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Juan 7:7-53

Continuamos hoy estudiando el capítulo 7 del evangelio según


San Juan. Y en nuestro programa anterior, estuvimos hablando
de los hermanos de Jesús. Dijimos que sus nombres los
encontrábamos en el capítulo 13 del evangelio según San
Mateo. Eran Jacobo, José, Simón y Judas. Y dijimos que ellos le
aconsejaban desde un punto de vista humano. "¿Por qué no
subes a Jerusalén?" le dijeron, "allí al descubierto puedes hacer
algo espectacular."
Pero Jesús no aceptó ese consejo. Él guiaba sus pasos según un
horario establecido, el horario de Su Padre. Estaba haciendo la
voluntad de Dios. No seguía las pautas de la sabiduría del
mundo; ni siquiera apeló a su propia mente, considerando si era
o no la hora propicia para Él. Vivía según un horario definido del
Padre y lo siguió fielmente. Destacábamos la palabrita "aún", en
la frase "Mi tiempo aún no ha llegado", en el versículo 6. Ahora
Jesús no dijo que no iría a la fiesta. Simplemente no subiría
públicamente con ellos, para ganar el favor del público haciendo
algo espectacular, como ellos querían que hiciera. Jesús acudiría
allí en la hora fijada por Su Padre y de acuerdo con Su Voluntad.
Continuemos hoy leyendo los versículos 7 al 9, de este capítulo
7 del evangelio según San Juan:
"No puede el mundo odiaros a vosotros; pero a mí me odia,
porque yo testifico de él, que sus obras son malas. Subid
vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi
tiempo aún no se ha cumplido. Y habiéndoles dicho esto se
quedó en Galilea."
El mundo se muestra hostil hacia Cristo. Es porque nuestro
Señor Jesucristo es la Luz del mundo y esa luz es brillante. Esa
Luz revela todo lo que es malo; revela el pecado y lo condena.
Por eso mismo, le odian aún en la actualidad. Jesús condena el
pecado con Su misma presencia, con Su misma vida. Esto
produce una hostilidad en el hombre porque el corazón del ser
humano es malo. Jesús fue a la cruz por Su amor para con la
familia humana. Y es su amor redentor lo que ha quebrantado el
corazón del ser humano hostil.
Vemos esto de una manera clara en la vida de Saulo de Tarso.
Al comienzo él perseguía a la iglesia. Odiaba al Señor Jesús y a
cualquiera que le siguiera. Pero, cuando le conoció, su corazón
fue quebrantado. Después de su encuentro con Jesús, Pablo
escribió las siguientes palabras: "El cual me amó y se entregó a
sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Continuemos ahora con el
versículo 10 de este capítulo 7 de San Juan:
"Pero después que sus hermanos subieron, entonces él también
subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto."
Probablemente viajó con los discípulos por un camino apartado
y entró en la ciudad por la puerta de las ovejas. Creemos que
siempre entró en Jerusalén por la puerta de las ovejas, hasta el
momento de Su entrada triunfal, cuando lo hizo públicamente.
En esa ocasión, Jesucristo en realidad se ofreció a ellos,
demandando que le aceptaran, o le rechazaran. Leamos ahora
los versículos 11 hasta el 13:
"Y lo buscaban los judíos en la fiesta, y decían: ¿Dónde estará
aquél? Y había mucha murmuración acerca de él entre la
multitud, pues unos decían: Es bueno; pero otros decían: No,
sino que engaña al pueblo. Sin embargo, ninguno hablaba
abiertamente de él por miedo a los judíos."
Las autoridades religiosas le estaban buscando y esperando
porque la ley requería que viniera a la fiesta. Había mucha
discusión en cuanto a Jesús, pero todo se hacía en secreto,
porque cualquiera que hiciera una declaración a Su favor, sería
atacado y corría el riesgo de ser arrestado. Ahora leamos el
versículo 14:
"Pero a la mitad de la fiesta subió Jesús al Templo, y enseñaba."
De repente, Jesús apareció en el templo. Esta fiesta de los
Tabernáculos se halla en el calendario de Dios y representa la
venida de Cristo en Su regreso a la tierra. También nos presenta
los eventos y etapas que conducen a esa venida. Esta fiesta
habla de la consumación de todas las cosas. Jesucristo
aparecerá de repente. El profeta Malaquías dijo en el capítulo 3
de su profecía, versículo 1: "Y vendrá súbitamente a Su templo
el Señor a quien vosotros buscáis". Esta profecía se cumplirá en
Su regreso a la tierra. Leamos el versículo 15:
"Y se admiraban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras sin
haber estudiado?"
¿Ha observado usted, cuántas veces encontramos a Jesús
enseñando? Note usted la prioridad que dio a la Palabra de Dios.
