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ESTÚDIO

BÍBLICO
(HECHOS)

Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de


ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la
prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como
a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás
el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios
Proverbios 2:1-5
Hechos 1:4-26
Continuamos estudiando hoy el capítulo 1 de los Hechos. Y en nuestro programa
anterior hablábamos de que Jesús después de Su muerte, había resucitado y se había
presentado vivo con muchas pruebas indubitables. Y señalamos que el problema hoy
en día no está en los hechos mismos, sino en la incredulidad del ser humano. Los
hechos están a disposición de quien quiera examinarlos. ¿Dónde está entonces el
problema? El problema, está en la persona, en el ser humano. El problema no está
en la Palabra de Dios. Y usted estimado oyente, puede saber esto si es que en verdad
quiere saberlo. El problema con mucha gente hoy en día es que no quiere realmente
saberlo. El problema no está en la mente, sino en la voluntad. Como dice el refrán:
"No hay peor ciego, que el que no quiere ver". Comencemos hoy leyendo el versículo
4 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Y estando juntos, les ordenó: No salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del
Padre, la cual oísteis de mí"
Este es el final de la larga oración gramatical de 2 versículos. Los apóstoles debían
esperar la venida del Espíritu Santo. Hasta que aquel evento tuviese lugar, Sus
órdenes consistían en esperar la promesa del Padre. Ahora, el versículo 5 dice:
"porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el
Espíritu Santo dentro de no muchos días."
El Cristo resucitado se apareció a los apóstoles y les dio estas instrucciones. Les dijo
que algo les sucedería. Serían bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días. Este bautismo del Espíritu Santo era la promesa del Padre. Y Jesús ya les había
hablado acerca de ello.
Es importante notar que aquí no se estaba hablando acerca del bautismo con agua,
el cual es un bautismo ceremonial. En este pasaje se habla del bautismo del Espíritu
Santo. El bautismo del Espíritu Santo es un verdadero bautismo. Es este bautismo
del Espíritu Santo, lo que coloca al creyente dentro del cuerpo de los creyentes, al
cual nos referimos como la Iglesia.
Cuando lleguemos al segundo capítulo que habla de la venida del Espíritu Santo en
el día de Pentecostés, veremos que fueron llenos del Espíritu Santo. Eso era necesario
para que pudieran servir. El hecho de que fueron llenos del Espíritu Santo para llevar
a cabo su servicio, indica que los otros ministerios del Espíritu Santo también habían
sido realizados. Pero, en nuestro estudio del capítulo 2 entraremos en más detalles
al respecto. Leamos ahora el versículo 6 de este capítulo 1 de Hechos:
"Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el
reino a Israel en este tiempo?"
Usted tal vez ha notado que algunos de los comentaristas han criticado a los apóstoles
por haber hecho esta pregunta. Creen que los apóstoles se equivocaron al hacerla.
Pero, creemos que la respuesta que el Señor les dio, indica que no se equivocaron
en lo absoluto. Su pregunta fue legítima y natural, y nuestro Señor la contestó como
tal y no les reprochó nada.
Los apóstoles conocían bien el Antiguo Testamento. Habían esperado la venida del
Mesías. Comprendían que el Mesías sería el que establecería el reino sobre esta tierra.
Ésa era su esperanza. Y ésta a propósito, es todavía la única esperanza para esta
tierra. Dios no ha acabado su trato con esta tierra. Dios tiene un propósito eterno
para la tierra, y fue precisamente en cuanto a este reino de Dios de lo que hablaron
y que incluía el restablecimiento de la casa real de David. Éstas fueron las cosas de
las cuales habló Jesús después de Su resurrección. Vimos en el versículo 3 que les
habló "acerca del reino de Dios". Veamos ahora la respuesta que Jesús les dio, aquí
en el versículo 7:
"Les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso
en su sola potestad"
Les informó de que en este tiempo en particular, el reino no sería establecido.
Entonces, más bien, tomaría de todas las naciones un pueblo para Su nombre, es
decir, la Iglesia. En el capítulo 15 de este libro de los Hechos, cuando los apóstoles
se reunieron para el primer concilio en Jerusalén, Jacobo les hizo notar esto. Dice en
el capítulo 15, versículos 14 al 18: "Simón ha contado cómo Dios visitó por primera
vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan
las palabras de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré y reedificaré
el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar,
para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones, sobre las
cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto desde
tiempos antiguos."
Esto es lo que Dios está haciendo en la actualidad. Está visitando a los seres humanos
para tomar de ellos un pueblo en el que se invoque Su nombre. Dios está llamando
del mundo a personas que confíen en Cristo, y que el Espíritu Santo bautiza
uniéndoles al cuerpo de creyentes, es decir, a la iglesia.
Por tanto, cuando los apóstoles le preguntaron a Jesús si restauraría el reino "en este
tiempo", su respuesta fue que éste no era el tema para discutir en aquella época. Ni
tampoco es el tema para discusión hoy. Muchos preguntan hoy: "¿No cree usted que
Cristo vendrá pronto?" Bueno, estimado oyente, permítame decirle algo. Yo sí creo
que vendrá pronto, pero no tengo ningún derecho, ni autoridad para decirle a usted
que vendrá pronto, porque no lo sé. Es que, ni a usted ni a mi nos corresponde saber
los tiempos o las ocasiones. Eso no es lo importante para nosotros. Ahora, le aseguro
que creo en la profecía. Sin embargo, creo que podemos llegar a poner demasiado
énfasis en la profecía. Creo que para crecer en la fe hace falta algo más que un
estudio profético.
Entonces, ¿cuál es nuestra misión en la actualidad? Observemos una vez más, que
nuestro Señor no reprendió a Sus discípulos por la pregunta que le habían hecho. En
lugar de eso, les enseñó que Él pensaba en otra cosa. Él les dijo: "No os toca a
vosotros saber los tiempos o las ocasiones, que el Padre tiene autoridad para hacer.
. ." Pero escuche usted, aquí está Su misión explicada en el versículo 8:
"pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra."
Ésta es la comisión que todavía está en vigor en el día de hoy. Esta comisión no fue
solamente a una institución corporativa, o sea a la Iglesia como un cuerpo. En
realidad es más bien una comisión muy personal, un mandato que fue dado a cada
creyente, individualmente. Esta comisión fue encargada a estos hombres aun antes
de que el Espíritu Santo hubiera venido y formado la Iglesia.
Éste, pues, un mandamiento personal que es para usted y para mi, estimado oyente.
Es nuestra misión, es nuestro trabajo, propagar la Palabra de Dios en el mundo. No
podemos decir que le toca a la Iglesia enviar a los misioneros para proclamar el
evangelio por medio de ellos, y quedarnos nosotros de brazos cruzados. Lo
verdaderamente importante es lo que usted y yo estemos haciendo individualmente
para proclamar la Palabra de Dios. ¿Ha llegado usted hasta lo último de la tierra como
testigo del evangelio? ¿Ayuda usted a un misionero que sí lo ha hecho? ¿Colabora
usted con un programa radio que difunde la Palabra de Dios? ¿Se ha comprometido
usted personalmente con esa misión? Eso es lo importante.
Dios quiere que los seres humanos se salven. Esta es nuestra misión. Pero para poder
propagar el evangelio necesitamos poder. Esa fue su promesa - "recibiréis poder". Y
necesitamos de la guía del Señor. Ante esta gran tarea, no hay ningún poder en
nosotros, aunque sí hay poder en el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien se
mueve a través de una persona, a través de alguna iglesia, o por medio de un
programa de radio. La cuestión es si nosotros le permitimos actuar por medio
nuestro.
El asunto es si le permitimos obrar por medio nuestro. Recordemos la promesa: "Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, ? dice el
versículo 8, y continúa diciendo ? y me seréis testigos. . . ." Es decir, nuestro
testimonio es en cuanto a Cristo. Él es el centro de atracción. Luego dice: "en
Jerusalén", es decir en nuestro pueblo natal; si no lo hay, debiera haber un testimonio
para Cristo. Toda Judea, se refiere a la vecindad, a nuestra comunidad. Samaria,
está donde viven aquellos con quienes no nos relacionamos. Es posible que no nos
reunamos con ellos socialmente, pero tenemos la responsabilidad y el privilegio de
llevarles el evangelio.
Por último, este testimonio para Cristo debe llegar hasta los confines de la tierra.
Nunca debemos perder de vista el hecho de que ésta es la intención del Señor. Él
nos ha dicho que si le amamos, guardemos Sus mandamientos. Este mandamiento
es personal. No podemos evadirnos de esta carga diciendo que la Iglesia lo está
cumpliendo y que por tanto, no tenemos que comprometernos con ello. Estimado
oyente, ¿hasta que punto se ha comprometido usted? ¿Hasta donde llega usted en
su testimonio para Cristo? Pasemos ahora a considerar la ascensión y la promesa del
regreso de Jesús. Leamos el versículo 9 de este capítulo 1 de los Hechos, para iniciar
un nuevo párrafo titulado:
La ascensión y la promesa del regreso de Jesús
"Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió una nube que
lo ocultó de sus ojos."
La ascensión del Señor Jesucristo fue un milagro importante y significativo en el
ministerio del Señor. Las Escrituras dicen que sólo hubo una nube para recibirle.
¿Qué clase de nube sería? ¿Sería una nube común de vapor de agua? De ninguna
manera. Ésta fue la misma nube de gloria, la gloria ?shekina? que llenó el tabernáculo
en los tiempos del Antiguo Testamento. En su oración como Sumo Sacerdote, Él había
orado lo siguiente en el capítulo 17 del evangelio según San Juan, versículo 5: "Ahora
pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes
que el mundo existiera". Cuando Cristo nació en el mundo, fue envuelto en pañales.
Cuando salió de la tierra, fue envuelto en nubes de gloria. Así fue como el regresó a
la derecha del Padre celestial.
Mientras los apóstoles observaban esta escena, dos ángeles con el aspecto de
hombres se les aparecieron y les comunicaron un mensaje importante. Leamos los
versículos 10 y 11 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, se pusieron
junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales les dijeron: Galileos, ¿por
qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al
cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo"
Fue Jesús glorificado quien subió al cielo. Este mismo Jesús, el Jesús glorificado
vendrá así como se fue, y al mismo lugar. El profeta Zacarías en el capítulo 14 de su
profecía, versículo 4, nos dijo lo siguiente: "En aquel día se afirmarán sus pies sobre
el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén, al oriente; El monte de los
Olivos se partirá por la mitad, de este a oeste, formando un valle muy grande; la
mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur". Volviendo
ahora al capítulo 1 de los Hechos, leamos el versículo 12:
"Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está
cerca de Jerusalén, recorriendo la distancia que la ley permitía recorrer en sábado."
La limitada distancia que podían recorrer, de acuerdo con la ley mosaica, alrededor
de un kilómetro, hacía que la gente no se desplazase muy lejos de su lugar de
residencia. Por tal motivo creemos que todos los discípulos se quedaron muy cerca
del templo durante los días de fiesta, cuando llegaron a Jerusalén para adorar. El
monte de los Olivos probablemente estaba cubierto por varios miles de personas,
que estarían acampadas allí durante la época de las fiestas. ¿Por qué? Porque según
dicha ley, tenían que quedarse dentro de un día de reposo de camino del templo.
Continuemos con los versículos 13 y 14 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Cuando llegaron, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro y Jacobo, Juan,
Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y
Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego,
con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos."
Nos alegramos que María la madre de Jesús estuviera allí. Ella entonces estaba libre
de cualquier duda que hubiera existido con relación al nacimiento virginal de Jesús.
En aquellos momentos, la actitud de los apóstoles y de los creyentes era una actitud
de unidad, de oración, y de espera.
Y no hay ninguna manera en que nosotros podamos duplicar hoy aquel período.
Recordemos que aquel fue un período de tiempo, parecido a una cápsula de tiempo,
que se extendió entre la ascensión del Señor Jesucristo al cielo y la venida del Espíritu
Santo. Y nosotros no estamos viviendo en ese período de tiempo. No podemos
duplicarlo. El Espíritu Santo ya ha venido en nuestro tiempo. Leamos ahora los
versículos 15 al 18, para iniciar un párrafo que incluye
El nombramiento de un apóstol
"En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (los reunidos eran como
ciento veinte en número), y dijo: Hermanos, era necesario que se cumpliera la
Escritura que el Espíritu Santo, por boca de David, había anunciado acerca de Judas,
que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros y tenía parte
en este ministerio. Éste, pues, que había adquirido un campo con el salario de su
iniquidad, cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se
derramaron."
Vemos aquí a Simón Pedro hablando otra vez. Ahora tengamos en cuenta que esto
ocurrió antes de que el Espíritu Santo viniera en Pentecostés. A este hombre le faltaba
recibir la plenitud del Espíritu Santo, así como nos falta recibirla a usted y a mí. Ahora
ciertamente dio una descripción de Judas, ¿no le parece? Continuemos pues con los
versículos 19 y 20 de este capítulo 1 de los Hechos:
"Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo
se llama en su propia lengua, Acéldama (que significa "Campo de sangre"), porque
está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación y no haya
quien more en ella, y: Tome otro su oficio."
Siempre surge la pregunta en cuanto a lo que tuvo lugar aquí. ¿Debían ellos haber
efectuado esta elección para escoger a un hombre que sucediera a Judas? Creemos
que no. Leamos los versículos 21 y 22 ahora:
"Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo
el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el
bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea
hecho con nosotros testigo de su resurrección."
Creemos que la elección de un sucesor para Judas Iscariote fue más bien gestionada
por Pedro, sin la presencia y guía del Espíritu Santo. Recordemos que el Espíritu
Santo aún no había venido. Matías evidentemente era un buen hombre. Eso fue
indiscutible. Satisfizo todos los requisitos de un apóstol, lo cual significaba que tuvo
que haber visto al Cristo resucitado, ya que ese era un requisito indispensable.
Continuemos con los versículos 23 al 26 de este capítulo 1 del libro de Hechos:
"Entonces propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre
Justo, y a Matías. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos,
muestra cual de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y
apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.
Entonces echaron suertes sobre ellos, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado
con los once apóstoles."
No vemos cómo el echar suertes pudiera tener relación con la dirección del Espíritu
Santo, ni que Dios pudiera revelarse por este procedimiento. Esa no es la forma cómo
Dios guía. Surge entonces la pregunta: ¿Fue pues Matías el que ocupó el lugar de
Judas? Nosotros creemos que no. Más bien, cuando el Señor Jesucristo mismo lo
consideró oportuno, nombró a alguien para ocupar el lugar de Judas Iscariote.
Resulta significativo que no volveremos a encontrar en el relato ninguna otra mención
a Matías. Nada quedó registrado sobre su ministerio, si realmente lo tuvo. Creemos
que el Espíritu Santo ciertamente ignoró a Matías. Ahora también creemos que aquel
que el Espíritu de Dios eligió, no fue otro que Pablo el apóstol. Alguien podría
preguntar con qué autoridad hacemos esta afirmación. Escuchemos lo que el mismo
apóstol Pablo dijo en su carta a los Gálatas capítulo 1, versículo 1: "Pablo, apóstol
(no por disposición de hombres, ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre
que lo resucitó de los muertos)". Lo que Pablo dijo fue que había sido escogido por
Dios el Padre y por el Señor Jesucristo. ¿Cómo fue elegido? Por medio del Espíritu
Santo, a quien Dios había enviado al mundo. El ministerio del apóstol Pablo
ciertamente justificó el hecho de que él fuera quien debía tomar el lugar de Judas.
Otros comentaristas Bíblicos creen que fue Matías quien ocupó el lugar de Judas.
Para concluir hoy, y aunque ya lo hemos hecho en la introducción, queremos enfatizar
que Hechos 1 conduce a los cuatro Evangelios hacia un punto focal. Mateo concluyó
con la resurrección de Jesús. Marcos con Su Ascensión. Lucas con Su promesa del
Espíritu Santo y Juan, con Su promesa de la Segunda Venida. Hechos 1 reunió a los
cuatro relatos y mencionó cada uno de estos hechos tan importantes. Así fue como
los cuatro Evangelios se encaminaron hacia el libro de los Hechos, y el libro de los
Hechos constituyó el puente entre los Evangelios y las Epístolas o cartas apostólicas.
Estimado oyente, esperamos que al recordar estos grandes acontecimientos en el
propósito de Dios para la humanidad, nos referimos a la resurrección de Jesús, Su
ascensión al cielo, Su promesa del Espíritu Santo y Su segunda venida, usted sienta
que Dios le ama y le incluye a usted en su propósito salvador.
Hechos 2:1-13
Continuamos hoy nuestro estudio en el libro de los Hechos de los Apóstoles y
llegamos al capítulo 2. Pero antes de entrar en el estudio de este capítulo 2, quisiera
mencionar una vez más el hecho de que el capítulo 1 de los Hechos concentró en un
punto de enfoque común a los cuatro evangelios. El evangelio según San Mateo,
concluyó con la Resurrección. El evangelio según San Marcos, concluyó con la
Ascensión. El evangelio según San Lucas concluyó con la Promesa del Espíritu Santo.
Y el evangelio según San Juan, terminó con la Promesa de la Segunda Venida. Y el
capítulo 1 de los Hechos reunió a esos cuatro grandes acontecimientos y mencionó
cada uno de ellos. Los cuatro evangelios desembocaron, por decirlo así, en el libro
de los Hechos de los apóstoles. Y el libro de los Hechos constituyó un puente entre
los Evangelios y las epístolas o cartas apostólicas. Bien, y ahora sí vamos a entrar en
nuestro estudio del capítulo 2. Este capítulo 2, cuyo tema es el día de Pentecostés,
puede ser dividido en dos partes principales. Los versículos 1 hasta el 13 contienen
la Venida del Espíritu Santo. Y, en los versículos 14 al 47, se encuentra el primer
sermón pronunciado por el apóstol Pedro en la época de la iglesia. Leamos pues el
primer versículo de este capítulo 2 de los Hechos, iniciando el párrafo correspondiente
a
La venida del Espíritu Santo
"Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos."
El día de Pentecostés debía celebrarse cincuenta días después de la fiesta de las
primicias o primeros frutos. Usted recordará que en nuestro estudio del libro de
Levítico vimos que la fiesta de las primicias hablaba de la resurrección de Jesucristo.
Y el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios capítulo 15, versículo 23 dijo:
"Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida". La pascua en
cambio, hablaba de la muerte de Jesucristo. El apóstol Pablo una vez más en su
primera carta a los Corintios capítulo 5, versículo 7 dijo: ". . .porque nuestra pascua,
que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros."
Como la Pascua se ha cumplido en la muerte de Cristo y la fiesta de las primicias ha
encontrado su cumplimiento en la resurrección de Cristo, creemos que la fiesta de
Pentecostés aquí representaba algo; es decir, que era el cumplimiento de algo. Fue
el día en que nació la Iglesia, el día cuando la Iglesia comenzó a existir.
La expresión "cuando llegó el día de Pentecostés", o cuando se cumplió, significó que
éste era el cumplimiento del designio y propósito para el cual esta fiesta fue dada
originalmente. En Pentecostés debía haber una ofrenda del nuevo grano al Señor, y
ésta debía ser ofrecida en dos panes de la mejor harina cocidos con levadura, como
vimos en el capítulo 23 de Levítico. Esto debía representar el principio y el origen de
la Iglesia. Esta fiesta hablaba de la venida del Espíritu Santo para el ministerio muy
particular de llamar de este mundo a un pueblo para formar el cuerpo de Cristo, que
es la iglesia.
En otras palabras, lo que Belén fue para el nacimiento de Cristo, Pentecostés y
Jerusalén lo fueron para la venida del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se encarnó y
comenzó a bautizar a los creyentes. Esto significa que les identificó con Cristo como
Su cuerpo aquí en la tierra. El apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios
capítulo 12, versículo 13 explicó: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu."
El Espíritu Santo comenzó a hacer una obra en el día de Pentecostés. El día de
Pentecostés se cumplió con este evento. La expresión "Cuando llegó", no se estaba
refiriendo a una determinada hora del día. Significaba que Pentecostés, que Israel
había estado celebrando durante muchas generaciones, al fin se había cumplido.
Veamos ahora el versículo 2 de este capítulo 2 de los Hechos:
"De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual
llenó toda la casa donde estaban"
Permítanos ahora dirigir su atención hacia algo que consideramos muy importante.
Cuando el Espíritu Santo vino, no fue en una forma visible. Sin embargo, dio a
conocer Su presencia de dos maneras. Hubo una apelación a dos de las vías
sensoriales mediante las cuales el género humano recibe su conocimiento.
Adquirimos la mayor parte de nuestro conocimiento por las puertas de entrada del
oído y del ojo. Oímos y vemos. Pues bien, el Espíritu Santo hizo uso de ambas vías.
Por medio del oído percibieron un ruido que llegó del cielo, como de un viento fuerte
que llenó toda la casa donde estaban sentados. No fue ningún viento. Fue un
estruendo como de un viento. No fue como el ruido de la brisa que sopla suavemente
por las copas de los árboles. Producía el ruido de un huracán o de un tornado y
creemos que toda la ciudad de Jerusalén lo pudo escuchar.
Leamos ahora el versículo 3 de este capítulo 2 de los Hechos:
"y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada
uno de ellos."
Observemos que las lenguas eran como de fuego. No eran fuego, sino que parecían
de fuego. Esto llamó la atención por medio de la vía del ojo. Por tanto, en aquel día
de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino a la Iglesia, bautizándolos al cuerpo de
Cristo, hubo una apelación a sentidos como el oído y a la vista.
Esto no debe ser confundido con el bautismo de fuego. El bautismo de fuego es el
juicio que todavía ha de venir. En el libro de Apocalipsis vemos la ira de Dios revelada
desde el cielo como un fuego del cielo. Ese será el bautismo de fuego. Si los hombres
no reciben el bautismo del Espíritu Santo, entonces tendrán que experimentar el
bautismo del fuego que significa juicio. El bautismo de fuego es sólo para aquellos
que han rechazado a Jesucristo. Pero, ese fuego de juicio es algo todavía futuro. El
Espíritu Santo vino en el día de Pentecostés, y ellos vieron algo que tenía la apariencia
del fuego. Continuemos ahora con el versículo 4 de este capítulo 2 de los Hechos:
"Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablaran."
Este versículo dice que ellos fueron llenos del Espíritu Santo. Ahora, alguien
cuestionará el hecho de que hemos estado diciendo que fueron bautizados con el
Espíritu Santo. ¿Fueron de veras bautizados? Creemos que sí. El Señor Jesús les dijo
que lo serían. Dice en el capítulo 1 de este libro de los Hechos, versículo 4 y 5: "Y
estando juntos, les ordenó: no salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del
Padre, la cual oísteis de mí, porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". El mismo hecho
de que fueron llenos del Espíritu Santo indicaba que todos los otros ministerios del
Espíritu Santo a los creyentes de esta época habían sido realizados.
En primer lugar, ellos fueron regenerados Una persona tiene que nacer de nuevo
espiritualmente. En el evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 5, Jesús
respondió al fariseo Nicodemo: ". . . De cierto, de cierto te digo, que el que no nace
de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios". En segundo lugar, el
Espíritu de Dios viene a morar en ellos. Dijo el apóstol Pablo en su carta a los
Romanos, capítulo 8, versículo 9: "Pero vosotros no vivís según los deseos de la débil
condición humana, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en
vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él". En tercer lugar,
fueron sellados por el Espíritu Santo para una relación eterna con Dios. El apóstol
Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 1, versículos 13 y 14 dijo: "En él también
vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es
las arras o garantía de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida,
para alabanza de su gloria". Y una vez más en el capítulo 4 de la misma carta a los
Efesios, versículo 30 dijo: "Y no hagáis entristecer al Espíritu Santo de Dios, con el
cual fuisteis sellados para el día de la redención". Ahora es posible contristar al
Espíritu Santo de Dios, pero no es posible contristarlo hasta el punto de que salga de
uno. El Espíritu de Dios sella al creyente para el día de la redención. Nunca se nos
mandó pedir el sello del Espíritu Santo. Eso es algo que Dios hace al creer nosotros
en Él. La fe en Jesucristo nos da el sello del Espíritu Santo para el día de la redención.
En cuarto lugar, fueron bautizados con el Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu
Santo fue predicho por Juan el Bautista en el capítulo 3 del evangelio según San
Lucas, versículo 16, y fue repetido por el Señor Jesús, como vimos en el capítulo 1
de los Hechos, versículo 5: "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". Entonces tuvo
lugar este bautismo, que les colocó en el cuerpo de los creyentes. Señaló el principio
de la Iglesia. Desde aquel día en adelante, todo creyente en el Señor Jesucristo es
puesto en el cuerpo de Cristo por el bautismo del Espíritu Santo. Como dijo el apóstol
Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, versículo 13: "Porque por un
solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto
esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu."
Ahora, la plenitud del Espíritu Santo también tuvo lugar en el día de Pentecostés.
Observemos que dice aquí en el versículo 4: "Y fueron todos llenos del Espíritu
Santo". Esta plenitud del Espíritu Santo fue para el servicio cristiano. La experiencia
del día de Pentecostés resultó de la plenitud del Espíritu Santo. Hoy ocurre lo mismo.
La plenitud del Espíritu Santo es para servicio. Ésta es la única obra del Espíritu Santo
que debemos pedir. Se nos mandó a ser llenos del Espíritu Santo, como dijo el apóstol
Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 18: "No os embriaguéis con vino,
en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". Cabe destacar aquí que
antes de Pentecostés los creyentes anhelaban esta plenitud del Espíritu. En el capítulo
1 de los Hechos, versículo 14 leímos: "Todos éstos perseveraban unánimes en oración
y ruego". Ahora, ¿A qué se referiría su ruego? Pues, a la promesa del Señor Jesús
que les enviaría el Espíritu Santo.
El bautismo del Espíritu Santo no es un mandamiento que nos haya sido dado. No es
una experiencia. Es un acto de Dios por medio del cual el Espíritu Santo viene a morar
en el creyente en Jesucristo, sellándole para el día de la redención, y colocándole en
la iglesia, es decir, en el cuerpo de Cristo mediante el bautismo del Espíritu. Ahora,
la plenitud del Espíritu de Dios, le capacita al creyente para el servicio cristiano. Se
nos manda pues que seamos llenos del Espíritu Santo.
Después de que fueron llenos del Espíritu Santo, dice el versículo 4 de este capítulo
2 de los Hechos, que: "comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
daba que hablaran."
Ahora estas ". . . otras lenguas. . ." no eran lenguas desconocidas. Había muchas
lenguas habladas por los judíos en todas las provincias del Imperio Romano. Estos
adoradores habían venido de las diferentes partes del Imperio Romano para la fiesta
de Pentecostés. Recordemos que a todos los varones judíos se les requería ir a
Jerusalén para la celebración de tres de las fiestas anuales. Estaban pues, en
Jerusalén para la fiesta, y muchos de éstos no podían hablar hebreo.
Ahora, esto no era extraño. Hay muchos judíos en nuestros países hoy que tampoco
pueden hablar hebreo. Por muchos años fue un idioma casi sin uso, aunque hoy en
Israel, se habla nuevamente.
El día de Pentecostés no puede ser duplicado. Fue un punto preciso en la historia que
marcó un acontecimiento histórico. No podemos duplicarlo de ninguna manera, así
como tampoco podemos duplicar el nacimiento de Cristo en Belén, en el tiempo de
la Navidad.
El Espíritu Santo vino en el día de Pentecostés. No es necesario pedirle que venga de
nuevo. Ya está aquí. El Espíritu Santo de Dios está en el mundo hoy en día. Y Jesús
nos dijo lo que haría después que viniera Su Espíritu. Jesús dijo en el capítulo 6 del
evangelio según San Juan, versículo 14: "Él me glorificará; porque tomará de lo mío,
y os lo hará saber". Cuando estamos hablando acerca de las cosas de Cristo, trayendo
honor y gloria a Su Nombre, sabemos que el Espíritu Santo de Dios está actuando.
Ahora, el versículo 4 de este capítulo 2 de los Hechos termina diciendo: "...según el
Espíritu les daba que hablasen". Estos apóstoles eran de Galilea. No podían hablar
todos los otros idiomas que más adelante se mencionan en este pasaje. Pero en aquel
momento los estaban hablando. El Espíritu les daba la capacidad de hablarlos. Ahora,
leamos el versículo 5 de este capítulo 2 de Hechos:
"Vivían entonces en Jerusalén judíos piadosos, de todas las naciones bajo el cielo."
Habían llegado de todas partes para participar en la fiesta de Pentecostés. Éste era
el motivo por el cual se encontraban en Jerusalén. Ahora el versículo 6 dice:
"Al oír este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los
oía hablar en su propia lengua."
Creemos que se refiere a aquel estruendo como de un viento fuerte que soplaba, que
Jerusalén escuchó y por eso se juntó la multitud. Creo que nunca me olvidaré la
primera vez que escuché cuando uno de estos aviones supersónicos rompió la barrera
del sonido. Todos salieron para ver qué había sucedido. De dónde había procedido
ese estruendo. Nunca antes habíamos oído tal ruido. Pues bien, creemos que este
estruendo aquí fue algo que el pueblo de Jerusalén nunca antes había oído. Y por
tanto, salieron con precipitación para ver de dónde procedía ese estruendo. Y
creemos que esto tuvo lugar en el área próxima al templo y que había allí unos ciento
veinte creyentes como se menciona en el capítulo 1, versículo 15 de este libro de los
Hechos.
Ahora, los que se juntaron allí estaban confundidos, porque no solamente que
hablaban el idioma de su país, sino que también cada persona oyó su propio dialecto;
es decir, la manera en que cada idioma era hablado en una parte del país. Pero estos
hombres no hablaban algo ininteligible. No hablaban en lenguas desconocidas, sino
en los dialectos de las personas que se hallaban en la multitud.
Ahora, hay otro aspecto que debemos mencionar. Algunos eruditos Bíblicos piensan
que es posible que los apóstoles no hablaran en lenguas extrañas de ninguna manera,
pero hablaran en su propio dialecto galileo. En ese caso, el milagro bien pudo haber
ocurrido en el oír, porque se dice que cada hombre les oía hablar en su propio
dialecto. Entonces, el milagro que anuló la barrera del idioma, ¿estuvo en el hablar
o en el oír? El caso fue que se trató de un milagro. Leamos ahora los versículos 7 al
11:
"Estaban atónitos y admirados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que
hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la
que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia,
Judea, Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de África
más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,
cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios."
Aquí había gente de tres continentes. Ciertamente hablaban diversos idiomas y
dialectos. Todos oyeron hablar a estos galileos en un dialecto comprensible. No se
trataba de lenguas desconocidas, sino de lenguas que los oyentes entendieron. Y dice
el versículo 12:
"Estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir
esto?"
Estaban perplejos y no comprendían lo que estaba ocurriendo. Ahora el versículo 13
dice:
"Pero otros, burlándose, decían: Están borrachos."
Es decir, que creyeron que estos hombres estaban ebrios, estaban borrachos.
Debemos terminar por hoy. Es evidente que el pasaje que hemos estudiado tiene un
protagonista principal: el Espíritu Santo. Estimado oyente, recordará usted que,
hablando con los suyos poco antes de Su muerte, Jesús, al anunciarles Su partida,
también les comunicó que vendría el Espíritu Santo. Si usted confía en el Señor
Jesucristo como su Salvador, el Espíritu Santo vendrá, le regenerará y vendrá a morar
en usted. Entonces comenzará a disfrutar de todos los recursos que Dios ofrece a
Sus hijos, junto con la fortaleza y el consuelo para hacer frente a las circunstancias
tan variables de la vida. Porque la Biblia lo dice y nosotros, por nuestra propia
experiencia también lo afirmamos, queremos que usted sepa que merece la pena ser
un hijo de Dios.
Hechos 2:13-47
Continuamos hoy estudiando el capítulo 2 de los Hechos de los apóstoles. Y en
nuestro programa anterior estuvimos hablando de la venida del Espíritu Santo. Y
vimos como todos los que estaban reunidos fueron llenos del Espíritu Santo. Y vimos
también cómo se reunió una gran multitud y estaban todos confusos porque cada
uno les oía hablar a los discípulos en su propia lengua y dialecto. Y estaban todos
atónitos y perplejos, como dice el versículo 12. Se preguntaban "qué quería decir
esto". Es decir, no entendían lo que estaba ocurriendo. Y el versículo 13 dice: ". . .
Mas otros, burlándose decían: Están llenos de mosto". Es decir, que creían que estos
hombres estaban borrachos.
Recordemos que Pablo escribió lo siguiente en su carta a los Efesios capítulo 5,
versículo 18: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed
llenos del Espíritu". ¿Ha notado usted estimado oyente, que al parecer, un borracho
tiene más fuerza? Ciertamente, es más locuaz. Quizá muchos de nosotros
necesitamos hoy la plenitud del Espíritu Santo para ser más locuaces; no para hablar
en un idioma desconocido. Lo que necesitamos es poder para comunicarles el
evangelio a otros, en un lenguaje que puedan comprender. Esto es de suma
importancia.
¡Qué día maravilloso fue este de Pentecostés! Fue el día cuando el Espíritu Santo vino
para llamar un cuerpo de creyentes para formar la iglesia. Así como la fiesta de
Pentecostés en el Antiguo Testamento se celebraba cincuenta días después de la
fiesta de las primicias o primeros frutos de la cosecha, de la misma manera, cincuenta
días después que el Señor Jesús resucitó de los muertos, el Espíritu Santo vino para
llamar a un cuerpo de creyentes.
Vemos que Pedro se dispuso a contestar a la burla de que los discípulos estaban
borrachos. Leamos, pues, los versículos 14 y 15 de este capítulo 2 de los Hechos,
con la respuesta de Simón Pedro que constituyó
El primer sermón de la época de la iglesia, pronunciado por Pedro
"Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo:
Judíos y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras,
pues éstos no están borrachos, como vosotros suponéis, puesto que es la hora
tercera del día."
Ahora, creemos que necesitamos volver y reconocer a los que estaban en la multitud.
Estos eran los hombres de Judea y todos los que vivían en Jerusalén. En aquel día
Jerusalén era una ciudad completamente judía. Pilato y su gente tenían su centro de
operaciones en Cesarea, y no en Jerusalén. Esta Iglesia primitiva era totalmente
judía, es decir, que estaba integrada por israelitas. Y debemos destacar ese hecho.
La iglesia comenzó en Jerusalén y después se extendió por Judea, luego por Samaria
y después hasta los confines de la tierra. Este ha sido el movimiento de expansión
de la iglesia desde aquel día hasta el día de hoy. En el Antiguo Testamento tenían
que ir a adorar a Jerusalén. Ahora, tenían que salir de Jerusalén y llevar el mensaje
del Evangelio a todo el mundo.
Pedro pues, respondió a los que se burlaban diciéndoles que esto que estaba
ocurriendo no era resultado de la embriaguez. Está hablándole a los cínicos, que le
señalaban la hora del día, diciéndoles que ésta no era hora de estar ebrios. Pedro
entonces les habló a los judíos usando sus propias Escrituras y les dijo aquí en el
versículo 16:
Pero esto es lo dicho por el profeta Joel: Pedro hizo uso de esta profecía como una
respuesta a aquellos cínicos, a los incrédulos y a los burlones. Observemos que dijo:
". . . esto es lo dicho..." es decir, esto es similar a o esto es como aquello. No dijo
que éste era el cumplimiento de lo que había sido dicho por el profeta Joel. Estaba
diciendo: "¿Por qué creen ustedes que esto es algo raro o extraño? Pues bien,
tenemos una profecía que dijo que estas cosas iban a suceder". Y Pedro continuó
citando la profecía de Joel. Y nos alegramos que Simón Pedro citara tanto de este
texto como lo hizo, porque dejó en claro que no trataba de decir que esta profecía se
había cumplido allí en ese momento. Ahora, ¿qué es lo que había de venir? Leamos
los versículos 17 al 21 de este capítulo 2 de Hechos:
"En los postreros días?dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y
vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y
vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas,
en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en
el cielo y señales abajo en la tierra, sangre, fuego y vapor de humo; el sol se
convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande
y glorioso. Y todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo."
No creemos que alguien alegue que en el día de Pentecostés la luna se convirtió en
sangre, ni que el sol se convirtió en tinieblas. Cuando Cristo fue crucificado, hubo
oscuridad por tres horas, pero no en el día de Pentecostés. Ni hubo prodigios arriba
en el cielo, ni señales abajo en la tierra. Tampoco hubo sangre, fuego y vapor de
humo. Simón Pedro les citó de este pasaje a estos burlones para mostrarles que el
derramamiento del Espíritu de Dios no les debía haber resultado extraño el profeta
Joel lo había predicho e iba a suceder.
Si leemos el libro del profeta Joel 2:28-32, veremos que tiene mucho que decir en
cuanto al día del Señor. El día de Señor comenzará con el período de la gran
tribulación. Continuará por todo el milenio. Joel habló del hecho de que sería un
tiempo de guerra, un tiempo de juicio sobre la tierra. Esa profecía todavía no ha sido
cumplida. No fue cumplida en el día de Pentecostés.
Pedro hizo uso de un texto de sus Escrituras, para mostrarles que lo que había
ocurrido no era extraño. Y que llegaría el día cuando la profecía de Joel se cumpliría.
Y en el día de Pentecostés los judíos estaban viendo algo que era similar a lo que
todavía había de venir. Después de esta introducción, continuó con el resto del
sermón. Recordemos que estaba hablando a gente que conocía el Antiguo
Testamento. No tratemos de mirarlo desde la perspectiva de más de 2.000 años de
historia de la iglesia. Este fue simplemente el comienzo de la iglesia en el día de
Pentecostés. El origen de la iglesia. Evidentemente estaba hablando a judíos. Y les
dijo: "Varones israelitas,. . ." Y ahora sí estaba llegando al tema. Leamos el versículo
22:
"Israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre
vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por
medio de él, como vosotros mismos sabéis"
En verdad el tiempo no nos permite entrar en cada una de estas maravillas, prodigios
y señales. Personalmente creemos que todos son diferentes. Creemos que los
milagros se realizaban con un propósito, los prodigios con otro propósito y las señales
con otro. Jesús realizó ciertos actos con la intención de que fuesen señales. Algunos
milagros de sanidad fueron realizados para captar la atención de los oyentes. Nuestro
Señor obró en estas tres esferas de las maravillas, los prodigios y las señales. Leamos
ahora los versículos 23 y 24:
"a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios,
prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándolo. Y Dios lo levantó,
sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuera retenido por
ella."
Pedro estaba diciendo que lo que había sucedido no era contrario al programa de
Dios. Esto no era algo que había tomado por sorpresa a Dios. Sin embargo, dejó en
claro que esto no liberaba a los hombres de su responsabilidad. "¿Y quién fue
responsable de la crucifixión de Cristo?" Las autoridades religiosas fueron los que
iniciaron el movimiento. Diríamos que ellas tuvieron la culpa mayormente.
Persuadieron a la multitud para que ésta promoviese alborotos. También manipularon
al gobierno romano para que ejecutase a Jesús. Pero, recuerde usted estimado que
fue crucificado sobre una cruz romana. Y Pedro estaba señalando a sus compatriotas
israelitas con su dedo acusador.
Pero es inútil discutir en cuanto a quién fue responsable de la muerte de Jesús en
aquel entonces. ¿Sabe usted quien es responsable de la muerte del Señor Jesucristo?
¡Usted estimado oyente, es responsable. Y yo también soy responsable! Fue por mis
pecados y por sus pecados que Él murió. Escuche las palabras de Jesús mismo en el
evangelio según San Juan, capítulo 10, versículos 15, 17 y 18. Dijo el Señor Jesús:
". . . pongo mi vida por las ovejas. . . versículo 17: ... Por eso me ama el Padre,
porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. ? versículo 18: ... Nadie me la quita,
sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre."
Pedro pues se dirigió a hombres que estaban implicados directamente en el complot
de la crucifixión, y les dijo: ". . . prendisteis y matasteis por manos de inicuos,
crucificándole."
Sin embargo, ésta no fue la parte más importante de su mensaje. Siguió diciéndoles:
". . . y Dios lo levantó, sueltos los dolores de la muerte". Pedro predicó aquí la
resurrección de Jesucristo. Éste fue el primer sermón predicado en la era de la Iglesia.
Éste fue el principio. Éste fue el día de Pentecostés. ¿Cuál fue el tema del sermón?
No fue la profecía de Joel, fue la resurrección del Señor Jesucristo.
Ahora, cuando Pedro hablaba de la resurrección, se refirió a un texto del Antiguo
Testamento. Citó el Salmo 16, versículos 8 al 10. Y nos alegramos que hubiera hecho
esto porque nos ayuda a entender el Salmo 16. Leamos los versículos 25 al 28 de
este capítulo 2 de los Hechos:
"pues David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra,
no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró y se gozó mi lengua, y aun mi
carne descansará en esperanza, porque no dejarás mi alma en el Hades ni permitirás
que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás
de gozo con tu presencia."
En el Salmo 16 David estaba hablando sobre la resurrección de Cristo. Ésta ya había
sido cumplida. La interpretación de este Salmo fue dada por Simón Pedro, quien
estaba lleno del Espíritu Santo. Continuemos con el versículo 29. Dijo Pedro:
"Hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue
sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy."
Al parecer, Pedro se encontraba en el área del Templo y pudo señalar con el dedo a
la cima del monte de Sión, donde David fue sepultado. Y Pedro está diciendo: "Es
obvio señores que David no hablaba de sí mismo porque sus huesos están allí mismo
enterrados en la cumbre del monte. Su sepulcro está allí y su cuerpo ha pasado por
la corrupción. Él no hablaba de sí mismo, sino de Alguien a quien vosotros conocéis
y a quien yo conozco. De Alguien que no pasó por la corrupción, sino que resucitó de
los muertos". Continuemos con los versículos 30 y 31 de este capítulo 2 de los
Hechos:
"Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su
descendencia en cuanto a la carne levantaría al Cristo para que se sentara en su
trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada
en el Hades ni su carne vio corrupción."
Fue de esto que David estaba hablando en el Salmo 16. Habló de la resurrección de
Jesucristo. Usted dirá: "Pero, yo leo el Salmo 16 y allí no dice que Jesucristo
resucitará de los muertos". Estimado oyente, aquí en el capítulo 2 de los Hechos,
tenemos la interpretación del Espíritu Santo sobre este Salmo. Ahora podemos volver
y leer el Salmo 16, sabiendo que se refiere a la resurrección del Señor Jesús.
Ahora, ¿De qué habló Pedro? Ya hemos dicho que su sermón trataba de la
resurrección de Jesucristo. Es significativo que el primer sermón predicado en la
época de la Iglesia, fue un mensaje acerca de la resurrección. Todo sermón en la
época de la Iglesia primitiva trató sobre la resurrección. Continuemos con el versículo
32 de este capítulo 2 de los Hechos:
"A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos."
Ahora, Pedro le dijo a la multitud que se reunió allí aquel día: "Esto que habéis visto,
es decir, el milagro de oír lo que los galileos hablaban cada uno en su propio idioma,
ha tenido lugar porque Jesús fue levantado de los muertos". Y continuó en los
versículos33 al 35 diciendo:
"Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa
del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. David no subió a los
cielos, pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que
ponga a tus enemigos por estrado de tus pies."
Los santos del Antiguo Testamento no fueron a los cielos. Si alguno de ellos hubiera
ido al cielo, entonces David debiera haber ido allí. Pero, David no había subido a los
cielos. Porque los santos del Antiguo Testamento serán levantados algún día para
vivir aquí en la tierra. Es la Iglesia la que será levantada y conducida a la Nueva
Jerusalén. Se dice en cuanto a los creyentes hoy en día, que cuando mueren, están
"ausentes del cuerpo, y presentes al Señor", según dijo el apóstol Pablo en su
segunda carta a los Corintios capítulo 5, versículo 8.
Luego, citó del Salmo 110, versículo 1. Y les estaba mostrando que Jesús estaba allí
en el cielo a la diestra de Dios. Estará allí hasta que vuelva para establecer Su reino.
Pero mientras está a la diestra de Dios, aún continúa trabajando en el mundo.
Continuó Pedro hablando en el versículo 36 y dijo:
"Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros
crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Cristo."
Pedro está predicando la resurrección de Jesucristo, que Cristo murió por nuestros
pecados, pero resucitó. Y veamos entonces lo que ocurrió aquí en los versículos 37 y
38 de este capítulo 2 de los Hechos:
"Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don
del Espíritu Santo."
El mensaje de Pedro produjo convicción en los oyentes. Tenemos aquí a gente que
tenía las Escrituras del Antiguo Testamento, que habían oído el mensaje, y habían
conocido las profecías. Habían estado marchando en una sola dirección, pero
alejándose de Dios, aunque tenían una religión que les había sido dada por Dios
mismo. Y ahora se les dijo que tenían que arrepentirse. Es decir, necesitaban dar
media vuelta, cambiar de dirección y dirigirse hacia Dios.
Tenían también que ser bautizados. El bautismo en agua sería la evidencia de que se
habían arrepentido, de que habían acudido a Cristo y habían depositado su confianza
en Él. No debían ya traer un sacrificio para ofrecerlo en el Templo. Debían mostrar
una evidencia de que habían confiado en Cristo para la remisión de sus pecados. Su
bautismo sería un testimonio del hecho de que Cristo es el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo. Note usted que dijo que también recibirían el don del Espíritu
Santo. Cualquiera que crea, que ponga su confianza en Jesucristo, recibirá el don del
Espíritu Santo. Y continuó Pedro hablando en los versículos 39 y 40 y dijo:
"porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que
están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame. Y con otras muchas palabras
testificaba y los exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación."
Hace más de dos mil años, usted y yo estábamos bastante lejos. Sin embargo, Pedro
aquí estaba hablando también de nosotros. La promesa era para el judío, pero
también era para la persona de cualquier nación que se encontrase lejos. El versículo
41 dice:
"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día
como tres mil personas."
Estos fueron creyentes que genuinamente habían sido renacidos espiritualmente.
Leamos ahora el versículo 42, para considerar
La iglesia que comenzó a existir
"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en
el partimiento del pan y en las oraciones."
Tenemos aquí cuatro marcas visibles de la Iglesia local, y son:
Primero, Perseverancia en la doctrina de los apóstoles. Dice aquí que estas personas
perseveraban en la doctrina de los apóstoles. La marca de una Iglesia, se define en
la medida en que se adhiere a la doctrina de los apóstoles o no. La doctrina correcta
era una de las señales de identidad de la iglesia visible.
En segundo lugar tenemos la Comunión. Compartían las cosas de Cristo.
En tercer lugar se menciona El partimiento del pan. El partimiento del pan era más
que simplemente celebrar el rito de la Cena del Señor. Significaba ser traídos a un
compañerismo y a una relación con Cristo, y a una relación el uno con el otro en el
nombre de Cristo.
Y en cuarto lugar tenemos las Oraciones. Eso también es una marca. Tememos que
en la Iglesia, en general, ésta sea una marca que casi se pasa por alto, que se ha ido
desdibujando con el tiempo, con el resultado de que la oración es el punto débil de
la iglesia. No olvidemos que, en realidad, la oración es el activo más importante de
la iglesia. Leamos el versículo 43:
"Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los
apóstoles."
Observemos que fueron los apóstoles, los que tenían los dones de las señales.
Leamos ahora los versículos finales de este capítulo 2 de los Hechos, versículos 44 al
47:
"Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas:
vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de
cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las
casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo
favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser
salvos."
Nunca ha sido la Iglesia tan fuerte espiritualmente, como lo fue en ese entonces.
Ahora, esta clase de vida que se menciona aquí, casi no podría llevarse a la práctica
en la actualidad, porque hay demasiados cristianos que, lamentablemente están más
controlados por los deseos de su vieja naturaleza, dominada por las pasiones, que
por el Espíritu Santo de Dios. Ahora, observemos que era el Señor, quien añadía a la
Iglesia los que habían de ser salvos.
Mirando a nuestro alrededor, al escepticismo, a la pérdida de ciertos valores
espirituales en una sociedad que se define como secular, y considerando ciertos
aspectos problemáticos de la vida individual y en sociedad, problemas para los cuales
nadie ha encontrado una solución, y, por otra parte, habiendo visto el nivel espiritual
que caracterizó a los primeros cristianos, ¿no quisiera usted, amigo oyente, disfrutar
de esa calidad de vida? Usted mismo puede dirigirse a Dios, buscando su perdón, su
salvación por los méritos de Cristo. Y Él le demostrará lo que puede hacer por usted.
Hechos 3:1-26
Continuando hoy con nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los apóstoles,
llegamos al capítulo 3. Y en este capítulo tenemos el primer milagro de la iglesia y el
segundo discurso de Simón Pedro. Todavía estamos en la primera división, en la
primera sección de los Hechos, que abarca los 7 primeros capítulos del libro. En esta
sección vemos cómo el Señor Jesucristo seguía obrando mediante el Espíritu Santo,
a través de los apóstoles en Jerusalén. En nuestro estudio anterior vimos el
nacimiento de la Iglesia en el día de Pentecostés. Destacamos que aquel día fue
irrepetible. Ahora existe la Iglesia porque en aquel día el Espíritu Santo se encarnó
en los creyentes. Y al venir a morar en ellos les llenó con Su amor, con Su poder y
bendición para servicio.
De la misma manera que no podemos repetir el nacimiento en Belén, tampoco
podemos repetir lo que sucedió en el día de Pentecostés. Es un hecho innegable que
necesitamos hoy del poder del Espíritu Santo. Gracias a Dios que Él está en el mundo
convenciendo al mundo y refrenando la maldad. Y no tenemos que buscarle; el
Espíritu Santo mora en todos los que creen en el Señor Jesucristo.
Al entrar ahora en el estudio de este capítulo 3, veremos primero en los versículos 1
al 11, la descripción de la sanidad de un cojo. Luego tenemos el elocuente y revelador
discurso de Pedro en los versículos 12 hasta el 26; predicación que resultó en la
conversión de cinco mil hombres como veremos en el capítulo 4 de este mismo libro.
Comencemos pues considerando la sanidad del cojo. Leamos el primer versículo de
este capítulo 3 de los Hechos:
"Pedro y Juan subían juntos al Templo a la hora novena, que era la de la oración."
Al parecer, esta era la hora del sacrificio de la tarde, la hora cuando entraba el sumo
sacerdote, o sacerdote a quien le tocaba en aquel día ofrecer el incienso con sus
oraciones. En el evangelio según San Lucas vimos que le tocaba a Zacarías ofrecer
el incienso ante el altar de oro, cuando el ángel se le apareció. Es interesante notar
aquí que ese altar de incienso hablaba de la oración. Ésta era la hora de la oración.
Y es muy probable que hubiera un gran grupo de gente en el Templo orando en
aquella hora. Continuemos con el versículo 2:
"Había un hombre, cojo de nacimiento, que era llevado y dejado cada día a la puerta
del Templo que se llama la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban en
el Templo."
Este hombre había nacido cojo que era traído todos los días y dejado a la puerta del
templo. ¡Qué contraste había entre él y aquella puerta que se llamaba "la hermosa"!
Allí estaba una puerta hermosa, y aquí estaba también, junto a ella, un hombre
lisiado. Los seres humanos pueden hacer cosas muy bonitas, pero a las personas,
estimado oyente, no les es posible mejorarse a sí mismos. Pueden cuidar de su
aspecto físico, mantenerse en forma, ser atractivos y engalanarse. Pero les resulta
imposible cambiar esa vieja naturaleza que tienen. Este es el contraste que tenemos
aquí, entre una puerta hermosa del templo, y un cojo de nacimiento. Pues bien, él
estaba allí para pedir limosna; así se ganaba la vida. Ahora el versículo 3 dice:
"Éste, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les rogaba que le
dieran limosna."
Esto nos muestra que aun después del día de Pentecostés, Pedro y Juan todavía
subían al templo para orar. Los creyentes en Jerusalén eran israelitas y continuaban
asistiendo al templo para orar. El pobre mendigo vio a Pedro y a Juan y según dice
aquí, esperó que le dieran algo. Ahora los versículos 4 y 5 dicen:
"Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él los miró atento,
esperando recibir de ellos algo."
Cuando estos dos hombres le dedicaron su atención, el mendigo les miró con la
seguridad de que le iban a dar algo. Ahora el versículo 6 dice:
"Pero Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de
Jesucristo de Nazaret, levántate y anda."
Alguien ha dicho al contemplar la magnificencia de los edificios de ciertas iglesias,
que la iglesia ya no puede decir, "no tengo plata ni oro". Y desafortunadamente,
estimado oyente, tenemos que añadir por otra parte, que la iglesia tampoco puede
decirle ya a un hombre postrado, "levántate y anda". A la iglesia le falta poder
espiritual. Ahora, observemos lo que hizo Pedro aquí en el versículo 7 de este capítulo
3 de los Hechos:
"Entonces lo tomó por la mano derecha y lo levantó. Al instante se le afirmaron los
pies y tobillos"
Recordemos que el Dr. Lucas fue quien escribió este libro. Y es interesante notar que
cuando el Dr. Lucas relató un milagro, incluyó muchos detalles, detalles que no
aparecen en otros libros. Por ejemplo, aquí vemos que el Dr. Lucas contó
específicamente lo que pasó. Dijo que la debilidad de este enfermo estaba localizada
en los pies y tobillos. Ahora el versículo 8 de este capítulo 3 de Hechos dice:
"y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando,
saltando y alabando a Dios."
Estimado oyente, no pierda de vista la palabra "saltando". Aparece dos veces en este
versículo. Este es un capítulo muy interesante. Veremos que Pedro iba a ofrecer
nuevamente el reino a la nación, porque en este tiempo la Iglesia estaba integrada
completamente por israelitas, como hemos mencionado anteriormente. No había
creyentes de otras naciones en la Iglesia en aquel entonces. Es que la Iglesia
comenzó con los judíos que se encontraban en Jerusalén. Más tarde, el evangelio se
extendería hasta los confines de la tierra. Pero estamos aquí en el período de la
iglesia en Jerusalén. En otras palabras, aquí se estaba comenzando a cumplir lo que
leímos en el versículo 8 del capítulo 1 de los Hechos donde decía que serían testigos
primero en Jerusalén, luego en toda Judea, después en Samaria, y por fin, hasta lo
último de la tierra.
El Señor había dicho que habría un período de transición, e indicó que debían
comenzar en Jerusalén. No les dijo que comenzaran su misión llevando el evangelio
hasta lo último de la tierra.
Ahora el reino se ofrecía nuevamente a Israel. Ésta sería su oportunidad final. Ahora,
¿Cuáles serían algunas de las señales que identificaran el reino? Bueno, según Isaías
capítulo 35, versículo 6, una de las señales sería que ¡el cojo saltaría! Dice en Isaías,
capítulo 35, versículo 6: "Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua
del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la estepa."
Todo israelita instruido que había subido al Templo aquel día, se admiró de este
milagro, al ver al cojo saltando. Ellos sabían que esto verdaderamente podría ser el
comienzo del reino. El Mesías había sido crucificado, resucitado de los muertos,
ascendido al cielo, y ocupado su lugar a la derecha de Dios. Pero, Él vendría otra vez.
Ahora leamos los versículos 9 y 10 de este capítulo 3 de los Hechos:
"Todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios. Y lo reconocían que era el que se sentaba
a pedir limosna a la puerta del Templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y
espanto por lo que le había sucedido."
Observemos que todos le vieron y todos reconocieron al hombre. También
comprendieron el significado de ese milagro. Sin embargo, tememos que haya
muchos de nosotros hoy, que no habremos alcanzado a comprender este relato que
el Dr. Lucas nos ha dejado. Ahora leamos el versículo 11 de este capítulo 3 de
Hechos:
"Mientras el cojo que había sido sanado tenía asidos a Pedro y a Juan, todo el pueblo,
atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón."
Ahora, ¿sería éste el principio del reino? Grandes cosas habían ocurrido en Jerusalén
durante las últimas semanas. Habían presenciado la crucifixión de Jesús, Su
resurrección, Su ascensión, y el día de Pentecostés. Así pues, todos estarían atónitos
ante este incidente, preguntándose qué era lo que realmente estaba ocurriendo.
Leamos el versículo 12 de este capítulo 3 de Hechos, porque hemos llegado al
Elocuente y revelador discurso de Pedro
"Al ver esto Pedro, habló al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿o por
qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos
hecho andar a éste?"
Vemos que se dirigió a los varones israelitas. Éste era aún el período de Jerusalén.
Como ya dijimos, era un período de transición. La Iglesia todavía no se había puesto
en marcha hacia otras áreas. Por ejemplo, nadie en Roma había escuchado aún el
Evangelio. Todo esto ocurría en Jerusalén.
Pedro tuvo entonces mucho cuidado en aclararles que este milagro no se había
realizado por medio de su propio poder. Y veremos que Pedro dirigiría la atención de
sus oyentes judíos hacia el Antiguo Testamento. Y les pediría que si volvían a Dios,
estas profecías se podrían cumplir. Escuche usted algunas de las profecías, que la
mayoría de aquellos israelitas conocía muy bien.
Dijo el profeta Zacarías en el capítulo 12 de su profecía, versículo 10: "Pero sobre la
casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de
oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo
unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el primogénito". Esta profecía
podría haber sido cumplida si ellos se hubiesen vuelto a Él. No fue cumplida porque
la nación no aceptó al Señor Jesús en aquel entonces. No se arrepintieron y volvieron
a Él. Y lo que Pedro estaba haciendo era rogarles que se volviesen al Señor Jesús.
Pero ellos se negarían a arrepentirse. De modo que la hora todavía ha de llegar
cuando esta profecía de Zacarías será cumplida. Veamos pues lo que escribió
Ezequiel; y más adelante también la profecía de Isaías. Ezequiel en el capítulo 36 de
su profecía, versículos 27 y 28 dijo: "Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré
que andéis en mis estatutos y que guardéis mis preceptos y los pongáis por obra.
Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios". Y el profeta Isaías en el capítulo 12 de su profecía, versículos 1 y 2
dijo:
"En aquel día dirás: Cantaré a ti, Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu
indignación se apartó y me has consolado. He aquí, Dios es mi salvación; me
aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es el Señor, quien ha sido
salvación para mí."
Y anteriormente ya mencionamos a Isaías 35:6, donde se anunciaba que el cojo
saltaría como un ciervo. También leamos en este mismo capítulo 35, el versículo 10:
"Y los redimidos por el Señor volverán a Sión con alegría; y habrá gozo perpetuo
sobre sus cabezas. Tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido."
Ellos tendrían que haber comprendido que lo que sucedió a este cojo fue, en
miniatura, una descripción del estado espiritual de toda la nación. Si ellos se hubiesen
vuelto a Dios, todas estas promesas habrían sido cumplidas. Volviendo ahora al
capítulo 3 de los Hechos, leamos los versículos 13 al 15 donde Pedro continuó
hablando y dijo:
"El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado
a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando
éste había resuelto ponerlo en libertad. Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo,
y pedisteis que se os diera un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios
resucitó de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos."
Hay que destacar que Simón Pedro nunca predicó un sermón sin hacer mención de
la resurrección de Jesús. Ni tampoco lo haría, como veremos más adelante, el apóstol
Pablo. Pero desafortunadamente, en la actualidad muchos sermones son predicados
sin mención alguna de la resurrección. Y continuó Pedro hablando en el versículo 16
de este capítulo 3 de Hechos:
"Por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su
nombre; y la fe que es por él ha dado a éste está completa sanidad en presencia de
todos vosotros."
En esencia, Pedro estaba diciendo: "Ahora, ¿no veis aquí a este hombre saltando?
Éste es un ejemplo viviente de lo que sucederá en el reino. Aquí la pregunta es si
vosotros queréis que el Mesías regrese, o no. ¿Queréis recibirle?" Ahora, los
versículos 17 y 18 dicen:
"Pero ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también
vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por
boca de todos sus profetas: que su Cristo habría de padecer."
Los hechos de ellos en el pasado requerían que adoptasen un nuevo curso de acción.
Y esa acción era el arrepentimiento y la conversión. Y este no era un mensaje nuevo
para ellos. En Isaías capítulo 43, versículo 25, leemos: "Yo, yo soy quien borro tus
rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados". Ahora,
escuchemos la continuación el mensaje de Pedro aquí en los versículos 19 y 20:
"Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para
que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a Jesucristo,
que os fue antes anunciado."
Ahora, si hubieran aceptado a Jesús, ¿habría regresado Jesús a la tierra? La respuesta
es que sí. Pedro dijo que habría regresado. Y entonces, ¿cuál habría sido el programa
de Dios después de eso? No sabemos lo que habría ocurrido. ¿Le sorprende esto?
Bueno, tenemos noticias para usted. Nadie más tampoco lo sabe, excepto Dios. Nos
es posible hacer muchas preguntas y suposiciones, para las cuales no hay respuestas.
Todo lo que sabemos es que la nación no aceptó a Jesucristo. Leamos ahora
nuevamente el versículo 20 e incluyamos también el versículo 21 de este capítulo 3
de Hechos:
"y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado. A éste, ciertamente, es necesario
que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que
habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo."
Hay quienes tratan de basarse en este versículo para reforzar su creencia de que
eventualmente todos serán salvos. Ahora la parte del versículo que usan para esto
es esa frase que dice: "La restauración de todas las cosas". Exactamente, ¿cuáles
son "todas las cosas" que serán sometidas a la restauración? En su carta a los
Filipenses, capítulo 3, versículo 8, el apóstol Pablo hablaba de que el valor supremo
de conocer a Cristo, devaluaba para él todo lo demás y dijo: "Aun estimo todas las
cosas como pérdida", ¿quiso decir, todas las cosas en el universo de Dios? Era
evidente que no. Por tanto aquí, esta expresión "todas las cosas" en este versículo
queda limitada por lo que sigue, ". . . los tiempos de la restauración de todas las
cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo
antiguo". Los profetas habían hablado de la restauración de Israel. En ninguna parte
hay profecía alguna de la conversión o la restauración de los muertos malos, es decir,
de los que mueren sin el perdón de sus pecados. Continuemos con los versículos 22
y 23:
"Pues Moisés dijo a los padres: "El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre
vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable, y toda
alma que no oiga a aquel profeta será desarraigada del pueblo."
Es conveniente mencionar aquí que este pueblo que escuchaba a Pedro, estaba a
punto de sufrir un gran juicio. En el año 70 D.C. El romano Tito vendría y destruiría
la ciudad. Se calculó que más de un millón de personas perecieron, y que los demás
fueron vendidos a la esclavitud por todas partes del Imperio Romano.
Verdaderamente, el juicio vino sobre estas personas. Y en los versículos 24 al 26,
Pedro dijo:
"Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han
anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo
con nuestros padres diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las
familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo,
lo envió para que os bendijera, a fin de que cada uno se convierta de su maldad."
Este era un período de transición y en él, les fue dada su oportunidad final para
aceptar al Mesías. Pero como rechazaron su ocasión para aceptarlo, más tarde el
apóstol Pablo se presentaría como el apóstol a todas las demás naciones no judías.
Todo lo que podía haber sucedido si aquellos judíos se hubieran convertido a Dios,
es una mera especulación. No se convirtieron. Y Dios, estimado oyente, nunca se
sorprende de lo que el ser humano hace, y Él hace que todas las cosas se desarrollen
para llevar a cabo Su plan y Su propósito.
El relato Bíblico no especifica la respuesta individual de los oyentes del discurso de
Pedro que hemos considerado, pronunciado en la parte del templo llamada el pórtico
de Salomón. A pesar del paso de los siglos, hoy Dios invita de muchas maneras a los
seres humanos a que se vuelvan, a que cambien de dirección, a que se conviertan.
En la actualidad muchas personas no se encuentren precisamente buscando a Dios,
sino todo lo contrario. A Dios se le margina en la mayoría de los foros, o se le
desconoce, o se le niega. Incluso, se le blasfema o se le ridiculiza. Pero el mensaje
del Evangelio continúa resonando en nuestro mundo, que es el mundo al cual Dios
amó. Y a pesar de la aparente indiferencia u oposición de los seres humanos ante la
invitación de Dios, hay muchas personas que, conscientes de su estado de
alejamiento, y de su profunda necesidad espiritual, están buscando a Dios. Al
despedirnos hoy, a todos queremos hacer llegar las palabras de San Pablo,
pronunciadas en el Areópago de Atenas. El consejo del Areópago era la institución
más venerable de la ciudad y que tenía jurisdicción en asuntos de moral y de religión.
El incidente se encuentra relatado en este libro de los Hechos y será examinado más
adelante. Pero hoy recordamos especialmente las palabras de San Pablo a los
griegos, tan oportunas para la época en que vivimos. Dijo allí San Pablo: "30Pero
Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos
los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31por cuanto ha establecido un día
en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó,
acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos."
Hechos 4:1-24
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 4 de este libro de los Hechos de los
Apóstoles, que iniciamos en nuestro programa anterior. Como ya vimos, tenemos
aquí la primera persecución de la iglesia y el poder del Espíritu Santo. Dijimos
también que este capítulo 4 revela el resultado del segundo sermón de Pedro. Cinco
mil hombres fueron salvados. Los apóstoles fueron arrestados y puestos en la cárcel
por instigación de los saduceos, cuyo único motivo fue su proclamación de la
resurrección de Jesucristo. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 4 de
los Hechos, que comienzan el párrafo que trata sobre
La primera persecución de la iglesia
"Mientras ellos hablaban al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de
la guardia del Templo y los saduceos, resentidos de que enseñaran al pueblo y
anunciaran en Jesús la resurrección de entre los muertos."
Quisiéramos resaltar aquí algo que es realmente sorprendente, si no lo ha notado ya.
¿Quiénes fueron los que encabezaron la persecución contra el Señor Jesús y que por
fin lograron que fuera arrestado y llevado a la cruz? Fueron las autoridades religiosas,
especialmente los fariseos. Ellos fueron los enemigos de Cristo cuando Él estuvo en
la tierra. Ahora, sabemos que más adelante algunos fariseos fueron salvados.
Sabemos por ejemplo que Nicodemo fue salvo y también José de Arimatea, que
probablemente era fariseo. Sabemos también que Saulo de Tarso era fariseo. Al
parecer había muchos otros fariseos que llegaron a un conocimiento salvador del
Señor Jesucristo. Después de que los fariseos hubieron acabado con el Señor Jesús,
su enemistad y su rencor pasaron. Pero ahora tenemos a los saduceos quienes no
creían en la resurrección y entonces fueron ellos los que se constituyeron en
enemigos contra los apóstoles, que estaban proclamando la resurrección de
Jesucristo.
Los saduceos de nuestros tiempos son los que niegan lo sobrenatural. Niegan la
Palabra de Dios con sus labios y con sus vidas. Y es importante que veamos que,
como los saduceos de aquel entonces, los saduceos de nuestro tiempo tratan de
oponerse a cualquiera que predique la resurrección. Ellos permiten que se predique
acerca de Jesús y que uno diga que Jesús fue una persona amable, buena y tolerante.
Y si usted lo hace así, pues, no se hallará en problemas. Pero sí se encontrará con
oposición si usted predica a Jesucristo como el poderoso Salvador que vino a esta
tierra, denunció el pecado y murió en la cruz por los pecados de los seres humanos,
y luego resucitó con gran poder. Ese es el mensaje impopular. Cuando los apóstoles
lo predicaron, estos saduceos les llevaron ante el Sanedrín, supremo tribunal religioso
de los judíos. Leamos los versículos 3 y 4 de este capítulo 4 de los Hechos:
"Y les echaron mano y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya
tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los
hombres era como cinco mil."
Ahora, no olvidemos que todo esto ocurrió en el pórtico de Salomón, después que
Pedro predicó su sermón. Si fueron salvados unos cinco mil hombres solamente,
¿cuántas mujeres y niños más creerían? Fue sin duda alguna una gran multitud de
personas la que se convirtió a Cristo en aquella ocasión. Aquella, espiritualmente
hablando, fue una verdadera pesca milagrosa que, por sus dimensiones, no se
repetiría en toda la historia de la iglesia.
Siempre hemos sido reacios a criticar a Simón Pedro. No podemos menos que amarle
porque, en medio de los contrastes de su carácter, amaba profundamente al Señor.
Y no hay la menor duda que Dios le usó en esta ocasión de una manera grande y
poderosa. Los versículos 5 y 6 de este capítulo 4 de los Hechos dicen:
"Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los
ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás, Juan, Alejandro y todos
los que eran de la familia de los sumos sacerdotes;"
Ya habíamos visto antes a este grupo. También estaban allí, y con toda su astucia,
Anás y Caifás, los dos hombres que condenaron a muerte a Jesús. Ahora, el versículo
7 dice:
"y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad o en qué nombre
habéis hecho vosotros esto?"
Vemos que Pedro y Juan fueron traídos ante el Sanedrín. Esto ocurrió después que
el cojo había sido sanado y Pedro había predicado su segundo sermón. El Sanedrín
quiso entonces saber con qué poder y en qué nombre hacían ellos estas cosas. Y
veamos la respuesta de Pedro, aquí en los versículos 8 hasta el 12 de este capítulo
4 de los Hechos. Leamos primero el versículo 8:
"Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo y ancianos
de Israel"
Ahora, fíjese usted que dice aquí que Pedro estaba lleno del Espíritu Santo. No dice
que fuera bautizado con el Espíritu Santo en esta ocasión. El ya había sido bautizado
con el Espíritu. Pero dice que Pedro fue lleno del Espíritu Santo, lo cual le capacitó
para anunciar el Evangelio por medio de la predicación. Y a usted y a mi, estimado
oyente, nos hace falta también la plenitud del Espíritu Santo. Esto es algo que
debiéramos buscar; es algo que debiéramos anhelar. Ellos habían tenido que
quedarse y esperar el día de Pentecostés, día en que todos fueron bautizados en un
cuerpo. En ese día sí fueron bautizados en el cuerpo que es la iglesia de Cristo. Si
usted viene a Jesucristo hoy, estimado oyente, será bautizado con el Espíritu Santo
y colocado en el cuerpo de creyentes, en el mismo momento en que usted es
regenerado. Continuemos leyendo los versículos 9 y 10:
"Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo,
de qué manera éste ha sido sanado, sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo
de Israel que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis
y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia
sano."
Ahora, notemos que hasta este momento, cada vez que Pedro abría su boca, metía
la pata, como solemos decir en una conversación informal o coloquial. Pero, esta vez,
Pedro, como diría Pablo en su carta a los Efesios, tenía sus pies calzados con el celo
por anunciar el evangelio de la paz. Estaba lleno del Espíritu Santo, es decir,
controlado por el Espíritu Santo, y dijo exactamente lo que debía decir. Observemos
su aguda observación, haciendo notar que estaban siendo interrogados por el bien
hecho a un enfermo, para saber de qué manera había sido sanado. Continuemos
leyendo el versículo 11:
"Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a
ser cabeza del ángulo."
Pedro destacó dos cosas en cuanto al Señor Jesús. La primera, que fue crucificado y
que resucitó de los muertos. Y la segunda, que Jesucristo era la piedra, la roca. En
Mateo 16:18, vemos que Jesús había dicho: ". . . sobre esta roca edificaré mi iglesia".
Ahora, ¿Quién era la roca? La Roca era Cristo mismo. Observemos que Pedro dijo:
"Este Jesús es la piedra". ¿Cuál era la piedra? ¿Era la Iglesia, o era Simón Pedro? No.
Era el Señor Jesucristo. Como Pedro mismo diría en su primera carta 2:7, Jesús, la
piedra que los constructores despreciaron, se ha convertido en la piedra principal del
edificio. Esto ha sido logrado por medio de la resurrección. Es evidente que la
resurrección es el hecho central en la predicación del evangelio. Y Pedro añadió en el
versículo 12:
"Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos."
Ahora, recordemos que la pregunta fue: ¿Con qué poder y en qué nombre habéis
hecho estas cosas? Y después de explicar la fuente del poder, como vemos en este
versículo, Pedro se refirió al nombre. Es decir que Pedro recordó el nacimiento de
Jesús las instrucciones del ángel, en el capítulo 1 del evangelio según San Mateo,
versículo 21, cuando el ángel habló con José y le dijo: "Y llamarás su nombre JESÚS,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados". Estimado oyente, Él es el Salvador.
Éste fue su nombre desde el principio. Cuando uno acepta este nombre, lo hace
aceptando todo lo que Su persona implica. Y Pedro dejó en claro, y nosotros
queremos dejarlo en claro también y enfatizar el hecho de que cuando usted,
estimado oyente, acude a Jesucristo, usted viene a Él para salvación. No hay otro
nombre bajo el cielo que pueda salvarle. La ley no le puede salvar. La religión
tampoco le puede salvar. Una ceremonia tampoco puede salvarle. Solo uno, el
nombre de Jesús le puede salvar. Jesús es el nombre de aquella persona que
descendió a esta tierra para salvar a Su pueblo de sus pecados. Cuando alguien acude
a Él por fe, esa persona se salva. No hay otro a quien acudir para poder obtener la
salvación. Si usted acude a Él, si confía en Cristo, entonces usted será salvo. Ese
paso garantiza su salvación.
¿No es interesante que en la larga historia de este mundo, y entre todas las religiones
del mundo, con todo el dogmatismo que estas religiones presentan, ninguna de ellas
puede ofrecer la certeza de una salvación segura? Y éste fue también el gran mensaje
de Simón Pedro, mensaje que dio mientras estaba lleno del Espíritu Santo. Y ésta fue
una gran afirmación para concluir su mensaje ante el Sanedrín. Continuemos ahora
con el versículo 13 de este capítulo 4 de los Hechos:
"Entonces viendo la valentía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin
letras y del vulgo, se admiraban; y les reconocían que habían estado con Jesús."
Los que les escucharon sabían que estos hombres no tenían estudios ni una formación
cultural, como para expresarse de esta manera. Pero, los hombres del Sanedrín
notaron que ellos habían estado con Jesús. ¡Cuán maravilloso es tener una vida que
de un modo u otro, dirija la atención de los demás hacia la persona del Señor
Jesucristo! Continuemos con los versículos 14 y 15 de este capítulo 4 de Hechos:
"Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían
decir nada en contra. Entonces les ordenaron que salieran del Concilio; y deliberaban
entre sí"
¿Cree usted que por fin, al ver personalmente al hombre sanado, y después de haber
escuchado el discurso de Pedro, fueron acaso conmovidos? ¡No! De ninguna manera.
Esto se observa al ver la forma en que continuaron con su conferencia. Ahora leamos
el versículo 16:
"diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque, de cierto, señal evidente ha
sido hecha por ellos, notoria a todos los que viven en Jerusalén, y no lo podemos
negar."
Ni aun los saduceos de aquel entonces pudieron negar que un milagro había sido
hecho en aquel hombre enfermo. Tienen que ser personas que viven en el siglo
veintiuno, alejadas por una gran distancia en el tiempo, quienes niegan la existencia
de los milagros. Y quisiéramos decir aquí que si algunos de estos escépticos de
nuestro tiempo hubieran estado allí en aquel entonces, habrían tenido muchas
dificultades para negar el milagro. Incluso los escépticos de aquella época tuvieron
que reconocer que un milagro había tenido lugar.
Hay muchas personas en la actualidad que dicen que si tan solo les fuera posible
presenciar un milagro, entonces creerían. Pero, eso no es verdad. Esta multitud aquí
en el capítulo 4 de los Hechos había visto un milagro, lo reconoció, pero no creyó. Y
usted y yo, estimado oyente, tenemos la misma naturaleza humana que tenía aquella
gente. El problema aquí no pertenece al área de la mente. Es un problema de la
voluntad y el corazón. Es el corazón, lo que es por naturaleza perverso. La
incredulidad, es decir, la dificultad para creer, no proviene de la falta de evidencias;
el problema radica en la condición del corazón humano, que tiene la culpa de que no
tengamos suficiente fe. Ahora, observemos que estas autoridades continuaban
conspirando y dijeron, aquí en los versículos 17 y 18 de este capítulo 4 de Hechos:
"Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémoslos para
que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre. Entonces los
llamaron y les ordenaron que en ninguna manera hablaran ni enseñaran en el nombre
de Jesús."
Ahora, los apóstoles tenían una respuesta lista para ellos. Veámosla en los versículos
19 al 22 de este capítulo 4 de los Hechos:
"Pero Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios
obedecer a vosotros antes que a Dios, porque no podemos dejar de decir lo que
hemos visto y oído.Ellos entonces, después de amenazarlos, los soltaron, no hallando
ningún modo de castigarlos, por causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios
por lo que se había hecho, ya que el hombre en quien se había hecho este milagro
de sanidad tenía más de cuarenta años."
Uno creería que el corazón de los hombres del Sanedrín habría sido enternecido por
esta declaración. Pero, no sucedió así, sino todo lo contrario, ya que sus corazones
se endurecieron aún más. Leamos los versículos 23 y 24 de este capítulo 4 de los
Hechos, que inician un párrafo titulado,
El poder del Espíritu Santo
"Al ser puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales
sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a
Dios y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar
y todo lo que en ellos hay"
Veamos esta escena. Pedro y Juan habían sido puestos en libertad, habían regresado
a la Iglesia y dieron su informe. Tenemos aquí una descripción de una gran reunión
de la Iglesia primitiva. Y creemos la condición espiritual de la iglesia nunca ha estado
después en un nivel tan alto como éste que aquí observamos. Hallamos la clave de
esto en su oración. No fue simplemente una oración cualquiera. Fue un himno de
alabanza en el cual dijeron "Soberano Señor, tú eres el Creador". Tememos que
algunos que en la actualidad profesan ser cristianos, no estén tan seguros como para
poder afirmar lo mismo que con absoluta convicción proclamaron aquellos antiguos
cristianos; de que el Señor es Dios y Creador. ¿Estimado oyente, el Señor es Dios;
¿está usted seguro de que el Señor Jesús es Dios? Es que se trata de un asunto muy
importante.
Esta falta de seguridad caracteriza hoy a muchos que pretenden aceptar una especie
de cristianismo "a la carta". Se trata de no desentonar con el ambiente general, que
acepta un cristianismo "light", libre de todo compromiso con la fe Bíblica, que tolera
e incluso promueve una actitud de duda permanente ante las afirmaciones de las
Sagradas Escrituras y rechaza, de manera especial, todos los elementos
sobrenaturales del relato Bíblico, tanto del Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento. Se ponen en duda eventos relacionados con la vida y milagros de Jesús,
Su muerte y su Resurrección de los muertos. De la misma manera se niega la acción
del Espíritu Santo en el mundo actual, su obra de llevar a las personas a una
convicción de su pecado y rebelión contra Dios, y de transformar a las personas que
creen en el Señor Jesucristo como su Salvador en nuevas personas, por medio de un
nuevo nacimiento espiritual. Parece como si algunos sectores llamados cristianos se
estuviesen desmoronando, por la pérdida de convicciones firmes y, en consecuencia,
han perdido el poder divino que caracterizó a la iglesia del primer siglo y, en
consecuencia, han perdido también su impacto en la sociedad. Se piensa más en
métodos para atraer a la gente, que en movilizar a los cristianos para que proclamen
el mensaje de las buenas noticias, el mensaje de la resurrección y la victoria de
Jesucristo sobre las fuerzas del mal. Sería trágico que algunos estuvieran más
interesados en constituir clubes religiosos que en aceptar las consecuencias que el
sacrificio de Jesucristo en la cruz y su triunfo sobre la muerte tienen para los seres
humanos de nuestro tiempo.
Ante toda incertidumbre y falta de definición por parte de muchos, resulta inspirador
contemplar a aquel intrépido grupo que, acosado por sus adversarios, sin ningún
apoyo por parte de los poderes públicos, y con escasos recursos materiales y
humanos, se dirigió a Dios en oración, ensalzando y honrando Su nombre. Y cuando
un grupo de cristianos se expresa con esta sencilla confianza en Dios, Él escucha
estas oraciones, Él manifiesta Su presencia, Él actúa con poder y ese poder se hace
evidente de tal manera que supera todas las expectativas. Y entonces, nadie puede
atribuir los resultados a las circunstancias humanas, ni a la retórica de ningún ser
humano en especial. Estas son las oraciones expresadas para que las escuche Dios,
y no para impresionar a los oyentes. Claro que aquellos hombres y mujeres creían
que Jesucristo era Dios, y conocían las tremendas implicaciones de permitir que el
Espíritu Santo de Dios actuase entre ellos y por medio de ellos. Por todo ello,
estimado oyente, le invitamos hoy a escuchar, desde las páginas de la Biblia, esta
invitación a cambiar de dirección, a dirigirse a Dios en oración, por medio del único
camino para llegar a Él, es decir, por medio del Señor Jesucristo. No le quepa a usted
la menor duda de que Él le demostrará que ha oído su oración y su ruego. Es que
Dios se encuentra muy cerca. Más cerca de lo que usted se imagina.
Hechos 4:23-5:23
Nuestro pasaje bíblico hoy, es el libro de los Hechos, capítulo 4, versículo 23 al
capítulo 5, versículo 23.
Así, continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 4 de los Hechos de los Apóstoles.
