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Reconciliados por Su sangre

Texto: Colosenses 1:15-22:

«Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, 16 porque por
medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e
invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado
por medio de él y para él. 17 Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él
forman un todo coherente.18 Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el
principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a
Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud 20 y, por medio de él, reconciliar
consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el
cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz. 21 En otro
tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y
eran sus enemigos.22 Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e
irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo
mediante su muerte»

Introducción:

Mientras nos acercamos a Semana Santa, seguimos con el tema de la Cruz de


JESUCRISTO. En esta noche tratamos el tema tan importante de la Reconciliación con
Dios. Es así como comenzamos nuestra lección en esta noche. Trataremos los
siguientes Puntos:

(1) El Reconciliador.

(2) La necesidad de la Reconciliación.

(3) El Método de la Reconciliación.

(4) El Propósito de la Reconciliación.

(5) Resumen.

Lección:
1. El Reconciliador. — Esta hermosa Epístola nos presenta a JESUCRISTO como el
Reconciliador del mundo.

a. Cuando hablamos de Reconciliar, tenemos que aclarar que según el diccionario,


Reconciliar es hacer que se pongan de acuerdo, que vuelvan a ser amigas dos o más
personas que habían dejado de estarlo o serlo. Donde hay enemistad, tiene que haber
una Reconciliación. Romanos 5:10-11 dice:

i. «Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él


mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido
reconciliados, seremos salvados por su vida!11 Y no sólo esto, sino que también
nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, pues gracias a él ya hemos
recibido la reconciliación.»

b. Noten dos cosas muy importantes sobre el Reconciliador:

i. Lo primero es que el Texto Sagrado nos está Revelando la PERSONA que reconcilia,
que es JESUCRISTO, digno para RECONCILIAR todas las cosas y, Él es la IMAGEN del
DIOS INVISIBLE, o sea que Él mismo es DIOS. Dios no envió a un ángel, y no podía
enviar a un ser humano, sino que Él mismo, el Hijo de Dios, es el Reconciliador.

ii. Lo segundo es que el Texto dice que “En Cristo”, habita toda la Divinidad en forma
corporal. Colosenses 2:9

(1) «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo».

(2) Eso quiere decir que el Cristo Divino, en Su Humanidad, seguía siendo Divino. Él no
era un simple hombre, sino que aunque cien por ciento humano, era cien por ciento
DIVINO.

(3) En Su Humanidad, JESUCRISTO era PERFECTO, el Cordero sin Mancha.

iii. Sigamos ahora con la necesidad de ser Reconciliados.

2. La necesidad de la Reconciliación. — Como ya hemos dicho, se Reconcilia donde


hay enemistad. El Texto que leímos al principio de Colosenses 1:21 dice que “En otro
tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran
sus enemigos.” Eso es por causa del pecado.
a. La separación entre Dios y el hombre vino por causa del pecado de Adán y Eva, y del
propio pecado nuestro. Isaías 59:2 dice:

i. «Son las iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos
pecados los que lo llevan a ocultar su rostro para no escuchar.»

ii. Y Romanos 5:12 dice:

(1) «Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del
pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque
todos pecaron.»

b. La Separación vino por MEDIO DE DIOS por causa del pecado. El propio pecado del
hombre, hizo que DIOS MISMO, nos separara de Él.

c. Notemos que el Texto dice que estábamos “alejados” de Dios por nuestras malas
acciones. Esa es la razón por qué la mente humana que no ha sido transformada, es
enemiga de Dios.

i. De ahí vemos la NECESIDAD de ser RECONCILIADOS con Dios.

ii. Sigamos ahora con el Método que Dios usa para nosotros ser Reconciliados.

3. El Método de la Reconciliación. — Esto lo vemos en el Texto que hemos leído en el


verso 20: «Y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que
están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la
sangre que derramó en la cruz.»

a. Quiere decir que JESUCRISTO dio su VIDA en la Cruz derramando Su Sangre, para así
Reconciliarnos con Dios.

i. La sangre de un animal era usada desde que Adán y Eva pecaron, según Dios
requería, para tomar el lugar del pecador. No era que la sangre de un animal
perdonaba el pecado de la persona, sino que el animal tomaba el lugar de la persona
para morir. Romanos 6:23 dice:

(1) «Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.»
b. De ahí que JESUCRISTO dio Su Vida en la Cruz, para Reconciliarnos con Dios, y así
librarnos de la condenación.

c. Ahora continuamos con nuestro último punto.

4. El Propósito de la Reconciliación. — Con la Reconciliación, termina la enemistad


entre Dios y el hombre. Hay dos puntos que debemos tocar sobre el Propósito de la
Reconciliación:

a. El primero es que Dios Reconcilia al hombre, para librarlo de la condenación del


pecado y de la ira venidera, o sea una eternidad alejada de Dios.

i. Quiere decir que la SALVACIÓN del ser humano es el PRODUCTO de la


RECONCILIACIÓN, y por ende La VIDA ETERNA.

ii. Podemos ser SALVOS, porque hemos sido Reconciliados con Dios.

b. El segundo es que el propósito mayor de Dios para el ser humano, es la santidad, o


sea, el vivir separados para Dios.

i. Dios quiere que Vivamos una vida entregada a Él.

5. RESUMEN: JESUCRISTO nos ha Reconciliado con Dios para darnos Vida Eterna. Pero
para ser beneficiados por esa GRAN RECONCILIACIÓN, es necesario el
ARREPENTIMIENTO, y una ENTREGA TOTAL a JESUCRISTO como Salvador Personal.

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Estimados hermanos, hoy pongo a su disposicion las notas del sermón compartido hace algunas semanas, acerca del mensaje que,
como cristianos debemos llevar a este mundo: El mensaje de la Reconciliación, con Cristo.
El mensaje de la reconciliación. 2- Co. 5:14-20

 El amor de Cristo nos constriñe.  Vr.14. Apremia, controla, urge. Es el mismo amor que llevó a Cristo a la cruz.
* Murió por todos("a favor de") es universal. Ese es el alcance de la expiación.
* Todos. Los que estan unidos a Cristo por su fe. Murieron y estan crucificados(muerte al pecado)
* Todos murieron. Los creyentes. Al morir Cristo en la cruz, pagó la pena que merecían, murió como sustituto de ellos.
Nueva traducción viviente. "Ya que creemos que Cristo murió por todos, tambien creemos que todos hemos muerto a nuestra vida
antigua."
 

 Por todos murio. Vr.15. Para que los que viven...osea los salvos Vivan para él, (no con él). La nueva vida la debemos vivir sin
egoismo, para su gloria y al servicio de nuestros semejantes.
Existen 2 cosas que debemos experimentar para que nuestra vida sea vivida para Cristo.
A- Regeneración. Vr.16-17.  La obra de redención hace que a las cosas ya no las conozcamos por la carne sino por el espiritu. Ni aun
a Jesus. (No verlo desde un punto de vista terrenal o humano, en terminos del estandar de valor humano). ¡Que tan diferente
conocemos a Jesús ahora!
Cristo ahora es la cabeza de la humanidad. En la orbita de la redencion el centro del universo es Cristo. Redención es la restauración
y el cumplimiento de los propositos de Dios en la creación. Efe. 2:10
El que esta en Cristo, esta creado de nuevo. Lo viejo pasó. (Lo viejo es la condición moral y espiritual previa) ¡Ha venido lo nuevo!
Adj, gr kainé indica novedad en algo que ya existia. el nuevo hombre no es otro hombre sino el mismo que ya existia, aunque
cambiado, renovado.
B- La reconciliación. Katallague. Indica una transacción, un cambio.
Vr. 18. Todo esto proviene de Dios. La idea de un Dios airado que necesitaba que su hijo aplacara la idea es antibiblica.
No podia empezar en el hombre, por su pecado. Es Dios quien propone la transaccion mediante Jesus, y luego mediante los
apostoles.
Clave: Es Dios quien reconcilia al mundo. No el mundo el que se reconcilia con Dios.
Esta reconciliacion tiene caracter universal. la humanidad puede recuperar el favor de Dios.
vr. 20. La proclamación apostólica constituye a los mensajeros de Cristo en embajadores suyos, a nombre de él y con la autoridad que
el les comunica. Tenemos el privilegio y la obligación de ser heraldos e instrumentos en sus manos. El mensaje debe ser: ¡Vuelvan a
Dios!

