Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Pocos años atrás, en una película de Walt Disney se describía a un país observado a
través de un espejo, en el que los trenes permanecían inmóviles en tanto que las estaciones
recorrían las vías de un extremo a otro, los caballos montaban sobre los jinetes en las
carreteras, las casas estaban sobre el agua y eran apagadas por el fuego y la cigüeña se
encargada de llevar los papás a los niños. Era un disparate delicioso.
Los occidentales que visitan otros países se sienten algunas veces como si estuvieran
viviendo en una situación tan descabellada como esa. Además de todas las diferencias que
puedan existir en el tipo físico, se tiene una sensación de extrañeza con respecto a todo. La
manera de hablar parece rápida e ininteligible; los ademanes y las expresiones fáciles resultan
extraños; la indumentaria y decoración son fantasmagóricas; las casas, muebles y utensilios
parecen extraordinarios. La comida puede parecer desabrida o demasiado condimentada.
Algunas normas de conducta pueden parecer no sólo extrañas, sino censurables o
monstruosas. Cualquier esfuerzo por descubrir por qué la gente se comporta en formas
aparentemente tan raras, produce un resultado insatisfactorio. Por regla general, la gente no
sabe por qué se comporta como lo hace y lo único que puede decir es que siempre ha sido
así.
No hay nada de extraordinario en tal incapacidad para dar razones que justifiquen las
normas aceptadas de conducta. Después de todo, si se le pregunta a un estadounidense por
qué aplica el mismo término de parentesco a los hermanos de sus padres y a los esposos de
las hermanas de sus padres, lo más probables es que responda lo siguiente: “Porque todos
son tíos” o bien puede preguntar: “¿En qué otra forma los llamaría usted?” Si se le preguntase
por qué no come en el desayuno ensalada de frutas o pastel y helado, lo más probable es que
respondiese que no sería conveniente hacerlo, que nadie lo hace, o bien, que no son los
alimentos más adecuados para un desayuno. Resulta dudoso que pudiera hacer comprender
a un esquimal de Groenlandia o a un isleño de los mares del sur cuál es la diferencia específica
que existe entre el jugo de fruta helado, las frutas frescas, los huevos duros cocidos, los
cereales con crema y azúcar, o los panecillos con miel, y la ensalada de frutas, el helado y el
pastel. Si la diferencia no está en lo frío o lo dulce, en la fruta o los huevos, en la crema o la
harina –todos los cuales encontramos aceptables para el desayuno en otras formas-, entonces,
¿cuál es? La verdad es que generalmente la gente piensa, siente y se comporta como lo hace,
porque fue criada en una cultura en la que se aceptaba que estas costumbres eran no sólo
buenas y correctas, sino naturales.
Muchas normas sociales, hábitos o costumbres –como quiera que nos guste más
llamarlos- serán correctos o erróneos, resultan importantes porque el hecho de que todos los
observan hace posible pronosticar numerosos aspectos de la vida. Sin ellos no sabríamos qué
debemos esperar de la demás gente o lo que ella podría esperar de nosotros. Además se
lograría muy poco si tuviéramos que decidir cada vez la conducta que debemos seguir con
esas costumbres que ahora se han tomado como normas. Dichas normas son parecidas a las
reglas de tránsito: en realidad no importa mucho que la gente conduzca hacia la izquierda,
como en la Gran Bretaña, o hacia la derecha como en los Estados Unidos, pero se convierte
en una cuestión de vida o muerte el que todos los conductores de un lugar determinado
observen las mismas reglas. Cuando las normas abarcan valores básicos importantes para el
bienestar de la sociedad, entran en la categoría de lo que la gente considera correcto o erróneo.
Los occidentales se sorprenden algunas veces al descubrir que muchos otros pueblos
no sólo piensan que sus propias costumbres son las correctas, sino que, incluso, pueden
considerarse superiores al resto del mundo. La opinión de que “nosotros somos el pueblo” es
muy antigua. Allá por el siglo V antes de Cristo, Herodoto decía que estaba seguro que el
rey de las persas debía de estar loco, puesto que ninguna persona en su sano juicio se burlaría
de las costumbres establecidas desde tiempos remotos por otros pueblos, como lo había
hecho Cambises. Y Herodoto añadía lo siguiente: “Porque si se les ofreciese a los hombres
la posibilidad de elegir entre todas las costumbres de la tierra, las examinarían todas y
terminarían prefiriendo las suyas”.
Muchos de los pueblos más aislados del mundo se aplican términos que significan
hombres o seres humanos. Cuando los europeos encontraron por primera vez a los indios
caribes, éstos anunciaron lo siguiente: “Sólo nosotros somos gente”. El calificativo que se
daban a sí mismos los hotentotes significaba hombre de hombres. Otros muchos grupos de
África, de la América aborigen y de otras partes se adjudicaban calificativos, que traducidos,
quieren decir “los acaudalados”, los “comprensibles”, o, como los navajos, simplemente “el
pueblo”. Los esquimales de Groenlandia creían que los europeos que llegaban a sus playas
habían venido con el objeto de aprender de ellos la virtud y los buenos modales. Numerosas
colectividades tribales que vivían en regiones que llamaban la atención a los europeos por su
desolación y soledad, no solo estaban contentos consigo mismos, sino que sentían que el
mundo en el que vivían era el mejor de todos.
2. La cultura y la sociedad
En nuestra cultura lo que nos permite llevar a cabo, nuestra diaria tarea porque, tanto
nosotros como los demás atribuimos significados bastante parecidos a las mismas cosas.
Nuestra cultura es nuestra rutina de dormir, bañarnos, vestimos, comer r ir a nuestro trabajo.
En nuestras faena domésticas y los actos que realizamos en el trabajo. La manera en que
adquirimos bienes y servicios, en que escribimos y echamos al correo una carta, abordamos
un taxi o subimos a un autobús hacemos una llamada telefónica, vamos a un teatro o
asistamos a la iglesia. Es la forma en que saludamos a los amigos o hablamos a un extraño;
las amonestaciones que hacemos a nuestros hijos y la manera en que ellos nos responden, lo
que consideramos buenos o males, modales, e incluso, en grado considerable, lo que
consideremos correcto o incorrecto. Todas éstas, y otras miles de maneras de pensar, sentir
y actuar, nos parecen tan naturales y convenientes que incluso podemos preguntarnos de qué
otra manera podrían ser. Pero para otros millones de personas en el mundo cada uno de estos
actos pueden parecer extraños, torpes, incomprensibles, inhumanos o censurables. Esas
personas llevarían a cabo muchos, si es que no todos, estos mismos actos, pero los harían de
maneras diferentes que ellos les parecerían lógicas, naturales y correctas.