En nuestro programa anterior comenzamos a considerar el poder del Espíritu Santo
actuando en la primera Iglesia cristiana.
Quisiera leer una vez más los versículos 23 y 24 de este capítulo 4 de los Hechos de
los Apóstoles:
"Al ser puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales
sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y ellos al oírlo, alzaron unánimes la voz
a Dios y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el
mar y todo que en ellos hoy"
Veamos por un momento esta escena. Pedro y Juan habían sido puestos en libertad
y regresaron a la Iglesia a la que presentaron un informe. Tenemos aquí una
descripción de una gran reunión en la iglesia primitiva. Creemos que nunca lograría
la Iglesia en un futuro un nivel espiritual tan alto, una condición espiritual, como la
que se describe en esta primera iglesia.
La clave se encontraba en la oración. Esta no fue simplemente una oración
cualquiera, fue un himno de alabanza, dijeron "Soberano Señor, tu eres el Creador...
"Tememos que muchos que profesan ser cristianos hoy no estén tan seguros que sea
Dios y Creador. ¿Está Ud., estimado oyente seguro de eso? ¿Está Ud. seguro, hoy,
que Jesús es Dios? Eso tiene muchísima importancia, y es, precisamente en la pérdida
de ciertas convicciones básicas y en el descuido de una auténtica vida de oración
donde radica la pérdida del poder espiritual de la Iglesia y de su impacto en la
sociedad. La Iglesia de hoy parece preferir hablar de métodos para poder atraer a
más gente con la que llenar sus templos que para preparase a cumplir su misión de
transmitir el mensaje del Evangelio con poder espiritual.
La Iglesia primitiva en cambio estaba segura de que Jesús era Dios. Observemos
ahora que estos creyentes citaron en su oración una parte del Salmo 2. Leamos los
versículos 25 y 26 de este capítulo 4 de los Hechos:
"que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los
pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se
juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo."
El Salmo 2 comenzó a cumplirse cuando crucificaron a Jesucristo. Desde entonces el
odio contra Jesús y contra Dios se ha ido extendiendo por los siglos durante más de
2000 años habiendo ido acumulando cada vez mayores sentimientos de agresividad
e ímpetu.
Por fin culminará en un clímax sobre esta Tierra en la rebelión final del hombre contra
Dios. Continuamos con los versículos 27 hasta el 30 de este capítulo 4 de los Hechos:
"Y verdaderamente se unieron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles
y el pueblo de Israel, contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, para hacer cuanto
tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira
sus amenazas, y concede a tus siervos que con toda valentía hablen tu palabra,
mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades, señales y prodigios
mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús."
Este encuentro en verdad, fue conmovedor; se expresaron con unanimidad en esta
reunión de oración y alabanza. Ahora, no creemos que todos oraban al mismo
tiempo; estamos seguro que uno les dirigía en oración mientras los demás dijeron
"amén"; y no oraron para que cesara la persecución, sino por valor, para soportarla.
Oraron para que el Señor les diera poder para hablar la Palabra de Dios.
Realmente, aquella Iglesia primitiva era diferente a la Iglesia actual, y sus peticiones
eran bastante diferentes a las que elevamos como cristianos en la actualidad.
Continuemos con el versículo 31:
"Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos
fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con valentía la palabra de Dios."
Fue la condición de la Iglesia la que hizo posible que Dios actuase con poder. Ahora
el versículo 32 dice:
"Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía
ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común."
Desafortunadamente esta situación no duró por mucho tiempo. Las pasiones
humanas comenzaron a ejercer su influencia pronto en la Iglesia y debido al egoísmo
y los celos, tuvieron que abandonar esta práctica de compartir los bienes materiales.
Leamos ahora el versículo 33:
"Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús,
y abundante gracia era sobre todos ellos."
Observemos que nuevamente era evidente el énfasis sobre la resurrección, que era
el tema central de la predicación evangélica. Leamos ahora los versículos 34 al 37,
versículos finales de este capítulo 4 de los Hechos de los Apóstoles:
"Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían
heredades o casas, las vendían, y traían el producto de lo vendido, y lo ponían a los
pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a
quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa, Hijo de
consolación), levita, natural de Chipre, vendió una heredad que tenía, y trajo el
producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles."
Ahora, como dijimos antes, esta clase de vida no podría realizarse por mucho tiempo
debido a la condición espiritual de la Iglesia. No tiene sentido decir que debiéramos
aplicar esta regla en el día de hoy, entra otras razones, si tratáramos llevar a cabo
esta práctica, resultaría en una situación caótica. ¿Por qué? Porque no se dan
condiciones, con un alto índice nivel espiritual, que desafortunadamente no tenemos
hoy. Seamos sinceros, nos hace falta entrar en una relación más íntima con la
persona de Jesucristo.
Se nos ha presentado aquí a Bernabé a quien conoceremos mejor al entrar en el
capítulo 5 de los Hechos.
Y de esta forma pues, concluye entonces nuestro estudio del capítulo 4. Y llegamos
así a los Hechos, capítulo 5, versículos 1 al 23. Al llegar a este capítulo continuamos
viendo los efectos del gran sermón pronunciado por el apóstol Pedro.
Aquí en el capítulo 5 se nos presenta la primera defección en la Iglesia Primitiva,
seguida por la muerte de Ananías y Safira, que eran cristianos, pero que no estaban
viviendo de acuerdo con el elevado nivel espiritual de la Iglesia primitiva.
En el capítulo anterior, el cuarto, como ya dijimos, el relato nos presentó a un hombre
llamado Bernabé a quien encontramos nuevamente en el capítulo 5. Él fue uno de
los maravillosos santos de la Iglesia Primitiva, un verdadero hombre de Dios; fue el
primer misionero asociado del apóstol Pablo cuando juntos fueron a Galacia, una zona
difícil. Sin embargo, Dios bendijo plenamente su ministerio en ese lugar.
Ahora, este hombre había entregado una importante suma de dinero a la Iglesia,
había hecho así una donación muy generosa y toda la gente estaba hablando sobre
ello. Tal vez, él recibió mucha publicidad y cierta notoriedad debido a su generosidad.
Recordemos que en la Iglesia primitiva los creyentes tenían todas las cosas en común
y esto revelaba el hecho que ellos mantenían un alto nivel espiritual de unidad para
poder hacer esto, pero después tuvo lugar esta defección. El tener las cosas en común
no podía continuar y en efecto, no continuó, simplemente por la codicia y el egoísmo
que existe en la naturaleza humana.
Leamos, pues el primer versículo del capítulo 5 de los Hechos que comienza a
describir los hechos que condujeron a la muerte a Ananías y Safira:
"Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad."
Era obvio que estaban imitando a Bernabé. Ellos vieron que él había recibido cierta
publicidad por lo que hizo y pensaron que sería bueno que ellos también recibieran
alguna notoriedad.
Hemos notado que hay algunas personas que entregan donaciones y lo hacen con el
único propósito de que se les preste atención. Esa ha sido y es actualmente la
condición de la naturaleza humana, y esa era la condición de Ananías y Safira.
Continuemos con el versículo 2:
"Y Ananías sustrajo parte del precio, sabiéndolo también su mujer; luego llevó sólo
el resto, y lo puso a los pies de los apóstoles."
Ahora, no había nada malo en el hecho que se guardaran parte del precio, ellos tenían
derecho a hacerlo. La propiedad había sido de ellos y tenían derecho a disponer del
dinero como lo viesen más conveniente.
Nosotros, en la Iglesia de hoy estamos viviendo bajo la Gracia de Dios. No tenemos
la obligación de dar una cantidad determinada. Alguien dirá que esta cantidad tendría
que ser una décima parte de nuestros ingresos, pero en esta Iglesia primitiva, los
creyentes estaban dando todo lo que tenían. Ananías y Safira no dieron todo, sino
que retuvieron parte del precio obtenido por la venta de la propiedad. Aunque
tuvieran el derecho de hacerlo, el problema fue que cometieron un pecado al mentir
al respecto; dijeron que lo estaban dando todo cuando en realidad estaban
guardándose parte del dinero para ellos mismos. Leamos ahora el versículo 3:
"Pedro le dijo: Ananías, ¿porqué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al
Espíritu Santo, y sustrajeras del producto de la venta de la heredad?"
Aquí es donde se especificó que el pecado de Ananías y de su mujer no fue haberse
quedado con el dinero, sino el de mentir. Pedro continuó hablando en el versículo 4
y dijo:
"Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué
pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios."
Hoy hay quienes niegan que el Espíritu Santo sea Dios, pero observemos que Pedro
pensaba que el Espíritu Santo sí era Dios. El dijo primero: "Ananías, ¿porqué llenó
Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo?" y luego dijo: No has
mentido a los hombres, sino a Dios". Podemos ver que se expresa con claridad que
el espíritu Santo, es Dios.
Continuemos ahora con el versículo 5 de este capítulo 5 de los Hechos:
"Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los
que lo oyeron."
Hay personas que creen que Simón Pedro causó la muerte de aquel hombre, Ananías.
No creemos que fuera así. Probablemente Simón Pedro quedó tan sorprendido como
los demás cuando Ananías cayó muerto. No creemos que él supiera lo que iba a
ocurrir. La pregunta entonces es ¿quién causó realmente la muerte de Ananías? Dios
mismo la causó.
Estimado oyente, el que puede dar la vida entonces también tiene el derecho a
quitarla. Este es el universo de Dios; nosotros somos las criaturas de Dios,
respiramos de su aire, estamos usando el cuerpo que Él nos dio y que Él puede
reclamar en cualquier momento. En este caso, Dios ejerció una estricta disciplina en
la Iglesia. Veamos el versículo 6 hasta el 9 de este capítulo 5 de los Hechos:
"Entonces se levantaron los jóvenes, lo envolvieron, lo sacaron y lo sepultaron.
Pasado un lapso de tres horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo que había
acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo:
Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He
aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti."
Ahora, aunque no había sabido lo que iba a suceder a Ananías, Simón Pedro sí supo
lo que iba a sucederle a ella. Era fácil darse cuenta de lo que le ocurriría a Safira. Y
en los versículos 10 y 11 leemos lo siguiente:
"Al instante ella cayó a los pies de él y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la
hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y sobrevino un gran
temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas."
Ahora hay dos cosas que me sorprenden en este incidente. Una, es el hecho que una
mentira de esta naturaleza como la que vivieron Ananías y Safira no podía existir en
la Iglesia Primitiva, había santidad en la vida de la Iglesia. Aunque eran salvos,
Ananías y Safira mintieron al Espíritu Santo y fueron removidos de la comunidad de
los creyentes. Ellos cometieron un pecado de muerte. El apóstol Juan menciona en
su primera carta, capítulo 5, versículo 16, este pecado de muerte. Dijo él:
"Si alguno ve su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le
dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado
de muerte, por el cual yo no digo que se pida."
Ananías y Safira pues cometieron ese pecado de muerte que no podía cometerse en
la Iglesia Primitiva. Hubo en esta iglesia una decepción, una separación, con
deslealtad que requirió la aplicación de disciplina. Sin embargo, después de esta
experiencia, la Iglesia ya no sería tan pura como había sido antes, hasta ese
momento tenían todos los bienes en común. Este incidente casi les arruinó y veremos
más sobre ello en el capítulo próximo. Un gran temor vino sobre la Iglesia y sobre
todos los que se enteraron sobre este asunto. El poder de Dios continuó operando en
la Iglesia y multitudes se salvarían, pero la Iglesia no volvería a ser tan pura como
en aquellos primeros días de existencia.
La otra cosa sorprendente aquí es el discernimiento y percepción espiritual de Simón
Pedro, de lo cual carecemos en la actualidad. Leamos los versículos 12 al 14 de este
capítulo 5 de Los Hechos
"Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo;
y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía
a juntarse con ellos; sin embargo el pueblo los alababa grandemente. Los que creían
en el Señor aumentaban más, gran número de hombres y de mujeres;"
Observemos que eran los apóstoles los que ejercitaban los dones apostólicos; los
dones de sanidad y de hacer milagros eran dones de hacer señales que fueron dados
a los apóstoles; ellos realizaron muchos señales entre la gente. La disciplina extrema
que tuvo lugar en la Iglesia atemorizó a todos y detuvo aquel movimiento de
renovación espiritual. Sin embargo, hubo personas que continuaron siendo salvadas
y muchos creyentes fueron añadidos a la Iglesia.
Sabemos que para el año 300 D.C. había en el Imperio Romano, millones de personas
que se habían convertido al Cristianismo. Continuemos con los versículos 15 y 16 de
este capítulo 5 de Los Hechos:
"sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y camillas, para que al
pasar Pedro, a lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. Y aun de las
ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de
espíritus impuros y todos eran sanados."
Y ese era el poder de la Iglesia primitiva. Esta evidencia, de sanar absolutamente a
todas y a cada una de las personas que acudían a ellos, fue evidentemente única en
toda la historia de la Iglesia. Usted puede ver que en aquella época ellos no tenían el
Nuevo Testamento escrito.
El apóstol Pablo en su carta a los Efesios capítulo 2, versículo 20, dijo que la Iglesia
estaba edificado sobre Jesucristo. Él es la piedra principal del edificio y los apóstoles
habían sido testigos oculares de Jesucristo. Los dones para realizar señales
milagrosas les fueron dados para demostrar el hecho que ellos hablaron con la
autoridad de Dios. En la actualidad tenemos el Nuevo Testamento escrito, como
nuestra autoridad.
Ahora volviendo al capítulo 5 de los Hechos llegamos a un párrafo que nos relata la
segunda persecución. Hemos visto entonces que hubo una medida divina extrema de
disciplina en la primera Iglesia cristiana. Ahora encontraremos que hubo una
persecución desde afuera de la Iglesia. Cuando los apóstoles ejercitaron sus dones
milagrosos se produjo una reacción de oposición. Leamos ahora los versículos 17 y
18:
"Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es,
la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los
pusieron en la cárcel pública."
Aquí vemos que los saduceos todavía estaban al frente de la persecución.
Recordemos que los fariseos fueron los que dirigieron la persecución contra el Señor
Jesús, pero fueron los saduceos los que dirigieron la persecución contra la Iglesia
primitiva. Así que los apóstoles fueron arrestados por segunda vez y llevados a la
prisión. Leamos también el versículo 19:
"Pero un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándoles,
dijo:"
Observemos que dice "un ángel del Señor", no dice "el" ángel del Señor. "El ángel
del Señor", en el Antiguo Testamento, no era otro que el mismo Jesucristo antes de
su encarnación, pero ahora Él es el "hombre en la Gloria", a la derecha de Dios, y era
el que estaba dirigiendo la actividad de los apóstoles.
Y hoy, desafortunadamente, y hasta cierto punto, Él tiene sus manos y sus pies
paralizados, porque en este mundo los miembros de la Iglesia no están actuando por
Él. Permítanos decir, estimado oyente, que Él quiere moverse a través de Su Iglesia
y Él quiere obrar a través de usted, y de mí, si es que Le dejamos.
Continuemos con los versículos 20 al 23 de este capítulo 5 de Los Hechos:
"El ángel dijo: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras
de esta vida. Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban.
Entre tanto, vinieron el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al
concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que
los trajeran. Pero cuando llegaron los guardias, no los hallaron en la cárcel; entonces
volvieron y dieron aviso. diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con
toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las puertas; pero cuando abrimos,
a nadie hallamos adentro."
Esto es lo mismo que ocurrió en la resurrección de Jesucristo. La piedra no fue corrida
para que Él pudiera salir. Él ya había salido, cuando se corrió la piedra que tapaba la
entrada de la tumba. La piedra fue desplazada para dejar entrar a aquellos que
estaban fuera. En esta ocasión ocurrió lo mismo. No había sido necesario que se
abrieran las puertas para dejar salir a los apóstoles; ellos ya habían salido mucho
antes que los soldados abrieran las puertas.
Así que, como no hubo piedras que pudieran bloquearan la tumba de Jesucristo, ni
cerrojos que pudieran impedir los avances de los apóstoles, podemos decir que todos
los obstáculos que los seres humanos han intentado colocar para frenar la
propagación del mensaje del amor de Dios, han resultado inútiles.
Estimado oyente, el mismo mensaje que a principios de la era cristiana transformó a
los hombres y a las mujeres, para experimentar una vida de auténtica calidad en
esta Tierra y les dio la vida eterna, opera hoy con la misma eficacia.
Estimado oyente, le invitamos a realizar un "cambio de rumbo", y dirigirse a Dios por
medio de Jesucristo, para hacer suya esta realidad. Más allá de nuestras palabras es
Jesucristo mismo quien le invita, y usted mismo podrá comprobar que así, como el
poder del Evangelio opera hoy en muchísimas personas, funciona también en usted.
Hechos 5:24-6:15
Continuamos hoy estudiando el capítulo 5 de los Hechos. Y en nuestro programa
anterior, vimos cómo los Apóstoles habían sido arrestados por segunda vez y puestos
en la cárcel, pero que un ángel del Señor los había sacado de la cárcel y les había
dicho que fueran al templo y anunciaran al pueblo todo lo referente a esta vida nueva,
lo cual ellos, obedientes, hicieron. Y al día siguiente, cuando el sumo sacerdote y los
que estaban con él, se reunieron en concilio y enviaron a los alguaciles a que trajeran
a los Apóstoles de la cárcel: y fueron, pero no les encontraron en la cárcel. Y entonces
volvieron y dieron aviso diciendo que habían encontrado la cárcel cerrada con toda
seguridad y los guardas fuera de pie ante las puertas, pero que cuando abrieron, no
habían encontrado a nadie adentro. Y dijimos que eso mismo había ocurrido en la
resurrección de Jesucristo. La piedra no fue corrida para que el Señor Jesús saliera.
Él ya había salido cuando se corrió la piedra que tapaba la entrada de la tumba. La
piedra se corrió para dejar entrar a aquellos que estaban afuera, como ocurrió aquí
en esta ocasión con los apóstoles. Continuemos hoy leyendo los versículos 24 hasta
el 28 de este capítulo 5 de los Hechos:
"Cuando oyeron estas palabras el Sumo sacerdote y el jefe de la guardia del Templo
y los principales sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello. Pero viniendo
uno, les dio esta noticia: Los hombres que pusisteis en la cárcel están en el Templo
y enseñan al pueblo. Entonces fue el jefe de la guardia con los guardias y los trajo
sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando los trajeron, los
presentaron en el Concilio, y el Sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os
mandamos estrictamente que no enseñarais en ese nombre? Pero ahora habéis
llenado Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de
ese hombre."
La gente estaba escuchando a los apóstoles, quienes fueron buenos testigos en
Jerusalén. Jesús les había dicho que el Evangelio debía ser proclamado, comenzando
por Jerusalén, y había sido predicado allí. Vemos que aquí dice que habían llenado
toda Jerusalén con sus enseñanzas. Continuemos con el versículo 29:
"Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes
que a los hombres."
Los apóstoles estaban obedeciendo lo que su Señor y Maestro les había pedido hacer.
A los creyentes se les pide que se sometan a las autoridades civiles, siempre que
éstas no entren en conflicto con un mandamiento de Dios. Ahora, el versículo 30 de
este capítulo 5 de Hechos dice:
"El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo
en un madero."
El Señor Jesús, había sido colgado en un madero; un simple madero clavado en la
tierra. Ahora el versículo 31 dice:
"A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel
arrepentimiento y perdón de pecados."
Y continuó Pedro diciéndoles cómo ellos habían sido testigos de estas cosas y también
el Espíritu Santo el cual Dios daba a los que le obedecían. Y esas autoridades
entonces, oyendo esta exposición de Pedro, se enfurecieron y quisieron matarlos. Y
observe usted lo que ocurrió aquí en el versículo 34 de Hechos capítulo 5:
"Entonces levantándose en el Concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la Ley,
venerado de todo el pueblo, mandó que sacaran fuera por un momento a los
apóstoles"
Gamaliel hizo salir a los apóstoles para que él pudiese hablar al Sanedrín. Gamaliel,
a propósito, fue el maestro del apóstol Pablo. Era un hombre sobresaliente y muy
respetado. Y les dijo aquí en los versículos 35 al 37:
"y luego dijo: Israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos
hombres, porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A
este se unió un número como de cuatrocientos hombres, pero él murió, y todos los
que lo obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después de este se levantó
Judas, el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció
también él, y todos los que lo obedecían fueron dispersados."
Observemos que Gamaliel citó algunos ejemplos de los que habían encabezado
insurrecciones y que habían tenido seguidores. Y les hizo notar que en cada uno de
los casos, una vez que el líder había muerto, sus seguidores se habían dispersado.
De modo que les aconsejó que no persiguieran a estos hombres, pues en este caso
podría suceder lo mismo y les dijo aquí, en los versículos 38 y 39.
"Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres y dejadlos, porque si este consejo o
esta obra es de los hombres, se desvanecerá; pero si es de Dios, no la podréis
destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios."
Gamaliel concluyó con un consejo excelente. Les dijo: ". . . si esta obra es de los
hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir". ¡Qué
interesante! ¿No le parece? El tiempo ha confirmado que esta obra era de Dios.
Ahora, veamos lo que hicieron ellos aquí en el versículo 40:
"Estuvieron de acuerdo con él. Entonces llamaron a los apóstoles y, después de
azotarlos, les ordenaron que no hablaran en el nombre de Jesús; y los pusieron en
libertad."
Ahora, aquí hay algo que no estaba bien. Si estos hombres eran inocentes, debían
quedar en libertad. Y si eran culpables, debían detenerles y castigarles. Castigarles
y después dejarles en libertad fue un lamentable subterfugio. Debieron haber
escuchado con más cuidado el consejo de Gamaliel. Leamos ahora los versículos 41
y 42 de este capítulo 5 de los Hechos.
"Ellos salieron de la presencia del Concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos
de padecer afrenta por causa del Nombre de Jesús. Y todos los días, en el Templo y
por las casas, incesantemente, enseñaban y predicaban a Jesucristo."
¡Mire usted a estos apóstoles! ¿No le parecen admirables? Se alegraron de que habían
podido sufrir injurias por causa del Señor Jesús.
¿Sabe usted estimado oyente, qué es el evangelio? El evangelio es una persona. ¡Es
el Señor Jesucristo! ¿Le conoce usted como su Salvador personal? No hay una
posición intermedia. O bien, confía en Él. O bien, no confía en Él. O Él es su Salvador
personal; o de otra manera, ¡usted no tiene Salvador alguno! Ese fue el mensaje
central, y los apóstoles no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Y así concluimos el capítulo 5 de los Hechos. Pasamos ahora, a
Hechos 6:1-15
En este capítulo 6 tenemos el relato del nombramiento de los 7 diáconos y el
testimonio del diácono Esteban. Vemos ahora otro resultado de la separación que se
produjo en la Iglesia. Primero lo vimos en el caso de Ananías y Safira. Eran creyentes
salvos, pero no podían quedarse en la Iglesia primitiva por haber albergado aquella
mentira en sus vidas.
La defección que observamos en este capítulo, una verdadera crisis, condujo a la
necesidad de elegir diáconos o servidores. El capítulo continúa después con el relato
de Esteban, uno de esos diáconos, y cuenta cómo fue arrestado y juzgado por medio
de falso testimonio. Leamos el primer versículo de este capítulo 6 de Hechos, en el
párrafo que relata
La elección de los diáconos
"En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo murmuración de los
griegos contra los hebreos, que las viudas de aquellos eran desatendidas en la
distribución diaria."
Necesitamos reconocer que esto tuvo lugar al principio de la historia de la Iglesia.
Habían estado procurando vivir de una manera comunitaria, y realmente tuvieron
buen éxito, pero sólo por un tiempo breve. Luego las pasiones humanas entraron en
la Iglesia. Vimos cómo Ananías y Safira tergiversaron su situación financiera y
mintieron. Ahora, encontramos que hubo críticas de los griegos contra los hebreos.
Ahora, debemos tener en cuenta que no se trató de un conflicto racial. Esta no fue
una demostración de antisemitismo. La palabra "griegos" aquí, significa helenistas,
es decir, los judíos de habla griega, formados en la cultura griega. Por otra parte, los
hebreos eran los que todavía seguían detalladamente la ley mosaica, leyendo la Biblia
en hebreo en las sinagogas. Pues bien, ocurrió que se formó una disensión entre
estos dos grupos.
Se ha calculado que el número de miembros de la iglesia en aquel entonces pudo
haber llegado a los veinticinco mil. Y tenemos que destacar aquí, que aquella Iglesia
primitiva no era perfecta. Oímos decir a muchos a veces, que "necesitamos volver a
la Iglesia primitiva" y que la Iglesia primitiva era consciente del poder de Dios que
actuaba en ellos, y que hoy nosotros solo estamos conscientes de los problemas.
Pero eso es solamente una parte de la verdad. La Iglesia primitiva sí tenía poder,
como ya hemos dicho, pero también tenía sus problemas.
El alto nivel al cual el Espíritu había elevado a la Iglesia, fue interrumpido por la
intrusión de una división y confusión satánica. El reparto equitativo de los bienes
materiales que primero caracterizó a la Iglesia, cedió ante el egoísmo de la vieja
naturaleza humana. Y los griegos, evidentemente un grupo minoritario, se sentían
desatendidos y pidieron que sus viudas recibieran igual consideración que las
hebreas. Esta forma comunitaria de vivir no resultaba tan bien como les hubiera
gustado. Y así por último sus quejas llegaron hasta los oídos de los mismos apóstoles.
Ahora el versículo 2 de este capítulo 6 de los Hechos dice:
"Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo
que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas."
Los apóstoles creían que no debían desistir de impartir la enseñanza de la Palabra de
Dios. Creían que era muy importante continuar en esa labor. Sabían que si la
descuidaban para servir a las mesas, eso sería su ruina espiritual. Ellos debían pasar
tiempo en la oración y en el estudio de la Palabra de Dios. Y es importante que toda
Iglesia reconozca esta necesidad de la enseñanza Bíblica en la actualidad y la
necesidad de contar con personas que se dediquen plenamente a esta tarea. De otra
manera, los creyentes resultarán afectados por esta carencia espiritual. Ahora,
leamos los versículos 3 y 4 de este capítulo 6 de los Hechos:
"Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen testimonio,
llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo.
Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra."
Los siete hombres tuvieron que ser nombrados debido a la crisis que se había
presentado. Los apóstoles creyeron que era importante que ellos no tuvieran que
llevar la responsabilidad de estos detalles, para poder así dedicarse más a la oración
y al ministerio de la Palabra de Dios.
Ahora, observemos los requisitos espirituales de estos siete hombres que, como
veremos, iban a asumir el cargo de la distribución diaria de los recursos materiales.
Constituyen un útil recordatorio para el ejercicio de labores similares en la iglesia de
nuestro tiempo.
Debemos decir que el cargo de diácono requiere espiritualidad, sabiduría y oración.
Estos hombres tenían que ser hombres de reconocido prestigio. Su conducta tenía
que ser intachable. El segundo requisito fue que estos hombres debían ser llenos del
Espíritu Santo. Debían estar controlados por el Espíritu Santo, como dijo el apóstol
Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 18. Además, debían ser hombres
llenos de sabiduría. Debían ser espirituales y capaces de realizar una aplicación de la
verdad espiritual a la vida práctica. Eso era de suma importancia. Es que el hecho de
que asumieran el cargo de la distribución diaria, podía inclinarles a tener una visión
desproporcionada de las cosas. Por tanto, era de la mayor importancia que los
diáconos fueran hombres que viesen estos asuntos desde un punto de vista espiritual.
Veremos que uno de esos diáconos ? Esteban, cumplía los requisitos exigidos. El
versículo 10 nos dice que a sus oyentes no les fue posible resistir la sabiduría y el
espíritu con que hablaba. Tenía una verdadera convicción, era un hombre lleno de
fe. No solo tenía la fe salvadora, sino que también poseía la fe necesaria para cumplir
su misión, una fe que testificaba. Lo importante no era la cantidad de su fe, sino el
objeto de su fe. Nos enteramos según el versículo 8, que Esteban estaba lleno del
poder de Dios. Esta fue, pues, la clase de personas elegidas como diáconos. Leamos
nuevamente el versículo 4 de este capítulo 6 de los Hechos:
"Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra."
Ese sería el deber de los apóstoles. En cuanto a lo demás, dice el versículo 5.
"Agradó la propuesta a toda la multitud y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y
del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito
de Antioquía."
No podemos decir más en cuanto a los últimos cinco hombres que se mencionan
aquí, ya que no serán citados más en la Biblia. En cambio, veremos que los primeros
dos, Esteban y Felipe, serán mencionados nuevamente al seguir nuestro estudio del
libro de los Hechos. Todos estos fueron hombres sobresalientes en la Iglesia
primitiva. Aunque fueron hombres elegidos para distribuir los alimentos y servir las
mesas, según los requisitos que ya vimos para tal oficio, evidentemente eran
hombres espirituales y así fueron reconocidos. Dice el versículo 6:
"A estos presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos."
A veces parece que se le da un aspecto muy ceremonial y misterioso, y aun casi
mágico a la imposición de manos.
Hablamos de este asunto cuando estudiamos el libro de Levítico y los sacrificios. El
pecador ponía su mano sobre la cabeza del animal que iba a ser sacrificado, y
confesaba sus pecados. Eso quería decir que el animal que iba a ser ofrecido ocupaba
el lugar del pecador. La ofrenda era identificada con el pecador.
Cuando los apóstoles pusieron sus manos sobre las cabezas de los diáconos, eso
quería decir que ahora, los diáconos iban a ser sus compañeros. Estarían juntos en
este servicio a los demás y se identificarían con ellos totalmente en este trabajo en
la iglesia. Este acto designaba a estos hombres como apartados para este oficio y
denotaba su compañerismo en las cosas de Cristo, y su posición como representantes
para el cuerpo colectivo de creyentes.
Observemos también que esto era un servicio social que estos hombres realizaban.
La Iglesia se hacía cargo de los suyos, y creemos que eso aun debe realizarse hoy.
La Iglesia primitiva tenía un programa para los pobres, pero aparentemente incluía
sólo a los miembros de la Iglesia. La Iglesia actual también debiera cuidar de los
suyos. Ahora, el versículo 7 de este capítulo 6 de los Hechos dice:
"La palabra del Señor crecía y el número de los discípulos se multiplicaba
grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe."
Todavía en el día de hoy es importante que la Palabra de Dios crezca. Ese es el
propósito de este programa de radio, porque es nuestro deseo sincero que la Palabra
de Dios se difunda cada vez más.
Ahora, no pasemos por alto la última parte de este versículo que dice: "también
muchos de los sacerdotes obedecían a la fe". Es decir, muchos de los sacerdotes
judíos se convirtieron al Señor. Es seguro que algunos de ellos estaban sirviendo en
el templo, cuando el velo o cortina que separaba el lugar santo del lugar santísimo
se rasgó en dos, en el momento que el Señor Jesucristo murió en la cruz. Muchos de
ellos deben haberse convertido a Cristo después de esa experiencia. Consideremos
ahora
El testimonio público de el diácono Esteban
Esteban fue uno de los grandes hombres en la iglesia primitiva. Leamos el versículo
8 de este capítulo 6 de los Hechos:
"Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el
pueblo."
Al parecer, estos diáconos eran como los apóstoles, en cuanto al ejercer los dones
que constituían señales milagrosas; o sea que llegaron a ocupar una posición
singular. Esteban fue un elocuente y poderoso testigo del evangelio, lo cual despertó
el odio de los saduceos hacia su persona. Entonces, testigos falsos fueron llevados
ante el concilio para acusar a Esteban. Leamos los versículos 9 hasta el 15 de este
capítulo 6 de los Hechos:
"Entonces algunos de la sinagoga llamada «de los libertos», y los de Cirene, de
Alejandría, de Cilicia y de Asia, se levantaron para discutir con Esteban. Pero no
podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que hablaba. Entonces sobornaron a unos
para que dijeran que lo habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra
Dios. Y alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, lo
arrebataron y lo trajeron al Concilio. Pusieron testigos falsos que decían: Este hombre
no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la Ley, pues
le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las
costumbres que nos transmitió Moisés. Entonces todos los que estaban sentados en
el Concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel."
Ahora veamos esta escena. Esteban fue llevado ante el Sanedrín y también fueron
traídos testigos falsos. Los testigos falsos dijeron la verdad, pero sólo en parte. El
Señor Jesús sí dijo que destruirían el templo y que Él lo levantaría nuevamente. Pero,
Él estaba hablando de Su propio cuerpo. En el juicio del Señor Jesucristo, los testigos
falsos entendieron mal esa declaración y la tergiversaron. Por tanto aquí también
entendieron mal a Esteban cuando él dijo que el templo en Jerusalén sería dejado
desolado. En realidad, el templo sin Cristo, ya había quedado desolado de todos
modos. Y ellos entendieron mal lo que Esteban les dijo, en cuanto a las costumbres
que les había dado Moisés. Por supuesto que los seres humanos nunca han sido
salvados por la ley, sino por la gracia. Pero la salvación en los días de Moisés era por
la gracia de Dios, del mismo modo que en la actualidad. La acusación de ellos se basó
sólo en una verdad parcial. Ahora, según dice el versículo 15, vieron algo maravilloso
en el rostro de Esteban. Y creemos que este hombre se aproximó más a ser un ángel,
que cualquier hombre que jamás haya vivido. ¡Qué hermosa escena esta que
contemplamos aquí con Esteban frente al concilio ? frente al Sanedrín! En nuestro
próximo programa iniciaremos el estudio del capítulo 7, donde veremos la defensa y
el martirio de Esteban. Sólo nos queda tiempo para hacer una reflexión. Por la obra
de Jesucristo en la cruz, Dios puede transformar a los seres humanos, a simples
pecadores, en nuevas personas. Al perdonar a quienes acuden a Él por la fe, Dios les
conduce a una nueva etapa, en la cual el Espíritu Santo trabaja en sus vidas, de
manera que se van pareciendo cada vez más a Jesucristo. Estimado oyente, desde
aquel principio de la iglesia cristiana, Dios transformó al mártir Esteban y a
muchísimas personas. ¿No quisiera usted ser una de ellas?
Hechos 7:1-60
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos, llegamos hoy al capítulo 7.
En este capítulo tenemos la defensa de Esteban y su martirio. Esteban, ante el
concilio, hizo un recuento de la historia de la nación de Israel, incluyendo una
descripción de su oposición y rebelión contra Dios. Acusó a los miembros del concilio
de haber sido los traidores y asesinos de Jesús. Eso, por supuesto, engendró un odio
más violento en ellos y condujo al apedreamiento de Esteban. Al repasar la historia
de la nación, Esteban dejó en claro que nunca hubo habido un tiempo en que toda la
nación adorara a Dios. Sin embargo, por otra parte, en la nación de Israel siempre
había habido un remanente que permaneció fiel a Dios, tal como lo hay en la
actualidad. Leamos pues, los primeros dos versículos de este capítulo 7 de los
Hechos, para comenzar a considerar
El discurso de Esteban
"El Sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así? Esteban dijo: Hermanos y padres,
oíd: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham cuando aún estaba en
Mesopotamia, antes que viviera en Harán"
El capítulo anterior concluyó con una acusación contra Esteban. Y ahora, le
preguntaron si la acusación que se le había hecho era verdad, o no. Por lo tanto,
Esteban comenzó su defensa.
Y observemos ¡qué comienzo tan conciliador! Les llamó hermanos. Eran sus
hermanos, físicamente. Y llamó padres a los más ancianos. Él era más joven que
ellos y les mostró su respeto. Así era este joven, que sería el primer mártir de la
Iglesia.
A veces oímos decir que en sus comienzos, el cristianismo fue realmente un
movimiento juvenil. Y en realidad, no creemos que ésta sea una afirmación errónea.
Por ejemplo, dos jóvenes que ocuparon un lugar muy prominente fueron Esteban, el
de nuestro relato, y Saulo de Tarso. A Saulo de Tarso, le conoceremos más adelante
como el apóstol Pablo. Estos dos hombres jugaron un papel clave en la formación del
curso de la Iglesia primitiva. Ambos eran jóvenes muy notables. Ambos tenían dones
y fueron usados por el Espíritu Santo. Sin embargo, la única vez en que estos dos
jóvenes se encontraron fue siendo enemigos. La cruz separó a Esteban y a Saulo de
Tarso tan verdaderamente, como separó a los dos ladrones que fueron crucificados
con Jesús. El apóstol Pablo, Saulo antes de su conversión, sabía lo que decía cuando
en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 1, versículo 18, dijo: "Porque la
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es,
a nosotros, es poder de Dios". Cuando Saulo vio a Esteban, él creyó que era un
insensato, un loco.
Esta defensa de Esteban aquí, constituyó un golpe maestro. Él hizo un repaso de la
historia de la nación, comenzando con Abraham. Allí es donde comenzó la historia de
la nación de Israel. No retrocedió más que hasta Abraham. Usted encontrará lo
mismo en el evangelio según San Mateo. Este libro, escrito a la nación de Israel,
trazó la genealogía de Jesucristo hasta Abraham. Ahora, si usted quiere remontarse
hasta Adán, tendrá que ir al evangelio según San Lucas. Esteban pues, comenzó con
Abraham, un hombre de fe.
Y aunque en este discurso histórico encontramos la oposición y la rebelión de la
nación contra Dios, siempre quedó un resto de creyentes. Es decir, un remanente fiel
a Dios.
Y hoy ocurre lo mismo. En la Iglesia organizada, en la Iglesia visible, la cual usted y
yo podemos ver, hay siempre un remanente de creyentes. En la Iglesia visible no
todos son verdaderos creyentes, aunque lo parezcan. Algunos se cuestionan si ciertas
personas que profesan ser cristianas son realmente creyentes, aunque asistan a la
iglesia. Y así como en la nación de Israel había un remanente fiel, así también en la
Iglesia visible hay un remanente de verdaderos creyentes. Eso todavía es cierto en
la actualidad.
Abraham fue un hombre de fe. Creyó a Dios, y obedeció a Dios, porque la fe siempre
conduce a la obediencia. Esteban comenzó su discurso con Abraham, cuando éste
vivía en Mesopotamia en el valle de los ríos Tigris y Éufrates. Ese fue el lugar donde
se encontraba el pueblo natal de Abraham. Fue allí donde Dios le llamó. Leamos
ahora el versículo 3 de este capítulo 7 de los Hechos:
"y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que yo te mostraré."
Dios llamó a Abraham a salir de su hogar porque era un lugar de idolatría. Ahora, los
versículos 4 y 5 dicen:
"Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, cuando murió
su padre, Dios lo trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora. No le dio
herencia en ella ni aun para asentar un pie, pero prometió dársela en posesión a él
y a su descendencia después de él, aunque él aún no tenía hijo."
Como ya dijimos, Esteban estaba presentando un relato de la vida de Abraham, y
describió aquí el comienzo de la fe de Abraham. Dios le había prometido un hijo, y le
había prometido también una tierra. Aunque Abraham no tenía ni lo uno, ni lo otro.
Sin embargo, creyó a Dios. Continuemos con los versículos del 6 al 8 de este capítulo
7 de los Hechos:
"Dios le dijo que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían
a servidumbre y los maltratarían por cuatrocientos años. Pero yo juzgaré, dijo Dios,
a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este
lugar. Le dio el pacto de la circuncisión, y así Abraham engendró a Isaac, y lo
circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas."
Esteban prosiguió ahora relatando la historia desde Abraham, hasta el período
patriarcal. Habló de los hermanos de José quienes, motivados por envidia y odio,
vendieron a José a la esclavitud en Egipto. Luego contó cómo Dios anuló los planes
de sus hermanos y usó a José para salvarles. Lo que tenemos aquí es realmente la
interpretación del Espíritu Santo del Antiguo Testamento. Eso es lo que hace que esta
sección sea una sección especialmente notable. Continuemos ahora con los versículos
9 hasta el 16:
"Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba
con él y lo libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante del
faraón, rey de Egipto, el cual lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su
casa. Hubo entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y gran
tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos. Cuando oyó Jacob que había
trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez. Y en la segunda, José se dio
a conocer a sus hermanos, y fue manifestado al faraón el linaje de José. José envió
a buscar a su padre Jacob y a toda su familia, en número de setenta y cinco personas.
Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él y también nuestros padres, los cuales
fueron trasladados a Siquem y puestos en el sepulcro que Abraham, a precio de
dinero, había comprado a los hijos de Hamor en Siquem."
Ahora, Esteban llegó a otro período en la historia de esta nación. Y les hizo recordar
su liberación de Egipto. Dios convirtió a Moisés en el libertador. Y mostró que en el
principio, los hijos de Israel se negaron a seguir a Moisés, y que Moisés tuvo
dificultades con ellos por todo el camino a través del desierto. Continuemos con los
versículos 17 hasta el 21:
"Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa que Dios había jurado a Abraham,
el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, hasta que se levantó en Egipto otro rey
que no conocía a José. Este rey, usando de astucia con nuestro pueblo, maltrató a
nuestros padres hasta obligarlos a que expusieran a la muerte a sus niños para que
no se propagaran. En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y
fue criado tres meses en casa de su padre. Pero siendo expuesto a la muerte, la hija
del faraón lo recogió y lo crió como a hijo suyo."
Los comentarios que Esteban añadió confirmaron algunas de las cosas que ya dijimos
cuando estudiamos acerca de Moisés. Si Ramsés II había sido el Faraón de la
opresión, Moisés podría haber sido el próximo Faraón. La hija de Faraón le crió como
a su propio hijo. Es que Faraón no tenía hijos, y por tanto, a Moisés le habría
correspondido ser su sucesor en el trono. Ahora, el versículo 22 dice:
"Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus
palabras y obras."
Moisés fue criado en medio de la sabiduría de los egipcios. La sabiduría de los egipcios
no puede ser ignorada aun en nuestra época. Habían desarrollado las matemáticas,
la química, la ingeniería, la arquitectura, y la astronomía en un alto grado. Habían
desarrollado estos campos de estudio de una manera realmente extraordinaria.
Consideremos las pirámides, por ejemplo; y los colores que hallamos en las tumbas;
colores que han permanecido brillantes durante el paso de los siglos. Ellos eran
verdaderos expertos en cuanto al embalsamamiento de cadáveres. También habían
calculado la distancia existente entre la tierra y el sol. Realmente, su cultura fue muy
avanzada.
Moisés, pues, disfrutó de todas las ventajas de aquel entonces, siendo criado como
hijo de la hija de Faraón. Fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios. Fue
sobresaliente en todo. Sin embargo, él no estaba preparado para guiar al pueblo de
Dios. Todos los conocimientos del mundo de aquel entonces, no le capacitaron como
para guiar al pueblo. Y de la misma manera, toda la sabiduría que los hombres tienen
hoy, no es suficiente para que puedan comprender la Palabra de Dios. Les resulta
demasiado difícil. ¿Por qué? Porque como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a
los Corintios, capítulo 2, versículo 14: "pero el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente". Por tanto, después de cuarenta años de
formarse en la sabiduría de Egipto, Dios le envió al desierto. Y allí Dios le preparó
adecuadamente para ser el libertador. Bien, continuemos con los versículos 23 al 25
de este capítulo 7 de los Hechos. Continuó Esteban hablando y dijo:
"Cuando cumplió la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus
hermanos, los hijos de Israel. Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, y dando
muerte al egipcio, vengó al oprimido. Él pensaba que sus hermanos comprendían que
Dios les daría libertad por mano suya, pero ellos no lo habían entendido así."
Fíjese usted que Moisés hizo algo que consideró bien hecho. Tuvo la intención de
liberar a sus hermanos. Pero ellos en realidad, no lo entendieron así. En verdad,
Moisés tampoco lo entendió. Todavía no había alcanzado la madurez y Dios,
entonces, necesitó llevarlo al desierto. Continuemos con los versículos 26 al 28:
"Al día siguiente se presentó a unos de ellos que reñían, e intentaba ponerlos en paz,
diciéndoles: Hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro?. Entonces el que
maltrataba a su prójimo lo rechazó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y
juez sobre nosotros? ¿Quieres tú matarme como mataste ayer al egipcio?."
Imaginemos el temor de Moisés en esta situación. Continuemos con los versículos 29
al 31:
"Al oír esta palabra, Moisés huyó y vivió como extranjero en tierra de Madián, donde
engendró dos hijos. Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto
del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza. Entonces Moisés, mirando, se
maravilló de la visión; y al acercarse para observar, vino a él la voz del Señor"
Moisés había querido liberar a los hijos de Israel, pero no estaba preparado para
hacerlo, y los israelitas tampoco estaban preparados para aceptarlo como libertador.
No estaban dispuestos a aceptar su liderazgo, y hasta se opusieron. Ahora, Dios le
llamó para ser el libertador. Leamos los versículos 32 al 34, de este capítulo 7 de los
Hechos:
"Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. Le dijo el Señor: Quita el calzado de tus
pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. Ciertamente he visto la aflicción
de mi pueblo que está en Egipto, he oído su gemido y he descendido para librarlos.
Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto."
Dios le dijo a Moisés que Él había oído la queja de ellos. Él vio su necesidad. Fue por
eso que los liberó. Y fue por la misma causa, estimado oyente, que proveyó un
Salvador para nosotros, para usted y para mí. No fue porque nosotros fuésemos unas
buenas personas. No miró aquí abajo diciendo. ¡De ninguna manera! Dios miró aquí
abajo y no vio nada sino a pecadores contaminados, con una inclinación natural al
mal. Todos estábamos en un estado de perdición. Pero, Él nos amó a pesar de nuestra
condición tan lamentable. Ahora, el versículo 35 de los Hechos dice:
"A este Moisés, a quien habían rechazado diciendo: ¿Quién te ha puesto por
gobernante y juez?, a éste envió Dios como gobernante y libertador por mano del
ángel que se le apareció en la zarza."
Observemos el énfasis que se puso sobre el ministerio de los ángeles en la vida de
la nación de Israel. Veremos también que el ministerio de los ángeles fue prominente
a través de toda su historia. La ley misma fue dada a Moisés por medio del ministerio
de los ángeles.
Oímos hablar mucho acerca de los ángeles en el tiempo de la Navidad. ¿A quiénes se
dirigieron los ángeles? Y, ¿para qué? Tenían un mensaje para el pueblo de Israel;
para María, para José, para Zacarías, y para los pastores. Ahora, Dios no está
enviando mensajes por medio de los ángeles durante este período de la Iglesia. Pero,
en contraste, los ángeles sí se aparecieron y trajeron mensajes de Dios para los
miembros de la nación de Israel. Y ahora Esteban continuó describiendo las
experiencias en el desierto. Continuemos con los versículos 36 al 39 de este capítulo
7 de los Hechos:
"Éste los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en tierra de Egipto, en el Mar Rojo
y en el desierto por cuarenta años. Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel:
Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí;
a él oiréis. Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el
ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras
de vida para darnos. Pero nuestros padres no quisieron obedecer, sino que lo
desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto"
Ahora, Israel no se volvió a Egipto en un sentido físico, material. Pero, en sus
corazones, regresaron a Egipto muchas veces. De la misma manera, hoy hay quienes
dicen que deploran ciertos pecados del mundo y los pecados de la naturaleza
humana, pero no los pueden apartar de su mente. Siempre es tan fácil señalar con
el dedo a otros, condenándolos por su pecado. Pero, hay ciertas preguntas que
debemos hacernos. ¿Me gustaría a mí vivir así? ¿Dónde está mi corazón? Israel pues,
se volvió a Egipto en su corazón. No querían salir al desierto. Ahora, dice el versículo
40:
"cuando dijeron a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a
este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué le haya acontecido."
No sabían lo que le había ocurrido a Moisés, ni les importaba. Habían rechazado a
Moisés. Dice el versículo 41:
"Entonces hicieron un becerro, ofrecieron sacrificio al ídolo y en las obras de sus
manos se regocijaron."
Esteban está mostrándole a esta gente, que Israel siempre ha sido un pueblo rebelde.
Ahora leamos el versículo 42 de este libro de los Hechos, capítulo 7:
"Dios se apartó de ellos y los entregó a que rindieran culto al ejército del cielo; como
está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en
el desierto por cuarenta años, casa de Israel?"
Es decir, se volvieron a la idolatría. Es por eso que vemos que Moisés, y más tarde
Josué, imploraron al pueblo que escogiera a Dios y se apartara de sus ídolos. Ahora,
leamos los versículos 43 al 46 de este capítulo 7 de los Hechos:
"Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc y la estrella de vuestro dios Refán,
figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia.
Tuvieron nuestros padres el Tabernáculo del testimonio en el desierto, como había
ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciera conforme al modelo que había
visto. El cual, recibido a su vez por nuestros padres, lo introdujeron con Josué al
tomar posesión de la tierra de los gentiles, a los cuales Dios arrojó de la presencia
de nuestros padres hasta los días de David. Éste halló gracia delante de Dios y pidió
proveer tabernáculo para el Dios de Jacob."
Ahora, destacaremos aquí que el templo fue la idea de David. Siempre hemos creído
que debía haberse llamado "el templo de David", aunque Salomón fue el que lo
edificó. Ahora, los versículos 47 al 50 dicen:
"Pero fue Salomón quien le edificó Casa, si bien el Altísimo no habita en templos
hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de
mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo?
¿No hizo mi mano todas estas cosas?""
Ahora, Esteban llegó al momento de su discurso en que condenó a las autoridades
religiosas de aquel entonces. Escuche usted los versículos 51 al 53. Dijo Esteban:
"¡Duros de cerviz! ¡Incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al
Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas
no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la
venida del Justo, a quien vosotros ahora habéis entregado y matado; vosotros que
recibisteis la Ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis."
Ahora, físicamente, estos hombres habían cumplido el rito de la circuncisión. Pero,
desde el punto de vista espiritual, en sus corazones y en sus oídos, eran incircuncisos,
o sea, no circuncidados. Es decir, que eran tercos y en ninguna manera estaban más
dispuestos a escuchar a Dios, que lo que estuvieron sus antepasados durante todos
esos años.
Este fue un discurso sobresaliente. Esteban les recordó su liberación de Egipto. Dios
mismo había nombrado como libertador a Moisés, pero los israelitas se negaron a
obedecerle. La experiencia en el desierto consistió en una serie de rebeliones contra
Dios, que culminó con la fabricación de un becerro de oro. Más adelante en la historia,
una verdadera plaga de idolatría se propagó nuevamente en la tierra, como
consecuencia de la cual fueron llevados al cautiverio babilónico. Ahora, Esteban
concluyó esta presentación hablando de Josué (cuyo nombre equivale a la palabra
griega Jesús) quien les guió hasta la tierra prometida, y de Jesús, el Único camino al
cielo. Dijo que la ley les había sido dada sobrenaturalmente por el ministerio de
ángeles y que ellos no la obedecieron. Creemos que ellos se acordarían que el
nacimiento de Jesús fue anunciado por los ángeles. Evidentemente, ellos mismos
habían sido sus traidores y asesinos.
Pasemos ahora a considerar
El martirio de Esteban
Esteban fue el primer mártir de la iglesia cristiana. También en esta sección del
capítulo 7 de los Hechos, se nos presenta por primera vez a Saulo de Tarso. Leamos
el versículo 54 de este capítulo 7 de los Hechos:
"Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones y crujían los dientes contra él."
¡Observemos cómo odiaban a Esteban por hablar lo que hablaba! Dice el versículo
55:
"Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de
Dios y a Jesús que estaba a la derecha de Dios"
Dios es Espíritu. ¿Cómo entonces puede tener Dios una parte derecha? Bueno, esto
quiere decir que la derecha de Dios es un lugar de gran importancia, el lugar de
honor. Dios había prometido a Jesucristo que le glorificaría, y le daría el más
excelente de todos los nombres. Jesucristo fue exaltado. Y está ahora a la derecha
de Dios. Eso quería decir que Su obra fue completada y la redención ya había sido
consumada. Pero eso no quiere decir que Él no esté aún trabajando a favor nuestro.
Y no hay duda que Él estaba allí en aquella ocasión, listo para recibir a Su primer
mártir. Leamos los versículos 56 al 58 de este capítulo 7 de los Hechos:
"y dijo: Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.
Entonces ellos, gritando, se taparon los oídos y arremetieron a una contra él. Lo
echaron fuera de la ciudad y lo apedrearon. Los testigos pusieron sus ropas a los pies
de un joven que se llamaba Saulo."
Estos dos jóvenes: Esteban y Saulo; se encontraron aquí juntos por primera vez, por
única vez, y por última vez. Y se encontraron como enemigos. Se encontraban en
lados opuestos de la cruz de Cristo. Y los versículos finales de este capítulo 7,
versículos 59 y 60 dicen:
"Mientras lo apedreaban, Esteban oraba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu». Y
puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado.
Habiendo dicho esto, durmió."
Sí, Esteban durmió. Jesús puso a dormir su cuerpo para esperar el arrebatamiento
de la iglesia. Esteban entró en la presencia de Cristo, quien estaba allí listo para
recibirle. Esteban fue el primer mártir de la Iglesia, que fue para estar con su Señor.
El otro joven que allí se encontraba, era fariseo y creía que lo tenía todo. Debió mirar
al cielo cuando Esteban dijo que había visto los cielos abiertos. Pero aunque Saulo
miró con atención al cielo cuando Esteban afirmó que veía el cielo abierto, suponemos
que tuvo que admitir: "No veo nada, pero me gustaría ver lo que él ve. Pero yo tengo
un corazón muy vacío". Esteban fue un gran testigo ante Saulo. Personalmente creo
que él fue el que preparó a Saulo quien, como dijimos, luego sería conocido como el
apóstol Pablo, para la aparición del Señor Jesucristo en el camino de Damasco, como
veremos más adelante.
Hemos visto a Esteban morir y contemplar inmediatamente a Jesús en la presencia
de Dios. Estimado oyente, así sucede con todo aquel que por la fe ha creído en el
Señor Jesucristo como su Salvador.
Hechos 8:1-28
En este capítulo tenemos la conversión del Eunuco Etíope. Acabamos de llegar a la
segunda división mayor del libro de los Hechos. Usted recordará que habíamos
dividido este libro según la comisión del Señor dada en el capítulo 1, versículo 8.
Primero debían testificar en Jerusalén; después en Judea; luego en Samaria, y por
último a todo el mundo. Pues bien, llegamos ahora a la segunda sección que describe
la obra del Señor Jesucristo mediante el Espíritu Santo, a través de los apóstoles en
Judea y en Samaria. Esta sección del libro incluye los capítulos 8 hasta el 12.
Ahora, usted recordará que el capítulo 7 concluyó con una escena muy extraña.
Incluía a dos jóvenes que tuvieron una influencia muy grande sobre la Iglesia
primitiva. Uno de ellos era Esteban, diácono, un joven que entregó su vida como
primer mártir de la Iglesia. El otro era un joven fariseo que aprobó el apedreamiento
de Esteban. Y su nombre era Saulo. Leamos pues el primer versículo de este capítulo
8 de los Hechos:
"Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la
iglesia que estaba en Jerusalén, y todos, salvo los apóstoles, fueron esparcidos por
las tierras de Judea y de Samaria."
Saulo desempeñó el principal papel en la persecución de Esteban. Ahora, este joven
Saulo de Tarso se había admirado cuando vio el rostro de Esteban. Esteban había
mirado al cielo y dijo que allí estaba viendo al Hijo del Hombre, a Jesús, a la derecha
de Dios. Este joven Saulo también miró hacia arriba, pero no vio nada. Pero, estimado
oyente, seguramente habrá deseado ver algo. Más adelante, el también contemplaría
algo. Era un fariseo muy devoto. Y creemos que Esteban fue quien preparó a Saulo
para la aparición del Señor Jesús en el camino de Damasco.
Saulo llegó a ser el perseguidor principal de la Iglesia. Esto hizo que la Iglesia se
dispersara, lo que realmente, contribuyó al crecimiento de la Iglesia. Todos los
creyentes habían permanecido establecidos en Jerusalén, y no creemos que hubieran
salido si no hubiera sido por causa de la persecución que Saulo había instigado.
Según el versículo 8 del capítulo 1 de los Hechos, Judea y Samaria eran los próximos
territorios en los cuales el Señor les había mandado que entraran. Judea abarcaba
los alrededores de Jerusalén, y Samaria la región al norte de Jerusalén. Continuemos
leyendo los versículos 2 y 3 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Unos hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre
él. Saulo, por su parte, asolaba la iglesia; entrando casa por casa, arrastraba a
hombres y mujeres y los enviaba a la cárcel."
Éste era un joven fanático. Recordemos que más tarde escribió de sí mismo en su
carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo 6, diciendo: "...en cuanto a celo,
perseguidor de la iglesia". Leamos ahora el versículo 4 del capítulo 8 de este libro de
los Hechos:
"Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio."
Aquí vemos el efecto de la persecución. En realidad, no estorbó a la iglesia sino que
promovió el crecimiento de la iglesia. Más tarde, el apóstol Pablo daría este mismo
tipo de testimonio después de que fuese echado en la cárcel de Roma. En su carta a
los Filipenses, capítulo 1, versículo 12, escribió: "Quiero que sepáis, hermanos, que
las cosas que me han sucedido, han contribuido más bien al progreso del evangelio".
No creemos que la Iglesia pueda ser dañada desde fuera. Puede ser dañada desde
dentro, como veremos más tarde en este capítulo. Llegamos ahora a un párrafo que
nos dice que
Felipe se convirtió en el testigo principal después de la muerte de Esteban
Ahora, se nos presenta a Felipe, el segundo diácono, aquel que Dios usó de una
manera maravillosa. Y esto ya lo vimos en el versículo 5. Leamos el versículo 5, de
ese capítulo 8 de Hechos:
"Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo."
El Señor Jesús había dicho que debían serle testigos en Jerusalén, en Judea, y en
Samaria. Ahora vemos que la Palabra se extendió hasta Samaria. Continuemos,
versículo 6:
"La gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y
viendo las señales que hacía"
Recordemos que Esteban había ejercido dones junto con señales, y ahora vemos que
a Felipe le fueron dados aquellos mismos dones. Ahora, no todos los tenían. Fueron
dados a los que ocupaban puestos de autoridad, a quienes llevaban la Palabra de
Dios al mundo. Llegó el día cuando aquellos dones acompañados de señales
desaparecieron. Desaparecieron después de los tiempos de los apóstoles. Cuando el
canon de la Escritura fue completado y establecido, las credenciales de un verdadero
hombre de Dios consistían en una doctrina Bíblica correcta, antes que en aquellas
señales. Continuemos con los versículos 7 y 8 de este capítulo 8 de los Hechos:
"pues de muchos que tenían espíritus impuros, salían estos lanzando gritos; y
muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad."
El evangelio había llegado entonces a Samaria. Felipe fue bien recibido en Samaria y
allí el evangelio trajo gran alegría. Veremos ahora que, debido a que la Iglesia estaba
creciendo rápidamente, se añadían a la iglesia personas que no eran creyentes. Pero
aunque eran no creyentes, hacían una profesión de fe, es decir, manifestaban ser
cristianos. Y conoceremos ahora a uno de estos. Leamos el versículo 9 de este
capítulo 8 de los Hechos, donde se comienza a hablar de
Simón el mago
"Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad
y que había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar por alguien
importante."
Este hombre alegaba tener un don que era acompañado de señales, atribuyéndose
gran importancia. Continuemos con los versículos 10 y 11 de este capítulo 8 de los
Hechos:
"A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, y
decían: Éste es el gran poder de Dios. Estaban atentos a él, porque con sus artes
mágicas los había engañado por mucho tiempo."
Estos hombres creían que Simón el mago era como un dios. Y lo mismo que le ocurrió
a esa gente, hay muchos hoy que son engañados. Estimado oyente, no sea usted
engañado por algún hombre ni por su aparente poder. Aun si alguien está predicando
la Palabra de Dios, no mire al hombre. Mire a la Palabra de Dios y compruebe si la
está presentando con exactitud. Mire a Dios. Vuélvase a Él. Cuando fijamos la mirada
en una persona con admiración, la apartamos del Señor Jesucristo. Y eso es lo que
le ocurrió a la gente en Samaria. Ahora, leamos el versículo 12:
"Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el
nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres."
Felipe predicó el evangelio en Samaria, y muchos hombres y mujeres creyeron.
Simón se encontró con Felipe y al parecer, hizo una profesión de fe bajo el ministerio
de Felipe. Creemos que Simón fue el primer estafador religioso en la Iglesia pero,
desafortunadamente, no el último. Profesó ser creyente durante el movimiento de
renovación de grandes repercusiones que tuvo lugar en Samaria, durante la visita de
Felipe. Ahora, el versículo 13 dice:
"También creyó Simón mismo, y después de bautizado estaba siempre con Felipe; y
al ver las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito."
Simón cumplió todo el ritual externo. Profesó creer, pero no experimentó una fe
salvadora; fue bautizado y llegó a ser amigo de Felipe. Sin embargo, no se convirtió.
Ahora, fíjese usted que había otros también que decían ser creyentes, pero que no
eran salvos. No habían experimentado un nuevo nacimiento espiritual. Tenían un
conocimiento sólo intelectual y acompañaban a los otros creyentes, pero en realidad
no eran salvos. Estos quizás hasta habían sido bautizados con agua, pero no habían
sido bautizados y unidos a la iglesia de Jesucristo por el Espíritu Santo.
Hay mucha gente también hoy como Simón el Mago. Recibimos muchas cartas de
oyentes que nos cuentan que desde que han estado estudiando la Biblia por medio
de nuestro programa La Fuente de la Vida, han comenzado a examinar su fe. Muchos
se han dado cuenta de que han estado simplemente reuniendo o acompañando a
otras personas, pero que ellos mismos no han sido genuina personalmente
convertidos. Ahora, es necesario que nos examinemos. El apóstol Pablo dijo lo
siguiente, en su segunda carta a los Corintios, capítulo 13, versículo 5: "Examinaos
a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos". Es
conveniente examinarse, para comprobar si usted está en la fe o no. Este hombre,
Simón, tenía todos las señales externas que le identificaban como un cristiano.
Respondió que creía en Jesús, y por tanto fue bautizado. Pero en realidad, no era
salvo. No tenía una fe genuina. Leamos los versículos 14 al 16 de este capítulo 8 de
los Hechos:
"Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido
la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegados,
oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había descendido
sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de
Jesús."
Cuando los apóstoles se enteraron de que había un gran movimiento del Espíritu en
Samaria, enviaron a Pedro y a Juan para verificarlo. Y hallaron un gran grupo de
creyentes que profesaban, pero que realmente no habían sido renacidos
espiritualmente. No habían sido bautizados por el Espíritu Santo para formar parte
de la iglesia. El Espíritu de Dios no moraba en ellos. No eran salvos. Habían cumplido
meramente una ceremonia externa. Y estimado oyente, el ser bautizado en agua o
cumplir alguna otra ceremonia no le hará cristiano. Esto nos da los antecedentes para
explicarnos por qué Simón había logrado aprovecharse de los demás. Y le gustaba la
idea de hacer milagros. Ahora, leamos el versículo 17:
"Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo."
Es posible que Felipe no hubiera explicado todos los hechos y las condiciones del
evangelio. O puede ser que ellos no los hubieran aceptado. En todo caso, se dirigieron
a los apóstoles. Ahora creían al evangelio y creían en el Señor Jesucristo. Y ahora, el
Espíritu de Dios había entrado en ellos.
Creemos que es necesario considerar esto a la luz de su contexto histórico. La
comisión fue dada a los apóstoles para que abrieran cada nueva región al Evangelio.
En el día de Pentecostés, el Evangelio fue proclamado en Jerusalén. Después, Pedro
y Juan debían propagarlo a Samaria y a Judea. El apóstol Pablo sería el apóstol a los
no judíos. Así fue cómo se planteó la comisión encargada por Jesús. Y ahora, la vemos
cumpliéndose aquí en Samaria. Leamos ahora los versículos 18 y 19 de este capítulo
8 de los Hechos:
"Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el
Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para
que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo."
Simón el mago, quería pagar por el don. ¿Por qué? Porque este hombre era un
estafador religioso. Quería emplearlo para ganancia propia. ¡Cuántas alegaciones
similares han sido hechas desde entonces!
La persecución de fuera no dañó a la Iglesia. Dispersó a los creyentes y, como ya
hemos indicado, en realidad ayudó para la extensión del evangelio. Lo que dañó a la
Iglesia fue la entrada de personas que profesaban ser creyentes cuando en realidad
no lo eran. La Iglesia siempre resulta dañada desde sus mismas filas. Lo mismo
ocurrió con el Señor Jesús. Fue traicionado desde dentro. Uno de Sus propios
discípulos le traicionó ante Su nación. Y su propia nación le traicionó ante el Imperio
Romano, y el Imperio Romano le crucificó.
Y todavía ocurre lo mismo en el día de hoy. La Iglesia es traicionada desde dentro.
Recordemos el caballo de madera que fue traído a la ciudad de Troya. La ciudad era
impenetrable. Era invulnerable hasta que el caballo fue introducido en la ciudad. El
diablo comenzó por perseguir a la Iglesia, luchando contra ella desde fuera. Y
descubrió que no tenía éxito, porque la persecución simplemente difundía el
evangelio. Entonces, decidió comenzar su trabajo desde dentro. Y allí es donde se
pudo introducir y hacerle verdadero daño. Bien, continuemos con los versículos 20 y
21 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don
de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu
corazón no es recto delante de Dios."
Es por este motivo que dijimos que este hombre no se había convertido. Simón Pedro
declaró que su corazón no era recto delante de Dios. No era un verdadero creyente.
Su gran interés estaba en el dinero. Eso era lo que realmente le importaba a este
hombre. Ahora, versículos 22 y 23:
"Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el
pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo
que estás."
Simón Pedro no se lo pudo decir más claro. Y ahora, veamos lo que ocurrió aquí en
el versículo 24:
"Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada
de esto que habéis dicho venga sobre mí."
Ahora, Simón no pidió ser salvado, ni que orasen para que él recibiera la salvación.
Simplemente pidió que ninguna de estas cosas le sucediera. No sabemos si este
hombre vino alguna vez a Cristo. Continuemos con el versículo 25:
"Ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y
en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio."
El evangelio comenzó su viaje hacia los confines de la tierra. Hemos visto que la
iglesia empezó en Jerusalén. Los apóstoles estaban allí y se estableció una iglesia.
Pronto el centro de operaciones se trasladaría a Antioquia, más tarde a Éfeso, luego
a Alejandría, y después a Roma. En la actualidad, la iglesia se ha extendido
prácticamente a todos los rincones de la tierra. Ahora, creemos que uno de los
vehículos más eficientes para hacer que el evangelio llegue hasta lo último de la tierra
es la radio. Por medio de este medio la iglesia puede llevar a cabo lo que no se ha
logrado desde el primer siglo, cuando el mensaje del Evangelio se extendió por todo
el mundo entonces conocido.
Pasemos ahora a considerar el encuentro entre
Felipe y el etíope
En los capítulos 8, 9 y 10 encontramos el relato de tres notables casos de conversión.
Creo que éstos tres han sido escogidos para transmitirnos una lección concreta. El
capítulo 8 nos relata la conversión del etíope, de la raza de Cam. El capítulo 9 nos
cuenta la conversión de Saulo de Tarso, de la raza de Sem. Y el capítulo 10, nos
relata la conversión de Cornelio, un centurión romano, de la raza de Jafet.
Recordemos que toda la familia humana está dividida en estas 3 categorías. Se trató
de una división etnológica y geográfica hecha después del diluvio. Sem, Cam y Jafet,
eran los hijos del patriarca Noé. Aquí encontraremos, pues, que el Evangelio alcanzó
a representantes de estas 3 divisiones de la humanidad.
También observaremos en estos ejemplos que, para que tenga lugar la conversión
de una persona, tienen que darse 3 factores. Estos 3 factores son evidentes en estas
3 conversiones representativas.
1. La obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo había llevado a Felipe hasta Samaria,
donde se había producido un gran movimiento del Espíritu de Dios. Después el
Espíritu Santo le condujo a Gaza y nuevamente podemos observar la acción del
Espíritu en el corazón del etíope. El Espíritu de Dios se había adelantado para preparar
a aquel corazón y también para preparar al mensajero. Esta guía del Espíritu de Dios
es absolutamente esencial. Tememos que muchos intentos personales para llegar a
las personas se realizan de una manera descuidada y sin contar con la guía del
Espíritu de Dios. Creo que, antes de hablar con alguien para presentar a Cristo,
debiéramos convertir el asunto en un tema concreto de oración. Tendríamos que
hablar con el Señor sobre el individuo, antes de hablarle al individuo sobre el Señor.
No se trata simplemente de que el Espíritu Santo nos guíe. Lo que necesitamos es
que el Espíritu vaya delante de nosotros, prepare el camino y entonces nos llame
para que vayamos hacia donde Él se encuentre. Queremos dirigirnos hacia donde el
Espíritu de Dios se esté moviendo. Éste es el primer factor esencial de la conversión.
Encontramos este factor en acción en la conversión del etíope y también en la
conversión de Saúl, y en la de Cornelio.
2. La Palabra de Dios. Dijo San Pablo en Romanos 10:17, "la fe es por el oír, y el oír,
por la palabra de Dios". Éste es el segundo factor esencial. El Espíritu Santo tomará
las cosas de Cristo y se las revelará al individuo. El Espíritu de Dios utiliza la Palabra
de Dios. Pero, tiene que haber un elemento humano.
3. El hombre o la mujer de Dios. El Espíritu de Dios utiliza a un mensajero de Dios,
que comunica Su Palabra para hacer que alguien se convierta en un hijo de Dios,
alguien que ha renacido espiritualmente. Veremos esto especialmente en la
conversión del etíope.
La segunda parte de este capítulo 8 nos conduce a otra parte del ministerio de Felipe.
Como vimos, el Evangelio había entrado en Samaria y ya había muchos verdaderos
creyentes como resultado de la predicación del evangelio. Pero también vimos que
fue en Samaria donde la maldad entró en la Iglesia por medio de Simón el mago.
Ahora, en contraste con Simón el mago, llegamos ahora a la experiencia de Felipe
con el eunuco etíope. Felipe guió a este hombre a Cristo y el etíope se convirtió en
un creyente genuino. Llegó a ser un extraordinario hombre de Dios. Leamos ahora el
versículo 26 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur por el camino
que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto"
Samaria estaba situada en una región al norte de Jerusalén. Ahora, a Felipe se le dijo
que se dirigiera hacia al sur. Lo que conocemos como la franja de Gaza queda en el
sur junto al Mediterráneo. Ésta era la vía comercial por que se viajaba para volver a
Egipto y a Etiopía.
Felipe había estado hablando a multitudes en Samaria y ahora fue enviado a un
desierto. Tiene que salir del lugar donde se había producido un gran movimiento del
Espíritu de Dios e ir a un lugar desierto, donde no había nadie. Sin embargo, cuando
llegó allí, descubrió que Dios tenía a alguien allí a quien él debía hablar de Cristo.
Leamos los versículos 27 y 28 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de
Candace, reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros y había venido
a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías."
Vemos que aquel etíope estaba a cargo del tesoro de la reina. Era como un ministro
de Finanzas. En aquellos tiempos era también un funcionario muy importante. Y no
viajaba solo. Le acompañaban un séquito de sirvientes y funcionarios de menor
rango. No iba sentado en el carruaje sosteniendo con una mano las riendas, y con la
otra un libro. Estaba sentado en la parte posterior del carruaje y protegido del sol
por un toldo. Tenía un chofer privado y viajaba con toda comodidad.
Era un ciudadano de Etiopía, pero había venido a Jerusalén para adorar; lo que
indicaba que era un prosélito, es decir, un pagano convertido al judaísmo. Acababa
de estar en Jerusalén, el centro de la religión judía. Aunque el judaísmo era una
religión establecida por Dios, el había salido de la ciudad en un estado de oscuridad
espiritual. Estaba leyendo al profeta Isaías, pero no entendía lo que leía.
Finalizamos hoy viendo a un hombre que buscaba a Dios, quería sinceramente saber
quién era Jesús y le buscaba ansiosamente en las páginas de las Escrituras del
Antiguo Testamento. Cuando alguien le busca, Dios se hace presente. Estimado
oyente, si usted, de diversas maneras, a veces incluso sin darse cuenta, le ha estado
buscando, puede usted invocar su nombre. Y Él le escuchará, le responderá.
Recordamos que San Pablo dijo, citando a los profetas: "Todo aquel que en él cree,
no será defraudado...Ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo".
Hechos 8:29-9:16
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos, y en particular por el
capítulo 8, seguimos considerando hoy la conversión del eunuco etíope que
comenzamos en nuestro programa anterior.
Leemos aquí que este hombre de Etiopía estaba encargado de todos los tesoros del
reino. En realidad era el Ministro de Finanzas. Era un funcionario importante. Este
hombre no viajaba solo. Llevaba consigo un gran séquito de siervos y oficiales
menores. No viajaba en el carro con las riendas en una mano y un libro en la otra.
Este hombre estaba sentado cómodamente en su carro, protegido del sol por un gran
parasol. Tenía su chofer privado y había llegado a Jerusalén para adorar. Y esto indica
que era prosélito, o sea, un pagano convertido al judaísmo.
Este hombre acababa de estar en Jerusalén. Había visitado el centro de la religión
judía. Aunque esa religión había sido dada por Dios, el etíope salía de esa ciudad,
pero todavía permanecía en sus tinieblas espirituales. Leía las palabras del profeta
Isaías, pero no entendía lo que leía. Y el versículo 29 de este capítulo 8 de los Hechos,
nos dice:
"El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro."
El Espíritu Santo estaba guiando aquí, como guiaría en cualquier conversión. Felipe
era el hombre de Dios, a quién el Espíritu de Dios estaba usando. Y la Palabra de
Dios ya estaba en el carruaje, porque el etíope estaba leyendo un ejemplar de las
Escrituras que llevaba consigo. Ahora, el versículo 30 nos dice:
"Acudiendo Felipe, lo oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que
lees?"
Podemos imaginarnos esta escena. Quizá Felipe levantó la mano y el eunuco ordenó
detener el carruaje con todo su séquito y entonces Felipe se acercó al carro y le oyó
que estaba leyendo en voz alta al profeta Isaías. Y entonces le preguntó, ¿Y entiendes
lo que lees? Y esta fue una buena pregunta, porque el etíope estaba precisamente
necesitando una explicación porque no entendía lo que leía. Y veamos lo que ocurrió
en los versículos 31 al 33 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguien no me enseña? Y rogó a Felipe que subiera y se
sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte
fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca.
En su humillación no se le hizo justicia; mas su generación, ¿quién la contará?,
porque fue quitada de la tierra su vida"
¿Dónde estaba leyendo? En el capítulo 53 de Isaías. Estaba leyendo los versículos 7
y 8. Era obvio que había estado leyendo por algún rato y también debía haber leído
los versículos anteriores que dicen: "Despreciado y desechado entre los hombres,
varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el
rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; ¡pero nosotros le tuvimos por azotado,
como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas
fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual
se apartó por su camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros". Era
evidente, pues, que el eunuco debió haber leído también estos versículos. Y dicen
aquí los versículos 34 y 35 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el
profeta esto; de sí mismo o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca y
comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús."
¡Qué maravilloso lugar para comenzar! Es que, cuando el Espíritu de Dios guía, las
cosas se revelan con claridad, ¿ve usted? Él tomará las cosas de Cristo y las pondrá
en claro. Usará la Palabra de Dios. Hemos visto ya cuán poderosamente Dios usó a
Simón Pedro en la conversión de multitudes de personas. Y Pedro expresó con
claridad, que la Palabra de Dios es necesaria para una conversión. Él dijo que una
persona no podía ser renacida espiritualmente sin esa Palabra. Escuchemos lo que él
dijo en su primera carta, capítulo 1, versículos 23 al 25. Dijo el apóstol Pedro: "...pues
habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de
Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como hierba, y toda
la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba seca, y la flor se cae, mas la
palabra del Señor permanece para siempre. Y ésta es la palabra que por el evangelio
os ha sido anunciada."
Ahora, cuando el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios, ¿qué sucede? Estos hombres
estaban en el carruaje hablando acerca de la Palabra de Dios. Felipe le estaba
contando al etíope acerca de Jesús. Y veamos lo que ocurrió aquí en los versículos
36 y 37 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Yendo por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: Aquí
hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón,
bien puedes. Él respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios."
Recordemos que Felipe había tenido una experiencia con Simón el mago en Samaria,
y no quería que el caso se repitiera. Por eso, cuando este hombre pidió ser bautizado
en agua, Felipe quiso estar seguro de que él creía con todo su corazón. Y leemos aquí
en los versículos 38 y 39:
"Mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó.
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo
vio más; y siguió gozoso su camino."
Dice aquí que Felipe fue llevado. Ya no era necesario que estuviera allí. Y el eunuco
etíope siguió entonces su camino y salió así de las páginas de la Escritura en su
carruaje. Siguió alegremente su camino. Ahora, ¿qué fue de este hombre etíope?
¿Sabe usted que la primera gran Iglesia estuvo en África del Norte, mucho antes que
hubiera Iglesias en otras partes? El eunuco etíope evidentemente volvió, y por su
testimonio y su influencia, se fundó allí una gran Iglesia. Sería muy provechoso poder
leer algo sobre la historia de la Iglesia en Etiopía, pero el tiempo no nos permite
hacerlo aquí. Ahora, ¿qué fue de Felipe? Leamos el versículo 40:
"Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las
ciudades hasta llegar a Cesarea."
Azoto es Asdod y estaba situada en las cercanías de Gaza. Para llegar a Cesarea,
tendría que pasar por Jope, donde está hoy Tel Aviv. Por tanto, él salió predicando el
evangelio mientras subía a lo largo de la costa hasta Cesarea. El evangelio pues,
había ido hasta Judea y a Samaria, y ahora estaba extendiéndose hacia otras tierras.
El eunuco llevaría el evangelio a Etiopía. Felipe lo estaba proclamando por la costa
hasta Cesarea.
Y así concluye estimado oyente, el capítulo 8 de este libro de los Hechos de los
Apóstoles. Llegamos ahora a
Hechos 9:1-16
Este capítulo cuenta otra conversión sumamente interesante. La conversión del
eunuco etíope que estudiamos en el capítulo anterior, tuvo lugar en un carruaje. La
conversión de Saulo de Tarso que veremos ahora, tuvo lugar en el polvo de la tierra.
El relato bíblico no aclaró si Saulo iba a caballo, o si iba montado en burro cuando
subía a Damasco; pero sí sabemos que la luz fue tan brillante que el resplandor hizo
que Saulo cayese a tierra.
Cuando en nuestro estudio lleguemos a la carta a los Filipenses, consideraremos los
aspectos teológicos, psicológicos, y filosóficos de la conversión de Saulo de Tarso.
Aquí solamente trataremos los hechos de lo que realmente ocurrió en el camino a
Damasco. Leamos, pues, los primeros dos versículos de este capítulo 9 de los Hechos,
que inician el relato de
La conversión de Saulo de Tarso
"Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al
Sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si
hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajera presos a Jerusalén."
Cuando la persecución comenzó en Jerusalén, la Iglesia pasó a la clandestinidad. Y
la Iglesia de Jerusalén tuvo que comenzar a reunirse en secreto. Los apóstoles se
quedaron en Jerusalén, pero muchos de los otros salieron y se dispersaron. Hallamos
por ejemplo a Felipe en Samaria, a lo largo de la costa mediterránea, como ya hemos
visto. Lo que precipitó esta dispersión, por supuesto, fue el apedreamiento de
Esteban, seguido por la persecución. Como resultado, los líderes religiosos en
Jerusalén se sintieron satisfechos, por haber ahuyentado de Jerusalén a los
cristianos. Y al parecer, estaban dispuestos a quedarse satisfechos con esto. Es decir,
¡todos, excepto Saulo de Tarso! Él no dejaba de amenazar de muerte a los discípulos
del Señor. Aborrecía a Jesucristo. No creemos que el Señor Jesucristo haya tenido
jamás un enemigo mayor, que este hombre Saulo de Tarso. Pues bien, él fue a ver
al sumo sacerdote y le dijo: "Mire, me he enterado de que un grupo de estos
cristianos se ha ido para Damasco, y yo los voy a ir a buscar". El hecho es que Saulo
hizo lo posible por encontrar a los cristianos dondequiera que fueran. Su mayor deseo
era exterminarles. Continuemos leyendo los versículos 3 y 4 de este capítulo 9 de los
Hechos:
"Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco,
repentinamente lo rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó una
voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
Al proseguir nuestro estudio bíblico veremos que Pablo contará este incidente dos
veces más, en el libro de los Hechos. El hecho es que Pablo nunca se cansó de contar
