Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Creer en Dios cuando todo está bien, cuando estamos en la cumbre de nuestro éxito,
es tener fe inmadura, es decir, una fe que no ha sido probada, la fe de Reino es aquella
que le cree a Dios cuando todo parece imposible, que desata Sus promesas, y que dice:
“Aunque ande en valle de sobre de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás
conmigo” (Salmo 23:4); es la que puede hacer que un hombre alabe a Dios cuando
tiene riquezas, pero que también puede decir: “Sea el nombre de Jehová bendito”
(Job 1:21), cuando lo ha perdido todo, cuando tiene una enfermedad mortal, sus
amigos le han dejado, y su esposa ha dicho: “Maldice a Dios, y muérete” (Job
2:9). La fe que ha sido probada, es la que desata las promesas de Dios.
Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso;
¿quién lo conocerá?”
Nuestro corazón nos puede engañar, podemos creer que tenemos mucho amor por
Dios y fe en Él, cuando la realidad es que esa fe está puesta en los suministros que nos
puede dar, podemos estar teniendo nuestra mirada en el pan, y no en el panadero,
teniendo mucha confianza en los milagros, y no en el Dios de los milagros. Una de las
características que tiene la crisis cuando viene a nuestra vida, y nos golpea, es que nos
define, saca el engaño de nuestro corazón.
No estamos en un desierto porque Dios nos abandonó, sino porque nuestro corazón
está siendo probado, para que sea mucho más precioso que el oro, dicen las Escrituras:
“para que sometida a prueba nuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual
aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra
cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7), porque para Canaán (la tierra
prometida) no va a entrar la gente que adora a Dios cuando todo está bien, sino la
gente que pudo decir: ¡Gloria a Dios!, cuando todo parecía imposible, que siguieron
diciendo: ¡Sea el nombre de Jehová bendito!, y predicando cuando las multitudes ya no
estaban. Cuando Jesús entraba en Jerusalén, las multitudes le ponían palmas, y decían:
“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (Juan
12:13), pero en la Cruz estuvo solo y abandonado, porque las multitudes no son para
el desierto, no son para la cruz, en ese lugar es Dios y nosotros nada más.
Podemos perder cualquier cosa en la vida, pero jamás perdamos nuestra fe; Job lo
perdió todo, pero mantuvo su fe, y con ella también pudo recuperar lo que se había
dado por perdido, y multiplicado, porque la gloria postrera, será mayor que la
primera (Hageo 2:9), y la prueba de nuestra fe va a producir un mayor y cada vez más
grande peso de gloria (2 Corintios 4:17), porque el hombre que entró en el desierto
no será el mismo que saldrá de allí, tendrá un nuevo nivel de gloria y poder que va a
desatar milagros. Abraham le creyó a Dios cuando todo parecía imposible, ¿podemos
hoy nosotros creerle a Dios cuándo todo parece imposible?
1 Pedro 1:6-7: “Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de
tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que,
sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque
perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando
sea manifestado Jesucristo.”
La prueba válida lo que hablamos, en la Iglesia decimos: “porque Dios es bueno, y para
siempre es su misericordia”, pero es la aflicción la que va a validar lo que
anunciamos. Muchos nos pasamos la vida haciendo declaraciones y alabando a Dios, y
está bien, pero quizá la fe no ha sido probada verdaderamente, porque es fácil decir
Dios es bueno cuando todo marcha bien, pero ¿podremos decir lo mismo en tiempos
difíciles, cuando parece que Dios no está a nuestro favor?
Romanos 11: 1-5: “Por tanto, pregunto: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡De
ninguna manera!, porque también soy israelita, descendiente de Abraham, de la
tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes
conoció. ¿O no sabéis lo que dice la Escritura acerca de Elías, de cómo se quejó
ante Dios contra Israel, diciendo: «Señor, a tus profetas han dado muerte y tus
altares han derribado; solo yo he quedado y procuran matarme»? Pero ¿cuál fue
la divina respuesta? «Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la
rodilla delante de Baal». Así también aun en este tiempo ha quedado un
remanente escogido por gracia.”
No estamos acá porque seamos los mejores, es porque la gracia y el favor de Dios nos
han mantenido de pie. Dios tiene un remanente fiel, escogido por gracia, y con ellos va
a hacer “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido a corazón de hombre” (1
Corintios 2:9), a ese remanente va a introducir en la tierra que fluye leche y miel, y que
traerá grandes multitudes.
Romanos 8:28: “Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Romanos 8:31-32: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por
todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”
Si Dios no nos negó a su Hijo, cómo nos va a negar la sanidad, conceder nuestra
petición o milagro, el problema es que muchas veces le estamos pidiendo a Dios cosas
que considera que no necesitamos, y Él primero nos va a dar lo que necesitamos, y
luego, si es Su voluntad, nos dará lo que queremos, pero frecuentemente lo que
queremos, no es lo que necesitamos; y cuando Dios termina de trabajar en nosotros,
nos damos cuenta que lo queríamos no era lo que necesitábamos, y empezamos a
querer lo que sí necesitamos.
Dios no está esperando el mejor momento para bendecirnos, porque eso es para
multitudes, para el remanente fiel de Dios, en el peor momento, que es cuando la
noche está más oscura, les dice: “Vuélvelo a intentar, porque yo soy Jehová tu
proveedor”. Cuando Dios nos aparece en el desierto, nos dará algo que no solo nos va
a alcanzar para nosotros, sino que podremos bendecir a quienes están a nuestro
alrededor. En el tiempo más oscuro, veremos la mano de Dios, porque hay un pequeño
remanente que ha rehusado renunciar, que se ha mantenido creyendo. ¡No perdamos
nuestra fe para creer por lo imposible e invisible!