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De Jorge Isaacs y el nuevo romanticismo

El romanticismo, como movimiento literario, siempre se ha visto reflejado en escenarios

sombríos, en las transversales parisinas, en las buhardillas adobadas por álamos y tragedias.

Durante el siglo XIX, los escritores románticos se esforzaban en conjurar sombras y mistificar el

sufrimiento tras escenarios góticos, propios del folclore europeo. Edgar Allan Poe, exponente del

romanticismo estadounidense, situaba sus protagonistas en mansiones abandonadas, en

callejuelas ocultas tras la neblina de Londres.

El paradigma del cronotopo romántico a través del lente europeo se extendió a los

primeros esbozos en Latinoamérica, transportando, también, sus escenarios principales a

ambientes taciturnos. Por supuesto, en toda obra literaria existen pretensiones de fondo, como

susurros que se entrelazan con las tramas principales y refuerzan los componentes del romance de

manera tácita.

Es imperativo, entonces, observar el cronotopo del romanticismo, en función de

El cronotopo adquiere una importancia esencial en la conformación de los géneros dado

que permite la unidad artística del relato, la asimilación del espacio, la progresión

temática, así como la asimilación de la evaluación de la historia en los dos momentos más

importantes del relato: el inicio o apertura argumental y el cierre argumental donde la

situación de los personajes cobra mayor importancia para la resolución de la historia.

(Silva; Ramírez 2015)

María, de Jorge Isaacs, entonces, se vuelve un reflejo disruptivo del romanticismo clásico,

al menos en lo que respecta al espacio y el folclore que constituyen los escenarios de fondo de la

novela. María es una novela que transcurre en un contexto colonial. Se reemplazan los adoquines
parisinos por los caminos reales, los álamos por los árboles frondosos de las plantaciones del

Valle del Cauca. Si bien la estructura narrativa deriva directamente del estilo francés que

presentan obras como Atala de Chateaubriand y otras, la marcada distinción histórica y política

de la obra, conjugadas con los espacios abiertos, los escenarios de la hacienda El Paraíso, el idilio

entre María y Efraín.

El impacto de María, empero, trasciende las apreciaciones literarias (como toda obra que

trasciende el tiempo) y se refleja en aspectos culturales, políticos y sociales de la época.

Como podemos ver, esta novela coadyuvó al proceso de formación de la nación haciendo

solidarios amor y matrimonio. No se trataba, en definitiva, de apurar el goce de las

pasiones entre los cónyuges, sino de fortalecer la institución matrimonial bajo los mismos

parámetros ideológicos que habían dado curso a la emancipación y a la formación de las

naciones: libertad e igualdad. Sin duda alguna, estos parámetros también alimentaron el

progreso de individuación, que es considerado por algunos teóricos como el logro más

admirable de la civilización moderna (FLORIAN-BUITRAGO, 2008)

Era de esperarse que María tuviera un influjo poderoso sobre quienes le leían. Jorge

Isaacs presenta a María como una muchacha incauta, casta y de aurora ultraterrena. Un modelo

que se debe seguir, suponiéndose que las mujeres de la época empatizaran con el arquetipo de

María.

Si leemos la novela María como relato de nación, nos encontramos en la semilla germinal

de la nacionalidad colombiana a lo largo del siglo XIX. La mujer que hemos creído María

como mujer terrenal, la prima real de Efraín, simbólicamente representa la imagen de la

madre de Jesús en la cosmogonía cristiana. El relato sobre María constituye un proyecto


tanto moral y religioso como arquetípico de lo que debía ser la mujer colombiana para

finales del siglo XIX (Silva; Ramírez 2015)

Distintos investigadores afirman, además, que María contribuyó a la abolición de la

esclavitud en Colombia, o por lo menos que existe cierta coincidencia y que la novela eleva la

igualdad entre esclavos y amos, sin embargo, el relato no es acuse romántico por la libertad de los

esclavos, una gesta racional por su igualdad de derechos, sino una legitimización del estatu

quo. Si ya como puede leerse a lo largo de la propia Ley hay discriminación entre hombres y

mujeres negros, la novela solo se limita a patrocinar un aparente buen trato, amoroso, pero

vigilante por parte de sus amos blancos.

La figura de la tragedia romántica se desplaza ligeramente por los simbolismos

nacionalistas. María no muere por amor, sino por un ataque epiléptico y el autor no trata de elevar

su muerte al pedestal del romance inmaculado. No se inmola en las pretensiones de sus colegas

europeos. Tampoco lo hace Efraín, quien no combate su destino y lo acepta buenamente,

sometiéndose a la voluntad de su padre para que estudie medicina en Londres. Por supuesto, la

tensión romántica entre la pareja y los personajes circundantes es evidente, no se pretende negar

este hecho,

Así pues, el romanticismo respecto a los héroes queda referido a la expresión subjetiva de

sus mundos nostálgicos del amor, mientras que al cronotopo central en que se realiza

queda referida la constitución de un relato de nación existente en el que se muestran las

diferentes clases sociales, la hegemonía de la raza blanca como consolidación del poder
dominante, la religiosidad católica como elemento de control del sujeto que se impuso en

Colombia desde el siglo XIX; precisamente, los ejes centrales que constituyen la novela

como relato romántico fundacional. (Silva; Ramírez 2015)

María es una novela romántica, sí. Consiente mucho de los cánones del romanticismo

francés y por supuesto que es entrañable la pasión pueril de los protagonistas, quienes se aman

con un ardor idílico que acaba frustrado por el aciago azar, el capricho divino o la simple

disposición del pincel que, indistintamente, retrata la tragedia sobre todos los hombres. Es

entretenida, ampliamente ilustrativa respecto a cómo se podían percibir las cosas durante los

primeros años de la República. Una imagen que se eleva sobre la realidad de los criollos, que

buscaba presentar al mundo una apoteósica reflexión de las costumbres criollas donde los negros

eran tratados con dignidad, el amor florecía y se marchitaba súbitamente, en medio de espasmos

dolorosos, pero conmovedores, y la fuerza de voluntad somete la ciencia en un afán fútil de curar

la epilepsia.

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