acerca de su conversión. Le encontramos repitiéndola nuevamente en su carta a los
Filipenses. Y es allí donde llegó al fondo del asunto y contó lo que realmente le
sucedió. Aquí sólo se nos ofrecen los hechos. Y nosotros los repasaremos de nuevo,
especialmente cuando estudiemos el discurso que Pablo pronunció ante el rey Agripa.
Y veremos que ese discurso fue una obra maestra. Leamos ahora el versículo 5 de
este capítulo 9 de los Hechos.
"Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa
te es dar coces contra el aguijón."
Ahora, ¿Ha notado usted aquí la ignorancia de Saulo? Probablemente era el hombre
más inteligente de su tiempo. Probablemente se graduó en la Universidad de Tarso,
la mejor universidad griega de aquel entonces. Fue estudiante en la escuela de
Gamaliel, el erudito hebreo. Había sido instruido en los detalles de la religión judía.
Pero Saulo no conocía al Señor Jesucristo. "¿Quién eres, Señor?" preguntó. Estimado
oyente, conocer al Señor Jesucristo es ¡recibir vida! ¡Y Saulo no le conocía! Leamos
ahora el versículo 6:
"Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? El Señor le dijo:
Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer."
Saulo se encontraba aquí tendido sobre el polvo, en aquel camino a Damasco. Ésta
fue una conversión muy notable. Notemos además que Pablo reveló inmediatamente
su conversión. Este hombre que aborrecía al Señor Jesús, el que había hecho todo lo
que pudo en contra de Él, entonces le llamó "Señor", y le preguntó lo que Él quería
que hiciese. Estaba completamente dispuesto a cumplir las órdenes del Señor. Había
sido completamente transformado. Esto nos recuerda las palabras del Señor Jesús
en Mateo 7:20 que dice: "Así que, por sus frutos los conoceréis". Sin duda podemos
saber lo que había ocurrido en la vida de este hombre. El versículo 7 de este capítulo
9 de los Hechos, dice:
"Los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la
voz, pero no veían a nadie."
Más adelante, Pablo en su relato dijo que sus acompañantes no habían oído. ¿Es que
hubo quizá un conflicto entre este relato del doctor Lucas y el de Pablo? ¡No! Lo que
ocurrió fue que oyeron el sonido de una voz y eso fue todo. No les fue posible
comprender lo que fue hablado. Lo que oyeron no tuvo sentido para ellos y tampoco
vieron a nadie. Y se quedaron mudos de asombro. Lo veremos con mayor detalle en
los capítulos 22 y 26 de Hechos.
Leamos ahora los versículos 8 y 9 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Entonces Saulo se levantó del suelo, y abriendo los ojos no veía a nadie. Así que,
llevándolo de la mano, lo metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no
comió ni bebió."
Saulo se había quedado ciego debido al resplandor de luz del cielo que le había
rodeado. Difícilmente alguien habrá estado más perplejo y confuso que Saulo. Si
nosotros nos hubiéramos encontrado con él durante uno de esos tres días en
Damasco, y le hubiéramos preguntado qué le había sucedido, creemos que nos habría
respondido que no tenía la menor idea. Pero veremos que pronto Saulo ya se
enteraría de lo que le había ocurrido. Leamos los versículos 10 al 12 de este capítulo
9 de los Hechos:
"Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en
visión: Ananías. Él respondió: Heme aquí, Señor. El Señor le dijo: Levántate y ve a
la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de
Tarso, porque él ora, 12y ha visto en visión a un hombre llamado Ananías, que entra
y pone las manos sobre él para que recobre la vista."
Aquí vemos que Saulo de Tarso, un joven de mucho talento, se hallaba en Damasco
ciego y confundido. Mientras tanto, el Espíritu de Dios había venido a un hombre
llamado Ananías y le había dicho que fuera donde estaba Saulo de Tarso.
Continuemos leyendo los versículos 13 al 16:
"Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre,
cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los
principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le
dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste para llevar mi nombre en presencia
de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es
necesario padecer por mi nombre."
Dios explicó dos motivos por los cuales llamó a este hombre. Saulo fue el instrumento
escogido por Dios para cumplir dos propósitos. En primer lugar, debía llevar el
nombre de Jesús. Fíjese que no fue llamado un testigo, como lo fueron los otros
discípulos. Es posible que Pablo hubiera conocido a Jesús en Su crucifixión, pero no
había caminado con Jesucristo en los días de Su vida en la tierra. En realidad no supo
nada acerca de Él, hasta aquel día en el camino a Damasco. Ahora, tendría que
proclamar ése Nombre. Y es el mismo nombre que nosotros debemos llevar hoy. Es
el nombre de Jesús.
Ahora, Pablo presentaría este Nombre ante tres grupos diferentes: los gentiles o no
judíos, los reyes, y los israelitas. Los no judíos fueron nombrados en primer lugar.
Pablo fue el gran apóstol a los no judíos. Luego, se mencionan los reyes. Y veremos
que Pablo aparecería delante de reyes, y probablemente aun ante el mismo Nerón.
Y luego, llevaría el nombre de Jesús a la nación de Israel. Cuando Pablo entrase en
una ciudad, siempre visitaría primero la sinagoga. La sinagoga casi siempre serviría
como su lugar de arranque para introducirse en una comunidad y en la vida de la
ciudad. Desde allí alcanzaría a los no judíos. Pero siempre iría primero a los judíos.
En segundo lugar, el Señor dijo que mostraría a Saulo cuán grandes cosas tendría
que sufrir por el Señor. O sea que fue escogido para sufrir por Jesucristo. Creemos
que nunca ha habido otro que haya sufrido tanto por causa del Señor como lo que
sufrió el apóstol Pablo. Nadie se atrevería a decir: "Yo he sufrido más que cualquier
otro. ¿Por qué permite Dios que esto me ocurra a mí?" Podemos sufrir o podemos
pensar que sufrimos más de lo que realmente sufrimos. Sea como fuere, ninguno de
nosotros sufre como sufrió Saulo de Tarso por el Señor, después que llegó a ser el
apóstol Pablo.
Ahora, al reflexionar sobre esta conversión extraordinaria, sabemos que hay quienes
recordarán que dijimos que la conversión requiere que el Espíritu Santo utilice la
Palabra de Dios y por medio de un hombre de Dios. ¿Se aplicaron estos factores en
la conversión de Saulo?
El Señor Jesús se le apareció personalmente a Saulo. Ahora, recordemos que antes
que el Señor Jesús dejara a sus discípulos, les dijo que iba a enviar a su Espíritu
Santo, y les explicó lo que el Espíritu haría. Dijo el Señor Jesús en el evangelio según
San Juan, capítulo 16, versículos 14 y 15: "Él me glorificará; porque tomará de lo
mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará
de lo mío, y os lo hará saber."
Ahora, creemos que cuando el Señor Jesucristo apareció personalmente a Saulo, el
Espíritu de Dios abrió sus ojos espiritualmente y los cerró físicamente a fin de que
pudiera ver al Señor Jesús. De modo que podemos decir que ciertamente el Espíritu
Santo estaba obrando.
¿Y qué diremos de la Palabra de Dios? ¿Cómo fue utilizada en la conversión de Pablo?
Saulo de Tarso era fariseo y conocía muy bien la Palabra de Dios. En efecto, si hubo
alguien saturado por la Palabra de Dios debió haber sido Saulo de Tarso. Cuando uno
lee sus cartas, resulta obvio que estaba muy familiarizado con el Antiguo Testamento.
Por lo tanto, vemos que el Espíritu Santo y la Palabra de Dios fueron factores
operativos en la conversión de Saulo:
¿Y cómo podemos decir que Dios utilizó a un hombre de Dios para alcanzar a Saulo?
Aunque no hubo ninguno presente en aquel momento, creo que el hombre a quien el
Señor utilizó para alcanzar a Saulo no fue otro que el mártir Esteban. Estos dos
hombres, Saulo y Esteban, se encontraron solo una vez, y me refiero al momento en
que Saulo se encontraba entre los que mataron a Esteban. Esteban había
contemplado el cielo abierto y dijo: "Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que
está a la derecha de Dios" (Hechos 7:56). Saulo habrá mirado al cielo y no pudo ver
a nadie. Después había mirado el rostro de Esteban, dándose cuenta de que Esteban
esta realmente viendo algo. Creo que Saulo habrá esperado que algún día los cielos
se abrieran y que él también pudiera tener una visión de Dios. Y eso ocurrió
precisamente en el camino de Damasco, cuando el viajero contempló una brillante
luz. Fue Jesucristo el que se le reveló en aquel lugar. Estimado oyente, usted también
puede tener un encuentro con Dios por medio del señor Jesucristo. Usted también
podrá sentir que la luz de aquél que proclamó ser la luz del mundo le ilumina, disipa
las sombras, aleja la oscuridad espiritual y transforma su vida en este mundo con las
realidades de la vida eterna.
Hechos 9:17-43
Continuamos estudiando hoy el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior, estuvimos reflexionando sobre la conversión
extraordinaria de Saulo de Tarso. Y usted recordará que habíamos dicho que la
conversión, requiere que el Espíritu Santo obre por la Palabra de Dios y por medio
de una persona que actúe como mensajero de Dios. Y en cuanto a la conversión de
Saulo de Tarso, dijimos que el agente humano había sido Esteban. Más tarde, el
Señor Jesús apareció personalmente a Saulo. Ahora, recordemos que el Señor Jesús,
antes de dejar a sus discípulos, les dijo que iba a enviar a Su Espíritu Santo. Y les
explicó lo que el Espíritu haría. Dijo Jesús en el capítulo 16 del evangelio según San
Juan, versículos 14 y 15, con respecto al Espíritu Santo: ". . . Él me glorificará; porque
tomará de lo mío, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Todo lo que tiene
el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber."
Ahora, creemos que cuando el Señor Jesucristo apareció personalmente a Saulo, el
Espíritu de Dios, abrió sus ojos espiritualmente y los cerró físicamente, a fin de que
Saulo pudiera ver al Señor Jesús. De modo que podemos decir, que ciertamente el
Espíritu Santo estaba obrando. Ahora, ¿qué diremos en cuanto a la Palabra de Dios?
¿Cómo fue usada en la conversión de Saulo? Saulo de Tarso era fariseo. Sabía
muchísimo en cuanto a la Palabra de Dios. El hecho es que si había alguien que
estuviera saturado de las Escrituras del Antiguo Testamento, ese era Saulo de Tarso.
Más tarde, cuando escribió sus epístolas, fue obvio que conocía bien el Antiguo
Testamento. Por lo tanto, aquí se ve claramente que el Espíritu Santo y la Palabra de
Dios, operaron en su conversión. Además, como dijimos, es muy claro que Esteban
actuó como el instrumento humano para alcanzar a Pablo. Y como veremos más
adelante, creemos que además de Esteban, el Señor usó también a Ananías como
otro agente humano para alcanzar a Saulo.
Volviendo ahora al capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, leamos el versículo 17:
"Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo:
Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías,
me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo."
¡Qué cambio! Todavía era Saulo de Tarso, pero ahora era el hermano Saulo. Ya no
era un enemigo. Era un hermano. Porque cualquiera que ame al Señor Jesucristo
llega a ser hermano de cualquier otro hermano. Lamentablemente, tenemos que
añadir aquí, que los hermanos no siempre se comportan como tales.
En fin, Saulo iba a recibir ahora su vista física. También iba a ser lleno del Espíritu
Santo. Sería lleno del Espíritu para desempeñar su servicio cristiano. Esta es la
experiencia que se manifiesta en la vida del creyente. Saulo había sido bautizado ya
con el Espíritu Santo en el camino a Damasco. Es decir, que fue salvado en ese
camino a Damasco. Pero, no fue sino hasta que este hombre Ananías vino a él, que
fue lleno del Espíritu Santo. Iba a convertirse en un testigo para el Señor Jesús, y
recibiría su vista física y espiritual. Leamos ahora el versículo 18 de este capítulo 9
de los Hechos:
"Al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue
bautizado."
Vemos ahora que Saulo fue bautizado con agua como señal y sello de su conversión.
El agua no tenía nada que ver con su salvación. Ya había sido bautizado con el Espíritu
Santo, es decir, había sido salvado en el camino de Damasco. Cuando Ananías puso
sus manos sobre él, fue lleno del Espíritu Santo para servir a Dios. Ahora, dice el
versículo 19:
"Y habiendo tomado alimento, recobró las fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días
con los discípulos que estaban en Damasco."
Leamos ahora el versículo 20, para ver como
Saulo comenzó a predicar en Damasco
"En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de
Dios."
Notemos que Saulo de Tarso comenzó a predicar en seguida. ¿Por qué? Porque
estaba lleno, es decir, controlado por el Espíritu Santo. Empezó a predicar en la
sinagoga y a decir que Cristo era el Hijo de Dios. Estimado oyente, es necesario que
usted sepa quién es Cristo, antes de que pueda creer en lo que hizo. Él murió y pagó
el castigo de sus pecados. Es precisamente porque Él era el Hijo de Dios que le fue
posible morir por nuestros pecados. Ningún ser humano puede morir una muerte
redentora por otro ser humano. Solo Cristo Jesús pudo hacerlo, porque Él era el Hijo
de Dios. Por tanto, Saulo empezó a predicar que Cristo era el Hijo de Dios. Esa fue
la primera verdad que era necesario saber. Continuemos ahora leyendo los versículos
21 y 22 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Y todos los que lo oían estaban atónitos, y decían: ¿No es este el que asolaba en
Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos
ante los principales sacerdotes? Pero Saulo mucho más se enardecía, y confundía a
los judíos que vivían en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo."
Ahora, la palabra Cristo significa el Mesías. Y parece que Saulo confundió a los judíos
al predicar tal cosa. Saulo de Tarso era el número uno. Sería el número uno en
sufrimiento; y el número uno como misionero. Y creemos que también era número
uno en cuanto a su cociente intelectual. Pues, estamos convencidos que era un
hombre muy inteligente. Esto lo demuestra el hecho que pudo confundir a aquellos
que trataron de hacerle frente intelectualmente. Ahora los versículos 23 al 25 dicen:
"Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarlo; pero sus
asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y
de noche para matarlo. Entonces los discípulos, tomándolo de noche, lo bajaron por
el muro, descolgándolo en una canasta."
Cuando los judíos no podían ganar por medio de argumentos, hacían entonces uso
de otra táctica, que consistía simplemente en eliminar al enemigo. Estamos seguros
de que debe haber sido una experiencia muy emocionante, el ser bajado por el muro,
colgando en una canasta. Sin embargo, nunca leemos en ninguna parte del Nuevo
Testamento que Pablo contase esta experiencia. Aquí estaba un hombre que había
tenido una experiencia extraordinaria, pero que consideraba que tenía otras cosas
más importantes que contar.
Leamos el versículo 26 de este capítulo 9 de los Hechos, que inicia un párrafo que
nos relata las experiencias de
Saulo en Jerusalén
"Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían
miedo, no creyendo que fuera discípulo."
Creían que esto era un engaño por parte de Saulo de Tarso. Se imaginaban que Saulo
quería sólo infiltrarse entre ellos Después de todo, les había perseguido. Y
probablemente habían oído de Simón el mago y las tácticas que usó en Samaria.
Ahora, el versículo 27 continúa con el relato:
"Entonces Bernabé, tomándolo, lo trajo a los apóstoles y les contó cómo Saulo había
visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había
hablado valerosamente en el nombre de Jesús."
¡Qué buen carácter tenía Bernabé, cuyo nombre significaba "hijo de consolación y
solaz"! Ahora, Bernabé se puso junto a Pablo para apoyarle. ¡Qué bendición fue
Bernabé para Saulo! Y aquí vemos un ministerio que todavía es necesario hoy. Cuánto
necesitamos a cristianos como Bernabé, que apoyen a los que son nuevos en la fe.
Ahora, el versículo 28 dice:
"Y estaba con ellos en Jerusalén; entraba y salía"
Vemos aquí que por fin aceptaron a Saulo en la iglesia de Jerusalén y él sumó sus
fuerzas a esa iglesia. Leamos el versículo 29:
"y hablaba con valentía en el nombre del Señor, y discutía con los griegos; pero estos
intentaban matarlo."
Ahora, estos no eran realmente griegos, sino israelitas que habían sido criados fuera
de Israel, en alguna parte del mundo griego. El testimonio de Saulo fue tan poderoso
que ellos concluyeron que la única manera de librarse de su efectividad era acabando
con él. Ahora, leamos el versículo 30 de los Hechos capítulo 9:
"Cuando supieron esto los hermanos, lo llevaron hasta Cesarea y lo enviaron a
Tarso."
Aquí vemos a Saulo volviendo a su pueblo natal. Probablemente volvió a su casa y
nos imaginamos que habló de Cristo a su padre, a su madre, a sus hermanos y
hermanas, y a otros familiares. Pero en realidad no sabemos nada en cuanto a ellos,
porque Saulo nunca habló de su familia; con una sola excepción, en Romanos 16,
donde mencionó a algunas personas relacionadas con él. Esto nos dice que algunos
de sus parientes también llegaron a ser creyentes en Cristo Jesús. Además es muy
posible que el versículo 13 del mencionado capítulo 16 de la misma carta a los
Romanos, se refiera a su madre y a su hermano al decir: "Saludad a Rufo, escogido
en el Señor, y a su madre y mía."
Leamos ahora el versículo 31:
"Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; eran edificadas,
andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo."
Mientras tanto, la Iglesia seguía creciendo. El evangelio llegó a Judea, a Galilea, y a
Samaria. Y dentro de poco, comenzaría a ir hasta lo último de la tierra. Leamos ahora
los versículos 32 al 35, donde se nos habla de
El ministerio de Pedro en Lida y Jope
"Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en
Lida. Halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama,
pues era paralítico. Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama.
Y en seguida se levantó. Y lo vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los
cuales se convirtieron al Señor."
Como Pedro era un apóstol, tenía los dones de señales de un apóstol. Ahora, el
versículo 36 dice:
"Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, (que traducido es Dorcas).
Ésta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía."
Esta mujer prestaba un servicio social. Éste era su don. Es decir, tenía el don de
costura. Ahora, algunos dirán: ¿quiere usted decir que la costura es un don divino?"
Sí. Así lo era para esta mujer.
La costura era el don de esta mujer. Dudamos que jamás se pusiera al frente para
hablar en un grupo de mujeres en público. Pero, sí se ocupaba en hacer muchas
cosas maravillosas. Y fíjese usted lo que ocurrió aquí en el versículo 37:
"Aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en
una sala."
Observemos cómo los cristianos preparaban el cuerpo para el entierro en aquel
entonces. Ahora, el versículo 38 dice:
"Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le
enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros."
Enviaron un mensaje de Jope a Lida comunicando que una maravillosa mujer en la
Iglesia de Jope había muerto. Al parecer, creyeron que Simón Pedro la podría levantar
de los muertos. Por lo menos, le mandaron a decir que viniera. Ahora, el versículo
39 de este capítulo 9 de los Hechos dice:
"Pedro se levantó entonces y fue con ellos. Cuando llegó, lo llevaron a la sala, donde
lo rodearon todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que
Dorcas hacía cuando estaba con ellas."
Aquí vemos que fueron las viudas, las que participaron en esta exhibición de ropa.
Todas sacaron a lucir los vestidos que ella les había hecho. Ahora, ¿Por qué hicieron
esto las viudas? Simplemente porque eran pobres. No podrían haber tenido ningún
vestido si no fuera porque Dorcas se los había hecho. Ella había cosido ropa para
estas mujeres. En esto consistía su ministerio. Éste fue su don. Continuemos con los
versículos 40 y 41 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo,
dijo: ¡Tabita, levántate!."
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41Él le dio la mano y la levantó;
entonces llamó a los santos y a las viudas y la presentó viva.
Aquí tenemos un ejemplo del ejercicio de un don de un apóstol, un don que fue
acompañado por una señal. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, que es el libro
histórico de la Iglesia, tenemos el ministerio de Simón Pedro, quien era un apóstol;
y de Pablo, quien también era apóstol. Simón Pedro fue un predicador para su propio
pueblo, y sin embargo fue el que abriría la puerta para el cristianismo ente los no
judíos. Saulo de Tarso, por otra parte, se convirtió en el apóstol Pablo y fue el apóstol
a los no judíos. El relato indica que cada uno levantó a una persona de los muertos.
Es muy posible que levantaran también a otros, pero estos casos fueron relatados
para mostrarnos que estos hombres tenían estos dones que se manifestaron
acompañados de señales milagrosas. Les fue posible sanar a los enfermos y levantar
a los muertos. Éstas eran las señales, las evidencias de un apóstol. Eran dones
apostólicos. El apóstol Pablo dijo que los apóstoles eran el fundamento de la Iglesia,
en el sentido de que la Iglesia estaba edificada sobre ellos. Ellos son los que nos
dieron el Nuevo Testamento sobre el cual la Iglesia realmente está edificada.
Hoy en día, no tenemos necesidad de esos dones apostólicos. La cuestión hoy en día
es la doctrina Bíblica. Al fin de la época de las Escrituras del Nuevo Testamento, el
apóstol Juan escribió sus cartas. Escuchemos sus instrucciones para descubrir a los
que engañan. Dijo el apóstol Juan en su segunda carta universal, versículos 10 y 11:
"Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le
digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras."
Hacia el fin del ministerio del apóstol Pablo, la Escritura indica con toda claridad, que
Pablo no ejerció el don de sanar cuando estuvo con los que se encontraban enfermos.
Por ejemplo, vemos que dejó a Trófimo enfermo en Mileto (2 Timoteo 4:20). ¿Por
qué no sanó Pablo a su amigo Trófimo? Es que Pablo estaba llegando al final de su
ministerio y tales dones estaban comenzando a desaparecer de la iglesia. Al comienzo
de su ministerio, aún no había sido escrito el Nuevo Testamento. Pablo mismo
escribió el segundo libro del Nuevo Testamento. Cuando él llegara a un nuevo
territorio, ¿cómo acreditaría su autoridad? Lo haría con las señales milagrosas.
Después que el texto del Nuevo Testamento estuvo disponible, el énfasis se desplazó
de los dones milagrosos a la doctrina Bíblica correcta. Pablo advirtió en Gálatas 1:8,
que si alguien no tuviera tal doctrina, aunque fuese un ángel del cielo, no debían
recibirle. Ahora, esto de ninguna manera quiere decir que Dios ya no sana las
enfermedades. Quiere decir en cambio, que los dones con señales ya no son
necesarios para poder autenticar el evangelio, ni para acreditar un apostolado.
Leamos ahora el versículo 42, de este capítulo 9 de los Hechos:
"Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor."
Aquí vemos que los dones acompañados de milagros se utilizaron para confirmar el
Evangelio de la gracia de Dios. Y dice el versículo 43, versículo final de este capítulo
9 de Hechos:
"Pedro se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor."
Un curtidor tomaba las pieles y las curtía en ácido. Es decir que la casa donde se
alojó Pedro debía oler bastante mal. Ahora, aquellos que habrán tenido la oportunidad
de ir a Israel, y hayan visitado Jope, habrán podido ver la casa donde se dice que
Simón Pedro se hospedó, la casa del curtidor. Jope es un pueblo pintoresco a la orilla
del agua y esta casa está en la ribera. La casa parece ser lo suficientemente antigua
como para haber estado allí por muchísimo tiempo. Este, pues, podría haber sido el
lugar donde Simón Pedro se quedó por muchos días.
Nos llama la atención el milagro de Pedro al restaurar a la vida a aquella mujer tan
amada en la iglesia de aquel pueblo. Nos recuerda que, en cierto sentido, la escena
ilustra el estado de muerte espiritual que caracteriza a todas las personas que se
encuentran alejadas de Dios, muertas espiritualmente en el sentido que no tienen la
vida espiritual que, Dios imparte a aquellos a quienes regenera por la obra de Su
Espíritu. Pensamos que esta vida es muy breve y, cuando llega a su fin, las personas
se enfrentan con la eternidad. Estimado oyente, le invitamos a aceptar la gracia de
Dios, el don de Dios, la salvación provista por la obra de Jesucristo al morir en una
cruz y vencer a la muerte en Su resurrección. No olvidemos las siguientes palabras
de Jesucristo, con las cuales millones de hombres y mujeres se han enfrentado a las
pruebas dolorosas de esta vida, a las situaciones más trágicas y a la misma muerte.
Le invitamos a participar de esa esperanza. No quedará usted defraudado. En el
Evangelio de Juan, cuando Jesús se encontraba ante una familia compartiendo el
dolor por la pérdida de un ser querido. En esa ocasión dijo Jesús: "Yo soy la
resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá". Y un tiempo después,
queriendo reafirmar la confianza de los suyos, sabiendo que Él triunfaría sobre la
muerte, que compartiría con los suyos la victoria de la resurrección, y queriendo
reafirmar su confianza para esta vida, y para la vida futura, les dijo: "porque yo vivo,
vosotros también viviréis."
Hechos 10:1-29
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles, llegamos
hoy al capítulo 10. Y en este capítulo encontramos la conversión de Cornelio, el
centurión romano. El capítulo 10 continúa el relato iniciado en el capítulo 9 acerca
del ministerio de Simón Pedro. Más tarde Pedro desaparecerá de la escena y la
historia continuará con el ministerio del Apóstol Pablo. Ahora aunque Pablo fue
llamado el Apóstol a los no judíos, no debemos olvidar que fue Pedro quien abrió la
puerta para éstos, entrando en la casa de Cornelio y presentando a toda la familia la
salvación por medio de Cristo. Leamos el primer versículo de este capítulo 10 de los
Hechos que inicia el párrafo sobre
La visión de Cornelio
"Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la
Italiana"
Recuerde usted que Pablo había estado en Cesarea, como vimos en el capítulo 9,
versículo 30, y que probablemente algunos de los otros apóstoles habían estado
predicando el Evangelio por la costa. La ciudad de Tel Aviv en realidad es parte de la
vieja ciudad de Jope. Al viajar uno por la costa desde Jope, el próximo lugar de cierta
importancia sería la ciudad de Cesarea. Ésta realmente era una ciudad romana. Era
el lugar donde vivía Pilato. Esta ciudad era la residencia oficial del gobernador y de
los que gobernaban esa tierra. Por tanto, esta era la ciudad donde estaba destinado
Cornelio. Él era centurión de una compañía de soldados llamada la Italiana.
Continuando ahora con el versículo 2, leemos:
"Cornelio era piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas
limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios."
Aquí vemos que Cornelio era piadoso. Eso quiere decir que su adoración estaba bien
encaminada. Él reconocía una cierta dependencia de lo que era divino. Recordemos
que aun a un pagano le era posible tener devoción, una convicción profunda con
respecto a sus dioses. A veces quisiéramos que los cristianos hoy en día tuvieran más
devoción y convicción. Pues bien, Cornelio era devoto y temeroso de Dios. No era un
prosélito judío en el sentido estricto del término, pero se inclinaba hacia el judaísmo.
Hoy en día diríamos que él era un "simpatizante", o sea una persona que vivía en el
vecindario; asistía a la iglesia en ocasiones especiales, se portaba amistosamente
con los de la iglesia, pero no era en realidad un creyente y seguidor de Jesucristo.
Así pudo haber sido Cornelio. Este versículo 2 nos dice también que él era temeroso
de Dios.
Ahora él ". . . hacía muchas limosnas al pueblo. . ." Esto quiere decir que él daba
muchos regalos de caridad al pueblo judío; o sea, a los pobres del pueblo. La nación
de Israel siempre había dado mucha importancia al dar. Dios les había enseñado esto
en el Antiguo Testamento. Nosotros hablamos a veces de dar el diezmo o décima
parte, pero es obvio, al estudiar el sistema mosaico, que ellos en realidad daban tres
décimas partes. Daban para el funcionamiento del gobierno, que en el principio era
una teocracia o gobierno regido por Dios. Luego pagaban el impuesto del templo. Y
en tercer lugar daban un diezmo de todo lo que producían. De modo que Israel había
sido un pueblo bastante generoso en cuanto al dar.
Es interesante que aun hoy hay muchas grandes obras de beneficencia que han sido
fundadas por los judíos. Por cierto que no hay ningún grupo de gente en nuestro día
que dé tan generosamente como lo hace la comunidad judía en muchos países, para
apoyar a la nación de Israel. Son un pueblo muy generoso.
Volviendo ahora al capítulo 10 de los Hechos, vemos que Cornelio "oraba a Dios
siempre". Este centurión presentaba sus necesidades al Señor. Él, espiritualmente
hablando, necesitaba más luz; y la quería tener. Probablemente no sabía mucho
acerca de la oración, pero igualmente oraba a Dios siempre. Ahora el versículo 3 de
este capítulo 10 de Hechos nos dice:
"Éste vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de
Dios entraba donde él estaba y le decía: ¡Cornelio!"
Este centurión era un oficial del ejército romano, un soldado profesional. Era un
hombre de influencia. También tenía una influencia grande sobre su propia familia, e
influía sobre todos en su derredor. Al parecer, era un buen hombre, desde cualquier
punto de vista. Hoy en día, muchos le considerarían un cristiano de los más buenos,
un hombre sobresaliente. Pero en realidad no era cristiano. No había escuchado el
Evangelio. Nunca había aceptado a Jesucristo como su Salvador.
Aquí, pues, tiene Ud. un ejemplo de un hombre que vivía según la luz espiritual que
tenía. Juan 1:9 dice así, acerca de Jesús: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo
hombre, venía a este mundo". Este centurión romano no había conocido a Jesucristo
ni había entrado en Su presencia. Pero vivía según la luz que tenía. Es a esto a lo
cual se refirió Pablo en Romanos 1:19 y 20 cuando dijo: "Porque lo que de Dios se
conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Lo invisibles de él, su eterno
poder y su deidad, se hace claramente visible desde la creación del mundo, y se
puede discernir por medio de las cosas hechas. Por lo tanto, no tienen excusa". Aquí
tenemos la respuesta de Dios a aquella pregunta que se hace con tanta frecuencia:
¿Qué diremos del pobre pagano; aquel buen pagano que quiere conocer a Dios, pero
que nunca ha tenido una oportunidad? ¿Está perdido? La contestación es que Dios se
encargará que la luz llegue a tal persona. Dios le capacitará para que oiga el mensaje
del Evangelio.
Ahora, ¿cómo haría Dios para que le llegase el Evangelio a Cornelio? Los obstáculos
parecían insuperables. La iglesia en aquel entonces, y por los primeros 8 años, estuvo
integrada enteramente por Israelitas. Estos judíos cristianos acostumbraban a ir al
templo y todavía cumplían muchas costumbres judías. Podían seguir haciendo esto
aun estando en la época de la gracia, porque estaban confiando en Cristo. Más tarde
el Evangelio penetró en Samaria. Los judíos en Jerusalén se quedaron sorprendidos,
pero reconocieron la mano de Dios estaba detrás de ello. Ahora, ¿cómo abriría Dios
la puerta del Evangelio a los no judíos?
Ya dijimos que Pablo llegaría a ser el gran misionero a los no judíos. Pero el hecho
era que Dios puso a Pablo en el desierto en Arabia donde le preparó. Pero fue Simón
Pedro, quien abriría la puerta a los no judíos. Dios usó al fanático con más prejuicios;
a la persona más intolerante; al extremista más grande de aquel grupo de cristianos,
para llevar a cabo este plan. Obviamente, el Espíritu Santo dirigió todos los
movimientos encaminados a hacer que el Evangelio llegara a los no judíos. Estimado
oyente, toda verdadera obra cristiana es dirigida por el Espíritu Santo. Cualquier otra
acción no logrará nada. El Espíritu Santo tuvo que obrar en el corazón del no judío.
Y el Espíritu Santo tuvo que obrar en el corazón del judío. Y así fue como el Espíritu
Santo supervisó la proclamación del Evangelio al mundo no judío. Continuemos ahora
leyendo el versículo 4 de este capítulo 10 de los Hechos.
"Él, mirándolo fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Le dijo: Tus oraciones
y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios."
Un ángel de Dios apareció a Cornelio en una visión. Él no estaba soñando pero recibió
la visión mientras estaba orando. Ahora tomemos nota de que hay ciertas cosas que
en verdad tienen valor delante de Dios. Éstas son cosas que, de por sí, en ninguna
manera son méritos para obtener la salvación, pero son detalles que Dios observa.
Las oraciones de Cornelio y sus limosnas habían llegado para memoria delante de
Dios y, en consecuencia, Dios le trajo el Evangelio. Creemos que, dondequiera que
haya una persona que busque a Dios así como lo buscó Cornelio, esa persona va a
escuchar el Evangelio de la gracia de Dios. Dios se ocupará de que lo escuche. El
ángel continuó hablando aquí en los versículos 5 y 6, y dijo:
"Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por
sobrenombre Pedro. Éste se hospeda en casa de cierto Simón, un curtidor que tiene
su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas."
El ángel le dijo dónde podría encontrar a Pedro. No necesitaba de otra dirección. El
olor de las pieles en la tina de curtir le conduciría al lugar donde debía ir. No tendría
ningún problema para encontrar la casa del curtidor. Los versículos 7 y 8, nos dicen:
"Cuando se marchó el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados
y a un devoto soldado de los que lo asistían, 8a los cuales envió a Jope, después de
habérselo contado todo."
Estos hombres no tuvieron ninguna dificultad en encontrar el lugar. Dios tenía
entonces que preparar a Simón Pedro. Continuemos leyendo el versículo 9 de este
capítulo 10 de los Hechos, donde comienza a hablarse de
La visión de Pedro
"Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, a eso
del mediodía, Pedro subió a la azotea para orar."
Era absolutamente necesario que Dios preparase a Simón Pedro porque él no tenía
los antecedentes ni la educación que tenía Pablo. Aun así, aunque él no tuviera esa
preparación, Dios podía usarlo de una manera diferente. Creemos que es un
tremendo error creer que todos tenemos que ser echados en el mismo molde para
que Dios nos use. Dios puede utilizarnos cualesquiera que sean nuestros
antecedentes y nuestra educación, porque es Él quien nos prepara para el ministerio
que nos encomiende. Así, pues, Dios iba a preparar a Simón Pedro, así como ya había
preparado a Cornelio. Leamos los versículos 10 al 14:
"Sintió mucha hambre y quiso comer; pero mientras le preparaban algo le sobrevino
un éxtasis: Vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que
atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra, en el cual había de todos los
cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro,
mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o impura
he comido jamás."
Mientras Pedro se preguntaba en cuanto a lo que esto significaba, una voz le habló.
Ahora ¿no le parece interesante que aunque Pedro le llamó "Señor", no obedeció a
lo que el Señor le mandó que hiciese? Ahora prestemos mucha atención a esto.
Tenemos aquí a un hombre que estaba a este lado del día de Pentecostés. Vivía en
la época de la gracia de Dios, en la que ya no importaba si se comía carne, o si no
se comía. Pero Pedro todavía se atenía al sistema de la ley de Moisés y no comía
nada que el sistema considerase ceremonialmente impuro. Era sincero y honesto en
cuanto a esto. Alguien dirá que él debía haber sido tolerante, y tendría que haber
comido de todo. Bueno, es que el Señor le estaba enseñando que ya no estaba bajo
el sistema mosaico, y que entonces tenía libertad para comer de todo. A veces hoy
se presenta el problema de que algunos deciden que quieren abstenerse de algo, y
entonces tratan de poner a todos los demás bajo el mismo sistema. Estimado oyente,
en esta edad de la gracia usted puede hacer algo, o abstenerse de ello. Eso es asunto
suyo. Esa cuestión no va a cambiar su relación con el Señor. Continuemos leyendo
el versículo 15 de este capítulo 10 de los Hechos:
"Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común."
Dios le estaba diciendo a Pedro que él podía comer de todo lo que estaba en el lienzo.
Ya no había ninguna distinción entre alimentos limpios o impuros. Dios mismo le
había dicho que podía. Ahora, el versículo 16 dice:
"Esto ocurrió tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo."
Esto realmente dejó perplejo a Simón Pedro en cuanto a su significado. Y los
versículos 17 al 22, continúan diciendo:
"Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que
había visto, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, habiendo preguntado
por la casa de Simón, llegaron a la puerta. Llamaron y preguntaron si allí se
hospedaba un tal Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba
en la visión, le dijo el Espíritu: Tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende
y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. Entonces Pedro, descendiendo
a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: Yo soy el
que buscáis. ¿Cuál es la causa de vuestra venida? Ellos dijeron: Cornelio el centurión,
varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los
judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para
oír tus palabras."
Simón Pedro tenía que ir entonces a Cesarea. Esta pequeña delegación de Cornelio
le dio una explicación y le invitó para que fuese con ellos a la casa de Cornelio.
Continuemos leyendo los versículos 23 al 25 de este capítulo 10 de los Hechos, donde
comienza el relato de
La conversión de Cornelio
"Entonces, haciéndolos entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue
con ellos; y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron
en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y
amigos más íntimos. Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirlo y, postrándose a
sus pies, lo adoró."
Podemos ver que Cornelio tenía mucha influencia sobre su familia y sus amigos.
Había reunido a muchos de sus parientes y amigos para esta ocasión. Pero al mismo
tiempo podemos ver también que Cornelio aún era un pagano. Cuando se le instruyó
para que buscase a Simón Pedro, llegó a la conclusión de que este hombre en verdad
tenía que ser algún gran personaje. Por tanto, se postró y adoró a Pedro. Ahora,
observemos la reacción de Pedro. Esto es muy interesante. Simón Pedro nunca le
habría permitido a nadie postrarse para besar sus pies. Simplemente, no lo
permitiría. Escuchemos lo que le dijo a Cornelio aquí en el versículo siguiente, el
versículo 26:
"Pero Pedro lo levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy un hombre."
Pedro se agachó y poniéndole en pie le dijo: "Levántate. Yo también soy un hombre".
Y francamente, nos agrada que haya tenido esa actitud. Continuemos con los
versículos 27 y 28:
"Hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros
sabéis cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero
a mí me ha mostrado Dios que a nadie llame común o impuro."
Pedro entró en la casa. ¡Qué paso fue aquél! Ésta fue la primera vez que Pedro
entraba en una casa de un no judío. Y vemos que todavía estaba algo desconcertado
ante el mandato de Dios de ir allí.
Ahora, en su mensaje Pedro violó la primera regla de la homilética o ciencia de la
predicación. Comenzó con una disculpa. Lo que dijo no era la manera correcta de
comenzar un mensaje. No fue una frase precisamente amistosa. El hecho fue que
bien podría haberse interpretado como un insulto. En otras palabras, Pedro dijo algo
así: "Si en verdad quieren ustedes saber cómo me siento en este momento, les diré
que, simplemente no quería venir. Nunca antes he entrado en casa de un gentil.
Nunca antes he ido a un lugar que fuese impuro". Ésta era la esencia de lo que Pedro
dice en el principio. Pero continuó diciendo: "Aunque nunca antes he entrado en una
casa inmunda, Dios me ha mandado que no llame impura a ninguna persona. Todos
somos pecadores y todos podemos ser salvos". Ahora, ¿Cómo se sentiría usted
estimado oyente, si algún visitante llegara a su hogar y comenzara a hablar así como
habló Pedro aquí, destacando la impureza de su casa? Bueno, no creo que le
respondería usted con palabras amistosas ni cálidas, ¿verdad? Sin embargo, ésta es
la esencia de lo que Simón Pedro dijo en aquella ocasión. Pero como Dios le había
mostrado que no había ninguna distinción entre lo limpio y lo impuro, él continuó
diciendo aquí en el versículo 29 de este capítulo 10 de los Hechos:
"Por eso, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me
habéis hecho venir?"
Ahora, esto nos asombra. ¿Por qué haría aquella pregunta Simón Pedro? ¿Por qué no
comenzó en seguida a hablarles acerca de Jesucristo? Bueno, creemos que el Espíritu
de Dios era quien controlaba esta situación e impidió que Pedro se precipitase y
entrase en el tema directamente.
Creemos que ésta debe ser para nosotros una lección importante. A veces
presentamos nuestro testimonio cristiano con demasiada crudeza y brusquedad.
Como encontramos difícil aproximarnos a las personas, cuando lo hacemos,
actuamos como aficionados. Incluso a veces podemos expresarnos de una forma tan
brusca que podríamos llegar a ofender a una persona a la que estamos presentando
la persona y el mensaje de Cristo. Creemos que el mejor tipo de evangelización es
aquella que está ligada a la oración. Tendríamos que comenzar orando por una
persona determinada. Entonces llegará el día en que deberemos poner a nuestra
oración en acción. Deberíamos pedir la dirección de Dios. Estimado oyente, si usted
lo hace así, Dios le guiará. Si usted ha estado orando por un ser amado, un amigo,
o un conocido, no se le acerque simplemente en sus propias fuerzas, ni con las
energías de su persuasión humana; porque si lo hace así, fracasará. ¡Deje que Dios
le guíe!
En este programa hemos visto a Dios en acción, apoyando la extensión del Evangelio
a todos los grupos y etnias de aquella época. Le hemos visto preparando situaciones
en las que el ser humano pudiese escuchar que Dios ha enviado a Jesucristo al mundo
para rescatar a los seres humanos de la esclavitud del pecado, y de las consecuencias
de la perversidad de la naturaleza humana. En la actualidad, el mensaje del Evangelio
ha cruzado todas las fronteras y ha llegado a los confines de la tierra, traspasando
todas las barreras raciales y los prejuicios sociales. Es un mensaje urgente, actual y
de la máxima importancia. Y desde los antiguos días de los profetas y de los
predicadores de las Sagradas Escrituras, la voz eterna sigue proclamando las buenas
noticias de Dios para el ser humano. Y Él continúa haciéndonos escuchar Su mensaje
y nos dice: Ahora es el momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación!
Hechos 10:30-12:3
Continuamos nuestro estudio en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles.
Dejamos en nuestro programa anterior a Pedro ya en la casa de Cornelio y diciéndole
que a pesar de ser abominable para un judío acercarse a un extranjero, había venido
porque Dios le había mostrado que a ningún hombre debía considerar impuro. De
modo que cuando fue llamado, vino sin replicar. Y luego le preguntó para qué le había
hecho venir Y nos preguntamos nosotros, ¿por qué haría Pedro esa pregunta? ¿Por
qué no comenzó enseguida a hablarles acerca de Jesucristo? Y dijimos que era porque
el Espíritu de Dios controló la situación para que comenzara a hablar a aquella gente
con el mayor tacto posible.
Dijimos luego que esto debía servirnos de lección. A veces, se nos hace difícil
aproximarnos a las personas para testificar del Señor Jesucristo y cuando lo hacemos,
no lo hacemos con tacto. A veces hablamos de manera tan tajante, que podemos
llegar a ofender precisamente a los que estamos tratando de ganar para el Señor. Es
necesario que seamos guiados por el Espíritu de Dios y debemos ser sensibles a Su
dirección. Simón Pedro no empezó enseguida a sermonear ni a predicar. Primero se
enteró de lo que ocurría. Entonces Cornelio dijo aquí en los versículos 30 al 33 de
este capítulo 10 de Hechos:
"Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a
la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón
con vestido resplandeciente, y me dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus
limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope y haz venir a
Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual se hospeda en casa de Simón,
un curtidor, junto al mar; cuando llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti, y
tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia
de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado."
Cornelio le explicó que realmente no sabía por qué le había llamado, excepto que
Dios así lo había indicado. Se dio cuenta que Pedro debía tener algún mensaje para
él. Pero, claro que él no sabía cuál sería ese mensaje. Entonces Pedro le dijo aquí en
los versículos 34 al 37:
"Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace
acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace
justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz
por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó
por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan"
Al parecer, Cornelio y los que estaban reunidos con él habían oído ciertas cosas
básicas en cuanto a Jesús de Nazaret, y también acerca del ministerio de Juan el
Bautista. Continuemos con los versículos 38 al 40:
"cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste
anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él. Nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús, a quien mataron
colgándolo en un madero, hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén. A éste levantó
Dios al tercer día e hizo que apareciera"
Pedro presentó los hechos en cuanto a Jesucristo, asumiendo que había algunos
incidentes acerca de los cuales ellos ya sabían algo. Afirmó con toda claridad que
Jesús había sido crucificado y colgado en un madero, y que había resucitado al tercer
día. Éste era el mensaje. Éste era el evangelio.
Ya hemos destacado que no hubo ni un solo sermón que predicado en el libro de los
Hechos, que no hiciera mención de la resurrección de Jesucristo. Es que esta verdad
constituye el corazón, el tema esencial del evangelio. Mientras que la resurrección no
fuera anunciada, el evangelio no sería predicado. Jesucristo murió, fue sepultado y
resucitó de los muertos. Estos son hechos históricos. Ahora, la relación que usted
tenga hoy con el Cristo resucitado determina su destino eterno, debido a que Él murió
por nuestros pecados conforme a las Escrituras y resucitó para declararnos justos,
como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 25. Leamos
nuevamente la última parte del versículo 40 y continuemos con los versículos 41 al
43 de este capítulo 10 de los Hechos.
"A éste levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera, no a todo el pueblo, sino a
los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y
bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicáramos
al pueblo y testificáramos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él crean recibirán
perdón de pecados por su nombre."
Recordemos que ya hemos señalado antes, que Pedro tenía sus debilidades y sus
fallos. Suponemos que en realidad nos regocijamos del hecho de que Pedro fuera tan
humano, porque todos somos así y de esta manera podemos identificarnos con él.
Pero lo importante fue que Pedro, predicó el evangelio. Y éste era el evangelio:
Jesucristo murió; fue sepultado y ha resucitado, y todos los que en Él crean, recibirán
el perdón de pecados. Si no compartimos este mensaje con otros, no les estamos
comunicando el evangelio. Ahora, los versículos 44 al 48 dicen:
"Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los
que oían el discurso. Y los creyentes procedentes del judaísmo que habían venido
con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramara el
don del Espíritu Santo, porque los oían que hablaban en lenguas y que glorificaban a
Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no
sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y
mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara
por algunos días."
A este incidente se le ha llamado, el "Pentecostés de los que no eran judíos". Pedro
se quedó atónito, sorprendido de que los no judíos también recibieran el Espíritu
Santo. Este derramamiento del Espíritu Santo fue hecho audible por su hablar en
lenguas. El hablar en lenguas constituyó otra evidencia más para Simón Pedro y para
los que estaban con él, de que Dios salvaría también a los no judíos y que les daría
Su Espíritu Santo. Pedro relató más tarde este incidente como evidencia de que estos
no judíos habían creído en el Señor Jesucristo y que Dios les había dado también a
ellos arrepentimiento para vida eterna, como veremos en el capítulo 11. En el capítulo
15, versículos 7 al 11 de este libro de los Hechos, Pedro nuevamente se referiría a
este incidente diciendo que comprobó que el Espíritu Santo había sido dado a los no
judíos y que ellos eran salvos por medio de la gracia del Señor Jesucristo, de la misma
manera en que eran salvados los judíos. Es difícil para nosotros darnos cuenta de la
gran barrera que existía en aquel entonces, entre los judíos y la gente de otras
naciones. Los judíos de aquellos tiempos simplemente no podían creer que los no
judíos iban a ser salvos, aun a pesar del hecho de que el Señor les había dicho que
esto sucedería.
Permítanos estimado oyente, dirigir su atención nuevamente al hecho de que el libro
de los Hechos de los Apóstoles nos presenta tres conversiones representativas de
toda la humanidad, ya que estas tres personas eran descendientes respectivamente
de los tres hijos de Noé. El eunuco etíope era descendiente de Cam. Saulo de Tarso
era descendiente de Sem. Y Cornelio era descendiente de Jafet. En cada caso el
Espíritu Santo presentó a Cristo, utilizó a un mensajero de Dios como Su instrumento
y usó la Palabra de Dios, porque la fe viene al oír la Palabra de Dios.
En el caso del eunuco etíope el Espíritu Santo guió a Felipe, y la Palabra usada fue
Isaías, capítulo 53. En el siguiente caso, Espíritu Santo guió a Saulo por el camino a
Damasco, y Jesús trató con él directamente. Saulo había sido muy bien enseñado en
el Antiguo Testamento y creemos que el testimonio de Esteban fue el instrumento
humano que Dios usó en su vida. También ahora, en este último caso, vemos que el
Espíritu Santo guió en cada detalle de la conversión de Cornelio. Preparó tanto a
Cornelio como a Pedro. Y Pedro fue el instrumento humano que predicó a Cristo
resucitado ante Cornelio y su familia.
Y aquí concluye el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a
Hechos 11
En este capítulo Pedro defendió su ministerio y el evangelio avanzó hasta Antioquía.
Pedro relató nuevamente los hechos relacionados con la conversión de los no judíos
en la casa de Cornelio. Las noticias de que los no judíos habían recibido la Palabra de
Dios, no parecieron causar mucha alegría en la iglesia en Jerusalén. Y pidieron a
Pedro una explicación de sobre su conducta, y por lo tanto él tuvo que defender su
ministerio. Leamos pues los primeros tres versículos de este capítulo 11 de los
Hechos, que inician el párrafo en que
Pedro defendió su ministerio
"Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea que también los gentiles
habían recibido la palabra de Dios. Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, discutían
con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de los
que no son judíos y has comido con ellos?"
Como podemos ver, hubo dudas y división. Y debemos comprender aquí que para los
judíos, lo que hizo Simón Pedro fue una cosa terrible. El hecho es que si hubiéramos
podido conversar con Simón Pedro un mes antes de su visita a la casa de Cornelio,
el centurión romano, Pedro mismo también habría dicho que tal cosa constituiría un
hecho grave. En realidad, lo que sucedió aquí fue que Pedro les ofreció una disculpa.
Y dejó en claro que él de ninguna manera quería ir a llevar el evangelio a los no
judíos, pero que el Espíritu de Dios le había guiado en todo ese episodio. Leamos los
versículos 4 al 6 de este capítulo 11 de los Hechos:
"Entonces comenzó Pedro a contarles de forma ordenada lo sucedido, diciendo:
Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y tuve en éxtasis una visión: algo semejante
a un gran lienzo suspendido por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegaba
hasta mí. Cuando fijé los ojos en él, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, fieras,
reptiles y aves del cielo."
Ahora, escuchemos bien su relato. Aquí Pedro nos reveló que aún estaba asombrado
por todo lo que le había sucedido. Continuemos con los versículos 7 hasta el 15:
"Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Yo dije: Señor, no;
porque ninguna cosa común o impura entró jamás en mi boca. Entonces la voz me
respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto
se repitió tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. En aquel instante
llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el
Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis
hermanos, y entramos en casa de un hombre, quien nos contó cómo había visto en
su casa un ángel que, puesto en pie, le dijo: Envía hombres a Jope y haz venir a
Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales
serás salvo tú y toda tu casa. Cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre
ellos, como también sobre nosotros al principio."
Observemos que aquí Pedro les contó lo que pasó por su mente. Leamos los
versículos 16 y 17, de este capítulo 11 de Hechos:
"Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó
en agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les
concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor
Jesucristo, ¿quién era yo que pudiera estorbar a Dios?"
El propósito de las lenguas habladas en aquella ocasión fue el proporcionar a Simón
Pedro evidencias de que el Espíritu Santo había descendido sobre ellos. ¿De qué otra
manera hubiéramos sabido que ellos habían sido bautizados por el Espíritu Santo, lo
cual les incluía en el cuerpo de los creyentes? Observemos que recibieron el Espíritu
Santo cuando creyeron en el Señor Jesucristo. Continuemos leyendo el versículo 18:
"Entonces, oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que
también a los que no son judíos ha dado Dios arrepentimiento para vida!"
Aun los judaizantes tuvieron que callarse en ese momento. Los judaizantes eran
judíos convertidos al cristianismo que seguían practicando las prescripciones de la
ley mosaica. No tuvieron objeciones ni nada más que decir en contra de la conducta
de Pedro porque todo esto sin duda provenía de Dios. Por lo tanto, alabaron a Dios.
Y éste fue un gran día. La puerta de la iglesia había sido abierta a los no judíos.
Vemos ahora, que se estaba preparando el escenario para la proclamación del
evangelio hasta los confines de la tierra. Continuemos ahora con los versículos 19 y
20 de este capítulo 11 de los Hechos, que inicia el relato de cuando
El evangelio llegó a Antioquía
"Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con
motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin hablar a nadie la
palabra, sino sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos de Chipre y de Cirene, los
cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el
evangelio del Señor Jesús."
Los griegos aquí, como usted recordará, eran judíos que hablaban griego y que
practicaban las costumbres griegas. Hasta aquí observará usted que la predicación
había estado dirigida solamente a los judíos. Continuemos con los versículos 21 y 22:
"Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor.
Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, y
enviaron a Bernabé para que fuera hasta Antioquía."
Hubo un gran movimiento del Espíritu de Dios en Antioquía y la Iglesia en Jerusalén
oyó estas noticias. Por tanto, la Iglesia en Jerusalén envió a Bernabé hasta Antioquía.
Veremos ahora que Antioquía pronto se convertiría en el segundo centro de la Iglesia.
El hecho es que el centro realmente se desplazó de Jerusalén a Antioquía.
Continuemos con los versículos 23 y 24 de este capítulo 11 de los Hechos:
"Éste, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con
propósito de corazón permanecieran fieles al Señor. Era un varón bueno, lleno del
Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor."
Observemos lo que se dijo en cuanto a Bernabé: Era varón bueno, y lleno del Espíritu
Santo, y de fe. Realmente todo cristiano debiera caracterizarse por esta bondad, por
estas cualidades espirituales.
Ahora, en realidad, Bernabé llegó a ser el Pastor de aquella Iglesia. Comenzó
exhortando, lo cual hacía por medio de la predicación y la enseñanza. Y la
congregación creció, porque mucha gente se unió al Señor. Ahora, al crecer la Iglesia,
Bernabé se dio cuenta de que necesitaba un segundo Pastor, y él sabía dónde
encontrar uno bueno. Continuemos con los versículos 25 y 26 de este capítulo 11 de
los Hechos:
"Después fue Bernabé a Tarso en busca de Saulo; y cuando lo halló, lo llevó a
Antioquía. Se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente.
A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía."
Bernabé tuvo que ir para buscar a Saulo y traerle con él. Sin embargo, descubrió que
Saulo era poco reacio a venir. Ahora, fue aquí en Antioquía donde los creyentes en
el Señor Jesucristo, por primera vez, fueron llamados cristianos. Ahora, no creemos
que este término haya sido usado para burlarse de los creyentes en Cristo Jesús.
Creemos que simplemente significaba que éstos eran los seguidores de Cristo. Y fue
un nombre excelente. Y el capítulo 11 de los Hechos concluye diciendo aquí en los
versículo 27 al 30:
"En aquellos días, unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y
levantándose uno de ellos llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu que vendría
una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sobrevino en tiempo de Claudio.
Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar un
socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron,
enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo."
El incidente registrado aquí, también fue verificado por la historia secular. Hubo un
hambre general, pero su efecto se sintió especialmente en Jerusalén donde la Iglesia
había sido muy perseguida y sufrían una necesidad acuciante. Y era maravilloso ver
el espíritu fraternal; el vínculo de amor que mantenía unidos a los miembros de la
Iglesia primitiva. Ante esta circunstancia, los otros creyentes enviaron ayuda a la
Iglesia afligida en Jerusalén.
Ahora, recordemos que Saulo había sido uno de aquellos que antes había hecho daño
a la Iglesia en Jerusalén por su persecución contra ella. ¡Cuán maravilloso fue ver
que con sus propias manos, un Saulo transformado trajo entonces ayuda para esa
misma Iglesia! Ése es el verdadero cristianismo, estimado oyente. Así es como debe
ser. Y pasemos ahora a
Hechos 12:1-3
En este capítulo encontramos la muerte de Jacobo y el arresto de Simón Pedro. Este
capítulo describe un período de persecución promovido por el rey Herodes Agripa.
Alguien ha dicho que la sangre de los mártires fue la simiente de la Iglesia. Y es un
hecho comprobado que al aumentar la persecución, la Iglesia crece y la Palabra de
Dios se extiende. Leamos el versículo 1 de este capítulo 12 de los Hechos, que
comienza con un párrafo titulado
La muerte de Jacobo
"En aquel mismo tiempo, el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para
maltratarlos."
Esta persecución empezó bajo Agripa primero, nieto de Herodes el Grande. Herodes
el Grande fue el rey que trató de matar al niño Jesús cuando dio la orden para la
matanza de los niños en Belén. Si alguna vez ha habido una familia que estuviera en
enemistad contra Dios, fue esta familia de Herodes. Que sepamos, ni un solo
miembro de esa familia se convirtió a Cristo.
Usted recordará que hasta aquí, la persecución contra la Iglesia había provenido
mayormente de los líderes religiosos, y especialmente de los saduceos. Pero en este
momento, surgió en las esferas del gobierno. La persecución se desplazó de la
religión a la política. Y quizá Herodes hizo esto para tratar de ganarse el favor de
ciertas personas y sectores influyentes. Lo que sabemos es que Herodes comenzó a
perseguir a algunos de la iglesia. Ahora, quisiéramos aclarar aquí, que la palabra
"maltratar" no describe realmente lo que hizo. La realidad fue que el rey Herodes
desencadenó una persecución brutal y despiadada contra la Iglesia. El versículo
siguiente nos dice, sin rodeos, lo que hizo. Escuchemos el versículo 2 de este capítulo
12 de los Hechos:
"Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan"
Jacobo se convirtió así en otro mártir de la Iglesia. Él fue el segundo mártir
mencionado en la Biblia, pero es nuestra opinión que hubo muchos otros que ya
habían muerto por proclamar el nombre del Señor Jesucristo. Ahora, el versículo 3
dice:
"y al ver que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro.
Eran entonces los días de los Panes sin levadura."
Jacobo fue muerto, pero Pedro sería milagrosamente preservado aun en medio de
esta persecución. Encontramos aquí un ejemplo de la voluntad soberana de Dios
obrando en la Iglesia. Estamos seguros que muchos que se preguntaron: "¿Por qué
dejó Dios que uno de los principales líderes de la iglesia en Jerusalén Jacobo muriera,
mientras a Pedro le permitió vivir? ¿Por qué permitió Dios esto?" Y muchos hacen la
misma pregunta hoy. La respuesta es que ésta fue la voluntad soberana de Dios. Y
Dios aún actúa así en la actualidad.
En muchos casos el Señor ha quitado por medio de la muerte a muy cualificados
miembros de una iglesia. Y en cambio ha dejado a otros que quizás no sean tan
fieles. Ahora, ¿por qué hace eso? Quizá algunos piensen que Dios se ha equivocado,
porque su forma de actuar no nos resulta fácilmente comprensible, desde un punto
de vista humano. Yo por ejemplo, no habría escogido a los que Dios había escogido
para retirarles de esta tierra. Pero la vida y la muerte están en manos de un Dios
soberano, que obra según Su propia voluntad. Éste es el Universo de Dios y no el
nuestro. Esta es la Iglesia de Dios y no la nuestra. Y la mano de un Dios soberano se
mueve en la iglesia.
Pero aun en medio de las circunstancias más trágicas de la vida, aquellas en que
llegamos a rebelarnos porque Dios ha permitido que nos suceda algo que va más allá
de nuestra capacidad de soportar el dolor, es bueno recordar que Él tiene algo que
comunicarnos. Es que muchas veces el trajinar de la vida nos aturde y nos impide
percibir la realidad del mundo espiritual, aquella dimensión en la que Dios actúa. Y
es en esas situaciones en que quedamos perplejos e inmovilizados por la confusión,
o por la desilusión, Dios quiere hablarnos. Estimado oyente, nos despedimos
recordando las palabras del apóstol Pablo, aquel hombre llamado Saulo, que fue
transformado por Dios, quien nos dejó estas palabras de ánimo, escritas en Romanos
8:37-39: "pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que
nos amó. Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la
muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente
ni lo futuro, ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios.
¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro
Señor!"
Hechos 12:4-13:5
Continuamos estudiando hoy el capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior estuvimos considerando la muerte de Jacobo. Dijimos que
hasta ese momento la persecución contra la iglesia había estado dirigida mayormente
por los líderes religiosos y, especialmente, por los Saduceos. Pero a partir de
entonces, sería promovida por las esferas del gobierno. La persecución, pues, se
desplazó de la religión a la política. Y dijimos que quizás Herodes hizo esto para tratar
de ganarse el favor de ciertas personas y sectores influyentes. Lo cierto es que
Herodes desencadenó una persecución brutal y despiadada contra la iglesia. Y así,
pues, dio muerte a espada a Jacobo, hermano de Juan.
Ahora viendo que esto había sido del agrado de los judíos, procedió entonces a
arrestar también a Pedro. Y observamos que Jacobo fue muerto, pero Pedro sería
milagrosamente preservado aun en medio de estas circunstancias. Y dijimos que
había aquí un ejemplo de la voluntad soberana de Dios obrando en la iglesia.
Continuemos, pues, hoy con el versículo 4 de este capítulo 12 de los Hechos.
"Tomándolo preso, lo puso en la cárcel, entregándolo a cuatro grupos de cuatro
soldados cada uno, para que lo vigilaran; y se proponía sacarlo al pueblo después de
la Pascua."
En realidad Pedro había sido puesto bajo la vigilancia de una guardia, una guardia
armada y reforzada. Observemos que fue entregado a cuatro grupos de cuatro
soldados cada uno; o sea que había 16 soldados custodiando a Pedro. ¿No cree usted
que Herodes sospechaba que alguien trataría de librar a Pedro? Continuemos con el
versículo 5 de este capítulo 12 de Hechos, que nos introduce a un párrafo que habla
sobre
La liberación de Pedro
"Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía sin cesar oración
a Dios por él."
Ahora estos creyentes no llegaron ante Dios con una larga lista de peticiones.
Simplemente entraron a la presencia de Dios y oraron seriamente para que este
hombre, Simón Pedro, fuera librado. Sus corazones se habían volcado en sus
oraciones. El versículo 6 continúa diciendo:
"Cuando Herodes lo iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre
dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban
la cárcel."
¿Cómo le fue posible a Simón Pedro dormirse estando entre dos soldados? Bueno,
recordemos que Pedro también fue uno de los que se habían dormido en el Jardín de
Getsemaní, poco antes de la muerte de Jesús. Diríamos que Simón Pedro no tenía
mucho problema para quedarse dormido. Parece que podía quedarse dormido en casi
cualquier circunstancia y a cualquier hora. Pero ¡qué gran confianza deber haber
tenido Pedro en Dios, para poder dormir entre estos dos soldados! Continuemos con
los versículos 7 al 9 de este capítulo 12 de Los Hechos.
"Y se presentó un ángel del Señor y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a
Pedro en el costado, lo despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le
cayeron de las manos. Le dijo el ángel: Cíñete y átate las sandalias. Él lo hizo así. Y
le dijo: Envuélvete en tu manto y sígueme. Pedro salió tras el ángel, sin saber si lo
que el ángel hacía era realidad; más bien pensaba que veía una visión."
El ángel le pidió algo muy razonable. No hubo aquí acciones espectaculares que
causaran alarma. Simplemente le dijo a Pedro que se pusiera los zapatos y se
vistiera. Pedro creyó al principio que todo era sólo un sueño. Y ahora el versículo 10
dice:
"Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que
daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma. Salieron y pasaron una calle, y
luego el ángel se apartó de él."
Ciertamente había suficiente guardia para custodiar a Pedro en la cárcel. En realidad
creemos que esperaban que algo así pudiera suceder. Recordemos que
anteriormente el Señor Jesús había salido del mismo sepulcro; lo cual fue una
vergüenza para ellos. Por esa razón decidieron que no iban a permitir que algo
semejante les sucediera otra vez, y colocaron, entonces, este gran cuerpo de guardia
para custodiar a Pedro.
Recordemos también que la iglesia en Jerusalén estaba orando por Simón Pedro
mientras esto sucedía. Tan pronto como Pedro estuvo fuera de todo peligro, el ángel
le permitió seguir solo. Así que las oraciones de la iglesia fueron contestadas de una
manera muy definida. Continuando con el versículo 11 de este capítulo 12 de Hechos,
leemos:
"Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor
ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de todo lo que el pueblo
de los judíos esperaba."
Pedro enseguida reconoció que Dios lo había liberado. Leamos el versículo 12.
"Al darse cuenta de esto, llegó a casa de María, la madre de Juan, el que tenía por
sobrenombre Marcos. Muchos estaban allí reunidos, orando."
La iglesia en aquel entonces, y por unos ciento cincuenta años después, no tenía
edificios así como los tenemos hoy. Hoy cuando hablamos de una iglesia, por lo
general nos referimos a un edificio. Pero la iglesia, según la Biblia, es el cuerpo de
creyentes. En el principio, la iglesia nunca se reunía en un edificio público, pues no
disponían de esas comodidades. Se congregaban en las casas de los creyentes en
Cristo.
Al parecer, la madre de Juan Marcos era una mujer con recursos y debe haber tenido
una casa lo suficientemente grande como para que se reunieran allí todos los
miembros de la iglesia. Y precisamente estaban todos reunidos allí aquella misma
noche orando a Dios para que Simón Pedro fuera liberado. Continuemos con el
versículo 13.
"Cuando Pedro llamó a la puerta del patio, salió a atender una muchacha llamada
Rode"
Ahora la expresión: "salió a atender" aquí, significa realmente que ella salió a
escuchar. Aquellos eran días de persecución y era importante saber quién estaba
llamando a la puerta. Su nombre Rode significaba Rosa y era probablemente una
criada. Ahora el versículo 14 continúa diciendo:
"la cual, al reconocer la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo
adentro dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta."
¡Qué situación tan peculiar! ¡La joven se olvidó de abrirle la puerta! Esta muchacha
estaba tan agitada que simplemente dejó a Pedro esperando fuera, mientras ella
corría hacia donde la congregación estaba orando. Y el versículo 15 dice:
"Ellos le dijeron: ¡Estás loca! Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían:
¡Es su ángel!"
¿Puede usted imaginarse esta conversación? Ella les dijo que Pedro estaba a la
puerta, y ellos le dijeron que ella estaba loca. "No", les dijo, "No estoy loca". Pedro
está a la puerta". "Bueno, ¿lo has visto?" "No, no abrí la puerta, pero le oí hablar y
conozco su voz". "¡Ah!", dijeron ellos, "¡es su ángel!" La palabra aquí es "neuma" que
en realidad significa espíritu y no ángel. Ellos no creían que allí a la puerta estuviera
una especie de ángel guardián de Pedro. Creían que era su espíritu. En otras palabras,
creyeron que Pedro había muerto, que había sido ejecutado por Herodes. ¿No le
parece esto muy significativo, estimado oyente? La iglesia había estado orando para
que Simón Pedro fuera puesto en libertad. Pero cuando fue liberado, no lo creyeron.
Así sucede con nuestras oraciones, ¿verdad? Me sirve de consuelo el hecho de que la
iglesia primitiva, con todo su gran poder espiritual, no creyera que sus oraciones
habían sido contestadas en esta ocasión. No creyeron que Simón Pedro había sido
verdaderamente liberado. ¿No sucede lo mismo con nosotros tantas veces, estimado
oyente? Cuando recibimos una respuesta a una oración, nos alegramos mucho y
hablamos tanto de ella y nos comportamos como si en verdad estuviéramos
sorprendidos; porque en realidad no esperábamos ninguna contestación. Y quedamos
realmente asombrados. Sin embargo, Dios oye y contesta nuestras oraciones. ¡Cuán
bondadoso es Dios!
Ahora aquí dice que ". . . Pedro persistía en llamar. . ." Esta persistencia era
característica de Pedro. Nadie le abría la puerta porque no creyeron que sus oraciones
han sido contestadas y estaban allí adentro discutiendo si era Pedro, o si era su
espíritu. Mientras tanto, Pedro quería entrar y ya estaba por derribar la puerta.
Leamos los versículos 16 y 17:
"Pero Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y lo vieron, se quedaron atónitos.
Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callaran, les contó cómo el Señor lo
había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Luego
salió y se fue a otro lugar."
Simplemente no podían creer lo que veían. Ahora Pedro salió de Jerusalén. Y
considerando que Dios le había liberado milagrosamente, ¿no habría podido Dios
guardarle milagrosamente seguro allí en Jerusalén? ¿No debió Pedro haber dicho,
"Bueno, yo me quedaré por aquí. Dios me ha liberado de la cárcel y yo sé que me
seguirá protegiendo." ¡Claro que Dios podía haberle guardado! Pero en estos casos,
Dios también espera que usemos nuestro sentido común. A veces lo que parece una
gran fe en Dios, es verdaderamente una actitud presuntuosa y temeraria de probar
a Dios. Incluso después de haber hecho alguna cosa maravillosa por usted y por mí,
Dios todavía espera que seamos prudentes. Ahora el versículo 18 de este capítulo 12
de Hechos dice:
"Cuando se hizo de día, se produjo entre los soldados un alboroto no pequeño sobre
qué habría sido de Pedro."
Lucas hizo uso del diminutivo y cuando dijo que hubo "un alboroto no pequeño", lo
cual quiere decir que se produjo un verdadero escándalo. En el capítulo 15 de los
Hechos, versículo 2, cuando el judaísmo entró en la iglesia, el Dr. Lucas dijo que
tuvieron ". . . una discusión y contienda no pequeña". Esto quiere decir que se armó
en realidad una gran pelea. El Dr. Lucas siempre fue muy bondadoso y se expresó
con gran delicadeza.
Cuando los soldados descubrieron lo que había ocurrido y se dieron cuenta que Simón
Pedro se había ido, es posible que llamaran a la mitad de las tropas. Deben haberle
buscado de casa en casa. Quizás pusieron una guardia alrededor de la ciudad para
tratar de impedir que se escapara. Ahora el versículo 19 nos dice:
"Pero Herodes, habiéndolo buscado sin hallarlo, después de interrogar a los guardas
ordenó llevarlos a la muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí."
Herodes, como podemos ver, era un hombre impasible y empedernido. No tenía
ninguna consideración por la vida humana. Al ordenar ejecutar a todos los soldados
que habían estado custodiando a Pedro, estaba dando a entender a todos que él no
creía que la huida de Pedro había sido un acto de Dios, porque consideró responsables
a aquellos soldados. Luego se fue a Cesarea que era un lugar muy popular para
veranear en el Mediterráneo, para tomar unas vacaciones. Pilato también solía
disfrutar de aquel lugar, igual que muchas de las autoridades romanas, que también
residían allí. En realidad este era un centro de operaciones de Roma. A los romanos,
como a Pilato, no les gustaba la ciudad de Jerusalén. Iniciamos ahora el relato de
La muerte de Herodes
Ahora veremos que Dios consideró a Herodes responsable, de acuerdo con el
conocimiento que le había dado. Leamos entonces el versículo 20 de Hechos 12:
"Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón, pero ellos, de común acuerdo,
se presentaron ante él, y habiendo sobornado a Blasto, que era camarero mayor del
rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey."
Tiro y Sidón comerciaban con Herodes y cuando él estaba enfadado por algo, su
actitud le hacía daño a la economía de aquellas ciudades. Llegaron, entonces, para
hacerle una proposición a Herodes. Y en el versículo 21, leemos:
"El día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y los
arengó."
Herodes era un hombre muy ostentoso y lleno de orgullo. Era también un buen
orador. Era la clase de político que habría sido elegido, cualquiera fuera su partido.
Podemos considerar a Herodes uno de aquellos hombres que fue como una miniatura
del Anticristo. Juan nos habló de esto en I de Juan 2:18, donde dijo: "Hijitos, ya es
el último tiempo. Según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido
muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo". El pueblo aclamó
a Herodes como si fuera un dios. Pero veamos lo que ocurrió en los versículos 22 y
23:
"Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de un dios, y no de un hombre!. 23Al momento,
un ángel del Señor lo hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de
gusanos."
Estimado oyente, Dios no comparte Su gloria con nadie. Dice en la profecía de Isaías,
capítulo 42, versículo 8: "¡Yo el Señor, este es mi nombre! A ningún otro daré mi
gloria, ni a los ídolos mi alabanza". Herodes rehusó dar la gloria a Dios por medio del
milagro de la liberación de Pedro de la cárcel. Y ahora estaba dispuesto a dejar que
el pueblo le deificara. Pero Dios le juzgó. Dios es celoso de Su gloria. ¡Qué lección
tenemos aquí sobre el fracaso inevitable del orgullo humano!
Ahora, uno creería que como resultado de toda esta persecución, la iglesia ya estaría
casi destruida y que pronto desaparecería. Sin embargo, el versículo siguiente, el
versículo 24 de este capítulo 12 de Hechos, dice:
"Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba."
La persecución no le hizo ningún daño a la iglesia. Más bien influyó en su crecimiento
y expansión. Y el versículo final, el versículo 25, dice:
"Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén, llevando también
consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos."
Vemos aquí que Juan Marcos fue a Antioquía junto con Bernabé y Saulo. Recordemos
que ellos, o sea Bernabé y Saulo, habían ido a Jerusalén para llevar ayuda económica
para la iglesia.
Y así llegamos al final del segundo período del libro de los Hechos de los Apóstoles.
En el primer período el Evangelio fue proclamado en Jerusalén. Ahora, en este
segundo período, el Evangelio se había extendido en Judea y en Samaria.
Comenzando con el siguiente capítulo, el capítulo 13, veremos la difusión del
Evangelio hasta los confines de la tierra. En la actualidad, en los tiempos actuales
nos encontramos en ese período y esperamos que tanto usted como yo estemos
participando activamente en él. Llegamos así a
Hechos 13:1-5
Ésta es la última división principal del libro de los Hechos. Esta sección presenta al
Señor Jesucristo obrando mediante el Espíritu Santo a través de los apóstoles hasta
lo último de la tierra. Esta sección incluye los capítulos 13 al 28.
Usted recordará que la clave del libro se encuentra en estas palabras de Jesús,
Hechos 1:8, "Me seréis testigos". Esto no fue un mandamiento a la iglesia como un
organismo, sino que fue dirigido a cada miembro de la iglesia, a cada creyente,
individualmente. Es decir, nos incluye a usted y a mí. Este testimonio tenía que ser
promulgado en Jerusalén, luego en Judea y en Samaria, y luego hasta los confines
de la tierra.
Durante el período de la proclamación en Jerusalén vimos que el Evangelio fue
presentado a los judíos. La iglesia en Jerusalén estaba integrada enteramente por
judíos. Durante el siguiente período, vimos cómo el Evangelio llegó hasta los
samaritanos y vimos la conversión de algunos no judíos. Ahora el Evangelio
emprendió oficialmente su camino para llegar hasta todas las naciones de la tierra.
Llegó así a mis antepasados y a los suyos. Hoy, usted y yo somos los beneficiarios
del hecho de que alguien hubiese caminado por los caminos de esta tierra, para llevar
el Evangelio a todo el mundo. Por tanto, usted y yo debemos estar implicados en
llevar el Evangelio, a los que aún no han escuchado este glorioso mensaje.
En este crecimiento vertiginoso del Evangelio más allá del ámbito de Pedro, veremos
que Pablo llegó a ser el líder dominante y Pedro desapareció de la escena. Dios había
usado poderosamente a Pedro, pero en este momento Pablo era el personaje
prominente que Dios usaría.
Esperamos que usted, estimado oyente, pueda seguir en un mapa este primer viaje
misionero de Pablo. Comenzó su viaje con Bernabé. Se detuvieron primero en la isla
de Chipre, hogar de Bernabé. Atravesaron la isla y luego navegaron desde Pafos para
ir a Perge en Panfilia. Luego penetraron en el interior de Asia Menor, donde hoy se
encuentra Turquía y entraron en el país entonces llamado Galacia. Visitaron
Antioquía, Iconio, Listra y Derbe. Luego, a su regreso, viajaron por Atalia, y desde
allí navegaron de regreso a Antioquía. Comencemos, pues, leyendo los primeros dos
versículos de este capítulo 13 de Hechos. En el párrafo en el que
Bernabé y Pablo fueron enviados desde Antioquía
"Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé,
Simón el que se llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto
con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor y ayunando, dijo el
Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado."
Notará usted que en el principio de su ministerio la designación era la de "Bernabé y
Saulo". No llegarían muy lejos en su primer viaje misionero, antes de que el nombre
de Saulo fuera cambiado a Pablo. Pronto fue evidente también que Pablo se convirtió
en el líder y portavoz principal; y así el equipo sería designado entonces, como "Pablo
y Bernabé". Continuemos ahora con el versículo 3.
"Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron."
Estos hombres fueron entonces apartados para la obra misionera. ¿Se fijó usted en
la iglesia que les envió al mundo? No fue la iglesia en Jerusalén. Sinceramente
hablando, la iglesia de Jerusalén no era una iglesia misionera. En cambio, la iglesia
en Antioquía sí tenía una visión misionera. Ayunaron y oraron, dice aquí, debido a su
sinceridad y determinación en cumplir la voluntad de Dios.
También les impusieron las manos a estos dos misioneros que enviaron. La
imposición de manos era un medio de identificación. Así pues, los cristianos en
Antioquía indicaban, mediante la imposición de manos, que se identificaban, como
compañeros de Pablo y Bernabé, con la gran obra de proclamar la Palabra de Dios.
Estaban enviando a estos hombres como sus representantes. Ellos se quedarían en
casa y trabajarían mientras Pablo y Bernabé salían en su lugar.
Ahora es muy importante notar que fueron enviados por el Espíritu Santo y guiados
por Él. Fueron al pueblo de Seleucia, en la costa, y navegaron desde allí. Y el versículo
5 nos dice:
Al llegar a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.
Tenían también a Juan de ayudante.
Tomemos nota de que llevaron a Juan con ellos. Ahora quisiéramos destacar aquí
que desde el mismo principio, Pablo adoptó un método que siguió durante todo su
ministerio. Siempre entró primero en las sinagogas, lugares que le sirvieron como
punto de partida, desde el cual predicó el Evangelio a toda la comunidad. Pero
siempre predicó el Evangelio primero en la sinagoga.
No podemos evitar un sentimiento de simpatía y comprensión al ver que una misión
tan extraordinaria comenzase con tan pocos mensajeros, y con medios tan
rudimentarios. Fueron instrumentos humanos débiles y sin recursos importantes,
humanamente hablando. Sin embargo, fueron guiados, impulsados y protegidos por
el Espíritu de Dios. Y así fue que los mensajeros comenzaron a multiplicarse y pronto
harían oír su voz por todo el mundo conocido en aquella época. Es que aquél no era
un mensaje humano. Era Dios quien hablaba a través de ellos, de la misma manera
que le habla hoy a usted, estimado oyente. Es el mismo mensaje universal, pero que
le llega a usted personalizado, porque usted mismo, es objeto del amor de Dios,
expresado en la muerte y resurrección de Jesucristo.
Hechos 13:6-14:7
Continuamos estudiando hoy el capítulo 13 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior dejamos a Bernabé, a Saulo y a Juan Marcos en la isla de
Chipre, concretamente en Salamina, donde anunciaban la Palabra de Dios en las
Sinagogas de los judíos. Y notamos que desde el principio, Pablo adoptó un método
que siguió durante todo su ministerio. Siempre entraba primero a predicar el
Evangelio en las sinagogas, lugares que le sirvieron como una punta de lanza, o
puesto de avanzada para introducirse a la comunidad. Hoy vamos a leer el versículo
6 de este capítulo 13 de Hechos, para considerar
La oposición en Pafos
"Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta,
judío, llamado Barjesús"
Parece que su ministerio no producía muchos resultados en Salamina. Al menos, no
se nos dio ningún informe en cuanto a los resultados de sus actividades allí.
Atravesaron la isla de Chipre, y en Pafos encontraron esta oposición, la cual era
realmente satánica. Se les presentó por medio de un mago que tenía mucha
influencia sobre el procónsul romano, gobernador de aquella isla, llamado Sergio
Paulo. Allí en Pafos pues, encontraron a este mago llamado Barjesús y dicen los
versículos 7 y 8:
"(el mago) estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Éste, llamando a
Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios. Pero los resistía Elimas, el mago
(pues así se traduce su nombre), intentando apartar de la fe al procónsul."
Ésta fue una oposición satánica y este hombre influía sobre el gobernador.
Lamentablemente hay muchos dirigentes hoy que están bajo la influencia de toda
clase de sectas que están en directa oposición a la Palabra de Dios y al Evangelio.
Ahora, el versículo 9 dice:
"Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los
ojos"
Ahora, vemos aquí que el nombre de Saulo fue cambiado. Aquí el Dr. Lucas dio por
primera vez a Pablo, su nombre romano, que desde ese momento en adelante sería
su único nombre. Pablo pues, lleno del Espíritu Santo, fijando en el mago los ojos,
dijo aquí en el versículo 10:
"le dijo: ¡Lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda
justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?"
Pablo bien pudiera haber sido un hombre de carácter bastante manso, en ciertos
aspectos. Pero cuando encontró esta clase de oposición, la denunció con todo su ser.
Reconoció que era satánica y la denunció como tal. Y creemos estimado oyente, que
nos corresponde hacer lo mismo hoy en día. Pablo continuó hablando aquí en el
versículo 11 y dice:
"Ahora, pues, la mano del Señor está contra ti, y quedarás ciego y no verás el sol
por algún tiempo. Inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando
alrededor, buscaba quien lo condujera de la mano."
Este supuesto mago ya andaba en tinieblas espirituales, pero ahora le cayeron
tinieblas físicas. Y continúa diciendo el versículo 12 de este capítulo 13 de los Hechos:
"Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, admirado de la doctrina
del Señor."
Permítanos dirigir su atención estimado oyente, hacia el hecho de que Pablo tenía los
dones de un apóstol acompañados de señales milagrosas. Cuando llegó a Pafos no le
fue posible pedir a la gente que se volviera a las enseñanzas del Nuevo Testamento,
porque todavía no había ningún Nuevo Testamento escrito. Pablo no pudo predicar
de la epístola a los Romanos, porque todavía no la había escrito. No podía referirse
al evangelio según San Juan porque Juan aun no había escrito su evangelio. Por lo
tanto, ¿cómo iban a reconocer su autoridad? Fue únicamente mediante los dones con
