Piadoso tiene un segundo matrimonio,
del que tendrá un hijo, el futuro Carlos el Calvo, lo que altera la ordenatio imperii, debido
a que pretende crear un reino para su nuevo hijo. En el año 833, Luis es depuesto por sus
hijos; dentro del reino, los eclesiásticos, defensores de la república cristiana, favorable a la
unidad del imperio, va en contra de las aspiraciones del resto de hijos. Si la autoridad ya
estaba mermada, los obispos el imponen una penitencia pública al emperador; cuando
muere, en el año 840, las pretensiones del rey no son respetadas por dos de sus hijos,
Carlos El Calvo y su hermanastro Luis se conjuran en los juramentos de Estrasburgo del
842, donde pactan obligar a su hermano Lotario igualar su territorio a los suyos, la quiebra
del principio de la supremacía imperial.
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por sí sola a esta fuerza invasora. Todo lo que hemos visto de la soberanía se va
esfumando, desaparece la fidelidad de los súbditos junto con el concepto de supremacía
imperial; las campañas para defenderse de lombardos y sarracenos en el mediterráneo
hacen que las arcas públicas se agoten, y aumenten los patrimonios de las aristocracias
regionales. De nuevo, las funciones administrativas se privatizan, los condes ostentan sus
magistraturas de forma indefinida y se apropian de los fiscos reales de los condados; estos
grandes propietarios, tengan o no inmunidad, con este nuevo poder usurpado a los reyes,
aumentan la capacidad de presión sobre los campesinos de sus dominios al exigir más
rentas y trabajo gratuito. La aristocracia territorial se funde con los condes y acaparan los
regalia del Emperador, a su vez, veremos revueltas internas en Aquitania o Borgoña,
promovidas por estos aristócratas. En resumen, se está disolviendo el orden público de
Carlomagno y se camina hacia la feudalización. La iglesia defendía la soberanía regia, pero
finalmente consigue que el clero también pueda escapar de la misma.
En esta época se publican las llamadas “Falsas decretales”, estas, hacia el año 860,
quizás hechas en la zona de Reims, incluyen el defender la libre elección de obispos sin
injerencias de los reyes o de las aristocracias, inmunidad del patrimonio eclesiástico,
autoridad de cada obispo con independencia, primacía del Papa; estas, venían
acompañadas de decretales auténticas de papas del pasado.
Así, mencionamos la figura del Papa Nicolas I, entre el 858-867; este pontífice sería
quizás el más relevante de los siglos VIII-X, al cual se le atribuye una formación
absolutamente clara de la idea de que el poder imperial procede de la autoridad del papa, la
supremacía pontificia, en el que es el papa el que le asigna a los emperadores las misiones
para defender a la cristiandad. Tanto el papado como el clero de la Francia occidental están
constribuyendo a debilitar el poder de los reyes carolingios, que son los únicos que podrían
garantizar la autonomía de la iglesia; estos están, sin darse cuenta, eliminando la
salvaguarda de los derechos de la iglesia. Con esto, la feudalización afectará también a la
iglesia.
