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DERECHO CONSTITUCIONAL

BOLILLA IV
SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL: ANTECEDENTES
La teoría de la supremacía fue elaborada y estructurada en un contexto universal
en el que los Estados eran concebidos como unidades políticas cerradas y
replegadas sobre sí mismas, dentro del contexto mundial. Desde mediados del siglo
XX, el derecho internacional público ha avanzado mucho en comparación con
épocas precedentes: Los Estados siguen existiendo. Sus ordenamientos internos
también. Sus constituciones también.
Para Bidart Campos, en virtud de principios generales del derecho internacional,
de tratados internacionales sobre derechos humanos, y de la integración estatal en
comunidades supraestatales que engendran su propio derecho comunitario, los
Estados incorporan a su derecho interno contenidos que derivan de aquellas
fuentes externas; esas fuentes no están por encima del Estado, sino en sus
costados, en su periferia; pero que condicionan y limitan al derecho interno,
incluso a la Constitución, no puede negarse.
Según este autor, ha habido un reacomodamiento del concepto de la supremacía
constitucional. La constitución sigue siendo suprema en cuanto siempre es fuente
primaria y fundante del orden jurídico estatal y decide su prelación, aunque ella
misma –al establecer la gradación jerárquica de ese orden– ceda acaso el primer
nivel al derecho internacional.
En efecto, Argentina, al ratificar y prestar recepción a la Convención de Viena sobre
derechos de los tratados, se ha obligado a acatar su art. 27, en el que se define y
reafirma que ningún Estado parte puede invocar su derecho interno para incumplir
un tratado.
“No es coherente, por eso, que la reforma constitucional de 1994 sólo haya
reconocido a los tratados un rango supralegal, manteniendo como principio
general (con la excepción de los tratados de derechos humanos de jerarquía
constitucional) el criterio de que los tratados son infraconstitucionales“ (Bidart
Campos).

DOCTRINAS
La supremacía de la constitución tiene dos sentidos:
● En un sentido fáctico, propio de la constitución material, significa que dicha
constitución o derecho constitucional material es el fundamento y la base
de todo el orden jurídico-político de un Estado.
● Pero el sentido con que el constitucionalismo utiliza la noción de
supremacía constitucional es otro. Apunta a la noción de que la constitución
formal, revestida de superlegalidad, obliga a que las normas y los actos
estatales y privados se ajusten a ella. Ello envuelve una formulación
deber-ser; todo el orden jurídico-político del Estado debe ser congruente o
compatible con la constitución formal
La teoría de la fuerza normativa de la Constitución viene hoy a completar a la
doctrina de la supremacía, en cuanto aquélla postula que la constitución posee en
sí misma el vigor de la normatividad jurídica para surtir el efecto de su
aplicabilidad, exigibilidad y obligatoriedad y, así, asegurar su efectividad en la
dimensión sociológica del mundo jurídico.

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En nuestro país, el fallo de la Corte en el caso “Compañía Azucarera Tucumán vs.


Provincia de Tucumán” (1927) estampó el principio de que “la Constitución es un
estatuto para regular y garantir las relaciones y los derechos de los hombres que
viven en la República, tanto en tiempo de paz como de guerra, y sus previsiones no
podrían suspenderse en ninguna de las grandes emergencias de carácter financiero
o de otro orden en que los gobiernos pudieran encontrarse”.
La supremacía constitucional no consiste, ni habilita, ni tolera marginamientos,
subordinaciones, condicionamientos, parálisis, ni suspensiones.

CONCEPTO
La supremacía constitucional es un principio en virtud del cual ningún acto
contrario a la Constitución puede ser válido • y la discrepancia entre normas de
distinto rango debe ser resuelta a favor de la jerárquicamente superior • (Cátedra).
● Las normas tienen jerarquía, la Constitución Nacional está por encima de
todas y determina la validez o nulidad de un acto. Las demás son
infraconstitucionales.
● La colisión se resuelve a favor de la superior.
La supremacía significa que la Constitución es la fuente primaria y fundante del
orden jurídico estatal. Esto quiere decir que es ella la que dispone cuál es la
gradación jerárquica del mismo orden.
Ekmekdjian sostiene que “cuando se acerva que la Constitución es la norma
suprema se está afirmando varias cosas distintas:
En sentido amplio, se pretende indicar que las normas consitucionales tienen una
jerarquía superior a las restantes normas.
También significa que la Constitución es el fundamento y la base de todo el orden
jurídico-político del Estado, que sirve de marco a todas las restantes normas
jurídicas positivas.
Finalmente, significa que todas las normas y actos que forman el universo jurídico
deben adecuarse a la Constitución, en su fondo y forma; es decir, deben concordar
con ella, ser compatibles.”

ANÁLISIS DEL ARTÍCULO 31


El

orden jurídico positivo incluye a todo el vasto universo de normas y actos jurídicos
de un determinado Estado, tanto los emanados de los órganos del propio Estado,
como los de los particulares.
La supremacía constitucional supone una graduación jerárquica del orden jurídico
derivado, que se escalona en planos distintos. Los más bajos se subordinan a los
superiores, y todo el conjunto se debe subordinar a la Constitución.

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Cuando esa relación de coherencia se rompe, hay un vicio o defecto, que se


denomina inconstitucionalidad.
El orden jerárquico que establece el art. 31 es el siguiente: La Constitución
Nacional; las leyes nacionales; los tratados internacionales; las constituciones
provinciales; y las leyes provinciales.
Sin embargo, este orden no es el vigente: El art. 31 no se modificó en la reforma de
1994 porque no se incluyó en la ley que la declaraba necesaria. No obstante fue
sustituido por el art. 75 inc. 22, que estableció un nuevo orden jerárquico, el cual
puede representarse de la siguiente manera:

Por otro lado, el art. 31 también pareciera limitarse a consagrar la supremacía del
derecho federal sobre el provincial, ya que afirma la supremacía de la Constitución,
de los tratados y de las leyes nacionales y exige a las autoridades de cada provincia
conformarse a ellos, no obstante cualquier disposición en contrario que contengan
las constituciones provinciales.
Sin embargo, la interpretación mayoritaria manifiesta la supremacía constitucional
por sobre todas las restantes normas y actos: nacionales, tanto federales como
ordinarios; locales, tanto provinciales como municipales, y privados.
Por último, cabe agregar que este artículo no debe ser interpretado de modo
absoluto, esto es, que todas las normas nacionales tienen jerarquía superior a todas
las normas provinciales. En efecto, las normas nacionales tienen jerarquía superior
sobre las provinciales en tanto y en cuanto regulen el ejercicio de poderes que han