señales milagrosas. Hoy, el Nuevo Testamento ya ha sido escrito. Ahora nos ha sido
dada una manera diferente para reconocer la autoridad de un maestro. El apóstol
Juan en su segunda epístola, versículo 10, dijo: "Si alguno viene a vosotros, y no
trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!" Esta doctrina se
halla en la Palabra de Dios, en el Nuevo Testamento.
Ahora, recordemos que el mago había estado haciendo algunos trucos bien
elaborados con el poder de Satanás. En aquellos días, un falso profeta probablemente
podía sanar y hacer algunos milagros con el poder de Satanás. Pablo, en cambio,
recibía su autoridad del Señor Jesucristo y dominó completamente al mago por el
poder del Evangelio del Señor Jesucristo. Y vemos que el procónsul romano Sergio
Paulo llegó a ver la luz. Había vivido en tinieblas espirituales, pero ahora, se admiró
de la doctrina del Señor y creyó. Leamos ahora el versículo 13 de este capítulo 13 de
los Hechos de los Apóstoles:
"Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia;
pero Juan, apartándose de ellos, volvió a Jerusalén."
Ahora, eso es todo lo que nos dijo el doctor Lucas. El doctor Lucas era muy moderado
en sus expresiones. No nos dijo nada negativo en cuanto a la retirada de Juan Marcos.
Pero, más tarde veremos que Juan Marcos en realidad abandonó a estos dos
hombres. Decidió volverse a su casa, junto a su madre. Ahora, recordemos que su
madre era miembro prominente de la Iglesia de Jerusalén y que su hogar era el lugar
de reunión para esa Iglesia. Pues bien, este joven regresó a casa. Al parecer, al llegar
hasta el interior de Asia Menor y ver allí todo el paganismo, los peligros para su
integridad física y las dificultades, creyó que no había sido llamado para ser
misionero. Se encaminó entonces en otra dirección, y esa dirección le llevó a su casa.
Ahora, más tarde veremos que Pablo rehusaría llevar a Juan Marcos consigo en su
segundo viaje misionero. El hecho fue que Pablo y Bernabé no estaban de acuerdo
en cuanto a si deberían o no llevar con ellos a Juan Marcos; y su desacuerdo sería
tal, que por fin Pablo y Bernabé se separarían. Pablo seguiría en una dirección y
Bernabé en otra. Ahora, creemos que Pablo se equivocaría en cuanto a Juan Marcos.
Dios no le desecharía por su fallo. Gracias a Dios, tampoco nos desecha a nosotros
debido a nuestras fallas. Dios le daría a Juan Marcos otra oportunidad. Más tarde, el
mismo Pablo sería lo suficientemente noble como para admitir que se había
equivocado, y estando cercano a la muerte, pediría que Juan Marcos viniera a verle.
Escribiendo su segunda carta a Timoteo, capítulo 4, versículo 11 dijo: "Sólo Lucas
está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio."
Éste fue el mismo Juan Marcos que escribiría el evangelio que conocemos como el
evangelio según San Marcos. Al fin de cuentas, Juan Marcos saldría bien de su
situación. Y es maravilloso que Dios nos de una segunda oportunidad. Pero, aquí, en
este momento del relato, Juan Marcos fracasó. Los abandonó y se volvió a Jerusalén.
Mientras tanto Pablo y Bernabé entraron en el interior de Asia Menor. Leamos ahora
los versículos 14 y 15 de este capítulo 13 de los Hechos, en un párrafo que gira
alrededor de
El sermón de Pablo en Antioquía
"Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga
un sábado y se sentaron. Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los altos
dignatarios de la sinagoga mandaron a decirles: Hermanos, si tenéis alguna palabra
de exhortación para el pueblo, hablad."
Pablo siguió con su método de ir primero a las sinagogas. Los judíos estaban
dispersados por todas partes del Imperio Romano, y habían establecido sinagogas en
todas las ciudades donde vivían. Cuando llegaban visitantes de Jerusalén, ya que los
judíos deseaban escuchar alguna palabra de la capital religiosa, después de leer las
Escrituras, invitaban al visitante a decir algo. Esto siempre le daba al apóstol Pablo
una maravillosa oportunidad que, en este caso, aprovechó bien.
Creemos que este mensaje que Pablo predicó en Antioquía de Pisidia, fue uno de sus
grandes sermones. Sin embargo, generalmente es pasado por alto hoy. En realidad,
es el primer sermón de Pablo que se menciona en la Biblia. Lo predicó en la sinagoga
en un día de reposo. Cuando le preguntaron a Pablo si quería decir algo, estamos
seguros de que contada seguridad, tenía mucho que decir. Era precisamente por eso,
que estaba allí en la sinagoga. Leamos el versículo 16:
"Entonces Pablo se levantó y, hecha señal de silencio con la mano, dijo: Israelitas y
los que teméis a Dios, oíd"
Podemos llegar a la conclusión, por esta introducción, que había allí algunas visitas.
Había judíos y probablemente algunos no judíos convertidos al judaísmo.
Continuemos con los versículos 17 hasta el 20 de este capítulo 13 de los Hechos:
"El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres y enalteció al pueblo
siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
Por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto, y habiendo destruido
siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su territorio. Después, como
por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel."
Ahora, observemos que Pablo estaba haciendo lo mismo que hizo Esteban ante el
Sanedrín, que era el supremo tribunal religioso de los judíos. Hizo un recuento de la
historia de la nación. Continuemos con los versículos 21 al 23:
"Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín,
por cuarenta años. Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también
testimonio diciendo: He hallado a David, hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón,
quien hará todo lo que yo quiero. De la descendencia de éste, y conforme a la
promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel."
Pablo repasó la historia de Israel hasta el tiempo de Jesucristo. Y entonces les
presentó al Salvador. Veamos los versículos 24 al 26:
"Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo
de Israel. Cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? Yo no
soy él; pero viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los
pies. Hermanos, hijos del linaje de Abraham y los que entre vosotros teméis a Dios,
a vosotros es enviada la palabra de esta salvación"
Al parecer, estos hombres habían oído hablar de Juan el Bautista. Aquí Pablo llegó a
la parte más delicada de su sermón. Continuemos con los versículos 27 y 28:
"porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, que no conocían a Jesús ni
las palabras de los profetas que se leen todos los sábados, las cumplieron al
condenarlo. Sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le
matara."
Al continuar Pablo exponiendo su reseña histórica, destacó también que todo sucedió
como cumplimiento de la profecía. Ellos estaban cumpliendo las profecías al mismo
tiempo que las leían, todos los días de reposo. Leían las profecías sin comprensión
alguna de lo que leían. Pablo continuó en los versículos 29 al 31 y dijo:
"Y cuando cumplieron todas las cosas que de él estaban escritas, lo bajaron del
madero y lo pusieron en el sepulcro. Pero Dios lo levantó de los muertos. Y él se
apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de Galilea
a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo."
Notará usted que todo sermón que fue predicado en el Nuevo Testamento, tuvo como
su punto central y su núcleo esencial la muerte y la resurrección de Jesucristo. Ése
era el mensaje. Simón Pedro lo predicó. Y en este momento, Pablo el apóstol también
lo predicó. No hubo ni el más mínimo desacuerdo en el mensaje de estos dos
apóstoles. Continuemos con los versículos 32 y 33:
"Nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros
padres, la cual Dios nos ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús; como
está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy."
Esta referencia del Antiguo Testamente, en el Salmo 2:7, no se refiere al nacimiento
de Cristo. Se refiere a la resurrección de Cristo. La expresión, "Yo te he engendrado
hoy", no es una referencia a Su nacimiento virginal, sino a Su resurrección de los
muertos. Leamos los versículos 34 y 35 ahora:
"Y en cuanto a que lo levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo
dijo así: Os daré las misericordias fieles de David. Por eso dice también en otro salmo:
No permitirás que tu Santo vea corrupción."
Y Pablo se extendió hablando de la resurrección. Estaba citando lo mismo que Pedro
en el día de Pentecostés. Continuemos con los versículos 36 al 39 de este capítulo 13
de los Hechos:
"Y a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de
Dios, durmió y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Pero aquel a quien Dios
levantó, no vio corrupción. Sabed, pues, esto, hermanos: que por medio de él se os
anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que no pudisteis ser justificados
por la Ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree."
Ahora el concretó esto con precisión. Explicó el significado de la muerte y la
resurrección de Jesucristo. En realidad les estaba pidiendo que tomasen la decisión
de creer en el Señor Jesucristo. Y continuó en los versículos 40 y 41 y dice:
"Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: Mirad,
menospreciadores, asombraos y desapareced, porque yo hago una obra en vuestros
días, obra que no creeréis si alguien os la cuenta."
Aquí estaba la apelación a ellos. Les pidió que no rechazasen su mensaje. Y dice el
versículo 42:
"Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el
siguiente sábado les hablasen de estas cosas."
Esto revela que también había algunos gentiles que escucharon el mensaje. Querían
que este mensaje también les fuera predicado a ellos. Continuemos ahora con los
versículos 43 y 44 de este capítulo 13 de los Hechos:
"Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos
siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles los persuadían a que
perseveraran en la gracia de Dios. El siguiente sábado se juntó casi toda la ciudad
para oír la palabra de Dios."
Debe haber habido mucha discusión en cuanto al mensaje de Pablo. El siguiente día
de reposo casi toda la ciudad estuvo allí para escuchar la predicación de Pablo.
Leamos el versículo 45 de este capítulo 13 de los Hechos:
"Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos y rebatían lo que Pablo
decía, contradiciendo y blasfemando."
Esta vez se produjo una gran conmoción porque los principales dirigentes religiosos
se opusieron a Pablo y Bernabé. Continuemos leyendo los versículos 46 al 49 de
Hechos 13:
"Entonces Pablo y Bernabé, hablando con valentía, dijeron: A vosotros, a la verdad,
era necesario que se os hablara primero la palabra de Dios; pero puesto que la
desecháis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles,
porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles,
a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. Los gentiles, oyendo
esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que
estaban ordenados para vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda
aquella provincia."
Éste fue el esquema recurrente: El evangelio se predicó primero a los judíos; ellos lo
rechazaron; así que ellos se dirigieron a los gentiles con el mensaje de las buenas
noticias. Y los versículos finales de este capítulo 13 de los Hechos, los versículos 50
al 52 dicen:
"Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de
la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus
límites. Ellos, entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a
Iconio. Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo."
Observemos la condición de aquellos que fueron convertidos: "Estaban llenos de gozo
y del Espíritu Santo". Y sí concluye el capítulo 13 de este libro de los Hechos de los
Apóstoles. Llegamos ahora a
Hechos 14:1-7
En este capítulo tenemos el primer viaje misionero de Pablo. Pues bien, tenemos aquí
a Pablo y a Bernabé en abierta confrontación con aquel paganismo impenetrable que
imperaba en toda Galacia. Creemos que la región de Galacia fue el campo misionero
más difícil en que Pablo jamás tuviera que trabajar.
Es necesario leer la epístola de San Pablo a los Gálatas para descubrir eso. Si usted
la lee, notará que fue la epístola más dura que Pablo escribió. La escribió a un grupo
de personas que tenían una tendencia espiritual en la dirección equivocada y siempre
se estaban apartando de la doctrina cristiana. Es interesante notar también que Pablo
visitó las Iglesias de Galacia más que a cualquier otro grupo de iglesias.
Permítanos ahora, darle los datos siguientes en cuanto a esta región de Galacia que
fue visitada por Pablo en su primer viaje misionero. Los habitantes que le dieron el
nombre a esta provincia eran los galos, una tribu celta de la misma raza que la que
habitó partes de Francia. En el siglo IV A.C. invadieron el Imperio Romano penetrando
hasta su capital, o sea Roma, a la que saquearon. Más tarde cruzaron hasta Grecia y
tomaron la ciudad de Delfos en el año 280 A.C. Por invitación de Nicomedes I, rey de
Bitinia, se dirigieron a Asia Menor para ayudarle en una guerra civil; eran hombres
bélicos, y veremos que pronto se establecieron en Asia Menor. En el año 189 A.C.
fueron hechos súbditos del Imperio Romano y se convirtieron en una de sus
provincias. Sus fronteras variaron, y por muchos años retuvieron sus propias
costumbres e idioma. Las Iglesias que Pablo estableció en su primer viaje misionero,
fueron incluidas por un tiempo en el territorio de Galacia. Por tanto, éste es el nombre
que Pablo normalmente usaría al referirse a estas Iglesias.
Ahora, los habitantes de Galacia eran orientales rubios. César dijo lo siguiente en
cuanto a los galos: "La debilidad de los galos es que son muy volubles en sus
resoluciones, demasiado aficionados al cambio, y no se puede confiar en ellos". Otro
escritor de aquel período los describió como: "francos, impetuosos, impresionables,
muy inteligentes, aficionados a la ostentación, pero, sumamente inconstantes, con
una vanidad excesiva". Hablaremos otra vez de estos habitantes de Galacia, cuando
estudiemos la epístola a los Gálatas. Pablo les escribió una carta muy severa,
precisamente porque necesitaban esa clase de carta. Bien, comencemos entonces
nuestro estudio de este capítulo 14 del libro de los Hechos de los Apóstoles, leyendo
el versículo 1, que nos habla sobre
La obra en Iconio
"Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de
tal manera que creyó una gran multitud de judíos y de griegos."
Si seguimos este viaje misionero de Pablo y Bernabé en un mapa, veremos que
atravesaron a lo largo la isla de Chipre, y que luego navegaron a Perge en Panfilia.
Luego viajaron hasta Antioquía, Iconio, Listra y Derbe, ciudades de Galacia. Ahora se
hallaban en el centro de Asia Menor, o sea en la Turquía actual. Continuemos con los
versículos 2 hasta el 4 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Pero los judíos que no creían excitaron y corrompieron los ánimos de los gentiles
contra los hermanos. Sin embargo, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con
valentía, confiados en el Señor, el cual daba testimonio de la palabra de su gracia,
concediendo que se hicieran por las manos de ellos señales y prodigios. La gente de
la ciudad estaba dividida: unos estaban con los judíos, y otros con los apóstoles."
Pablo y Bernabé causaron una división en la ciudad. Ahora, recordemos que Pablo y
Bernabé eran judíos. Siempre iban primero a ver a los judíos, predicaban en las
sinagogas y las utilizaban como punto de arranque para iniciar sus contactos con los
no judíos. Continuemos con los versículos 5 al 7 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Pero sucedió que los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se
lanzaron a maltratarlos y apedrearlos; y ellos, al darse cuenta, huyeron a Listra y
Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región circunvecina, y allí predicaban el
evangelio."
Como no fueron bien recibidos allí en Iconio, tuvieron que huir, y llegaron a Listra y
a Derbe. Sin embargo, sabemos que en su viaje de regreso volvieron por Iconio. Esto
parece indicar que había allí algunos creyentes.
Al finalizar nuestro programa, recordamos que en él estaba incluido el primer sermón
de San Pablo registrado en la Biblia. Dijo allí Pablo, hablando de Jesús: "que por
medio de él se os anuncia perdón de pecados, y en él es justificado todo aquel que
cree". Inspiradas por Dios en el siglo 1 de nuestra era, estas palabras también
constituyen, estimado oyente, el mensaje divino para las personas del siglo
veintiuno. Ese anuncio es para usted, y tiene para usted una buena noticia. Dios le
perdona sus pecados y le declara justo si cree en el Señor Jesucristo como su
Salvador.
Hechos 14:8-15:2
Continuamos hoy estudiando el capítulo 14 de los Hechos de los Apóstoles. Y
consideraremos hoy los eventos en Listra. Leamos los versículos 8 al 10 de este
capítulo 14:
"Cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de
nacimiento, que jamás había andado. Éste oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él
sus ojos y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: ¡Levántate derecho
sobre tus pies! Él saltó y anduvo."
Pablo y Bernabé tenían los dones del apóstol, es decir dones con señales milagrosas.
Entraron en estos lugares sin tener en la mano el Nuevo Testamento con el mensaje
del evangelio. Entonces ¿cuáles serían sus credenciales? ¿Cómo podrían probar que
su mensaje provenía de Dios? Los dones de señales milagrosas acreditarían su
mensaje. Hoy tenemos a nuestra disposición la totalidad de la Palabra de Dios, con
todo lo que ella tiene que decir a los seres humanos ¡Ah, si sólo pudiéramos lograr
que todos prestaran atención a su mensaje!
Los hombres en Listra fijaron su mirada en Pablo y a Bernabé. Leamos el versículo
11, de Hechos 12:
"Entonces la gente, al ver lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua
licaónica: ¡Dioses con la semejanza de hombres han descendido a nosotros!."
El hombre tuvo una verdadera fe para ser sanado. Y cuando Pablo le dijo que se
levantara derecho, poniéndose derecho sobre sus pies, saltó y anduvo. Los otros
hombres de esta región eran paganos. Cuando vieron lo que había hecho Pablo,
empezaron a dar voces exclamando que los dioses habían bajado hasta ellos en la
forma de hombres. Sus ojos estaban puestos sobre Pablo y Bernabé. En realidad,
estaban muy emocionados. Continuemos con los versículos 12 y 13 de este capítulo
14 de los Hechos:
"A Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la
palabra. El sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y
guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer
sacrificios."
Ahora, vemos que Pablo era el líder del conjunto, el portavoz principal. Y los
habitantes de esta región quisieron hacerles dioses. Trajeron guirnaldas y sacrificios
y estaban listos a adorarles. Todo esto nos demuestra que eran muy volubles. Pero,
¿no nos recuerda esto algo? En todo el mundo pasa lo mismo hoy en día: veneran
hoy a un deportista famoso o a una estrella de cine, y mañana a un político o un
cantante famoso. Pero con el transcurso del tiempo, surgen otros personajes y los
antes venerados van cayendo en el olvido. Bien, continuemos con los versículos 14
al 16 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas y se lanzaron
entre la multitud, gritando y diciendo: ¿Por qué hacéis esto? Nosotros también somos
hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os
convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay.
En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos"
Pablo y Bernabé no solo están asombrados y admirados de que estos hombres les
quisieran adorar, sino que se quedan completamente escandalizados. Se lanzaron
entonces en medio de ellos para decirles que eran seres humanos y no dioses.
Recordemos que el apóstol Pedro también tuvo que decirle lo mismo a Cornelio,
cuando éste se postró para adorarle. Es que tenemos que comprender que estos
hombres eran paganos.
Continuemos ahora con los versículos 17 y 18, pero leamos una vez más el 16:
"En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios
caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos
lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros
corazones. Pero aun diciendo estas cosas, difícilmente lograban impedir que la
multitud les ofreciera sacrificio."
Aquí vemos que Pablo y Bernabé estaban intentando dirigir la atención de estas
personas hacia el Dios vivo, hacia el Creador. Quisieron apartarles de sus ídolos
paganos y de la mitología de los griegos. Pero observemos lo que ocurrió aquí en el
versículo 19:
"Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la
multitud; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que
estaba muerto."
¡Cuán asombroso fue esto! ¡Qué hombres tan volubles! Un día estaban dispuestos a
adorar a Pablo y a Bernabé como dioses, y al día siguiente apedrearon a Pablo.
Pues bien, estos hombres apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad
creyendo que había muerto. ¿Estaba realmente muerto? Creemos que Pablo en
realidad murió. Pablo mismo escribió sobre su experiencia en esta ocasión en su
segunda carta a los Corintios, capítulo 12, versículos 2 al 4 donde dijo: "Conozco a
un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del
cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal
hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue
arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre
expresar". Ahora, ¿Quién fue ese hombre? Creemos que fue Pablo mismo. Y continuó
diciendo en ese mismo pasaje, en el versículo 7: "Y para que la grandeza de las
revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne,
un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca". No creemos
que la multitud le dejara allí solo medio muerto. Creemos que lo dejó por muerto. Y
creemos que Dios entonces, lo levantó de los muertos.
¿Por qué habrá Dios permitido que le apedrearan? Ahora, en su carta a los Gálatas,
capítulo 6, versículo 7, el apóstol Pablo dijo: "No os engañéis; Dios no puede ser
burlado: pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Y Pablo segó lo
que había sembrado. Él había ordenado o permitido el apedreamiento de Esteban.
Ahora, quizá alguien ponga objeción diciendo que ahora Pablo era un hombre
convertido. Pero, todavía es cierto, estimado oyente, que segaremos lo que hayamos
sembrado. Ésta es tanto una ley de la naturaleza como una ley que opera en nuestras
vidas. Saulo participó en el apedreamiento de Esteban y, años después, lo mismo le
sucedió a él. Leamos ahora el versículo 20 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Pero estando rodeado por los discípulos, se levantó y entró en la ciudad. Al día
siguiente salió con Bernabé para Derbe."
Ahora, esto fue verdaderamente milagroso. Un hombre que había sido apedreado,
brutalmente herido y normalmente sufriría graves fracturas de huesos y su cuerpo
estaría desfigurado. Éste fue un auténtico milagro, hubiera sido resucitado de los
muertos o no. Leamos ahora los versículos 21 y 22 de los Hechos 14:
"Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos,
volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos,
exhortándolos a que permanecieran en la fe y diciéndoles: Es necesario que a través
de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios."
Si usted está siguiendo este viaje en su mapa, verá que Derbe era un punto
importante del viaje. Era el final del recorrido. En este lugar iniciaron el regreso y
volvieron sobre sus pasos pasando nuevamente por Listra, Iconio y Antioquia. Ahora,
el versículo 23 dice:
"Constituyeron ancianos en cada iglesia y, después de orar y de ayunar, los
encomendaron al Señor en quien habían creído."
Si volvemos nuevamente nuestra mirada al mapa, veremos que pasaron por Pisidia
y Panfilia, y predicaron nuevamente en Perge. Luego fueron a Atalia y desde ese
puerto navegaron hasta Antioquía. Y los versículos finales de este capítulo 14 de los
Hechos, los versículos 26 al 28 dicen:
"De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios
para la obra que habían cumplido. Al llegar, reunieron a la iglesia y les refirieron cuán
grandes cosas había hecho Dios con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a
los gentiles. Se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos."
En otras palabras, cuando Pablo y Bernabé regresaron a Antioquía, presentan allí un
informe sobre su viaje y sobre el avance de la obra, porque ésta era la misma Iglesia
que les había enviado. Y en su informe revelaron que Dios había abierto la puerta del
evangelio a los no judíos. Cuando el Evangelio comenzó a extenderse, las Iglesias
habían estado integradas exclusivamente por los judíos. Luego, llegaron a estar
parcialmente integradas parcialmente por no judíos. Y a partir de esos días, el
Evangelio, de modo definitivo, se dirigió a los no judíos. Ahora, las Iglesias que
estaban en Asia Menor estaban integradas totalmente por no judíos. Y aunque debe
haber habido algunos judíos en esas iglesias, parece que en la mayoría de los lugares
los judíos rechazaron el Evangelio, mientras que los no judíos lo recibían.
Y ahora, se presentó un gran problema en la Iglesia. Aparecieron los judaizantes,
quienes insistieron en que los no judíos debieran estar bajo la ley. Más tarde, veremos
que Pablo tuvo que escribir una epístola a los creyentes en Galacia, precisamente
porque estos judaizantes habían ido a su país. Pero, como veremos en el capítulo
siguiente, primero fue necesario tener un gran concilio en Jerusalén para tratar este
asunto. Aquel concilio sería sumamente importante; pues, su decisión influiría en la
vida cristiana aun en nuestros días. Leeremos acerca de esta decisión en el próximo
capítulo. Llegamos entonces a
Hechos 15:1-2
El tema de este capítulo es el Concilio en Jerusalén. El primer viaje misionero de
Pablo y de Bernabé ya había terminado. Habían viajado a través de la provincia de
Galacia y las iglesias que establecieron allí estaban formadas mayormente por no
judíos. Pero ahora veremos que la iglesia se enfrentó con su primera gran crisis.
En Judea, muchos de los creyentes judíos habían sido Fariseos o sacerdotes, que no
tenían ninguna intención de renunciar al sistema legal de Moisés. Ellos creían que los
no judíos debían integrarse en la iglesia a través del sistema mosaico, que incluían
la asistencia al templo, el guardar el día del reposo, los ayunos, ciertos votos, etc.
En realidad, creían que los no judíos no estaban salvados hasta que fueran
circuncidados. Luego creían que un creyente no judío, también debía guardar la ley
mosaica y seguirla. .
Así fue que las noticias sobre esta controversia llegaron hasta la iglesia de Jerusalén.
Allí, los apóstoles tuvieron que enfrentar esta cuestión. ¿Qué rumbo debía seguir la
iglesia? Por lo tanto se convocó un concilio de la iglesia para resolver el problema.
Ahora, es interesante recordar que a través de toda su historia, la iglesia ha
convocado grandes concilios para resolver ciertos problemas fundamentales, tales
como la validez e infalibilidad de las Sagradas Escrituras. Otro concilio tomó una
decisión con respecto a la Deidad de Cristo y el hecho de que Él fue tanto Dios como
hombre. Y ha habido otros concilios importantes cuando se han presentado ciertas
diferencias en la iglesia. Si se realizase otro concilio en nuestra generación, tememos
que nunca se podía llegar a un acuerdo. Porque hay demasiadas iglesias hoy que
niegan la verdad bíblica en cuanto a la persona de Jesucristo. Un concilio que no se
pueda reunir alrededor de la persona de Jesucristo no sería realmente un concilio de
la iglesia, porque la persona del Señor Jesucristo, debe ser el centro mismo de la
iglesia. El punto o la cuestión principal, no son los ritos, la membresía, o las
ceremonias. El tema central, es el de la relación personal de cada creyente con
Jesucristo.
Lamentablemente las personas que se han alejado personal y espiritualmente de
Cristo y que no gozan de un compañerismo con Él, son las que más quieren discutir
en cuanto a los ritos. Jesucristo debe ocupar el centro mismo de nuestras vidas y de
nuestra atención. La cuestión no consiste solamente en asistir a la iglesia los
domingos, cantar y participar visiblemente de la adoración en la iglesia y, a partir del
día siguiente, comenzar a vivir alejado del Señor Jesús. El Señor debe ser una parte
integral de nuestra vida diaria, de todas las situaciones de la vida, de nuestros
pensamientos e ilusiones, de nuestras tensiones y de nuestras ansiedades.
Enfoquemos ahora nuestra atención en este concilio en Jerusalén. Vemos que fue un
grupo sobresaliente el que se reunió allí, convocado para considerar este tema
importante: la Ley frente a la Gracia de Dios, o la Ley frente a la Libertad cristiana.
Leamos el primer versículo de este capítulo 15 de los Hechos, que aborda ya
La cuestión de la circuncisión
"Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os
circuncidáis conforme al rito de Moisés no podéis ser salvos"
Aquí estaba el punto crucial del asunto. No se trataba simplemente de si uno debía
ser circuncidado o no; ni si uno debía comer carne o no. La cuestión que aquí se
trataba era la siguiente: ¿debía uno hacer alguna de estas cosas para ser salvo?
Ahora, seguiremos y entraremos con más profundidad en este problema. Leamos el
versículo 2 de este capítulo 15 de Hechos:
"Pablo y Bernabé tuvieron una discusión y contienda no pequeña con ellos. Por eso
se dispuso que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén, a los
apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión."
Nuevamente observamos aquí el uso del diminutivo. Dijo el Dr. Lucas: "Una discusión
y contienda no pequeña". Y esto quería decir, que tuvieron una acalorada discusión.
Tenemos que darnos cuenta que en realidad era el evangelio lo que estaba en
cuestión en este concilio. Es necesario leer la epístola a los Gálatas para recibir una
explicación más completa sobre este concilio. Pero ahora, tomaremos nota de que en
el Nuevo Testamento, la palabra "evangelio", se usa en dos sentidos. En primer lugar,
están los hechos del evangelio. Estos son categóricamente fundamentales y
esenciales. El apóstol Pablo presentó estos hechos en los primeros cinco versículos
de su primera carta a los Corintios, capítulo 15 y eran los siguientes: la muerte, la
sepultura, y la resurrección del Señor Jesucristo. Ése es el evangelio. Dijo el apóstol
Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 1 al 5: "1Además os
declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en
el cual también perseveráis; 2por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he
predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. 3Primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
4que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5y que
apareció a Cefas, y después a los doce."
Estos, estimado oyente, son los hechos del evangelio y todos tienen que ver
directamente con la persona de Cristo. Ahora, en los versículos 15 al 17 de este
capítulo 15 de la primera carta a los Corintios, dijo el apóstol Pablo:"Y somos hallados
falsos testigos de Dios, porque hemos testificado que Dios resucitó a Cristo, al cual
no resucitó si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan,
tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en
vuestros pecados". Hay que enfrentarse con esta realidad, estimado oyente, si Cristo
no resucitó de los muertos, entonces tampoco hay ningún evangelio. Pero gracias a
Dios que, como dice el versículo 20, "pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos;
él es el primer fruto de la cosecha; ha sido el primero en resucitar". Estos, pues, son
los hechos del evangelio: la muerte, el entierro y la resurrección de Cristo.
Ahora, el segundo sentido de la palabra evangelio, tiene que ver con la interpretación
de los hechos. Esta interpretación constituye la verdad fundamental expuesta en la
epístola a los Gálatas. Y esto fue también el aspecto crucial en este primer concilio
en Jerusalén. Por eso, el evangelio también depende de este hecho que el apóstol
Pablo declaró en su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículo 22, donde leemos:"Pero,
según dice la Escritura, todos son prisioneros del pecado, para que quienes creen en
Jesucristo puedan recibir lo que Dios ha prometido". Ahora, ¿qué debe hacer uno
para ser salvo? Pues, nada más y nada menos que creer. Y otra vez, en la misma
carta a los Gálatas, capítulo 2, versículos 15 y 16, dijo el apóstol Pablo:"Nosotros
somos judíos de nacimiento, y no pecadores paganos. Sin embargo, sabemos que
nadie es reconocido como justo por cumplir lo que manda la ley de Moisés, sino por
la fe en Jesucristo. Por eso, también nosotros hemos creído en Jesucristo, para que
Dios nos reconozca como justos por medio de la fe en Cristo y no por cumplir la ley.
Porque nadie será reconocido como justo por cumplir la ley."
Aquellos judíos convertidos al cristianismo que querían imponer el cumplimiento de
la ley, llamados judaizantes, eran diferentes a muchos críticos, quienes hoy niegan
los hechos del Evangelio. Los críticos actuales niegan la resurrección física de Cristo.
Algunos llegan más lejos y sostienen que Jesús fue solo un mito, y que nunca vivió
ni murió. La mayoría, sin embargo, no tratan de forzar la historia hasta tal punto.
Sin embargo, sí niegan que Jesús murió por nuestros pecados.
En el siglo primero, los judaizantes no negaron los hechos del Evangelio. Es que
simplemente había demasiados testigos. San Pablo dijo que más de quinientas
personas vieron en una ocasión al Cristo resucitado. Realmente, si uno trajese
quinientos testigos a un tribunal, ganaría el juicio. Y también los apóstoles fueron
testigos del Cristo resucitado y estuvieron allí para contarlo. Es evidente entonces,
que los hechos del Evangelio no fueron puestos en duda por aquellos judaizantes.
La controversia surgió por la interpretación de los hechos ante las preguntas: ¿Qué
hizo Cristo por usted en la cruz? ¿Es la obra de Cristo suficiente para salvarle?
¿Necesita usted cumplir ciertos ritos o alguna otra ordenanza para salvarse? ¿Debe
uno pasar por la Ley? Éstas eran las preguntas que se estaban haciendo.
Comenzamos nuestro programa con el relato de la curación de un hombre cojo de
nacimiento, que nunca en su vida había podido andar. Recordemos que el apóstol
Pablo, con la autoridad y el poder de Dios, le ordenó levantarse. Y el hombre, se
levantó y anduvo. Este hecho milagroso e histórico ilustra la condición de postración
del ser humano y su imposibilidad total de acercarse a Dios por sus propios medios.
Pero Dios se acercó a las personas enviando al Señor Jesucristo a morir por nuestros
pecados. Jesucristo no quedó retenido en la tumba por la muerte, sino que resucitó
y hoy vive para levantar al ser humano de su miseria espiritual, para salvarle, para
dar la vida eterna a todo aquel que crea en Él. Estimado oyente, ésta puede ser hoy
su experiencia.
Hechos 15:3-18
Continuamos estudiando hoy el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior, estuvimos hablando del concilio que se había convocado
en Jerusalén para considerar el asunto crucial de la Ley frente a la Gracia de Dios; o
la Ley frente a la Libertad cristiana. El problema surgió porque algunos que venían
de Judea estaban enseñando a los creyentes que si no se circuncidaban de acuerdo
a la ley de Moisés, no podrían ser salvos. Y dijimos que no se trataba simplemente
de si uno debía ser circuncidado o no, ni de si uno debía comer carne o no. Aquí se
trató sobre si era necesario o no cumplir estos requisitos para ser salvo. Ahora, como
surgió esta controversia, que dio lugar a discusiones acaloradas, se decidió que Pablo
y Bernabé fueran a Jerusalén y se reunieran con los apóstoles y los ancianos, para
tratar esta cuestión. Y dijimos que en realidad, era el evangelio lo que estaba en
cuestión en este concilio. Destacamos también que era necesario leer la carta a los
Gálatas para recibir una explicación más completa sobre este concilio.
Dijimos también que la palabra "evangelio" se usa en dos sentidos. Y vimos que en
primer lugar, tenemos los "hechos del evangelio", hechos que son categóricamente
fundamentales y esenciales. Esos hechos son: la muerte, la sepultura y la
resurrección de Jesucristo. Ése es el evangelio. Y estuvimos también considerando el
segundo sentido de la palabra evangelio, que tiene que ver con la interpretación de
los hechos. Esta interpretación fue la verdad fundamental tratada en la epístola a los
Gálatas. Y ésta fue también la parte esencial en este primer concilio en Jerusalén. En
aquellos tiempos no negaban los hechos del evangelio. Simplemente hubo
demasiados testigos presenciales como para poder negarlos. Pablo dijo que más de
quinientas personas vieron al Cristo resucitado. Y luego, los apóstoles también eran
testigos del Cristo resucitado. Pero no, los judaizantes no dudaban ni negaban los
hechos del evangelio. Dudaban de la interpretación de esos hechos.
Volviendo ahora al capítulo 15 de los Hechos, vamos a acompañar a Pablo y a
Bernabé hasta Jerusalén. Leamos los versículos 3 y 4 de este capítulo 15:
"Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria
contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los apóstoles y los ancianos,
y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos."
Pablo y Bernabé presentaron su informe a la Iglesia en Jerusalén, así como también
lo habían dado en la Iglesia de Antioquía. Les informaron de cómo habían predicado
el evangelio a hombres y mujeres por todas partes en el país de Galacia, y que
muchas de esas personas habían aceptado a Cristo. Se trataba de personas que no
sabían nada sobre la ley de Moisés; simplemente confiaban en Cristo, y debido a su
fe eran salvos. Ahora, observemos lo que ocurrió aquí en el versículo 5:
"Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo:
Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés."
Ahora, estos creyentes querían añadirle algo al evangelio. Y estimado oyente, cuando
se quiere añadirle algo al evangelio, ya no será entonces el evangelio, sino una
religión, considerada como un conjunto de ritos. La única manera que tiene para
acercarse a Jesucristo, es por medio de la fe. Todos tenemos que llegar a Cristo por
la fe. No hay otra manera sino sólo por la fe. Dios no nos dejará venir a Cristo de
alguna otra manera. El mismo Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San Juan,
capítulo 14, versículo 6: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí". Incluyó en esta declaración a todo el mundo. Hay una sola
pregunta que Dios hará al mundo perdido. Y esta pregunta es: ¿Qué has hecho con
Mi Hijo, quien murió por ti?" Dios no va a preguntar, "¿Te portaste bien?" o,
"¿asististe a la Iglesia?" o, ¿cumpliste este rito o aquella ceremonia?"
El punto clave es lo que usted estimado oyente, haga con el Hijo de Dios. ¿Acepta
usted al Hijo de Dios, quien murió por usted y resucitó? ¿Pone usted su confianza en
Él? Dice el Señor: "Nadie viene al Padre, sino por mí". Es como si Dios estuviera
diciendo: "Mi hijo murió por ti. ¿Qué harás tú con Él?" La respuesta a esa pregunta
determina su destino eterno. Éste era el asunto que se discutía en el concilio en
Jerusalén. El versículo 6 del capítulo 15 de los Hechos dice:
"Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto."
Pasemos ahora a otro párrafo que nos habla sobre
La decisión del concilio
Los apóstoles y ancianos se habían reunido y hubo mucha discusión ese día. Fue una
reunión tensa. Era necesario que se tomara una decisión y Simón Pedro fue el primero
en expresarse en cuanto a este asunto. Dice el versículo 7:
"Después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis
cómo ya hace algún tiempo Dios escogió que los gentiles oyeran por mi boca la
palabra del evangelio y creyeran."
Ahora, no creemos que esta fuera la primera vez que Pedro habló aquí en este
concilio. Si se hubiera quedado callado todo ese tiempo de discusión, no habría
actuado conforme a su carácter. Opinamos que ya había dado su opinión antes de
esta intervención. Pero, en este momento dio un resumen en cuanto a este asunto.
Recordemos que ésta no era una nueva decisión para Pedro. Él ya había declarado lo
mismo el día de la conversión de Cornelio. En aquella ocasión Pedro mismo había
quedado impactado antes de comprender la verdad de aquella nueva situación. Se le
había encargado la misión de entrar en el hogar de un no judío para predicar el
evangelio sin la añadidura de la ley. Estaba proclamando el evangelio a personas no
circuncidadas, que no seguían el sistema e la ley mosaica, y que comían carne de
cerdo y, sin embargo, ¡fueron salvas!
Creemos que los miembros de este concilio estuvieron dispuestos a escuchar a Pedro
porque él era un hombre de miras estrechas. No decimos esto en un sentido negativo.
Queremos decir que él era judío de judíos, es decir, muy estricto. El mismo dijo que
nunca antes había comido nada que fuese impuro, y ni había pensado en entrar en
una casa de un no judío. Estaba apegado al sistema mosaico como el que más y
todos lo sabían. Por tanto, si Pedro se levantaba a hablar, con toda seguridad le
escucharían.
Pues bien, Pedro comenzó testificando que los no judíos habían escuchado el
evangelio de su propia boca, y que habían creído. Ahora, ¿Significó esto que
realmente fueron salvos? Pedro declaró que sí, que habían sido salvos por medio de
la gracia de Dios. Pedro mismo había tenido que aprender que la salvación no
dependía de lo que uno comiese o dejase de comer; de si uno comía carne de cerdo,
o no. La salvación no dependía de guardar el día de reposo, ni de observar el
domingo, ni de guardar cualquier otro día de la semana. La salvación era por gracia,
por medio de la fe. Eran libres para escoger lo que quisieran hacer en cuanto a esos
ritos, de la misma manera que nosotros tenemos hoy esa libertad. Y en los versículos
8 y 9 el apóstol Pedro dijo:
"Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo
mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando
por la fe sus corazones."
¿Dijo Pedro que Dios había purificado los corazones de aquella gente en casa de
Cornelio, cumpliendo la ley, o participando en algún rito o ceremonia? No. Fue por le
fe. Es como si Pedro en esta reunión de Jerusalén les hubiera dicho: "Fui a casa de
Cornelio y les presenté los hechos del evangelio. Creyeron y fueron salvos. El Espíritu
Santo vino sobre ellos tal como había venido anteriormente sobre nosotros en
Jerusalén". Estimado oyente, éste es el Único Camino de la Salvación. Es por medio
de la fe. Uno no puede hacer nada para merecer la salvación. Jesucristo lo hizo todo
por usted hace ya más de 2000 años. Todo lo que Dios pide que usted haga es que
acepte a Su Hijo quien murió por usted. Continuó Pedro hablando en el versículo 10
del capítulo 15 de los Hechos y dijo:
"Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre los discípulos una carga que ni
nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?"
Simón Pedro admitió aquí algo que era de suma importancia. Dijo que ni ellos ni sus
padres habían cumplido la ley. Ahora, usted que nos escucha habitualmente sabrá
que hemos dicho esto muchas veces antes, y lo vamos a decir otra vez, y es esto:
Dios nunca ha salvado a nadie por haber guardado la ley. Y, ¿sabe por qué? Porque
nunca ha habido alguien que la haya cumplido. Dios salva sobre una sola base: la fe
en la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo.
Antes de los tiempos de Cristo, las personas traían a Dios un sacrificio. Traían ese
sacrificio por la fe. Abel entendió que el cordero nunca podría quitar el pecado.
Comprendió que el cordero señalaba a Aquel acerca de quien Dios le había dicho a
su madre. Había dicho, en Génesis 3.15, que alguien de la simiente de la mujer
vendría y heriría la cabeza de la serpiente. Y Abel creyó aquello, es decir, le creyó a
Dios y fue salvo por la fe.
Por tanto, Simón Pedro dijo: "Para decir la verdad - y por qué no admitirlo - no
podemos cumplir la ley". Es que no hay nada que haga más hipócrita a una persona,
que fingir que uno está viviendo en un nivel espiritual alto, que está cumpliendo la
ley de Dios y que está complaciendo de esta manera a Dios. Es una actitud inútil e
hipócrita fingir que uno vive según principios como los del Sermón del Monte, y que
está cumpliendo las demandas éticas de Dios en la ley.
Si yo pudiera ahora mirarle a alguien a los ojos le preguntaría ¿Por qué no reconoce
que es un pecador perdido? ¿Por qué no confiesa que usted no está agradando a Dios
y que no tiene la capacidad requerida para hacerlo? ¿Por qué no viene a Dios como
pecador que es, por la fe y confiando en Cristo como su Salvador personal? Le
aseguramos estimado oyente, que Dios ¡le recibirá a usted! Cristo mismo dijo en el
evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 37: "y al que a mí viene, no le echo
fuera."
Fue de esa manera como yo también llegué al Señor. Todos los que siempre he
conocido y que se han salvado, han acudido a Jesucristo de esa misma manera. Saulo
de Tarso vino así. El eunuco etíope también. Todos los que han conocido a Cristo,
han venido de esta manera, por medio de la fe. Pedro continuó hablando en el
versículo 11 y dijo:
"Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que
ellos."
Simón Pedro lo explicó muy bien. Dijo que los judíos serían salvados exactamente
como serían salvados los no judíos. Estamos seguros de que Simón Pedro todavía no
había comido carne de cerdo. Pero, dejó en claro el hecho de que su salvación no se
basaba en manera alguna en este hecho de haberse abstenido de comer carne de
cerdo. Pedro se había salvado porque confiaba en Cristo. Era salvo por la gracia de
Dios. Y observemos lo que ocurre aquí en el versículo 12 de ese capítulo 15 de los
Hechos:
"Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán
grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los no judíos."
¡Qué historia tenían para contar! Les fue posible contar de los milagros resultantes
de sus dones con señales. Podrían contar acerca del apedreamiento de Pablo y de
cómo Dios le había levantado. Sin embargo, estamos seguros que sus dones y sus
experiencias no constituyeron el centro de atención en sus historias. Las experiencias
vienen y se van. Dirigieron sus corazones y mentes hacia la persona de Jesucristo.
Los milagros y prodigios le habían dado autoridad a su mensaje con respecto a
Jesucristo.
Ahora, el siguiente que se levantó para hablar fue Jacobo. Y vamos a hacer una breve
pausa para observar que este no era Jacobo el hermano de Juan, ya que él ya había
muerto como mártir, como usted recordará, en el capítulo 12 de los Hechos, versículo
2. Hay algunos interrogantes en cuanto a quién era este Jacobo. Sabemos que llegó
a ser un líder de la Iglesia en Jerusalén. Pedro ya le había mencionado como líder,
en el capítulo 12 de los Hechos, versículo 17. Muy bien pudo haber sido Jacobo hijo
de Alfeo, uno de los doce, como leemos en el capítulo 10 del evangelio según San
Mateo, versículo 3. Sin embargo, la tradición de la Iglesia, aun desde los padres de
la Iglesia primitiva, ha identificado a este hombre como Jacobo, hermano de nuestro
Señor, como lo encontramos en el capítulo 13 del evangelio según San Mateo,
versículo 55, el mismo que escribió la epístola de Santiago.
Además, cabe añadir una observación más. Creemos que la mejor manera de
estudiar el libro de los Hechos es estudiarlo junto con las cartas del Nuevo
Testamento. Por ejemplo, ya hemos mencionado la carta a los Gálatas. En realidad,
durante el estudio de los capítulos 13 y 14 del libro de los Hechos, sería oportuno
leer esa epístola. Y aquí mismo, en Hechos 15, sería apropiado estudiar la epístola
de Santiago.
Pues bien, Jacobo realmente resumió lo que pensaba este concilio en Jerusalén y
expuso el programa de Dios para el futuro. Y debemos recordar que estos hombres
estaban al comienzo de una nueva época en los tratos de Dios con los seres humanos.
La Iglesia acababa de nacer en el día de Pentecostés. De modo que todo esto era aún
muy nuevo; los creyentes estaban como en su infancia espiritual. Así que no seamos
tan críticos con estos hombres que se encontraban en el umbral de esta nueva era.
Y dice el versículo 13 de este capítulo 15 de los Hechos:
"Cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Hermanos, oídme."
Creemos que después de que Simón Pedro habló y después que Pablo y Bernabé
presentaron su informe, hubo un silencio porque ninguno tenía nada que decir.
Incluso los judaizantes se quedaron callados debido a los informes de lo que había
sucedido. Cuando Jacobo habló a la multitud ese día, les pidió que escucharan con
cuidado, pues lo que tenía que decir era muy importante. De modo que quiso decir
que usted y yo, estimado oyente, también debiéramos escucharle con atención. Bien,
vamos entonces a escuchar a Jacobo. Dice el versículo 14 de este capítulo 15 de los
Hechos:
"Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los no judíos para tomar de
ellos pueblo para su nombre."
Jacobo estaba completamente de acuerdo con Pedro. Los dos declararon cual era el
plan de Dios para esta época. ¿Está salvando Dios al mundo entero? No. ¿Está
estableciendo Dios Su reino? No. Bueno, entonces, ¿qué es lo que Dios está haciendo
hoy? Está visitando a gente de todas las naciones "para tomar de ellos un pueblo
para sí mismo". Vemos en el libro de Apocalipsis que delante del trono de Dios habrá
gente redimida de todo pueblo, lengua y nación. La Palabra de Dios ha de llegar a
todo el mundo. Habrá oposición hacia Su Palabra y habrá apostasía, pero la Palabra
de Dios se difundirá por todo el mundo, porque Dios está tomando del mundo a un
"pueblo para sí mismo".
Es por eso mismo que estamos tan ansiosos de proclamar la Palabra de Dios. Ahora
mismo hay gente de todo color, de todo clima, de toda condición, de toda raza, y
prácticamente de toda nación, que escuchan este programa de radio de enseñanza
Bíblica, y que se transmite por emisoras situadas alrededor del mundo. Gracias a
Dios que podemos usar este medio para proclamar la Palabra de Dios. ¿Qué hace
Dios con aquella Palabra? Está tomando de los que la oyen, un pueblo para Sí mismo.
Ahora, no todos los que la oyen, creen la Palabra de Dios. Todos no aceptan las
buenas noticias de Jesucristo. Pero sería bueno subrayar esta frase del versículo 14
en su Biblia: Dios está visitando a los no judíos para tomar de ellos pueblo para Su
nombre, para sí mismo. Es por eso que damos muchas gracias a Dios que nos ha
dado esta oportunidad de hablar con todos acerca de la salvación que se halla en el
Señor Jesucristo, y de compartir las enseñanzas de la Palabra de Dios. Continuó pues
Jacobo hablando y dijo en el versículo 15:
"Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito"
Ahora, ¿Creía usted que esta nueva edad sería contraria a la enseñanza del Antiguo
Testamento? Bueno, pues no lo es. La palabra de los profetas estaba de acuerdo con
este nuevo período histórico. Y Jacobo siguió hablando y dijo: "Después de esto. . ."
Ahora, Jacobo comenzó a citar a un profeta, el profeta Amós, en el capítulo 9,
versículos 11 y 12, y citó diciendo: "Después de esto", mientras que en la profecía
de Amós decía: "En aquel día". ¿Qué significaba esto? ¿Después de qué? Después de
que Dios tomara un pueblo para Su Nombre. Dios está hoy llamando a personas para
Su pueblo, que se convierten en miembros de la iglesia, el cuerpo u organismo de
los creyentes. El día vendrá cuando Dios quitará a Su Iglesia del mundo. Será el
próximo evento en la agenda de Dios. "Después de esto", significa pues, después que
la iglesia haya dejado esta tierra. Y continuó Jacobo hablando y citando al profeta
Amós y dijo en el versículo 16 de este capítulo 15 de los Hechos:
"Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y
repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar"
La casa real de David estaba caída. De eso no había ninguna duda. No había nadie
en ninguna parte que pretendiera ser del linaje real de David. En realidad el Único
que tiene ese derecho está a la derecha de Dios en este mismo momento. Pero Dios
lo edificará nuevamente. Enviará nuevamente a Jesús. El escritor a los Hebreos dijo
en el capítulo 1 de su carta, versículo 13: "¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:
Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Dios
está trayendo a todos los enemigos de Cristo para ponerlos bajo Sus pies. La rebelión
contra Él se acabará uno de estos días. Hasta aquel día cuando envíe nuevamente a
Jesús, la Palabra de Dios se seguirá promulgando a mucha gente. El Espíritu de Dios
dijo en el Salmo 2, versículo 12: "Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis
en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él
confían."
El programa de Dios estaba siendo pues bosquejado. Él está llamando un pueblo en
el mundo. Su segundo paso será restaurar la casa de David. Y continuó Jacobo
citando al profeta Amós en el versículo 17 de este capítulo 15 de los Hechos y dice:
"para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones, sobre los
cuales es invocado mi nombre"
Hoy en día Dios está tomando un pueblo de todas las naciones. Sin embargo, el
tiempo vendrá cuando habrá un gran retorno a Dios, después de que la Iglesia haya
sido quitada de este mundo. Estos son los que entrarán en el reino. "El resto de los
hombres que buscan al Señor" y "todas las naciones, sobre las cuales es invocado mi
nombre" como se menciona aquí, volverán al Señor. Éste, entonces, será el tercer
paso en el programa de Dios. Y concluyó Jacobo su cita del profeta Amós y dijo aquí
en el versículo 18:
"dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos."
Así pues Jacobo al presentar este resumen, comprendió que Dios estaba llevando a
cabo Su plan. Pero dentro de ese plan para las naciones de la tierra, hoy destacamos
que los seres humanos han sido objeto de Su amor, y por ello Su Palabra y Su Espíritu
destacan la centralidad de Jesucristo en la historia, y desde la Biblia resuenan
palabras muy antiguas que invitan a las personas, a usted también estimado oyente,
a fijar una mirada de fe en el Señor Jesús. Me refiero a las siguientes palabras del
profeta Isaías 45:22: "Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque
yo soy Dios, y no hay otro".
Hechos 15:19-16:5
Continuamos estudiando hoy el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior, estuvimos hablando del concilio que se celebró en
Jerusalén, para considerar el asunto de la Ley frente la Gracia de Dios; o la Ley frente
a la Libertad cristiana, debido a que algunos estaban enseñando a los creyentes no
judíos que si no se sometían al rito de la circuncisión conforme a la ley de Moisés, no
podían ser salvos. Por lo cual fue necesario que se reunieran los Apóstoles y los
ancianos para tratar esta cuestión. Y dejamos a Jacobo haciendo uso de la palabra
en este concilio y citando las palabras del profeta Amós que se encuentran en el
capítulo 9 de esa profecía, versículos 11 y 12. Y luego de hacer un resumen del
programa de Dios, Jacobo comunicó su decisión. Y prestemos mucha atención a esta
decisión de Jacobo, porque fue una resolución muy importante. Leamos pues, los
versículos 19 y 20 de este capítulo 15 de los Hechos:
"Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los no judíos que se convierten a Dios, sino
que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación,
de ahogado y de sangre"
La decisión tomada estableció que los no judíos que se habían convertido a Dios no
debían ser puestos bajo el sistema mosaico. Sin embargo, se les pediría que hicieran
ciertas cosas, más bien por cortesía. Se les pediría que se apartasen de todo aquello
que hubiera sido contaminado por los ídolos. Ahora, la razón por la cual esto se
menciona tan específicamente se presentará nuevamente en la primera carta del
apóstol Pablo a los Corintios, en la sección en cuanto al asunto de comer o no comer
carne. En la situación de aquella época, los que no eran judíos adoraban a los ídolos
y en una ciudad como Corinto, por ejemplo, los corintios tomaban sus mejores
animales y los ofrecían a sus dioses paganos. Ahora, ellos eran muy ingeniosos en
cuanto a este asunto, porque llevaban el animal y lo presentaban como su ofrenda,
pero los dioses, que eran espirituales, comían el animal "espiritual". Entonces la gente
lo que hacían era recuperar la carne del animal y venderla en las carnicerías de los
templos paganos. Ese era el lugar donde se podía comprar la mejor carne de aquel
entonces.
Pues bien, los que no eran judíos no se ofendían por esto. Siempre habían comprado
su carne en estos mercados y para ellos no constituía un problema de conciencia. Sin
embargo, para el cristiano israelita, esto sería muy ofensivo. Habían sido educados e
instruidos para no comer nada que hubiera sido ofrecido a los ídolos. De modo que
la idea aquí era que el no judío que invitara a un creyente judío a comer no debía
ofenderle sirviéndole carne que hubiera sido ofrecida a los ídolos. Así pues, esta
petición no constituía en manera alguna un esfuerzo por colocar a los no judíos bajo
la ley mosaica. Fue más bien una petición de buena voluntad para que no hicieran
algo que resultaría muy ofensivo para sus hermanos judíos.
También les pidieron abstenerse de fornicación o inmoralidad sexual. Y una vez más
tenemos que entender aquel contexto social, para ver por qué esto se mencionó
específicamente. El adulterio en aquella época era tan común entre los que no eran
judíos, que la conciencia de muchos se había insensibilizado. En realidad, el adulterio
era tan común entre los no judíos porque en sus religiones paganas, formaba parte
del rito religioso. Los no judíos que se habían convertido en cristianos debían pues
abstenerse de esa inmoralidad sexual. Necesitaban comprender que la adoración del
Dios vivo y verdadero era totalmente diferente a sus ritos paganos. El concilio de
Jerusalén también les pidió a los cristianos no judíos que se abstuvieran de comer
carne de animales estrangulados o ahogados, y sangre, lo cual igualmente sería muy
ofensivo para sus hermanos judíos. Nuevamente destacamos que fue ésta una
cuestión de cortesía y buena voluntad. Y dijo Jacobo aquí en el versículo 21:
"porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las
sinagogas, donde es leído cada sábado."
Creemos pues, que no estaría de más repasar lo que Jacobo había dicho. Incluía a la
iglesia en el programa de los profetas aunque la iglesia no estaba sujeta a la profecía.
Hoy Dios está tomando de entre todas las naciones un pueblo que proclame Su
nombre, como vimos en el versículo 14. Después, el programa de los profetas seguirá
su desarrollo.
En primer lugar, tenemos la expresión "Después de esto", que quiere decir, después
que la iglesia haya sido quitada del mundo "Volveré", dice el versículo 16. Y esto se
refiere a la Segunda venida de Cristo, según se describe en Apocalipsis, capítulo 19.
En segundo lugar, en el versículo 16, tenemos que Él "reedificará el tabernáculo de
David", que está hoy caído y reparará sus ruinas.
Ahora, en tercer lugar, cuando Cristo vuelva habrá un camino para que el resto de
los seres humanos busque al Señor, según el versículo 17.
Y en cuarto lugar, todas los no judíos o naciones que hayan creído estarán en el reino
"en aquel día" (Amós 9:11)
Notemos también el contraste que hay entre la expresión "de ellos", refiriéndose a
los no judíos, en el versículo 14, y la expresión "todos los no judíos" en el versículo
17, o sea los no judíos que invocan el nombre de Jesucristo. Tenemos ahora la
decisión del concilio. Leamos los versículos 22 y 23 de este capítulo 15 de los Hechos,
para ver
El anuncio de la decisión del concilio
"Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir a
algunos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por
sobrenombre Barsabás, a Silas, hombres principales entre los hermanos, y escribir
por conducto de ellos: Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos
de entre los no judíos que están en Antioquía, Siria y Cilicia: Salud."
Hay algunos nombres que aquí se mencionan por primera vez. Silas, como veremos
más adelante sería compañero de Pablo en el siguiente viaje misionero. Ahora,
observemos el amor demostrado en esta carta que estaban escribiendo. Eran judíos
cristianos los que escribieron esta carta a los no judíos o paganos que se habían
convertido a Dios, y los llamaron "hermanos de entre los no judíos." Continuemos
con el versículo 24 de este capítulo 15 de los Hechos:
"Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no
dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas,
mandando circuncidaros y guardar la Ley"
Esta carta establecía con toda claridad que aquellos judaizantes que habían salido de
Jerusalén, habían actuado sin ninguna autoridad de la iglesia en Jerusalén. En
realidad y en cuanto a nuestro tiempo, podemos decir que cualquiera que trate de
poner a otro creyente bajo la ley no lo hace en ninguna manera bajo la autoridad o
respaldo de la Palabra de Dios. Y continuaron diciendo en esta carta aquí en los
versículos 25 y 26:
"nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a
vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida
por el nombre de nuestro Señor Jesucristo."
Ésta fue, en efecto, una forma afectuosa de expresarse. La iglesia enviaba a hombres
que habían sido probados, hombres que habían arriesgado sus vidas. Estimado
oyente, ¿cuánto ha sufrido usted por Él? ¿Cuánto le ha costado? ¿Ha pagado algún
precio por difundir la Palabra de Dios? Avancemos con el versículo 27:
"Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo
mismo"
Podemos ver que si hubieran enviado solamente a Bernabé y a Pablo la gente podría
haber dicho, "Bueno, era de esperar que estos dos hombres trajeran un informe como
este". De modo que, enviaron también a Judas y a Silas para confirmar el hecho de
que esta era la decisión unánime del concilio. Continuemos con el versículo 28 de
este capítulo 15 de los Hechos:
"pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga
más que estas cosas necesarias"
Observemos la expresión, "ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros". Era una
evidencia más de que el Espíritu Santo les estaba guiando y dirigiendo en esta
decisión. Continuemos con el versículo 29:
"que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de animal ahogado y de
inmoralidad sexual; si os guardáis de estas cosas, bien haréis. Pasadlo bien."
Éste era su informe. Eso era todo lo que tienen que decirles. No les estaban pidiendo
que cumplieran ninguno de los requisitos del sistema de la ley de Moisés, sino que
esperaban que tuvieran estos gestos de cortesía hacia sus hermanos judíos. Y leemos
en los versículos 30 y 31:
"Así pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía y, reuniendo a la
congregación, entregaron la carta. Habiéndola leído, se regocijaron por la
consolación."
Evidentemente, hay consuelo y paz en el Evangelio. La ley condena. La ley es como
un espejo en el cual nos vemos tal cual somos, como seres perversos y destituidos
de la gloria de Dios. El Evangelio en cambio dice, "Ven a Dios. Él te quiere recibir. Él
te salvará por Su gracia". ¡Éstas sí que son palabras realmente consoladoras!
Sigamos adelante con los versículos 32 al 35:
"Judas y Silas, que también eran profetas, consolaron y animaron a los hermanos
con abundancia de palabras. Después de pasar algún tiempo allí, fueron despedidos
en paz por los hermanos para volver a aquellos que los habían enviado. Sin embargo,
a Silas le pareció bien quedarse allí. Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía,
enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos."
Era evidente que Pablo y Silas se llevaban bien. A Silas le agradaba Pablo y le gustaba
trabajar junto con él. Así que se quedó allí en la iglesia de Antioquía. Debe haberse
sentido entusiasmado de poder trabajar con estos creyentes no judíos; de todos
modos, permaneció allí. Pablo y Bernabé eran los pastores de la iglesia allí en
Antioquía. Veamos ahora los planes para el segundo viaje misionero. Leamos el
versículo 36 de este capítulo 15 de los Hechos, que comienza un párrafo que expone
Los planes para un segundo viaje misionero
"Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos
en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo
están."
Pablo tenía un profundo interés en las iglesias, y un interés sincero en los creyentes.
Sabiendo cuan voluble era la gente de Galacia, creyó que sería una buena idea visitar
nuevamente aquellas iglesias. Continuemos con el versículo 37:
"Bernabé quería que llevaran consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos"
Conocimos a Bernabé como una persona muy generosa y un verdadero hombre de
Dios. Pero observemos lo siguiente en cuanto a él. Estaba ansioso por dar a Juan
Marcos otra oportunidad. Y una vez tomada una decisión, era terco y no cedía.
Recordemos que estos dos hombres nunca dejaron de ser seres humanos. Tanto
Pablo como Bernabé se aferraron a su propia posición y ninguno de los dos estuvo
dispuesto a cambiar de parecer. Observemos lo que ocurrió. Leamos el versículo 38
de este capítulo 15 de los Hechos:
"pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde
Panfilia y no había ido con ellos a la obra."
Pablo también tenía sus convicciones. Bernabé quería llevar a Juan Marcos, pero
Pablo dijo que no estaba dispuesto a ello. Bueno, nos alegramos que estos dos
hermanos en la fe tuvieran este pequeño altercado porque en verdad nos enseña que
eran personas normales, tal como usted y yo también lo somos, y nos muestra que
aun a los hombres de esa gran talla espiritual les era posible estar en descuerdo, sin
ser desagradables. No rompieron su relación, ni dividieron la iglesia, ni formaron dos
iglesias diferentes en Antioquia. Simplemente expresaron su desacuerdo, lo cual es
perfectamente normal ante ciertas situaciones. El versículo 39 ahora nos dice que:
"Hubo tal desacuerdo entre ambos, que se separaron el uno del otro; Bernabé,
tomando a Marcos, navegó a Chipre"
El relato no dice más en cuanto a Bernabé. Él se fue a Chipre. Es que Bernabé había
salido de Chipre. Esa isla era su hogar natal. Y él tenía el deseo de llevar el Evangelio
a su propio pueblo. Y según nos indica la tradición tuvo allí un gran ministerio y desde
Chipre, más tarde se llevó a cabo un gran ministerio misionero en África del norte.
En este momento del relato Bernabé desapareció de las páginas de la Escritura. La
Biblia no nos dio ninguna información adicional en cuanto a su ministerio. De aquí en
adelante, la atención se concentró completamente en el apóstol Pablo. Leamos los
versículos finales, versículos 40 y 41, de este capítulo 15 de los Hechos:
"y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del
Señor, y pasó por Siria y Cilicia, animando a las iglesias."
En ese momento la iglesia tenía dos grandes proyectos misioneros donde antes tenía
uno solo. Bernabé se encaminó en una dirección y Pablo en otra. Éste era el método
de Dios. Y Dios utilizaría a ambos hombres. Pablo tenía entonces a Silas con él, y los
hermanos los encomendaron a la gracia de Dios.
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles.
Llegamos ahora a
Hechos 16:1-5
Y en este capítulo tenemos el segundo viaje misionero de Pablo. El último versículo
del capítulo 15 realmente nos contaba el principio de ese viaje. Pablo y Silas pasaron
por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias. Desde allí veremos que seguirían hasta
el país de Galacia. Pablo visitaría las iglesias de Galacia porque fue allí donde había
surgido el problema con los judaizantes. La carta a los Gálatas fue la carta de Pablo
escrita especialmente para ellos, advirtiéndoles severamente en cuanto a no ser
confundidos por aquellos que estaban tratando de colocarles bajo el sistema de la ley
de Moisés. Esa carta sería su más enérgica declaración y defensa de la doctrina de la
justificación por la fe. No solo es el pecador salvado por la gracia de Dios, por medio
de la fe, sino que el pecador salvado también viviría por la gracia. La gracia de Dios
es así un camino hacia la vida, y un camino de vida.
Permítanos estimularle estimado oyente, una vez más a tener en su mano un mapa
a fin de que pueda seguir este viaje misionero en el mapa. Usted descubrirá que
viajar con el apóstol Pablo es una experiencia emocionante. En su segundo viaje
misionero veremos como entraron en Europa (después de recibir la visión de un
hombre de Macedonia).Veremos como llegaron a Filipos, y cómo fueron a parar a la
cárcel local. A medianoche, Pablo y Silas oraron y cantaron canciones de alabanza.
Un terremoto sacudió el edificio de la cárcel, sus puertas se abrieron y el carcelero
abrió su corazón para recibir al Señor Jesucristo. Leamos entonces los versículos 1 y
2 de este capítulo 16 de los Hechos, bajo el párrafo titulado
Pablo visitó nuevamente a las iglesias de Galacia
"Después llegó a Derbe y a Listra. Había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de
una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los
hermanos que estaban en Listra y en Iconio."
Pablo llegó primero a Derbe y después a Listra, donde encontró al joven Timoteo y
conoció a su madre y a su abuela. En su primer viaje había guiado a este joven al
Señor. Así que le llevó con él y el equipo de trabajo quedó entonces formado por
Pablo, Silas y Timoteo. Dice el versículo 3:
"Quiso Pablo que éste fuera con él; y tomándolo, lo circuncidó por causa de los judíos
que había en aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego."
Debemos observar cuidadosamente el método del apóstol Pablo. Cuando en una
ocasión subió a Jerusalén, Pablo llevó a Tito, un no judío, que no había sido
circuncidado. Y Pablo se opuso a que fuera obligado a circuncidarse. Ahora, en este
momento de nuestro relato, Pablo quiso llevar a Timoteo consigo como compañero
misionero. Quiso que Timoteo saliera para alcanzar a personas para Cristo. Pero,
como no quería que se produjera ninguna discusión, ni ningún motivo de ofensa para
nadie, entonces le pidió a Timoteo que se circuncidara. Ahora, esto no fue porque
hubiese mérito alguno en la circuncisión, sino que procuró evitar que este tema se
convirtiese en un asunto de controversia. Fue por este motivo que Pablo escribió en
su primera carta a los Corintios, capítulo 9, versículos 19 y 20 lo siguiente: "Por lo
cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número.
Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos
a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que
están sujetos a la ley". Es decir, que Pablo hizo esto para desactivar cualquier
polémica que pudiera producirse.
Hay algunos fundamentos de la fe, de los cuales no puede haber ninguna desviación.
Pero hay formas y ritos que no son en realidad esenciales para la salvación, y creemos
que debe haber flexibilidad en esas áreas. Esa fue la manera de pensar de Pablo.
Recordemos que Timoteo era medio judío y medio griego. Ciertamente, la
circuncisión no tenía nada que ver con la salvación de Timoteo. Pero este rito se llevó
a cabo para que el ministerio de Timoteo entre los judíos no se perjudicase.
Prosigamos ahora con los versículos 4 y 5 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Al pasar por las ciudades, les comunicaban las decisiones que habían acordado los
apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardaran. Así que
las iglesias eran animadas en la fe y aumentaban en número cada día."
Pablo tuvo nuevamente un gran ministerio en Galacia. No solo visitó a las iglesias
que habían sido fundadas en su primer viaje sino que, en otros lugares, multitudes
se estaban convirtiendo a Cristo. Se establecieron nuevas iglesias y cada día se
incrementaba el número de los creyentes.
Al terminar hoy, no podemos dejar de enfatizar el hecho de que el ser salvo significa
confiar en el Señor Jesucristo. Las obras, el guardar la ley, y cualquier clase de
legalismo, es decir, todo esfuerzo añadido, constituyen un vano esfuerzo por
completar la otra de Cristo y para ganar méritos ante Dios al intentar que un pecador
establezca una relación con Él. La redención ya fue consumada cuando Cristo murió
en la cruz en nuestro lugar y triunfó sobre la muerte en Su resurrección. Él ya hizo
lo suficiente para lograr nuestra salvación. Por eso Pablo dejó claramente establecido
este principio en su carta a los Efesios 2:8, cuando dijo: "Por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, de modo
que nadie pueda jactarse de nada". Estimado oyente, creemos que la Palabra de Dios
expone esta verdad con mucha claridad. Esperamos que pueda usted dar ese paso
de fe.
Hechos 16:6-17:1
Continuamos hoy nuestro estudio en el capítulo 16 de los Hechos de los Apóstoles. Y
en nuestro programa anterior comenzamos a considerar el segundo viaje del apóstol
Pablo. Y decíamos que este viaje había comenzado en realidad en el último versículo
del capítulo 15 de los Hechos, donde vimos que Pablo y Silas, pasaron por Siria y
Cilicia, confirmando la organización de las iglesias. Más tarde pasaron a Galacia. Y
vimos que cuando Pablo estuvo en Listra, encontró a un joven a quien había conocido
en su primer viaje misionero. Este joven se había convertido por medio del ministerio
de Pablo y por eso Pablo lo llamaba "su verdadero hijo en la fe". Pablo conoció
también a la madre y a la abuela de este joven. Y dijimos que este joven era Timoteo,
quien llegó a ser compañero de Pablo y de Silas en este viaje. Vimos también que
cuando Pablo le tomó por compañero, le circuncidó por causa de los judíos, para
evitar cualquier tipo de controversia con los judíos y los no judíos. Y finalmente vimos
que Pablo se alegró por los resultados del ministerio en Galacia. No solamente visitó
las iglesias que habían sido fundadas anteriormente, sino que multitudes en otros
lugares, se estaban convirtiendo a Cristo. Nuevas iglesias tuvieron que ser
establecidas, como resultado del aumento en número de creyentes que tenía lugar
cada día. Comenzaremos leyendo el versículo 6 de este capítulo 16 de los Hechos,
para comenzar a considerar
El viaje de Pablo en Filipos
"Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo
hablar la palabra en Asia;"
Galacia incluía toda esta región. Opinamos que Pablo pasó desde este lugar al norte
del país. La provincia de Asia quedaba más al sur, donde estaba la ciudad de Éfeso.
En realidad Éfeso era la principal ciudad de la provincia de Asia. Posiblemente Pablo
pudo haber planeado realizar un recorrido por Asia menor. Ésta era una región
densamente poblada en aquel entonces, y era el centro de la cultura griega. Ésta fue
una gran zona comercial, un centro político y un centro académico de gran
importancia. Y Pablo esperaba describir un gran círculo pasando por el país de
Galacia, luego por Frigia, más tarde hacia el sur a la provincia de Asia, y luego de
regreso nuevamente a Antioquía para dar un informe a la Iglesia allí.
Pero el Espíritu de Dios tenía otros planes. Y se nos dice que a los viajeros les fue
prohibido por el Espíritu Santo hablar la Palabra en Asia, lo cual fue sorprendente.
Pablo quería ir hasta allí, y el Espíritu de Dios quería que la Palabra fuera promulgada.
Pero, el mismo Espíritu le indicó a Pablo que quería que, en aquella ocasión, estuviera
en un lugar diferente. Por lo tanto, Pablo naturalmente creyó que si no podía ir hacia
el sur, se dirigiría hacia el norte. Bitinia quedaba en el norte, a lo largo del mar Negro.
Había una gran concentración de hebreos en esa región y era un centro de población
bastante importante. Esta región hoy en día, queda en Turquía. Leamos ahora el
versículo 7 de este capítulo 16 de los Hechos:
"y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió."
El Espíritu les había prohibido ir al sur de la provincia de Asia y luego les prohibió
dirigirse hacia el norte, a Bitinia. Habían venido desde el oriente. Y ahora, ¿A dónde
irían? Bueno, quedaba una sola dirección y era hacia el occidente. Por lo tanto, Pablo
siguió viajando hacia el oeste hasta que llegó a Troas. Allí tuvo que detenerse porque
le era necesario tomar un barco para poder continuar. Pablo no pudo imaginarse lo
que iba a hacer ni a donde dirigirse desde ese punto. Leamos el versículo 8:
"Entonces, pasando junto a Misia, descendieron a Troas."
Creemos que si hubiéramos conocido a Pablo durante el tiempo en que quedó
demorado en Troas, podríamos haberle preguntado: "¿Pablo, a dónde irás?" Y
estamos seguros que nos habría contestado que no lo sabía. Y tememos que la
próxima pregunta que le habríamos hecho sería: "Y ahora, Pablo, ¿quiere decir que
el gran apóstol a los no judíos no sabe hacia donde se dirigirá ahora? Seguramente
debes saber cual es la voluntad de Dios para tu vida". Y entonces, nos habríamos
sentado con él para charlar un rato en cuanto a la voluntad de Dios en la vida del
creyente. Pero el gran apóstol simplemente no sabía cual era la voluntad de Dios.
¿Por qué? Porque el Espíritu de Dios le estaba guiando y allí en Troas, Pablo
simplemente se encontraba esperando. Se necesitaría un impulso poderoso para
lograr que Pablo saliera de Asia y fuese a Europa. Continuemos leyendo el versículo
9 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Una noche, Pablo tuvo una visión. Un varón macedonio estaba en pie, rogándole y
diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos."
Éste fue el llamado de Pablo a Macedonia. Ahora, Macedonia quedaba al otro lado del
mar Egeo, en Europa continental. Pablo estaba en Asia. El evangelio pasaría de Asia
a Europa. Vemos que el Espíritu de Dios le estaba dirigiendo en esa dirección. No
sabemos por qué Pablo fue dirigido hacia el occidente, hacia Europa. No
comprendemos por qué no fue dirigido hacia el oriente, a un país como China. Y
damos muchas gracias a Dios por el hecho de que ésta fue la dirección que tomó.
Leamos ahora el versículo 10 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto
que Dios nos llamaba para que les anunciáramos el evangelio."
Ahora, ¿Quiénes son los que se incluyen aquí en este cambio de persona, aquí donde
dice que "Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio". Observemos el
cambio de la tercera persona del plural "ellos" en el versículo 8, a la primera persona
del plural "nos" en este versículo 10. Es que a partir de ese momento el doctor Lucas,
el escritor de este libro, se unió a este equipo que, entonces, pasó a ser un cuarteto.
En verdad, es posible que hubiera otros que también les acompañaban, pero, ahora
tenemos por lo menos a cuatro nombres que podemos identificar: Pablo, Silas,
Timoteo, y el doctor Lucas. Ésta que entró en Europa, fue realmente una cualificada
delegación. Ahora, el versículo 11 nos dice:
"Zarpando, pues, de Troas, navegamos directamente a Samotracia, el día siguiente
a Neápolis"
Neápolis estaba situada a alguna distancia de la costa. Continuemos con el versículo
12:
"y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una
colonia. Estuvimos en aquella ciudad algunos días."
Filipos era una colonia de Macedonia, o sea, que era una colonia romana. Y en esta
ciudad residía el gobernador romano. Sus habitantes tenían costumbres romanas y
hablaban en latín.
Ésta fue su primera parada en Europa. Pablo fue a un centro estratégico para
comenzar allí su ministerio en Europa. Esto hizo que la Iglesia en Filipos fuera una
Iglesia notable. También había otras razones que veremos en nuestro estudio de la
epístola a los Filipenses, por las cuales esta Iglesia estuvo tan cerca al corazón de
Pablo. Ésta era la Iglesia que le amaba. Y Pablo amó a esta Iglesia.
Continuemos con el versículo 13, para ver
El ministerio de Pablo en Felipos
"Un sábado salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración.
Nos sentamos y hablamos a las mujeres que se habían reunido."
Ahora, observemos que apenas fuera de la ciudad, junto al río, se celebraba un culto
de oración. Nos preguntamos si esa reunión de oración no tuvo algo que ver con la
llegada del apóstol Pablo a Europa y con la visión del varón macedonio. Y una mujer
llamada Lidia era que dirigía este culto de oración. Leamos el versículo 14 de este
capítulo 16 de los Hechos:
"Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira,
que adoraba a Dios, estaba oyendo. El Señor le abrió el corazón para que estuviera
atenta a lo que Pablo decía"
Tiatira estaba situada en Asia Menor. Era el lugar donde estaba situada una de las
siete Iglesias que recibiría una amonestación de nuestro Señor en los capítulos 2 y 3
del libro de Apocalipsis. De allí procedía esta mujer, que adoraba al Dios vivo y
verdadero, pero, tenía muy poco conocimiento de Él. Esta mujer Lidia era una
persona extraordinaria. Era una mujer de carácter dominante y dotes de liderazgo.
Al parecer, era ella quien dirigía el culto de oración y debió ser la primera persona
convertida a Cristo, en Europa. Continuemos con el versículo 15:
"y cuando fue bautizada, junto con su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado
que yo sea fiel al Señor, hospedaos en mi casa. Y nos obligó a quedarnos."
No sabemos nada en cuanto al marido de Lidia, pero debe haber estado en alguna
parte. Hay familias así como esa, en las que la mujer tiene un carácter dominante. Y
al parecer, ése era el caso aquí, porque toda su familia se convirtió a Cristo mediante
su testimonio. Y ahora, encontramos que Pablo y su grupo se quedaron en su hogar
y se hospedaron allí. Es de suponer que Lidia era una mujer de ciertos recursos y
que le fue posible atender a las necesidades del grupo de viajeros. Ahora,
continuemos con el versículo 16 de este capítulo 16 de los Hechos:
"Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha
que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando."
No pensemos que la gente allí creía en una simple superstición. Esta muchacha
estaba endemoniada. Es bueno ser conscientes de que estamos viendo en nuestros
tiempos un resurgimiento del interés en el ocultismo y en los demonios. Es que la
creencia en demonios está basada en la realidad. Esta muchacha que se menciona
aquí en este pasaje, estaba poseída por demonios. Era esclava y sus amos la usaban
para obtener grandes ganancias. Continuemos con los versículos 17 al 19 de este
capítulo 16 de los Hechos:
"Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba: ¡Estos hombres son siervos del Dios
Altísimo! Ellos os anuncian el camino de salvación Esto lo hizo por muchos días, hasta
que, desagradando a Pablo, se volvió él y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de
Jesucristo que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora. Pero al ver sus amos
que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los
trajeron al foro, ante las autoridades."
A Pablo le fue posible echar fuera al demonio en el nombre del Señor Jesucristo. Pero,
esto afectó al dinero que sus amos estaban obteniendo. De modo que, estos hombres
ahora se declararon públicamente como enemigos de Pablo y su grupo. Continuemos
con los versículos 20 y 21:
"Los presentaron a los magistrados y dijeron: Estos hombres, siendo judíos,
alborotan nuestra ciudad y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer,
pues somos romanos."
Recordemos que Filipos era una colonia de Roma cuyo pueblo practicaba la idolatría
romana. Pablo y sus hombres fueron acusados de tratar de cambiar las cosas al
predicar acerca del Dios verdadero. Pero el verdadero punto en disputa era que
aquellos hombres habían perdido su fuente de ingresos financieros. Continuemos con
los versículos 22 al 24:
"Entonces se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas,
ordenaron azotarlos con varas. Después de haberlos azotado mucho, los echaron en
la cárcel, mandando al carcelero que los guardara con seguridad. El cual, al recibir
esta orden, los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el
cepo."
Observemos que estos hombres fueron azotados y con sus espaldas laceradas, fueron
echados en la cárcel. Para mayor seguridad, notamos que el carcelero sujetó sus pies
en el cepo. Ahora, el versículo 25 dice:
"Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los
oían."
Qué escena maravillosa fue esta en la que estos hombres cantaban alabanzas a Dios
mientras se hallaban en una situación tan miserable. ¡No fue extraño pues, que las
puertas se abrieran! Continuemos con los versículos 26 y 27. Pero leamos el 25 una
vez más:
"Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los
oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los
cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las
cadenas de todos se soltaron. Se despertó el carcelero y, al ver abiertas las puertas
de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido."
Vamos a considerar por un momento a este carcelero filipense. Él era el responsable
de estos presos, y naturalmente pensó que si las puertas se habían abierto y las
cadenas habían caído, los presos habrían huido. Y él sería responsable de su huida y
tendría que perder su vida por incumplimiento de su deber. De modo que se dispuso
a caer sobre su propia espada. Cuando una persona se encuentra en una situación
como ésta, piensa en la eternidad. Y esto fue lo que este hombre hizo, como así lo
indicó su pregunta a Pablo. Veamos lo que ocurrió en los versículos 28 al 31:
"Pero Pablo le gritó: ¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí! Él entonces
pidió una luz, se precipitó adentro y, temblando, se postró a los pies de Pablo y de
Silas. Los sacó y les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron:
Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa."
¿Qué debe hacer una persona para ser salva? Debe creer en el Señor Jesucristo.
¿Podría creer uno por otro miembro de su familia o por alguna otra persona? No.
Debía creer en el Señor Jesucristo, y sería salva; y si su familia creía en el Señor
Jesucristo, ellos también serían salvos. Ese es el significado aquí. Ahora, los
versículos 32 y 33, continúan diciéndonos:
"Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Él,
tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas, y en seguida se
bautizó con todos los suyos."
¡Qué diferencia! Él había causado las heridas de estos hombres. Pero entonces, les
lavó las heridas. Era un hombre totalmente transformado. Continuemos con el
versículo 34:
"Luego los llevó a su casa, les puso la mesa y se regocijó con toda su casa de haber
creído a Dios."
En una sola noche fueron azotados, arrojados en la cárcel, liberados por la
intervención directa de Dios y, finalmente, agasajados en la casa de estos alegres
recién convertidos a Cristo. Continuemos leyendo los versículos 35 y 36:
"Cuando fue de día, los magistrados enviaron guardias a decir: Suelta a esos
hombres. El carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han
mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid y marchaos en paz."