Pero estas descripciones no nos ayudan por sí solas a comprender a los demás pueblos.
Podríamos recopilar un libro completo de dichas descripciones y sacar de su lectura
únicamente la idea de que los habitantes de las demás naciones son unos excéntricos que no
han aprendido nunca la manera correcta de hacer las cosas. Una cultura no sólo se compone
de elementos o rasgos característicos sino también de sus relaciones mutuas y organización.
Dos edificios pueden constar del mismo número de ladrillos de idéntica forma y tamaño,
colocados en la misma cantidad de mezcla y, sin embargo, parecerse muy poco el uno al otro
ya sea en su estructura o función. Las diferencias culturas pueden tener muchas normas o
patrones específicos que son similares, pero dentro de cada cultura existe una organización
o configuración que la convierte en un todo integrado. Esta realidad sugiere en una forma
inmediata que un cambio o modificación en una parte de la cultura afectará a todos las demás
partes.
Resulta fácil comprender por qué existen semejanzas fundamentales en todos las
culturas, cuando recordamos que todos los seres humanos son esencialmente iguales y que,
en virtud de este hecho, las necesidades básicas del ser humano son las mismas. Por otra
parte, el ser humano posee esencialmente los mismos recursos y medios y las mismas
indicaciones ofrecidas por la naturaleza, aunque, desde luego, éstos en formas específicas.
En todas partes el ser humano depende de la tierra, el agua, los minerales, las plantas
y los animales. En todas partes tiene que habérselas con el clima y las vicisitudes del tiempo.
En todas partes ante sí las formas, los colores y las texturas ofrecidas por la naturaleza.
Prácticamente en todas las regiones del mundo existe alguna especie de ciclo de estaciones
de calor y de frío, de lluvia y de sequía y hay además el día y la noche. Existe el ciclo de
vida de las plantas y los animales. Existe el ser humano mismo, hombre y mujer, y el efecto
de su evolución desde la infancia hasta la vejez. Y finalmente, gravita sobre él y en torno al
mimo el misterio del nacimiento la muerte, el dormir y el despertar, de los sueños, de la
enfermedad y la salud, del cambio de estaciones, el sol, la luna y las estrellas. Todos estos
fenómenos y otros más proporcionan a los pueblos los indicios y las señales que necesitan y
de los que se valen para erigir sus culturas ningún pueblo los utiliza todos y no existen dos
grupos que se valgan de ellos exactamente de la misma manera. Por lo tanto, nuestras
culturas son iguales en muchos aspectos y diferentes en otros.
Si bien podemos decir que cada sociedad posee una cultura, no debe entenderse que
no existan diferencias culturales dentro de una determinada sociedad, o que varias
sociedades diferentes no pueden compartir, al menos en una medida considerable, una cultura
común. Como unidad geopolítica, los Estados Unidos constituyen una sociedad a pesar de
que, aunque excluyamos a grupos tales como los indios norteamericanos o las personas
nacidas en el extranjero, existen grandes variaciones en las normas culturales dentro de los
Estados Unidos continentales. Por otra parte, compartimos en una medida considerable una
cultura común con el Canadá, una sociedad aparte y bien definida que forma una unidad
política independiente.
Algunos escritores han empleado el término de La Gran Sociedad para referirse a todo
el conjunto de la civilización. Otros han usado el término civilización en contraste con el de
cultura. En este libro, cultura se usará como un término inclusive que se refiere a las
costumbres aceptadas de todos los pueblos, por simple o compleja que pueda ser su vida. La
palabra civilización se empleará solamente cuando necesitemos diferenciar cierta clase
determinada de cultura, por lo general una bastante refinada que use la escritura, posea una
vida urbana y una compleja organización económica y política. En ese caso, la civilización
no es “mejor que” otros tipos de cultura, sino únicamente más compleja en ciertos aspectos.
Se han sugerido algunos otros términos, tales como simple, preletrado, iletrado y en
pequeña escala, pero ninguna de estas designaciones resulta totalmente satisfactoria. En este
libro se ha evitado la palabra primitivo, salvo en unos cuantos casos en los que ningún otro
vocablo parecía encajar. La mayor parte de los otros términos de uso común se emplean de
manera alternada, pero siempre con una apología implícita a los pueblos que merecen una
designación más adecuada.
Cuando se encontraron por primera vez con pueblos que hablaban idiomas totalmente
diferentes, los europeos creyeron firmemente que las inflexiones de la gramática latina eran
categorías universales inherentes en la naturaleza misma de la realidad. Como consecuencia
de ello, a todos los idiomas se les hizo entrar por fuera en lo que alguien ha descrito como la
base procusteana de las partes del lenguaje, el género, el género, el caso, el número, el
tiempo, la voz y el modo. Cuando un idioma determinado no se prestaba a estas categorías
particulares, se le consideraba rústica, inculto y “primitivo”. Cuando los antropólogos
realizaron estudios de otras culturas y otros idiomas, se hizo evidente que las categorías de
la gramática clásica no eran ni absolutas ni universales. Se comprendió que el idioma no es
únicamente un medio de comunicación, sino también una manera especial de considerar el
mundo y de organizar la experiencia, y que el pastel de la experiencia pueda rebanase en
muchas formas diferentes. Hoy día, la persona inteligente que estudia idiomas se abstiene
de imponer patrones o normas provenientes del exterior y en lugar de ello trata de descubrir
las categorías inherentes en cada idioma particular.