Los judíos, es decir los líderes religiosos, se quedaban
asombrados, porque Jesús no había tenido ninguna educación
formal en las escuelas rabínicas. Se admiraban que le fuera
posible hablar como lo hizo. Aun Sus enemigos tuvieron que
admitir que, "¡Jamás hombre alguno había hablado como este
hombre!" como veremos en el versículo 46, de este mismo
capítulo 7 de Juan. Leamos ahora el versículo 16:
"Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquél
que me envió."
Rechazar el mensaje de Jesús, es rechazar el mensaje de Dios.
En los capítulos cuatro y cinco, Jesús insistió en que rechazarle
a El, era rechazar a Dios. Ahora, nadie podría decir que El nunca
se hizo igual a Dios. Usted bien puede rechazar el hecho de que
Jesús es igual a Dios, pero nunca podrá decir que la Biblia no
declara que Jesucristo es igual a Dios. Leamos ahora el versículo
17:
"El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina
es de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta."
"El que quiera hacer". El Antiguo Testamento invita, en el Salmo
34, versículo 8, diciendo: "Gustad y ved que es bueno el Señor".
Y Jesús le invita a venir y hacer la prueba. "El que quiera hacer
la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios". Debe
haber una actitud de amor hacia la Palabra de Dios. Alguien ha
dicho que el saber humano necesita ser conocido para poder
amarlo, pero que el conocimiento divino tiene que ser amado
para poder ser entendido. Aquí tenemos los pasos: el
conocimiento, el amor, y la obediencia. Esto es lo que Jesús
pide que hagamos: conocerle, amarle, y obedecerle.
Cuánto nos gusta decirles a los demás cómo deben hacer tal o
cual cosa, o expresar lo que pensamos sin un conocimiento real.
Jesús dijo, "¡Probad al Señor!" "El que quiera hacer la voluntad
de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi
propia cuenta". Ésa es la maravilla de la Palabra de Dios. Y
estimado oyente, si usted de veras lo desea, si está dispuesto,
Dios hará que esa Palabra sea una realidad en su vida y el
Espíritu Santo se la confirmará. Continuemos ahora con el
versículo 18:
"El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero
el que busca la gloria del que lo envió, éste es verdadero y no
hay en él injusticia."
La cuestión es si los hombres quieren oír a Dios o no. Si quieren
oírle, entonces Dios les hablará por medio de Su Palabra. Luego,
aceptarán a Jesucristo, el que vino para hablar de parte del
Padre. Desafortunadamente los seres humanos, con frecuencia
tienen más interés en prestar atención a un hombre que busca
su propia gloria, antes que a Dios. Si Jesucristo hubiese tratado
de fundar una nueva secta religiosa, estamos seguros que estos
hombres le habrían escuchado. Pero Jesús no se estaba
atribuyendo gloria a Sí mismo; más bien, daba toda la gloria al
Padre, y por lo tanto, como dice el apóstol Pablo en su primera
carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14: "el hombre natural
no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios porque para él
son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente". Por eso hay muchos que leen la Biblia y no
perciben ni obtienen nada de su lectura. Continuemos con el
versículo 19:
"¿No os dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la
cumple. ¿Por qué intentáis matarme?"
Aquí vemos la hipocresía del legalista, del hombre que dice que
el Sermón del Monte es su religión, o de la persona que dice que
vive según los Diez Mandamientos. El Señor Jesús dijo:
"ninguno de vosotros cumple la ley". La ley es un espejo que
nos permite ver que somos pecadores y que estamos perdidos.
La ley es importante, y es la voluntad de Dios. Pero el propósito
de la ley, era mostrarnos que somos pecadores y que
necesitamos un Salvador. El apóstol Pablo dijo en Gálatas 3:24:
"La ley es nuestro ayo, para llevarnos a Cristo". Continuemos
ahora con los versículos 20 y 21, de este capítulo 7 de San
Juan:
"Respondió la multitud y dijo: Demonio tienes, ¿quién intenta
matarte? Jesús respondió y les dijo: Una obra hice y todos os
admiráis."
Al parecer, no se daban cuenta que había un complot para
matar a Jesús. Esta obra a la cual Jesús se refiere aquí, era
aquella ocasión en que sanó al hombre en el estanque de
Betesda. Esto había causado antagonismo. Continuemos con los
versículos 22 al 24:
"Por cierto, Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de
Moisés, sino de los padres) y en sábado circuncidáis al hombre.
Si recibe el hombre la circuncisión en sábado, para que la Ley
de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en
sábado sané completamente a un hombre? No juzguéis según
las apariencias, sino juzgad con justo juicio."
