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LUIS ENRIQUE CAMPOS LEMETRE 2 BACH

“TEXTO 3”.

Meditaciones Metafísicas, Meditación Segunda: De la naturaleza del espíritu humano y de


qué es más fácil de conocer que el cuerpo.

René Descartes se enmarca en el S.XVI, nacido en La Haye-en-Touraine (Loire),


en el seno de una familia acomodada de comerciantes y abogados. Estudiante
en el prestigioso Colegio Real de La Flèche, regido por los jesuitas, Descartes
se formó en artes liberales (literatura y lenguas clásicas, historia y retórica),
aunque sobre todo obtuvo una educación en teología y filosofía escolásticas,
disciplinas que incluían también matemáticas y física de corte aristotélico.
También, podemos situar a Descartes en un contexto bélico e histórico como la
Guerra de los Treinta años, en la cual se disputaba la hegemonía europea, la
guerra concluye con la Paz de Westfalia en 1648 aún así las consecuencias
fueron devastadoras, a nivel estatal predominada el Estado Absolutista con la
justificación del poder divino, en el ámbito social la sociedad era estamental, pero
lo más importante el plano religioso que en esta época se vive un conflicto entre
los defensores de la reforma protestante y los partidarios de la contrarreforma
católica (resaltando los Jesuitas). El marco filosófico determinante en Descartes
es la Escolástica de Santo Tomas y por el Escepticismo de Montaignel. En este
contexto Descartes va a rehacer el principio de autoridad de la Escolástica, pero
no acepta los argumentos escépticos que socavan cimientos de la religión, por
otro lado Descartes va a procurar una certeza indudable para situarla en la base
del conocimiento. Descartes se enmarca en plena Revolución científica, siendo
los modelos a seguir: Copérnico, Kepler y Galileo. Descartes es el fundador del
racionalismo y el padre del método científico (en ese momento, los hallazgos
fueron tan numerosos que se volvió la vista al Dios como artífice; más tarde la
Ilustración lo desechará de nuevo). Su objetivo son las ideas claras y distintas y,
para llegar a ella, solo hay una cosa cierta: cogito ergo sum. Existo, porque
pienso. Y pienso, porque existo. Cualquier investigación científica debe partir de
esta verdad. Es más, la Modernidad entera debe partir de esta evidencia. Solo
así podrá conseguirse la mathesis universalis, la cual guarda relación con la
segunda regla del método: descomponer cualquier problema complejo en partes
más pequeñas.

Este documento nos habla que


Descartes pretende encontrar una “primera verdad absolutamente evidente” que
se convierta en el fundamento de su sistema metafísico y descubre que el mejor
camino es “dudar de todo”: la duda es el punto de partida y el camino hacia la
verdad.
La duda cartesiana tiene tres características fundamentales:

1.Es una duda universal: hay que dudar de todo lo tenido hasta ahora por cierto.
2.Es una duda metódica o metodológica, es decir, la duda es una exigencia del
método en su momento analítico. Decimos pues que la duda cartesiana no es
una duda escéptica o real, que es únicamente negativa y que se convierte en un
estado permanente; por el contrario, la duda cartesiana tiene una finalidad
constructiva: alcanzar una verdad firme que sea indudable. La duda es, pues, un
instrumento que servirá para asegurarnos más en la certeza, es la manera de
combatir a los escépticos y poder llegar a la verdad absoluta. La duda cartesiana
no es, por tanto, un fin en sí misma (duda escéptica), sino un método para
elaborar la filosofía.
3.Es una duda teorética, es decir, sólo incumbe al plano de la teoría o reflexión
filosófica y no debe extenderse al plano de las creencias o comportamientos
éticos.
En la aplicación de la duda, Descartes comienza dudando de aquello que en toda
la tradición filosófica aparece como menos seguro, los sentidos. Si los sentidos
nos engañan a veces ¿por qué no hemos de pensar que nos engañan siempre?
Descartes duda de todos los datos que se originan en los sentidos, duda de que
las cosas sean tal y como las percibimos ¿podemos también dudar de que
existan esas cosas que percibimos? Descartes cree que sí, los sueños nos
muestran, con extrema viveza, las mismas cosas que la realidad ¿quien me
asegura que no es todo un sueño? (resuena aquí un tópico del Barroco,
recuérdese a Calderón afirmando que “toda la vida es sueño”, hablando del
mundo como un “gran teatro” o titulando una de sus obras, En la vida todo es
verdad y todo mentira).
El problema es, pues, que no hay una certeza absoluta de que el mundo que
percibimos es real, como tampoco la hay de que sea tal y como lo percibimos.
Estos dos motivos de duda ponen en cuestión todo conocimiento sensible y, por
tanto, toda ciencia empírica ya que su fundamento es la experiencia sensible.