Mucha gente cree que los pueblos “primitivos” hablan idiomas “primitivos” de una
estructura sencilla y un vocabulario limitado. La realidad es muy diferente. Muchos de los
idiomas no escritos del mundo son extremadamente complejos y poseen vocabularios muy
extensos y exactos en cuanto a los aspectos de la cultura más importantes del mundo. Por
ejemplo, se informa que los navajos poseen más de mil nombres registrados para las plantas
y cientos de términos usados para referirse a las ceremonias o a oficios especializados. Los
esquimales tienen muchas palabras diferentes para las distintas clases de nieve. Los idiomas
varían tanto en las cosas en la que ponen un énfasis especial como en los términos
especializados. En el inglés se utiliza el plural tanto si queremos decir dos cosas como si
pretendemos dar a entender dos mil y ya sea que estén juntas o separadas, ausentes o
presentes. “We” (“Nosotros”) puede significar “usted y yo”, todos los miembros de un grupo
al que pertenezco, o yo y una o más personas que no se encuentran presentes. “You”
(“Tú”/”usted”/”ustedes”) puede significar cualquier cosa, desde una persona hasta miles de
ellas. Hay otros idiomas que tienen un plural para las cosas que están juntas y otro para las
cosas esparcidas. Hay idiomas que tienen un “nosotros” que incluye a la demás gente. En
algunas lenguas existen vocablos separados que se aplican para las cosas presentes y para las
ausentes.
En inglés se puede decir “fui a la ciudad” sin indicar los medios utilizados para llegar
allí. Los navajos no tendrán ningún equivalente del tiempo verbal “fui” pero necesitan
especificar si caminaron, fueron a caballo, en carreta, en automóvil, en tren o en avión. Por
otra parte, en inglés hay cosas que no pueden expresarse en términos generales a menos que
se usen palabra adicionales. En algunos pronombres tenemos que indicar el sexo, tal como
los navajos tenían que indicar los medios empleados para llegar a un lugar. Cuando no
podemos o no deseamos identificar el sexo de la persona mencionada, tenemos que usar el
pronombre “él” como inclusivo de “ella”, o en muchos casos, echamos mano del incorrecto
plural y decimos “ellos” aunque nos estemos refriendo a una sola persona.
Entre muchos idiomas africanos, el empleo de una entonación alta, mediana o baja no
sólo puede modifica, sino cambiar por completo el significado de una palabra. Cuando se
ponen las palabras de un dialecto africano en la música occidental, como sucede con
frecuencia con los himnos y canciones cantados en iglesias y escuelas dirigidas por
accidentales, el significado de las palabras puede distorsionarse hasta el punto por el acento
y la entonación impuestos por la música, que las canciones se tornan bien ininteligibles para
el africano, o con un significado totalmente cambiado. No obstante, muchos occidentales han
vivido durante años entre los pueblos africanos sin “oír” estas inflexiones como sonidos
importantes.
Mientras que la mayoría de los adultos les resulta muy difícil aprender a hablar
perfectamente un idioma extranjero, es decir, sin acento extranjero, un niño aprende
rápidamente como su idioma “nativo” aquel en el que oye expresarse a las personas que le
rodean cuando aprende a hablar. Cualquier ser humanos normal puede aprender fácilmente
a hablar “como un nativo” cualquier idioma que oiga desde su infancia.
4. La raza y la cultura
Pero, sea cual fuere la definición que usemos, no existe ninguna manera de dividir a
los pueblos del mundo dentro de categorías raciales exactas, precisas y ordenadas. La
mayoría de los antropólogos están de acuerdo en las divisiones generales de las caucasoides,
mongoloides y negroides, estableciendo a veces a los australoides como una cuarta división.
Pero existen grandes variaciones dentro de estos grupos raciales y muchos pueblos del mundo
no encajan en ninguna de estas categorías. Además pueblos de tipos físicos diferentes se han
mezclado entre sí desde el principio de la historia y, sin duda alguna antes de entonces, con
características peculiares.
La mayor parte de los criterios de que se valen los antropólogos para determinar las
categorías raciales, tienen que ver con características físicas que tienen pocas o ninguna
consecuencia en la conducta humana, excepto en algunos casos, en los que si las tienen,
debido a la forma en que siente la gente con respecto a ellas, El color de la piel y algunas
otras características físicas, pueden resultar ventajosas o desventajosas en un determinado
medio ambiente, pero no existe ninguna prueba de que el color de la piel, del cabello u otros
rasgos de este tipo estén correlacionados de ninguna manera con un tipo particular de
inteligencia o con cualidades especiales de la mente y el carácter. Por otra parte, los estudios
recientes realizados por antropólogos especializados en el estudio recientes por antropólogos
especializados en el estudio de las peculiaridades físicas del individuo indican que los genes
responsables de las diferentes características no sólo pueden heredarse por separado, sino que
las peculiaridades físicas de una población pueden cambiar en cierto período de tiempo, aun
cuando no haya habido mezcla alguna con otras razas.
Es importante advertir que, cualquiera que sea la definición que demos de la raza o
las clasificaciones que hagamos, los seres humanos son más parecidos que diferentes.
Generalmente, la mayoría de los conflictos aceptan que todos los seres humanos de la
actualidad pertenecen a las mimas especies y que al ponérselas en contacto, los seres de tipos
más diversos se han mezclado libremente. En realidad, si los individuos de rezas diferentes
se tuviesen la antipatía natural que algunas veces se las atribuye, no habría necesidad ni de
leyes de la amenaza de sanciones para mantenerlos aparte.
En otras partes del mundo, la gente que definir la raza en forma totalmente diferente.
En la mayoría de los países latinoamericanos que poseen considerables poblaciones negras e
indígenas, se clasifica a las personas basándose más bien en la cultura que en la raza. Según
un dicho brasileño, un negro rico es un blanco y un blanco pobre es un negro. Esto no quiere
decir que las realidades biológicas de la raza se pasen totalmente por alto, sin que en sus
interpretaciones entren factores económicos u culturales. En la mayor parte de los países de
la América Latina, un indio es una persona que posee un cultura india. Dos hermanos pueden
ser considerados uno como blanco y otro como indio, o una persona puede “convertirse en
blanca” si aprende a hablar, vestirse y comportarse más bien según la costumbre europea que
india. Estas normas varían un poco de un país latinoamericano a otro, pero en ninguna región
de la América Latina existe el tipo de segregación practicada generalmente en los Estados
Unidos y en ninguna parte se define la raza basándose en un solo antepasado.
