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JUAN 1: EL COADYUVANTE
Comenzamos hoy el Proposito de Juan
Juan, el escritor de este Evangelio, era uno de los doce discípulos de Jesús. No lo
confunda con el otro Juan mencionado ya en el capítulo uno y varias veces en
este libro – Juan Bautista. Solo dos Juanes son mencionados por el nombre en
todo este Evangelio. El primero es Bautista y el otro, solo de paso, es el padre del
apóstol Pedro.
Lo curioso es que Juan, el autor y discípulo de Jesús, no se menciona a sí mismo por
el nombre en el libro ni una vez. Se refiere solo como “el otro discípulo” (Juan 20:3)
y “uno de los discípulos, aquel a quien Él (Jesús) amaba” (13:23).
Ese esfuerzo consciente en ocultar el propio nombre habla mucho respecto a ese
discípulo y respecto a lo que sucedía con las personas cuando encontraban al Señor
Jesús. Es como si ellas no viesen más ninguna necesidad de exaltarse a sí mismas
en este mundo, sino que exaltaban solo al Señor Jesús y servían a los demás. Juan
deja eso bien claro al hacer del Señor Jesús el foco de su Evangelio. En cuanto a él
mismo, se contentaba con ser solamente el discípulo “a quien Él amaba”. ¿Para qué
más?
En una época en la que los predicadores del Evangelio parecen hacer un esfuerzo
sobrenatural para que sus nombres parezcan en las fachadas de sus iglesias, en la
TV, en la prensa y en tantos otros lugares, lo que “el otro discípulo” hizo es una
brisa de aire fresco para nosotros.
Cuando usted tiene un verdadero encuentro con Dios, todo el deseo de gloriarse y
de recibir reconocimiento de las personas desaparece. Usted no se molesta más
cuando las personas no lo miran o lo desprecian o hablan
mal de usted. Le basta el hecho de ser un discípulo del Señor Jesús y tener la certeza
de que Él le ama.
Entonces, todos sus esfuerzos son para que las personas también Lo conozcan.
Él es el protagonista, usted es solo el coadyuvante.
se enorgullece de ellos (a no ser para dar testimonio). Dios es capaz de mirar más
allá de su piel.
Una cosa deja bien clara Jesús en este capítulo. Solo existen dos tipos de personas
en este mundo:
1. los que reciben Su mensaje y los que cuestionan (como Nicodemo).
2. los que son solo carne y hueso, fruto del acto sexual del padre y de la madre, y
los que son espíritu, fruto de la obra de Dios dentro de ellos.
3. los que Lo aceptan y los que Lo rechazan.
4. los que creen en Él y los que no.
5. los que aman la Luz y los que aman las tinieblas.
6. los que por Él serán salvos y los que sin Él serán condenados.
Las que hacen esa división son las propias personas, debido a sus elecciones. El
mayor poder que existe en el mundo, en su mundo, es el poder de elegir. Ni Dios
interfiere con ese poder que usted tiene. El diablo tampoco puede anular ese poder
(aunque intenta hacerle creer con todas las fuerzas que usted no tiene otra elección
a no ser la que él le da).
La pregunta es:
¿Ya decidió firmemente quién es Jesús para usted?
¿Ya decidió lo que hará respecto a lo que Él dijo – ignorar o seguir?
Este poder de decisión está ahí en sus manos ahora. Por favor no diga que usted no
tuvo elección.
PD: Si usted desea escoger a Jesús dígale a Dios estas simples palabras:
Señor mi Dios, yo Te agradezco y acepto el mayor regalo que puedo recibir, Tu Hijo
Jesús. Yo creo en Él y acepto Su mensaje. Yo quiero que el Señor trabaje dentro de
mí y me haga nacer del Espíritu, quiero ser una persona nacida de Dios. Quiero a
partir de hoy andar en Tu Luz aquí en la Tierra, pedirte perdón por todos mis errores,
y tener la Salvación de mi alma para vivir Contigo por toda la eternidad. Amén.
Si algo le sucedió al hacer esta oración sincera, deje su comentario abajo.
JUAN 4: ÉL SE MEZCLA CON LA GENTUZA
Aquí Jesús ya comienza a crear dificultades con los líderes religiosos por haber
curado a un hombre el sábado. No porque Él estaba haciendo algo malo, sino
porque los religiosos vivían totalmente fuera del entendimiento de Dios. Y por
eso, no entendían a Jesús ni lo que Él hacía.
