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Introducción
El libro de Juan escrito 95 años después de Cristo, escrito por el Apóstol con el mismo nombre se centra en relatar el
ministerio de Jesús en Judea y en Jerusalén. Busca dar detalles de la personalidad de Jesús para que todo aquel que leyera o
escuchara este evangelio crea en el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios y así creyendo pueda tener vida en su nombre.
Juan busca enfatizar que Jesús era el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios profetizado en el Antiguo Testamento y que ya había
venido en carne. Y busca en su narración testigos que lo confirmen:
Juan el Bautista cuando lo anuncia dice: “He aquí el Cordero de Dios”
Juan el Bautista después de bautizarlo dijo: “Yo le vi y doy testimonio de que aquel es el Hijo de Dios”
Cuando Andrés, discípulo de Juan el Bautista, decide seguir a Jesús le dice a su hermano Simón: “Hemos hallado al Mesías,
al Cristo”.
Cuando Jesús llamo a Felipe y este luego le dijo a su hermano Natanael: “Hemos hallado aquel que está escrito en la Ley de
Moisés, en la de los profetas, a Jesús, hijo de José de Nazaret”
Natanael al ver que Jesús lo había visto “debajo de la higuera” dijo: “Tu eres realmente eres el Hijo de Dios, tu eres el Rey
de Israel”.
Cuando la mujer samaritana y los hombres samaritanos escucharon a Jesús dijeron “Ya no creemos solo tu dicho que decía:
“me ha dicho todo lo que he hecho”, sino que nosotros mismos hemos visto y verdaderamente sabemos de que este es el
Salvador del mundo”
Pero a pesar de las señales y milagros, donde convirtió el agua en vino, a pesar de que sano a un paralitico en el estanque de
Betesda, ni porque sano al hijo del oficial del Rey en Cana de Galilea, los Fariseos, los saduceos, no creían en el. Y llego el
punto en que lo odiaban, y procuraban matarle porque había dicho que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios (Juan
5:18).
Jesús les responde a los judíos
Todo lo que el Padre hace, también hace el Hijo (Juan 5:19)
El ministerio de Jesús fue dirigido, planificado por el Padre, por medio del plan de redención. Jesús no vino hacer lo que él
quiso, vino a cumplir la voluntad del Padre que lo envió.
Jesús se hizo hombre, se hizo carne, se despojo así mismo tomando forma de siervo, hecho semejante al hombre. Con un
estuche hombre, con un cuerpo carnal Jesús NO podría hacer nada por sí mismo. Le hubiera sido imposible haber
transformado el agua en vino, le hubiera sido imposible hablar con autoridad, le hubiera sido imposible sanar al hijo del
oficial del rey y peor sanar al paralitico.
Como lo hizo? La única forma posible de que Jesús haya podido “ver” lo que hace el Padre es gracias al Espíritu Santo que
se poso sobre su cabeza en forma de paloma y dicen las escrituras que permaneció sobre él.
Dicen las Escrituras que Dios no da el Espíritu Santo por medida! Iglesia amada!. Usted también tiene el mismo Espíritu de
Dios morando y queriendo manifestarse en usted. Si Jesús vio señales del Padre, usted también las puede ver. Si Jesús vio
prodigios del Padre, usted también. Si Jesús vio milagros del Padre, usted también los puede ver.
Jesús dijo él cree en mi y en las cosas que yo hago, el también las hará y aun mayores cosas hará!
Porque el Padre ama al Hijo (Juan 5:20)
Jesús pudo ver las cosas del Padre, y pudo ver obras como consecuencia de su fidelidad, como consecuencia de su
obediencia al Padre que lo envió. Dicen las escrituras que el Padre lo exalto hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre
todo nombre, para que el nombre de Jesús se doble toda rodilla que este en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra y para
que toda boca confiese de que Jesús es el Señor.
Cada día, cada semana de la vida de Jesús desde su nacimiento, su muerte en la cruz hasta la ascensión al cielo, fueron actos
de obediencia al Padre. Por eso cada paso de Jesús en obediencia, el Padre le demostraba su amor, enseñándole,
permitiéndole ver su Gloria aquí en la tierra manifestada en señales, prodigios y milagros.
Dios también ama a usted y a mí, ama a todo aquel que aun no conoce del Salvador. Muchos piensan que las señales,
milagros quedaron para la iglesia primitiva. Yo creo que el mismo Dios de Abraham es mi Dios, creo que el mismo Dios que
levanto de entre los muertos a Jesús mora en mí y en su Iglesia.
Debemos creer que si andamos en plena obediencia al Padre, cuidando nuestros ojos, guardando nuestro corazón de la
contienda, del odio, de la envidia, perdonando siempre y amando al prójimo, y anhelando cumplir sus mandamientos. Usted
y yo, nuestros ojos podrán ver cosas que ojo no vio, y empezar a oír cosas que oído no oyó. Porque Jesús dijo “esto les tengo
preparado a los que me aman”.
Conclusión
Es así como el autor del evangelio de Juan después de narrar la vida de Jesús, de sus señale y prodigios en Judea, Samaria y
Galilea. Ahora deja bien en claro quién es el camino, quien es la verdad y quien realmente da la vida al hombre.
Para que el hombre que este desviado conozca la verdad y pueda enderezar sus caminos. Si su corazón alaba, que alabe a
Cristo, y así honra al Padre. Que sepa que Jesús tiene el poder sobre la vida y la muerte, que sin el nadie somos, somos planta
estéril sin fruto.
Y si las dudas aun quedan dentro de los lectores judíos, le dice que el Padre mismo dio testimonio cuando fue bautizado y
dice “Los cielos fueron abiertos, y una voz en el cielo que decía: este es mi hijo amado en el que tengo complacencia”.
Finalmente, como iglesia recordemos que la misma autoridad que tuvo el Señor, nosotros como iglesia obediente a su
voluntad, también tenemos esa privilegio de ver el Reino de Dios manifestarse aquí en la tierra. Pero no para vanagloriarse
sino para ser testigos de él en todas las partes del mundo y así expandir el evangelio de Jesús aquí en la tierra.