Así como la mayoría de los pueblos parece preferir su propia cultura, la mayor parte
de ellos parecen preferir su propio tipo físico. Los miembros de una tribu de Nueva Guinea
se refieren todavía a los blancos mediante un término que puede traducirse únicamente como
“monstruoso” o “contranatural”. Otra tribu suponía que los europeos usaban vestidos porque
se avergonzaban de la blancura de su piel. Entre algunos africanos, el concepto original de
las belleza era una piel negra azabache y en una tribu se creía que las pieles blancos
constituían un a anatema lanzada por Dios sobre los europeos, debido a que uno de sus
antepasados había cometido un incesto con su madre.
La preferencia común por nuestro propio tipo físico puede ilustrarse con el mito de la
creación procedente, según los informes, del pueblo malayo. El Creador hizo al primer
hombre de barro y lodo y lo coció en el horno, pero lo sacó demasiado rápido. Tenía una
piel de un blanco pastoso y unos cabello lacios muy poco atractivos. Este hombre se
convirtió en el progenitor de los blancos. El Creador probó una vez más, pero esta vez dejó
al hombre demasiado tiempo en el horno. La piel se le quemó hasta quedar negra y el cabello
salió rizado por el calor. Éste se convirtió en el padre de los negros. Sacando partido de sus
errores anteriores, el Creador obtuvo un tercer ejemplar de un hermoso color moreno dorado.
No hace falta decir que éste llegó a ser el padre de los malayos, cuyo aspecto es exactamente
el que deben tener todos los seres humanos.
Aunque la preferencia por nuestro propio tipo físico parece haber sido muy en común,
el prejuicio de raza tal como lo conocemos parece no haber existido en el mundo civilizada
hasta después de surgir el comercio de esclavos africanos con occidente. Existía una antipatía
entre los diferentes grupos, que la personas que “interpretan torpemente la historia” toman
en ocasiones como prejuicio racial, pero las diferencias físicas de raza o color no han sido
los factores más importantes de dicha antipatía. La exagerada conciencia del color que existe
en el mundo actual parece ser una evolución especial relacionada con factores tales como la
esclavitud y la expansión colonial europea que dio resultado la subordinación política y
económica de muchos delios pueblos más oscuros del mundo.
Estos hechos son pertinentes para la situación actual de nuestro mundo, ya que nos
inclinamos a suponer que la raza propiamente dicha es la razón fundamental de nuestras
diferencias. Sin embargo, todas las pruebas de que disponemos sugieren que no es la raza en
sí, sino la forma en que pensamos, sentimos o obramos con respecto a las diferencias
biológicas reales o supuestas, lo que importa en nuestras relaciones con las demás personas.
Si queremos comprender a los demás pueblos debemos interpretar la cultura en términos
culturales. Todos los tipos de cultura han sido creados por gente de la misma raza y de razas
diferentes y los miembros normales de cualquier raza parecen perfectamente capaces de tener
una participación normal en una cultura dentro de la cual hayan nacido, o en la que se les
haya establecido cuando niños. En este caso, la raza no tiene nada que ver con la
nacionalidad, el idioma, la religión o con la facultad creadora.
5. En busca de la comprensión
Resulta difícil, tal vez imposible, que una persona “logre adentrase” totalmente en
una cultura que no sea la suya… Existen, sin embargo, ciertos enfoques, puntos de vista,
técnicas y o procedimientos, por medio de los cuales se pueden obtener conocimientos y
cierto grado de comprensión. Los siguientes capítulos de este libro están dedicados en gran
parte a una exposición de la diversidad de formas en que lis grupos humanos se han
enfrentado a sus problemas. Estos informes tendrán más sentido para nosotros si
consideramos primero algunos de los modos más provechosos de enfocar el estudio de otras
culturas.
La herencia social de todo pueblo es para sus habitantes lo que el “modo de vida
estadounidense”, en su mejor sentido, es para nosotros. Es el Día de Acción de Gracias y de
los Padres Peregrinos, el Boston Tea Party y el Cuatro de Julio, Jorge Washington y un
cerezo, Abraham Lincoln y una cabaña. Es Santa Claus y un pesebre, los lirios y los conejos
de Pascua, la bandera, el Coney Island, las reuniones religiosas en el campo, la cena
dominical, el pollo frito, el helado de crema y el pastel de manzana. Es el Yankee Doodle,
el Tipperary y My Old Kentucky Home. Es mil y una cosas, sublimes y ridículas, buenas y
malas, míticas y reales, las que hacen de nosotros un pueblo y no simplemente un conjunto
de individuos cuyos antepasados vinieron poco menos que de todas partes del mundo.
Muchos de estos moldes y normas nos han llegado de otros pueblos, pero hemos hecho de
ellos algo peculiarmente nuestro.
Al insistir en que las culturas deben estudiarse como conjuntos, estamos diciendo en
realidad que ninguna costumbre, creencia o conducta puede comprenderse fuera de su
contexto social o cultural. Es decir, cualquier aspecto de la conducta, cualquier tradición o
norma, pueden evaluarse correctamente sólo a la luz de su significado para la gente que los
practica, de su relación con los demás elementos de la cultura y de la parte que desempeñan
en la adaptación de la gente a su medio ambiente o a cualquier otro. Ninguna costumbre es
“excéntrica” para la gente que la práctica.
El especialista que investiga otra cultura observa las cosas insólitas, pero busca los
métodos y la a forma en que se afrontan los problemas básicos. No observa solamente la
conducta pública, sino que trata de descubrir las premisas fundamentales en las que se asienta
la conducta. Muchos gobernantes y misioneros han luchado en vano por cambiar alguna
costumbre, porque no comprendían que ellos y el pueblo al que estaban tratando de ayudar
obraban basándose en diferentes conjeturas. Por otra parte, cualquier acto determinado de
conducta puede parecer familiar y tener un significado enteramente diferente al de una norma
similar de nuestra propia cultura.
Las personas que entran en otras culturas como empleadas gubernamentales o como
misioneras, reciben a menudo lo que ha llegado a llamarse “orientación del terreno”, un
programa en el que se les instruye sobre las costumbres del país. Este procedimiento tiene
sus méritos, pero mucho más valioso es tener un punto de vista, una comprensión de lo que
es la cultura y del papel que desempeña y cierto conocimiento de la gran variedad de formas
en la que la conducta humana ha sido institucionalizada. Este conocimiento teórico de la
cultura proporciona ´señales e indicaciones que nos permiten comprender la conducta de los
grupos humanos dondequiera que éstos se encuentren.