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sido delegados por las provincias al gobierno federal. Si una norma nacional
pretendiera inmiscuirse en temas que las provincias se han reservado sería
inconstitucional. (Ekmekdjian).
ANÁLISIS DE LOS INCISOS 22 Y 24 DEL ARTÍCULO 75
El

art. 75 inc. 22 sienta, como principio general, el de la supralegalidad de los


tratados internacionales de toda clase: los tratados prevalecen sobre las leyes, con
una sola excepción.
La modificación, según Bidart Campos, debe interpretarse de la siguiente manera:
● En concordancia con el viejo art. 27, los tratados están por debajo de la
Constitución.
● Pero, están por encima de las leyes, y de todo el resto del derecho interno.
Este principio implica el abandono de la jurisprudencia de la Corte vigente hasta
1992, que no reconocía el rango supralegal de los tratados.
La excepción viene dada por los tratados de derechos humanos, del siguiente
modo:
● El mismo art. 75 inc. 22 inviste directamente de jerarquía constitucional a
once instrumentos internacionales de derechos humanos, que enumera
taxativamente.
● Además, prevé que mediante un procedimiento especial otros tratados de
derechos humanos puedan alcanzar también jerarquía constitucional.

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En los dos supuestos, tales tratados no entran a formar parte del texto de la
Constitución y quedan fuera de él, en el bloque de constitucionalidad federal, y
comparten con la Constitución la misma supremacía. O sea, no son
infraconstitucionales como los otros.
En cuanto a los tratados de integración a organizaciones supraestatales, el art. 75
inc. 24 debe entenderse como remitiendo al principio general del inc. 22 que sólo
confiere a los tratados prelación sobre las leyes. Este principio vuelve a enunciarse
en el inc. 24 con referencia a las normas dictadas en consecuencia del tratado de
integración, es decir, con relación al derecho comunitario emanado de los órganos
de la comunidad supraestatal.

Según Bidart Campos, la parte del inc. 22 que más conflicto interpretativo provoca
muchos autores es la que dice que los tratados de derechos humanos con jerarquía
constitucional “no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución
y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella
reconocidos”.
Afirma este autor que “toda la Constitución en común con los once instrumentos
internacionales sobre derechos humanos de jerarquía constitucional (más los que
puedan llegar a adherirse en el futuro) componen un bloque que tiene una igual
supremacía sobre el derecho infraconstitucional.
Dentro de ese bloque no hay planos superiores ni inferiores; o sea, forman una
cabecera en la que todas sus normas se encuentran en idéntico nivel entre sí”.
Cabe aclarar dos conceptos a los que dicho fragmento hace referencia: El de no
derogación, que enseña que en un conjunto normativo que comparte un mismo y
común orden de prelación dentro del ordenamiento jurídico, todas las normas y
artículos de aquel conjunto tienen un sentido y un efecto, que es el de articularse
en el sistema sin que ninguno cancele a otro. A cada uno y a todos hay que
asignarles, conservarles y aplicarles un sentido y alcance de congruencia
armonizante; el otro concepto es el de la complementariedad, es decir, la
inaplicación de cualquier norma de un tratado con jerarquía constitucional a la que
se impute oposición con alguno de los artículos de la primera parte de la
Constitución.

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Los artículos de la primera parte de la Constitución y los instrumentos


internacionales a los que el inc. 22 adjudica jerarquía constitucional componen un
plexo indisociable de derechos y garantías, en el que ninguna norma del primer
sector hace inaplicable a una o más del otro sector, y viceversa; la
complementariedad del segundo respecto del primero significa que le proporciona
completitud y que nunca puede resultar inocuo.
En síntesis, ni los artículos de la primera parte de la CN derogan o dejan sin efecto a
normas internacionales de su mismo rango, ni éstas perturban a aquéllos, porque
unos y otras, dentro del sistema de derechos al que como fuente alimentan con
igual jerarquía, forman un conjunto coherente, insusceptible de desgajar, o
desarticular o dividir con supuestas incompatibilidades, oposiciones o
contradicciones.

BASES INSTITUCIONALES DE LA SUPREMACÍA DE LA CONSTITUCIÓN SEGÚN


EL CRITERIO DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
Son los límites dentro de los cuales el Poder Judicial debe ejercer el control de
constitucionalidad:
1. El Poder Judicial no procede de oficio: Sino en causas contenciosas.
2. El Poder Judicial no controla el ejercicio de las facultades privativas de los
otros poderes: Por preservación del principio de separación de poderes. Puede
hacerlo cuando éstas transgreden en sus actos los límites que les impone la
Constitución.
3. El Poder Judicial no puede juzgar los propósitos o motivos del legislador.
4. El Poder Judicial no juzga las constituciones o leyes provinciales: Salvo
cuando se vea afectado un derecho, extensión o privilegio declarado en la
Constitución.
5. El Poder Judicial debe presumir la constitucionalidad de los actos
públicos de gobierno.
6. El Poder Judicial no revisa cuestiones políticas: Se denomina “cuestión
política” a las causas no judiciables, que se configura por el ejercicio de
facultades privativas y exclusivas de un órgano. Por este motivo, serán no
revisables judicialmente, es decir, implica que la violación constitucional que
pueda surgir de aquel ejercicio carece de remedio legal y, por ende, el órgano
del cual emana el acto contrario a la CN no puede ser nulificado o invalidado
declarándolo inconstitucional por un órgano judicial.
Esta síntesis viene dada por obra del derecho judicial de la Corte Suprema:
● El no juzgamiento de cuestiones políticas viola el derecho a la jurisdicción
de la parte afectada ya que impide que una sentencia resuelva una cuestión
política comprometida con la causa. La sentencia se limita a decir que sobre
tal cuestión el juez no puede pronunciarse.
● No juzgar en cuestiones políticas también implica declinar el ejercicio de la
administración de justicia.
● Con ello también se impide remediar la eventual inconstitucionalidad de
tales actividades que por ser políticas están exentas del control judicial.
● Así, el Estado es no judiciable, sus actividades quedan dentro de las
cuestiones políticas.

CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD

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El control de constitucionalidad es una consecuencia necesaria de la afirmación de


la supremacía constitucional. Sagües afirma que el aparato de control implica una
magistratura constitucional que opere como órgano de control y los procesos
constitucionales, mediante los cuales se pueda defender realmente la supremacía,
invalidando las nomas y actos que la agravian.
Para hablar de control de constitucionalidad, debemos tener en cuenta ciertos
presupuestos (Cátedra):
1. Constitución parcial o totalmente rígida: La constitución de un Estado es
rígida cuando el poder constituyente reformador está separado de los poderes
constituidos y aquél se ejerce por un órgano ad hoc, denominado Convención
Constituyente,
2. Órgano de control independiente: Un principio fundamental del control de
constitucionalidad estriba en la independencia del órgano controlante respecto
de los controlados. En efecto, el control político exige que ningún controlante
tenga dependencia de ningún tipo de aquel a quien debe controlar.
3. Facultades decisorias del órgano de control: Además, el órgano que ejerce el
control debe tener la decisión última sobre el conflicto entre la norma reputada
inválida y la norma constitucional a la cual supuestamente agrede.
4. Derecho de los particulares a reclamar e impulsar el control: El derecho de
provocar e impulsar el procedimiento del control de constitucionalidad debe
ser brindado a todos aquellos a quienes la norma presuntamente
inconstitucional pueda afectar de una u otra manera.
5. Sometimiento de toda actividad estatal al control de constitucionalidad:
No hay normas excluidas del control, independientemente quien las emita.

SISTEMAS Y CARACTERÍSTICAS
A. Según el órgano que ejerce el control: Podemos distinguir tres sistemas: el
judicial, el no judicial o político, y el mixto.
1. Control judicial: El control judicial de constitucionalidad está a cargo de
órganos judiciales. En virtud de él, se otorga al Poder Judicial una atribución
de veto sobre los actos de los otros dos poderes, lo que robustece los frenos
y contrapesos (checks and balances), principio básico del sistema
republicano. Este puede a su vez subdividirse en:
a. Difuso: La característica esencial de este sistema consiste en que
todo juez, cualquier que sea su grado, jurisdicción y pertenencia,
debe ejercer el control de constitucionalidad de las normas y actos
que debe aplicar como fundamento jurídico de sus sentencias. Es un
sistema no especializado, ya que la magistratura constitucional se
ejerce por cualquier juez de cualquier fuero y jurisdicción. Este
sistema es el que se aplica en EEUU.
La ventaja principal de este sistema es la contrapartida del defecto
del sistema concentrado, esto es, que al ser el control ejercido por
todos los magistrados que deben conocer en el proceso, teniendo la
última palabra el Superior Tribunal, se evita la demora de elevar el
expediente en consulta (Ekmekdjian).
b. Concentrado: Cuando hay un órgano jurisdiccional único y
específico que se reserva la competencia exclusiva de ejercer el
control. En este sistema, el control de constitucionalidad no puede
ser ejercido por cualquier juez como simple manifestación de su
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facultad de interpretar las normas jurídicas y de aplicar el derecho a


los casos concretos sometidos a su jurisdicción. Al contrario, los
jueces comunes son incompetentes para conocer en las cuestiones
de constitucionalidad.
La ventaja de este sistema es que el control constitucional es ejercido
por un cuerpo especializado, con mayor idoneidad de sus miembros
y una verdadera mentalidad constitucional; Su principal defecto
estriba en que, al no ejercer los jueces ordinarios este control, el
proceso judicial demora mucho más.
c. Mixto: Cuando tanto un tribunal constitucional como los jueces
ordinarios invisten competencia, cada cual mediante diversas vías
procesales.
2. Control no judicial o político: El control está a cargo de órganos políticos.
Un ejemplo de este sistema es la constitución francesa de 1958, actualmente
vigente, el control de constitucionalidad está a cargo del Consejo
Constitucional, integrado con los expresidentes de la República y nueve
miembros más, tres designados por el presidente, tres por el presidente del
Senado y tres por la Asamblea Nacional. Este Consejo tiene varias funciones,
además de ejercer el control de constitucionalidad.
Este organismo ejerce un control preventivo y a priori de las leyes, ya sea
obligatoriamente o a petición de una parte legitimada (presidente, primer
ministro, presidentes del Senado y de la Asamblea, sesenta diputados o
sesenta senadores). Ekmekdjian considera a este sistema malo por varias
razones: La primera porque impide al ciudadano francés provocar el
procedimiento de control y porque una ley puede ser constitucional a priori
y en general y sobrevenir inconstitucional a posteriori o en un caso
concreto.
3. Mixtos, dobles o paralelos: Los sistemas mixtos toman elementos de los
dos anteriores. Así, por ejemplo, se toma del sistema judicial difuso la
atribución de todos los jueces para conocer en las causas en las cuales se
ventila una cuestión constitucional, pero –al mismo tiempo– del sistema
político para ciertos casos, en que la acción de inconstitucionalidad sólo
puede ser iniciada por determinados funcionarios, ante un órgano político
de control, el cual emite decisiones erga omnes.
B. Por las vías procesales: Es decir, en el procedimiento instrumentado para
provocar el efectivo ejercicio del control de constitucionalidad.
1. Vía directa, de acción o de demanda: En el cual el proceso se promueve
con el objeto de atacar la presunta inconstitucionalidad de una norma o un
acto. La acción directa permite a cualquier persona demandar la declaración
de inconstitucionalidad de una norma, sin necesidad de tener una relación
jurídica específica a la cual esa norma deba aplicarse para su solución.
En algunos casos se exige la existencia de un derecho subjetivo o interés
legítimo del demandante, o bien, simplemente, la titularidad de un interés
difuso (acción popular).
2. Vía indirecta, incidental o de excepción: En la cual la cuestión de
constitucionalidad se articula o introduce en forma incidental dentro de un
proceso cuyo objeto principal no es la posible declaración de
inconstitucionalidad, sino otro distinto.

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En este caso, el actor debe tener un derecho subjetivo o un interés legítimo,


al menos, para pretender la declaración de inconstitucionalidad. Este
interés debe relacionarse con la relación jurídica de fondo ventilada en el
pleito.
3. Elevación del caso: Efectuada por el juez que está conociendo el proceso, a
un órgano especializado y único para que resuelva si la norma que debe
aplicar es o no inconstitucional.
C. Por los efectos del control:
1. Inter partes: La decisión del órgano no invalida la norma con alcance
general, sino que sólo prescinde de aplicarla al caso o litigio concreto en el
cual se está discutiendo su validez constitucional.
Puede ocurrir que una la aplicación de la sentencia no se limite al caso
concreto sino que adquiera ejemplaridad y funcione como modelo que
suscite seguimiento, en cuyo caso la fuente judicial, sin derogar la norma,
consigue que el precedente se reitere, o que voluntariamente el órgano que
dictó la norma la derogue.
2. Erga omnes: En este sistema, el pronunciamiento del órgano encargado del
control en contra de la validez constitucional de la norma o acto, implica la
declaración de nulidad de ella, la cual, a partir de la publicación de la
sentencia o diario oficial, deja de tener aplicación a todos los casos.
Este efecto reviste dos modalidades:
a. Que la norma inconstitucional quede automáticamente derogada;
b. Que la sentencia irrogue la obligación de derogar la norma
inconstitucional por parte del órgano que la dictó.