La circuncisión es un rito que se remonta a Abraham y es más
antiguo que la ley mosaica. Jesús les estaba mostrando a ellos
la contradicción entre lo que decían y lo que practicaban. Al
tratar de cumplir la ley, la violaban. Si un niño cumplía ocho
días en el día de reposo, estaban dispuestos a violar el día de
reposo para circuncidar al niño. Ellos no tenían ninguna
respuesta a esto que Jesús planteaba. Entonces Jesús les
advirtió en cuanto a hacer juicios superficiales. Y ésta es todavía
una dificultad que tenemos hoy en día. Haremos bien en hacer
caso de esta amonestación de nuestro Señor. Somos propensos
a emitir juicios superficiales, sin conocer o tomar en cuenta
todos los hechos. Ninguno de nosotros tiene todos los hechos, y
por lo tanto no nos es posible juzgar según un juicio justo. Sólo
Dios puede hacer esto. Leamos ahora los versículos 25 al 27:
"Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No es a éste a quien
buscan para matarlo? Pues mirad, habla públicamente y no le
dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad las autoridades que
éste es el Cristo? Pero éste, sabemos de dónde es; sin
embargo, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es."
De nuevo notamos que había una división sobre quién era
Jesús. Continuemos con los versículos 28 y 29:
"Jesús entonces, enseñando en el Templo, alzó la voz y dijo: A
mí me conocéis y sabéis de dónde soy; no he venido de mí
mismo, pero el que me envió, a quien vosotros no conocéis, es
verdadero. Pero yo lo conozco, porque de él procedo, y él me
envió."
Jesús estaba diciendo, "¿Me conocéis realmente? Creéis que me
conocéis. Me veis, pero realmente no me conocéis. Creéis que
sabéis de dónde vengo, pero en realidad, no lo sabéis".
Continuemos ahora con los versículos 30 al 34:
"Entonces intentaban prenderlo; pero ninguno le echó mano,
porque aún no había llegado su hora. Y muchos de la multitud
creyeron en él y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más
señales que las que éste hace? Los fariseos oyeron a la gente
que murmuraba de él estas cosas. Entonces los principales
sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para que lo
prendieran. Y Jesús dijo: Todavía estaré con vosotros algún
tiempo, y luego iré al que me envió. Me buscaréis, pero no me
hallaréis, y a donde yo estaré, vosotros no podréis ir."
Nuestro Señor contestó a los fariseos informándoles que no le
detendrían hasta que llegara el momento apropiado. Luego les
dijo que se apartaría de ellos. Les habló de Su resurrección y Su
ascensión. Nunca podrían ya tocarle otra vez. ¿Ha notado usted
que después de Su muerte en la cruz, no le tocaron sino las
manos de quienes le amaban, ni le vieron sino los ojos de
quienes sentían amor por Él? Continuemos con los versículos 35
y 36:
"Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿Adónde se irá éste, que
no lo hallaremos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos y
enseñará a los griegos? ¿Qué significa esto que dijo: Me
buscaréis, pero no me hallaréis, y a donde yo estaré, vosotros
no podréis ir?"
Creemos que esto era ridículo. No creían que Jesús podía
esconderse de ellos. Y llegamos ahora al último día de la fiesta y
era el día cuando vertían una porción doble de agua en el suelo
del templo. Creemos que Jesús bien pudo haber estado de pie
con el agua a la altura de los tobillos cuando dijo estas palabras.
Estaban celebrando el hecho de que Dios les había dado agua de
la roca durante el largo viaje por el desierto. El apóstol Pablo
nos dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo 10,
versículo 4, que Cristo era aquella Roca. El es el único que
provee el agua verdadera, el Agua de Vida Leamos el versículo
37 de este capítulo 7 de San Juan:
"En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó
la voz, diciendo: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba."
Aquí tenemos, una vez más, una referencia al libre albedrío: "Si
alguno". Y esto le incluye a usted también. Dios le está
ofreciendo un regalo. También aquí se presenta la elección. La
pregunta es: "¿Tiene usted sed?" Quizá usted haya estado
bebiendo de los pozos llenos de barro del mundo y ha
encontrado que esa agua no sacia, que no satisface. Jesús dijo:
"Si alguno tiene sed, venga a mí y beba". Y usted, estimado
oyente, puede venir a Él para recibirle como su Salvador
personal. Observe usted lo que dicen los versículos 38 y 39:
"El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de
recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el
Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado."
El Espíritu Santo todavía no había sido dado, porque Jesús aun
no había sido glorificado. El Espíritu Santo no vino hasta el día
de Pentecostés. Entonces vino para morar en los creyentes y
para formarles en un solo cuerpo. La llegada del Espíritu Santo
en aquel día de Pentecostés nos dio la certeza de que Jesús
había llegado al trono del Padre. Continuemos con el versículo
40:
"Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras,
decían: Verdaderamente éste es el Profeta."