Uno de los problemas que hemos encontrado al escribir este libro es el del empleo del
tiempo presente y el pasado. Los antropólogos que escriben sobre las sociedades simples que
estudian, usan, por lo general, lo que se conoce como presente etnológico. Esto es, escriben
en tiempo presente como si la situación fuese hoy igual a la de la época en que la observaron,
o incluso como la recordaría algún anciano. En el pasado, los pueblos descritos eran
generalmente iletrados y era poco probable que tuviesen conciencia de su “progreso”. Hoy
día, existe en muchas de esas sociedades un grupo sel3cto educado y consciente de sí mismo
que quiere que el mundo sepa que los tiempos han cambiado para ellos, al igual que para
otros pueblos. Para los fines de este libro, poco importa sí una norma existe todavía en la
forma en que fue presentada por primera vez. Lo importante es que el lector reconozca que
los tiempos están cambiando, incluso en las regiones más apartadas del mundo. Por lo tanto,
en la mayoría de los casos en que aludo a pueblos específicos, he usado lo que puede llamarse
pasado etnológico. En todo caso, el mundo está cambiando tan rápidamente que a menudo lo
viejo y lo nuevo existen simultáneamente y una costumbre que se practica en el momento de
escribir este libro, puede haber sido reemplazada antes de que se publique.
II
Jared Diamond
¿Por qué ha sido tan diferente el ritmo de la evolución humana en los distintos
continentes durante los últimos 13.000 años?... Los historiadores suelen huir de este tema
como de la peste,. Ca causa de sus aparentes connotaciones racistas. Mucha gente, o incluso
la mayoría de la gente, da por sentado que la respuesta implica diferencias biológicas del
coeficiente intelectual medio, CI, de unos y otros pueblos del mundo, aun cuando de hecho
no hay ninguna prueba de que dichas diferencias del CI existen…En caso de que el hedor
del racismo le haga a usted sentirse todavía incómodo ante la idea de explorar este tema,
simplemente reflexione acerca de la razón oculta por la que tanta gente acepta explicaciones
racistas del patrón general de la historia: no tenemos una explicación alternativa
convincente. Hasta que la tengamos, la falta de opciones hará que las teorías racistas sigan
siendo el principal polo de atracción. Y eso nos deja con una gran laguna moral, lo cual
constituye la más poderosa razón para abordar este tema tan escabrosa.
Como todos sabemos, los euroasiáticos, y especialmente los pueblos de Europa y del
este de Asia, se han extendido por el globo terráqueo y han dominado el mundo moderno en
cuanto a riqueza y poder. Otros pueblos –entre ellos la mayoría de los pueblos de África-
sobrevivieron a la dominación europea y se han liberado de ella, pero en cuanto a riqueza y
poder continúan a la zaga. Y hay todavía otros pueblos, entre ellos los habitantes indígenas
de Australia, de las Américas y del sur de África, que ni siquiera son ya dueños de sus propias
tierras, y que han sido diezmados, subyugados o exterminados a manos de los colonialistas
europeos. ¿Por qué no fueron los nativos americanos, africanos y los aborígenes australianos
quienes conquistaron o exterminaron a europeos y asiáticos?
Esta crucial pregunta puede llevarse fácilmente un paso más atrás. Para el año 1500,
fecha aproximada en que se inició la expansión europea de ultramar, los pueblos de los
distintos continentes diferían ya mucho entre sí en tecnología y organización política.
Mientras gran parte de Eurasia y del norte de África estaba ocupada por estados e imperios
que vivían en la Edad de Hierro –algunos incluso muy próximos a la industrialización-, dos
pueblos indígenas americanos, los incas y los aztecas, gobernaban imperios que utilizaban
herramientas de piedra y empezaban en aquellos momentos a experimentar con el bronce.
Había algunas partes del África subsahariana divididas en pequeños estados nativos, que se
encontraban también en la Edad de Hierro y estaban gobernados por jefes locales; pero todos
los pueblos de Australia, Nueva Guinea y las islas de Pacífico, al igual que muchos pueblos
de las Américas y del África y recolectores aún, y empleaban herramientas de piedra.
Es obvio que aquellas diferencias existentes en el año 1500 fueron la causa inmediata
de las desigualdades del mundo moderno: los imperios que disponían de armas de hierro
conquistaron y exterminaron a las tribus que utilizaban la piedra únicamente. Pero ¿cómo
evolucionó el mundo para que en el año 1500 fuera aquélla la situación?
También esta pregunta puede llevarse fácilmente un paso más atrás, con la ayuda de
la historia escrita y los descubrimientos arqueológicos. Hasta el final de la última Glaciación
alrededor del año -11000, todos los seres humanos de todos los continentes eran todavía
cazadores recolectores y vivían en la Edad de Piedra. Fue el diferente ritmo de desarrollo de
los distintos continentes desde el año -11000 hasta el 1500 el que produjo las desigualdades
existentes en esta última fecha. Mientras los aborígenes australianos y muchos pueblos
nativos de América continuaron siendo cazadores-recolectores y viviendo en la Edad de
piedra, la mayoría de los pueblos europeos y muchos pueblos de las Américas y del África
subsahariana desarrollaron progresivamente la agricultura, la ganadería y la metalurgia, así
como una compleja organización política. Algunas partes de Eurasia, y una pequeña parte de
las Américas, desarrollaron además una escritura indígena. Pero cada uno de estos progresos
apareció antes en Eurasia que en ningún como lugar.
Y después de leer todo esto, podemos ahora expresar de otra manera nuestra pregunta
sobre la evolución de las desigualdades del mundo moderno. La pregunta sería: ¿por qué ha
sido tan diferente el ritmo de la evolución humana den los distintos continentes durante los
últimos 13 000 años? Esa diferencia de ritmos constituye el patrón más global de la historia,
el mayor problema no resuelto de la historia, y el tema sobre el que trata este artículo.