Reino de Lotario
73
La Francia occidental de Carlos el Calvo
Esta desmembración se produce entre el 875-890. Las causas son, entre otras, los
relevos generacionales en los reinos: cada vez que fallezca cada uno de estos reyes, sus
reinos se reparten entre sus herederos. Esto ocurre con la Francia oriental también, Luis el
Germánico fallece en el 876 y reparte el reino entre 3 hijos; también fallecerá Carlos el
Calvo en el año 877, y su hijo muere a los 2 años, por lo que acceden al trono dos nietos de
Carlos el calvo, menores de edad, en el 879. Muertos todos estos reyes, por un momento,
uno de ellos sobrevive sobre el resto, y es reconocido como soberano casi único, este es
Carlos, hijo de Luis el Germánico, que en el 882 sobrevive a todos sus parientes de los
otros reinos, por lo que casi podríamos decir que por un momento que toda la constitución
carolingia está en manos de un único rey carolingio. Este Carlos es incapaz de defender el
reino ante una inmersión normanda, y en el año 887, es obligado a abdicar por la
incapacidad de responder eficazmente a la amenaza vikinga.; así, se fragmentará el antiguo
regnum francorum en 6 reinos diferentes. Tras esto, es elegido rey el conde de París, uno
de los jefes militares que están defendiendo el reino de las invasiones vikingas, el rey
74
Eudes, que no es carolingio, en el 888, en la Francia occidental hay un rey electo, no
carolingio, que no ha heredado el reino. Lo mismo ocurre en los otros 6 reinos: el reino de
Borgoña se divide en dos, Alta y Baja Borgoña, Italia, Francia Oriental y Lorena, los 6
territorios en los que el antiguo imperio se ha dividido. Quien acabará prevaleciendo serán
la futura Alemania y la futura Francia.
Los reinos surgidos del antiguo reino de Lotario
Borgoña está controlando los pasos de los Alpes occidentales y está en estrecha relación
con el reino de Italia, con unas aristocracias muy vinculadas. Todo esto hacia el 940,
cuando con Otón I, las dos borgoñas se empiezan a distanciar de Italia para acercarse a
Alemania. De la antigua lotaringia queda el reino de Italia, donde también se produce el
relevo generacional, y llega un momento, en el 888, donde es elegido rey de Italia un no
carolingia, Berengario de Friur?. La corona en Italia pasará en manos de unos a otros de los
miembros de la aristocracia. Ahora el título imperial no significa a nada, ni siquiera en el
propio ámbito de Italia, ya que muchos son nombrados emperadores para hacer frente al
regente de turno. Estos “emperadores” continuarán hasta el año 929; y hasta el año 962 no
volverá a haber un emperador en Occidente, Otón I.
El rápido debilitamiento del Imperio carolingio en cuanto a unidad política había sido
factor y consecuencia del fortalecimiento de aristocracias guerreras y eclesiásticas de
sólida implantación regional que, a través de una red de fidelidades personales, supo crear
las bases de unos cuantos principiados territoriales. Muchos de ellos se beneficiaron de una
dinámica de crecimiento generada tanto en las grandes explotaciones como, sobre todo, en
las pequeñas explotaciones de las familias campesinas. Desde comienzos del siglo IX, la
sociedad de aquellos principados fue amenaza por la presión ejercida por pueblos
exteriores a la Cristiandad latina. Tales pueblos, protagonistas de las segundas invasiones
fueron, sobre todo, los vikingos, húngaros y eslavos, y, en tono menor, los piratas
sarracenos del Mediterráneo y los musulmanes de la península ibérica.
La expansión escandinava de la Primera Edad Vikinga y sus consecuencias
“Los hombres del vik o bahía” eran parientes próximos de los germanos de las
invasiones del siglo V que se habían establecido en las tierras escandinavas. Según las
fuentes, esos vikingos reciben otros nombres: para los francos, son “los hombres del norte”
o normandos; para los musulmanes, son los machus o “adoradores del fuego”, para los
bizantinos, son los “hombres del comercio” o Varegos. En cualquier caso, las fuentes no
dieron noticias de ellos hasta los ataques vikingos a monasterios, por ejemplo, el de
75
Lindisfarne, de la costa oriental inglesa, a finales del siglo VIII.
En esas fechas, la sociedad escandinava debía responder al
modelo de los germanos protohistóricos. Se caracterizaba por la
existencia de una familia extensa dirigida por un jefe. La reunión
de jefes constituía el consejo que asesoraba al rey, una especie de
caudillo primus inter pares.
Los daneses aparecen como los auténticos vikingos de las leyendas: saqueadores,
extorsionadores de las poblaciones indígenas mediante la intimidación y el cobro de
tributos (los danegeld o dinero danés) a cambio de treguas y guerreros que trataban de
crear un reino en el occidente de Europa.