 ¿En que consiste esa transacción divina.? Vr.21


NTV: Pues Dios hizo que Cristo, quien nuca pecó fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una
relación correcta con Dios por medio de Cristo.
Conclusión:
* La justicia de Dios. Somos constituidos justos, situados, ante Dios como teniendo una correcta relación con Él.
* La justicia de Cristo no se nos imputa en la cruz, sino cuando nos damos la vuelta y aceptamos dicha transacción.

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Del conflicto a la reconciliación: el perdón


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Ciencia
Psicología / Relaciones
Publicado el 08/12/10 10:53

«Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la misma
manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Col. 3:13)

En el camino que lleva a la reconciliación hay un paso fundamental: el perdón. Es el sello que marca el final de una
disputa y constituye el ingrediente más distintivo del cristiano en cualquier conflicto.

El perdón está en el corazón mismo del Evangelio. Todo el mensaje cristiano gira alrededor del perdón de
Dios a través de la cruz de Cristo y nos da ejemplo a nosotros, como discípulos suyos, a ofrecer el perdón
allí donde sea necesario.

Fallar u obedecer en este punto viene a ser un test básico de nuestra madurez cristiana.

¿Qué nos enseña la Palabra de Dios sobre este tema? Necesitamos entender bien qué es perdonar y sus
implicaciones prácticas.

 
El perdón va más allá de la paz

La paz no siempre es posible.

A pesar de la mejor disposición que uno pueda tener, hay ocasiones cuando no se logra restaurar una
relación rota.

El apóstol Pablo ya lo deja entrever en su clara exhortación a la paz: «Si es posible, en cuanto dependa de
vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Ro. 12:18). Pablo, hombre curtido en mil conflictos, inicia el
versículo con dos notas previas: «si es posible» y «en cuanto dependa de vosotros».

Estas dos pequeñas cláusulas le dan un toque de realismo imprescindible y nos liberan de expectativas
exageradas. La paz no siempre es posible sencillamente porque es cosa de dos, no depende de una sola
parte. Nuestra responsabilidad -lo que se espera de nosotros- es intentarlo, tomar la iniciativa, hacer todo lo posible
para llegar a «estar en paz con todos los hombres». Los resultados ya no están en nuestras manos.

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»

(Lc. 23:34). El ejemplo del Señor Jesús es bien elocuente. En ningún momento él regateó esfuerzos para estar en
paz con sus contemporáneos, a los que amó hasta el momento mismo de su muerte. Sin embargo, a pesar de su
carácter santo, irreprochable, vivió rodeado de enemigos que, en último término, le llevaron a la cruz. ¿Cómo se
explica esta paradoja? No podemos acercarnos al tema de la reconciliación olvidando la realidad del pecado.
Vivimos en un mundo donde el diablo tiene como una de sus metas dividir, separar, alzar muros entre las
personas. Por esta razón, habrá ocasiones en que todos nuestros esfuerzos por lograr la paz serán baldíos.

El perdón, sin embargo, no necesita de la paz. No depende de la reconciliación, va más lejos de la


restauración de la relación.

El ejemplo del Señor, de nuevo, nos marca la pauta. Clavado ya en la cruz, ridiculizado y torturado por los
enemigos a los que había intentado amar, cerca ya de la agonía, pronuncia unas memorables palabras que
contienen, en forma de síntesis luminosa, el meollo del Evangelio: «Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen». (Lc. 23:34)

Aunque la reconciliación no sea posible, siempre hay algo que el cristiano puede y debe hacer: perdonar.

La práctica del perdón

Transformando heridas en cicatrices.

Perdonar implica eliminar todos los sentimientos y pensamientos negativos hacia la otra persona. El resentimiento,
el odio, el deseo de venganza deben desaparecer con el perdón genuino. En este sentido, perdonar es un proceso
similar a la curación de una herida: al principio, está abierta, sangra fácilmente y duele. Pero, una vez se ha
convertido en cicatriz, ya no duele ni sangra. El perdón es como transformar heridas abiertas en cicatrices. De esta
ilustración se desprenden varios aspectos importantes.

Un proceso largo y costoso.

La disposición a perdonar puede –y debería- ser inmediata; ésta es la voluntad de Dios. Pero llegar a completar el
proceso emocional y moral del perdón suele llevar su tiempo. Hay un camino a recorrer desde el momento en que
se decide perdonar hasta que se hace efectivo. Recordemos el caso de José en el Antiguo Testamento. Perdonó a
sus hermanos (ver los emotivos pasajes de Gn. 45 y Gn. 50), pero no antes de pasar por un dilatado proceso
(seguramente meses) en el que tuvo que luchar contra sus propias reacciones. Es importante, sin embargo, afirmar
desde el primer momento: «estoy decidido a perdonar, aunque la curación de mis heridas requiera más tiempo».

Puedes hacerlo tú solo.

El perdón puede ser unilateral: yo puedo, y debo, perdonar aunque la otra persona se muestre reacia a perdonar o
ser perdonada. Puedo perdonar en la intimidad de mi corazón, en secreto, sin que la otra parte lo sepa. Este fue el
caso de Esteban cuando, a punto de morir exclamó: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hch. 7:60).
Debemos estar dispuestos a perdonar aunque no se nos pida, o incluso cuando siguen ofendiéndonos.

¿Amigos de nuevo?

La meta primera del perdón no es que las partes enfrentadas vuelvan a ser amigas, sino que eliminen el veneno de
su corazón. Hay veces en que es imposible volver al mismo tipo de relación después de una ofensa grave. Así
ocurre, por ejemplo, en algunos casos de divorcio. Dios no nos pide un ejercicio de masoquismo restaurando
relaciones imposibles. La reconciliación es un resultado deseable, pero no siempre posible. Pero sí que nos pide
amar al ofensor con el amor sobrenatural que es fruto del Espíritu, el agape de Cristo. Alguien dijo que el perdón es
la mejor manera de librarse de los enemigos. Esta es exactamente la idea de Ro. 12:20-21.

¿Perdonar requiere olvidar?

La mente humana es como un álbum de recuerdos que permanecen para siempre. No podemos esperar que el
perdón borre estas memorias. Ello sería absurdo. Cuando hay perdón, el recuerdo de una experiencia dolorosa
sigue ahí, pero ya no evoca sentimientos negativos u odio. La idea de la cicatriz nos ayuda a entenderlo: la cicatriz
es el recuerdo de un trauma pasado; queda ahí para siempre, pero ya no duele ni sangra ni se infecta. La herida
está cerrada. No podemos borrar los recuerdos de nuestra mente, pero sí podemos quitar el veneno de esos
recuerdos. En realidad, recordar puede ser positivo porque nos evita repetir los mismos errores o faltas. Alguien
dijo, refiriéndose al holocausto judío, que recordar es la mejor vacuna para no repetir.

El problema con la frase «yo perdono, pero no olvido», frecuente en labios de algunas personas, es que
siguen albergando deseos de venganza y resentimiento en su corazón. No hay un simple recuerdo; es el
recuerdo más su correspondiente dosis de veneno. Esta actitud sí es pecado.

Dios es el único que puede perdonar y al mismo tiempo olvidar porque él está fuera del tiempo «Yo, yo soy el que
borro tus rebeliones... y no me acordaré de tus pecados» (Is. 43:25)

Aprendiendo a perdonar

Un antiguo proverbio latino dice: «Errar es humano, perdonar es divino». Si el perdón tiene un origen divino, ¿cómo
estimular esta práctica tan importante en las relaciones humanas? El aprendizaje del perdón se fundamenta en dos
grandes realidades cuya ausencia va a dificultar mucho un perdón genuino.

Ser conscientes de nuestros pecados.

Tomar conciencia de nuestras propias faltas es el requisito inicial para perdonar. Si no somos capaces de ver
primero «la viga» en nuestro propio ojo, difícilmente llegaremos a perdonar al prójimo. Este fue el procedimiento
que siguió Jesús en casa de Simón el fariseo (Lc. 7:36-50). Simón veía con nitidez los pecados de aquella mujer,
pero estaba ciego ante sus propias faltas.

Por ello, Jesús las pone al descubierto: «no me diste agua para mis pies... no me diste beso... no ungiste mi cabeza
con aceite» (Lc. 7:44-46). Es interesante observar que eran pecados de omisión: Jesús no le recrimina un mal que
había cometido, sino un bien que había dejado de hacer. Y es que, para Dios, tan graves son nuestros pecados de
omisión como los de comisión.