Los historiadores suele huir de este tema como es la peste, a causa de sus aparentes
connotaciones racistas. Mucha gente, o incluso la mayoría de la gente, da por sentado que
la respuesta implica diferencias biológicas del coeficiente intelectual medio, CI, de unos y
otros pueblos del mundo, aun cuando de hecho no hay ninguna prueba de que dichas
diferencias de CI existan. Incluso el formular la pregunta de por qué los distintos pueblos
tuvieron una historia distinta, a muchos nos resulta monstruosa, pues parece querer justificar
lo ocurrido en la historia. La realidad es que estudiemos las injusticias de la historia por la
misma razón que estudiamos el genocidio, y por la misma razón que los psicólogos estudian
las mentes de los asesinos y los violadores: no para justificar la historia, el genocidio, el
asesinato y la violación, sino para comprender como llegan a ocurrir actos tan abominables,
y luego utilizar esa comprensión para evitar que sucedan otra vez. En caso de que el hedor
del racismos le haga a usted sentirse todavía incómodo ante la idea de explotar este tema,
simplemente reflexione acerca de la razón oculta por lo que tanta gente acepta explicaciones
racistas del patrón general de la historia; no tenemos una explicación alternativa convincente.
Hasta que la tengamos, la falta de opciones hará que las teorías racistas sigan siendo el
principal polo de atracción. Y eso nos deja con una gran laguna moral, lo cual constituye la
más poderosa razón para abordar este tema tan escabroso.
La mayoría estamos familiarizados con los relatos de cómo unos pocos cientos de
españoles a las órdenes de Cortés y Pizarro destruyeron los imperios azteca e inca, cuando la
población de uno y otro imperio se contaba por decenas de millones. Estamos igualmente
familiarizados con los horrendos detalles de cómo otros europeos conquistaron otras partes
del Nuevo Mundo. El resultado fue que el Nuevo Mundo pronto estuvo poblado y dominado
principalmente, por los europeos que allí se establecieron, mientras que la población indígena
americana decayó drásticamente del nivel que tenía en 1492. ¿Por qué ocurrieron las cosas
de esta manera? ¿Por qué, en vez de esto, no fueron los emperadores Moctezuma o Atahualpa
quienes acaudillaron a los aztecas y a los incas a la conquista de Europa?
Las razones inmediatas son obvias. Los invasores europeos tenían espadas de acero,
armas de fuego y caballos, en tanto que los indígenas americanos disponían sólo de armas
de piedra o de madera y no tenían animales que se pudieran montar. Aquellas ventajas
militares hicieron posible que, una y otra vez, tropas de apenas unas docenas de españoles a
caballo derrotaron a los ejércitos indios donde los guerreros se contaban por miles.
Sin embargo, las espadas de acero, las armas de fuego y los caballos no fueron los
únicos factores directos que proporcionaron la conquista europea del Nuevo Mundo. Las
enfermedades infecciosas que los europeos introdujeron, como la viruela o el sarampión, se
extendieron de una tribu india a otra, mucho antes que los mismos europeos, y acabaron con
aproximadamente el 95% de la población india del Nuevo Mundo. Aquellas enfermedades
eran endémicas de Europa, y los europeos habían tenido tiempo de desarrollar resistencia
tanto genética como inmunológica a ellas, resistencia que inicialmente los indios no tenían.
El papel que las enfermedades infecciosas tuvieron en la conquista del Nuevo Mundo se
duplicaría en muchas otras partes del globo, como la Australia aborigen, el sur África y
numerosas islas del Pacífico.
Finamente, hay aún otra serie de factores inmediatos que se han de tener en cuenta.
¿Cómo es que Pizarro y Cortés llegaron al Nuevo Mundo? Y ¿cómo es que lo hicieron antes
de que los conquistadores aztecas e incas pudieran llegar a Europa? Aquel desenlace
dependió, en parte, de la tecnología, concretada en naves transoceánicas. Los europeos
disponían de estas naves; las aztecas y los incas no. Además, las empresas construyeran y
tripularan aquellos navíos. Igualmente crucial fue el papel que desempeñó la escritura
europea, al permitir la rápida difusión de información detallada, que incluís mapas, rutas de
navegación, e informes de exploradores anteriores redactadas a su regreso a Europa para
motivar a futuros exploradores.
Hasta el momento, hemos identificado una lista de factores inmediatos que influyeron
en la colonización del Nuevo Mundo: básicamente, las naves, la organización política y la
escritura que llevaron a loes europeos, que diezmaron la población india antes de que ésta
pudiera llegar al campo de batalla, y las armas de fuego, las espadas de acero y los caballos,
que en el campo de batalla dieron a los europeos una clara ventaja. Bien, ahora tratamos de
llevar más atrás aún la cadena de la casualidad. ¿Por qué fue marco del Viejo Mundo, y no
el Nuevo, de estos avances que actuaron como factores decisivos? Teóricamente, hubieran
podido ser los nativos americanos quienes primero fabricaron espadas de acero y armas de
fuego, los primeros en tener naves, imperios transoceánicos y escritura, los primeros e montar
animales, y en ser portadores de gérmenes más letales que los de viruela.
De esta pregunta, la parte más fácil de contestar es la relacionada con los motivos de
que los gérmenes más dañinos se desarrollaran en Eurasia. Es sorprendente que los indígenas
americanos no desarrollaran ninguna enfermedad epidémica devastadora que transmitir a los
europeos, como contrapartida a las numerosas enfermedades epidémicas devastadores que
los indios recibieron del Viejo Mundo. Hay dos razones claras para este bárbaro
desequilibrio: la primera es que nuestras habituales enfermedades epidémicas sólo pueden
sustentarse a sí mismas allá donde existe una gran densidad de población concentrada en
pueblos y ciudades, núcleos de población que aparecieron mucho antes en el Viejo Mundo
que en el Nuevo. La segunda es que los estudios de microbios recientemente llevados a cabo
por biólogos moleculares muestran que la mayoría de las enfermedades epidérmicas humanas
evolucionaron de proliferado en lugares de gran concentración de animales domésticos del
Viejo Mundo, con los que teníamos contacto directo. El sarampión y la tuberculosis, por
ejemplo, se desarrollaron a partir de enfermedades del ganado vacuno, la gripe, de una
enfermedad padecida por los cerdos, y la viruela, posiblemente de una enfermedad de los
camellos. En las Américas, en cambio eran muy pocas las especies de animales nativos
domesticadas que pudieran contagiar a los seres humanos este tipo de enfermedad.