76
La incidencia sobre la Francia Occidental y la Inglaterra anglosajona
Las correrías más llamativas de los pueblos escandinavos concluyeron hacia el año 930,
tras siglo y medio de expediciones de saqueo y migraciones. Su cese era síntoma de la
progresiva incorporación de los temidos hombres del norte a la Cristiandad latina. Ésta,
gracias a las migraciones vikingas, ampliaba su escenario y, al hacerlo, estimulaba ciertas
transformaciones políticas, en especial, la constitución de monarquías unitarias. Por su
parte, las actividades de los vikingos habían movilizado enormes recursos financieros
77
amortizados en los monasterios y, con ello, revitalizado la circulación monetaria,
estimulando la creación de mercados. La proliferación de burgos mercantiles en la costa
atlántica del continente, en Inglaterra o en la estepa rusa fue el mejor síntoma de
fortalecimiento o la apertura de nuevos itinerarios.
Los principados territoriales: los nuevos poderes efectivos
Mucho más pequeños que los reinos que marcan el destino político de Europa, los
príncipes territoriales son miembros de la aristocracia, que con mucha frecuencia tienen el
título de duque. Todos aceptan el vínculo vasallático respecto al rey. En Francia se
organizan varios principados en Aquitania, Flandes, Borgoña, etc., todos de esta manera.
La nueva dinastía que emergerá pronto, los Capetos, son originarios de príncipes
territoriales. En el reino de Lotario será similar, al igual que en Italia y la Alta y Baja
Lotaringia. También pasa en Alemania.
78
Otra característica es la expansión el reino más allá del Elba, en territorio eslavo, cuya
finalidad era la creación de los primeros obispados bajo influencia alemana, con la
particularidad que se pretendía organizar una nueva provincia eclesiástica con la sede
metropolitana en Macdeburgo, plenamente germana. Su reinado también tiene que frenar
las incursiones húngaras, que periódicamente inquietaban la frontera oriental del reino, y
consigue derrotarlos en el año 955, con el fin de la amenaza húngara, en la batalla de Lech.
Este triunfo aporta al rey un extraordinario prestigio, lo que llama a la atención al Papa
de Roma, Juan XII, que le pide ayuda para el conflicto que tiene con los príncipes
territoriales italianos. Así, después de plasmar su influencia en los reinos de borgoña,
convirtiéndolos en favorables a la tutela alemana, se proclama rey de Italia en el 952. Sin
embargo, el próximo Papa León VIII vuelve a pedirle ayuda, por lo que cruza los Alpes,
conquista Roma, y es proclamado como emperador de Occidente, después de casi 40 años
sin regente imperial, Europa conoce el renacimiento del Imperio tras defender éste a la
sede vaticana. Así, se forma el llamado Sacro Imperio romano-germánico, también
conocido como Primer Reich, que tiene como recuerdo el antiguo Imperio Carolingio.
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ocupantes realizaron continuas razias contras los territorios del Imperio Bizantino y, sobre
todo, de la Cristiandad latina. Llevaron expediciones en todo el continente, pero no buscan
tierras donde establecerse, sino sólo el saqueo de los bienes muebles y la captura de
hombres y mujeres para convertirlos en esclavos. Sólo a partir de la década de 930, la
sedentarización de los húngaros en la llanura de la Panonia contribuyó a espaciar sus
incursiones. En el 955, Otón I consiguió, por fin, derrotar de forma definitiva a los
húngaros a orillas del río Lech. Bajo la presión de su vencedor, los vencidos siguieron los
conocidos pasos de otros invasores: cristianización, territorialización política con la
conversión de la confederación de tribus en un reino, y más importante para la Cristiandad
latina, bajo el reinado del príncipe Esteban I de Hungría, constitución de una especie de
escudo que la protegió de nuevas oleadas de pueblos nómadas. Estos pueblos eslavos,
polacos, bálticos, croatas, eslovenos, húngaros, quedan en la órbita del sacro imperio
romano-germánico.