En este capítulo, Jesús intenta explicar Su relación con el Padre:
“… Él afirmaba que Dios era Su propio Padre,
haciéndose igual a Dios. Juan 5:18
Este era un concepto extraño para los religiosos judíos. Hasta entonces, el único
que se había igualado a Dios era el propio Lucifer. “Sobre las alturas de las nubes
subiré, y seré semejante al Altísimo.” (Isaías 14:14) Lucifer, sin embargo, lo hizo por
orgullo, sin ningún derecho para eso. Por su parte, el Señor Jesús hablaba la pura
verdad – Él realmente era igual al Padre, al punto de representarlo fielmente.
Hay quien dice ser hijo de Dios pero lo hace por orgullo, tradición o ignorancia. Y
están los que verdaderamente lo son porque, como Jesús, actúan como el Padre.
“Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.” (Juan 5:19)
Lo que los judíos tampoco sabían es que además de que Jesús es el Hijo de Dios, Él
vino a darles ese mismo derecho y poder a los que creen en Él – de convertirse en
hijos de Dios también. (Juan 1:12)
Deténgase a pensar en esto un momento. Tener al propio Dios como su Padre.
¿Qué implicaciones tendría eso para…
1. su vida?
2. su sentido de valor propio?
3. sus necesidades económicas?
4. su salud? (vea lo que Él hizo por aquel hombre paralítico desde hacía 38 años,
que ni siquiera era hijo)
5. su conducta? (Todo lo que el Padre hace, el Hijo lo hace también.)
6. su carácter?
7. sus derechos?
8. su autoridad?
Solamente un animal irracional, una bestia, no apreciaría el derecho de convertirse
en hijo de Dios. Y es exactamente así como muchas personas son, imbéciles por la
religión, embrutecidas por sus propios argumentos frustrados.
Por su parte, los humildes de corazón, los sinceros, logran apreciar eso y creer. Y
por eso reciben este poder.
Si usted cree, puede convertirse en hijo de Dios ahora, ahí donde está.
Y si usted es Su hijo, actuará como Él. Y tendrá todo de Él.
Oh Padre, mi Padre, yo Te amo por el privilegio de ser Tu hijo, igual a Ti, ¡un rayito
de Tu luz aquí en esta Tierra! ¡Gracias, Padre! ¡Mi Padre! Jajajajaja…
JUAN 6: ¡ESE JESÚS ES UN PAN!
Usted debe haberse dado cuenta aquí que los propios hermanos de Jesús no
creían en Él, que el pueblo todavía estaba bien dividido en cuanto a quién era Él,
si el Mesías o un loco cualquiera. Que Él, habiendo dicho en el capítulo anterior
que era el Pan de la vida, ahora dice que también tiene el agua viva, el Espíritu
Santo para quien en Él cree, y que los líderes religiosos están cada vez más airados
con Él.
Pero no es en esos puntos que me quiero enfocar.
Una cosa nos llama la atención en la manera como el Señor Jesús lidió con la
amenaza de muerte que recibió de los judíos en el capítulo 5. Recuerde, Él curó un
hombre en sábado y por eso fue acusado de desobedecer la ley de Moisés, y por
eso el capítulo 7 ya comienza diciendo:
Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea,
porque los judíos procuraban matarle.
Observe que a pesar de la amenaza, y de no poder andar libremente por Judea,
Jesús no se escondió en Nazaret, ni se encerró en una habitación con miedo y
depresión. Por el contrario, “andaba por Galilea”. Continuó haciendo Su trabajo por
donde podía, como podía, para quien quería.
Cuando nosotros no podemos hacer lo que queremos y donde queremos, debemos
hacer lo que podemos, como y donde podemos.
Usted debe haberse dado cuenta también que tres veces en este capítulo es
mencionado que “ el tiempo aun no ha llegado”, o sea, Jesús sabía que todo tenía
su hora.
Sin embargo, si no era tiempo de una cosa, entonces era tiempo de otra – pero
nunca tiempo de no hacer nada.
Necesitamos ese discernimiento. Necesitamos saber hacer lo que el ahora nos
permite, mientras esperemos lo que el después nos permitirá.
Es tiempo de que usted haga algo, ahí ahora, donde está, con lo que tiene.
Si no puede hacer lo que le gustaría, ¿qué PUEDE hacer?