Esta acción se debió a que ellos se dieron cuenta de que lo que habían hecho era
ilegal. Y en consecuencia estaban ordenando soltar a los presos para que se fuesen
en paz. Sin embargo, Pablo elevó una objeción. Dijo que no saldría bajo tales
circunstancias. Leamos los versículos 37 hasta el 40 de este capítulo 16 de los
Hechos:
"Pero Pablo le dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial y siendo
ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos liberan
encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos. Los guardias
hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que
eran romanos. Fueron y se excusaron; los sacaron y les pidieron que salieran de la
ciudad. Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia y, habiendo visto
a los hermanos, los consolaron y se fueron."
Observemos que Pablo objetó al hecho de que estos magistrados quisieran sacarles
encubiertamente, después de haberles azotado públicamente sin sentencia judicial,
a pesar de ser ciudadanos romanos, lo cual era ilegal. Y entonces, al oír esto los
magistrados, dice aquí el versículo 38, "tuvieron miedo al oír que eran romanos". De
modo que decidieron venir y les rogaron que salieran y se fueran de la ciudad. Ellos
entonces, saliendo de la cárcel, entraron en la casa de Lidia y después de ver a los
hermanos, los consolaron y se fueron. Por supuesto, la insistencia de Pablo en un
reconocimiento público de sus inocencia se debió a su intención de proteger a los
nuevos creyentes, quienes quedarían en Filipos después de su partida.
Y así concluye el capítulo 16 de este libro de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos
así a
Hechos 17
En este capítulo el tema principal es la continuación del segundo viaje misionero de
Pablo. Estamos acompañando a Pablo en su segundo viaje misionero por Tesalónica,
Berea y Atenas. Vimos en el capítulo 16 que Pablo había entrado por primera vez al
continente europeo, lo cual constituyó un paso memorable, significativo y
revolucionario. Llevó el evangelio a los antepasados de muchos de nosotros. Ahora,
no podemos alegar ser superiores a otros. En realidad, Dios escoge lo que el mundo
considera débil simplemente para que mundo sepa que todo lo que Él hace se debe
a Su soberana gracia y no a ningún mérito humano. Y le damos gracias a Dios por
enviar el evangelio a Europa.
Vimos que Pablo fue primero a la ciudad de Filipos y que allí le trataron muy mal. Sin
embargo, en aquel pueblo se pudo establecer una pequeña Iglesia. Cuando
estudiemos la carta que Pablo escribió a esa Iglesia, veremos que fue la Iglesia más
cercana al corazón del apóstol Pablo que cualquier otra Iglesia, o cualquier otro grupo
de creyentes.
Y así, pues, continuó su viaje misionero. Esperamos que usted lo esté siguiendo en
su mapa como le hemos sugerido. Y notará que Pablo fue a Tesalónica y a Berea,
aún viajando hacia el oeste, a Macedonia, y después en dirección al sur, a Atenas.
Tesalónica fue pues, su próxima parada importante en su actividad misionera.
Comencemos leyendo el versículo 1 de este capítulo 17 de los Hechos, para ver
El ministerio de Pablo en Tesalónica
"Pasando por Anfípolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga
de los judíos."
Ahora, como hemos destacado anteriormente, Pablo acostumbraba a usar la
sinagoga como un punto de partida para introducirse a la vida de la ciudad, o de la
comunidad. Esto le conducía a relacionarse con los judíos devotos de la ciudad, y
algunos de esos judíos creerían. Nunca sucedió que todos creyeran, pero, siempre
hubo algunos que sí creyeron. El hecho fue que la mayoría de ellos le rechazaría, y
esto le impulsaría a dirigirse a los no judíos. Entonces, algunos de los gentiles
también creerían. Y ésta fue la manera como una iglesia comenzaría a existir. Una
iglesia local integrada por judíos y gentiles.
Anfípolis también fue llamada "Nueve Caminos", y este nombre sugiere su
importancia estratégica y comercial. La mayoría de las ciudades se edifican sobre un
modelo cuadrado; pero esta ciudad había sido construida como una edificación
redonda, y el muro alrededor de ella era también redondo. Anfípolis pues, era un
punto importante en la Vía Ignacia, un camino romano que era la vía pública
prominente que pasaba por aquella región. Por este camino, Helesponto quedaba a
unos 800 kilómetros de Dyrrhachum en el mar Adriático. Ésta sería la carretera
utilizada por el ejército romano. Por esta ruta viajaban también los comerciantes. Y
ahora, venían algunos misioneros que iban de camino a Tesalónica. Y Apolonia era
otro pueblo importante en esta misma Vía Ignacia.
Tesalónica, por su parte, estaba situada a unos 61 kilómetros al oeste de Apolonia
en la vía Ignacia. Quedaba en el interior pero era en realidad un puerto marítimo
porque desde allí salían tres ríos que desembocaban en el mar. Era una ciudad
importante de aquel entonces; otra colonia romana. Casandro, un rey macedonio, la
re-edificó alrededor del año 315 A.C. y le dio el nombre de Tesalónica, en honor a la
hermanastra de Alejandro Magno. El nombre anterior de Tesalónica era Terme,
debido a que había allí fuentes de aguas termales. Ahora, Casandro fue uno de los
generales de Alejandro Magno, y él se hizo cargo del gobierno de aquella región,
después de la muerte de Alejandro. Sin embargo, en los tiempos de Pablo, la ciudad
ya era una colonia romana.
En este programa hemos considerado el extraordinario suceso de la cárcel de Filipos,
que condujo a la conversión del carcelero y su familia. Recordamos la gran pregunta
de aquel carcelero: "¿Qué debo hacer para ser salvo? Ante el fracaso humano cuando
todo lo que nos rodea se derrumba, y ante la posibilidad de dejar esta tierra, pasar
a la eternidad y enfrentarse con las consecuencias de una falta de relación con Dios,
ésta es la pregunta que se han formulado millones de personas a través de los siglos.
Estimado oyente, la respuesta continúa siendo la misma que San Pablo pronunció en
aquella ocasión. "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo".
Hechos 17:2-23
Continuamos hoy estudiando el capítulo 17 de este libro de los Hechos que
comenzamos en nuestro programa anterior. Y decíamos que tenemos aquí la
continuación del segundo viaje misionero del apóstol Pablo. Y dimos algunos datos
con respecto a las ciudades que se mencionan aquí en el primer versículo: Anfípolis,
Apolonia y Tesalónica. Y decíamos por ejemplo que Anfípolis era también llamada
"Nueve Caminos" y este nombre sugiere su importancia estratégica y comercial. La
mayoría de las ciudades se edificaban sobre el modelo de un cuadro, pero esta ciudad
había sido construida como una edificación redonda y el muro alrededor de ella, era
también redondo. Anfípolis era una estación importante en la vía Ignacia, un camino
romano que constituía la vía pública prominente por aquella región. En este camino,
Helesponto quedaba a unos 800 kilómetros de Dyrrhachum en el mar Adriático. Ésta
sería la carretera utilizada por el ejército romano. Por esta ruta viajaban también los
comerciantes. Y ahora venían por ella algunos misioneros que iban de camino para
Tesalónica. Ahora, Apolonia era otro pueblo importante en esta misma vía Ignacia.
Tesalónica, por su parte, estaba situada a unos 61 kilómetros al oeste de Apolonia
en la vía Ignacia. Estaba situada en el interior, pero era en realidad un puerto
marítimo porque desde allí salían tres ríos que desembocaban en el mar. Era una
ciudad importante en aquel entonces; otra colonia romana. Casandro, un rey
macedonio la re-edificó alrededor del año 315 A.C. y le dio el nombre de Tesalónica,
en honor a la hermanastra de Alejandro Magno. El nombre anterior de Tesalónica era
Terme, debido a que había allí fuentes de aguas termales. Ahora, Casandro fue uno
de los generales de Alejandro, y él se hizo cargo del gobierno de aquella región,
después de la muerte de Alejandro. Sin embargo, en los tiempos de Pablo, la ciudad
ya era una colonia romana. Continuemos pues leyendo los versículos 2 y 3 de este
capítulo 17 de los Hechos:
"Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos,
declarando y exponiendo por medio de las Escrituras que era necesario que el Cristo
padeciera y resucitara de los muertos. Y decía: Jesús, a quien yo os anuncio, es el
Cristo."
Pablo siguió aquí su costumbre habitual de predicar en la sinagoga. Estuvo allí
solamente tres días de reposo, lo cual quiere decir que no pudo haber estado allí por
más de un mes. En aquel período limitado de tiempo llevó a cabo toda su obra
misionera. Muchos hombres y mujeres se convirtieron a Cristo, se organizó una
Iglesia local, y Pablo les enseñó. En un período tan breve les enseñó todas las grandes
doctrinas de las Escrituras, incluyendo la doctrina del arrebatamiento de la Iglesia,
lo cual sabemos por la primera carta a los Tesalonicenses; primera carta que Pablo
escribió. Notaremos que el asunto del regreso de Cristo es el tema central en esa
primera carta de Pablo a los Tesalonicenses. Por tanto, podemos ver que Pablo tuvo
un ministerio fructífero allí en su corta estancia de solamente un mes.
Veamos ahora en qué consistió el mensaje que Pablo presentó en Tesalónica. Dice
aquí que estuvo "declarando y exponiendo". Es decir, que declaraba y exponía las
Escrituras del Antiguo Testamento. Ahora, ¿Qué enseñaban las Escrituras? "que era
necesario que el Cristo padeciese". De modo que predicó la muerte y la resurrección
de Jesucristo, mostrándoles que ésta era necesaria según se manifestó en el Antiguo
Testamento. Estimado oyente, no encontrará usted ningún mensaje en el libro de los
Hechos predicado por Pedro o por Pablo, en el cual la resurrección no constituyese el
tema central.
En la actualidad, con demasiada frecuencia, la resurrección no es la parte central del
mensaje cristiano, y ni siquiera forma parte de dicho mensaje. Hablamos más bien
de la cruz. Pero, estimado oyente, hoy tenemos un Cristo viviente. Alguien lo ha
expresado de la siguiente manera: "Hay un hombre en la gloria celestial, pero, la
Iglesia lo ha perdido de vista." En este mismo momento el Señor Jesucristo está a la
derecha de Dios. Y eso tiene mucha importancia. Una cosa es hablar en cuanto a la
muerte histórica de Cristo, que tuvo lugar hace más de 2000 años, y en cuanto a Su
resurrección en el tercer día. Pero, la pregunta es: ¿Qué relación tiene usted con la
muerte y la resurrección del Señor Jesucristo? Éste fue el gran tema en su carta a
los Gálatas. ¿Tiene algún significado para usted el hecho de que Cristo murió y
resucitó? ¿Tiene usted relación hoy con ese Cristo viviente? ¿De qué manera ha
afectado todo esto su vida?
Cada domingo debiera ser un día de resurrección. Recordemos que fue un primer día
de la semana cuando Cristo resucitó de los muertos. Todo sermón, debe hacer
mención de la resurrección de Cristo en alguna parte. Es importante mencionar la
resurrección de Cristo porque estamos hablando acerca de Él como Hombre que está
en el cielo, en la gloria.
Lamentablemente, el caso es que esta verdad no recibe el énfasis que merece. Si
usted hojea cualquier libro de teología, descubrirá que tiene una extensa sección en
cuanto a la muerte de Cristo. Y es verdad que este tema tiene mucha importancia. Y
damos gracias a Dios que le dedican tanto espacio a la muerte de Jesucristo. Pero,
la gran mayoría de estos libros sólo tienen una sección breve, simplemente unas
pocas hojas, que tratan del tema de la resurrección. Y creemos que ésta es una
carencia importante. Creemos que debieran haberse extendido mucho más en cuanto
a este tema de la resurrección de Jesucristo. El hecho es que la resurrección de Cristo
fue la base de toda la predicación del Nuevo Testamento. Y estamos dándole gran
énfasis a esta verdad, porque la consideramos muy importante. Bien, resumiendo
decimos entonces que Pablo estuvo en Tesalónica tres días de reposo y que la
resurrección de Cristo fue su mensaje. Ahora, observemos cómo le recibieron, aquí
en el versículo 4 de este capítulo 17 de los Hechos:
"Algunos de ellos creyeron y se juntaron con Pablo y con Silas; asimismo un gran
número de griegos piadosos, y mujeres nobles no pocas."
Algunos creyeron. Eso siempre pasa cuando la Palabra de Dios se proclama. Algunos
creen. Claro que esto implica que hay otros que no creen. La minoría cree, mientras
que la mayoría no suele creer. Ahora, cuando el doctor Lucas dijo: ". . . y mujeres
nobles no pocas" estaba expresándose en su habitual estilo comedido para indicar
que un gran número de ellas vinieron al Señor. ¡Que respuesta tan extraordinaria!
Continuemos con los versículos 5 y 6 de este capítulo 17 de los Hechos:
"Celosos, entonces, los judíos que no creían, tomaron consigo algunos ociosos,
hombres malos, con los que juntaron una turba y alborotaron la ciudad. Asaltaron la
casa de Jasón, e intentaban sacarlos al pueblo, pero como no los hallaron, trajeron a
Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Éstos que
trastornan el mundo entero también han venido aquí"
Ahora, no consideremos estas palabras como un recurso de oratoria o como una
hipérbole o exageración. Cuando ellos dijeron que estos hombres trastornaban el
mundo entero, eso fue exactamente lo que querían decir. Cuando el cristianismo
penetró en aquel viejo Imperio Romano, causó una verdadera revolución. Produjo un
gran impacto. Es una lástima que no podamos experimentar hoy una revolución de
este tipo para llevar a muchas personas al Señor Jesucristo y a la Palabra de Dios.
Nuestro mundo está lleno de hipocresía y estamos viviendo en una de las épocas más
paganas que este mundo jamás haya conocido. El "cristianismo" de hoy, en su mayor
parte, constituye una apariencia. Tenemos que reconocer que es necesario volver a
la Palabra de Dios y al Cristo viviente. ¡Cuán importante es esto! Continuemos ahora
con los versículos 7 al 9 de este capítulo 17 de los Hechos:
"y Jasón los ha recibido. Todos ellos contravienen los decretos de César, diciendo que
hay otro rey, Jesús. Al oír esto, el pueblo y las autoridades de la ciudad se
alborotaron. Pero después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron."
Ahora, recordemos que esta ciudad era una colonia romana, que funcionaba bajo los
dictados del César. Y vemos que una vez que recibieron una fianza de Jasón y de los
demás, les dejaron irse. Continuemos ahora con el versículo 10 de este capítulo 17
de los Hechos, que comienza a hablarnos sobre
El ministerio de Pablo en Berea
"Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. En
cuanto llegaron, entraron en la sinagoga de los judíos."
Uno creería que esta situación desanimaría a Pablo; o que por lo menos retrasaría
sus pasos. Sin embargo vemos que este no fue el caso, sino que decidió proseguir
su viaje. Y viajó hasta Berea, un pueblo cercano a la costa. Ahora, el versículo 11
dice:
"Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra
con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran
así."
Esta gente era razonable. Escudriñaban las Escrituras cada día y creemos que allí
también se fundó una Iglesia. Sin embargo, no oímos hablar tanto en cuanto a esa
Iglesia. Es interesante ver que las Iglesias más fuertes fueron las que se establecieron
en los lugares donde la persecución era mayor. Una de las dificultades que
enfrentamos hoy es que la Iglesia, por lo general, no es perseguida. En realidad, la
Iglesia, como el cristianismo, es simplemente una realidad social que se da por
sentada. Pero, no fue así en el primer siglo. Continuemos con el versículo 12:
"Muchos de ellos creyeron, y de los griegos, mujeres distinguidas y no pocos
hombres."
Aquí una vez más el doctor Lucas hizo uso del diminutivo. ¿Por qué no dice que
creyeron muchos hombres y mujeres de distinción? Bueno, de cualquier manera nos
agrada su manera moderada de expresarse. Dijo: " y no pocos hombres". Quiere
decir que muchos creyeron. Ahora, los versículos 13 y 14 dicen:
"Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la
palabra de Dios por Pablo, fueron allá y también alborotaron a las multitudes.
Entonces los hermanos hicieron que Pablo saliera inmediatamente en dirección al
mar; pero Silas y Timoteo se quedaron allí."
Pablo, pues, continuó su viaje y ahora viajó sin la compañía de los miembros de su
equipo. Leamos ahora el versículo 15 de este capítulo 17 de los Hechos, que nos
introduce a
El ministerio de Pablo en Atenas
"Los que se habían encargado de conducir a Pablo lo llevaron a Atenas; y habiendo
recibido el encargo de que Silas y Timoteo vinieran a él lo más pronto posible,
salieron."
Pablo entonces se fue a Atenas. Esperaría allí a Silas y a Timoteo. Quería que ellos
visitaran a los creyentes en Tesalónica para ver cómo estaban progresando. Luego
debían ir a Berea para ver cómo marchaba la congregación allí, y desde allí tenían
que continuar su viaje para reunirse con él en Atenas. El versículo 16 dice:
"Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad
entregada a la idolatría."
Atenas era el centro de la cultura del mundo. El hecho es que cuando uno piensa en
Atenas, recuerda inevitablemente la cultura. Sin embargo, Atenas era una ciudad
entregada a la idolatría. Y el versículo 17 de este capítulo 17 de los Hechos, continúa
diciendo:
"Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con
los que concurrían."
Ahora, este mercado queda al pie de la Acrópolis. Y podemos imaginarnos a Pablo
caminando por allí. Usted recordará que Pablo hacía tiendas para ganarse la vida, y
creemos que él muy bien habrá podido vender algunas tiendas mientras estaba allí.
Y mientras vendía sus tiendas, pues, hablaba del Señor Jesucristo. Continuemos con
el versículo 18:
"Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos discutían con él. Unos decían:
¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos
dioses. Esto decían porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección."
La filosofía de los epicúreos era más o menos hedonista, o sea, que proclamaba la
búsqueda del placer como fin supremo de la vida. Los estoicos en cambio eran un
grupo que creía en la circunspección y la moderación. Los epicúreos creían que uno
no debía restringirse. Creían que de esta manera uno podría vencer las demandas de
la parte física del ser humano. Creían que uno debía darle al cuerpo todo lo que
quería tener. Los epicúreos deben haber participado plenamente en cualquier forma
de moralidad que nosotros hoy consideramos avanzada. Ahora, por contraste, los
estoicos creían que se debía ejercer un dominio total sobre el cuerpo. Pues bien,
vemos aquí al pueblo griego, es decir, a los filósofos de ambos grupos, que vinieron
para oír lo que Pablo tenía que decir. Pablo había estado hablando mucho y por eso
lo llamaban charlatán. Ahora, su tema era algo nuevo para ellos. Consideraban el
nombre de Jesús y la idea de la resurrección, como "nuevos dioses."
Hay muchos hoy, que dicen que Pablo tomó muchas de sus ideas del platonismo.
Dicen que Pablo en realidad no creía en la resurrección corporal, sino en la idea
platónica de una resurrección espiritual, según la cual el pensamiento y las obras de
un individuo impregnaban la sociedad, y que esta influencia que continuaba, era la
vida después de la muerte. Uno todavía escucha estas ideas en la actualidad. Muchas
tendencias actuales no constituyen una nueva ideología, sino un resurgimiento de
aquella antigua filosofía griega. Pero, observemos que aquellos filósofos griegos, no
lograron comprender a Pablo. Quizás Pablo era demasiado profundo para ellos. Y la
filosofía griega estaba en una fase de decadencia en Atenas, especialmente en esa
época. Sin embargo, la gente quiso escucharle. Continuemos con el versículo 19 de
este capítulo 17 de los Hechos:
"Lo tomaron y lo trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva
enseñanza de que hablas?"
El Areópago se encontraba en una formación de roca muy peculiar sobre cuya parte
alta, en la acrópolis, se habían erigido el Partenón y los demás edificios que tenían
relación con aquel gran centro religioso y cultural griego. El Areópago era un tribunal
griego formado por un consejo de nobles, que se reunía al aire libre. Francamente,
éste era un ambiente estéticamente atractivo, con edificios y estatuas hermosos. Sin
embargo, debemos recordar que a pesar de su belleza, la ciudad estaba
completamente entregada a la idolatría. Estamos seguros que todos los creyentes en
Cristo que visitan el Areópago hoy, leen desde la colina de Marte el sermón de Pablo
que se encuentra allí grabado.
Pues, bien, los filósofos griegos le dijeron a Pablo que querían saber más acerca de
esta nueva doctrina. En otras palabras, estaban en una completa oscuridad espiritual.
Estaban en peores circunstancias que los gálatas, los filipenses, y los tesalonicenses.
Sin embargo, se creían grandes sabios. Las personas de este tipo son las más difíciles
de alcanzar con la Palabra de Dios y con el evangelio. Y así sucede también con los
que no son verdaderos creyentes, es decir, que profesan ser cristianos pero no lo
son, porque creen que no necesitan más que el conocimiento superficial que tienen.
Parece que no se dan cuenta que en verdad, necesitan un Salvador, no solo para
salvarles del pecado, sino también para salvarles en su vivir diario, a fin de que sus
vidas sean dignas de ser vividas y tengan valor para Dios. Continuaron pues los
atenienses hablando con Pablo y le dijeron en los versículos 20 y 21:
"pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir
esto. (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra
cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)"
Creemos que esta gente que estaba en Atenas era bastante ociosa: no trabajaban,
no hacían nada, simplemente hablaban. Tenían todo el tiempo disponible para hablar
y proponer nuevas teorías y nuevas ideas. Parece que la familia humana alcanza muy
fácilmente ese grado de sofisticación. Muchas personas creen saber algo, cuando en
realidad solo tienen un conocimiento superficial de las realidades trascendentes; y
desconocen el hecho más importante en todo el universo. Hay quienes dicen que
Pablo fracasó en el Areópago, pero no estamos completamente de acuerdo con tal
afirmación. Es más, creemos que éste fue uno de los más grandes mensajes que
Pablo jamás predicara. Continuemos con el versículo 22 de este capítulo 17 de los
Hechos:
"Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Atenienses, en todo
observo que sois muy religiosos"
Vemos que Pablo comenzó su mensaje de una manera muy formal, diciendo:
"Varones atenienses". Luego dijo que percibía que eran muy religiosos. Los
atenienses en verdad eran muy religiosos. Atenas estaba llena de ídolos. El panteón
de los dioses que los atenienses y los griegos tenían era interminable. Había dioses
pequeños y dioses grandes. Tenían un dios para casi toda circunstancia o situación.
Eso es lo que Pablo estaba diciendo. En ese sentido, eran verdaderamente muy
religiosos. A veces oímos preguntar a muchas personas hoy en día, en cuanto a la
necesidad de enviar misioneros a ciertas regiones del mundo. Dicen que la gente ya
tiene su propia religión. ¿Por qué es necesario entonces enviar misioneros? Ahora,
¿Cuál piensa usted estimado oyente, que sería la respuesta del apóstol Pablo en
cuanto a esto? ¿Por qué fue él a predicar a Atenas? Fue porque esta gente tenía ya
su religión. Éste precisamente era su problema. Eran muy religiosos. Vivían una
religiosidad que les apartaba de Dios y de la persona de Jesucristo.
Ése es el gran problema que muchos enfrentan hoy. No se trata de que las personas
sean demasiado malas para ser salvas. Éste no es el verdadero problema. El
problema es que algunos se creen muy religiosos, dignos y buenos. Otros, en cambio,
desde una postura materialista, también se consideran tan humanos, compasivos y
solidarios, que no necesitan a Dios. La verdad es que tenemos que predicar el
evangelio, el mensaje de las buenas noticias porque los seres humanos lo necesitan
y están perdidos sin Cristo.
Y por este motivo, Pablo fue a Atenas. Los atenienses necesitaban escuchar el
mensaje del evangelio. Y destacaremos el hecho de que en Atenas, Pablo no fue a la
sinagoga. Comenzó su discurso magistral dirigiéndose a los "varones atenienses". Y,
después que hizo esta observación de que eran muy religiosos, continuó diciendo
aquí en el versículo 23 de este capítulo 17 de los Hechos:
"porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual
estaba esta inscripción: Al dios no conocido. Al que vosotros adoráis, pues, sin
conocerlo, es a quien yo os anuncio."
Pablo les dijo: "pasando y mirando vuestro santuario". Es decir, Pablo había visto los
objetos de su adoración. Había visto sus altares, sus ídolos, y sus templos. El hecho
era que ese hermoso templo que llamaban el Partenón, era un templo dedicado a
Atena, la diosa virgen de los atenienses. Había ídolos por todas partes. Y Pablo había
tomado nota de esta circunstancia, y de que entre todos los ídolos, había encontrado
un altar que tenía esta inscripción: "AL DIOS NO CONOCIDO". Ahora, eso podía
significar varias cosas, pero entraremos en su consideración Dios mediante, en
nuestro próximo programa.
Sólo nos queda reflexionar sobre la gran cantidad de dioses e ídolos que las personas
de la sociedad secularizada de nuestro tiempo adoran. Nos referimos a los valores y
prioridades materiales de la sociedad de consumo, que los seres humanos estiman
hasta tal punto, que no pueden prescindir de ellos. Y el egoísmo les ha hecho alejarse
de Dios y, como consecuencia, se han apartado de sus semejantes. Y cuando estiman
conveniente aparentar una relación trascendente, acuden a formas y apariencias de
religiosidad. Y con esas falsas apariencias, pueden engañar a otras personas,
preservando así una cierta respetabilidad social. Pero Dios ve el interior de los seres
humanos, como un lugar vacío, como una fuerza destructiva que se encamina hacia
la perdición eterna.
En este libro, en el capítulo 3, vimos a San Pedro predicando su segundo sermón. Y
fue interesante el hecho de que lo predicó ante una puerta llamada la Hermosa, que
debió ser la puerta principal del templo. Allí, en aquel lugar tan emblemático y ante
una gran multitud, después de proclamar a Jesucristo muerto y resucitado, les dirigió
a sus oyentes una invitación que ha permanecido válida durante el transcurso de los
siglos y que se dirige a los seres humanos de nuestro tiempo. Estimado oyente: esta
invitación fue general, pero también personal, para todos aquellos que la oyen. Dijo
el apóstol Pedro en aquella ocasión. Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados
vuestros pecados.
Hechos 17:23-18:11
Continuamos estudiando hoy el capítulo 17 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior, dejamos al apóstol Pablo en Atenas, precisamente en el
Areópago, dirigiéndose a los atenienses, a quienes les dijo que había observado que
eran muy religiosos. Y después continuó diciéndoles, en el versículo 23, "Porque
pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta
inscripción: "Al dios no conocido". Al que vosotros adoráis pues, sin conocerle, es a
quien yo os anuncio". Pablo había visto los objetos de su adoración. Se había fijado
en sus altares, sus ídolos y sus templos. El hecho es que, ese hermoso templo que
llamaban el Partenón, era un templo dedicado a Atena, la diosa virgen de los
atenienses. Había ídolos por todas partes y Pablo había observado que, entre todos
los ídolos, un altar que tenía esta inscripción, "al dios no conocido". Ahora, eso podía
significar que los atenienses eran muy liberales y tolerantes, y no querían excluir a
ninguno de los dioses. De modo que cualquier extranjero podría venir a adorar en el
altar al "dios no conocido", creyendo que había sido construido para su dios. Por otra
parte, esto podría significar que reconocían que había un dios a quién no conocían.
Muchos paganos han reconocido que detrás de su idolatría hay un Dios vivo y
verdadero, de quien no saben nada y a quien no saben como aproximarse. Tienen
tradiciones según las cuales en algún pasado oscuro y remoto, sus antecesores de
alguna manera u otra, adoraron a ese dios. Y este pudiera haber sido el caso con los
atenienses.
Pablo, pues utilizó la idea del "DIOS NO CONOCID0" como un punto de partida para
su mensaje. Les dijo que quería hablarles de ese dios a quien ellos no conocían.
Ahora, quizá este enfoque no fue tan diplomático como la primera frase de su
mensaje. Después de todo, los atenienses, como amantes de la filosofía que eran,
creían que lo sabían todo. Esa multitud que se reunía en Atenas, simplemente se
ocupaba en hablar de todo lo que se podía hablar. Ahora, ¿Quién era aquel Dios?
Bueno, en primer lugar, según lo expuso Pablo, era el Dios de la creación. Leamos
aquí el versículo 24 de este capítulo 17 de los Hechos:
"El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y
de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas."
Dios había establecido con suma claridad a través de todo el Antiguo Testamento -
aun cuando les dio a los israelitas los modelos para el tabernáculo y para el templo-
que Él no habitaría en un determinado lugar geográfico. Salomón reconoció esta
verdad en su oración de dedicación del templo. En el primer libro de los Reyes,
capítulo 8, versículo 27, leemos lo siguiente: "Pero ¿es verdad que Dios habitará
sobre la tierra? Si los cielos, y los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto
menos esta casa que yo he edificado?" Ahora, aquellos hombres en el Antiguo
Testamento se dieron cuenta de que Dios el Creador, el Dios vivo, no podía vivir en
un edificio que había sido construido por hombres. Los hombres viven en un universo
que Dios ha hecho. ¿Por qué entonces tuvieron la idea de que les era posible crear
un edificio en el que Dios fuera a vivir? Continuó pues, Pablo hablando a los
atenienses y les dijo aquí en el versículo 25:
"ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo, pues él es quien
da a todos vida, aliento y todas las cosas."
Aquí, Pablo dio un golpe magistral. No solo les dijo que Dios era el Creador, sino que
Él tampoco necesitaba nada de ellos. Y aquí estaban ellos, que habían tratado de
edificarle un templo. Traían sus ofrendas para aplacar a este dios no conocido.
Querían que este dios no conocido supiera que pensaban en Él. Entonces Pablo les
dijo que Dios no necesitaba nada de ellos. Dios, por el contrario, es el que da. Les
provee a todos; le da a usted todo lo que necesita. Le da la vida, le da Su aliento. Le
ha dado el sol, la luna, y las estrellas. Le ha provisto todas las cosas.
Estos atenienses adoraban el sol. Decían que Apolo venía arrastrando su carro de
dos ruedas a través del cielo, todos los días. Pero, Pablo les dijo que eso no era
verdad y que el sol era algo que Dios había creado como un don para los seres
humanos. El Creador es el Dios viviente y el dador de todas las cosas. A propósito,
también nos da la salvación. No solo nos proporciona las cosas físicas, sino que
también nos da los dones espirituales. Y continuó Pablo hablando aquí en el versículo
26 y dijo:
"De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda
la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su
habitación"
Se ha dado gran importancia a este asunto de "una sangre" y creemos que aquí
debemos descartar algunas nociones erróneas. Una traducción mejor sería la
siguiente: A partir de un solo hombre hizo él todas las naciones. Dios ha creado una
sola familia humana. Pero aquí no se habla de una hermandad universal. La única
hermandad que la Escritura reconoce, es la hermandad de los que están unidos en
Jesucristo. Lo que si reconocemos es una hermandad del pecado, en el sentido que
todos somos pecadores. Todos somos de una sola familia. Todos fuimos creados por
el mismo Creador. Todos somos pecadores. Ante la realidad del mal, todos somos
iguales.
Esta declaración que hizo Pablo fue significativa. Dijo que Dios había colocado a
ciertas agrupaciones o razas humanas en ciertas localidades geográficas. Un Dios
soberano, en su omnipotencia, ha ordenado la historia (es decir, los tiempos) y
determinado los límites (los lugares exactos) para que las naciones los habiten.
Después de todo, los orgullosos griegos tendrían que admitir que ellos no eran la
única nación privilegiada de la tierra. Y cuando los seres humanos han intentado
traspasar los límites fijados por el Creador, se han producido conflictos; tanto en la
naturaleza como en las relaciones humanas. Continuó Pablo hablando y dijo en el
versículo 27 de este capítulo 17 de los Hechos:
"para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarlo, aunque
ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros"
Esta frase: "si en alguna manera, palpando, puedan hallarle", proyecta la idea de
buscarle a tientas. El ser humano no busca verdaderamente al Dios vivo y verdadero.
Está buscando algún dios palpable, es decir, patente, evidente, y por eso está más
dispuesto a hacerse un ídolo que pueda ver, que pueda tocar, para adorarle. Pero
aunque el hombre no esté en busca del Dios vivo y verdadero, sí está buscando algo.
Porque el propósito de Dios al revelarse en la creación y en la historia, fue que el ser
humano le buscase. Continuó Pablo y dijo en el versículo 28:
"porque en él vivimos, nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios
poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos."
Ahora, observemos que no los llamó hijos sino linaje, descendientes de Dios. Estaba
refiriéndose a la creación y a la relación de las criaturas con Dios mediante su
creación. A propósito, aquí no se está estableciendo el panteísmo, que es el sistema
que cree que la totalidad del universo es el único Dios. Pablo no estaba diciendo que
el todo era Dios. Dijo que en Dios vivimos, nos movemos, y existimos, pero que Dios
se encuentra más allá del universo creado y es superior a él.
Pablo citó aquí a uno de sus propios poetas. Es decir, a uno de los poetas atenienses.
Uno de los poetas citados fue Arato, quien vivió alrededor del año 270 A.C. Era
estoico, de Cilicia. Comenzó un poema titulado Fenómenos, con una invocación a
Zeus, dios del cielo que equivalía al romano Júpiter, en el cual dijo: "Nosotros también
somos linaje suyo". Cleanto fue otro poeta que vivió alrededor del año 300 A.C. El
también escribió un himno a Zeus, y en él habló de que "linaje suyo somos". Pablo,
pues, se sirvió de la poesía que esa gente conocía, para mostrar que el hombre es
"linaje de Dios". Dios es Creador, y nosotros somos Su creación, Sus criaturas.
Continuó Pablo hablando, y dijo en el versículo 29:
"Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a
oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres."
En otras palabras, dijo que no debíamos ser idólatras. Pablo les presentó al Dios
verdadero, al Creador. Y a continuación, le presentó como el Redentor. Y dijo aquí
en el versículo 30:
"Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a
todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;"
Hubo un tiempo cuando Dios dejó que el paganismo siguiera su curso. Pero ahora la
luz había venido al mundo. Ahora Dios pide a los hombres en todas partes que acudan
a Él. Es que la luz, crea responsabilidad. Ahora Dios "manda a todos los hombres en
todo lugar que se arrepientan". Pablo les había presentado ya a Dios como Creador
en Su obra pasada. Ahora les presentaba a Dios como Redentor en Su obra presente.
Pero Pablo no se detuvo allí, sino que continuó y presentó a Dios como Juez en Su
obra futura. Notemos lo que dijo aquí en el versículo 31 de los Hechos capítulo 17:
"por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel
varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los
muertos."
Cuando Dios juzgue será un juicio justo. El juicio vendrá por medio de un Juez que
tiene la señal de los clavos de la cruz en sus manos. Él es quien ha sido resucitado
de los muertos. El apóstol Pablo siempre presentó la resurrección de Cristo. La
resurrección de Jesucristo de los muertos fue una declaración hecha para todos los
hombres. Es por esto que Dios aseguró a todo ser humano que habrá un juicio.
Veamos ahora lo que ocurrió aquí en el versículo 32:
"Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban y otros
decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez."
¿Sabe usted estimado oyente, por qué se burlaban? Porque el platonismo negaba la
resurrección de los muertos. Ésa era una de las marcas distintivas del platonismo.
Negaba la posibilidad de una resurrección física. Cuando usted oiga hablar hoy a los
miembros de ciertas sectas acerca de una resurrección espiritual, mientras niegan la
resurrección física, entonces, estará oyendo la filosofía platónica y no la enseñanza
de las Escrituras. El apóstol Pablo enseñó la resurrección de los muertos. Por lo tanto,
cuando aquellos griegos oyeron acerca de la resurrección de los muertos, algunos se
burlaron. Y dice el versículo 33:
"Entonces Pablo salió de en medio de ellos."
Algunos críticos han dicho que Pablo fracasó en Atenas. No creemos que haya
fracasado. Siempre habrá quienes se burlen del evangelio. Pero, también habrá
quienes crean. Observemos lo que dice este versículo 34, el versículo final de este
capítulo 17 de los Hechos:
"Pero algunos de los que se le habían juntado, creyeron; entre ellos, Dionisio el
areopagita y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos."
Pablo vio a algunos que se convirtieron en la ciudad de Atenas. Cuando Pablo iba a
un lugar y predicaba el evangelio, siempre había quienes se convertían a Cristo. Por
eso decimos que no fracasó, sino que tuvo éxito. En cualquier parte donde se
predique la Palabra de Dios, habrá quienes escuchen y crean.
Y así concluye nuestro estudio del capítulo 17 de los Hechos. Y llegamos ahora a
Hechos 18:1-11
En este capítulo todavía estamos en el segundo viaje misionero de Pablo. Pablo
estaba solo en Atenas, esperando la llegada de Timoteo y Silas, quienes le iban a
traer informes de las iglesias en Berea y en Tesalónica. Después de pasar un tiempo
en Atenas, Pablo prosiguió su viaje llegando hasta Corinto. Leamos el primer versículo
de este capítulo 18 de los Hechos, para considerar
El ministerio de Pablo en Corinto
"Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto."
Hoy se puede viajar desde Atenas hasta Corinto en autobús. Pero Pablo
probablemente lo hizo a pie. Seguramente se demoró mucho tiempo para recorrer
esa distancia, pero quizá el viaje no fue tan desagradable porque por lo menos, el
paisaje es muy hermoso. Por ese camino, se puede ver el sitio donde se libró la
batalla de Salamina en el mar, cuando la armada persa fue destruida. Y pueden verse
otros lugares históricos muy interesantes en el camino, antes de llegar a Corinto.
Ahora, cuando lleguemos a nuestro estudio de la Primera carta a los Corintios,
hablaremos acerca de Corinto y las razones por las cuales Pablo les escribió de la
manera que lo hizo a los creyentes en esta ciudad.
Por ahora diremos que la ciudad de Corinto probablemente era la ciudad más
perversa de aquel entonces. Era la Sodoma y la Gomorra del Imperio Romano. Era
el lugar a donde uno iría para divertirse, traspasando todos los límites morales. Allí
se ofrecían todos los placeres sensuales. Hoy aún pueden verse allí las ruinas de un
gran baño romano. En la distancia están las ruinas del templo que había sido dedicado
a Afrodita (o Venus). Había allí unas mil llamadas vírgenes vestales. Porque, en
realidad, éstas no eran vírgenes sino prostitutas. El sexo, pues, era una parte esencial
de la religión. Y había allí grandes teatros y otros centros de entretenimiento y la
gente venía de todas partes del Imperio.
Pablo pues, entró en Corinto durante su segundo viaje misionero y nuevamente, en
su tercer viaje misionero. Creemos que fue aquí donde Pablo tuvo uno de sus
ministerios más efectivos. Diríamos que Pablo tuvo sus más grandes ministerios en
Éfeso y en Corinto. Mientras que Éfeso era un centro de la religión; Corinto era un
centro de pecado, de expresión de todas las pasiones humanas. Ambas ciudades eran
grandes centros del comercio. Allí llegó Pablo procedente de Atenas. Fue entonces su
primera visita a Corinto. Continuemos ahora leyendo el versículo 2 de este capítulo
18 de los Hechos:
"Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con
Priscila, su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos salieran
de Roma. Fue a ellos"
En la ciudad de Corinto Pablo conoció a esta pareja judía. Aquila y Priscila recién
llegados de Roma, donde habían vivido anteriormente. Y el motivo por el cual habían
salido de Roma fue la ola de antisemitismo que se había extendido sobre la tierra.
Durante los días del Imperio Romano esto ocurrió varias veces. En ese tiempo,
Claudio mandó a todos los judíos a salir de Roma. Entre aquellos que salieron de la
ciudad había una pareja maravillosa, formada por Aquila y Priscila. Sigamos adelante
con el versículo 3 de este capítulo 18 de los Hechos, junto con la última parte del
versículo 2:
"Fue a ellos y, como era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaban juntos,
pues el oficio de ellos era hacer tiendas."
Pablo naturalmente fue a ellos, porque eran del mismo oficio que él. Ellos tenían un
comercio allí y a este judío que había hecho el largo viaje desde Antioquia le invitaron
a quedarse con ellos. No es difícil suponer de qué hablaron, porque Pablo les guió a
conocer al Señor. Y en la sinagoga hubo otros que también se convirtieron a Cristo.
Sin embargo, surgió entre los judíos una gran oposición contra Pablo. Ahora, los
versículos 4 y 5 dicen:
"Y discutía en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a judíos y a griegos. Cuando
Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la
predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo."
Pablo había esperado en Atenas la llegada de Timoteo y Silas, pero, aparentemente
no llegaron. Ahora, ellos vinieron a reunirse con él en Corinto, y le trajeron el informe
de las Iglesias en Macedonia. Cuando lleguemos a la primera carta a los
Tesalonicenses veremos que Pablo la escribió durante este período, después de haber
recibido el informe de Timoteo. Ahora, vemos que Pablo creyó que era necesario
hablar con claridad. De modo que testificó que Jesús era el Cristo. Continuemos con
el versículo 6 de los Hechos, capítulo 18:
"Pero oponiéndose y blasfemando estos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra
sangre sea sobre vuestra propia cabeza. Mi conciencia está limpia; desde ahora me
iré a los que no son judíos."
Y parece que de aquí en adelante el ministerio del apóstol Pablo se dirigió
mayormente a los no judíos. Encontramos que esto fue cierto en Éfeso, y creemos
que menos evidente en Roma. Avancemos con los versículos 7 y 8:
"Salió de allí y se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba
junto a la sinagoga. Crispo, alto dignatario de la sinagoga, creyó en el Señor con toda
su casa; y muchos de los corintios al oír, creían y eran bautizados."
Pablo estuvo unos 18 meses en la ciudad de Corinto, y allí llevó a cabo un gran
ministerio. Ya vimos que al oponerse los judíos, se dirigió a los que no lo eran. Aquí
encontramos que el Señor le habló a Pablo porque él estaba entrando en una nueva
dimensión de su esfuerzo como misionero. Lo podemos ver a continuación en el
versículos 9 y 10:
"Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla y no calles,
porque yo estoy contigo y nadie pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque
yo tengo mucho pueblo en esta ciudad."
Corinto era el último lugar donde uno esperaría que el Señor tuviera un pueblo
numeroso, por los motivos que ya hemos expuesto.
Cuando uno observa estas grandes ciudades de nuestros países, donde se puede
apreciar todo tipo de corrupción y de pecado, es difícil imaginar que el Señor pueda
tener un pueblo numeroso en esas ciudades. Sin embargo, esto fue lo que ocurrió
aquí en Corinto. Dijo el Señor: "Tengo mucho pueblo en esta ciudad". Ahora, Pablo
ya había estado en Corinto por mucho tiempo y estamos seguros de que se sentía
inquieto y estaría preguntándose si merecía la pena concentrarse en esta ciudad. Y
creemos que cuando él se enfrentó con esta oposición, habrá estado dispuesto a
dirigirse a otra parte. Sin embargo, el Señor mismo intervino y retuvo a Pablo. Le
dijo que quería que se quedase allí, porque muchos en esa ciudad pertenecerían a
Su pueblo. Y veamos lo que ocurrió en el versículo 11 de este capítulo 18 de los
Hechos:
"Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios."
O sea que Pablo se quedaría todavía dieciocho meses más en Corinto. Y veremos que
el evangelio continuaría causando oposición.
En este sentido, hoy vivimos en una época caracterizada por factores tan dispares
como indiferencia, u oposición hacia el mensaje del Evangelio. Hemos expuesto hoy
el mensaje de San Pablo en Atenas, en el cual les dijo a los atenienses que Dios
deseaba que los seres humanos le buscasen y quizás, como a tientas, pudiesen
encontrarle. Y en una época de tanto brillo científico e intelectual, nos imaginamos a
las personas buscando a Dios a tientas, en medio de una densa oscuridad espiritual.
Sin embargo, estimado oyente, las antiguas palabras del Salmo 145:18 nos
recuerdan que Dios está muy cerca de los que le invocan con sinceridad. Y San Pedro
nos recordó en este mismo libro, en su primer discurso, que todo aquel que invoque
el nombre del Señor, será salvo.
Hechos 18:12-19:10
Continuamos nuestro estudio del capítulo 18 de los Hechos. Y en nuestro programa
anterior, vimos cómo Pablo había salido de Atenas y había ido hasta Corinto. Y que
allí en Corinto había conocido a una pareja, Aquila y Priscila, quienes habían escapado
de Roma, debido a la ola de antisemitismo que Claudio había promovido. Y vimos
que Pablo fue a vivir con ellos, porque ellos desempeñaban el mismo oficio de Pablo,
o sea, el de hacer tiendas o carpas. Y así fue que les condujo al Señor. Vimos también
que Corinto era un gran centro comercial del imperio romano y, al mismo tiempo,
una ciudad de moralidad depravada. Había una exhibición vulgar y ostentosa de la
riqueza y también una pobreza horrible y cruel. Corinto era pues, la feria de la
vanidad de aquel entonces. Sin embargo, aunque algunos creyeron, Pablo también
se encontró con gran oposición entre los judíos. De modo que, entonces, se dirigió a
los no judíos. Y vimos también que el Señor le habló a Pablo, porque estaba entrando
en una nueva y gran dimensión de su obra misionera. Y creemos que cuando él
recibió esa oposición, estaba dispuesto a salir de allí, pero el Señor mismo intervino
y detuvo a Pablo, diciéndole que quería que se quedara en esa ciudad porque muchos
creerían en Cristo. Y vimos que Pablo en obediencia se quedó en Corinto 18 meses,
enseñándoles la Palabra de Dios. Ahora, una vez más, el evangelio causó oposición.
Leamos ahora el versículo 12 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo
contra Pablo y lo llevaron al tribunal"
Este tribunal es el que Pablo mencionó en su carta a los Corintios. Le condujeron al
tribunal, y allí lanzaron su acusación contra él, diciendo aquí en el versículo 13:
"diciendo: Éste persuade a los hombres a honrar a Dios contra la Ley."
Ahora, ellos no quisieron decir que Pablo hacía algo que era contrario a la ley del
Imperio Romano, ni contrario a la ley de Corinto. Lo que querían decir era que obraba
de una manera contraria a la ley del sistema legal de Moisés. Y veamos entonces lo
que ocurrió. Leamos los versículos 14 al 17 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún
crimen enorme, judíos, conforme a derecho yo os toleraría; pero si son cuestiones
de palabras, de nombres y de vuestra Ley, vedlo vosotros, porque yo no quiero ser
juez de estas cosas. Y los echó del tribunal. 17Entonces todos los griegos,
apoderándose de Sóstenes, alto dignatario de la sinagoga, lo golpeaban delante del
tribunal. Pero Galión no hacía caso alguno."
Muchos han condenado a este hombre Galión. Lo han descrito como un juez típico e
insensible de aquel entonces. Pero quisiéramos decir algo en defensa de Galión.
Damos gracias a Dios por él, y vamos a decir por qué, él probablemente fue la
primera persona que hizo una separación entre la Iglesia y el estado. Galión dijo que
si la cuestión se refería a la religión, debían tratarlo ellos mismos. Él era un
magistrado romano y su responsabilidad era hacer cumplir la ley romana. Pero
mientras el caso no involucrara a la ley romana, él no intervendría. No quería
intervenir en asuntos religiosos y les invitó a solucionarlos ellos mismos. Es decir
que, adoptó una política de no intervención, él separó la Iglesia y el Estado, y no
intervendría en cuanto a la libertad de Pablo de predicar en la ciudad de Corinto.
Corinto era una ciudad de libertades civiles, incluyendo a la libertad religiosa.
Continuemos ahora leyendo el versículo 18 de este capítulo 18 de los Hechos, en que
se nos dice que
Pablo navegó hacia Antioquía
"Pablo permaneció allí muchos días. Luego se despidió de los hermanos y navegó a
Siria, junto con Priscila y Aquila. En Cencrea se rapó la cabeza, porque tenía hecho
voto."
Hay muchos que culpan a Pablo por haber hecho un voto. Dicen que éste fue el
hombre que predicó que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, y por tanto no
debía haber hecho este voto. Pero tales personas están diciendo que Pablo debía
hacer las cosas de acuerdo a lo que ellos piensan. Bajo la gracia de Dios, estimado
oyente, si usted quiere hacer un voto, muy bien puede hacerlo. Y si no quiere hacer
un voto, pues, no tiene por que hacerlo. Pablo nunca obligó a nadie a hacer un voto.
El hecho es que dijo muy enfáticamente que nadie estaba obligado a hacer eso. Pero,
si Pablo quiso voluntariamente hacer un voto, eso le concernía personalmente a él.
Esa es la maravillosa libertad que tenemos hoy bajo la gracia de Dios.
Nuestra relación es con el Señor Jesucristo y es una relación de amor. El Señor
Jesucristo dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 15: "Si me
amáis, guardad mis mandamientos". No cumplimos Sus mandamientos por
obligación. Pero si le amamos, no haremos nada que interrumpa nuestra relación de
compañerismo con Él.
La Biblia nos dice lo que debemos hacer en cuanto a tales cosas. Si uno quiere
abstenerse de ciertas cosas o simplemente hacerlas como, por ejemplo, comer carne,
tiene libertad para ello. Si uno desea guardar cierto día, tiene libertad para guardarlo.
Dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 31:
"Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios".
El hacer algo o abstenerse de ello, no le hace más, o menos aceptable ante Dios. No
vamos pues a culpar aquí a Pablo. En este pasaje particular, el pobre Galión y también
Pablo, verdaderamente se enfrentaron con dificultades ante sus críticos. De modo
que deseamos defender a los dos.
Pablo pues, regresó entonces de su segundo viaje misionero. La ciudad de Corinto
había sido el punto más lejano de su viaje y ahora emprendía el regreso. Navegó
desde de Cencrea, que era el puerto de Corinto situado en su parte oriental. Hay un
canal que atraviesa la península corintia hoy, pero, no lo había en aquel entonces. Y
entonces, arrastraban los barcos por tierra. Si usted va hoy por esa región, puede
ver las rocas gastadas por los barcos que eran arrastrados por el istmo hasta el otro
lado. Cencrea era, pues, el puerto de Corinto al lado oriental. Pablo fue allí con Aquila
y Priscila, y allí subieron al barco. Y ya no siguió rumbo hacia el oeste, sino que
navegó de regreso a casa. Leamos ahora el versículo 19 de este capítulo 18 de los
Hechos:
"Llegó a Éfeso y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos."
Recordemos que cuando Pablo salió en su segundo viaje misionero, el Espíritu de
Dios no le había permitido ir a Éfeso. Pero en su viaje de regreso, se detuvo en Éfeso,
aunque no se quedó allí por mucho tiempo. Continuemos con los versículos 20 y 21:
"Estos le rogaban que se quedara con ellos más tiempo, pero él no accedió, sino que
se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo celebre en Jerusalén
la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso."
Ahora, quizá, alguien se preguntará otra vez por qué Pablo guardaba las fiestas
judías. Recordemos sus antecedentes. Era judío, así como Simón Pedro. Tenía
antecedentes del sistema mosaico. Y él sabía que muchos de sus amigos estarían en
Jerusalén para la fiesta. Y quizá quería subir a la ciudad para hablarles del Señor.
Aquí podemos recordar la presencia de Jesús en fiestas judías, y la forma en que se
presentó en ella, como el cumplimiento de esas fiestas. En el caso de Pablo, él creyó
que, en cualquier caso, le era necesario estar presente en esta fiesta en Jerusalén.
Sin embargo, y como hemos dicho antes, estaba bajo la gracia de Dios y si él quería
guardar la fiesta, esa cuestión personal le concernía solo a él.
De todos modos, observemos que Pablo vio que se le había abierto una puerta
grande, una oportunidad en Éfeso. Pablo tenía corazón de misionero, y quería
regresar para estar con aquellos creyentes. Éfeso era una de las grandes ciudades
del Imperio Romano. Sigamos adelante, ahora con el versículo 22 de este capítulo
18 de los Hechos:
"Habiendo llegado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia y luego descendió a
Antioquía."
Vemos pues, que Pablo desembarcó en Cesarea. Ahora, Cesarea y Jope eran los
puertos desde donde uno subiría a Jerusalén. Se fue, pues, a Jerusalén y dio allí su
informe. Luego volvió al norte a su Iglesia que estaba en Antioquía. Y esto concluyó
el segundo viaje misionero de Pablo. Ahora, observemos que Pablo salió
inmediatamente en su tercer viaje misionero. Leamos el versículo 23 de este capítulo
18 de los Hechos:
"Después de estar allí algún tiempo, salió y recorrió por orden la región de Galacia y
de Frigia, animando a todos los discípulos."
Éste fue entonces el tercer viaje de Pablo a través de Galacia. Veremos que en este
tercer viaje también incluiría la ciudad de Éfeso, y que tendrá allí un gran ministerio.
Pero, veremos que mientras tanto, alguien había entrado en Éfeso. Se trataba de
Apolos, otro gran predicador de la Iglesia primitiva. No era tan conocido como Pablo,
pero podremos aprender mucho acerca de él. Leamos, pues, el versículo 24 de este
capítulo 18 de los Hechos, que comienza el párrafo titulado
Apolo en Éfeso
"Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre
elocuente, poderoso en las Escrituras."
Ahora, Apolos era judío, y por lo tanto había sido formado en la ley de Moisés. Su
nombre Apolos, era griego. De modo que, era helenista de la Diáspora, es decir, que
pertenecía al grupo de judíos dispersos, fuera de Palestina. Sin embargo, no había
nacido en Grecia ni en aquella región de Macedonia. Nació en Alejandría en la parte
norte de África, que en realidad está en el norte de Egipto. Alejandría, ciudad que
había sido fundada por Alejandro Magno, era uno de los grandes centros de la cultura
griega. Allí había una gran universidad y también una de las mejores bibliotecas de
todo el mundo. Fue allí donde se tradujo la versión griega del Antiguo Testamento de
los Setenta, o Septuaginta. Había un templo judío en Alejandría, y esta ciudad llegó
a ser uno de los grandes centros de la Iglesia primitiva junto con Jerusalén y
Antioquía. El centro de la iglesia primitiva se desplazaría de Jerusalén y Antioquia
hacia Alejandría, que retuvo su importancia por varios siglos de historia de la iglesia.
Atanasio, Tertulio, y Agustín, tres grandes hombres de la Iglesia primitiva eran de
allí. Y Filón, el filósofo judío heleno, era contemporáneo de Apolos. Filón había
mezclado la filosofía griega con el judaísmo, o sea que combinó el platonismo y el
judaísmo. Y todas estas cosas sin duda influyeron en la formación de Apolos.
Se nos dice que Apolos era un hombre elocuente, y un gran predicador. También era
muy efectivo en la exposición de las Escrituras. Es decir, conocía muy bien el Antiguo
Testamento. Continuemos con el versículo 25 de este capítulo 18 de los Hechos:
"Éste había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso,
hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solo conocía el
bautismo de Juan."
Había sido instruido en el camino del Señor. Esto quiere decir que había tenido una
educación formal en las Escrituras. Pero, no quería decir en manera alguna que
hubiese recibido una revelación directa. Él hablaba con fervor de espíritu, y no
necesariamente con el poder del Espíritu Santo, o sea, que tenía una verdadera
pasión para las cosas de Dios. Éste fue el testimonio que el Espíritu dio en cuanto a
él. Francamente, tenemos que concluir que Apolos era un gran hombre, un hombre
extraordinario.
Este hombre hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor. Enseñaba
todo lo que había aprendido de las Escrituras, pero solo sabía acerca del bautismo de
Juan. No podía ir más allá de eso. Aparentemente no había oído hablar acerca de
Jesús. Y el versículo 26 nos dice:
"Comenzó, pues, a hablar con valentía en la sinagoga; pero cuando lo oyeron Priscila
y Aquila, lo tomaron aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios."
O sea que Priscila y Aquila invitaron a Apolos a su casa para comer con ellos después
del servicio religioso. Y como comprobaron que la información que tenía era muy
limitada, le hablaron sobre Jesús. Continuemos con el versículo 27 de este capítulo
18 de los Hechos:
"Cuando él quiso pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y escribieron a los
discípulos que lo recibieran. Al llegar allá, fue de gran provecho a los que por la gracia
habían creído"
Apolos era un hombre brillante, pero, hasta que Aquila y Priscila le llevaron a casa
para comer, no conocía el evangelio de la gracia de Dios. Aquí tenemos pues, un caso
en que una mujer ayudó mucho a un predicador. Ella le enseñó algo que él no sabía.
Y el versículo 28 dice:
"porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por
las Escrituras que Jesús era el Cristo."
Apolos había enseñado con eficacia y entusiasmo el Antiguo Testamento, y hasta el
bautismo de Juan el Bautista. Pero no había avanzado más en su conocimiento, hasta
que Priscila y Aquila le pusieron al día y le guiaron en su conversión a Cristo. Entonces
fue a Acaya, visitando las iglesias de Grecia, incluyendo a Corinto y Atenas,
predicando a Jesús como Mesías y Salvador.
Y así concluye el capítulo 18 de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a
Hechos 19:1-10
Ya notamos que el relato sobre el tercer viaje misionero de Pablo comenzó en realidad
en el capítulo 18, versículo 23, donde se nos dice que salió nuevamente de Antioquía.
Volvió sobre sus pasos por una parte de la misma ruta recorrida en sus primeros dos
viajes misioneros. Después se dirigió a Éfeso, donde, como veremos ahora, pudo
cumplir un gran ministerio, enseñando en la escuela de Tirano por dos años. Allí
también realizó milagros que provocaron una marcha de protesta contra él,
organizada por Demetrio y sus compañeros plateros. El alboroto fue calmado por el
secretario de la ciudad, que les pidió que apelasen a la ley, en vez de recurrir a la
violencia. Leamos pues los primeros dos versículos de este capítulo 19 de los Hechos,
que nos introducen a
El ministerio de Pablo en Éfeso
"Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer
las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les preguntó:
¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Ellos le dijeron: Ni siquiera habíamos
oído que hubiera Espíritu Santo."
Recordemos que Pablo había pasado por Éfeso en su viaje de regreso de su segundo
viaje misionero, y que les había dicho que volvería a visitarles si Dios se lo permitía.
No se había quedado en Éfeso previamente y no había tenido ningún ministerio allí.
Ahora regresaba a Éfeso, pero allí le había precedido el gran predicador Apolos, como
vimos en el capítulo anterior. Al comienzo, y como también dijimos anteriormente,
Apolos no había conocido nada acerca de la muerte, ni de la resurrección de Jesucristo
hasta que Aquila y Priscila tuvieron que tomarle aparte y contarle acerca de Jesús.
Todo lo que Apolos había predicado hasta entonces era el bautismo de Juan, que era
hasta donde había llegado su conocimiento. Como resultado de esto, los que habían
oído sus enseñanzas, habían sido instruidos solamente hasta el tema del
arrepentimiento y el bautismo de Juan, y por lo tanto, no habían oído hablar del
Espíritu Santo. Y Pablo, fue consciente de ello.
Y les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Ellos contestaron que
ni siquiera habían oído si había un Espíritu Santo. No habían sido instruidos en cuanto
al Señor Jesús y no sabían nada acerca de Pentecostés. Entonces dice aquí el
versículo 3:
"Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de
Juan."
Es que estos discípulos habían sido bautizados, pero todavía no habían sido salvados.
No habían recibido el Espíritu Santo porque no eran salvos. Estimado oyente: en el
momento en que usted confía en Cristo, usted es regenerado por el Espíritu de Dios,
el Espíritu de Dios viene a morar en usted, y así usted es sellado por el Espíritu Santo,
y bautizado y unido al cuerpo de creyentes por medio del Espíritu Santo. Esto sucede
en el momento preciso en que usted cree y confía en Cristo. Pablo descubrió que
aquella gente no había pasado por aquella experiencia de conversión. Entonces, Pablo
les explicó que tenían que confiar en el Señor Jesucristo para ser salvos y, como
veremos ahora, muchos respondieron a su mensaje y creyeron. Leamos ahora los
versículos 4 y 5 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que
creyeran en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando
oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús."
El bautismo de Juan era un bautismo de arrepentimiento. Era una preparación para
la venida del Señor Jesucristo. Ahora, estos hombres se convirtieron a Cristo y fueron
salvos. No habían sido salvados bajo el ministerio de Apolos porque él mismo no
conocía nada acerca de Cristo cuando les había predicado. Algunos hoy creen que
ellos ya eran salvos, y que luego, cuando Pablo les habló, recibieron el Espíritu Santo.
Pero, según la Biblia, eso no es verdad. Sigamos adelante con los versículos 6 y 7 de
este capítulo 19 de los Hechos:
"Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y
hablaban en lenguas y profetizaban. Eran entre todos unos doce hombres."
A estos hombres ahora les fue posible hablar en otros idiomas, en idiomas que
pudieran ser comprendidos y les fue posible predicar el Evangelio. Éfeso era una
ciudad políglota del Imperio Romano. Allí se hablaban muchos idiomas, así como fue
el caso de los que habían estado presentes en el día de Pentecostés. Se encontraban
en esa costa muchas personas del oriente y del occidente, al ser Éfeso una de las
grandes ciudades de aquel entonces. A estos hombres, pues, les fue posible anunciar
las buenas nuevas de Cristo a la totalidad de la ciudad. Y dice aquí que eran doce
hombres. Éste fue el principio del ministerio en Éfeso. Pablo tuvo un gran ministerio
en Corinto y un ministerio incluso mayor en Éfeso. Sigamos con los versículos 8 al
10 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Entrando Pablo en la sinagoga, habló con valentía por espacio de tres meses,
discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Pero como algunos se rehusaban
a creer y maldecían el Camino delante de la multitud, Pablo se apartó de ellos y
separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.
Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en
Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús."
Pablo tuvo que salir de la sinagoga porque recibió mucha oposición. Cambió entonces
su centro de operaciones y comenzó a enseñarles diariamente en la escuela de
Tiranno, que se menciona aquí. Ahora, ¿Cuál era esta escuela de Tiranno? Bueno,
era una escuela para los efesios. Tenían su tiempo para la siesta, probablemente por
unas dos o tres horas. Nos imaginamos que quizá alquiló el salón, y allí,
aprovechando la pausa de la hora de la siesta, después del mediodía, Pablo predicó
la Palabra de Dios por un período de dos años. Como resultado de esto, toda la
provincia de Asia oyó la Palabra de Dios, tanto judíos como griegos.
El relato nos da alguna idea de cómo la Palabra de Dios crecía en ese tiempo. Al
parecer, desde este lugar ventajoso la Iglesia en Colosas tuvo sus comienzos. Es que
Pablo les escribió a los colosenses tal como les escribió a los romanos, sin haberles
visitado antes. Sin embargo, Pablo fue el fundador de esas iglesias. ¿Cómo pudo ser?
Bueno, pues, se debió al simple hecho de que en la escuela de Tiranno el evangelio
se proclamó y se divulgó a todas partes. Ahora, sabemos que los corintios habían
deseado que Pablo les visitara, pero él les escribió lo siguiente en su primera carta a
los Corintios, capítulo 16, versículos 7 al 9: "No quiero veros ahora de paso, pues
espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite. Pero estaré en Éfeso
hasta Pentecostés; porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, aunque
muchos son los adversarios."
Por dos años el evangelio se proclamó en Éfeso a fin de que todo el mundo lo pudiese
escuchar en la provincia de Asia. Creemos que las siete iglesias de Asia Menor
debieron su existencia a la predicación del apóstol Pablo en aquí en Éfeso. Y creemos
que fue aquí fue donde Pablo tuvo el ministerio más amplio de toda su vida.
Hemos visto actuar a la Palabra de Dios, al mensaje de las buenas noticias del
Evangelio de Cristo, en aquel mundo cosmopolita, mundano y complejo de aquella
ciudad de Éfeso. A pesar de la dura oposición y a los influyentes medios empleados
para detenerla, esa palabra avanzó, se abrió paso y penetró en las vidas de
muchísimas personas, transformándolas. Estimado oyente, le invitamos a abrirse a
ella porque, como bien dijo el escritor de la carta a los Hebreos 4:12: "La palabra de
Dios tiene vida y poder. Es más aguda que cualquier espada de dos filos; penetra
hasta lo más íntimo de la persona, y somete a juicio los pensamientos y las
intenciones del corazón".
Hechos 19:11-20:6
Continuamos nuestro estudio en el capítulo 19 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior hablamos del apóstol Pablo y su ministerio en Éfeso. Y
dijimos que Pablo había recibido mucha oposición y por eso tuvo que salir de la
Sinagoga. Cambió su centro de operaciones y comenzó entonces a enseñar
diariamente en la escuela de Tiranno. Y dijimos que esta escuela era una escuela
para los efesios y que Pablo había predicado allí la Palabra de Dios por un período de
dos años; y que como resultado de esto, toda la provincia de Asia había escuchado
la Palabra de Dios, tanto judíos como griegos. Y mencionamos que esto nos daba una
idea de cómo la Palabra de Dios crecía en ese tiempo. Al parecer desde este lugar
estratégico, la iglesia de Colosas tuvo sus comienzos. Es que Pablo les escribió a los
colosenses de la misma manera que escribió a los romanos, es decir, sin haberles
visitado antes. Sin embargo, Pablo fue el fundador de esas iglesias por medio del
simple hecho de que en la escuela de Tiranno, se había proclamado el evangelio y en
consecuencia había entrado en todas partes. Ahora, sabemos que los corintios habían
deseado que Pablo les visitara, pero él les escribió diciendo en el capítulo 16 de la
primera carta a los Corintios, versículos 7 al 9: "Porque no quiero veros ahora de
paso, pues espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite. Pero estaré
en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y
muchos son los adversarios". Por dos años, dijimos, el evangelio se proclamó en
Éfeso a fin de que todo el mundo lo pudiese escuchar en la provincia de Asia. Y
creemos que las siete iglesias de Asia Menor, debieron su existencia a la predicación
del apóstol Pablo en este lugar. Podemos afirmar con certeza que fue aquí donde
Pablo tuvo el ministerio más grande de toda su vida. Leyendo ahora el versículo 11
de este capítulo 19 de los Hechos, dice:
"Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo"
Ahora, hay diferentes palabras que se usan en griego, que nuestra Biblia traduce
como milagro. Aquí la palabra para milagro es "dunamis" de la cual proviene nuestra
palabra dinamita. Y quiere decir, un acto de gran poder. Es decir, que Dios hizo obras
especiales de gran poder por medio de las manos de Pablo. Estos milagros fueron
una señal de que Pablo tenía los dones de un apóstol.
Éfeso era un gran centro de la religión, posiblemente más importante que Atenas, o
cualquier otro lugar de aquel entonces. El gran templo de Diana estaba allí, y la
adoración relacionada con ella era satánica, en todos sus aspectos. Cuando
estudiemos la carta a los Efesios, veremos con más detalle el carácter de la ciudad
de Éfeso y la clase de adoración satánica que se desarrollaba allí. Ahora, para poder
enfrentar esa clase de oposición, Dios le dio a Pablo algunos poderes especiales.
Leamos el versículo 12 de este capítulo 19 de los Hechos:
"de tal manera que hasta los pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo eran
llevados a los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos
salían."
¿Qué eran los pañuelos y delantales que se mencionan aquí? Bueno, en verdad
podríamos llamarlos telas o paños para el sudor y Pablo los usaba en su trabajo.
Recordemos que él hacía tiendas y que este era un clima cálido. Mientras trabajaba,
seguramente sudaba y es probable que su sudor cayese sobre las tiendas que hacía.
Pues, entonces Pablo tomaba estos trapos, estos paños, y probablemente con ellos
se quitaba el sudor de la frente. La gente entonces venía y recogía estos trapos sucios
con el sudor de Pablo, y era sanada de sus enfermedades. En esa región se
practicaban las religiones de misterio. En algunas de ellas usaban vestidos blancos y
ponían énfasis sobre el hecho de que todo tenía que estar muy limpio y blanco. Parece
que Dios estaba desafiando estas prácticas, al usar estos trapos sucios de sudor para
sanar a los enfermos.
Y esto revela el poder especial que le había sido dado al apóstol Pablo. Ahora, que
sepamos, éste fue el único incidente de este tipo que jamás haya ocurrido; y esto
incluye los tiempos en que vivimos. Es casi blasfemo que alguien diga que tiene el
poder de enviarle a uno un pequeño pañuelo y que ese pañuelo tenga algún poder
especial. Estos trapos sucios impregnados de sudor fueron utilizados por Dios como
respuesta a las religiones paganas de aquel entonces. Los enfermos eran sanados y
los espíritus malos salían de los que padecían estas dolencias, cuando recogían estos
paños. Bien, continuemos ahora con el versículo 13:
"Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del
Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: ¡Os conjuro por Jesús, el
que predica Pablo!."
Cuando vieron lo que Pablo hacía, trataron de duplicar los milagros. Y observemos
ahora, lo que ocurrió en los versículos 14 y 15:
"Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto.
Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero
vosotros, ¿quiénes sois?"
Vemos que estos eran hijos de un sacerdote. O sea que hasta los sacerdotes se
habían metido en esta clase de prácticas. La palabra griega aquí para conozco es
"ginosko" y no implica un conocimiento por la fe. Simplemente significaba que el
espíritu malo sabía quién era Jesús. Ahora, el versículo 16 dice:
"El hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos,
pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos."
El esfuerzo de los hijos de Esceva por tratar de duplicar los milagros de Pablo, se
volvió en contra de ellos, causándoles una humillación pública, heridas y una
situación embarazosa. Leamos ahora el versículo 17:
"Esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y
tuvieron temor todos ellos, y era glorificado el nombre del Señor Jesús."
Se pudo ver con toda claridad el resultado de este incidente. El nombre del Señor
Jesús se divulgó a través de toda esa ciudad pagana. Éfeso era una gran ciudad y
dice aquí que todos sus habitantes se enteraron de lo ocurrido y tuvieron temor. Los
milagros realizados por medio de Pablo sacudieron los mismos fundamentos de la
sociedad de Éfeso, y el nombre del Señor Jesús fue magnificado ante todos.
Continuemos con los versículos 18 y 19 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.
Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los
quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su valor, hallaron que era de
cincuenta mil monedas de plata."
Ésa sí que fue una verdadera hoguera, una hoguera que consumió una cuantiosa
suma de dinero. Y eso fue lo que ocurrió en Éfeso. Sigamos adelante con los
versículos 20 al 22 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor. Pasadas estas cosas,
Pablo se propuso en su espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y
Acaya. Decía él: Después que haya estado allí, me será necesario ver también Roma.
Envió entonces a Macedonia a dos de los que lo ayudaban, Timoteo y Erasto, y él se
quedó por algún tiempo en Asia."
Después de pasar por estas experiencias que el doctor Lucas nos ha relatado hasta
aquí, al parecer, Pablo tenía intención de ir a Roma en este viaje misionero. Lo
interesante es que por fin iría a Roma, pero, no de la manera en que había pensado.
Fue durante este tiempo que Pablo escribió su primera carta a los Corintios, y parece
que Timoteo y Erasto llevaron esta carta para entregarla allí. Aunque estaba dirigida
a los Corintios, la carta sería leída también a muchos de Macedonia, incluyendo así a
los de Filipos y de Tesalónica, y también sería leída a las Iglesias en Acaya, entre
ellas, a las de Atenas y Corinto. Fue en esta carta donde Pablo declaró que se le había
abierto una puerta grande y eficaz en Éfeso, pero, que a la vez había muchos
adversarios. Podemos ver ahora que los adversarios eran satánicos. Esta ciudad era
un centro de religión pagana y de la adoración satánica. Necesitamos darnos cuenta
en la actualidad, que la adoración satánica actual no es, en ni ninguna manera, algo
nuevo. Avancemos con el versículo 23 de este capítulo 19 de los Hechos:
"Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino"
En aquel entonces las Iglesias no tenían nombres ni se identificaban por
denominaciones, como en la actualidad. A los creyentes se les llamó cristianos por
primera vez en Antioquía, pero el cristianismo simplemente se conocía como "el
Camino". Por cierto que era un nuevo Camino. Se trataba de un nuevo Camino, que
era el Señor Jesús, como Él mismo dijo. En el capítulo 14 del evangelio según San
Juan, versículo 6, dijo Jesús: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene
al Padre, sino por mí". Continuemos ahora con el versículo 24 de este capítulo 19 de
los Hechos:
"porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba
no poca ganancia a los artífices"
El templo de Diana era un gran templo pagano y a su alrededor estaba el centro
comercial. Era el centro bancario de aquel entonces, pero, también el centro del
pecado. A su alrededor se desarrollaban actividades inmorales. En verdad la religión
es capaz de rebajarse a un nivel más bajo que cualquier otra cosa. Aquel templo era
una de las siete maravillas del mundo antiguo. Fue el templo griego más grande que
jamás se había construido. Era sumamente hermoso, con sus magníficas tallas, pero
la imagen de Diana o Artemisa era espantosa. No era la Diana estéticamente elegante
de los griegos, sino más bien la Diana Oriental; una Diana imperfecta, con muchos
senos. Vendían pues esas imágenes de plata, negocio que resultó de mucha ganancia
para algunos. Y el ministerio de Pablo estorbó la venta de estos templecillos y de
muchas otras reliquias religiosas que producían grandes entradas. Este platero
llamado Demetrio, reunió entonces a todos los artífices que elaboraban tales
imágenes. Y dice aquí en los versículos 25 al 27:
"a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Sabéis que de este
oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en
Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a mucha gente con persuasión, diciendo
que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de
que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la
gran diosa Diana sea estimado en nada y comience a ser destruida la majestad de
aquella a quien venera toda Asia y el mundo entero."
Se pudo ver que la causa de esta protesta de los plateros, encabezados por Demetrio,
era el temor de perder su sustento diario, obtenido de ese comercio religioso. Como
mucha gente venía de muchas partes al templo de Diana en Éfeso, podemos
imaginarnos la reacción de aquellos que se habían enriquecido tanto al vender estas
miniaturas del templo y muchas otras reliquias religiosas.
La adoración de Diana se había extendido por toda Asia. Éfeso era un centro de
comercio, de religión, y de adoración, tanto para los orientales como para los
occidentales; un lugar donde se encontraban el oriente y el occidente. Y tememos
que a Éfeso llegara lo peor de ambos mundos. Leamos ahora el versículo 28 de este
capítulo 19 de los Hechos:
"Cuando oyeron estas cosas se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana
de los efesios!"
Se ve que salieron por la ciudad llevando sus carteles y gritando: ¡Grande es Diana
de los efesios! Prosigamos con los versículos 29 y 30:
"La ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo
y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. Pablo quería salir al pueblo, pero
los discípulos no lo dejaron."
Claro que, Pablo habría sido peligrosamente acosado y quizás linchado. Él ya había
pasado por una experiencia similar a ésta en el país de Galacia, cuando fue apedreado
en Listra. Ahora, el versículo 31 dice:
"También algunas de las autoridades de Asia, que eran amigos suyos, le enviaron
recado rogándole que no se presentara en el teatro."
Había algunos hombres prominentes en aquella región, funcionarios políticos y
religiosos llamados Asiarcas. Muchos de éstos se habían convertido a Cristo y le
aconsejaron a Pablo que no intentara hablar a esa multitud. Le dijeron que sería
peligroso que él se presentara en el teatro. Avancemos con los versículos 32 al 34 de
este capítulo 19 de los Hechos de los Apóstoles:
"Unos, pues, gritaban una cosa y otros otra, porque la concurrencia estaba confusa
y la mayoría no sabía por qué se habían reunido. De entre la multitud sacaron a
Alejandro, empujado por los judíos. Y Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quiso
hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando se dieron cuenta de que era judío,
todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!"
Alejandro era probablemente un recién convertido. Ésta era una típica turba fuera de
control. Muchos ni siquiera sabían por qué se habían reunido. Sin embargo, vemos
que no le otorgaron libertad de palabra a nadie. No permitieron a Alejandro que
hablara. Sólo les interesaba gritar el lema: ¡Grande es Diana de los efesios! Ahora,
los versículos 35 y 36 dicen:
"Entonces el escribano, cuando apaciguó a la multitud, dijo: Efesios, ¿y quién es el
hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran
diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? Puesto que esto no puede
contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente"
Este escribano o secretario de la ciudad les dijo que le estaban dando demasiada
importancia a todo el asunto. Les dijo que miraran a aquel gran templo y a la gran
diosa Diana que al ser tan popular, nadie podría decir nada en contra de ellos, y que
nada les sucedería. Ahora, ¿No es interesante que de todo aquel santuario y del
sistema que lo rodeaba no quedan más que ruinas y así ha quedado permanecido
por más de dos mil años? Continuemos con los versículos 37 y 38 de este capítulo
19 de los Hechos:
"porque habéis traído a estos hombres, que no son sacrílegos ni blasfemadores de
vuestra diosa. Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra
alguno, audiencias se conceden y procónsules hay; acúsense los unos a los otros."
Estaba diciendo que si querían presentar cargos legales, el tribunal estaba abierto. Y
los versículos 39 al 41 dicen:
"Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir, pues hay
peligro de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, ya que no existe causa
alguna por la cual podamos dar razón de este alboroto. Y habiendo dicho esto,
despidió la asamblea."
Les dijo que si tenían algún pleito que entablar, debían sentarse para tener una
reunión ordenada, y que debían bajar esos carteles y dejar de gritar. En verdad,
estaban bajo peligro de ser llamados por las autoridades del Imperio para dar cuenta
de esa alteración del orden público. Despidió pues, este funcionario público a la
multitud, que entonces se dispersó. El ministerio de Pablo en Éfeso llegó así a su fin
aquí. Veremos luego, que Pablo saldría de Éfeso y regresaría a Macedonia.
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 19 de los Hechos. Y pasamos ahora a
Hechos 20:1-6
Después de la experiencia de Pablo en Éfeso, continuó viaje a Macedonia, a Filipos,
de regreso a Troas, y a Mileto. Los ancianos de la iglesia en Éfeso se encontraron con
él en Mileto, donde celebraron una afectuosa reunión y una conmovedora despedida.
Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 20 de los Hechos, que señalan
el momento en que
Pablo viajó a Macedonia
"Cuando cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos y, habiéndolos exhortado y
abrazado, se despidió y salió para Macedonia. Después de recorrer aquellas regiones,
y de exhortarlos con abundancia de palabras, llegó a Grecia."
Esto quiere decir que Pablo visitó nuevamente a Atenas y a Corinto. Continuemos
con los versículos 3 y 4:
"Al cabo de tres meses de estar allí, debido a los planes que los judíos tenían contra
él cuando se embarcara para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia. Lo
acompañaron hasta Asia, Sópater hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de
Tesalónica; Gayo, de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo."
Todos estos eran creyentes que se habían convertido a Cristo bajo el ministerio de
Pablo. Y ahora, él tenía la ayuda de un equipo numeroso.
Es preciso reconocer que cuando Pablo pasó por Grecia y Macedonia, visitó a todas
las Iglesias que había establecido allí; para hacer esto, tuvo que visitar las ciudades
de Atenas, Corinto, Tesalónica, Berea y Filipos. Además Pablo volvió sobre sus pasos
y visitó a todas las Iglesias que estaban en Europa, o por lo menos en la región
europea de su tercer viaje.
Llegamos ahora al párrafo encabezado por el título
Pablo en Troas
Recordemos que Troas fue el lugar desde donde Pablo partió para Europa en su
segundo viaje misionero. Ahora, regresaba a Troas durante su último viaje misionero.
Y el versículo 5 nos dice:
"Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas."
El pronombre "nos" nos indica que el doctor Lucas todavía estaba con Pablo mientras
los otros se les adelantaron hasta Troas.
Este grupo de hombres que le acompañaban también eran misioneros y ya habían
viajado antes con Pablo. Creemos que cuando Pablo tenía un ministerio en un lugar
como Corinto, estos hombres probablemente salían y se distribuían por los distritos
rurales y pueblos pequeños proclamando la Palabra. Leemos en la carta a los
Colosenses capítulo 1, versículo 6, acerca del hecho de que la Palabra de Dios estaba
creciendo y dando fruto en todo el mundo de aquel entonces. Parecía increíble, pero,
era cierto. Aquella frase "a todo el mundo" no era un mero recurso oratorio.
Significaba todo el Imperio Romano, porque ese era el mundo de aquella época y la
Palabra de Dios se había difundido a través de todo el mundo romano. Esto nos
permite hacernos la idea de que había otros que trabajaban con los apóstoles. El libro
de los Hechos describió la obra de Pedro y de Pablo como personajes predominantes:
Pedro como el apóstol a los judíos, y Pablo como el apóstol a los no judíos. Lo que
tenemos aquí en el libro de los Hechos es un relato muy resumido de la obra
misionera que se llevó a cabo. Sigamos adelante con el versículo 6 de este capítulo
20 de los Hechos:
"Y nosotros, pasados los días de los Panes sin levadura, zarpamos de Filipos y en
cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días."
Es interesante ver que tardaron cinco días en realizar este viaje, en la actualidad, los
turistas lo pueden hacer en unos cincuenta minutos. ¡Cuán diferentes son hoy los
medios de transporte! Estos son más cómodos y eficaces pero, ¿es la influencia del
mensaje cristiano más efectiva?
En este programa hemos vuelto a destacar la rápida difusión de la Palabra de Dios y
el mensaje del Evangelio en el mundo del Imperio Romano. Frente a la oposición de
los judíos y de los intereses creados, el mensaje de las buenas noticias avanzó y se
extendió a pesar de los limitados recursos, de las comunicaciones limitadas de la
época, y de la precariedad de los medios de transporte. También hoy, en medio de
la oposición del fanatismo y la hostilidad de una sociedad en gran medida
secularizada, la Palabra de Dios llega a través de la radio, prácticamente a todos los
rincones de la tierra. Y aunque a veces no lo parezca, hay hombres y mujeres que
están dispuestos a recibirla. Estimado oyente, le invitamos a usted también a abrir
su mente, su corazón para recibirla. Porque, como dijo el profeta Isaías en 55:10 y
11,
"Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que
riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que
come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará
lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié."
Hechos 20:7-21:4
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 20 de los Hechos de los Apóstoles. Y
vamos a continuar hoy la consideración de este pasaje comenzando por el versículo
7 de este capítulo 20 de los Hechos de los Apóstoles:
"El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo que
tenía que salir al día siguiente, les enseñaba, y alargó el discurso hasta la
medianoche."
Ahora, hay varias cosas que quisiéramos decir en cuanto a este versículo. En primer
lugar, observamos que fue un primer día de la semana, cuando se reunieron. La
iglesia primitiva ya tenía la costumbre de reunirse en el primer día de la semana. Más
tarde veremos que Pablo dijo a los Corintios, que debían traer sus ofrendas en el
primer día de la semana. Dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo 16,
versículo 2: "Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo,
según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan
entonces ofrendas". Ahora, en nuestro versículo aquí en los Hechos leemos, " el
primer día de la semana reunidos los discípulos para partir el pan". Eso quiere decir,
que celebraban la Cena del Señor los domingos. Fue en este día cuando Pablo les
predicó. La iglesia primitiva pues, se reunía el primer día de la semana. Ése era el