3. La Francia feudal
En el año 987, Hugo Capeto, hijo de Hugo dux Franciae, que había sido mayordomo de
palacio, aprovechó la ocasión de la muerte del que iba a ser el último rey carolingio y se
hizo con el trono. Entre aquel año y 1223, Francia pasó de una situación en que su nombre
era una expresión meramente geográfica a otra en que se había rellenado de contenido
político.
Los últimos carolingios y los primeros capetos
En el 987 resultaba impropio hablar de reino de Francia, Hugo Capeto se había hecho
cargo de un dominio real muy reducido, que se limitaba a un territorio que se extendía de
París a Orleans, dentro del cual la autoridad del monarca no iba más allá de designar
obispos y abades. El poder real ejercía las mismas competencias y era casi siempre menor
que el de los grandes feudatarios que se extendían por todo el territorio. En estas
circunstancias, entre el 987 y el 1080, la nueva dinastía Capeta solo trató de sobrevivir;
El triunfo del feudalismo y la fragmentación del poder político
Desde el 980, los daneses volvieron a intentar el control del mar y de las tierras
nórdicas, y en 1016 el rey Canuto, Cnut, “el Grande” de Dinamarca pudo llamarse
imperator, tras haber unido en su persona los reinos danés e inglés más parte de Noruega y
una especia de protectorado sobre Suecia. A la muerte del monarca en el 1035, su imperio
80
se deshizo. Así, Noruega, con su monarca Olaf II el Santo, estableció el cristianismo como
religión oficial del estado en el 1024. Dinamarca ya lo había hecho, y Suecia tardará hasta
el siglo XII en aceptarlo.
La Inglaterra anglosajona y el dominio danés
La reanudación de las correrías danesas a partir del año 980 permitió a Canuto “el
Grande” unir en 117 las coronas de Inglaterra y Dinamarca. A su muerte en 1035, los
anglosajones recuperaron su dinastía en la persona de Eduardo “el Confesor”. Durante el
nuevo reinado (1042-1066) empezaron a extenderse los vínculos de fidelidad y
dependencias personales. Pese a ello, la monarquía consiguió mantener el respeto a un
derecho público, del que se ocupaba una red de delegados regios, los sheriffs, que
organizaban los tribunales en los shires o condados.
La muerte de Eduardo en 1066 sin heredero directo supuso el final de la dinastía sajona.
La subsiguiente lucha por el trono se sustanció a favor de Guillermo, duque de Normandía,
que invadió la isla. El nuevo monarca será denominado como Guillermo I “el
Conquistador” (1066-1087).
En los siglos VI a VIII, las relaciones de producción se habían articulado según cuatro
modelos. La comunidad del valle, la villa tardorromana de explotación directa, la pequeña
explotación campesina y la villa que podemos llamar carolingia. Lo característico de estos
siglos fue el debilitamiento de las dos primeras y el fortalecimiento de las dos últimas. La
desarticulación de las villae esclavistas tardorromanas y de los grupos de parentesco tendió
a liberar grupos familiares conyugales que, o bien fueron organizados por los propietarios
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de las grandes villae carolingias o bien pudieron mantener su independencia como
pequeños propietarios, especialmente, en áreas de frontera.
La villa carolingia
Los grupos familiares asentados en los mansos podían ser colonos encomendados al
gran propietario o antiguos esclavos manumitidos y convertidos en siervos. De ahí que
unos mansos fueran libres y otros serviles con obligaciones serviles con obligaciones
diferentes. Precisamente, este proceso de asentamiento en tenencias familiares, con
adquisición de capacidad económica y personalidad jurídica, contribuyó más que ningún
otro a la desaparición de la esclavitud antigua.
El motor del crecimiento: ¿la villa carolingia o el pequeño propietario libre?
