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Resumen
Asumiendo una noción performativa del lenguaje, esta contribución aborda cómo el
lenguaje funciona como medio simbólico y se pregunta por su función para el yo
dialógico. De acuerdo con una noción no individualista, los individuos se relacionan
entre sí dentro y en virtud de un entre. Este entre se denomina "espacio-tiempo del
lenguaje": una dinámica que evoluciona a través del tiempo, percibida como formas
lingüísticas con su cronotopología y los posicionamientos de los intérpretes (el yo
como-el-otro como-el-otro). Con respecto a las formas lingüísticas, la especificidad del
funcionamiento del lenguaje se describe con el término de desplazamiento de Bühler. El
efecto del desplazamiento es generar la compartición induciendo un movimiento que los
interlocutores siguen, yendo más allá de su contacto real y sensible. El desplazamiento
simbólico, ampliando la noción de Bühler, es especialmente interesante en lo que
respecta al yo dialógico: permite la construcción social de varias perspectivas sobre el
yo, el otro y la realidad -posiciones y voces que informan de las actuaciones del yo.
Palabras clave
Dentro del paradigma dialógico que actualmente se trabaja en varias disciplinas de las
ciencias sociales (Bertau, Gonçalves y Raggatt, 2012; Hermans y Gieser, 2012; Linell,
2009; Valsiner, 2007; Weigand, 2009), parece especialmente importante abordar el
lenguaje como un fenómeno intrínsecamente ligado a la socialidad y la individualidad
humanas, tanto en el aspecto comunicativo como en el cognitivo (Bertau, 2011b). Por lo
tanto, se considera que un enfoque dialógico de habla y pensamiento es adecuado para
abordar la complejidad del lenguaje como esa totalidad sociopsicológica y dinámica.
Esta contribución propone explorar particularmente el papel del lenguaje para el yo,
donde el lenguaje se entiende a lo largo de sus dimensiones performativas e interactivas.
Los "movimientos" pasan a primer plano, movimientos inducidos por la actividad del
lenguaje, por la propia actuación, pero también inherentes al funcionamiento del signo
verbal. La psicología pragmática del lenguaje de Bühler (1934/2011) ofrece aquí un
camino muy fructífero, porque se centra de forma tan precisa en la cuestión de cómo
funciona el lenguaje para "un sistema de dos" (Zweiersystem) perteneciente a una
comunidad social (Bühler, 1927). El término central "desplazamiento" (Versetzung)
retomado en esta exploración pertenece en realidad a la teoría del lenguaje de Bühler
(1934/2011), aunque yo propongo extender el término más allá de los límites que
Bühler trazó, es decir, al propio campo simbólico. Utilizando el término de
desplazamiento de esa manera extendida con respecto a una noción dialógica del
lenguaje y del yo, la contribución examina la potencialidad del término para una visión
del lenguaje que mantiene su función representacional, pero sin adjuntar la
"representación" al trabajo de una mente individual: precisamente al incrustar el término
en una psicología pragmática del lenguaje es posible ir más allá del único individuo y
de la única mente como funcionamiento cognitivo y hacia algo así como una
"representación praxológica". Esto se hace eco de la propia discusión de Bühler sobre la
función representacional del lenguaje, a su vez en estrecha relación con el debate de la
segunda mitad del siglo XX que cuestiona críticamente la idea de que el lenguaje
representa el estado de cosas, de modo que la organización y el funcionamiento del
lenguaje se explican a partir de lo que se representa en el lenguaje (Friedrich, 2009, p.
37).
En un primer paso, se explica el marco de comprensión del término central del lenguaje.
El lenguaje se ve principalmente como un proceso, desde la perspectiva de su "hacer".
Se introduce la noción de "espacio-tiempo del lenguaje" para captar la relación
dinámica entre el lenguaje y el yo, que son en sí mismos fenómenos dinámicos. En un
segundo paso, se introduce el desplazamiento, se examinan sus efectos y su condición,
centrándose en la doble vertiente de ausencia y presencia que genera el desplazamiento
del lenguaje. El significado del desplazamiento para un yo concebido como dialógico es
el tema del tercer paso.
