Está en la página 1de 385

Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

Normas de uso

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.

Acerca de la Búsqueda de libros de Google

El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
220000

2362-0-0
HD WIDENER
00000

HW JUZL P
AVENTURAS

DE SOE
C RU
S ON
B IN
RO

LIBRERIA
GARNIER HERMANOS Y

00000
16428.33.9

HARVARD COLLEGE LIBRARY


A

HARV
EMI

DIA
ARD
CAD

NAE

ME CO
INE
M U

Y N
LL

ON -AO
GI

FROM THE LIBRARY OF

GEORGE EDWARD RICHARDS


A.B. 1867, M.D. 1883

THE GIFT OF
ANNA M. RICHARDS
1919
AVENTURAS

ᎠᎬ

ROBINSON CRUSOE

II
༣་
.སྙ
AVENTURAS

DE

ROBINSON CRUSOÉ

POR DEFOE

TRADUCIDAS AL CASTELLANO DEL ORIGINAL INGLÉS

7.ª EDICIÓN ILUSTRADA CON 24 LÁMINAS

TOMO SEGUNDO

PARÍS

GARNIER HERMANOS , LIBREROS- EDITORES


6 , RUE DES SAINTS - PÈRES , 6

1896
16428.33.9

HARVARD COLLEGE LIBRARY


THE GIFT OF
MRS. GEORGE E. RICHARDS
NOV. 1 , 1919.
AVENTURAS

DE

ROBINSON CRUSOE

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO I

Reflexiones . - Disposiciones inciertas de mi ánimo . Conver


sación con mi mujer . - Compro una hacienda en el condado
de Bedford. - Enviudo , y me decido , luego de haber arre
glado mis negocios, á embarcarme para volver á ver mi isla.
-- Descripción del cargamento . w Salvo la tripulación de un
buque incendiado . -
— Navegamos hacia las Indias Occidentales.
- Encuentro con un buque de Bristol ; situación precaria de su
tripulación. - Descubro mi isla ; alegría de Domingo.

El proverbio vulgar y repetido con frecuencia en


Inglaterra : lo que ha nacido con los huesos no se separará
de la carne, no podrá justificarse mejor que refiriendo.
la historia de mi vida . Después de haber luchado du
rante treinta y cinco años contra una serie de circuns
tancias desgraciadas , y de tal modo extrañas , que muy
pocos hombres , ó quizás ninguno, las habrá experi
mentado parecidas ; después de siete años de tran
quilidad y bienestar, viviendo en la abundancia , cuando
ya viejo debía saber más que nunca por la experiencia
cuán propia es la medianía , en las distintas situaciones
de la vida, para hacer al hombre completamente di
II.
2. AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ .

choso ; después de tantas vicisitudes , confieso que no


había podido desembarazarme de la inclinación á los
viajes que predominaba siempre en mí . según se ha
visto cuando trataba de salir por primera vez á correr
tierras. ¿ Quién se atrevería á pensar que yo había de
haber conservado todo el ardor de mi juventud, y que
á la edad de sesenta y un años me sintiese menos
dispuesto que nunca á permanecer sosegado en el
seno de mi familia , atormentado como estaba por el
irresistible deseo de aventurar de nuevo mi vida y mi
fortuna ?
Además, el motivo de aquellas excursiones de otro
tiempo no existía ya para mí ; mi fortuna estaba hecha ,
nada tenía que desear . Aunque hubiese ganado diez
mil libras esterlinas , no por eso hubiera sido más
rico ; mi fortuna no sólo era suficiente para mí, sino
también para mis sucesores . Mis bienes se aumenta
ban de día en día , pues mi familia era reducida , mis
rentas eran mayores que mis gastos , á menos de no
querer ostentar un gran tren , un palacio montado á lo
príncipe, numerosa servidumbre , carruajes y demás
aparato , del cual no tenía ninguna idea , ni había por
consiguiente experimentado tentación alguna . No de
bía, pues, pensar en otra cosa más que en permanecer
tranquilo y gozar apaciblemente de los bienes que
poseía, viéndolos aumentarse diariamente en mis ma
nos . Sin embargo , estas consideraciones no hicieron
bastante efecto sobre mí para resistir á la tentación de
volver á viajar : es preciso confesarlo , era una verda
dera enfermedad . Deseaba sobre todo volver á ver mi
isla , mi nueva plantación y la colonia que había deja
do ; este deseo no se separaba de mi imaginación : por
la noche me tenía desvelado , y me ocupaba por el
día ; dicho pensamiento dominaba todos los demás, y
CAPÍTULO PRIMERO . 3
mi cerebro estaba tan impregnado en él , que aun en
sueños hablaba de lo mismo . En fin , nada podía dis
traerme de mi idea ; ella se introducía en todos mis
discursos, tanto que mi conversación había llegado á
ser pesada é incómoda . No sabía hablar de otra cosa ,
haciéndome tan impertinente , que yo mismo llegué
á conocerlo.
He oído á menudo decir á muchas personas sensa
tas , que todos los rumores que corren en el mundo
sobre los espectros y apariciones , deben atribuirse á la
fuerza de la imaginación y á la poderosa impresión
de alguna ilusión ; que jamás se ha visto á ningún es
pectro , ni volver á ningún difunto , ni otras cosas por
el estilo . El vivo recuerdo de los amigos que uno ha
perdido nos representa , es verdad , su imagen tan pa
recida, que en ciertos momentos se cree verlos , hablar
los y oir sus respuestas ; pero todo esto , que parece una
realidad , no es más que una ilusión , una sombra vana
que nadie ha podido explicar.
Por mi parte , ignoro todavía si hay algo de verídico
en estos cuentos de apariciones, de espectros y de
personas que vuelven después de su muerte , ó si se
deben considerar todas estas relaciones como el efecto
de imaginaciones calenturientas ó extraviados cere
bros . Todo lo que puedo decir es que mi cabeza es
taba tan fatigada y había llegado á un estado de exal
tación tal, que me figuraba muchas veces estar en mi
isla, en mi antiguo castillo detrás de los árboles : veía
al español, al padre de Domingo y á los marineros que
había condenado á permanecer en la isla ; estaba per
suadido que les hablaba , y aunque bien despierto , los
miraba fijamente como si hubiesen estado delante de
mí ; y esto se repitió tanto , que me admiraba muchas
veces de las imágenes que se representaban á mi ima
AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

ginación. Una vez soñé que el español y el padre de


Domingo me estaban haciendo una relación con colo
res tan vivos de la traición fraguada por los tres pica
ros marineros , que mi sorpresa fué extremada . Refe
rían cómo aquellos bárbaros habían intentado asesinar
á los españoles ; cómo habían quemado las provisiones
que éstos habían juntado , con el disignio de reducir
los á la miseria y al hambre , cosas que nadie me había
dicho , y que en el hecho se aproximaron mucho á la
verdad ; mas entonces se me aparecían tan animadas
y reales , que no podía menos de creerlas . Así, tan
pronto me sentía indignado al oir las quejas del espa
ñol , como juzgando á aquellos tres miserables , inter
rogándoles y condenándolos á ser ahorcados .
Más adelante se verá qué es lo que había de verdad
en aquellas visiones ; pues cualquiera que fuese la 1
causa de las imágenes que yo veía en mis sueños , pro
viniendo ó no de secretas comunicaciones con espi
ritus invisibles , tenían sin embargo mucho de positivo .
Aquella revelación no era, es cierto , completamente
exacta en todos sus detalles , pero lo era en general ;
y la conducta indigna y detestable de aquellos tres
criminales endurecidos, sobrepujó tanto á lo que yo
podría decir , que el sueño se aproximó en extremo á
la realidad . Así, cuando más tarde quise juzgarlos y
castigarlos severamente, si los hubiese mandado ahor
car, hubiera obrado conforme á derecho , y mi con
ducta hubiera sido justificada por todas las leyes divinas
y humanas.
Pero volvamos á la continuación de mis aventuras .
Viví algunos años en la misma disposición de ánimo :
mi existencia carecía de placeres, no tenía un instante
agradable, ninguna diversión que me interesase , á no
ser que se rozase de un modo ú otro con mis ideas ;
CAPÍTULO PRIMERO. 5

de tal manera que mi esposa , viendo mi espíritu tan


absorto en aquellos pensamientos , me dijo una noche
que, según comprendía , yo era empujado por un se
creto impulso de la Providencia á volver á mi isla , y
que bien conocía que no había otro obstáculo para su
partida que mis deberes con respecto á ella y mi ca
riño para con los hijos . Añadió además , que no podía
pensar en acompañarme ; pero estaba segura que si
llegaba ella á fallecer , sería la primera cosa que haría ;
por lo tanto , mirando esto como resuelto arriba , ella
no quería ser un impedimento , porque si yo lo creía
conveniente y estaba determinado á irme ... Al llegar
aquí, observando que yo la miraba con mucha ansie
dad y que prestaba una atención extremada á sus pa
labras, se turbó un poco , y se quedó parada. La pre
gunté por qué no concluía lo que quería decirme ; pero
estaba demasiado conmovida, de resultas de lo cual
percibí que sus ojos estaban preñados de lágrimas .
« Habla, querida mía , le dije : ¿ deseas que parta ? -

No , me respondió con el acento más cariñoso estoy
muy lejos de desearlo ; mas si estás decidido á verifi
carlo , más bien que servir de obstáculo , prefiero mar
char contigo . Á pesar de ser esto , según mi parecer ,
una resolución desatinada para un hombre de tu edad
y de tu posición , si debe ser irremisiblemente , con
tinuó sollozando , yo no te abandonaré , porque si es
una orden del cielo , debes acatarla ; no puedes resis
tirla de ninguna manera . El cielo , obligándote á partir,
me impone también el deber de seguirte ; de otro
modo , él dispondrá de mí con el objeto de que no sea
un obstáculo á tus proyectos . >>
Las afectuosas palabras de mi esposa me alejaron
un poco de mis visiones , empezando á considerar lo
que iba á hacer . Reprimí la imaginación que tanto
6' AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

divagaba, y me pregunté con tibieza , que motivos te


nía con más de sesenta y un años y después de una
larga serie de sufrimientos y desgracias , concluída de
una manera tan dichosa y apacible ; qué motivos , re
pito , tenía para exponerme á sufrir nuevos azares y
lanzarme á buscar aventuras que no convenían más
que á la juventad y á la pobreza .
Reflexioné igualmente en mis nuevas obligaciones :
tenía la mujer, un hijo y fundadas esperanzas de otro.
Poseía todo lo que el mundo podía ofrecerme : no ne
cesitaba buscar los peligros para enriquecerme ; ade
más , á medida que avanzaba en edad , debía pensar
más bien en abandonar lo que había adquirido , que
no tratar de aumentarlo todavía . Con respecto á las
palabras de mi esposa , de que aquella manía era una
inspiración del cielo , la cual debía obedecer , no hice
ningún caso . Así , después de algunas maduras reflexio
nes , luché con mi imaginación , y apelé á mi razón para
sustraerme de aquellas ideas, como todos , según creo ,
pueden hacerlo en igual caso si tienen una voluntad
firme . Para abreviar , vencí : me calmé ayudado de ar
gumentos que se me ocurrieron , y que mi posición me
ofrecía con abundancia . Como medio más eficaz , re
solvi distraerme ocupándome en otras cosas y empren
----

diendo algún negocio propio á alejarme de toda ex


cursión por aquel estilo ; porque yo había notado que I
aquellas ideas me importunaban especialmente cuando
estaba ocioso y no tenía á la vista ningún objeto impor
tante po consiguiente , compré una pequeña ha
cienda en el condado de Bedford , adonde decidí re
tirarme. Tenía una habitación muy cómoda , y el
terreno que la rodeaba era susceptible de grandes
mejoras. Esta ocupación , bajo muchos conceptos , con
venía mucho á mis gustos é inclinaciones , que me
CAPITULO PRIMERO. 7

habían conducido siempre á las faenas de la labranza ,


de la plantación , del desmonte y de la vida campestre .
Por otra parte, como la propiedad estaba situada en
el interior, me hallaba por consiguiente lejos de la
gente de mar y de todo lo que tenía relación con
naciones extranjeras ó climas extraños .
Por último , me fuí á vivir á mi casa de campo , en
donde establecí mi familia : compré arados , rastrillos ,
una carreta , un carromato grande, caballos , vacas y
carneros ; y poniendo con ahinco manos á la obra ,
llegué á ser en menos de seis meses un señor de
lugar. Tenía absorbidas mis ideas en la dirección de
mis trabajos, el cultivo de mis tierras, los cercados ,
las semillas , etc. , y gozaba entonces, según creo , la
vida más agradable que la naturaleza nos puede con
ceder, y la más apacible adonde se pudiera refugiar
un hombre como yo , acostumbrado á tantos y tan lar-
gos infortunios . Haciendo producir mis tierras , no
tenía que hacer ningún gasto ni renta que pagar : yo
no estaba sujeto por ninguna obligación ; podía criar
ó arrancar los árboles á mi antojo ; yo mismo sembraba,
lo mejoraba para mi familia . Como había abandonado
todos mis proyectos de viaje , no tenía ningún pesar
en cuanto á mi subsistencia en este mundo ; gozaba
entonces de aquella dulce medianía que con tanto an
helo me había recomendado mi padre, y disfrutaba de
una existencia feliz y casi celestial , parecida á la que
los poetas han descrito hablando de la vida campestre
« Libre de cuidados y de vicios , la ancianidad no en
cuentra ningún motivo de penas , y la juventud nin
guna tentación . »
Pero en medio de esta felicidad , fuí herido con un
golpe inesperado , que me dejó una llaga profunda é
incurable, y por sus consecuencias me hizo caer otra
8 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

vez en mi aun no perdida inclinación , impregnada ,


por decirlo así, en la sangre , habiéndose vuelto á apo
derar de mí con toda su fuerza lo mismo que antes , y
del mismo modo que vuelve una enfermedad aguda .
Este golpe terrible fué la pérdida de mi mujer. Mi
designio no es hacer aquí su panegírico , ni trazar el
cuadro de todas sus virtudes , adulando de este modo
á su sexo por medio de la lisonja de una oración fú
nebre . Elle era , por decirlo en pocas palabras , la que
llevaba todos mis negocios , todas mis empresas , la
sabia consejera que me retenia en el círculo feliz en
que me hallaba colocado ; me había separado de los
extravagantes y ruinosos proyectos que hasta allí me
habían agitado ; en fin, tuvo sobre mi genio vaga
bundo más influencia que las lágrimas de una madre ,
las reflexiones de un padre , los consejos de un amigo
y mis propios razonamientos . Me consideraba dichoso
en ceder á sus lágrimas , en sentirme conmovido con
sus súplicas ; y cuando la perdí , me vi en la mayor
desolación y desconsuelo , difícil de explicar. Desde
que me hubo abandonado , la sociedad me parecía in
soportable me encontraba tan extraño como cuando
fuí la primera vez al Brasil ; tan desamparado , á ex
cepción de los cuidados de mis criados , como cuando
estaba en la isla . No sabía qué pensar ni qué hacer .
Veía este mundo ocupado á mi alrededor , los unos
trabajando para vivir , los otros consumiéndose en in
1
nobles excesos y en vanos placeres ; todos igualmente
miserables, porque el fin que todos se proponían huía
sin cesar delante de ellos . Los libertinos se separaban
poco a poco de sus vicios , y acumulaban una ruda
tarea de dolor y arrepentimiento ; los laboriosos gas
taban sus fuerzas vitales en fatigas diaras , para ob
tener el pan que sostiene estas mismas fuerzas , sin las
CAPÍTULO PRIMERO.

cuales no podían trabajar , dando vueltas de dicho


modo á un círculo perpetuo de miserias, no viviendo
más que para trabajar, no trabajando más que para
vivir, como si el pan diario fuese únicamente el fin de
una vida de fatigas , y una vida de fatigas sólo ca
mino para ganar el pan diario . Estas reflexiones me
recordaron mi existencia en la isla , mi reino , en donde
yo sembraba grano suficiente para que no me faltase ,
en donde no criaba más cabras que las que necesi
taba , en donde mi dinero se ennegrecía y tomaba
dentro de un cajón, sin tocarlo, y que apenas me
había dignado echarle una ojeada por espacio de veinte
años .
Todo esto eran lecciones , que si las hubiese apro
vechado, como hubiera debido verificarlo, y como la
razón y la religión me lo prescribían , me hubieran ense
ñado además á buscar en los goces humanos una per
fecta felicidad , á reconocer que hay una cosa superior
á todo , que es ciertamente la razón y el fin de toda la
vida ; algo que debemos, si no poseer, á lo menos
esperar en nuestro tránsito por el mundo .
Pero entonces mi sabio consejero me había aban
donado estaba como un buque sin piloto , desampa
rado y á la voluntad del viento. Mi pensamiento se
arrastraba de nuevo hacia mi antigua pasión , mi ca
beza se hallaba otra vez rodeada por la fantasía de
aventuras lejanas todas mis apacibles y sencillas
distracciones, mi casita , mi jardín , mis ganados , mi
familia misma, que en otro tiempo me tenían entera
mente ocupado, ya no me distraían ni llamaban mi
atención ; esto se asemejaba al ningún efecto que causa
la música á un hombre que no tiene oído , y el ali
mento á un enfermo que está inapetente ; resolví, pues ,
dejar aquellos cuidados domésticos, abandonar mi
1.
10 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

granja, y volverme á Londres , cuyo designio ejecuté


pocos meses después .
Cuando llegué á Londres , me hallaba tan mal como
en el campo ; no sentía ninguna adhesión por la ciu
dad , no tenía ninguna ocupación , no hacía más que
callejear ocioso, completamente inútil en el mundo, y
cuya vida ó muerte no valía un ardite para la especie
humana ; y esta situación era de todas las de la vida
la que me causaba mas aversión , acostumbrado como
estaba á llevar una vida activa . Muchas veces me decía :
« La ociosidad es lo más despreciable de la vida . »
Y así pensaba que mi tiempo estaba mejor empleado
cuando pasaba veinte y seis días en hacer una mesa
de abeto .
Nos encontrábamos á principios del año de 1693,
cuando mi sobrino , el que había educado para la pro
fesión de marino , y que ya estaba en disposición de
mandar un buque, llegó de un corto viaje á Bilbao, el
primero que hizo . Vino á verme , y me dijo que unos
comerciantes conocidos suyos le habían propuesto
emprender por su cuenta un viaje á las Indias Orien
tales y á la China . « Y ahora , tío mío , añadió , si queréis
embarcaros conmigo , yo me obligo á conduciros á
vuestra antigua habitación de la isla, pues tenemos
que tocar en el Brasil . »
Nada según mi opinión prueba mejor que hay una
vida futura, y la existencia de un mundo invisible,
que el concurso de las causas secundarias con las
ideas que nacen en nuestra alma , y que guardamos
sin comunicárselas á nadie . Mi sobrino ignoraba hasta
qué punto me dominaba mi enfermedad de viajar, y
yo no sospechaba nada de lo que él iba á decirme ,
cuando por la mañana antes de su visita , teniendo mi
imaginación ocupada con una multitud de ideas, to
CAPÍTULO PRIMERO. 11

das ellas mezcladas con la situación que me rodeaba ,


formé la resolución de ir á Lisboa, consultar con mi
antiguo amigo el capitán si éste juzgaba conveniente
y practicable el que yo fuese á ver mi isla , y saber lo
que había sido de la gente que allí había dejado . Me
complacía en la idea de poblar mi isla y de conducir
allí colonos, después de obtener una patente de con
cesión ú otra cosa semejante , cuando en medio de
estos proyectos entró mi sobrino en mi casa, según
he dicho, con el designio de conducirme á la isla de
paso para las Indias Orientales . Me paré á reflexionar
oyendo su proposición , y mirándole fijamente , le dije :
<< ¿ Quién demonio te ha dado esta maldita misión ? »
Mi sobrino permaneció al principio como azorado ;
pero después, conociendo que la proposición no me
desagradaba demasiado , se recobró en seguida , y re
puso : « Yo juzgo , mi querido tío , que no puede haber
nada de azaroso en la oferta que acabo de hacer ; al
contrario , me atrevo á decir que encontraréis un
placer en volver à ver vuestra nueva colonia , aquel
lugar en donde habéis reinado con más felicidad que
la mayor parte de vuestros hermanos los monarcas de
este mundo . >>
En una palabra, este plan armonizaba tan perfecta
mente con mi genio , ó más bien con la manía que me
dominaba , y de la cual he hablado , que le contesté ,
que en caso de que se arreglase con los comerciantes ,
partiría con el ; añadiendo que no le prometía ir más
lejos de mi isla . « ¿ Y por qué es esto , tío ? me dijo .
Yo creo que no desearéis quedaros allí de nuevo .
Y bien repliqué, ¿ no puedes recogerme á tu vuelta ? »
Me hizo observar que no sería posible ; que sus comi
tentes no le permitirían nunca el dar la vuelta , si
guiendo aquella ruta , con un buque cargado de valores
12 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

tan considerables . Para volver sólo necesitaba un mes,


y siguiendo la ruta que yo quería, podía ser de tres ,
cuatro ó más . « Ademas , tío , si me sucediese alguna
desgracia, y no pudiese volver, volveríais á estar redu
cido precisamente á la misma situación que antes . »
Nada era más cierto . Encontramos sin embargo un
remedio á este inconveniente : éste era llevar un sloop
desarmado , cuyas piezas embarcaríamos en el buque,
y ayudados de algunos carpinteros y calafateadores
que llevaríamos , podía ser armado en la isla , y puesto
en pocos días en estado de botarse al mar.
No empleé mucho tiempo para decidirme , porque
las importunidades de mi sobrino concordaban tan
bien con mis propias inclinaciones , que nada podía
detenerme . Además , muerta mi esposa, no había
nadie que se interesase en aconsejarme el tomar un
partido mejor que otro , á excepción de mi anciana.
viuda , la cual empleó todos sus esfuerzos para obli
garme á considerar mi edad , mi cómoda posición , los
peligros inútiles de un largo viaje , y sobre todo la
suerte de mis jóvenes hijos . Pero todo fué en vano :
yo tenía un irresistible deseo de viajar. « Encuentro ,
la dije , algo de tan extraordinario en la impresión que
esta idea ha hecho sobre mi ánimo , que creería en
algún modo oponerme á los decretos de la Providencia
si pensaba en quedarme en casa . » Entonces dió fin á
sus consejos , y me ayudó , no sólo á hacer los prepara
tivos de mi viaje , sino también á cuidar de mis nego
cios domésticos y de la educación de mis hijos , mien
tras durase mi ausencia . Para no abandonar nada con
respecto á dicho asunto , hice mi testamento tomé en
cuanto á mi fortuna tales disposiciones en favor de mis
hijos , y la coloqué en tan buenas manos , que estaba
perfectamente tranquilo , seguro de que no se les per
CAPÍTULO PRIMERO. 13

judicaría, cualquiera que fuese mi fin , ólo que me ocu


rriese . Con respecto á su educación , la dejé enteramente
al arbitrio de la viuda con una pensión suficiente para
cuidarlos ; esta era menor que la que merecía , porque
ninguna madre se hubiera tomado más trabajo para
educarlos , y hubiera tenido mejor éxito . Vivía aun
cuando volví á mi casa , y le señalé una renta para
manifestarle mi agradecimiento .
Mi sobrino estuvo dispuesto para darse á la vela el
1.º de enero de 1695 ; y yo , acompañado de Domingo,
llegué á la playa el 8. Además del sloop , que he men
cionado , había cargado el buque de una multitud de
objetos que podían ser útiles á mi colonia , y que pen
saba dejar , si el estado de las cosas lo requería .
Llevé á bordo algunos sirvientes que me proponía
establecer en la isla , ó á lo menos hacer trabajar por
mi cuenta todo el tiempo que permaneciese ; luego
ellos se volverían conmigo , ó bien se quadarían en el
país , si querían . Entre ellos iban dos carpinteros , un
herrero y otro muchado muy diestro é ingenioso,
de oficio tonelero , pero al mismo tiempo artesano uni
versal era muy hábil para hacer toda clase de ruedas
y molinos de mano para moler el grano ; además era
buen tornero y excelente alfarero : en fin , sabía hacer
todo lo que se fabrica con barro ó madera ; por último ,
le llamábamos Juan Sabelotodo . Venía también un
sastre , que en un principio quería pasar con mi sobri
no á las Indias Orientales , pero que luego consintió
en detenerse en nuestra colonia fué muy útil, y se
mostró en ciertas ocasiones más diestro de lo que se
podía desear , aun en lo que no concernía á su oficio ;
la necesidad , según he insinuado en el curso de esta
historia verídica, nos hace industriosos .
Mi cargamento , según puedo recordar , porque no
14 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

había hecho de él una cuenta circunstanciada , consis


tía en una muy grande cantidad de lienzos , y algunas
piezas de telas ligeras de fabrica inglesa para vestir á
los españoles que esperaba encontrar : había lo sufi
ciente , según mi cálculo , para vestirlos conveniente
mente durante siete años . Si mal no recuerdo , las
telas que llevaba para sus trajes , junto con los guantes ,
sombreros, zapatos , medias y otros objetos de los
cuales carecían , ascendían á cerca de doscientas libras
esterlinas , comprendiendo algunas camas , colchones
y objetos mobiliarios , particularmente utensilios de
cocina, como ollas , calderos , jarros de estaño ó de
cobre , y cerca de cien libras de herraje , como clavos ,
útiles de toda especie, goznes , cerraduras, llaves , en
fin , todo lo que había juzgado necesario . Llevaba tam
bién un centenar de armas de fuego , tanto mosquetes
como escopetas , además algunas pistolas , una grande
cantidad de plomo de todos calibres , tres ó cuatro to
neles llenos del mismo metal no fundido , dos cañones
de bronce y como ignoraba la extensión y duración
de las necesidades á las cuales debía proveer, llevaba
cien barriles de pólvora , muchas espadas , machetes
y varios hierros de picas ó alabardas ; últimamente ,
para abreviar, un arsenal completo de municiones de
toda especie . Hice también que mi sobrino embarcase
dos pedreros á más de los que llevaba en su buque,
con objeto de poderlos dejar en la isla si convenía ,
en el caso, por ejemplo , de querer edificar una fortaleza,
y armarla contra toda suerte de enemigos . Reflexioné
que habría necesidad de todo eso , y aun de más , si
queríamos mantenernos en posesión de la isla.
No fuí tan desgraciado en este viaje como acostum
braba , y no quiero molestar al lector haciendo un mi
nucioso detalle de lo que me ocurrió , pues juzgo que
CAPÍTULO PRIMERO . 15

estará impaciente por saber la suerte de mi colonia.


No obstante , algunos accidentes de vientos contrarios ,
de mal tiempo , embarazaron el principio de nuestra
nevagación , é hicieron la travesía más larga de lo que
esperaba ; y yo que en la vida había hecho un viaje
que hubiese salido según tenía proyectado (á excepción
del de Guinea) , empecé á creer que mi mala estrella
me perseguía aun , y que había nacido para estar
siempre descontento en tierra y ser desgraciado en
el mar .
Los vientos contrarios nos arrojaron al principio
hacia el norte , y nos vimos obligados á arribar á Gal
way, en Irlanda , en donde estuvimos detenidos veinte
y dos días ; pero tuvimos en compensación de este
contratiempo la satisfacción de encontrar provisiones
en abundancia y muy baratas . Así , nuestra permanen
cia forzosa , lejos de disminuir los víveres del buque ,
sirvió para aumentarlos . Embarqué muchos cerdos
vivos , dos vacas con sus ternerillos , las cuales había
resuelto dejar en la isla si nuestra travesía era feliz ;
pero las circunstancias nos obligaron á obrar de otro
modo.
Dejamos la Irlanda el 5 de febrero, y tuvimos un
viento muy favorable durante algunos días . El 20 , si
no recuerdo mal, á la caída de la tarde , el segundo ,
que estaba de cuarto , bajó á la cámara del consejo y
nɔs advirtió que había visto un resplandor y oído un
cañonazo ; y mientras decía esto entró un grumete á
anunciarnos que el contramaestre había oído otro .
Nos dirigimos todos á popa : durante algunos instantes
vimos una gran claridad , y en seguida un fuego te
rrible . Inmediatamente recurrimos á nuestra estima ,
que nos demostró que en la dirección donde se encon
traba el fuego no podía haber tierra á los menos en
OPERATI
16 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

quinientas leguas, pues aparecía al O. N. O. Entonces


sacamos en consecuencia que aquello debía ser un
buque incendiado ; y como juzgamos por el ruido de
los cañonazos que acabábamos de oir , que no podía
estar muy lejos , dirigimos el rumbo hacia aquel lado .
Bien pronto pudimos descubrirlo , porque las llamas
eran mayores á medida que avanzábamos . Sin embar
go, como había alguna bruma, no podíamos descubrir
otra cosa que las llamas . Al cabo de media hora el
viento se volvió favorable, aunque débil , y el tiempo
aclaró un poco , de resultas de lo cual ya distinguimos
perfectamente un gran buque que estaba ardiendo en
medio del mar.

Aquel desastre me conmovió sobremanera , á pesar


de no conocer aun todas sus circunstancias . Recordé
entonces mis anteriores peligros y la situación en que
me hallaba cuando fuí recogido por el capitán portu
gués . ¡ Pero cuánto más deplorable debía ser la suerte
de los desgraciados que iban á bordo de aquel buque
si no le acompañaba algún otro !
Dí sin pérdida de tiempo la orden de hacer cinco
disparos de cañón , con el objeto de avisarles , si era
posible, de que iban á ser socorridos , y determinar
los á saltar á sus chalupas : pues que si nosotros había .
mos conseguido ver las llamas de su buque , ellos no
podían ver el nuestro á causa de la oscuridad .
1
Después de algún tiempo nos pusimos al pairo,
dejando solamente á nuestro buque que siguiese en
deriva el ouque incendiado, esperando que viniese el
día ; cuando de repente, con grande espanto nuestro,
bien que nosotros debíamos aguardarlo , el buque saltó
por el aire , y en seguida , ó á lo menos á los pocos
minutos , dejó de verse el fuego , y los restos de la em

1
CAPÍTULO PRIMERO. 17

barcación se sumergieron , quedando todo en la más


completa oscuridad .
Era un terrible y desconsolador espectáculo , sobre
todo reflexionando en aquella desgraciada tripulación
que debía haber sucumbido con el buque ó hallarse
en los mayores apuros ; errando con su chalupa sobre
el inmenso Océano , la oscuridad no nos permitía ase -
gurarnos de ello . Sin embargo , por si acaso se halla
ban en estado de ser socorridos , hice colocar todos
los faroles que llevábamos en lo alto de las vergas , y
no cesamos de tirar cañonazos todo la noche para avi
sarles que había un buque cerca de ellos .
Á las ocho de la mañana divisamos con el anteojo
las chalupas de la embarcación incendiada dos de
ellas estaban tan llenas de gente , que iban hundidas
en el agua hasta los bordes . Vimos que el viento les
era contrario y que remaban vigorosamente porque
habían divisado nuestro buque , y hacían todos los
esfuerzos posibles para ser vistos . Con el objeto de
darles á entender que los habíamos divisado , izamos
en seguida nuestro pabellón para indicarles que vinie
sen á bordo, y desplegamos nuestras velas dirigién
donos á ellos . En poco más de media hora nos halla
mos reunidos los recogimos á bordo en número de
sesenta y cuatro , entre hombres, mujeres y niños ,
porque había muchos pasajeros.
Supimos que era un buque mercante francés de
trescientas toneladas, que venía de Québec , en la ri
bera del Canadá . El capitán nos hizo una larga relación
de la desgracia acontecida á su buque. El fuego se
había prendido por la parte del timón , por descuido
del piloto ; pero como él al instante mismo había pe
dido socorro, todos creyeron el fuego enteramente
apagado . Sin embargo , luego se vió que algunas chis
18 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

pas habían caído sobre ciertas partes del buque , adonde


nadie podía alcanzar . De allí se había corrido á la ar
madura interior y penetrado en la cala, triunfando
de todo el celo y habilidad que le había opuesto la
tripulación . El único partido que quedaba era botar
al mar todas las barquillas : éstas eran por fortuna
bastante capaces , y se componían de una chalupa , un
lanchón y un pequeño esquife , que no pudieron servir
más que para embarcar un poco de agua y algunas
provisiones á las cuales el fuego no había llegado . Po
cas esperanzas les quedaban de escapar de la muerte
con aquellas frágiles embarcaciones , y á una distancia
tan grande de tierra ; no obstante , los desgraciados
náufragos decían , que así como se habían salvado del
fuego esperaban también tener la suerte de encontrar
algún buque que los recogiese . Tenían remos , velas
y una brújula, y estaban resueltos á dirigirse á Terra
nova , siéndoles favorable el viento ; con el agua y pro
visiones que llevaban (reduciéndose á lo absolutamente
preciso para no morir de hambre) podían sostenerse
doce días , al cabo de los cuales , á menos que hiciese
mal tiempo y vientos contrarios , el capitán confiaba
llegar al banco de Terranova, en donde hubieran po
dido recoger pescado para alimentarse hasta que hu
biesen ganado la costa . Pero para este caso había tan
tas contras , como por ejemplo , las tempestades para
sumergirlos , las lluvias y el frío para helar sus miem
bros , los vientos contrarios para lanzarlos fuera de su
ruta y hacerlos morir de hambre , pudiéndolos solo
salvar un milagro .
En medio de aquella consternación , estando todos
á punto de entregarse á la desesperación , el capitán
me refirió , bañados los ojos en lágrimas , con que sor
presa , con qué alegría oyeron un cañonazo seguido de
CAPÍTULO PRIMERO. 19

otros cuatro . Dicho ruido los reanimó , manifestándo


les, según yo deseaba , que había algún buque no lejos
de ellos para socorrerlos . Luego que oyeron nuestro
cañón arreglaron sus velas y mástiles , y se pusieron
también al pairo hasta que se hiciese de día para des
cubrirnos. Algún tiempo después no oyendo ya caño
nazos , dispararon á largos intervalos tres veces un
mosquete , cuya detonación no pudo llegar hasta nos
otros porque el viento era contrario . Luego se sor
prendieron más agradablemente al ver nuestros faroles
y el ruido continuo de los cañonazos que disparamos ,
como ya he dicho , toda la noche. Entonces ellos se
pusieron á remar con fuerza para encaminar sus bar
cas por delante de nuestro buque, á fin de que pudié
semos alcanzarlos más pronto , y quedaron transporta
dos de alegría cuando conocieron que los habíamos
visto .
No me es posible pintar los diversos gestos , los
éxtasis , la variedad de actitudes por medio de las cua
les aquellas pobres gentes expresaban la alegría de
una salvación tan inesperada . Se describe perfecta
mente la aflicción y el temor : los suspiros, las lágri
mas, los gemidos, algunos caprichosos movimientos.
de cabeza y manos , forman toda su variedad ; pero un
exceso de alegría , sobre todo cuando ésta es repen
tina, produce mil extravagancias . Unos vertían lágri
mas , otros como rabiosos se desgarraban á sí mismos ,
como si hubiesen llegado al colmo de la desesperación ,
y algunos en un delirio completo parecían haberse
vuelto locos ; éstos corrían por el buque dando pata
das, aquellos se torcían las manos ; unos bailaban , can
taban , reían , gritaban ; el mayor número permanecía
mudo, y no podían proferir una palabra ; otros esta
ban enfermos y con grandes náuseas ; muchos parecían
20 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE

caerse de desfallecimiento ; algunos otros solamente


se persignaban y daban gracias á Dios . No quiero herir
susceptibilidades de nadie : muchos de ellos se mos
traron agradecidos después ; pero la emoción sobre
pujó al principio á sus fuerzas para que pudiesen ven
cerse . Los echó en un éxtasis ó en una especie de
frenesí, y hubo muy pocos cuya alegría fuese sosegada .
Puede que contribuyese á todo lo dicho el carácter
particular del país al cual pertenecían ; hablo de la
nación francesa, cuyo genio pasa por ser el más velei
doso , más apasionado , más expansivo , y el entendi
miento más frívolo que ninguna otra nación . No soy
bastante filósofo para determinar las causas de esto ;
pero jamás había visto nada parecido á aquello . Los
transportes del pobre Domingo mi fiel salvaje cuando
encontró á su padre en la canoa era lo que se aseme
jaba más ; la sorpresa del capitán y de sus dos compa
ñeros que salvé de los sublevados que los habían de
sembarcado en la isla se aproximaba algún tanto ; no
obstante, nada podía compararse , ni en lo que había
observado con Domingo, ni en todo lo demás que
había visto desde que tenía uso de razón . Todavía es
preciso notar que aquellas extravagancias no se ma
nifestaban, bajo las diversas formas que he apuntado
en tal ó cual persona únicamente , sino que ellas se su
cedían continuamente en el mismo individuo en todas
sus variedades . Un hombre qué al principio habíamos
visto callado y como estúpido , se ponía un minuto
después á bailar y á dar gritos como un bufón ; un
momento más tarde se arrancaba los cabellos , desga
rraba sus vestidos y los pisoteaba como un insensato ;
después le veíamos derramar lágrimas , desfallecer y
desvanecerse ; si no se le hubiese socorrido con pron
titud , quizás habría muerto . Y esto sucedía , no á uno
CAPÍTULO PRIMERO . 21

ó á dos , sino á la mayor parte de ellos , y según hago


memoria, nuestro cirujano tuvo que sangrar á treinta
lo menos .
Entre ellos se hallaban dos sacerdotes , uno anciano
y otro joven; y lo que parecía más original , el de más
edad manifestó menos talento . Apenas hubo puesto
los pies en el buque , y que se vió ya fuera de peligro ,
cayó como muerto ; no se percibía en él la menor
señal de vida . Nuestro cirujano le aplicó inmediata
mente los remedios que juzgó oportunos para hacerle
volver en sí, y fué el único del buque que creímos
había expirado . Al fin lo sangró del brazo , después de
haberle frotado fuertemente dicho sitio para llamar
todo lo posible el calor. La sangre no salió al principio
mas que gota á gota, pero en seguida corrió más fácil
mente ; á los tres minutos abrió los ojos , al cabo de
un cuarto de hora habló y se encontró mejor , y poco
después estaba completamente restablecido . Desde el
momento que le vendaron la sangría empezó á dar
pasos sobre cubierta , y nos dijo que se encontraba muy
bien ; tomó un cordial que el cirujano le dió , y volvió
de repente á estar tan bueno como antes . Cerca de un
cuarto de hora después corrieron á avisar al cirujano ,
ocupado en sangrar una señora francesa que había
perdido el conocimiento, que el sacerdote había per
dido el juicio completamente . Parecía que repasando
en su imaginación los cambios repentinos acaecidos
en su posición , había caído en un acceso de alegría ,
su sangre había circulado en los vasos con más celeri
dad que lo de costumbre , la calentura se había apo
derado de él , y el infeliz se había vuelto tan loco ,
como el más rematado habitante de Bedlam . El ciru
jano no juzgó conveniente el sangrarlo en aquel estado ,
mas le administró una bebida soporifera , la cual lo
223

AVENTURAS

DE
ROBINSON

CRUSOE

.
adormeció ; dicho remedio hizo tan buena operación
al cabo de algunas horas , que á la mañana siguiente
despertó completamente restablecido .
El joven sacerdote mostró un gran dominio sobre
sí mismo, y fué verdaderamente un modelo de digni
dad y de fuerza de espíritu . En seguida que pisó la
cubierta del buque se prosternó para dar gracias á
Dios por haberse salvado . Me parecía que estaba tur
bado en medio de aquel acto piadoso , y creía que iba
á desmayarse , cuando acudí para socorrerle ; mas él
me dió las gracias con mucha calma , y me dijo que se
manifestaba agradecido á Dios porque lo había librado
de una muerte cierta , suplicándome le otorgase aun
algunos instantes, y que después del Criador yo tendría
también parte en su reconocimiento .
Sentí extraordinariamente el haberle llamado la
atención, y por lo tanto no sólo me separé, sino que
impedí que los demás le interrumpiesen . Permaneció
arrodillado unos tres minutos , ó poco más después que
lo hube dejado . Luego se dirigió hacia mí , según me
había insinuado y con una emocion llena de grave
dad , aunque tenía los ojos arrasados en lágrimas , me
dió las más expresivas gracias por haber, con la ayuda
de Dios , salvado su vida y la de tantos otros desgra
ciados . Le contesté que después de haber dado gracias
á Dios , no tenía que dármelas también á mí, pues que
según mi parecer éste era el que lo había hecho todo .
<< Con respecto á mí , añadí , no he obrado más que
como la razón y la humanidad ordenan á todos los
hombres . Nosotros hubiéramos tenido más motivos
de alabar á Dios que vosotros , porque se ha dignado
hacernos los instrumentos de su misericordia hacia un
número tan grande de sus criaturas . »
Después de esto , el joven sacerdote habló á sus com
CAPÍTULO PRIMERO . 23

patriotas procuró calmarlos ; conversó , discutió ,


raciocinó con ellos , y se esforzó eficazmente para que
conservasen el uso de la razón . En algunos pudo con
seguirlo , mas en otros no ; pues permanecieron largo
tiempo privados de todo imperio sobre 'sí mismos .
No he podido menos de confiar todo esto al papel ,
esperando que el cuadro que he bosquejado no será
inútil para aquellos en cuyas manos quizás vendrá á
parar, poniéndoles de manifiesto todas las extrava
gancias de sus pasiones ; porque si un exceso de alegría
puede arrastrar á una persona más allá de los límites
de la razón , & adónde no podrían conducirla los arre
batos del odio , de la cólera ó del resentimiento ? Y
efectivamente , allí vi cuánto cuidado debemos poner
en todos nuestros movimientos , ya provengan de la
alegría ó del placer, de la pesadumbre ó de la có
lera.
El primer día nos vimos un poco aturdidos por las
extravagancias de nuestros compañeros ; pero cuando
se bubieron retirado á los sitios que se les había de
signado , según lo permitía el buque , y que durmieron
profundamente , á lo menos la mayor parte , extenua
dos como estaban de cansancio y temor, nos pare
cieron al siguiente día otra clase de gente . No hubo
cumplimientos y expresivos agradecimientos por la
compasión que les habíamos manifestado que no nos
fuesen prodigados , siendo los franceses, como sa
bemos , llevados hasta la exageración tocante á este
asunto .
El capitán y uno de los sacerdotes vinieron al otro
día en mi busca , deseando hablar conmigo y con mi
sobrino. El primero empezó por informarse acerca de
lo que nosotros pensábamos hacer con ellos . Y desde
luego nos dijo , que como nosotros les habíamos sal
24 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

vado la vida, todo lo que poseían no sería más que un


débil pago del servicio que habían recibido . Nos
manifestó entonces que cierta suma de dinero y al
gunos objetos de valor habían sido arrancados á las
llamas y trasladados con precipitación á las lanchas ;
que si queríamos aceptarlos , estaba encargado de
ofrecérnoslo todo ; que él y su gente deseaban solo ser
desembarcados en cualquier puerto de nuestra ruta, ó
en algún paraje en que ellos tuviesen la esperanza de
encontrar quien los condujera á Francia . Mi sobrino.
no estaba lejos de aceptar desde luego el dinero , salvo
el ver lo que después se haría con ellos ; mas tuve
bastante poder sobre él para impedírselo , porque
sabía lo que era desembarcar en país extranjero. Si el
capitán portugués que me había recogido en el mar
hubiese obrado del mismo modo conmigo y hubiese
aceptado todo lo que yo peseía por aquel servicio , me
hubiera sido preciso morirme de hambre ó llegar á
ser esclavo en el Brasil , como lo había sido en Ber
bería, con la sola diferencia que no habría sido pro
piedad de un mahometano, y quizás un portugués no
es mejor amo que un turco, si no es peor todavía en
ciertas ocasiones.
Yo respondí entonces al capitán francés, que era
verdad que los habíamos socorrido en su aflicción ,
pero que era un deber socorrer á nuestros semejan
tes ; que nosotros quisiéramos ser recompensados del
mismo modo si nos aconteciese igual desgracia ; que
lo que habíamos hecho por ellos , pensábamos que lo
hubiesen hecho con nosotros si nos hubiésemos ha
llado en su lugar, y ellos en el nuestro ; que los había
mos recogido para salvarlos y no para despojarlos .
Sería una verdadera barbarie el tomar lo poco que
ellos habían podido salvar de las llamas, y abando
CAPÍTULO PRIMERO. 25

narlos así en un país extraño : esto sería arrebatarlos á


la muerte para matarlos nosotros mismos, librarlos
del agua para entregarlos al hambre ; por consiguiente ,
no quise recibir de ellos la menor cosa. En cuanto á
desembarcarlos , le dije que nos era sumamente difí
cil ; porque el buque estaba fletado para las Indias
Orientales , y aunque nos hubiésemos ido un poco al
oeste de nuestra ruta , quizás por haberlo permitido
el cielo con el objeto de salvarlos , nos era á pesar de
todo totalmente imposible el cambiar nuestro destino
por su interés particular : el capitán , sobrino mío, no
podría justificarse con sus armadores , con los cuales
se había obligado por medio de una escritura firmada
por duplicado á encaminar el rumbo hacia el Brasil.
Á mi entender todo lo más que podíamos hacer por
ellos era procurar , del mejor modo que nos fuese po
sible, el encontrar algún buque de vuelta de las Indias
Orientales , y obtener su pasaje para Inglaterra ó
Francia .
La primera parte de mi discurso era harto generosa
y agradable para que no se manifestasen reconocidos ;
pero se mostraron muy consternados , sobre todo los
pasajeros, con la idea de ser conducidos á las Indias
Orientales ; me hicieron presente, que hallándome
separado de mi rumbo antes que los hubiese encon
trado , debía continuar en aquella dirección, á lo me
nos hasta el banco de Terranova , en donde probable
mente encontrarían algún pequeño buque, en el cual
se embarcarían para el Canadá , de donde venían .
Hallé su petición muy razonable , á la cual me sentí
dispuesto á acceder, tanto más que el transportar á las
Indias á todos me parecía una verdadera crueldad y
también una ruina completa para nosotros , pues con
sumirían todos nuestras provisiones . Reflexioné que
II. 2
26 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

aquello no era faltar á la obligación contraída por los


armadores, sino obedecer á lo que un accidente im
previsto hacía absolutamente necesario , y que nadie
podía vituperarnos ; pues las leyes de Dios y las de la.
naturaleza nos prohibían el rechazar aquellas chalupas
llenas de gente en una situación tan desesperada, y las
circunstancias nos obligaban , tanto por interés nuestro
como por el de aquellas pobres gentes, á desembar
carlos ó tratar de salvarlos . Consentí, pues , en con
ducirlos á Terranova, si el viento y el tiempo nos lo
permitían , ó si no transportarlos á la Martinica en las
Indias Occidentales .
El viento permaneció fresco , y al E. , y el tiempo se
mantuvo bastante sereno ; mas volviéndose después
entre el N. E. y el S. E. y durando mucho tiempo, perdi
mos diversas ocasiones de enviar aquellos desgraciados
á Francia, pues encontramos muchos buques fletados
para Europa, entre ellos dos embarcaciones francesas
de San Cristóbal ; mas luchaban hacía tanto tiempo
contra los vientos , que no se atrevían á tomar nuevos
pasajeros por temor de que los víveres no llegasen á
faltarles así, nos vimos obligados á esperar que pa
sase otro . Esto no sucedió sino una semana después
que llegamos al banco de Terranova , donde para
abreviar diré , que dejamos á todos nuestros franceses
á bordo de una barca que alquilaron para dirigirse á
tierra, y por consiguiente volverse á Francia si podían
proveerse de todos los víveres necesarios . Cuando he
dicho que todos los franceses desembarcaron , debí
exceptuar el joven sacerdote del cual he hablado , que
sabiendo que íbamos á las Indias Orientales deseó
hacer el viaje con nosotros ; consentí de buena gana
porque había simpatizado extraordinariamente cont
dicho joven, y efectivamente tenía razón , como vel .
÷

CAPÍTULO PRIMERO 27

mos más adelante . Cua'rɔ marineros se unieron tam


bién á nuestra tripulación : éstos eran muy valientes y
buenos y nos fueron sumamente útiles .
De allí dirigimos el rumbo hacia las Indias Occiden
tales , dirigiéndonos siempre al S. y S. cuarto E. por
espacio de veinte días con más ó menos viento ; pero
nuestra paciencia fué aun puesta á prueba en una
ocasión casi tan deplorable como la primera . Estába
mos á veinte y siete grados , cinco minutos de latitud N.
el 19 de marzo de 1695 , haciendo rumbo al S. E.
cuarto S. , cuando descubrimos una vela . Bien pronto
divisamos que era un gran buque y que venía acercán
dose á nosotros . No sabíamos al principio qué juzgar
de él ; mas cuando estuvo cerca , reconocimos que
había perdido el mastelero de gavia , el trinquete y el
bauprés . Disparó un cañonazo en señal de apuro . El
tiempo era bastante favorable , el viento fresco al
N. N. O .; al instante estuvimos cerca de él para po
dernos entender. Era un buque de Bristol que volvía
de las Barbadas , pero había sido arrastrado fuera de
la bahía por un terrible huracán pocos días antes de
aprestarse á dar á la vela , mientras que el capitán y su
teniente habían ido á tierra : accidente que , aparte
del terror del temporal, no hubiera sido nada para
marinos capaces de volver á conducir el buque al
puerto. Hacía ya nueve semanas que estaban en el
mar , y habían sufrido después del temporal otra vio
lenta tempestad que los había arrastrado hacia el
oeste fuera de su ruta , y en la cual perdieron una
parte de sus mástiles , según se ha visto anteriormente .
Nos dijeron que habían esperado ver las islas Baha
pero que habían sido arrojados mas al S. E. por
una violenta ráfaga de N. N. O. , el mismo que soplaba
aun ; y no teniendo para dirigir el buque más que la
28 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ .

mayor y otro pequeña cuadrada sobre una ban


dola que habían colocado , no podían contrarestar el
viento, y se esforzaban en ganar las islas Canarias.
Mas lo peor de todo era que estaban extenuados , tanto
por el hambre como por las fatigas que habían ex
perimentado . Habían consumido enteramente el biz
cocho y la carne, no quedaba ni una onza siquiera,
y esto después de once días . Únicamente el agua , su
último recurso , no se había aun agotado ; además po
seían todavía medio barril de harina, y azúcar en
bastante cantidad . Algunos dulces fueron devorados
desde un principio . Les quedaban también siete ba
rriles de ron.
Se encontraban á bordo como pasajeros un hombre
joven, su madre y una sirvienta . Creyendo que el bu
que iba á darse á la vela, se embarcaron desgraciada
mente la víspera del huracán , y como no les quedaba
nada de sus provisiones , estaban en una posición más
deplorable que los demás ; porque los marinos , redu
cidos al último extremo, no tuvieron como es creíble
ninguna compasión de los pobres pasajeros , cuya mi
seria era tal , que sería penoso el describirla .
No hubiera quizás conocido aquella particularidad ,
si mi curiosidad , en un instante en que el tiempo esta
ba hermoso y el viento había aflojado , no me hubiese
determinado á visitar aquel buque . El contramaestre,
que había tomado en aquella ocasión el mando del
buque , había venido á bordo , y me había referido que
existían en la cámara de popa tres pasajeros que de
bían estar en una situación lamentable . « Creo que
hayan muerto ya , pues no he oído hablar una porción
de días hace , y no me he atrevido á llamarlos ó á in
formarme, no pudiendo aliviarlos en nada. »
También nos ocupamos en proveer á la tripulación
CAPÍTULO PRIMERO . 29

de todo lo que podíamos disponer : y dirigí de tal modo


á mi sobrino , que hubiera podido abastecerlos , aun
cuando nos hubiera sido preciso navegar hasta la Vir
ginia ó cualquiera otra parte de la costa de América
para proveernos de nuevo ; mas no tuvimos necesidad
de ello.
Entonces se presenta un nuevo peligro para aque
llos desgraciados ; y era el comer demasiado , cual
quiera que fuese el alimento que les diésemos . El
contramaestre ó comandante nos trajo seis en su bote :
los infelices parecían unos esqueletos ; estaban tan dé
biles , que con dificultad podían levantar los remos .
El mismo contramaestre estaba también muy enfermo
y medio extenuado por el hambre , en atención á que
no se había cuidado más que su gente , y no se había
proporcionado más ración que todos los demás . Le
advertí que comiese poco á la vez , apresurándome á
poner algún alimento delante de él ; mas apenas hubo
tomado tres bocados , cuando empezó á sentirse peor ,
y cesó en seguida de comer. Nuestro cirujano mezcló
entonces con un poco de caldo alguna cosa que debía
servirle de alimento y de remedio ; cuando lo hubo
bebido , se encontró mejor.
Al mismo tiempo me ocupé de sus marineros : or
dené que se pusiesen víveres á su disposición . Los in
felices más bien devoraban que comían ; tenían tanta
hambre , que estaban como rabiosos y no podían con
tenerse . Dos de ellos comieron con tanto afán , que
les faltó muy poco para morirse el día siguiente .
El aspecto de su desgracia me conmovió mucho, y
me recordó los terribles momentos de ini llegada á la
isla , cuando me veía sin la menor provisión y sin es
paranzas de procurármela , temiendo además servir de
pasto á las fieras . Pero mientras el contramaestre nos
2.
30 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

contaba los sufrimientos de la tripulación , no podía


apartar de mi imaginación lo que nos había dicho con
respecto á los tres pasajeros de la cámara , la madre ,
el hijo y la criada , de los cuales él no sabía nada hacía
tres días lo menos , y que en el extremo á que todos
estaban reducidos habían sido totalmente ovidados :
de lo cual saqué en consecuencia, que no se les había
realmente dado ningún alimento, y que por lo tanto
#
debían haber perecido y quizás yacían cadáveres sobre
el pavimento de la cámara.
Viendo ya á bordo al contramaestre , que nosotros
nombrábamos capitán , así como á su gente , que iban
recobrándose , no olvidé tampoco á la tripulación ham
brienta y que permanecía aun en el buque , por lo
cual mandé mi propia lancha , montada por el teniente
y doce hombres , para que les llevasen un costal de
galleta y cuatro ó cinco pedazos de carne .
Nuestro cirujano prescribió á nuestros marineros
que hiciesen cocer aquella carne en presencia suya .
poniendo un centincla delante de la cocina , para im
pedir á aquellos desgraciados el que comiesen la carne
1 cruda y la sacasen de la olla antes de que estuviese
bien cocida, y en fin , de dar á cada uno muy poco de
cada vez . Por esta precaución se salvaron aquellas
gentes, que de otro modo hubieran perecido con los
mismos alimentos quo se les hubiesen dado para con
servar la vida. Al mismo tiempo recomendé con efica
cia al teniente , que entrase en la cámara de popa, y
que viese en qué estado se encontraban los pobres pa
sajeros ; y si vivían aun , les prestase los auxilios nece
sarios . El cirujano le entregó una olla del caldo pre
parado que había dado al contramaestre , y que debía,
según él, restablecerlos gradualmente.
No obstante , no pude permanecer tranquilo como
PIAUD

Poniendo un entinela delante de la cocina para impedir que


comiesen la carne cruda.
3
CAPÍTULO PRIMERO . 33

ya he dicho antes , tenía grandes deseos de ver por mí


mismo el espectáculo doloroso que el buque debía
presentar, de una manera más pasmosa que podía ser
toda relación en su consecuencia, cogí al capitán
(según nosotros lo llamábamos entonces) , y saltando en
su chalupa , nos dirigimos al buque . Encontré á los
marineros casi amotinados para sacar la carne de la
marmita antes de que estuviese cocida ; pero nuestro
teniente había ejecutado con la mayor puntualidad las
órdenes que tenía , habiendo hecho colocar un buen
centinela á la entrada de la cocina . El hombre que
había colocado en aquel sitio , después de haber ago
tado todos los medios de persuasión para que los hain
brientos tuviesen paciencia , tuvo que emplear la fuer
za para rechazarlos . Sin embargo tuvo la idea de hacer
empapar algunas galletas en el caldo de la marmita
para ablandarlas , y después las distribuyó para apaci
guar los estómagos . Les repitió que por el bien de
ellos mismos no les daba más que un poco de cada
vez , pero todo era inútil ; y si no hubiese llegado
con su comandante y demás gente , si no hubiésemos
usado de buenas palabras , y también de algunas ame
nazas de no darles nada , estoy seguro que hubieran
forzado la entrada de la cocina y arrancado la carne
de la marmita ; tan cierto es que « estómago vacío no
tiene oídos . » Por lo tanto los apaciguamos , dándoles
de comer poco á poco y con precaución al principio ,
mas luego se les dió más cantidad : en fin , los dejamos
comer hasta que estuviesen completamente reco
brados .
Pero el infortunio de los desgraciados pasajeros de
la cámara era mucho más terrible que el de los mari
neros , porque era demasiado cierto que la gente de la
tripulación, viéndose reducida al más escaso y pre
34 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ciso alimento , había tratado á los pasajeros con una


extremada escasez al principio , y había concluído
por descuidarlos enteramente ; de suerte que después
de seis ó siete días, estos últimos no habían recibido
realmente ningún alimento , y muy poco únicamente
durante los tres días precedentes. La pobre madre ,
que fué la primera á quien se acudió , era una persona
de talento y muy bien educada , cuya ternura por su
hijo hizo que le diera toda su ración , por cuya causa
fué víctima de su cariño maternal cuando nuestro
teniente entró en la cámara , la vió sentada en el suelo
entre dos sillas , apoyado el espinazo en el borde de
ellas , la cabeza hundida entre los hombros , y con el
rostro cadavérico , aunque todavía no estaba muerta .
El teniente hizo todos los esfuerzos imaginables para
reanimarla y darla fuerzas : después con una cuchara
le introdujo en la boca algunas gotas de caldo . Entre
abrió los labios y alzó la mano , mas no pudo pronunciar
una palabra . Comprendía sin embargo lo quese la decía ,
y hacía señales que para ella era demasiado tarde ;
pero mostraba á su hijo , para decir que debíamos cui
dar de él . Por lo tanto , el teniente que estaba suma
mente conmovido con el citado espectáculo , se esfor
zó todavía en introducirle un poco más de caldo , y
logró , segun él dijo , hacerla tragar dos ó tres cuchara
das , aunque dudo que estuviese muy seguro de ello .
En todo caso , era demasiado tarde , porque murió
aquella misma noche.
El joven, á quien su madre había salvado á precio
de su vida, • no estaba tan enfermo ; no obstante , estaba
tendido con el mayor entorpecimiento en una hamaca .
quedándole apenas un soplo de vida ; tenía en la boca
los restos de un guante viejo que había roído. Sin
embargo, como era joven y tenía más fuerzas que su
CAPÍTULO PRIMERO. 35.

madre, cuando el teniente pudo meterle un poco de:


caldo en la boca , empezó á reanimarse visiblemente
por lo tanto, cuando poco después se le dieron dos ó
tres cucharadas más , experimentó cierto malestar, y
las devolvió al momento .
Luego so socorrió á la desgraciada sirvienta : yacía .
tendida sobre el pavimento al lado de su señora, como
si tuviese un ataque apoplético , y luchando con las
ansias de la muerte. Tenía los miembros envarados , y
sus pies estirados y unidos se apoyaban con fuerza
contra la mesa de la cámara ; una de sus manos apre
taba el palo de una silla , y estaba de tal manera asida
á él, que apenas pudimos con mucho trabajo hacer
que lo soltara . En una palabra , se hallaba en las an
gustias de la agonía ; sin embargo , también sobrevivió .
La pobre criatura no sólo estaba extenuada de necesi
dad , sino también amedrentada por el espectáculo de
la muerte ; pero como nos dijo después , sulfría más
que todo al ver á su ama , á quien tanto quería , expi
rando por espacio de dos ó tres días. Nos vimos su
mamente apurados con aquella infeliz , cuando nuestro
cirujano, hombre de instrucción y experiencia, la
hubo vuelto á la vida á fuerza de cuidados , teniendo
que ocuparse en volverla la razón , pues permaneció
largo tiempo casi como loca , según luego se verá.
Ruego á los que lean estas memorias, consideren .
que las visitas en el mar de un buque á otro no es
como hacer un viaje por tierra , en donde la gente se
para por espacio de una semana ó quince días en un
mismo sitio nuestro deber era socorrer á la tripu- ·
lación del buque en sus apuros , pero no quedarnos en
él ; y aunque ellos deseasen con ahinco llevar el mismo
rumbo que nosotros por algunos días, no teníamos
tiempo para entretenernos y navegar de conserva con
36 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

aquella embarcación sin mástiles . No obstante , cuando


el capitán nos suplicó que le ayudásemos á aparejar
un mástil de gavia y hacer uno más pequeño de su
trinquete , consentimos , según eran sus deseos , en po
nernos al pairo tres ó cuatro días ; así , después de ha }
berle dado cinco barriles de carne, uno de manteca ,
dos cajas de galleta , una buena provisión de aluvias ,
harina y otros alimentos, de los cuales teníamos bas
tante provisión, y recibido de él en cambio tres cajas
de azúcar, ron , y algunas piezas de á ocho , los deja
mos , admitiendo á bordo , á reiteradas instancias
suyas, al joven y á la criada con todos sus efectos .
Este joven tenía unos diez y siete años : era un mu
chacho amable en extremo , muy bien educado , mo
desto y juicioso . Estaba tanto más afligido por la muerte
de su madre, cuanto que había perdido á su padre
poco antes de salir de las Barbadas . Rogó al cirujano
que obtuviese de mí el sacarlo de aquel buque , en
donde, según él decía, tenía por compañeros á los ma
tadores de su madre, y efectivamente se podía decir
que lo eran indirectamente ; porque ellos hubieran
podido conservar un poco de alimento para la pobre
viuda desamparada , y de seguro se habría salvado .
Mas el hambre no conoce parientes ni amigos ; no
siente remordimientos ni piedad.
El cirujano le hizo notar que nuestro viaje sería
muy largo , que lo alejaría de todos sus amigos , y aca
baría de ponerlo quizás en peor situación que aquella
de que nosotros lo habíamos sacado , es decir, á ex
ponerse á morir de hambre. Contestó que poco le
importaba adonde iría , con tal de separarse de aquella
inhumana tripulación : él esperaba que el capitán (era
á mí á quien designaba así, no conociendo á mi so
bino) , después de haberle salvado la vida , no querría
CAPÍTULO PRIMERO . 37

causarle tal pesadumbre ; y con respecto á la sirvienta,


estaba seguro que si recobraba el juicio , á cual
quier sitio que se la condujese , quedaría muy recono
cida.
El cirujano me expuso con tanto calor su situación ,
que me compadecí de ellos : los recogimos á los dos á
bordo con todos sus efectos, á excepción de once cajas
de azúcar que fué imposible remover ni aun alcanzar ;
pero como el joven tenía conocimiento de ellas , hice
firmar al capitán un escrito, por medio del cual se
obligaba al momento de llegar á Bristol , á ir á encon
trar á un tal Mr Rogert, comerciante de dicha ciudad
y pariente del joven , y entregarle una carta de su
parte , así como todo lo que pertenecía á la difunta
viuda. Mas juzgo que todo esto fué inútil , porque ja
mas supimos que el buque hubiese llegado á Bristol,
siendo muy probable que se perdiese en el mar.
Estaba tan estropeado y tan lejos de tierra, que á mi
entender al primer temporal debía haber naufragado .
Hacía ya agua , y tenía averías en la cala cuando lo en
contramos .
Nos encontrabamos entonces á los 19 grados 32 mi
nutos de latitud , y habíamos tenido hasta allí un
tiempo regular para nuestro viaje , aunque los vientos
nos hubiesen sido al principio contrarios . No mo
lestaré al lector refiriéndole los pequeños incidentes
del viento, del tiempo , de las corrientes, etc. , du
rante el resto de nuestra navegación ; y para abreviar
mis aventuras, en interés de lo que va á seguir, diré
que llegué á mi antigua morada ó á mi isla el 10 de
abril de 1695.
Tuve mucha dificultad en encontrarla, porque ha
bía ido y salido en otro tiempo por el S. E. , aten
diendo á que venía entonces del Brasil, y ahora nave
II. 3
38 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ .

gaba entre la isla y la tierra firme ; careciendo del


mapa de la costa y de toda indicación , llegué á ella ,
sin estar seguro de que lo fuese .
Cruzamos por distintos lados mucho tiempo , tocan
do en muchas islas situadas á la embocudara del
Orinoco ; pero todo inútilmente . Sin embargo conocí ,
costeando así la ribera , que había caído otro vez en un
grande error, suponiendo que la tierra que divisaba
de mi isla era el continente ; ésta era una isla de una
grande extensión , ó más bien una cadena de islas que
se extendían de un lado á otro de la embocadura de
aquel inmenso río , y que los salvajes que iban á veces
á mi isla no eran precisamente de aquellos que llama
mos caribes , sino isleños y otros pueblos bárbaros
que habitaban muy cerca de aquellas costas . Visité,
pues, sin querer muchas de aquellas islas : unas esta
ban habitadas , otras desiertas . En una de ellas encontré
muchos españoles que tomé por sus habitantes ; pero
habiéndoles hablado , supe que un sloop que les per
tenecía estaba anclado allí cerca en una pequeña
ensenada, que habían ido á buscar sal y perlas , si
podían encontrarlas ; en fin , que vivían en la isla de
la Trinidad , situada más al norte , hacia el 10 ó 11º de
latitud .
Yendo de este modo de una isla á otra, ya con el
buque , ya con la chalupa del barco francés , que ha
bíamos hallado muy cómoda , y que voluntariamente
nos habían cedido , arribé por fin á la costa sud de
mi isla, y reconocí en seguida el aspecto de aquellos
sitios . Hice , pues , anclar con toda seguridad el buque
en medio de la pequeña bahía, cerca de mi antigua
habitación .
En el instante que descubrí aquellos lugares , llamé
á Domingo, y le pregunté si sabía dónde estaba.
CAPÍTULO PRIMERO . 39

Estuvo mirando un rato á todas partes ; luego de re


pente palmoteando , se puso á gritar : « ¡ Oh sí , allí
está ! ¡ oh , si , allí ! » y señalaba nuestra morada . Enton
ces empezó á brincar y saltar como un loco , y me vi
muy apurado para impedirle que se arrojase al mar
para llegar á la orilla á nado . « ¡ Y bien ! Domingo , le
dije , ¿ piensas que encontraremos aquí á alguno to
davía ? ¿ No piensas volver á ver á tu padre ? » Quedó
mudo como una estatua durante un rato ; mas cuando
nombré á su padre, el pobre y excelente muchacho
pareció afligirse, y vi correr gruesas lágrimas por su
rostro. « ¿ A qué viene esto ahora , Domingo ? le pre
gunté. ¿ Sientes ver á tu padre ? No , no , dijo me
neando tristemente la cabeza . ¡ Yo más verle , no ;
jamas verle ya ! -¿Por qué dices eso , Domingo ? -
¡ Oh , no, no ! ¡ Él muerto mucho tiempo ya , mucho
tiempo ! Él ser muy viejo . — Vamos , vamos , Domigno ,
nada se sabe de positivo ; pero encontraremos aquí
algún otro de nuestras gentes . >>
Tenía al parecer mejor vista que yo , porque en
señándome el peñasco que estaba encima de mi anti
guo castillo , se puso á gritar aunque estábamos todavía
á media legua de distancia . « ¡ Vernos , vernos ! Sí , sí ,
vernos muchos hombres allí , allí y allí . » Miré , mas
no vi nada, á pesar de mi anteojo , que sin duda no
dirigiría bien ; pues Domingo tenía razón , según supe
al siguiente día : había en dicho sitio efectivamente
cinco ó seis hombres reunidos , ocupados en mirar el
buque , y sin saber qué juzgar de él .
Tan pronto como Domingo me aseguró que veía
gente , hice enarbolar el pobellón inglés y disparar
tres cañonazos , para darles á conocer que éramos
amigos , y luego vimos elevarse humo del lado de la
pequeña bahía . Mandé inmediatamente echar al mar
40 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

el bote, y me embarqué con Domingo, llevando una


bandera blanca ó de paz , y nos encaminamos á tierra .
Iba acompañado también del joven sacerdote , del cual
he hablado antes . Le había referido mis aventuras, mi
modo de vivir en aquellas regiones , y las diversas par
ticularidades relativas à mi persona y á las gentes que
había dejado allí, por lo cual me manifestó grandes
deseos de ir conmigo . Iban también acompañándome
seis hombres bien armados para el caso de encontrar
nuevos huéspedes que me fuesen desconocidos ; mas
no tuvimos necesidad de las armas . Como nosotros
llegamos al momento del flujo , estando ya la marea
alta , entramos directamente en la bahía.
CAPÍTULO 11

Acontecimientos en la isla durante mi ausencia. Tres de los


ingleses se fortan de una manera insolente con los españoles y
con sus mismos compatriotas . Los españoles los desarman y
los someten. Los salvajes desembarcan en gran número sobre
dos parajes de la isla. - Se encuentran casualmente que son
dos naciones enemigas. - Sangriento combate . - Muchos de
los vencidos son socorridos por los españoles. - Nuevas quejas
entre los ingleses amotinados y los españoles.— Los ingleses se
embarcan para el continente y vuelven después de una ausencia
de veinte y dos días.