La reprensión del Señor a Simón apunta a un aspecto crucial: la esencia del pecado no está en el mal que le
hacemos al prójimo, sino en el bien que dejamos de hacerle a Dios: dejar de darle la honra y adoración que merece
(como se expresa claramente en Ro. 1:21).

Por tanto, perdonar requiere, primero, arrojar luz en los oscuros rincones de nuestra conducta y descubrir
la sutileza del pecado que «mora en mí»: el egoísmo en nuestras motivaciones, la soberbia, el orgullo, el
laberinto de nuestras pasiones, nuestro potencial violento, la vanidad y una lista larga de «obras de la
carne» se ponen al descubierto cuando nos miramos en el espejo de la Palabra de Dios. Los seres
humanos tenemos la vista muy fina para ver la «paja» del ojo ajeno, pero sufrimos miopía a la hora de
descubrir nuestras faltas.
La incapacidad para reconocer el pecado propio es un gran obstáculo para perdonar porque lleva a la soberbia. Y
una persona soberbia trata a los demás con tanta severidad como es indulgente consigo misma. Este fue el
problema de Simón en particular y de los fariseos en general. Por ello Jesús, en otra ocasión tuvo que
avergonzarles con aquel reto: «el que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella»
(Jn. 8:7). Por el contrario, reconocer nuestras faltas nos pone en una situación de humildad, nos hace sentir
«pobres» delante de Dios y nos lleva a exclamar la petición del Padrenuestro «perdónanos nuestras deudas
(ofensas) como nosotros perdonamos a nuestros deudores (ofensores)». (Mt. 6:12)

Experimentar el perdón de Cristo

Simón tenía dificultades para aceptar y amar a la mujer pecadora no sólo por su orgullo, sino también porque él
mismo no había experimentado el perdón: «aquel a quien se le perdona poco, poco ama» le dijo Jesús (Lc. 7:47).
En la medida en que yo me siento deudor de Dios -conciencia de pecado- y perdonado por él, seré capaz de
perdonar al prójimo.

Es cierto que el perdón no es patrimonio exclusivo de los cristianos; pero el creyente es quien está en
mejores condiciones para perdonar porque él mismo lo ha experimentado. Suplicar el perdón de Cristo y
recibirlo nos obliga moralmente a perdonar: «si el Señor me ha perdonado tanto a mí, ¿cómo no voy a
perdonar yo tan poco a mi prójimo?»

Este efecto motivador del perdón divino actúa también por la vía del ejemplo, no sólo de la obligación moral: «De la
manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Col. 3:13). ¡Qué gran privilegio y qué gran reto!
Para cumplirlo contamos con el poder de su gracia.

--
El ministerio de reconciliación es el evangelio mismo y es la tarea fundamental de la iglesia
proclamar ese evangelio y vivenciarlo en las relaciones familiares y fraternales.
Pero para entender este ministerio, Pablo nos sitúa en un marco más amplio. El ser humano
no mejora ni mejorará su corazón a pesar de que sus condiciones de vida externa parezcan
indicar lo contrario. 

El ser humano está en pecado, separado de Dios. El pecado que todos compartimos es creer
que podemos ser plenamente humanos aparte de nuestro vínculo natural con Dios. La raíz
de todo mal consiste en el orgullo de creernos independientes y autosuficientes; libres de
toda filiación, dependencia y sometimiento a nuestro creador.

Los síntomas de esta terrible enfermedad pueden cambiar a lo largo de los siglos, pero el
origen de todos nuestros males sigue siendo el mismo: intentamos vanamente generar un
proyecto humano alienados, separados del padre. Las consecuencias del pecado fueron, son
y seguirán siendo terribles:

– violencia, maldad.
– Injusticias, perversiones; pasiones vergonzosas; idolatría; materialismo; mentes
depravadas; envidias; engaños; ladrones; soberbia; deslealtad
– Seguirá habiendo idolatría de los medios: tecnología, supersticiones ideológicas, etc.
– Las estructuras sociales: económicas y políticas seguirán intenciones perversas. Podremos
mejorarlas, buscar el mal menor, pero no debemos engañarnos al creer que el mundo
dejará de ser el mundo. No hay ni habrá paraíso terrenal. No hay estado de armonía del
cosmos.

Como hijos/as de Dios no debemos desesperar ante los acontecimientos que ocurren a
nuestro alrededor y nos afectan directamente. No hay fuerza, ni poder que pueda
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo.
1. La buena noticia del evangelio es que por medio de Cristo Jesús, Dios ha provisto un
medio de pacificación de reconciliación. Cristo es el gran puente que nos permite volver a la
casa del Padre. Es Dios quien nos reconcilia a sí mismo por medio de Cristo. Recuperamos
nuestra identidad como hijos, como criaturas de Dios por medio de la obra de Cristo.

La creación, los seres humanos que gemimos por la manifestación plena del reino, ya
tenemos la oportunidad por medio de Cristo de ser restaurados. Cristo nos representó a
nosotros en su muerte, tomó nuestro lugar, murió como pecador en forma voluntaria. Por
medio de su muerte y resurrección es posible nacer a una nueva vida y formar parte de su
iglesia universal; una nueva raza; una nueva humanidad.

2. La obra de Reconciliación de Dios por medio de Cristo se convierte en un ministerio para


todos aquellos que somos parte de este nuevo pueblo.

Esta dimensión horizontal tiene una agenda doble en términos prácticos: 1) Proclamar en
palabra y obra la clara acción de Dios en Cristo de reconciliar todas las cosas por medio de
su muerte y resurrección.

No hay tarea más importante para la iglesia que no sea esta. Me atrevo a decir que la
misión fundamental de la iglesia es la proclamación y el testimonio de la obra reconciliadora
de Dios en Cristo.
Nuestro llamado fundamental como pueblo de Dios es a ser embajadores, apóstoles del
mensaje de reconciliación.

2) La obra de reconciliación, el ministerio de reconciliación tiene un segundo aspecto tan


fundamental como el que acabo de enunciar: la encarnación, el testimonio de una
comunidad universal/local que rompe con todo tipo de barreras de discriminación. Las
discriminaciones basadas en las consecuencias del pecado no son parte de la voluntad de
Dios: las rivalidades por sexo; nación; raza; clase social son el resultado del pecado. La
intención de Dios es que estas barreras sean derribadas. Una comunidad en la cual se
práctica el perdón; la compasión; la solidaridad; la unidad y la armonía es lo que Dios
espera de su pueblo.

La reconciliación de Dios en Cristo se auténtica, se verifica en una comunidad que está


dispuesta a llevar a la práctica la obra de reconciliación entre las personas

El ejemplo de Filemón y Onésimo: bajar la reconciliación a una situación complicada entre


dos hermanos que ocupan diferentes roles sociales.

Conclusión

1. El ministerio de reconciliación tiene su origen en el mismo corazón de Dios.


2. El ministerio de reconciliación es posible gracias a la obra de Cristo.
3. El ministerio de reconciliación es el evangelio mismo.
4. El ministerio de reconciliación direcciona y define claramente la misión de la iglesia: ser
una comunidad que testifica en palabra y obra las consecuencias del ministerio de
reconciliación operados en Cristo.

Consecuencias prácticas
Cuando hablamos de escucharnos, de respetarnos, de amarnos a pesar de nuestras
diferencias; cuando exhortamos a una pareja a buscar el camino del diálogo y el
entendimiento; cuando mediamos entre dos o más hermanos para resolver una diferencia o
un conflicto; cuando estamos buscando el camino de la paz y la reconciliación; estamos
proclamando la victoria de Dios sobre el pecado y estamos poniendo en práctica el
ministerio de reconciliación.

Es vergonzoso y terriblemente perjudicial para la iglesia cuando nos dividimos, cuando


echan raíz los celos, las envidias y rivalidades. Es un contramensaje hablar de paz, justicia y
verdad cuando no podemos poner en práctica estos valores y principios a nivel de nuestras
relaciones interpersonales.

Es vergonzoso ver como nuestro orgullo nos impide reconocer nuestro pecado, nuestra
incapacidad de escuchar, respetar al otro y pedir perdón. Es una vergüenza y un oprobio a
la sangre de Cristo cuando condenamos, difamamos y hablamos mal del hermano.