Movimientos al hablar
Marco
Noción de lengua
Siguiendo esta línea de argumentación, queda más claro que se produce un cambio en lo
que respecta al lugar del lenguaje: de los individuos individuales a los intermedios. Este
cambio tiene dos consecuencias notables. La primera es reconocer que la actividad
lingüística realmente realizada muestra una cualidad específica, que le confiere su
propio estatus: no equivale a una adición del acto individual de cada individuo, sino que
es una gestalt autónoma más allá de la adicionalidad. De Jaegher y Di Paolo (2007)
defienden este punto de vista para la interacción en general, invitándonos a
ir más allá de una visión que define la interacción como la simple coincidencia espacio-
temporal de dos agentes que se influyen mutuamente. Debemos avanzar hacia una
comprensión de cómo su historia de coordinación delimita la interacción como un
patrón identificable con su propia estructura interna, y su propio papel a desempeñar en
el proceso de comprensión mutua y del mundo. (p. 492)
Para dar a la gestalt autónoma que surge en la actividad lingüística realizada por
individuos relacionados entre sí no sólo un estatus por derecho propio, sino también una
forma conceptual adecuada, propongo el término "espacio-tiempo del lenguaje":
reconoce el hecho de que cualquier actuación lingüística ocurre y genera un espacio
específico situado en el tiempo e informado por el flujo del tiempo. El espacio no se
entiende como un contenedor, no es el espacio tridimensional euclediano independiente
del tiempo. Más bien es un espacio construido y alterado por las actividades del
lenguaje, un movimiento y un deambular de formas que emergen interdependientemente
a través del tiempo, como las palabras y los enunciados, enredados con miradas,
posturas y posiciones, mímicas, gestos y movimientos de todo el cuerpo. Las
formaciones verbales dentro del espacio-tiempo se producen en función de los
posicionamientos espaciales y temporales de los interlocutores, que, a su vez, están
condicionados (pero no determinados) por las posiciones socioculturales de los mismos.
Cabe destacar que las posiciones se representan y se forman verbalmente y a través del
espacio físico al que pertenecen los objetos de forma importante. 3 Así pues, el espacio-
tiempo del lenguaje es exactamente ese espacio intermedio específico generado por las
formaciones verbales de los interlocutores que hablan y escuchan dentro de este
espacio-tiempo sensible, los interlocutores se tocan y se afectan mutuamente en su
Ahora común mediante sus expresiones y palabras, que a su vez están moldeadas por las
posiciones (dinámicamente cambiantes) y los tipos de dirección que los interlocutores
promulgan. De ahí que el espacio-tiempo del lenguaje que se produce en el despacho de
un profesor y en el de una estudiante en una universidad alemana sea, por ejemplo,
notablemente diferente de un espacio-tiempo similar de hace 100 años (1914): suena
diferente y se ve diferente.
Como este espacio-tiempo del lenguaje es una dinámica en evolución y desarrollo, sus
formas se experimentan bajo varios aspectos. En primer lugar, como formas
lingüísticas: palabras específicas en un determinado orden de palabras, junto con
entonaciones específicas; en segundo lugar, las formas se experimentan a través de su
"cronotopología": el lugar y la dirección de un enunciado dentro del espacio físico, así
como dentro de los espacios imaginados-performados, de acuerdo con las estructuras
dinámicas de direccionalidad, junto con el tempo y la ritmicidad (quién se dirige a quién
mediante qué tipo de acto direccional, y desde dónde hasta dónde, con una proximidad
cambiante); a esto se suma el posible entrelazamiento de varios cronotopos que
conducen a una pluralidad de voces y posiciones que forman el espacio-tiempo del
lenguaje (véase Karsten, 2014); y, en tercer lugar, las formas se experimentan de
acuerdo con los roles y posicionamientos de los intérpretes: uno mismo como quien a
otro(s) como quien, los posicionamientos cambian a lo largo de la actuación de forma
más o menos marcada. Una vez más, los objetos tienen que incluirse en estos procesos
de posicionamiento que forman el espacio-tiempo del lenguaje: se les puede deber una
voz (marionetas, artefactos como ordenadores), se les da un papel por parte de los
socios que lleva a un mayor posicionamiento, también pueden posicionar a los socios
entre sí desde el principio (un sofá y una silla). Así pues, lo que se puede observar en los
espacios lingüísticos son formas en función, formas que funcionan para los individuos y
para sus fines comunicativos y relacionales.
Desplazamiento
¿Cómo funciona este espacio-tiempo del lenguaje? ¿Esa gestalt autónoma que generan
los interlocutores, que surge de sus actividades verbales, y que les afecta de una manera
determinada? ¿En qué consiste exactamente el "hacer" del lenguaje, cómo el lenguaje
pone en marcha el espacio-tiempo? El enfoque pragmático general de Bühler sobre el
lenguaje es un buen punto de partida, porque subraya las actividades lingüísticas de los
interlocutores como una actividad con efectos psicológicos específicos: el
desplazamiento es aquí la noción que significa que la dinámica está en funcionamiento,
por lo que es muy útil para nuestro cuestionamiento.