JUAN 8: TRATAMIENTO DE ELECTROSHOCK
Aquí vemos una de las discusiones más acaloradas entre Jesús y los religiosos
judíos. Algunas de las palabras “suaves” que Él usó en referencia a ellos, incluían
“esclavos del pecado”, “asesinos”, “hijos del diablo”, “no son de Dios”, “son de
aquí abajo”, “van a morir sin perdón de sus pecados” y “mentirosos”. No fue en
vano que al final del capítulo, los religiosos agarraron piedras para matar a Jesús.
¿Por qué Jesús fue tan duro con ellos?
Él mismo dio la razón: “La verdad os hará libres.” Esos religiosos habían oído esas
palabras. Nadie jamás tuvo coraje de decirles lo que necesitaban oír. Ellos estaban
llenos de sí mismos, convencidos de su santidad a causa de la religiosidad que
practicaban. Estaban tan ciegos como un murciélago. Por eso necesitaban un
tratamiento de electroshock. O se despertaban o morían de una vez por todas.
¿Usted ya fue duramente confrontado por la verdad? ¿Algún día la verdad ya lo
lastimó? ¿Fue difícil oír esas palabras? ¿Qué fue lo que usted hizo? ¿Cambió o atacó
a quien le dijo la verdad?
Quien gusta de la mentira es hijo del diablo. Él sí es maestro en agradar a los oídos
de las personas, haciendo que se sientan muy bien consigo mismas mientras que
ciegamente caminan hacia el inferno.
Jesús nos coloca a todos en jaque con estas verdades:
1. Si vivimos en el pecado, somos esclavos de él
2. Si no aceptamos a Jesús como quien Él dice ser, moriremos sin perdón de
pecados, v.24 (atención religiosos e incrédulos que consideran a Jesús solo como
un profeta o un buen maestro)
3. Quien miente es hijo del diablo, así como todos los que hacen lo que el diablo
hace (no todos son hijos de Dios, a fin de cuentas)
4. O usted es de Dios o es del diablo, no hay una tercera opción
5. O usted es del mundo de arriba o es del mundo de aquí abajo
Puede enojarse, si quiere. La verdad está dicha.
Todo este capítulo se desarrolla alrededor de una mesa de cenar, con Jesús y los
doce discípulos. Jesús sabía que “había llegado Su hora”, por eso quiso pasar Sus
últimos momentos bien cerca de Sus discípulos para dejarles lecciones preciosas.
Juan resalta que el Señor “los amó hasta el fin”.
Si las parejas tan solo captaran y practicaran ese tipo de amor, el amor que ama
hasta el fin…No se divorciarían. No disputarían ni rasgarían los corazones de sus
compañeros ni de sus hijos con actitudes egoístas.
Amar hasta el fin. Qué concepto extraño para mucha gente. La mayoría ama con
límites. Ama hasta que el dinero se acaba, mientras que la “química” dure, o hasta
que aparezca otra persona más interesante.
Miremos también a quién Jesús amó hasta el fin. Uno que Lo traicionó y Lo vendió
por treinta monedas. Otro que dudó de Su resurrección. Otros que se peleaban por
el título del más importante. Hombres que a veces Lo irritaban al punto de hacer
que dijera: “¿Hasta cuándo los aguantaré?”
A pesar de todo eso, Él los amó hasta el fin. Él les dio una lección inolvidable de ese
tipo de amor, lavándoles los pies. “Yo les doy este nuevo mandamiento. Ámense
los unos a los otros. Así como Yo los amé, ámense también los unos a los otros.”
Ese tipo de amor no tiene nada que ver con sentimentalismo, con buenas maneras
rellenas de hipocresía, ni con palabras dulces con la intención de impresionar. El
amor que Jesús espera de nosotros aquí es el amor marcado por servir a otra
persona, considerarla más que nosotros mismos, aunque no lo sea.
Honestamente, ¿cuántas decimos practicar ese amor? ¿Cuántas veces queremos
hacer cualquier cosa menos servir a esa persona molesta, mezquina, que nos irrita
como una piedra en el zapato? ¿Cuántas veces nos consideramos mayores y más
importantes que los demás?
Jesús no solo nos da ese nuevo mandamiento, sino que también afirma que
practicarlo es la señal de que realmente somos Sus discípulos.
¿Imposible de cumplir?
Solamente quien ya conoce y recibió el amor de Dios personalmente, puede ofrecer
ese tipo de amor a la esposa, al marido, a los amigos y a los enemigos. ¿Cómo no
darle un poco a quien no lo merece, si yo sin merecerlo recibí tanto?