Seguimos pero todavía quedan en pie las verdades matemáticas: dormidos o


despiertos los tres ángulos de un triángulo suman 180o en la geometría de
Euclides. De ahí que Descartes añada el tercero y más radical motivo de duda:
podría existir un “genio maligno” empeñado en inducirme a error en todo. Esta
hipótesis equivale a suponer que tal vez mi entendimiento es de tal naturaleza
que se equivoca siempre y necesariamente cuando piensa captar la verdad.
Descartes no afirma ni que los sentidos nos engañen siempre, ni que todo sea
un sueño, ni, mucho menos, exista tal genio maligno o que Dios nos engañe en
todo. Lo único que hace es proponernos su posibilidad y, consecuentemente,
poner en duda toda la verdad que dependa de estos supuestos. Si pretende
construir un saber seguro e indubitable, la duda debe tener una amplitud
universal e incluir todos nuestros conocimientos ya que es posible dudar de ellos.
Descartes deja, por tanto, en suspenso toda certeza (todo menos las verdades
de fe y las normas de moral como ya hemos explicado). Pero, en el interior mismo
del acto de dudar aparece algo que resiste toda duda, algo indubitable: “yo estoy
dudando”. Lo único que la duda no puede eliminar es la duda misma, el acto de
dudar. De este modo, Descartes llega a la primera verdad absolutamente
evidente: mientras duda tiene que existir y si existe es como duda, es decir, como
pensamiento. Este es el célebre “cogito ergo sum” o “pienso, luego existo”,
primer principio absolutamente evidente, primera intuición, primera idea clara y
distinta de la filosofía cartesiana.

Queremos reflexionar sobre ¿Por qué no afirma Descartes que “dudo, luego
existo”? Porque, para él, “pensamiento” es todo aquello que ocurre en nosotros:
dudar, entender, afirmar, negar, querer, imaginar, sentir... es decir, todo acto
consciente del espíritu. Ello implica una postura subjetivista (como ya hemos
explicado): la evidencia se da sólo en el interior del sujeto. Lo único evidente es
“yo pienso”, si dejase de pensar dejaría de existir, pero mientras pienso “yo existo
como substancia pensante”. Este es el significado del “cogito cartesiano”: mi
propia interioridad, los pensamientos que descubro en mí mismo -dudas,
afirmaciones, negaciones, imaginaciones, sentimientos- hacen evidente mi
existencia como una “substancia cuya esencia o naturaleza es pensar” (resuena
aquí la afirmación de Agustín de Hipona: “y ¡que pasa si me engaño! Si me
engaño existo”, que le permitía superar cualquier escepticismo. Como para todos
los racionalistas “pensamiento y existencia se dan simultáneamente”, “lo mismo
es pensar y ser”, “todo lo racional es real”).
El pensamiento es, pues, la primera verdad evidente, la primera substancia
conocida, la “res cogitans” (cosa pensante). A partir de esta primera idea clara y
distinta edificará Descartes toda su filosofía, de esta primera verdad evidente
deducirá todas las demás verdades.
El tipo de razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el
pensamiento es el único atributo del alma es muy curioso y se encuentra ya en
Galileo: la ficción mental. Puedo, en efecto, dice Descartes, fingir mentalmente
que no tengo cuerpo, y que no dependo del espacio (y no por ello dejaría de
existir), pero no puedo fingir que no pienso; por tanto, lo que constituye mi
esencia es pensar. Hoy nos sería realmente difícil razonar del mismo modo
¿podríamos pensar sin un cerebro?.Efectivamente, la mente va más allá del
cerebro, pero ¿afirmaríamos la existencia del pensamiento, de lo mental, sin un
soporte material?

Podemos afirmar que para Descartes, esta primera idea intuida: mientras pienso
“yo existo como substancia pensante”, es una “idea innata”, es decir, no procede
de la experiencia ni es construida por mí, sino que el entendimiento la posee en
sí mismo (no es tanto que el hombre nazca con ellas como que la razón posee
cierta predisposición natural a formarlas). La afirmación fundamental del
racionalismo es que existen ideas innatas intuidas por la mente en sí misma.

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