El término "implemento de campo" deja claro que los símbolos verbales no se utilizan
para reflejar el mundo, sino para mediarlo: "el implemento de representación del
lenguaje... es un implemento medial en el que intervienen ciertos intermediarios"
(Bühler, 1934/2011, p. 171). Al insistir en la cualidad y el funcionamiento del lenguaje
como implemento y por la noción conexa de campo, Bühler pone de relieve la
mediación del lenguaje como un hacer comúnmente logrado: en necesidad de un campo
comúnmente, vivamente y actualmente experimentado y establecido por los
consociados (por tomar el término de Schütz de 1971). En esto, Bühler también
contraviene la comprensión de la "representación" centrada en la mente, una
comprensión que privilegia el poder de la mente para representar, subordinando el
lenguaje a ese poder: el acto de representar se localiza en este caso en la mente
individual, y no en el lenguaje -el lenguaje se convierte en un medio transparente sin su
propia "fuerza representacional". De este modo, aparecen dos nociones de
"representación". Primero, una noción que privilegia la mente y su poder de
representación; aquí, el lenguaje representa "sin presentar" (Friedrich, 2009, p. 44), es
decir, sin existir por derecho propio como medio específico, con una clara tendencia a
perder su vínculo con el mundo: el lenguaje es transparente. En segundo lugar, una
noción -la de Bühler que tratamos de retomar- que privilegia la práctica del lenguaje de
un sistema de individuos socialmente organizados; aquí, el lenguaje representa a través
de la presentación, tiene una conexión directa con el mundo, él mismo representa,
ahora, por lo que no hay duplicación de realidades (aquí y ahora, cambiable-ahí,
esencial/conceptual, inmutable; Friedrich, 2009, p. 44). 4 Con Bühler, se puede acceder
así a una noción dialógica y praxológica de la representación del lenguaje. Se trata de
una noción que permanece con los usuarios del lenguaje y su actividad lingüística. En
ella, el lenguaje parece seguir la realidad en cierto sentido; muestra una cierta
"fidelidad". Como señala Friedrich (2009), Bühler coincide con Cassirer en rechazar la
ideología del lenguaje como reflejo o imagen de la realidad, pero lo hace con mucha
más prudencia, deteniéndose en un punto que los teóricos modernos del lenguaje
transgreden:
No, el lenguaje humano no pinta, ni como pinta el pintor ni como pinta la película, ni
siquiera "pinta" como lo hace el papel-musical de los músicos.
1. Dentro del campo perceptivo real que rodea a los interlocutores ("¿Dónde
está?", "¡Soy yo!"), lo que corresponde a una demostración visual: el
destinatario tiene que seguir con los ojos y los oídos la dirección indicada (hacia
"allí", hacia el "yo" que habla). (Demostración ocular de Bühler).
2. Cuando se extienden más allá del entorno real, los interlocutores entran en el
espacio de la imaginación que funciona sin un campo perceptivo común,
navegando mutuamente dentro de lo no presente -la función del lenguaje es
hacer presente lo ausente (Bühler, 1934/2011, pp. 93-96, capítulo 6, pp. 140-
143). La comprensión de los recuerdos relatados o de las historias inventadas
exige, por tanto, un claro desplazamiento psicológico, haciendo uso, no obstante,
de los medios lingüísticos ya utilizados en el campo perceptivo común ("Pronto
volveré a ti, dijo el príncipe"). (La deixis orientada a la imaginación de Bühler).
3. Una cualidad novedosa es la introducida por la anáfora, el tercer tipo de
desplazamiento que sale del campo perceptivo -ya sea real o imaginario- y hace
navegar al destinatario dentro del propio "orden del lenguaje": lo dicho o lo
escrito, por así decirlo, se enrolla ante los ojos y oídos internos del destinatario
que tiene que "mirar" los lugares de la actividad lingüística real indicados por la
persona que se dirige a él ("Como antes se dijo"). Así pues, la anáfora no indica
las cosas de las que se habla, sino las palabras y los enunciados (Bühler,
1934/2011, p. 443). La anáfora es para Bühler un pivote hacia el campo
simbólico cualitativamente diferente: en lugar de indicar, hay representación. En
este campo, los significados ya no dependen del contexto o del campo, por lo
que los interlocutores pueden y deben construir nociones que ya no están ligadas
a la realidad extralingüística, sino que son generadas por el propio lenguaje, de
ahí que éste construya su propio contexto (o campo). La anáfora cumple su
función fundamental al introducir el lenguaje como un campo propio.