El ministerio de reconciliación atraviesa todo lo que somos y todo lo que hacemos en el


mundo y en la iglesia. Podremos hacer cualquier otra cosa que creamos necesaria: darle de
comer a los pobres; atender a la viudas; acompañar a los marginados; desarrollar grupos de
discipulado; ministerios de jóvenes y niños; pero si no llevamos hasta las últimas
consecuencias el ministerio de reconciliación habremos fallado en lo más elemental,
habremos perdido nuestra razón de ser que es ser embajadores del ministerio de
reconciliación

..

Tu Ministerio de la Reconciliación
BY RICK WARREN — NOVEMBER 8, 2015

“Todo lo nuevo viene de Dios, quien nos ha reconciliado con él a través de Cristo y nos ha
dado el trabajo de reconciliar a toda la gente con él. Lo que quiero decir es que a través de
Cristo, Dios estaba tratando de reconciliar al mundo con él, sin tener en cuenta los pecados
de nadie. Ese es el mensaje de reconciliación que nos encargó anunciar.” (2 Corintos 5:18-19
PDT)

Cuando se desea reparar una relación donde hay conflicto, hay que centrarse en la reconciliación, no
la resolución.

Hay una gran diferencia. Reconciliación significa el restablecimiento de la relación. Esto no significa
que vuelves a casarte con tu ex; sólo significa que están en paz unos con otros.

Resolución significa  resolver todos los desacuerdos, y eso no va a suceder. Porque la verdad es
que hay algunas cosas en su matrimonio, sus amistades y sus relaciones de trabajo con las que
nunca vas a estar de acuerdo, porque todos somos diferentes. Pero puedes estar en desacuerdo sin
ser desagradable. Eso se llama madurez. Eso se llama sabiduría. Eso se llama ser como Cristo.

Podemos tener unidad sin uniformidad. Podemos caminar de la mano juntos sin ver todo de la
misma manera. Mi esposa Kay y yo hemos estado casados 40 años, y hay un montón de cosas que
nosotros no vemos de la misma manera. Pero caminamos de la mano y nos apoyamos mutuamente.
Estamos en paz.

Esto es lo que he aprendido de dar consejería a los matrimonios: Si te enfocas en la restauración de


tu relación, muchas veces el problema se vuelve insignificante. ¿Cuántos de tus mayores conflictos
eran por las cosas más pequeñas? No eran realmente acerca de eso. Tienes que volver a centrarte
en la relación.

Hay una gran cantidad de conflictos en el mundo. Está lleno de guerras, división,  conflictos, 
prejuicios, racismo, terrorismo y partidarismo. Y como resultado hemos roto relaciones. Tenemos
una economía quebrada. Tenemos un gobierno enfermizo. Tenemos matrimonios rotos. Y hemos
roto vidas y corazones.

Te reto como creyente a que te comprometas a convertirte en un agente de reconciliación en un


mundo lleno de conflictos. Conviértete en un constructor de puentes, no un constructor de paredes.
Busca la forma de unir a la gente en lugar de separarla. 

La Biblia dice en 2 Corintios 5:18-19: “Todo lo nuevo viene de Dios, quien nos ha reconciliado con él
a través de Cristo y nos ha dado el trabajo de reconciliar a toda la gente con él. Lo que quiero decir
es que a través de Cristo, Dios estaba tratando de reconciliar al mundo con él, sin tener en cuenta
los pecados de nadie. Ese es el mensaje de reconciliación que nos encargó anunciar.”

Si eres un seguidor de Jesucristo, tienes un ministerio de reconciliación. Es tu trabajo salir a la


sociedad y decir, " Dios ha hecho todo lo necesario para devolvernos la comunión con él. Él ya ha
pagado por todos nuestros pecados. No tienes que ser su enemigo. Él no está enojado contigo, Él
está loco por ti. Reconcíliate con Dios, vive en paz con Dios y propaga esa paz a todos los demás.”

Reflexiona sobre esto:

 ¿Cuál es el punto de discordia en tu matrimonio o en tu amistad que no has sido capaz de


resolver?
 ¿Qué pasos debes tomar para centrarte más en esa relación y la reconciliación en lugar de
resolver el problema?
 ¿Cómo se puede trabajar para convertirse en un agente de reconciliación justo donde estás
en tu familia, en el trabajo y en la comunidad?
..

El Ministerio de la Reconciliación (5:18-21)

 INTRODUCCIÓN
1. Un concepto fundamental importante para el evangelio de Cristo es el de la “reconciliación” 
2. En 2 Cor 5:18-21, Pablo expone sobre este asunto…
   a. Él discute como hay alguna clase de reconciliación entre Dios y el hombre
   b. Él describe el papel que él desempeñó en el llamado “ministerio” de la reconciliación
3. Hay un par de preguntas sobre cómo podría dirigir esta lección…
   a. ¿Exactamente cuál es la naturaleza de la reconciliación entre Dios y el hombre?
   b. ¿Qué papel podríamos desempeñar en el “ministerio de la reconciliación” del evangelio de Cristo? 
   [Es importante que primero entendamos apropiadamente el significado de la “reconciliación” y su concepto como se
relaciona a Dios y el hombre…]
 
I. EL PROCESO DE LA RECONCILIACIÓN 
   A. LA DEFINICIÓN DE RECONCILIACIÓN…
      1. La definición de Vine de “reconciliar” (del griego, katallasso)…
         a. “Indica en forma apropiada cambiar, canjear” (específicamente del dinero)
         b. “Por consiguiente, de las personas, cambiar de la enemistad a la amistad, reconciliar”
      2. Él va más allá para agregar: “Con respecto a la relación entre Dios y el hombre, el uso de ésta y las palabras
relacionadas muestran que la reconciliación en primera instancia es que DIOS (énfasis mío, MAC) cumple
         a. En este caso, hay enemistad entre Dios y el hombre (debido al pecado del hombre, ver Isa 59:1-2)
         b. No obstante el evangelio proclama como DIOS ha tomado la iniciativa para reconciliar al hombre de regreso a Él
      3. Debemos notar esta tenue distinción:
         a. Dios no ha reconciliado al hombre, como si Dios fuera en parte culpable por la enemistad
         b. En vez de esto, el hombre se ha reconciliado con Dios, ¡porque es el hombre el que se ha movido lejos de Dios!
      4. Entonces la reconciliación entre el hombre y Dios es ligeramente diferente, ¡aunque la diferencia es importante!
         a. Cuando la persona necesita ser reconciliada con algún otro, normalmente involucra una situación donde se
reprochan en algún grado las mentiras por ambas partes
         b. No así con el caso entre el hombre y Dios; él hombre se ha movido lejos de Dios, y es el hombre el que necesita
ser reconciliado de regreso a Dios, ¡no Dios de regreso al hombre! 
   B. CÓMO SE HACE POSIBLE LA RECONCILIACIÓN…
      1. ¡Es posible debido a las iniciativas que Dios tomó primero!
      2. Es posible por medio de Jesucristo, ¡en particular por Su muerte por nuestros pecados!
         a. Note estos versículos que enseñan que la reconciliación viene por medio de Jesús – 2 Cor 5:18; Col 1:19-20a 
         b. Note estos versículos que enseñan que la reconciliación viene por medio de la muerte de Jesús en la cruz – 2 Cor
5:19,21; Rom 5:10; Col 1:20b-22
         c. En otras palabras…
            1) Dios tomó a Cristo, quien no conoció el pecado, para representar nuestros pecados y recibir el castigo por
nuestros pecados en Su muerte en la cruz
            2) Así que nosotros, quienes éramos enemigos, distanciados de Dios por nuestros pecados, ¡podríamos estar
reconciliados de regreso a Dios!
            3) Y por medio de la muerte de Cristo:
               a) Para que fuésemos hechos justicia de Dios en Él – 2 Cor 5:21a 
               b) Para que pudiéramos ser santos, intachables e irreprochables ante Su vista, debido a que nuestras
transgresiones, no se nos toman en cuenta – Col 1:22; 2 Cor 5:19; ver Rom 4:6-8
      3. Ciertamente, ¡la reconciliación es posible debido a que Dios ha ofrecido a Jesús como una “propiciación” por
nuestros pecados!
         a. La palabra “propiciación” describe un sacrificio que está diseñado para apelar por los pecados
         b. Era usado para describir los sacrificios que los gentiles ofrecían a sus dioses
         c. Pero en el NT, es DIOS quien ofrece la “propiciación”, ¡no el hombre!
            1) Ver 1 Jn 2:1-2; 4:10
            2) Esto ilustra el gran amor que Dios tiene por nosotros, ¡y hasta donde ha ido Él en el intento de reconciliar al
hombre de regreso a Él! 
   [Es cuando entendemos el significado y el proceso de la “reconciliación” (junto con la “propiciación”) es que
empezamos a apreciar el alcance maravilloso de la gracia de Dios y Su amor por la humanidad.
   Pero Dios fue más allá de solo enviar a Su Hijo a morir en la cruz como una propiciación diseñada para reconciliar al
hombre de regreso a Dios; Él también ha desarrollado…]
 
II. EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN 
    A. DIOS ENVIÓ “EMBAJADORES”…
       1. Note lo que Pablo dice de Dios:
          a. “…nos dio el ministerio de la reconciliación” – 2 Cor 5:18b
          b. “…nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” – 2 Cor 5:19b
          — ¡Hay un ministerio (servicio) en el que la palabra de reconciliación existe para darse a conocer a los demás!
       2. Los apóstoles en particular tenían este “ministerio”…
          a. La palabra apóstol significa “alguien enviado”
          b. ¡En una forma especial ellos fueron enviados para servir como “embajadores” de Cristo para el mundo! – 2 Cor
5:20
       3. Entonces, por medio de los apóstoles…por medio de su palabra…
          a. Dios está rogándonos…
          …¡Reconciliaos con Dios! – 2 Cor 5:20
       — Entonces el gran amor de Dios es manifestado en el hecho que Él envió embajadores para decir al mundo lo que
Él ha hecho para reconciliar al hombre de regreso a Él 
    B. SUS “EMBAJADORES HOY…
       1. ¡El “ministerio de la reconciliación” continua hoy!
          a. Porque las gentes aun están perdidos en sus pecados
          b. Y Dios aun ama a los que están perdidos
       2. Pero, ¿quiénes son los “embajadores” de Dios hoy?
          a. ¿Quién llevará la “palabra de reconciliación” a otros?
          b. ¿Quién junto con Dios y Cristo rogará e implorará: “¡reconciliaos con Dios!”?
       3. Aun mientras no pudiéramos ser embajadores “formales” como lo fueron los apóstoles, Cristo aun tiene Sus
embajadores:
          a. El pueblo de Dios, que proclama Sus alabanzas – 1 Ped 2:9-10
          b. Los individuos fieles, que en forma apropiada pueden enseñar a otros – 2 Tim 2:2
          c. De hecho, ¡TODOS los cristianos deben estar involucrados en “el ministerio de la reconciliación”!
             1) Algunos podrían “ir”, en tanto que otros podrían “enviar” –Rom 10:14-15
             2) Algunos podrían “enseñar”, mientras que otros podrían “invitar” – Jn 1:45-46
       4. De cualquier modo que sirvamos, ¡debemos recordar que tenemos un papel importante hoy en el ministerio de la
reconciliación!
 
CONCLUSIÓN 
1. ¿Qué tan importante es la “reconciliación” y “el ministerio de la reconciliación”?
   a. Si Dios está “rogando” y Cristo está “implorando”, ¡entonces debe ser muy importante!
   b. Ciertamente, ¡el destino eterno de un alma depende sobre si él o ella ha sido reconciliado con Dios! 
2. ¿No nos mueve esto?
   a. ¿Primero a ser reconciliados?
   b. ¿Y entonces a participar en el ministerio de la reconciliación para el bien de los demás? 
3. Un pensamiento final: El hecho que Dios nos “ruegue” y que Cristo nos “implore” a ser reconciliados nos dice algunas
cosas que son muy importantes para que las llevemos a cabo…
   a. La reconciliación no es incondicional (¡debemos responder!)
   b. La reconciliación no es universal (¡algunos se perderán!) 
   Ciertamente, ¡la gracia y la misericordia de Dios ofrecida en la muerte de Su Hijo no deben ser recibidas en vano! Así
Pablo va adelante al decir: 
   “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.”
(2 Cor 6:1) 
   Solo por medio de una fe obediente podemos estar seguros de recibir la gracia de Dios, ¡y tener a Jesús como el autor
de nuestra salvación eterna! – ver Heb 5:9 
¿Se ha reconciliado USTED con Dios?.
..

Construyendo Puentes
SPEAKER: APOSTOL FERNANDO ORTÍZ
MARZO 28, 2012
410
Jesucristo es el más grande puente provisto para la humanidad, por medio de quien fue eliminado en la cruz del
calvario, ese gran abismo que nos separaba de Dios, producto del pecado. 
Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
2 Corintios 5:17-18 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación.
Íbamos camino a la muerte eterna y ahora vamos camino a la vida eterna. Dios nos reconcilió consigo mismo a
través de Cristo. Y cuando somos reconciliados con Dios por medio de Cristo, recibimos un ministerio en el acto: el
ministerio e la reconciliación.  Cristo nos delega el ministerio de la reconciliación

 
2 Co 5:19-20 Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres
sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de
Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Esta tarea no se la dejo a otras creaciones, sino a nosotras que hemos sido beneficiadas con esa misma
reconciliación. Esto no es algo opcional sino algo que está incluido en el paquete de salvación.

RECONCILIAR es…. “volver a la amistad o atraer y acordar los ánimos desunidos”.

Juan 4:28-30.  Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre
que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?  Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
La mujer samaritana una vez reconciliada, buscó la reconciliación de su familia con Cristo.  Ella fue un puente para
que los suyos, y muchas personas conocieran a Jesús.

Otro ejemplo de mujer que ejerció este ministerio fue Rahab, la ramera.  Ella intercedió por su familia.  Nosotras
tenemos una tarea ardua. Sabemos que construir un puente no es fácil y toma tiempo.

Mateo 5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
La paz entre los unos y los otros hay que trabajarla.  No se produce gratuitamente. La vida del ser humano consiste
de relaciones, de conexiones, de puentes.  Esta es la asignatura más difícil, pues hacer que se mantengan las
relaciones entre las personas no es una tarea fácil.

¿Construir muros,  o construir puentes?

Es más fácil construir muros que puentes.  Dios nos ha llamado a construir puentes, que seamos constructoras de
conexiones para que otros se acerquen a Él.

 ¿Cómo construyo puentes con los más distantes? La clave la encontramos en Mateo 5:44-45: Amar a los enemigos,
bendecir a quieres nos maldicen, hacer bien a quienes nos odian y orar por quieres nos ultrajan y persiguen.
También podemos RECONSTRUIR PUENTES, aquellas de aquellas relaciones que fueron rotas.  Debemos buscar
la reconciliación con las personas.  Cuando recordamos que un hermano tiene algo contra nosotros debemos ir con el
hermano y reconciliarnos.

Pro 18:19  El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte,
 Y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar.
El hermano ofendido es más difícil de ganar que una ciudad fortificada, y las contiendas son como cerrojos de
fortaleza (versión LBLA).

UNOS CARTORCE AÑOS DESPUES.

El tiempo inflama más las heridas. Cuando hay roces, fricciones y conflictos es mejor actuar de inmediato porque
esa herida se puede inflamar y enfermar. Jacob y Esaú duraron enemistados por muchos años. Aproximadamente 14
años después, fue que se produjo una reconciliación entre ellos.  Jacob tuvo una visitación de DIOS, y comenzó a
entender y entonces se humilló.  Siete veces se inclinó mientras se iba acercando a su hermano Esaú. Jacob había
cometido una falta, y por lo tanto, el puente estaba roto; pero ahora quería reconciliarse. Jacob le llevó un regalo a su
hermano, pero también lo acompañó de una buena actitud.