EXTENSIÓN Y LÍMITES
Debemos delimitar sobre qué materias (normas y actos) opera el control en cada
rubro. Las materias controlables son:
● Constituciones provinciales: Su control funciona en el derecho vigente.
● Los tratados internacionales sin jerarquía constitucional: Su control
funciona en el derecho vigente.
● Las leyes: Su control funciona en el derecho vigente.
● Los decretos, reglamentos y actos administrativos de contenido
general: Su control funciona en el derecho vigente.
● Los actos políticos y de gobierno: Su control no funciona en el derecho
vigente, en el que queda inhibido por aplicación de la doctrina de las
cuestiones políticas no judiciables.
● Los actos administrativos individuales: Su control funciona en el derecho
vigente.
● Las sentencias: Su control funciona en el derecho vigente.
● La actividad de los particulares: Su control funciona en el derecho
vigente.
● La reforma de la Constitución (como competencia del poder
constituyente derivado): Su control no funciona en el derecho vigente, en
el que queda inhibido por aplicación de la doctrina de las cuestiones
políticas no judiciables.
En cuanto a las cuestiones políticas no judiciables, se denominan como tales a
aquellas cuestiones en la que falta la materia propia de la cuestión constitucional
(materia que se refiere a la Constitución y que se aloja en una causa judicial).
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Ekmekdjian las define como “aquellas que se configuran por el ejercicio de


facultades privativas y exclusivas de un de los poderes del Estado, que está fuera
del control de constitucionalidad”. Expresaba la Corte Suprema que “cada uno de
los altos poderes que forman el gobierno de la Nación, aplica e interpreta la
Constitución por sí mismo cuando ejercita las facultades que ella les confiere”.
“Conforme a este criterio, las personas cuyos derechos o intereses hayan sido
lesionados por actos de este tipo, quedan fuera de la protección constitucional, en
primer lugar, del derecho que tiene todo habitante de acudir a los tribunales para
solicitar que se garanticen sus derechos” (Bidart Campos).
Este último autor propone un ejemplo: La diferencia entre la declaración de guerra
y la declaración de Estado de sitio: “Ocurre que en el caso de la guerra, la
Constitución solamente exige que la declare el ejecutivo con autorización del
Congreso, pero nada dice sobre los casos, causas, oportunidades y condiciones que
hacen procedente la declaración y realización de la guerra; entonces, cuando
constitucionalmente la guerra está correctamente declarada, los jueces no tienen
materia que sea objeto de su control.
En cambio, en la declaración del Estado de sitio (y en la intervención federal), las
normas de la Constitución (art. 23 y 6) marcan un cuadro concreto de causas,
ocasiones, condicionamientos y órganos con competencia decisoria. De ahí que si
tales órganos hacen la declaración o intervienen violando aquel marco
condicionante, violan también la Constitución; y en ese campo aparece, claramente,
la cuestión constitucional, sobre la cual recae –en causa judicial– la función de
controlar si la Constitución ha sido o no transgredida”.
Cabe señalar respecto del ejemplo del autor, que la jurisprudencia de la CSJN
incluye dentro de las cuestiones políticas no judiciables a: la declaración de Estado
de sitio, la intervención federal, la declaración de guerra, las causas determinantes
de acefalía presidencial, el título del presidente de facto, la declaración de utilidad
pública en la expropiación, la facultad de indulto del Poder Ejecutivo, lo
concerniente al trámite de sanción de una ley, el trámite para la reforma
constitucional, la expulsión de extranjeros, etc.
El Poder Judicial tampoco incluye en el control la revisión de los propósitos del
legislador, de la conveniencia, de la oportunidad, el acierto o la eficacia de la ley o
de los criterios de su autor.
Por otro lado, el control de constitucionalidad alcanza a la razonabilidad de normas
y de actos, o sea, a la verificación de la proporción entre el fin querido y la medida
adoptada para lograrlo. Lo razonable es lo opuesto a lo arbitrario, y mediante el
control de razonabilidad el Poder Judicial penetra necesariamente en la
ponderación de los criterios y medios de que se valen los órganos del poder al
ejercer sus competencias.
Otro punto a destacar es que las leyes y los actos estatales siempre se presumen
válidos y, por ende, constitucionales. La declaración de inconstitucionalidad sólo se
debe emitir cuando la incompatibilidad con la Constitución es absoluta y evidente.
La Corte, en este sentido, ha expresado que: “con arreglo a la jurisprudencia de esta
Corte, el análisis de la validez constitucional de una norma de jerarquía legal
constituye la más delicada de las funciones susceptibles de encomendarse a un
tribunal de justicia y es sólo practicable, en consecuencia, como razón ineludible
del pronunciamiento que la causa requiere, entendiéndose que por la gravedad de
tales exámenes debe estimárselos como la última ratio del orden jurídico, de tal
manera que no debe recurrirse a ellos sino cuando una estricta necesidad lo
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requiera. Por lo tanto, cuando existe la posibilidad de una solución adecuada del
juicio por otras razones, debe apelarse a ella en primer lugar”.
El derecho judicial de la CSJN tiene establecido que:
● Los jueces no pueden dejar de aplicar una norma vigente conducente a
resolver el caso que fallan, salvo que la desaplicación se fundamente en la
declaración de inconstitucionalidad;
● Cuando desaplican una norma vigente que conduce a resolver el caso sin
declararla inconstitucional, la sentencia que de esa manera dictan queda
descalificada como arbitraria;
● Pero hay que tener en cuenta que para que válidamente desaplique una
norma mediante declaración de inconstitucionalidad necesitan que se lo
haya requerido la parte interesada en el respectivo proceso judicial.
La Corte también tiene establecido que los jueces no pueden prescindir de lo
dispuesto expresamente por la ley respecto al caso que fallan, so pretexto de la
posible injusticia de esa ley. La única forma de desaplicarla es declarándola
inconstitucional.

ANTECEDENTES EN INGLATERRA Y EN LOS EEUU (CASO MARBURY VS.


