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“TEXTO 3”.
1.Es una duda universal: hay que dudar de todo lo tenido hasta ahora por cierto.
2.Es una duda metódica o metodológica, es decir, la duda es una exigencia del
método en su momento analítico. Decimos pues que la duda cartesiana no es
una duda escéptica o real, que es únicamente negativa y que se convierte en un
estado permanente; por el contrario, la duda cartesiana tiene una finalidad
constructiva: alcanzar una verdad firme que sea indudable. La duda es, pues, un
instrumento que servirá para asegurarnos más en la certeza, es la manera de
combatir a los escépticos y poder llegar a la verdad absoluta. La duda cartesiana
no es, por tanto, un fin en sí misma (duda escéptica), sino un método para
elaborar la filosofía.
3.Es una duda teorética, es decir, sólo incumbe al plano de la teoría o reflexión
filosófica y no debe extenderse al plano de las creencias o comportamientos
éticos.
En la aplicación de la duda, Descartes comienza dudando de aquello que en toda
la tradición filosófica aparece como menos seguro, los sentidos. Si los sentidos
nos engañan a veces ¿por qué no hemos de pensar que nos engañan siempre?
Descartes duda de todos los datos que se originan en los sentidos, duda de que
las cosas sean tal y como las percibimos ¿podemos también dudar de que
existan esas cosas que percibimos? Descartes cree que sí, los sueños nos
muestran, con extrema viveza, las mismas cosas que la realidad ¿quien me
asegura que no es todo un sueño? (resuena aquí un tópico del Barroco,
recuérdese a Calderón afirmando que “toda la vida es sueño”, hablando del
mundo como un “gran teatro” o titulando una de sus obras, En la vida todo es
verdad y todo mentira).
El problema es, pues, que no hay una certeza absoluta de que el mundo que
percibimos es real, como tampoco la hay de que sea tal y como lo percibimos.
Estos dos motivos de duda ponen en cuestión todo conocimiento sensible y, por
tanto, toda ciencia empírica ya que su fundamento es la experiencia sensible.
Queremos reflexionar sobre ¿Por qué no afirma Descartes que “dudo, luego
existo”? Porque, para él, “pensamiento” es todo aquello que ocurre en nosotros:
dudar, entender, afirmar, negar, querer, imaginar, sentir... es decir, todo acto
consciente del espíritu. Ello implica una postura subjetivista (como ya hemos
explicado): la evidencia se da sólo en el interior del sujeto. Lo único evidente es
“yo pienso”, si dejase de pensar dejaría de existir, pero mientras pienso “yo existo
como substancia pensante”. Este es el significado del “cogito cartesiano”: mi
propia interioridad, los pensamientos que descubro en mí mismo -dudas,
afirmaciones, negaciones, imaginaciones, sentimientos- hacen evidente mi
existencia como una “substancia cuya esencia o naturaleza es pensar” (resuena
aquí la afirmación de Agustín de Hipona: “y ¡que pasa si me engaño! Si me
engaño existo”, que le permitía superar cualquier escepticismo. Como para todos
los racionalistas “pensamiento y existencia se dan simultáneamente”, “lo mismo
es pensar y ser”, “todo lo racional es real”).
El pensamiento es, pues, la primera verdad evidente, la primera substancia
conocida, la “res cogitans” (cosa pensante). A partir de esta primera idea clara y
distinta edificará Descartes toda su filosofía, de esta primera verdad evidente
deducirá todas las demás verdades.
El tipo de razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el
pensamiento es el único atributo del alma es muy curioso y se encuentra ya en
Galileo: la ficción mental. Puedo, en efecto, dice Descartes, fingir mentalmente
que no tengo cuerpo, y que no dependo del espacio (y no por ello dejaría de
existir), pero no puedo fingir que no pienso; por tanto, lo que constituye mi
esencia es pensar. Hoy nos sería realmente difícil razonar del mismo modo
¿podríamos pensar sin un cerebro?.Efectivamente, la mente va más allá del
cerebro, pero ¿afirmaríamos la existencia del pensamiento, de lo mental, sin un
soporte material?
Podemos afirmar que para Descartes, esta primera idea intuida: mientras pienso
“yo existo como substancia pensante”, es una “idea innata”, es decir, no procede
de la experiencia ni es construida por mí, sino que el entendimiento la posee en
sí mismo (no es tanto que el hombre nazca con ellas como que la razón posee
cierta predisposición natural a formarlas). La afirmación fundamental del
racionalismo es que existen ideas innatas intuidas por la mente en sí misma.