Para algunos autores, como Toubert o Vershulst, la villa carolingia fue la unidad de
explotación que propició el aumento de los rendimientos agrícolas y de la productividad
del trabajo al incorporar instrumentos de apoyo a la producción, como el arado de
vertedera, o de transformación, como el molino. Todo ello se tradujo en incrementos de la
producción, la demografía y la colonización de nuevos espacios y, con ellos, también el de
los excedentes y los mercados donde realizar intercambios. El gran dominio sería así el
motor del renacimiento mercantil de Occidente, aunque la base del esfuerzo productivo
radicó en las familias campesinas asentadas en mansos o tenencias sometidas al gran
propietario.
Para otros autores, como Bois o Bonassie, en cambio, los protagonistas del comienzo
del proceso del crecimiento europeo de los siglos IX y X fueron las familias campesinas de
pequeños propietarios. Su origen radicaría en la crisis de la villa tardorromana, con la fuga
de esclavos y la sustitución del antiguo tipo de poblamiento concentrado y estable por otro
de carácter disperso e inestable, constituido por familias conyugales o pequeños grupos de
82
nomenclatura monástica. Todos ellos, en especial, en zonas de frontera, aplicarían su
esfuerzo a la roturación y puesta en cultivo de zonas yermas, lo que trajo consigo un
aumento de la producción y de los efectivos demográficos. En cualquiera de las dos
interpretaciones, durante los siglos VII a IX, se abrió paso la consolidación de la pequeña
explotación campesina, bien en forma de manso, como parte de un gran dominio, bien en
su versión alodial, esto es, libre.
83
3. El primer crecimiento demográfico y agrario
El crecimiento demográfico
En todas las regiones europeas, la población, que debió alcanzar sus mínimos en el siglo
VII, incrementó sus efectivos en los dos siguientes. Por todas las regiones, gracias a las
presuras y las roturaciones, empezaron a ampliarse los antiguos terrazgos o a crearse otros
nuevos, discontinuos respecto a los precedentes. Todo esto, al igual que el aumento de los
rendimientos agrícolas, se llevó a cabo en los siglos IX y X, antes de la plena
feudalización.
Innovaciones tecnológicas en el sector primario
La imagen del arado de vertedera no debe hacer olvidar que la mayor parte del espacio
europeo estaba siendo roturada a base de quema del bosque originario y de trabajo a mano
de los campesinos provistos de hachas y azadas. Ello explica que los rendimientos de los
cereales, además de escasos, fueran, sobre todo, muy desiguales. Mientras en las tierras de
vieja ocupación apenas alcanzaban una proporción de 4 por 1 respecto a la simiente
utilizada, en los terrenos que, mediante rozas de fuego, aprovechaban la potente biomasa
acumulada en los bosques de hoja caduca, podían llegar a 15 o 20 por 1, aunque para
mantener estos rendimientos era necesario proceder a nuevas rozas casi continuamente.
Esta circunstancia contribuyó a crear espacios de producción discontinuos y dispersos poco
controlables por los señores. Cuando éstos decidieron beneficiarse del esfuerzo de los
campesinos, dieron prioridad al control social antes que la producción; ello les llevó a
estilumar una agricultura sedentaria y extensiva cuyos rendimientos se situaron en torno al
4 por 1, lo que explica la reaparición de hambrunas en el siglo XI. Además, se llevan a
cabo la extensión de determinados alimentos y hábitos alimenticos, como la cerveza hacia
el sur o el vino hacia el norte.