El primer hombre que vi al abordar fué el español


á quien salvé la vida , y cuyas facciones reconocí per
fectamente ; con respecto á su traje , lo describiré
más tarde.
Prohibí á mi gente saltar á tierra ; pero esta orden
no pudo retener á Domingo en el bote este cariñoso
hijo había divisado á su padre á una gran distancia de
los españoles , mucho tiempo antes de verlo yo ; y si
no le hubiese dejado ir á tierra , se habría arrojado de
seguro al mar . No bien hubo puesto los pies sobre la
playa, cuando corrió hacia donde estaba su padre con
la rapidez de una flecha . Sus primeros transportes de
alegría cuando se hubo reunido á él habrían arrar
cado lágrimas al hombre dotado de la más grande fir
meza. Lo abrazó , lo besó , le hizo mil caricias , lo cogió
en brazos , lo sentó en el suelo sobre el tronco de un
árbol , se tendió á su lado , después se levantó y lo es
tuvo mirando por espacio de un largo cuarto de ahora
como se mirara un cuadro extraordinario ; después
42 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

de lo cual se arrojó de nuevo al suelo y lo volvió á


acariciar y besar ; por último , se levantó y se puso aun
á contemplarlo. Se hubiera creído que el pobre mu
chacho estaba hechizado ; mas al día siguiente los
nuevos extremos que le sugirió su ternura , hubieran
hecho reir al hombre de más gravedad . Por la mañana
se paseó por la playa durante muchas horas con su
padre , llevándolo de la mano como si fuese una dama ;
y de cuando en cuando lo dejaba para ir al bote á
buscar alguna cosa para él, como un pedazo de azúcar ,
un vaso de licor , una galleta , en fin , todo lo mejor que
había. Después del mediodía aun hizo otra cosa : hizo
sentar al anciano y se puso á bailar á su alrededor,
haciendo mil posturas, mil gestos burlescos ; al propio
tiempo no cesaba de hablarle , refiriéndole para diver
tirle alguna anécdota de sus viajes , y todo lo que le
había sucedido en países lejanos . Finalmente , si se
hallase la misma afección filial en todos los cristianos
del globo , se podría mirar como inútil el cuarto man
damiento de la ley de Dios . Pero dejémonos de digre
siones , y volvamos á mi desembarco .
No es necesario enumerar los cumplimientos y buen
trato que me prodigaron los españoles ; el primero
que se presentó, y que reconocí muy bien , como ya
he dicho, fué aquel á quien había salvado la vida .
Se dirigió al bote acompañado de uno solo de sus
compañeros , llevando también una bandera blanca :
al principio no me reconoció, no se le ocurrió el que
yo fuese el que volvía á aquellas regiones , hasta que
le hube hablado . « Caballero , le dije en portugués ,
¿ no me reconocéis ? » No me contestó ni una palabra
siquiera ; pero dando su mosquete al compañero , abrió
los brazos , y pronunciando en español algunas pala
bras que no pude entender, vino á abrazarme . Díjome
CAPÍTULO II. 43

que no tenía excusa de no haber reconocido aquel


rostro , que se había mostrado una vez á él como el de
un ángel bajado del cielo para salvarle la vida . Añadió
á más una multitud de corteses palabras, peculiares
á los españoles bien educados , y haciendo una señal
al hombre que acompañaba, le dijo que fuese á
llamar á sus camaradas . Entonces me preguntó si
quería visitar mi antiguo castillo , del cual me pondría
en posesión , y donde vería que no habían hecho me
joras más que de poca importancia . Dirigímonos ,
pues , hacia aquel lado ; pero , ¡ ah ! no reconocí aque
llos sitios , lo mismo que si no los hubiera visto jamás .
Se habían plantado tantos árboles , y estaban coloca
dos de tal modo , tan cerca los unos de los otros , y en
diez años habían crecido tanto , que aquel lugar estaba
enteramente inaccesible , á excepción de algunos sen
deros ocultos y tortuosos que podían sólo encontrar
aquellos que los habían hecho . Preguntéle por qué
eran todas aquellas fortificaciones ; me respondió que
yo conocería perfectamente la necesidad , cuando su
piese cómo ellos habían pasado el tiempo después de
su llegada á la isla luego que supieron desgraciada
mente mi marcha . Me aseguró que se había alegrado
sobremanera de mi dicha cuando supo que había par
tido en un buen buque y según mis deseos : había
conservado , me dijo, la firme persuasión de volverme
á ver algún día ; pero nada en su vida le había sor
prendido y afligido más al principio que la contrarie
dad que experimentó á su vuelta á la isla no hallán
dome en ella.
Acerca de los tres bárbaros , como él los llamaba,
que nosotros habíamos dejado , y de quienes tenía una
larga historia que contarme , si no hubiesen sido tan
pocos , los españoles hubieran vivido mejor entre los
44 AVENTURAS DE BOBINSON CRUSOÉ.

salvajes . « Si hubiesen sido hastante fuertes, continuò,


haría bastante tiempo que estaríamos todos en el pur
gatorio . » Á estas palabras, hizo la señal de la cruz
sobre su pecho . « Pero espero , caballero, que no to
maréis á mal que os diga que , obligados por la ne
cesidad , nos vimos precisados por nuestra propia
conservación á desarmar y someter aquellos hombres,
que no contentándose con ser moderadamente nues
tros dueños , querían llegar á ser nuestros verdugos . »
Le repliqué que ya me lo había temido , y que nada
6 había sentido más al abandonar la isla que no hubiese
vuelto él con sus compañeros , á fin de ponerlos en
posesión de mis propiedades, y dejar á los otros en
un estado de sujeción que tenían bien merecido ; que
si ellos los habían reducido á dicho estado , lejos de
reprendérselo , estaba sumamente satisfecho, pues
sabía que aquellos bribones eran muy díscolos , é in
corregibles , y capaces de cometer todo género de
maldades .
Durante esta conversación , el hombre que había
enviado á llamar á sus compañeros , llegó con otros
once con los trajes que entonces llevaban era impo
sible conocer á qué nación pertenecían ; pero mi espa
ñol me puso bien pronto al corriente . Desde luego se
volvió hacia mí me dijo mostrándomelos : « He aquí
caballero , algunos de los individuos que os son deu
dores de la vida . » Entonces, dirigiéndose á ellos y
señalándome , les hizo conocer quién era yo . En su
consecuencia se acercaron uno á uno , no como gente
mar ú hombres ordinarios , sino como si hubiesen
sido embajadores de alto origen , y yo un monarca ó
un gran conquistador. Su conducta no pudo ser más
galante y cortés, aunque mezclada de una varonil y
majestuosa gravedad que les sentaba á las mil mara
CAPÍTULO II. 45

villas . En una palabra , sus maneras eran tan superiores


á las mías , que no sabía cómo recibir sus cumplimien
tos, y menos aun cómo volvérselos iguales .
La historia de su llegada y de su conducta en la isla,
después de mi partida , es tan notable , ofrece tantos
incidentes , que la primera parte de mis memorias
ayudará á comprenderla, pues tiene tanta semejanza
en la mayor parte de sus detalles con la relación que
he dado , que tengo un gran placer en transmitirla á
aquellos que me sigan .
No me detendré ahora en contar minuciosidades , lo
cual me pondría en el caso de poner más de diez mil
dije, dijo, me dijo , le dije y otras frases parecidas ; mas
bosquejaré los hechos históricamente, con tanta fideli
dad como mi memoria me los recuerde , de todo lo
que supe en las varias conversaciones que tuve , y tam
bién con respecto á los mismos parajes .
Para ser lo más lacónico y claro posible, debo re
cordar las circunstancias en las cuales abandoné la
isla , y en las que se hallaban las personas de quienes
voy á hablar. Es preciso primeramente repetir que
había enviado al español con el padre de Domingo (los
dos salvados por mí del furor de los salvajes) en una
grande canoa, con dirección á la tierra que yo tomaba
entonces por el continente , con la misión de traer á
sus compatriotas á fin de preservarlos de desgracias
semejantes á las que ellos habían experimentado , de
socorrerlos y de encontrar con ellos, si era posible
algún medio para salir de allí .
Cuando los hice partir, no tenía la más mínima apa
riencia , ni la menor razón para esperar mi libertad .
Hacía más de veinte años que no pensaba en ello , ni
podía prever lo que iba á suceder, es decir, que un
buque inglés abordaría allí expresamente para lle
3.
46 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

várme . Por lo tanto , debió ser para ellos una grande


sorpresa cuando volvieron , no sólo el no hallarme, sino
también el ver tres extranjeros abandonados en aquella
isla y en posesión de todo lo que me había pertene
cido , y que de otro modo hubiera sido suyo de dere
cho .
Sin embargo, lo primero de que me informé, para
continuar la relación en donde la he dejado , fué lo que
lesera enteramente personal ; pedí al español una cuenta
detallada de su viaje en la canoa , para ir en busca de
sus compatriotas . El tiempo había permanecido en
calma, el mar muy sosegado . En cuanto á sus compa
triotas, no puedo dudar que no estuviesen enajenados
de alegría al volverle á ver, pues era , según mi pare
cer, el más eminente de todos, habiendo muerto des
pués de algún tiempo el capitán de su buque náufrago .
Se habían sorprendido tanto más , cuanto que sabiendo
que había caído en poder de los salvajes, calcularon
que había sido devorado como el resto de los prisio
neros . Cuando les contó la historia de su salvación , y
los medios que tenía de conducirlos á la isla , les pareció
un sueño . Su asombro , decía él , traía á la memoria el
de los hermanos de José cuando se descubrió á ellos y
les contó su elevación en la corte de Faraón . Pero
viendo las armas , la pólvora, las balas y las provisiones
que había traído para hacer el viaje , volvieron en sí
y se entregaron con reserva al gozo que les causaba su
libertad , y se dispusieron inmediatamente á seguirle .
Primeramente tuvieron que procurarse canoas , y para
esto les fué necesario alejar un poco su estricta probi
dad con respecto á sus amigos los salvajes , apoderán
dose de dos grandes canoas ó piraguas , bajo pretexto
de ir á pescar ó á una partida de diversión . Se embar
caron al día siguiente por la mañana muy temprano ;
CAPÍTULO II. 47

sus preparativos no exigían mucho tiempo , porque no


tenían ni equipaje , ni vestidos , ni provisiones, ni nada ,
en fin , sino lo puesto y algunas raíces que ocupaban el
lugar del pan .
Mis enviados estuvieron ausentes por espacio de tres
semanas . En dicho intervalo , desgraciamente para
ellos , encontré la ocasión de salir de la isla , como ya
he referido , dejando en ella tres bribones , los más
impudentes, más ariscos , intratables y menos sociables
que puedan hallarse . El solo acto de lealtad de aquellos
pillos , á la llegada de los españoles , fué darles mi carta,
provisiones y otras cosas necesarias , según yo les había
prevenido que hiciesen . Les dieron también una lar
guísima nota que les había dejado , y que contenía mis
instrucciones sobre los medios que había empleado
para subvenir á mis necesidades , la manera de hacer
el pan , de criar mis llamas domésticos, de cultivar el
grano , de secar las uvas , de fabricar mis ollas ; en una
palabra , todas mis demás industrias . Todo lo dicho ,
escrito por mí con muchos detalles , fué entregado por
ellos á los españoles , dos de los cuales sabían regular
mente el inglés . No rehusaron arreglarse con los recién
llegados en todo lo demás , y desde luego estuvieron
muy unidos ; dividieron con ellos la casa ó la gruta, y
empezaron á vivir muy acordes . El jefe de los espa
ñoles , que había visto los medios de que yo me valía ,
dirigía todos los negocios ayudado del padre de
Domingo. En cuanto á los ingleses , nada hacían más
que pasear por la isla , matar papagayos , coger tortu
gas, y cuando volvían al anochecer á sus moradas en
contraban ya la cena dispuesta por los españoles.
Estos últimos se habrían acomodado á este si los
ingleses se hubiesen limitado únicamente á dejarlos
tranquilos, pero no era propio de su carácter turbu
48 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

lento ; pues como el perro del hortelano , ellos no que


rían comer ni dejar que los otros comieran . Sin embargo ,
sus cuestiones fueron al principio de poca importancia,
y por consiguiente no merecen ser referidas ; pero
bien pronto se transformaron en una guerra abierta ,
empezada con toda la grosería é insolencia imaginable ,
sin razón , sin provocación , en contradicción con el
buen derecho y el sentido común . Es cierto que me
fué hecha la revelación por los mismos españoles , á
quienes podré llamar sus acusadores ; no obstante ,
cuando interrogué á los criminales, no pudieron negar
una sola palabra.
Pero antes de pasar á las particularidades de esta
segunda parte, debo suplir una omisión hecha en la
primera. He olvidado mencionar que en el momento
en que íbamos á levar el ancla , se suscitó á bordo del
buque una disputa que me hizo temer un segundo
motín ; no se apaciguó más que por la presencia de
ánimo del capitán , que con mi asistencia los separó á
la fuerza, se apoderó de los dos más revoltosos , y los
hizo cargar de cadenas . Como habían tomado una parte
activa en los primeros desordenes , y dejado escapar
algunas palabras subversivas y peligrosas , los amenazó
con tenerlos encadenados hasta llegar á Inglaterra , en
donde serían ahorcados por sediciosos , y haber inten
tado desertarse llevándose el buque . Dicha amenaza,
aunque el capitán no tuvo intención de realizarla, inti
midó á la mayor parte de la tripulación , la cual em -
pezó á decir que el capitán los engañaba hasta su
llegada á un puerto inglés , que los pondría á todos
presos , y por lo tanto se les juzgaría El teniente
advertido de todo nos comunicó aquella noticia ; por
lo cual se convino conmigo que como me tenían por
una persona de importancia , iría acompañado del
CAPÍTULO II. 49

segundo á hablarles y decirles que les aseguraba , si se


portaban bien durante el viaje , que todo lo que habían
hecho anteriormente sería olvidado . Fuí , pues, á ha
blarles , y después de haberles dado mi palabra de
honor, pareció que quedaban completamente satisfe
chos , sobre todo cuando hice absolver y quitar los
hierros á los que estaban encadenados .
Estas ocurrencias nos habían retenido anclados toda
la noche ; el viento por otra parte había aflojado . Al
siguiente día por la mañana descubrimos que los dos
prisioneros , después de haberse apoderado cada uno
de un mosquete y de algunas otras armas ( por lo
tocante á pólvora y balas no sabíamos si tenían) , habían
desatado la lancha y se babían servido de ella para
reunirse en la isla con sus compañeros de rebelión.
Al instante que llegó á nuestra noticia su deserción ,
envié á tierra la chalupa , montada por doce hombres
y el teniente con orden de prender á los criminales ;
mas no pudieron cogerlos ni á los demás tampoco,
porque al ver llegar la chalupa se fueron todos á re
fugiar al bosque . El teniente había pensado , en castigo
de sus iniquidades , destruir sus plantaciones, quemar
sus utensilios y dejarlos sin socorro de ninguna clase ;
pero no teniendo órdenes para ello , nada tocó , dejó
las cosas del mismo modo que las había encontrado , y
rocogiendo la lancha vino á bordo sin ellos.
Aquellos dos hombres , unidos con los otros , eran
cinco ; mas los tres primeros eran tan superiores á los
restantes en maldad , que al cabo de dos ó tres días
cerraron la puerta á los recién venidos , abandonándolos
á sí mismos y no queriendo que hubiese nada en común
con ellos. Al propio tiempo rehusaron por espacio de
algún tiempo el darles el menor alimento.
Los españoles no habían llegado aun en aquella
50 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

época . Cuando desembarcaron , el negocio empeoró .


Probaron en vano de obligar á aquellos tres brutos á re
conciliarse con sus compatriotas , no debiendo , decían ,
formar todos más que una sola familia ellos no qui
sieron oir nada. Así, los otros dos se vieron precisados
á vivir aparte , y no teniendo otra clase de recursos que
su trabajo y su industria, para hacer soportable la vida ,
fueron á plantar sus tiendas á la costa setentrional de
la isla , pero un poco más hacia el oeste , para estar al
abrigo de los salvajes , que desembarcan siempre en
la costa oriental .
Allí construyeron dos chozas , la una para habitar,
la otra para que sirviese de almacén ; y habiéndoles
dado los españoles un poco de trigo para sembrar , y
también una parte de los guisantes que yo les había
dejado , labraron , plantaron , hicieron cercados , to
mando por modelo los míos , y empezaron á vivir con
bastante comodidad . Su primera cosecha fué buena,
y aunque en un principio no sembraron más que un
pequeño pedazo de tierra , era suficiente para proveer
á sus necesidades y suministrarles pan y otros alimen
tos . Uno de ellos , habiendo sido ayudante de cocina
en el buque , entendía perfectamente el hacer potajes ,
empanadas , y todos los platos que el arroz , la leche y
la poca carne que podía obtener le permitían pre
parar .
En esta situación se hallaban , cuando los tres des
naturalizados bribones, sus compatriotas, por puro
capricho y por insultarlos, fueron á armar camorra,
con el pretexto de que la isla era para ellos solos ; que
el gobernador (hablando de mí) les había dado la pose
sión y que nadie tenía derecho de establecerse , cdi
ficar casas en terrenos que eran suyos, sin pagar el
alquiler á los propietarios. Los otros dos, creyendo
Arrojó al suelo de un culatazo al bribón que había empezado
la riña,
CAPÍTULO II. 53

al principio que se chanceaban, los invitaron á entrar


y á sentarse para que viesen después las hermosas
habitaciones que habían construído , y entenderse luego
sobre el alquiler que ellos exigían . Uno de ellos dijo al
mismo tiempo riéndose , que si eran los señores de la
isla , esperaba que concederían un cómodo arrenda
miento , según se acostumbra , á los que construyen
sobre terrenos vírgenes y los mejoran ; les suplicó
también que les mandara un escribano para que forma
lizase el contrato . Uno de los tres malvados, jurando y
blasfemando , los contestó que él iba á hacerlas ver si
aquello era un juego ; y corriendo no lejos de allí, hacia
el paraje en donde aquellos tenían su lumbre para
preparar la comida , cogió un tizón , lo aplicó á las pa
redes exteriores de la choza , y sin más razón las pegó
fuego . Bien pronto hubiera quedado reducida á cenizas ,
si uno de los propietarios no hubiera rechazado á aquel
malvado, y no hubiese apagado con los pies el fuego ,
no sin mucho trabajo . El infame se puso tan furioso de
haberse visto vencido por el otro , que volvió al mo
mento hacia su enemigo con una estaca que llevaba en
la mano, y si éste no hubiese evitado el golpe con des
treza, y no se hubiese refugiado en su choza , aquel día
hubiera sido el último de su vida . Su camarada , viendo
el peligro que á ambos amenazaba, se unió á él , y bien
pronto salieron igualmente armados con sus mosque
tes. El uno arrojó al suelo de un culatazo al bribón que
había empezado la riña antes que sus compañeros
pudiesen socorrerle . Viendo entonces que acudían los
demás , los aguardaron á pie firme , y presentándoles la
boca de sus mosquetes , les intimaron que se retirasen .
Sus adversarios tenían también armas de fuego ; pero
uno de los dos que habitaban en las chozas , más
atrevido que su camarada y exasperado por el peligro ,
54 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

les dijo que si hacían el más pequeño movimiento


podían contarse por muertos , y les ordenó imperiosa
mente que rindiesen las armas . No las depusieron ; pero
viendo á sus contrarios tan resueltos , pidieron parla
mentar, y accedieron finalmente á irse , llevándose á su
compañero , que parecía estar herido gravemente .
Aquellos hicieron mal en no desarmar á los bribones
mientras tenían la ventaja sobre ellos , como hubieran
podido hacerlo con facilidad , y no irse en seguida
adonde estaban los españoles para contarles cómo
aquellos miserables los habían tratado , pues los mal
vados no pensaron más que en vengarse, y cada día
hacían una nueva prueba.
Pero no creo deber aumentar esta parte de mi his
toria con la relación de otros varios rasgos de maldad ,
tales como el de pisotear sus sembrados , de matar á
tiros tres jovenes llamas y la madre de estos que los
pobres habían criado ; en una palabra , en atormen
tarlos día y noche . Los persiguieron con tal extremo ,
que los dos desgraciados , reducidos á la desesperación ,
determinaron el desafiar á sus tres adversarios à la
primera ocasión favorable que se presentara . Con este
objeto, resolvieron ir al castillo , como ellos llamaban
á mi antigua morada , en donde vivían los tres bribones
entonces con los españoles , con la intención de retarlos
tomando á los españoles por testigos . Levantáronse ,
pues , una mañana al amanecer , y se encaminaron á la
fortaleza ; al llegar allí llamaron á los ingleses por su
nombre, y á un español que les contestó qué querían ,
le respondieron que tenían necesidad de hablarles .
Daba la casualidad que el día anterior dos de los
españoles habían encontrado á uno de los dos ingleses
buenos , que los nombraremos así para distinguirlos
de los malvados compatriotas suyos . El primero se
CAPÍTULO II. 55

quejó amargamente á los españoles del bárbaro proce


der de sus paisanos, contándoles como habíar devas
tado su plantación , destruído el trigo que tanto trabajo
les había costado hacer que saliese , y el haber tirado á
su llama de leche y á los tres hijuelos , que componían
todos sus recursos de subsistencia ; de suerte , que si
sus amigos , es decir , los españoles, no los socorrían
de nuevo, los dos perecerían de hambre .
Cuando los españoles volvieron por la tarde á su re
sidencia, y luego que estuvieron todos reunidos para
cenar , uno de ellos se atrevió á reprender á los tres
ingleses, aunque en términos moderados y políticos ,
preguntándoles cómo podían ser tan crueles con unos
compañeros tan inofensivos y pacíficos , que no procu
raban más que ponerse en estado de poder vivir con el
fruto de su trabajo , y qué tanto les había costado el
llegar á poner las cosas en el grado de perfección en
que las tenían . Uno de los ingleses replicó muy brus
camente : ¿ qué tienen ellos que hacer aquí ? Habiendo
venido sin permiso , no pueden edificar ni plantar en
la isla , atendiendo á que el terreno no les pertenece .
-Sin embargo , contestó el español con mucha flema :
sin embargo, señor inglés , ellos no deben morirse de
hambre . El inglés, que era un bestia , respondió : ¡ Que
se mueran de hambre, y que se vayan al infierno ! No
――――
edificarán ni plantarán en la isla . Pues entonces ,
¿qué harán ? replicó el español.- ¿ Qué harán ? repitió
otro de aquellos hombres feroces ; serán nuestros cria
dos y trabajarán para nosotros . -¿Cómo podéis espe
rar esto de ellos ? dijo el español ; ¿ los habéis comprado
acaso con vuestro dinero ? Si no es así, no tenéis dere
cho para hacerlos criados vuestros . El inglés respon
dió que la isla era suya y de sus dos compañeros ; que
el gobernador se la había dado , y que ellos solos eran
56 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.

los que podían hacer lo que les acomodase ; y al mismo


tiempo jurando por el nombre de Dios , dijo que irían
á pegar fuego á todas las chozas que se construyesen
sobre sus tierras . ¿ Segun eso , nosotros también de
bemos ser vuestros criados ? continuó el español . → -
Ciertamente, y lo šeréis más pronto de lo que pensáis ,
respondió descaradamente aquel bribón , mezclando
dos ó tres tacos á sus insolentes palabras. El español
se contentó con sonreirse y no se dignó responderle .
Sin embargo , aquella discusión había exaltado sus
malas cabezas , y levantándose uno de ellos , dijo al
otro : « Vamos , Jacobo, deja que ruede la bola , es ne
cesario que les demos otro avance . Destruiremos sus
barracas , yo te lo aseguro no establecerán colonia en
nuestros dominios . » Después de esto salieron juntos ,
tomando cada uno un mosquete , un sable y una pis
tola, yrefunfuñando algunas palabras insultantes sobre
lo que harían con los españoles cuando se presentase
ocasión favorable . Como éstos no entendían bien el
idioma inglés , no pudieron oir todo lo que decían ;
únicamente les fué posible comprender que se les ame
nazaba por haber hablado en favor de los dos ingleses.
Adónde fueron ni cómo pasaron la tarde aquellos
malvados , no pudieron indagarlo los españoles , según
los mismos me dijeron ; mas parecía que después de
haber dado vueltas por la isla parte de ia noche , se
habían parado en el sitio que yo llamaba mi bosque
cillo, rendidos por el cansancio y el sueño . Habían
determinado esperar á que fuese media noche para
sorprender á sus dos compatriotas dormidos ; su pro
yecto , según luego confesaron , era pegar fuego á sus
chozas mientras los dos ingleses estaban dentro para
que se abrasasen al mismo tiempo , ó matarlos cuando
intentasen salir . Aunque el malvado rara vez goza de
CAPÍTULO II. 57

un sueño profundo , entonces , por una anomalía difícil


de explicar, durmieron mucho rato .
No obstante, los dos ingleses buenos tenían también
su proyecto, como he dicho, proyecto más noble y
honroso que el de quemar y asesinar. Sucedió afortu
nadamente para todos , que ellos estaban ya caminando
con dirección al castillo , cuando sus sanguinarios com
patriotas llegaron á los chozas . Éstos las encontraron
vacías á su llegada ; Atkins , que al parecer era el que
iba de descubierta , dijo con presteza á sus compañe
ros : « Oh, Jacobo , aquí está el nido : pero los pájaros
han volado ! ¡ El diablo se los lleve ! » Estuvieron largo
rato deliberando sobre los motivos que les habrían
impelido á salir tan á deshora , y se les metió en la ca
beza de que los españoles los habían avisado . En se
guida se dieron las manos y juraron vengarse también
de éstos . Después de haber hecho aquel cruel pacto ,
se pusieron á destruir la morada de sus compatriotas.
Es verdad que nada quemaron ; pero echaron abajo las
dos chozas , y las demolieron pieza por pieza hasta no
quedar una sola estaca en pie , de tal modo , que con
dificultad se podía conocer el sitio que habían ocu
pado . Rompieron todo su poco menaje , y lo disper
saron de tal manera , que sus infelices dueños encon
traron después algunos de los utensilios á más de una
milla de distancia de su habitación . Concluída tan
bella hazaña , arrancaron los arbolitos que los pobres
colonos habían plantado , así como los cercados que
protegían su campo de trigo y su ganado ; en una pa
labra , lo saquearon y devastaron todo tan completa
mente como hubiera podido hacerlo una horda de tár
taros .
Mientras tanto los dos ingleses buenos habían salido
á buscar y batirse con los malvados en cualquier sitio
58 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.
L.
que los hallasen, aunque ellos tuviesen la desventaja de
ser dos contra tres ; y efectivamente, si hubiese llegado
á suceder, habría corrido mucha sangre , pues hacién
doles justicia, todos eran valientes y en extremo osados .
Pero la Providencia puso más cuidado en separar
los que ellos en reunirse ; pues mientras unos esta
ban en el castillo , los otros llegaban á las chozas , y
T
cuando éstos volvian á su morada , sus adversarios sa
lo
lían de ella para procurar encontrarlos .
Pero ahora nosotros vamos á ver la diferencia de su er
T
conducta . Cuando los tres bribones daban la vuelta de
su expedición , se llegaron á los españoles y les conta qu
ron con jactancia todo lo que acababan de hacer. Luego
uno de ellos se acercó á uno de los españoles , le quitó
el sombrero , le hizo dar dos ó tres vueltas , y le dijo
mirándole descaradamente : « Y á Vd . , señor Juan , le
sucederá lo mismo si no varía de conducta . »>
El español , aun cuando cariñoso y político , era hom
1
bre tan valiente como cualquiera otro , y además ro
busto y muy bien formado ; miró al inglés fijamente
durante algún rato , y como carecía de armas , se acercó
á él gravemente y de una puñada lo hizo caer redondo
al suelo , á la manera que el toro mide la tierra al te
rrible golpe de vigoroso cachetero . En seguida uno de
los malvados , tan impudente como el primero , tiró un
pistoletazo al español y no le dió ; sin embargo , las ba
las rozaron sus cabellos , y una de ellas , tocando el
extremo de su oreja , le hizo derramar sangre en abun
dancia.
El español, al ver correr su sangre , creyó que su
herida era de más gravedad , por lo cual empezó á al
terarse , pues hasta entonces había obrado con la mayor
calma. Decidido á concluir de una vez , se bajó , y to
mando el mosquete del que estaba en el suelo , iba á
CAPÍTULO II . 59

hacer fuego sobre el que lo había herido , cuando los


demás españoles que estaban en la gruta acudieron
gritándole que no tirase , se arrojaron sobre los dos.
ingleses, los aseguraron y desarmaron .
Viéndose en aquel estado, y conociendo que se ha
bían hecho tan enemigos de los españoles como de sus
compatriotas, los malvados comenzaron á ablandarse ,
y variando de tono volvieron á pedir sus armas . Pero
los españoles , considerando la enemistad que existía
entre aquellos tres bandidos y los otros dos ingleses ,
y persuadiéndose de que el solo medio de impedir el
que se destruyesen mutuamente era dejarlos sin armas,
les respondieron que no se les haría ningún daño , y que
si querían vivir apaciblemente, se les asistiría y vivi
rían juntos como antes ; pero que no se les podía de
volver las armas ; tanto porque parecían dispuestos á
servirse de ellas contra sus compatriotas, cuanto por
haber amenazado á los mismos españoles con reducir
los todos á la esclavitud .
Los malvados no eran capaces de raciocinar ; viendo
que no se les quería dar las armas , salieron de la for
toleza llenos de rabia , gritando como insensatos y ame
nazando vengarse aunque estuviesen desarmados . Los
españoles , despreciendo sus amenazas , les dijeron
únicamente se guardasen de causar daño alguno á sus
sembrados ó á su ganado , si no querían morir á tiros
como animales feroces , en cualquier parte donde se
les encontrase, ó ahorcados si por casualidad caían en
su poder. Dichas palabras, lejos de calmarlos , no hi
cieron más que aumentar su furor , y partieron jurando
y blasfemando como condenados .
Hacía muy poco rato que habían salido , cuando lle
garon los otros dos sumamente furiosos , aunque de
otro modo que aquéllos, y por causas bastante justas
60 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

porque habiéndose dirigido adonde tenían sus campos,


vieron enteramente destruídos sus sembrados. Apenas
tuvierontiempo de referir los ultrajes recibidos , cuando
los españoles se apresuraron á contarles los que estos
mismos habían experimentado . ¡ Era muy raro el ver
que tres hombres se atrevían á insultar á diez y nueve
sin recibir un merecido castigo !
Es verdad que los españoles se contentaban con des
preciarlos , especialmente sabiendo que estaban desar
mados, por lo que ningún caso hacían de sus amena
zas ; pero los dos ingleses estaban resueltos decidida
mente á vengarse á toda costa. Sin embargo , los
españoles mediaron todavía , y les dijeron que estando
sus enemigos desarmados, no podían consentir que
fuesen á perseguirlos y quizá á matarlos . « Mas nos
otros (dijo el español que hacía las veces de gobernador)
trataremos de que se os haga justicia si queréis dejarlo
á nuestro cuidado . Es indudable que ellos tienen que
volver aquí cuando les haya pasado la cólera , porque
sin nuestro auxilio no pueden subsistir ; y os promete
mos el no formar ninguna alianza con ellos hasta que
no os hayan satisfecho completamente, con la condi
ción de que vosotros juraréis no cometer ninguna vio
lencia con ellos , á no ser en vuestra propia defensa. »
Los dos ingleses cedieron de muy mala gana y con mu
cha repugnancia á dichas proposiciones ; pero los es
pañoles protestaron que su fin era evitar la efusión de
sangre y procurar el bienestar general. « Porque en
fin, decían , no somos muchos , hay sitio para todos
y causaría daños gravísimos el estar mal avenidos . »
Los ingleses dieron por último su consentimiento , y
esperando el curso de los sucesos vivieron algunos días
en compañía de los españoles por estar destruída su
qabitación.
CAPÍTULO II . 61
Al cabo de cinco días los tres vagabundos , cansa
dos de aquella vida errante y casi muertos de hambre,
no habiéndose alimentado durante dicho tempo más
que con huevos de tortuga, volvieron á aparecer . En
contraron á mi español , que según he dicho hacía de
jefe , paseándose con otros dos compañeros por la
orilla del mar, se acercaron del modo más sumiso y
humilde, y le suplicaron encarecidamente que los
admitiese de nuevo en la familia . Los españoles los
recibieron con urbanidad ; pero les respondieron que
como se habían comportado tan inhumanamente con
sus compatriotas y con tanta grosería con ellos mismos,
que nada podían decidir antes de consultarlo con los
dos ingleses y el resto de sus compañeros, pero que en
el acto iban á reunirse para deliberar, y que dentro
de media hora se les daría una contestación . ¡ Á qué
extremo se verían reducidos , cuando mientras los es
pañoles iban á buscar á los demás para deliberar, los
tres miserables les rogaron con las mayores instancias
que les mandaran un poco de pan para esperar el re
sultado de la conferencia ! Lo cual hicieron , añadiendo
un pedazo de llama y un gran papagayo asado, que
devoraron como verdaderos hambrientos.
Después de media hora de sesión se les hizo entrar ,
á lo cual se siguió un largo debate . Sus compatriotas
les imputaron la destrucción de sus sembrados , y el
intento de asesinarlos, lo que no pudieron negar, por
que antes habían hecho alarde de ello . Los españoles
salieron entonces á mediar , y como habían exigido de
los dos ingleses que no causarían ningún daño á sus
compatriotas indefensos , obligaron á éstos á que edifi
casen dos chozas para sus camaradas , la una de la
misma dimensión que las que antes tenían , y la otra
mayor ; además , á restablecer las cercas que habían
11 .
62 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

destruído , á volver á plantar árboles en los mismos


sitios que las habían arrancado , á labrar la tierra que
habían devastado , á fin de sembrar de nuevo ; en una
palabra , á reponerlo todo en el estado en que lo tenían
aquéllos , á lo menos en lo que fuese posible , pues su
total restablecimiento no era factible , porque la cose
cha había pasado , y el crecimiento de los árboles y
arbustos pedía tiempo . Sometiéronse á todas estas
condiciones , y como se les dió durante todo aque
tiempo provisiones en abundancia , se volvieron muy
dóciles, por todo lo cual la pequeña colonia empezó á
vivir tranquila y cómodamente . Únicamente fué im
posible acostumbrar á los tres holgazanes á que tra
bajasen para sí, sino según su capricho . Sin embargo,
los españoles les dijeron , que con tal que se adhirie
sen á vivir de un modo sociable y amistoso con los co
lonos y se interesasen por el bien general, trrbajarían
por ellos y les dejarían hacer correrías y holgar lo que
quisiesen .
Al cabo de un par de meses , durante los cuales se
habían portado bastante bien , los españoles les volvie
rion á dar sus armas, y les permitieron llevarlas como
anteriormente.
Apenas habían transcurrido ocho días después de ha
berles devuelto las armas, cuando aquellos desgracia
dos é ingratos se manifestaron ya tan insolentes y ca
morristas como antes . Mas entonces ocurrió un suceso
que amenazaba la seguridad general , y se vieron obli
gados á dar treguas á todos sus resentimientos parti
culares para defender su vida. Aconteció , pues , que
cierta noche el gobernador español ( así llamo á aquel
á quien yo había salvado la vida y que entonces era
jefe , capitán ó gobernador de los demás) no pudo dor
mir, á pesar de no sentir ningún mal físico , según me
CAPÍTULO II. 63

dijo después . Pensamientos lúgubres é inquietos , va


gas ideas de combates y muertes llenaban completa
mente su imaginación , sin embargo de estar entera
mente despierto permaneció de aquel modo largo
rato , mas aquella especie de febril exaltación , lejos de
calmar , se aumentaba á cada instante más y más , de tal
manera, que decidió levantarse . Como eran tanta gen
te, se acostaban la mayor parte sobre pieles de llama
colocadas encima de una especie de camillas ó catres ,
que ellos mismos habían construído y no en una ha
maca ó cama de buque , como yo cuando estaba en la
isla poco les costaba á ellos levantarse , pues con sólo
ponerse en pie , meterse un chaquetón calquiera y
calzarse unos zapatos , se encontraban dispuestos á ir
adonde mejor les pareciese . Se levantó y dirigió la vista
á la parte exterior, pero á causa de la oscuridad nada
vió ; además , los árboles que yo había plantado , según
hemos visto al principio de la presente historia , ha
bían crecido prodigiosamente , y por consiguiente
impedían el que pudiese ver nada , á no ser el cielo
que estaba sembrado de estrellas , las cuales reflejaban
su brillante claridad en la tierra . No percibiendo el
menor ruido volvió á acostarse por segunda vez , pero
nada de poder conciliar el sueño, nada de poder re
posar traquilamente ; todo lo contrario, la agitación
de sus pensamientos se redoblaba á cada momento sin
que pudiese acertar con la causa . El ruido que había
hecho levantándose , y yendo y viniendo de una parte
á otra, despertó á uno de sus compañeros , que le pre
guntó por qué se había levantado . El gobernador
le refirió el estado en que se hallaba . « Siendo así,
contestó el otro, son cosas que no debemos despre
ciar, y ciertamente es preciso que fijemos en ellas nuestra
atención : tengo por seguro de que nos amenaza algún
64 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

peligro . » En seguida le preguntó : « ¿ en dónde están


los ingleses ? En sus chozas y muy sosegados . >> Los
españoles se habían reservado la habitación principal ,
y señalado á los tres ingleses un sitio aparte adonde
después de su última rebelión los habían relegado ,
con el objeto de que estuviesen separados de los de
más. « No importa, respondió el español , es indudable
que va á suceder algo , lo sé por experencia ; tengo
la convicción de que nuestra alma , aunque encerrada
en el cuerpo , tiene comunicación con los espíritus
inmateriales , habitantes de un mundo invisible , reci
biendo de éstos saludables advertencias . Este aviso nos
ha sido dado para nuestro bien si sabemos hacer de él
un buen uso. Venid , continuó , salgamos y echemos
una ojeado por el exterior , y si nada vemos que pueda
justificar nuestra inquietud , os referiré una historia
que os convencerá de la verdad de mis asertos . »
En el instante salieron ambos , treparon á la cúspide
de la colina, según yo tenía la costumbre de hacer, y
como ellos eran muchos , no tomaron les precauciones
que yo usaba en tales casos, es decir , el subir por me
dio de la escala y quitarla en seguida de haber subido ,
volviéndola á colocar y quitar á medida que iba su
biendo hasta llegar á ganar la altura ; de modo que sin
reflexionar ni precaver dieron la vuelta por la selva .
De repente vieron con sorpresa el resplandor de un
fuego á muy poca distancia, y oyeron voces , no sólo
de uno o dos hombres , sino de muchos .
En todas las ocasiones que yo había visto desem
barcar salvajes en la isla, mi primer y constante cui
dado había sido ocultar siempre que estaba habitada ;
y cuando por casualidad ellos llegaron á descubrirlo ,
fué bien á su costa, pues los que escaparon , con difi
cultad podían dar cuenta de su descubrimiento , porque
CAPÍTULO II. 65

nosotros desaparecimos lo más pronto posible, y los


únicos que nos habían visto eran tres salvajes que
en nuestro último encuentro se salvaron en la canoa , y
que me habían hecho temer que vueltos á sus hogares
volviesen con un refuerzo considerable .
¿ Sería á consecuencia de la relación que habrían
hecho aquellos tres miserables , el que llegasen ahora en
considerable número adonde ellos venían antes acci
dentalmente , ignorantes de todo , y sí sólo á celebrar
como de costumbre sus sangrientos festines ? Esto es lo
que los españoles no pudieron , según creo , llegar a
comprender. Sea lo que quiera , hubiera sido una fe
licidad para éstos el haberse conservado ocultos , y no
haber visto á los salvajes , ó á lo menos que no les hu
biesen dejado sospechar que aquellos lugares estaban
habitados . En caso contrario , no les quedaba otro re
curso que caer sobre ellos tan vigorosamente , de modo
que ninguno pudiese escapar , y esto no podía efec
tuarse más que arrojándose entre ellos y sus canoas.
Pero nuestra gente no tuvo tanta presencia de ánimo ,
por lo cual su tranquilidad se destruyó por largo tiempo .
Al punto el gobernador y su compañero , sorpren
didos con aquel acontecimiento, corrieron inmediata
mente á despertar á sus amigos para contarles el pe
ligro inminente que amenazaba á todos . Al instante se
alarmaron sobremanera , y fué imposible el poderlos
persuadir que se conservasen encerrados en el inte
rior, queriendo todos salir para cerciorarse del estado
de los sucesos.
Mientras que duró la oscuridad no fué del todo malo ,
pues pudieron ver á los salvajes con comodidad al res
plandor de las tres hogueras que habían hecho de tre
cho en trecho ; pero no podían distinguir lo que estos
hacían ni lo que ellos mismos habían de hacer . Al prin
4.
66 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

cipio los enemigos eran muy numerosos ; después sc


dividieron en pequeñas partidas, y se acamparon en
diversos sitios de la ribera . Aquel espectáculo cons
ternó sumamente á los españoles : al ver á los salvajes
vagar por un lado y otro de la playa , no dudaron que
tarde o temprano alguno de ellos descubriese la forta
leza , y por aquel indicio sacasen en consecuencia que
la isla estaba habitada . Temieron , sobre todo , por su
ganado, cuya destrucción los hubiera reducido casi á
morirse de hambre : así, lo primero que hicieron fué
mandar antes que amaneciera á tres hombres , dos es
pañoles y uno de los ingleses , que condujeran los ani
males al gran cercado donde estaba situada la cueva
subterránea , y hacerlos entrar en ella misma si era
necesario .
Si los salvajes su hubiesen hallado reunidos y lejos
de sus canoas , se hubiesen decidido á atacarlos aunque
hubiesen sido en número de ciento ; pero no tuvieron
semejante suerte , porque ellos estaban divididos en
dos bandos , permaneciendo á dos millas de distancia
los unos de otros , habiendo sabido después que per
tenecían á dos naciones distintas. Después de haber
reflexionado largo rato , y quebrádose la cabeza sobre
lo que habían de hacer en tales circunstancias , resol
vieron, mientras aun era de noche, enviar de obser
vacion al viejo salvaje , padre de Domingo, con el ob
jeto de descubrir , si era posible , algo de sus intenciones ;
de saber con qué fin venían , lo que pretendían hacer,
de obtener por último algunos datos . El anciano se
prestó de buena gana , y habiéndose quedado entera
mente desnudo como la mayor parte de los salvajes ,
partió . Después de una ó dos horas de ausencia , vol
vió diciendo que habiéndose deslizado entre los sal
vajes , y mezcládose con ellos sin ser notado , había
CAPÍTULO II. 67

reconocido que eran de dos naciones diversas que


estaban en guerra la una con lo otra ; que habiéndose
dado una gran batalla en su país , de cuyas resultas se
habían hecho muchos prisioneros de una y otra parte ,
habían desembarcado por casualidad en la misma
ribera para regocijarse y devorarlos . Pero su fortuito
encuentro en un mismo lugar había turbado su alegría,
estando tan coléricos unos y otros , que estando tan
cerca , sería probable que empezarían á combatir al
instante que cesasen las tinieblas . Nada había dado á
conocer al anciano que ellos pudiesen llegar á creer
hasta entonces que la isla estaba habitada .
Apenas había terminado su relato , cuando un extra
ordinario ruido les dió á entender que los dos peque
ños ejércitos habían llegado á las manos con encar
nizamiento . El padre de Domingo empleó todos los
argumentos y medios de persuasión que pudo encon
trar para decidir á nuestra gente á permanecer tran
quilos , y procurar el que no se les viese . Les significó
que su seguridad dependía de esta precaución ; que
los salvajes se destruirían á sí mismos , y que los que
quedasen después del combate se embarcarían . Efec
tivamente , así sucedió ; mas fué de todo punto impo
sible el hacerse escuchar , sobre todo de los ingleses .
Su curiosidad los arrastró hasta la imprudencia, no
pudiendo impedir el que saliesen á ser espectadores
del combate . Sin embargo, usaron de algunas precau
ciones, es decir, no fueron á cuerpo descubierto en la
misma dirección que ocupaba su habitación , sino que
se internaron en los bosques , y se colocaron de modo
que pudiesen ver el combate con toda seguridad sin
ser vistos ; á lo menos así lo creían . A pesar de todo ,
á lo que parecía , los salvajes los divisaron , según luego ,
se verá.
68 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

El combate fué sangriento , y según los ingleses,


muchos guerreros manifestaron un extremado valor ,
una firmeza indomable y mucha habilidad y tino para
mandar. La pelea duró dos horas antes que pudiese
conjeturarse cuál de los dos partidos sería vencido ;
pero poco después de dicho tiempo , el bando que
estaba colocado más próximo á la habitación comenz
zó á ceder y debilitarse empezando á huir algunos, lo
cual consternó sobremanera á los espectadores .. Te
mían que algunos fugitivos se dirigiesen para refugiarse
hacia el bosquecillo que se extendía delante de la
habitación , y por esta casualidad llegasen á descubrirla
sucediendo lo mismo á los vencedores que fuesen
en su seguimiento . En su consecuencia , trataron de
ponerse sobre las armas y esperar detrás de las trin
cheras , y cuando los salvajes llegasen , hacer de repente
una salida y matarlos á todos , á fin de que ninguno
de ellos , si era posible , pudiese ir á dar cuenta de lo
que había pasado . Convinieron en servirse no más que
de los sables ó de las culatas de los fusiles , por miedo
de difundir la alarma si hacían fuego.
La cosa pasó como ellos lo esperaban : tres fugitivos
del bando vencido , atravesando la pequeña bahía á
nado se dirigieron corriendo desalentados hacia ellos ,
no sabiendo adónde iban , pero creyendo refugiarse en
un espeso bosque . El centinela avanzado , colocado en
observación , hizo notar á los demás esta circunstancia,
añadiendo con la mayor satisfacción que los vence
dores no perseguían á los fugitivos por no haber visto
el camino que habían tomado . Mas el gobernador es
pañol, hombre humano en sumo grado , se opuso for
malmente á que se matasen los tres fugitivos ; pero
enviando á tres de los suyos que fuesen por lo alto de
la olina, los ordenó que diesen un rodeo y viniesen
NIJ!

O JAHYER

Los españoles visitaron el campo de batalla y hallaron en él


treinta y dos cadáveres.
CAPÍTULO II. 71

por detrás con objeto de sorprenderlos y hacerlos


prisioneros, lo cual fué ejecutado exactamente .
El resto del pueblo vencido se arrojó precipitada
mente en sus canoas , y ganó el mar . Los vencedores
dejaron de perseguirlos , y reuniéndose en un solo
cuerpo, empezaron á dar grandes gritos , sin duda.
en señal de triunfo . Así concluyó el combate . Serían
las tres de la tarde cuando á su vez se dirigieron á
sus canoas, viéndose los españoles libres de aquel
peligro . Su temor se desvaneció en seguida, y se
pasaron muchos años sin que volviesen á ver ningún
salvaje .
Después de su partida , los españoles salieron de su
retiro , visitaron el campo de batalla y hallaron tendi
dos en él treinta y dos cadáveres . Muchos habían
sido heridos con largas flechas, ias cuales tenían aun
algunos clavadas ; pero la mayor parte habían sido
muertos á golpes de sable de una madera dura y pe
sada nuestra gente recogió diez y seis ó diez y siete
que quedaron en el sitio del combate , con otros tan
tos arcos y un considerable número de flechas . Dichos
sables eran muy singulares , toscos é incómodos de ma
nejar, y de los cuales sólo podían servirse hombres
muy vigorosos. La mayoría de los muertos tenían la
cabeza rota , ó como nosotros decimos en Inglaterra ,
<< los sesos fuera del cráneo ; » otros los brazos y pier
nas . Es indudable que la batalla había sido reñida , y
que pelearon ambas partes con el mayar valor y ani
mosidad . Ni uno solo se encontró que no estuviese com
pletamente muerto , pues los salvajes se ceban en sus
enemigos hasta que concluyen del todo con ellos , y se
llevan todos sus heridos que aun respiran.
Este acontecimiento amansó á nuestros ingleses por
algún tiempo : semejante espectáculo los había ate
72 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

rrorizado ; temblaban al pensar que podían caer un


día en poder de aquellos bárbaros , los cuales , no sólo
los sacrificarían como enemigos, sino que los harían
pedazos para devorarlos , del mismo modo que nos
otros matamos nuestro ganado . Me confesaron que la
sola idea de ser comidos como un buey ó un carnero
los había horrorizado de tal manera , que por poco
caen enfermos ; dicha imagen había herido su espíritu
de un terror extraordinario , tanto que por espacio de
algunas semanas fueron otros hombres . Después de la
citada alarma, los tres convertidos se mostraron tra
tables , y concurrían con bastante eficacia á los trabajos
de la colonia ; ellos plantaban , sembraban , recogían la
cosecha y empezaban á connaturalizarse con el país ;
pero fueron tan poco precavidos todos, que resultó
con este motivo una nueva serie de desgracias .
Habían cogido , como ya sabe el lector, tres prisio
neros éstos eran hombres jóvenes , ágiles , robustos ,
por lo cual los habían convertido en criados , y les
habían enseñado á trabajar para ellos. Las faenas que
hacían eran de esclavos ; pero sus amos no obraron
con ellos como yo había hecho con Domingo : no creían
que era de su deber, después de haberles salvado la
vida, el inculcarles sabios preceptos de buena con
ducta, de religión , y dedicarse á civilizarlos y ganarse
su estimación por su buen comportamiento y cariño
sas razones . Dándoles el alimento diario , les señalaban
una tarea, y los empleaban enteramente en los traba
jos más pesados, rudos y serviles ; siendo esto una
gravísima falta, en atención á que jamás hubieran po
dido contar con ellos para ayudarlos y combatir á su
lado , como lo hacía mi Domingo , el cual estaba tan
unido á mí como el hueso á la carne .
Pero volvamos á la colonia . Estando entonces todos
CAPÍTULO II . 73

en muy buena armonía , porque el peligro común los


había reconciliado , empezaron luego á reflexionar
sobre su posición en general . Viendo que el lado de
la isla en que se encontraban era el más frecuentado
por los salvajes , y sabiendo que había otros parajes
más lejanos y solitarios , propios igualmente á su gé
nero de vida , trataron de examinar si obrarían mejor
trasladando su morada á algún otro sitio en el que
se encontrasen con más seguridad , tanto para ellos
como para sus ganados y cosechas .
No obstante , después de un largo debate resolvieron
no cambiar de habitación . Esperando de un momento
á otro recibir noticias de su gobernador ( es decir , de
mí), juzgaron que si enviaba gentes á buscarlos sería
seguramente por aquel lado, y que los enviados , en
contrando aquel lugar demolido , creerían que los co
lonos habrían sido muertos todos por los salvajes , ó
que habrían partido , lo cual les privaría de los soco
rros que hubiera yo querido darles . Mas con respecto
á sus granos y ganados , convinieron en trasladarlos al
valle donde se encontraba mi gruta , siendo el terreno
favorable á unos y á otros , y de una extensión sufi
ciente . Una segunda deliberación cambió algún tanto
la citada resolución : decidieron conducir al valle no
más que parte de sus ganados , y no sembrar más que
la mitad del grano , con el objeto de que si una parte
era destruída , se pudiese salvar la otra . Además , tu
vieron la muy loable precaución de no confiar jamás
nada á los tres salvajes que habían hecho prisioneros ,
tanto con respecto á sus cultivos del valle , cuanto al
ganado que conservaban allí . Tampoco les descubrie
ron la entrada de la gruta , que en caso de necesidad
consideraban como un retiro seguro . Transportaron á
ella los dos barriles de pólvora que yo les había dejado
II. 5
74 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .
antes de marcharme . Mas decidiéndose á no cambiar
de morada, reconocieron que yo había obrado pru
dentemente poniendo mi asilo á cubierto , en un prin
cipio por la trinchera ó empalizada , después por el
bosquecillo , dependiendo su seguridad enteramente
de la imposibilidad de encontrarlos . Ellos , pues , pusie
ron manos á la obra para fortificar y ocultar su retiro
aun más completamente que lo estaba antes : yo mis
mo había plantado árboles con este designio , ó más
bien diré, que había clavado estacas ó pies , que con el
tiempo habían de llegar á ser grandes y frondosos
árboles, extendiéndose delante de la entrada de mi
habitación ; siguiendo el mismo método cubrieron todo
el espacio que se extendía desde la extremidad del
soto hasta el pequeño ancón donde en otro tiempo.
había descargado mis balsas , llegando hasta el mismo
terreno fangoso que el mar lamía , no dejando ni sitio
para abordar, ni indicios de un lugar abordable en
todos los alrededores . Dichas estacas eran de una ma
dera que, como ya he dicho , crecía con la mayor ra
pidez ; los colonos tuvieron cuidado de escogerlas ge
neralmente más gruesas y más largas que las que yo
había plantado : así , tanto á causa de haber crecido
tan pronto , como porque las habían plantado muy
unidas, al cabo de tres ó cuatro años era de todo
punto imposible que el ojo más perspicaz hubiese po
dido descubir nada á la distancia de pocos pasos . En
fin, entre los árboles que yo había plantado y que en
tonces eran ya de un grueso extraordinario , colocaron
otros más pequeños , tan cerca unos de otros , que for
maban una especie de empalizada de un cuarto de
milla de espesor , en la cual era muy difícil el penetrar,
á menos de tener un pequeño ejército que fuese
cortándolos , pues apenas se hubiera podido deslizar
CAPÍTULO II . 75

un perrillo por entre dichos árboles : tan unidos esta


ban . Mas no era esto todo ; hicieron la misma opera
ción á derecha é izquierda de la habitación , igualmente
por todo el rededor de ella hasta el pie de la colina ,
sin dejar ningún camino , ni aun para ellos mismos ,
exceptuando la escala colocada al frente de dicha co
lina , en la cual , al subir , la retiraban por grados ; de
suerte que cuando ésta hubiese estado en el fondo ,
hubiera sido preciso tener alas ó algún mágico á sus
órdenes para llegar hasta ellos .
Todo esto estaba perfectamente calculado , y en lo
sucesivo les fué muy útil , lo que sirvió para conven
cerme más y más de que desde que la Providencia
viene á justificar las medidas de la prudencia humana ,
es indudable que esta misma es la que lo pone por
obra ; y estoy seguro que si nosotros escuchásemos
con atención su voz , podríamos prevenir una gran
parte de los desastres á los cuales nos expone muchas
veces nuestra negligencia .
Volvamos á mi historia . Mis gentes vivieron por es
pacio de dos años en la más perfecta tranquilidad , sin
que en el transcurso de dicho tiempo tuviesen ninguna
otra visita de los salvajes ; sin embargo , una mañana
exprimentaron una alarma que los sumió en la mayor
consternación . Algunos españoles que habían salido
muy temprano se dirigieron hacia el costado occiden
tal , ó mejor dicho , al extremo de la isla en donde yo
jamás me había atrevido á ir por miedo de que me
descubriesen , cuando he aquí que vieron con sorpresa
más de veinte canoas llenas de indígenas que remaban
con dirección á la playa. Aquéllos se apresuraron á re
unirse á sus compañeros, y todos permanecieron en
cerrados todo el día y el siguiente , no saliendo más
que de noche para observar lo que pasaba . Pero esto
76 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

no fué dichosamente más que una falsa alarma , por


que cualquiera que fuese la causa que llevase á los sal
vajes , esta vez no desembarcaron en la isla , y sin duda
al acercase á ella variaron de modo de pensar.
Poco tiempo después de lo narrado se suscitó una
nueva disputa con los tres ingleses : uno de ellos , el
más turbulento de todos , furioso contra uno de los
tres salvajes que le servían , porque no había ejecutado
exactamente cierto trabajo que él le había encargado ,
y que se había manifestado poco dócil á los dicterios
que le había prodigado, cogió el hacha que llevaba á
la cintura y se lanzó sobre el pobre salvaje , no para
corregirle , sino para quitarle la vida . Uno de los es
pañoles que estaba cerca , viendo al inglés levantar el
hacha sobre el esclavo y descargarle un violento golpe
dirigido á la cabeza, pero que cayó sobre la espalda
del desgraciado, faltando muy poco para que no le
cortara el brazo, se interpuso entre los dos á fin de im
pedir alguna desgracia . El malvado, habiéndose enfu
recido más con esta mediación , quiso herir al español
y juró que le trataría del mismo modo que quería tra
tar al esclavo . El español, viendo venir el golpe , lo
evitó , y con la pala que tenía en la mano ( pues iban
todos á trabajar al campo en aquel momento) , arrojó
al suelo de un golpe á aquel hombre brutal . Otro in
glés , adelantándose entonces á socorrer á su camarada,
cayó sobre el español , y como dos de los compatriotas
de este último corriesen á su socorro , el tercer inglés
se avalanzó á ellos . Ninguno tenía armas, á excepción
del último que llevaba uno de mis mohosos cuchillos
con el cual hirió á los dos españoles .
Esta riña alarmó á toda la colonia , y llegando otros
muchos en auxilio de los heridos , prendieron á los
tres ingleses en seguida se trató de lo que habían de
CAPÍTULO II. 77
hacer con ellos . Se habían sublevado tantas veces,
eran tan violentos , tan incorregibles , y sobre todo tan
holgazanes , que no sabían qué hacer con ellos , por
ser hombres en extremo peligrosos , que no causaban
más que disgustos á los demás, y que no se podía
vivir con seguridad á su lado . El gobernador español
les dijo que si hubiesen sido compatriotas suyos , ya
los habría mandado ahorcar ; pues todas las leyes y
todos los gobiernos se han establecido para proteger
la sociedad , y los que la perjudican deben ser elimi
nados de ella ; pero como eran ingleses , y eran deudo
res de su vida á la generosa humanidad de un inglés,
usaría con respecto á ellos de toda la dulzura posible,
y los pondría á discreción de los otros dos ingleses sus
compatriotas.
Uno de estos últimos se levantó y suplicó que no se
les encargase el ser árbitros de la suerte de aquellos
miserables, «< porque , dijo, en conciencia , debemos
condenarlos á ser ahorcados . » Además , refirió éste que
Wil Atkins , uno de los tres , les había propuesto el reu
nirse una noche para asesinar á los españoles mientras
estuviesen durmiendo .
Al escuchar esto, el gobernador interpeló á Wil
Atkins , y le dijo : « ¡ Cómo , señor Atkins ! ¡ Queríais
asesinarnos á todos ! ¿ Qué respondéis á esto ? » El im
pudente malvado , lejos de negar el hecho , confesó que
era cierto. << Y Dios me maldiga , añadió , si no lo llevo
á cabo un día ú otro. ――――― ¡ Bravo ! dijo el español ; pero,
señor Atkins , ¿ se puede saber el mal que os hemos
causado para que os obstinéis en matarnos ? ¿ Qué bien
os vendría con nuestra muerte? ¿ Qué es necesario ha
cer para impedir que nos matéis ? ¿ Debemos mataros
ó dejarnos matar? ¿ Es posible , señor Atkins , que nos
pongáis en esta cruel alternativa ? » El español hablaba
78 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

con la mayor tranquilidad , y vagaba en sus labios una


ligera sonrisa .
Atkins, viendo que el español se mofaba , montó en
cólera de tal modo , que á no estar sujeto por tres , si
hubiese tenido un arma á mano , es indudable que hu
biera probado matar al gobernador aun en medio de
todos los colonos reunidos . Esta extravagante conducta
les obligó á considerar formalmente el partido que de
bían tomar. Los dos ingleses y el español que había
salvado al pobre esclavo eran de parecer de ahorcar á
uno de los tres, para que sirviese de ejemplo á los
demás. En particular designaban al que por dos veces
había tratado de cometer un asesinato con el hacha , el
cual casi había llevado á cabo , pues que el pobre es
clavo se hallaba en el más lastimoso estado á conse
cuencia de la herida que había recibido , tanto, que se
desesperaba de su vida . Sin embargo , el gobernador
se opuso á aquella medida . « Á un inglés , repetía , so
mos todos deudores de nuestra vida , y jamás consen
tiré en quitar la vida á otro , aunque haya sacrificado
la mitad de nosotros ; y si por desgracia yo mismo
fuese asesinado por un inglés y tuviese tiempo toda→
vía de hablar, sería únicamente para pedir que se per
donase al asesino . >>
El gobernador insistió con tanta tenacidad respecto
á este particular , que nadie se atrevió á contradecirle ;
y como el partido de la clemencia prevalece en general
cuando es sostenido con calor, todos acabaron por 1
acceder á lo que el gobernador había decidido ; mas
luego fué preciso deliberar lo que había que hacer
para impedir á aquéllos el que pudiesen cometer el
atentado que habían proyectado , pues todos convenían ,
incluso el gobernador, que era de todo punto indis
pensable buscar un medio para preservar á la colonia
CAPÍTULO II. 79

del peligro que la amenazaba . Después de un prolon


gado debate , se decidió que los tres ingleses serían des
armados, y que no se les permitiría tener ni fusil , ni
pólvora, ni municiones , ni sable , ni armas de ninguna.
especie ; que serían desterrados de la sociedad, é irían
á vivir dónde y cómo ellos quisiesen ; que ninguno de
los demás, ya fuesen españoles ó ingleses , tuviesen
ninguna clase de relación con ellos ; que les sería pro
hibido el aproximarse á cierta distancia del lugar en
que vivían los demás colonos , y si cometían algún
atentado como el asolar, destruir, quemar, y final
mente tocar á cualquier cosa perteneciente á la colonia
con ánimo de destruirla , ya fuesen granos , sembra
dos , cercas ó ganados , serían muertos sin compasión ,
y se haría fuego sobre ellos , cualquiera que fuese el
sitio donde se les encontrase .
El gobernador, persona muy filantrópica y humana ,
habiendo reflexionado acerca del contenido de la sen
tencia , se dirigió á los dos ingleses buenos , y les dijo :
<«< Escuchad , es necesario calcular que los condenados
pasarán bastante tiempo hasta que puedan tener grano
y ganado ; sin embargo , para que ellos no perezcan
de hambre , debemos surtirlos de provisiones . » En se
guida hizo añadir la cláusula de que se les proveería
de una cantidad de trigo suficiente para subsistir por
espacio de ocho meses y para sembrar sus tierras , su
poniendo que al cabo de dicho tiempo podrían disfru
tar de su cosecha ; que se les añadirían seis llamas de
leche , cuatro machos y seis cabritillos , tanto para su
subsistencia presente , como para recurso en lo suce
sivo ; por último , las herramientas necesarias para el
trabajo del campo , como , por ejemplo , seis hachas ,
un azadón , una sierra y otros objetos ; pero que no
se les entregaría nada, ni aun siquiera provisiones,
80 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

si antes no juraban solemnemente no servirse de las


herramientas para hacer mal , bien fuese á los españo
les , ó bien á sus compatriotas. De este modo fueron
relegados de la sociedad y reducidos á proveer ellos
mismos á sus necesidades .
Se fueron murmurando descontentos de marchar y
con deseos de quedarse ; sin embargo , como no tenían
otro remedio , partieron diciendo que iban á buscar
un lugar á proposito para establecerse . Entonces se
les dieron algunas provisiones , pero nada absoluta
mente de armas .
Transcurrido cuatro ó cinco días volvieron á buscar
víveres , é indicaron al gobernador el paraje en donde
habían fijado sus tiendas y señalado su habitación y
plantación . Efectivamente , era un sitio muy conve
niente , en el lado más apartado de la isla N. E. , muy
cerca del lugar adonde la Providencia me había con
ducido , cuando en mi loca tentativa de excursión al
rededor de la isla había sido arrastrado á alta mar .
Edificaron allí dos lindas chozas, tomando en cierto
modo por modelo á mi primera babitación : las arri
maron á espaldas de una colina rodeada toda de ár
boles ; de modo que plantando de nuevo algunos más ,
podían ocultarse con facilidad á las miradas de cual
quiera que desembarcase, á no ser que los buscase de
intento . Pidieron luego algunas pieles de llamas para
que les sirviesen de abrigo y de lecho : les fueron en
tregadas dichas pieles , y se les hizo prometer que no
atentarían contra ninguno de los colonos ni contra sus
propiedades , dándoles hachas y todos los utensilios !
que podían necesitar ; les añadieron además guisantes ,
cebada y arroz para sembrar ; en una palabra , les
dieron de todo lo necesario, excepto armas y muni
ciones.
CAPÍTULO II . 81

Así vivieron separados por espacio de seis meses , y


recogieron su primera cosecha : su producto no fué
grande , á causa de que el terreno que habían sem
brado era muy reducido ; efectivamente, teniendo que
desmontarlo y cultivarlo de nuevo , les había costado
mucho trabajo. Con respecto al modo de hacer los
surcos y otras labores del campo , á que no estaban
acostumbrados, no les salió del todo mal ; pero nada
fabricaron de vidriado , tan útil para el tiempo de la
recolección así es que al llegar la estación de las llu
vias , faltos de bodega para guardar el grano , era muy
posible que se les echase á perder . sta circunstancia
los volvió más humildes , y decidieron ir á encontrar á
los españoles para pedirles auxilio . Éstos los socorrie
ron de corazón : en cuatro días se les hizo una excava
ción bastante profunda al pie de la colina para que
pudiesen tener su grano y demás provisiones al abrigo
de la lluvia ; pero ésta era una pobre bodega en com
paración de la mía , sobre todo después que los españo
les la habían agrandado considerablemente , y cons
truído en ella nuevos departamentos .
Nueve meses después de aquella separación se les
puso á aquellos malvados una locura en la cabeza , que
unida á sus crímenes anteriores , atrajo sobre ellos nue
vos males, y faltó muy poco para ocasionar la ruina
de la colonia entera.
Los tres asociados , aburridos de llevar, según pa
rece , una vida laboriosa , sin esperanzas de mejorar su
situación , trataron de emprender un viaje al país de
donde venían los salvajes , hacer algunos prisioneros
entre los naturales , conducirlos á su morada y em
plearlos en los trabajos penosos . El proyecto no estaba
mal concebido si no hubiesen ido más lejos ; pero ellos
nada sabían hacer ni emprender que no fuese malo,
5.
82 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

tanto en intención como en los resultados ; y expreso


así mi opinión perque me parece que el cielo les ha
bía echado una maldición . Pues si nosotros no quere
mos admitir que una visible reprobación persigue los
crímenes , también visibles, ¿ cómo conciliaremos los
sucesos con la justicia divina ? Ciertamente , en castigo
de su crimen de rebelión y piratería , fué por lo que
ellos se vieron reducidos á la situación en que se en
contraban . Sin embargo , lejos de manifestar el más
leve remordimiento por sus delitos , añadieron á ellos
nuevas infamias , tales como la atroz barbarie de herir
á un pobre esclavo porque no había ejecutado ó quizás
no había comprendido lo que se le había mandado , y
estropearlo por toda su vida , en una región en donde
faltaban facultativos y medicamentos para curarlo ;
mas lo que era peor aun fué la intención de matarlo ,
ó para llamarlo por su nombre , el cometer un asesi
nato alevoso ; porque en buena justicia era éste su de
signio, como lo fué después el formado por los tres de
asesinar á sangre fría á todos los españoles mientras
dormían. Pero demos tregua á las observaciones y vol
vamos á mi narración .
Los tres bribones se encaminaron una mañana á la
morada de los españoles , y en los términos más sumi
sos les suplicaron que les permitiesen conferenciar con
ellos . Los españoles consintieron de buena gana en
prestarles atención : empezaron diciendo que estaban
fatigados de aquel género de vida ; que no estaban bas
tante amaestrados para fabricar las cosas necesarias
que les faltaban , y que no teniendo nadie que los ayu
dase, preveían que iban bien pronto á morir de ham
bre ; pero que si los españoles querían cederles una de
las canoas y darles armas y municiones para su defensa,
pasarían al continente para buscar fortuna , y librarlos
CAPÍTULO II. 83

así del cuidado de proveer todavía á sus necesidades !