día importante, porque ése fue el día cuando Jesús había resucitado de los muertos.
Bajo la vieja creación, el séptimo día era el día importante, el día de reposo. Aquel
día pertenece ahora a la vieja creación. Jesús estuvo muerto dentro de la tumba en
el día de reposo, pero en el primer día de la semana, Él resucitó. Y nosotros nos
reunimos en ese día ahora, porque estamos unidos a un Cristo viviente. Éste es el
testimonio del primer día de la semana.
Ahora, otro detalle que nos interesa en cuanto a este versículo es que Pablo iba a
partir desde allí al día siguiente. Y por lo tanto, les predicó hasta la medianoche.
Suponemos que lo hizo así porque ésta era la última visita de Pablo a estos creyentes.
Era una reunión entrañable. Se estaba preparando para partir y no volvería. Y por tal
motivo predicó un sermón tan largo. Ahora, el versículo 8 nos dice:
"Había muchas lámparas en el aposento alto donde se hallaban reunidos."
Tenían muy iluminado el lugar y se quedaron hasta la medianoche escuchando el
sermón de Pablo. Pero, parece que su sermón resultó un poco largo para algunos,
pues escuchemos lo que sucedió aquí en el versículo 9 de este capítulo 20 de los
Hechos:
"Un joven llamado Eutico estaba sentado en la ventana, y rendido de un sueño
profundo por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer
piso abajo, y fue levantado muerto."
Podemos imaginarnos a este joven Eutico. Dice aquí que se quedó dormido con un
sueño profundo. Y lo que habría sido una simple situación anecdótica, entonces se
convirtió en una tragedia. El joven cayó abajo desde el tercer piso, y dice aquí que
cuando le levantaron, estaba muerto. Veamos entonces lo que ocurrió en los
versículos 10 al 12 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándolo, dijo: No os alarméis,
pues está vivo. Después de haber subido, partió el pan, lo comió y siguió hablando
hasta el alba; y luego se fue. Llevaron vivo al joven, y fueron grandemente
consolados."
Pablo levantó de los muertos a este muchacho. Usted recordará que Simón Pedro
también levantó a Dorcas de los muertos. Estos eran dones especiales de los
apóstoles, que habían sido testigos presenciales de Jesús. Ahora, en realidad se
quedaron allí emocionados de que este joven hubiera sido levantado de los muertos
y que estuviese en medio de ellos otra vez. Y ahora, Pablo continuó predicando
después de la medianoche, hasta el amanecer. Estos creyentes primitivos se
quedaron allí toda la noche escuchando a Pablo. Sabemos que Apolos era un orador
elocuente, pero, eso no se dijo en cuanto a Pablo. Estos creyentes simplemente
querían escuchar la Palabra de Dios. ¡Debió ser una maravillosa experiencia! Y en
nuestro caso, es evidente que necesitamos más anhelo por conocer la Palabra de
Dios. Continuemos ahora con el versículo 13 de este capítulo 20 de los Hechos, que
inicia el párrafo que nos presenta a
Pablo en Mileto
"Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a
Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra."
Ahora viajaron una vez más. El doctor Lucas y otros miembros del grupo navegaron
a Asón, pero Pablo viajó a pie. Ahora, ¿Por qué haría esto Pablo? Bueno, estamos
seguros de que era para poder testificar acerca de Cristo por el camino. Creemos que
durante su trayecto se detendría en muchos lugares del recorrido para hablarles a
las personas con quienes se encontrase. Leamos ahora los versículos 14 y 15:
"Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándolo a bordo, vinimos a Mitilene.
Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tocamos
puerto en Samos. Hicimos escala en Trogilio, y al día siguiente llegamos a Mileto."
Ahora, esperamos estimado oyente, que usted tenga a mano un mapa y que siga
estos viajes de Pablo, como hemos sugerido antes. Continuemos con el versículo 16:
"Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues
se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuera posible, en Jerusalén."
Ahora, Pablo quería estar en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, así que tenía
prisa. Sin embargo, estaba resuelto a no dejar de visitar Éfeso. Y se detuvo entonces
en Mileto que era el puerto de Éfeso. Y dice el versículo 17 de este capítulo 20 de los
Hechos:
"Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia."
Un buen mapa le mostrará que Éfeso en verdad estaba muy cerca de la costa. El río
había ido llenado lentamente el puerto en Éfeso. Hoy, la ciudad de Éfeso en realidad
queda en el interior, a unos tres o cuatro kilómetros de la costa. Y una gran parte de
la ciudad podría llegar a estar a unos ocho kilómetros hacia el interior. Mileto estaba
allí en la misma costa. Pablo pues, envió un mensaje a los ancianos de Éfeso para
que vinieran a Mileto a reunirse con él. Avancemos ahora en nuestra lectura con los
versículos 18 hasta el 21 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre
vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con
toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que me han venido por las
asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuera útil he rehuido de anunciaros y
enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del
arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo."
Pablo era un fiel testigo de Jesucristo. Nunca anduvo con rodeos. Podía declarar que
les había dado la Palabra de Dios, toda la Palabra de Dios. Estimado oyente, nosotros
no hemos sido los primeros en presentar un programa como éste, que recorre la
totalidad de la Biblia, Pablo también la enseñó toda. Les comunicó a los creyentes de
su generación todo el consejo de Dios. Fue fiel, aun a pesar de la oposición de los
líderes religiosos judíos. Continuemos con los versículos 22 al 24 de este capítulo 20
de los Hechos:
"Ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me ha de
acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio de
que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo
preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el
ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia
de Dios."
Ahora, aquí hay un punto sobre el cual muchos grandes profesores de la Biblia no
están de acuerdo. Creen que Pablo se equivocó al decidirse ir a Jerusalén. Creen que
no debió haber ido allí. Ahora, nosotros creemos que el testimonio que Pablo dio aquí,
fue muy claro. Creemos que sí actuó según la voluntad de Dios cuando se dirigió
hacia Jerusalén. Creemos que estaba diciendo: "me dirijo a Jerusalén porque siento
en mí espíritu una responsabilidad ineludible. En todas las ciudades a donde voy, el
Espíritu Santo me dice que en Jerusalén me esperan la cárcel y muchos sufrimientos".
Ahora, esto era diferente al incidente que vimos en el capítulo 16 de los Hechos,
cuando el Espíritu de Dios simplemente le prohibió predicar en Asia, poniéndole
obstáculos que dirigieron sus pasos hacia Europa. Aquí no hubo ningún impedimento.
Sino que, más bien, el Espíritu de Dios le estaba revelando a Pablo lo qué le esperaba
cuando llegara a Jerusalén. Pablo dejó en claro que se daba cuenta de que sufriría si
iba a Jerusalén. Y seguramente pensó: "Mi propia vida no cuenta. Estoy dispuesto a
entregar mi vida por Jesús". Su deseo era llevar la ofrenda a los creyentes pobres de
Jerusalén con sus propias manos. Sabemos que cuando Pablo llegó al fin de su vida,
le fue posible escribir las siguientes palabras en su segunda carta a Timoteo, capítulo
4, versículo 7: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la
fe". Volviendo ahora al capítulo 20 de los Hechos, continuemos leyendo los versículos
25 al 27:
"Y ahora, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando
el reino de Dios, verá más mi rostro. Por tanto, yo os declaro en el día de hoy, que
estoy limpio de la sangre de todos, porque no he rehuido anunciaros todo el consejo
de Dios."
Pablo sabía que no vería más en su vida a estos creyentes. Pablo también sabía que
de veras les había enseñado toda la Palabra de Dios. Continuemos con el versículo
28 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre"
Creemos que éste es el deber de las autoridades espirituales de la Iglesia: velar que
los miembros de la congregación sean alimentados espiritualmente. Deben procurar
que los creyentes sean alimentados con la Palabra de Dios. Continuó Pablo hablando
aquí en los versículos 29 y 30, y dijo:
"porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos
rapaces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán
hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos."
Estimado oyente, esto ha sucedido con mucha frecuencia desde aquel entonces. El
diablo, como enemigo de Dios, quiere introducirse en una Iglesia donde se enseña la
Biblia. A él también le gustaría destruir un ministerio en el que se enseña la Palabra
de Dios por medio de la radio. Porque el diablo no es nuestro amigo, sino nuestro
enemigo. Y él querría eliminar la enseñanza de la Palabra de Dios, porque sabe que
ésta trae salvación a los seres humanos y edifica espiritualmente a los creyentes. En
aquella ocasión Pablo les advirtió a los creyentes de Éfeso que esto mismo les
sucedería a ellos. En otras palabras, les dijo que habría entre ellos mismos, personas
que actuarían como insectos termitas, que les causarían verdaderos problemas. De
modo que les dijo aquí en los versículos 31 al 34 de este capítulo 20 de los Hechos:
"Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado
de amonestar con lágrimas a cada uno. Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y
a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con
todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes bien
vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo,
estas manos me han servido."
Vemos que les encomendó a Dios y a Su amor. Les aclaró que no era codicioso del
dinero. Él había trabajado, como dice aquí, para ganarse la vida, tanto para él como
para los que estaban con él. Y concluyó Pablo de hablar con estos ancianos, y les dijo
en los versículos 35 al 38 de este capítulo 20 de los Hechos:
"En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y
recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que
recibir. Cuando terminó de decir estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos
ellos. Entonces hubo gran llanto de todos, y echándose al cuello de Pablo, lo besaban,
y se dolían en gran manera por la palabra que dijo de que no verían más su rostro.
Y lo acompañaron al barco."
Ésta fue realmente una reunión entrañable entre Pablo y los líderes de la iglesia en
Éfeso. Vemos cómo ellos amaban a Pablo y él a ellos. Les resultó difícil dejarle partir,
sabiendo que no le verían otra vez en esta vida y le hicieron una emocionante
despedida.
Y así concluimos nuestro estudio de este capítulo 20 de los Hechos de los Apóstoles.
Llegamos así a
Hechos 21:1-4
En este capítulo continuamos acompañando al apóstol Pablo en su regreso de su
tercer viaje misionero, en su viaje a Jerusalén. Recordemos que el apóstol Pablo hizo
tres viajes y su regreso fue como una maravillosa marcha de victoria hacia la ciudad
de Jerusalén. Pero, mientras él iba por el camino, recibió algunas advertencias. Y él
sabía que le aguardaban problemas en Jerusalén. El capítulo 20 concluyó con el
afectuoso encuentro que el apóstol Pablo tuvo con los dirigentes de la Iglesia en
Éfeso. Después, Pablo continuó su viaje, y si usted tiene un mapa podrá ver la
trayectoria de su tercer viaje misionero. Salió de Mileto y se embarcó para el viaje
que le llevaría de regreso a Israel. Comencemos, pues, leyendo los primeros dos
versículos de este capítulo 21 de los Hechos, que nos hablan del recorrido de su viaje
hasta que vemos a
Pablo en Tiro
"Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos; al día
siguiente, a Rodas, y de allí a Pátara. Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos
embarcamos y zarpamos."
Después de tomar el barco en Mileto navegó hacia la costa sur de Asia Menor hasta
Pátara, donde cambió de embarcación. De allí viajó hacia Tiro, en la costa, al norte
de Cesarea. En realidad era la costa de Israel, la tierra que se conoce hoy como la
antigua Fenicia, que viene a ser hoy el Líbano. Y veamos lo que dice aquí el versículo
3 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria y llegamos a Tiro,
porque el barco había de descargar allí."
Mientras ellos navegaban hacia Tiro, Chipre se veía a la distancia. Y ellos no quisieron
desembarcar allí; el apóstol Pablo ya había estado en ese lugar anteriormente.
Entonces continuaron sin parar allí y siguieron hacia lo que era en ese entonces Siria.
Llegaron a la ciudad de Tiro, que fue desde tiempos antiguos un gran centro
comercial. Notemos ahora lo que dice el versículo 4:
"Hallamos a los discípulos y nos quedamos allí siete días; y ellos, por el Espíritu,
decían a Pablo que no subiera a Jerusalén."
Ahora, como dijimos antes, hay quienes creen que Pablo cometió un error en ir a
Jerusalén y usan este versículo diciendo que estos creyentes hablaron aquí al apóstol
Pablo guiados por el Espíritu. Ahora, si lo entendemos correctamente, veremos que
el Espíritu no se iba a contradecir a sí mismo, sino que estaba diciendo otra vez lo
mismo que había dicho antes, que Pablo no debería ir a Jerusalén a menos que
estuviera preparado para hacer el sacrificio que ello implicaría. Y Pablo continuó
diciendo que estaba dispuesto a dar su vida por el Señor Jesús. Creemos que este
pasaje debe ser interpretado de esa manera.
No creemos que el apóstol Pablo se saliera de la voluntad de Dios cuando subió a
Jerusalén. Tenía una razón sentimental para ir allí, y era una buena razón. Tenía una
ofrenda de dinero entregada por los creyentes no judíos, y la quería llevar a los
creyentes que estaban sufriendo en Jerusalén con sus propias manos, porque esas
mismas manos habían hecho daño a esa Iglesia y eran en parte responsables de que
esa Iglesia hubiera llegado a tal extremo de pobreza. Por tal motivo, no quiso enviar
a algún representante a Jerusalén, sino que prefirió ir él mismo.
Otra razón para creer que el apóstol Pablo no actuó fuera de la voluntad de Dios está
relacionada con algunos de sus escritos posteriores. Cuando Pablo estaba preso en
Roma, la Iglesia de Filipos le envió una expresión de su cariño, para solidarizarse con
su situación. Pero Pablo les escribió lo siguiente, en su carta a los Filipenses, capítulo
1, versículo 12: "Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido,
han contribuido más bien al progreso del evangelio". Porque lo que le sucedió a Pablo
no obstaculizó la difusión del Evangelio sino que la favoreció. Es otro motivo para
creer que Pablo no estaba fuera de los propósitos de Dios.
Más aun, recordemos que, en Hechos 9:15, poco después de la conversión de Pablo,
cuando el Señor Jesús le dijo a Ananías que fuera a hablar con Pablo, le dijo: "Ve,
porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los
gentiles, y de reyes". Bueno, hasta este momento del relato, no hemos visto en
nuestros estudios de los Hechos, al apóstol Pablo ante reyes y gobernadores. Pero
después estudiaremos los capítulos en los cuales él aparecería ante ellos. Pablo
tendría la oportunidad de hablar con el rey Agripa; luego veremos que estaría
también en Roma, probablemente en presencia de Nerón y llegaría hasta aquellos
que estaban en la misma casa de César. El apóstol Pablo hizo referencia a esto
cuando escribió su carta a los Filipenses desde su prisión en Roma.
Finalmente, como hemos mencionado, él escribió en su segunda carta a Timoteo,
capítulo 4, versículo 7, diciendo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera,
he guardado la fe". Y estas palabras fueron escritas cerca del final de su vida. No
creemos pues, que el apóstol Pablo habría hecho esta afirmación, si en un momento
culminante de su vida se hubiera apartado de la voluntad de Dios. Ahora, en nuestro
caso, estamos seguros de que alguna vez en la vida nos hemos alejado por un
momento de la voluntad de Dios; y quizás más de una vez. Pero no lo hicimos a
propósito, lo hicimos en nuestra ignorancia, siguiendo nuestra propia voluntad y
convicción, pensando que tomábamos la mejor decisión. Y creemos que de alguna
manera el Señor compensó esas deficiencias. Pero en el caso de Pablo, no creemos
que él, al final de su vida, hubiera sido capaz de escribir que había peleado la buena
batalla, que había llegado al término de su carrera, y que se había mantenido fiel, si
hubiera actuado en contra de la voluntad de Dios. Hemos dedicado algo de tiempo a
este asunto, porque creemos que se ha prestado a cierta controversia.
Terminamos con una reflexión. El apóstol Pablo, que antes de su conversión había
perseguido a los cristianos causando su ruina y grandes sufrimientos, se encontró un
día con Jesucristo mismo. Él transformó su vida de tal manera que, a partir del día
de su conversión, dedicó su vida a proclamar el nombre de Cristo a través de grandes
sacrificios y dolorosas experiencias, y estuvo dispuesto a entregar esa vida por amor
al Señor y a Su pueblo. Estimado oyente, Dios puede transformar a cualquier
persona, no importando la condición en que se encuentre. Bien pudo escribir el mismo
San Pablo, en Romanos 1:16, las palabras con que hoy nos despedimos, y que son
un reflejo de su propia vida y experiencia: "No me avergüenzo del evangelio, porque
es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree."
Hechos 21:5-22:5
Continuamos hoy estudiando el capítulo 21 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior estuvimos hablando del apóstol Pablo y del regreso de su
tercer viaje misionero. Y dejamos en claro que Pablo no se había apartado de la
voluntad de Dios cuando se propuso ir a Jerusalén. Continuemos hoy entonces con
el versículo 5 de este capítulo 21 de los Hechos, que dice:
"Cumplidos aquellos días, salimos. Todos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron
hasta las afueras de la ciudad, y puestos de rodillas en la playa, oramos."
A propósito sería interesante ponernos a pensar un poco en la postura en que
debemos estar al orar. Dice aquí: "puestos de rodillas en la playa oramos." Ahora,
aunque parece muy apropiado arrodillarnos cuando nos acercamos a la presencia de
Dios en oración, no vamos a argumentar a favor de una posición única al orar. No
creemos que haya una única postura exclusiva para la oración. Creemos que se puede
orar en cualquier parte y en cualquier forma. Podemos orar con nuestros
pensamientos mientras nos dirigimos a un lugar, tanto andando como en un vehículo.
Y podemos encontrar muchos momentos apropiados para orar. Continuemos pues,
con los versículos 6 y 7 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus
casas. Nosotros completamos la navegación saliendo de Tiro y llegando a Tolemaida;
saludamos a los hermanos, y nos quedamos con ellos un día."
Nos podríamos preguntar por qué Pablo se quedó solamente un día allí. Pero es
hermoso leer y observar la maravillosa bienvenida que le dedicaron, y el número de
creyentes que había en estos lugares en ese tiempo. Creemos que había millones de
creyentes en el Imperio Romano, en los últimos años del siglo primero. Leamos ahora
el versículo 8, en el cual encontramos a
Pablo en Cesarea
"Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; entramos
en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos con
él."
Si usted sigue la trayectoria en el mapa que encuentra en su Biblia, podrá darse
cuenta que el apóstol Pablo continuó bajando por la costa de un lugar a otro. Aquí
vemos que se menciona a un personaje notable, que ya hemos conocido
anteriormente, en los capítulos 6 y 8 de este libro. Dice el versículo 9 de Hechos 21:
"Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban."
Ahora, en esta parte cuando dice que Felipe era un evangelista, la palabra significa
literalmente "uno que anuncia buenas noticias". Este versículo muestra que las
mujeres ocupaban un lugar destacado en la iglesia. Estas mujeres, concretamente,
tenían el don de profecía. Todavía no se había escrito el Nuevo Testamento. Ahora,
los versículos 10 y 11 dicen:
"Mientras nosotros permanecíamos allí algunos días, descendió de Judea un profeta
llamado Agabo, quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las
manos y dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre
de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los no judíos."
El Espíritu Santo le estaba revelando a Pablo lo que le sucedería cuando fuera a
Jerusalén. Pero Pablo, aun sabiéndolo, estaba completamente decidido a ir. Además,
este profeta no le estaba diciendo nada nuevo. En el capítulo 20, cuando aun estaba
en Asia Menor, él ya había recibido una revelación sobre las grandes aflicciones que
le esperaban. Leamos los versículos 12 y 13 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar que no subiera a Jerusalén.
Pero Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?, pues yo
estoy dispuesto no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre
del Señor Jesús."
Recordemos que esto fue lo que escribió el Dr. Lucas. Él y sus compañeros no querían
que Pablo fuese a Jerusalén. El Espíritu de Dios le estaba revelando a Pablo que iba
a ser apresado. Y él les pidió a los creyentes que no llorasen, porque le estaban
entristeciendo. Es conmovedor ver aquí la cariñosa preocupación de aquellos
creyentes por el apóstol Pablo. ¡Cómo le amaban! Y el versículo 14 nos dice:
"Como no lo pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor."
Vemos pues, que el apóstol Pablo estaba actuando de acuerdo con la voluntad del
Señor, y que ésta se cumpliría. Continuemos ahora con los versículos 15 al 17 de
este capítulo 21 de los Hechos:
"Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén. Y vinieron
también con nosotros algunos de los discípulos de Cesarea, trayendo consigo a uno
llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos. Cuando
llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo."
Aquí vemos que cuando el apóstol Pablo llegó a Jerusalén, la Iglesia local le recibió
con mucha alegría. Continuemos con el versículo 18:
"Al día siguiente, Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos
todos los ancianos"
Ya por ese entonces él era un veterano, que había estado en el ministerio cristiano
por largo tiempo y llevaba en su cuerpo las cicatrices que demostraban que era un
siervo del Señor Jesús. Avancemos con los versículos 19 al 21 de este capítulo 21 de
los Hechos:
"a los cuales, después de haberlos saludado, les contó una por una las cosas que
Dios había hecho entre los no judíos por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron,
glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que
han creído; y todos son celosos por la Ley. Pero se les ha informado en cuanto a ti,
que enseñas a todos los judíos que están entre los no judíos a apostatar de Moisés,
diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las costumbres."
En realidad los judíos habían distorsionado lo que Pablo estaba realmente enseñando
y haciendo.
Aquí hemos llegado a otro pasaje interesante, acerca del cual algunos buenos
expositores Bíblicos ofrecen diferentes explicaciones. ¿Estaba Pablo dentro o fuera
de la voluntad de Dios cuando fue a Jerusalén y cumplió un voto o promesa que
evidentemente implicaba la presentación de una ofrenda?
Los creyentes de Jerusalén contaron a Pablo que miles de judíos habían creído en
Cristo, pero no habían abandonado la ley de Moisés. Sin embargo no podían insistir
en que los no judíos debían sujetarse a la Ley. Por otra parte, los no judíos no podían
insistir en que los judíos renunciasen a las costumbres o prácticas de la Ley, siempre
y cuando no confiaran en ellas para obtener la salvación. Aquellos que insistían en
que la gracia de Dios no obligaba a los no judíos a cumplir la ley de Moisés, parecían
olvidar que la misma gracia de Dios permitía a los judíos continuar cumpliendo con
sus preceptos, si ellos sentían que ésa era la voluntad de Dios.
Recordemos que Pedro no había comido nada en contra de la ley mosaica hasta que
visitó a Pablo en Antioquía. De la misma manera, los creyentes judíos aborrecían el
comer cualquier cosa que hubiese sido sacrificada a los ídolos, lo cual no molestaba
a la conciencia de los no judíos. Sin embargo, si el comer esa carne ofendía la
conciencia de otro creyente y era para él un obstáculo espiritual, entonces no debía
hacerse. Pablo dijo en 1 Corintios 8:8 que el hecho de que Dios nos aceptase no
dependía de lo que comiéramos, pues no íbamos a ser mejores por comer ni peores
por no comer.
Pablo también escribió que si una persona se crió de acuerdo con ciertas costumbres,
la gracia de Dios le permite seguir practicando esas costumbres, después de haber
aceptado al Señor Jesús como su Salvador. Dijo en su primera carta a los Corintios,
capítulo 7, versículos 17 al 20, diciendo: "Cada uno debe vivir según los dones que
el Señor le ha concedido y tal como era cuando Dios lo llamó. . . Si Dios llama a uno
que ha sido circuncidado, no trate éste de disimular su circuncisión; y si llama a uno
que no ha sido circuncidado, no debe circuncidarse. Porque lo importante no es estar
o no estar circuncidado, sino obedecer los mandatos de Dios. Quédese cada uno en
la condición en que se encontraba cuando Dios lo llamó".
Pablo aplicó este principio para ganar a gente para Cristo. Más adelante, en el capítulo
9 de la misma primera carta a los Corintios, versículos 19 al 23, Pablo dijo: "Por lo
cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número.
Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos
a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que
están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando
yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los están sin ley. Me he
hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo,
para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para
hacerme copartícipe de él". No critiquemos, pues, al apóstol Pablo por lo que él hizo
en Jerusalén. Él hizo una promesa o un voto para ganar a los judíos. Si él no hubiera
sido judío, habría sido cuestionable que adoptara una costumbre extranjera. Con
estos antecedentes, pues, podemos comprender la acción de Pablo. Leamos los
versículos 22 al 26 de este capítulo 21 de los Hechos, donde continuaron hablando
los ancianos y le dijeron a Pablo:
"¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz,
pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación
de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos y paga sus gastos para que se
rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó
acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la Ley. Pero en
cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que
no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos,
de sangre, de ahogado y de fornicación. Entonces Pablo tomó consigo a aquellos
hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el Templo para
anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse
la ofrenda por cada uno de ellos."
Ahora, ¿que tendría que haber hecho Pablo? Había llegado a Jerusalén, siendo muy
bien recibido por esa iglesia. Había recibido un don para trabajar en las iglesias de
los que no eran judíos. Estos creyentes de Jerusalén habían escuchado sus informes
y se habían alegrado de cómo Dios estaba salvando a los no judíos. Pero luego le
dijeron que había miles de judíos en Jerusalén que habían confiado en Cristo
aceptándole como su Mesías y Salvador. Ninguno de ellos quería que hubiera una
división en la iglesia, porque había una sola iglesia de Jesucristo y no una iglesia judía
y otra no judía, Un judío que hubiera venido a Jesucristo no dejaba de ser un judío.
Así que le dijeron a Pablo: "Tú eres un judío. Estos son tus antecedentes y
seguramente quieres ganar a los judíos para Cristo. Ya que eres judío, no te va a
perjudicar ir con estos cuatro judíos que han hecho una promesa. Ellos se han rapado
la cabeza y van a ir al templo. ¿No podrías ir con ellos?" Y así lo hizo Pablo. No hizo
un voto porque estaba obligado a hacerlo. Lo hizo porque quería ganar a aquella
gente.
Estimado oyente, usted no tiene que prometerle a Dios cumplir con un voto, o hacerle
una promesa solemne; pero, si usted quiere hacerlo, bien puede. Porque como
creyente usted tiene libertad de hacerlo bajo la gracia de Dios. Pero, lo que realmente
cuenta es entender que no somos salvos por lo que hagamos sino sólo por medio de
la gracia infinita de Dios. Ahora veamos lo que ocurrió aquí en los versículos 27 y 28,
de este capítulo 21 de los Hechos, en los cuales encontramos a
Pablo en el templo de Jerusalén
"Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verlo en
el Templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, gritando: ¡Israelitas,
ayudad! Éste es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la
Ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el Templo y ha profanado
este santo lugar."
Como generalmente sucede con las turbas, aquella multitud actuó impulsada por
suposiciones y desinformación. Lo podemos ver claramente aquí en el versículo 29:
"Decían esto porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Éfeso, a
quien pensaban que Pablo había metido en el Templo."
Necesitamos hacer aquí una distinción clara. Cuando Pablo, que era judío y criado en
esa tradición llegó a Jerusalén, fue al templo. Ahora, Trófimo, que era efesio y
aparentemente uno de los convertidos por el ministerio de Pablo cuando estuvo con
él en Jerusalén, no tenía ningún motivo para ir al templo ni para participar de algún
ritual. Esta tradición no formaba parte de sus antecedentes. Como creyente que era,
estaba bajo la gracia de Dios y podía haberlo hecho si así lo hubiera deseado, como
parte de su libertad cristiana. Por supuesto, Pablo supo que el voto que estaba
haciendo no tenía nada que ver con su salvación.
El voto de Pablo probablemente incluyó el ayuno y una cierta dieta. El apóstol Pablo
estaba acostumbrado a ayunar porque era judío. Vemos hoy en día, que hay
cristianos que siguen dietas con una constancia tal que, en algunos casos, parece
una actitud de fe o religiosidad. Y el único beneficio que se notará al cumplirlas, será
en la salud y en el cuerpo lo cual, por supuesto, es importante. Pero, desde un punto
de vista espiritual, una dieta no le hará a nadie más aceptable delante de Dios. Bajo
el principio de la gracia de Dios y la libertad cristiana, un cristiano puede adoptar una
dieta o no. Pero ello no tendrá nada que ver con su relación con Dios. Pero,
regresemos pues a nuestro estudio y vemos que en realidad esta gente aquí causó
un gran desorden, y hasta incluso intentaron matar a Pablo. Leamos ahora los
versículos 30 al 32 de este capítulo 21 de los Hechos:
"Toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo. Apoderándose de Pablo, lo
arrastraron fuera del Templo, e inmediatamente cerraron las puertas. Intentaban
ellos matarlo, cuando se le avisó al comandante de la compañía que toda la ciudad
de Jerusalén estaba alborotada. Éste, inmediatamente tomó soldados y centuriones
y corrió a ellos. Cuando ellos vieron al comandante y a los soldados, dejaron de
golpear a Pablo."
Observemos la amargura y el odio que sentían hacia Pablo, porque enseñaba que no
era necesario someterse a la ley mosaica para ser salvo. Pero, por otra parte, Pablo
actuaba correctamente al seguir una de las costumbres de su propio pueblo, si así lo
deseaba o creía conveniente, porque estaba tratando de ganar a los judíos. Ahora
aquí, si el comandante y los soldados no hubieran intervenido, habrían matado a
Pablo. Continuemos ahora con el versículo 33, en el que vemos a
Pablo sujetado con cadenas
Ahora, el comandante no conocía al apóstol Pablo y pensó que Pablo había cometido
algún delito, porque ordenó que fuese encadenado. Leamos los versículos 34 al 36:
"Pero, entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros otra; y como no podía
entender nada de cierto a causa del alboroto, lo mandó llevar a la fortaleza. Al llegar
a las gradas, aconteció que era llevado en peso por los soldados a causa de la
violencia de la multitud, porque la muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando:
¡Muera!"
Ahora, como el oficial romano no pudo entender de qué se le acusaba, decidió llevarse
a Pablo a la fortaleza. Dice el versículo 37:
"Cuando estaban a punto de meterlo en la fortaleza, Pablo dijo al comandante: ¿Se
me permite decirte algo? y él dijo: ¿Sabes griego?"
Aquí vemos que el comandante se sorprendió mucho. En un principio pensó que tenía
ante sí a un criminal común, pero este hombre hablaba griego perfectamente. Y le
entendió, porque él mismo era un emisario extranjero. Entonces le dijo, en el
versículo 38:
"¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días y sacó al
desierto los cuatro mil sicarios?"
Pensó que Pablo era el líder de un grupo rebelde, y que lo había introducido en el
país. Pero, veamos lo que contestó Pablo en el versículo 39:
"Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una
ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo."
Notemos que el apóstol Pablo no solamente habló en griego, sino que dijo que era
judío. Y al identificarse el comandante le dijo entonces: "Sí, claro, no sabía quién
eras. Puedes hablar al pueblo". Y entonces, en el versículo 40 leemos:
"Cuando él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al
pueblo. Se hizo un gran silencio, y comenzó a hablar en lengua hebrea, diciendo..."
Aunque Pablo le había hablado al comandante en griego, cuando se dirigió a la
multitud, habló en hebreo, su lengua nativa. En el momento en comenzó a hablarles
en hebreo, el idioma que comprendían y amaban, ellos le escucharon. Y con esto
llegamos a
Hechos 22:1-5
Y en este capítulo tenemos el mensaje de Pablo a la multitud. Les hablaría de su
encuentro con Cristo y su posterior experiencia, que le llevaría a Jerusalén. Después
apelaría a su ciudadanía romana para librarse de los terribles azotes que sufrían los
presos. Leamos, los versículos 1 y 2 y comencemos a escuchar este elocuente
mensaje que fue
La defensa de Pablo ante la multitud
"Hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros. Al oír que les hablaba en
lengua hebrea, guardaron más silencio. Él les dijo..."
El momento en que el apóstol Pablo empezó a hablar en hebreo fue como un viento
furioso desapareciendo gradualmente. Fue como cuando se calman las olas del mar.
Ellos se callaron, se calmaron. Estaban escuchando a alguien que era uno de ellos. Y
Pablo comenzó contándoles su historia, y les dijo aquí en el versículo 3:
"Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad,
instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la Ley de nuestros padres,
celoso de Dios como hoy lo sois todos vosotros."
Pablo estaba siendo perseguido por los líderes judíos, los líderes religiosos de ese
tiempo. Y Pablo había sido uno de ellos. Él había sido fariseo. Y una de las razones
por las cuales él les comprendía y amaba tanto, era porque él sabía exactamente
como se sentían. Les habló de sus antecedentes porque quería ganarlos para Cristo.
Y Pablo tenía un currículo excelente. La mejor universidad griega de aquel tiempo se
encontraba en Tarso, y no en Atenas, ni en Corinto. Éstas dos últimas ya habían
pasado su apogeo, y en esos momentos, Tarso era una próspera ciudad y un
importante centro educativo. Ahora, era muy probable que Pablo hubiera estudiado
en la universidad de Tarso, y que tuviera una buena educación en la cultura griega.
Y había estado en Jerusalén, estudiando bajo Gamaliel, que era el erudito más
sobresaliente de aquel entonces. Y continuó diciéndoles en el versículo 4 de este
capítulo 22 de los Hechos:
"Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a
hombres y mujeres"
Vemos que Pablo dijo nuevamente: "este Camino". No mencionó ni a la Iglesia, ni a
los seguidores de Cristo, los cristianos. Utilizó un término común, con el cual estaban
familiarizados. Pero cuando él dijo: "este Camino", se refería al mismo Señor
Jesucristo, quien se presentó como el Camino, la Verdad y la Vida. Pablo,
prácticamente les estaba diciendo: "Yo tengo los mismos antecedentes que vosotros
tenéis. Y yo también perseguía a este Camino. Yo sé cómo os sentís, porque yo hice
lo mismo antes". Y continuó diciéndoles aquí en el versículo 5:
"como el Sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes
también recibí cartas para los hermanos, fui a Damasco para traer presos a Jerusalén
también a los que estuvieran allí, para que fueran castigados"
Y en nuestro próximo programa continuaremos con este relato de su conversión. Pero
hoy, estimado oyente, nos quedamos con la frase de Jesús en la mente. En un mundo
en que todos los caminos parecen formar, en su conjunto, una especio de laberinto
que no conduce a ninguna parte, donde las verdades se transforman en lemas
provisionales, cambiantes e inciertos, y donde la vida es un término que más bien
nos recuerda a la muerte y al fracaso humano, es importante recordar la vigencia de
aquella afirmación de Jesús cuando dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie
viene a Dios, el Padre, sino por mí."
Hechos 22:6-23:24
Continuamos estudiando hoy el capítulo 22 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior hablamos de la defensa que el Apóstol Pablo comenzó a
hacer de sí mismo ante el pueblo que se había reunido en Jerusalén. Y notamos cómo
había comenzado a hablarles en lengua hebrea, se identificó diciendo quién era, cómo
se había educado, y luego les dijo que él mismo anteriormente perseguía a este
Camino. Por ese motivo, comprendía cómo ellos se sentían. Había usado la expresión
"este Camino", sin mencionar a la iglesia ni a los cristianos, sino que utilizó un
término común, que el pueblo judío que se hallaba allí reunido, comprendía. Cuando
él dijo "este Camino", estaba, entonces, refiriéndose al Señor Jesucristo mismo,
porque Él se presentó como el Camino, la Verdad, y la Vida. Y continuó contándoles
como había ido a Damasco para tomar prisioneros a los creyentes y traerlos a
Jerusalén, para que fueran castigados. Y continuó entonces Pablo, narrando su
conversión. Leamos los versículos 6 al 9 de este capítulo 22 de los Hechos.
"Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de
repente me rodeó mucha luz del cielo. Caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?. Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor?. Me dijo:
Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Los que estaban conmigo vieron a la
verdad la luz, y se espantaron, pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo."
Sería bueno recordar algo del relato de la conversión de Saulo, que se encuentra en
Hechos 9:7, donde dice: "Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos,
porque, a la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie". Aquí no hay ninguna
contradicción con lo que acabamos de leer aquí en el versículo 9 del capítulo 22 de
los Hechos, donde dice que los hombres que estaban con Pablo en el momento de su
conversión, "vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz
del que hablaba" con él. O sea que escucharon el sonido de la voz, pero no
comprendieron el significado de la voz, ni supieron de quién era esa voz. Continuemos
ahora con los versículos 10 hasta el 16 de este capítulo 22 de los Hechos. Continuó
Pablo hablando y dijo:
"Yo dije: ¿Qué haré, Señor?. Y el Señor me dijo: Levántate y vete a Damasco, y allí
se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. Como yo no veía a causa de aquella
luz resplandeciente, llegué a Damasco llevado de la mano por los que estaban
conmigo. Entonces uno llamado Ananías, hombre piadoso según la Ley, que tenía
buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban, vino a mí y, acercándose, me
dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y
lo miré. Él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su
voluntad, veas al Justo y oigas la voz de su boca, porque serás testigo suyo ante
todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes?
Levántate, bautízate y lava tus pecados invocando su nombre."
Cabe destacar aquí que Pablo había estado participando de una entrevista privada
con el Señor Jesús. Creo que el Señor habló e instruyó a Pablo cuando pasó un tiempo
en el desierto de Arabia. Continuemos con los versículos 17 al 20.
"Volví a Jerusalén, y mientras estaba orando en el Templo me sobrevino un éxtasis.
Vi al Señor, que me decía: Date prisa y sal prontamente de Jerusalén, porque no
recibirán tu testimonio acerca de mí. Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba
y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la
sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo también estaba presente y consentía en su
muerte, y guardaba las ropas de los que lo mataban."
Pablo no había olvidado que había estado presente cuando Esteban fue apedreado,
y que él había sido el responsable. Esto le había producido una impresión que nunca
podría borrarse de su mente, y que en realidad le preparó para su propia conversión.
Y continuó Pablo hablando de su visión y dijo aquí en los versículos 21 y 22:
"Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos, a los que no son judíos. Lo oyeron
hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: ¡Quita de la tierra a tal hombre,
porque no conviene que viva!"
Pablo mencionó a los no judíos porque había estado entre esa gente, hablándoles de
Jesucristo. Los judíos lo habían oído y ya sabían que él lo había hecho. Pero en el
momento en que el Apóstol Pablo mencionó a los no judíos, fue como si hubiera
encendido una mecha, y los judíos ya no quisieron escucharle más. Y leemos aquí en
los versículos 23 y 24 de este capítulo 22 de los Hechos:
"Y como ellos gritaban, arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el
comandante que lo metieran en la fortaleza y ordenó que fuera azotado para que
hablara, a fin de saber por qué causa gritaban así contra él."
Cuando el Apóstol Pablo dejó de hablar en griego y empezó a hablar en hebreo a la
multitud, el comandante se quedó allí sin poder entender lo que Pablo decía. No podía
entender lo que estaba ocurriendo, ni tampoco le fue posible comprender en qué
consistía el problema. Todo lo que pudo hacer cuando la multitud se enardeció, fue
llevar a Pablo dentro de la fortaleza. Y como Pablo era un prisionero, pensó que podría
averiguar la verdad de todo este asunto azotándole, como era la costumbre en esos
tiempos. Pero veamos como, en el versículo 25:
Pablo apeló a su ciudadanía romana
"Pero cuando lo ataban con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os
está permitido azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?"
Aquí vemos que al Apóstol Pablo le habían entendido mal en todo. Los judíos creían
que él había llevado a Trófimo al Templo, pero él no lo había hecho. El comandante
había pensado que él era egipcio, que era un provocador de disturbios, y resultó que
no lo era. Pero observemos quien era. Era un hebreo que hablaba griego con soltura.
Habla griego perfectamente. Además, era un ciudadano romano. Y entonces Pablo
apeló a su ciudadanía romana para evitar recibir los azotes que recibían los presos.
Y veamos lo que ocurrió en los versículos 26 al 28 de este capítulo 22 de los Hechos:
"Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al comandante, diciendo: ¿Qué vas a
hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. Se acercó el comandante y le dijo:
Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el comandante: Yo con una
gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de
nacimiento."
Es sorprendente ver que este tribuno había sido antes un esclavo. Quizás él había
ahorrado dinero o lo había conseguido por otros medios y de esa manera había podido
comprar su libertad. Después había progresado en el ejército romano hasta lograr
ascender al grado de comandante. Y el comandante se encontraba asombrado de
tener como prisionero a un ciudadano romano que había nacido libre, sin haber tenido
que comprar su libertad y ciudadanía. Y dicen los versículos finales, los versículos 29
y 30 de este capítulo 22 de Hechos:
"Así que, al punto se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el
comandante, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberlo
atado. Al día siguiente, queriendo saber con certeza la causa por la cual lo acusaban
los judíos, lo soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a
todo el Concilio, y sacando a Pablo, lo presentó ante ellos."
El oficial romano entonces se dio cuenta que tenía en su presencia a un hombre
extraordinario. Era un hombre culto que hablaba griego; era judío, pero también era
un ciudadano romano, y de ninguna manera era un delincuente común. El
comandante resolvió entonces, no tratar a Pablo como tal. Sin embargo, quiso
averiguar cuáles eran las acusaciones que se presentaban contra Pablo, y resolvió
celebrar una audiencia ante los principales sacerdotes y la junta suprema para oír
esas acusaciones.
Vemos, pues, que Pablo tenía muchas ventajas que le convertían en el hombre
apropiado para ser un misionero ante el Imperio Romano. El tenía una visión global
de su actividad. Su formación griega le había preparado para tener esa perspectiva
cristiana cósmica. También había sido educado en el sistema legal de Moisés, lo cual
le preparó para interpretarlo a la luz de la venida de Cristo, Su muerte redentora y
resurrección. Y una ventaja de no poca importancia era su ciudadanía romana, que
finalmente le abrió la puerta para visitar Roma.
Y así concluye nuestro estudio del capítulo 22 de los Hechos. Llegamos ahora a
Hechos 23:1-24
Y en este capítulo tenemos al Apóstol Pablo ante el Sanedrín, supremo tribunal
religioso de los judíos, donde se encontraban los líderes religiosos que querían
juzgarlo. A partir de este momento encontraremos a Pablo presentando una defensa
de sí mismo y de su ministerio. Como los judíos tenían un plan para matarlo, sería
conducido preso a Cesarea, para ser juzgado ante Félix. Pasaría unos 2 años allí en
la prisión hasta que finalmente apeló y fue enviado a Roma.
Estimado oyente, durante el estudio de este capítulo podremos ver la mano de Dios
actuando en la vida del Apóstol Pablo. Y de la misma manera, Dios quiere obrar hoy
en su vida y en la mía. Es maravilloso saber que en cualquier parte por donde usted
y yo nos encontremos, el Señor está obrando. No importa si nuestras vidas son muy
sencillas o rutinarias; Dios tiene interés en nosotros. Dios quiere darnos aquella guía
y dirección que necesitamos para poder enfrentar la complejidad de las situaciones
propias de nuestra cultura contemporánea.
Volviendo a nuestro relato, recordemos que, frente al Sanedrín, Pablo hizo un intento
inútil de explicar su posición y su conducta. Después veremos su traslado a Cesarea
para el juicio ante Félix. Ésta es una sección notable, con un relato emocionante de
las experiencias de Pablo como prisionero por causa de Jesucristo. Comencemos,
pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 23 de Hechos, que
comienzan a relatarnos
La defensa de Pablo ante el sanedrín
"Entonces Pablo, mirando fijamente al Concilio, dijo: Hermanos, yo con toda buena
conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías
ordenó entonces a los que estaban junto a él que lo golpearan en la boca."
Tratemos de imaginarnos a Pablo ante el Sanedrín. Allí se encontraban reunidos el
sumo sacerdote y el concilio. Pablo, mirándolos fijamente, comenzó su defensa. El
sumo sacerdote se destacó por su brusquedad y agresividad. Ahora dice el versículo
3:
"Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, hipócrita! ¿Estás tú sentado para
juzgarme conforme a la Ley, y quebrantando la Ley me mandas golpear?"
De acuerdo a la ley romana, ningún hombre podía ser castigado hasta que la
sentencia hubiera sido pronunciada. El simple hecho de que Pablo había sido
arrestado y acusado, no les daba ninguna libertad a aquellos que lo habían arrestado,
para abusar de él. En esos días las leyes romanas otorgaban protección legal a los
detenidos, pero este incidente del Apóstol Pablo y el juicio de Jesús, nos hacen
reconocer que aun la ley romana podía ser desvirtuada. La justicia dependía del que
aplicaba la ley. Un sistema o una ley no tienen tanta importancia como aquellos que
están encargados de ejecutarla.
En nuestro tiempo hay quienes creen que si cambiáramos nuestra forma de gobierno,
se acabarían los problemas. Lo que necesitamos no es un cambio de sistemas, sino
una transformación auténtica del corazón humano.
El sumo sacerdote, pues, ordenó que golpearan a Pablo en la boca, pero Pablo
continuó hablando de una manera clara y enérgica. Con esto debemos disipar la idea
de que Pablo les tenía miedo. Muchas veces interpretamos mal la humildad y creemos
que quita la capacidad de reacción ante las injusticias. En realidad, la humildad y la
mansedumbre significan que nos sometemos a la voluntad de Dios, sin preocuparnos
del precio que haya que pagar. Pablo era manso y humilde, y se sometió a la voluntad
de Dios. Sin embargo, demostró conocer sus derechos, habló claro en contra de esta
injusticia y llamó al sumo sacerdote hipócrita, advirtiéndole que estaba violando la
ley. Continuemos ahora con el versículo 4:
"Los que estaban presentes dijeron: ¿Al Sumo sacerdote de Dios insultas?"
Ahora Pablo no sabía que este hombre era el sumo sacerdote. Creemos que, al verle,
en condiciones normales, él habría conocido al sumo sacerdote. Antes de convertirse
había sido Fariseo. Pero posiblemente esta sea otra evidencia de que Pablo sufría de
una enfermedad de los ojos, y no veía bien. Al entrar en nuestro estudio de las cartas
que Pablo escribió, encontraremos otras declaraciones que indican que Pablo tenía
dificultades con su visión. El versículo 5 dice:
"Pablo dijo: No sabía, hermanos, que fuera el Sumo sacerdote, pues escrito está: No
maldecirás a un príncipe de tu pueblo."
Vemos que Pablo conocía la ley en todos sus detalles. Él sabía perfectamente que
había que respetar a los que ejercían la autoridad. Debemos respetar a quienes han
sido colocados en posiciones de autoridad, aunque creamos que tales autoridades
estén equivocadas o no gobiernen bien. Pablo escribió en su carta a los Romanos,
capítulo 13, versículo 1, diciendo: "sométase toda persona a las autoridades
superiores; porque no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que hay, por
Dios han sido establecidas". Es interesante destacar que Pablo escribió esto cuando
Nerón ocupaba el trono de Roma, y Nerón, como bien sabemos, estaba loco. Leamos
a continuación el versículo 6:
"Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la
voz en el Concilio: Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza
y de la resurrección de los muertos se me juzga."
Pablo, pues, siguió dando a los miembros del Sanedrín más informes en cuanto a su
pasado, mientras continuaba hablando. Su padre también había sido fariseo, y por
tanto, un hombre rico e influyente.
Ahora veamos cómo el Apóstol Pablo se aprovechó de la discordia existente entre los
dos partidos que se encontraban allí presentes para apoyar su propia defensa. La
cuestión aquí no era la resurrección de Jesucristo. Simplemente ocurría que los
fariseos creían en la resurrección de los muertos, en la cual tenían puesta su
esperanza, mientras que los saduceos no creían en la resurrección. Ahora Pablo
aprovechó esta diferencia entre ellos, para convertir el juicio en una controversia
teológica entre los fundamentalistas y los progresistas de aquel tiempo. Y no le fue
muy difícil crear esta situación. Y vemos en los versículos 7 al 9 de este capítulo 23
de los Hechos, lo que sucedió:
"Cuando dijo esto, se produjo discusión entre los fariseos y los saduceos, y la
asamblea se dividió, porque los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni
espíritu; pero los fariseos afirman que sí existen. Entonces hubo un gran vocerío y,
levantándose los escribas de la parte de los fariseos, discutían diciendo: Ningún mal
hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos
a Dios."
Cuando los fariseos se enteraron que Pablo había sido un fariseo, salieron en su
defensa. Dice el versículo 10.
"Como la discusión era cada vez más fuerte, el comandante, temiendo que Pablo
fuera despedazado por ellos, mandó que bajaran soldados, lo arrebataran de en
medio de ellos y lo llevaran a la fortaleza."
Ésta fue la primera vez que el doctor Lucas, escritor del libro de Hechos, por primera
vez dijo que se produjo una gran discusión. Conociendo la gran moderación de este
escritor para describir las situaciones extremas, deducimos que ésta fue la peor
disensión que se registró en el libro de Hechos, por parte de cualquier grupo. Pablo
nuevamente se halló en tanto peligro que el comandante romano tuvo que intervenir
con sus soldados para salvarle de un Sanedrín furioso y fuera de control. Y aunque
hemos defendido anteriormente el concepto del gobernador de Acaya, Galión, de
separación entre la iglesia y el estado, reconocemos que en esta ocasión el estado
estaba actuando adecuadamente para proteger al apóstol Pablo. Por consiguiente, el
oficial romano salvó otra vez al Apóstol Pablo sin enterarse de la razón por la que le
odiaban. Y leemos aquí en el versículo 11, acerca del momento en que
El Señor se le apareció a Pablo
"A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como
has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma."
Una vez más vemos que Pablo no estaba fuera de la voluntad de Dios al haber ido a
Jerusalén. El Espíritu de Dios le había advertido que tendría prisiones y tribulaciones
cuando fuese a Jerusalén. Pero, a pesar de esa advertencia, el Apóstol Pablo iría a
Jerusalén y testificaría del Señor Jesús en esa ciudad. Éste era el método de Dios.
Pablo nunca había tenido antes una oportunidad como ésta para predicar en
Jerusalén. Y Dios le daría una ocasión para testificar también en Roma. Es decir que,
en vez de palabras de reproche por haber ido a Jerusalén, Pablo recibió palabras de
ánimo. Dios estaba utilizando estos medios para llevarle a Roma. Continuemos con
el versículo 12 de este capítulo 23 de los Hechos, que inicia el relato de
La conspiración contra Pablo
"Cuando fue de día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron
bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran dado
muerte a Pablo."
Nos imaginamos que estos judíos habrán pasado mucha hambre y sed antes que este
asunto terminara (y nos preguntamos si habrán llegado a terminar su huelga de
hambre). En los versículos 13 hasta el 15 leemos que
"Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los
principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado
bajo maldición a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora
pues, vosotros, con el Concilio, requerid al comandante que lo traiga mañana ante
vosotros, con el pretexto de que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de
él; y nosotros estaremos listos para matarlo antes que llegue."
Éste fue el complot que ellos hicieron para asesinar al Apóstol Pablo; pero sabemos
que el Señor tenía un plan diferente para Pablo. Dios indicó claramente que Pablo iría
a Roma, y vemos que en realidad esto sucedió después. Continuemos leyendo los
versículos 16 al 18, para ver cómo se desarrolló este plan.
"Pero el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la
fortaleza y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a
este joven ante el comandante, porque tiene cierto aviso que darle. Él entonces,
tomándolo, lo llevó al comandante y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que
trajera ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte."
Aquí vemos que Pablo ejerció su derecho como ciudadano romano. Además, estos
dos versículos nos permiten conocer un poco más acerca de la familia de Pablo, y
vemos que tenía una hermana que vivía con su familia en Jerusalén. Continuemos
con los versículos 19 al 22:
"El comandante, tomándolo de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es
lo que tienes que decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que
mañana lleves a Pablo ante el Concilio, con el pretexto de que van a inquirir alguna
cosa más cierta acerca de él. Pero tú no los creas, porque más de cuarenta hombres
de ellos lo acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición a no comer ni
beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa.
Entonces el comandante despidió al joven, mandándole que a nadie dijera que le
había dado aviso de esto."
De esta manera el oficial romano se enteró del complot contra Pablo. Hubiera sido
muy sencillo para el Apóstol Pablo, decirle a su sobrino aquí: "Gracias por venir, pero
como estoy confiando en el Señor, tú puedes regresar a tu casa". Pero no fue así;
vemos que Pablo se sirvió de los privilegios que su ciudadanía romana le brindaba y
dio aviso al comandante para que tomara las medidas oportunas. Es que Dios provee
los medios necesarios y espera que hagamos uso de ellos. Y esto en ningún momento
significa que no estemos confiando en el Señor. Significa que estamos confiando en
que Dios puede usar los métodos y los medios que Él ha puesto a nuestra disposición
para llevar a cabo Sus propósitos. Esto es lo que nosotros ciertamente entendemos
por confiar en el Señor. Leamos entonces, lo que hizo el comandante, en los
versículos 23 y 24 de este capítulo 23 de los Hechos, que inician un párrafo que nos
relata que
Pablo fue enviado a Cesarea
"Llamando a dos centuriones, mandó que prepararan para la hora tercera de la noche
doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fueran hasta
Cesarea; y que prepararan cabalgaduras en que, poniendo a Pablo, lo llevaran a salvo
a Félix, el gobernador."
Recordemos que un centurión tenía a 100 soldados a su mando. Un verdadero
ejército acompañó al Apóstol Pablo en si viaje a Cesarea. Pablo se hallaba siguiendo
en todo este asunto la voluntad de Dios. Esto nos revela el peligro que su vida corría.
No había duda de que los judíos tenían toda la intención de asesinarle. Pablo fue,
pues, llevado a Cesarea para comparecer ante Félix, el gobernador. Recordemos que
los gobernadores romanos tenían su centro de operaciones en Cesarea, y solo
ocasionalmente subían a Jerusalén. Pilato, por ejemplo, tenía allí su centro de
operaciones. Los gobernadores romanos, pues, preferían vivir en Cesarea antes que
en Jerusalén, porque el clima era más agradable.
Estimado oyente, en nuestro programa anterior vimos que Dios transforma por Su
Espíritu a los que confían en Jesucristo, por su obra en la cruz. Y cuando una vida se
entrega incondicionalmente en las manos de Dios, Él se hace cargo de ella, y la utiliza
para bendecirla abundantemente, y para le extensión del reino de Dios. Y no hay
fuerza en el mundo capaz de impedir que Dios cumpla Su propósito en ese hombre,
en esa mujer.
Hechos 23:25-24:25
Continuamos estudiando hoy el capítulo 23 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior hablamos del complot que habían tramado los judíos
contra el apóstol Pablo. Cuando el tribuno se enteró de este complot, decidió
entonces, enviarle a Cesarea para que Félix el Gobernador, se encargara del asunto.
Y dijimos que un verdadero ejército acompañó al apóstol Pablo cuando le llevaron a
Cesarea, a donde fue llevado para comparecer ante Félix, el Gobernador. Dijimos que
los gobernadores romanos tenían su centro de operaciones en Cesarea y solamente
de vez en cuando, subían a Jerusalén. Desde luego, esto apartó a Pablo del peligro
que representaba para él, estar en Jerusalén. Continuemos hoy con los versículos 25
al 29 de este capítulo 23 de los Hechos, donde vemos lo que hizo el comandante:
"Y escribió una carta en estos términos: Claudio Lisias al excelentísimo gobernador
Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo
libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y
queriendo saber la causa por la que lo acusaban, lo llevé al Concilio de ellos; y hallé
que lo acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno
de muerte o de prisión."
Vemos que la carta era muy formal. En aquellos días las cartas no eran firmadas
como lo hacemos hoy en día. Ellos ponían más bien el nombre de la persona que
enviaba la carta, al principio; mientras que hoy va al final.
También podemos notar en la carta, que el comandante quería que el gobernador
Félix se diera cuenta de que él estaba cumpliendo con su deber, al proteger a los
ciudadanos romanos. Claudio Lisias, el comandante que enviaba la carta a Félix, le
dijo claramente que en realidad no sabía con exactitud cuál era la acusación lanzada
contra Pablo. Lo que sí sabía era que se trataba de la ley de los judíos, pero que bajo
la ley romana, Pablo no era culpable de nada digno de muerte ni prisión.
Continuemos, pues, con los versículos 30 hasta el 35 de este capítulo 23 de los
Hechos:
"Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre,
al punto lo he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante
de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien. Los soldados, tomando a Pablo como se
les ordenó, lo llevaron de noche a Antípatris. Al día siguiente, dejando a los jinetes
que fueran con él, volvieron a la fortaleza. Cuando aquellos llegaron a Cesarea y
dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. El
gobernador leyó la carta, y preguntó de qué provincia era; y al saber que era de
Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que lo vigilaran en el
pretorio de Herodes."
Veremos que quienes acusaban al apóstol Pablo estarían dispuestos a viajar hasta
Cesarea. Y veremos luego que Pablo no se defendería tanto a sí mismo, sino que
hablaría de Cristo. Recordemos que anteriormente el Señor había dicho que Pablo
proclamaría Cristo ante reyes, gobernadores y soberanos. Pablo estaba actuando de
acuerdo con la voluntad de Dios y Dios estaba llevando a cabo Su propósito.
Y con esto concluimos el capítulo 23 de los Hechos. Llegamos ahora a
Hechos 24:1-25
Y en este capítulo tenemos a Pablo ante Félix. Pero, antes de seguir adelante,
hagamos un breve repaso. Francamente, Pablo había fallado en ganar la simpatía de
los judíos hacia el ministerio del evangelio al cual se había dedicado. Creemos que
pasó por momentos de depresión mental y desaliento. Creemos que fue por esto que
el Señor se le apareció a Pablo en la noche para darle el ánimo que necesitaba
(Hechos 23:11). Le dijo a Su fiel testigo, que hablaría de Él también en Roma. Ahora,
este anuncio no fue una promesa para Pablo, de que no tendría problemas, ni
dificultades. El caso era que para Pablo, las pruebas y dificultades se presentarían
rápidamente. Fue un hecho que a partir de estos momentos hasta su martirio final,
no habría sino riesgos y peligros. En realidad, ¿no fue esto mismo lo que Pablo
conoció desde aquel día cuando en Damasco, para salvarle la vida, le bajaron por el
muro en una canasta?
Ahora, en este capítulo 24, veremos que el sumo sacerdote Ananías y los ancianos,
vinieron de Jerusalén hasta Cesarea para acusar a Pablo ante Félix. Acusaron a Pablo
de sedición, de rebelión, y de profanar el templo. Comencemos, pues, leyendo el
primer versículo de ese capítulo 24 de los Hechos, en el cual vemos a
Pablo ante Félix
"Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los
ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador
contra Pablo."
Ahora, note usted que los acusadores no perdieron el tiempo. Después de pasar
solamente cinco días, descendieron a Cesarea desde Jerusalén para poder presentar
sus acusaciones ante Pablo. Además, trajeron con ellos a un hombre llamado Tértulo,
el fiscal encargado de preparar el caso contra Pablo. Este abogado era un hombre
inteligente y bien preparado. La acusación que lanzó también estaba muy bien
preparada. Era breve, pero, iba al grano y aprovechó al máximo los cargos
presentados. Veamos lo que dice aquí el versículo 2 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarlo, diciendo: Como debido a ti
gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu
prudencia"
Ahora, veremos que este Tértulo, comenzó su discurso con una adulación a Félix.
Esto no tenía nada que ver con la acusación contra Pablo. Continuemos con el
versículo 3:
"excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud."
Este hombre estaba realmente empleándose a fondo para adular a este gobernador.
Continuemos con los versículos 4 y 5:
"Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente
conforme a tu equidad. Hemos hallado que este hombre es una plaga, promotor de
sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los
nazarenos."
Calificó a Pablo como "plaga y de promotor de sediciones". Claro que no le sería
posible comprobar tal acusación. Y continuamos leyendo aquí en los versículos 6 al 9
de este capítulo 24 de los Hechos:
"Intentó también profanar el Templo, así que lo prendimos y quisimos juzgarlo
conforme a nuestra Ley. Pero interviniendo el comandante Lisias, con gran violencia
lo quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que vinieran a ti. Tú mismo,
pues, al juzgarlo, podrás informarte de todas estas cosas de que lo acusamos. Los
judíos también confirmaban, diciendo ser así todo."
Al decir aquí "los judíos" se refería a los dirigentes religiosos que promovían las
acusaciones. Ahora, aquí el fiscal hizo insinuaciones sutiles en cuanto a la manera en
que el comandante manejó el caso. No le pudo acusar de negligencia en el
desempeño de su cargo, pero, insinuó una cierta crítica hacia él. Dijo que los judíos
mismos podrían haberse hecho cargo de este caso de forma más adecuada. Este
fiscal no tuvo más que palabras de adulación para Félix; acusaciones injustas contra
Pablo, e insinuaciones sutiles contra Claudio Lisias.
Por lo tanto, las acusaciones contra Pablo fueron: que era promotor de sediciones,
líder de la secta de los nazarenos, y que había profanado el templo. Tértulo presentó
estas acusaciones que ya habían sido lanzadas en contra de Pablo, por los líderes
religiosos. Ahora, Pablo presentó su defensa ante Félix. Leamos los versículos 10 y
11 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablara, este respondió:
Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo
haré mi defensa. Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subí a
adorar a Jerusalén"
Pablo estaba diciendo que estaba encantado de presentar su caso ante Félix. Sabía
que Félix había servido de juez del pueblo por mucho tiempo y que esto significaba
que Félix conocía bien sus costumbres. De modo que, lo que Pablo iba a decir no
sería algo extraño o nuevo para Félix. Y continuó diciendo Pablo aquí en los versículos
12 al 14:
"y no me hallaron discutiendo con nadie, ni amotinando a la multitud, ni en el Templo
ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me
acusan. Pero esto te confieso: que, según el Camino que ellos llaman herejía, así
sirvo al Dios de mis padres; creo todas las cosas que en la Ley y en los Profetas están
escritas"
Ahora, considerando que Félix tenía amplio conocimiento de las costumbres de los
judíos, Pablo le dijo que había subido a Jerusalén para adorar según las costumbres
del pueblo judío. Le informó que él estaba de acuerdo con la nación de los judíos,
pero que confesaba que la manera en que él adoraba a Dios, a ellos les parecía
herejía. Pero, al mismo tiempo, aclaró que la manera en que él adoraba, estaba de
acuerdo con el mensaje dado a los padres, es decir, conforme a todo lo que estaba
escrito en el Antiguo Testamento. Y continuó diciendo Pablo aquí en el versículo 15:
"con la esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber
resurrección de los muertos, así de justos como de injustos."
¿No es evidente aquí que la resurrección ha sido y es el punto central del
cristianismo? Y fue así desde el principio mismo. La pregunta clave siempre fue: ¿Qué
pensáis del Cristo? ¿Murió por tus pecados? ¿Resucitó de los muertos? Pablo fue
directamente al núcleo de su mensaje. Sigamos adelante con el versículo 16 de este
capítulo 24 de los Hechos:
"Por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los
hombres."
Pablo aquí testificó que lo que había hecho, lo hizo por causa de su conciencia, una
conciencia limpia delante de Dios y de los hombres. Y continuó diciendo aquí en el
versículo 17:
"Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas."
Pablo había venido para traer a la Iglesia en Jerusalén las donaciones que él había
estado recogiendo en su tercer viaje misionero. Creemos que esta donación que los
creyentes no judíos habían enviado a Jerusalén, era una suma considerable de
dinero, y que por eso Pablo había querido traer esa ofrenda con sus propias manos.
Leamos ahora los versículos 18 y 19 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el Templo, no
con multitud ni con alboroto. Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra
mí tienen algo."
Los verdaderos acusadores, si en verdad hubiera alguno, ni siquiera estaban
presentes. La acusación que Tértulo lanzó fue que Pablo había estado excitando a
algunos en el templo. Pero, ¿dónde estaban aquellos hombres? Si ellos habían sido
incitados a la violencia, ¿por qué no estaban testificando en ese momento contra
Pablo? Y continuó Pablo diciendo en el versículo 20:
"O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha cuando comparecí
ante el Concilio"
En otras palabras, dijo: "deja que ellos te cuenten acerca de mi comparecencia ante
el Sanedrín. ¿Consideran que yo he hecho alguna cosa mala? Deja que den testimonio
de ello". Y continuó Pablo aquí en el versículo 21 y dijo:
"a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de
los muertos soy juzgado hoy por vosotros."
O sea, que le dijo a Félix una vez más, que el verdadero punto en cuestión era el de
la resurrección. Pablo enseñaba la resurrección como el tema central mismo del
mensaje del evangelio. La verdad fundamental se resumía en las siguientes palabras:
Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, y resucitó al tercer día. En realidad,
estimado oyente, concebimos al cristianismo como un arco sostenido por dos
columnas. Una de las columnas es la muerte de Jesucristo y la otra es la resurrección
de Cristo. Sin la una o la otra, el arco se derrumbaría. Leamos ahora el versículo 22
de este capítulo 24 de los Hechos:
"Al oír esto, Félix, como estaba bien informado de este Camino, los relegó, diciendo:
Cuando descienda el comandante Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto."
Félix había estado oyendo acerca de aquel nuevo Camino y sabía que se predicaba
la muerte y resurrección de Cristo. Se dio cuenta que Pablo era el experto en ese
asunto, y que Pablo era el hombre que le podía contar todo sobre ello. Por lo tanto,
aplazó la sesión conjunta con los judíos porque quería tener otra audiencia con Pablo
en cuanto a esta cuestión. Les dijo a los judíos que él esperaría a que Lisias llegara,
y luego oiría la verdadera historia en cuanto a lo que le había sucedido a Pablo. Al
parecer, no le fue posible tomar ninguna decisión en base del testimonio
contradictorio que le fue presentado aquí. Tértulo había hecho ciertas acusaciones,
pero, Pablo aseveró que el verdadero punto en cuestión era la resurrección. De modo
que, Félix decidió entonces aplazar la sentencia. Ahora, veamos lo que dice aquí el
versículo 23 de este capítulo 24 de los Hechos:
"Y mandó al centurión que se custodiara a Pablo, pero que se le concediera alguna
libertad, y que no impidiera a ninguno de los suyos servirlo o venir a él."
En realidad, Félix debía haber puesto a Pablo en libertad. Sin embargo, veremos que
él era político y un político muy astuto. Lo que hizo fue otorgar a Pablo una libertad
limitada, es decir, una libertad condicional mientras continuaba manteniéndolo preso.
Leamos ahora los versículos 24 y 25 de este capítulo 24 de los Hechos, que nos
informan que
Félix tuvo una audiencia privada con Pablo
"Algunos días después, viniendo Félix con Drusila, su mujer, que era judía, llamó a
Pablo y lo oyó acerca de la fe en Jesucristo. Pero al disertar Pablo acerca de la justicia,
del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: Ahora vete, y cuando
tenga oportunidad, te llamaré."
Como indicamos anteriormente, Félix ya había escuchado y conocido algo acerca del
evangelio, que aquí en el libro de los Hechos se le llamó "el Camino". Este nombre
es sinónimo con lo que hoy en día, llamamos el cristianismo o la fe cristiana. A
algunos les agradaría que ese nombre fuera restaurado porque la palabra
cristianismo, tal como se la usa en la actualidad, ha sido objeto de abusos y ha
perdido su verdadero significado. En cierta ocasión un predicador se refirió a cierto
país y lo llamó una "nación cristiana". Se estaba probablemente refiriendo a una
nación cuya sociedad había tradicionalmente adoptado la cultura y ciertos valores
cristianos. Porque, estimado oyente, no hay, en realidad, una nación cristiana. Es
verdad que en algunos países muchos de sus habitantes son miembros de iglesias
cristianas. Pero los verdaderos cristianos, los que realmente creen en Cristo,
constituyen una minoría.
Ahora, Félix ordenó que Pablo entrara para explicarle el evangelio, ese evangelio que
había provocado toda esta situación. Llamó a Pablo y le escuchó mientras testificaba
en cuanto a su fe en Cristo.
Algunas de las Biblias que llevan títulos sobre las secciones de cada capítulo, designan
esta sección como la "Defensa de Pablo ante Félix". Pero Pablo de ninguna manera
se defendió a sí mismo. Lo que hizo en esta segunda comparecencia ante Félix, fue
testificar acerca de Jesucristo, tratando de ganar a este hombre para Cristo.
Ahora, observemos que el relato Bíblico no nos presentó a este hombre de la manera
negativa en que lo describe la historia secular. Y quisiéramos que usted lo conociera
como lo que era en la realidad y para ello, debemos estudiar lo que los historiadores
escribieron acerca de él en aquel entonces. Félix había sido un esclavo libertado,
alguien que por su crueldad y brutalidad había ido progresando hacia una posición
importante. Era un hombre entregado al placer y al libertinaje. Hasta su mismo
nombre significaba placer. El historiador romano Tácito dijo lo siguiente en cuanto a
él: "Usando todo tipo de crueldad y libertinaje, ejercía la autoridad de un rey con el
espíritu de un esclavo". Ahora, éste era el hombre en cuyas manos fue puesto Pablo.
Sin embargo, las Escrituras no le condenan.
Ahora, su esposa Drusila estaba allí sentada a su lado. Y una vez más, la historia
secular nos permite conocerla. Ella era hija de Herodes Agripa I. Su padre fue quien
ordenó matar a Jacobo, como ya vimos en nuestro estudio del capítulo 12 de este
libro de los Hechos. Dice en el capítulo 12, versículos 1 y 2: "En aquel mismo tiempo
el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada
a Jacobo, hermano de Juan". Ahora, el tío abuelo de esta mujer, había matado a Juan
el Bautista. Y su bisabuelo trató de matar al Señor Jesucristo.
Pues bien, esta pareja de personajes ruines y astutos, Félix y Drusila, ocupaban una
elevada posición. Probablemente nunca habían escuchado una exposición del
evangelio, ni creemos que hubieran ido a escuchar predicar al apóstol Pablo, si él
hubiera llegado a su pueblo para predicar. Sin embargo, aquí tenemos a estos dos
que tuvieron una oportunidad única, y bajo las circunstancias más favorables.
Tuvieron una entrevista privada con el mejor predicador de la gracia de Dios que el
mundo jamás había conocido. Dios les concedió esta ocasión de escuchar un sermón
privado. Su palacio, por unos momentos se convirtió en una Iglesia y sus tronos en
bancos. ¡Nos admiramos de la gracia de Dios, que les dio a estos dos semejante
oportunidad!
Fue como si el reloj hubiera señalado para ellos la hora de la salvación. Las puertas
del reino se les abrieron y ellos tuvieron la oportunidad de entrar. Esto fue un
cumplimiento más del Salmo 2:10, donde dice: "Ahora, pues, reyes, sed prudentes;
admitid amonestación, jueces de la tierra". Creemos, pues, que escucharon a Pablo
con mucho interés. Creemos que Félix habría querido tomar una decisión de aceptar
a Cristo. Pero, lamentablemente ¡no lo hizo! Quiso esperar otro momento más
oportuno. Y estimado oyente, esa es una posición arriesgada, porque puede que un
pecador nunca tenga otra oportunidad para escuchar el evangelio. Es necesario tener
en cuenta que no es el hombre quien fija la hora. Es Dios quien la fija. Y Pablo, pues,
razonó con Félix en cuanto a como entrar en la vida de justicia y rectitud, de cómo
lograr el dominio propio, y sobre el juicio venidero y sus consecuencias. Aquí la
justicia se refería a la justicia de la ley, que el ser humano no puede cumplir. En otras
palabras, le ley revela que el ser humano es pecador, y que no puede alcanzar esa
rectitud que resulte aceptable para Dios. Así que Dios provee esa justicia en
Jesucristo. Es como un manto de justicia que desciende como una vestidura sobre
todos aquellos que depositan su fe en Cristo, como Pablo mismo escribió a los
Romanos en 3:22, al hablar de la justicia de Dios provista por medio de la fe en
Jesucristo, para todos los que creen. Pablo razonó con aquel hombre sobre la justicia
de la ley, que él no podría lograr y la justicia que Cristo provee al pecador que confía
en Él. Después Pablo le habló del dominio propio. Porque Félix era un hombre
dominado por las pasiones y la crueldad. Aquellas dos personas, Félix y Drusila,
pecadores hasta un grado sumo, viviendo una vida esclavizada por el pecado, no
conocían la verdadera libertad. Y finalmente, Pablo les habló del juicio final, aquel
juicio llamado del Gran Trono Blanco, citado en Apocalipsis 20:11-15. Estimado
oyente, hoy sus pecados están sobre usted, o sobre Cristo. Si están sobre Cristo, si
usted ha confiado en Él, entonces Él ha pagado el castigo de sus pecados cuando
murió en la cruz. No serán causa de juicio para usted en el futuro. Pero si sus pecados
aún están sobre usted, entonces habrá un juicio en el futuro. Es que a nadie le gusta
que le hablen de un juicio. En el caso de Félix y Drusila, tampoco les agradó oír hablar
de ese tema. Usted podrá cerrar la Biblia y negarse a seguir escuchando; pero ello
no alterará el hecho y la realidad de que si usted no ha confiado en el Señor Jesucristo
como su Salvador, tendrá que sufrir ese juicio. Por ese motivo, le invitamos a ser
consciente de que Dios le está haciendo llegar hoy este mensaje y a esta hora, en
este momento oportuno de su vida.
Hechos 24:26-25:11
Continuamos hoy estudiando el capítulo 24 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior, estuvimos hablando del gobernador Félix y su esposa
Drusila, frente a una oportunidad única y bajo las circunstancias más favorables.
Tuvieron una entrevista privada con el mejor predicador de la gracia de Dios que el
mundo jamás conocería en los próximos siglos. La hora de la salvación sonó para
ellos. La puerta del reino se les abrió y tuvieron su oportunidad. Creemos, pues, que
Félix y Drusila, escucharon a Pablo con mucho interés y que Félix hasta habría querido
hacer una decisión por Cristo, pero lamentablemente no la hizo. Decidió esperar
hasta otra oportunidad.
Y dijimos que Pablo razonó con Félix en cuanto a la justicia, el dominio propio y el
juicio venidero. Ahora, la justicia aquí, creemos que es la justicia de la ley, que el
hombre no puede alcanzar. En otras palabras, la ley revela que el hombre es pecador,
señalándole como debe vivir, y muestra que al pecador no le es posible cumplir con
la ley de una manera que sea aceptable para Dios. Un pecador necesita ser justificado
ante Dios, y no puede proveer esta justificación por sí mismo. De modo que Dios la
provee para él en la persona de Su hijo Cristo Jesús.
Luego, Pablo habló del dominio de uno mismo. Félix era un hombre dominado por la
pasión y la crueldad. Estos dos, pues, tanto Félix como su esposa Drusila, estaban
esclavizados por el pecado y no sabían lo que era la verdadera libertad.
Luego, Pablo les habló acerca del juicio venidero. Estimado oyente, ahora mismo sus
pecados están, o bien sobre usted, o sobre Cristo. Si sus pecados están sobre Cristo,
si usted ha puesto su confianza total en Él, entonces todos esos pecados fueron
llevados y borrados, perdonados hace más de dos mil años. No están como un asunto
pendiente para ser juzgados en el futuro. Pero, si sus pecados hoy en día, todavía
están sobre usted; entonces para usted aún queda por delante el juicio venidero. Y
a nadie le agrada oír hablar acerca del juicio venidero. Y estamos seguros que a Félix
tampoco le gustó oír hablar acerca del juicio venidero.
Ahora, es interesante observar aquí a Félix. Cuando Pablo tuvo que comparecer ante
él, al llegar Ananías el sumo sacerdote, y los ancianos, y el gran orador Tértulo para
lanzar sus acusaciones contra Pablo, Félix en seguida comprendió que
verdaderamente no había ninguna acusación real. En tal caso, debió entonces haber
puesto en libertad a Pablo. Pero Félix, antes que nada era un político y no quiso
oponerse a los judíos. No hizo lo justo, sino lo que creyó conveniente desde un punto
de vista político. Entonces Félix tuvo esta entrevista privada con Pablo y al parecer,
Pablo realmente le conmovió. Sin embargo, Félix retrasó el tomar una decisión,
aplazándola para otro día.
Ahora, es una observación muy interesante, pero a la vez, triste y comprobada a lo
largo de toda la historia por más de 2000 años. Y es que le es posible a uno seguir
postergando el tomar una decisión de aceptar a Cristo, porque llega el día en que le
resultará realmente imposible hacer esa decisión. Es por eso que la mayoría de las
decisiones son hechas por los jóvenes. Y es por eso que debemos tratar de alcanzar
a los jóvenes. Las personas mayores se van insensibilizando en cuanto al evangelio.
Alguien cuenta un incidente que le sucedió hace muchos años a un famoso predicador
y que ilustra esta última observación. Un amigo abogado que no era cristiano se le
acercó y le dijo: "Tú y yo llegamos a esta ciudad al mismo tiempo. Tú eras un
predicador joven y yo un abogado joven. Debo confesar que cuando primero te oí
hablar, me sentí sumamente conmovido. Y francamente, había noches cuando no me
era posible dormir. Pero, al pasar los años, llegó el día cuando me fue posible disfrutar
escuchándote, sin que tu mensaje me conmoviera en lo más mínimo. Y así es en el
día de hoy". El abogado se rió por lo bajo al decirlo. Pero no se dio cuenta de cuán
trágica era esa conclusión porque añadió: "Y sin embargo, tú eres hoy un predicador
mejor, que lo que fuiste en el principio". Era una tragedia porque este hombre no se
daba cuenta hasta que punto había llegado. Y así ocurrió con Félix, que le dijo a
Pablo: "Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré". Pero, esa esperada
oportunidad nunca llegó para Félix. La oportunidad tampoco vino para el abogado del
que acabamos de hablar. Esa segunda oportunidad, estimado oyente, al final no llega
para muchas personas, que van postergando su decisión de recibir a Cristo.
Continuemos, pues, con el versículo 26 de este capítulo 24 de los Hechos de los
Apóstoles:
"Esperaba también con esto que Pablo le diera dinero para que lo soltara, por lo cual
muchas veces lo hacía venir y hablaba con él."
Ahora, note usted que Félix era un político astuto y además un oportunista. Esperaba
que Pablo le sobornara, y entonces le habría otorgado su libertad. Y dice aquí el
versículo 27, el versículo final de este capítulo 24:
"Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix
congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo."
Ahora, Félix se aprovechó de la política hasta el fin. Y dejó en la cárcel a Pablo. Y una
vez más, tenemos que reconocer que la justicia romana no era de ninguna manera
mejor que los hombres que la ejecutaban. O bien Pablo era culpable, o no lo era.
Ahora, si era culpable de traición, debieron haberlo ejecutado. Pero, si no era
culpable, debieron haberle otorgado su libertad. Debieron haber hecho o una cosa, o
la otra. Bajo ninguna circunstancia debieron haberle dejado en la cárcel por dos años.
Y así concluye el capítulo 24 de los Hechos de los Apóstoles. Y llegamos ahora a
Hechos 25:1-11
Y en este capítulo tenemos a Pablo, ante Festo, el nuevo gobernador. Pablo había
estado en la cárcel injustamente por un período de dos años, como resultado de una
decisión arbitraria del gobernador Félix. Pero, entonces llegó un nuevo gobernador,
Festo, quien era el que reemplazó a Félix. En nuestro estudio de este capítulo 25 de
los Hechos, veremos ahora la escena que se desarrolló cuando Pablo compareció ante
Festo.
Hasta ahora hemos visto a Pablo en varias situaciones en las que tuvo que enfrentar
multitudes hostiles, comparecer ante autoridades, e inclusive, sufriendo la
incomprensión de otros creyentes. Le hemos visto ante una gran multitud en la
escalinata de la fortaleza de Jerusalén. Le hemos visto ante el consejo del Sanedrín;
le vimos también ante Félix, el gobernador de Cesarea. Y por último, le vimos en el
capítulo anterior, en una entrevista privada con Félix y con su esposa Drusila. Al
parecer, Pablo tuvo también otras muchas entrevistas y confrontaciones en su vida.
Ahora, lo veremos ante Festo, el nuevo gobernador de Cesarea, y más adelante le
veremos ante Agripa. El apóstol Pablo tuvo que comparecer ante todos estos
gobernantes, y creemos que en muchos casos estas fueron experiencias bastante
tediosas para Pablo; experiencias que pusieron a prueba su paciencia. Sin embargo,
estamos seguros que Pablo se alegró con cada oportunidad que le fue concedida para
testificar del Señor Jesucristo ante esa gente perteneciente a la jerarquía del Imperio
Romano. No debemos olvidar, que cuando Pablo se convirtió a Jesucristo, cuando fue
llamado a ser Su siervo en el camino de Damasco, recibió la promesa de que hablaría
de Él ante soberanos y reyes. (Hechos 9:15)
Y vemos que cada vez que Pablo compareció ante estos gobernantes, se presentó
ante ellos y les contó lo que el Señor Jesús había hecho por él, y lo hizo con gran
convicción y entusiasmo. El apóstol Pablo, dondequiera que estuvo, siempre dio un
testimonio elocuente de Jesucristo. Aunque Félix, el gobernador, demostró
conmoverse al escuchar el testimonio de Pablo, al fin, su codicia personal y su
picardía se impusieron. Vimos que después mandó a buscar a Pablo desde la cárcel
muchas veces; pero, aparentemente ya no estaba más interesado en obtener la
salvación de su alma, sino solamente en un soborno.
Ahora, aquellos dos años que Pablo pasó en la cárcel, fueron años silenciosos en su
vida, por lo menos en cuanto al aspecto histórico. Quizás fueron años en que Pablo
estuvo irritado y frustrado por esta situación. No lo sabemos. Pero, sabemos muy
bien en cambio, que la mano de Dios se manifestó en esas circunstancias, y que Sus
propósitos se llevaron a cabo. Y creemos que esto debe ser una verdadera fuente de
aliento, de ánimo para cada uno de nosotros, cuando vemos que nuestra actividad
parece estancada y no podemos avanzar según nuestros propios deseos. Leamos,