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4. Los intercambios a corta y a larga distancia
El destino de los excedentes en las aldeas y en las villas
El destino de los excedentes agrarios eran los silos para su distribución en momentos de
necesidad. El de los productos artesanales fue su atesoramiento en manos del señor de la
villa que los producía o su intercambio con productos de otras villae. Muchas veces este
intercambio tenía el carácter de un regalo ceremonial que obedecía al principio de regalar,
aceptar el regalo y devolverlo “acrecentado”. Por ese procedimiento, muchos productos de
lujo circularon entre los miembros de la aristocracia. Algunos acabaron siendo
despilfarrados, otros fueron atesorados por los grandes eclesiásticos y monasterios, pero
una parte llegó también a núcleos situados en las rutas entre los dominios, donde los
campesinos más afortunados pudieron adquirirlos. En algunos de esos lugares de
encrucijada se crearon o renovaron mercados semanales o ferias anuales. Tales fueron los
de Saint Denis, que ya había gozado de mercado en época merovingia, Chalons-sur-Marne,
Verdún o Pavía; o los portus de las desembocaduras de los ríos Rhin, Mosa y Escalda.
Estos portus están en relación con el área geográfica que tienen detrás, y se empiezan a
fortificar, debido a la inseguridad que provocan los vikingos o al fenómeno general del
incastellamento, el hábitat fortificado, que no tendría que ver necesariamente con las
incursiones danesas. Ello acabó abriendo nuevos caminos a las relaciones mercantiles en el
continente. Mientras tanto, las ciudades se mantienen en una penumbra que no se
esclarecerá hasta el siglo XII.
Estas relaciones, débiles en intensidad pero ya amplias por la longitud de sus itinerarios,
afectaban a cinco ámbitos. El Atlántico Norte, que relacionaba el mar Báltico y las dos
orillas del mar del Norte y del canal de la Mancha; la Península Ibérica, donde cristianos y
musulmanes intercambian sus productos; el centro del continente, donde Venecia y Pavía
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en el Sur y Quentovic y Dursted, hasta su ruina por los daneses, en el norte, eran núcleos
más relevantes; al este, itinerario construido sobre todo por los ríos rusos, vía preferida por
los varegos, desde el Báltico llegaban a Constantinopla, relacionando la costa atlántica con
el Imperio Bizantino; y el Mediterráneo, donde la piratería sarracena y el debilitamiento de
la flota imperial bizantina propiciaron la hegemonía de los mercaderes y navegantes
musulmanes. A su lado, fueron apareciendo los marineros de algunas localidades italianas.
Nápoles, Amalfi y, sobre todo, Venecia, que, desde comienzos del siglo X, empezó a ser la
verdadera sucesora de Bizancio en el tráfico del Mediterráneo oriental. En los cinco
ámbitos mencionados, el carácter del comercio era semejante: un intercambio de esclavos
o de productos, incluidos los códices, de escaso volumen y peso y muy caros, cuyo precio
podía compensar los riesgos de un transporte lleno de dificultades.
Durante la etapa carolingia, se llevaron a cabo diversas reformas, sobre todo durante el
reinado de Pipino el Breve. En la primera el protagonista es San Bonifacio, que emprende
una obra de saneamiento del clero franco mediante la convocatoria de sínodos, tanto en
Neustria como en Austrasia, destacando el de Etinnes, donde se solucionó el problema de
las tierras eclesiásticas confiscadas por Carlos Martel. En segundo lugar destacamos a
Chrodegang, con la creación de una regla para la vida canónica que regularía la vida en
común junto con la división en mensa para el obispo. Esta se regulará en el Congreso de
Aquisgrán, en el 813.
El Cesaropapismo imperial y sus consecuencias
Con Carlomagno, asistimos al llamado “cesaropapismo
imperial”, donde él actúa casi como el Papa del Imperio (lo
contrario a la teoría del cesaropapismo será la hierocracia, que se
empezará a insinuar con el Papa Nicolás II). Para Carlomagno la
Iglesia es una parte más del aparato político del reino, y se considera
primer defensor de la misma, por lo que interviene en ella,
reconociendo al Papa como fuente última de doctrina. A pesar de eso
convoca sínodos, que tocan temas de moral, liturgia o dogma; y,
además, nombra carcos eclesiásticos y utiliza a la Iglesia como
factor de unidad para mantener cohesionado el aparato político. Además, caso especial era
su relación con el Papa cuando este le reconoce al emperador la relación trinitaria, el
llamado adopcionismo (proclamaba que Cristo es sólo hijo adoptivo del Padre, rebajando
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sensiblemente su categoría divina, lo que ponía en entredicho el valor universal de la
redención) y las decisiones iconoclásticas en el sínodo de Frankfurt del 794.