Los españoles no deseaban más que separarse de
ellos , pero les hicieron ver con la mayor caridad que
se lanzaban á una muerte cierta ; que ellos mismos
habían experimentado en demasía crueles sufrimien
tos en el continente para predecirles , sin ser profetas ,
que se morirían de hambre ó serían degollados , que
lo reflexionasen antes muy bien . Aquellos respondie
ron atrevidamente que ellos al fin y al cabo perecerían
también quedándose en la isla, porque ni podían ni
querían trabajar, y que nada peor podría acontecerles ,
porque si morían , concluirían todos los trabajos ; que
por otra parte no dejaban ni mujeres ni hijos que llo
rasen por ellos . En una palabra , insistieron obstinada
mente en su demanda , declarando que partirían aun
cuando no se les diese armas . Los españoles les dijeron
entonces , con la mayor generosidad , que si á todo
evento querían marchar, no permitirían que lo hicieran
faltos de todo y en situación de no poderse defender ;
que aunque sentían mucho el privarse de armas de
fuego , no teniendo suficientes para sí mismos , les da
rían , sin embargo , dos mosquetes , una pistola, un cu
chillo , y además una pequeña hacha á cada uno , todo
lo cual juzgaban que les bastaría . Los ingleses acepta
ron la oferta . En seguida se hizo cocer el pan suficiente
para un mes se les dió otro tanto de carne de llama
que podían conservar sin salar , un gran canasto de
pasas , un tonel de agua potable y un cabritillo vivo , y
se embarcaron valerosamente en la canoa para una
travesía que debía ser de cuarenta millas á lo menos .
La canoa era bastante grande , habiendo podido conte
ner perfectamente quince ó veinte hombres ; lo era
demasiado para que pudiesen maniobrar ; pero como
se había levantado una buena brisa y el mar estaba
84 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.

tranquilo , navegaron con la mayor rapidez . Habían


hecho un mástil de un largo tronco , y una vela com
puesta de cuatro grandes pieles de llamas , que habían
cosido y unido completamente . Ellos, pues, tomaron
la ruta con la mayor alegría . Los españoles les gritaron
desde lejos buen vinje ! pensando todos que jamás
los volverían á ver.
Los españoles se decían muy á menudo unos á otros,
y también á los dos honrados ingleses , que todo había
quedado tranquilo y que eran muy felices después de
la partida de aquellos tres revoltosos , pareciéndoles
imposible que volviesen . Sin embargo , á los viente y
dos días después de su marcha , uno de los ingleses
trabajando en su campo , vió de lejos á tres extranjeros
que se iban aproximando por aquel lado con el fusil
al hombro . Al verlos , echó á correr como un loco , y
llegó todo asustado á la presencia del gobernador , para
decirle que estaban completamente perdidos , que unos
extranjeros habían desembarcado en la isla , y que no
podía decir quienes eran . El español , después de haber
reflexionado un corto momento , le dijo : « ¿ Qué que
réis dar á entender al decir que no sabéis quiénes son ? Se
guramente serán salvajes. ――――- No , no , replicó el inglés ;
son hombres vestidos y armados . ――― Pues entonces ,
¿ quéteméis ? Si no son salvajes , no pueden ser más que
amigos ; porque no hay nación sobre la tierra que no
nos pueda dispensar más bien que mal . »>
Durante este diálogo llegaron los tres ingleses , y
parándose en el bosque recién plantado , llamaron en
voz alta . Los demás los reconocieron al instante , y en
su consecuencia desapareció lo que había tenido de
maravillosa su llegada . Pero la admiración cambió de
objeto . Se preguntaban , cuáles podían ser las causas y
el fin de su vuelta . Pocos momentos después , los tres
CAPÍTULO II. 85

aventureros fueron introducidos ; se les interrogó so


bre el paraje donde habían estado y sobre lo que ha
bían hecho. En breves palabras, hicieron una relación
de su viaje.
!

CAPÍTULO III

Los ingleses hacen la relación de su excursión . - Muestran á los


colonos las mujeres salvajes y los prisioneros que les han dado.
-- Se reparten las mujeres. Los salvajes acaban por descubrir
que la isla estaba habitada. - - Hacen un desembarco y son en
teramente deshechos. - Intentan una segunda invasión, y de
nuevo son derrotados. - Son hechos prisioneros treinta y siete
salvajes y empleados en los trabajos del cultivo.

Los ingleses estaban á la vista de tierra hacía ya dos


días ; mas viendo que los naturales se habían alarmado
y se preparaban á combatir con ellos con sus arcos y
flechas , no se atrevieron á desembarcar, y se dirigie
ron hacia el norte por espacio de seis ó siete horas ,
hasta que llegaron á un gran canal que les hizo reco
nocer que la tierra vista por nosotros no era continente ,
sino una isla . Entrando , pues , en dicho canal , vieron
otra isla sobre la derecha, en dirección al norte , y
muchas también hacia el oeste . Decididos á saltar en
tierra en cualquier paraje que fuese , remaron hacia
una de las islas situadas al oeste , y desembarcaron
valerosamente . Los naturales se manifestaron muy be
névolos y hospitalarios con ellos , y les dieron una grande
provisión de uvas y pescado . Éstos eran muy sociables ,
y las mujeres, lo mismo que los hombres, se apresura
ron á proveerlos de todos los víveres que pudieron pro
curarse y que traían desde muy lejos sobre sus cabezas .
Permanecieron allí cuatro días , y preguntaron lo
mejor que pudieron , por medio de signos , qué nacio
CAPÍTULO III . 87

nes eran las que se encontraban cerca de aquel lugar .


Se les hizo entender que habitaban la mayor parte de
aquel país pueblos muy feroces y temibles, y que te
nían la costumbre de comerse á los hombres ; pero que
ellos no comían ni hombres ni mujeres , á no ser que
fuesen sus prisioneros de guerra , y les confesaron que
en dicho caso hacían un gran festín con su carne .
Los ingleses se informaron de la última época en
que se había verificado un festín de aquel género . Los
salvajes respondieron que haría cerca de dos lunas (y
entonces señalaron la luna y dos de sus dedos) ; que
su gran rey tenía en la actualidad doscientos prisione
ros hechos durante aquella guerra , los cuales estaban
engordándose para la próxima fiesta . Los ingleses ma
nifestaron curiosidad de ver á los prisioneros ; mas los
otros , equivocando los signos, comprendieron que
aquellos querían llevarse algunos para comérselos . En
tonces mostraron con la mano el sol poniente , después
el oriente, queriendo decir con aquello que les lleva
rían algunos al día siguiente á la salida del sol ; en efecto ,
al otro día por la mañana les llevaron cinco mujeres y
once hombres, y los regalaron á los ingleses para el
viaje , del mismo modo que se conducen á un puerto
de mar los rebaños y vacadas para abastecer á los na
víos.
Á pesar de su brutatidad y barbarie , se resintió el
corazón de los ingleses al ver esto , y se encontraron
en el mayor embarazo . Rehusar el regalo hubiera sido
desprecio hecho á los salvajes , y por lo tanto no sa
bían qué hacerse de aquellos prisioneros . Después de
algunos debates , resolvieron aceptar la oferta , y en re
compensa dieron á sus salvajes una de sus pequeñas
hachas, una vieja llave , un cuchillo y seis ó siete balas ,
todo lo cual los regocijó sobremanera , aun cuando no
88 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

conocían su uso . En seguida los salvajes ataron á los


pobres prisioneros las manos á la espalda, y ellos mis
mos los arrastraron á la canoa.
Los ingleses se vieron precisados á partir tan pronto
como hubieron recibido aquel presente, por miedo de
verse precisados á matar dos ó tres de aquellos des
graciados al otro día por la mañana, é invitar á los
salvajes al festín . Habiéndose , pues, despedido de los
naturales con todo el respecto y el reconocimiento que
se puede expresar entre gentes que no comprenden
mutuamente una sola palabra de lo que dicen , se me
tieron en su bote , y se dirigieron hacia la primera isla ,
en donde en el momento que llegaron , dieron libertad
á ocho de los prisioneros , no pudiendo conservar un
número tan considerable .
Durante el viaje trataron de comunicarse con sus es
clavos ; pero no fué posible hacerles comprender nada :
todo lo que podía decírseles , dar ó hacer por ellos , les
parecía una prueba más de que se les iba á degollar.
Desde el momento que empezaron á desatarlos, aque
llas pobres gentes , y sobre todo las mujeres , se pusie
ron á dar gritos lamentables , como si tuviesen ya
puesto el cuchillo sobre la garganta, pues no creyeron
otra cosa sino que los desataban para matarlos . Lo
mismo sucedió cuando les dieron de comer ; juzgaban
que se les quería impedir el que se enflaquecieran , por
causa de que no estuviesen bastante gordos para ser
comidos . Si los ingleses fijaban más la atención en al
guno de ellos , todos se imaginaban que aquel era el
más gordo , y por consiguiente el que había de morir
primero . Aun después de haber sido conducidos á la
isla y tratados durante algún tiempo con mucha dul
zura y bondad, aguardaban á cada momento el servir
de comida ó de cena á sus nuevos amos .
ALAVIEILLE.

Se metieron en su bote y se dirigieron hacia la primera isla.


CAPÍTULO III . 91
Así que los tres aventureros dieron fin á la relación
de su valeroso viaje, el gobernador les preguntó en
dónde tenían á sus nuevos criados . Respondieron que
los tenían encerrados en una de sus cabañas , y que ve
nían á pedirles víveres para ellos . Entonces los espa
ñoles y los otros dos ingleses , es decir la colonia en
tera, quisieron ir á ver á los extranjeros , y el padre de
Domingo los acompañó . Llegados á las chozas , encon
traron á los prisioneros sentados y maniatados , porque
al desembarcar les habían atado las manos , por miedo
de que no se apoderasen de la canoa para escaparse .
Estaban, pues , sentados y desnudos completamente .
Había entre ellos tres hombres vigorosos , de buena
figura y de miembros esbeltos y bien proporcionados ;
vendrían á tener de treinta á treinta y cinco años : des
pués cinco mujeres , dos de las cuales podían ser de
treinta á cuarenta años ; otras dos no tenían más que
unos veinte y cuatro á veinte y cinco , y la quinta era una
alta y hermosa joven de diez y seis á diez y siete años.
Las mujeres eran en general hermosas por sus faccio
nes y talle , solamente que su color era atezado . Había
especialmente dos, que si hubiesen sido más blancas ,
hubieran podido pasar en el mismo Londres por muje
res hermosas . Su figura era graciosa , y su continente
en extremo modesto , sobre todo cuando después se las
vistió y se las engalanó , según ellas decían , aunque á
decir verdad aquellas galas eran muy poco brillantes .
Mas dejemos á éstas , que luego volveremos á hablar de
ellas .
Seguramente fué aquel un extraño espectáculo para
los colonos españoles , á quienes es necesario hacer
justicia, pues que no solamente eran hombres de una
conducta excelente, de un carácter pacífico y reposado ,
y de un genio perfectamente igual , sino que sobre todo,
92 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

como vamos á ver , observaban la mayor decencia ; les


pareció, repito , muy chocante ver tres hombres y cinco
mujeres todos desnudos completamente , á todos jun
tos , y en el estado más miserable á que puede verse
reducida una persona , aguardando á cada momento el
ser arrastrados fuera de la cabaña , despedazados , y en
seguida comidos como terneros reservados para un
festín . Lo primero que hicieron los colonos fué enviar
al anciano salvaje , padre de Domingo, para ver si re
conocía á alguno y podía comprender su lenguaje . El
viejo los miro con atención ; mas no conoció á ningu
no, ni uno solo de entre ellos pudo comprender sus ges
tos y palabras , á excepción de una de las mujeres . Esto
bastaba para conseguir el fin que se deseaba, que era
el convencerlos de que estaban en poder de cristianos ,
que tenían por una cosa horrible el comer carne hu
mana, y que podían estar seguros de no morir. Cuando
los prisioneros estuvieron bien persuadidos de ello ,
manifestaron la más viva alegría por medio de mil ges
tos caprichosos y diversos , pues pertenecían á diferen
tes naciones .
La mujer que servía de intérprete fué la encargada
de preguntarles si querían trabajar para los hombres
que habían venido á la isla con ellos á fin de salvarles
la vida . Á dicha pregunta todos se pusieron á bailar,
después á tomar entre los objetos que se hallaban á
mano el uno una cosa, el otro otra , y colocarlas sobre
sus espaldas , para dar á entender con esto que consen .
tían de buena gana en trabajar.
El gobernador, juzgando que la presencia de las
mujeres podría tener inconvenientes cs. causar disputas,
quizás hacer derramar sangre , preguntó á los tres in
gleses qué era lo que contaban hacer de sus cautivas ,
si querían que fuesen sus criadas ó sus mujeres. Uno
CAPÍTULO III. 93

de los ingleses respondió sin titubear que ellas les ser


virían de todo . « No es mi intención el contradeciros
con respecto á lo que os he preguntado , dijo el español :
sois enteramente dueños de ellas ; pero lo que me pa
rece justo, para evitar desórdenes y querellas entre
vosotros , y lo que yo deseo por este solo motivo , es
que os impongáis todos la obligación si queréis tener
alguna de las salvajes, ya sea como criada, ya como
mujer, el tener una sola , y procurar desde luego que
la respeten vuestros camaradas ; pues aunque nosotros
no podemos obligaros á casaros , la razón exige , sin
embargo , que mientras permanezcáis en la isla, la
mujer que elijáis se quede con el mismo que la haya
elegido , y sea mirada como su esposa , no permitiendo
que nadie más tenga relaciones con ella . Dichas refle
xiones parecieron tan justas, que suscribieron á ellas
sin dificultad .
Los ingleses preguntaron entonces á los españoles si
deseaban alguna . Todos respondieron que no los unos
diciendo que tenían sus mujeres en España , los otros
que no querían por esposas mujeres que no fuesen cris
tianas ; en fin , declararon todos que las respetarían :
¡ raro ejemplo de virtud , á lo cual nada he podido com
parar de todo cuanto he visto en mis viajes ! En conclu
sión , los cinco ingleses tomaron cada uno su mujer
por tiempo indeterminado . Entonces empezó un nuevo
método de vida . En mi antiguo castillo , agrandado con
siderablemente por la parte interior, se alojaban los
españoles y el padre de Domingo ; los tres prisioneros
que habían hecho á consecuencia del último combate
de los salvajes , habitaban también con ellos . Era la
metrópoli de la colonia : aseguraba la subsistencia á
los demás establecimientos , ayudándolos todo lo que
podía, y según lo exigían las necesidades .
94 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

Lo que tiene de más prodigioso esta historia , es que


aquellos cinco hombres intratables y tan mal avenidos
hubiesen podido ponerse de acuerdo con respecto á
las mujeres , y que dos ó tres de ellos no quisiesen una
misma, tanto más , cuanto entre ellas había des ó tres
que eran sin comparación mucho mejores que las otras.
Mas idearon un medio excelente para evitar disputas :
encerraron las cinco mujeres en una de sus chozas ; se
reunieron en seguida los cinco en otra, y echaron
suertes para ver quién escogería primero . Aquel á
quien tocó la suerte entró solo en la choza , en dónde
estaban desnudas enteramente aquellas infelices cria
turas , y se llevó la que le pareció mejor. Es de advertir,
que la mujer que eligió era la más fea y la de más edad
de las cinco , lo que causó mucha risa á los camaradas
y también á los españoles . Pero aquel raciocinaba
mejor que ninguno de ellos , pues preveía que la que
tuviese más experiencia y fuese más industriosa , sería
tambien la más útil , y por lo tanto se vió que fué el que
hizo mejor elección .
Cuando las pobres mujeres se vieron colocadas de
aquel modo en línea , y llevadas una á una , sus temores
se renovaron, y creyeron firmemente qué iban á ser
devoradas. Así, cuando el primer marinero entró para
elegir una, las demás empezaron á dar gritos lasti
meros ; á abrazarse á ella , y á darle el último adiós con
tanto dolor y afecto , que hubiera enternecido á la
persona más dura de corazón . Los ingleses no pudieron
persuadirlas de que no se las iba á hacer ningún daño ,
y sólo con la ayuda del padre de Domingo pudieron
después de largo rato comprender, que los cinco
hombres que se las llevaban una á una las esco
gido para esposas.
Concluída la ceremonia , y después de haber calma
CAPÍTULO III . 95

do un poco el terror que experimentaban , los ingleses ,


ayudados por los españoles , se pusieron á trabajar, y
en pocas horas se les construyó á cada una una choza
ó tienda para vivir separadamente : las demás , por
decirlo de una vez, estaban llenas de útiles , muebles y
provisiones .
Los tres bribones ocupaban el sitio más lejano , y los
otros dos el más próximo al castillo ; pero los cinco
estaban hacia la parte setentrional de la isla , de modo
que vivían separados como antes . En su consecuencia ,
mi isla estaba poblada en tres diferentes sitios , y aun
podría decir que acababan de ser fundadas tres nuevas
poblaciones.
Es necesario observar aquí una anomalía que se ve
con bastante frecuencia en el mundo (ignorando si
será por disposición de la Providencia) , y fué que los
dos ingleses mejores tenían las mujeres peores, y los
tres malvados , que valían menos que la cuerda con la
cual merecían ser ahorcados , que eran inútiles para
todo , les habían tocado las mujeres más diestras , inge
niosas, diligentes y cuidadosos. No quiero decir por
eso que las otras dos fuesen de mal natural ; todas cinco
eran extremadamente complacientes , dulces , humildes ,
sufridas, y más parecían esclavas que mujeres , sólo
que las primeras no eran tan inteligentes , diestras y
arregladas como las demás . Otra observación tengo que
hacer en honor de estas últimas , y es que fueron tan
aplicadas, y odiaron tanto la pereza y lo negligencia ,
que al hacer mi visita á los diversos establecimientos
de las pequeñas colonias, encontré los de dos ingle
ses tan superiores á los de los otros tres , que no podía
haber comparación entre ellos . Unos y otros habían
sembrado los terrenos proporcionados á sus necesi
sades, y según mi parecer, con justa razón ; porque la
96 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

misma naturaleza nos dicta que es inútil sembrar más


de lo que podemos consumir . Á la primera ojeada noté
una gran diferencia en el cultivo , en las plantacio
nes , en los cercados y en todo lo demás . Los ingleses
buenos habían plantado una innumerable cantidad de
arbolillos al rededor de sus cabañas , de suerte que al
llegar á ellas no se distinguía más que un espeso bos
que ; y aunque su plantación había sido destruída por
dos veces, la una por sus mismos compatriotas y la
otra por los enemigos , según veremos más adelante ,
ellos habían reparado el daño , y todo prosperaba y
florecía á su alrededor . Tenían viñas plantadas con la
mayor regularidad y perfectamente cultivadas , á pesar
de no haber visto jamás viñedos , y gracias á sus cui
dados , sus uvas eran tan buenas ya como las de los de
más . También habían construído un retiro en lo más
espeso del bosque . No habían descubierto como yo
una gruta natural ; pero por medio de un trabajo asi
duo habían hecho una con sus propias manos , en la
cual , á pesar de la desgracia que voy á referir , colo
caron con seguridad sus mujeres é hijos . Habían plan
tado alrededor un gran número de pies de aquel árbol
que crecía tan rápidamente , de modo que el camino
para ir á ella había llegado á ser impracticable , á excep
ción de algunos sitios por donde trepaban para ganar
la parte exterior , y desde allí entraban en los senderos I
que sólo ellos conocían .
Con respecto á los tres réprobos , como yo con jus
ticia los llamo , aunque después de su establecimiento
se hubiesen enmendado en comparación de lo que
habían sido , y fuesen mucho menos camorristas , por
que tampoco tenían ocasiones de serlo , sin embargo,
uno de los compañeros inseparables del vicio , cual es
la pereza, no los abandonó jamás . Es cierto que habían
CAPÍTULO III . 97

sembrado grano y hecho un cercado ; pero nunca se


vieron mejor cumplidas estas palabas de Salomón :
« He pasado junto á la viña del perezoso , y la he visto
cubierta de abrojos. » Cuando los españoles fueron á
ver su cosecha, no pudieron , en algunos parajes
descubrirla , á causa de tanta broza como había ; la
empalizada tenía infinitas brechas, por entre las
cuales los llamas no domesticados se introducían y se
comían el grano . Es verdad que habían colocado una
especie de zarzas que por el momento cubrían las
aberturas ; pero era lo mismo que aquel que cerró la
puerta de la cuadra después que le habían robado el
caballo . Por el contrario , la plantación de los otros
dos ofrecía por todas partes la imagen de la industria
y prosperidad . No se percibía ni tan siquiera una
hierba mala entre sus espigas , ni una sola brecha en su
empalizada . De este modo justificaban por su parte
aquel otro pasaje de Salomón : « La mano diligente
enriquecerá. » Allí crecía y fructificaba todo , y la abun
dancia aparecía por doquier. Tenían más ganado que
los otros , más utensilios y comodidades en el interior ,
y al mismo tiempo más placeres y más medios de
recreo .
Debo también decir que las mujeres de los tres pri
meros eran muy diestras y excelentes amas de casa , y
que habiendo aprendido á guisar al estilo de Inglaterra
del que había sido cocinero á bordo del buque , prepa
raban la comida á sus maridos con la mayor perfec
ción , mientras que las otras dos no pudieron nunca
aprenderlo ; pero la que estaba con el que había sido
segundo cocinero se encargaba de aquel cuidado .
Los maridos de las mujeres inteligentes no hacían
otra cosa más que dar vueltas por los alrededores para
buscar huevos de tortuga, coger pescado ó cazar ; en
11. 6
98 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

una palabra, hacer todo lo posible, excepto trabajar,


Así es que su existencia se resentía ; sus compatriotas
vice versa, pasaban una vida tranquila y desahogada ,
y los tres perezosos vivían en la penuria y en la mi
seria. Yo creo que esto acontece en todas partes del
mundo.
Mas dejemos esto, y pasemos á referir todo lo que
había sucedido hasta aquel momento, tanto á la co
lonia como á mí mismo. El primer acontecimiento de
importancia que tuvo lugar fué el siguiente . Cierto
día al amanecer atracaron á la ribera cinco ó seis ca
noas atestadas de salvajes ó indígenas (como quiera
llamárseles ) . No se dudaba que volviesen , según cos
tumbre, á repartirse los prisioneros. Estos sucesos
habían llegado á ser tan familiares á los colonos , que
no se turbaban, según á mí me sucedía : ellos sabían
por experiencia que la única precaución que tenían
que tomar era el permanecer ocultos , persuadidos de
que si no eran descubiertos por los salvajes , éstos ,
concluído el objeto que los llevaba allí , volvían á partir
tranquilamente , porque no sospechaban que hubiese
babitantes en la isla . Se reducía todo , pues , en tales
circunstancias á avisar á los colonos de las tres plan
taciones que no saliesen, y colocar un centinela ó
vigía en un sitio á propósito para advertir la marcha
de los salvajes . Esto indudablemente era muy pru

dente ; pero un acontecimiento desastroso dejó sin
efecto dichas medidas , dando á conocer á los salvajes
que la isla estaba habitada, estando en muy poco de
no perder la colonia entera.
Cuando las canoas hubieron desaparecido , los espa
ñoles echaron una ojeada por el exterior : algunos más
curiosos se acercaron al mismo sitio que acababan de
abandonar los salvajes para ver lo que habían hecho ;
CAPÍTULO III. $9

pero con la mayor sorpresa encontraron tres salvajes


tendidos en el suelo , olvidados sin duda por sus com
pañeros , y que dormían profundamente . Juzgaron
que , repletos hasta la saciedad , de aquella abominable
comida , se habían quedado dormidos como bestias , y
no habían podido efectuar su partida cuando los demás ,
ó bien que después de haber errado por los bosques
no habían vuelto á tiempo para embarcarse .
Los españoles quedaron sobremanera admirados y
llenos de embarazo con respecto á lo que habían de
hacer . El gobernador se encontraba también allí ; se
le pidió consejo, y confesó que no sabía qué partido
tomar. Si se trataba de hacerlos esclavos , á ellos les
sobraban ya ; matarlos nadie quería , ni podía soportar
la idea de derramar sangre inocente . Efectivamente,
aquellas pobres gentes ningún daño les habían hecho , ni
tampoco á su propiedad ; no tenían contra ellos el más
leve motivo de queja que pudiese autorizarlos á qui
tarles la vida . Aquí debo hacer justicia á nuestros es
pañoles , que á pesar de todo lo que se refiere , quizá
sin bastante fundamento , de las crueldades de sus
compatriotas en Méjico y en el Perú , jamás he hallado
en ningún país diez y siete hombres, cualquiera que
fuese su nación, más modestos, más moderados , más
virtuosos, y de un genio más indulgente y afable . Su
natural nada tenía de duro , nada de inhumano : en su
corazón no tenía cabida el odio ni el rencor ; eran
todos hombres de un valor á toda prueba , y de un
juicio aventajado . Su moderación y paciencia se había.
manifestado soportando el mal comportamiento de los
tres ingleses , y dieron una prueba convincente de su
justicia y humanidad con respecto á los salvajes de que
voy hablando . Después de haber deliberado por algún
tiempo, resolvieron permanecer ocultos hasta que
100 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

aquellos tres salvajes hubiesen hallado un medio cual


quiera de embarcarse . Pero el gobernador se acordó
que los salvajes no tenían piragua, y que si se les de
jaba andar por la isla, acabarían por descubrir que
ésta encerraba habitantes, lo cual causaría la pérdida
de la colonia. Volviendo entonces á la playa , en donde
los indígenas aun yacían dormidos profundamente , se
decidieron á despertarlos y á hacerlos prisioneros .
Los infelices se asustaron terriblemente al verse co
gidos y atados ; pensaron lo mismo que las mujeres de
que he hablado , que los íbamos á matar para comerlos ,
En efecto , aquellos pueblos suponen que todo el mun
do hace lo mismo que ellos , y que comen todos carne
humana ; pero los cautivos se convencieron bien
pronto de lo contrario , y en seguida se los llevaron los
español.
Afortunadamente no los alojaron en la fortaleza ,
esto es , en mi castillo detrás de la colina . Se les con
dujo desde un principio al bosquecillo , centro de los
trabajos campestres , y en donde tenían sus rediles ,
sus sembrados , etc. Más tarde los llevaron á la morada
de los dos ingleses buenos : esto fué lo que los perdió ;
pues ya sea que los guardasen mal , ya que juzgasen
imposible el que se pudiesen escapar, uno de ellos
se salvó en el bosque, sin que se le hubiese vuelto á
ver más .
Nuestra gente creyó con razón que este fugitivo
habría marchado en las canoas de otros salvajes que
llegaron á la isla tres ó cuatro semanas más tarde para
entregarse á sus regocijos ordinarios reembarcándose
dos días después . Esta idea les causó un terror pro
fundo en efecto , ellos estaban seguros que si el fugi
tivo llegaba á reunirse con los suyos, no dejaría de
hablar de los habitantes de la isla, de su debilidad y
CAPÍTULO III. 101

pequeño número ; porque aquel salvaje , según he


hecho notar, nunca había sabido por fortuna cuántos
eran, en dónde se alojaban , y no había tampoco visto
ni oído el fuego de sus mosquetes todavía conocía
menos sus lugares de seguridad ó escondrijos, tales
como la gruta del valle , el nuevo retiro construído por
los ingleses , y todo lo demás .
El primer testimonio que tuvieron del aviso dado
por el fugitivo fué que , después de dos meses de aquella
aventura, seis canoas de salvajes , que contenían cada
una ocho ó diez hombres , vinieron costeando hacia el
lado setentrional de la isla , donde antes jamás habían
desembarcado, y saltaron en tierra una hora después
de salir el sol en un sitio conveniente , á una milla de
la morada de los dos ingleses , en el mismo paraje que
tuvieron detenido al prisionero desertor.
Según me dijo el gobernador , si toda la colonia hu
biese estado reunida , el daño no hubiera sido tan
grande , pues no hubiera escapado ninguno de los sal
vajes ; pero el caso era bien diferente entre dos hom
bres y cincuenta, la partida era muy desigual . Los in
gleses tuvieron la dicha de divisarlos á una legua mar
adentro, más de una hora antes de que llegasen á
tierra ; y como desembarcaron á distancia de una milla
de sus cabañas , tardaron algún tiempo antes de llegar
á ellas. Teniendo razones convincentes para creer que
habían sido vendidos , los ingleses empezaron por atar
fuertemente á los dos esclavos que les quedaban , y en
cargaron á dos de los tres hombres que habían venido
con las mujeres , los cuales parecía que se mostraban
muy fieles para con sus amos, que condujesen junta
mente con aquellas todo lo que pudiesen llevar en su
retirada del bosque , dejando á los dos esclavos sujetos
de pies y manos hasta nueva orden. En seguida , viendo
6.
102 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

que los salvajes ya desembarcados marchaban todos


con dirección á su habitación , abrieron los cercados en
donde tenían el ganado , y lo hicieron salir, dejándoles
de este modo que se dispersasen por el bosque libre
mente á fin de que los indígenas los tomasen por
animales salvajes . Pero el que les servía de guía era
demasiado hábil para dejarse engañar, y les dió de
talles tan exactos , que llegaron al sitio prefijado sin
titubear.
Luego que los dos pobres colonos asustados pusie
ron en seguridad sus compañeras y efectos , enviaron
al tercer hombre con toda diligencia, y que se encon
traba allí por casualidad , á los españoles para darles
el aviso y pedirles un pronto socorro . Al mismo tiem
po, cogiendo sus armas y municiones , se replegaron al
sitio adonde habían enviado sus mujeres , pero no per
diendo nunca de vista la dirección que tomaban los
salvajes .
No se encontraban todavía muy lejos , cuando desde
la cúspide de una eminencia divisaron el pequeño
ejército de enemigos que avanzaba con dirección á su
morada, y algunos momentos después , con el mayor
dolor pudieron ver sus chozas y todos sus enseres de
vorados por las llamas . Esto para ellos era una pér
dida muy grande y casi irreparable , á lo menos por al
gún tiempo . Permanecieron en observación largo rato ,
hasta que vieron á los salvajes esparcirse por la plan
tación, como animales feroces , buscando en todas di
recciones para encontrar botín , y sobre todo á los ha
bitantes, de los cuales se veía perfectamente que
tenían conocimiento .
Desde entonces los dos ingleses no se creyeron se
guros en el paraje en que estaban, porque algún sal
vaje podía tomar aquel camino, y como detrás de este
CAPITULO III. 103

podía venir un número considerable , resolvieron ale


jarse media legua más . Juzgaban además, como suce
dió en efecto , que á medida que fuesen avanzando los
salvajes , sus filas se aclararían . Luego que llegaron á la
entrada de la parte más espesa del bosque , en donde
se hallaba un tronco de un viejo árbol muy grueso y
enteramente hueco , los ingleses se pararon y en él to
maron posición ambos para aguardar los sucesos . Ha
cía muy poco tiempo que estaban allí , cuando vieron
correr dos salvajes que parecía les habían descubierto
y venían preparados á atacarlos ; un poco más lejos di
visaron otros tres que seguían á los primeros , después
otros cinco que venían por la espalda , llevando todos.
una misma dirección . Percibieron también otros siete
ú ocho á una gran distancia corriendo hacia otro lado ;
parecían cazadores haciendo una batida.
Los pobres ingleses estaban entonces surnidos en la
mayor perplejidad , no sabiendo si debían quedarse ó
huir ; pero después de un corto debate con respecto á
dicho propósito , comprendieron que si los salvajes re
corrían la isla de aquel modo, descubrirían su retiro
en el bosque antes que les pudiese llegar socorro alguno,
y que entonces todo era perdido . Decidieron , pues ,
permanecer en donde estaban , y si los salvajes venían
en considerable número , trepar á lo más alto del ár
bol , desde cuyo sitio no dudaban defenderse mientras
durasen las municiones , aunque los atacasen cincuenta.
salvajes , á menos que no pegasen fuego al citado
árbol.
Después de esta resolución deliberaron si harían fuego
sobre los dos primeros salvajes, ó esperarían á los tres
que los seguían, con el objeto de separar , atacando á
la tropa del medio , á los dos primeros de los cinco
últimos. Trataron de dejar pasar á los dos , á no ser que
104 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

éstos los descubriesen en el hueco del árbol y los ata


casen. Se confirmaron en esta idea por la marcha de
aquellos dos hombres , que se dirigieron hacia otro
lado del bosque, mientras que los dos grupos que se
guían detrás iban directamente al árbol , como si hu
biesen sabido de positivo que encontrarían á alguno .
Nuestros dos ingleses viéndolos avanzar en la misma
línea resolvieron apuntar bien y hacer fuego uno des
pués de otro , de modo que tres pudiesen ser he
ridos al mismo tiempo . Con este fin , ei que debía tirar
primero cargó un mosquete con tres ó cuatro balines ,
y habiendo apuntado perfectamente por una de las
grietas del tronco , tuvo todo el tiempo suficiente para
asegurar el golpe , y aguardó á que estuviesen å treinta
varas del árbol para que no fallase.
Mientras que los salvajes se aproximaban , los ingle
ses reconocieron distintamente en uno de los tres al
esclavo fugitivo , y resolvieron el no dejarle escapar
aun cuando ambos debiesen hacer fuego sobre él . El
otro preparó, pues , su mosquete , á fin de que si el sal
vaje escapaba al primer tiro , no fuese así al segundo ;
pero el primero era muy buen tirador para errar el
golpe . Los salvajes iban uno detrás de otro cuando
hizo fuego , de los cuales cayeron dos á la vez ; el pri
mero , herido en la cabeza , quedó tendido ; el segundo ,
que era el salvaje fugitivo , cayó atravesado por medio
del cuerpo , pero no murió ; el tercero , que no tenía
más que un ligero rasguño en la espalda , hecho quizá
por la bala que había herido al segundo , se asustó de
tal modo, aunque herido tar ligeramente , que se
lanzó al suelo dando los grito. y quejidos más es
pantosos.
Los cinco que seguían se pararon de repente , asus
tados más bien del ruido , que convencidos del peli
DTH

Se agruparon coufusamente al rededor del herido .


CAPÍTULO III . 107
gro ; porque el eco , repitiendo sucesivamente la ex
plosión , la había hecho cien veces más terrible , y las
aves, saliendo á millares por todas partes, mezclaban
al ruido sus agudos chillidos , según sucedió cuando
tiré en la isla la primera vez . Sin embargo , habién
dose restablecido á pocos instantes el silencio , los sal
vajes continuaron avanzando hasta el sitio en que sus
desgraciados compañeros yacían en un estado tan de
plorable, y allí mismo las pobres é ignorantes criatu
ras, lejos de comprender que estuviesen expuestas al
mismo peligro, se agruparon confusamente al rededor
del herido para preguntarle sin duda de qué modo lo
había sido . Es de presumir que les contestara que un
rayo de fuego, seguido del trueno de sus dioses , ha
bía quitado la vida á sus dos compañeros , y le había
herido á él mismo ; y esta respuesta á mi parecer es
presumible , porque los salvajes no habían divisado á
nadie cerca de ellcs , ni oído jamás la detonación de
un arma de fuego ; y finalmente, ignoraban que con la
pólvora y las balas se pudiese matar ó herir desde le
jos además, es creíble que ellos , al ver á sus compa
ñeros en aquella lastimosa situación , temiesen una
suerte igual .
Los dos ingleses me confesaron que sentían una ex
tremada repugnancia en matar á tantos infelices , los
cuales ninguna idea tenían del peligro que los amena
zaba. Sin embargo , estando ya á tiro , ambos se deci
dieron á hacer fuego á la vez sobre ellos tiraron , y
cuatro de los indígenas fueron muertos ó heridos gra
vemente ; el quinto , asustado mortalmente, aunque no
tenía herida alguna , cayó también como los demás.
Nuestros hombres , viéndolos caídos todos , creye
ron haberlos muerto . Esta opinión les hizo salir vale
rosamente del árbol en que estaban ocultos antes de
108 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

haber cargado los mosquetes, lo cual era la mayor in


prudencia que pudieran cometer. Quedaron suma
mente sorprendidos al llegar cerca de los salvajes , y
encontrar cuatro vivos, de los cuales dos estaban li
geramente heridos y uno enteramente sano y salvo .
Entonces se vieron obligados á caer sobre ellos á cu
latazos . Empezaron por asegurarse del salvaje fugitivo ,
causante de todo aquel desastre , y de otro que estaba
herido en la rodilla, librándolos para siempre de todos
los sufrimientos . Con respecto al que había quedado
ileso , se arrodilló , tendió sus manos , dando lasti
meros gemidos , y les suplicó por medio de gestos y
signos que le dejasen la vida . Nada comprendieron de
cuanto dijo ; sin embargo, le hicieron sentar al pie de
un árbol que había allí : entonces uno de los ingleses,
con un pedazo de cuerda que tenía por casualidad en
su faltriquera le ató las manos á la espalda , y deján
dolo de aquel modo , se dirigieron con toda la presteza
de que eran capaces en persecución de los otros dos
que habían dejado pasar, temiendo que ellos ó cua
lesquiera otros llegasen á descubrir el retiro en donde
habían escondido sus mujeres y los pocos objetos que
habían conservado . En efecto , llegaron á divisarlos á
una larga distancia ; mas quedaron satisfechos viendo.
que los salvajes atravesaban en aquel momento un
vallado , cuya dirección era al mar, camino enteramente
opuesto al que conducía á su retiro . Tranquilizados
con respecto á aquel punto , volvieron al sitio donde
habían dejado á su prisionero , pero no lo encontraron
ya ; juzgaron que había sido librado por sus camara
das, habiendo dejado al pie del árbol la cuerda con
que estaba atado .
Siguieron andando con el mayor cuidado y sigilo,
no sabiendo por dónde ir, ni á qué distancia se halla
CAPÍTULO III. 109

ban los enemigos , ni el número de éstos . Sin embargo ,


resolvieron volver al paraje donde tenían á sus muje
res para ver si todo seguía en el mismo estado , y para
tranquilizarlas , pues debían estar muy asustadas .
Aunque los salvajes fuesen compatriotas suyos , les
tenían un miedo horroroso , tanto mayor quizá porque
los conocían demasiado. Al llegar al bosque , los in
gleses vieron que los salvajes estaban en él , y muy
próximos á su retiro , aunque sin descubrirlo : los ár
boles que lo circuían formaban una muralla tan espesa,
que hubiera sido preciso para penetrar ser guiado por
alguno que lo conociese. Lo encontraron todo como
lo habían dejado , sólo que las mujeres estaban casi
exánimes de espanto . En el mismo momento tuvieron
la dicha de ver llegar á socorrerlos un refuerzo de
siete españoles ; los otros diez , con sus esclavos y el
anciano padre de Domingo , se habían dirigido en cuer
po hacia el bosquecillo para defenderle , así como tam
bién el grano y ganado que estaba allí , en el caso de
que los salvajes fuesen á recorrer aquel lado ; pero és
tos no fueron tan lejos . Con los siete españoles iba
uno de los salvajes hecho prisionero en otro tiempo ,
y también el que los ingleses habían dejado atado al
pie del arbol ; pues los españoles , según parece , habían
tropezado á la mitad de su camino con los cadáveres
de los siete salvajes , y habiendo desatado al octavo , lo
hicieron seguir con ellos ; mas luego se vieron obliga
dos á atarlo de nuevo , y mandarlo á hacer compañía
á los dos compañeros que había dejado en la isla aquel
que se había escapado.
Tantos prisioneros empezaban á ser una carga para
ellos , y temieron tan de veras que se iban á escapar ,
que resolvieron matarlos á todos cryéndolo absoluta
mente necesario para su propia conservación . Sin ein
II. 7
110 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

bargo , el Gobernador no lo permitió , pero los hizo


conducir provisionalmente á mi antigua gruta del valle
en compañía de dos españoles que los guardasen y les
suministrasen el alimento necesario . Puesta dicha or
den en ejecución , los prisioneros pasaron la noche
atados de pies y manos .
La llegada de los españoles animó tanto á los ingle
ses , que de ningún modo se pudo obtener de ellos el
que permaneciesen tranquilos , Pidieron cinco espa
ñoles que los acompañasen , y armados de cuatro mos
quetes, una pistola y dos gruesas estacas con sus dos
extremos muy afilados , se dirigieron en busca de los
salvajes . Cuando llegaron al sitio donde yacían los
muertos, conocieron que habían estado allí otros y
que habían probado el llevarse los cadáveres ; mas des
pués de haberlos arrastrado un largo trozo , los habían
abandonado . Desde aquel lugar avanzaron hasta la
eminencia, desde donde habían visto incendiar sus ca
bañas , y tuvieron aun el disgusto de divisar el humo ;
mas ni un solo salvaje se percibía : entonces resol
vieron pasar más adelante, y dirigirse con precaución
hacia sus destruídas tierras ; pero un poco antes de
llegar, al descubrir toda la costa , vieron distintamente
á los salvajes que preparaban las canoas y se disponían
á abandonar la isla . Por el pronto sintieron el que no 1
estuviesen á tiro, con el objeto de despedirlos con una
buena descarga ; pero al fin reflexionaron que era
mucho mejor el quedar libres de ellos .
Los pobres ingleses se vieron arruinados segunda
vez y privados del fruto de su trabajo ; pero los otros
colonos se apresuraron á prestarles ayuda en la recom
posición de sus sembrados destruídos, proveyéndolos
en el ínterin de todo lo necesario . Hasta sus tres
compatriotas, que jamás habían manifestado los me
CAPÍTULO III. 111

nores deseos de ayudarlos , viendo su desgracia acu


dieron á ofrecerles sus servicios , y trabajaron vigoro
samente durante muchos días para restablecer su
morada y todo lo que les era indispensable . De este
modo en muy poco tiempo se vieron los dos ingleses
bajo el mismo pie que antes.
Dos días después , los colonos tuvieron la extremada
satisfacción de ver tres canoas arrojadas á la costa, y
á alguna distancia dos salvajes ahogados, lo que les
hizo juzgar con razón que aquellos desgraciados ha
bían sufrido un temporal que había sumergido alguna
de sus piraguas el viento había sido efectivamente
muy violento la noche que había seguido á su embarco ;
sin embargo, si perecieron algunos, es probable que
se salvaron bastantes para informar á sus compatriotas
acerca de lo que les había sucedido , y para obligarlos
á hacer otra expedición con fuerzas suficientes para
exterminar á todos los colonos . Por lo demás , excep
tuando lo que el salvaje fugitivo les habría contado de
sus habitantes , no podían saber por sí mismos casi
nada, no habiendo visto un solo hombre ; además , el
que sabía exactamente la existencia de la colonia había
sido muerto, no teniendo ellos otro testigo que pu
diese confirmar su relato .
Cinco ó seis meses se pasaron sin que se oyese ha
blar de salvajes, y nuestra gente esperaba que los in
dígenas habrían olvidado su derrota ó renunciado á la
idea de repararla, cuando de pronto la isla fué inva
dida por una formidable flota compuesta de veinte y
ocho canoas llenas de salvajes , armados de arcos ,
flechas, mazas , sables de madera , y otras armas de
guerra. Venían en tanto número , que á su vista que
daron los colones todos en la más profunda conster
nación.
112 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

Como los salvajes no se aproximaron á la orilla hasta


el anochecer y desembarcaron en el extremo oriental
de la isla, nuestra gente tuvo lugar toda la noche de
consultar las medidas que debían tomarse . Sabiendo
los colonos por experiencia que su salvación la habían
debido hasta entonces al cuidado que habían tenido
de permanecer ocultos , reconocieron que este medio
debía ser empleado con más razón esta vez que sus
enemigos eran en número tan considerable . En su
consecuencia , resolvieron demoler las chozas ó caba
ñas construídas por los dos ingleses , y conducir su
ganado á la antigua gruta , suponiendo que en el mo
mento de apuntar el día los salvajes se encaminarían
directamente hacia aquel punto para volver á empezar
sus devastaciones , á pesar de que habían abordado á
más de dos leguas de allí . Los colonos se llevaron
también todos los ganados que se encontraban pacien
do en el antiguo bosquecillo , los cuales pertenecían
á los españoles. En una palabra , hicieron desaparecer
lo más que les fué posible todas las señales de habita
ción , y al día siguiente muy de mañana se apostaron
con todas sus fuerzas reunidas delante de los campos
de los dos ingleses para aguardar al enemigo .
Sucedió según habían previsto : los salteadores de
jando sus canoas al lado del este de la isla , avanzaron
con dirección á la plantación costeando la playa en
número de cerca de doscientos cincuenta , más de lo 1
1
que nuestra gente podía pensar.
El ejército de los colonos era muy débil en compara
ción de los salvajes ; pero lo peor aun era que no te
nían armas bastantes para todos . He aquí, según pue
do recordar, el estado de sus fuerzas : en primer lugar,
los hombres eran diez y siete españoles, cinco ingle
ses el anciano padre de Domingo, tres esclavos que
CAPÍTULO III. 113

a basta habían cogido con las mujeres y que habían jurado


Orientai fidelidad, y otros tres esclavos que vivían con los es
oche d pañoles.
Sabiende Para armar á todos, había once mosquetes , cinco
n la habían pistolas , tres escopetas , cinco fusiles cogidos á los
bian femdo marineros revoltosos que yo había sometido , dos sa-.
este medio bles y tres viejas alabardas .
Los esclavos no tenían armas de fuego ; pero en su
rez que s
-able . En si lugar se les dió á cada uno una alabarda y un hacha
que llevaban pendiente del costado ; todos los demás
nozas ó caba
conducir su también llevaban hachas . Dos de las mujeres solicita
ron con ardor tomar parte en el combate ; se las armó
que en el mo
con arcos y flechas, recogidos por los españoles des
encaminarían
pués de la reñida pelea que habían tenido anterior
ver á empezar
mente los salvajes entre sí ; además les dieron igual
n abordado á
mente hachas.
os se llevaron
El gobernador español , del cual he hablado con tanta
raban pacien
frecuencia , era el que mandaba en jefe ; Will Atkins ,
es pertenecian
terrible y feroz cuando se trataba de algún crimen,
n desaparecer
pero bravo y animoso , era su segundo .
ales de habita
Los salvajes avanzaron como leones : desgraciada
a se apostaron mente nuestra gente no estaba posesionada ventajosa
de los campos mente ; pero Will Atkins , que en aquella ocasión prestó
emigo . grandes servicios , se había apostado con seis hombres
salteadores de
detrás de un bosquecillo , como guardia avanzada , y
isla, avanzaron tenía orden de dejar pasar los primeros salvajes , ha
do la playa en ciendo fuego después sobre el grueso de ellos , y luego
enta , más de lo pronunciarse en retirada , á fin de reunirse á los es
pañoles , que se hallaban también emboscados . Al lle
bil en compara gar los salvajes se lanzaron por todas partes desorde
■ era que no te nadamente . Will Atkins dejó pasar á unos cincuenta :
quí, según pue luego , viendo venir á los demás en masa, mandó á
en primer lugar, tres de los suyos que hiciesen fuego con sus mosque
es, cinco ingle tes, los cuales estaban cargados con seis ó siete balas
s
es esclavo que
114 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

de pistola cada uno . No pudieron ver cuántos mataron


ó hirieron ; pero es de todo punto imposible el poder
describir la consternación y la sorpresa de los salvajes
al ruido de la descarga, y al aspecto de muchos de sus
compañeros muertos y heridos sin saber de dónde
venía el golpe . No dejándoles tiempo de recobrarse de
su espanto , Will Atkins y los otros tres tiraron sobre
lo más unido y espeso de la tropa ; y en menos de un
minuto, los tres primeros , habiendo cargado de nuevo ,
hicieron fuego por tercera vez.
Si Will Atkins y su gente se hubiesen retirado inme
diatamente después de haber tirado , según las órdenes
que tenían, ó si el resto de la tropa hubiese estado á
tiro para sostener aquel nutrido fuego , los salvajes hu
bieran sido campletamente derrotados ; porque el te
rror esparcido entre ellos consistía sobre todo en que
se creían castigados por sus dioses , armados de rayos
y truenos , tanto más , cuanto que no veían quién los
hería ; pero Will Atkins , deteniéndose á cargar de
nuevo , les descubrió la astucia . Algunos salvajes que
los espiaban de lejos trataron de sorprenderlos por la
espalda, y aunque Atkins y sus compañeros hicieron
fuego sobre ellos por dos ó tres veces consecutivas,
después de haber dejado fuera de combate veinte á lo
menos , retirándose lo más pronto posible , sin embargo
llegaron á herir á Atkins mismo , y mataron á uno de
los ingleses que le acompañaban , como también más
tarde á uno de los españoles y á uno de los indígenas
que habían venido con las mujeres este último era un
joven valeroso ; se había batido desesperadamente , y
con su propia mano había dejado tendidos á sus pies
á cinco enemigos , á pesar de no tener otras armas qne
una alabarda y una pequeña hacha .
Estando Atkins herido y otros dos muertos , maltra
CAPÍTULO III . 115

tada así nuestra gente , tuvo que retirarse á una pc


queña eminencia que había dentro del bosque . Los
españoles , después de haber hecho tres descargas ,
continuaron batiéndose en retirada ; porque el número
de enemigos era tan considerable , y estaban tan ani
mados, que aunque tuviesen cerca de cincuenta muer
tos y muchos más heridos , seguían la pista de los co
lonos , sin temer el peligro , y les arrojaban una nube
de flechas . Era también digno de notarse que los heri
dos que no estaban aun fuera de combate , exasperados
por sus heridas , se batían como leones .
Al retirarse nuestra gente había dejado detrás de si
al español y al inglés muertos : cuando los salvajes lle
garon donde estaban los cadáveres , los mutilaron de
la manera más horrorosa , quebrándoles los brazos , las
piernas y la cabeza con las mazas que llevaban . En se
guida notaron que sus enemigos habían desaparecido,
y se agruparon sin cuidarse de ir en su persecución ,
y formando un círculo , según era su costumbre , se pu
sieron á dar espantosos gritos , como en señal de vic
toria. Sin embargo , tuvieron aun el disgusto de ver
caer á muchos de sus heridos , los cuales morían ani
quilados por la pérdida de sangre .
El gobernador español había reunido su pequeño
ejército sobre una eminencia . Atkins, á pesar de estar
herido, era de parecer de dirigirse al enemigo , y todos.
á la par darles una buena carga ; pero el Gobernador
le respondió « Señor Atkins , usted ha podido ver có
mo se baten sus heridos ; esperemos hasta mañana :
todos esos infelices habrán muerto , ó padecerán mucho
de sus heridas , ó estarán debilitados por la pérdida de
sangre, y entonces podremos atacar mejor á los de
más. >> El consejo era muy prudente ; pero Will Atkins ,
replicó jovialmente : « Es cierto , señor ; pero yo me
116 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

hallaré en el mismo estado que sus heridos , y por esla


misma razón deseo continuar el fuego mientras aun
me queden fuerzas . ― ¡ Bravo, señor Atkins ! le dijo el
español ; usted se ha portado valerosamente y ha
cumplido con su deber el nuestro ahora es combatir
por usted si no puede acompañarnos ; pero yo juzgo
más oportuno el que esperemos el día de mañana . »
Por último , cedió á aquellas juiciosas reflexiones ; mas
como estaba la noche muy hermosa y la luna esparcía
su brillante claridad , pudieron distinguir á los salvajes
agrupados confusamente al rededor de sus muertos y
heridos , y haciendo un gran ruido , por lo cual resol
vieron unánimemente el atacarlos durante la noche,
sobre todo en el caso de poder hacer una descarga sin
ser percibidos . La ocasión se presentó más favorable
de lo que se podía esperar, pues uno de los ingleses ,
en cuyas propiedades había empezado el combate ,
condujo á nuestra gente por un camino oculto entre el
bosque y la ribera occidental , y luego torciendo con
dirección al sud , los llevó tan cerca del paraje en que
se hallaban los salvajes , que antes de ser vistos ni oi
dos , ocho colonos tiraron é hicieron una espantosa
carnicería ; medio minuto después otros ocho rom
pieron el fuego á la vez . Las armas habían sido carga
das con tanta cantidad de metralla , que el número de
muertos y heridos fué inmenso ; á mayor abundamiento ,
los salvajes no podían ni distinguir quién los hería, ni
conocer el camino que debían tomar para emprender
la fuga. Los españoles cargaron de nuevo acelerada
mente sus armas , y dividiéndose en seguida en tres
cuerpos, trataron de arrojarse á un tiempo sobre los
salvajes . Cada cuerpo se componía de ocho comba
tientes , es decir , entre todos veinte y dos hombres y
dos mujeres, las cuales, sea dicho de paso , pelearon
CAPÍTULO III. 117

desesperadamente . Las armas de fuego fueron repar


tidas igualmente entre los citados tres cuerpos , así
como las alabardas y demás. Hubieran querido dejar
á las mujeres á la espalda ; pero ellas contestaron que
estaban decididas a morir con sus maridos . Habién
dose así arreglado aquel pequeño ejército , salieron
del bosque , y se lanzaron sobre sus enemigos gritando
con todas sus fuerzas .
Los salvajes permanecían reunidos , mas su espanto
fué extremado al oir aquellos gritos que partían de tres
distintos lados . Por lo demás estaban dispuestos á com
batir si hubiesen podido divisar á sus enemigos efec
tivamente , cuando los acometedores estuvieron á la
vista, los salvajes arrojaron algunas flechas , de las
cuales hirió una al infeliz anciano padre de Domingo ,
pero muy ligeramente . Nuestra gente no les dió tiem
po de defenderse , se precipitaron sobre ellos , después
de haber hecho fuego cada cuerpo desde tres puntos
diversos , á sablazos , culatazos y á golpes de hacha ; y
se portaron de tal modo , que al instante los salvajes
empezaron á dar agudos y lastimeros gritos , pro
nunciándose por todas partes en una vergonzosa fuga
con el objeto de salvar su vida .
Los colonos se cansaron finalmente de tanta carni
cería. Habían matado ó herido mortalmente en los dos
combates unos ciento ochenta por la parte más corta ;
los demás , asustados y aturdidos , echaron á correr por
entre los bosques y treparon á las colinas con tanta li
gereza como lo permitía la agilidad de sus piernas y el
miedo ; y como nuestra gente no se cuida se mucho de
perseguirlos , se reunieron todos en el mismo sitio de
la playa en donde habían desembarcade y en que se
hallaban sus canoas . Mas no paró en esto solo su des
gracia por la tarde sobrevino un furioso huracán que
7.
118 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

hizo absolutamente imposible su partida . La tempestad


duró toda la noche , y cuando subió la marea, la mayor
parte de sus piraguas fueron arrastradas por las olas ,
tan adentro del mar , que hubiera costado un inmenso
trabajo el recogerlas ; algunas también se hicieron pe
dazos contra la costa , y otras se estrellaron chocando
con las demás .
Los colonos , aunque gozosos de su victoria, trata
ron de reposar el resto de la noche ; después de haber
descansado , resolvieron emprender la marcha hacia el
lado de la isla adonde habían huído los salvajes , para
averiguar el estado en que se hallaban . Aquel movi
miento los llevó al mismo campo de batalla, en donde
encontraron muchos de aquellos infelices que todavía
no habían muerto , pero que estaban expirando . ¡ Espec
táculo deplorable para las almas generosas ! Porque el
hombre verdaderamente grande, aunque precisado
por las leyes de la guerra á destruir á sus enemigos, no
goza de ningún modo viéndolos sufrir . Sin embargo,
no cuidaron de dar orden alguna con respecto á dicho
asunto, pues los salvajes que estaban á su servicio con
cluyeron con los heridos á hachazos . Por último ,
llegaron á la vista del sitio en que se encontraban los
desgraciados restos del ejército salvaje , que había que
dado reducido escasamente á un centenar de ellos .
La mayor parte estaban sentados en el suelo , inclinada
la cabeza entre las manos y apoyadas éstas sobre sus
rodillas.
Cuando nuestra gente llegó á la distancia de dos ti
ros de mosquete, el gobernador español mandó tirar
dos mosquetazos sin bala para darles la señal de alar
ma, á fin de poder juzgar por su continente si aun te
nían deseos de batirse , ó si su derrota los había aba
tido y desanimado , proponiéndose en seguida tomar
CAPÍTULO III. 119

sus medidas según las circunstancias . Dicha estrata


gema tuvo buen éxito : tan pronto como los salvajes
oyeron la detonación del primer mosquetazo y perci
bieron el resplandor del segundo , se pusieron súbita
mente de pie sumamente consternados ; y como los
colonos avanzaban rápidamente hacia ellos , huyeron
lanzando terribles gritos ó más bien una especie de
aullidos , que los colones no pudieron expresar, y que
hasta entonces jamás habían oído ; luego fueron á re
fugiarse á las alturas, en el interior de la isla.
En un principio los colonos preferían que hubiera
hecho buen tiempo para que los salvajes pudiesen em
barcarse ; pero no consideraban entonces que aquella
partida podía traer otra expedición más numerosa, y
ponerlos en estado de no poderla hacer frente , ó bien
que con al resultado de repetidas empresas y con tales
fuerzas, la isla acabaría por ser destruída y ellos se ve
rían reducidos á morir de hambre .
William Atkins, que á pesar de su herida iba con
ellos, propuso en aquellas circunstancias la más sabia
determinación : esta fué el aprovecharse de la ventaja
que se les ofrecía de interponerse entre los salvajes y
sus canoas, para privarlos de esta manera de todo me
dio de volver en número mayor con objeto de inquie
tar la colonia . Nuestra gente estuvo consultando dete
nidamente la proposición : algunos la combatían ; otros
temían que, obligando á los salvajes á refugiarse en los
bosques y á vivir en la mayor abyección, se verían
precisados á cazarlos como fieras ; no atreviéndose , de
cían, á salir para trabajar , verían continuamente los
campos asolados y destruídos sus ganados ; final
mente, estarían siempre en una continua inquietud ,
Pero Atkins añadió , que valía más tener que ha
bérselas con un centenar de salvajes que con
120 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

cien tribus ; que después de destruir las canoas


era preciso destruir los hombres, pues de lo con
trario ellos mismos podían perecer ; en una palabra,
les manifestó tan claramente la necesidad de seguir
su consejo , que por último todos accedieron . Ha
biendo recogido un haz de leña seca y ramas tam
bién lo mismo , probaron el incendiar algunas canoas,
pero estaban tan húmedas , que no pudieron hacerlas
arder ; sin embargo, se deterioraron de tal modo los
caperoles, que dejaron las canoas en disposición de
no poderse botar al mar.
Cuando los indígenas comprendieron lo que hacían
sus enemigos , se lanzaron fuera del bosque , se aproxi
maron lo más posible á nuestros hombres, y cayendo
de rodillas, exclamaron ¡ 0a, oa! ¡ Waramokoa ! y
algunas otras palabras de su dialecto , que ninguno de
los colonos comprendió . Sin embargo , por sus
gestos suplicantes y por sus extraños gritos era fácil
conocer que pedían perdón para sus canoas , prome
tiendo partir en seguida y no volver más . Pero nuestras
gentes estaban demasiado convencidos que el único
medio de salvar la colonia era el impedir á los salva
jes volver á su patria ; porque si uno solo hubiese
podido volver á su país , era evidente que referiría todo
lo que había sucedido , y la colonia podía contarse
desde el momento por destruida . Así , dando á conocer
á los salvajes que para ellos no había cuartel , conti
nuaron la destrucción de las canoas que el huracán
había dejado ilesas . Á tal espectáculo, los salvajes
dieron un grito espantoso, que los colonos com
prendieron bastante ; en seguida echaron á correr por
todas partes como insensatos , de tal modo , que nues
tra gente no supieron al principio qué hacer . Los
españoles, con toda su prudencia , habían considerado
CAPÍTULO III. 121

que reduciendo así á la desesperación á aquellos in


felices , iban á verse obligados á tener una guardia con
tinua al rededor de sus campos ; pues aunque el ganado
había sido puesto en seguridad , y los indígenas no
habían descubierto el retiro principal (quiero decir,
mi antiguo castillo cerca de la colonia) , ni la gruta
del valle , habían encontrado , sin embargo , mi planta
ción del bosquecillo , y la habían destruído , echando
abajo todas las empalizadas, y cortando los árboles de
alrededor, pisando el grano , arrancando las cepas con
sus racimos ya casi maduros , y causando á la colonia
una pérdida irreparable, sin el menor provecho para
ellos mismos.
Los colonos se veían precisados á combatirlos en
todas ocasiones ; sin embargo , no estaban en estado
de perseguirlos ó de darles caza , pues los salvajes eran
demasiado ágiles para ellos cuando se encontraban
solos , pero nuestra gente no se atrevian á ir solos tam
poco, por miedo de encontrar muchos reunidos . Por
fortuna os indios carecían de armas ; tenían arcos,
pero no flechas , ni materiales para hacerlas , ni útiles ,
ni instrumentos cortantes . El extremo al cual se veían
reducidos era verdaderamente deplorable , pero la
situación en que habían puesto á la colonia no era
mucho menos ; pues aunque los retiros se hubiesen
conservado , las provisiones estaban destruídas , la
cosecha asolada , y nuestra gente se encontraba ya
casi sin recursos . El único que les quedaba entonces
era el ganado que tenían en el valle cerca de la gruta ,
un poco de trigo sembrado en aquel mismo sitio , y la
plantación de los tres ingleses , Will Atkins y sus dos
camaradas , de los cuales uno había muerto de un fle
chazo que le había alcanzado á las sienes ; por consi
guiente , ya sólo estaban reducidos á dos : es de notar
122 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

que el muerto era el mismo que había herido tan


bárbaramente con su hacha al pobre esclavo, y el que
ning
había formado más tarde el proyecto de asesinar á Cuand
los españoles . Justo castigo de la divina Provi
tuviero
dencia !
nador e
Á mi parecer, la posición de los colonos era peor hombres
entonces que lo había sido la mía después de haber
descubierto los granos de trigo y de arroz , y apren salvaje vi
dido la manera de sembrar , de cultivar mi grano y de que teníar
sus compar
criar el ganado ; porque puede decirse que ellos posición qu
tenían entonces en la isla un centenar de lobos que
devorarían todo lo que pudiesen, y que ellos mismos Su tranquili
Pasó algú
con dificultad estarían seguros .
alguno ; per
Lo primero que en aquellas circunstancias trataron
de hacer los colonos , fué arrojar á sus enemigos hacia y medio mu
el lado más remoto de la isla al S. O. , á fin de que si dido y hech
principio tar
algunos otros salvajes venían á la isla no pudiesen en
contrar á los demás . En seguida resolvieron cazarlos mas después
de alimento
diariamente, fatigarlos y matar tantos como pudiesen , amansarse
.
hasta que su número fuese muy reducido ; después
elcualhabla
decidieron que si podían cogerlos prisioneros y ha
los buenos
cerse entender de ellos , les darían trigo , y les enseña
rían á cultivarlo para que viviesen de su trabajo diario. para con to
Conformes en esta resolución , empezaron á perse vida, sino
la islapara
guirlos , y los asustaron de tal modo con el ruido de neciendo
sus armas , que algunos días después, lo mismo era e

descargar un colono su mosquete á la vista de un sar ningún


les daría
salvaje , el miedo le hacía caer al suelo . El terror de
los indígenas fué tan grande , que se alejaron muchí para semb
simo , hasta que por último , no cesando nuestras gentes le dijo qu
de perseguirlos, y de matar ó herir todos los días á ver á
proyect
algunos , se vieron precisados á ocultarse en los bos os
convení
ques y en las cavernas , en donde se vieron reducidos a
á los más grandes apuros por falta de víveres ; muchos su gobier
serian to
CAPÍTULO III. 123
22
de ellos fueron hallados muertos en los bosques sin
Que
ninguna herida, habiendo sólo perecido de hambre.
Cuando los nuestros descubrieron aquellos cadáveres ,
Prov
tuvieron gran lástima de ellos , mayormente el gober
nador español , el más noble y el más generoso de los
i pes hombres . Propuso éste se cogiese, si era posible , un
habe
salvaje vivo, y se le hiciese comprender las intenciones
apres que tenían los colonos, para que él las participase á
1012 sus compañeros , lo cual podría llevarlos á una com
e elix posición que aseguraría su vida , y volvería á la colonia
os que su tranquilidad .
misma Pasó algún tiempo antes de que pudiesen coger á
alguno ; pero por último , como estaban desfallecidos
rataru: y medio muertos de hambre , uno de ellos fué sorpren
s hacia dido y hecho prisionero . Su desesperación fué al
e quesi principio tan profunda, que no quiso comer ni heber ;
sen en mas después , viéndose tratado con dulzura y provisto
cazarlos de alimentos , llegó á ser menos feroz , y concluyó por
diesen, amansarse . Se le mandó al anciano padre de Domingo,
después el cual hablaba con frecuencia con él, que le manifestase
Sy ha los buenos deseos de que estaban animados los colonos
enseña para con todos ellos ; que no sólo se les perdonaría la
diario. vida, sino que también se les asignaría una parte de
perse la isla para que viviesen en ella pacíficamente, perma
ido de neciendo en sus límites , y no saliendo de ellos á cau
no era sar ningún perjuicio á la colonia ; finalmente , que se
de un les daría pan para su subsistencia presente, y grano
ror de para sembrar y hacer pan para le sucesivo . En seguida
nuchi le dijo que sería muy conveniente que él mismo fuese
gentes á ver á sus compatriotas ; les participase dichos
s días proyectos , para que contestasen al momento si les
os bos convenían aquellas ofertas , teniendo entendido para
ucidos su gobierno, que si no las aceptaban inmediatamente
uchos serían todos destruídos .
124 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

Los desgraciados , completamente abatidos , y redu


cidos escasamente al número de treinta y siete hombres,
accedieron á la proposición desde la primera palabra,
y suplicaron encarecidamente que se les diese algún
alimento . En su vista , doce españoles y dos ingleses
perfectamente armados, acompañados de tres esclavos
y del padre de Domingo , se encaminaron al lugar en
donde entonces se hallaban los salvajes los tres
esclavos llevaban una grande cantidad de pan, de arroz
cocido hecho tortas y secado al sol , y tres llamas vivas .
Mandaron á los salvajes que se colocasen en la pen
diente de una colina , en donde se sentaron en el suelo
y comieron aquellas provisiones , manifestándose
sumamente reconocidos , llegando á ser después la
gente mas fiel á su palabra ; pues exceptuando las
ocasiones en que iban á pedir víveres é instrucciones ,
jamás se excedían de sus límites . Así es que ellos vivían
todavía en el mismo sitio , cuando yo llegué por segunda
vez á la isla , al cual también fuí á visitarlos . Se les había
enseñado á sembrar, á hacer pan , á criar los llamas y á
ordeñar ; lo único que les faltaba eran mujeres, para
que bien pronto hubiesen podido llegar á componer
una nación . Estaban confinados en una estrecha lengua
de tierra, teniendo detrás de ellos dos elevados peñas
cos , y delante una gran llanura que bajaba hacia el
mar, en el extremo S. E. de la isla el terreno era
bueno y fértil, y suficiente para todos ellos ; ocupaba
el espacio de milla y media de ancho y cuatro de largo.
Los colonos les habían enseñado á fabricar azadas de
madera , y les habían distribuído doce hachas y tres ó
cuatro cuchillos ; en fin , se habían vuelto los hombres
más sumisos y más inofensivos .
CAPÍTULO IV.

Industria de los colonos ingleses, y particularmente de Will


Atkins . Descripción de su casa de mimbres. - Hablo con
los españoles con respecto á su situación antes de su llegada á
mi isla. - Alegría que reciben á la noticia de su libertad .
Doy á conocer á toda la colonia el objeto de mi viaje , y distri
buyo á cada uno los efectos y utensilios que había traído en mi
buque. - El sacerdote francés me pide autorización para ca
sar á los colonos que habían vivido hasta entonces con las mu
jeres indias.