MADISON)
Caso “The College of Physicians vs. Thomas Bonham” (1610)
El litigio que se formalizó ante el tribunal presidido por el juez Sir Eduard Cooke lo
fue a través de una acción “for false imprisonment” (por prisión ilegal) que presentó
Thomas Bonham contra el Real Colegio de Médicos de Londres.
El Colegio de Médicos había sido fundado en 1518, y por una ley del Parlamento en
tiempos de Enrique VIII, obtuvo el derecho a actuar como un tribunal en orden a
juzgar a todos los que practicaban la medicina en Londres, lo que se traducía en la
admisión como miembros de quienes considerara académicamente cualificados, en
la concesión de licencias a quienes, sin una cualificación académica, hubieren
demostrado su experiencia práctica, y en el castigo de quienes ejerciesen la
medicina deficientemente o sin su autorización. En ese sentido, el Colegio podía
decidir la prisión de los infractores y mantenerlos encarcelados a su voluntad.
De esta forma, la autoridad jurídica del Colegio se alzaba frente a la pretensión del
common law de que para practicar la medicina uno no necesitaba más que el
consentimiento del paciente.
En su sentencia, el juez Cooke sostuvo que el Colegio de Médicos de Londres, a
pesar de que una Ley le autorizaba a ello, no podía imponer sanciones a los
médicos a los que no otorgaba la licencia para practicar su arte porque, en ese caso,
estaría actuando al mismo tiempo como juez y parte (ya que los censores del
Colegio recibían la mitad de la multa impuesta). Y, por consiguiente, los
Parliamentary Acts que confirmaban esta autoridad (concedida inicialmente por el
Rey al Colegio de Médicos) serían inválidos.
“Y aparece en nuestros Libros, que en muchos casos el common law controla las
leyes del Parlamento, y a veces debe declararlas nulas: pues cuando una ley del
Parlamento es contraria al common law y la razón, contradictoria o imposible de
ser cumplida, el common law debe tener autoridad sobre ella y declarar que tal ley
es nula” (Fragmento de la sentencia).
Este caso es trascendente en el derecho constitucional porque, a pesar de que el
Reino Unido no tiene una constitución escrita, se declaró la “inconstitucionalidad”
de una ley del Parlamento inglés, por contrariar principios jurídicos como: “Nadie
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puede ser juez y parte”; y además, ratifica la supremacía constitucional al


subordinar las leyes del Parlamento a las normas fundamentales del Estado, que en
el derecho inglés, encontramos en el common law
Caso “William Marbury vs. James Madison” (1801)
El 27 de febrero de 1801, faltando pocos días para la toma de posesión de Thomas
Jefferson (partido demócrata-republicano) como presidente y del cambio de
poderes en el Congreso (que pasaría a estar bajo dominio de los
demócrata-republicanos), fue aprobado por el presidente John Adams (partido
federalista) el nombramiento de 42 jueces de paz para servir por un período de 5
años en el distrito judicial de Columbia y de Alexandria. El Senado hizo las
correspondientes ratificaciones el 3 de marzo, un día antes de la toma de posesión
de Jefferson.
John Marshall (quien para ese entonces se desempeñaba como secretario de
Estado de Adams, además de ser simultáneamente el presidente de la Suprema
Corte) debía certificar los nombramientos, extendiendo sobre los mismos un sello
oficial y posteriormente enviárselos a sus titulares. Marshall no pudo completar su
tarea ya que le quedaron documentos sin sellar.
Cuando tomó posesión el nuevo secretario de Estado, James Madison, se negó a
sellar y entregar los nombramientos restantes.
En 1802, sin que se hubiera resuelto la cuestión, el Senado decide modificar la ley
sobre circuitos judiciales y elimina las plazas de los jueces nombrados por el
presidente Adams.
William Marbury fue uno de cuatro jueces que, habiendo sido nombrado por el
presidente y ratificado por el Senado, no recibió tal nombramiento. Marbury, y los
otros jueces, demandaron ante la Corte Suprema a Madison, en su carácter de
secretario de Estado, por no enviarles su nombramiento. Marbury pidió una orden
de mandamiento (writ of mandamus) para que el gobierno se viera obligado a
hacerle llegar el nombramiento.
El caso llegó a la Corte Suprema de los Estados Unidos, y el 24 de febrero de 1803
el chief justice John Marshall dio a conocer el sentido unánime del fallo.
La sentencia se articula en torno a tres preguntas centrales:
1. ¿Tiene el solicitante derecho al nombramiento que demanda?;
2. Si lo tiene, y ese derecho no ha sido negado, ¿las leyes de su país le ofrecen un
remedio?;
3. Si le ofrecen tal remedio, ¿es dicho remedio un mandamus que esta Corte deba
emitir?

1. ¿Tiene el solicitante derecho al nombramiento que demanda?


- Sí.
En la sentencia, Marshall desgrana las etapas que conforman el procedimiento para
nombrar a los jueces: Dicho procedimiento termina cuando se expide el
nombramiento escrito, esté o no entregado el mismo al interesado. Esto es así,
explica el juez, ya que una vez hecho el nombramiento el Presidente ya no puede
revocarlo.
En el fallo se afirma que “tiene que haber un punto en el tiempo, que marque el
momento en que el poder del Ejecutivo sobre un empleado que no puede remover
a su arbitrio, cesa. Este momento tiene que ser aquel en que el poder constitucional
de nombrar ha quedado ejercitado. Y este poder ha sido ejercitado cuando el
último acto que se requiere de la persona que tiene el poder ha sido ejecutado. Este
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último acto es la firma del nombramiento escrito (…). La firma es la orden expresa
para la fijación del gran sello al nombramiento escrito; y el gran sello sólo se le fija
a un documento que ya esté completo.
Da fe, por un acto que se supone que es de notoriedad pública, de la autenticidad
de la firma presidencial”. El gobierno viola derechos legales adquiridos, sostiene el
pronunciamiento de la Corte, al no entregarle a Marbury su nombramiento.

2. Si lo tiene, y ese derecho no ha sido negado, ¿las leyes de su país le ofrecen


un remedio?
- Si, la ley judiciaria de 1789 (sección 13) que facultaba a la Corte
Suprema a “emitir mandamientos en los casos permitidos por los
principios y usos del derecho a cualquier tribunal, así como también a
funcionarios de los Estados Unidos”.
Hay dos afirmaciones en la sentencia sobre este punto que cualquier juez que
conozca de demandas por violaciones a los derechos fundamentales debería tomar
en cuenta:
● En la primera de ellas, Marshall sostiene que “la quinta esencia de la
libertad civil de seguro consiste en el derecho de todo individuo a
reclamar la protección de las leyes siempre que reciba una injuria”;
● En su segunda afirmación, afirma que “al gobierno de los EEUU se le ha
llamado enfáticamente, un gobierno de derecho y no un gobierno de
hombres. Indudablemente dejaría de merecer este calificativo si las leyes
no otorgaran un remedio contra la violación de todo derecho legal
adquirido”.