JUAN 14: JUNTO Y MEZCLADO
Todavía bajo la luna llena, en el Jardín de los Olivos, Jesús continúa consolando a
los discípulos y preparándolos para los tiempos difíciles que estaban a punto de
comenzar. No era para menos. Los discípulos habían dejado todo para seguir a
Jesús. Trabajo, familia, amigos… La esperanza de ellos era una victoria triunfante
del Mesías sobre los enemigos de Dios, la restauración de Israel del yugo romano.
Habiendo preparado a los discípulos, Jesús ahora ora por ellos y por Sí mismo. Él
tiene solo algunos minutos antes de que Judas llegue con los guardias y todo el
tormento comience. Entonces busca refugio y fuerzas en la oración. Note aquí el
poder de la oración para sustentarnos en momentos difíciles. Nunca deje de hacer
uso de esa arma. Esta está a su disposición, en cualquier momento, en cualquier
lugar.
Jesús hizo esta oración específicamente por los discípulos, no por el mundo en
general: “Yo pido en favor de ellos. No pido en favor del mundo, sino por los que
Me diste, pues son Tuyos.” (v.9)
Otro detalle: la oración entera aquí en este capítulo fue hecha no solamente por
los once discípulos, sino por TODOS los discípulos de Jesús, inclusive los de hoy. Vea
lo que Él dijo: “No pido solamente por ellos [los once], sino también en favor de los
que van a creer en Mí a través del mensaje de ellos.” (v. 20) ¡Esto lo incluye a usted
y a mí también! Como dijo una joven, ¿no es “genial” saber que Jesús oró por
nosotros, específicamente por mí y por usted, saber que no hay manera de que el
Padre no responda a esta oración que el Hijo hizo en favor de nosotros? ¡Mientras
usted sea un discípulo, considérese cubierto y garantizado por ella!
Otro punto interesante de esta oración es la evidencia que Jesús da de su eternidad,
cuando dice: “Y ahora, Padre, dame en Tu presencia la misma grandeza divina que
Yo tenía Contigo antes de que el mundo existiera.” (v.5 y también 24) Él ya existía
antes de la creación del mundo. Dios es eterno. Y por eso quiere que Sus hijos, que
Lo aman, pasen la eternidad con Él también. Fue esta la misión principal del Señor
Jesús aquí en la Tierra, como Él mismo dijo al comienzo de esta oración.
Pues Le has dado al Hijo autoridad sobre todos los seres humanos, para que Él dé
vida eterna a todos los que Le diste. Y esta es la vida eterna: que ellos Te conozcan
a Ti, el único Dios verdadero, y que conozca también a Jesucristo, a quien has
enviado al mundo.
(vs. 2-3)
¿Usted quiere la vida eterna? Busque conocer a Jesús. Conociéndolo a Él, conocerá
a Dios, y así recibirá la vida eterna. Este es el trabajo del Señor Jesús: llevar a las
personas a conocer al Padre. Durante este Propósito de Juan, usted está
conociendo mejor quién es Jesús, ¿no es así? ¿Se dio cuenta de eso? Este es el
camino.
Un último versículo que en mi opinión resume la relación que Dios quiere tener con
Sus hijos:
Terminada la oración, Jesús va con los discípulos hacia el otro lado del jardín,
pasando el río de Cedrón, donde solía reunirse con ellos. Sabía que allí era el lugar
más probable donde Judas Lo buscaría y llevaría a los soldados para agarrarlo.
Quería enfrentar enseguida la situación, no huir de ella. Y fue lo que sucedió.
Notando que se acercaban los soldados, Jesús, con la intrepidez de un león en la
noche, Se adelantó para encontrarlos, con el único objetivo de proteger a los
discípulos: “Si es a Mí que ustedes buscan, ¡entonces dejen que estos otros se
vayan!” (v.8) ¡Oh mi Dios! ¡Hasta en aquel momento nuestro Señor Se preocupó
por los discípulos, y no por Él mismo! ¡Vea qué cuidado, qué protección, qué
liderazgo!
Conociendo a Jesús así, ¿usted aún piensa que Él lo abandonará en el momento del
peligro?