Hagamos retroceder ahora la cadena de razonamientos un paso más atrás aún. ¿Por
qué era mucho mayor el número de especies de animales domesticadas en Eurasia que en las
Américas? Las Américas cuentan con más de mil especies nativas de mamíferos en estado
salvaje, luego en principio uno podría suponer que aquellas tierras ofrecían abundante
material inicial para la domesticación. El hecho es que sólo se ha logrado domesticar. El
hecho es que sólo se ha logrado domesticar a una pequeñísima parte de las especies de
mamíferos, debido a que la domesticación exige que el animal salvaje cumpa numerosos
requisitos: ha de tener una dieta que los seres humanos puedan proporcionarle, un ritmo de
crecimiento rápido, una buena disposición a procrear en cautividad; debe ser dócil, estar
habitando a una estructura social que conlleve un comportamiento sumiso ante animales más
poderes y seres humanos, y no debe ser propenso se sentir pánico al verse acorralado. Hace
miles de años, los seres humanos domesticaron a todas las especies posibles de grandes
mamíferos salvajes que se atenían a estos criterios y que valía la pena domesticar, y es curioso
que, pese a los esfuerzos de la ciencia moderna, no hay habido ninguna adición significativa
de animales domésticos en épocas recientes.
Otra razón que explica la mayor diversidad local de plantas y animales domesticados
en Eurasia es que el eje principal de Eurasia tiene dirección este-oeste, mientras que en las
Américas el eje principal es norte-sur. El eje este-oeste eurasiático permitió que las especies
domesticadas en una parte de Eurasia pudieran extenderse fácilmente miles de kilómetros
dentro de una misma latitud y encontrar siempre el mismo clima y la misma cantidad de horas
de luz diurna a los que ya se habían adaptado. Como consecuencia, las gallinas domesticadas
en el Sureste asiático y los cítricos cultivados en aquella área se extendieron rápidamente e
dirección oeste hacia Europa: los caballos domesticados en Ucrania se expandieron con
rapidez en dirección este hacia Chin, y las ovejas, cabras, vacas, el trigo y la cebada de la
Media Luna de las Tierras Fértiles tuvieron una rápida expansión tanto al este como al oeste.
Por el contrario, el eje norte-sur americano impidió que las especies domesticadas en un área
pudieran extenderse mucho sin encontrarse pronto con climas y número de horas de luz
diurna a los que no estaban adaptados. Resultado de esto fue que el pavo nunca pasó de
Méjico, su lugar de domesticación, a los Andes; las llamas y las alpacas nunca pasaron de
los Andes a Méjico, lo cual significó una absoluta ausencia de animales de rebaño en las
civilizaciones indias de América Central y Norteamérica, y el maíz, desarrollado en el clima
mejicano, necesitó miles de de años para modificarse y aclimatarse a la breve estación de
crecimiento, y a la duración cambiante de los días según las estaciones, de América del Norte.
Así pues, hemos empezado por identificar una serie de explicaciones inmediatas
(armas de fuego, gérmenes, etcétera) de la conquista de las Américas llevada a cabo por los
europeos: y me parece a mí que, es última instancia, estos factores inmediatos tienen
mayormente su origen en la superior cantidad de plantas cultivadas, el muy superior número
de animales domesticados y el eje este-oeste del Viejo Mundo. La cadena de casualidad
ofrece una explicación muy directa de las ventajas que supusieron para el viejo Mundo los
caballos y los microorganismos patógenos. Pero de una manera más indirecta, la
domesticación de plantas animales reportó a Eurasia una ventajosa situación en cuanto a
armas, espadas, naves transoceánicas, organización política y escritura, producto todas ellas
de las grandes sociedades sedentarias, densamente pobladas y estratificas, que hizo posible
la agricultura.
Examinemos ahora si este esquema, derivado de la colisión de los europeos con los
indígenas americanos, nos ayuda a comprender el patrón general de la historia de África, que
me dispongo a sintetizar en cinco minutos. Me concentraré en la historia del África de la
África subsahariana, ya que esta región estaba mucho más aislada de Eurasia, tanto por
distancia como por clima, que el norte de África cuya historia está íntimamente ligada a la
historia de Eurasia. Allá vamos de nuevo.
Igual que nos preguntábamos por qué había invadido Méjico Hernán Cortés antes de
que Moctezuma tuviera ocasión de invadir Europa, podemos preguntarnos por qué
colonizaron los europeos el África subsahariana antes de que los pobladores del África
subsahariana pudieran colonizar Europa. Aunque los factores determinantes son los ya
mencionados: armas, acero, naves, organización política y escritura, surge una vez más la
pregunta de por qué estas armas, naves, etcétera, acabaron desarrollándose en Europa en
lugar de hacerlo en el África subsahariana. Para quien estudia la evolución humana, esta
cuestión resulta particularmente desconcertante, ya que la trayectoria evolutiva del ser
humano comenzó en África millones de años antes que Europa, incluso es bastante posible
que el anatómicamente moderno Homo sapiens no empezara a llegar a Europa procedente de
África hasta hace tan sólo 50.000 mil años. Si el tiempo fuera un factor crucial en el desarrollo
de las sociedades humanas, África hubiera debido disfrutar de una posición muy aventajada,
estar a la cabeza de Europa.
Los problemas que el eje norte-sur supuso para el expansión de las especies
domesticadas de África fueron aún más desastrosos para los cultivos que para el ganado.
Recordemos que los alimentos básicos del antiguo Egipto eran cultivos tales como el trigo y
la cebada de la Media Luna de las Tierras Fértiles del Mediterráneo, que requieren las lluvias
de invierno y variaciones estacionales de la duración de los días para su germinación. Estos
cultivos no pudieron extenderse hacia el sur más allá de Etiopía, pues a partir de aquí las
lluvias son estivales, y en cuanto al número de horas de luz diurna hay muy poca o ninguna
variación de una estación a otra. De modo que el desarrollo de la agricultura en el área
subsahariana tuvo que esperar a la domesticación de las especies vegetales originarías de
África, como el zorro y el mijo, que se adaptaron al verano de África central y a una duración
de los días relativamente constante. Resulta irónico que, por la misma razón, los cultivos de
África central no pudieran luego extenderse hacia el sur, a la zona del clima mediterráneo de
Sudáfrica, donde una vez más prevalecían las lluvias de invierno y las grandes variaciones
estacionales de horas de luz diurna. El avance hacia el sur de los agricultores africanos con
cultivos de África central se detenía en Natal; más allá de este punto dichos cultivos no daban
fruto, lo cual tendría muy serias consecuencias para la historia reciente de Sudáfrica.