Génesis 33:8-11 Y Esaú dijo: ¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? Y Jacob respondió: El
hallar gracia en los ojos de mi señor.  Y dijo Esaú: Suficiente tengo yo, hermano mío; sea para ti lo que es tuyo.  Y
dijo Jacob: No, yo te ruego; si he hallado ahora gracia en tus ojos, acepta mi presente, porque he visto tu rostro,
como si hubiera visto el rostro de Dios, pues que con tanto favor me has recibido. Acepta, te ruego, mi presente que
te he traído, porque Dios me ha hecho merced, y todo lo que hay aquí es mío. E insistió con él, y Esaú lo tomó.
Proverbios 18:16  La dádiva del hombre le ensancha el camino, y le lleva delante de los grandes.
¿Cómo reconstruyo los puentes con mi hermano?
1. Antes de hablar con alguien, habla con Dios.
2. Toma la iniciativa.
3. Enfócate en la reconciliación y no en la solución.
4. Confiesa tu falta.
5. Restituye.
Debemos confesar nuestras faltas de manera clara.  La restitución es parte de la reconciliación. Si Cristo fue para
nosotros un puente, nosotros debemos ser puentes para otros.  La vida práctica del Evangelio nos pide que seamos
constructoras de puentes, puentes de reconciliación.

Hebreos 12:14-15  Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.  Mirad bien, no sea que
alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos
sean contaminados.
2 Corintios 5:19 Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los
hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
Dios nos está llamando a nosotras a reconciliar. No podemos dejar de compartir y llevar las buenas nuevas a otros.

Debemos examinar como esta nuestra vida con relación a los demás.  Tal vez en algunos casos necesitamos construir
y en otros casos reconstruir.  Estamos delante de un avivamiento, debemos estar unánimes con un propósito y ejercer
el ministerio de la reconciliación a lo que fuimos llamados.

Muchas veces con nuestros esposos el puente se agrieta una y otra vez.  Pero la gracia de DIOS está disponible para
reconstruir.  Dios no nos mando a levantar muros, sino a edificar puentes. Es lindo tener amigos, pero la amistad
para ser fructífera debemos cimentarla en propósitos eternos. 

Dios nos está llamando a ser CONSTRUCTORAS DE PUENTES, para llevar muchas vidas a Cristo.
CONSTRUCTORAS también para reconstruir relaciones rotas.  Somos llamadas a ser EDIFICADORAS,
mujeres sabias que edifican su casa a través de la gracia de Cristo. Queremos estar unánimes juntas en un
mismo sentir y un mismo pensamiento con Dios.  Por eso hoy rogamos a DIOS que nos ayude a ser canales,
PUENTES!
Muchas veces es difícil perdonar al hermano, y a su vez nosotros liberar perdón hacia aquellos que nos ofenden.
Debemos clamar para que la reconciliación y la gracia puedan venir sobre nuestra vida. Si tienes que arreglar cuentas
con alguien, Dios hoy te da la gracia para arreglarlas. 