Desde aquel tiempo hasta mi vuelta , que tuvo lugar


dos años después , los salvajes dejaron gozar á la colonia
de una tranquilidad perfecta y no se crea que de
cuando en cuando dejasen de desembarcar algunas
canoas de ellos para celebrar sus horribles festines ;
pero como eran de diversas naciones y quizás jamás
habían oído hablar de los que habían venido á la isla ,
ni del motivo que los había conducido , no se cuidaban
de hacer ninguna pesquisa para encontrarlos , y si lo
hubiesen probado , hubiera sido muy difícil su buen
éxito .
Hasta ahora juzgo haber hecho una relación com
pleta de lo que había sucedido á los colonos durante
mi ausencia, por lo menos lo más notable habían ci
vilizado extraordinariamente á los indios ó salvajes ,
é iban con frecuencia á visitarlos ; mas les prohibian
bajo pena de la vida que éstos fuesen á su morada por
miedo de que no les hiciesen traición . Es necesario
observar una cosa admirable , y es que los salvajes que
126 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

aprendieron de nuestra gente á construir canastos y


otras obras de cestero, sobrepujaron bien pronto á
sus maestros . Hicieron una multitud de objetos su
mamente delicados é ingeniosos , tales como cestas
de todas especies , tamices, jaulas para pájaros , cofres,
etc. , como igualmente sillas, taburetes, camas , catres,
finalmente , una diversidad de otras clases de trabajos
de dicho género, que ejecutaban con la más extremada
finura y que no tenían igual .
Mi llegada les fué esencialmente útil, porque los
proveí de cuchillos , tijeras , palas , azadas, azadones , y
de todos los útiles que les podían ser necesarios . Con
estos socorros empezaron á construir cabañas ó casas
de mimbre perfectamente arreglado y pulimentado.
Éstas eran verdaderamente obras maestras de indus
tria, de un aspecto caprichoso , de un excelente uso
para preservase del calor y de todo género de in
sectos . Nuestra gente se admiró tanto de haber tenido
éxito tan brillante, que fueron á buscar á los salvajes
á fin de que ellos hiciesen otro tanto . Así que , cuando
yo fuí á ver la plantación de los dos ingleses , desde
lejos me pareció que estaban metidos en colmenas
como las abejas . La de Will Atkins , que había llegado
á ser un hombre en extremo industrioso, trabajador y
arreglado , era la cosa más curiosa á mi parecer que
pudiera verse . Tenía ciento veinte pasos de circunfe
rencia por la parte exterior (yo mismo la medí) ; las
paredes eran de un tejido tan unido como el de un
cesto , y divididas en treinta y dos departamentos muy
sólidos , de cerca de siete pies de altura en el medio
se encontraba otra casita que tenía unos veinte y dos
pies de circunferencia, pero más fuerte aun que la
primera, siendo de forma octógona y sostenida en los
ángulos por ocho fuertes pilares en la cima de estos
CAPÍTULO IV. 127

postes había otras piezas hechas de carpintería sujetas


por clavijas de madera , desde donde se elevaban en
pirámides ocho grandes vigas destinadas á formar el
techo ; el todo era muy regular y perfectamente unido ,
aunque no tuvo clavos, y únicamente se sirvió de al
gunas clavijas de hierro que había hallado medio de
fabricar con el viejo herraje que yo había dejado en la
isla. Es un hecho que aquel hombre probó que tenía
un genio sumamente industrioso en muchas cosas de
las cuales no tenía ningún conocimiento . Se hizo una
fragua con dos fuelles de madera para avivar el fuego,
fabricó asimismo el carbón necesario para su trabajo ,
y formó con una alzaprima de hierro un yunque bas
tante bueno, con cuyo auxilio pudo forjar una mul
titud de objetos , como ganchos, chapas , clavijas, ce
rrojos y goznes. Con respecto á su casa , después de
haber establecido la techumbre de su tienda interior ,
llenó el espacio que quedaba de vigas hechas de mim
bre sumamente sólidas, la cubrió en seguida con mucho
ingenio de un segundo techo de paja de arroz , y sobre
él colocó largas ramas de un árbol especial , de modo
que la casa estaba tan perfectamente al abrigo de la
humedad, como si hubiese estado cubierta con tejas ó
pizarras . Á la verdad , me confesó que los salvajes le
habían hecho toda la obra de cestería .
La tienda exterior formaba al rededor de los depar
tamentos interiores una especie de galería cubierta :
largas vigas se extendían desde los treinta y dos án
gulos á lo alto de los pilares de la habitación interior,
que estaban á una distancia de cerca de veinte pies ,
de suerte que había entre la pared de mimbre exte
rior é interior un espacio cubierto que formaba una
galería de cerca de veinte pies de largo . El interior de
la casa estaba partido en seis divisiones del mismo tra
128 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

bajo, pero mucho más pulido , que formaban seis


estancias á pie llano, teniendo cada cual una puerta
que daba á la galería que conducía á la habitación prin
cipal ; también había otra puerta en esta habitación ,
y una tercera en la galería que daba vuelta á todo al
rededor ; dicha galería estaba también dividida en
seis partes iguales que servían no solamente de escon
dite ó retiro , sino también de almacén . No ocupando
las seis divisiones toda la circunferencia , las otras
estancias del contorno estaban dispuestas del siguiente
modo desde que se pasaba la puerta del muro exte
rior, se encontraba un pequeño camino angosto que,
conducía á la puerta de la casa interior ; pero á cada
lado se hallaba un tabique de mimbres con una puerta
que daba entrada á una larga cámara ó almacén , de
veinte pies de ancho y de cerca de treinta de largo ,
y desde ésta á otra más pequeña . Así , en la galería
exterior había diez bellas estancias, á seis de las
cuales no se podía llegar más que por las habitaciones
del interior, y que debían servir de gabinete ó retrete
á cada estancia respectiva de la casa interior ; además,
cuatro vastos almacenes ó graneros , comunicándose
los unos con los otros , dos á cada lado de la galería,
desde la puerta de entrada á la sala de en medio . Á mi
parecer, nunca se ha visto más mimbre reunido y tan
perfectamente trabajado como en aquella casa ó tienda.
En aquella gran colmena se alojaban tres familias ,
la de Will Atkins , la de uno de sus compañeros , y la
mujer del que había sido muerto , que había quedado
con tres hijos los dos compatriotas de su marido con
tinuaban dándole su parte de los bienes comunes, es
decir, de trigo , leche y uvas ; cuando mataban algún
Hlama ó encontraban una tortuga sobre la playa, la
daban su porción igual á la de los demás ; de modo
CAPÍTULO IV. 129

que vivían juntos bastante regularmente , aunque no


fuesen tan industriosos como los otros dos , como ya
tengo dicho.
Una cosa sin embargo no debo pasar en silencio, y
esta era que entre ellos no tenían cuestiones con res
pecto á religión se recordaban con frecuencia uno á
otro que había un Dios , pero era blasfemando de su
santo nombre , según la costumbre de la gente de mar ;
las pobres mujeres salvajes no estaban más ilustradas
por haberse casado con cristianos ( si este nombre
podía dárseles), pues ellos mismos eran demasiado
ignorantes , con respecto á las cosas divinas , para dis
cutir sobre este asunto con sus mujeres ó hablarlas de
lo concerniente á la religión . Todo lo que habían ga
nado con ellos era haber aprendido á hablar bastante
mal el inglés ; y la mayor parte de sus hijos , que con
poco diferencia serían unos veinte , aprendían del
mismo modo á darse á entender en inglés desde que
empezaban á balbucear, aunque en un principio no
hiciesen más que estropearlo como sus madres . El
mayor de los niños no había cumplido aun seis años
cuando yo llegué , porque hacía poco más de siete que
los ingleses habían llevado las cinco mujeres á la isla :
pero todas habían sido fecundas, y habían tenido más
ó menos hijos . La mujer del segundo cocinero estaba ,
según creo, en su sexto embarazo . Estas madres de fa
milia eran arregladas, tranquilas , laboriosas , mo
destas y decentes , serviciales entre sí, obedientes y
sumisas á sus dueños (no puede decirse sus maridos) ;
no les faltaba más que conocer la religión cristiana y
el casarse legítimamente, lo que al fin sucedió, gracias
á mí, ó á lo menos á consecuencia de mi vuelta á la isla.
Después de haber hablado así de mi colonia en ge
neral , y demasiado de mis renegados ingleses , debo
130 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

decir algo de los españoles que formaban el principal


cuerpo de la familia, y cuya historia presente, como
también algunos incidentes , son dignos de notarse .
Tuve con ellos numerosas conferencias sobre la si
tuación en que se habían encontrado cuando estaban
entre los salvajes . Me confesaron francamente que ha
bían procurado sacar partido de su inteligencia ó de
su industria en aquel país : reducidos como estaban á
un puñado de hombres pobres y miserables, habían
sido aniquilados de tal modo por su infortunio, que
aunque hubiesen tenido en su mano los medios de me
jorar su suerte , les hubiera faltado energía para apli
carlos ; no les quedaba, pues, otra perspectiva que la
de morir de hambre uno de ellos , hombre grave y
sensato , estaba convencido, según me dijo , que ellos
habían obrado muy mal ; porque los hombres razona
bles no debían abandonarse á su desgracia, sino ayu
darse siempre con los recursos que ofrece la razón
para soportar el mal presente y prepararse á un por
venir mejor. « La tristeza , continuó , es la pasión más
insensata y la más vana del mundo, pues que en gene
ral no se liga más que á lo pasado , que es irrevocable
y sin remedio , y de ninguna manera se ocupa del por
venir, no prestando ningún auxilio á lo que podría
conducirnos á nuestra salvación , y aumenta más
nuestro infortunio , que no lo remedia . » Á propósito
de estas reflexiones, me citó el pasaje de la Sagrada
Escritura, que dice : « Ayúdate, y te ayudaré, » que
riendo dar á entender que el hombre en sus mayores
vicisitudes y desgracias debe tener valor y grandeza
de alma para hacer frente á ellas.
Luego me habló sobre todas las mejoras que yo
había llevado á cabo en aquella soledad , sobre mi in
fatigable aplicación (como él decía) , gracias á la cual
CAPÍTULO IV . 13%

mi condición , peor en principio que la suya , había


llegado á ser mil veces más dichosa que la que ellos go
zaban antes de venir á mi isla estando todos reunidos.
Yo le dije que había una grande diferencia entre su
posición y la mía ; que ellos habían sido arrojados
sobre la playa faltos de todo socorro , privados de pro
visiones para alimentarse , reducidos á buscar los me
dios de procurarse la subsistencia . Á la verdad , yo
había tenido la desgracia y la desventaja de estar solo ,
pero los socorros que la Providencia me había man
dado , arrojando los restos del buque tan cerca de la
playa, hubieran animado á cualquier otro hombre á
emprender lo que había hecho. « Señor, replicó mi in
terlocutor , si nosotros nos hubiésemos hallado en
vuestro lugar, quizá no hubiéramos sacado de la em
barcación la mitad de lo que vos sacasteis . »
Para poner fin á estos elogios , le supliqué que con
tinuase la relación de lo que habían hecho después de
haber desembarcado . Respondióme que por desdicha
suya habían abordado en un paraje en donde habían ha
bitantes, pero no provisiones ; que si hubiesen tenido
la prudencia de volverse á embarcar y de ganar una
isla que había un poco más lejana , habrían encontrado
por el contrario provisiones sin habitantes , porque
había hacia aquel lado , según ya se les había dicho ,
una isla, adonde los españoles de la Trinidad iban
frecuentemente, y que habían llenado en diferentes
épocas de cabras y cerdos, que se habían multiplicado
muchísimo se hallaban además tortugas y pájaros en
abundancia ; de modo que aun cuando hubiesen es
tado privados de pan , hubieran tenido mucha carne ;
en lugar de que en la isla donde ellos estaban se alimen
taban sólo con hierbas y frutas desconocidas para ellos ,
yde muy poca sustancia , á pesar de lo cual los naturales
132 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

se las daban en muy pequeña cantidad ; y sin embargo


no podían estar mejor tratados , á menos de conver
tirse en antropófagos , y de comer carne humana , que
era el manjar más exquisito y buscado por los habi
tantes de aquellas regiones . Me refirieron también los
españoles las diversas tentativas que hicieron para ci
vilizarlos salvajes con los cuales habitaban , y para me
jorar sus costumbres y género de vida , pero que todo
había sido inútil : los salvajes les contestaban que era
injusto que gentes que habían ido á pedir auxilio y
apoyo quisieran hacerse consejeros de los que los
mantenían , dándoles á entender , á lo que parecía , que
no debían enseñar á los que hasta entonces se habían
podido pasar sin ellos .
En seguida me contaron los terribles apuros á que
se habían visto reducidos ; que les había sucedido
el pasar muchos días sin ninguna clase de alimento,
pues la isla en que ellos habían sido arrojados estaba
habitada por los salvajes más indolentes , y por lo tanto,
entre todos los de aquella parte del mundo eran los
más desprovistos de las cosas necesarias á la vida. Sin
embargo, aquellos pueblos eran menos inhumanos y
no tan voraces como aquellos que tenían más abun
dancia de víveres . Añadieron que veían en todo
aquello las pruebas de la sabiduría y bondad , con las
cuales el Todopoderoso dirige los sucesos en este
mundo : pruebas que llegaron bien pronto á hacerse 36
evidentes ; porque aniquilados como estaban por la
miseria que pasaban en aquella estéril región , si hu
biesen buscado otro sitio mejor para establacerse , se
habrían de este modo separado del camino de salvación
que les había sido abierto por mi mediación . Me di
jeron también que los salvajes con quienes habían vi
vido contaban con ellos cuando tenían alguna guerra :
1

CAPÍTULO IV. 133

es cierto que si el naufragio no les hubiese hecho per


der sus municiones , como conservaban las armas de
fuego, habrían tenido , no solamente los medios de ser
útiles á sus protectores , sino también de hacerse temer
á la vez de sus amigos y enemigos ; pero privados de
pólvora y balas , y no pudiendo en su situación rehusar
el acompañar á sus huéspedes al combate , se encon
traban en el campo de batalla en una posición muy
crítica , mucho más que la de los mismos salvajes , no
teniendo ni arcos ni flechas , ni sabiendo hacer uso de
ellas , aunque se las diesen . Se veían , pues , obligados
á permanecer en la inacción , expuestos á las flechas,
hasta que sus enemigos estuviesen bastante cerca para
poder combatir cuerpo á cuerpo ; entonces les servían
sus tres alabardas, y dispersaban á veces batallones
enteros con sus simples armas y palos puntiagudos
que metían dentro de los cañones de sus mosquetes.
Viéronse con frecuencia en peligro de ser muertos á
golpes de maza , y heridos por los dardos , hasta que
calcularon el hacer anchos escudos de madera , que
cubrieron de pieles de animales salvajes , de los cuales
ignoraban el nombre.
A pesar de esta defensa , por repetidas veces corrie
ron grandes peligros . Un día , cinco de ellos fueron
arrojados al suelo á mazazos ; entonces fué cuando co
gieron prisionero al español que yo había salvado des
pués éstos creyeron que había muerto ; pero cuando
supieron que estaba cautivo , su dolor fué extremado ;
de buen grado hubieran expuesto su vida por salvarle .
Con respecto á los demás que habían caído bajo el
peso de las mazas de los salvajes , los restantes que
quedaron ilesos los salvaron , formando un círculo al
rededor de ellos , batiéndose valerosamente hasta que
los otros volvieron en sí, á excepción del que creían
JI. S
134 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

muerto ; después , formados en columna cerrada, se


abrieron camino con sus alabardas y mosquetes á tra
vés de un cuerpo compuesto de más de mil salvajes ,
derribando y destrozando todo lo que encontraban á
su paso . Quedaron dueños del campo , pero fué para
ellos muy amarga la victoria , á causa de la pérdida de
su compatriota y amigo . Los enemigos , viendo que
vivía , se lo llevaron con los demás prisioneros , según
ya tengo referido .
Me pintaron del modo más patético su alegría y sor
presa al volverá ver á su paisano y compañero de des
gracia, que habían juzgado devorado por los salvajes ;
se aumentó su admiración cuando éste les refirió su
mensaje , y les manifestó que tenían cerca á un cris
tiano lleno de humanidad y con bastante poder para
salvarlos . Añadieron el pasmo que les habían causado
los socorros que yo les mandaba , sobre todo las ga
lletas ó panes , cosa que no habían visto desde su lle
gada á aquellas miserables regiones ; que habían hecho
la señal de la cruz á aquel pan , que para ellos era en
viado del cielo , y que dicho pan y las demás provisio
nes habían reanimado su valor. Hubieran querido sobre
odo describirme su felicidad y alegría al ver una
barca y pilotos dispuestos á conducirlos al paraje de
donde habían venido los socorros ; pero les fué im
posible hallar palabras para expresar su gozo había
sido tan excesivo , que llegaron á hacer inconcebibles
extravagancias . Se limitaron á decirme que sus trans
portes rayaban en frenesí, no pudiendo dar libre cur
so á sus emociones , que habían producido sobre cada
uno de ellos efectos bien distintos los unos , por el
acceso de la alegría derramaban copiosas lágrimas ;
los otros parecía que habían perdido el juicio ; y final
mente , los últimos se habían desmayado.
CAPÍTULO IV. 135

Esta descripción me conmovió en extremo , y me


recordó los transportes de Domingo al volver á hallar á
su padre , los de aquellos dos desgraciados que yo
había recogido en el mar después del incendio de su
buque , la alegría del capitán cuando se vió salvado en
el mismo sitio en que aguardaba perecer, y mi inde
cible gozo cuando , después de veinte y ocho años de
confinamiento , hallé un buque dispuesto á conducirme
á mi patria. Todos estos recuerdos aumentaron el in
terés que yo tomaba al oir la relación de aquellas po
bres gentes , y que me hacía experimentar una agra
dable emoción.
Después de haber trazado el cuadro del estado en
que encontré á los colonos, debo hablar de lo más
importante que hice en su favor, y de la situación en
que los dejé. Su parecer, lo mismo que el mío , era
que la isla no volvería á ser molestada por los salvajes ,
además, que se hallaban en estado de rechazarlos
aunque viniesen en doble número que antes ; de suerte
que con respecto este punto había cesado entera
mente toda inquietud .
Entonces tuve una larga sesión con el español á
quien he llamado gobernador, sobre el establecimiento
de los colonos en la isla , porque yo no había ido con
la intención de llevarme á ninguno de sus habitantes.
Efectivamente , hubiera sido injusto el llevarme á unos
y dejar á otros , que quizá se quedarían de muy mala
gana si se disminuían sus fuerzas . Además, manifesté
que había ido para establecerlos definitivamente en
aquella región , y no para hacerlos salir de ella ; les
mostré los socorros de todas clases que les llevaba ,
haciéndoles presente que había hecho un gasto consi
derable , tanto con respecto á su bienestar , como á su
defensa ; que había embarcado á muchas personas ,
136 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

no sólo para aumentar su número , sino para ayudar


1s , en calidad de artesanos , con sus diversas indus
trias , proveyéndolos de los objetos que aun les faltaban.
Estaban todos reunidos cuando les hablé del modo
que he referido ; y antes de manifestarles lo que yo
había traído para ellos , les pregunté á cada uno en
particular si habían olvidado sus primitivos rencores ,
si querían reconciliarse de corazón y jurarse mutua
mente amistad y unión tan útil para todos , y que no
se turbarían por envidias y desavenencias de ninguna
especie . Will Atkins, con mucha cordialidad y fran
queza , respondió que ellos habían tenido bastantes
peligros que superar para no ser ya prudentes , y bas
tantes enemigos que combatir para conocer que todos
debían ser amigos ; que por su parte quería vivir y
morir con sus compañeros, y que lejos de tener ma
las intenciones respecto á los españoles, confesaba
que todo cuanto habían podido hacerle lo había pro
vocado par causa de su mal carácter , que en lugar de
ellos hubiera obrado él lo mismo ó quizá peor ; aña
diendo al mismo tiempo , que si yo lo exigía , les pedi
ría perdón por todas las locuras y brutalidades que
había cometido ; que estaba deseoso de vivir con ellos
en la más perfecta amistad y unión , y que haría todo lo
que estuviese á su alcance para convencerlos de lo di
cho ; y por último , que con respecto á Inglaterra , le
era igual el no verla en veinte años .
Los españoles contestaron que á la verdad habían
en un principio desarmado y expulsado á Will Atkins
y á sus camaradas por causa de su mala conducta, se
gún me habían contado , y que apelaban á mí para que
decidiese si habrían podido obrar de otro modo ; pero
que Will Atkins se había portado con tanto valor en el
combate contra los salvajes y en otras muchas oca
3.
Fijé el siguiente día para celebrar un convite general y espléndido
CAPÍTULO IV. 139

siones después , que se había mostrado tan fiel, tan


afecto á los intereses generales de la colonia , que ellos
habían olvidado lo pasado , y le juzgaban acreedor á
que se le confiasen las armas y se le tratase bajo todos
conceptos como á los demás ; que si habían tenido la
más completa confianza en él y sus compatriotas, re
conocían que estos últimos se habían manifestado dig
nós de dicha confianza por todo lo que puede gran
jear la estimación de la gente honrada , y que por
último, ellos se apresuraban en la ocasión presente á
asegurar de todo corazón que sus intereses no se sepa
rarían jamás de los de los ingleses .
Después de estas francas y cordiales demostraciones
de amistad , fijé el siguiente día para celebrar un con
vite general . Éste fué verdaderamente espléndido :
primero hice venir del buque al cocinero y su ay
dante para preparar la comida , y los colonos añadieron
el antiguo ayudante de cocina . Se trajeron del buque
seis grandes trozos de vaca y cuatro de cerdo , con el
bol de ponche y demás ingredientes para hacerlo . Por
mi parte, dí diez botellas de vino de Burdeos y diez
de cerveza inglesa , artículo del cual ni los españoles
ni los ingleses habían probado en un sinnúmero de
años , causándoles solo su vista una increíble alegría .
Los españoles añadieron al festín cinco cabritos ente
ros, que asaron los cocineros . Tres de dichos cabritos
fueron enviados á bordo bien tapados , á fin de que la
tripulación se regalase con la carne fresca del país ,
mientras los de la isla lo hacíamos con la salada que
habíamos traído á bordo .
Después del festín reinó la más universal é inocente
alegría. Hice desembarcar mi cargamento de objetos
de vestir, y para evitar toda disputa en la distribución ,
les dí á conocer que había más que suficiente para to
140 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

dos , deseando que cada uno tuviese igual cantitad de


todo lo que yo traía para vestirse , entendiéndose lo I
mismo cuando ya estuviese hecha la ropa . Reparti pri 89
meramente el lienzo suficiente para hacer á cada uno
cuatro camisas, número que llegó hasta seis , á ruego de Ma
los españoles . Esto era gran consuelo para ellos , pues
se veían privados de semejante prenda hacía tanto bla
tiempo, que para hablar propiamente habían olvidado
su uso . En seguida repartí una especie de tela inglesa
delgadita , de la cual he hecho ya mención antes de Car
00
ahora , para que todos se hiciesen un vestido ancho y
ligero , á manera de blusa ; traje fresco y cómodo , que
me pareció el más conveniente al calor del clima . Or An
dené que cuando dichos vestidos estuviesen ya usados, tar
se les hiciesen otros , á medida que fuesen necesitán ma
dolos lo mismo hice con los zapatos , medias y som lo
breros. ber
Es imposible de todo punto describir el placer y la me
satisfacción que me manifestó aquella pobre gente al otr
ver los cuidados que me había tomado por ellos , y tas
con cuánta abundancia los había provisto de todo lo
indispensable . Dijéronme que era su padre ; que con yh
tal corresponsal , aunque estuviese en la parte más
remota del mundo , olvidaban de buena gana el que
se les dejase en una isla solitaria ; que todos volunta aza
riamente se obligaban á no abandonarla sin mi consen re
timiento . ba
Entonces les presenté la gente que había traído con
migo, principalmente el sastre , el herrero y los dos de
carpinteros, todos obreros muy necesarios ; pero sobre pa
todo mi artesano universal, más provechoso él solo ra
que lo que ellos podían imaginar. d
El sastre , para manifestarles su celo , puso en segui m
da manos á lo obra , y con mi permiso para empezar
P
CAPÍTULO IV. 141

hizo una camisa para cada uno ; y á mayor abunda


miento , no sólo enseñó á las mujeres á manejar la
aguja , coser, pespuntar, y todo lo concerniente al oficio ,
sino que se hizo ayudar para hacer las camisas de sus
maridos y de todos los demás .
Con respecto á los carpinteros , no fué necesario ha
blar de su utilidad : hicieron pedazos todos mis mue
bles groseros é incómodos , y construyeron en poquí
simo tiempo la suficiente cantidad de mesas , sillas,
camas , armarios , estantes, etc. Pero para enseñarles
cómo la naturaleza hace de repente buenos obreros ,
los llevé á ver la casa de mimbres de Will Atkins .
Ambos me confesaron que no habían visto jamás una
tan grande prueba de destreza natural , ni otra cosa
más hábilmente y con más regularidad construída , á
lo menos en su género . Uno de ellos , después de ha
ber reflexionado algún tiempo , se volvió hacia mí y
me dijo : « Este hombre no tiene necesidad de nos
otros ; lo único que le hace falta son herramien
tas. >>
Luego mandé traer toda mi provisión de utensilios
y herramientas , y dí á cada individuo una azada , una
pala y un rastrillo , porque no tenían arados .
12 Despues dí á cada establecimiento una pala , un
J azadón , una alzaprima, una gran hacha y una sierra,
Mo repitiéndoles mucho que con la continuación del tra
bajo dichos útiles se romperían ó se pondrían inservi
bles, en cuyo caso podrían tomar otros sin dificultad
del almacén general que les dejaría al tiempo de mi
partida. Los clavos , ganchos , goznes , martillos , tije
ras , cuchillos y demás pequeñeces por el estilo , se lo
dí sin llevar cuenta á medida que lo iban pidiendo ;
mas ninguno do ellos tomó más de lo que necesitaba ,
porque hubiera sido una locura el desperdiciar ó ech
142 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

á perder nada, cualquiera que fuese la razón que para


ello tuviesen . Con respecto al herrero , le dejé para su
uso dos barricas de hierro sin forjar.
Mi almacén de pólvora y armas estaba tan abundan
temente provisto , que les hubiera sido difícil el no
estar contentos . Entonces podían salir, según yo tenía
de costumbre, con un mosquete en cada hombro , si
era necesario , y pelear con un millar de salvajes , por
poco que tuviesen una aventajada posición , la cual no
podía faltarles nunca .
El joven, cuya madre había muerto de hambre, ha
bía desembarcado conmigo, así como también su
criada, joven modesta , bien educada , religiosa, y de
una conducta tan honrada, que todos hablaban bien
de ella . Había pasado una vida muy infeliz y triste en
nuestra compañía, porque era la única mujer que iba
en el buque ; pero lo había llevado con la mayor re
signación. Algún tiempo después de nuestra llegada
á la isla, viendo que había tanto orden, y que seguía
el camino de mejorar más aun , calcularon que ningún
negocio ni cuidado los llamaba á las Indias , ni les
obligaba á emprender un tan largo viaje ; todas estas
consideraciones les indujeron á venir á encontrarme
para pedirme permiso de quedarse en la isla , y de
formar parte de lo que ellos llamaban mi familia . Yo
accedi con el mayor júbilo : entonces se les señaló uǹ
pequeño terreno con tres tiendas ó cabañas construí
das de mimbres, como la casa de Atkins, y lindando
con su plantación . Su morada se dispuso de modo
que tuviesen cada uno su cuarto separado, y una tien
da en medio , como un grande almacén , para ence
rrar sus efectos y hacer su comida ; los otros dos
ingleses también trasladaron su morada al mismo
sitio .
CAPÍTULO IV. 143

Así , la isla no estaba dividida más que en tres colo


nias ; á saber : los españoles , con el padre de Domingo
Ꭹ los primeros esclavos , en mi antigua habitación al pie
de la colina, los cuales vivían muy á su gusto allí , per
fectamente ocultos . Jamás se ha visto en medio de un
bosque una pequeña aldea igual y tan bien preservada
de las miradas de los curiosos ó importunos Creo á
la verdad que un millón de hombres hubieran reco
rrido infructuosamente toda la isla por espacio de un
mes buscando una habitación , si no hubiesen antes
sabido que allí existía una . Los árboles habían llegado
á hacerse tan espesos , estaban tan entrelazados unos
con otros , que no se hubiera podido ver el castillo
más que cortándolos , á menos de descubrir los dos
pequeños senderos, por los cuales se podía entrar y
salir, lo que no era fácil : el uno tocaba con la orilla
del mar , sobre uno de los lados de la pequeña bahía,
y estaba á más de doscientas varas de la fortaleza ; y el
otro necesitaba la escalera , según tengo dicho . En la
cima de la colina se hallaba también un espeso bos
que de cerca de quinientos mil pies cuadrados de ex
tensión , que había crecido con la mayor rapidez , y
que ponía mi antiguo albergue al abrigo de toda sor
presa , á excepción de una estrecha senda abierta
por aquel lado entre los árboles, y difícil de descu
brirse.
La otra colonia ó caserío era el de Will Atkins , en
donde moraban cuatro familias inglesas ; es decir, los
ingleses que yo había dejado , sus mujeres y sus hijos,
con tres salvajes esclavos suyos ; la viuda é hijos del
inglés que había sido muerto ; el joven y su criada :
vivían también allí los dos carpinteros, el sastre y el
herrero ; este último , como armero que era al mismo
tiempo , les era muy necesario para cuidar las armas ;
144 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

por últim , el otro muchacho á quien yo llamaba Juan


Sábelotodo, y que valía tanto él solo como una docena
de hombres , pues no sólo era sumamente despejado ,
sino también en extremo alegre y jocoso . Antes de mi
marcha lo dejé casado con la virtuosa sirvienta que
había venido con nosotros á bordo .
• Ya que he hablado de matrimonio , el lector me per
mitirá una pequeña digresión, para decir algo del
eclesiástico francés, que hacía parte de la tripulación
del buque incendiado. Dicho individuo era católico
romano , y por lo mismo temo chocar con algunas per
sonas demasiado susceptibles y escrupulosas al hablar
ventajosamente de un hombre , que para presentarlo
bajo su verdadero aspecto , y como realmente era en
sí, debo describirlo en términos que no cuadrarán
mucho á los protestantes ; porque en primer lugar era
papista , en segundo sacerdote papista, y en tercero
sacerdote papista francés. Pero la justicia me or
dena trazar aquí su verdadero carácter : debo , pues ,
decir que era un hombre reflexivo , modesto , sobrio,
piadoso , de costumbres irreprochables , y de una con
ducta ejemplarísima . ¿ Quién se atreverá á vituperarme
porque proclame el mérito de semejante hombre , á
pesar de pertenecer á otra comunión religiosa , y aun
que yo piense, lo mismo que algunos que leerán esto,
que él estaba en un error ?
Desde el instante en que empecé á conferenciar con
él, así que consintió en seguirme á las Indias Orienta
les, encontré un extremado placer en su conversación .
Habló desde luego acerca de la religión de la manera
más tolerante . « Caballero , me dijo , no sólo , después
de Dios (aquí hizo la señal de la cruz) , sois á quien
Idebo la vida, sino que también estoy además agra
decido por haberme admitido á hacer la travesía
CAPÍTULO IV . 145

en vuestro buque y recibirme con tanta intimidad


como á la persona más querida, dejándome hablar
con la mayor franqueza . Por lo tanto, por mi traje
podéis conocer la comunión á que pertenezco , así
como yo puedo conocer por vuestra nación la que pro
fesáis . Miro como un deber mío , y éste sin duda lo es ,
el emplear siempre mis esfuerzos para conducir todas
las almas que puedo al conocimiento de la verdad y
al de la fe católica ; mas como yo estoy aquí porque
así lo habéis permitido , estoy obligado tanto por vues
tros beneficios , cuanto por las conveniencias socia
les , á permanecer bajo vuestra autoridad . No en
traré, pues, con vos en ningún debate tocante á
religión, sobre cuyo punto no podríamos ponernos
de acuerdo. »
Le respondí que estaba sumamente satisfecho de la
delicadeza de su conducta ; que yo pertenecía , es ver
dad , á una nación que los católicos llaman herética ,
pero que no sería el primer católico con el cual hu
biese conversado sin herir su suceptibilidad ni llevar
las discusiones demasiado lejos que no le trataría
mal de ningún modo por ser de diferente opinión que
yo ; y últimamente , que si alguna vez se suscitaba al
guna diferencia, no sería yo el que la provocaría .
Contestóme que pensaba poder separar toda disputa
de nuestra conversación ; que era ajeno de su carácter
el combatir los principios de todas las gentes que en
contraba, y que deseaba más disputar conmigo como
hombre de mundo que como casuista ; que si le per
mitía discurrir de vez en cuando acerca de asuntos
religiosos , lo haría con gusto , no dudando que se los
dejaría defender cuanto fuese posible , pero que sin
embargo jamás entablaría semejante discusión sin mi
consentimiento . En seguida me dijo que no dejaría
11. 9
146 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

de hacer todo lo que dependiese de él, tanto en su ca


rácter de sacerdote , cuanto de simple cristiano , por
la salvación del buque y de toda su tripulación y car
gamento ; que aunque nosotros quizás no quisiésemos
unirnos á él y no pudiese rogar con nosotros , espe
raba que le sería permitido el hacer sus preces para
que no nos aconteciese ninguna desgracia, lo cual ha
ría de todos modos .
Tales eran nuestras conversaciones : sus modales
eran finos y distinguidos, siéndome permitido el decir
que era hombre de gran talento y de la más profunda
instrucción . Hízome una relación interesantísima de
su vida , de muchos acontecimientos adheridos á ella ,
y de aventuras innumerables que le habían sucedido
en el poco tiempo que recorría el mundo . Una cosa
me pareció sobre todo muy notable , y era que en el
último viaje que había emprendido , tuvo la desgracia
de cambiar cinco veces de barco , sin que ninguna de
las embarcaciones á cuyo bordo había ido hubiese lle
gado á su destino . Siendo su primer designio ir á la
Martinica , se había embarcado en Saint-Malo en un
buque fletado para aquella isla ; pero , obligado por el
mal tiempo á hacer escala en Lisboa , el buque había
sufrido grandes averías, encallándose en la emboca
dura del Tajo , y se había visto precisado á dejar el
cargamento . Se embarcó en buque portugués fle
tado para la Madera, pensando que en este punto en
contraría fácilmente algún barco que fuese á la Marti
nica ; pero el capitán del buque portugués , que era
un marino bastante descuidado , por un mal cálculo
dirigió el rumbo hasta Fayal , en donde siempre ven
día ventajosamente su cargamento , que consistía en
granos . Desde dicho punto decidió , en lugar de ir á la
Madera, dirigirse á la isla de May para cargar sal y en
CAPÍTULO IV . 147

seguida seguir la ruta para Terranova. En esta situa


ción no le quedaba otro partido á mi joven sacerdote
que seguir la suerte del buque , el cual hizo un viaje
feliz hasta los Bancos ( así se llama el sitio donde se
hace la pesca del bacalao) . Allí había subido á bordo
de un buque francés , cuyo destino era á Quebec , en la
ribera del Canadá , el cual debía luego dirigirse á la
Martinica con motivo de llevar provisiones, de modo
que al fin contaba lograr su objeto ; pero al llegar á
Quebec murió el capitán , y el buque no pudo ir más
lejos . Entonces mi pobre eclesiástico se embarcó para
Francia en el buque que vimos incendiado y cuya tri
pulación recogimos.
Habiéndome detenido demasiado en referir lo su
cedido al sacerdote francés, voy á volver á los asuntos
de la isla . Dicho sacerdote vino á encontrarme una
mañana, porque permaneció con nosotros durante la
estancia que hicimos en la colonia . Casualmente en el
mismo momento iba á ver la habitación de los dos in
gleses , que era el punto más lejano de la isla . Ál acer
carse á mí me anunció con la mayor gravedad que hacía
dos ó tres días que deseaba hallar un momento opor
tuno para hablar conmigo ; me dijo esperaba que dicha
conversación no me desagradaría , porque según su
cálculo entraba en mis miras generales para el bien de
mi nueva colonia , lo cual podía atraerla las bendicio
nes del cielo , pues , según él , todavía la faltaban . Mi
réle sumamente sorprendido al oir sus últimas pala
bras, é interrumpiéndole bruscamente , le dije : « ¡ Qué
es eso , caballero ! ¿ cómo osáis decir que nosotros no
nos hemos atraído las bendiciones del cielo después
de una tan visible asistencia de su parte , y las cosas
prodigiosas que aquí habéis visto , y de todo lo cual os
he dado tan largos detalles ? ―― Si hubieseis tenido la
148 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

bondad de escucharme , caballero , replicó con la mayor


modestia y firmeza al mismo tiempo , si hubieseis , re
pito , tenido la bondad de prestarme un poco de aten
ción, no os hubierais incomodado conmigo , ni menos
creerme desprovisto de sentido común para poner en
duda la protección milagrosa que habéis obtenido .
Yo juzgo que vos disfrutáis de las bendiciones del cielo,
porque vuestro designio es excelente y merece re
compensa. Pero, caballero , puede ser mejor, y quizá
hay alguno entre vosotros que no sea tan puro en sus
acciones, pues vos sabéis que en la historia de los hijos
de Israel bastó un Achan para alejar de todo el pue
blo la bendición de Dios , y lo irritó hasta el punto de
que treinta y seis de los israelitas , aunque estuviesen
inocentes de aquel crimen , llegasen á ser el objeto de
la venganza y sufriesen el castigo del culpable . »>
Dicho discurso me convenció : le dije que su razo
namiento era justo , y que sus intenciones me parecían
tan puras y religiosas, que sentia de todo corazón el
haberle interrumpido , y le suplicaba encarecidamente
que continuase . Como me parecía que dicha conver
sación duraría algún tiempo , le manifesté que iba á
visitar la colonia de los ingleses , invitándole á acom
pañarme y á explicarme sus miras por el camino . Con
testóme que iría conmigo de muy buena gana, pues
casualmente quería hablarme de cosas que pertene
cían á los ingleses . Pusímonos , pues, en marcha , y le
rogué que se explicase con toda la franqueza y liber
tad posible .
<< Muy bien, caballero , me dijo : permitidme esta
blecer algunas proposiciones como base de lo que voy
á deciros, á fin de entendernos sobre los principios ge
nerales , si diferimos de opiniones en la práctica de al
gunos detalles . En primer lugar, aunque no estemos
CAPÍTULO IV. 149

de acuerdo acerca de algunos puntos doctrinales de


religión, lo que es una desgracia en el caso presente ,
como luego demostraré, hay, sin embargo, princi
pios generales, acerca de los cuales no diferimos, á
saber que hay un Dios, y que habiéndonos impuesto
leyes generales de acatamiento y obediencia , no debe
mos voluntariamente y á sabiendas ofenderle , ya des
cuidando lo que ha mandado, ya haciendo lo que ha
prohibido expresamente . Sean cuales fueren nuestras
diferentes religiones , en todas ellas se reconoce que
Dios maldice al que infringe orgullosamente sus leyes .
Así, todo buen cristiano debe impedir, y cuidar de que
todos aquellos que dependan de él no vivan en un
completo olvido de Dios y de sus mandamientos.
Que vuestra gente sea protestante , no basta á dispen
sarme , cualquiera que pueda ser mi opinión sobre su
creencia, de interesarme en la salud de sus almas , de
hacer todos los esfuerzos imaginables para alejarlos de
vivir enemistados con su Criador , sobre todo si vos me
dais permiso de entrometerme así en vuestras atribu
ciones . >>
Todavía me era impossible el adivinar su objeto : no
dej sin embargo , de reconocer la verdad de lo que
había dicho y de darle gracias por el interés que mani
festaba ; pero le supliqué que entrase en mayores de
talles sobre lo que él había observado, á fin de poder
como Josué, sirviéndome de su misma parábola, alejar
de nosotros la cosa maldita.
« Voy á usar, caballero , de la libertad que me dais .
Hay tres cosas que , si no me engaño , deben poner una
barrera impenetrable entre las bendiciones del cielo y
vuestros esfuerzos , las cuales desearía mucho ver se
paradas, por vuestro interés y el de vuestros protegi
dos. Estoy seguro que estaréis plenamente de acuedo
150 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

conmigo desde el momento en que yo las nombre , y


sobre todo cuando os habré convencido de que el re
medio es fácil y á vuestra satisfacción . Tenéis aquí
cuatro ingleses que han ido á buscar mujeres entre
los salvajes tienen hijos sin estar legítimamente casa
dos con ellas , según lo exigen las leyes divinas y hu
manas, de suerte que deben considerarse como aman
cebados , si no como adúlteros . Á esto objetaréis , ca
ballero, que no había religioso ni sacerdote de nin
guna especie ni de ninguna comunión para dar cum
plimiento á la ceremenia, ni plumas , ni tinta , ni papel
para escribir un contrato de matrimonio y firmarlo .
Sé también que el gobernador español os ha dicho la
promesa que había exigido de ellos cuando tomaron
las mujeres , esto es , el haberlas escogido convinien
dose entre sí , y de conservar cada uno la suya . Todo
esto , sea dicho de paso , no se parece en nada á un ca
samiento, pues que no ha habido consentimiento de
parte de las mujeres en calidad de esposas , ni tampoco
contrato entre los hombres para prevenir disputa.
Pero , caballero, la esencia del Sacramento del matri
monio (como era católico romano lo llamaba así) con
siste no sólo en consentimiento mutuo de partes
contrayentes, es decir, entre el marido y la mujer,
sino también en la obligación legal y formal conte
nida en el contrato , que les fuerza á confesarse y re
conocerse por tales para siempre , previniendo al hom
bre que se abstenga de toda otra mujer, estándole
prohibido el contraer de nuevo vínculo alguno mien
tras subsista el primero ; en fin , en todas ocasiones , y
según lo permitan sus medios , está obligado á man
tener á su mujer é hijos . Por su parte la mujer con
trae las mismas obligaciones , mutalis mutandis . Ahora
bien, caballero , esos hombres pueden cuando les
CAPÍTULO IV. 151

plazca , ó cuando se les presente ocasión , abadonar á


las infelices, desconocer á sus hijos , dejarlos perecer,
tomar otras mujeres , y casarse otra vez mientras vi
van todavía las primeras . » Después añadió con calor :
« ¿ Cómo puede agradar á Dios semejante licencia ?
¿Cómo puede ayudar vuestros esfuerzos con respecto.
á este punto , por meritorios que sean , aunque ten
gáis buenas intenciones, mientras esos hombres que
al presente son vuestros súbditos , y permanecen bajo
vuestro dominio absoluto , están autorizados por vos
á vivir abiertamente en el adulterio ? »
Confieso que no había reflexionado sobre tal asunto ;
y me convencieron los argumentos en que se apoyaba,
porque era ciertamente una verdad , que aunque había
faltado un eclesástico en la isla , sin embargo , ha
biendo mediado un contrato formal entre las dos par
tes delante de testigos, confirmado por algún signo
convenido , al cual hubiesen dado fuerza de ley, aun
cuando éste , no hubiese sido más que romper una va
rita entre los dos ; digo que tal contrato, obligando á
los hombres á reconocer á las mujeres por sus esposas
en todo tiempo , á no abandonarlas jamás, ni tampoco
á sus hijos , y sometiendo las mujeres al mismo em
peño hacia sus maridos, hubiera sido un matrimonio.
válido y legal hacia los ojos de Dios , siendo un olvido.
imperdonable el no haberlo ya hecho . No obstante ,
creí tapar la boca á mi joven sacerdote diciéndole , que
todo aquello había pasado durante mi ausencia, y que
aquellas gentes vivían de semejante modo un sinnú
mero de años ; que si había adulterio , era irremedia
ble, y que ya nada se podía hacer actualmente .
<< Caballero, replicó , os suplico me dispenséis per
dón por mi franqueza es cierto que todo ha pasado
mientras habéis estado ausente, no os lo puede impu
152 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

tar nadie ; pero yo os aseguro que no os lisonjeéis de


estar descargado de la obligación de hacer todos los
esfuerzos posibles para poner un remedio : imputad
lo pasado á quien queráis ; pero sea á quienquiera , to
do el escándalo recaerá sobre vos , porque en vos con
siste de hacerlo cesar , y sólo vos sois el que tenéis ese
poder.
Era tan oscuro para mí lo que había querido de
cirme , que nada absolutamente comprendí ; imaginé
que por << hacer cesar el escándalo , » él entendía que
yo debía separar á los que estaban unidos, y no de
jarles vivir juntos más tiempo . Le dije que lo que pe
día no podía hacerlo bajo ningún pretexto , sin expo
nerme á desordenar toda la isla . Pareció sorprendido
al ver que tan mal le comprendía . « Caballero , me re
plicó , no digo que debáis separarlos actualmente ; al
contrario , yo creo que debéis unirlos por medio de un
matrimonio real y legítimo . Como sería difícil el ca
sarlos yo según mis ritos , aunque el matrimonio val
dría lo mismo con respecto á vuestras leyes , creo que
el vuestro puede ser tan bueno delante de Dios , como
también legítimo delante de los hombres . Se hará,
pues , un contrato escrito , firmado por los contrayentes
y por todos los testigos presentes , y ciertamente , se
mejante obligación será reconocida como buena y va
ledera por todas las leyes de Europa. »>
Estaba sorprendido de ver en aquel discurso una
tan verdadera piedad , un celo tan sincero , una tan
rara imparcialidad por los intereses de su Iglesia ; en
fin, un ardor tan grande por salvar á gentes con las
cuales no tenía ninguna relación : jamás en verdad
he visto más caridad cristiana . Recorriendo después
lo que había dicho tocante al matrimonio por contra
to , al cual se había adherido , le dije todo lo que tenían
CAPÍTULO IV. 153

de generosas y justas sus palabras ; que conferenciaría


con mi gente á la primera ocasión que se presentase ;
pero que no comprendía la causa de que tuviesen es
crúpulo de que él los casase , pues yo sabía muy bien
que dicho matrimonio sería mirado en Inglaterra como
tan auténtico y tan válido que si hubiese sido cele
brado por un ministro anglicano .
Luego diré lo que se hizo con respecto á ese asunto .
Entonces le supliqué me diese á conocer su segunda
observación , y le dí gracias de todo corazón por su
primera advertencia . Contestóme que iba á explicarse
con la misma libertad y franqueza , y que confiaba en
que lo tomaría á bien . « Vuestros súbditos ingleses,
me dijo , han vivido con las mujeres cerca de siete
años : ellos las han enseñado á habler y aun á leer el
inglés ; están dotadas de inteligencia, y son muy sus
ceptibles de instrucción , y hasta el presente nada las
han enseñado acerca de la religión cristiana , ellas no
saben siquiera que hay un Dios, un culto , ni de qué
modo se sirve á aquel ; en fin , no las han hecho cono
cer que su propia religión es una falsa y absurda ido
latría . Esto , añadió , es un descuido imperdonable , del
cual Dios les pedirá cuenta ciertamente, y quizá no
les suministrará los medios de repararlo . » Pronunció
estas últimas palabras con un calor y una emoción
extremada.
« Estoy persuadido, continuó, que si esos hombres
hubiesen habitado el país bárbaro de sus mujeres , los
salvajes habrían tenido más cuidado para conducirlos
á la idolatría y al culto del espíritu malo , que ninguno
de ellos, según he visto , se ha tomado para enseñar á
su mujer el conocimiento del verdadero Dios ; y por
lo tanto , caballero , aunque nosotros profesemos dis
tintas religiones , ¿ no deberemos alegrarnos de ver los
9.
154 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

servidores del diablo aprender á conocer los princi


pios generales de la religión cristiana, de suerte que
puedan á lo menos tener algunas nociones de un Dios
y de un Redentor , de la resurrección y de una vida fu
tura, cosas en las cuales creemos ambos igualmente ? »
No me pude contener más tiempo , y estrechándole
entre mis brazos , lo apreté con efusión . « ¡ Cuán lejos
estaba hasta aquí, le dije , de comprender el deber
más esencial de un cristiano , esto es , el celo por el in
terés de la Iglesia y la salvación de los demás hombres !
Apenas sabía lo que es el ser cristiano . ¡ Oh caba
llero ! no habléis así , replicó : esto no es culpa vuestra .
No , dije ; pero ¿ por qué no me ha tocado el cora
zón como vos? ―― Todavía es tiempo : no os conde
néis tan pronto . - ¿ Pero ahora qué puedo hacer ?
Veis que voy á partir dentro de pocos días . - ¿ Per
mitís que hable á esas pobres gentes ? ―― Sí , de todo
corazón , repliqué, y les obligaré á que escuchen aten
tamente lo que vos les digáis . Con respecto á este
punto debemos recurrir á la gracia de Jesucristo .
Vuestro deber es el socorrerlos, animarlos é instruir
los si queréis dejarme obrar, y si Dios se digna ben
decir mis esfuerzos , no desespero de hacer entrar esas
pobres almas ignorantes en el seno del Cristianismo,
y también en las comuniones particulares, á las cuales
estamos nosotros adheridos ; y esto puede suceder
antes de vuestra partida . »>
Después de esto le dije : « No sólo os doy el per
miso, sino que añado mil y mil gracias . » En su lugar
haré mención de las consecuencias de esta conversa
ción.
Entonces le interrogué acerca del tercer artículo , y
sobre lo que hallaba que vituperar. « En cuanto á este,
dijo, es aun de la misma naturaleza , y proseguiré , si
CAPÍTULO IV . 155

me dais vuestro permiso , con la misma sinceridad .


Reflexiono que esos pobres salvajes son , si así puede de
cirse , vuestros súbditos por derecho de conquista . Hay
una máxima , caballero , que es , ó debía ser admitida
entre los cristianos de todas las comuniones, y es que
la fe cristiana debe ser propagada por todos los medios ,
y en todas las ocasiones posibles . Á la vista de este
principio , nuestra Iglesia envía misioneros á Persia , á
las Indias , á la China ; y los miembros de nuestro clero
más elevados en dignidades , emprenden voluntaria
mente los más atrevidos viajes , y aceptan las más peli
grosas residencias en medio de pueblos feroces y bár
baros , a fin de inculcarles el conocimiento del verda
dero Dios , y conducirlos de este modo á abrazar la
fe cristiana . Aquí tenéis , pues , caballero , una hermosa
ocasión de convertir treinta y seis ó treinta y siete in
felices salvajes idólatras , y enseñarles á conocer su
Criador y Redentor , y me admiro que dejéis escapar la
oportunidad de tan buena obra , digna en verdad de
que un hombre consagre su vida entera . »>
Permanecí mudo , confundido , sin poder pronunciar
una sola palabra . Cualesquiera que fuesen los principios
particulares que animaban á aquel joven sacerdote , el
fervor verdaderamente cristiano para con Dios y la re
ligión , acababa de manifestarse á mi vista . En cuanto
á mí, hasta aquel momento no había encontrado en mi
corazón una idea semejante , y creo que jamás la hu
biera tenido ; porque miraba á los salvajes como escla
vos ó como gente que hubiéramos tratado del mismo
modo si hubiésemos tenido trabajo que darles , y que
habríamos trasladado con gusto á cualquiera otra parte
del mundo : siendo nuestro intento el desembarazar
nos de ellos , nos apresuraríamos á enviarlos lejos , á fin
de que no pudiesen volver jamás á su país . Pero vol
156 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

viendo á nuestro objeto , me quedé , repito , mudo , con


fundido por aquel discurso , sin saber qué responder á
él. Notó mi turbación , y me dijo con un aire muy se
rio « Sentiría muchísimo , caballero , si con lo que
acabo de decir os hubiese ofendido en los más mínimo .
-No, no, repliqué no estoy irritado más que con
migo mismo . Estoy confuso , no solamente por no ha
ber formado el menor proyecto con respecto á ese
asunto , sino también de cuán poco me servirá el que
ahora piense en él . Bien sabéis , caballero , continué ,
en qué circunstancias me encuentro . Debo ir á las In
dias Orientales en un buque fletado por comerciantes,
y les haría una grave extorsión deteniendo esta embar
cación aquí mucho tiempo , mayormente estando la
tripulación alimentada y pagada á costa de los propie
tarios . He estipulado en verdad que me sería permitido
el pasar aquí doce días , y que si permanecía más , pa
garía tres libras esterlinas por cada día que me retar
dase ; pero yo me he empeñado en no prolongar este
retraso más allá de una semana . Hace ya trece días que
estoy aquí : no podría , pues , emprender esta tarea , á
menos de resolverme á quedarme aquí ; y si acaso su
cede alguna desgracia al buque durante su viaje , me en
contraré precisamente en la misma posición en que me
he visto ya otra vez en este lugar, y de la cual he sido
tan felizmente salvado . »
Confesó que los contratos de mi viaje complicaban
mi situación ; pero apeló á mi conciencia para decidir
si la dicha de salvar treinta y siete almas no merecía
que aventurase todo lo que poseía en este mundo .
No estaba yo tan penetrado por esta consideración
como él. «< En efecto , caballero repliqué, es muy glo
rioso ser el instrumento de la conversión de treinta y
siete paganos á la religión de Jesucristo ; pero como
CAPÍTULO IV. 157

vos sois eclesiástico y dedicado á este tarea , que al pa


recer naturalmente pertenece á vuestra profesión , ¿ có
mo es que en lugar de exhorlarme , no me proponéis
más bien el emprenderla vos mismo ? >>
Á estas palabras , pronunciadas siguiendo el camino ,
se colocó de repente delante de mí, y haciéndome
una profunda reverencia , dijo : « Doy gracias a Dios
y á vos, caballero, de lo íntimo de mi corazón , de
ser llamado de una manera tan evidente á una empresa
tan santa pues que vos os creéis descargado , y de
seáis vérmela aceptar , consiento de muy buena gana,
y miro como una dichosa recompensa de los peligros
y dificultades de mi viaje , tantas veces interrumpido ,
el emplearme en una obra tan gloriosa . » Mientras él
hablaba así, noté que parecía estar en éxtasis , sus ojos
brillaban, y su rostro cambiaba de color, como si sin
tiese una violenta emoción ; en una palabra, estaba
radiante de alegría de poder dar cima á semejante
empresa.
Por espacio de algún tiempo permanecí silencioso ;
tan sorprendido estaba de ver aquel celo tan sincero ,
que sobrepujaba tanto los límites de la buena voluntad
común á los hombres , no solamente de su religión ,
sino de todas las demás . Después de haber reflexio
nado algún tiempo , le pregunté si había hablado for
malmente , y si quería aventurarse , con el solo fin de
intentar la conversión de aquellas pobres gentes á
encerrarse quizá para todo la vida en una isla soli
taria, y sin saber al mismo tiempo si tendría ó no
buen éxito su empresa . Volvióse de repente hacia mí,
y me preguntó lo que yo quería decir con la palabra
aventurarse. « Decidme , os suplico , añadió él, ¿ con
qué fin , según vos , había yo consentido en seguiros á
las Indias Orientales ? --L No sé , respondí ; á menos que
158 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ .

no fuese para predicar el Evangilio á los indiós. -


Seguramente , replicó él : ¿ creéis que habré empleado
mal mi tiempo si llego á convertir esos treinta y siete
hombres á la fe de Jesucristo , aun cuando no deba
salir jamás de esta isla ? La salud de tantas almas, ¿ no
vale infinitamente más que mi propia vida , ó la de
veinte más de mi profesión ? Sí , caballero , continuó ,
yo daré gracias á Jesucristo y á la santísima Virgen
todos los días de mi vida , si puedo ser el humilde y
dichoso instrumento de salvación de esas pobres al
mas aunque jamás deba poner el pie fuera de la isla ,
ni volver á mi país natal . Pero ya que me hacéis el
honor de confiarme esta obra , en razón de la cual ro
garé á Dios por vos todos los días de mi vida, tengo
una humilde súplica que haceros . —- Decid cuál es .
El que me dejéis vuestro criado Domingo para que me
auxilie como intérprete , porque sin este socorro no
puede , ni hablar á los salvajes , ni hacerme entender
de ellos .
Á esta petición me conmoví, porque no podía pen
sar en separarme de Domingo por muchas razones :
había sido compañero de mis viajes ; no sólo me era
fiel , sino que su adhesión no tenía límites , por lo cual
había resuelto hacer mucho por él , si me sobrevivía ,
como era probable . Por otro parte, había hecho de
Domingo un verdadero protestante , y hubiera sido
embrollar todas sus ideas el llevarle á abrazar otra re
ligión distinta . Jamás hubiera querido creer, por mu
cho que le hubieran abierto los ojos , que su antiguo
amo era un hereje , y sería condenado ; y esta idea hu
biera podido quebrantar sus principios y hacerle caer
en su idolatría primitiva . Sin embargo, en este emba
razo, una idea repentina se presentó á mi imaginación :
dije á mi joven sacerdote que no podía sin pesar se
CAPÍTULO IV . 159

pararme de Domingo, cualquiera que fuese el motivo,


bien que una obra que él juzgaba más preciosa que
su propia vida debiese parecerme de más importancia
que la presencia ó separación de un servidor ; pero que
además estaba persuadido que Domingo no consentiría
jamás en separarse de mí, y que no podría obligarle
injustamente, habiéndole prometido no apartarlo de
mí nunca , como él se había obligado á no alejarse de
mi lado si no lo echaba .
El sacerdote se encontró muy perplejo , porque todo
acceso á la imaginación de los salvajes le había sido
quitado, pues que no comprendía una sola palabra de
su lengua , ni ellos tampoco de la suya.
Para obviar esta dificultad , le dije que el padre de
Domingo había aprendido el español , y como el enten
día también esta lengua , el salvaje podría servirle de
intérprete . Esta observación le gustó mucho, y nada
desde aquel momento pudo hacerle variar de resolu
ción ; mas la Providencia dió á todo aquello una solu
ción bien distinta y mucho más feliz .
CAPITULO V.

Sirvo de intérprete al joven sacerdote y exhorto á los colonos in


gleses á seguir sus instrucciones. -- Carácter de este digno
eclesiástico . - Will Atkins trata de dará conocer á su mujer
la verdadera religión ; el sacerdote francés la bautiza , y la casa
con Atkins. - Distribución de mi isla entre los colonos.
Tengo fundades esperanzas de convertir á los treinta y siete
indios. - Casamiento de la joven criada recogida en el mar á
bordo de nuestro buque ; relación que ésta nos hace de los dis
gustos que tuvo que pasar. --- Salimos de mi isla, y nos hace
mos á la vela con dirección al Brasil .