4. Como se ha dicho, entiendo la representación simbólica como otro tipo de
desplazamiento. Donde el punto de mira del indicar define en los primeros tipos
el significado en términos de cumplirlo (Bühler, 1934/2011, p. 94), se llega a
una reversión en el desplazamiento simbólico: el objetivo de la indicación verbal
ya no es lo que define el significado, por el contrario, ahora es el significado,
puesto en primer lugar, el que define lo que se apunta: define, por así decirlo,
una realidad. Un ejemplo sería: "Creo que la cultura es un campo de estudio
interesante", donde el significado de las palabras es el punto de partida de una
realidad concreta. Por lo tanto, el símbolo emancipa a los usuarios de la lengua
de su realidad real y perceptiva y les permite construir otras realidades. 6 Esta
forma de desplazamiento necesita una praxis común y reiterada que conduzca a
un mundo conceptual y lingüístico como campo de referencia.
5. Una variación del desplazamiento simbólico es el desplazamiento metafórico: en
este caso, el desplazamiento se hace perceptible: se pide explícitamente al otro
que haga un movimiento simbólico inusual.
6. 6. Por último, en el llamado desplazamiento léctico7 ya no es el mundo el que se
presenta (se hace presente), sino que los hablantes se presentan a sí mismos o a
otros como hablantes. Esto se lleva a cabo en los "diálogos construidos" y en el
habla reportada (Holt & Clift, 2007; Tannen, 1989).
El ahora concreto es: estar juntos en un presente presentado, algo ausente está ahí para
nosotros como si se pusiera en escena y se hiciera presente, visual y acústicamente.
Además, el estar juntos ausentes es estar juntos en ese escenario que generamos
mediante nuestras actividades lingüísticas, es estar juntos ausentes de nuestro aquí y
ahora concreto y físico. Por supuesto, ambos procesos están inextricablemente
relacionados en uno solo, y esta cualidad de relación podría ser específica de la
representación simbólica. Ambos procesos se sienten como esa simultaneidad de aquí y
no-aquí, y esta experiencia profundiza el sentimiento/percepción cognitivo-afectivo de
la unión-lo que estamos acostumbrados a llamar "comprensión".
Como resultado, se puede decir que el lenguaje funciona como un procedimiento que
conduce a los interlocutores "por el mal camino" desde su aquí y ahora. Al desviar a los
usuarios del lenguaje, éste muestra su poder para construir realidades como socialmente
compartidas, es decir, comprensibles. El poder socializador del lenguaje puede
considerarse que reside en el movimiento que los yoes deben realizar y seguir, que se
co-construye de forma coordinada, una y otra vez: un movimiento que les lleva a lo
público, a lo compartido, a lo social, de hecho. En esta lectura, la socialidad de los yoes
no es un efecto de la socialidad de los símbolos lingüísticos (su "convencionalidad"),
sino de sus movimientos dialógicos que los llevan juntos a lo público como Tercero.
Ravishment
Conclusión:
Las posiciones y las voces son, por tanto, perspectivas cognitivo-afectivas articuladas en
el lenguaje, articulables a través del lenguaje, que existen en el lenguaje, nada más que
la palabra dirigida (la historia contada, la orden dada, la pregunta formulada, la
respuesta rogada, la respuesta rechazada). Aunque se originan en la interacción real
entre los seres reales, pueden transmitirse y pasarse precisamente en virtud de su
articulación en el lenguaje, como formas verbales en función. Pueden generalizarse y
abstraerse en diferentes grados, según las diferentes necesidades psicosociales, que a su
vez están vinculadas a formas de vida culturales, históricas y sociales específicas.
Mediante su articulación verbal, las posiciones y las voces cumplen sus funciones
transtemporales y transindividuales y hacen posible la complejidad psicosocial que
caracteriza a los individuos socializados. A esta complejidad pertenece una
multiplicidad psicológica cambiante y altamente flexible -según la aproximación del
modelo del yo dialógico- que permite a los individuos ser diferentes permaneciendo
únicos, para desarrollarse en absoluto. El desplazamiento se considera crucial para la
complejidad dialógica tal y como se manifiesta en las posiciones y las voces, debido a
su poder para desubicar, para desplazar desde el aquí y ahora real, y eso significa para el
yo individual unirse a su comunidad de yoes, para convertirse en un yo público,
comprensible.