Otra cosa: ¿notó la reacción de los soldados cuando Él dijo: “Soy Yo”? Ellos se
cayeron para atrás. ¿Por qué? Lo que muchos no saben es que este “Soy Yo” es la
misma expresión usada por el Dios-Padre al responder la pregunta de Moisés allá
en el Sinaí, más de mil años antes, sobre cuál era Su nombre: “Yo soy el que Soy.”
(Éxodo 3:14)
En ese momento, Dios no reveló Su nombre, solo les dio esa expresión. Pero ahora,
sabemos que el nombre de Dios es Jesús, pues Él mismo confirmó eso en el capítulo
anterior cuando oraba al Padre: “Cuando estaba con ellos en el mundo, Yo los
guardaba por el poder de Tu nombre, el mismo nombre que Me diste.” (Juan 17:12)
No quedan dudas sobre la divinidad de Jesús.
Y porque ese nombre tiene tanto poder, cuando el Señor dijo “Soy Yo”, todo el
grupo de soldados romanos y de la guardia judía, quizás más de cien, armados, cayó
para atrás con miedo.
El Gran “Yo soy” está con usted ahí ahora. Sus enemigos y problemas tienen que
temer, no usted.
Y delante de tamaño nombre, que comanda tanto poder, seamos más reverentes
en el uso del mismo. Muchos usan el nombre de Jesús para todo y para nada. Un
arma poderosa solo debe ser usada cuando realmente es necesaria.
Habiéndose entregado a los guardias, aun pudiendo en cualquier momento llamar
a mil legiones de ángeles en Su auxilio, Jesús fue llevado al Sumo Sacerdote, que
cobardemente orquestó Su prisión. Solamente Pedro y Juan Lo acompañaron, a la
distancia.
Pedro, siempre impetuoso como un trueno, ahora se encontraba tomado por el
miedo. Negó tres veces que conocía a Jesús. Realmente es fácil confesar la fe
cuando todo va bien. La prueba del verdadero cristiano, sin embargo, es cuando su
fe le cuesta un alto precio. Jesús estaba allá adentro, en el medio del fuego de los
enemigos, y Pedro acá afuera, intentando olvidarse del frío cerca de la hoguera,
junto a los guardias que agarraron a Jesús. Una escena difícil de concebir.
Finalmente, Jesús da una lección de independencia de pensamiento al
responderle a Pilato: “¿Viene de ti mismo esta pregunta o te lo han dicho otros de
Mí?” (v.34) En otras palabras, deje de ser una marioneta en las manos de los otros
y piense por usted mismo. Infórmese en vez de creer en todo lo que oye.
Una lección que todos nosotros también necesitamos aprender.
JUAN 19: EL CORDERO SE ENTREGA
Débil, flojo, cobarde. Así fue Pilato ante la presión de los líderes judíos. Él, por
más incrédulo que fuese, tenía más percepción espiritual de Jesús que la sarta de
principales sacerdotes. Aún hoy no es diferente. Hay muchos “incrédulos” que
heredarán los cielos, mientras que los religiosos hipócritas crujirán sus dientes en
el infierno por toda la eternidad.
El Señor Jesús, a Su vez, si en el capítulo anterior actuó como un león, aquí asume
la forma de un cordero camino al matadero. Totalmente consciente de lo que
estaba por suceder, Él Se rehusó a defenderse y aprovechar la vacilación de Pilato.
Sumiso, voluntariamente dejó que aquella payasada continuase, pues sabía que así
había sido profetizado.
Sí, todos aquellos personajes – los soldados que sortearon la ropa de Jesús, los
sacerdotes que agitaban al pueblo, Pilato que se lavó las manos, Barrabás que fue
liberado, los ladrones que fueron crucificados uno de cada lado, incluso Nicodemo
y José de Arimatea que cuidaron el cuerpo del Señor después de la muerte – sin
saber, estaban cumpliendo las profecías hechas por los profetas hacía siglos. Por
eso Juan menciona tantas veces aquí: “para que se cumpliesen las Escrituras”. Todo
formaba parte del plan de salvación que hacía mucho ya había sido concebido por
el Padre. Nadie allí tenía poder sobre Jesús. Él mismo Se dejó apresar, juzgar,
castigar y crucificar, para tomar mi lugar y el suyo.
El cielo y la Tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán. (Lucas 21:33)
Aunque parezca que el mal está prevaleciendo, siendo más fuerte que Dios en su
vida, sepa que Dios puede usar incluso el mal para hacer el bien. Él no causa el mal,
sino que usa el mal para transformar situaciones malas en grandes beneficios. Es
como José les dijo a sus hermanos, que lo vendieron:
Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que
vemos hoy, para salvar la vida de mucha gente. (Génesis 50:20)
¡Quien está dentro de la voluntad de Dios no tiene cómo perder! ¡Si gana, gana; y
si pierde, también gana!