Vamos á volver á hablar ahora de las advertencias


del joven sacerdote . Cuando llegamos á la morada de
los ingleses , mandé que se reuniesen todos ; después de
haberles recordado lo que yo había hecho por ellos ,
de cuántas cosas necesarias les había provisto y equi
pado , de lo cual se manifestaron muy afectos y reco
nocidos , les hablé de la vida escandalosa que llevaban,
repitiéndoles punto por punto todo lo que el sacer
dote me había dicho . Luego les dí á conocer cuán irre
ligiosa y poco cristiana era su vida, y les pregunté
si anteriormente estaban casados ó eran solteros . Con
testaron francamente á mi pregunta , y declararon que
dos de ellos eran viudos , y los otros tres célibes . Les
interrogué en seguida para que me dijeran cómo po
dían vivir en conciencia con las mujeres , llamarlas
sus esposas, y tener hijos de ellas sin estar legítima
mente casados . Respondiéronme, según yo esperaba,
que no había habido quien los casara ; que se habían
obligado á presencia del Gobernador á tomar aque

7
CAPÍTULO V. 16t

llas mujeres por esposas, y á tratarlas y reconocerlas


como tales ; finalmente , que ellos juzgaban , atendido
el estado de las cosas, estar tan legítimamente casa
dos , como si lo hubiesen sido por un ministro con
todas las formalidades . Yo les dije entonces que era
indudable que estaban casados á los ojos de Dios , y
obligados en conciencia á conservar sus mujeres ; pero
como las leyes humanas eran otras , podrían más tarde
abandonar á aquellas infelices , así como también á sus
hijos ; que en semejante situación , hallándose solas ,
sin amigos y sin recursos , no tendrían ningún medio
de salir del apuro ; en consecuencia , yo no podía hacer
nada por ellos hasta tanto que no estuviese seguro de
la pureza de sus intenciones , y que me vería precisado
á poner todos mis cuidados y solicitudes en sus mu
jeres é hijos les dije , por último , que si no me pro
metían casarse con aquellas mujeres , no juzgaba con
veniente de ningún modo el que viviesen con ellas
matrimonialmente ; porque esto sería á la vez un es
cándalo para los hombres y una ofensa hacia Dios , del
cual no debían esperar la bendición , continuando en
aquella vida desordenada.
Todo pasó como yo aguardaba : ellos me respondie
ron, y principalmente Will Atkins , que parecía re
presentar á los demás , que ellos querían á sus mujeres
lo mismo que si hubiesen nacido en su país , y que no
las abandonarían bajo ningún pretexto ; que creían
sinceramente á sus mujeres tan virtuosas , tan mc
destas y tan cuidadosas como la mejor mujer del
mundo , y que por todo del universo no querrían sc
pararse de ellas . Will Atkins añadió que por su parte,
si alguna le ofrecía llevarle á Inglaterra y hacerle co
pitán del mejor buque de la marina , rehusaría partir,
á no ser que se le permitiese llevar á su mujer y á sus
162 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

hijos ; y que si se encontraba á bordo algún eclesiás


tico , se casaría sobre la marcha y con el mayor gusto.
Esto era juntamente lo que yo esperaba el saccr
dote no se hallaba en aquel momento en mi compañía ,
pero no estaba lejos . Entonces dije á Atkins , á fin de
experimentarlo , que venía conmigo un eclesiástico , y
que si hablaba con sinceridad , le casaría al día si
guiente ; por lo tanto le rogué que lo reflexionase bien ,
y lo consultase con los demás. Contestóme que en
cuanto á él , no tenía necesidad de reflexionarlo , cs
tando pronto á casarse, y muy gozoso de que tuviese
un ministro del culto en mi compañía ; y creía , añadió ,
que todos los demás pensaban lo mismo que él . En
tonces le dije que mi amigo el ministro era francés, y
no sabía el inglés , pero que yo llenaría entre ellos el
cargo de intérprete .
Atkins ni siquiera me preguntó si mi ministro era
católico ó protestante, siendo esto lo que yo temía
más.
Después de esto nos separamos, yo para juntarme á
mi eclesiástico, y él para conferenciar con sus amigos.
Supliqué al sacerdote francés que no les hablase de
nada hasta que todo estuviese preparado , y le di cuenta
de lo que me habían contestado .
Aun no había salido del límite de sus tierras , cuando
vinieron á encontrarme para decirme que habían re
flexionado acerca de mi proposición ; que estaban su
mamente contentos de saber que tenía un eclesiástico
en mi compañía ; que se disponían á darme la satis
facción que deseaba , y casarse tan pronto como fuese
de mi agrado ; porque estaban muy lejos de quererse
separar de sus mujeres , habiendo tenido miras hon
radas con respecto á ellas desde el instante mismo que
las eligieron. Los cité para el día siguiente por la ma
CAPÍTULO V. 163

ñana. Durante este tiempo instruyeron á sus mujeres


en lo concerniente á las leyes del matrimonio : las
dijeron que no sólo estaba establecido para evitar el
escándalo , sino también para impedir que sus maridos
las abandonasen , sucediera lo que sucediese . Las mu
jeres comprendieron fácilmente el fin de dicha insti
tución, de lo cual quedaron muy satisfechas , y con
razón.
Al otra día por la mañana se juntaron todos en mi
habitación, y les presenté mi eclesiástico . Esta jóven
sacerdote no vestía como un ministro anglicano , ni
como solían los sacerdotes franceses : llevaba una
especie de hábito negro talar ó satana , ceñida con
una faja ó banda negra , lo cual le daba el aire de mi
nistro . No podía hablar á nuestras gentes sin mi auxi
lio como intérprete ; pero la gravedad de sus maneras,
y el escrúpulo que manifestó de casar á las mujeres
que no estaban bautizadas y no prefesaban la religión
cristiana , les inspiró un respeto profundo hacia su
persona, hasta el punto de no juzgar necesario in
quirir si era ó no eclesiástico .
Verdaderamente tuve miedo de que llevase tan
lejos sus escrúpulos , que no quisiese casarlos en se
guida en efecto , así sucedió : todo lo que yo pude
decirle lo resistió modestamente , pero con firmeza ;
en fin , rehusó absolutamente el casarlos á no instruir
ante todo aquellos hombres y mujeres en un princi
pio manifesté alguna resistencia , pero concluí por
ceder de buen grado , reconociendo la sinceridad de
sus intenciones.
Empezó por hacerles saber que yo le había colo
cado en la situación en que se veía , y que eran sus
deseos ; que estaba enteramente dispuesto á prestar
su ministerio y á casarlos, según yo deseaba ; pero
164 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.
antes se tomaría la libertad de conversar con ellos.
« Á los ojos de los hombres indiferentes, les dijo , y
según el espíritu de las leyes sociales , vosotros habéis
vivido hasta aquí en un estado prohibido por todas
las legislaciones del mundo , y sólo podría poner fin á
él un matrimonio voluntario ó una separación eterna .
Pero existe una dificultad con respecto á las leyes del
matrimonio de los cristianos , á la cual no habéis
dado cumplimiento, esto es , que no puede casarse un
cristiano con una salvaje idólatra , pagana ó mujer no
bautizada ; y no creo que tengáis tiempo de persuadir
á vuestras mujeres para que se hagan bautizar y abra
cen el cristianismo , del que sin duda alguna jamás
habrán oído hablar, y sin el cual no pueden recibir el
bautismo . Sospecho, continuó , que vosotros mismos
no sois más que unos cristianos indiferentes , que po
seéis poco el conocimiento de Dios y de sus miras ;
por consiguiente, no puedo creer que hayáis dicho á
vuestras mujeres grandes cosas sobre este punto . Á
menos, pues, que no queráis prometerme el hacer
cerca de vuestras mujeres todos los esfuerzos para con
seguir el que lleguen á ser cristianas, é instruirlas todo
lo que os sea posible en el conocimiento de la fe de
Dios , su Criador, en la adoración de Jesucristo , su
Redentor, no puedo casaros ; porque no tengo poder
para unir á cristianos con infieles ; lo que no sólo no
puede estar de acuerdo con los principios de nuestra
religión, sino que está prohibido terminantemente por
la ley de Dios . >>
Escucharon todo esto con la mayor atención , á me
dida que les iba yo traduciendo fielmente lo que iba
diciendo el sacerdote , añadiendo solamente algunas
palabras de cuando en cuando para hacerles com
prender cuánta razón tenía , y que yo era del mismo
CAPÍTULO V. 165

parecer ; pero yo tenía cuidado de hacer concienzuda


mente la distinción de lo que salía de mí y de las pa
labras del sacerdote .
Me respondieron que lo que decía el eclesiástico
era muy exacto ; que efectivamente ellos eran cristia
nos muy indiferentes , no habiendo tratado jamás de
hablar á sus mujeres una palabra de religión. «< ¡ Dios
mio Caballero , dijo Will Atkins . ¿ cómo podríamos
enseñar la religión , si nosotros mismos estamos igno
rantes de ella ? Si nosotros las hablásemos de Dios y
de Jesucristo , del cielo y del infierno, las veríamos
reirse de nosotros y preguntarnos si lo creíamos ; y si
les dijéramos que sí, por ejemplo , que los buenos van
al cielo y los malos al infierno , nos preguntarían
dónde teníamos intención de ir, pues creyendo todo
esto , nosotros somos tan grandes bribones . En verdad ,
caballero , que las haríamos aborrecer la religión desde
las primeras palabras , mayormente no sabiendo expli
carnos ni contestar á los argumentos que nos hicie
sen, por carecer de ideas y de datos de religión . Es
necesario para enseñar la religión á los demás , el te
nerla uno mismo , y estar completamente impuesto en
ella . - Will Atkins , le repliqué , temo que lo que
acabáis de decir sea demasiado cierto ; sin embargo ,
¿no podéis enseñar á vuestra mujer que está sumida
en un error, que hay un Dios y una religión mejor que
la suya ; que sus dioses son idolos ; incapaces de enten
dernos y hablarnos ; que hay un gran Ser criador de
todas las cosas, que puede destruir todo lo que ha he
cho , que premia á los buenos y castiga á los malos , y
que al fin nos juzgará á todos según nuestras obras ?
No estáis tan desprovisto de inteligencia , que la sola
naturaleza no os haya enseñado que todo esto es una
verdad, y estoy seguro que lo comprendéis , que lo
166 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.
creéis . -- Es cierto, caballero, respondió Atkins.
¿ Con qué cara me presentaré á decir á mi mujer todo
eso ? Al momento me contestará que no puede ser , que
no es verdad . ¡ Cómo ! exclamé . ¿ Qué entendéis vos
por todo eso ? ―――――― ¡ Oh ! sí, caballero me dirá que no
es cierto que el Dios , del cual le hablaré , sea justo, y
pueda castigar y recompensar , pues que no me ha cas
tigado á mí que he sido tan malo , como ella misma y
los demás lo han experimentado ; que deja vivir á un
hombre como yo , que he hecho siempre lo contrario
de lo que yo le presentaré como el bien , y de lo que yo
debería haber hecho . ― Verdaderamente , Atkins ,
temo que aciertes en tus cálculos . >>
Acto continuo trasladé las palabras de Atkins al ecle
siástico, que estaba impaciente por saberlas . «< ¡ Oh!
replicó , decidle que el arrepentimiento le puede vol
ver el ministro mejor del mundo al lado de su mujer.
Nadie puede predicar mejor la penitencia que los
verdaderos penitentes . Si él experimenta un arrepenti
miento sincero , puede instruir á su mujer mejor que
nadie, y decirla que no sólo Dios es el justo remune
rador del bien y del mal , sino que es tan infinitamente
bueno , misericordioso , lento en castigar, pronto en
premiar, deseando , no la muerte del pecador, sino
más bien su conversión y su vida ; que con frecuencia
él mismo concede á los malos una larga carrera y re
tarda su condena hasta el día de la retribución univer
sal ; y esta es la prueba evidente de la existencia de
un Dios y de una vida futura , que los justos no reciben
su recompensa , y los malos su castigo en este mundo .
Con eso aprovechará la ocasión de enseñar á su mujer
la doctrina de la resurreción y del juicio final . Que se
convierta también él mismo , y llegará á ser , lo repito,
un excelente predicador para su mujer.
CAPÍTULO V. 167

Yo trasladé todo esto á Atkins , que me escuchó


con un aire muy grave ; y como estaba tan conmovido ,
se afectó extraordinariamente . En su impaciencia , ape
nas me dejó concluir . « Yo sé todo esto , caballero ,
me dijo , y muchas cosas más ; pero no tendré la im
prudencia de hablar así á mi mujer, cuando Dios y
mi conciencia saben (y mi misma mujer sería contra
mí un testimonio irrecusable) que he vivido hasta aquí
como si nunca hubiese oído hablar de Dios y de la
vida futura. En cuanto á mi arrepentimiento , ¡ ay ! ( á
estas palabras arrojó un profundo suspiro y vi llenarse
sus ojos de lágrimas ) ¡ todo ha concluído para mí !
¿ Qué queréis decir ? - Sé por desgracia que es ya
muy tarde, y que es la pura verdad . »
Repetí palabra por palabra al eclesiástico lo que
acababa de decir Atkins. El digno y caritativo sacerdote
(pues es justo que lo llame así , porque cualquiera que
fuese su creencia , estaba ciertamente lleno de caridad
y celo por la salvación de las almas del prójimo , y
hubiera sido muy triste que hubiese tenido menos por
la salud de la suya), este hombre caritativo , repito,
no pudo detener sus lágrimas ; pero recobrándose bien
pronto, replicó : « Preguntadle únicamente si se con
tenta con que haya sido tarde , ó está afligido porque
hubiera deseado que no fuese así. »
Acto continuo hice la pregunta á Atkins, que me
contestó con mucho calor : « ¿ Cómo podría un hombre
estar contento en mi situación , que no puede acabar
más que con las penas eternas ? Bien lejos de estar
satisfecho, creo que la pesadumbre me conducirá á
mi pérdida . -¿Cómo es esto ? le pregunté . Con
testóme que algun día podía suceder que se suicidase
para poner fin á sus propios errores .
Al oir estas palabras, el eclesiástico meneó la cabeza
168 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

con la expresión de una profunda lástima ; pero vol


viéndose con prontitud hacia mí, dijo : « Si es así,
podéis asegurar que no es demasiado tarde ; Jesucristo
le dará la contrición . Mas os ruego , añadió , que le
expliquéis , que no salvándose nadie más qu por la
intercesión de Cristo y por los méritos de su santa
pasión, que atrae sobre nosotros la misericordia divi
na, ningún hombre puede decir que sea demasiado
tarde para obtener esta misericordia . ¿ Piensa acaso
que el pecado puede sobrepujar la potestad miseri
cordiosa de Dios ? Decidle que á la verdad la gracia
divina, cansada de vanos esfuerzos , cesa algunas veces ,
y que Dios puede entonces rehusar el oirlo ; pero que
jamás es demasiado tarde para implorar su perdón , y
que nosotros , ministros de Jesucristo , tenemos la
misión de predicar el perdón en todo tiempo , en
nombre suyo , á todos los que sinceramente se arre
pienten. »>
Se lo repetí así á Atkins , el cual me escuchó con
mucha avidez ; pero me pareció que quería dejar para
más tarde el seguir dicha conversación , porque me
dijo que iba á hablar un poco con su mujer. En efecto,
salió un instante , y continué el diálogo con sus com
pañeros . Conocí que eran ignorantes en materia de
religión hasta la estupidez , como me sucedía cuando
me escapé de la casa paterna . Pero ninguno de ellos
escuchó con indiferencia lo que se había dicho ; y
todos prometieron formalmente hablar á sus mujeres
acerca de dicho punto, y hacer todos los esfuerzos
posibles para persuadirlas á abrazar el Cristianismo.
El joven sacerdote sonrió cuando le traduje la res
puesta , más permaneció silencioso por espacio de un
rato ; al fin me dijo , meneando la cabeza : « Nosotros ,
que somos los servidores de Cristo , no podemos más
CAPÍTULO V. 169

que instruir y exhortar cuando los hombres quieren


voluntariamente someterse á nuestras censuras, y pro
meten cumplir lo que les ordenamos, es todo lo que
debemos exigir ; nos vemos obligados á aceptar sus
buenas palabras . Sin embargo , creedme , caballero ,
continuó , á pesar de lo que habéis sabido de la vida
pasada de ese hombre á quien llamáis Will Atkins , es el
solo que me parece sinceramente convertido no des
confío de los demás , pero aquel parecía verdadera
mente admirado de sus pasados extravíos ; si habla de
religión á su mujer , no dudo que él se haga de buena
fe la aplicación de sus palabras, porque el probar á
enseñar á los otros es con frecuencia el mejor medio
de instruirse á sí mismo . He conocido un hombre , que
no teniendo más que muy breves ideas sobre religión,
y llevando la vida más criminal y desmoralizada , se re
formó completamente , haciendo esfuerzos para con
vertir á un judío . Si el probre Atkins empieza á hablar
seriamente de Jesucristo á su mujer, estoy persuadido
que llegará á ser un pecador arrepentido ¿ Y quién sabe
lo que podrá seguirse después ?
Concluída esta conversación , y bajo la promesa que
hicieron los demás ingleses de trabajar en convertir
sus mujeres al cristianismo , casó acto continuo á las
dos parejas presentes , Will Atkins y su mujer no ha
bían venido todavía . Después de haber esperado algún
tiempo , el joven sacerdote , deseoso de averiguar lo que
había hecho Atkins, se volvió hacia mí y me dijo :
<< Suplícoos que salgamos de aquí , y vámonos fuera;
estoy seguro que encontraremos á ese infeliz hablando
formalmente con su mujer, y enseñándola ya algo sobre
religión . » Empecé á ser del mismo parecer ; por lo
tanto salimos reunidos , y le conduje por una senda , la
cual de nadie era conocida más que de mí, y cuyos
II. 10
170 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

árboles eran tan espesos que no era fácil ver nada al


través de su follaje . Cuando llegamos á un extremo
del bosque , distinguí á Will Atkins y á su mujer ,
que estaban sentados á la sombra de un chaparro , y
abismados en una conversación animada . Aguardé
que el eclesiástico , que venía un poco atrás , se re
uniese á mí, y mostrándole la pareja , permanecimos
bastante tiempo mirándola con interés . Notamos que
Atkins hablaba con mucho calor , y que señalaba con
el dedo sucesivamente al sol, las diferentes partes del
cielo , después la tierra, luego el mar á lo lejos ; por
último , á sí mismo y á su mujer, y finalmente los ar
boles y plantas . « Ved , me dijo entonces el sacerdote ,
la verdad de lo que yo he dicho : este hombre ins
truye á su mujer. En este momento la está diciendo que
Dios ha criado á ella y á él , así como también ha hecho
los cielos , la tierra , el mar , las plantas , los árboles , etc.
-Lo creo efectivamente , le respondí. » En seguida
vimos levantarse á Atkins , después caer de rodillas, y
juntando las manos, elevarlas al cielo . Nos pareció
que decía algo ; pero estábamos demasiado lejos para
poderlo oir estaría arrodillado como medio minuto ;
despues volvió á sentarse al lado de su mujer, y se puso
á conversar de nuevo . Observamos que la mujer pa
recía estar muy atenta ; pero no pudimos ver si ella le
respondía. Cuando el pobre Atkins se arrodilló , vi co
rrer en abundancia las lágrimas por las mejillas del sa
cerdote , y yo mismo apenas pude detener las mías :
estábamos ambos sumamente disgustados por no poder
entender lo que decían ; pero sin embargo , no nos
atrevíamos á acercarnos por miedo de estorbarlos :
resolvimos aguardar el fin de aquella escena muda,
que á pesar de no oir voz ninguna, nos daba á com
prender bastante . Atkins se había sentado de nuevo
CAPÍTULO V. 171

junto á su mujer, según llevo dicho , y le hablaba con


emoción ; dos ú tres veces vimos que la abrazaba tier
nimente ; otra sacó el pañuelo para enjugar las lágri
mas de su compañera : la abrazó además con trans
porte , y después de algunas demostraciones semejantes ,
se levantó de repente , tendió la mano á su mujer para
ayudarla á hacer otro tanto , y conduciéndola á algunos
pasos de allí se arrodillaron ambos á la vez , y perma
nocieron de aquel modo cerca de dos minutos .
Mi amigo no pudo contenerse por más tiempo , así
es que exclamó en alta voz : « ¡ San Pablo , San Pablo !
¿ Ne lo veis ? Ya suplican . » Temí que Atkins lo oyese,
y le pedí que se moderase por espacio de algunos
instantes más , á fin de que pudiésemos ver el fin de
aquella escena , la más edificante , confieso , que había
visto en mi vida , Trató efectivamente de dominarse
algún tiempo ; pero estaba tan enajenado de pensar que
aquella pobre idólatra había llegado á ser cristiana ,
que apenas podía conseguirlo . Tan pronto lloraba, tan
pronto levantaba las manos al cielo ; ya se persignaba ,
ya daba gracias a Dios por un tan milagroso testimonio
del éxito de nuestros esfuerzos ; algunas veces hablaba
tan bajo, que casi no podía entenderlo , ya en francés ,
ya en latín ; dos ó tres veces las lágrimas le interrum
pieron hasta el punto de cortarle la palabra . Le rogué
de nuevo que se calmara , á fin de que pudiésemos ob
servar con más atención lo que pasaba, y por último
lo logré.
La escena no había concluído ; porque cuando es
tuvieron levantados , vimos que Atkins dirigía la pala
bra á su mujer aun con más ardor, y conjeturamos por
sus gestos que ella estaba profundamente conmovida
de sus discursos . Alzaba frecuentemente las manos al
cielo, ponía una sobre su corazón , y tomaba en fin las
172 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

actitudes que denotan la más seria atención . Esto


duró medio cuarto de hora, después del cual se aleja
ron paseándose , y los perdimos de vista. Le dije que
desde luego estaba admirado de todo lo que acabá
bamos de ver ; pues aunque yo era un poco incrédulo
en semejantes casos, empezaba, sin embargo , á creer
que el marido y la mujer eran ambos sinceros , á pesar
de su ignorancia, y que este principio me hacía es
perar una feliz conclusión . « ¡ Y quién sabe , continué,
si estos dos podrán con el tiempo por sus consejos y
por su ejemplo obrar sobre el ánimo de algunos otros?
--1 De algunos otros ? exclamó , volviéndose hacia mi
repentinamente : decid , sobre todos los demás :
creedme ; si estos dos salvajes , porque Atkins no lo es
menos que su mujer, después de lo que me habéis re
ferido , se entregan á Jesucristo , trabajarán sin des
canso para arrastrar á todos los demás, porque la ver
dadera piedad es naturalmente comunicativa ; y el que
una vez llega á ser cristiano , no dejará nunca detrás
de si ningún idólatra , si puede salvarlo . »
Confesé que aquello era un principio eninente
mente cristiano , y que manifestaba un celo verdadero
y un corazón generoso . « Mas , amigo mío , añadí, ¿ me
permitís que os haga una objeción ? Nada tengo que
decir en contra del grande y ardiente interés que ma
nifestáis en convertir á esas pobres gentes del paga
nismo á la religión cristiana ; sin embargo , & qué con
suelo podéis tener, pues ellos no siguen vuestras ideas
ni han entrado en el gremio de la Iglesia católica ,
fuera de la cual , según vos , no habrá salvación posible ?
Debéis mirarlos como herejes , y tan de seguro con
denados , aunque por distintas razones , que los mis
mos paganos . » Él me respondió con mucho candor :
« Caballero , yo soy católico romano , sacerdote benc
CAPÍTULO V. 173

dictino , y profeso todos los principios de la Iglesia ro


mana ; pero no obstante , si vos queréis creerme y pen
sar que esto no es por complaceros ni por respetar las
circunstancias en que yo me encuentro , ni por vuestros
buenos procederes que yo hablo de este mode , os con
fesaré francamente que yo no puedo consideraros , á
vos que os llamáis reformado , sin alguna simpatía , y
no me atreveré á decir ( bien que ésta sea en general
nuestra opinión) que no podéis salvaros ; no puedo re
solverme á limitar la misericordia de Cristo al punto
de suponer que no pueda guiaros al seno de su Iglesia
por miras impenetrables á nuestra vista , y yo espero
que tendréis la misma caridad con respecto á nos
otros . Todos los días ruego para que entréis todos en la
Iglesia de Cristo por los medios que sean del agrado
de su infinita sabiduría el prepararos . Os pido que ob
servéis que en mi calidad de católico hago una gran
diferencia entre un protestante y un pagano ; entre uno
que invoca á Jesucristo , aunque sea de un modo que
yo no juzgo conforme á la verdadera fe , y un salvaje ,
un bárbaro que no reconoce Dios , ni Cristo ni Reden
tor. Si vosotros no pertenecéis al gremio de la Iglesia
católica , estáis , nosotros así lo esperamos , mucho más
cerca de entrar que aquellos que no reconocen á Dios
ni á su Iglesia . Por lo tanto , yo me regocijo de ver á
este hombre , que según me habéis dicho ha sido tan
relajado y casi un asesino, arrodillarse para rogar á
Jesucristo , como juzgamos ó suponemos que ha he
cho, aunque no esté plenamente iluminado ; yo estoy
íntimamente convencido que Dios , del cual proceden
todas las obras de este género , dispondrá su corazón ,
lo llevará cuando sea tiempo oportuno á un conoci
miento más completo de la verdad ; y si él inspira á
ese pobre hombre el instruir y convertir á la igno
10
174 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

rante salvaje con la cual se ha unido , no puedo creer


que lo rechace de sí . i Ah ! ¿ no tengo, pues, motivo
de alegrarme , cuando veo que uno llega á reconocer á
Cristo, aunque no haya podido ser conducido al seno
de la Iglesia católica en el momento preciso que yo
pudiera desearlo ? Dejo á la bondad de Cristo el cui
dado de perfeccionar su obra á su debido tiempo y
por los medios que le convengan . Es indudable que
sería muy feliz si viese todos los salvajes de la América
rogar á Dios como esa pobre mujer, aunque debiesen
primeramente ser protestantes , más bien que saber
que son paganos é idólatras , porque tendría la firme
convicción que aquel que había empezado á infundir
les las primeras luces , concluiría más tarde por ilu
minarlos con un rayo de su divina gracia y atraerlos al
seno de su Iglesia cuando le pareciese conveniente . »
Me quedé tan admirado de la sinceridad y tolerancia
de aquel piadoso papista , como aniquilado por la
fuerza de sus razonamientos , y me vino á la imaginación
que si semejante moderación era universal , podríamos
ser todos cristianos católicos , cualquiera que fuese
nuestra Iglesia y nuestra comunión , y que el espíritu
de caridad nos arrastraría bien pronto á todos á los
mismos principios . Como él pensaba que semejante ca
ridad nos volvería católicos á todos , le dije que si era
universal entre los miembros de su Iglesia , bien pronto
serían todos protestantes . Mas no pasamos más allá en
dicho asunto , porque jamás entrábamos en controver
sia. Sin embargo , tomándolo yo por otro estilo , y es
trechándole la mano , le dije : « Amigo mío, desearía
que todo el clero de la Iglesia romana estuviese dotado
de semejante moderación y de una caridad igual á la
vuestra. Opino enteramente lo mismo que vos ; pero
debo deciros que si predicaseis semejante doctrina en
CAPÍTULO V. 175

España ó Italia , no escaparíais de las garras de la In


quisición . ――― Puede ser, respondió . No sé lo que haría
en España ó en Italia , pero no creo que tal severidad
los haga mejores cristianos , y sobre todo estoy conven
cido que un exceso de caridad no es una herejía . »
No teniendo ya nada que hacer en aquel paraje por
haberse marchado Will Atkins y su mujer , nos volvi
mos por el mismo camino , y cuando llegamos , nos es
taban ya aguardando .
Al divisarlos , pregunté al eclesiástico si descubri
ríamos á Atkins lo que habíamos visto en el bosque .
Fué de parecer que no debíamos decírselo ; que prime
ramente era necesario hacerle hablar y escuchar lo que
nos dijese . Lo llamamos aparte , y no estorbándonos
nadie, trabé con él una conversación , concebida , poco
más o menos , en los términos siguientes : « Will
Atkins, os suplico tengáis la bondad de decirme cuál
ha sido vuestra educación , qué era vuestro padre . -
Un sujeto excelente ; jamás podré yo llegar á ser tan
bueno , caballero ; mi padre era eclesiástico .
-
-¿Qué educación os ha dado ? - Quería darme la
mejor posible ; pero yo la desprecié, así como tam
bién sus preceptos y reprensiones , como un bruto que
era.
Salomón ha dicho efectivamente : « El que des
precie y no haga el menor caso de las reprensiones , se
asemeja al irracional. »
-Sí, caballero , yo era un bruto, porque asesiné á
mi padre . ¡ Ah ! caballero , en nombre de Dios , no ha
blemos mas de esto ; ya lo he dicho : yo he matado á
mi pobre padre .
-- Cielos , un parricida !
El joven sacerdote palideció y retrocedió de horror,
pues yo le traduje palabra por palabra lo que Atkins
176 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

acababa de decir. Le pareció que Will había realmente


matado á su padre .
-
—No , no , caballero , le dije , no es así como se debe
entender. Explicaos , Will Atkins : ¿, seguramente no ha
bréis matado á vuestro padre con vuestras propias ma
nos ? - No , caballero , no le he cortado la cabeza , pero
he abreviado sus días y emponzoñado todos sus goces.
He quebrantado su corazón , pagando con la más horri
ble ingratitud la conducta más tierna y inás afectuosa
que pudo tener jamás un padre hacia su hijo .
-Basta, amigo mío : no os he querido preguntar
por vuestro padre para arrancaros esta confesión . Yo
ruego á Dios que os conceda el perdón de esta falta , y
que os perdone también todos vuestros demás pe
cados . Tan sólo os he hecho esta pregunta , porque
quiero, aunque no tengáis una grande instrucción ,
que no estéis ignorante como tantos otros acerca
del conocimiento del bien , y que sepáis con respecto
á religión mucho más que sabíais . ― No habéis sido
vos, caballero , el que me ha arrancado la confesión
que he hecho al hablar de mi padre ; ha sido mi con
ciencia. En el momento en que nosotros llegamos á
echar una ojeada sobre nues vida pasada , las fal
tas cometidas contra padres indulgentes , son segura
mente las que nos conmueven más , las que nos dejan
heridas más profundas y que pesan terriblemente so
bre nuestra alma .
-Atkins , vuestras palabras son demasiado fuertes,
y al mismo tiempo demasiado patéticas paro mí ; me
es imposible soportarlas .
¿ Por qué, caballero ? Me atrevo á decir que estas
penas os son desconocidas .
-- No , Atkins : cada punto de la playa , cada colina ,
cada árbol de esta isla, puede atestiguar la angustia de
CAPÍTULO V. 177
mi alma al recuerdo de mi ingratitud y de mi culpa
ble conducta hacia un bueno y tierno padre , un padre
parecido al vuestro . Ye he matado á mis padres como
vos , Wil Atkins ; pero creo que mi arrepentimiento
ha sido sobrepujado mucho por el vuestro . »
Hubiera dicho más si hubiese podido contener mi
emoción ; pero el arrepentimiento de aquel pobre
hombre me pareció de tal modo superar al mío , que
estuve á punto de abandonar la conversación y de re
tirarme . Estaba sorprendido de lo que había oído , y
pensaba que , venido para predicar é instruir á Will
Athins, había encontrado en él , por una casualidad
tan singular como inesperada , un predicador y un
maestro para mí mismo. Trasladé lo dicho al joven
eclesiástico , el cual se conmovió profundamente , y
me dijo : « ¿ No os había anunciado , caballero , que
cuando ese hombre estuviese convertido , nos predica
ría á todos? Lo repito , caballero ; si él llega á ser un
verdadero penitente , yo no seré necesario aquí ; él
hará cristianos á todos los habitantes de la isla. >>
Después que me hube calmado un poco , renové la
conversación con Will Atkins. « Pero, Will , le dije ,
¿ de dónde procede que el sentimiento de vuestras fal
tas os toca precisamente en este momento ? - - Vos
me habéis puesto en situación , caballero , de que mi
corazón haya sido iluminado . He ido á hablar á mi
mujer según vos me habíais mandado ; la he ido á ha
blar, repito, de Dios y de la religión , á fin de hacer
de ella una cristiana , y me ha hecho á su vez un ser
món que jamás en la vida olvidaré.
—No , no ; no es vuestra mujer la que os ha predicado ,
sino vuestra conciencia , que os aplicaba los argumen
tos con los cuales deseabais convencer á vuestra compa
ñera . Es verdad , caballero , y su fuerza era irresistible.
178 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

-Os suplico , Atkins, que me contéis lo que ha


pasado entre vos y vuestra mujer, aunque tengo ya al
guna noticia - Me sería imposible , caballero , el con
tároslo según ha sucedido : estoy aun íntimamente pene
trado de todo , y sin embargo , no encuentro términos
para expresarlo ; mas lo que ella ha dicho , si no puedo
dar una cuenta exacta de ello , al menos puedo asegu
rar que estoy resuelto á corregirme y cambiar de vida.

Referidme algo de vuestra conversación : ¿ có
mo habéis empezado , Will ? Era realmente una situa
ción bien extraordinaria . Si vuestra mujer ha produ
cido tal efecto sobre vos , ciertamente tiene que haberos
hecho un excelente sermón . - Empecé por explicar
la naturaleza de nuestras leyes sobre el matrimonio , y
las razones por las cuales el hombre y la mujer esta
ban obligados á formar un contrato con tantas obliga
ciones, que ni el uno ni el otro podían romperlas ;
que de lo contrario no podrían mantenerse el orden
ni la justicia ; que los hombres abandonarían á sus mu
jeres y á sus hijos , que vivirían confundidos los unos
con los otros , y que de esta manera las familias no po
drían establecerse , ni las herencias trasmitirse por una
descendencia legítima .
―――
Will , hablais como un legista ; ¿ mas habéis po
dido hacerla comprender lo que se entendía por he
rencia y familia ? Entre los salvajes no se sabe lo que
significan estas palabras, pues se casan á la casualidad ,
sin respeto al parentesco entre hermano y hermana ,
y aun he oído decir entre padre é hija, entre hijo y
madre . --- Me parece , caballero, que estáis mal in
formado ; pues mi mujer me ha asegurado lo contrario ,
diciéndome que tenían horror á tales alianzas . Quizá
en los grados de parentesco más remoto no sean tan
escrupulosos como nosotros ; pero me ha afirmado
CAPÍTULO V. 179

que no había conocido nunca relaciones entre parien


tes tan próximos como de los que yo le había hablado .
-¿Y qué ha contestado á lo que vos la habéis dicho
respecto al matrimonio ? -Me ha respondido que le pare
cía muy justo , y que era mucho mejor que en su país .
-¿Y le habéis explicado lo que era matrimonio?
- Sí , sí ; y aquí empezó nuestro
diálogo . Le pregunté
si quería casarse conmigo á nuestro modo . Quiso saber
cuál era éste . Le contesté que el matrimonio había
sido establecido por Dios ; y desde este momento tu
vimos la conversación más singular que jamás creo
han tenido marido y mujer. » >
Trascribo este diálogo inmediatamente después de
haberlo oído ; he aquí del mismo modo que él lo re
pitió :
La mujer. ¿ Establecido por vuestro Dios ? ¿ Tenéis ,
pues , Dios en vuestro país ?
Will Atkins . Ciertamente , querida mía . Dios está en
todos los países .
La M. No , vuestro Dios no estar en mi país : mi país
tener el antiguo dios Benamoukie .
W. A. Amiga mía , estoy ahora en disposición de
enseñaros quién es Dios . Dios está en el cielo, y él ha
criado este mismo cielo , así como la tierra, el mar, y
todo lo que vemos .
La M. No ha hecho la tierra , todo la tierra ; pues no
ha hecho mi comarca .
Will Atkins se sonrió á esta singularidad de que
Dios no había criado su país .
La M. No reir. ¿ Por que reir de mí ? Esto no es
cosa para reir .
La reprensión era fundada , por que ella estaba en
tonces más formal que él .
W. A. Tienes razón , querida mía ; ya no reiré más.
180 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

La M. ¿ Por qué vos decir vuestro Dios haber hecho .


todo ?
W. A. Sí, hija mía , Dios lo ha hecho todo, á vos , á
mí, y todo lo del mundo ; porque él es el solo verda
dero Dios ; no hay otro más que él , y habita en el cielo
eternamente.
La M. ¿ Por qué no haberme dicho todo esto ha
mucho tiempo ?
W. A. En efecto , he sido un miserable : no sólo me
he olvidado de instruirte, sino que yo mismo he vivido
como si no hubiese Dios en el mundo .
La M. ¡ Cómo ! ¿ Tener gran Dios en vuestro país , y
no conocerle ? ¿ No decirle O ? ¡ Vos no hacer buenas
cosas por él ! ¡ Esto no es posible !
W. A. No es más que la pura verdad ; la mayor
parte de nosotros vivimos como si no existiese Dios
en el cielo , ó como si no tuviese ningún poder sobre la
tierra .
La M. Mas¿por qué Dios dejaros hacer esto ? ¿ Cómo
no haceros él vivir bien ?
W. A. Esto es culpa nuestra.
La M. Pero vos decirme ser él grande, muy grande ;
tener gran poderío ; poder matar cuando él querer.
¿ Por qué el no mataros cuando vos no servirle ? i¡ No
decirle O á él ! Esto no ser bueno .
W. A. Es verdad podría herirme de muerte , y yo
debería esperarle, porque he sido un miserable pe
cador ; pero Dios es misericordioso , y no nos trata
como merecemos .
La M. Mas entonces , ¿ vos haber dicho á Dios gracias i
por esto?
W. A. No, en verdad ; no he dado gracias a Dios
por su misericordia hasta que no he temido su poder.
La M. Entonces vuestro Dios no ser Dios : siendo
CAPÍTULO V. 181

tan poderoso , tan fuerte , ¿ por qué él no mataros , ya


que tanto le encolerizáis ?
W. A. ¡ Ay, mi culpable vida os impediría el creer
en Dios ! ¡ Tan miserable como soy ! ¡ cuán desgraciada
mente cierto es que las iniquidades de los cristianos
se oponen á la conversión de los idólatras !
La M. ¿ Cómo vos querer que yo crea vuestra gran
Dios estar allí ( señalaba con el dedo al cielo) , y vos ,
sin embargo , no obrar bien ? ¡ Él saber lo que hacéis !
¡ Oh ! no , seguramente , él no saberlo .
W. A. Sí ; él sabe y ve todas las cosas nos oye
hablar , nos ve obrar ; conoce todas nuestros pensa
mientos, aun cuando no hablemos .
La M. ¡ Qué ! ¿ Él oiros maldecir, jurar, pedirle que
os condene ?
W. A. Sí, sí ; lo oye todo .
La M. ¿ Dónde estar entonces gran poder en él ?
W. A. Él es misericordioso ; esto es todo lo que
puedo deciros y la prueba de que es el verdadero
Dios , y no un hombre, es el que nosotros no estemos
ya aniquilados .
Will Atkins nos dijo que en aquel momento se había
sobrecogido de horror, al pensar cómo podía decir á
su mujer tan claramente que Dios todo lo ve , todo lo
oye , y conoce los más secretos pensamientos de nuestro
corazón, y todo lo que nosotros hacemos , después de
tantas malas acciones que él no había temido cometer.
La MMisericordioso . ¡ Qué quiere decir esto ?
W. A. Él es nuestro Padre y nuestro Criador ; se
compadece de nosotros , y nos perdona .
La M. Así él no mataros nunca , no estar colérico
cuando vos hacer mal : él no ser bueno entonces , ó no
ser poderoso .
W. A. Sí, sí, querida mía ; es infinitamente bueno
II. 11
182 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

y poderoso , capaz para castigarnos algunas veces


manifiesta su justicia haciendo caer también su cólera
sobre los pecadores, hiriéndolos en medio de sus
crímenes , para que sirva de ejemplo .
La M. Pero él no mataros á vos . ¿ Él , pues, deciros
que no os mata ? Así vos estar convenido con él para
hacer cosas malas , y él no encolerizarse contra vos , y
sí contra otros hombres .
W. A. Ciertamente que no ; pecando he confiado en
su bondad, y sería infinitamente justo si me destruyese ,
como ha hecho con tantos otros pecadores .
La M. ¡ Bien ! Mas , pues que él aun no mataros , ¿ qué
decir vos por esto á él ? ¿ Vos darle gracias ?
W. A. Yo soy una criatura ingrata , indigna ; he aquí
la verdad.
La M. ¿ Por qué él no haceros mejor, pues que vos
decir él haberos hecho ?
W. A. Me ha criado como ha criado á todo el mundo ;
yo mismo me he echado á perder y he abusado de su
bondad para llegar á ser un abominable malvado .
La M. ¿ Quererme vos hacer conocer de Dios , no en
colerizarle , no hacer malas cosas ?
Aquí Atkins nos dijo que se sintió penetrado de
vergüenza al oir á aquella pobre é ignorante criatura
pedir que se le hiciese conocer á Dios ; mientras que
él, miserable pecador , no hallaba nada que decir sobre
el Criador sin que su propia conducta no desmintiese
lo que quería persuadir. Ya ella había dicho clara
mente que no podía creer en Dios , pues consentía que
él viviese aun , habiendo sido tan perverso .
W. A. Sin duda habéis querido decir, querida mía ,
que os haga conocer á Dios , y no que haga que Dios
os conozca , porque él os conoce ya , así como todos
vuestros pensamientos .
CAPÍTULO V. 183

La M. ¡ Cómo ! ¿ Él conocer lo que yo ahora deciros?


¿Él saber mis deseos de conocerle ? ¿ Cómo yo poder
conocer al que haberme criado ?
W. A. ¡ Pobre criatura ! Él te enseñará lo que no
puedo enseñarte. Yo le suplicaré que te enseñe á
conocerle y me perdone , porque no soy digno de ins
truirte .
El infeliz estaba tan desesperado con el deseo mani
festado por su mujer de conocer á Dios , que nos dijo
habia caído de rodillas delante de ella , y había rogado
á Dios que le iluminase y le inspirase el verdadero
conocimiento de Jesucristo ; que le concediese el per
dón de sus pecados , y lo aceptase como un humilde
instrumento de la conversión de aquella pobre mujer
á la verdadera religión . Después volvió otra vez al
lado de ella , y continuó su diálogo . Entonces fué cuan
do nosotros le vimos arrodillarse y levantar las manos
al cielo .
La M. ¿ Por qué vos poner de rodillas ? ¿ por qué al
zar las manos ? ¿ qué vos haber dicho ? ¿ á quién vos
haber hablado ? ¿ qué significa todo esto ?
W. A. Yo me arrodillo en señal de sumisión á aquel
que me ha criado . Yo le he dicho O , como vos llamáis
á la súplica, y como hacen vuestros ancianos delante
de su ídolo Benamoukie .
La M. ¿ Por qué vos haber dicho O á él ?
W. A. Le he rogado que os abra los ojos y el enten
dimiento , con el objeto de que podáis conocerle , y ser
recibida entre los suyos .
La M. ¿ Poder él hacer esto ?
W. A. Es indudable ; porque todo lo puede .
La M. ¿ Oir él lo que vos decirle ?
W. A. Sí ; nos manda que le imploremos, y pro
mete escucharnos .
184 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

La M. ¡ Él mandar vos implorarle ! Cuándo haberlo


mandado? ¡ Qué ! ¿ vos oirle hablar?
W. A. No , nosotros no lo oímos ; pero nos lo ha mani
festado de muchas maneras por medio de la revelación .
Aquí Atkins se había encontrado muy confuso para
hacerla comprender cómo Dios se había revelado á
nosotros por su palabra, y lo que era esta palabra ; en
fin, le dijo : «< Dios primeramente ha hablado á algunos
varones virtuosos , desde lo alto de los cielos , con pa
labras expresas ; después ha infundido sus ideas á
otros , y éstos han escrito todas sus leyes en un libro . »
La M. Yo no comprender esto . ¿ En dónde está ese
libro?
W. A. ¡ Ay , pobre amiga mía ! yo no lo tengo ; pero
más tarde ó más temprano pienso procurármelo para
vos, ayudándoos también á leerlo .
Entonces la abrazó con ternura , pero sintiendo al
mismo tiempo una aflicción por no tener la Biblia.
La M. ¿ Pero cómo vos probarme que Dios haber
instruído esos hombres para escribir el libro ?
W. A. Por la misma regla que tenemos para saber
que él es Dios .
La M. ¿ Qué regla ? ¿ Cómo vos saber esto ?
W. A. Porque él no enseña ni ordena más que lo que
es bueno, justo , santo ; todo lo que tiende á hacernos
á la vez perfectamente buenos y perfectamente felices,
y porque todo lo que él prohibe ó manda es siempre
para evitar el mal .
La M. ¡ Ah , yo querer comprender bien esto ! ¡ Yo
desear conocerlo ! Si él enseñar todas cosas buenas , él
dar todo , él oir cuando yo decirle O , como vos al pre
sente hacer ; él hacerme buena , sí , yo desear ser
buena ; él perdonarme , y no matarme, cuando yo no
ser buena . Si él hacer todo lo que vos decir, él en
CAPÍTULO V. 185

tónces ser gran Dios , y yo pensar creerle un gran Dios,


y yo decir O á él con vos , amigo mío .
En este momento el infeliz Atkins , no pudiendo con
tenerse por más tiempo , cogió la mano de su mujer
la hizo poner de rodillas á su lado , é imploró á Dios en
alta voz para que se dignase enseñarla á conocerle por
medio del Espíritu Santo, y que le enviase un día ú
otro por efecto de su providencia una Biblia , en la
cual pudiese su mujer leer la palabra de Dios , y apren
der así á conocerle .
Entonces fué cuando nosotros los vimos en aquella
actitud , que ya he descrito antes .
Después de esto tuvieron aun algunas otras conver
saciones que sería demasiado largo referir . Su mujer
le hizo prometer que, ya que él confesaba que su
vida pasada no había sido más que una serie de provo
caciones criminales y abominables hacia su Criador , él
la reformaría, y cesaría de ofender á Dios en lo suce
sivo, por miedo, según ella decía, que no lo hiciese muerto,
porque ella entonces quedaría sola, sin poder jamás
aprender á conocer mejor á Dios ; y él sería desgra
ciado , como él había dicho que lo serían todos los
malos después de su muerte .
Esta extraña relación nos conmovió profundamente ,
y principalmente al joven sacerdote . Se hallaba sobre
manera sorprendido ; pero tenía el más grande dis
gusto de no poder hablar á aquella mujer , de no ex
presarse con bastante facilidad en inglés para hacerse
entender, pues que ella misma hablaba dicha lengua
detestablemente , siendo casi imposible el compren
derla. Sin embargo , so volvió bacia mí, y me dijo que
él creía poder hacer algo más por ella que casarla . Al
principio no lo entendí ; mas luego se explicó , diciendo
que era necesario bautizarla. Consentí con la mayor
IN
186 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

alegría , y me disponía para proceder en seguida á ello ,


cuando me dijo : « No , no , caballero ; esperemos : na
die puede tener más deseos que yo de verla bautizada ;
sin embago , debo haceros observar que si Will. At
kins, su marido , la ha guiado milagrosamente á abra
zar la religión cristiana , y él ha dado ideas justas sobre
la existencia de Dios , sobre la justicia y misericordia,
me queda todavía que saber si la ha hablado de Jesu
cristo y de la redención de los pecadores, de la fe que
debemos tener en él y por él , finalmente , si él ha ha
blado del Espíritu Santo , de la resurrección , del juicio
final , y de la vida eterna. »
Llamé á Will Atkins , y le pregunté si había tocado
las citadas cuestiones . El infeliz, con los ojos bañados
de lágrimas, nos confesó que había dicho algo acerca
de esto ; pero que como era tan gran pecador, y como
su propia conciencia le echaba en cara de tal modo su
conducta horrible é impía, temía que á la sola idea
del conocimiento que tenía su mujer de su mala vida
pasada, no disminuyese su atención, y no la condu
jese más bien á despreciar la religión , que á adoptarla.
«Sin embargo, nos dijo, su espíritu está tan bien dis
puesto á recibir impresiones buenas , que si queréis
infundirle algunas , no será trabajo perdido . »>
La hice, pues , venir ; y colocándome como intér
prete entre ella y mi joven sacerdote , invité á este úl
timo á que empezase . Es indudable que en estos últi
mos siglos no se ha predicado un sermón mejor que
el que pronunció este joven sacerdote papista : así , le
dije que á mi entender tenía el celo, las luces , la sin
ceridad de un verdadero cristiano, exceptuando los
errores de un católico romano , y que le consideraba
como un sacerdote tan recomendable como los obis
pos de Roma, antes que la Iglesia romana se hubiese
CAPÍTULO V. 187

atribuído la soberanía espiritual sobre las conciencias


humanas en una palabra, él condujo á la pobre mujer
á abrazar la fe de Cristo , y á creer en su redención , no
sólo con un admirable pasmo , como cuando ella había
recibido las primeras nociones de la existencia de
Dios, sino con una alegría , una fe , un amor y un grado
de inteligencia tan sorprendente , menos difíciles de
imaginar que de expresar. En seguida , á petición suya,
fué bautizada.
Mientras que el sacerdote se preparaba para el bau
tismo , le supliqué llenase este cargo con algunas precau
ciones , á fin de que , si era posible , el marido no cono
ciese que él pertenecía á la Iglesia romana ; temía las
enojosas consecuencias de una disidencia entre nos
otros sobre la misma religión , á la cual nosotros con
vertíamos los demás . Me respondió , que no habiendo
capilla consagrada , ni alguna de las cosas convenientes
á tal ceremonia, lo haría de modo que ni yo mismo
sospecharía que fuese católico romano , si no lo hubiese
sabido antes. Efectivamente , así fué ; pues luego des
pués de haber pronunciado en voz baja y en latín algu
nas palabras que no pude comprender, vertió sobre
la cabeza de la mujer un vaso lleno de agua , diciendo
en voz alta y en francés : « María ( este era el nombre
que yo , padrino suyo, le había dado , de acuerdo con
los deseos de su marido) , yo te bautizo en el nombre
del Padre , del Hijo y del Espiritu Santo . » De suerte
que , por lo que se vió , no podía adivinarse á qué reli
gión pertenecía : en seguida dió la bendición en latín ;
mas Will Atkins no conoció que ésta no era en francés ,
y ni aun siquiera le llamó la atención .
Tan pronto como se hubo concluído la ceremonia ,
los casamos . El sacerdote , dirigiéndose entonces á
Will Atkins , lo exhortó de la manera más afectuosa
188 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.
á perseverar en sus buenas disposiciones , y á mante
nerse en su firme resolución de reformar su vida , no
valiendo nada su arrepentimiento mientras no renun
ciase á sus hábitos criminales . Luego le manifestó que
debía hacerse digno de la gracia que Dios le había
concedido , escogiéndole por instrumento de la con
versión de su mujer ; que no obrando así , ella sería bien
pronto mejor cristiana que él ; que la salvaje sería aco
gida por el favor divino, mientras que él, instrumento
de su conversión, podría ser rechazado . Les dió ade
más á ambos una multitud de excelentes consejos ;
después, recomendándolos á la bondad de Dios , les
echó de nuevo su bendición : yo se lo repetí todo en
inglés , palabra por palabra ; de este modo terminó la
ceremonia . Recuerdo este día como el más agradable
dichoso que haya pasado en mi vida .
Sin embargo , mi eclesiástico no paró aquí : sus ideas
tendían sin cesar á la conversión de los treinta y siete
salvajes , y estaba dispuesto á quedarse en la isla para
emprenderla . Le hice ver que dicha empresa era im·
practicable , y que yo encontraría un medio para abrir
un camino á su satisfacción durante su ausencia , como
se verá después .
Arreglados así en poco tiempo los negocios de la isla ,
me preparaba á volver á bordo , cuando el joven que
había recogido con la tripulación del buque aniqui
lada por el hamore , vino á encontrarme . Habiendo sa
bido , me dijo , que se hallaba en mi compañía un ecle
siástico, que había casado , según mis deseos , á dos
ingleses con dos mujeres salvajes, venía á hablarme
sobre un matrimonio de dos cristianos ; y él deseaba
terminar antes de mi partida este asunto , que sería de
mi agrado , á lo menos él así lo esperaba .
Imaginé que trataba de él mismo y la joven que es
CAPÍTULO V. 189

taba al servicio de su madre , porque no había otra


cristiana en la isla ; probé después de persuadirle de
no celebrar un acto tan importante con precipitación ,
y porque él se encontraba en aquel momento en la
soledad . Le recordé que poseía en el mundo una for
tuna bastante considerable, y muchos y buenos ami
gos , según había sabido por él mismo , y también por
la joven ; que ésta , no sólo era una pobre sirvienta ,
sino además de una edad desproporcionada á la suya ;
pues que ella tenía veinte y seis ó veinte y siete años ,
mientras que él no contaba más que diez y siete ó diez
y ocho ; que probablemente con mi auxilio saldría de
aquella soledad y volvería á su patria ; que entonces se
podía apostar mil contra uno que se arrepentiría de su
elección, y que el disgusto de su posición los haría á
ambos desgraciados . Hubiera hablado más acerca de
dicho asunto , á no haberme él interrumpido sonrién
dose , y diciéndome con mucha modestia , que me equi
vocaba en mis conjeturas ; que no tenía ningún pro
yecto de semejante género, y que estaba muy gozoso
de saber que yo tenía intención de proporcionarle el
volver á su patria ; que nada le hubiera determinado
á quedarse en la isla , pero que debiendo ser mi viaje
largo y peligroso , y alejarle de los medios de corres
ponder con sus amigos , me pedía por toda gracia que
le señalase una pequeña porción de tierra en la isla , un
criado ó dos , y las cosas necesarias para que él pudiese
establecerse como plantador aguardando la época fe
liz de mi vuelta á Inglaterra para sacarlo de allí : con
fiaba que á mi llegada no le olvidaría, y contaba en
cargarme de llevar algunas cartas para sus amigos de
Londres , á fin de hacerles saber las bondades que yo
le había dispensado , así como el paraje y la posición
en que lo había dejado ; me prometió además , en caso
11.
190 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.
que yo lo sacase de la isla, abandonarme sin restricción
alguna la propiedad de su plantación , con todas las me
joras que hubiese hecho , cualquiera que fuese su valor .
Este pequeño discurso pronunciado con elegancia
por un tan joven mancebo, fué muy de mi agrado , par
ticularmente porque había podido conocer su desin
terés con respecto al casamiento del cual me había
hablado. Le dí todas las seguridades posibles de que
si llegaba á vivir para volver á Inglaterra , remitiría sus
cartas, y me ocuparía con la mayor actividad de sus
negocios ; que podía estar seguro que jamás olvidaría
la situación en que lo había dejado .
Estaba , no obstante , impaciente por saber cuál era
la pareja que quería casarse . Entonces me dijo que era
mi Juan Sabelotodo y la criada Susana . Quedéme agra
dablemente sorprendido cuando me los nombró , por
que yo hallaba esta alianza muy conveniente . Ya co
nocemos suficientemente el carácter del hombre ; en
cuanto al de la joven , era á la vez virtuosa , afable ,
modesta y religiosa . Además era muy juiciosa , de una
regular hermosura ; se expresaba bastante bien, siem
pre con política y mesura, sin timidez excesiva ni
atrevida impertinencia : era al mismo tiempo muy
diestra, económica y excelente ama de casa , y hubiera
sido capaz de administrar la isla entera , sabiendo con
ducirse bien en todas ocasiones .
Este segundo casamiento se verificó el mismo día ;
y como hice las veces de padre con aquella joven , con
duciéndola al altar , le dí también su dote ; pues la se
ñalé, así como también á su marido , una muy vasta
porción de terreno para su plantación .
Este matrimonio , y la petición que el joven me ha
bía hecho sobre asignarle una pequeña propiedad en
la isla , me hicieron pensar en repartir el territorio
CAPÍTULO V. 191

entre los habitantes , con el objeto de evitar en lo su


cesivo toda querella respecto á este punto . Confié dicha
operación á Will Atkins, el cual estaba ya convertido.
en hombre grave , arreglado y económico , completa
mente reformado , y de una ejemplar piedad . Verdade
ramente creo , si es que puedo ser juez en semejante
materia, que estaba de todo punto sinceramente arre
pentido . Hizo las particiones con tanta equidad , y tan
á gusto de todos , que sólo se deseó que fuesen ratifica
das por una escritura firmada por mí ; la hice redactar
al momento , y la firmé . Especifiqué los límites y la
si uación de cada plantación , y declaré dar por medio.
de la citada escritura á los colonos y á sus herederos el
goce y la propiedad íntegra de sus cercas y plantacio
nes respectivas , reservándome personalmente la pro
piedad de todo el resto de la isla , y por cada plantación
un rédito determinado , pagadero al cabo de once años
á mí, ó al que enviado por mí lo viniese á reclamar en
mi nombre con una copia auténtica .
Con respecto á la forma de gobierno y á las leyes que
debían observar, les dije que yo era incapaz de darles
mejores reglas que las que ellos mismos pudieran im
ponerse . Únicamente exigí que viviesen como buenos
vecinos, y en seguida me dispuse á abandonarlos . Una
particularidad , que no debo omitir, es que , estando la
isla constituida en una especie de república , en donde
nunca faltaba qué hacer, era bastante singular que se
dejase en la inacción , en un rincón de la isla, á treinta
y siete salvajes ; porque , á excepción del cuidado de
proveer á su subsistencia , lo cual les era muy penoso ,
no tenían ninguna clase de negocios que hacer, ni
propiedades que administrar. Manifesté, pues , al go
bernador español el que fuésemos con el padre de Do
mingo á proponerles la separación , y que desmontasen
192 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

terrenos por su cuenta , ó que entrasen de criados con


los colonos y ganasen su vida trabajando , sin que por
eso fuesen esclavos , pues yo no quise permitir bajo
ningún pretexto que se les sometiese á la esclavitud ,
atendiendo á que la libertad les había sido asegurada
por medio de una capitulación , y que ninguna de las
condiciones con las cuales se habían rendido debía
ser violada .
Todos acogieron de muy buena gana dicha proposi
ción, y siguieron al Gobernador apresuradamente . Tres
ó cuatro de ellos tomaron tierras , mas los demás qui
sieron ser colocados como criados entre las diferentes
familias de colonos . Por tanto, mi colonia entera fué
repartida del modo siguiente : los españoles poseían
mi morada , que era la capital de la isla , como yo la
llamaba ; sus plantaciones se extendían á lo largo del
riachuelo que formaba la ensenada , que ya conocemos ,
hasta mi bosquecillo ; y aumentándose su desmonte
llegaban hasta el este . Los ingleses habitaban la parte
del N.-O. , en donde se habían establecido al principio
Will Atkins y sus camaradas , avanzando hacia el S. y
S.-O. , detrás de la parte española . Cada plantación
tenía además una grande extensión de terreno en caso
de necesidad, de manera que los plantadores no po
dían disputar ni quejarse por falta de terreno . Toda la
punta oriental de la isla quedó deshabitada , á fin de
que si algunos salvajes desembarcaban , como de cos
tumbre, con el objeto de celebrar sus festines , pudie
sen llegar y partir tranquilamente ; pues en el caso de
no incomodar éstos á nadie , tampoco nadie tenía de
seos de incomodarlos . Es indudable que volvieron
muchas veces, pero se fueron del mismo modo ; nunca
oí decir que mis colonos volviesen á ser atacados ó tur
bada su tranquilidad
CAPÍTULO V. 193

Recordé que había hecho concebir la esperanza á


mi amigo el eclesiástico de que la conversión de los
treinta y siete salvajes podría verificarse sin su auxilio ,
y de modo que le satisficiese . Dijele creía que el asunto
llevaba ya buen camino , porque estando los salvajes
diseminados de aquel modo entre los cristianos , si
cada uno de estos últimos quería sólo cumplir con su
deber, con los que se hallasen á su servicio, esperaba
un resultado apetecible . Efectivamente , estuvo de
acuerdo conmigo , si los cristianos querían cumplir
con su deber . « Pero añadió : ¿ cómo obtenerlo de
ellos ? » Respondile que era preciso llamar á los colo
nos, y recomendárselo , ó bien decírselo particular
mente , lo cual se juzgó sería más conveniente . Él se
encargó, pues , de hablar á los españoles , que eran to
dos católicos , y yo me dirigí á los ingleses, que eran
protestantes . Les recomendamos y les hicimos prome
ter al mismo tiempo que no les hiciesen ninguna dis
tinción entre protestantes y papistas , exhortándolos
sólo á hacerse cristianos , instruyéndolos en el conoci
miento del verdadero Dios y de su Salvador Jesuscristo .
Igualmente prometieron no tener entre sí disputas
acerca de religión .
Cuando llegué á la casa de Will Atkins (si puede lla
marse así á una obra de mimbres tal que no se ha
visto otra semejante en el mundo , según creo) , encon
tré á la joven Susana en compañía de la mujer de Will
Atkins , las cuales se habían hecho amigas íntimas. La
prudente y piadosa Susana había perfeccionado la obra
empezada por Will Alkins ; y aunque no habían pasado
más que cuatro días después de los sucesos que he re
ferido , sin embargo , la salvaje neófita se había vuelto
tan buena cristiana , que en todo el curso de mi vida
he llegado á conocer otra mejor .
194 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

Antes de mi visita se me había ocurrido que entre


las cosas útiles que debía dejar á mis insulares , había
olvidado una Biblia , mostrando con respecto á este
punto , por ellos á lo menos, el celo que mi buena.
viuda había tenido por mí cuando ella me remitió con
el cargamento de cien libras esterlinas tres Biblias y
un libro de rezos de modo que la caridad de aquella
excelente mujer tuvo un resultado mayor del que po
día esperar, porque dichos libros sirvieron de consuelo
é instrucción á gentes que hicieron mejor uso que yo
había hecho .
Metí, pues , una Biblia en mi bolsillo ; y habiéndome
dicho Atkins con la más extremada alegría , al entrar
en su morada, que su esposa y la joven Susana habían
hablado mucho sobre religión , preguntéle si estaban
todavía reunidas , y me respondió afirmativamente . En
efecto , encontré á las dos mujeres engolfadas en una
muy formal conversación .
« ¡ Ah, caballero ! me dijo Will Atkins , cuando Dios
quiere reconciliarse con los pecadores, ó conducir á
su redil á las ovejas descarriadas , jamás le faltan ins
trumentos . Al presente mi mujer tiene un nuevo guía .
Yo me he reconocido tan indigno como incapaz de
esta obra , pero esta joven me parece enviada por el
cielo ; ella sola bastaría para convertir á toda una isla
poblada de salvajes. »>
La joven se ruborizó , y se levantó para salir ; pero
la rogué que se volviese á sentar, diciéndola que tenía
que poner en ejecución una buena obra, esperando
que Dios bendeciría sus esfuerzos .
Estuvimos conversando algún tiempo , y viendo que
no tenían ningún libro , saqué la Biblia del bolsillo :
« He aquí, dije á Atkins , un auxilio que quizá aun os
faltaba . » El infeliz se quedó tan pasmado , que durante
CAPÍTULO V. 195

algunos momentos perdió el uso de la palabra ; pero


luego que volvió en sí, cogió el libro con sus dos ma
nos y mostrándoselo á su mujer, exclamó : « Ves ,
querida mía, ¿ no te he dicho yo que nuestro Dios , aun
que estuviese lejos de nosotros , oía nuestras súplicas ?
Aquí tienes el libro que ambos le pedimos de rodillas :
Dios nos ha oído , y nos lo ha enviado . » Al hablar así,
lloraba como un niño ; de tal modo estaba transpor
tado de alegría y de reconocimiento . La mujer , estu
pefacta, estuvo á punto de caer en un error, el cual nos
otros no esperábamos ; creía firmemente que Dios
había enviado el libro á petición de su marido . Es
verdad que esto era siempre un suceso providencial , y
bien podía interpretarse de aquel modo ; así, yo creo
que no hubiera sido difícil el persuadir á aquella in
feliz mujer que un mensajero había bajado del cielo
expresamente á traerle aquel libro ; pero la cosa era
demasiado seria para no andar con cuidado : me di
rigí, pues , á Susana, y la dije que no convenía engañar
á la neófita á pesar de su ignorancia, suplicándola que
la explicase cómo Dios responde á nuestros ruegos ,
cuando por disposición de su providencia suceden las
cosas como nosotros las pedimos , pero sin que la in
tervención del cielo se manifieste de una manera di
recta , y cómo así acontece para nuestro bien .
La joven cumplió perfectamente su encargo ; de
suerte que no hubo ningún fraude piadoso en este ne
gocio. Hubiera mirado como una superchería imper
donable el dejar á aquella mujer en su error.
Mas la alegría de Will Atkins no puede describirse .
Jamás hombre alguno fué más reconocido á un bene
ficio que lo fué Atkins al recibir la Biblia , ni jamás
ningún hombre creo se haya regocijado tanto por te
ner una Biblia por iguales medios. Sin duda este hom
196 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

bre había sido un gran malvado, un pecador endure


cido , horriblemente perverso ; y sin embargo puede
servir de ejemplo á todos para la educación de sus
hijos, manifestándoles que los padres no deben jamás
descuidar su instrucción y reprenderlos , ni desesperar
del éxito de sus esfuerzos , aun cuando los hijos pa
rezcan rebeldes é insensibles á toda instrucción ; por
que si Dios alguna vez en su misericordia toca su con
ciencia , la fuerza de la educación renace en ellos , y
las primeras lecciones de sus padres , aunque descui
dadas desde largo tiempo , no son perdidas ; un día ú
otro pueden ellos recoger el beneficio . Así succedió con
aquel desgraciado : tan ignorante como era en materia
de religión , viéndose llamado para instruir á un ser
más ignorante aun que él, trataba de recordar las
instrucciones religiosas de su buen padre , á fin de ser
virse de ellas para con su discípula . Entre otras cosas
se acordó , según me dijo , cuántas veces su padre tenía
la costumbre de insistir sobre el valor inapreciable de
la Biblia, cuya posesión atraía las bendiciones del cielo.
sobre las naciones, sobre las familias, sobre las per
sonas ; pero nunca había conocido tan bien el valor
de dicho libro como en el momento en que , que
riendo convertir á paganos y salvajes , sentía que tenía
necesidad del auxilio de la palabra divina .
Lajoven se admiró igualmente de esta circunstancia,
aunque su joven amo y ella tuviesen cada uno una Bi
blia á bordo entre sus efectos que no habían desem
barcado aun . Y ahora que he hablado de esta joven ,
no puedo dispensarme de referir á propósito de ella
un episodio que contiene particularidades muy nota
bles é instructivas .
He hecho ya relación á qué extremo se había visto
reducida , y cómo su ama , extenuada de hambre , ha
CAPÍTULO V. 197

bía perecido á bordo de un desgraciado buque que


nosotros habíamos socorrido en el mar, y cuya tripu
lación había sufrido tanto . Dicha señora, su hijo y su
criada, habían sido primeramente tratados con la
mayor escasez en cuanto á provisiones , y por último ,
totalmente abandonados á las angustias del hambre.
Un día, conversando con ella sobre los sufrimientos
que había experimentado, la pregunté si podría des
cribirme todo lo que se siente al perecer falto de ali
mentos . Díjome que juzgaba poderme dar una idea
exacta de ello , empezando del modo siguiente su re
lación :
« Al principio , caballero , vivímos muy mal por
espacio de muchos días , sufriendo mucho por el ham
bre ; después nos vimos privados enteramente de ali
mentos, á excepción de azúcar y un poco de agua y
vino . El primer día que pasé sin probar alimento sentí
hacia la tarde cierto malestar, cierta debilidad de
estómago ; y por la noche una grande predisposición á
bostezar y dormir . Me eché sobre la cama , que la tenía
en la cámara de popa , y dormí cerca de tres horas ,
despertándome un poco reanimada ; había bebido un
vaso de vino al acostarme . Después de haber perma
necido despierta cerca de tres horas, hacia las cinco
de la madrugada, me sentí de nuevo desfallecida , y
el estómago malo ; me volví á acostar, pero no pude
dormirme . El segundo día lo pasé del mismo modo en
varias alternativas de hambre , y de desfallecimiento ,
con ansias de vomitar.
<< La segunda noche , precisada á meterme en la cama
sin haber tomado otra cosa más que un vaso de agua ,
y quedándome dormida, soñé que estaba en las Bar
badas, y que veía el mercado lleno de provisiones.
Compré una cantidad regular para mi señora , vol
193 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

viendo en seguida á casa para comer con apetito . Al


despertar creí haber tenido una comida opípara ; pero
bien pronto se me presentó la espantosa realidad
acompañada de los horrores del hambre. Bebí el úl
timo vaso de vino , habiéndole puesto azúcar, espe
rando con esto suplir un poco la falta de alimento ;
mas no teniendo el estómago nada que digerir , el vino
hacía subir desagradables vapores al cerebro . Perma
necí, según me dijeron , como una persona estúpida y
desprovista de razón , del mismo modo que si estuviese
embriagada . El tercer día por la mañana , después de
una noche de raros ensueños confusos y sin hilación ,
durante los cuales más bien estaba amodorrada que
dormida, me levanté furiosa de hambre ; y si la razón
no me hubiese ayudado y sobrepujado á la rabia,
dudo que en el caso que hubiese sido madre hubiese
estado segura á mi lado la vida de mi hijo . Semejante
estado duró cerca de tres horas , durante las cuales caí
por dos veces consecutivas en una furiosa locura pa
recida á la de los infortunados de Bedlam , según po
drá atestiguar mi joven amo , que lo presenció .
» En uno de los accesos de frenesí , caí y me herí la
cara con uno de los extremos de la cama , en la cual
estaba acostada mi ama. La violencia del golpe me
hizo arrojar sangre por la nariz . El grumete de ser
vicio me trajo una palangana, en la cual dejé correr
la sangre por largo rato ; sentada en el suelo , y á me
dida que salía , iba volviendo en mí. La calentura y la
rabia que me había producido el hambre se habían
calmado ; pero me volví á sentir de nuevo indispuesta ,
haciendo inútiles esfuerzos para vomitar , pues tenía
vacío el estómago . Después de haber derramado san
gre por espacio de algún tiempo , perdí el sentido , y
me creyeron muerta ; pero volví en mí al momento , su
CAPÍTULO V. 199

friendo los más crueles dolores de estómago que pue


den imaginarse . No era otra cosa más que el gran des
fallecimiento causado por el hambre . Al aproximarse
la noche , los dolores se cambiaron en ávido deseo de
alimento , deseo semejante , según yo supongo, á los
deseos de una mujer en cinta . Volví á tomar un vaso
de agua con azúcar ; pero el estómago no pudo so
portar aquel dulzor, y lo arrojé al momento todo . En
tonces bebí otro vaso de agua sin azúcar, que había
guardado , echándome después en la cama , rogando á
Dios de todas veras que me llamase á sí. Con esta
esperanza me tranquilicé y dormi algunos instantes.
Al momento desperté, y me creí moribunda ; tenía
una pesadez extraordinaria en la cabeza causada por
los vapores del estómago vacío . Recomendé, pues , mi
alma á Dios , y deseé ardientemente que viniese alguno
á echarme al mar.
<< Durante todo este tiempo , mi ama se hallaba ten
dida cerca de mí , también expirante , pero soportando
su mal con mucha más resignación . Dió su último
pedazo de pan á su hijo, mi joven amo , el cual no
quería tomarlo ; pero ella le obligó á comérselo, y
también creo que esto le dió la vida .
« Á la madrugada volví á dormirme ; y cuando des
perté, tuve una especie de crisis de llanto , seguida de
un segundo acceso de rabia producida por el hambre .
Levantéme furiosa y en un estado horrible : si mi se
ñora hubiese estado muerta , aunque la amaba entra
ñablemente , es indudable que hubiera comido un pe
dazo de su carne con tanto gusto , y dándoseme tan
poco cuidado como si hubiese sido carne de un ani
mal de los destinados para nuestro alimento . Una vez
ó dos estuve á punto de morderme el brazo . En fin ,
divisé la palangana , la cual la víspera había llenado de
200 AVENTURAS DE ROBINSÓN CRUSOÉ.

mi sangre ; corrí á ella , y sorbí la sangre con tanta


precipitación y avidez , como si hubiese temido que
algún otro se me adelantase . Así que la hube bebido , á
pesar del horror que esta acción me inspiró , mi ham
bre se apaciguó . Volví á tomar un vaso de agua , sin
tiéndome repuesta y aliviada por espacio de algunas
horas . Éste era el cuarto día , y me sostuve tal cual
hasta cerca de la noche ; mas entonces , en el transcurso
de tres horas, experimenté de nuevo , uno después de
otro, todos los accidentes de los cuales he hablado ya :
las náuseas , el sopor , la desmedida necesidad de co
mer, los dolores de estómago y el furioso delirio . Así,
unas veces calenturienta , loca , derramando lágrimas ,
ó arrastrada por el frenesí, cambiaba de estado á cada
cuarto de hora . Mis fuerzas se agotaron casi entera
mente , y al anochecer me acosté con la esperanza de
morir antes que se hiciese de día .
«En toda la noche pude dormir : tuve un espantoso
cólico , acompañado de retortijones de tripas , ocasio
nados por el aire introducido en las entrañas en lugar
del alimento . Permanecí de este modo hasta la ma
ñana entonces me sorprendí al oir los gritos y lamen
tos de mi señorito , que me llamaba para decirme que
su madre había dejado de existir . Me incorporé un
poco, no teniendo fuerzas suficientes para hacerlo del
todo , y percibí que aun respiraba , aunque no daba
señal de vida.
<< Experimenté entonces tales convulsiones por la
falta total de alimento en el estómago , que no puedo
dar una idea exacta ; eran unos dolores tan agudos ,
los accesos de hambre tales , que sólo pueden compa
rarse á las angustias de la muerte . En esta situación
me hallaba , cuando oí que los marineros gritaban
desde el puente : « ¡ Una vela , una vela ! » Saltaban y
CAPÍTULO V. 201

aullaban como locos . Erame imposible levantarme ; mi


señora todavía menos , y mi señorito seguía tan malo ,
que casi estaba expirando : por lo tanto no pudimos
abrir la puerta de la cámara para informarnos de la
causa de semejante gritería y confusión . Nosotros no
teníamos hacía ya dos días ninguna comunicación con
la tripulación : nos habían dicho que no había nada
que comer, y después confesaron que habían creído
que habíamos muerto . Tal era , caballero , la situación
en que nos encontrábamos cuando fuisteis enviado
por el cielo para salvarnos ; vos sabéis tan bien y me
jor que yo en el estado en que entonces nos hallá
bamos. >>
Así concluyó su relación : jamás he oído describir
con más energía la situación de una persona que se
muere de hambre, y nada en verdad me interesó más.
Por otro lado , me persuadí de la veracidad de aquella
joven, por cuanto su joven amo me había hecho ya una
narración , aunque más concisa y menos tierna ; ade
más , su madre lo había sostenido á expensas de su
propia vida y la pobre criada, aunque fuese de cons
titución más fuerte para luchar con el hambre que su
ama, débil y de avanzada edad , la pobre criada , re
pito , debió sufrir mucho más que su ama . Es induda
ble, según dicha narración , que si nuestro buque ó
cualquier otro no los hubiese felizmente encontrado ,
á los pocos días hubieran perecido todos , á no ser
que se hubiesen comido los unos á los otros , á pesar
de que en su posición de muy poco les habría ser
vido , en atención á estar á quinientas leguas lejos de
tierra, siendo una cosa imposible el que fuesen soco
rridos , á no ser de un modo milagroso , según hemos
visto . Mas volvamos á mis disposiciones relativas á los
insulares .
202 AVENTURAS DE ROBINSÓN CRUSOÉ .

Juzgo innecesario por varias razones hablar del


sloop que había desembarcado y desmontado para re
construirlo en la isla ; pues encontré en ellos , á lo me
nos á mi llegada, tantos gérmenes de discordia, que
montar de nuevo el sloop y dejarlo á su disposición ,
era dar motivo para que á la menor disputa que tuviesen
entre ellos se separasen , y aun acaso se dedicasen á la
piratería ; de modo que mi isla llegaría á ser una
guarida de piratas, en lugar de una colonia de gentes
honradas y piadosas , como eran mis deseos . Por lo
mismo no quise dejarles dos piezas y dos pedreros
que había ordenado á mi sobrino llevase á bordo .
Calculé que era mejor poner á mis gentes en estado
de defensa contra toda suerte de invasión , sin darles
los medios de emprender una guerra ofensiva , ó hacer
expediciones lejanas , que con el tiempo causarían su
ruina . Por lo tanto , reservé el sloop y los cañones para
que les fuesen útiles de otro modo , como veremos á
su debido tiempo .
Habiendo, pues, dejado á mis colonos en buen es
tado , y en una situación floreciente , volví á bordo del
buque el 6 de mayo , después de haber pasado veinte
y cinco días en la isla ; y como los habitantes estaban
todos resueltos á quedarse allí hasta que yo dispusiese
otra cosa, prometí enviarles nuevos socorros desde el
Brasil , si encontraba ocasión favorable.
Me obligué, sobre todo , á mandarles algún ganado ,
como vacas , carneros y cerdos ; porque las dos vacas
y los bueyes que había sacado de Inglaterra nos había
mos visto precisados á matarlos en la navegación ; pues
habiendo sido ésta más larga de lo que pensábamos ,
había faltado el heno para alimentar á dichos ani
males .
Al día siguiente por la mañana nos dimos á la vela
CAPÍTULO V. 203
saludando á la colonia con cinco cañonazos ; y al cabo
de veinte y dos días llegamos á Bahía de Todos los
Santos , en el Brasil , sin habernos sucedido durante la
travesía nada digno de notarse , á excepción de la aven
tura que voy á referir.
--
7

CAPITULO VI

Mi salida de la isla. - Nos hacemos á la vela para el Brasil .


ncuentro de una flota de canoas tripuladas por salvajes.
- Éstos intentan apoderarse de nuestro buque ; Domingo
muere herido de una flecha ; pesar que me causa su muerte.
- Nuestra llegada al Brasil. - Recluto de nuevo colonos para
mi isla, y los hago embarcar, llevando un cargamento de pro
visiones de toda especie. - Me decido á ir con mi sobrino á
las Indias Orientales . Nuestra llegada á Madagascar, seña
lada por terribles acontecimientos , los cuales vienen á produ
cir un sinnúmero de frecuentes disputas entre la tripulación
y mi persona. ― Perdemos cinco hombres en las costas del
golfo Pérsico . ---- Los marineros amenazan al capitán con desem
barcar todos si yo permanezco á bordo . - Me dejan en la playa.