pues, los primeros cuatro versículos de este capítulo 25 de los Hechos de los
Apóstoles, que inician un párrafo que nos relatará como
Pablo compareció ante Festo
"Llegó, pues, Festo a la provincia, y a los tres días subió de Cesarea a Jerusalén.
Entonces los principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron
ante él contra Pablo, y le rogaron, pidiendo contra él, como gracia, que lo hiciera
traer a Jerusalén. Y preparaban ellos una celada para matarlo en el camino. Pero
Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría
en breve."
Bueno, creemos que en este caso, Festo ya tenía pleno conocimiento de la situación
en la cual se encontraba Pablo. Estamos seguros que Félix debió haberle contado
acerca de las circunstancias que rodeaban este caso, y sus razones para encarcelarlo.
Probablemente le explicó que había traído a Pablo a Cesarea y le había encarcelado
allí para protegerle de los judíos que querían matarle. Por lo tanto, cuando Festo
recibió la noticia de que los judíos solicitaban que Pablo fuese traído a Jerusalén, él
les respondió diciendo que no era su intención llevar a Pablo a Jerusalén, porque él
mismo ya había hecho sus planes para viajar y quedarse en Cesarea. Ahora, aquí
tenemos otro caso de un gobernante romano que prefería vivir en Cesarea antes que
en Jerusalén.
Ahora, es interesante ver que los enemigos de Pablo no desperdiciaron el tiempo en
su intento de acercarse al nuevo gobernador para conseguir una sentencia
condenatoria contra Pablo. No sabemos si Festo tenía conocimiento de los planes de
los judíos para llevar a cabo una emboscada y asesinar a Pablo. Pero creemos que él
sabía esto, aunque aquí no se nos dice si lo sabía o no. Sin embargo, quedó claro
que Festo rechazó las demandas de este grupo y les contestó que en lugar de traer
a Pablo a Jerusalén, ellos tendrían que hacer el viaje hasta Cesarea para presentar
sus acusaciones. Continuemos leyendo los versículos 5 hasta el 7 de este capítulo 25
de los Hechos:
"Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en
este hombre, acúsenlo. Estuvo entre ellos no más de ocho o diez días, y luego fue a
Cesarea; al siguiente día se sentó en el tribunal y mandó que fuera traído Pablo.
Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén,
presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar."
Pablo tuvo que comparecer nuevamente ante un tribunal para defenderse de estas
falsas acusaciones de los judíos. Sin embargo, tuvo una oportunidad de presentar el
Evangelio ante Festo. Ahora, veamos lo que dijo Pablo en su defensa, aquí en los
versículos 8 y 9:
"Pablo se defendía diciendo: Ni contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo, ni
contra César he pecado en nada. Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos,
le preguntó a Pablo: ¿Quieres subir a Jerusalén y ser juzgado allá de estas cosas
delante de mí?"
Con esto vemos que Festo era astuto, como su antecesor Félix. De modo que Pablo
se encontró aquí, no solamente entre un grupo de intrigantes, y también ante
autoridades llenas de maldad y corrupción. Leamos ahora el versículo 10:
"Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no
les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien."
Hay algunos estudiantes de la Biblia que creen que Pablo cometió un error aquí, y
que él no debió haber apelado a César. Dicen que Pablo simplemente debió haber
dejado que su caso quedase bajo Festo. Pero, ellos aparentemente no se dan cuenta
que Festo pensaba usar a Pablo para cumplir sus propios fines políticos, que
seguramente había recibido algún soborno de parte de los hombres que habían
venido a Cesarea desde Jerusalén, y que al fin accedería a llevar a Pablo a Jerusalén.
Es por esto que no nos sentimos inclinados a criticar a Pablo, diciendo que cometió
un error. Pablo era un ciudadano romano, ejerció sus derechos como tal y obró
correctamente al apelar a César; un procedimiento completamente normal y
correcto. El sabía con toda seguridad que su regreso a Jerusalén sólo significaría su
muerte. Pablo no tenía intención de convertirse deliberadamente en un mártir. De
modo que, lo que hizo aquí fue para evitar un martirio seguro.
Hoy en día parece que abundan aquellos que desean encontrarse en situaciones de
martirio o persecución. Realmente padecen de lo que llamamos "complejos de
mártir". Parece que estas personas están siempre dispuestas a apartarse de su
camino, en busca de algún sufrimiento que puedan padecer; casi siempre un
sufrimiento autoinflingido, un sufrimiento que no han recibido de parte de Dios. Una
cosa es estar dispuestos a sufrir las consecuencias de la fidelidad a Jesucristo; pero
otra muy diferente es salir a buscarse uno mismo sus propios problemas y
sufrimientos innecesarios. Una persona que vive buscando el sufrimiento y el
martirio, posiblemente sufre de una depresión mental o espiritual. Martín Lutero por
ejemplo, fue una persona que trató de encontrar la paz con Dios por medio del
sufrimiento autoinflingido; pero se dio cuenta que ese era un camino equivocado,
incapaz de proporcionar la paz espiritual que él tanto anhelaba.
Ahora bien, hay otro asunto que también debemos considerar en cuanto a esta
decisión de Pablo de apelar a César. En el capítulo 23:11 vimos que dos años antes,
el Señor había aparecido ante Pablo y le había prometido que iría hasta la ciudad de
Roma y eso era precisamente lo que le estaba sucediendo, de acuerdo con la voluntad
de Dios. El Señor no le había dicho cómo iría a Roma. Le tocaría ir encadenado, y
éste fue el método que Dios había escogido para él. Cuando Pablo escribió su epístola
a los Romanos, les dijo que estaba orando por poder ir a Roma, y les pidió que oraran
para que ese viaje se convirtiera en realidad. Podemos encontrar esta petición en la
epístola a los Romanos, capítulo 1, versículos 9 y 10, y también en el capítulo 15 de
la misma epístola, versículos 30 al 32.
"Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir;
pero si nada hay de las cosas de que estos me acusan, nadie puede entregarme a
ellos. A César apelo."
Ahora, creemos que uno puede notar aquí que Pablo se puso un poco impaciente.
Roma se había destacado por su sistema de justicia; y no hay duda alguna que Pablo
era un hombre que respetaba la autoridad del gobierno. Pero, aquí Pablo reconoció
que no estaba recibiendo justicia, y por tanto presentó una apelación legal. Dios
mostró que tenía la intención de que Pablo hiciera uso de sus derechos como
ciudadano romano, por lo tanto, no cometió un error al hacerlos valer ante las
autoridades. Es muy interesante observar aquí, que Dios guía a algunos de una
manera y que guía a otros de otro modo. Otros, en su lugar, no podrían haber
demandado la protección de la ciudadanía romana, como hizo Pablo, a quien Dios le
había permitido tener esa ciudadanía que, en aquellos tiempos constituía un
privilegio, así como una garantía de protección legal y física, gracias a la cual la
seguridad de Pablo estuvo garantizada en momentos claves de su vida y actividades.
Estimado oyente, permítanos una pregunta personal: ¿Qué ha hecho el Señor por
usted? Si usted ya ha recibido al Señor Jesucristo como su Salvador, si ya es un
cristiano, un creyente, usted ha sido perdonado, ha iniciado una relación con Dios y
ha recibido la vida eterna. Pero considerando su vida aquí en la tierra, mientras Él no
le llame a Su presencia, usted como hijo que es de Dios podrá vivir una vida de
auténtica calidad espiritual, una vida en constante transformación, para bendición
suya y de todos aquellos que le rodeen. Y lo que usted posea en cuanto a bienes
materiales, oportunidades, o la posición que sea en la vida, debe disfrutarlo y
utilizarlo para la extensión de Su reino. Usted podrá manifestar lo que Cristo significa
para usted en cualquier ocupación que tenga, y en todo contexto en que actúe. Si el
Señor ha puesto algo en la mano, úselo para Él. Recuerde que Moisés, cuya vida
estudiamos en el libro del Éxodo, sólo tenía una vara en la mano al comenzar a
cumplir la gran misión que Dios le había encomendado, y que implicaba liberar a un
pueblo enfrentándose a un Faraón opresor y conducirle luego a través del desierto
durante cuarenta años, enfrentándose entonces con gente voluble e incrédula.
Simplemente una vara, pero tuvo que ponerla a disposición de Dios. Y éste es el
pensamiento central aquí. Pablo tenía su ciudadanía romana. Fue como si hubiera
tenido una vara colocada en su mano. Y la usó para proclamar el Evangelio de Cristo
y honrar a Dios.
Una de las grandes preguntas formuladas a aquellos que desearon servir a Dios en
todas las épocas de la historia, debió ser aquella que Dios le hizo a Moisés cuando le
llamó en la soledad del desierto, a Pablo cuando le encomendó una tarea de inmensa
complejidad ante el poder religioso de los judíos y el poder secular del Imperio
Romano. Esa pregunta fue: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Estimado oyente,
esta pregunta también va dirigida a usted.
Hechos 25:12-26:3
Continuamos hoy nuestro recorrido por el capítulo 25 de los Hechos. Y en nuestro
programa anterior, dijimos que había quienes creían que cuando Pablo había apelado
a César, aquí en la última parte del versículo 11, se había equivocado, había cometido
un error. Pero dijimos que nosotros no compartíamos esa opinión. Por el contrario,
creemos que Pablo obró correctamente al apelar a César. Pablo era un ciudadano
romano y lo que hizo fue simplemente ejercer sus derechos de ciudadano, un
procedimiento completamente normal y correcto. Él sabía con toda seguridad que su
regreso a Jerusalén solo significaría su muerte. Ahora, Pablo no tenía complejos de
mártir ni era su deseo ofrecerse deliberadamente como mártir. De modo que lo que
hizo aquí fue evitar un martirio seguro. También dijimos que había otro asunto que
debíamos considerar en cuanto a esta decisión de Pablo, de apelar a César. En el
capítulo 23, vimos que dos años antes, el Señor había aparecido ante Pablo y le había
prometido que iría hasta la ciudad de Roma. Ahora, no le había dicho cómo iría a
Roma. Le tocó ir encadenado y éste fue el método que Dios había escogido para él.
Cuando Pablo escribió su epístola a los Romanos, él dijo que estaba orando para que
Dios le permitiera visitar Roma y les pidió que oraran por para que ese viaje se
convirtiera en realidad. Dijimos también que no hay duda alguna que Pablo era un
hombre que respetaba la autoridad del gobierno. Pero que reconoció a la vez, que no
estaba recibiendo un trato justo. Y por lo tanto, presentó una apelación legal. Pablo
tenía su ciudadanía romana y la voluntad de Dios era que él usara sus derechos como
ciudadano. Es muy interesante observar cómo Dios guía a algunos de una manera, y
a otros, de otra manera. Otras personas quizá no hubieran podido haber demandado
la protección de la ciudadanía romana, como lo hizo Pablo. En aquellos tiempos esa
ciudadanía era un privilegio, a la vez que una garantía de protección legal y física,
por medio de la cual el apóstol recibió protección en momentos claves de su vida,
Recordamos además que Moisés por ejemplo, solo tenía una vara en su mano,
simplemente una vara, cuando Dios le llamó para liberar a un pueblo. Pero la había
usado para Dios, poniéndola a su disposición. Pablo tenía su ciudadanía romana, era
como si tuviera una vara en su mano, un recurso provisto por Dios para servirle y
honrarle y ciertamente la usó para glorificar a Dios. Continuaremos hoy considerando
la comparecencia de Pablo ante Festo, leyendo el versículo 12 de este capítulo 25 de
los Hechos:
"Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado;
a César irás."
Festo se vio obligado a acceder a esta demanda de Pablo. No podía impedir que Pablo
fuera a Roma al tribunal del César. Continuemos con el versículo 13, para ver como
El rey Agripa y Berenice vinieron a visitar a Festo
"Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a
Festo."
Ahora, Festo acababa de asumir su cargo como gobernador, y por lo tanto el rey vino
a visitarlo. Creemos que todos estos políticos trabajaban juntos. En cierto sentido,
todos pertenecían al mismo bando. Prosigamos con los versículos 14 y 15 de este
capítulo 25 de los Hechos:
"Como se quedaron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo:
Un hombre ha sido dejado preso por Félix, respecto al cual, cuando fui a Jerusalén,
se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo
condenación contra él."
Agripa y Berenice se quedaron allí por mucho tiempo. Pero, parece que por fin no
hubo más de qué hablar. Aun a un rey y a un gobernador, por fin se les puede
terminar el tema de conversación. De modo que cuando se produjo una pausa,
creemos que Festo comenzó a exponerle a Agripa el caso de Pablo: Y continuó Festo
hablando aquí en el versículo 16 de este capítulo 25 de los Hechos, y le dijo a Agripa:
"A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar a alguien a la muerte
antes que el acusado tenga delante a sus acusadores y pueda defenderse de la
acusación."
Quisiéramos hacer aquí una observación. A veces hemos creído que la ley romana no
era justa porque hemos visto cómo falló su aplicación en el caso del Señor Jesucristo,
y también en el caso del apóstol Pablo. Pero, estos errores no se debieron a la ley
misma sino a los políticos corruptos. En la actualidad aún operamos bajo muchos de
los principios de la ley romana, según la cual no se podía sentenciar a muerte a
ninguna persona, hasta que haya sido traída ante sus acusadores, y hasta que la
acusación en su contra haya sido probada. Aquí vemos, pues, que esta ley no había
sido aplicada en el caso del apóstol Pablo porque Félix y Festo estaban valiéndose de
la política para lograr sus propios designios y ambiciones personales. Y continuó Festo
hablando al rey Agripa y le dijo aquí en los versículos 17 al 19 de este capítulo 25 de
los Hechos:
"Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente,
sentado en el tribunal, mandé traer al hombre. Y estando presentes los acusadores,
ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba, sino que tenían contra él ciertas
cuestiones acerca de su religión y de un cierto Jesús, ya muerto, que Pablo afirma
que está vivo."
Ahora, observemos que el punto en cuestión era siempre el mismo. Era la
resurrección. Y aquí vemos una vez más que Pablo había testificado en cuanto a la
resurrección de Jesucristo, a fin de que Festo estuviera enterado de ella. Y continuó
Festo hablando y dijo en los versículos 20 al 22:
"Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser
juzgado de estas cosas. Pero como Pablo apeló para que se le reservara para el
conocimiento de Augusto, mandé que lo custodiaran hasta que lo enviara yo a César.
Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él le dijo:
Mañana lo oirás."
En realidad Festo aquí estaba en una situación difícil. La acusación presentada contra
Pablo era la de sedición, y si era culpable debía morir; pero no había pruebas de que
hubiera cometido crimen alguno. Ahora, Pablo había apelado a César. ¿Qué iba a
hacer uno con un preso como éste? Por lo tanto, Festo le pidió ayuda al rey Agripa.
Creemos que Agripa ya había oído hablar acerca de Pablo y que en verdad estaba
ansioso por escucharle. Quería saber más en cuanto a las acusaciones, y quería oír
lo que Pablo tenía que decir. De modo que, fijaron una audiencia.
Es interesante ver cómo esta audiencia fue arreglada para Pablo, ante un rey y un
gobernador. Y al concordar en esto, en todo momento estaban cumpliendo la profecía
del Señor, aunque no eran conscientes de ello. Pablo tenía que comparecer ante
reyes, tal como el Señor se lo había anunciado. Continuemos ahora leyendo el
versículo 23 de este capítulo 25 de los Hechos, que comienza a describirnos
La audiencia ante Festo y Agripa
"Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia
con los comandantes y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue
traído Pablo."
¡Qué escena! ¿Cuándo tuvo un predicador un público tan destacado y representativo?
La escena estaba cargada de dramatismo, con un despliegue espectacular y un
ambiente solemne. Pablo apareció encadenado ante este grupo majestuoso de
soberanos y reyes. Festo le pidió a Agripa que le ayudara a elaborar un cargo contra
Pablo para poder enviarlo al César. Pero, leamos los últimos versículos de este
capítulo 25 de los Hechos, los versículos 24 al 27:
"Entonces Festo dijo: Rey Agripa y todos los varones que estáis aquí juntos con
nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos
me ha demandado en Jerusalén y aquí, gritando que no debe vivir más. Pero yo he
hallado que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a
Augusto, he determinado enviarlo a él. Como no tengo cosa cierta que escribir a mi
señor, lo he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, rey Agripa, para que después
de examinarlo tenga yo qué escribir, pues me parece fuera de razón enviar un preso
sin informar de los cargos que haya en su contra."
Pablo se sirvió de esta oportunidad para predicar uno de los más grandes sermones
jamás registrados, sermón que estudiaremos ahora al comenzar el capítulo 26. Y así
concluimos el capítulo 25 de los Hechos. Llegamos ahora, a
Hechos 26:1-3
En este capítulo 26 tenemos el testimonio de Pablo ante el rey Agripa. Este testimonio
de Pablo no constituyó una defensa de sí mismo. Fue una declaración del evangelio
con el fin evidente de ganar para Cristo al rey Agripa y a los otros que estaban
presentes. Ésta fue realmente una escena dramática y este capítulo es una de las
más grandes obras literarias, ya sea en el campo secular o en el religioso.
Comencemos, pues, leyendo el primer versículo, que inicia
El testimonio de Pablo ante el rey Agripa
"Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces,
extendiendo la mano, comenzó así su defensa"
Ahora, creemos que el hecho de que Pablo compareciera ante Agripa, fue el
acontecimiento culminante en todo el ministerio de este apóstol. Fue el cumplimiento
de la profecía que el Señor le había dado, de que él comparecería ante reyes y
soberanos. Indudablemente fue la voluntad de Dios que él pudiera presentarse ante
el rey Agripa.
Ahora, hay algunas características acerca de este capítulo que debemos considerar
antes de entrar de lleno en nuestro estudio de este mensaje de Pablo ante el rey
Agripa. En primer lugar, deseamos dejar en claro el hecho de que en éste Pablo no
estaba siendo procesado. Este no era el juicio de un tribunal. Pablo no estaba
presentando ninguna defensa ante Agripa. Estaba predicando el evangelio. En vista
del hecho que éste gran apóstol había apelado al César, ni siquiera el rey Agripa tenía
la autoridad para condenarle y tampoco estaba en manos del gobernador Festo, como
el versículo final de este capítulo, el versículo 32, confirmará diciendo: y Agripa dijo
a Festo: Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera apelado al Cesar.
Ya no tenían autoridad para condenarlo. Pero, por otra parte, tampoco podían ponerle
en libertad. Estaban prácticamente impotentes para actuar. De modo que, Pablo no
trató de hacer ninguna defensa, sino más bien, trató de ganar a estos hombres para
Cristo.
Entonces no fue un juicio sino una presentación pública de Pablo ante el rey Agripa
y el tribunal, a fin de que ellos pudieran conocer directamente del apóstol en qué
consistía realmente aquel Camino. El caso es que ya para ese entonces, había sido
presentado con tanto fervor, que todo el mundo hablaba acerca del Camino. Nos
imaginamos que aun Festo y Agripa habrían tenido un intercambio de impresiones,
o más bien de dudas, sobre el tema del nuevo Camino.
Aquí Pablo tenía pues, una audiencia pública para explicar ese Camino. Y creemos
que ésta fue una de las mejores oportunidades que cualquier predicador jamás haya
tenido para predicar a Cristo. Nunca antes o después, ha habido una oportunidad
como ésta. Ésta fue una ocasión llena de pompa y fausto pagano, reflejado en la
solemnidad de la música y la decoración de la sala con sus tapices. Es decir, que
todos los personajes prominentes, y el prestigio de Roma de aquella región, estaban
presentes en la función. Imaginemos la demanda de espacio y las aglomeraciones de
gente para asistir a este evento. La púrpura de Agripa y las perlas de Berenice podían
ser admiradas por todos. También podía admirarse el brillo de los cascos dorados y
en bronce del Imperio Romano. Los privilegiados, la élite, los intelectuales y los
sofisticados aristócratas se reunieron en un despliegue de elegancia, luciendo sus
mejores galas, sus insignias y condecoraciones. Estamos seguros que allí podría
contemplarse todo el orgullo, la ostentación, dignidad y la pompa que sólo Roma
podía exponer en aquel entonces.
Esperamos que de alguna manera podamos imaginarnos esta escena que tenemos
delante de nosotros al escuchar el mensaje de Pablo. Tenemos esta reunión tan
elaborada se había convocado con un solo propósito, y fue el de oír lo que tenía que
decir aquel preso notable llamado Pablo. Él era el que había viajado ya por la mayor
parte del Imperio Romano, especialmente por toda su región oriental, predicando
acerca del Camino. Y ¿qué era el Camino? Bueno, el Camino era una persona. Leemos
en el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 6, las Palabras del Señor Jesús,
cuando dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida."
Entonces, cuando se abrió la puerta de aquella gran sala del trono, un preso fue
introducido a esta escena llena de colorido. Estaba vestido con ropa de presidiario y
permanecía encadenado entre dos guardias. Su apariencia personal era poco
llamativa, más bien insignificante. Éste era el hombre que enseñaba y predicaba
sobre la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo a favor de los seres humanos,
porque eran pecadores y necesitaban un Salvador. Éste era el que verdaderamente
podía hablar con autoridad acerca de aquel nuevo Camino. Y sin duda, todos estaban
dispuestos a escuchar a este hombre porque sabía cómo expresarse y porque era un
orador inteligente. La luz del cielo brillaba en su rostro. Ya no era Saulo de Tarso,
sino Pablo el apóstol. ¡Qué contraste debe haber habido entre Pablo y esa multitud
ebria de nobleza y frivolidad que se congregaba allí!
Festo contó cómo los judíos habían tratado de matar a Pablo. Cómo le aborrecían, y
que sin embargo, no presentaban ninguna acusación fiable contra él. Toda esa
multitud miró a Pablo con curiosidad, y creemos que él debió recorrer con su vista a
la multitud con una expresión de dignidad. Ahora, Pablo no era una personalidad
deslumbrante. Algún crítico incluso se ha expresado con desprecio sobre su carácter.
Bueno, es posible que en el Imperio Romano eso también fuera lo que pensaran de
él. Recordemos que el Señor Jesús había dicho en el capítulo 15 del evangelio según
San Juan, versículo 18: "Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes
que a vosotros". Éste hombre fue pues fiel al Señor Jesús y por tanto el mundo le
despreciaría. Realmente, estas palabras no parecían presagiar la popularidad futura
de los propagadores del Evangelio.
Francamente no creemos que Pablo fuera atractivo físicamente. Sin embargo, tenía
la clase de carisma y atracción dinámica que solo la gracia de Dios puede da a una
persona. El Espíritu Santo le dio las energías que necesitaba. Estimado oyente, esto
es lo que quiso decir Pablo en su carta a los Gálatas, cuando en el capítulo 2, versículo
20 dijo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí."
Ahora, ya hemos notado el gran contraste entre Agripa y Pablo, los dos hombres que
sobresalían en medio del atractivo y el resplandor de la ocasión. ¡Qué contraste!
Mientras uno de ellos se vestía de púrpura, el otro lucía la ropa de un preso. Uno se
sentaba en el trono, y el otro estaba encadenado. Uno llevaba una corona y el otro
solo cadenas. Agripa era un rey, pero viviendo en la esclavitud del pecado. Pablo, en
cambio, era un preso encadenado, pero disfrutando de la libertad de tener los
pecados perdonados, es decir, de la libertad que hay en Cristo Jesús. Agripa era un
rey terrenal que no podía liberar a Pablo, ni a sí mismo. Pablo, por su parte, era
embajador de un Rey que le había liberado a él y que podía liberar a Agripa también
de la condena y poder esclavizador del pecado.
Ahora, recordemos que el rey Agripa era miembro de la familia de Herodes.
Pertenecía a la familia más perversa y corrupta que se conozca. Fue la familia más
perversa que se mencionó en la Biblia. Agripa era un hombre inteligente y un gran
personaje, a pesar de sus antecedentes. Conocía la ley mosaica. Por lo menos la
conocía en un sentido literal. Y Pablo se alegraba de este acontecimiento porque le
dio la oportunidad de hablar a un hombre educado, que comprendería la naturaleza
de las acusaciones.
Ahora, dijimos antes que no pudimos menos que deducir que Pablo se puso algo
impaciente durante estos dos de encarcelamiento en Cesarea. Había comparecido
ante la multitud enfurecida en Jerusalén, ante el comandante, y luego ante Félix; con
Félix en público y varias veces en privado. Y luego compareció ante Festo. Ahora, lo
vemos ante Agripa. Ninguno de esos hombres había comprendido plenamente los
antecedentes de las acusaciones contra Pablo. Tampoco entendieron el evangelio.
Esto fue cierto incluso del comandante romano en Jerusalén. Resulta sorprendente
que estos personajes pudieran haber vivido en esa región, expuestos a los cristianos,
habiendo escuchado al apóstol Pablo, y todavía no entendieran el evangelio, o si lo
entendieron, no estuviesen dispuestos a aceptarlo Sin embargo, ésa era su situación.
La súplica de Pablo al rey Agripa para que se convirtiese a Cristo fue magnífica. Fue
lógica, inteligente y apasionada. Más que una defensa, fue una declaración del
evangelio. Y leemos aquí los versículos 2 y 3 de este capítulo 26 de los Hechos, en
los cuales Pablo, en medio del silencio y la expectativa de todos comenzó a hablar,
diciendo:
"Me tengo por dichoso, rey Agripa, de que pueda defenderme hoy delante de ti de
todas las cosas de que soy acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces
todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que
me oigas con paciencia."
Ahora Pablo por fin le hablaba a un hombre que entendía lo que él estaba diciendo.
Como ya hemos dicho, Agripa era un hombre inteligente, que conocía la ley mosaica
y las costumbres judías. Pablo en verdad estaba satisfecho de tener esta oportunidad
de hablar a un hombre tan capacitado para comprender la verdadera naturaleza de
este asunto. Es que Pablo también era un judío que había sido bien instruido en la
ley mosaica, pero Pablo, además, se había encontrado con Cristo. Ahora la ley tenía
un nuevo significado y sentido para él. Su alma había sido inundada por una nueva
luz. Ahora veía que la ley se cumplía en Cristo para que fuesen declarados justos
todos los que tuviesen fe. Ahora sabía que Dios había suplido lo que él mismo había
exigido. Pablo sabía que Dios es bueno y que por medio de Cristo, Dios muestra Su
bondad y su misericordia. Y Pablo quiso que el rey Agripa también conociese todo
esta verdad. Una pasión consumada llenaba el alma del apóstol Pablo mientras
hablaba. Y aquí, una vez más, creemos que este discurso fue su obra maestra. Su
discurso en el Areópago en Atenas había sido sobresaliente, pero, no creemos que
pueda compararse con este discurso.
Aunque posiblemente había centenares reunidos en aquella corte para escuchar este
mensaje, creemos que Pablo se dirigió hacia un solo hombre, y ese hombre era el
rey Agripa. Pablo trató de ganar a este hombre para Cristo. Ahora, Pablo comenzó
con una introducción muy cortés, diciéndole a Agripa cuánto se alegraba de tener
esta oportunidad. Luego, continuaría dando al rey Agripa una breve reseña de su
juventud y de sus antecedentes. Y después le contaría acerca de su conversión.
Finalmente, realizó su intento final para alcanzar a este hombre para el Señor
Jesucristo.
Estimado oyente, al despedirnos le rogamos que lea sin interrupción todo este
discurso. Pasando por alto las peculiaridades de aquella situación, este mensaje, que
es universal, se personaliza ante cada ser humano. Porque Dios le habla a cada uno
de acuerdo con su necesidad. Le habló de una manera a Pablo, y de otra muy
diferente a este rey. Le invitamos pues a abrirle al Señor, al Salvador, las puertas de
su vida, para que Él pueda asumir el control, para transformarle y convertirle en una
nueva persona.
Hechos 26:2-32
Continuamos hoy estudiando el capítulo 26 de los Hechos de los Apóstoles. Y en
nuestro programa anterior, dejamos al apóstol Pablo en el salón del trono, frente a
Festo el gobernador, y al rey Agripa y su esposa Berenice. Y vimos que Agripa dio a
Pablo permiso para hablar. Y entonces, Pablo extendiendo la mano, comenzó su
defensa. Ahora, notamos que Pablo comenzó con una introducción muy cortés,
diciéndole a Agripa cuánto se alegraba de tener esta oportunidad. Luego siguió dando
al rey Agripa una reseña de su juventud y de sus antecedentes. Le contó después
acerca de su conversión. Y dijimos que Pablo luego intentó alcanzar a este hombre
para Cristo. Al terminar, dijimos también que pensábamos hacer hoy algo que nunca
antes habíamos hecho. Creemos que este testimonio de Pablo aquí, es tan excelente
que vamos a leerlo todo de una vez. Es algo largo, pero esperamos que usted
estimado oyente, lo escuche porque en verdad habla por sí mismo. Éste es un
mensaje que vale la pena escuchar. Luego volveremos sobre el texto para hacer
algunos comentarios. Comencemos pues, leyendo a partir del versículo 2 y leeremos
hasta el versículo 23:
"Me tengo por dichoso, rey Agripa, de que pueda defenderme hoy delante de ti de
todas las cosas de que soy acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces
todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que
me oigas con paciencia. 4Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio
pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también
saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa
secta de nuestra religión viví como fariseo. Ahora, por la esperanza de la promesa
que hizo Dios a nuestros padres, soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento
esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios
de día y de noche. Por esta esperanza, rey Agripa, soy acusado por los judíos. ¡Qué!
¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos? Yo
ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de
Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los
santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los
mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los
forcé a blasfemar; y, enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las
ciudades extranjeras. Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes especiales y
en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, rey, yendo por el
camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó
a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz
que me hablaba y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor?.
Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate y ponte sobre tus
pies, porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las
cosas que has visto y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo
y de los gentiles, a quienes ahora te envío para que abras sus ojos, para que se
conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que
reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.
Por lo cual, rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié
primeramente a los que están en Damasco y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea,
y a los gentiles, que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, haciendo obras dignas
de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el Templo,
intentaron matarme. Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día
de hoy dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas
que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de
padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al
pueblo y a todas las naciones."
Hemos leído este discurso de San Pablo de forma ininterrumpida porque creemos que
presenta un impacto único. En verdad está demasiado bien articulado como para
interrumpirlo con algún comentario de nuestra parte. Ahora, notará usted que este
discurso comenzó con una referencia a la juventud del apóstol Pablo, en el versículo
4 donde él dijo: "Mi vida, . . . desde mi juventud..." Luego, llegó casi enseguida al
tema de la resurrección de Jesucristo. Es que lo más importante de todo, estimado
oyente, es la resurrección. Si uno quita toda mención a la resurrección de los
mensajes de los apóstoles, estos perderían su significado. Y en consecuencia, no
habría tampoco ningún mensaje del evangelio. Y tampoco habría ningún apóstol. No
se puede explicar a Pablo, ni a los otros apóstoles sin la resurrección. Se le quita todo
significado y poder al evangelio, si se trata de eliminar la resurrección. Es por eso
que tantas Iglesias en la actualidad se encuentran en un estado de impotencia ante
los valores del mundo, porque no toman lo suficientemente en serio el hecho central
del cristianismo, que es la resurrección de Jesucristo.
La muerte de Cristo y la cruz de Cristo de por sí, constituirían una tragedia. Si no
hubiera tenido lugar la resurrección, siempre estaríamos en duda en cuanto a la
bondad de Dios. El evangelio que Pablo predicó fue el de la cruz, interpretada a la luz
y el poder de la resurrección. Nunca predicó la cruz aparte de la resurrección. Dijo él
mismo escribiendo su carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 25: "El cual - es
decir, Jesucristo - fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para
nuestra justificación."
Pablo escribió también a los Corintios, en su primera carta a los Corintios, capítulo 2,
versículo 2 diciendo: "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a
Jesucristo, y a éste crucificado". Más tarde en esta misma carta, explicó lo que era
el evangelio. Y dijo en esa primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículo 6, que
el evangelio esta resumido en las siguientes palabras: "Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras".
Ahora, siguiendo nuestro estudio de este mensaje de Pablo ante el rey Agripa, vemos
que después de dar una explicación de su previa conducta, la cual era el resultado
natural de sus antecedentes, Pablo contó su vida como fariseo, y su experiencia en
el camino de Damasco. Y admitió en el versículo 9 lo siguiente: "Yo ciertamente había
creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret". Estimado
oyente, no creemos que el Señor Jesús jamás haya tenido otro enemigo tan cruel y
tan brutal como Saulo de Tarso. Él tenía un odio crónico e intenso contra Jesucristo
y el evangelio. Y contó como asoló a la Iglesia en Jerusalén y como encerró en
cárceles a muchos de los creyentes. Y creemos que fue precisamente por esto, que
le fue posible a Pablo soportar la cárcel por dos años. Le fue posible sufrir tal abuso
de parte de los líderes religiosos, porque antes él también había sido uno de ellos. Y
sabía exactamente cómo se sentían ellos, pues, él también había perseguido a los
creyentes aun hasta en las ciudades extranjeras.
Luego, en el versículo 13, Pablo relató aquella experiencia que tuvo en el camino
hacia Damasco. Contó acerca de su visión y de su conversión: cómo el Señor
Jesucristo le detuvo en el camino a Damasco, le hizo caer en tierra y entonces le
habló y de cómo por fin se dio cuenta de que estaba viviendo en contra de la voluntad
de Dios.
Más tarde Pablo escribiría a los Filipenses sobre esta experiencia, en el capítulo 3 de
aquella carta, versículos 7 y 8, diciendo: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia,
las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas
las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por amor a Él lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo". Una
revolución en verdad había tenido lugar en la vida de Pablo. Hasta entonces él había
confiado en la religión y era muy religioso; pero cuando se encontró con Jesús, se
libró de todo aquella religiosidad. Las cosas que para él habían constituido una
ganancia, ahora las consideraba como una pérdida. Y Jesucristo, a quien había
aborrecido más que a cualquiera otra cosa, se convirtió para Pablo en la persona más
maravilloso de su vida.
Y así fue como Pablo les describió aquí a estos personajes, a Festo y al rey Agripa, la
realidad de la visión que había tenido. Luego les cuenta que el Señor le había
encargado predicar a los no judíos y le había prometido librarle de ellos. Y ésa fue
una afirmación impactante, porque allí se encontraba él ante estos dos poderosos
personajes que no eran judíos, predicándoles el Evangelio, y no le podían hacer
ningún daño porque, como ciudadano romano, había apelado al César. Fue
exactamente como el Señor le había dicho que sucedería. El Señor había prometido
librarle de aquellos ante quienes sería enviado.
Pablo contó ahora acerca de su respuesta a la visión, comenzando por el versículo
19, que dice: "Así que, rey Agripa, no desobedecí a la visión del cielo". Y la implicación
era: ¿Qué otra cosa podía haber hecho? ¿No habrías hecho tu lo mismo?
Desde el principio Pablo afirmó con claridad total que el nuevo "Camino" era un
desarrollo y un cumplimiento del Antiguo Testamento. Dice el versículo 22: "Pero
habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio
a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés
dijeron que habían de suceder."
Entonces Pablo presentó el evangelio al rey Agripa y a todos en aquella multitud allí
presentes en aquel día, lo oyeron. Y dijo en el versículo 23: "Que el Cristo había de
padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al
pueblo y a todos los Gentiles". La palabra "gentiles" hace referencia a las demás
naciones no judías y creemos que Pablo la enfatizó porque el rey no era judío, o sea,
que era un gentil. Observemos que el presentó el evangelio de esta manera: Cristo
murió por nuestros pecados, fue sepultado, y resucitó de los muertos. Como hemos
señalado con frecuencia, Pablo siempre enfatizó la resurrección, así como hicieron
los demás apóstoles. Nunca debiéramos predicar la muerte de Cristo sin proclamar
también Su resurrección. Pablo confrontó a esa augusta audiencia con el hecho de
que Dios se introdujo en la historia del hombre, y que Dios había hecho algo por el
ser humano. Dios le había demostrado Su amor y de tal manera, que había entregado
a Su Hijo. Como dijo el Señor Jesucristo mismo, en el evangelio según San Juan,
capítulo 3, versículo 16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna."
En ese momento se produjo una interrupción. Evidentemente, el gobernador Festo
fue consciente de que estaba en una situación difícil e interrumpió pues a Pablo a
gran voz. Dicen los versículos 24 y 25:
"Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: ¡Estás loco, Pablo! ¡Las
muchas letras te vuelven loco! Pero él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino
que hablo palabras de verdad y de cordura."
Francamente, creemos que fue una lástima que Festo hubiera interrumpido a Pablo
en ese momento. Pero veamos cuán cortésmente Pablo le contestó. Ciertamente, su
respuesta tranquila demostró que no estaba loco, y que tampoco era un fanático.
Estimado oyente, hoy en día, hay muchos que tratan de testificar, especialmente
predicadores o dirigentes de iglesias, que tienen tanto miedo de no parecer
intelectuales, y de ser considerados fanáticos, que no proclaman las grandes
verdades del evangelio. Debemos estar dispuestos a soportar que se nos compare
con los locos, en la consideración de la gente, actuando como personas cuerdas que
somos, presentando el evangelio con sobriedad, como Pablo lo proclamaba.
Habiendo respondido al gobernador Festo, Pablo se dirigió nuevamente al rey Agripa
para formularle una pregunta, como relatan los versículos 26 y 27, diciendo:
"El rey, delante de quien también hablo con toda confianza, sabe estas cosas, pues
no pienso que ignora nada de esto, porque no se ha hecho esto en algún rincón.
¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees."
Es que resulta posible creer en los hechos, sin que éstos sean significativos para el
que escucha. Uno puede conocer los hechos del evangelio ?que Jesús murió por
nuestros pecados y resucitó?pero lo esencial es la relación de uno con esos hechos.
Veamos pues la respuesta de Agripa y la reacción de Pablo, leyendo los versículos 28
y 29 de Hechos 26:
"Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a hacerme cristiano. Y Pablo
dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos
los que hoy me oyen, fuerais hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!"
Agripa era un hombre inteligente. Y lo vemos en su respuesta, aquí en el versículo
28: "Por poco me persuades a hacerme cristiano". Estimado oyente, ¿sabe usted que
es posible ser casi cristiano, y luego estar perdido para toda la eternidad? ¡Cuán
trágico es eso! El casi, simplemente no sirve para nada. O bien usted acepta a Cristo,
o bien no le acepta. En realidad, a ningún teólogo le es posible examinar las
profundidades de la salvación, ni su significado. Porque resulta una cuestión tan
simple que la mayoría podría comprender. O usted tiene a Cristo, o no lo tiene. O,
confía usted en Cristo, o no. O Jesucristo es su Salvador, o no lo es. Se trata de elegir
una de las dos opciones. No hay tal cosa como una posición intermedia. En ningún
caso puede ser la opción de un "casi". Se trata de aceptar o rechazar la totalidad que
significa la persona del Señor Jesucristo.
Pablo contestó entonces aquí en el versículo 29, que acabamos de leer: "Quisiera
Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me
oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas". Pablo estaba diciendo
que desearía que ellos que le estaban escuchando llegaran a ser como él en su
relación con Cristo, aunque sin esas cadenas, que el no querría poner a nadie. Éste
era el hombre que había sido un fariseo orgulloso y celoso y que, unos pocos años
antes, había encarcelado a los cristianos y les había conducido a la muerte. En ese
momento, su actitud era totalmente diferente. Quiere que todos llegaran a ser
cristianos y que tuvieran una relación vital y personal con Jesucristo. Uno no puede
menos que admirarse de la poderosa transformación que se había operado en la vida
de Saulo de Tarso. Ahora, ¿cómo se explicaba ese cambio? La respuesta era que
Jesús vivía. Había resucitado de los muertos, y se había revelado. Es por eso que
Pablo dijo en el versículo 8, muy al principio en su testimonio ante Agripa: ¿se juzga
entre vosotros cosa increíble que Dios resucite de los muertos? No había nada
irrazonable en cuanto a ello. Más de dos mil años de desarrollo humano y de
conocimiento en muchas áreas han hecho a la resurrección aun más creíble en
nuestro tiempo. En realidad, estimado oyente, tendría que ser más fácil para usted
creer en la resurrección que lo que debió serlo para las personas del tiempo de Pablo.
Nuestra escena estaba transcurriendo en una sala de juicios en la cual había un trono.
Ahora, puesto que Jesús había sido levantado de los muertos, también es verdad que
habrá otro juicio futuro. Habrá otro trono y Jesús estará sentado sobre él. Y en esa
ocasión habrá otro prisionero, que podría ser usted o yo. O usted se ha postrado ante
Él y le ha aceptado como su Señor y Salvador, o algún día tendrá que rendirle cuentas
en aquel día futuro. Y estimado oyente, la resurrección es muy importante para el no
creyente, así como lo es para el creyente. Para el inconverso, el Cristo resucitado se
aparecerá como Juez. Leamos ahora los versículos 30 hasta el 32 de este capítulo 26
de los Hechos:
"Cuando dijo estas cosas, se levantaron el rey, el gobernador, Berenice y los que se
habían sentado con ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo:
Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. Y Agripa dijo a
Festo: Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César."
Es obvio entonces que Pablo tendría que ir a Roma. Hemos mencionado en un
programa anterior que había quienes dudaban que Pablo hiciera lo correcto cuando
apeló a César. Algunos creen que se equivocó. Pero, insistimos en que Pablo no se
equivocó de ninguna manera.
En su carta a los Romanos, Pablo expresó su anhelo de ir a Roma y les pidió a los
creyentes que oraran que pudiera ir. Escuchemos lo que dijo en su carta a los
Romanos, capítulo 1, versículos 10 y 11: "Rogando que de alguna manera, si es la
voluntad de Dios, tenga al fin un próspero viaje para ir a vosotros porque deseo
veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis fortalecidos."
No había duda pues, que Pablo iría a Roma. Ahora, usted quizás dude que Pablo
tuviera un próspero viaje. Creemos que sí, que lo tuvo porque era la voluntad de Dios
que él fuera a Roma.
En nuestro próximo programa, Dios mediante, entraremos en más detalles con
respecto a este viaje de Pablo a Roma. Nos quedamos hoy pensando en este mensaje
de San Pablo, el más elocuente de sus sermones registrado en la Biblia. Pero otro
más de los mensajes apostólicos que presentó la muerte y la resurrección de Cristo,
eventos fundamentales de la fe cristiana.
¿Qué relación tiene usted, estimado oyente, con los hechos de la muerte y la
resurrección de Cristo? ¿Se los ha apropiado usted personalmente y ha depositado
su fe en Cristo Jesús? Si se ha apropiado de ellos, ¿entiende usted que Dios le acepta
como justo? Dios le ve a usted como si usted hubiera muerto, hubiera sido sepultado,
y resucitado a una nueva vida en Cristo. Estos entonces, no son solamente unos
hechos históricos, objetivos, sino la sustancia, la esencia de una nueva relación. Esto
es lo que Pablo escribió a los Gálatas, cuando les dijo en el capítulo 2 de su carta a
los Gálatas, versículo 20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."
Hechos 27:1-29
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles, llegamos
hoy al capítulo 27. Y en este capítulo, tenemos a Pablo en su viaje a Roma, pasando
por una tempestad y un naufragio. Ahora, creemos que éste podría llamarse "el
Cuarto Viaje Misionero de Pablo". Pablo estuvo tan activo cuando viajó hacia Roma,
como lo fue en sus otros viajes. Ejerció la misma libertad, hizo igual número de
contactos y testificó con la misma fidelidad. Las cadenas no le estorbaron aunque
todo este viaje lo hizo encadenado. Recordemos que en su segunda carta a Timoteo,
capítulo 2, versículo 9, dijo: "por este evangelio soporto sufrimientos; incluso el estar
encadenado como un criminal. ¡Pero la palabra de Dios no está encadenada!" Y en
su carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo 12, dijo que las cosas que le habían
sucedido, habían ayudado más bien para el progreso del evangelio. Dios, pues,
estaba presente en todas aquellas circunstancias. Este viaje sería un poco diferente
a los anteriores y sus gastos correrían a cargo del gobierno romano, porque Pablo
era su prisionero. Ésta era pues, la respuesta a la oración de Pablo, y a la oración
que pidió que los romanos elevaran, para que él pudiera ir a Roma.
Ahora, cuando Pablo apeló su caso al César, fue apartado de la jurisdicción de Festo
el gobernador y del rey Agripa. Como dijo Agripa: "Podía este hombre ser puesto en
libertad, si no hubiera apelado a César". Pues bien, entonces ellos no podían hacer
nada en cuanto a él. Tenían que enviarle a Roma.
En este capítulo 27 de los Hechos tenemos el relato de ese viaje a Roma. Lo que
tenemos aquí podría llamarse el "diario de navegación". Y este relato del capítulo 27
del libro de los Hechos, ha sido considerado como la mejor descripción que se tenga
de un viaje por mar en el mundo antiguo. Se considera la mejor descripción que la
historia registra hoy en día. El famoso arqueólogo británico Sir William Ramsey, hizo
un estudio de la narración del doctor Lucas y la considera como una obra maestra y
la descripción más exacta de este tipo de literatura que jamás haya sido escrita. De
modo que, todo indica que hemos llegado a otro gran capítulo de la Biblia.
Si usted ha estudiado "César" en latín quizá puede recordar el relato de la
construcción de un puente. Ése siempre ha sido un pasaje que resalta en la memoria
de todos los que han estudiado el latín, porque tiene tantas nuevas palabras latinas.
Esto es porque dichas palabras son técnicas y tienen que ver con la construcción de
un puente. En realidad, este capítulo de los Hechos corresponde a una situación
similar que corresponde al idioma griego. Hay muchos términos técnicos que el doctor
Lucas usó para describir este viaje, que tienen que ver con el mar y con la
navegación. Vamos entonces a salir ahora con el apóstol Pablo. Vamos a hacer un
viaje por mar hacia Roma. Tenemos el diario del viaje aquí en este capítulo 27. Y
esperamos que usted esté disfrutando de estos viajes que estamos haciendo en este
libro de los Hechos. Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 27, que nos
introduce a
El próspero viaje de Pablo a Roma
"Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a
algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta."
Éste es el principio del viaje a Italia. Pablo junto con los demás presos fue entregado
al cuidado de un centurión llamado Julio. Ahora, creemos que es cierto que Pablo era
el único de los presos que era ciudadano romano. Los otros eran criminales que
probablemente estaban siendo enviados a Roma para su ejecución. Muchos de ellos
llegarían a ser gladiadores y servirían de comida para las fieras.
En aquel entonces había un flujo continuo de seres humanos de todas partes del
Imperio que suplía las necesidades de este centro del vicio público que era el coliseo
en Roma. Estos presos, pues, eran hombres completamente desesperados. ¡Qué
oportunidad tuvo Pablo para traer el evangelio de esperanza a esta clase de hombres!
Usted recordará que el Señor Jesús mismo, dijo que uno de los motivos de Su venida
era para poner en libertad a los oprimidos. Serían puestos en libertad
espiritualmente, es decir, librados de sus pecados y de su culpa. Nos imaginamos
que este centurión Julio era un pagano muy cortés, como veremos más tarde en la
narración, en su trato con Pablo. Veamos ahora el versículo 2 de este capítulo 27 de
los Hechos:
"Nos embarcamos en una nave del puerto de Adramitio que iba a tocar los puertos
de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica."
Una ve más, quisiéramos decirle, estimado oyente, que le resultaría útil seguir este
viaje misionero en un mapa. La mayoría de las Biblias tienen mapas al final. Ahora,
fíjese usted que su rumbo entonces era paralelo a la costa de Israel. En otras
palabras, no navegaron directamente hacia alta mar desde el punto de partida, para
luego llegar a Roma. El barco siguió su ruta siguiendo de cerca la costa de Israel y
dice el versículo 3:
"Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió
que fuera a los amigos para ser atendido por ellos."
Sidón es un lugar familiar para nosotros. Tiro y Sidón estaban en la costa de Fenicia,
en lo que ahora es el país de Líbano. Ahora, veamos la libertad que se le dio al apóstol
Pablo. Creemos que aquí tenemos a un oficial romano al cual Pablo alcanzó con el
evangelio. Su trato para con Pablo fue atento y humano. Incluso un hombre como
Pablo necesitaba del compañerismo y alivio de encontrarse con sus hermanos
cristianos. Ninguno de nosotros está exento de esa necesidad. Necesitamos la
comprensión y estímulo de los demás creyentes en momentos de soledad y en las
circunstancias más extremas de nuestra vida. Leamos ahora los versículos 4 y 5 de
este capítulo 27 de los Hechos:
"Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos protegidos del viento por la isla de
Chipre, porque teníamos al viento en contra. Habiendo atravesado el mar frente a
Cilicia y Panfilia, llegamos a Mira, ciudad de Licia."
Ya hemos viajado por esta ruta antes. Están ahora bordeando la costa de Asia Menor.
Y dice el versículo 6 de este capítulo 27 de los Hechos de los Apóstoles:
"Allí el centurión halló una nave alejandrina que zarpaba para Italia, y nos embarcó
en ella."
Mirando el mapa usted podrá ver a Mira, que era un lugar apropiado para pasar a
una nueva etapa y fue allí donde cambiaron de nave. El centurión halló una nave de
Alejandría, que había llegado de África del Norte e iba en dirección a Italia.
Continuemos con los versículos 7 y 8:
"Navegamos despacio muchos días, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido
porque nos lo impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón.
Después de costearla con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos,
cerca del cual estaba la ciudad de Lasea."
Dirigieron su rumbo hacia la isla de Creta. Al parecer, todavía tenían dificultades en
su navegación. Los vientos contrarios causaban grandes dificultades a las naves en
aquellos tiempos. Vemos, pues, que ellos pasaron al lado sur de la isla y llegaron a
Lasea que queda en la orilla sureña de Creta. Leamos ahora el versículo 9:
"Como habíamos perdido mucho tiempo y era ya peligrosa la navegación por haber
pasado ya el ayuno, Pablo los amonestaba"
Ahora, esto significa que aquella temporada estaba bastante avanzada, y que se
acercaba el invierno. Habían esperado llegar a Roma antes de la época de las
tormentas las tempestades vinieran y los vientos empezaran a soplar. Es interesante
notar aquí que Pablo asumió un ascendiente moral y cuando la navegación se puso
peligrosa, Pablo les amonestó diciéndoles aquí en los versículos 10 y 11:
"diciéndoles: Veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo
del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas. Pero el centurión daba
más crédito al dueño y al capitán de la nave que a lo que Pablo decía."
Bueno, era fácil en realidad comprender el modo de pensar del centurión. Después
de todo, era de esperar que el capitán de la nave supiera mucho más que Pablo
acerca de la navegación. Vemos aquí a Pablo pasando por una verdadera prueba.
Hizo una sugerencia aquí, y más tarde descubrirían que debían haber seguido su
consejo. Creemos que en este momento se reveló la superioridad espiritual de Pablo,
la cual de paso, fue muy evidente en estos momentos. No había ninguna confusión
en la vida de Pablo, ni ninguna incertidumbre, ni frustración. Tenía lo que llamaríamos
una personalidad con aplomo. Pablo conocía el camino y sabía a dónde iba. Podemos
observar estas cualidades en su conducta durante este viaje. Pablo vivió su vida como
un hombre que estaba en contacto con Dios. Continuemos con el versículo 12 de este
capítulo 27 de los Hechos:
"Y como el puerto era incómodo para invernar, la mayoría acordó zarpar de allí e
intentar llegar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar
allí."
Creta es una isla que queda cerca de la costa de Asia Menor y también cerca de la
costa de Grecia. Es la isla más grande y tiene varios puertos buenos. Ahora, los
eventos que siguieron confirmaron que Pablo tenía razón. Durante todo este viaje, el
capitán, los soldados, y los marineros, dependían sólo de la especulación humana.
Pablo en cambio, dependía de Dios. Veamos que dice aquí el versículo 13 de este
capítulo 27 de los Hechos:
"Y como comenzó a soplar una brisa del sur, les pareció que podían continuar el viaje.
Entonces levaron anclas y fueron costeando Creta."
Para los marinos, este viaje estaba basado en conjeturas. El piloto de la nave era un
hombre que confiaba en sí mismo y en la sabiduría humana. Pablo, en cambio, como
ya dijimos, acudió a Dios. Más tarde Pablo podría decir a estos hombres: "yo confío
en Dios" como veremos en el versículo 25. La vida, estimado oyente, es como un
gran mar y nuestras vidas, como unos botes pequeños, con los que podemos navegar
según las suposiciones humanas, si así lo deseamos. Y así quedamos a expensas de
cualquier vendaval o tempestad que se presente. La tragedia es que, en medio de la
confusión, el caos mundial y la oscuridad, desafortunadamente, la mayoría conduce
su bote simplemente guiándose por especulaciones. Hay miles de planes humanos y
todos diferentes, para la construcción de un mundo mejor. Sin embargo, dondequiera
que miremos vemos el fracaso. Hoy en día, lo que necesitamos, estimado oyente,
son hombres que conozcan a Dios y bajo su inspiración reciban sabiduría para
interpretar Su Voluntad en el curso de la historia. Veamos, pues, lo que ocurrió aquí
en el versículo 14 de este capítulo 27 de los Hechos, que inicia el párrafo titulado
La tempestad
"Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado
Euroclidón."
Ahora, ¿Qué es el Euroclidón? El doctor Lucas utilizó aquí un término técnico de la
navegación de aquel entonces. Tenía que ver con el aquilón, un viento procedente
del norte, que en realidad soplaba allí generalmente desde el cuadrante nordeste. En
otras palabras, esta tempestad provenía desde Europa. Ya era invierno, la estación
de las tempestades. Éste era un viento huracanado que sopló sobre Pablo y todos
aquellos que estaban con él en la nave. Sin darse cuenta, habían navegado
directamente hacia el centro de la furiosa tempestad.
Deseamos ahora, detenernos aquí por un momento, para destacar un detalle
interesante. Recordemos que cuando Pablo estuvo en Éfeso, en una hora de triunfo
para el evangelio, expresó un gran deseo de visitar a Roma. Éste era el gran anhelo
de su corazón. Dijo en el capítulo 19 de los Hechos, versículo 21: "Pasadas estas
cosas, Pablo se propuso en su espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia
y Acaya. Decía él: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a
Roma". Pero, pareció como si una hora de tinieblas oscureciera el ánimo de Pablo en
Jerusalén. Le pareció que ya nunca podría ver a Roma. En esa hora de abatimiento,
desesperación y derrota, Dios se le presentó para tranquilizarle, como vimos en el
capítulo 23 de los Hechos, versículo 11, donde leemos: "A la noche siguiente se le
presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en
Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma". El Señor, pues, le había
asegurado a Pablo que iría a Roma. Continuemos ahora leyendo los versículos 15 al
18 de este capítulo 27 de los Hechos:
"La nave era arrastrada, y al no poder poner proa al viento, nos abandonamos a él y
nos dejamos llevar. Después de pasar por detrás de una pequeña isla llamada Clauda,
donde el viento no soplaba con tanta fuerza, con dificultad pudimos izar el bote
salvavidas. Una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para asegurar las amarras
de la nave; y por temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.
Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a
deshacerse de la carga"
Allí estaban en el mar Mediterráneo siendo impulsados por el viento hacia el occidente
desde la Isla de Creta. Parecía casi seguro que naufragarían en la isla de Clauda, una
isla muy pequeña al sur de Creta. Pero tuvieron que dejar que el viento llevara la
nave. Echaron al mar todo el cargamento para aligerar el peso de la nave, como dice
aquí el versículo 19:
"y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave."
Quitaron de la nave todo lo que tenía algún peso. Y continúa el versículo 20, diciendo:
"Al no aparecer ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no
pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos."
El doctor Lucas dice que una tempestad no pequeña les acosó. Ya hemos visto en
otras ocasiones cómo al doctor Lucas le gustaba hacer uso del diminutivo, como lo
hizo aquí. Quería decir en realidad que verdaderamente era una gran tempestad,
hasta tal punto que no creían poder salvarse de un naufragio. Y fue en medio de esta
tempestad que la voz del Señor fue oída por medio de los labios del apóstol Pablo.
Después de pasar catorce días de olas y viento, los tripulantes y pasajeros del barco
creyeron que no escaparían con vida. Sin embargo, recordemos que el Señor se le
había presentado a Pablo y le había asegurado que el iba a ver Roma. Con esta
seguridad, pues, a Pablo le fue posible levantarse en medio de todos para decirles
algo. Leamos los versículos 21 al 26:
"Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de
ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente haberme oído, y no zarpar de Creta
tan solo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen
ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la
nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien
sirvo, y me ha dicho: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César;
además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, tened buen
ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es
necesario que demos en alguna isla."
Es fácil comprender que ésta fuera una palabra alentadora para todos los que estaban
a bordo de esa nave. En realidad, éstas eran las únicas palabras animadoras y de
esperanza en aquel horizonte negro. Observemos lo extraordinario del testimonio del
apóstol Pablo y bien pudo él decir: "el Dios de quien soy y a quien sirvo". Su confianza
estaba depositada en Dios. Y añadió: "Tened buen ánimo, porque yo confío en Dios
que será así como se me ha dicho". Le fue revelado también al apóstol Pablo, que
serían arrojados en alguna isla. Más tarde, veremos que sería la isla de Melita que
estaba situada al sur de Sicilia. Así que viajaron una distancia considerable a través
del Mediterráneo desde la isla de Creta. Melita es la misma isla que hoy conocemos
como la isla de Malta. Y leemos aquí en el versículo 27:
"Al llegar la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la
medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra."
El mar Adriático esta situado entre Italia y Macedonia, o sea Grecia. Al parecer,
habían sido impulsados por el viento de un lado a otro del mar Adriático, pasando
entre las islas de Creta y Sicilia. En otras palabras, ahora se encontraban en las
profundidades, en alta mar. Pero entonces, a la décima cuarta noche, alrededor de
la medianoche, se dieron cuenta que estaban acercándose a tierra. Continuemos con
los versículos 28 y 29:
"Echaron la sonda y hallaron que la profundidad era de 36 metros; y pasando un
poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron que estaban a 27 metros
de profundidad. Temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y
ansiaban que se hiciera de día."
La sonda indicó que se estaban acercando cada vez más a la tierra. Y así vemos que
se iban cumpliendo todas las previsiones anunciadas por Pablo.
Al ver al gran apóstol, prisionero en aquel barco que se dirigía hacia Roma, no
podemos dejar de admirar su temple, su calma en medio de la situación caótica de
un barco a punto de naufragar, y su forma de hablar con autoridad, opinando y dando
sugerencias ante los veteranos marinos allí presentes, a quienes la situación se les
había ido de las manos. Nos imaginamos a Pablo, firmemente puesto en pie a pesar
de los movimientos violentos del barco, haciendo resonar su voz, que debió superar
al viento y a las olas. Recordamos sus palabras, que le trajeron paz y confianza a él
y a sus compañeros de viaje: "esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de
quien soy y a quien sirvo. . . . Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios
que será así como se me ha dicho."
Estimado oyente. Solo Dios puede hacer sentir Su presencia de una manera muy
real, para infundir confianza en aquellos hijos suyos que atraviesan una situación
que, humanamente hablando, no ofrece solución ni esperanza alguna. La vida del
gran apóstol, se aproximaba a la meta que Dios había fijado para el final de su vida
y ministerio. Si hubiéramos podido verle allí en el barco, imponiendo la calma en
medio de la tempestad, inevitablemente, habríamos recordado a Aquel a quien Pablo
debía su salvación y a quien sirvió. Me refiero a Jesucristo. También Él en una ocasión
estuvo en una barca sacudida violentamente por las olas, rodeado de hombres
temerosos por la inminencia de un naufragio, que gritaron desesperadamente:
¡Señor! ¡ Sálvanos, que perecemos! Y Él les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de
poca fe? Y a continuación, dio una orden al viento y al mar, y todo quedó
completamente en calma. En este programa dijimos que nuestras vidas se parecen
a pequeños y frágiles botes que surcan los mares de este mundo. Estimado oyente,
su embarcación necesita la presencia de un capitán, Y nadie sino Aquel que creo el
universo, que sustenta su creación y que controla los vientos y los mares, puede
evitar el naufragio, la catástrofe del alma que, sin Dios, está inevitablemente perdida.
Por todo ello le invitamos a dar el paso de fe de dejar entrar en su vida al Señor, al
Salvador, quien para poder ofrecerle la salvación murió por usted y resucitó. Solo Él
puede darle hoy la vida eterna. Solo Dios puede transformar un naufragio, una
catástrofe humana, en un nuevo comienzo, en una nueva etapa, en una nueva vida,
en un anticipo del cielo.
Hechos 27:30-28:31
Continuamos hoy estudiando el capítulo 27 de los Hechos de los Apóstoles. Estuvimos
leyendo sobre el viaje de Pablo a Roma, viendo el barco a merced de la tempestad
en el Mar Adriático acercándose a tierra y a punto de ser arrastrado contra las rocas,
por lo cual los marineros echaron las cuatro anclas. Y leemos aquí en los versículos
30 y 31:
"Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el bote salvavidas al
mar aparentaban como que querían largar las anclas de proa. Pero Pablo dijo al
centurión y a los soldados: Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis
salvaros."
En realidad, bajo la apariencia de echar las anclas, la intención de estos marineros
era abandonar la nave.
Pablo les dijo que la única certeza de seguridad estaba precisamente en que todos
permanecieran en la nave. No había seguridad alguna en echarse al mar. Pablo había
puesto su confianza en Dios. ¡Qué experiencia maravillosa es confiar en la Palabra
de Dios! El ángel de Dios le había dicho a Pablo que él y los demás hombres en la
nave serían salvos. Pero, no podían salvarse si obraban según su propio parecer. Sólo
podrían salvarse si actuaban según la manera de Dios, que consistía en que ellos
permaneciesen en la nave. La cuestión era, o bien creer que Dios les salvaría o sino,
que ellos tomasen esta emergencia bajo su control.
Para nosotros hoy en día, estimado oyente, también es cuestión de confiar en Dios,
de descansar en Cristo. En estos días tan difíciles y oscuros, es tan fácil abandonar
la nave y echarnos al mar. Es tan fácil seguir aquel camino creyendo que podremos
huir de algunas circunstancias adversas y salvar nuestras propias vidas de esa
manera. No, estimado oyente. Se trata de confiar en Cristo y de descansar en Él.
Leamos ahora el versículo 32 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Entonces los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron
perderse."
Pablo había dado esta información al centurión. Y parece que por fin, el centurión
comenzaba a escuchar a Pablo. De modo que, dio la orden y los soldados cortaron
las amarras del bote salvavidas. Ahora, todos tuvieron que permanecer en la nave.
Continuemos con los versículos 33 y 34:
"Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comieran, diciendo: Este
es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. Por
tanto, os ruego que comáis por vuestra salud, pues ni aun un cabello de la cabeza
de ninguno de vosotros perecerá."
Unos catorce días de ayuno debilitarían incluso a los hombres más fuertes. Así que,
después de haberles pedido que permanecieran en la nave, Pablo les dijo a todos que
comiesen. Al parecer, todos habían ayunado. Los paganos habían ayunado porque
estaban muy asustados. Pablo y los creyentes habían ayunado porque lo hacían para
el Señor. Como estaban por desembarcar en una situación extrema, y todos
necesitarían fuerzas, Pablo hizo uso del sentido común y les pidió que se alimentasen.
Creemos que en el servicio cristiano es muy necesario hacer buen uso del sentido
común, casi más que en cualquier otra área de la vida. Pero la confianza en el Señor,
no excluye ejercitar ese sentido común que Dios nos ha dado para que lo apliquemos.
Continuemos con el versículo 35 de los Hechos capítulo 27:
"Y dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y
comenzó a comer."
Pablo dio gracias a Dios en presencia de todos. ¡Éste fue nuevamente un testimonio
maravilloso! ¡Éste fue el próspero viaje a Roma! Algunos creen que no parecía muy
próspero, como si estuviera fuera de la voluntad de Dios. Pero, no, estimado oyente,
Pablo de ninguna manera estaba fuera de la voluntad de Dios.
¿Recuerda usted otro caso en los evangelios, cuando una noche el Señor Jesús hizo
subir a Sus discípulos en una barca y los envió a través del mar de Galilea? Les había
enviado a la otra orilla, y durante la travesía, una tempestad se presentó en el mar.
Les había enviado directamente al centro de la tempestad. Ahora, no podemos decir
que Jesús no sabía que venía una tempestad. Para mí, no hay ni sombra de duda que
Él los envió deliberadamente hacia la tempestad. Él es Dios. Él sabía acerca de la
tempestad. Sabía lo que hacía.
Personalmente creo que muchas veces el Señor deliberadamente nos envía hacia una
tempestad; y debemos recordar que podemos estar en el mismo centro de una
tempestad y aún así, permanecer en la voluntad de Dios. Nunca nos ha prometido
que no habrá tempestades. Nunca ha dicho que no nos evitaría pasar por tales
experiencias. Lo que nos ha prometido es que llegaremos al puerto. Además, ha
prometido estar allí mismo con nosotros en medio de la tormenta, cuando la furia de
los elementos se desencadena con toda su violencia. Ése es el consuelo que el hijo
de Dios debe experimentar en esa hora de la prueba. Leamos ahora los versículos 36
y 37 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. Y éramos todas las
personas en la nave doscientas setenta y seis."
Había 276 personas a bordo de esa nave. En verdad, era un barco bastante grande.
El versículo 38 dice:
"Una vez satisfechos, aligeraron la nave echando el trigo al mar."
Antes, habían echado al mar todo el cargamento. Ahora, arrojaban al mar todas sus
provisiones. Leamos ahora los versículos finales, versículos 39 al 44 de este capítulo
27 de los Hechos:
"Cuando se hizo de día, no reconocieron el lugar, pero vieron una ensenada que tenía
playa, en la cual acordaron varar la nave, si podían. Cortaron, pues, las anclas y las
dejaron en el mar; aflojaron también las amarras del timón, izaron al viento la vela
de proa y enfilaron hacia la playa. Pero, dando en un lugar de dos aguas, hicieron
encallar la nave. La proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia
del mar. Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se
fugara nadando. Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento,
y mandó que los que supieran nadar se arrojaran al agua primero y salieran a tierra;
y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se
salvaron saliendo a tierra."
Creemos que podemos considerar ese desembarco, como un milagro, aunque no
vamos a insistir en que fue un milagro. Sin embargo, Dios ciertamente cumplió Su
promesa de que Pablo y todos los que estaban en la nave se salvarían. A todas las
276 personas les fue posible llegar a tierra sanas y salvas.
Y así terminamos el capítulo 27 de los Hechos. Llegamos ahora al último capítulo de
este libro.
Hechos 28
Y en este capítulo tenemos la llegada de Pablo a Roma. En este capítulo seguiremos
la ruta de Pablo desde Malta hasta Roma. Al llegar Pablo a Roma, veremos que se
dirigiría primero a los judíos y luego a los gentiles o no judíos. Observaremos también
que la narración queda inconclusa, se interrumpe y simplemente nos deja con Pablo
predicando en Roma. Los hechos del Espíritu Santo no se han terminado, ni aún en
nuestros tiempos. Este libro de los Hechos sólo terminará con el arrebatamiento de
la Iglesia de Cristo, cuando Él venga a buscarla. Comencemos pues, leyendo el primer
versículo de este capítulo 28 de los Hechos, que nos describe
El desembarco en Malta
"Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta."
Es de especial interés saber que la bahía donde se cree que el desembarco tuvo lugar,
se conoce hoy como la Bahía de San Pablo. La isla de Malta es un lugar muy
interesante. A los que vivieron durante la Segunda Guerra Mundial, les recuerda que
esta isla era muy mencionada en los titulares de los periódicos, al principio de la
segunda guerra mundial. Fue el sitio más bombardeado debido a su situación
estratégica en el mar Mediterráneo.
Ciertamente, en este incidente del naufragio y del desembarco de Pablo en la isla de
Malta vemos la providencia de Dios en la vida del apóstol Pablo. Todo esto fue
registrado para nuestra enseñanza. Continuemos con el versículo 2:
"Los habitantes del lugar nos trataron con no poca humanidad, pues, encendiendo
un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío."
Aquí vemos otro ejemplo de la bondad y la cortesía de personas paganas.
Recordemos que había 276 personas que desembarcaron en esta isla. De este grupo,
muchos eran criminales que estaban siendo enviados a Roma para ser castigados.
Sin embargo, hallamos esta maravillosa bondad y cortesía que fue manifestada por
parte de estos habitantes de Malta que eran paganos.
Vemos en el libro del profeta Jonás otro ejemplo de lo mismo. Los marineros paganos
se portaron muy bondadosamente con Jonás. No querían echarlo al mar aunque él
les había dicho que eso era lo que debían hacer. En ese caso, se esforzaron por hacer
volver la nave a tierra y se dieron cuenta que no podían hacerlo. A veces las personas
que honradamente admiten estar sin Dios, manifiestan más bondad y generosidad
que los que son religiosos. Y eso incluso es verdad, aun hoy en nuestros días.
Continuemos con el versículo 3:
"Entonces Pablo recogió algunas ramas secas y las echó al fuego; y una víbora,
huyendo del calor, se le prendió en la mano."
Recordemos que al final del evangelio según San Marcos, en el capítulo 16, versículo
17 y 18, tenemos las promesas siguientes: "Estas señales seguirán a los creen: En
mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán serpientes
en las manos, y aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán". Creemos que estas señales estaban limitadas a ese
tiempo, antes de que fuera completado el Nuevo Testamento y la iglesia dispusiera
de un texto con autoridad, cuando los creyentes necesitaban dones acompañados de
señales para verificar el mensaje del evangelio.
Observemos que Pablo no cogió deliberadamente esta víbora. Pablo no estaba
probando e, alcance del poder de Dios. En verdad creemos que esta fue otra prueba
de que lo que Pablo llamó en 2 Corintios el aguijón en su cuerpo, era una enfermedad
de la vista. Queremos desarrollar este tema, cuando lleguemos a la epístola a los
Gálatas. Tenemos aquí otro caso que manifiesta que Pablo no podía ver muy bien.
Cuando cogió algunas ramas secas, simplemente no vio la víbora que estaba entre
las ramas.
Hay algo más de interés aquí en cuanto al apóstol Pablo, que quisiéramos destacar.
Estos habitantes de la isla habían sido muy hospitalarios con todos estos náufragos.
Habían aceptado a los 276 extranjeros que acababan de llegar. Hacía frío y como
había lluvia, ellos encendieron un fuego para calentar a éstos que habían llegado.
Ahora, cuando el fuego empezó a extinguirse, Pablo fue a buscar ramas secas. Y eso
debe disipar cualquier idea de que Pablo simplemente viajaba de ciudad en ciudad,
limitándose a predicar, y prácticamente sin ocuparse de nada más. Él mismo nos dijo
que trabajaba para su propio sostenimiento económico haciendo tiendas, para no ser
carga a ninguna iglesia. No creemos que tuviera reparos para trabajar, sino todo lo
contrario.
Ahora, cuando Pablo echó al fuego las ramas secas, la víbora naturalmente huyó del
calor. La víbora no solamente mordió a Pablo, sino que también se le prendió de la
mano. Y dice aquí en el versículo 4:
"Cuando la gente de allí vio la víbora colgando de su mano, decía: Ciertamente este
hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir."
En otras palabras, creyeron que Pablo era culpable de algún gran crimen y que la
justicia le estaba alcanzando. Había escapado del mar, pero, ahora con toda certeza,
moriría a causa del veneno. Y esperaban ver en cualquier momento una hinchazón
en la mano y en el brazo, y pensaban que caería muerto allí mismo. Sabían por
experiencia triste que esto era lo que había pasado a su propia gente. De modo que
esperaban que lo mismo le sucediera a Pablo.
Ahora, vemos que esta gente tenía un sentido de justicia. Creían que Pablo era un
asesino y que merecía el castigo. Creemos que este incidente enseña que a través
de todo el Imperio Romano en aquel entonces, había un sentido de justicia. Sabían
que la justicia tenía que cumplirse. La Roma pagana había hecho esta contribución
al mundo. Y Roma se destacó por la justicia, no por la misericordia. Los pecados o
infracciones a la ley, no eran perdonados. El que quebrantaba la ley, tenía que pagar
la pena. Por ello, bajo el dominio férreo de Roma, el mundo estaba clamando por
misericordia. Este sentimiento fue una preparación para la venida de Cristo, quien
vino como un Salvador del pecado, para que la humanidad conociese la misericordia
y el perdón de Dios. Continuemos ahora con los versículos 5 y 6 de este capítulo 28
de los Hechos:
"Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban
esperando que él se hinchara o cayera muerto de repente; pero habiendo esperado
mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un
dios."
Creemos que ésta fue la manera en que se cumplió la promesa que tenemos en el
evangelio según San Marcos 16:18. La víbora venenosa mordió a Pablo, pero él no
sufrió los efectos del veneno. Dios lo había protegido. Desafortunadamente, cuando
los isleños vieron que Pablo no había sufrido daño alguno, entonces concluyeron que
Pablo no era un criminal, sino un dios. Ambas suposiciones eran igualmente falsas,
aunque este incidente le dio a Pablo un contacto muy importante para su testimonio
aquí en la isla de Malta. Continuemos ahora con los versículos 7 y 8 de este capítulo
28 de los Hechos:
"En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado
Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre
de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería. Pablo entró a verlo y,
después de haber orado, le impuso las manos y lo sanó."
Pablo estaba entonces ejerciendo su don de apóstol. Oró pidiendo dirección para
saber cuál era la voluntad de Dios. Una vez que supo la respuesta, actuó en
consecuencia. Prosigamos con los versículos 9 y 10:
"Viendo esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades venían, y eran
sanados; los cuales también nos honraron con muchas atenciones, y cuando
zarpamos nos proveyeron de todo lo necesario."
Ha surgido la pregunta en cuanto a si Pablo predicó el evangelio en Malta, o no. Hay
quienes creen que éste fue un lugar donde Pablo no lo predicó. Éste es un caso donde
creemos que el Espíritu Santo espera que hagamos uso de nuestro sentido común.
Por supuesto que Pablo predicó el evangelio. No hay razón alguna para dudarlo. Lo
que sucede es que como estamos llegando ya al fin del libro, este relato se presentó
de una manera muy breve y directa. Es que, a estas alturas, el doctor Lucas esperaba
que conociéramos lo que Pablo haría. Recordemos que fue Pablo quien escribió en su
primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 2: "Pues me propuse no saber
entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado". Para los apóstoles,
la sanidad equivalía a la confirmación que el Evangelio que predicaban procedía de
Dios. Y creemos que es muy importante para nosotros darnos cuenta que Pablo
predicó aquí el evangelio, y que la sanidad fue el resultado de esa predicación. Era
una evidencia de la verdad que él estaba predicando. Creemos entonces que la
inferencia normal aquí es que Pablo hizo aquí exactamente lo mismo que hizo
dondequiera que fue. Avancemos con el versículo 11 de este capítulo 28 de los
Hechos, que nos informa que
El viaje continuó
"Pasados tres meses nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había
invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux."
Ahora, ya que Pablo se quedó en Malta por tres meses, es más que evidente que los
pocos versículos que se nos dan aquí, no presentan la historia completa de su
ministerio en esa isla. Por eso creemos que podemos estar seguros de que Pablo
predicó el evangelio ampliamente. Ahora, Cástor y Pólux, que se mencionan aquí en
este versículo 11, como la enseña en su nave, eran dioses de los romanos. Todavía
hay una columna erigido a ellos en las ruinas del foro romano. Sigamos adelante con
los versículos 12 hasta el 15:
"Llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos
a Regio; y al día siguiente, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli.
Allí encontramos a algunos hermanos, los cuales nos rogaron que nos quedáramos
con ellos siete días. Luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los
hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas. Al verlos,
Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento."
La tempestad ya había pasado. El Euroclidón, ese viento huracanado del norte, se
había alejado. Entonces sopló nuevamente un viento del sur. Pablo, ahora, había
llegado a la Vía Apia. Y una vez más, vemos cuán importante era para el apóstol
Pablo el ánimo de los creyentes. Continuemos con el versículo 16, que nos presenta
a
Pablo en Roma
"Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar; pero a
Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que lo vigilara."
Al parecer, Pablo tuvo la libertad de vivir en una casa, aunque siempre fue custodiado
por un soldado. En realidad, había diferentes soldados que se turnaban custodiando
a Pablo. Prosigamos con los versículos 17 al 20:
"Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los
cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, hermanos, no habiendo hecho
nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado
preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado,
me querían soltar por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero, oponiéndose
los judíos, me vi obligado a apelar a César, aunque no porque tenga de qué acusar
a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros, porque por
la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena."
Vemos que Pablo continuó aplicando su método acostumbrado de dirigirse primero a
los judíos, en este caso para explicarles el motivo por el cual estaba encadenado. Y
continuamos con los versículos 21 al 24 de este capítulo 28 de los Hechos:
"Entonces ellos le dijeron: Nosotros no hemos recibido de Judea cartas acerca de ti,
ni ha venido ninguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de
ti. Pero querríamos oír de ti lo que piensas, porque de esta secta nos es notorio que
en todas partes se habla contra ella. Habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos
a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la
mañana hasta la tarde, persuadiéndolos acerca de Jesús, tanto por la Ley de Moisés
como por los Profetas. Algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían."
Vemos aquí la clase de libertad que Pablo tenía como preso. Al parecer, le fue posible
recibir a grandes multitudes en su casa. Sin embargo, siempre hubo un soldado de
guardia para vigilarlo.
Nuevamente vemos que el apóstol Pablo se sirvió de su conocimiento del Antiguo
Testamento para persuadir a los judíos en cuanto a Jesús, como su Mesías prometido.
Como siempre, surgieron las dos respuestas al mensaje: algunos creyeron, mientras
que otros no creyeron. Y los versículos finales de este capítulo, los versículos 25 al
31 nos dicen:
"Como no estaban de acuerdo entre sí, al retirarse les dijo Pablo esta palabra: Bien
habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Ve
a este pueblo y diles: De oído oiréis y no entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis,
porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron
pesadamente y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos y oigan con los
oídos, y entiendan de corazón y se conviertan, y yo los sane. Sabed, pues, que a los
gentiles es enviada esta salvación de Dios, y ellos oirán. Cuando terminó de decir
esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. Pablo permaneció dos
años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían. Predicaba
el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin
impedimento."
El libro de los Hechos nos cuenta del principio del movimiento del evangelio hasta su
expansión hacia los confines de la tierra. Recordemos que en el huerto de Edén el
hombre dudó de Dios, y que ello le condujo a la desobediencia. El camino de regreso
a Dios se recorre por medio de la fe, es decir, del creer que conduce a la obediencia,
como Pablo dijo en su epístola a los Romanos 1:5. Por tanto, vemos que en aquel día
algunos creyeron el evangelio y otros no. Y todavía sucede lo mismo hoy en día.
El libro de los Hechos de los Apóstoles, termina con Pablo predicando el reino de Dios
y enseñando acerca del Señor Jesucristo sin que nadie le estorbara. Pero, en realidad,
como ya hemos dicho antes, la narración no concluye aquí en el capítulo 28. El
Espíritu Santo continúa actuando en el día de hoy. Los hechos del Espíritu Santo no
han terminado aún en nuestros tiempos. La obra de la iglesia aún no ha sido
completada; es una historia continua. Lo que usted y yo hemos hecho y hagamos en
el poder del Espíritu Santo, también forma parte de este relato. Y la mejor forma de
continuarlo es compartir con otros el mensaje del Evangelio que caracterizó a la
predicación de los apóstoles. Y ese mensaje establece que el Señor Jesucristo murió,
y resucitó. Por lo tanto, su obra de redención está al alcance de todos aquellos que,
por la fe, acepten el don gratuito de la salvación que Dios hoy ofrece.
Y así concluimos nuestro estudio del libro de los Hechos de los Apóstoles. Dios
mediante en nuestro próximo programa, volveremos al antiguo testamento, para
comenzar nuestro estudio del primer libro del profeta Samuel.
Desenmascarando a los Fósiles de la
Evolución
 jvcom
 9 Diciembre, 2017
 Antropología / Evolución / Movimientos Seculares
Todavía puede verse en nuestros libros de escuela algunos rastros de estos fósiles. En
algunos casos con más imaginación que en otros, dibujando un hombre simio donde sólo
había una mandíbula. Pero ahí están, enseñándose como un hecho, como un respaldo a
la evolución sin terminar de decir la verdad. Aquí denunciamos a los fósiles de la evolución
como lo que son: un fraude, y que sólo han servido para mantener en la ignorancia a
muchas más personas.