Otro breve esclarecimiento sobre los versículos 26 y 27 cuando Jesús pide que Juan
cuide a Su madre María. De ninguna manera quiso decir que debemos adorar a
María, ni que ella es ahora nuestra madre. Fue una manera cuidadosa de Jesús con
la que sirvió de instrumento para que Él viniese al mundo. Un cuidado que todos
los hijos tienen que tener con sus madres.
Como una última observación sobre este capítulo, note el papel de la política, del
juego de poder en toda esa trama que culminó con las crucificción de Jesús. Desde
el inicio de la humanidad, personas malas han ocupado las posiciones de poder en
los tronos de este mundo. Necesitamos hombres y mujeres de Dios que tengan el
mismo coraje y la osadía para hacer el bien que los hijos del infierno han tenido
para hacer el mal.
La muerte, sin embargo, no pudo contener a nuestro Señor por mucho tiempo…
JUAN 20: NUESTRO BIG BROTHER
La primera persona que vio a nuestro Señor Jesús resucitado fue una “pecadora”,
la ex prostituta María Magdalena, de quien Él había expulsado siete demonios.
No fueron ni Pedro, ni Juan, ni María la madre de Jesús. Son los pecadores, los
rechazados, los despreciados los que normalmente se entregan más rápidamente
a Dios, y por eso son los primeros que Lo ven en sus vidas. No tienen nada que
perder. Saben que Lo necesitan. Incluso en Su resurrección, el Señor Jesús dejó
clara Su misión: “Yo vine para los enfermos, los sanos no necesitan un médico”.
Quien se cree suficientemente bueno, confía en sus propias capacidades, no busca
y no puede ver a Dios.
Para mí el versículo principal de este capítulo es el 17. Léalo atentamente, después
de revelarse a María Magdalena, Jesús le dijo:
No Me toques, porque aún no he subido a Mi Padre; mas ve a Mis hermanos, y
diles: Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios.
¿Se dio cuenta de lo que la muerte y la resurrección del Señor Jesús hizo por los
discípulos?
Ellos comenzaron como simples aprendices del Señor. Eran nada más que siervos.
Después de tres años con Él, el Señor les había dicho: “No os llamo más siervos y sí
Mis amigos”. Ahora el Señor les da la mayor promoción de todas: se convirtieron
en Sus hermanos, ¡hijos de Su Padre! Nunca hasta ahora Jesús se había referidos a
ellos así.
Y note también que esas fueron las primeras palabras de Jesús al volver de la
muerte. ¡Hizo esa declaración como un campeón que acaba de vencer el mayor
combate de su carrera y le anuncia al mundo su victoria! La gran victoria del Señor
Jesús fue esa: conquistar para los que creen en Él el derecho de ser Sus hermanos
e hijos del Altísimo. ¡Jesús es nuestro hermano mayor! ¡Su Padre es nuestro Padre!
Jajajaja… ¡Puede reír entonces! ¡Puede bailar también si quiere! ¡Puede
agradecerle a su Hermano y a su Padre!
Aquel mismo domingo más tarde, Jesús se les apareció a los discípulos que estaban
escondidos, llenos de miedo de los judíos. ¿Iban a ser ellos los próximos en ser
apresados y asesinados? ¿Cómo iban a escapar de Jerusalén sin que los vieran?
Imagínese lo que pasaba por sus mentes. Por eso, el Señor enseguida los saludó
diciéndoles: “La paz sea con vosotros” Estas también son palabras de Él hacia
nosotros cuando no aqueja el temor, en medio de nuestros problemas.
Tomás no estaba allí, y cuando oyó lo que los discípulos decían, se resistió a creer.
Solamente ocho días después pudo tener el encuentro con Jesús resucitado. ¡Cómo
atrasa la incredulidad la vida de las personas!
Feliz es quien no vio pero creyó. Grandes bendiciones están reservadas para los
que creen sin necesidad de ver.
Querido amigo(a) que ha acompañado este propósito de Juan: ¿Usted cree en Él?