- La reconciliación requiere unas normas vinculantes dentro de un marco legal: Es lo que aprendemos del primer
pasaje que leímos, de Mateo 5:23 y 24: la reconciliación entre dos o más personas necesita un punto de referencia
dentro de un marco legal. Este marco legal, sin lugar a dudas, nos provee la ética cristiana como la expone
Jesucristo en el Sermón del Monte y que teológicamente no es otra cosa que una confirmación de la ética del
Antiguo Testamento, revelada en los términos de la Ley divina, como nuestro Salvador ya indica claramente en el
preámbulo en Mateo 5:18. La reconciliación sin marco legal (en este caso fuera de la Ley divina) depende de
criterios personales, subjetivos y variables y es, por lo tanto, poco útil.   - La reconciliación requiere un cambio de
actitud: No podemos hablar de una reconciliación sin un cambio de actitud. Es una obviedad, pero hace falta
pronunciarla. Desde el punto de vista humano, esto empieza en la parábola del Hijo Pródigo cuando éste se da
cuenta de su situación desesperada y decide volver a casa.   - La reconciliación requiere la disposición para
perdonar: En el caso de la parábola del Hijo Pródigo es evidente que el padre ha perdonado al hijo incluso mucho
antes de que se llegara a hacer efectiva la reconciliación. El cristiano tiene siempre esa libertad. En términos
legales, partiendo de la Ley de Moisés, la reconciliación se efectúa en el sentido de Levítico capítulo 6. Pero aparte
del elemento restitutivo del pago de una indemnización aquí entra en juego un elemento muy importante:
estrictamente hablando, ningún ser humano puede perdonar pecados en un sentido absoluto, sino solamente en un
sentido relativo; esto es, el de no tomar en cuenta un ofensa. En cuanto al otro elemento que supone cualquier
transgresión de la ley, es decir, en cuanto a nuestra relación con Dios, sólo Dios puede perdonar pecados.   - La
reconciliación requiere satisfacción: Y para que Dios pueda perdonar pecados, es necesario el pago
correspondiente del daño hecho. Esto se establece en la Ley con el pago de lo defraudado o robado, más un pago
extra del 20% por daños y perjuicios. Es decir, las ofensas (incluso a nivel humano) requieren en principio un pago
para restablecer la situación a como estaba antes de la ofensa. El mismo principio se aplica en nuestra relación con
Dios. En cuanto a nuestra relación con Dios, hay un problema: el pago por nuestros pecados no nos es posible. No
porque no Dios no lo exija o espere, sino porque no estamos en condiciones. Es decir, estamos en la situación de
aquel deudor con una suma inmensa sobre sus hombros que él jamás hubiera podido pagar.   - La reconciliación
requiere el pago de un precio: No es buena idea minimizar o negar el daño causado. Esto se ve en la parábola del
Hijo Pródigo cuando el hijo ofrece pagar por el daño causado vendiéndose como siervo al padre (cosa que éste
rechaza). El daño causado aquí no es un daño material, ya que el padre le pagó lo que legalmente sería de su hijo
en el futuro; sin embargo, se refiere a un daño moral y personal en la relación de ambos, una ruptura a nivel
personal.   - La reconciliación y su coste (proporcional al precio de la ofensa): Del pasaje de Levítico 6 que forma el
trasfondo de Mateo 5 nos damos además cuenta de que el precio a pagar, es decir, el coste de la ofensa, es
proporcional al delito cometido. No todas las ofensas están al mismo nivel. Y en el caso de nuestras ofensas contra
Dios están a un nivel no asumible para ningún ser humano.   - Reconciliación no implica necesariamente una
responsabilidad mitad/ mitad: Y finalmente, nos damos cuenta de que en el caso del Hijo Pródigo, la culpa recae
enteramente sobre el hijo mientras que el precio asumido y reparador corre por parte del padre. Es decir, al
readmitir al Hijo Pródigo a la casa, el padre asume un precio adicional y libera al hijo de pagar su parte. Sin
embargo, también en este caso se aplica el principio: no hay comidas gratis. Alguien debe de asumir el coste de la
ofensa y, por ende, de la reconciliación. Porque una reconciliación nunca se lleva a cabo de forma gratuita para
todas las partes implicadas. Como mucho, una parte puede asumir el precio total. Pero alguien tiene que asumir el
precio.   LA IDEA CENTRAL DE LA FE CRISTIANA Partiendo de los dos ejemplos centrales de reconciliación a
nivel humano que acabamos de considerar, nos acercamos ahora al meollo de la cuestión que es la dimensión
vertical de la reconciliación. La historia de la salvación, comenzando con la promesa de Génesis 3:15, tiene un solo
propósito: restablecer la perfecta relación con Dios, nuestro Creador, que se ha perdido por el pecado de Adán.
Precisamente, por su pecado, todos los seres humanos nos hemos convertido en enemigos de Dios. En un sentido,
la frase: “Dios odia el pecado, pero no al pecador”, expresa solamente una parte de la verdad. En su estado
rebelde Dios no solamente odia el pecado, sino también estamos bajo la ira de Dios. Este concepto Pablo lo
desarrolla detalladamente en los primeros tres capítulos de su epístola a los romanos. Pero también es cierta la
otra parte, que Dios, de una forma inesperada e inmerecida, ha asumido todo el coste. Es toda la fuerza de “Nuní
de,…” en Romanos 3:21: “Pero ahora…”. Raras veces en la historia de la literatura una simple expresión de
coordinación sintáctica ha implicado más fuerza. Aparte de la Ley, es decir, aparte de nuestra capacidad de cumplir
con la Ley (que no existe) es Dios mismo el que ha tomado la iniciativa, amándonos precisamente en nuestro
estatus de enemigos suyos. Y un enemigo no es alguien al que sólo le falta un poco de amabilidad para convertirse
en amigo. Es por el sacrificio de Jesucristo, por la justicia que Él consigue en la cruz, que se abre la posibilidad de
una reconciliación entre Dios y nosotros. Para entender esta reconciliación divina hay que entender quiénes son
ambos lados. Tenemos, por un lado, al hombre como parte reconciliada:   EL HOMBRE - RECONCILIADO El
Nuevo Testamento usa los términos siguientes para hablar de esta verdad: “Fuimos reconciliados”, “habiendo sido
reconciliados”, “recibimos la reconciliación”, “él nos reconcilió”, “reconciliaos…” Todos estos términos hablan de la
reconciliación como un regalo para el hombre. Nosotros aparecemos como la parte inerte, la parte incapaz de
mover ni un solo dedo para mejorar nuestro estatus. Aunque la reconciliación (como la justificación y la expiación)
para nosotros es gratis, es decir, nos es aplicada por la pura gracia y benevolencia divina, era necesario el pago
correspondiente que está detrás del principio legal de la restitución. No era posible para Dios el simplemente hacer
la vista gorda y, con la expresión “pelillos a la mar”, volver empezar de cero. La reconciliación con Dios es
realmente mucho más grande, por no decir gloriosa. El sacrificio de Cristo no solamente paga los platos rotos del
pasado, sino también los del presente y los del futuro. Las justas exigencias de la Ley, que a su vez representa la
naturaleza divina, tenían que ser satisfechas. Nuestra deuda infinita necesitaba un medio de pago infinito y además
un pago infinito: se trata de Dios el Hijo, hecho hombre y su sangre derramada en la cruz por nuestros pecados,
que tiene un valor inconmensurable. “Tetelesthai” exclama Cristo en la cruz, lo cual es de nuevo el equivalente de
una expresión comercial, que significa: “Está pagado”. Nuestras deudas están pagadas, las exigencias divinas
satisfechas, su ira aplacada, su justicia aplicada y, de esta manera, la reconciliación cumplida. Y tenemos, por otro
lado, a Dios como parte reconciliadora:   DIOS - EL RECONCILIDADOR Y en este contexto tenemos que hablar
aún un poco más de la otra parte que es nada menos que Dios. Parte ofendida, parte damnificada que al mismo
tiempo se convierte en reconciliador. Sus exigencias eran justas. Una sola ofensa contra el Dios eterno y
todopoderoso equivale a una ofensa de un valor infinito y de consecuencias eternas. Pero gracias sean dadas a
Dios, el precio se ha pagado. Este es el Evangelio, son buenas noticias; es para mirar al cielo, arrodillarse,
extender las manos y gritar: ¡Aleluya, gracias Señor! Y este hecho de la reconciliación del pecador con su Creador,
y ahora también Redentor, tiene indudablemente consecuencias para la ética cristiana que rige nuestras relaciones
interpersonales. Y de esto vamos a hablar a continuación.   LAS CONSECUENCIAS PARA LA ÉTICA CRISTIANA
La reconciliación consiste en unir lo separado, en cancelar la deuda, en pasar de la enemistad a la amistad, en
traer la paz desde la ruptura,2 para hablar con palabras de Federico Lacueva (2013). La parábola de los dos
deudores nos enseña que el cristiano, reconciliado y en paz con Dios (Romanos 5:12), ahora puede también
reconciliarse con aquellos que le han hecho mal y perdonarles de corazón. Es mucho más fácil para aquellos que
han recibido y experimentado el inmenso alivio de estar reconciliados con Dios a demostrar ahora en sus propias
vidas los efectos reconciliadores de este hecho. Es el creyente el que puede permitirse el lujo de perdonar con
generosidad – cosa que el mundo hace a regañadientes - y reconciliarse y poner así un ejemplo que invite a ser
imitado. De forma paradigmática el cristiano ahora tiene no solamente la posibilidad sino la obligación de reflejar en
su propia vida las bases y las consecuencias palpables y visibles de la reconciliación con Dios. Deberíamos ser
muestras de reconciliación, hecha carne. Si ahora estamos reconciliados con Dios, podemos estarlo también con
nuestros enemigos. Podemos amarlos; como enemigos, pero amarlos, y poco a poco convertirlos de enemigos a
amigos y partícipes del Reino de Dios. ¿Esto es normal? No, no lo es. Pero este milagro no es una utopía. Es la
realidad cuando el Evangelio se hace práctico. Vamos a mirar algunos aspectos de esta verdad siguiendo los
elementos que menciona Francisco Lacueva y vamos a aplicarlos, en primer lugar, para esclarecer nuestra
reconciliación con Dios. Aunque ya lo hemos hablado, por razones didácticas voy a repetirlo brevemente. En un
paso posterior vamos a hablar de principios aplicables a nuestras relaciones horizontales, es decir, con nuestro
prójimo. Y con esto terminaremos.   - Unir lo separado: Reconciliación significa unir lo separado. En primer lugar,
estamos hablando de nuestra relación con Dios. Esa distancia causada por la ruptura que fue causada por el
pecado de Adán ahora se ve remediada por Cristo, el mediador entre Dios y los hombres. Pero no solamente se
trata de unir dos partes que han perdido el contacto, es mucho más.   - Cancelar la deuda: Con su muerte en la
cruz, con su sangre vertida, Jesucristo pagó el precio de nuestra desobediencia y de nuestras rebeliones y de esta
manera cancela la inmensa deuda que tenemos acumulada.   - Pasar de la enemistad a la amistad: Pero esto no
es todo. No es solamente la puesta a cero del contador. El resultado es que Dios el Padre nos puede ver ahora con