3. Si le ofrecen tal remedio, ¿es dicho remedio un mandamus que esta Corte
deba emitir?
- No, porque el art. 3 de la Constitución de Filadelfia no lo establece como
causa de jurisdicción originaria de la Corte Suprema.
La argumentación de Marshall pasa al análisis de si el mandamus es la acción
procesal correcta para el tipo de violación que ha sufrido Marbury. Y aunque la
respuesta es afirmativa, el juez se pregunta si la ley que regula la competencia de la
Corte para la expedición del mandamus es conforme a la constitución. En la
sentencia se afirma que “la autorización que se le da a la Suprema Corte mediante
la ley que establece los tribunales judiciales de los Estados Unidos, para expedir
mandamus a los funcionarios públicos, aparentemente no está basada en la
constitución; y surge la pregunta de si una jurisdicción conferida en tal forma
puede ser ejercitada. (…)
La cuestión de si una ley común que repugna a la constitución, puede llegar a ser
válida, interesa profundamente a los EEUU; pero afortunadamente no es tan
intrincada como interesante. Nos parece que sólo es necesario tomar en cuenta
ciertos principios ya por largo tiempo establecidos para decidirla.”
Marshall describe al gobierno de los Estados Unidos como un gobierno limitado
por mandato precisamente de la constitución, que impone límites a la actuación de
los poderes públicos: “¿Con qué objeto se consignan tales límites por escrito, si
esos límites pudieran en cualquier momento sobrepasarse por las personas a
quienes quiso restringir? (…)
Este es un razonamiento demasiado obvio para dejar lugar a dudas y lleva a la
conclusión de que la constitución controla cualquier acto legislativo que le sea
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repugnante; pues de no ser así, el Legislativo podría alterar la constitución por


medio de una ley común”.
De esta manera, la Corte de los Estados Unidos, sin citar ningún precedente judicial
(a pesar de que si existían en el derecho inglés), sienta el principio de la
supremacía constitucional, porque el Código de Procedimiento le había dado a la
Corte una facultad que no se encontraba en la Constitución, y en virtud de este
principio, tal facultad es inconstitucional, porque las leyes ordinarias no pueden
modificar, ni ampliando ni reduciendo, una facultad conferida la constitución: “una
ley del Congreso que repugne a la constitución, debe considerarse inexistente”.
Asimismo, Marshall crea el judicial review o control difuso de constitucionalidad,
como mecanismo para efectivizar el resguardo de este principio básico del
constitucionalismo moderno. De esta manera, cualquier juez que se enfrente a una
norma inconstitucional debe inaplicarla.

EL SISTEMA ARGENTINO
La Constitución Nacional, al igual que la de EEUU, no prevé ni organiza el control de
constitucionalidad. Todas las características del mismo han sido elaboradas por la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
El primer fallo de la Corte que se ocupa del control de constitucionalidad es de
1864. En la causa “Ministerio Fiscal vs. Benjamín Calvete”, la Corte afirmó que ella
es la intérprete final de la Constitución, siempre que se haya puesto en duda la
inteligencia de alguna de sus cláusulas y la decisión sea contra el derecho en que
ella se funda.
Posteriormente, en la causa “Municipalidad de la Capital vs. Elortondo”, declaró la
inconstitucionalidad de la ley del 21 de octubre de 1884. En el fallo se sostiene que
los tribunales de justicia deben examinar las leyes en los casos concretos que se
ponen a su decisión y compararlas con el texto de la Constitución, para averiguar si
guardan o no conformidad con ella, y deben abstenerse de aplicarlas si las
encuentran en oposición.
La jurisdicción constitucional es la potestad que en nuestro derecho tienen los
jueces de controlar e interpretar la supremacía de la Constitución, cualquiera sea la
instancia o el fuero a que pertenezcan (Fayt).
Según el órgano que lo ejerce, el control de constitucionalidad es judicial difuso.
Esto significa que todos los jueces (tanto del Poder Judicial de la Nación como de
los provinciales) tienen a su cargo la función de ejercer el control de
constitucionalidad de las normas y actos, tanto nacionales como provinciales, para
verificar si ellas están o no acordes con la CN. La Constitución, en la primera parte
de su art. 116, establece:

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En cuanto a los jueces provinciales, esta función es independiente del control de


constitucionalidad provincial, que las constituciones ponen también a su cargo.
Respecto al marco que condiciona y presta base al ejercicio del control, debemos
distinguir dos variables:
● Una de ellas son las causas que dan motivo al control: Bidart Campos
sostiene que para el control hace falta una causa judiciable, ya que el mismo se
ejerce en el marco de un proceso judicial y se expresa a través de la forma
normal de pronunciamiento de los jueces: la sentencia.
Ekmekdjian afirma que, en primer lugar, la jurisprudencia de la Corte Suprema
ha establecido que el mismo se da siempre en un “caso contencioso o causa”.
Esto surge del propio art. 116 y del art. 2 de la ley nacional 27, que dice:
“Nunca (la justicia nacional) procede de oficio y sólo ejerce su jurisdicción en
los casos contenciosos en que es requerida a instancia de parte”.
La Corte declaró que un “caso contencioso” se da cuando “hay un conflicto de
derechos subjetivos”.
La Cátedra, siguiendo ese criterio, considera que “la causa judicial es un
carácter esencial del control difuso: Ellas son las que persiguen la
determinación en concreto de un derecho debatido entre las partes. Así, cuando
las partes no se ponen de acuerdo sobre los hechos y/o el derecho, requieren
de un tercero (el juez) que da origen al proceso y decide sobre la base de los
hechos acreditados, el derecho aplicable. El juez emite una regla jurídica
individual (la sentencia) –en la que puede incluirse la cuestión constitucional–
que pone fin al conflicto.”
Volviendo a Bidart Campos, este autor deja en claro que la exigencia de la causa
judicial debe entenderse del siguiente modo:
▪ Como el juez requiere que su jurisdicción sea incitada, no
procede de oficio, la jurisprudencia exige que media petición de
la parte interesada;
▪ Como la jurisdicción incitada da normalmente origen al proceso,
la forma habitual de pronunciamiento judicial es la sentencia;
▪ En consecuencia, se detrae al juez todo lo que sea: consulta,
dictamen, declaración teórico, o general, o abstracta.
En suma, no puede ejercerse el control de constitucionalidad sin causa
judiciable o al margen de la misma.
● En segundo término hace falta, según la jurisprudencia, que la ley o el acto
presuntamente inconstitucionales causen gravamen al titular actual de un
derecho: Por titular actual se entiende quien realmente ostenta un interés
personal y directo comprometido por el daño al derecho subjetivo (Por
excepción se incluyen otro legitimados como: los terceros que aducen interés
difuso; el Ministerio Público; el Defensor del Pueblo; asociaciones; etc.
Conforme a la jurisprudencia de la Corte, el agravio constitucional no puede
invocarse, o el control no puede ejercerse cuando:
▪ El agravio deriva de la propia conducta discrecional del
interesado;
▪ Ha mediado renuncia a su alegación;
▪ Quien formula la impugnación se ha sometido anteriormente sin
reserva alguna al régimen jurídico que ataca;
▪ Quien formula la impugnación no es titular del derecho
presuntamente lesionado (salvo los terceros legitimados);
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▪ No subsiste el interés personal en la causa, sea por haber cesado