¿Percibe usted Su Espíritu ahí cerca suyo mientras lee esto? Entonces, ¡sea lleno de
la alegría de Dios ahí ahora, sea usted quien sea, esté donde esté, haya sido cual
haya sido su pasado! Fue por usted que Él venció todo, hasta la muerte, para que
usted también venza con Él. Si todavía no se entregó a Él, entréguese ahora por
completo, de cuerpo, alma y espíritu. ¿Todavía tiene alguna duda de que puede
confiar en Él y de que Él solo quiere su bien?
Mañana es el último día de nuestra meditación. Usted que ha acompañado estos
posts y aun no hizo su comentario, por los menos “unito” puede dejar hoy aquí…
JUAN 21: OLVÍDESE DE LOS PECES
Este es nuestro último comentario – por eso es más largo que los anteriores. Pero
vale la pena leerlo hasta el final.
El relato de Juan termina con la escena de un encuentro más del Jesús resucitado
con los discípulos, esta vez en la orilla del Mar de Galilea. Él permaneció en la
Tierra cuarenta días después de Su resurrección – dando señales, enseñando,
exhortando y preparando a los discípulos para el inicio de la iglesia.
En este específico encuentro, solo siete de los once discípulos estaban presentes.
¿Dónde estaban los otros cuatro? La vez anterior, Tomás no estaba, y se perdió el
primer encuentro con el Señor. Pero por otro lado, esta vez él es nombrado aquí
entre los siete. Parece que aprendió la lección: su lugar era junto a los discípulos.
Muchos cristianos pierden bendiciones y oportunidades de crecimiento espiritual
porque no están presentes en la iglesia, no se unen a los demás discípulos que están
sirviendo al Señor. Quieren que el Señor Se les aparezca individualmente. Note que
cada vez que Jesús Se les apareció a los discípulos después de la resurrección, fue
a los que estaban juntos. ¿Usted ve en la iglesia a personas que sirven a Dios con
sinceridad y disponibilidad? Júntese a ellas, si quiere recibir más de Dios. “Donde
estuviesen dos o tres personas reunidas en Mi nombre, allí estaré en medio de
ellos.” No es que Dios no esté cerca de quien está solo. Es que Él honra a los que
quieren servir juntos, pues juntos podemos más.
Toda esta escena de la pesca parece tener un simbolismo muy grande. Jesús
nunca hizo ni habló nada por casualidad. ¿Por qué escogió aquel momento y lugar
para aparecérseles a ellos?
Los discípulos estaban allí un tanto perdidos sobre qué se suponía que debían hacer
después de los eventos de los últimos días. Pedro de repente vino con la idea: “Yo
voy a pescar”. Y los demás simplemente decidieron acompañarlo.
Sabemos que Pedro era pescador. Pero desde su encuentro con Jesús, había sido
llamado para dejar las redes y convertirse en pescador de hombres. ¿Estaría él
pensando ahora en volver a la vida de pescador?¿Habría pensado que “fue bueno
mientras duró” y que ahora que el Señor no estaba más al lado de ellos para
alimentarlos, necesitaba encontrar una manera de volver a la “normalidad” y
cuidar su propia vida?
No sabemos lo que pasaba por su mente, pero parece muy clara la lección que Jesús
les dejó a ellos allí en la playa. Con solo una palabra, les ayudó a tener una pesca
abundante. Cuando llegaron a la playa, Jesús ya les había preparado pan y pescado,
y les dio nuevamente de comer. El recado era: “No se preocupen con pescados,
comida no les va a faltar mientras estén Conmigo. ¡Salgan del mar y vayan tras las
personas! Ellas sí los necesitan. Ustedes son pescadores de almas, ¿lo recuerdan?
Cuiden Mis ovejas y Yo los cuidaré a ustedes.”
Cuántas veces queremos volver a la vida antigua, extrañamos las cosas de la vida
pre-Jesús. No extrañamos el sufrimiento, claro, pero podemos ser tentados por
aquellas cosas que nos daban placer. Tenemos que tener cuidado para no caminar
hacia atrás.
¿Cuántos fueron llamados para ganar almas, pero con el tiempo volvieron a
preocuparse solamente por sí mismos?
Vea también cómo Jesús retribuye con abundancia. Cuando Él Se apareció entre
los discípulos días antes en Jerusalén, a puertas cerradas, “Le presentaron un
pedazo de pescado asado”. (Lucas 24:42) Era todo lo que ellos tenían. Ahora, Él los
retribuye con más de cien veces más: 153 grandes pescados. ¿Quién puede darle a
Dios más de lo que Él da? ¿Cómo ser mezquino o tener miedo a renunciar a meras
migajas para nuestro Señor, cuando Él, con una sola palabra, puede ordenar las
riquezas que vengan a nuestras manos?