Tres días después de nuestra partida sobrevino una


gran calma , y llevándonos la corriente con fuerza hacia
el E. N.-E. á una bahía ó golfo de la costa , fuimos
arrastrados un poco fuera de nuestra ruta , y una ó dos
veces nuestra gente gritó : « ¡ Tierra al este ! » Mas no
podíamos distinguir si era el continente ó una isla .
Al concluirse el tercer día , continuando el mar en
calma, divisamos su superficie cubierta por la parte
de tierra de manchas negras ; pero no pudimos acertar
lo que era , hasta tanto que el primer teniente , habien
do subido á una de las copas para examinar los objetos
con el anteojo , nos dijo que aquello era una armada.
Yo no podía comprender lo que quería decir con su
armada , y se lo desmentí de un modo bastante brusco .
CAPÍTULO VI . 205

« Caballero , me dijo , no os incomodéis , pero permi


tidme que os diga que realmente es una armada , ó por
mejor decir una flota. Creo que podrá componerse de
cerca de mil canoas, y bien pronto las distinguiréis ,
porque avanzan rápidamente hacia nosotros . >>
Confieso que aquel encuentro me sorprendió un
poco , así como también á mi sobrino el capitán ; por
que había oído contar en la isla historias tan terribles
tocante á los salvajes , que no sabía qué hacer no ha
biendo estado nunca en aquellas regiones ; por dos ó
tres veces me dijo que íbamos á ser devorados .
Es verdad que la calma que reinaba y la dirección
de la corriente que nos arrastraba hacia tierra, hacían
nuestra posición muy desventajosa ; sin embargo, ro
gué á nuestra gente que no se asustara, pero que echa
sen el ancla tan pronto como nos viésemos obligados
á empeñar el combate.
La calma continuaba y las canoas avanzaban con la
mayor velocidad , en vista de lo cual mandé echar el
ancla y replegar todas las velas ; después dije á la tri
pulación que no teniendo que temer el fuego por parte
de los salvajes , era necesario botar al agua nuestros
botes, armados y tripulados, amarrando el uno á la
proa y el otro á la popa , esperando así el resultado .
Se ejecutaron mis órdenes , y se proveyó á los hombres
que montaban los botes de velas mojadas y cubos , para
apagar el fuego que los salvajes pudiesen pegar en la
parte exterior del buque . Los aguardamos en dicha
actitud, y al poco tiempo llegaron junto á nosotros .
Nunca se nos había presentado espectáculo más te
rrible é imponente , porque aun cuando el teniente se
había equivocado bastante con respecto al número de
canoas , no obstante , desde el momento en que estu
vieron á la vista , contamos alrededor de unas ciento
II. 12
206 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

veinte y seis . Algunas de ellas contenían diez y seis ó


diez y siete hombres ó acaso más , y las más pequeñas
seis ó siete lo menos .
Al aproximarse parecieron heridos de admiración y
pasmo como al aspecto de una cosa que jamás habían
visto , no sabiendo al principio qué partido tomar , se
gún después conocimos . No obstante , avanzaron intré
pidamente , pareciendo que querían cercarnos ; mas
yo grité á la gente de los botes que no los dejasen
aproximar demasiado . Esta orden dió lugar contra
todas nuestras intenciones á una pequeña escaramuza ,
porque cinco ó seis de sus grandes canoas se acercaron
de tal modo á uno de nuestros botes , que la gente les
hizo con la mano señal de que se retirasen , lo cual
comprendieron perfectamente , verificándolo en se
guida ; mas al retirarse , nos enviaron una nube de
flechas , de las que una hirió gravemente á un hombre
del bote . Les previne , sin embargo , que no hiciesen
fuego, y entonces les arrojamos varios tablones , con
los que el carpintero les hizo una especie de parapeto
para ponerlos al abrigo de las flechas si los salvajes
las arrojaban de nuevo .
Una media hora después se adelantaron en masa
hacia nuestra popa, y se aproximaron tanto, que dis
tinguíamos claramente sus facciones , pero no podía
mos comprender su designio . Roconocí fácilmente
entre ellos á mis antiguos conocidos , es decir , aquellos
mismos salvajes que me habían dado tanto que hacer.
En seguida se alejaron de nuevo todos reunidos para
volver y cogernos de costado , y se arrimaron tanto ,
que podían oirnos hablar. Ordené á la tripulación que
permaneciese oculta por miedo de que los salvajes no
empezasen á tirar , é hice preparar los cañones .
Como estaban tan cerca , mandé á Domingo que su
W

KGIRARDET.DEL FESOTAINSC

Mi pobre Domingo fué el único herido y muerto por tres flechas


CAPÍTULO VI . 209

biese al puente y les hablase en su lengua , á fin de co


nocer sus intenciones . Me obedeció . Ignoro si ellos le
comprendieron ; pero un momento después de haber
los llamado con la bocina , seis de ellos que estaban
en la canoa más cercana viraron de bordo , y volvién
dose nos enseñaron sus espaldas desnudas .
¿ Esto era un desafío , ó un insulto , una señal de
desprecio , ó un aviso para los demás ? Nosotros nada
sabíamos ; pero bien pronto Domingo nos gritó que
iban á tirar, verificándolo así desgraciadamente para
él . ¡ Joven desdichado ! Lanzaron más de trescientas
flechas, de cuyas resultas mataron á mi pobre Do
mingo, que era el único que estaba á la vista . Fué
herido por tres flechas y otras tres cayeron muy cerca
de él . La pesadumbre que experimenté fué sin límites ,
Me enfurecí de tal modo con la irreparable pérdida
de mi antiguo y fiel servidor, que mandé cargar con
la mayor prontitud cinco cañones con metralla y
cuatro con bala rasa , descargándoles una fuerte anda
nada . Estaban á la distancia de unas cincuenta varas
escasas de nosotros , y los artilleros hicieron tan bien
la puntería , que tres ó cuatro de sus canaos fueron
echadas á pique de un solo cañonazo .
Su grosera acción de volvernos las espaldas no me
ofendió mucho , no sabiendo si dicho gesto , que pasa
entre nosotros como la señal del más absoluto des
precio , tenía entre ellos la misma significación : por
lo tanto sólo quería contestarles con cuatro ó cinco
cañonazos cargados con pólvora sola, lo cual hubiera
sido suficiente para asustarlos . Mas cuando arrojaron
sobre nosotros una nube de flechas con tanta furia
como les fué posible , y sobre todo cuando mataron á
mi pobre Domingo , á quien tanto quería y estimaba
con razón , no sólo creí mi venganza justificable de
12.
210 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

lante de Dios y de los hombres, sino que á haber po


dido , hubiera sido mi gusto el echar á pique todas
las canoas y sumergir á los que las tripulaban .
No puedo decir á punto fijo cuántos salvajes muric
ron y quedaron heridos de resultas de la andanada ;
pero sí que jamás se habrá visto más desorden y
espanto entre tanta multitud de gentes . Trece ó ca
torce piraguas fueron destrozadas ó echadas á pique,
cayendo al mar todos los que las montaban . Los de
más , sobrecogidos de espanto al ver aquel desastre,
huyeron con la precipitación de que fueron capaces,
sin cuidarse de los que iban en las piraguas que nues
tros cañones habían hecho pedazos . Así es que , según
creo, la mayor parte de éstos se ahogaron . Habría
pasado una hora con poca diferencia que habían des
aparecido los fugitivos , cuando nuestra gente cogió
á uno que hacía todos los esfuerzos posibles para sal
varse á nado .
La metralla de la cual nuestros cañones estaban
cargados , debió precisamente matar y herir un nú
mero considerable ; mas no pudimos averiguar el re
sultado de nuestra descarga , porque huyeron con tanta
rapidez, que al cabo de tres horas no divisamos más
que algunas canoas que se deslizaban á lo lejos por la
superficie de las aguas , desapareciendo por último
para no volver á verlas . Habiéndose levantado en la
misma tarde una ligera brisa , levamos el ancla y nos
hicimos á la vela para el Brasil .
Es cierto que teníamos en nuestro poder un prisio
nero, pero estaba tan atemorizado , que rehusaba
hablar y comer ; juzgamos todos que quería dejarse
1

morir de hambre . Entonces imaginé el medio de


curarle mandé que se bajase al bote y que se le hi
ciese entender que lo iban á arrojar al mar y á dejarle
CAPÍTULO VI. 211

como lo habían encontrado si rehusaba hablar . No


pudiendo conseguir nada mi gente, lo echaron efec
tivamente al agua y se alejaron de él ; pero los siguió ,
pues nadaba como un pez , suplicándoles en su idioma
que lo recogiesen . Aunque ellos no entendían una
palabra de lo que decía , consintieron sin embargo, y
ya se hizo más tratable ; además, tampoco hubiera
permitido que se le hubiese dejado ahogar.
Nos hicimos , pues, como he dicho , á la vela ; mas
yo estaba inconsolable con la pérdida de mi buen Do
mingo , y hubiera querido volver á la isla para tomar
á mi servicio uno de los salvajes que había dejado : no
siendo posible , continuamos nuestra ruta . Con res
pecto á nuestro prisionero , aun se pasó algún tiempo
antes de que pudiese hacerse comprender ; pero por
fin nuestra gente le enseñó algún poco el inglés , y se
manifestó más comunicativo . Entonces le preguntamos
á qué país pertenecía su respuesta no nos instruyó
sobre el particular ; su lenguaje, enteramente gutural,
era tan extraño , salía de su garganta en sonidos tan
profundos y raros , que nos era imposible el entender
una sola palabra. Nos pareció que se hablaría bien
aquella lengua con una mordaza puesta ; pues no pudi
mos distinguir que hiciese uso de los dientes , de la
lengua, de los labios ó del paladar, para pronunciar
sus palabras Los sonidos que emitía salían de la gar
ganta como los de una trompa de caza .
Algún tiempo después , cuando hubo aprendido á
pronunciar un poco el inglés , nos dijo que sus com
patriotas habían partido con sus reyes para dar una
gran batalla . Como nos había dicho reyes en plural , le
preguntamos si tenían muchos . Nos respondió que
cinco nación se habían reunido (no habíamos po
dido hacerle comprender la señal del plural) para
212 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

combatir contra otra dos . Luego le preguntamos por


qué habían venido hacia nosotros . « Por hacer gran
maravilla ver , » contestó . Haré aquí una observación
acerca de que cuando todos los naturales de aquellas
regiones y los de África hablan el inglés , ponen dos éé
al final de las palabras en que generalmente las demás
naciones ponen una , acentuando muy mal la pronun
ciación de esta final, costumbre que jamás pueden
perder. Después de tener un cuidado extremado, y
haberme costado un trabajo ímprobo , pude lograr que
Domingo perdiese dicha pronunciación .
Ya que he nombrado á este infeliz muchacho , es
muy justo que le dé el último adiós . ¡ Fiel y desgra
ciado Domingo ! Quise que fuera sepultado de un modo
conveniente y con toda la solemnidad posible . Fué
metido en una caja , y arrojado al mar ; después mandé
tirar once cañonazos en honor suyo . Así acabó su vida
el más honrado , el más leal , el más reconocido , el
más querido servidor que haya existido jamás.
Después de esto navegamos con viento favorable con
dirección al Brasil , y al cabo de doce días avistamos
la tierra á los cinco grados de latitud S. de la línea ,
á la extremidad . N.-E. de aquella parte de América .
Permanecimos al S. cuarto E. á la vista de la costa por
espacio de cuatro días, al fin de los cuales doblamos
el cabo de San Agustín ; tres días después anclamos
en Bahía de Todos los Santos , sitio en donde me salvé
la primera vez , y del cual provino tanto mi buena como
mi mala suerte .
Jamás buque alguno había entrado en aquel puerto
con menos negocios que ventilar que el mío ; y sin
embargó , costó mucho el que nos dejasen comunicar
con la gente de tierra . Ni mi socio , que vivía aun y
disfrutaba de un rango distinguido en el país , ni mis
CAPÍTULO VI. 213

dos agentes , ni la celebridad que debía á mi conser


vación maravillosa en la isla : nada me sirvió . Mas mi
asociado , acordándose que había dado 600 libras
esterlinas al prior del convento de Agustinos y 400 á
los pobres , se fué al monasterio ; se empeñó con el
prior para que pidiese al Gobernador que me conce
diese el bajar, á tierra, junto con el capitán y otra
persona con ocho marineros que nos condujesen y
bajo la expresa condición de no desembarcar ni efec
tos ni ninguna otra persona sin permiso .
Se mostraron tan severos tocante á desembarcar
efectos , que con el mayor trabajo del mundo trasladé
á tierra dos bultos de mercaderías inglesas , tales
como pañuelos finos , sedería y lienzos , sólo para hacer
un obsequio á mi socio.
Éste era un hombre muy generoso y benéfico , aun
que hubiese salido como yo de una condición bastante
humilde ; y sin saber que yo tuviese intención de ha
cerle un regalo , mandó á bordo provisiones frescas ,
vino , confituras , por valor de más de sesenta pesos ,
tabaco , y seis ú ocho onzas de oro . Pero me desquité
enviándole piezas de paño exquisito , sedería inglesa ,
ricos encajes y hermosas telas de Holanda , remitién
dole además el valor de cerca de 100 libras esterlinas
en mercancías .
Supliquéle entonces que hiciese componer el sloop
que había traído yo de Inglaterra para el uso de mis
colonos, á fin de enviarles los socorros que les desti
naba . Concluyó con la mayor celeridad mi encargo, y
á los pocos días tuvo el sloop perfectamente montado ,
pues no había más que juntar las piezas . Dí al patrón
instrucciones tan bien detalladas , que no podía menos
de encontrar mi isla ; y efectivamente la encontró,
según más tarde me lo hizo saber mi asociado . Hice
214 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

también cargar lo que destinaba á mis gentes .


Uno de nuestros marineros que había ido á tierra
conmigo ofreció embarcarse en el sloop y establecerse
en la isla, si por medio de una carta dirigida al gober
nador español, quería hacerle dar un pedazo de te
rreno, así como los útiles é instrumentos necesarios
para una plantación , lo cual , según decía , entendía
perfectamente , habiendo sido plantador en Maryland ,
y además cazador. Yo le animé en su proyecto , acce
diendo á lo que deseaba , dándole para que le sirviese
al salvaje que habíamos hecho prisionero . Mandaba al
gobernador español en mi carta que suministrase al
nuevo colono lo mismo que se había dado á los demás .
Estando ya el sloop dispuesto á partir , mi socio me
habló de un honrado plantador brasileño que había
caído en desgracia de la Iglesia : « No sé por qué motivo,
me dijo, pero juzgo en conciencia que es hereje en el
fondo de su corazón , viéndose obligado á ocultarse
por miedo á la Inquisición se conceptuaría feliz con
encontrar una ocasión tan favorable para escaparse
con su mujer y dos hijas. » Mi socio me proponía el
enviarle con su familia á la isla , y que se le diese te
rreno , encargándose de suministrarle lo que necesitase
para empezar á establecerse , porque los agentes de la
Inquisición se habían apoderado de todos sus efectos
y propiedades , y no le quedaban más que algunos
muebles y dos esclavos . « Aunque yo esté lejos , añadió,
de aprobar sus principios , no quisiera, sin embargo ,
que cayese en poder de los inquisidores porque indu
dablemente sería quemado vivo . » Consentí en su pe
tición , y reuní dicha familia á mi inglés . Ocultamos
al hombre , á su mujer y á las dos hijas á bordo de
nuestro buque , hasta el momento que se hiciese el
sloop á la vela ; se embarcaron después que hubo sa
CAPÍTULO VI. 215

lido de la bahía , habiendo antes cargado sus efectos .


Nuestro marino quedó complacido con su nuevo
compañero , sus fondos eran casi iguales : éstos con
sistían en útiles, materiales y una hacienda en perspec
tiva : no tenían para empezar su explotación más que
lo dicho ; no obstante , llevaban algunos utensilios para
la plantación de cañas de azúcar, la cual uno de ellos ,
que era el portugués , entendía muy bien .
Entre lo que yo enviaba á los colonos se hallaban
tres vacas de leche , cinco becerros , veinte y dos cer
dos, entre los cuales había tres hembras preñadas ,
dos burras y un caballo .
Conforme á lo que había prometido á los españoles ,
les mandé tres mujeres portuguesas , recomendándoles
eficazmente que las casasen convenientemente , y que
las tratasen con dulzura . Hubiera podido enviarles más,
pero recordé que el infeliz fugitivo tenía dos hijas , y
que solamente había cinco españoles solteros , los demás
tenían sus mujeres cada uno en su país respectivo .
Todo el cargamento llegó felizmente ; pudiendo
juzgarse si sería recibido con alegría por mis antiguos
colonos, cuyo número era entonces, con aquel aumen
to , de sesenta á setenta personas, sin contar los niños , que
eran muchos . Á mi llegada á Inglaterra encontré en
Londres cartas de todos ellos , que habían venido por
Lisboa ; mas dejemos esto , y no anticipemos los sucesos.
Nada más me queda que decir sobre mi isla : los que
lean la continuación de mis aventuras harán bien en no
acordarse de ella, y tener la paciencia de leer la rela
ción de las locuras de un viejo, á quien ni sus propias
desgracias , ni las de los demás le sirvieron de lección
para el porvenir . Cuarenta años de trabajos é infortu
· nios, y por otro lado una prosperidad superior á todas
wis esperanzas , no me habían hecho más circunspecto .
216 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

Estaba tan desprovisto de razón al irme á las Indias


Orientales como un hombre que , estando enteramente
libre, se presentase al alcaide de la cárcel de Newgate ,
y le suplicase que lo encerrase en un calabozo á pan y
agua . Si hubiese tomado en Inglaterra un pequeño
buque para trasladarme directamente á la isla, cargán
dole como el otro de todos los objetos necesarios á la
plantación y á mis gentes ; si hubiese olicitado del
gobierno una autorización que me hubiese asegurado
la propiedad de mi isla bajo la dominación de Ingla
terra ; si hubiese hecho transportar cañones , municio
nes , esclavos , plantadores, para tomar á nombre de
Inglaterra la posesión de aquel lugar, fortificarlo y au
mentar la población , lo cual me era fácil ; si yo mismo
me hubiese establecido , ordenando que el buque vol
viese cargado de arroz excelente ( lo que hubiera podido
verificar al cabo de seis meses) , suplicando á mis
amigos que me lo remitiesen provisto de todo lo que
necesitásemos , entonces hubiera obrado como hombre
de juicio. Pero, dominado por un espíritu aventurero ,
desprecié todas esas ventajas me complacía en con
siderarme como un señor de aquellos á quienes yo
había colocado allí, y en obrar con ellos con una espe
cie de predominio majestuoso , lo mismo que un anti
guo monarca, patriarcal, proveyendo á todos sus cui
dados y necesidades , como si hubiese sido el padre de
la colonia entera , del mismo modo que era el funda
dor de la plantación ; pero jamás había pensado en
colonizar la isla á favor de ningún gobierno , ni de
ninguna nación , en favorecer tal ó cual príncipe , ni tan
siquiera había puesto nombre á mi isla : yo la dejaba
como la había encontrado , sin pertenecer á nadie , no
reconociendo los habitantes otra autoridad ni otras
leyes que las mías . No obstante, aunque yo tuviese so
CAPÍTULO VI. 217

bre ellos la influencia de un padre y de un bienhechor ,


mi poder no provenía de la fuerza , sino de su consen-.
timiento voluntario , habiendo esto bastado si me hu
biese quedado á vivir entre ellos ; pero yo iba á reco
rrer tierras lejanas , y no volví más . Las últimas noticias
que recibí de mis colonos fué por medio de mi socio ,
que envió después de algún tiempo otro sloop á la co
lonia , dándome aviso (por medio de una carta que no
recibí hasta mi vuelta á Londres muchos años después) ,
que la plantación no iba muy bien ; que los habitantes
murmuraban de su largo destierro : Will Atkins había
muerto ; cinco españoles habían abandonado la isla ; y
aunque los que quedaban no fuesen incomodados por
los salvajes, sin embargo habían tenido alguna que
otra vez escaramuzas con ellos . Suplicaban encareci
damente á mi socio que me escribiese recordándome
la promesa que les hice de sacarlos de allí , á fin de que
pudiesen volver á su patria antes de morir .
Mas yo estaba entonces en persecución de una qui
mera , y los que quieran saber tocante á mi persona
alguna cosa más, tendrán la molestia de seguirme en
una nueva serie de extravagancias y raras aventuras ,
en donde la justicia de la Providencia se manifiesta
claramente , en donde nos demuestra cuán fácil la es
castigarnos , accediendo á nuestros más ardientes de
seos, y acordándonos las mismas cosas, cuya posesión
nos parecía el colmo de la dicha .
¡ Qué ! ¿ Acaso el hombre de talento no cuenta con
la fuerza de su propio juicio para dirigirse en la elec
ción de una posición en la vida ? El hombre es un ser
que con su simple vista no puede alcanzar muy lejos ;
y como sus pasiones no le conducen generalmente á
lo que le es provechoso , sus más dulces afecciones , la
mayor parte de las veces, son sus peores consejeros .
II. 13
218 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

Me vinieron á la imaginación estas reflexiones , pen


sando en el impetuoso deseo que tenía de correr mundo
(deseo juvenil) ; y á la verdad que semejante inclinación
no se había perpetuado en mí más que para castigo .
Es cosa fácil para mí el referir por qué concurso de
circunstancias fuí castigado , pero las miras ocultas de
la Providencia, al permitirnos seguir nuestras inclina
ciones, no serán bien comprendidas más que de aque
Hos que prestan oídos á la voz de Dios , y saben sacar
piadosas lecciones de los efectos de su justicia y de sus
propios errores.
Fuéseme ó no necesario , lo cierto es que parti. No es
este ahora el momento á propósito para dilucidar si era
prudente ó absurda mi conducta ; debo volver á mi
historia me había embarcado para hacer un viaje, y
dicho viaje lo continuaba.
Solamente añadiré que mi honrado y verdadera
mente piadoso eclesiástico me dejó allí : estando un bu
que para darse á la vela para Lisboa , me pidió permiso
para embarcarse ; porque él estaba destinado , según
antes me había hecho notar, á no concluir jamás un
viaje empezado . ¡ Cuán dichoso hubiera yo sido si hu
biese partido con él ! Pero era demasiado tarde . Por
otra parte , el cielo lo dispone todo mejor ; si hubiese
marchado con el sacerdote francés, no hubiera tenido
tantas ocasiones para dar gracias á Dios, y el lector
no habría visto nunca la segunda parte de los viajes y
aventuras de Robinson Crusoé . Cesaré , pues , de decla
mar contra mí mismo para emprender mi narración .
Del Brasil nos fuimos directamente por el Atlántico
al cabo de Buena Esperanza. Nuestra navegación , casi
siempre al S.-E. , fué bastante feliz , á pesar de algunas
nieblas y vientos contrarios ; mas el tiempo de mis
desgracias en el mar había concluído : mis adversida
CAPÍTULO VI . 219

des é infortunios futuros me esperaban en la playa.


para dar á conocer que la tierra , lo mismo que el mar ,
puede llegar á ser el lugar de nuestro castigo , si le
place ordenarlo así al Señor de todo lo creado .
Como nuestro buque hacía un viaje comercial , llevá
bamos á bordo un comisionado encargado de dirigir
todas las operaciones tan pronto como llegásemos al
Cabo ; no podía permanecer en cada puerto más que
cierto número de días determinado por la carta de
partida no siendo esto de mi incumbencia, no me
mezclaba en nada ; mi sobrino el capitán y el comisio
nado lo arreglaban todo, según más les convenía .
No permanecimos en el Cabo más que el tiempo ne
cesario para tomar agua fresca , y en seguida nos hici
mos á la vela para la costa de Coromandel . Sin em
bargo, nos habíamos informado que un buque francés
de cincuenta cañones , y dos grandes fragatas mercan
tes acababan de partir para las Indias ; y como no
ignoraba que estábamos en guerra con la Francia , esto
me disgustó un poco ; pero siguieron su ruta sin haber
oído hablar más de ellos .
No me parece conveniente el molestar al lector con
la descripción de los lugares , con el diario de nuestro
viaje, variaciones de la brújula, latitudes etc. es su
ficiente el nombrar los puertos en donde hicimos es
cala, y lo que nos sucedió de una travesía á otra.
Tocamos primeramente en la isla de Madagascar,
en donde á pesar de la ferocidad y perfidia de sus na
turales que van siempre armados de arcos y lanzas , de
las cuales se sirven con la mayor destreza , nos fué
bastante bien . Nos trataron con la mayor política, y
por algunas bagatelas que les regalamos, tales como
cuchillos , tijeras, etc. , nos dieron once toros muy
gordos, de los cnales destinamos una parte para que
220 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE

nos suministrase carne fresca mientras permaneciése


mos en aquel punto , y la restanté se saló para las ne
cesidades del buque .
Nos vimos precisados á quedarnos allí algunos días ,
después de haber hecho nuestras provisiones : yo que
siempre he sido amigo de inspeccionar todos los rin
cones del mundo en donde me he encontrado , bajaba
á tierra todas las veces que era posible . Una tarde des
embarcamos en la parte oriental de la isla , y los natu
rales que (sea dicho de paso) son muy numerosos,
corrieron en tropel al rededor de nosotros, y perma
necieron observándonos á alguna distancia . No
obstante , como hasta allí habíamos comerciado libre
mente con ellos , y se habían portado perfectamente ,
no creímos de ningún modo que corriésemos peligro
alguno únicamente al ver aquella muchedumbre ,
cortamos tres ramas de un árbol próximo , clavándolas
en la tierra á algunos pasos de nosotros , lo que en
aquel país se tiene por una señal de paz y amistad . Si
el convenio es aceptado por la otra parte , plantan
igualmente hacia su lado otras tres pértigas ó pies,
debiéndose entender bajo la condición de que los ex
tranjeros no pueden traspasar los límites marcados por
los salvajes , lo mismo que ellos no pueden traspasar
tampoco los de los extranjeros ; de suerte que el espacio
que media entre unos y otros palos , se considera como
un mercado en donde se puede conversar, comerciar
y traficar libremente . Sobre aquel terreno neutral se
debe entrar sin armas ; sus naturales no vienen á él
sino después de haber colgado en las pértigas sus lan
zas y sus azagayas . Á la menor contravención del tra
1
tado , se arrojan á las citadas pértigas , cogen sus ar
mas, y queda rota la tregua .
Una tarde , como iba diciendo , mientras desembar
CAPÍTULO VI . 221

cábamos , los habitantes vinieron hacia nosotros en


mucho mayor número que tenían de costumbre , pero
sin cesar de manifestarse corteses y benévolos . Nos
trajeron diversas clases de provisiones en cambio de
las cuales les dimos todas las chucherías que tenía
mos . Sus mujeres también nos trajeron leche, uvas y
otras cosas que podían convenirnos. Se hicieron lost
cambios con la mayor armonía y tranquilidad ; des
pués armamos una especie de tienda ó cabaña de ra
mas para pasar la noche en la playa.
No puedo decir el motivo por el cual no me hallé
dispuesto á acostarme en tierra como los demás . Es
tando la chalupa anclada á un tiro de piedra de la
playa, con dos hombres que la guardaban , mandé á
uno de ellos que viniese , y cogiendo algunas ramas
para cubrirnos á bordo , hice extender la vela en el
fondo de la chalupa , y me eché encima para pasar la
noche al abrigo de la enramada . Á cosa de las dos de
la madrugada oímos á uno de los nuestros que daba
los más espantosos gritos , pidiéndonos en nombre de
Dios que fuésemos con la chalupa á sucorrerlos, por
que estaban á punto de ser todos asesinados . En el
mismo momento percibimos la detonación de cinco
mosquetazos (este era el número de armas de fuego.
que entonces tenía nuestra gente ) y esto en tres dife
rentes veces ; pues parecía que los naturales de aquel
país no se asustaban tan fácilmente de los tiro como
los salvajes de América , los cuales me habían dado
tanto que hacer .
No podía acertar de lo que se trataba , pero el ruido
causado me sacó bien pronto de dudas : dí orden de
aproximar la chalupa á tierra , con el objeto de auxi
liar á mi gente con los tres fusiles que teníamos á
bordo. Llegamos á los pocos instantes : nuestros hom
222 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

bres se hallaban tan apurados , que desde la parte de


la playa en donde se habían acogido , desde allí mis
mo se tiraron al agua para reunirse más pronto á la
chalupa. Unos cuatrocientos hombres iban en su per
secución, y los nuestros no eran más que nueve entre
todos , de los cuales únicamente cinco tenían fusiles ;
los demás es verdad que iban armados , pero era de
pistolas y sables que les servían muy poco .
Salvamos siete , no sin gran trabajo , estando tres de
ellos gravemente heridos , lo que era todavía peor,
que durante aquel tiempo nos encontrábamos ex
puestos al mismo peligro que ellos habían corrido en
tierra, porque los naturales hacían caer sobre nosotros
una granizada de flechas, y tuvimos la suerte de para
petarnos por aquel lado con los bancos y dos ó tres
tablas que con gran satisfacción nuestra encontramos
por casualidad , ó más bien por disposición de la Pro
videncia, en el fondo de la chalupa . Sin embargo, los
salvajes son tan diestros tiradores , que , si hubiera sido
de día y nos hubiesen podido distinguir, se hubieran
deshecho de nosotros .
Los distinguíamos con la claridad de la luna, sobre
la playa, lanzándonos una nube de dardos y flechas.
Como habíamos cargado de nuevo nuestros armas , les
hicimos una descarga , que por los gritos que oímos
debió herir á muchos : no obstante , permanecieron en
batalla sobre la playa hasta el amanecer, probable
mente á fin de podernos apuntar con más seguridad.
Nos vimos obligados á quedarnos en la misma posi
ción , no sabiendo como componernos para levar el
ancla y desplegar la vela ; pues no podiamos conse
guirlo sino poniéndonos de pie en la chalupa, tenién
donos entonces ellos seguros , como nosotros hubié
ramos tenido un pájaro atado á un árbol . Dimos la se
CAPÍTULO VI . 223

ñal de socorro á los del buque aunque estuviese á


una legua de nosotros , el capitán mi sobrino , oyendo
nuestro tiroteo y descubriendo con el auxilio de los
anteojos nuestra actitud y nuestro fuego dirigido á la
playa, nos comprendió perfectamente , levando el an
cla con presteza tanto como le fué posible sin expo
ner el buque , y despachó otro bote tripulado por
diez hombres para que nos socorriese . Les gritamos
que no se acercasen demasiado , dándoles à conocer
nuestra posición ; sin embargo , no se detuvieron
hasta estar cerca de nosotros : uno de ellos , cogiendo
entonces el extremo de una amarra se echó á nado ,
cuidando siempre de tener uno de los botes entre él y
los enemigos , con el fin de que no lo descubriesen .
De este modo se reunió á nuestra chalupa y ató á ella
la amarra . Arriando entonces nuestro pequeño cable
por un extremo , abandonamos nuestra ancla y fuimos
remolcados por el otro bote fuera del alcance de las
flechas . Durante toda esta maniobra, permanecimos
bien ocultos detrás de nuestra barricada .
En el momento en que dejamos descubierta la playa
á nuestro buque para que pudiese presentar el costado
á los enemigos , viró de bordo y les hizo una descarga
de metralla , enviándoles balas de todos calibres , pe
dazos de hierro y de plomo, que hizo entre ellos un
horrible destrozo .
Cuando hubimos llegado á bordo y fuera de peli
gro, tratamos de indagar la causa de aquella alarma :
el comisionado que había viajado con frecuencia por
aquellos sitios , me impuso de todo , diciendo que los
habitantes, habiendo hecho una tregua con nosotros ,
no nos hubieran molestado nunca si no se les hubiese
provocado . Se dijo finalmente que una anciana se
había acercado á nuestras pértigas para vender leche,
224 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

acompañada de una joven , hija suya quizá , que lle


vaba también hierbas y uvas . Mientras que la anciana
despachaba sus mercancias, uno de nuestros marine
ros se había querido tomar algunas groseras libertades
con la joven , de cuyas resultas la anciana se había in
comodado mucho . El marinero sin embargo no había
querido abandonar su conquista , y se la había llevado
bajo unos árboles fuera de la vista de la anciana . Era
casi de noche, y ésta se vió precisada á marcharse sola ,
y sin duda con sus clamores había sublevado á sus
compatriotas, porque después de pasar tres ó cuatro
horas , nos rodeaba un ejército de ellos ; fué milagroso
el no haber sido todos degollados .
Uno de los nuestros fué muerto de un lanzazo desde
el principio del ataque , en el momento que salía de la
tienda que habían hecho ; el resto escapó , á excepción
del bribón que había causado todo el mal , y que pagó
bien cara su negra maldad . No pudimos en mucho
tiempo saber lo que había sido de él : por espacio de
dos días permanecimos aun á la vista de la costa ,
aunque el viento era favorable, haciendo señales para
avisarle , y por último nuestra chalupa estuvo cos
teando la playa en un espacio de muchas leguas , pero
inútilmente . Nos vimos obligados á renunciar á nues
tras pesquisas ; además , si él sólo hubiese sufrido el
castigo de su falta , la pérdida no hubiera sido grande .
- Quise no obstante desembarcar aun otra vez para
procurar recoger algunos datos sobre su suerte y so
bre los indios . En la tercera noche , después de la es
caramuza, fué cuando intenté saber el estrago que
nosotros habíamos causado , y en qué disposición se
encontraban los habitantes. Tuve cuidado de partir
entre dos luces para no exponerme á un nuevo ataque ;
pero hubiera debido asegurarme de que los hombres
CAPÍTULO VI. 225

que yo llevaba estaban dispuestos á obedecerme antes


de empeñarme sin reflexión en una empresa tan in
cierta y peligrosa . Acompañados por veinte marineros
de los más intrépidos desembarcamos el comisionado
y yo á cosa de las diez de la noche en el mismo sitio
que los indios se habían puesto en batalla la noche de
la alarma. Había escogido aquel paraje , porque mi
designio , según he dicho , era principalmente ver si
habían abandonado el puesto y si habían dejado al
gunas huellas de las pérdidas que nosotros les había
mos hecho experimentar. Pensaba también que , si nos
era posible sorprender á uno ó dos , quizá podríamos
recobrar nuestro hombre por medio de un canje.
Desembarcamos sin ruido , y nos dividimos en dos
cuerpos : el segundo contramaestre mandaba uno y yo
el otro. Estando ya en tierra no vimos ni oímos á nadie,
y marchamos al campo de batalla , dejando alguna dis
tancia entre los dos pelotones. En un principio no pu
dimos divisar nada á causa de la profunda oscuridad
que reinaba ; mas poco después nuestro segundo con
tramaestre, que conducía la vanguardia , tropezó y
cayó sobre un cuerpo muerto . En seguida hicieron to
dos alto, y reconociendo por aquel indicio el lugar
donde los indios habían tomado posición , esperaron
mi llegada . Resolvimos permanecer allí hasta que sa
liese la luna , que no podía tardar más de una hora , pu
diendo de esto modo saber la pérdida sufrida por los
enemigos. Contamos treinta y dos cadáveres en aquel
paraje, de los cuales dos no habían muerto en el acto ,
Á los unos les faltaban los brazos , á los otros las pier
nas , uno de ellos estaba sin cabeza ; con respecto á los
heridos, probablemente se los habrían llevado . Después
de haber descubierto según yo esperaba todo lo que
cra posible descubrir, me decidí á volver á bordo ; pe
13.
226 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

ro el segundo contramaestre y su gente me hicieron


saber que habían resuelto hacer una visita á la pobla
ción india , en donde aquellos perros , según ellos los
llamaban , tenían su habitación , y me propusieron que
los acompañase, no dudando coger un botín conside
rable si podían llegar como imaginaban , y quizá en
contrar á Tom Jeffry. Éste era el nombre del marine
ro que habíamos perdido .
Si ellos me hubiesen pedido el permiso de ir, sé
cuál hubiera sido mi respuesta , porque no podíamos
aventurarnos á semejante tentativa , teniendo bajo nues
tra responsabilidad un buque y su cargamento , y la
obligación de terminar una expedición que dependía
de la vida de la tripulación . Mas únicamente me die
ron á entender que estaban determinados á ir , pidién
dome que los acompañase con mi gente ; lo rehusé de
un modo positivo , y me levanté para volverme á la cha
lupa, porque entonces estaba sentado en el suelo :
uno ó dos de los míos me importunaron para que me
reuniese con los otros ; y como yo rehusase siempre,
empezaron á murmurar , diciendo que ellos no esta
ban bajo mis ordenes, y que querían partir. «< Ven ,
Jack , gritó uno de ellos á su compañero , ven conmigo ;
de lo contrario iré solo . » Jack respondió que él tam
bién queria ir , otro hizo lo mismo ; en una palabra ,
todos me dejaron , á excepción de un marinero , al cual
persuadí que no fuera , y un grumete que estaba en la
chalupa . Entonces el comisionado y yo con un solo
marinero nos volvimos á la chalupa , diciendo á los de
más que íbamos á esperarlos para recoger á los que
pudiesen escaparse, pues les dije cometían la mayor
indiscreción, de cuyas resultas muchos de ellos co
rrían el riesgo de participar de la suerte de Tom Jeffry .
Contestáronme como verdaderos marineros que todos
CAPÍTULO VI. 227

volverían, que tomarían sus precauciones, etc. , y por


último partieron . Traté de hacerles ver que debían
pensar en los intereses del buque y su travesía ; les hice'
presente que su vida no les pertenecía , pues que de su
conservación dependía el buen éxito del viaje ; y que
tendrían que responder delante de Dios, así como de
lante de los hombres , si por su causa sucedía al buque
alguna desgracia. Todas estas reflexiones fueron tan
infructuosas como si las hubiera hecho al palo mayor
del buque ; de tal modo les había levantado de cascos
aquella excursión . Únicamente me respondieron me
suradamente, suplicándome que no me incomodase ,
asegurándome que estarían de vuelta dentro de una
hora á más tardar. La población india , decían ellos,
que no distaba más que una media milla de aquel si
tio ; sin embargo, tuvieron que andar dos millas antes
de llegar .
Finalmente , se pusieron en marcha ; y aunque era
una tentativa que sólo los locos podían emprender, es
preciso decir para hacerles justicia que obraron con
prudencia y valor . Iban bien armados : cada uno tenía
un mosquete con su bayoneta y una pistola ; algunos
llevaban grandes cuchillos , otros sables ; por último ,
el segundo contramaestre, así como los otros dos, iban
provistos de hachas de armas tenían además trece
granadas de mano ; jamás compañía más resuelta y
atrevida marchó mejor armada para intentar un golpe
traidor.
Su primer designio era el pillaje, porque esperaban
encontrar mucho oro ; mas una circunstancia que nin
guno de ellos había previsto los llenó de deseos de
vengarse , y los convirtió en unos verdaderos demo
nios . Cuando llegaron á unas cabañas , que creían era
ya la población india , situada á media milla del mar,
228 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

experimentaron el mayor desagrado , no encontrando


más que doce ó trece chozas . Nadie sabía dónde esta
ba la población y cuál era su extensión . Entonces con
sultaron el partido que debían de tomar¿ Debian aca
so atacar á los habitantes ? Entonces era preciso de
gollarlos á todos. Bien se podía apostar diez contra
uno , que a favor de la oscuridad de la noche , aunque
hacía luna, escaparían algunos ; y uno solo de los fu
gitivos que diese la señal de alarma era suficiente para
que toda nuestra gente fuese cercada por una inmensa
multitud de enemigos . Por otra parte , si ellos pasaban
sin atacar á los indios , dejándolos dormidos , ¿ quién
les indicaría el camino de la población ? Sin embargo,
este último partido les pareció más conveniente . Re
solvieron pues dejar á los indios tranquilos y buscar
la población como mejor pudiesen .
Después de haber andado un pequeño trecho , en
contraron una vaca atada á un árbol : juzgaron que po
dría servirles de guía, porque debía pertenecer á la po
blación que ellos abandonaban ó á la que buscaban ,
además , desatándola , podrían ver hacia qué lado se
dirigía. Si volvía atrás , la dejarían ; pero si marchaba
adelante la seguirían . Cortaron, pues , la cuerda he
cha de juncos entrelazados : entonces vieron que la
vaca echó á andar delante de ellos , derecha à la po
blación que , según después dijeron , se componía de
unas doscientas casas ó cabañas , de entre las cuales
había algunas en las que vivían juntas muchas familias.
Reinaba un silencio profundo , y los habitantes dor
mían tranquilamente : nuestra gente consultó de nuevo
lo que debía hacer ; por último resolvieron dividirse
en tres cuerpos , á fin de pegar fuego á la vez á tres ca
bañas en distintos sitios de la población ; luego , á mc
dida que fuesen saliendo los habitantes , los irían co
Acudieron todos y vieron á Jeffry ahorcado en un árbol.
CAPITULO VI. 231

giendo y atando (si alguno se resistía , no hay nece


sidad de decir lo que pensaban hacer), y en seguida re
gistrar el resto de las habitaciones para saquearlas . No
obstante , quisieron primeramente dar sin ruido la
vuelta á toda la población para juzgar según su exten
sión si debían ó no intentar la aventura . Después de
dicho reconocimiento , tomaron la resolución deses
perada de arriesgarse al ataque ; pero mientras se pre
paraban para la citada empresa , tres de ellos que se
habían adelantado llamaron á los demás, diciendo que
habían encontrado al camarada Tom Jeffry . Entonces
acudieron todos, y vieron al infeliz degollado y sus
pendido enteramente desnudo de un brazo á un árbol ,
Cerca de aquel sitio había una cabaña en la cual se
hallaban reunidos diez y seis ó diez y siete de los prin
pales indios que habían tomado parte en el último
combate contra nosotros , y de entre los cuales dos ó
tres habían sido heridos por nuestras balas y me
tralla . Nuestra gente comprendió que estaban despier
tos y conversaban reunidos, pero no pudieron averi
guar su número .
La vista de su desgraciado compañero sacrificado
los puso tan furiosos , que juraron vengarlo terrible
mente, y no dar cuartel á ningún indio qua cayese bajo
su poder. Inmediatamente se pusieron á obrar, con
más prudencia , sin embargo , que podía esperarse de
gentes tan enfurecidas. Su primer cuidado fué buscar
materias combustibles ; mas pronto conocieron que
no tenían necesidad : la mayor parte de las casas eran
bajas y cubiertas de juncos y rosales , muy comunes en
aquel país . Les bastó el preparar una especie de me
chas, humedeciendo un poco de pólvora en la palma
de la mano , de modo que en menos de un cuarto de
hora incendiaron la población por cuatro ó cinco
232 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

partes , y principalmente la cabaña en donde los habi


tantes no se habían aun acostado .
Tan pronto como el fuego empezó á tomar pie , los
pobres indios atemorizados se lanzaron fuera , pero
los infelices iban encontrar la muerte , porque á me·
dida que querían salir eran rechazados el segundo
contramaestre mató uno ó dos con su hacha de armas.
Como la choza era grande y dentro de ella había mu
chos indios, aquel no trató de entrar, sino que pidió
una granada de mano y la arrojó inflamada en medio
de ellos , lo que al principio les asustó ; mas después
cuando estalló hizo tal estrago , que no se oían más
que gritos horribles . En una palabra , la mayor parte
de los indios que se hallaban en la choza fueron muer
tos ó heridos por la granada, á excepción de dos ó tres.
que, precipitándose hacia la puerta, fueron muertos á
bayonetazos por el segundo contramaestre y sus dos
compañeros .
Había todavía en la casa ó cabaña otra habitación en
donde se hallaba el Rey ó jefe superior con muchos in
dios éstos , cercados por todas partes, se vieron for
zados á permanecer en la cabaña que estaba ya del to
do incendiada, hasta que se desplomó sobre ellos y
los ahogó .
Mientras pasaba todo esto , nuestras gentes no ha
bían disparado siquiera un mosquete con motivo de
no despertar á los indios antes de poder hacerce due
ños de todo ; pero el fuego los despertó demasiado
pronto, y nuestros camaradas juzgaron que era muy
prudente reunirse en un solo cuerpo ; pues el incendio
se extendía con tanta rapidez , como las casas estaban
hechas de materias ligeras y combustibles , que apenas
podían permanecer en las calles que formaban ; por lo
tanto era necesario que siguiesen el progreso del fuego
CAPÍTULO VI . 233
para asegurar la ejecución de su proyecto . Á medida
que las llamas arrojaban á los habitantes de las casas
incendiadas, ó que el espanto hacía salir á aquellos á
cuyas chozas aun no habían llegado , los nuestros que
los aguardaban á la puerta , se lanzaban sobre ellos y
los asesinaban , gritándose unos á otros que se acorda
sen de Tom Jeffry.
Durante este intervalo debo decir que estaba muy
inquieto , sobre todo cuando divisé las llamas que á
causa de ser de noche parecía estaban cerca de mí . Mi
sobrino el capitán , á quien sus gentes despertaron , no
estaba más tranquilo : ignoraba lo que aquel fuego sig
nificaba y qué clase de peligro podía amenazarme ,
sobre todo cuando oyó los tiros , porque nuestros aven
tureros empezaban entonces á hacer uso de sus armas
de fuego . Mil pensamientos sobre mi suerte y la del
comisionado oprimían su alma. En fin, aunque ape
nas tenía el número de hombres necesario , y sin saber
de qué clase de auxilios pedíamos tener necesidad , se
lanzó á la chalupa con trece hombres que le acompa
ñaban, y vino á encontrarme á tierra.
Se sorprendió al vernos al comisionado y á mi den
tro de la canoa solamente con dos hombres y aunque
gozoso de hallarnos sanos y salvos , no tardó , sin em 零
bargo, en participar de nuestra inquietud tocante á
lo que estaba pasando , pues el ruido continuaba y el
fuego seguía en aumento . En semejante caso era im
Fosible resistir á la curiosidad y á la inquietud sobre
la suerte de la gente de la tripulación : así es que mi
sobrino me dijo que iría á socorrerlos , fuese lo que
fuese lo que pudiera sobrevenir . Le hice las mismas
observaciones que á su gente sobre la seguridad de
su buque , sobre los peligros del viaje , sobre los intere
ses de los armadores y de los comerciantes ; le dije
234 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

además que yo iría con dos hombres á inquirir desde


ejos lo que sucedía, para volver á darle cuenta. Mas
no fuí más escuchado de mi sobrino que de los demás .
Díjome que quería ir á la población : únicamente se
arrepentía de haber dejado más de diez marineros en
el buque , porque queria más perder el barco , su viaje,
su vida, todo , en fin , que dejar perecer á su gente falta
de socorros . Después de esta contestación partió .
Imposible me fué entonces quedarme atrás , así
como no me fué tampoco posible el apartarlo de su
proyecto . En su consecuencia, el capitán ordenó que
fuesen dos hombres á bordo del buque con la chalupa
dejando el bote anclado , y que se trajesen doce com
pañeros más , de los cuales seis debían guardar las dos
embarcaciones , y los seis restantes que viniesen á re
unirse con nosotros . De este modo no quedaban á bordo
más que diez y seis hombres, porque toda la tripula
ción no se componía más que de sesenta y cinco , de
los cuales dos habían muerto en la escaramuza que
había acarreado aquella desgracia .
Es fácil suponer que nuestra marcha fué rápida :
guiados por las llamas , llegamos directamente al lu
gar del incendio . Si el ruido de los tiros en primer
lugar nos sorprendió , en segundo los gritos de los po
bres indios nos conmovieron y llenaron de horror.
Confieso que nunca había asistido ni á un asalto ni á
ningún saqueo de ninguna población . Había oído con #
tar que Oliverio Crómwell, después de haberse apodc
rado de Droghenda, en Irlanda , había mandado pasar
á cuchillo á hombres , mujeres y niños ; que el conde
de Tilly, en el saqueo de la ciudad de Magdemburgo ,
había hecho degollar veinte y dos mil personas de
todos sexos y condiciones ; pero jamás había tenido
una idea exacta de una cosa semejante , y me sería im
CAPÍTULO VI . 233

posible describirla y expresar el horror que se apoderó


de mí á su aspecto . No obstante , continuamos avan
zando , llegando por fin á la población ; pero no pudi
mos penetrar en las calles á causa del fuego. El pri
mer objeto que se presentó á nuestras vista fué una
cabaña arruinada, ó más bien reducida á cenizas ; cerca
de allí, alumbrados por la claridad del incendio, ya
cían tres mujeres y cuatro hombres muertos , creyendo
además distinguir otros dos entre los restos del fuego .
En una palabra, percibimos las huellas de una rabia
tan bárbara, de un furor tan extraordinario , que nos
parecía imposible atribuir tales excesos á nuestra gente ,
y si aquellos eran culpables, éstos merecían á nuestro
parecer la muerte más ignominiosa .
Mas no se reducía todo á esto solo : el incendio se
aumentaba cada vez más , y los gritos se elevaban al
propio tiempo que las llamas, lo cual nos llenó de la
mayor turbación . Avanzábamos poco a poco ; con la
más grande admiración vimos tres mujeres desnudas
que daban horribles gritos , y huían como si hubiesen
tenido alas ; diez y seis ó diez y siete naturales las se
guían también corriendo, aterrorizados del mismo
modo, perseguidos todos por tres de nuestros verdugos
ingleses que, no pudiendo alcanzarlos , hicieron fuego
sobre ellos, y mataron uno que cayó cerca de nosotros.
Cuando los demás salvajes nos vieron , creyendo que
éramos enemigos y que los buscábamos para matarlos,
levantaron un clamor espantoso , en particular las muje
res ; dos de ellas se dejaron caer al suelo como si es
tuviesen muertas de espanto .
Á tal espectáculo , se me partía el corazón , la sangre
se me heló en las venas . Si los tres marineros ingleses
que perseguían á aquellos desgraciados hubiesen esta
do á nuestro alcance , creo que hubiera mandado
236 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

hacer fuego sobre ellos ; sin embargo , nosotros procu


ramos manifestar á aquellos pobres fugitivos que no
queríamos hacerles daño . En seguida corrieron hacia
nosotros y se arrojaron á nuestros pies , levantando las
manos, suplicándonos con lastimeros gemidos que les
salvásemos la vida. Les hicimos entender que tal era
nuestra intención , y en seguida se refugiaron mezcla
dos entre nosotros, como para ponerse bajo nuestra
protección .
Dejé mi gente formada en pelotón recomendándoles
que no atacasen á nadie , sino que detuviesen si era po
sible á algunos de los nuestros, á fin de averiguar de
qué espíritu malo estaban poseídos , lo que pensaban
hacer, y suplicarles que se retirasen ; porque si aguar
daban á que viniese el día , podían entonces estar se
guros de tener que luchar quizá con más de cien mil
hombres. Luego me mezclé entre los fugitivos , acom
pañado solamente de dos hombres . ¡ Qué espectáculo
tan aterrador ! Los unos se habían abrasado horrible
mente los pies corriendo y saltando por entre las lla
mas, los otros se habían quemado las manos ; una de
las mujeres habia caído al fuego , y se había casi ente
ramente quemado antes de poderse levantar ; dos ó
tres hombres al escaparse habían sido heridos en las
espaldas y las piernas ; otro , una bala le había atrave
sado el cuerpo, el cual expiró delante de mí.
Quise saber cuál había sido la causa de todo aquello,
mas no pude comprender una palabra de lo que ellos
me dijeron. Sin embargo inferí , por sus señales , que
ignoraban totalmente el motivo de aquel suceso . Es
taba tan irritado interiormonte de semejante abomina
ble acción, que no pude contenerme . Volví á reunirme
con mi escolta, resuelto , á pesar de las llamas y de to
dos los obstáculos que pudiese encontrar en mi camino,
CAPÍTULO VI . 237

á penetrar en medio de la población y hacer cesar la


mortandad , á cualquier precio que fuese . Así que
llegué cerca de nuestra gente les participé mi resolu
ción, y les mandé que me siguieran ; pero en el ins
tante mismo aparecieron cuatro de nuestros aventu
reros , con el segundo contramaestre á la cabeza , los
cuales todos cubiertos de sangre y polvo y corriendo
por encima de los cadáveres parecía que querían
buscar todavía más hombres que sacrificar . Mis gentes
los llamaron con todas sus fuerzas , hasta que uno de
ellos logró , no sin mucho trabajo , hacerse oir.
Tan pronto como el segundo contramaestre , nos di
visó, lanzó un grito de triunfo , creyendo que íbamos á
socorrerlos ; sin aguardar á lo que yo tenía que decirle ,
exclamó : «< Capitán , digno capitán , ¡ cuán gozoso estoy
de que hayáis venido ! Aun no hemos concluído con
la mitad de esos traidores , de esos perros descreídos .
Yo quiero matar tantos como pelos tenía en la cabeza
el bobre Tom. Hemos jurado no perdonar á ninguno ;
queremos extirpar toda esa raza maldita de la super
ficie de la tierra . » Echó á correr sofocado y sin aliento ,
sin darme tiempo para contestar una sola palabra .
Finalmente , levantando la voz de manera que le
impusiese silencio : « Bestia feroz ! exclamé, ¿ qué
vais á hacer ? Os prohibo tocar á ninguna de esas cria
turas , bajo pena de la vida . Os mando , respondiendo
vuestra cabeza, que ceséis en los asesinatos, y que
permanezcáis aquí , pues de lo contrario perecéis . -
Caballero , me dijo , & sabéis acaso lo que hacéis y lo
que ellos han hecho ? Si queréis una prueba, acercaos . »
Y entonces me mostró á Tom Jeffry colgado y de
gollado . Confieso que aquel espectáculo me hizo en
mudecer, y que en otro momento me hubiera lanzado
á la venganza ; pero juzgué que su rabia la habían lle
238 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

vado más allá de los límites regulares, y entonces me


vinieron á la memoria las palabras de Jacob á sus hijos
Simeón y Leví : « Maldita sea su cólera , porque ella
ha sido feroz, y su venganza, porque ha sido cruel. »
Pero bien pronto tuve una nueva tarea que llenar ;
pues luego que los marineros que me acompañaban
vieron como yo á su camarada asesinado , me costó
tanto trabajo el contenerlos , como me habían costado
los primeros ; y mi mismo sobrino el capitán me dijo
con tono decidido , de modo que lo oyesen todos , que
él mismo estaba inquieto por la seguridad de sus gen
tes ; pero que con respecto á los salvajes , merecían
que ni tan siquiera quedase uno con vida, habiendo
todos sido cómplices en el asesinato del infeliz mari
nero. Á estas palabras ocho de los míos , con el segundo
contramaestre y su gente á la cabeza, corrieron á dar
fin á su sangrienta obra ; viendo yo que no podía de
tenerlos , me alejé triste y pensativo , pues no podía
soportar la vista, y menos aun los ayes horribles de los
desgraciados que caían en sus manos .
Nadie me siguió , á excepción del comisionado y dos
hombres más , volviéndome con ellos á la chalupa.
Confieso que cometí una gran locura al irme así casi
solo, porque empezaba á hacerse de día , y la alarma se
había esparcido ya por toda la comarca . En el pequeño
arrabal de que ya he dado conocimiento al lector
había cerca de cuarenta hombres armados de lanzas y
arcos ; pero por fortuna equivoqué el camino , y me
fuí directamente al mar. Cuando llegué á la orilla era
ya de día. Inmediatamente me embarqué en la chalupa
y me dirigí á bordo , volviéndola á enviar para auxiliar
á nuestra gente en caso de una desgracia.
Observé en el momento mismo que llegué al buque
que el fuego estaba casi apagado , y que el ruido había
CAPÍTULO VI. 239

cesado ; mas después de media hora , oí una descarga


y divisé una grande humareda . Esto era , según supe
despues, que nuestra gente atacaba á los indios en su
pequeño arrabal . Mataron diez y seis ó diez y siete , y
quemaron todas sus chozas ; pero no tocaron ni á las
mujeres ni á los niños.
Cuando los marineros que yo había vuelto á enviar
llegaron á tierra con la chalupa , nuestras gentes em
pezaron á dejarse ver , no formados en dos cuerpos y
en orden como cuando partieron , sino tan desordena
dos , que un puñado de hombres resueltos hubieran
podido con la mayor facilidad cortarles la retirada.
Pero , según he dicho , el terror se había esparcido por
toda la comarca, y los indios estaban tan atemorizados y
llenos de pavor, que un centenar de ellos creo hubie
ran huído delante de seis de los nuestros.
Durante aquella terrible escena , ningún indio real
mente se había defendido estaban tan sobrecogidos ,
tropezando por un lado con las llamas y por el otro
con nuestra gente que los atacaba de improviso en la
oscuridad , que no sabían lo que les pasaba . Si huían
por una parte , se encontraban con los enemigos ; si
variaban de camino , eran alcanzados ; por todos lados
se encontraban cara á cara con la muerte . Ninguno
de los nuestros fué herido , á excepción de un marinero
que se torció un pie , y otro que se quemó una mano.
Estaba sumamente irritado con toda la tripulación ,
pero sobre todo con mi sobrino el capitán , no sólo
porque había obrado expresamente contra su deber
como capitán de buque, responsable de la travesía ,
sino que además , en Ingar de reprimir el furor de sus
subordinados , los animaba á intentar una empresa tan
bárbara . Mi sobrino me respondió con el mayor respe
to , que al ver el cadáver del infeliz marinero , sacrifi
240 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

cado tan cruelmente , no había podido ser dueño de


sí mismo , ni contener su cólera. Convino conmigo en
que no debía haber obrado de aquel modo en su cali
dad de jefe ; pero que al fin era hombre , y por consi
guiente no había podido vencer á la naturaleza . To
cante al resto de la tripulación , como no estaba á mis
órdenes, se le dió poco cuidado de mi descontento.
Al día siguiente por la mañana nos hicimos á la
vela, de suerte que nada más supimos con respecto á
los indios . Los nuestros diferían sobre el número de
muertos , pero se podía sacar en consecuencia de sus
diversas relaciones que habían sacrificado á su ven
ganza cerca de ciento cincuenta personas de todos
sexos, y no habían dejado en pie una sola habitación .
Con respecto al malhadado Tom Jeffry, que estaba
bien muerto, por haber sido degollado y tener la ca
beza casi enteramente separada del tronco , no juzga
ron conveniente tomarse el trabajo de llevárselo ; se
contentaron con bajarlo del árbol en donde estaba sus
pendido por un brazo . Por justa que pareciese aquella
acción á nuestra gente , no por eso dejé de manifestar
mi opinión contraria , y además les dije que Dios mal
deciría nuestro viaje : la sangre que habían derramado
aquella noche , debía ser para ellos como una pesadilla .
Los naturales habían sacrificado , es verdad , á Tom
Jeffry, pero éste había sido el agresor, seduciendo ó
violando, sin tener en cuenta la tregua, una de sus hi
jas que se había acercado á nosotros inocentemente y
bajo la salvaguardia del tratado . El segundo contra
maestre defendía su causa durante nuestro viaje , di
ciendo que parecía que nosotros habíamos roto la
tregua, pero que no era así ; que la guerra había em
pezado la noche anterior por parte de los naturales ;
que habían lanzado sus flechas contra nosotros , y nos
CAPÍTULO VI. 241

habían matado un hombre sin una provocación sufi


ciente ; que ya que teníamos derecho á rechazarlos,
podíamos tener igualmente el de hacernos justicia de
un modo extraordinario ; en fin , que si Jeffry se había
tomado algunas libertades con la joven , no por esto
merecía ser asesinado de una manera tan infame. En
resumen según su parecer, la tripulación nada había
hecho que no fuese justo y permitido contra los asesi
nos por las leyes divinas .
Cualquiera juzgará que la pasada aventura nos re
traería de volver á desembarcar é intentar nada estan
do en medio de bárbaros é idólatras ; desgraciadamente
los hombres no llegan á ser prudentes más que á sus
expensas , y parece que la experiencia les aprovecha tan
to menos , cuanto más cara la compran .
Nuestro destino era el golfo Pérsico , y desde allí
debíamos ir á la costa de Coromandel , haciendo escala
únicamente en Suraía ; pero el objeto principal de
nuestro comisionado le llamaba al puerto de Bengala.
de donde , si fracasaba el negocio que se proponía ,
debia ir á la China y venir costeando á la vuelta .
La primera desgracia nos sucedió en el golfo Pérsico ,
en el cual cinco de los nuestros , habiendo saltado en
tierra , fueron cercados por los árabes y asesinados ó
reducidos á la esclavitud . El resto de la tripulación de
la chalupa , no pudiendo librarlos , no tuvieron más
tiempo que para ganar la embarcación. No dejé de
manifestarles que aquel accidente era un justo castigo
del cielo ; pero el segundo contramaestre me replicó
que yo iba demasiado lejos en mis censuras, que no
podía justificarlas por medio de ningún pasaje de la
sagrada Escritura, y alegó las palabras de san Lucas ,
cuando nuestro Salvador dice que « Aquellos sobre los
cuales se había desplomado la torre de Siloe , no eran
242 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

más culpables que los demás galileos . » Mas lo que


me redujo al silencio en aquella ocasión , fué que uno
de los hombres que acabábamos de perder no había
ido á tierra cuando los asesinatos de Madagascar, como
yo decía, á pesar del disgusto que causaba á la tripu
lación la citada palabra de asesinato .
Mis continuos sermones á propósito de aquellos su
cesos tuvieron consecuencias más funestas de lo que
yo esperaba ; el segundo contramaestre que había
sido el jefe de la empresa vino un día á encontrarme,
y me dijo con un tono sumamente atrevido , que yo
sacaba á colación con demasiada frecuencia dicho ne
gocio, á propósito del cual hacía siempre injustas re
flexiones ; que en aquella ocasión me había portado
muy mal con toda la tripulación, y especialmente con
él ; que yo no era nada más que un pasajero sin auto
ridad alguna sobre el buque , ni interés en el viaje, y
quenose creían obligados á aguantar mis reprensiones .
Añadió que ellos no sabían si yo meditaba algunos
malos designios contra ellos , y si algún día á nuestra
vuelta á Inglaterra los conduciría delante de los tribu
nales por aquella acción , En consecuencia, si no me
decidía á poner fin á aquella discusión , y á no mezclar
me más en sus negocios y en los de los demás, aban
donaría el buque , porque no creía estar seguro via
jando conmigo. Aguardé con bastante paciencia el fin
de su discurso , y le respondí , que á la verdad yo había
vituperado siempre los asesinatos de Madagascar, y que
en todas las ocasiones había expresado con franqueza
mi opinión tocante á dicho asunto , pero sin decir más
que lo que me parecía justo ; que efectivamente no
tenía ningún mando en el buque , y no ejercía ninguna
autoridad , pero que me tomaba solamente la libertad
de dar mi opinión sobre cosa que evidentemente nos
CAPÍTULO VI . 243

concernía á todos ; que el interés que yo podía tener en


el viaje no quería decírselo entonces ; que era dueño
de una parte considerable del cargamento , y que bajo
este supuesto me creía con derecho de hablar aun más
alto que no lo había hecho hasta allí , sin tener que dar
cuenta á él ni á nadie . Ya empezaba á incomodarme ;
mas él contestó muy poco en aquel momento , y creí
que todo se había concluido .
Entonces llegamos á la rada de Bengala . Ansioso de
ver aquel país para distraerme, salté en tierra en com
pañía del comisionado . Al anochecer me preparaba
para ir á bordo , cuando uno de los marineros sa acer
có á mí y me dijo que no me tomase el trabajo de vol
ver á la chalupa, porque tenía órden de no conducirme
á bordo . Ya se podrá juzgar cuál sería mi sorpresa
al oir aquel insolente mensaje . Pregunté al marinero
quién le había enviado para anunciarme aquella nueva.
Habiéndome respondido éste que era el patrón de la
chalupa, nada más dije ; únicamente le ordené que
fuese á decir á los que le enviaban que había cumplido
su mensaje , y que yo no había respondido . En seguida
fuí á buscar al comisionado y le conté lo que pasaba ,
añadiéndole que preveía que iba á haber una suble
vación á bordo , y le rogaba que tomase una canoa
india para volverse al buque con el objeto de avisar
al capitán . Mas , bien hubiera podido perdonar aquella
advertencia, porque antes de que hubiese hablado al
comisionado todo estaba hecho á bordo .
El segundo contramaestre , el artillero, el carpintero
y todos los demás , en el momento de haber yo par
tido , se presentaron para hablar al capitán . Entonces
el segundo contramaestre repitió en una larga arenga
todo lo que él me había dicho ; declaró en pocas pa
labras al capitán , que viendo que yo había ido pací
244 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ficamente á tierra, la tripulación no se atrevería á


usar conmigo de ninguna violencia , lo que de otro
modo él no lo hubiera podido evitar para obligarme
á abandonar el buque . Finalmente creían deber de
cirle que habiéndose obligado á servir bajo susordenes ,
estaban dispuestos á ejecutarlas con el mayor celo y
lealtad ; pero que si yo no abandonaba el buque, ya
de buen grado , ya por la voluntad del capitán , lo aban
donarían ellos todos . Pronunciando la palabra todos,
se volvió hacia el palo mayor (lo cual era probable
mente la señal convenida entre ellos ) , en donde esta
ban reunidos todos los marineros , los que á la vez
gritaron sí, ¡ todos , todos !
Mi sobrino el capitán era hombre de valor y de una
gran presencia de ánimo ; y aunque seguramente sor
prendido de semejante salida , les respondió con calma
que lo reflexionaría , pero que nada tenía que decirles
hasta después de haberme hablado . Empleó una mul
titud de argumentos para demostrarles la injusticia y
sinrazón de su conducta ; todo fué inútil . Juraron en
su presencia , dándose las manos y formando un cír
culo , que bajarían todos á tierra si no les prometía el
no dejarme poner los pies á bordo del buque . Era una
condición muy dura y un compromiso para mi sobri
no, el cual me debía grandes favores y no sabía en
qué sentido tomaría yo aquello . Por lo tanto , empezó
á hablarles ya con firmeza , y les hizo presente que yo
era uno de los principales armadores del buque , y que
en buena ley y justicia no podía echarme de mi pro
pia casa ; que eso era , por decirlo así, obrar conmigo
de la manera que lo hizo el famoso pirata Kidd , que
sublevó toda la tripulación de un buque , abandonó al
capitán en una isla desierta , y huyó con la embarca
ción ; que podían apoderarse del buque , pero que si
CAPÍTULO VI . 245

llegaban á aparecer por Inglaterra les costaria caro ;


que perteneciéndome el buque, no podía expulsarme
de él ; que mejor quería perder y renunciar al pro
vecho del viaje que el tratarme de aquel modo , y que
los dejaba en libertad de obrar como mejor les pare
ciese. No obstante, les dijo que iría á tierra para
hablar conmigo , é invitó al segundo contramaestre
á que le siguiese , á fin de procurar arreglar tan ena
joso asunto ; mas ellos rechazaron dicha proposi
ción, repitiendo que no querían tener más relaciones
conmigo, y que si yo volvía á bordo ellos se irían todos.
<< ¡ Bien ! dijo el capitán : si todos sois de este parecer,
dejadme ir á tierra á fin de que le hable . » Él vino ,
pues, á darme cuenta de todo lo que pasaba poco
tiempo después del mensaje del patrón de la chalupa.
Me regocijé en extremo de ver á mi sobrino , pues
temía que se hubiesen apoderado de su persona á fin
de darse á la vela y de hacer la ruta con el buque , y
en dicho caso hubiera sido abandonado sin ningún
recurso en una región lejana y desconocida . En una
palabra, me hubiera encontrado en una situación peor
que cuando estaba solo en mi isla ; pero afortunada
mente las cosas no llegaron á tal estado . Así que mi
sobrino me repitió todo lo que ellos le habían dicho ,
y como habían jurado , cogiéndose las manos , de aban
donar todos á la vez el buque si permitía que yo vol
viese á bordo ; le contesté que esto no debía causarle
ningún embarazo , pues que tenía intención de que
darme en tierra . Le rogué únicamente que me enviasc
todos mis efectos y me dejase una suma de dinero
suficiente, por medio de la cual trataría de volverme
á Inglaterra cuando pudiese.
Esto era un golpe bastante fatal para mi sobrino ,
pero no había medio de evitarlo . Por lo tanto , volvió
14.
246 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ,

á informar á los amotinados que su tío cedía á sus


exigencias y pedía sus efectos . Así, todo se concluyó
en poco tiempo la tripulación volvió á entrar en el
cumplimiento de sus deberes, y yo pensé en la ruta
que debía seguir.
Me veía solo en una de las partes del mundo más
remotas de mi país , pues me hallaba cerca de tres
mil leguas por mar, más lejos de Inglaterra que cuando
estaba en mi isla . Es verdad que podía volver por
tierra atravesando el país del Gran Mogol hasta Surata ,
yendo de allí á Bassora por mar y por el golfo Pérsico ,
y siguiendo el camino de las caravanas á través de los
desiertos de la Arabia hasta Alepo y Alejandría, en
donde podía embarcarme para Italia ; después pasaría
á Francia todo esto reunido podía equivaler á lo
menos al diámetro entero del globo . Aun tenía otro
medio este era aguardar los buques ingleses que
venían de Achem , en la isla de Sumatra ó Bengala ,
y tomar mi pasaje en uno de ellos para ir á Inglaterra.
Mas como había llegado allí sin tener ninguna relación
con los directores de la compañía de las Indias Orien
tales , me era difícil salir sin su permiso , á menos de
no tener un grande favor con los capitanes de los bu
ques ó con los factores de la compañía , gentes para
quienes era enteramente extraño .
Tuve la aflicción de ver el buque darse á la vela
sin mí ; aquello era un trato que sin duda jamás
hombre alguno en mi posición había sufrido , á no ser
en el caso en que los sublevados, para ejercer la pira
tería, dejan en tierra á los que no quieren llegar á ser
cómplices de su traición .
CAPÍTULO VII

Viaje favorable hecho en compañía de un comerciante inglés. -


En qué circunstancias emprendimos un nuevo viaje con un
buque imprudentemente comprado . - Una vía de agua nos
precisa á fondear en la ribera de Cambodje. ― Peligros que
corremos. -- Nos apresuramos á hacernos á la vela, y nos es
capamos con grandes trabajos de la caza que nos dan cinco
chalupas. Obligados á anclar sobre una costa salvaje para
reparar nuestro buque, somos atacados por los naturales.
Singulares procedimientos empleados por nuestro carpintero
para dispersarlos . — Nuestra situación llega á ser sumamente
penosa. - Llegada á la China. -- Carácter de sus habitantes.
- - Vamos á Pequín , y allí encontramos una ocasión para vol
ver á Europa . - Partida de nuestra caravana.