la presunta violación al derecho, sea por haberse derogado la
norma cuya inconstitucionalidad se alegaba, etc. con lo que la
cuestión judicial a resolver se ha tornado abstracta.
Bidart Campos sistematiza el control en el derecho constitucional federal de la
siguiente manera:
1. Órganos habilitados: En cuanto al órgano que lo ejerce, el sistema es
jurisdiccional difuso, porque todos los jueces pueden llevarlo a cabo, sin
perjuicio de llegar a la Corte Suprema como tribunal último por vía del recurso
extraordinario. En tales casos, si bien los jueces inferiores no están obligados a
seguir el criterio de la Corte, es de suponer que se pronunciaran de manera
semejante en causas similares.
El Poder Judicial es el único poder habilitado para ejercer el control. Los otros
dos poderes también deben cumplir y hacer cumplir, desde sus respectivos
departamentos, la supremacía constitucional que han jurado, pero no en
ejercicio de funciones jurisdiccionales.
En relación a los tribunales administrativos, si bien en principio la
jurisprudencia les niega la facultad de ejercer el control de constitucionalidad,
en algunos casos excepcionales se los ha admitido cuando surgen de la ley.

2. Vías procesales: En cuanto a las vías procesales utilizables en el orden federal,


no existe duda de que la vía indirecta, incidental o de excepción es hábi para
provocar el control.
El derecho judicial de la Corte, hasta 1985, afirmaba que la única vía para
promover el control era la indirecta, con base en que el art. 2 de la ley 27.
El perfil que se le daba al “caso contencioso” de la ley 27 era muy rígido: sólo
configuraba un caso de esa índole aquél en que partes contrapuestas
disputaban intereses contrarios con posibilidad de llegarse a una sentencia de
condena que reconociera un derecho a cuya efectividad obstaran las normas
que se impugnaban como inconstitucionales.
Es decir, que el control no era el objeto principal del proceso, sino que era sólo
determinaba al objeto del pleito de manera accesoria (Cátedra.)
En 1986 se empieza progresivamente a elastizar el concepto de “caso
contencioso” y a admitir la existencia de acciones de inconstitucionalidad o
vías directas (es decir, aquellas en las cuales el control sí es el objeto principal
del proceso) aunque todavía no se haya llegado a aceptar entre estas últimas a
la acción declarativa de inconstitucionalidad pura.
“Un ejemplo de este tipo de acciones directas es la acción de amparo, que es
procedente siempre que no exista otro medio judicial más idóneo, y así el juez
puede declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u
omisión lesiva (art. 43 -CN- y art. 59 -CP-) (Cátedra)”.
Bidart Campos agrega además como modos directos a:
● Habeas corpus (art. 43);
● Acción declarativa de certeza: El art. 322 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación permite, siempre y cuando no exista otra vía
procesal para decidir el litigio, plantear en forma directa cuestiones de
inconstitucionalidad en el derecho público, con aptitud para ser
resueltas por los jueces. Esta acción permite obtener una sentencia
declarativa de inconstitucionalidad de normas generales mediante la
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promoción de una caso contencioso entre las partes cuya relación


jurídica debe adquirir la certeza que no tiene;
● Juicio sumario de inconstitucionalidad;
● Incidente de inconstitucionalidad, que se forma de modo anexo a una
denuncia penal, para discutir en él una cuestión constitucional.

3. Legitimación: “La legitimación es la aptitud para demandar (activa) o ser


demandado (pasiva)“ (Cátedra).
Por legitimación, se entiende, la capacidad, aptitud o idoneidad que se reconce
a un sujeto para intervenir en un proceso judicial: sea activamente, es decir, el
actor o demandante; o pasivamente, que corresponde a quien resulta
demandado por otro (Bidart Campos).
Nuestro derecho constitucional reconoce tres niveles:
● Derecho subjetivo: En la cual la aptitud está perfectamente
concentrada e individualizada en uno o varios sujetos. Este es el máximo
nivel de protección. Partiendo del ejemplo de un daño ambiental, el
titular del derecho subjetivo sería la persona intoxicada.
● Interés legítimo: En donde la aptitud está en un grupo de personas que
tienen una determinada diferenciación. Continuando el ejemplo, un
interés legítimo tendría la persona que, a pesar de no haberse
intoxicado, vive cerca del lugar donde se produjo el daño.
● Interés simple (acción popular): En este caso, la aptitud corresponde
a una persona o un grupo de ellas sobre un tema de interés general a
pesar de que no los afecta directamente. Finalmente, tendría un interés
simple alguna ONG nacional o internacional preocupada por el daño
ambiental en ese lugar.
Cabe recordar el pronunciamiento de la Corte en el fallo “Halabi” (2009): “La
regla general en materia de legitimación es que los derechos sobre bienes
jurídicos individuales son ejercidos por su titular. Ello no cambia por la
circunstancia de que existan numerosas personas involucradas. (…) En estos
casos, no hay variación en cuanto a la existencia de un derecho subjetivo sobre
un bien individualmente disponible por su titular, quien debe,
indispensablemente, probar una lesión a ese derecho para que se configure una
cuestión justiciable (…) destinada a obtener la protección de derechos
divisibles, no homogéneos y se caracteriza por la búsqueda de la reparación de
un daño esencialmente individual y propio de cada uno de los afectados.”
Así, con ese precedente, se sentaron las bases para el reconocimiento de tres
categorías de derechos:
● Individuales; 
● De incidencia colectiva que tienen por objeto 
bienes colectivos;
● De incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos. 