La otra parte de este capítulo nos muestra cómo Jesús lidió con el error de
Pedro por haberlo negado tres veces. Él no lo reprendió, no lo humilló, ni le echó
en cara su fracaso. Sabía que Pedro ya había llorado amargamente y se había
castigado a sí mismo. Jesús con certeza vio la tristeza de Pedro, que nuevamente
salió a la luz cuando el Señor le preguntó tres veces lo mismo. La tristeza divina es
para el bien, produce arrepentimiento. Muchos no se sienten tristes por sus
pecados, por eso nunca se arrepienten y nunca logran vencerlos. (2 Corintios 7:10)
Y porque el Señor vio ese arrepentimiento sincero en Pedro, fue práctico y Se
enfocó solo en lo que él debería hacer a partir de ahora. El pasado pasó. Si usted
ya dejó de equivocarse, lo que importa ahora es lo que va a hacer para hacer lo
correcto.
Pero el Señor aún tenía una lección más para Pedro. Era al respecto a cómo él se
preocupaba por los demás y competía con ellos. Por eso el Señor le preguntó: “¿Me
amas más que a estos otros?”
Antes de negar a Jesús, Pedro Le había dicho: “Aunque todos se escandalicen, ¡yo,
jamás!” (Mateo 14:29) Se creía más fuerte, más capaz y más fiel que sus
compañeros. No debemos creernos mejores que los demás. Aunque debamos
buscar ser mejores que todos, tenemos que en humildad de espíritu estimar a los
demás como mejores que nosotros, pues conocemos nuestras debilidades mejor
que las de ellos. Incluso la fe y la santidad pueden hacernos orgullosos.
Pero incluso después de aquella pregunta, parece que Pedro aún no había
entendido que debía preocuparse por él mismo y no preocuparse por la vida de los
demás. Cuando el Señor lo llamó para seguirlo, Pedro fue, pero miró para atrás y
vio que Juan también los acompañaba. Como Jesús le acabó de decir el tipo de
muerte que Pedro iba a sufrir, este quiso saber también qué sucedería con Juan. Y
fue entonces que Jesús, directamente, le dio una por la cabeza: “¿Qué tienes que
ver con eso?”
Cuidar nuestra propia vida ya es bastante trabajo. No necesitamos cuidar la de
los demás.
Y es con este aviso que terminamos este Propósito: Cuide su vida. Como usted debe
haberse dado cuenta al estudiar este libro, ella es preciosísima. Su costo fue la vida
del propio Hijo de Dios. Con este precio, usted recibió el derecho de ser hijo
también. La misma invitación que Jesús le hizo a Pedro, le hace ahora a usted:
“Sígueme.”
¿Qué hacer ahora?
1. Comience a ser un seguidor de Jesús. Deje la religión, sea cual sea, pues esta es un
sistema de hombres que le ata más de lo que le ayuda. Déjela y pase a cultivar una
relación real con Dios a través de Su Hijo.
2. Continúe meditando en la Palabra de Dios. Vea cómo este Propósito le fortaleció.
¿Por qué parar? Meditar en ella le ayudará a conocerlo mejor y le fortalecerá la fe
a cada día. Frecuente una iglesia donde la Biblia es vivida por sus predicadores, y
únase a otros cristianos que tengan el mismo espíritu. Una iglesia fuerte le hace
fuerte. Pero no vaya allá para cuidar la vida de los demás. Basta la suya.
3. Ayude a otros a que conozcan a Jesús. Después de cuidar de su propia salvación,
esta es su mayor responsabilidad. Lo que Dios le dio no es solo para usted. La mejor
manera de presentarles a Jesús a los demás es vivir como un verdadero hermano
de Él. Deje que su Luz brille. Y aproveche todas las oportunidades para hablarle de
Él a alguien.
Por último, un pedido. Si este Propósito de Juan lo bendijo, convenza a por lo
menos tres personas de hacerlo. Páseles este link y motívelas a participar. Ellas
pueden comenzar cuando quieran. Esta es la mejor manera de agradecerme –
¡ayudándome a llevar a otros a conocer a este Jesús que cambió mi vida y ahora la
suya!
Muchas gracias. ¡Paz!