Algunos creyeron en Jesús y se volvieron a Él. Bebieron y fueron
saciados. Esperaban al profeta cuya llegada había anunciado
Moisés en Deuteronomio 18:15 y 18. Y otros decían en el
versículo 41:
"Otros decían: Éste es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De
Galilea ha de venir el Cristo?"
Podemos ver lo mismo hoy. Hay algunos que creen y otros que
no creen. Dicen los versículos 42 y 43:
"¿No dice la Escritura que de la descendencia de David, y de la
aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? Hubo
entonces división entre la gente a causa de él."
Y Jesucristo era precisamente del linaje de David y del pueblo
de Belén. Allí fue donde primero llegó a la tierra. Nació en ese
miserable mesón, en ese pueblo tan pequeño y pobre. El
escenario de su nacimiento no fue como los cuadros bonitos que
vemos en las tarjetas de Navidad. Es verdad que nació en
Belén, pero no se quedó allí para su ministerio terrenal. Si estas
personas en verdad hubieran querido saberlo, podrían haber
averiguado que Su nacimiento tuvo lugar en Belén y que sí
cumplió las profecías. Era pues el Cristo, o sea el Mesías quien
les estaba convidando a venir y a beber, pero ellos rehusaron,
interponiendo objeciones. Siempre habrá una división entre la
gente en cuanto a la identidad de Jesús, hasta que Él venga a
reinar. Leamos ahora el versículo 44:
"Y algunos de ellos querían prenderlo, pero ninguno le echó
mano."
Ahora, no les fue posible prenderle, porque Su hora aún no
había llegado. Continuemos con los versículos 45 y 46:
"Los guardias vinieron a los principales sacerdotes y a los
fariseos. Entonces éstos les preguntaron: ¿Por qué no lo habéis
traído? Los guardias respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha
hablado como este hombre!"
¡Qué testimonio dieron estos hombres en cuanto a Jesús!
"¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" Jesús
era el Gran Maestro, pero no es mediante Sus enseñanzas que
somos salvos. Nos salva por medio de Su muerte y resurrección.
Y ahora, leamos los versículos 47 al 53:
"Entonces los fariseos les preguntaron: ¿También vosotros
habéis sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los
gobernantes o de los fariseos? Pero esta gente que no sabe la
Ley, maldita es. Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el
cual era uno de ellos: ¿Juzga acaso nuestra Ley a un hombre si
primero no lo oye y sabe lo que ha hecho? Respondieron y le
dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea
nunca se ha levantado un profeta. Y cada uno se fue a su casa"
Este Nicodemo era el mismo, que según el capítulo tres, confió
en Jesús en aquella noche. Pues aunque era fariseo, Nicodemo
defendió a Jesús. Y note usted que ellos se burlaron de él,
preguntándole: "¿Eres tú también galileo?" Aquello era una
desgracia para ellos. Eran como los residentes de las grandes
ciudades que se burlan de los campesinos que vienen a visitar la
gran ciudad. Es interesante notar que estos conocían las
enseñanzas de las Escrituras. Dijeron: "De Galilea nunca se ha
levantado profeta."
En realidad, Jesús no había venido de Galilea, ni provenía de
Belén. Aunque nació allí, Jesús había venido del cielo. Dejó la
gloria y bajó a esta tierra. Isaías en el capítulo 9, versículo 6,
dijo: "Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado."
El versículo 53 dice: "Cada uno se fue a su casa". Nadie invitó a
Jesús a su hogar. Era una noche de fiesta, pero Jesús se fue al
monte de los Olivos. Que nosotros sepamos, nunca pasó una
noche en Jerusalén. Ahora, ¿Qué le parece a usted todo esto
estimado oyente? ¿Entrará usted en su hogar, dejando a Jesús
olvidado allí afuera? ¿O ha aceptado Su maravillosa invitación,
que le permitirá a usted vivir bajo el amor y la luz de Su
Presencia? ¿Le ha aceptado como el que nació para morir por
sus pecados? Si aún no lo ha hecho, ahora es el momento
preciso de hacerlo.
Sería oportuno recordar aquí la escena descripta en Apocalipsis
3:20, en la que Jesús aparece fuera, ante una puerta, y
diciendo: "Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y
abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo."
Abra las puertas de su corazón al Hijo de Dios en este mismo
momento y permítale constituirse en el Dueño y Señor absoluto
de su ser, de manera que Él sea quien controle y gobierne su
vida, para que lo use para Su honra y Su gloria. Que el Espíritu
Santo de Dios le ayude a dar este paso de fe.

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