El Hombre de Piltdown
Se suponía que había sido un fósil de hombre-simio. Fue descubierto en 1912 cerca de
Sussex, Inglaterra, por Charles Dawson. Muchos afirmaron que se trataba del «eslabón
perdido». Una gran parte del mundo cien

El Hombre de Piltdown

tífico creyó esto durante casi cuarenta años después del descubrimiento. Pero cuando se
descubrieron modernas técnicas para examinar fósiles, el Hombre de Piltdown tuvo que
retirarse. En 1953 se anunció que el Hombre de Piltdown era un fraude.

El realidad, el Hombre de Piltdown había sido montado con un cráneo humano y una
mandíbula y dientes de un orangután. Los dientes habían sido limados para darles
apariencia de desgaste. Cuando fue descubierto, se anunció que tenía entre 200.000 y
1.000.000 de años de antigüedad.
El Hombre de Nebraska

El Hombre de Nebraska

En 1922 Harold Cook descubrió un solo diente y lo envió a Henry Fairfield Osborn, que lo
aclamó como siendo «el primer simio antropoide de América …» Otros afirmaron que era
una especie más cercana al hombre que al simio. Y siendo que había sido hallado en el
estado de Nebraska, recibió el nombre de Hombre de Nebraska. (Osborn lo denominó
Hesperopithecus Haroldcookii).

Al irse acumulando el entusiasmo, fue proclamado como uno de los más primitivos
miembros de la familia humana. El entusiasmo creció, y anhelantes paleontólogos iniciaron
las excavaciones donde había sido descubierto el diente. Más tarde se encontró que el
diente pertenecía a una especie extinta de cerdos, y la historia del Hombre de Nebraska
pronto llegó a su fin. Se trata de otra muestra de la falta de escrúpulos de algunos
defensores de la evolución, queriendo a todas luces de hacer más creíble una postura que
carece de pruebas.

El Hombre de Java
El Hombre de Java fue descubierto en un lecho de un río cerca de Trinil, Java. Este
descubrimiento fue llevado a cabo por Eugene Dubois en 1891 y 1892. En realidad, todo lo
que Dubois encontró fue una calota craneana, tres molares y un fémur izquierdo. Estos
restos estaban dispersos en un área de alrededor de 15 metros de radio.

El Hombre de Java

Pero en el mismo estrato del Hombre de Java, Dubois encontró también los restos de un
hombre moderno totalmente desarrollado (Hombre de Wadjak). Debido a que era un
evolucionista tan lleno de prejuicios, Dubois tomó los restos del Hombre de Wadjak de
vuelta con él, y los escondió en un armario. No fueron revelados a nadie durante veinte
años. Los huesos del Hombre de Wadjak eran evidencia cierta en contra del Hombre de
Java, y él lo sabía.

Antes de su muerte y después de que él hubiera convencido a la mayor parte de los


evolucionistas acerca de la afinidad humanóidea del Pithecanthropus, el mismo Dubois
cambió de forma de pensar y declaró que su Hombre de Java no era nada más que un
gran gibón. Asimismo, más tarde se descubrió que los dientes no pertenecían al cráneo
original.»

El Hombre de Pequín
El Hombre de Pequín fue descubierto cerca de Pequín, China, alrededor de 1922. Los
primeros hallazgos consistían en varios dientes y una mandíbula inferior. Más tarde, se
encontraron varios cráneos. Los restos eran similares a los del Hombre de Java. También
se afirmó que el Hombre de Pequín hacía fuegos y fabricaba herramientas.

Cuando los japoneses invadieron la China antes de la Segunda Guerra Mundial, se hizo un
intento de sacar los huesos del Hombre de Pequín del país. El cargamento fue
interceptado, y nadie sabe en la actualidad qué sucedió con los fósiles. Ello añade fuego a
la controversia acerca de qué es lo que era realmente el Hombre de Pequín. Es
interesante señalar lo que Robert E. Kofhal y Kelly L. Segraves tienen que decir acerca del
Hombre de Pequín en la siguiente cita:

Varias fuentes informadas han afirmado que el Hombre de Pequín fue mayormente un
fraude a la par con el Hombre de Piltdown hallado en Inglaterra en 1912 y formalmente
declarado fraude en 1953. Es interesante y quizá significativo que el principal patrocinador
de la investigación en Pequín, Teihlard de Chardin, estuviera también implicado en el
descubrimiento de Piltdown. En todo caso, siendo que la evidencia ha desaparecido y que
los testigos han muerto, el Hombre de Pequín ha venido a ser una etapa hasta cierto punto
mítica en la supuesta evolución del hombre.

El Hombre de Neanderthal

El Hombre de Neanderthal

Los primeros esqueletos del Hombre de Neanderthal fueron descubiertos en 1856 en una
cueva cerca de Neanderthal, Alemania. La cantidad total de individuos que han sido
descubiertos hasta la fecha es de más de noventa.
El Hombre de Cro-Magnon
fue representado en los libros al principio como un ser achaparrado, simiesco. Pero todo
esto ha cambiado. De hecho, ya no se le considera un hombre-simio en absoluto. Jacob
W. Bruber ha afirmado: «Su verdadero lugar en la evolución del hombre nunca ha quedado
establecido.»

Muchos evolucionistas actuales, si no la mayoría, consideran al Hombre de Neanderthal


como demasiado próximo al hombre moderno para permitir mucha distinción. De hecho,
«si los chicos y las chicas neanderthales fueran vestidos como modernos estudiantes de
instituto y se mezclaran con estudiantes en una clase, probablemente no atraerían ninguna
atención.» Y desde que se llegó a la conclusión de que el Hombre de Neanderthal era casi
idéntico al hombre moderno, los evolucionistas han estado afeitando los rostros y
enderezando la postura de cada representación de Neanderthales en cada museo y libro
de texto de biología por todo el mundo. Heinze ha observado acertadamente:

“El Hombre de Neanderthal demuestra sólo que el hombre tiene una terrible tendencia de obligar a
la evidencia a conformarse a su teoría. Uno se pregunta cuántas de las otras evidencias en favor de
la evolución quedarían eliminadas si supiéramos más acerca de ellas, o si lo que ya conocemos de
ellas no fuera interpretado con una presuposición evolucionista.”

Uno debería sentir prevenciones ante las restauraciones del pasado basadas en las fértiles
imaginaciones de los paleontólogos.

El Hombre de Cro-Magnon
Este hombre ha sido aclamado por los evolucionistas como el primero de los Homo
sapiens. Los machos tenían una altura de más de 1,80 metros y las hembras de 1,67
metros.

El Hombre de Cro-Magnon

El tamaño promedio del cerebro estaba entre los 1.500 1.750 cc., lo que es entre 200 y
400 c.c. más que en el hombre moderno. M. F. Ashley Montagu escribió: «El hombre de
Cro-Magnon es un hombre moderno en todos los sentidos de la palabra, pero no tenemos
ni la más ligera idea ni de su procedencia ni de su ascendencia.»

En el dialecto local, Cromañón significa “Gran Agujero.” Varios de los esqueletos


encontrados en esa región, han sido proclamados como representantes del “eslabón
perdido” entre los humanos y los simios. Pero la realidad es que los Cromañón eran
realmente humanos, posiblemente pertenecientes a una familia noble; que medían más de
1.80 m de estatura, y que tenían una capacidad craneana un tanto mayor a la de los
humanos actuales. Esto podría significar que tenían más cerebro que los humanos
actuales.

Además, no sólo había excelentes artistas entre ellos, sino que conservaban registros
astronómicos. Se concluye pues, que los cromañón eran personas normales y no changos;
y que no representan ninguna transición entre los simios y el humano.

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