benevolencia y nos convertimos de nuevo en lo que éramos antes de la caída: amigos de Dios.   - Traer la paz
desde la ruptura ocasionada por el pecado: Y el resultado de este nuevo estatus como amigos de Dios, plenamente
justificados y reintegrados en la familia de Dios es paz. Se acabaron las luchas por encontrar a un Dios propicio.
Jesucristo mismo es la propiciación que hacía falta.   CONCLUSIONES Con estos principios bien aprendidos
vamos ahora a cerrar el tema hablar de nosotros. De ti y de mí. De nuestras relaciones, a veces difíciles y
tumultuosas. La parábola del Hijo Pródigo no solamente nos ilustra algunos aspectos del perdón y de la
reconciliación, sino que nos sirve también como cantera para extraer algunos elementos que nos ayudan a
entender como esta reconciliación puede aplicarse al restablecimiento de nuestras relaciones humanas que se han
roto o dañado. Vamos a mirar algunos aspectos.   - La reconciliación empieza con un primer paso: Y ese paso es el
que cambia la dirección. En algún momento determinado, el hijo decide volver a casa. Y en algún momento
determinado, el padre decide ir a su encuentro. Sin embargo, la decisión de tomar estos primeros pasos fue
tomada en sus corazones con anterioridad. Seguramente no obedecen a decisiones espontáneas, sino
premeditadas; que luego llevan a un cambio de dirección y al primer paso. Y el primer paso, siempre es el más
difícil.   - La reconciliación es un riesgo: Como vemos en el caso del Hijo Pródigo, la decisión del padre de perdonar
y del Hijo Pródigo de pedir perdón y reconciliarse con su padre supone la apertura de un nuevo frente: es el otro
hijo, el que se quedó en casa, que obviamente no está de acuerdo con la dinámica de los acontecimientos.
Terminar conflictos y practicar la reconciliación no será bien entendido ni bien recibido por todo el mundo. Poder
perdonar y alegrarse de los beneficios de una relación restablecida siempre supone un riesgo de abrir un nuevo
frente.   - Reconciliación significa arrepentimiento y pedir perdón: Es también evidente que no puede haber
reconciliación sin arrepentimiento de la parte que ha causado el daño. Un primer paso es, sin lugar a dudas, pedir
disculpas por el daño causado. Las disculpas no pueden simplemente quedarse en un ejercicio de usar palabras
amables o usar la fórmula tan popular en nuestros días: “Si he podido ofender a alguien… pido perdón.”, que a mí
me parece que muchas veces constituye una burla; sino que tienen que implicar asumir las consecuencias de la
reconciliación, que siempre tiene un precio. No puede haber reconciliación con coste cero ni tampoco negando los
hechos.   - Reconciliación significa disponibilidad de perdonar: De la misma manera, tiene que existir en todas las
partes implicadas la disponibilidad de perdonar, lo cual significa aceptar las disculpas y renunciar a la restitución,
por lo menos por parte de los costes implicados en la reconciliación. Perdonar, es decir, renunciar a percibir una
indemnización por los daños sufridos, es muchas veces la parte más difícil de una reconciliación. Y es algo que no
puede ser exigida, sino solamente regalada de forma generosa por la parte ofendida.   - Reconciliación es más que
perdón: es disposición de reparar daños: En ambos lados tiene que haber una disposición de reparar y pagar los
daños. Otro tema es si esto al fin y al cabo será posible. El Hijo Pródigo asumió esta responsabilidad y pidió al
padre poder trabajar como uno más en su casa. El padre renunció al pago de la restitución y asumió a su vez el
coste de la pérdida de una parte de la herencia. Las deudas siempre se pagan. También en el caso de una
reconciliación. La pregunta es simplemente: ¿Quién va a asumir el coste? En el caso del padre fue él quien lo hizo.
- Significa sufrimiento: El camino hacia una reconciliación no es un camino fácil. No lo fue para Cristo y no lo será
para sus seguidores. Requiere luchas, a veces noches sin dormir, esfuerzo y dedicación. La reconciliación no es
para gente pasiva o inerte. No es para cobardes, sino para gente valiente. La reconciliación es una actitud de
aquellos que están dispuestos a pagar un precio. Esto nos lleva al siguiente punto… - Requiere valor: Es más fácil
odiar y vivir en el rencor que rectificar y dar un paso en la dirección opuesta. El deseo de reconciliarnos con el
Padre a Jesucristo le costó la renuncia a su estatus privilegiado con el Padre, en los términos en que nos enseña
Filipenses capítulo 2. Requería valor dejar atrás la gloria que Él tenía con el Padre para asumir la naturaleza
humana y ser uno de nosotros. Requería valor el ser despreciado, golpeado, escupido, torturado y finalmente
clavado en una cruz para ser lentamente ejecutado. Requería valor no llamar a un ejército de ángeles para liberarle
de esta afrenta. Requería valor no pedir la hoja de reclamaciones al Padre. De la misma manera, sus seguidores
son llamados a ser valientes, andando en las pisadas de su maestro, predicando y anunciando el mensaje de la
reconciliación con Dios, y a la vez mostrándose y presentándose al mundo como gente reconciliada y
reconciliadora. Es precisamente allí, donde se corre el riesgo de perdonar donde se demuestra el valor de aquellos
que a veces con lágrimas perdonan a sus enemigos y buscan la reconciliación. - La reconciliación no implica
necesariamente olvidar: El olvido puede ser la consecuencia de heridas sanadas. Pero a veces la señal de la
reconciliación puede ser el recordatorio del “Nunca más”. Es la determinación de no repetirlo. Los crímenes nazis,
por ejemplo, no hay que olvidarlo. El tema es recordar y al ser posible perdonar y reconciliarse. Es la función de los
monumentos y recordatorios; nos recuerdan de nuestras miserias y fracasos. Y si van adornados de cruces,
pueden recordarnos que por encima de todas las tragedias humanas está la cruz de Cristo, como señal de la paz
divina. - La reconciliación libera fuerzas necesarias para que todas las partes implicadas salgan beneficiadas: Hay
un gran potencial precisamente en la disposición de perdonar y de la reconciliación. En cuanto a nuestra relación
con Dios, esto significa, que el cristiano está liberado de una vez y para siempre de la carga de tener que
demostrar que es perdonable y reconciliable. Dios se reconcilió con nosotros cuando éramos todavía enemigos.
“Justificados, [...] ahora tenemos paz para con Dios…” escribe Pablo en Romanos 5:1. Esto nos trae una liberación
creativa, es decir, en vez de buscar a un Dios misericordioso puedo confesar: Ya le he encontrado. Y este
encuentro libera fuerzas en mí. Tal vez era este el secreto de los reformadores. Es evidente, una pareja que ha
experimentado reconciliación después de una ruptura es una pareja suficientemente fuerte para soportar venga lo
que venga. Una familia reconciliada es una familia más fuerte, más creativa, más exitosa. Una sociedad
reconciliada es una sociedad que libera fuerzas y energías para otros retos, y lo hará para el beneficio de todos. Es
el secreto de una sociedad próspera y en paz consigo misma. Y de la misma manera hay que constaar con
sinceridad:   - La reconciliación no siempre es posible: La reconciliación requiere la honestidad de todas las partes
implicadas. Y esto significa que a veces la reconciliación no es posible porque le falta la base. El ejemplo más
patente lo encontramos en la mismísima historia de la salvación. Mientras Dios proveyó un sacrifico como medio de
pago en el caso de nuestra lejanía de Dios, no ha sido así en el caso de Satanás y los ángeles que se rebelaron.
La Biblia no indica por ningún lado que esta ruptura será subsanada. El lago de fuego y de azufre es eterno y
definitivo y no solamente para Satanás y sus ángeles sino también para aquellos seres humanos que rechazaron la
oferta de una reconciliación mientras que vivían. De la misma manera, no siempre es posible una reconciliación a
nivel humano. Nosotros tenemos la obligación de buscarla y vivir en paz con todo el mundo, pero para efectuarla
hace falta la disposición de ambas partes, no sólo de una parte; y además, esa reconciliación se debe llevar a cabo
sobre un marco legal y ético que refleja la justicia que tiene, en últimas consecuencias, sus raíces en la justicia que
marca la Ley de Dios. No existe la reconciliación forzada o impuesta. Es (dicho sea de paso) la razón por la cual el
Universalismo carece de fundamento teológico y lógico.   RESUMEN El mensaje de la Reina Isabel de Inglaterra el
25 de diciembre de 2014 tenía como tema central “La reconciliación”. Su mensaje empezó con la imagen de una
escultura famosa de la artista británica de origen brasileño Josefina de Vasconcellos. La escultura se encuentra en
la ruina de la Catedral de Coventry, arrasada por las bombas de la aviación alemana en 1940. La Reina Isabel dijo:
“Para mí la vida de Jesucristo es una inspiración y un ancla en mi vida. Jesús es un modelo de reconciliación y
perdón. Él estrechó sus brazos en amor, aceptación y sanación. El ejemplo de Cristo me ha enseñado a buscar,
respetar y valorar a todo el mundo.”3 La escultura de Vasconcellos que nos habla de la reconciliación y que
impresiona tanto a la Reina Isabel no se encuentra por casualidad en las ruinas de la catedral de Coventry. La
historia de su destrucción y la de toda la ciudad en 1940 por las fuerzas aéreas alemanes tenía como consecuencia
la destrucción de la ciudad de Dresden por el bombardeo más masivo de la historia 4 años más tarde. La ciudad
fue destruida y con ella su símbolo más famoso: su catedral.   Catedral de Dresden. / Wikipedia Mientras que los
ciudadanos de Coventry renunciaron a reedificar la suya como símbolo contra la guerra y como monumento de la
barbarie de su destrucción, los ciudadanos de Dresden optaron por la reconstrucción de su catedral. En 1994
(medio siglo después de la destrucción) fue inaugurada la nueva catedral de Dresden. En lo alto de su cúpula, a 91
metros de altura se situaba la réplica exacta de una cruz, cuidadosamente elaborada, de 7,60 m de altura por un tal
Alan Smith, un artesano británico. Esa cruz fue un regalo de la ciudad de Coventry a la ciudad de Dresden. El
padre de Alan Smith fue uno de los pilotos de los aviones que bombardearon la ciudad de Dresden, 50 años
antes.4 El ministerio de la reconciliación, con Dios y con nosotros es la gran oportunidad de los cristianos. Somos
expertos en reconciliación. Y lo somos (debemos serlo) porque tenemos el gran experto de la reconciliación como
maestro. Otros hablan de exigencias justas y van a la guerra. Nosotros hemos recibido perdón y gracia inmerecida.
Otros construyen murallas, nosotros tendemos puentes. Somos ricos y podemos ser generosos enseñando con el
ejemplo. Nosotros sabemos que la justicia humana es incompleta e injusta. Nuestro Señor lo vivió. Y con esto nos
consiguió gloria eterna. Otros matan por su Dios. Nuestro Dios murió por nosotros. Por eso, ahora seguimos
adelante, deseando escuchar pronto las palabras de nuestro Padre: “Bienvenido a casa, hijo.”

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