La expansión regulada de las iglesias propias
Hemos visto como había sido Bonifacio el que había iniciado esta tarea. La iglesia será
el primer apoyo del rey, en las sedes episcopales, y se multiplicarán también las parroquias
rurales.
Benito de Aniano y la implantación del benedectinismo
El impulso misionero decayó en el siglo IX, pero continúan los intentos de evangelizar a
los eslavos y demás pueblos orientales. Las misiones en Nordalbingui, por parte de
Welenao y el obispo de Hamburgo, para convertir a eslavos y daneses fracasaron; sin
embargo, el éxito aparecería entre ávaros, moravos y croatas..
Este proceso será conocido como el Cisma de Focio (858-867), y terminará con la
deposición de Focio por parte del nuevo emperador y el regreso de Ignacio como patriarca
de Constantinopla, con lo que las Iglesias de Occidente y Oriente se reconciliaron
finalmente. De este modo, en este cisma se llevó a cabo el primer distanciamiento entre las
dos Iglesias, provocando una primera ruptura, que se consagrará en el 1054, donde,
mediante la excomunión de sus cabezas, la Iglesia romana y griega se separan, culminando
los efectos de siglos de alejamiento, prácticas litúrgicas y sacramentos diferentes.
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La Parroquia rural y las iglesias propias: régimen mixto de administración y
funcionamiento
Se acaparan las rentas y los bienes eclesiásticos y nombran directamente a los clérigos:
El templo pasa a ser el lugar donde, ahora, empiezan a haber reuniones notariales, de
patrimonio, y de las rentas. La legislación carolingia es la que hace obligatorio el pago del
diezmo, como cristiano especialmente en el mundo rural, tiene que pagarle el diezmo de
todos los productos al párroco, esto hará decisivo la cristalización del término de cada
parroquia, ya que basta que una tierra de cereal esté dentro de una parroquia, para que una
décima parte vaya a parar al párroco en sí. Así, las iglesias parroquiales se convierten en
iglesias propias. El candidato a una sede episcopal, tiene que hacer una buena oferta
económica para ser elegido, esto será, la venta de los cargos eclesiásticos. Este régimen se
extiende en aquellas áreas donde se está dilatando la cristiandad.
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4. Teoría y práctica religiosa en los siglos altomedievales
La instrucción religiosa y los sermones
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La segunda fase (820-870): el renacimiento de las artes
Los éxitos más decisivos se llevan a cabo en la corte de Luis el piadoso y Carlos el
calvo, donde se encuentran los intelectuales, generalmente, los maestros de las principales
escuelas catedralicias. La figuras más destacada, a pesar de la modesta actividad teológica,
es Juan Scoto Erígena, que aparece hacia el 850 en la corte de Carlos el calvo, el único que
evidencia que conoce el griego, y que ha escrito unas obras originales debatidas en su
momento, sobre la jerarquía angelical.
El efecto sobre las lenguas vulgares y su literatura
Empezamos a tener una lengua “vulgar”, una lengua popular y nativa; se empieza a
tener constancia una lengua nativa diferente, y se empiezan a componer obras literarias en
lengua vulgar.
2. El renacimiento otoniano
EL impacto regional de la descomposición del imperio y de las segundas invasiones en la
actividad cultural
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los niños y jóvenes por edad (infancia, puericia, adolescencia) y reglas de estudio (recreo,
vacaciones, enseñanza a la mujer). Además, se iba progresando en el estudio, a través de
los antiguos métodos del Trivium y el Quadrivium.
Los niveles de la cultura de los laicos
En la formación de los laicos, destaca la specula o libros para los que no van a la
escuela, donde se proponen modelos de comportamiento.
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