Concluyamos ahora nuestro viaje relámpago alrededor del globo dedicando un par de
minutos al último continente, Australia. Allá vamos de nuevo, por última vez.
Australia era el único continente que en le época moderna seguía habitado sólo por
cazadores-recolectores. Esto hace de Australia la prueba crítica para cualquier teoría sobre
las diferencias continentales de la evolución de las sociedades humanas. La Australia
aborigen no conocía la agricultura ni el pastoreo, la escritura, los instrumentos de metal, ni
orden político alguno de nivel superior al de la tribu o el grupo. Ésos, por supuesto, las
razones por las que las armas y los gérmenes europeos destruyeron la sociedad aborigen
australiano. Pero ¿por qué habían seguido siendo cazadores-recolectores todos los nativos
australianos?
Hay tres razones obvias. En primer lugar, hasta el día de hoy ninguna especie animal
nativa de Australia, y una sola especie vegetal, la macadamia, ha resultado apta para la
domesticación. Sigue sin haber ningún canguro doméstico.
En segundo lugar, además de ser el continente más pequeño, la mayor parte de
Australia, a causa de la escasez de lluvias y de productividad, puede ofrecer sustento
únicamente a una población muy reducida; de ahí que el número de cazadores-recolectores
australianos no supera los 300.000.
Por último, es el continente más aislado. La única relación exterior de los aborígenes
australianos eran los contactos marítimos indirectos con los habitantes de Nueva Guinea e
Indonesia.
Por último, no sólo es necesario adoptar la tecnología, sino mantenerlas. Todas las
sociedades atraviesan momentos en que, llevadas por una moda, adoptan temporalmente
ciertas prácticas poco útiles o abandonan otras de considerable utilidad. Cada vez que tales
tabúes, disparatados desde el punto de vista económico, surgen en un área en la que compiten
diversas sociedades humanas, solo algunas de ellas acogen el tabú en un determinado
momento. Otras conservarán esa práctica de utilidad obvia, y bien competirán con las
sociedades que la perdieron, o bien se mantendrán como modelo para que las sociedades en
las que el tabú ha influido se arrepientan de su error y reanuden dicha práctica. De haber
seguido los tasmanos en contacto con los australianos del continente, hubieran podido
redescubrir el valor y la técnica de la pesca y de la fabricación de utensilios de hueso que
habían perdido. Pero no había modo de que esto sucediera en completo aislamiento y así, las
pérdidas culturales de Tasmania se hicieron irreversibles.
En pocas palabras, el mensaje que podemos atraer de las diferencias entre la sociedad
de Tasmania y la de Australia continental parece ser éste: en iguales condiciones, el ritmo
de invención humana es más acelerado –y el de pérdida cultural, más lento- en aquellas áreas
ocupadas por una diversidad de sociedades en competencia a unas con otras, compuestas por
un gran número de individuos, y en contacto con sociedades de otras áreas distintas. Si esta
interpretación es correcta, puede que entonces su significación tenga un carácter mucho más
amplio. Probablemente explica en parte por qué los aborígenes australianos, que habitaban
el continente más pequeño y más aislado, permanecieron en la Edad de Piedra y siguieron
siendo cazadores-recolectores mientras los pueblos de otros continentes adoptaban la
agricultura y el metal. Es muy probable que ese mismo factor contribuyera a crear las
diferencias que ya he mencionado entre los agricultores del África subsahariana, los de las
Américas con su extensión mucho mayor, y los de la todavía mucho más extensa Eurasia.
Naturalmente, hay en la historia del mundo muchos factores importantes que no he
mencionado. Por ejemplo, he dicho poco o nada sobre la distribución de las plantas
cultivables, sobre la forma precisa en que las complejas instituciones políticas y el desarrollo
de la escritura, la tecnología y la religión organizada dependen de la agricultura y el pastoreo:
sobre las fascinantes razones a que atienden las diferencias, dentro de Eurasia, entre china,
la India, el Oriente Próximo y Europa, y sobre el efecto que han tenido en la historia multitud
de individuos y de diferencias culturales que no guardan relación con el medio ambiente.
Pero ha llegado la hora de sintetizar el significado general de este viaje relámpago por la
historia de la humanidad, con su desigual distribución de armas y gérmenes.
Como biólogo que practica en el laboratorio una ciencia experimental, me doy cuenta
de que algunos científicos quizá se inclinen a desechar estas interpretaciones históricas por
considerarlas especulaciones indemostrables, ya que no se basan en experimentos replicados
en el laboratorio. La misma objeción se podría hacer a la investigación de cualquiera de las
ciencias relacionadas con la historia, como la astronomía, la biología evolutiva, la geología
o la paleontología; objeción que pueda aplicarse, desde luego, al campo de la historia en su
totalidad y a la mayoría de las demás ciencias sociales. Ésa razón por la que incomoda un
poco considerar la historia como una ciencia, y por lo que se la clasifica como ciencia social,
lo cual viene a decir que no es del todo científica. Pero recordemos que la palabra “ciencia”
no se deriva del término latino equivalente a “experimento reproducido en el laboratorio”,
sino de la palabra latina scientia, que significa “conocimiento”. En la ciencia buscamos
conocimiento a través de cualquier metodología apropiada que esté a nuestro alcance. Hay
muchos campos que nadie duda en considerar ciencia, pese a que hacer una reproducción
experimental en el laboratorio sería inmoral, ilegal o imposible. No podemos manipular
ciertas estrellas y mantener otras como patrón; no podemos originar y detener glaciaciones,
y no podemos diseñar y hacer evolucionar experimentalmente a los dinosaurios. Sin
embargo, podemos alcanzar una formidable comprensión en esos campos a través de otros
métodos; lo cual significa que, sin duda, deberíamos ser capaces de comprender también la
historia de la humanidad, puesto que la introspección y los manuscritos hallados nos permiten
intuir con mucha mayor claridad el comportamiento de los antiguos seres humanos que el de
los antiguos dinosaurios. Por eso, soy optimista y creo que finalmente encontraremos
explicaciones convincentes a estos patrones generales de la historia de la humanidad.