Dentro de este esquema, los sujetos legitimados para provocar el control serían,
para Bidart Campos:
● Titular del derecho o interés legítimo que padece algún agravio por
una norma o acto inconstitucionales.
● El caso de un tercero que no es titular de un derecho o interés legítimo
personalmente afectados –que debe de algún modo cumplir la norma
presuntamente inconstitucional– que no lo daña a él pero que daña a
otros relacionados con él, no es aceptado por la Corte como legitimado.
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Bidart Campos se opone a este criterio, alegando que quien debe cumplir
una norma ha de estar habilitado para cuestionar su constitucionalidad,
aunque la misma norma y su cumplimiento no le afecten en sus derechos
personales, ya que el obligado tiene interés actual en que su obligación
no sea inconstitucional.
Siguiendo esa línea, Ekmekdjian afirma que el criterio restrictivo de la
Corte respecto al “caso contencioso” se debería necesariamente ampliar
en virtud de la nueva redacción del art. 43, que no sólo reconoce
legitimación para interponer la acción de amparo a los titulares de
derechos y garantías constitucionales, sino también al afectado respecto
a los “derechos de incidencia colectiva en general” o también llamados
“intereses difusos”.
● Propio juez de la causa: Que la eleva en consulta al órgano encargado
del control para que resuelva si la norma que ese juez debe aplicar en su
sentencia es o no inconstitucional.
● Ministerio Público: Como titular de la acción pública.
● Defensor del pueblo: Legitimado por la Constitución para interponer la
acción de amparo.
● Asociaciones: Cuyo fin atiende a la defensa de esos derechos o
intereses; y que están legitimadas por la CN para interponer la acción de
amparo.

4. Efectos: En cuanto al efecto, la sentencia declarativa de inconstitucionalidad es


siempre inter partes o no derogatoria, es decir, se limita al caso resuelto. Esto
significa que la norma o acto queda subsistente y –en principio– debe ser
aplicada a todos los casos, salvo a aquel en el cual fue declarada
inconstitucional.
No obstante, la ejemplaridad de las sentencias de la Corte las proyecta
normalmente más allá del caso, no produciendo la derogación de las normas
declaradas inconstitucionales, pero logrando reiteración del precedente en la
jurisprudencia de la Corte y de los demás tribunales.
Este efecto de imitación espontánea es el que intensifica el valor de la
jurisprudencia como fuente, y es denominado por el derecho anglosajón como
stare decisis, esto es, la obligación de los tribunales de fallar conforme al
precedente en las causas o controversias idénticas o similares a la que originó
dicho antecedente.
Por otro lado, “la declaración de inconstitucionalidad también decide la
condena o absolución para alguna de las partes, ya que determina la suerte
del pleito (Cátedra)”.

CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN LA PROVINCIA DE SANTIAGO DEL


ESTERO
Los jueces provinciales ejercen una doble función de control de constitucionalidad.
En primer lugar, deben controlar las normas (nacionales, provinciales o locales)
que ellos aplican, para cotejar su validez con la Constitución Nacional.
La otra consiste en controlar las normas y actos provinciales o locales únicamente,
para cotejar su validez con la respectiva constitución provincial.
En general, el derecho público provincial está más adelantado al derecho federal en
lo que respecta al control de constitucionalidad.
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El sistema de control de constitucionalidad, organizado por las constituciones


provinciales, es judicial difuso, se excita por la vía indirecta, incidental o de
excepción y la decisión judicial tiene efectos inter partes, al igual que en el orden
federal. Sin perjuicio de ello, en casi todas las provincias, incluyendo Santiago del
Estero, coexiste con aquél otro sistema judicial: el de la acción directa o declarativa
de inconstitucionalidad, que se articula ante el Superior Tribunal de Justicia, con lo
que tenemos también un sistema judicial concentrado..
“En síntesis, decimos que nuestra provincia tiene un sistema de control judicial
doble: porque ambos (concentrado y difuso) coexisten paralelamente pero no se
superponen” (Cátedra).
En el caso de nuestra provincia, la segunda parte del art. 192, en cuanto a la
competencia y las atribuciones del Superior Tribunal de Justicia, establece el
sistema de control judicial difuso:
El

art. 193, inc. 1.a, faculta al STJ como órgano competente para declarar la
inconstitucionalidad, su competencia es originaria (origen e instancia única) y
exclusiva (no puede prorrogar ni delegar la decisión en ningún otro tribunal).
El inc. 1.b, por su parte, instaura el sistema de control judicial concentrado,
presente en la Constitución de la Provincia desde la reforma de 1939:

Nuestro sistema concentrado se caracteriza por ser:

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1. De objeto restringido: El objeto del control de constitucionalidad son las


leyes, decretos y ordenanzas, reglamentos y resoluciones de alcance general; en
este sentido, podemos destacar tres características:
▪ Aplicable a destinatarios generales: No individuales.
▪ Repetitividad de su contenido: Ya que la sentencia se repite
para todos los ciudadanos.
▪ Produce novedad en el ordenamiento jurídico: Porque crea
algo nuevo.
2. Se ejerce por vía de acción directa: Que se personifica en la acción de
declaración de inconstitucionalidad. la legitimación no se encuentra
especificada en la Constitución, pero se entiende que alcanza a los tres niveles
de protección: El derecho subjetivo, el interés legítimo y el interés simple.
El Código de Procedimiento Civil y Comercial de la provincia (Ley 6.910 y
modificatorias) en el art 839, establece sólo puede promover la acción de
declaración de inconstitucionalidad quienes sufran afectación de derechos
subjetivos de contenido patrimonial.
Se trata de una disposición inconstitucional, porque una ley ordinaria no puede
restringir ni limitar lo que no está dispuesto expresamente en la Constitución
de la provincia (Cátedra).
3. Abstracto: Porque se ejerce con independencia de su aplicación; no hay
necesidad de la existencia de un proceso judicial.
4. Tiene efecto derogatorio erga omnes: El alcance de la declaración es general.
De acuerdo al tipo de norma, ésta pierde vigencia y no se aplica a ningún caso
con posterioridad a su declaración.
▪ Si se trata de decretos, ordenanzas, reglamentos y
resoluciones: Son derogados en el mismo acto de su declaración
de inconstitucionalidad.
▪ Cuando se declara la inconstitucionalidad de una ley provincial,
la Legislatura puede, a pesar de la sentencia declaratoria,
ratificarla con el voto las 2/3 partes de sus miembros presentes,
en los 3 meses posteriores a su declaración, contados desde la
notificación de la sentencia.
En caso de ser ratificada sin modificaciones, la norma mantiene
plena vigencia, sin perjuicio de un posterior control judicial
difuso, pero éste último sólo con alcance inter partes.
De esta manera, se introduce un órgano político en el control, y se
trata de un límite al STJ en favor de la Legislatura provincial.

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