Mi sobrino me había dejado dos criados , ó más bien


un compañero y un criado . El primero era el secre
tario del guarda almacén de los víveres , que el capitán
había obligado á que me acompañase , y el segundo
era el criado de éste .
Me dirigí á una casa de huéspedes que estaba á car
go de una inglesa , en donde se alojaban muchos co
merciantes, algunos franceses , dos judíos italianos y
un inglés como me hallaba bastante bien , no quería
que se dijese que había obrado con demasiada preci
pitación ; por lo tanto permanecí más de nueve meses
meditando el partido que había de tomar . Poseía una
gran cantidad de mercaderías inglesas de mucho pre
cio , y una suma considerable en metálico ; pues mi
sobrino me había dejado mil piezas de á ocho y una
letra de cambio de una suma mucho mayor en caso de
248 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

que tuviera necesidad de ella , á fin de que no me


faltara nada, cualquiera que fuese lo que me llegase á
suceder . Me deshice prontamente y con las mayores
ventajas de mis géneros , y según había tenido primera
mente intención , hice la adquisición de algunos her
mosos diamantes : dicho género de objetos era el que
me convenía más en mi situación , porque podía llevar
siempre mi fortuna conmigo.
Después de una larga permanencia en aquella po
blación , y de muchos proyectos formados para mi
vuelta á Inglaterra , sin que ninguno de ellos me de
jara satisfecho, el comerciante inglés con quien yo
vivía y con el cual había trabado la amistad más in
tima, vino una mañana á encontrarme, y me dijo :
« Mi querido compatriota, tengo un proyecto que
comunicaros , que cuadra perfectamente á mis miras ,
y el cual juzgo debe también conveniros así que lo
hayáis meditado con madurez . Nos hallamos, vos por
un accidente , yo por mi propia voluntad , en una parte
del mundo muy remota de nuestra patria ; pero éste
es un país en el cual nosotros que entendemos el co
mercio y los negocios podemos ganar mucho dinero.
Si queréis añadir á las mil libras esterlinas que yo
tengo otras mil , tomaremos el primer buque que nos
convenga, vos seréis el capitán , yo el comerciante , y
podemos hacer un viaje comercial á la China ; pues
de quedarnos aquí, nada hacemos. El mundo entero
está en movimiento ; dando vueltas sin cesar, movién
dose y agitándose con regularidad todas las cria
turas , los cuerpos celestes y terrestres & por qué
hemos nosotros de estar ociosos ? En el mundo úni
camente hay seres que están en la inacción entre los
hombres ¿ por qué tenemos nosotros que ser de ese
número ? » Me agradó sobremanera semejante propo
CAPÍTULO VII . 249

sición , tanto más , cuanto me parecía hecha del modo


más franco y amistoso .
Debo decir que mi soledad y la incertidumbre de
mi posición contribuyeron mucho á hacerme adoptar
un proyecto comercial, aunque el comercio no era mi
elemento lo que me convenía era la vida errante , y
no podía menos de acoger la proposición de ver una
parte del mundo que me era desconocida ; mas no
pudimos procurarnos al momento un buque á nuestra
satisfacción , y cuando lo hubimos encontrado , no nos
fué fácil hallar marineros ingleses , es decir, un nú
mero suficiente para dirigir á los que nosotros tomáse
mos en el país en que nos encontrábamos . Por último,
nos hicimos con un piloto , un contramaestre , un buen
artillero,un carpintero holandés y tres marineros de
primera clase . Con dicha gente , y con marineros del
país, juzgamos que podríamos marchar.
Son tantos los viajeros que han escrito la relación
de sus expediciones por aquellas regiones , que el
hacer una larga descripción de los lugares por los
cuales pasamos sería pesado y poco entretenido.
Bastará decir, que primeramente tomamos la ruta con
dirección á Achem , en la isla de Sumatra ; desde allí
á Siam , en donde cambiamos algunas de nuestras
mercancías pon opio y arrak ; el primero de estos dos
géneros tenía un precio excesivo en la China , y esca
seaba mucho en aquel entonces. Finalmente , llega
mos hasta Sung-kiang , lo cual fué hacer un gran viaje ,
pues empleamos en él nueve meses . Después de la
citada expedición , volvimos á Bengala, y por mi parte
quedé satisfecho de mi primer ensayo .
He observado con frecuencia que en Inglaterra se
admiran de que los agentes enviados á las Indias por
la Compañía, y los comerciantes que se establecen alli,
250 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

hacen generalmente grandes fortunas , y vuelven á su


patria con sesenta ó setenta mil libras esterlinas . Mas
esto no tiene nada de particular, si se considera la
innumerable multitud de puertos en los cuales tene
mos libre entrada ; y sobre todo , que en dichos puer -
tos , los productos de todas las naciones extranjeras
son pedidos continuamente , lo cual asegura la venta de
todo lo que se lleva , y facilita ventajosamente la com
pra de los géneros que por otro lado se vuelven á vender.
Para abreviar : hicimos un viaje excelente . Gané
tanto dinero en aquella primera empresa, y comprendí
tan perfectamente los medios de ganar más , que si hu
biera tenido veinte años menos me hubiera dedicado
á quedarme en aquel país , y no ir á buscar fortuna á
otra parte . ¿ Pero qué importaba todo eso á un hombre
que tenía más de sesenta años , y que era ya bastante
rico , habiendo venido de países tan lejanos sólo por el
inquieto deseo de ver mundo , y no para aumentar su
fortuna? Llamo con razón inquieto al citado deseo ,
porque estando en mi país, no deseaba otra cosa más
que viajar, y en el extranjero no aspiraba más que á
encontrarme en mi casa . Lo repito : ¿ qué me impor
taba la ganancia ?
La fortuna que poseía me bastaba , y ningún deseo
tenía de aumentarla : el provecho de mi primer viaje
no era, pues , el estimulante que podía arrastrarme á
emprender otros . Además, me figuraba no haber ga
nado nada con aquel viaje , pues había vuelto al lugar
de donde había salido , y por decirlo así, á mi casa .
Mi vista, como dice Salomón , jamás se había cansado de
ver, y mi genio curioso , y vagabundo no hacía más que
aumentarse . Había llegado á una parte del mundo des
conocida para mí, y de la cual ya antes había oída ha
blar mucho ; quería ver , pues , todo lo que me fuese
CAPÍTULO VII. 251

posible en aquellas regiones , con el fin de poder decir


que había visto todo lo que en el universo merecía serlo .
Pero mi compañero de viaje tenía ideas diferentes á
las mías : yo no quiero por esto hacer que prevalezcan
mis razones , pues conocía que las suyas eran más jus
tas y más conformes á las miras de un comerciante ,
cuya prudencia y operaciones comerciales consisten en
dedicarse á lo más productivo . Mi nuevo amigo se ate
nía á lo positivo , y se hubiera contentado con ir y
volver por la misma ruta , como un caballo de posta ,
álojándose siempre en las mismas posadas , con tal que
le tuviese cuenta ; mientras que yo era un verdadero
colegial escapado , no queriendo ver las cosas más que
una sola vez. Mas no era esto todo : experimentaba
una impaciencia tan grande de acercarme á mi patria,
y sin embargo aun estaba indeciso sobre el camino
que debería tomar para volver á ella .
En el intervalo de mis reflexiones , mi amigo , que
iba siempre en busca de buenos negocios, me propuso
otro viaje á las islas Molucas para traernos un carga
mento de clavo - especia que se encuentra en aquellas
islas y en las de Filipinas , en donde los holandeses
hacen realmente todo el comercio , aunque dichas islas
Filipinas pertenecen á España . No obstante , podía
mos sin aventurarnos ir tan lejos á visitar los puertos ,
en los cuales el gobierno holandés no es tan poderoso
como en Batavia , Ceilán , etc.
Nuestros preparativos no fueron largos : la principal
dificultad había sido el obligarme á hacer aquella ex
pedición ; mas no se ofrecía ninguna otra empresa, y
encontraba que el dedicarme á aquellos viajes comer
ciales que me daban tan grandes y excelentes resulta
dos , era aun más cómodo y satisfactorio que perma
cer en la inacción , que era el tormento de mi vida .
252 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

Accedí, pues , á dicho viaje , el cual tuvo un éxito com


pleto . Hicimos escala en Borneo y en muchas otras
islas , de cuyos nombres no puedo acordarme, estando
de vuelta al cabo de cinco meses. Vendimos nuestra
especería, consistiendo principalmente en clavo y
nuez moscada , á los comerciantes de Persia , que las
llevaban por el golfo del mismo nombre , ganando nos
otros un cinco por uno , lo cual nos produjo , como se
puede suponer, una ganancia extraordinaria.
Mi amigo, en el momento que arreglábamos nuestra
cuenta, me miró sonriéndose, y dijo : « ¡ Y bien ! & no
vale esto más que correr de un lado á otro como un
pobre holgazán , perdiendo el tiempo en admirar la
barbaridad y la ignorancia de los salvajes ? —Sí , amigo
mío , lo respondí : empiezo á creerlo y á tomar gusto
al comercio : pero permitidme que os diga de paso ,
que no sabéis de lo que soy capaz : si de una vez ver
daderamente sacudo mi pereza y me embarco con in
trepidez, viejo y todo como soy, os desafío á correr
mundo hasta que no podáis más ; advirtiéndoos que si
tomo la cosa á pechos , no os dejaré reposar un mo
mento. >>
Mas para concluir de referir mis especulaciones ,
diré que poco tiempo después llegó de Batavia un bu
que holandés este era un barco costeño , y no uno
de los que trafican con Europa ; su porte no pasaba de
doscientas toneladas . Las gentes de la tripulación de
cían que las enfermedades la habían diezmado , de
suerte que el capitán , habiéndose quedado casi sin
gente , se había visto obligado á arribar á Bengala ; y
ya sea que hubiese ganado bastante dinero , ya que
quisiese por otras razones volver á Europa, anunció
que deseaba vender su buque. Esta noticia llegó á mis
oídos antes que á los de mi asociado , y me sentí dis
CAPÍTULO VII . 253

puesto á hacer aquella adquisición . En su consecuen


cia, fuí á buscarlo y se lo propuse . Estuvo reflexionando
un momento, porque no era hombre que se precipi
tase por nada , y después de un rato de silencio , me
respondió : «< Es una embarcación algo grande , pero sin
embargo la compraremos . » En su vista , entramos en
trato con el propietario del buque , nos convenimos en
el precio, se lo pagamos y en seguida tomamos pose
sión de él . Concluído el negocio , resolvimos si era po
sible empeñar á la tripulación á que se uniese á la
gente que nosotro teníamos ya . Pero inmediatamente
que recibieron sus pagas y también su parte de botín ,
desaparecieron sin que se pudiese encontrar á uno tan
siquiera. Los buscamos por todas partes ; por último ,
supimos que habían partido reunidos á Agra por tierra ,
residencia del Gran Mogol , á fin de llegar á Surata, y
desde dicho punto embarcarse con dirección al golfo
Pérsico.
Nada me disgusto tantó como el haber perdido la
ocasión de marchar con ellos ; pues semejante expe
dición , con tal compañía, hubiera sido , á mi parecer,
á la par que segura , muy divertida , y correspondía
perfectamente á mi principal proyecto de ver mundo
y de acercarme á mi país . Mas pocos días después tuve
lugar, al contrario , de felicitarme cuando llegué á sa
ber qué clase de compañeros hubiera tenido . Para dar
los á conocer en dos palabras , diré que el hombre á
quien llamaban capitán no era más quel el artillero :
en su navegación habían desembarcado , y habían sido
atacados por los malayos , que mataron al capitán y
tres hombres más . Después de su muertes, los que vi
mos , que eran en número de once , resolvieron apo
derarse del buque, y habiéndolo conseguido , lo con
dujeron á Bengala , dejendo en tierra al contramaestre
II. 15
254 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOĚ .

y cinco hombres , de los cuales hablaré después .


Sin embargo, cualquiera que fuese el modo con que
ellos se hicieron dueños del buque , nosotros lo había
mos adquirido honradamente y de buena fé , aunque
no hubiésemos , lo confieso, examinado las cosas tan
escrupulosamente como debíamos haberlo hecho .
Efectivamente , no habíamos explorado á los marine
ros, los cuales sin duda se habrían desmentido ó no
habrían ido acordes entre sí en sus respuestaɛ, lo que
hubiera despertado nuestras sospechas . El pretendido
capitán me había manifestado una escritura de venta
del buque hecha á favor del señor Emmanuel Closter
shoven, ó un nombre parecido (que juzgo había él
mismo inventado ) , diciendo que aquel nombre era el
suyo, lo cual no habíamos puesto en duda ; de suerte ,
que no teniendo ninguna sospecha del fraude , cerra
mos el trato . Entonces contratamos algunos marineros
ingleses y holandeses , y resolvimos hacer un segundo
viaje hacia el S. E. , es decir, á las islas Filipinas y las
Molucas , para ir á buscar clavo y otras specias . Fi
nalmente, para no llenar con bagatelas està parte de
mi historia, cuando su prosecución en sí es notable,
diré que pasé seis años en aquellas regiones comer
ciando de puerto en puerto, yendo y viniendo , siempre
con éxito . El último año hice con mi asociado un viaje
á la China, en el buque de que he hablado , con el
proyecto de hacer escala en Siam , para comprar
arroz . En aquella travesía, obligados por los vientos
contrarios á pasar el estrecho de Malaca , y por medio
de sus islas , habíamos apenas salido de aquellas peligro
sas aguas, cuando notamos que la embarcación hacía
´una vía de agua , sin poder, á pesar de nuestros esfuer
zos, descubrir el sitio en que se hallaba . Este aconte
cimiento nos precisó á buscar un puerto . Mi asociado ,
CAPÍTULO VII. 255

que conocía el país mejor que yo , aconsejó al capitán


que entrase en el río de Cambodje . Es necesario obser
var que yo había investido con las funciones de capitán
á mi segundo , que era inglés , llamado M. Thompson ,
no queriendo encargarme de dirigir el buque . El ci
tado río se encuentra al orte del golfo ó gran bahía
que avanza hasta Siam.
Durante nuestra permanencia en dicho puerto ,
yendo cierto día á tierra con el objeto de buscar víve
res , vi venir hacia mi á un inglés , segundo artillero , á
lo que parecía, de un buque de la Compañía de Indias ,
que estaba anclado más arriba en el mismo río , cerca
de Cambodje . ¿ Quién había conducido allí á aquel
hombre ? Lo ignorábamos ; pero se acercó á mí, y me
dijo en inglés : « Caballero , somos extranjeros ambos ;
no obstante, tengo que deciros una cosa que os toca
muy de cerca . »
Estuve mirándole largo rato con atención , creyendo
al principio conocerle ; pero me engañaba . « Si este
asunto me toca tan de cerca , le dije , sin que á vos no
os toque nada, ¿ qué es lo que os induce á comuni
cármelo ? - Lo que puede traerme es el peligro inmi
nente en que estáis, y del cual veo que no tenéis nin
gun conocimiento . No conozco otro peligro que
aquel al cual está expuesto mi buque , y es una vía de
agua que no puedo encontrar ; pero mañana le haré
poner en seco para descubrirla. — Que tenga ó no una
vía de agua, que la hayáis ó no encontrado , no seréis
tan imprudente , caballero , para ponerlo en seco
cuando sepáis lo que tengo que deciros. ¿ Sabéis que
la ciudad de Cambodje está á quince leguas de aquí,
y que se encuentran á cinco de nosotros dos fragatas
inglesas y tres holandesas ? ¡ Bien ! ¿ y qué me im
porta ? ――――― ¡ Cómo , caballero ! Una persona que se arroja
256 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

á empresas tales como las vuestras , ¿ puede entrar


en un puerto sin examinar antes qué buques hay en él,
y si está en estado de resistirse ? Yo supongo que no
juzgaréis que sea igual la partida . »
Aquel discurso me divirtió más que me asustó , por
que no comprendí nada ; por último , volviéndome á
él le dije : <« Caballero , suplico que os expliquéis , por
que no sé qué razón pueda haber para temer los bu
ques holandeses ó de la Compañía. No soy contraban
dista : ¿ qué tienen , pues que decirme ?
Me miró con aspecto medio disgustado, medio ri
sueño , y después de alguuos instantes de silencio , re
plicó sonriéndose : « ¡ Bien , caballero ! si os creéis en
seguridad , Dios os la depare buena . Únicamente tengo
el disgusto de que vuestro destino os haga cerrar los
oídos á un aviso saludable , Sin embargo , estad bien
persuadido que si no os hacéis á la vela inmediata
mente, seréis atacados en la próxima marea por cinco
chalupas bien armadas , y si sɔis cogidos, por primera
providencia se os ahorcará como piratas , salvo exami
nar después vuestro asunto . Yo creía , caballero , haber
merecido de vuestra parte mejor acogida , haciéndoos
un servicio tan importante . - No acostumbro á ser
ingrato , exclamé, à ningún servicio , ni hacia los que
manifiestan interesarse por mí, mas lo que no puedo
comprender es que se haya formado tal designio con
tra mi persona é intereses . No obstante , como me decís
que no tengo tiempo que perder, y que se trama alguna
perfidia contra mí, me vuelvo al momento á bordo , y
me daré á la vela inmediatamente , si mis gentes pue
den descubrir la vía de agua y taparla , pues sin hacer
antes esta operación nos iríamos á pique . Pero yo
ignoro la causa de todo esto , caballero . ¿ No podríais
darme algunas luces tocante á ello ? No puedo de
CAPÍTULO VII. 257

ciros más que una parte del asunto ; pero tengo en


mi compañía un marinero holandés que podrá de
ciros el resto en dos palabras : sin embargo , el tiempo
corre, y para abreviar la historia , de la cual conocéis ,
según creo , suficientemente el principio , es que vos
otros habéis ido con ese buque á Sumatra ; allí vuestro
capitán ha sido asesinado por los malayos con tres más
de los suyos ; después vos y algunos de los que están
á bordo habéis huído con el buque ; en fin , os habéis
hecho piratas . Tal es la historia en compendio : vais
á ser cogidos como forajidos , y ejecutados como tales;
puedo asegurároslo sin mucha ceremonia, pues sabéis
bien que los buques mercantes no tienen ninguna con
sideración con los piratas cuando caen bajo su férula .
-- Al presente habláis en buen inglés , y os doy las
gracias. Aunque no sepa haber hecho nada de lo que
habéis dicho , en atención á que nosotros, estoy se
guro de ello , hemos adquirido de buena fe y muy legí
tamente ese buque, sin embargo , por la misma razón
de que se trata de un negocio formal , como vos decís,
y que me parecéis persona honrada, me voy a poner
en guardia. ― Esto no es suficiente , caballero ; la
mejor precaución es huir el peligro . Si en algo esti
máis vuestra vida y la de vuestra gente , largaos sin
perder momento . Teniendo la ventaja de toda una ma
rea, estaréis ya fuera de su alcance cuando lleguen,
pues ellos partirán en la pleamar ; y como tienen veinte
millas que hacer para venir aquí, ganáis cerca de dos
horas sobre ellos por la diferencia de marea, sino con
tar la ventaja de la distancia que os separa ya . Además ,
en razón á que ellos no tienen más que chalupas , no
se atreverán á seguiros demasiado lejos mar adentro ,
sobre todo si hace un poco de viento . ――――- ¡ Bien, amigo
mío ! Vuestro servicio ha sido grande en este asunto :
258 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

¿ qué puedo yo hacer para pagároslo ? - Caballero ,


vos no podéis estar dispuesto á recompensarme, por
que no estáis del todo convencido de la verdad de
mis asertos ; pero yo os hago una proposición : me
deben diez y nueve meses de sueldo en el buque so
bre el cual he venido de Inglaterra á estas regiones ,
y siete al holandés que me acompaña ; si queréis pa
garnos dicha suma , nos embarcaremos con vos . En el
caso que no sobrevenga ningún acontecimiento , nada
pediremos de más ; si reconocéis que nosotros hemos
salvado el buque realmente , vuestra vida y la de la
tripulación , dejaremos la recompensa á vuestra gene
rosidad . >>
Apresuréme á acceder á la proposición , y me volví
inmediatamente á bordo , seguido de los dos hom
bres . Tan pronto como hube llegado cerca del buque ,
mi asociado , que se hallaba alli , corrió al castillo de
popa gritando sumamente gozosos : « ¡ Eh, eh ! hemos
tapado la vía ; hemos tapado la vía... - ¿Es cierto?
repliqué ; ¡ alabado sea Dios ! pero levemos el ancla
al momento. - ¿ Qué queréis decir? ¿ qué ha sucedido?
-Nada de preguntas , que todo el mundo ponga ma
nos á la obra , y levar el ancla sin perder minuto . »
En gran manera sorprendido , llamó no obstante al
capitán y le transmitió la orden de levar el ancla ; y
aunque la marea no había subido del todo , como so
plaba una pequeña brisa de tierra, nos engolfamos en
alta mar. Entonces llamé á mi asociado á la cámara y
le hice un relato de lo que ya sabe al lector ; después
hice venir á los dos nuevos marineros para que diesen
á conocer el resto . Pero como esta última relación duró
más tiempo , no se había terminado todavía cuando un
marinero vino á decirnos de parte del capitán , que
venían dándonos caza . « ¡ Dándonos caza exclamé,, Ꮣ Ꭹ
CAPÍTULO VII. 259

por quién ? Por cinco chalupas perfectamente mon


tadas , respondió el marinero . - i Bien ! dije parece
que se me ha dicho la verdad . »
En el acto reuní mi gente , y les dije que se había
formado el designio de apoderarse del buque para
tratarnos como piratas . Les pregunté entonces si que
rían defenderme y defenderse á sí mismos : respon
dieron con el mayor gozo y unánimemente , que querían
vivir y morir conmigo . En seguida interrogué al ca
pitán sobre qué medio podríamos elegir mejor para sos
tener el combate, porque yo estaba resuelto á resistir
hasta derramar la última gota de sangre . Contestóme
que era necesario mantener á cierta distancia con
nuestros cañones á las chalupas, en seguida destruir
las con la mosquetería si intentaban el abordaje ; en
fin , si nada de todo esto tenía buen éxito , no teníamos
mas que retirarnos bajo el puente , que quizá no po
drían romper, faltos de los útiles necesarios . Al mismo
tiempo mandó al artillero que colocase dos cañones,
uno en la popa y otro en la proa , á fin de proteger et
puente , y que los cargase de melralla, de balas de
mosquete y de todo lo que encontrase á mano . Des
pués de esto nos aprestamos á combatir.
Durante todos estos preparativos íbamos siguiendo
nuestro dorrotero con un viento bastante favorable , y
podíamos distinguir á alguna distancia las embarca
ciones, en número de cinco , que nos seguían á toda
vela . Dos de las chalupas , que con auxilio del an
teojo pudimos reconocer que eran inglesas , se habían
adelantado á todas las demás casi dos leguas y avan
zaban considerablemente hacia nosotros . Cuando vi
mos que nos iban á alcanzar , tiramos un cañonazo con
pólvora sola para intimarles que se pusieran al pairo ,
é izamos el pabellón de paz , para denotar que que
260 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ríamos parlamentar ; mas ellos continuaron avanzando


á todo vela hasta ponerse á tiro de cañón . Entonces
quitamos el pabellón blanco , del cual no habían hecho
caso, y sacando el rojo , les disparamos un cañonazo
con bala . No obstante esto , se acercaron lo bas
tante para que pudiésemos hablarles con la bocina ;
entonces les gritamos que se largasen , pues de lo con
trario los echábamos á pique . Todo fué inútil : lejos
de detener su marcha, hicieron esfuerzos para colo
carse al pie de nuestra popa , como si quisieran en
trar al abordaje por dicho punto . Viendo que estaban
dispuestos á combatir á todo trance , confiando sin
duda en las fuerzas que los seguían , dí la orden de
virar á fin de presentarles el costado , é inmediata
mente se les dispararon cinco cañonazos , cuya pun
tería fué tan sobresaliente , que se les llevó la popa
entera de la segunda chalupa , lo cual obligó á su
tripulación á recoger todas las velas y á lanzarse so
bre la proa para evitar el irse á pique . Ésta , el veise
tan mal parada , detuvo su ruta ; mas la primera
continuó su caza, y dirigimos á su vez nuestro fuego
sobre ella .
Durante este tiempo , una de las tres embarcaciones
que venían detrás se adelantó á las otras dos , diri
giéndose á la chalupa destruída para socorrer y salvar
á los que la tripulaban . Nosotros gritamos de nuevo
á la chalupa más próxima , ofreciéndole todavía una
tregua con el fin de saber lo que nos querían ; pero
sin respondernos continuó avanzando sin interrupción
hasta casi debajo de nuestra popa . En seguida nuestro
artillero, que era muy inteligente y certero , les dis
paró dos cañonazos , mas no les dió ; y la gente de la
chalupa, lanzando gritos de alegría y tirando al aire
sus sombreros , continuaron dirigiéndose hacia nos
CAPÍTULO VII . 261

otros . El artillero , volviendo á cargar de nuevo , les hizo


fuego ; y esta vez , si la embarcación no sufrió ningún
daño , á la menos una bala que cayó en medio de los
marineros , causó en éstos una horrible carnicería , la
cual no vimos del todo . Sin embargo , sin detenernos ,
viramos de bordo y les presentamos la aleta de popa.
Con tres cañonazos , lo chalupa fué casi hecha peda
zos , y su timón arrancado con parte de la popa , lo
cual causó un gran desorden entre los enemigos , que
inmediatamente plegaron las velas ; mas para comple
tar su desgracia, nuestro artillero les tiró otros dos
cañonazos , que no puedo asegurar donde dieron , pero
con tanto acierto , sin embargo , que nosotros vimos
irse la chalupa á pique y muchos hombres caer al
mar. Al momento hice tripular nuestro bote , y lo
mandé con orden de salvar, si era posible , algunos de
los hombres caídos al mar, y que se volviesen en se
guida á bordo, porque veíamos que las otras dos cha
lupas se acercaban.
Los de nuestro bote recogieron tres de aquellos des
graciados, de los cuales, uno que estaba ahogándose,
permaneció largo tiempo sin poder volver en sí. En
el momento que llegaron á bordo , dimos todas las
velas al viento con el objeto de engolfarnos en alta
mar ; y cuando las tres últimas chalupas se reunieron
á la primera, observamos que habían abandonado el
darnos caza.
Libre ya de un peligro que , aunque no hubiese co
nocido la causa , me parecía mayor que lo que había
temido al principio, resolví cambiar de ruta y no dar
á conocer absolutamente adonde íbamos . Nos corri
mos, pues, hacia el E. , fuera del derrotero de los bu
ques europeos fletados para la China y demás países
que comercian con las naciones de Europa .
15
262 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

Cuando estuvimos en alta mar, proguntamos de


nuevo á los dos marineros sobre la causa de todo lo que
nos había sucedido . El holandés nos descubrió todo el
misterio , diciéndonos que el individuo que nos había
vendido el buque no era más que un pirata que se ha
bía apoderado de él . Nos refirió entonces cómo el ca
pitán (dijo su nombre , del cual no puedo acordarme)
había sido vilmente asesinado , junto con tres de los
suyos , por los naturales de la costa de Malaca , y que
él y otros cuatro se habían salvado en un bosque , en
donde habían andado errantes largo tiempo , hasta que
por fin él solo se escapó milagrosamente , llegando á
nado hasta un buque de su nación que , costeando á su
vuelta de la China , había enviado su chalupa á tierra
para proveerse de agua . El infeliz marinero no se ha
bía atrevido á permanecer en aquella parte de la
playa en donde estaba la chalupa ; pero durante la
noche se había arrojado al agua un poco más lejos , y
después de haber nadado por espacio de algún tiempo ,
finalmente había sido recogido por la chalupa del bu
que . Además , nos dijo que al llegar á Batavia encon
tró dos de sus camaradas , que habían abandonado á
los otros durante el viaje . Éstos le contaron que el
bribón que se había apoderado del buque lo había ven
dido en Bengala á una horda de piratas , que les ser
vía para hacer sus excursiones , y habían cogido ya un
buque inglés y dos holandeses ricamente cargados .
Esta última parte del relato nos tocaba directamente ,
aunque fuese todo una falsedad , y mi asociado me
hizo observar muy juiciosamente que si hubiésemos
tenido la desgracia de caer en poder de gentes que es
taban tan prevenidas contra nosotros , nos hubiera
sido imposible defendernos , ó esperar á lo menos un
poco de clemencia ; pues que siendo al mismo tiempo
CAPÍTULO VII. 263

acusadores y jueces , no hubiéramos podido esperar de


ellos más que sentencias dictadas por la cólera , y
nos hubieran ejecutado sin piedad . Así, su parecer fué
que volviésemos directamente á Bengala , de donde
veníamos , sin tocar en ningún puerto ; pues allí podía
mos justificarnos , probar en dónde nos hallábamos
cuando había llegado el buque , de qué modo le ha
bíamos comprado , etc .; y si nos veíamos obligados á
comparecer delante de los tribunales , seríamos juzga
dos con justicia y no se nos ahorcaría antes de oirnos .
En un principio fuí de la misma opinión ; pero después
de haber reflexionado detenidamente, le dije que me
parecía peligroso el volver á Bengala , porque nos
hallábamos entonces más allá del estrecho de Malaca ,
y si habían dado la alarma , era probable que cayésemos
ya en poder de los holandeses de Batavia , ya en el de
los ingleses . En dicho caso, nuestra vuelta, asemejan
dose á una fuga , nos condenaría, no siendo necesaria
otra prueba para perdernos . Por otra parte , habien do
consultado al marino inglés , fué de la misma opinión ,
y aseguró que no podíamos menos de ser cogidos.
Dicho peligro atemorizó un poco á mi asociado y á
la tripulación , por lo cual resolvimos ganar la costa
de Tonquín , y de allí la de la China . Obrando así, con
tinuando nuestros proyectos de comercio, podíamos
encontrar un medio de deshacernos del buque y vol
ver á Bengala en el primer barco del país que pudié
semos procurarnos . Este proyecto fué aprobado por
unanimidad , como el que presentaba más segurida
des en su consecuencia nos dirigímos al N.-N.-E. ,
conservándonos á más de cincuenta leguas fuera de la
travesía ordinaria hacia el este . Dicha determinación
nos presentó algunos obstáculos ; pues al llegar á
aquella altura encontramos los vientos constantemente
264 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

contrarios ; los monzones , como llaman los marinos ,


soplando siempre del E. y E.-N.-E. , de modo que te
níamos la perspectiva de un largo viaje , y estábamos
desprovistos de víveres . Lo peor aun era que debíamos
temer que los buques ingleses y holandeses , cuyas
chalupas nos habían perseguido, y los cuales algunos
llevaban el mismo destino , no llegasen antes que nos
otros , ó quizá que algún otro barco fletado para la
China, informado de todo , no nos persiguiese con el
mismo vigor .
Confieso que no estaba muy tranquilo, y que consi
deraba mi posición , después de haber escapado de las
chalupas , como la más penosa en que me había encon
trado hasta entonces ; porque si en algunas circunstan
cias difíciles me había visto, jamás fuí perseguido
como pirata, y nunca había cometido ningún acto por
el cual se me pudiera calificar de hombre malo, y
menos aun de ladrón . Había cometido faltas , pero con
tra mí ; no había sido hostil á nadie más que á mí
mismo. Y en aquel entonces me encontraba en la po
sición más cruel que puede imaginarse, pues que
perfectamente inocente no podía probarlo ; de tal
modo , que si era cogido , la acusación más degradante
pesaba sobre mí. Por lo tanto, no me ocupaba más
que en buscar algún medio de salvación ; mas no sa
bía qué camino tomar ni en qué puerto refugiarme.
Viéndome tan abatido mi asociado , que estaba al prin
cipio más consternado que yo , trató de animarme ; me
hizo una descripción de los diversos puertos de aquella
costa , y me dijo que era de parecer que hiciésemos
escala en la Cocninchina ó en la bahía de Tonquin ,
para dirigirnos desde allí á Macao, ciudad ocupada
por los portugueses , en donde residían muchas fami
lias europeas, y adonde tenían costumbre de ir los
CAPITULO VII. 265

misioneros que en seguida querían ir á la China.


Resolvimos dirigirmos por aquel lado . En su conse
cuencia, después de una excursión incómoda é irre
gular, en la cual nos encontramos muy escasos de ví
veres, divisamos la costa á la madrugada . Pensando
en lo pesado y en el peligro del cual habíamos esca
pado , nos resolvimos á fondear en un pequeño río que
tenía pastante fondo para nuestro buque , y reconocer
ya por tierra, ya con el bote, qué barcos se encontra
ban en los puertos cercanos Esta precaución nos
salvó ; pues si bien no había ningún buque europeo en
la bahía de Tonquín , vimos al otro día por la mañana
llegar dos embarcaciones holandesas : una tercera que
no llevaba ningún color , pero que creíamos sería de la
misma nación , pasó cerca de dos leguas de nosotros,
haciendo ruta para la China ; por último , un poco
después del mediodía divisamos dos buques ingleses
que seguían el mismo derrotero . Por lo tanto , está
bamos por todos lados rodeados de enemigos .
El lugar en que nos encontrábamos me pareció in
culto y salvaje , los habitantes ladrones de profesión :
las relaciones que teníamos con ellos eran para procu
rarnos víveres ; no obstante , nos costó mucho trabajo
el preservarnos de sus repetidos insultos.
El pequeño río en que nos hallábamos está situado á
algunas leguas de los últimos límites setentrionales del
país . Seguimos costeando hacia N.-E. con nuestro bote
hasta la punta de tierra en que empieza la gran bahía
de Tonquín , descubriendo de este modo los enemigos
de que estábamos rodeados.
Las poblaciones en medio de las cuales nos encon
trábamos son las más bárbaras de todas las de aquella
costa no tienen relaciones con ninguna nación , y no
viven más que de la pesca , aceite y otros objetos por el
266 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

estilo . Entre otras costumbres bárbaras , aquellas gentes


tienen la de mirar como sus prisioneros ó sus esclavos
á los que tienen la desgracia de naufragar en sus cos
tas. Bien pronto nosotros tuvimos ocasión de juzgar
acerca de su hospitalidad . He dicho que nuestro bu
que tenía una vía de agua , y que no nos había sido
posible encontrarla hasta el momento en que íbamos
á ser cogidos por las chalupas inglesas y holandesas en
la bahía de Siam ; sin embargo , como el buque no se
hallaba en tan buen estado como hubiéramos deseado ,
probamos, durante nuestra permanencia en aquel pa
raje , de conducirlo á tierra , desembarcando las cosas
pesadas que iban á bordo , para limpiar la carena y de -
cubrir las hendiduras . Después de haber aligerado el
buque y colocado los cañones y demás objetos movi
bles en un solo lado , nos preparábamos para tumbarle
á la banda , para poder llegar á la quilla, cuando una
nueva reflexión nos hizo cambiar el proyecto de irlo
á dejar en seco , pues no se hallaba en ningún sitio
conveniente para dicha operación .
Los habitantes , que no habían visto jamás cosa se
mejante, acudieron pasmados á la playa para vernos , y
percibieron la embarcación echada sobre un costado ,
sin distinguir á nuestra gente que estaba trabajando
en la carena encima de andamios y también dentro de
ella ; en conclusión , juzgaron que era un buque náu
frago que al zozobrar se había encallado . Bajo este su
puesto , pasadas dos ó tres horas, se reunieron alrede
dor nuestro en diez ó doce grandes barcas , conteniendo
cada una ocho ó diez hombres , con el objeto sin duda
de venir á bordo, apoderarse del buque , y, si nos ha
llaban en él , conducirnos como esclavos á su rey ó
jefe, pues ignorábamos el título que ellos le daban .
Cuando se aproximaron al buque para cercarlo , nos
CAPÍTULO VII . 267

encontraron á todos trabajando , los unos calafateán


dolo , los otros limpiándolo y rascándolo como todo
marinero sabe que esto se practica . Permanecieron
algún tiempo mirándonos . Nosotros , sorprendidos de
verlos allí, no pudimos imaginar cuál era su designio ;
pero con el fin de estar dispuestos á cualquier evento ,
aprovechando aquel momento de espera, hicimos en
trar á algunos de los nuestros en el buque , y dimos
armas y municiones á los operarios á fin de que pudie
sen defenderse si se ofrecía ocasión . Estas precau
ciones no fueron inútiles ; porque después de un
cuarto de hora de haber ellos consultado , sacaron
en consecuencia que nuestro buque había real
mente naufragado, y que tratábamos de levantarlo ,
ó bien de salvarnos ayudados de las chalupas ; y
cuando vieron transportar las armas á los botes , ima
ginaron que intentábamos salvar así una parte de
nuestros efectos . Creyéndose entonces obligados á
mirarnos como propiedad suya, avanzaron en orden
de batalla.
Los nuestros, viéndolos en tan gran número, empe
zaron á atemorizarse ; carecían de una posición có
moda para combatir, y nos preguntaron lo que debían
·
hacer. Ordené entonces á los que estaban en los an
damios que se deslizasen al mar y que se subiesen
luego al buque después mandé á los que estaban en
las chalupas que diesen la vuelta al buque , é hiciesen
lo mismo . Sin embargo , ni los de los andamios, ni
los de las chalupas pudieron ejecutar nuestras órde
nes, pues aquellos se les echaron encima . Dos de sus
barcas habían ya abordado nuestra chalupa, y empe
zaban á apoderarse de los hombres como en clase de
prisioneros .
El primero sobre el cual pusieron la mano era un
268 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ .

marinero inglés , muchacho tan fuerte como valiente ;


en lugar de servirse del mosquete , del cual estaba ar
mado, lo arrojó al fondo del bote para hacerme creer
que había perdido el juicio ; mas bien sabía lo que se
hacía, pues cogió un salvaje , lo echó con fuerza de su
canoa al bote , y cogiéndole por las orejas hizo chocar
su cabeza con tanta violencia contra los caperoles , que
el desgraciado murió del golpe . Al momento uno de
los holandeses, que estaba cerca de él , recogió el
mosquete , é hizo tan perfectamente el molinete con
la culata , que tumbó á cinco de ellos que intentaban
pasar al bote. Pero esta resistencia no era suficiente
contra treinta ó cuarenta hombres que no temiendo el
peligro, por lo mismo que no lo conocían , empezaron
á precipitarse sobre la chalupa grande , que no tenía
más que cinco hombres para defenderla . Sin embargo
un incidente que nos causó mucha risa , aseguró á los
nuestros una victoria completa . Nuestro carpintero,
preparándose para embrear el exterior del buque y
tapar lo que acababa de calafatear, había hecho bajar
á la chalupa dos calderas, la una llena de pez hirvien
do, y la otra de resina mezclada cen sebo , aceite y
otras materias que se emplean para semejantes casos .
El ayudante carpintero tenía en la mano un gran cu
charón de hierro , con el cual pasaba á sus camaradas
la composición hirviendo , cuando dos enemigos entra
ron en la chalupa por el mismo sitio en que él se ha
llaba , esto es , en las escotillas de proa ; y á su vista
los saludó con una cucharada de pez hirviendo, que
los quemó y escaldó, mayormente yendo medio
desnudos como iban. Exasperados con sus quema
deras, y bramando como toros , se lanzaron al mar.
El carpintero , viendo que había surtido tan buen
ufecto, se puso á gritar á su ayudante : « ¡ Bien pen
CAPÍTULO VII. 269

sado , Jak ; dales un poquito más ! » Y al mismo tiempo ,


cogiendo una gran rodilla, la empapó en la pez, y ,
auxiliado por su ayudante , roció tan perfectamente á
aquellos infelices, que los que tripulaban las tres bar
cas, ni uno solo pudo escapar sin haber sido quemado
de una manera horrible . Jamás había oído aullidos
tan espantosos como los que ellos lanzaban . Es cosa
digna de notarse que si los dolores hacen dar gritos
á todo el mundo , cada nación sin embargo, tiene un
modo diferente de quejarse , según su lenguaje ó
dioma. No puedo comparar de otra manera mejor los
gritos de aquellos salvajes , sino con los aullidos de los
lobos que había oído en los bosques de las fronteras
del Languedoc .
Nunca victoria alguna me dejó más satisfecho , no
sólo porque era inesperada para mí y para todos , sino
porque además se había llevado á cabo sin que hubiese
habido efusión de sangre, á excepción del desgraciado
que uno de los nuestros había estrellado contra los
caperoles , según he dicho antes , lo cual me afligió
mucho, porque sufría al ver matar, aunque fuese en
defensa nuestra , á aquellos pobres salvajes que no
hacían otra cosa más que lo que ellos creían justo .
Una muerte , que nuestra defensa hacía necesaria , era
quizás permitida (aunque la nuturaleza no conoce crí
menes que sean precisos) ; sin embargo, hallaba muy
triste el estar obligado sin cesar á matar á mis seme .
jantes para nuestra conservación. Y verdaderamente ,
aun soy del mismo modo de pensar padecería en
extremo antes de decidirme á quitar la vida al hombre
más malvado que me ofendiera . Creo que todo hombre
juicioso y que aprecia la vida será de mi opinión , por
poco que detenidamente lo examine .
Mas volvamos á nuestra narración . Mientras sucedía
270 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

lo que ya he referido , mi asociado y yo , que dirigimos


el resto de nuestra gente á bordo, logramos enderezar
poco después el buque y poner los cañones en su lugar.
El artillero me rogó que mandase entrar á la gente ,
porque quería hacer fuego sobre los enemigos ; mas se
lo prohibí , en atención á que el carpintero me parecía
en estado de dar fin á la obra sin necesidad de su
auxilio. Ordené únicamente que calentaran otra cal
dera de pez , de lo cual se encargó nuestro cocinero
que se hallaba á bordo . Pero los enemigos estaban tan
aterrorizados con el resultado de su primer ataque ,
que no trataron de volver ; y los que estaban más lejos ,
viendo el buque ya casi derecho y dentro del agua ,
empezaron , según creo , á reconocer su error y á re
nunciar á su empresa , no encontrando lo que habían
aguardado.
Así terminó aquel burlesco combate ; y como habí: -
mos comprado dos días antes arroz, pasas y pan, como
también diez y seis cerdos , y que todo se había trans
portado á bordo , resolvimos no permanecer más allí
y darnos á la vela , por lo que pudiese suceder ; pues
estábamos bien seguros de ser rodeados al día siguiente
por aquellos bribones , en número demasiado conside
rable, para que nuestra caldera de pez pudiera des
embarazarnos de ellos . En su consecuencia, aquella
misma tarde lo dispusimos todo , y al día siguiente por
la mañana estábamos prontos á aparejar. Mientras
tanto permanecimos anclados á alguna distancia de la
costa, dispuestos para combatir ó para largarnos , no
temiendo ya ser molestados por los enemigos .
Al siguiente día, estando todo en orden y reparadas
todas las averías del buque , nos hicimos á la vela .
Hubiéramos querido ir á la bahía de Tonquín para
saber lo que había sido de los buques holandeses que
CAPÍTULO VII . 271

nos habían precedido ; pero no nos atrevimos, porque


habíamos visto entrar después otras muchas embar
caciones . Por lo tanto , nos dirigimos al N.-E. , con
dirección á la isla Formosa , temiendo el encuentro
con algún buque mercante inglés ú holandés , como los
de ambas naciones temen el encuentro de un corsario
argelino .
Cuando estuvimos angolfados en alta mar, continua
mos nuestra ruta al N.-E. , como si fuésemos á Manila
en las islas Filipinas , á fin de no tropezar con buques
portugueses . En seguida nos dirigimos al N. hasta el
grado 22 , 30 minutos de latitud , y de este modo lle
gamos á la isla Formosa , á fin de procurarnos agua y
víveres. Los habitantes , que son muy honrados y
afables, nos los suministraron con la mayor voluntad ,
y en todas sus relaciones y tratos con nosotros obra
ron de la manera más legal y justa , lo que no había
mos experimentado con sus vecinos . Esto es debido
quizás á los restos del Cristianismo introducido en
otro tiempo en la isla por un misionero protestante
holandés ; siendo una nueva prueba de lo que con
frecuencia he observado , esto es, que la religión cris
tiana , por todas partes donde es recibida , civiliza
siempre los pueblos, y reforma á lo menos sus costum
bres , si no consigue cambiarlas del todo.
#
Desde allí dirigimos el rumbo al norte, hasta que
pasamos todos los puertos de aquellas regiones , que
los buques europeos tienen costumbre de frecuentar,
á fin de no caer en su poder en aquellos parajes , pues
en las circunstancias en que nos encontrábamos , no nos
hubiera quedado la más leve esperanza de salvación .
Yendo entonces para el 30 grado de latitud , decidi
mos fondear en el primer puerto comercial que en
contrásemos . Como nos acercamos á la costa , vimos
272 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

venir hacia nosotros un bote que llevaba á bordo un


antiguo portugués , el cual reconociendo un buque
europeo se acercaba á ofrecernos sus servicios . Suma
mente gozosos con aquel encuentro , le recibimos á
bordo ; y en seguida , sin informarse del lugar adonde
queríamos ir , despidió al bote que lo había conducido .
Calculando que este antiguo marino podría llevar
nos adonde quisiéramos, empecé por proponerle si
quería conducirnos al golfo de Nankín , que se halla
en la parte setentrional de la costa de China . Me
respondió que conocía muy bien aquel golfo , pero me
preguntó sonriendo qué queríamos hacer allí . Le dije
que esperábamos vender nuestro cargamento , y tomar
en cambio porcelanas , lienzos ó telas pintadas , sedas
crudas y trabajadas, te , etc. , y volver por la misma
ruta que habíamos ido . Hízome observar que, en dicho
caso , el mejor puerto para nosotros era el de Macao ,
en donde no podíamos menos de encontrar una colo
cación ventajosa para nuestro opio, y en donde nos
seria fácil procurarnos toda clase de mercancías chinas
tan arregladas como en Nankin .
No pudiendo lograr que el anciano desistiese de su
idea, en la cual se empeñaba con obstinación , le dije
que á la par que comerciantes éramos también viajeros,
y que teníamos grandes deseos de visitar la gran ciu
dap de Pekín , y la famosa corte del monarca chino .
<< Entonces , dijo el buen hombre , es preciso que vayáis
á Ningpo , desde donde por el río que desemboca en
el mar no tenéis más que andar cinco leguas para lle
gar al gran canal , navegable por todos partes , y que
atravesando el corazón del vasto imperio chino , cor
tanto todos los ríos, salvando alturas considerables
por medio de compuertas y esclusas , viene á parar
hasta la ciudad de Pekín , después de haber recorrido
CAPÍTULO VII. 273

una extensión de 270 leguas . Está bien, señor por


tugués, respondí ; pero ahora no se trata de eso : toda
la cuestión es saber si estáis en posición de conducir
nos á la ciudad de Nankín , desde donde luego podre
mos transportarnos á Pekín . >>
Contestó afirmativamente , y me dijo que un gran
buque holandés acababa justamente de tomar la
misma ruta . Esta noticia me causó un ligero estreme
cimiento : un buque holandés era para nosotros un ob
jeto de espanto tal , que mejor hubiéramos querido
encontrar al diablo, con tal que él no apareciese bajo
una forma demasiado espantosa ; pues estábamos per
suadidos que el encuentro de un barco de dicha na
ción nos sería fatal, no encontrándonos con fuerzas
para resistirle , siendo todos los buques que comercian
en aquellas regiones de un porte considerable, y por
consiguiente mejor armados que el nuestro .
El anciano marino , observando mi turbación é in
quietud al hablar de un buque holandés , me dijo :
<< Caballero, no debéis temer á los holandeses ; según
creo no están en guerra con vuestros compatriotas.
Es cierto, le respondí ; pero no se sabe las libertades
que los hombres pueden tomarse cuando se ven fuera
del alcancee de las leyes de su país . Pero bien , re
plicó, vosotros no sois piratas ; & por qué habéis de
tener miedo ? Ellos no pueden meterse con un pacífico
buque mercante . » Si toda mi sangre no subió en
aquel momento á mi rostro , fué sin duda que algún
obstáculo en los vasos detuvo su circulación , porque
aquellas palabras me confundieron de tal modo , que
me fué de todo punto imposible el ocultarlo al viejo
piloto . « Caballero , me dijo , conozco que mis pala
bras os han turbado un poco . ¿ Queréis tener la bon
dad de indicarme el camino que más os convenga ?
274 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

Podéis contar siempre con que os serviré de muy


buena gana . - Es verdad , le dije , que mi resolución
está en este momento un poco indecisa tocante al pa
raje adonde quiero ir, y lo que me habéis dicho con
respecto á piratas aumenta mucho más mi incerti
dumbre . Esperaba no encontrarlos en estos mares ,
viendo vos que no estamos en posición de hacerles
resistencia con un buque tan pequeño y una tan débil
tripulación . ―――― ¡ Oh ! caballero, tranquilizaos ; no sé
que se haya presentado ningún pirata por estos parajes
hace á lo menos quince años , á no ser el que se ha
visto , según he oído , habrá cerco de un mes en la
bahía de Siam , pero podéis estar seguro que se ha
dirigido por la parte del sud . Además , que no era un
buque fuerte ni á propósito para tal oficio : no estaba
construído para ser armado en corso ; pero los bribo
nes que componían la tripulación le dieron dicho des
tino después que el capitán y alguna de su gente fue
ron asesinados por los malayos en la isla de Sumatra ,
ó en sus alrededores . —¡Y qué ! dije, fingiendo igno
rar todo lo que había pasado , ¿ ellos sacrificaron á su
capitán ? - No , me respondió , no quiero decir esto ;
pero como ellos se han aprovechado de su muerte para
apoderarse del buque , se cree generalmente que ellos
han abandonado á sú capitán en manos de los malayos ,
ó que fué entregado por ellos . ―― Entonces merecen
la muerte lo mismo que si hubiesen sido los verdade
ros asesinos . ――――――― Es indudable , replicó el anciano, y no
escaparán si tropiezan con algún buque holandés ó in
glés, porque todos se han convenido en no dar cuar
tel á ninguno . ―― Pero ya que vos decís que el pirata
ha abandonado estos mares , ¿ cómo se compondrán
para dar con él ? Se cree, es verdad , que se ha ale
jado, respondió ; pero como ya os he dicho, ha en
CAPÍTULO VII. 275

trado últimamente en la bahía de Siam y en el rio de


Cambodje , en donde ha sido descubierto por unos ho
landeses que pertenecían á su tripulación, y habían
sido abandonados en tierra al mismo tiempo que sus
compañeros huyeron con el buque . Estuvo ya á punto
de ser cogido por los buques ingleses y holandeses que
se hallaban en la ribera ; si las primeras chalupas que
atacaron hubiesen sido á un mismo tiempo auxiliadas
por las demás , lo hubieran cogido sin remedio ; pero
viendo á dos de aquellas chalupas que se acercaron
al alcance de sus cañones, viró de bordo y les hizo
unos cuantos disparos , y las desmanteló antes que
las que venían detrás hubiesen llegado ; después se en
golfó en alta mar , adonde no pudieron perseguirle .
Pero todos los comerciantes hacen una descripción
tan exacta del buque , que están seguros de recono
cerle ; y en cualquier parte donde lo encuentren , han
jurado no dar cuartel ni al capitán ni á la tripulación ,
y colgarlos á todos del palo mayor . — ¡ Cómo ! exclamé ,
¿ ejecutarlos de ese modo sean ó no culpables ? ¿ ahor
carlos primeramente y después juzgarlos ? —¡Oh ! ca
ballero , contestó , el viejo piloto , ? qué necesidad hay
de entablar un juicio con todas las formalidades de
bidas para semejantes bribones ? No hay más que atar
los de dos en dos y arrojarlos al mar , siendo esto úni
camente lo que merecen . »
Por otra parte, sabía que el viejo piloto estaba en
mi poder y no podía escaparse ; por lo tanto , le inte
rrumpí bruscamente y le dije : « ¡ Muy bien , caballero ;
y he aquí justamente la razón que hace que yo quiera
ser conducido á Nankín y no volver á Macao , ni á nin
gún otro puerto del país visitado por los buques in
gleses y holandeses . Sabed que los capitanes , de los
cuales acabáis de hablar, son personas muy insolentes
276 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

y orgullosas , y no saben siquiera en qué consiste la


justicia, ni lo que es conducirse según las leyes divinas
y las de la naturaleza soberbios con su autoridad ,
quieren castigar á los piratas, y no obran más que
como asesinos : ellos no harían ningún escrúpulo en
atacar á gentes falsamente acusadas y declararlas
culpables sin preceder ninguna averiguación ; mas
tengo esperanzas de vivir bastante para pedirles cuenta ,
para enseñarles que la justicia se opone á que se trate
á un hombre como criminal antes de haber hecho
constar el crimen y la identidad del acusado . » Enton
ces le confesé que él estaba en el buque que había sido
atacado le conté detalladamente nuestra refriega
con las chalupas , y como los acometedores manifesta
ron tanta impericia como cobardía ; le referí luego
toda la historia del buque después de nuestra adqui
sición , el servicio que el holandés nos había pres
tado , y las razones que yo tenía de creer en el asesi
nato del capitán por los malayos , y en el robo de la
embarcación por las gentes de la tripulación ; pero
que la acusación de piratería hecha contra ellos era
una pura invención ; que además los comerciantes
habían debido á lo menos asegurarse antes de atacar
al buque de improviso , lo cual nos había obligado á
resistirles. Por último , añadí que la sangre de los
hombres muertos en aquel caso de legítima defensa,
debía recaer enteramente sobre ellos .
El anciano , extramedamente pasmado de la ante
rior narración , me dijo que teníamos razones podero
sas para dirigirnos hacia el norte ; que si le era permi
tido aconsejarnos , detrámos vender nuestro buque en
la China, lo que nos sería sumamente fácil , y comprar
ó construir otro en aquel país . « Aunque no debéis es
perar encontrarlo tan bueno como éste , añadió , po
CAPÍTULO VII. 277

déis procuraros uno que sea capaz para transportaros á


todos , y también las mercaderías , á Bengala ú otra
parte . » Contestéle que aprovecharía su consejo cuando
llegásemos á un puerto en donde pudiésemos hallar
alguna embarcación que nos condujera , y un compra
dor para el nuestro . Me dijo que en Nankín no falta
ría quien quisiese mi buque ; que un barco chino me
bastaría para mi vuelta, y que él se obligaba á propor
cionarme quien comprase el uno y vendiese el otro .
<< Pero ya que decís, le repliqué, que mi buque es tan
conocido , siguiendo vuestros consejos, puedo lanzar
á gentes honradas á los mayores riesgos, y exponerlos
á ser sacrificados ; porque si los agresores reconocie
sen la identidad del buque , la culpabilidad de la tri
pulación les servirá de prueba suficiente . ――― Hay un
medio de prevenir todos estos accidentes : yo conozco
á todos los capitanes de quienes me habéis hablado ;
los veré á medida que pasen , y no dejaré de hacerles
una verdadera relación de tcdo , probándoles que están
en un error . Les diré que es cierto que los que iban á
bordo del buque se habían apoderado de él , pero que
no lo es que se hayan convertido en piratas ; les haré
ver, sobre todo , que no son los mismos que le tripulan
hoy, sino gentes que lo han comprado de buena fe
para hacer su comercio . Juzgo que no dudarán de mi
veracidad , ó á lo menos que obrarán con más circuns
pección para lo sucesivo. - Bien, le dije ; ¿ queréis
encargaros de hacerles una declaración en forma ? -―
Sí, me respondió , con tal que esté autorizada por vos ,
á fin de que puedan ver de dónde viene , y que no ha
salido de mí. » Le repliqué que estaba dispuesto á
dársela ; y en seguida me puse á escribir detallada
mente la relación de mi refriega con las chalupas , las
pretendidas razones , la injusticia y crueldad de aquella
II. 16
278 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

acción diciendo por último á los capitanes que de


bían avergonzarse de su conducta , y que si los encon
traba en Inglaterra se lo haría pagar caro , á menos de
que cuando volviese , las leyes de mi país hubiesen va
riado . Pero el piloto no tuvo ocasión de entregar
aquel escrito , porque no nos abandonó ya más .
Durante esta conversación navegábamos directa
mente hacia Nankin ; y al cabo de unos trece días an
clamos en la punta S.-O. del gran golfo : allí supe por
desgracia que dos embarcaciones holandesas habían
entrado en Nankín un poco antes que yo , y que no
podíamos menos de caer en sus manos. Consulté con
mi asociado sobre el partido que había que tomar ;
pero él estaba tan aturdido como yo , y hubiera que
rido verse en tierra sano y salvo en cualquier parte
que fuese . Sin embargo, habiéndome serenado un
poco , pregunté al anciano piloto si sabía algún fondea
dero ó ensenada en donde pudiese entrar, con el ob
jelo de vender secretamente mi buque á los chinos sin
temor de enemigos . Díjome que si quería navegar hacia
el sud, había á cuarenta leguas de allí un pequeño
puerto llamado Quinchang, en donde los padres mi
sioneros desembarcaban comunmente viniendo de
Macao para instruir á los chinos en el Cristianismo , y
en donde jamás entraba ningún buque europeo ; que
una vez en aquel puerto , podía cuando hubiese des
embarcado calcular la ruta que más tarde quisiera
seguir . Me hizo observar que allí no se hacía ninguna
clase de comercio , á excepción de ciertas épocas del
año en que había una especie de feria para los comer
ciantes del Japón , que iban á comprar á dicho punto
mercaderías chinas .
Convenimos en irnos al citado puerto , cuyo nom
bre quizás esté mal dicho , porque no puedo acordarme
CAPÍTULO VII. 279

de un modo preciso y exacto , aunque lo anoté en mi


libro de memorias , que se me extravió ; pero de lo
que yo me acuerdo es , que los comerciantes chinos
y del Japón , con los cuales teníamos relaciones , le
daban otro nombre que nuestro piloto portugués que
lo llamaba , según he dicho , Quinchang. La resolución
de dirigirnos á aquel puerto era unánime ; levamos el
ancla al día siguiente por la mañana , no habiendo ido
más que dos veces á tierra para proveernos de agua :
debo decir que en las dos ocasiones se manifestaron
los habitantes muy corteses , y nos ofrecieron toda
clase de provisiones , como legumbres, pasas , te,
arroz y algunas aves ; mas no daban nada sin dinero .
Habiéndonos sido contrario el viento, no llegamos
á Quinchang hasta cinco días después : pero aun éra
mos demasiado felices puse el pie en la playa lleno
de alegría y reconocimiento hacia el cielo , resuelto lo
mismo que mi asociado á no volver á meternos en
aquel malhadado buque si podíamos deshacernos de
nuestras mercancías á cualquier precio, y buscar un .
medio para salir de aquel terrible apuro. Debo con
fesar después de tantos años de propia experiencia ,
que de todas las condiciones de la vida , ninguna hace
más desgraciado al hombre que un continuo temor :
la Escritura nos dice justamente que el temor es la
mayor plaga que puede pesar sobre el hombre ; es
vivir muriendo , y abate el espíritu de una manera tal ,
que nada puede animarlo. Él había producido sobre
nuestra imaginación el efecto acostumbrado durante
toda aquella travesía, aumentando el peligro, y re
presentándonos los capitanes holandeses é ingleses
como gentes incapaces de escuchar razones , y distin

guir á un hombre de bien de un malvado ; que más
bien creerían que era un cuento forjado para enga
230 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ñarlos , que no una verídica narración de todo nuestro


viaje , de nuestros proyectos y de nuestras empresas .
Á pesar de que teníamos mil medios para convencer
á todo hombre razonable de que no éramos piratas ,
las mercaderías que llevábamos á bordo , la ruta que
seguíamos , la confianza, con la cual nos dejábamos ver
y entrábamos en todos los puertos , lo débil de nuestro
buque y tripulación , el escaso número de nuestras
municiones y provisiones , eran todas pruebas indu
dables y convincentes : el opio y demás drogas de que
íbamos provistos daban á conocer que habíamos es
tado en Bengala ; los holandeses , que se decía sabían
odos los nombres de la antigua tripulación , hubieran
fácilmente reconocido que la mía era una mezcla de
ingleses, portugueses é indios, no habiendo más que
dos holandeses . Estas circunstancias y otras muchas
hubieran demostrado evidentemente á cualquier co -Ĺ
mandante , en cuyo poder hubiésemos caído , que no
estábamos dedicados á la piratería ; pero el miedo,
esta ciega pasión , nos arrastraba hacia otro camino , y
nos creaba mil fantasmas : él extraviaba nuestro es
píritu , y presentaba á nuestra imaginación un tropel
de sucesos espantosos que jamás debían llegar . Al
principo suponíamos, como todos nos habían dicho ,
que los marinos ingleses, y especialmente los holan
deses , estaban tan furiosos contra los piratas, sobre
todo después que nosotros habíamos batido sus cha
lupas , y que nos escapamos de sus garras , que sin to
marse el trabajo de informarse de si éramos ó no los
que ellos pensaban , nos hubieran sacrificado en el
acto , sin darnos tiempo de alegar algo en defensa
nuestra . Además , reflexionándolo bien, encontrába
mos que en el fondo había tantas apariencias de ver
dad contra nosotros , que no debían calcular el tener
CAPÍTULO VII. 281

necesidad de una más amplia información : en primer


lugar, la identidad del buque era incontestable ; al
guno de los marineros que habían servido á su bordo
podían fácilmente atestiguarlo ; en segundo lugar,
cuando supimos en la ribera de Cambodje la noticia
que ellos venían á visitarnos , ¿ no habíamos atacado
sus chalupas y emprendido la fuga ? Desde entonces
debían creernos piratas , del mismo modo que nos
otros estábamos seguros de no serlo ; como yo repetía
con frecuencia , quizás en su lugar en iguales circuns
tancias no hubiera podido rehusar á la evidencia, y
no hubiera hecho escrúpulo de despedazar á toda la
tripulación , sin creer ni acaso escuchar lo que alega
sen en su defensa.
Cualquier cosa que fuese , era lo mismo que temía
mos para nosotros y mi asociado y yo no pasábamos
ninguna noche sin soñar con la cuerda ó el palo mayor,
ya encontrándonos en medio de los combates , tan
pronto prisioneros, tan pronto matando enemigos , ó
sacrificados por ellos . Una noche , entre otras , soñé
que los holandeses nos abordaban , y que yo maté á uno
de sus marineros ; me animé de tal modo , que pegué
un violento golpe con los puños cerrados en el tabique
de mi cámara, y desperté sobresaltado , con una
mano gravemente herida , la articulación comprimida
y las carnes lastimadas ; temí perder dos dedos .
Otra de mis cavilaciones era el tener que sufrir las
crueldades de los holandeses si teníamos la desgracia
de caer en su poder. Imaginaba que podrían hacerme
sufrir la misma suerte que mis compatriotas habían
experimentado en aquel mismo lugar, y obligar por
medio de la tortura á algunos de los nuestros á con
fesar crímenes de los cuales jamás hubiesen sido cul
pables, á manifestar que todos éramos piratas , de
16 .
282 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

suerte que así nos hubieran condenado con algún apa


rato de justicia ; hubieran podido también caer en la
tentación de apoderarse del buque y del cargamento ,
que valía todo él á lo menos de cuatrocientas á qui
nientas mil libras esterlinas.
Estos pensamientos nos atormentaban día y noche
á mi asociado y á mí . Reflexionábamos que los ca
pitanes de buque no tenían ninguna autoridad para
proceder así, y que si nos rendíamos como prisione
ros, no podrían darnos tormento , ni matarnos , sin
responder de sus actos á su vuelta al país . Pero esto no
nos tranquilizaba ; porque después de ser tratados de
aquel modo , ¿ qué ventaja habríamos alcanzado en la
cuenta que ellos tendrían que rendir más tarde ? Si
hubiésemos sido en un principio asesinados , ¿ qué sa
tisfacción podríamos gozar, aunque fuesen castigados
al entrar en su patria?
Aquí no puedo menos de referir las numerosas re
flexiones que entonces hice sobre las particularidades
de mi vida. ¡Con qué amargura pensaba que después
de haber pasado cuarenta años en medio de dificulta
des y obstáculos continuos , y haber por último lle
gado al puerto á que aspiran todos los hombres , esto
es , la tranquilidad y el bienestar, me veía arrojado
miserablemente y por mi culpa en un cúmulo de
nuevas aflicciones ; que después de haber escapado de
fantos peligros en mi juventud , me encontraba en una
edad avanzada expuesto á ser ahorcado á tan grande
distancia de mi patria , y por un crimen que , lejos de
ser culpable , lo había detestado siempre ! A estas tris
tes ideas se sucedían pensamientos religiosos que me
llevaban á considerar dichos sucesos como un efecto
de la Providencia , y á reconocer que debía someterme
á ellos ; porque si era inocente delante de los hombres,
CAPÍTULO VII. 283

estaba lejos de serlo delante de mi Criador. Buscaba,


pues, en mi vida pasada las faltas que habían podido
hacerme acreedor á tan justo castigo ; y me confor
maba , del mismo modo que me hubiera conformado
á un naufragio, si Dios hubiese querido hacer caer
sobre mí semejante desgracia .
Algunas veces se reanimaba mi valor, y entonces
formaba vigorosas resoluciones. Juraba no dejarme
prender por un puñado de asesinos cruelmente in
placables, pensando que hubiera sido mejor para mí
el haber caído en otro tiempo en poder de los salvajes ,
aunque me hubiesen devorado si me hubiesen hecho
prisionero, que el ser cogido luego por bárbaros cuya
rabia se saciaría con los atroces tormentos . Cuando
los salvajes me daban que hacer, estaba siempre dis
puesto á combatir hasta exhalar el último suspiro.
¿ Por qué, pues, no debía obrar del mismo modo en
tonces que era más horrible para mí el caer en manos
de tales hombres que el ser devorado por los antropó
fagos? Efectivamente , éstos no se comerían un prisic
nero antes de haberlo sacrificado , mientras que los
otros tenían una multitud de medios para hacer la
muerte más cruel . Cuando me dominaban estas ideas ,
me sentía arrastrado por una especie de acceso febril ,
de cuyas resultas me creía verdaderamente empeñado
en un combate ; mi sangre hervía , mis ojos brillaban
como si estuviese violentamente irritado ; no quería
de ningún modo que se me diese cuartel , y cuando ,
finalmente , creía ver que me era imposible resistir
por más tiempo, tomaba el partido de volar el buque
con todo lo que contenía, con el objeto de no dejar á
los acometedores el más pequeño botín .
Cuanto más grandes fueron las ansias y zozobras
que sufrimos en la navegación , tanto mayor y más
284 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.
viva fué nuestra animación al vernos en tierra . Mi aso
ciado me dijo haber soñado que llevaba un fardo en
extremo pesado que tenía que subir á un escarpado
monte. Conocía que no podría sostenerlo largo tiempo,
mas el piloto portugués había ido á descargarle , á
cuyo tiempo el monte había desaparecido , no habien
do quedado más delante de él que una grande y her
mosa llanura. Dicho sueño tenía algo de verídico ,
porque nos hallábamos todos como aliviados y libres
enteramente de una pesada carga . Por mi parte , me
sentía el corazón desahogado de un peso que no tenía
la fuerza suficiente para sobrellevar . Por tanto , según
he dicho ya, estábamos decididos á no volver á nave
gar con aquel buque .
Cuando desembarcamos , el anciano piloto , que
había llegado á ser nuestro íntimo amigo , nos buscó
un alojamiento ó posada , y un almacén para nuestros
géneros , cuya habitación y almacén se diferenciaban
muy poco . Era una pequeña casa ó cabaña lindante á
otra mayor ; las dos estaban construídas de cañas , y ro
deadas de una empalizada de bambúes , para servir de
defensa contra los ladrones , que á lo que parece son
muy numerosos en aquel país . Además , los magistra
dos nos concedieron una pequeña guardia , teniendo
un soldado armado con una especie de alabarda de
centinela á nuestra puerta . Diariamente le dábamos
una medida de arroz y una moneda del valor de seis
sueldos . De este modo nuestros géneros estaban seguros .
La feria ó mercado que tienen ordinariamente en
aquel paraje había tenido lugar después de algún
tiempo ; no obstante , encontramos aun tres ó cuatrojun
cos (barcos) en la ribera, y dos buques del Japón carga
dos de géneros de la China , que aguardaban para hacerse
á la vela á los comerciantes que estaban aun en tierra.
CAPÍTULO VII. 235

Lo primero que hizo nuestro viejo piloto fué colo


carnos con tres misioneros católicos que tenían su
residencia en la población hacia ya algún tiempo , con
el objeto de convertir los habitantes al Cristianismo .
Nos pareció que se tomaban muy poco interés , y que
sus neófitos eran míseros cristianos, cuando llegaban
á serlo ; mas aquello no era de nuestra incumbencia .
De los tres misioneros , el uno era francés , y se llamaba
P. Simón ; el otro era portugués , y el otro genovés :
únicamente el P. Simón fué el que se mostró político,
de buenas maneras , y agradable en su conversación ;
los otros dos , más reservados, parecían rígidos y
austeros, y se dedicaban seriamente á la obra para la
cual habían sido destinados, es decir, para predicar á
los habitantes é insinuarse en su intimidad cuando se
presentaba ocasión favorable . Con frecuencia comía
mos con ellos aunque la conversión (según ellos lla
maban) de los chinos al Cristianismo me pareció muy
remota de la verdadera conversión , precisa para guiar
á un pueblo idólatra á la ley de Jesucristo , pues que
se limitaba á que aprendiesen su nombre , á repetir
algunas súplicas á la Santísima Virgen y á su divino
Hijo en un idioma que ellos no comprendían , á hacer
la señal de la cruz , y otras prácticas semejantes ; á
pesar de esto, digo , y debo manifestar que aquellos
religiosos , llamados misioneros , tienen la firme con
vicción que aquellas gentes se salvarán , y que ellos
son el instrumento de su salvación . Con este objeto
arrostran no sólo las fatigas del viaje y los peligros de
la empresa , sido también las más de las veces la muerte
misma, acompañada de los màs crueles tormentos ; y
ciertamente , por cualquier lado que se mire , es pre
ciso estar desprovisto de todo sentimiento de caridad
para no admirar el celo valeroso con que cumplen
286 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

aquella obra llena de peligros sin esperar ninguna


ventaja temporal ; mas volvamos á nuestra narración .
Según parecía, el P. Simón se hallaba encargado por
su superior de ir á Pekín , residencia del emperador
chino , aguardando para partir la llegada de otro sacer
dote que debían enviar de Macao siempre que lo
encontraba me invitaba á hacer dicho viaje con él,
prometiendo enseñarme todas las maravillas de aquel
poderoso imperio, y la ciudad más grande de todas.
las del universo . « Una ciudad , decía él, que vuestro
Londres ni nuestro París reunidos pueden igualarla . »
Hablaba de Pekín , que confieso es una ciudad muy
grande y sumamente poblada . Pero como yo he visto
las cosas de otro modo que los demás , diré mi opinión
en pocas palabras cuando la continuación de mis
viajes me proporcione el hablar más detenidamente ;
pero primeramente hablaré de mi misionero el P. Si
món un día que comíamos juntos , y que estábamos
todos de muy buen humor, me mostré dispuesto á par
tir con él ; él nos apretó vivamente á que consintiésemos
en su proposición . « Pero , P. Simón, exclamó mi aso
ciado , ¿ cómo deseáis tanto nuestra compañía ? Sabéis
que somos herejes, y no debéis por consiguiente ni
querernos , ni hallaros con gusto en nuestra sociedad .
¡ Oh ! dijo, vosotros llegaréis á ser buenos católicos
con el tiempo . Mi destino aquí es convertir á los paga
nos pero quién sabe si os convertiré también ? - Muy
bien , padre mío , le respondí ; ¿ queréis , pues, irnos pre
dicando todo el viaje ? ―――― No temáis , no seré importu
no nuestra religión no es incompatible con la políti
ca. Además, nos consideramos como compatriotas , y
lo somos en realidad , teniendo en cuenta el país en
que nos encontramos ; en fin , si vosotros sois hugono
tes , y yo católico , á lo menos somos todos cristianos y
CAPÍTULO VII . 287

gente honrada, y en consecuencia podemos bablar sin


herirnos mutuamente . »>
El fin de su discurso me gustó sobremanera , y me
recordó el buen sacerdote que había dejado en el Bra
sil ; pero faltaba mucho para que el padre Simón lle
gase á la altura de su carácter . Es cierto que no se ob
servaba en él ninguna apariencia de ligereza culpable ;
pero no tenía aquel fondo de cristiano celo , de severa
piedad, y de sincero amor por la religión que distin
guía á mi buen eclesiástico . Sin embargo , dejamos por
un momento al P. Simón , aunque no cesase de solici
tar el acompañarnos ; teníamos otros negocios que ter
minar, pues era preciso sacar partido de nuestro bu
que y de nuestros géneros, siendo esto bastante difícil ,
visto el poco tráfico que se hacía en aquel puerto . Tuve
idea de hacerme á la vela para la ribera de Kilam y
ciudad de Fankín ; mas entonces me pareció que la
Providencia se mezclaba visiblemente en nuestra em
presa. Tuve en aquella época una especie de presen
timiento de que podría salir de un modo ú otro de
aquellos terribles apuros, y volver por último á mi
patria, aunque no tuviese la más leve idea de los me
dios que se me ofreciesen . La Providencia , repito , pa
reció abrir el camino . La primera cosa favorable fué la
llegada de un comerciante del Japón, que nos presentó
el anciano portugués. y que se informó de los géneros
que teníamos empezó por comprarnos toda la partida
de opio, pagándonoslo á muy buen precio, que lo en
tregó en oro al peso , parte en pequeñas monedas de
su país, parte en barras de diez ó doce onzas cada una ;
después de haber comprado el opio , me ocurrió que
quizas también compraría el buque , por lo cual dije á
su intérprete que le hiciera dicha proposición . Al
principio no respondió, no haciendo más que enco
288 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

gerse de hombros ; mas algunos días después volvió con


uno de los misioneros para que le sirviese de intér
prete , encargándole que nos hiciese la siguiente propo
sición nos había comprado, decía, una gran canti
dad de géneros antes de saber que queríamos vender
nuestro buque , de modo que no le quedaba bastante
dinero para pagarlo ; pero si yo quería dejarle la tripu
lación , proponía tomar en arriendo el buque para un
viaje al Japón desde dicho punto lo enviaría con car
gamento á las islas Filipinas después de haber satis
fecho el flete , y á su vuelta compraría el buque .
No sólo escuché aquella proposición , sino que mi
cabeza empezó á calentarse , no tardando en ocurrír
seme la idea de partir para Filipinas , y desde allí dar
me á la vela para los mares del sud . Pregunté enton
ces al comerciante si no podría alquilar el buque hasta
Filipinas, y desembarcarnos allí . Respondió que no
podía ser, porque le faltaría á su vez el cargamento ;
pero que él nos desembarcaría en el Japón . Estaba á
punto de cogerle la palabra y marchar con él , cuando
mi asociado , más prudente que yo , me desvió de
aquella idea , representándome los peligres á los cuales
me expodría , ya en aquellos mares, ya en el mismo
Japón , por parte de aquellos pueblos falsos, trai
dores y crueles ; ya en las islas Filipinas por parte de
los españoles .
Mas para concluir tan gran negocio era preciso con
sultar primeramente al capitán y á la tripulación , para
saber si querían ir al Japón . Mientras me ocupaba en
esto , el joven que mi sobrino me había dejado por
compañero de viaje , vino á buscarme , y me dijo que
la expedición propuesta por el comerciante le había
gustado, y me aconsejaba llevarla á cabo , porque cier
amente me sería sumamente ventajosa . Añadió que si
CAPÍTULO VII . 289

no me decidía, y quería autorizarle para hacer dicho


viaje como comerciante , ó bajo cualquiera otra cuali
dad que fuese de mi agrado darle , prometía que si
tenía la dicha de volver á Inglaterra sano y salvo, me
daría una cuenta fiel de sus provechos , que podría mi
rar como míos.
No hubiera querido separarme de ningún modo de
mi joven compañero ; pero calculando las ventajas
realmente considerables que podría sacar, y estando
persuadido de su capacidad para lograr el fin que se
proponía, me sentí dispuesto á dejarle partir , reser
vándome, no obstante, el consultarlo con mi asociado ;
prometíle , sin embargo , darle la contestación al día
siguiente . Hablé sobre el particular con mi asociado ,
el cual me hizo una muy generosa oferta . « Ambos , di
jo , hemos tomado la resolución de no volver á embar
carnos en el buque que nos ha sido tan funesto : si
vuestro secretario (así llamaba á mi joven compañero)
quiere intentar el viaje , yo le cedo mi parte del buque
para que saque lo que pueda ; y si vivimos lo bastante
para volver á vernos en Inglaterra , y ha tenido ganan
cias en su expedición , nos podrá dar cuenta de la mi
tad del provecho por el alquiler del buque , y el resto
será propiedad suya .
Después que mi asociado , que no tenía ningún mo
tivo para interesarse por mi secretario , me hizo seme
jante oferta, yo no pude hacer otra cosa más que imi
tarle ; y como toda la tripulación consentía en partir
con él , le conferimos la propiedad de la mitad del buque ,
y él por su parte se obligó por escrito á darnos cuenta
de la otra mitad , después de lo cual partió para el Japón .
El comerciante japonés se condujo con él con la
mayor honradez le protegió en el Japón , obtenién
dole el permiso de desembarcar, cuyo permiso no se
II. 17
290 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

concede á los europeos sino después de algún tiempo


y por medio de mucho influjo . Le pagó exactamente
su flete, y lo envió á Filipinas con un cargamento de
porcelana de la China y del Japón , acompañado de un
comisionado ó agente del país que , comerciando con
los españoles , le trajo géneros europeos, así como
también una considerable provisión de clavo y otras
especias . Á su vuelta, el japonés no sólo le pagó exac
tamente el flete á muy buen precic sino que como el
joven inglés no quiso entonces vender el buque, le
confió géneros por su cuenta . Por lo tanto, reuniendo
algún dinero y algunas especias de su propiedad , el
citado joven volvió á las islas Filipinas, en donde
vendió ventajosamente su cargamento á los españoles .
Allí , por influjo de algunas relaciones que hizo , obtuvo
que su buque fuese declarado libre, y lo alquiló al go
bernador de Manila para ir á Acapulco (América), en
la costa de Méjico . El gobernador le concedió la auto
rización para poder desembarcar , ir por tierra hasta
Méjico, y hacerse transportar á Europa con todo su
equipaje en un buque español . Hizo el viaje á Acapulco
con la mayor felicidad : allí vendió su buque , y ha
biendo obtenido permiso de ir por tierra á Porto-Bello,
encontró medio de pasar á la Jamaica con todo lo que
había reunido . Cerca de ocho años después volvió á In
glaterra excesivamente rico , como veremos en su lu
gar. Pero ya es tiempo de que volvamos á continuar
mis aventuras .
En el momento de separarnos del buque y de su tri
pulación, tratamos de recompensar á los dos marinos
que nos habían avisado tan á tiempo de los designios.
formados contra nosotros en la ribera de Cambodje .
En efecto , el servicio que nos habían prestado fué muy
grande y merecían nuestro reconocimiento , aunque , sea
CAPÍTULO VII. 291

dicho de paso , ellos fuesen verdaderamente unos bri


bones . Nos habían tomado realmente por piratas, y no
habían venido sólo para darme aviso del complot que
me amenazaba , sino más bien con el fin de llevar con
nosotros una vida de forajidos , según uno de ellos más
tarde lo confesó, Sin embargo , el servicio que nos ha
bían hecho no por eso era menos positivo : en su con
secuencia, para cumplir la promesa que les había
hecho de mostrarme agradecido , mandé que se les
pagase primeramente lo que pretendían adeudárseles
á bordo de sus respectivos buques ; además, hice que
diesen á cada uno una pequeña suma en oro , que los
puso contentísimos ; finalmente , el inglés fué nombrado
artillero , habiendo el nuestro ascendido á segundo
contramaestre y agente responsable : al holandés se le
hizo contramaestre . Así se hallaron satisfechos uno y
otro , siendo muy útiles en lo sucesivo , porque eran
hábiles marinos y hombres intrépidos .
En aquel entonces nos hallábamos en la China , y si
me había considerado como alejado y desterrado de
mi país cuando estaba en Bengala, en donde podía en
contrar por mi dinero tantos medios de volverme ,
¿ que debía yo pensar viéndome mil leguas más lejos.
de mi patria y desprovisto enteramente de todo medio
de volver? El solo recurso que nos quedaba era la ve
nida de la época fijada de la feria , que debía tener lu
gar dentro de cuatro meses , lo cual nos proporcionaría
la ocasión de adquirir toda especie de productos del
país, y quizás comprar un barco chino ó algún pequeño
buque de Tonquín que nos transportase juntamente
con nuestros géneros adonde quisiésemos . Esta idea.
me agradó y resolví adoptarla . Además , como nuestras
personas no eran sospechosas, si venía de aquella parte
alguna embarcación holandesa ó inglesa podíamos te
292 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ner ocasión de embarcar en ella nuestra pacotilla y ha


cernos conducir á algún puerto de la India, un poco
más cerca de nuestro país . Esta esperanza nos decidió
de hecho á quedarnos en aquel paraje ; pero para en
tretenernos hicimos dos ó tres pequeños viajes por el
país . En el primero , que duró diez días , visitamos á
Nankin , población digna de ser vista. Dícese que en
cierra un millón de habitantes : está edificada con mu
cha regularidad ; todas las calles están tiradas á cordel
y cortadas en ángulo recto , lo cual contribuye á la be
lleza de su aspecto ; mas cuando comparo un misera
ble pueblo de aquellas regiones á las naciones euro
peas, encuentro que sus monumentos , costumbres,
política, religión, riquezas y esplendor, como quiera
llamárseles , apenas merecen ser mencionados.
Hay que notar que si nos maravillamos al aspecto de
la grandeza , del lujo , de las ceremonias pomposas , del
gobierno , de la industria , del comercio y costumbres
de aquellas poblaciones , no es porque todas sus cosas
sean por sí mismas dignas de admirarse ó de llamar
la atención , sino porque en razón de la idea que nos
han dado de la barbarie de aquellas regiones, de la
grosería é ignorancia que allí reina , no esperamos en
contrar una cosa tan distinta . Pero ¿ qué son sus edi
ficios comparados con los palacios ó casas reales de
Europa ? ¿ Qué es su comercio al lado del comercio
universal de Inglaterra, de Holanda , de Francia
y de la España ? ¿ Qué son sus ciudades para las
nuestras bajo el punto de vista del lujo , poder, elegan
cia de trajes, riqueza de mueblaje y su infinita varie
dad ? ¿ Qué sus puertos con algunos juncos ó barcas,
en comparación de nuestro modo de navegar, de nues
tras flotas mercantiles , de nuestra inmensa y formida
ble marina? Nuestra ciudad de Londres hace más co
CAPÍTULO VII. 293
mercio elia soia que la mitad de aquel vasto imperio ,
y una fragata de línea inglesa , francesa ú holandesa de
ochenta cañones , sería capaz de batir las fuerzas na
vales de la China Pero como ya he dicho , la extensión
de sus posesiones y comercio , el poder de su gobierno,
la fuerza de sus ejércitos nos admiran , porque estando
acostumbrados considerarlos como una nación de
bárbaros é idólatras , apenas á la altura de los salvajes ,
no encontramos nada que se parezca á lo dicho . Se
puede aplicar á sus ejércitos lo que ya he dicho de su
marina todas las fuerzas de su imperio , aun cuando
pusieran dos millones de hombres en campaña , no ha
rían más que asolar el país y destruirse ellos mismos .
Si tuviesen que sitiar alguna plaza fuerte de Flandes ó
pelear contra un ejército disciplinado , una buena línea
de coraceros alemanes ó de caballería francesa arrolla
ría toda la caballería de la China ; un millón de sus in
fantes no podrían hacer frente á uno de nuestros cuer
pos de infantería formados en batalla (con tal que
estuviese colocado de modo que no pudiesen cercarle) ,
aun cuando fuesen más de veinte contra uno ; y no
será exageración si digo que treinta mil hombres de
infantería alemana ó inglesa , y diez mil caballos bien
ejercitados, batirían á todas las fuerzas del imperio .
Allí no hay la superioridad de nuestras fortificaciones
y del arte de nuestros ingenieros en el ataque y defensa
de las plazas no se encuentra en toda la China una
ciudad fortificada que pueda sostenerse un mes contra
los ataques y baterías de un ejército europeo ; todos
los ejércitos chinos no podrían llegar á tomar una plaza
como Dunkerque , á menos de ser por hambre , aun
que estuviesen sitiándola por espacio de diez años . Es
cierto que tienen armas de fuego , pero muy mal cons
truídas y tardías en salir el tiro : su pólvora tiene muy
294 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

poca fuerza ; sus ejércitos carecen de disciplina, y les


falta habilidad en el ataque , y sangre fría en la retirada.
Por tanto , confieso que me pareció muy extraño al
llegar á Inglaterra oir ponderar á mis compatriotas el
poder, riquezas , esplendor , magnificencia y comercio
de los chinos , siendo así que , según mi opinión , no
son más que un despreciable rebaño de esclavos igno
rantes y sordidos , sujetos á un gobierno verdaderamente
digno de mandar á semejante pueblo . Si la Rusia no se
hallase á una tan enorme distancia de la China, y si la
nación moscovita no fuese en cierto modo tan igno
rante , tan nula y tan mal gobernada como aquella, el
czar de Moscovia podría fácilmente apoderarse de todo
aquel país y conquistarlo por medio de una sola cam
paña . Si el czar, este príncipe que hoy empieza á darse
á conocer, se hubiese dirigido á la China en lugar de
atacar á los belicosos suecos , y estuviese impuesto en
el arte de la guerra , según se dice , bajo el supuesto
que ninguna de las potencias de Europa hubiese me
diado ó entrado en deseos de hacer lo mismo , hoy día
podría ser emperador de la China, en lugar de haber
sido batido en Narva por el rey de Suecia, cuyos sol
dados eran apenas uno contra seis .
De la misma manera que los chinos son inferiores á
los europeos en fuerza , poder, navegación , comercio y
agricultura de la misma también están atrasados en
ciencias , de las cuales no tienen más que rudas y de
fectuosas nociones . Á pesar de todo , ellos poseen glo
bos y esferas, y algunos ligeros conocimientos de ma
temáticas imaginándose que saben más que todos los
demás , pero apenas tienen idea de los movimientos
de los cuerpos celestes : la masa general del pueblo es
con respecto á esto tan estúpida é ignorante , que
cuando tiene lugar un eclipse de sol, creen que este
CAPÍTULO VII . 295

astro es alacado por un desforme dragón que quiere


llevárselo, por lo cual mueven la mayor zambra y
algazara con todos los tambores, calderos y campanas
que hay en el país , con el objeto de hacer huir l
monstruo , precisamente del mismo que nosotros nos
valemos para atraer un enjambre de abejas.
Ésta es la sola digresión que me he permitido en la
relación de mis viajes ; no haré , pues , descripciones
de pueblos y países que de ningún modo entran en mi
plan, y los cuales nada tienen de común con el fin que
me he propuesto : solamente relataré mis aventuras
personales durante la vida errante que llevé , haciendo
mención de incidentes tan raros y variados , que ja
más se habrán visto otros semejantes . No hablaré de
lugares notables, de regiones desiertas y de innume
rables países que tengo aun de recorrer, á menos que
sea absolutamente indispensable para la mejor inteli
gencia de mi propia historia.
Yo me encontraba entonces, según mis cálculos , en
el centro de la China , cerca de los treinta grados de
latitud Norte , pues habíamos vuelto de Nankín . Tenía
los más grandes deseos de ver la ciudad de Pekín , de
la cual tanto había oído hablar, mayormente importu
nándome el P. Simón todos los días á que fuéramos
juntos. Finalmente , hallándose ya fijado el momento
de su partida , y habiendo llegado de Macao el misio
nero que debía acompañarle , fué preciso tomar un par1
tido . Me atuve al parecer de mi asociado , dejándolo á
su decisión . Al cabo se pronunció por la afirmativa, y
lo dispusimos todo para el viaje. Procuramos hacer
nuestra ruta del modo más seguro , pues obtuvimos el
poder formar parte del séquito de uno de los manda
rines del país . Éstos son una especie de vireyes ó prin
cipales autoridades de la provincia en donde tienen su
296 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

residencia ostentan un gran tren en su palacio ; no


viajan más que con un numeroso acompañamiento y
rodeados de grandes deferencias por parte del pueblo ,
aunque para éste sean una carga muy pesada, pues
que está obligado á costearlo todo , tanto á ellos como
á los que le acompañan en sus viajes . La observación
que hice viajando con el séquito del mandarín , fué que
yendo todos provistos de lo necesario para hombres y
caballos , no por eso estuvimos menos obligados á pa
gar las provisiones á los precios corrientes del país,
cobrándolo el tesorero del mandarín con la mayor
puntualidad . Por lo tanto , la facilidad de viajar con el
séquito del mandarín , aunque para nosotros fuese muy
cómoda, él por su parte no nos dispensaba un gran fa
vor ; al contrario , era para él una gran ventaja , si se
considera que más de treinta personas viajaban como
nosotros bajo su protección , y que les hacía pagar
todas las provisiones que el país le suministraba .
Empleamos veinte y cinco días para llegar á Pekín ,
atravesando un terreno sumamente poblado , pero muy
mal cultivado , según pude juzgar . La agricultura, la
economía rural, la manera de vivir , todo es miserable ,
á pesar de lo que se cuenta sobre la industria de dicho
pueblo ; su orgullo es excesivo , no siendo sobrepujado
más que por su pobreza , y en cierto modo ayuda aun
á lo que yo llamo su miseria . Estoy tentado á creer
que los salvajes de la América , que viven en un estado
completo de desnudez , son más felices que las clases
menesterosas de la China . Á lo menos, si aquellos nada
tienen, tampoco desean nada ; en lugar que éstos , or
gullosos é insolentes , no son más que en lo general
mendigos y sirvientes : la ostentación de los ricos es
increíble ; su manía es tener tantos esclavos ó criados
como pueden mantener ; y lo que es el colmo del ri
LALY. C

Una pobre bestia, hambrenta y coja, le servia de calbagadura.


17.
CAPÍTULO VII. 299

dículo , que desprecian todo lo que no les pertenece.


Debo decir francamente que viajé después con más
placer por los desiertos y vastas soledades de la gran
Tartaria, que en àquel dichoso país , en donde sin em
bargo los caminos están en muy buen estado , y son
muy cómodos para viajar . Pero nada era para mí más
chocante que el ver aquel pueblo tan altanero , impe
rioso é insolente en el seno de la más ruda ignoran
cia, teniendo con frecuencia ocasiones de divertirnos
con su orgullosa mendicidad mi asociado , el padre
Simón y yo.
Una vez, entre otras , acercándonos á la morada de
un noble campesino , como decía el padre Simón , á
unas diez leguas de Nankín , tuvimos el honor de ca
balgar por espacio de dos millas en compañía del dueño :
su equipaje era el de un perfecto don Quijote por la
mezcla de pompa y de pobreza que en él se notaba :
su vestido hubiera cuadrado muy bien á un gracioso ó
payaso ; era de indiana , pero muy sucio , con mangas
perdidas, adornado por todas partes de borlitas y pi
cos ; iba cubierto además de una especie de capa de
tafetán , tan llena de grasa como si hubiese sido un co
cinero , dando á entender con esto que su señoría era
muy desaseado . Una pobre bestia , hambrienta y coja ,
que dos esclavos seguían á pie para hacerla andar , le
servía de cabalgadura armado de un látigo , santi +
guaba al animal desde la cabeza á la cola , mientras
que sus esclavos se ejercitaban en las ancas ; seguía el
mismo camino que nosotros, acompañado de diez ó
doce criados , y se dirigía desde la ciudad á su casa de
campo, que distaba una media legua del sitio en que
lo encontramos . Viajábamos , tan despacio , que aquel
gentilhombre nos ganó la delantera , tanto más , cuanto
que nos paramos una hora en un lugarcillo para refres
300 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

car ; por lo tanto, cuando llegamos cerca de su castillo ,


le vimos ya colocado delante de su puerta en una es
pecie de pequeño jardín , dispuesto para que le sirvie
sen la comida . Se le podía ver fácilmente , y se nos dió
á entender que cuando más lo mirásemos más satisfe
cho estaría . Estaba sentado debajo de un árbol pare
cido á una palmera enana , el cual extendía su sombra
por encima de su cabeza por el lado del mediodía ;
pero además tenía puesto debajo del árbol un gran
quitasol que hacía muy buen efecto . Estaba sentado ,
ó más bien tirado negligentemente sobre un disforme,
sillón que apenas podía contener su corpulencia . Los
manjares eran servidos por dos mujeres esclavas , y
otras dos estaban ocupadas , la primera en dar de co
mer al amo con una cuchara, y la segunda en tenerle
el plato con una mano , mientras que con otra recogía
lo que caía sobre la barba ó el vestido de su señoría .
Al contemplar semejante espectáculo me puse á re
flexionar en los tormentos ridículos que la vanidad
prepara á los hombres , y en el embarazo que debe
causar á una persona sensata un desgraciado inclinado
al orgullo ; luego, dejando á aquel pobre tonto com
placerse en la idea que nosotros no le observábamos
más que para admirar su magnificencia, mientras que
no nos excitaba más que la compasión ó el desprecio ,
continuamos nuestro viaje ; únicamente el padre Si
món tuvo la curiosidad de pararse algunos momentos
más para informarse cuáles eran las golosinas con que
el magistrado del país se regalaba con tanta pompa .
En su vista tuvo el honor de probarlas , no siendo otra
cosa más que un plato de arroz hervido , sazonado con
una cabeza de ajos, una pequeña bolsita llena de pi
mienta verde y de otra planta parecida al jengibre , con
un fuerte olor á almizcle , y picante como la mostaza,
CAPÍTULO VII. 301

y por último, todo cocido con un pedazo magro de


carnero, componía la opípara comida del noble señor :
cuatro ó cinco domésticos le rodeaban á cierta distan
cia, los cuales probablemente debían comer los res
tos de la comida de su amo .
Tocante al mandarín que nosotros seguíamos , era
respetado como un rey : no se dejaba ver más que
en medio de sus gentilhombres, y rodeado de una
pompa tal, que no pude nunca verle más que de lejos ;
mas lo que especialmente noté fué que no había en
todo su cortejo un caballo que valiese lo que la menor
caballería de Inglatera , á pesar de que era muy difícil
de juzgar, porque iban tan bien empaquetados con
mantas , arneses , etc. , que apenas se les veía la cabeza
y los pies.
Sentía mi corazón muy aliviado después que me
veía libre de inquietudes y de la ansiedad de que ya
he hablado . La ausencia de toda idea aflictiva me hizo
parecer el viaje agradable ; además , no experimenté
ningún accidente incómodo , á no ser que al vadear
un pequeño rio mi caballo cayó, y me hizo perder el
estribo, es decir , me tiró al agua . Tenía poca profun
didad, pero fué la suficiente para mojarme de pies á
cabeza. Hago aquí mención de esto , porque entonces
fué cuando se me echó á perder el librito de memo
rias, en el cual había apuntado los nombres de las per
sonas, y de los lugares de los cuales me quería acordar.
Finalmente , llegamos á Pekín no tenía á mi servi
cio más que el joven que el capitán mi sobrino me
había dado en calidad de doméstico , y que se me
mostraba muy adicto y activo . Mi asociado llevaba un
criado que era pariente suyo . Con respecto al piloto
portugués , como deseaba ver la corte de Pekín , nos
encargamos de su manutención , por el placer que nos
302 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

causaba su compañía . Como sabía la lengua del país ,


hablaba bien el francés y un poco el inglés , nos servía
de intérprete . Ciertamente , dicho anciano nos fué su
mamente útil en todos conceptos .
Había poco más de una semana que nos hallábamos
en Pekín , cuando un día vino á encontrarme , yriéndose
me dijo : « ¡ Ah , señor inglés ! tengo que contaros una
cosa que os alegrará . —¡ Que me alegrará ! ¿ qué es lo
que puede ser ? No creo que en este país haya cosa que
pueda causarme una grande alegría, ni tampoco una
grande tristeza . -- Sí, sí, dijo el buen hombre en mal
inglés : ello os dará alegría á vos , y pesadumbreá mí .
¿ Y por qué tendréis vos pesadumbre ? - Porque con
duciéndome aquí me habéis precisado á hacer un viaje
de veinte y cinco días , teniendo que volverme abso
lutamente solo , y ganar el puerto como pueda , sin
caballo , sin buque, y sin pecune . » Así llamaba siempre
al dinero , en un latín corrompido , del cual tenía una
gran provisión para nuestra diversión y entreteni
miento. En fin , me dijo que había en la ciudad una
grande caravana de comerciantes moscovitas y pola
cos , que se disponía á marchar por tierra á Rusia en
el corto tiempo de cuatro ó cinco semanas , y que
estaba seguro que aprovecharíamos la ocasión de par
tir con ellos , mientras que él se vería obligado á vol
verse solo .
Confieso que dicha noticia me scrprendió tan agra
dablemente , que estuve un momento sin poder ha
blar ; por último , volviéndome hacia él le dije : « ¿ Cómo
lo sabéis ? ¿ estáis bien seguro de ello ? ― Sí replicó :
esta mañana he encontrado en la calle á uno de mis
antigos conocidos , á un armenio que está con ellos.
Últimamente , ha venido de Astracán , y se proponía ir
á Tonquín , en donde yo le conocí en otro tiempo ;
CAPÍTULO VII . 303

mas ha mudado de parecer, habiéndose decidido á


partir ahora para Moscou con la caravana, para bajar
luego por el Volga hasta Astracán. - Muy bien ,
amigo mío , tranquiliza os no iréis , pues , solo : si
esto es un medio para mí de ver la Inglaterra, vuestra
será la culpa si volvéis á Macao . »>
Entonces fuí á consultar con mi asociado sobre lo
que el quería hacer. Le pregunté qué pensaba acerca
de la noticia del piloto , y si vendría bien á sus ideas .
Contestóme que estaba dispuesto á hacer todo lo que
yo quisiese, porque él tenía tan bien arreglados sus
negocios en Bengala , y había dejado sus intereses en
tan buenas manos , que si para completar el buen viaje
que habíamos hecho podía proveerse en la China de
sedería que valiese el transporte , se decidiría de buena
gana á marchar para Inglaterra, desde donde volvería
á Bengala con los buques de la Compañía. Así resuelto
convenimos que si nuestro piloto portugués quería ir
en nuestra compañía , nos encargaríamos de su manu
tención y demás gastos hasta Moscou ó hasta Ingla
terra, silo quería así. Si hubiésemos limit ado la recom
pensa á eso solo, ciertamente no hubiéramos podido
pretender el pasar por generosos ; su adhesión mere
cía más. No sólo había sido nuestro piloto en el mar,
sino también nuestro corredor en tierra ; y procurán
donos el conocimiento de un comerciante del Japón ,
había hecho entrar en nuestros bolsillos algunos cen
tenares de libras esterlinas. Después de haber con
sultado ambos tocante á dicho asunto , y encontrán
donos dispuestos á recompensarle , lo cual era muy
justo , y á conservarle con nosotros en atención á
que era un hombre muy útil en todas ocasiones ,
tratamos de darle entre los dos cierta cantidad en
metálico, que según mi cálculo podía ascender á
304 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ciento setenta libras esterlinas , y á dispensarle de


todo gasto .
Teniéndolo ya todo arreglado , mandamos llamar al
anciano portugués para participarle el resultado : le
dije que ya que se había quejado de verse obligado á
volver solo , tenía el placer de anunciarle que si no
quería irse , y estando decididos nosotros á volver á
Europa con la caravana, habíamos resuelto el pregun
tarle si quería ir con nosotros . Meneó la cabeza, y nos
dijo que era un viaje muy largo, mayormente para él,
que no tenía una blanca , ni para ir tan lejos , ni para
subsistir á su llegada . Le respondí que eso estaba pre
visto , y que bajo este concepto queríamos hacer por
él algo que le probase cuán agradecidos estábamos al
servicio que nos había prestado, y cuán agradable al
mismo tiempo nos era su compañía ; entonces le de
claré la suma que teníamos intención de darle en el
acto , á fin de que pudiese disponer de ella , añadiendo
que si consentía en acompañarnos , nos encargábamos
de llevarle hasta Rusia , y aun hasta Inglaterra misma,
sin que le costase nada más que el transporte de sus
géneros . Quedó admirado de esta proposición , y ex
clamó que nos seguiría hasta el fin del mundo : en
tonces nos ocupamos en los preparativos del viaje ; sin
embargo , los comerciantes tenían lo mismo que nos
otros muchas cosas que hacer, y en lugar de estar
dispuestos al cabo de cinco semanas , se pasaron cua
tro meses y algunos días antes que estuviese prepa
rado todo .
Á principios de febrero salimos de Pekín . Mi aso
ciado y el anciano piloto habían ido mientras al puerto,
en el cual habíamos desembarcado primeramente,
para deshacerse de algunos géneros que nosotros ha
bíamos dejado allí ; yo partí para Nankín con un co
CAPÍTULO VII. 305

merciante chino , con el cual había trabado conoci


miento en aquella población , y que había venido á
Pekín á negocios . Compré ochenta piezas de magní
fico damasco y otras doscientas de hermosas sederías
de varias especies, habiendo entre ellas algunas con
bordados de oro , teniendo tiempo de volver á Pekín
con toda mi pacotilla antes de la vuelta de mi aso
ciado además, adquirimos una grande cantidad de
seda cruda y algunos otros géneros , que solamente
éstos ascendían á tres mil quinientas libras esterlinas ,
lo cual , comprendido el te y los lienzos pintados con
más tres camellos cargados de especia, llavábamos
por nuestra parte un carguío de diez y ocho camellos ,
no comprendiendo los que debíamos montar. Llevá
bamos además dos ó tres caballos de mano , y otros
dos cargados de provisiones, todo lo cual hacía subir
nuestro equipaje á veinte y seis animales . La cara
vana era sumamente considerable se componía de
unos cuatrocientos caballos ó camellos , y además
de ciento veinte hombres perfectamente armados ,
preparados para cualquier acontecimiento ; pues si
las caravanas orientales están sujetas á ser atacadas
por los árabes, éstas están expuestas á los insultos
de los tártaros , que no son , sin embargo , tan peli
grosos como los primeros, ni tan bárbaros cuando
tienen ventajas . Nuestra tropa contaba gentes de di
versas naciones ; mas había cerca de sesenta comer
ciantes naturales de Moscou , é igualmente , para satis
facción nuestra , iban también cinco escoceses , que
parecían tener mucha experiencia en asuntos , y ser
muy buenas gentes.
CAPÍTULO VIII

Nuestra caravana se pone en marcha. - Descripcion del interior


de la China. - Salvamos la gran muralla. - Los tártaros nos
atacan, y los dispersamos ; valor y sangre fría de un comer
ciante escocés. El antiguo piloto me salva la vida. ―――― Nuevo
ataque de los tártaros , los cuales vuelven á ser derrotados. -
Continuación de nuestro viaje. - Quemamos un ídolo con
grande exposición nuestra. - Atravesamos la Moscovia.
Conversación con un señor ruso . -Somos hostilizados en el
camino por los calmucos. - Nuestra llegada á Archangel . -
Nos embarcamos y llegamos á Inglaterra sanos y salvos.

Á la conclusión de nuestra primera jornada , los


guías, que eran cinco , llamaron á todos los viajeros y
comerciantes , es decir, á toda la caravana para tener
lo que ellos llamaban el gran consejo . Allí cada uno
depositó , para formar una bolsa común , cierta suma
destinada á la compra de forraje , que de otro modo
no hubiéramos podido procurarnos , al salario de los
guías, al alquiler de los caballos y demás gastos . En
seguida se organizó el viaje , es decir, que se nombra
ron capitanes y oficiales para dirigirnos y dar las órde
nes en caso de ataque : estas disposiciones no eran
superfluas en tal travesía , como veremos más ade
lante.
La parte del país que atraviesa aquel camino está
muy poblada y habitada por alfareros y obreros que
trabajan la tierra , es decir, que fabrican la porcelana
CAPÍTULO VIII . 307

de la China . Á medida que caminábamos, el piloto


portugués , que tenía siempre un repertorio de cosast
divertidas que contarnos , se acercó á mí con aire cho
carrero , y me dijo que quería mostrarme la rareza más
grande de todo el país , á fin de que pudiese decir de
la China que poseía una cosa única en el mundo en
tero . Picóme la curiosidad por saber lo que era ; por
último , me dió á entender que se trataba de un cas
tillo edificado con tierra de China . « Bien , repliqué :
los materiales de todos sus edificios vienen segura
mente de su propio país ; así están ellos siempre en
tierra china : ¿ no es esto? ― No, no , dijo ; hablo de
una casa construída de lo que vosotros llamáis en In
glaterra tierra china , ó como se dice en mi país , de
porcelana. G ¿ Es posible ? ¿ Pero cuál es su grandor ?
¿Podemos meterla dentro de una caja, y colocarla
sobre un camello ? En este caso la compraremos.
¡ Sobre un camello ! dijo el anciano piloto , alzando
las manos ; una familia compuesta de treinta perso
nas habita esa casa. »
Desde entonces tuve grandes deseos de verla : al
acercarme no distinguí más que una casa construída
de latas y de yeso , como decimos en Inglaterra ; pero
el yeso estaba reemplazado por la verdadera porcelana
de la China, ó más bien por la tierra que sirvió para
fabricarla ; el exterior, que el sol hacía brillar , estaba
barnizado y tenía un aspecto agradable : era de una
blancura extraordinaria, pintado con aquellas figuras
azules que vemos en Inglaterra en la gruesa porcelana
de la China , y tan duro como si hubiese sido cocida al
horno. En cuanto al interior, la pared , en lugar de
ensambladuras , estaba revestida de pequeñas baldosas
pintadas y duras , como las que nosotros llamamos en
Inglaterra galley-tiles , todas de la más fina porcelana ,
308 AVENTURAS DE BOBINSON CRUSOE .

adornadas de figuras sumamente delicadas de distin


tos colores , y mezcladas de oro muchas baldosas
componían á veces una sola figura , pero estaban tan ar
tísticamente unidas , que difícilmente podía percibirse
la juntura el pavimento de los aposentos era de la
misma materia , duro como la piedra ; estaba pulimen
tado , mas no cocido ni pintado , á no ser en algunos
gabinetitos , cuyo suelo era semejante á las paredes :
los cielos rasos y todo lo demás de la casa estaba re
vestido de porcelana ; en fin , el tejado mismo estaba
cubierto de ladrillos iguales , pero de un negro bri
llante . Era en verdad una casa de porcelana ; y si no
hubiese tenido precisión de continuar mi viaje , me hu
biera parado algunos días para examinarla detenida
mente . Se me dijo quo en el jardín había fuentes ,
estanques enlosados y revestidos de misma manera ,
y á lo largo de sus calles de arboles , colocadas de tre
cho en trecho , hermosas estatuas de porcelana.
Esta fabricación , siendo peculiar á los chinos , se
puede decir que es sobresaliente ; pero también estoy
convencido de que es sobresaliente lo que se hacen
pagar por ella , pues me dijeron cosas tan increíbles
sobre lo que hacen en porcelana , que no me atrevo á
repetirlas , sabiendo que no pueden ser verdaderas .
Me citaron especialmente un obrero que había hecho
un buque de porcelana, con todos sus aparejos , sus
mástiles y sus velas , bastante grande para tripular cin
cuenta hombres . Si me hubiesen dicho que le había
botado al agua, y que se había servido de él para ha
cer un viaje al Japón , hubiera podido admirarme ; pe
ro como sabía lo que valía la historia que el compadre
había contado , me sonreí y no volví á decir nada más .
El examen de aquella originalidad me detuvo cerca
de dos horas detrás de la caravana , lo que me valió el
CAPÍTULO VIII . 309

que fuese multado en tres chelines por el jefe de día.


Prometí ser más exacto en lo sucesivo , y cierta
mente más tarde conocí que el orden establecido de
no separarse de la caravana era absolutamente in
dispensable para la seguridad común . Dos días des
pués pasamos la gran muralla construída para servir
de fortificación contra los tártaros . Ésta es una obra
colosal que sobrepuja á las colinas y montañas , en los
parajes mismos en donde es inútil , pues que ellos por
sí solos son impracticables, habiendo tales precipicios ,
que ningún enemigo podría salvarlos ; y si por mila
gro lo conseguía, ninguna muralla sería capaz de de
tenerlo . Su longitud , según dicen , es de cerca de un
millar de millas inglesas ; pero el país que defiende no
tiene más que quinientas , medido en línea recta , sin
contar las vueltas de la muralla : además , su altura es
de veinte y cuatro pies y otros tantos de espesor en algu
nos parajes . Descansé una hora , ó cerca de ella , sin con
travenir á las órdenes (porque la caravana empleó todo
aquel tiempo en desfilar por la puerta), á fin de exa
minar de todos lados , de cerca y de lejos , todo lo que
se hallaba al alcance de mi vista . Nuestro guía, que
nos había ponderado la muralla como una maravilla del
mundo , manifestó un gran deseo de saber mi opinión .
Le dije que era una excelente defensa contra los tárta
ros ; mas no tomó mi respuesta en el sentido que yo
la dí, porque la recibió como un elogio. Entonces el
antiguo piloto se echó á reir . « ¡ Oh señor inglés , dijo ,
vos habláis de dos distintos colores ! ¡ De dos co
lores ! exclamé , ¿ qué queréis decir con esto ? -- Que
vuestro discurso , blanco de un lado , es negro del otro ;
cumplimiento por aquí , y sátira por allá : decís al mis
mo tiempo al guía , que es una buena defensa contra
lòs tártaros, y á mí que no sirve más que contra los
310 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

mismos. Os comprendo , señor inglés , os comprendo ;


pero el señor chino os comprende de una manera muy
diferente . - ¡ Y bien ! caballero portugués, ¿ no juz
gáis como yo, que si viniese un ejército europeo con
un buen tren de artillería y algunos de nuestros inge
nieros con dos compañías de mineros , abrirían en
menos de diez días á esta muralla una brecha sufi
ciente para poder pasar por ella un ejército de frente, ó
que la harían saltar con sus cimientos, de modo que no
-
quedase siquiera ningún vestigio ? Sí, sí, respondió,
lo sé. » El chino tenía grandes deseos de saber lo que
yo decía : dí permiso al piloto de que se lo dijese al
gunos días después , cuando llegamos á estar casi fuera
de su país y cuando iba ya á separarse de nosotros.
Cuando supo lo que yo había dicho , se quedó mudo ,
y durante el resto del camino que con nosotros hizo
no volvimos á oir sus pomposas relaciones del poder
y grandeza de los chinos.
Después de haber pasado aquella grande nulidad
llamada muralla casi semejante á la que los romanos
edificaron en otro tiempo en el Northumberland con
tra las invasiones de los pictos , encontramos el país
menos poblado y los habitantes generalmente ence
rrados en las ciudades fortificadas , para estar al abrigo
de las invasiones y rapacidad de los tártaros , que se
dedican al pillaje en tropas numerosas, y á las cuales
no podrían resistir los habitantes de un país indefenso .
No tardé en convencerme de la necesidad de ir re
unidos con la caravana para viajar , pues vimos andar
continuamente al rededor de nosotros muchas partidas
de tártaros . Cuando me hallé en disposición de exa
minarlos , me quedé sumamente sorprendido al ver
que el imperio chino haya podido ser conquistado por
enemigos tan miserables : no son más que hordas de
CAPÍTULO VIII. 311

salvajes, sin orden , sin disciplina, sin ningún conoci


miento del arte de guerrear . Sus caballos , pobres ani
males y ruines , mal adiestrados , no son buenos para
nada. Nosotros pudimos convencernos de ello desde el
primer día de nuestra entrada en la parte desierta del
país .
Nuestro jefe de día dió permiso á diez de los nues
tros para ir á caza de unos corderos , los cuales son sin
contradicción los más montaraces y los más ágiles de
su especie . Sin embargo , no pueden correr por espa
cio de mucho tiempo , estando uno seguro de coger
muchos persiguiéndolos con actividad . Se dejan ver
casi siempre en rabaños de treinta ó cuarenta , y como
verdaderos corderos van unos en pos de otros cuando
huyen .
En medio de aquella caza burlesca nos encontramos
de manos á boca con unos cuarenta tártaros . No puedo
decir si cazaban lo mismo que nosotros , ó estaban en
acecho de alguna otra presa ; mas en el momento en
que nos hubieron divisado , uno de ellos se puso á so
plar con mucha fuerza en una especie de cuerno , que
produjo un sonido tan raro, como jamás había oído
ni deseo volver á oir. Juzgamos que era una señal pa
ra llamar á sus camaradas ; no nos engañamos : en me
nos de diez minutos, otra partida de cincuenta ó más
apereció á una milla de distancia ; pero cuando llega
ron ya estaba decidido lo que había de hacerse, según
vamos á ver .
Uno de los comerciantes escoceses que se hallaba
con nosotros , tan pronto como oyó el cuerno, nos dijo
que era necesario cargar á los tártaros sin perder un
momento ; y haciéndonos formar en línea de batalla ,
nos preguntó si estábamos determinados á pelear ;
le respondimos todos que estábamos decididos á se
312 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

guirle ; entonces él corrió hacia ellos. Los tártaros


nos miraban sorprendidos , y permanecían agrupa
dos sin orden , y sin mostrar el frente más que por
un costado ; pero luego que nos vieron avanzar, nos
arrojaron sus flechas, que felizmente no tocaron á
nadie . Creo que se habían engañado tocante à la dis
tancia, porque sus flechas cayeron todas delante de
nosotros , tan bien dirigidas, que si hubiésemos estado
cinco varas más cerca , hubiéramos podido ser muertos
ó heridos . Inmediatemente hicimos alto ; y aunque to
davía estábamos bastante lejos de ellos , les enviamos
unas cuantas balas en cambio de sus flechas . En seguida
de haber hecho nuestra descarga , caímos sobre ellos
al gran galope y sable en mano , según el consejo de
nuestro valiente escocés, que á la verdad no era más
que un comerciante , pero que se portó en aquella oca
sión con tanto vigor y al mismo tiempo con tal sangre
fría, que jamás he visto otro hombre más á propósito
para mandar un combate . Al llegar hacia los enemi
gos, les descargamos nuestras pistolas á boca de jarro,
y en su consecuencia huyeron desordenadamente. No
experimentamos resistencia más que sobre nuestra de
recha, en la cual tres tártaros se mantuvieron firmes ,
haciendo señas á los demás de que se uniesen á ellos :
estos estaban armados de una especie de cimitarras , y
sus arcos pendían de sus espaldas : nuestro bravo co
mandante, sin decir á nadie que le siguiese , se lanzó
al galope sobre ellos ; de un culatazo arrojó al primero
de su caballo , mató al segundo de un pistoletazo , é
hizo huir al tercero . Así concluyó el combate, sin nin
guna pérdida por nuestra parte , á no ser la de los ani
males que habíamos cogido . Por lo tanto , repito que
no tuvimos ningún muerto ni herido ; pero de parte
-
de los tártaros hubo cinco muertos , y no pudimos sa
CAPÍTULO VIII . 313

ber el número de los heridos . Lo cierto fué que la otra


partida , asustada por nuestros tiros , volvió grupas y
no hizo ninguna tentativa contra nosotros.
Todo esto pasó estando todavía nosotros en terri
torio chino, lo que hacía sin duda á los tártaros me·
nos atrevidos que no lo fueron después ; mas al cabo
de cinco días entramos en un vasto desierto , en el cual
caminamos tres días con sus noches. Nos fué preciso
llevar el agua en grandes odres, y acampar todas las
noches , según he oído decir que se hace en los desier
tos de la Arabia . Pregunté á nuestros guías á quién
pertenecia aquel país : dijéronme que era una especie
de frontera que no pertenecía á nadie, pues hacía parte
de Karakathay ó Gran Tartaria, reconocida , sin em
bargo, como dependiente de la China ; mas como este
último imperio no tomaba ninguna medida para pre
servalo de las incursiones de los bandidos , dicho de
sierto era mirado como el más peligroso de toda la
ruta, aunque nosotros tuviésemos que atravesar un
sinnúmero de países . Al pasar por aquella soledad ,
que me atemorizó mucho á primera vista , percibimos
dos ó tres pequeñas partidas de tártaros ; pero pare
cían ocupados en sus propios negocios , y que no te
nían ningún deseo de molestarnos : y nosotros , como
aquel que encuentra al diablo , pensábamos que si ellos
no tenían nada que decirnos, nosotros teníamos mu
cho menos , y los dejábamos en paz. Una vez , sin em
bargo , una de aquellas cuadrillas se aproximó mucho
á nosotros , y se paró á examinarnos . Ignorábamos si
era para deliberar el atacarnos , por lo cual , luego que
pasamos , formamos una retaguardia de unos cuarenta
hombres que se prepararon á recibirlos , dejando avan
zar la caravana á la distancia de media milla delante
de nosotros ; pero unos momentos después los tárta
II. 18
314 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

ros se retiraron , saludándonos únicamente á su parti


da con cinco flechas , de las cuales una hirió á uno de
nuestros caballos de tal manera , que nos vimos obli
gados á abandonarlo al día siguiente por carecer de un
buen veterinario . Ciertamente ellos hubieran podido
arrojarnos muchas más flechas y de más cerca, pero
por esta vez se contentaron con lo hecho.
Después viajamos cerca de un mes por caminos peo
res que los primeros, aunque estábamos todavía en
los estados del emperador de la China. La mayor parte
de estos caminos atrevesaban pueblos , de los cuales
algunos estaban fortificados con motivo de las incur
siones de los tártaros . Al llegar á una de las citadas
poblaciones , que se hallaba aun á dos jornadas y me
dia de la ciudad de Naum , tuve necesidad de co
prar un camello. La personna á la cual me dirigí para
procurármelo se me ofreció á traérmelo sin necesidad
de que yo fuera ; mas viéndolo tan oficioso , quise
acompañarlo . Ellugar en que se hallaban los camellos
Ꭹ caballos reunidos estaba cerca de dos millas de la
ciudad por pura diversión me dirigí á pie, acompa
ñado de mi viejo piloto y un chino . Á nuestra llegada
divisamos un sitio bajo y pantanoso, rodeado como
un parque de una muralla de piedras amontonadas sin
argamasa ni cal , y custodiado por un piquete de solda
dos chinos .
Después de haber elegido el camello y haber dado
su precio por él , me volví con el chino que había traí
do conmigo , y que conducía el camello, cuando de
repente se presentaron cinco tártaros á caballo : dos
de ellos se apoderaron del chino y le quitaron el ca
mello , mientras que los otros tres se lanzaron sobre el
viejo piloto y sobre mí, viendo que estábamos , por de
cirlo así, sin armas , pues yo no tenía más que mi es
CAPÍTULO VIII. 315

pada , defensa muy débil contra tres hombres á caballo .


Sin embargo, el primero se detuvo al verme tirar de
la espada, porque son muy cobardes ; mas el segun
do , atacándome por la izquierda , me dió tan fuerte
golpe en la cabeza , que caí al suelo sin conocimiento ,
de modo que cuando volví en mí no sabía dónde me
hallaba . Pero mi fiel piloto , por una de las casualidades
que la Providencia dispone para sacarnos de peligros
imprevistos, levaba una pistola en su bolsillo . Yo es
taba tan ignorante de ello como los mismos tártaros ,
que á estar seguros que la llevaba , indudablemente hu
bieran renunciado á atacarcos , porque los cobardes
son siempre muy atrevidos cuando no hay peligro . El
anciano , viéndome caer, se adelantó valerosamente ha
cia el que me había herido , y cogiéndole el brazo con
una mano, con la otra le obligó á bajarse hasta él, dis
parándole en seguida un pistoletazo en la cabeza, de
cuyas resultas le dejó tendido en el mismo sitio ; en
seguida , sin perder momento, corrió hacia el que se
había parado delante de mí , como ya he dicho , y an
tes que hubiese dado un paso más , le tiró un tajo con
una especie de sable que llevaba siempre al lado ; pero
no alcanzó al hombre , y sí al caballo , al cual le llevó
una oreja, haciéndole una profunda herida en la cabeza .
El pobre animal , furioso por el dolor, no se dejó ya
guiar por su jinete , y se lo llevó , aunque éste perma
neció muy firme en la silla hasta que el piloto lo per
dió de vista ; pero un poco más lejos el caballo se en
cabritó de tal modo , que al fin tiró al tártaro . En este
intervalo , el chino se unió á nosotros , habiendo per
dido su camello , y desprovisto de armas. Sin embargo,
cuando vió al tartaro arrojado de su caballo , corrió ha
cia él , se apoderó de una especie de hacha que llevaba
al lado , y arrancándosela , se sirvió de ella para ha
316 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

cerle saltar el cráneo . Mi valiente anciano tenía aun


que despachar al tercer enemigo . Viendo que no huía
según lo había esperado , que no se disponía tampoco
á combatir como podía temerlo , sino que por el con
trario permanecía inmóvil , mi viejo portugués se vió
en necesidad de cargar de nuevo su pistola . No bien el
tártaro lo hubo percibido cuando en el instante mismo
volvió grupas, dejando al valiente marino, mi campeón ,
según después lo llamaba , dueño completamente del
campo.
En aquel momento empecé á volver en mí : creía sa
lir de un profundo sueño , y según ya he dicho , no
sabía en dónde estaba ; había perdido la memoria de
lo que había pasado ; mas poco después , cobrando
ánimo, experimenté un vivo dolor, sin poder decir en
dónde. Llevé mi mano á la cabeza , retirándola en se
guida toda ensangrentada. Entonces sentí que aquella
parte me dolía ; al momento me acordé de todo , re
presentándose á mi imaginación lo sucedido . De un
salto me puse en pie, cogí mi espada , mas ya no ha
bía ningún enemigo . Únicamente vi un tártaro muerto,
y su caballo muy tranquilo al lado ; un poco más lejos
divisé á mi héroe y libertador , que habiendo ido á ver
lo que el chino había hecho , volvió con el sable en la
mano . Viéndome ya en pie , corrió hacia mí, y me
abrazó con una grande alegría , porque había tenido
miedo al principio de que hubiese muerto . Viéndome
todo ensangrentado quiso examinar mi herida ; mas
era muy poca cosa : el golpe , en efecto , no tuvo malas
consecuencias , porque al cabo de dos ó tres días que
dó curado .
Nosotros no sacamos de dicha víctoria gran ventaja :
perdimos un camello, y ganamos un caballo ; pero lo
más notable fué que al llegar á la ciudad , el hombre
CAPÍTULO VIII. 317

que me había vendido el camello me exigió el precio


que aun no había pagado . Rehusé el dárselo , y com
parecimos ante el juez chino de la población . Para ha
cerle la justicia debida . confieso que se condujo con
mucha prudencia é imparcialidad . Después de haber
escuchado á las dos partes , preguntó gravemente al
chino que había ido conmigo á buscar el camello :
-
-
« ¿ De quién sois criado ? Yo no soy criado , dijo
otro ; yo únicamente he acompañado al extranjero .
-¿Á petición de quién ? dijo el juez . ――― Á petición
del extranjero mismo . - Pues entonces, replicó el ma
gistrado , vos sois criado del extranjero ; y el camello ,
habiendo sido quitado á su criado , es igual que si lo
hubiera sido á él mismo ; en su consecuencia este debe
pagar el precio . » Confieso , repito , que la cosa me
pareció tan clara , que no tuve nada que objetar. En
cantado de ver la cuestión tan bien entablada, y la con
secuencia deducida por un tan justo raciocinio , pagué
con mil amores el precio del camello , y mandé á bus
car otro . Mas es preciso que notéis , queridos lectores ,
si lo tenéis á bien , que no fuí yo mismo , pues tenía
bastante con una vez .
La ciudad de Naum está en la frontera del imperio
chino pasa por una plaza fuerte , y efectivamente para
aquel país lo es . Juzgo que todos los tártaros de Kara
kathay, que según creo cuenta algunos millones , jamás
conseguirían echar abajo las murallas con sus arcos y
flechas. Mas llamar aquello una plaza fuerte , teniendo
que atacarla á cañonazos, sería hacer una completa bur
la . Estábamos aun dos jornadas de la citada ciudad ,
según he dicho , cuando fueron despachados mensaje
ros para prevenir á todas las caravanas y viajeros el
que aguardasen una escolta porque un cuerpo de
tártaros más numeroso que de ordinario , pues ascen
18.
318 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.

día á diez mil hombres, babía sido divisado á unas


treinta millas de la ciudad .
Era muy mala noticia para nosotros ; sin embargo,
por parte del Gobernador era éste un acto de loable
precaución , y estuvimos sumamento gozosos de saber
que tendríamos una escolta . En efecto , dos días des
pués , doscientos soldados destacados de la guarnición
china que teníamos á nuestra izquierda llegaron con
otros trescientos pertenecientes á la ciudad de Naum ;
entonces desde luego seguimos adelante valerosa
mente . Los soldados de Naum marchaban á vanguardia,
los otros doscientos á retaguardia, nuestra gente á am
bos lados de los camellos que conducían el equipaje , y
toda la caravana en el centro . En este orden , y perfecta
mente armados para combatir , nos creímos capaces de
resistir á diez mil tártaros mogoles si se presentaban ;
mas cuando los vimos al día siguiente , ya no éramos de
la misma opinión . Por la mañana muy temprano , al sa
lir de una pequeña población bastante bien situada, lla
mada Changú , nos encontramos con un río que nos
fué preciso atravesar vadeándolo . Si los tártaros hu
biesen tenido alguna inteligencia , en aquel momento
podían habernos atacado cuando toda la caravana ha
bía pasado dicho río y la retaguardia se encontraba
aún en el otro lado ; mas ni siquiera los vimos apare
cer. Cerca de tres horas después , cuando hubimos en
trado en un vasto desierto de quince ó diez y seis mi
llas de extensión, creímos al ver elevarse una gran nube
de polvo que el enemigo se aproximaba ; y á la verdad ,
venía al galope sobre nosotros los chinos de la van
guardia , que hablaban con tanta jactancia el día ante
rior, empezaron entonces á desconcertarse, y miraban
con frecuencia hacia atras , señal infalible de soldados
que van á echar á correr. El viejo piloto advirtió el
CAPÍTULO VIII . 319

mismo movimiento ; y como se encontraba cerca de


mí , me dijo : « Caballero , es necesario manifestar va
lor para con esta canalla , ó de lo contrario somos per
didos ; porque si los tártaros avanzan , esta gente no les
hará frente . - Opino como vos, le respondí, ¿ pero qué
hay que hacer? - Es preciso , replicó , que cincuenta de
nuestros hombres se adelanten para apoyar á esos co
bardes , y para inspirarles confianza : entonces única
mente combatirán como bravos ; de otro modo van á
volver la espalda. » Inmediatamente me dirigí al ga
lope hacia nuestro comandante para consultarle res
pecto á dicho asunto , el cual fué del mismo parecer :
en su consecuencia, cincuenta hombres de los nues
tros se colocaron en el ala derecha y otros tantos á la
izquierda, formando el resto el cuerpo de reserva . Con
tinuamos así nuestra marcha , dejando los otros dos
cientos hombres hacer un cuerpo aparte para cus
todiar nuestros camellos : solamente debían , si era
necesario , enviar un refuerzo de cien hombres para so
correr á los cincuenta de reserva . Finalmente , los tár
taros llegaron en considerable número : no pudimos
contarlos , pero calculamos que serían lo menos diez
mil . Un destacamento vino á reconocer nuestra posi
ción , atravesando el terreno al frente de nuestra línea ;
como esta se hallaba á tiro de fusil , nuestro coman
dante mandó á las dos alas que avanzasen rápidamente ,
y que los saludasen á la vez con una descarga : así se
ejecutó. Los tártaros se retiraron con la mayor pron
titud, sin duda para dar cuenta á los demás del reci
bimiento que los aguardaba ; y creímos que no estaban
muy contentos , pues hicieron alto inmediatamente , pa
rándose por espacio de algún tiempo , como para de
liberar . Después, dando una media vuelta , abandona
ron la partida , porque no la creían ventajosa , de lo
320 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

cual nos alegramos mucho , porque en atención á nues


tro pequeño número , la idea de una batalla no nos
causaba ninguna satisfacción .
Dos días después llegamos á la ciudad de Naum . Di
mos gracias al Gobernador del cuidado que había ma
nifestado por nuestra seguridad , y en seguida escotamos
para dar á los soldados que nos habían escoltado el
valor de unas cien coronas (una corona vale unos 23
reales) . Permanecimos un día en aquella ciudad , cuya
guarnición constaba de novecientos hombres . Las
fronteras moscovitas estaban en otro tiempo mucho
más próximas que no están hoy en el día ; mas los
rusos han abandonado un espacio de cerca de doscien
tas millas , no sólo como á un suelo estéril é inculto ,
sino, sobre todo , porque estando muy lejos , era difícil
enviar á él las tropas indispensables para su defensa .
Nosotros nos hallábamos aun á más de doscientas
millas de la Moscovia , propiamente dicha .
Después de haber abandonado á Naum , tuvimos que
atravesar muchos ríos caudalosos y dos espantosos de
siertos , de los cuales uno solo nos costó diez y seis
días de camine en un país que , según he dicho , no per
tenece á nadie ; y por último , el 13 de abril llegamos
á las fronteras de las posesiones moscovitas . Creo que
la primera plaza ó fortaleza , como quiera llamarse ,
perteneciente al czar, se llama Arguna, á la orilla de
la ribera occidental del río de este✔ nombre . Tuve la
mayor satisfacción de verme ya en un país que podía
llamar cristiano , ó á lo menos gobernado por cristia
nos ; porque , según mi opinión , se puede dar á los
moscovitas todo lo más el nombre de cristianos , pues
que á lo menos tienen la pretensión de serlo, y son su
mamente devotos á su manera . Ciertamente que todo
hombre capaz de reflexión y que haya corrido mundo
CAPÍTULO VIII. 321

como yo , apreciará la dicha de haber nacido en un país


en que el nombre de Dios y del Redentor es conocido
y adorado, y no en los regiones en que los habitantes ,
abandonados á los más bárbaros errores , adoran al
demonio , se prosternan delante de la madera y de la
piedra , rinden culto á los monstruos , á los elementos,
á los animales más asquerosos , y á disformes imágenes .
No había una ciudad ni una población de las que ha
bíamos atravesado que no tuviese sus pagodas , sus
ídolos , sus templos , y donde el pueblo ignorante no
adorase hasta las mismas obras de sus manos . Aquí á
lo menos se representaba una de las fases del culto
cristiano : la rodilla se doblaba delante de Jesús ; la
religión cristiana , mezclada ó no de ignorancia, era
proclamada , y el verdadero nombre de Dios invocado
yadorado . Mi alma se consideraba sumamente dichosa :
así, en la primera ocasión que tuve , dije al valiente co
merciante escocés, del cual ya tienen noticia mis lec
tores « 1 Bendito sea Dios ! ya estamos entre cristia
nos >> Se sonrió y me contestó : No os alegréis
demasiado , mi amado compatriota : estos rusos son
unos cristianos muy raros ; no tienen más que el nom
bre , y no veréis nada de la realidad del Cristianismo
- Sea en buen
durante muchos meses de nuestro viaje . —
hora, repliqué ; pero más quiero esto que el paganismo
y el culto del diablo , ― ¿ Y si yo os dijese que , excep
tuando los soldados rusos de las guarniciones y algu
nos de los habitantes de las ciudades , todo el resto del
país, hasta más de mil millas de aquí , está habitado
por los paganos más malvados y más ignorantes ? » Así
era en efecto .
Nos hallábamos entonces en el espacio continental
mayor que hay en el mundo , si es que yo puedo ser
voto hablando de la superficie del globo . Tenía á lo
322 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

menos doce mil millas de extensión hasta el mar por la


parte del oeste , dos mil millas hasta el mar Báltico ,
también al oeste, y más de tres mil millas , dejando
este mar á la derecha, y dirigiéndose hacia el oeste
para llegar al paso de Calais. Al Sud se cuentan cinco
.
mil millas bien completas hasta el mar de la India y
de Persia, y más de ochocientas al norte hasta el mar
Glacial. En sentir de algunos no hay mar alguno del
lado del N.-E. después de haber dado la vuelta al rede
dor del polo, y que por consiguiente llega al N.-O. , si
no un continente que se extiende hasta la América ,
Dios sabe dónde , aunque yo puedo dar algunas razo
nes que me hacen creer que esto es un error.
Cuando hubimos entrado en los estados de Mosco
via, no encontrando en largo trecho ninguna ciudad
considerable , no tuvimos nada que observar, á no ser
que todos los ríos corren al este (como yo me hice
cargo por los mapas que algunos individuos que for
maban la caravana traían consigo) , y van á reunirse al
gran río Yamur, que después de seguir su curso natu
ral, debe ir á sepultarse en el mar oriental ó en el de
la China. Se dice que la embocadura de este río eslá
obstruída por monstruosos juncos de más de tres pies
de circunferencia , y de veinte á treinta pies de altura .
Los lectores me permitirán que no lo crea ; mas como
no se navega por dicho río, porque no hay ninguna
clase de comercio por aquel lado, los tártaros que
moran en sus orillas son pueblos de pastores , por lo
cual nadie tiene la curiosidad de bajar hasta su embo
cadura , ó subir con buques, á lo menos que yo sepa .
Lo que hay de cierto es que corre al este bajo la lati
tud de cerca de cincuenta grados , recibiendo en su
seno un considerable número de ríos , y que en esta la
titud debe lanzarse en el Océano ; por lo tanto , es
CAPÍTULO VIII. 323

cierto que el mar está por aquel lado . A algunos le


guas al norte de él se encuentran muchos otros tam
bién muy caudalosos , cuyo curso se dirige directamente
al norte , así como el Yamur corre al este ; estos ríos
se unen todos al gran río Tártaro (1 ) , que debe su
nombre á las naciones más setentrionales entre los
tártaros mogolos , los cuales, según dicen los chinos ,
fueron el tronco de todos los demás . Dichos ríos
corren todos hacia el norte , lo mismo otros de que
hablaré luego , siendo evidente que el mar limita la
tierra por aquel lado , de suerte que no parece verídico
ni aun racional el suponer que el continente pueda
extenderse por allí hasta la América , y que no tenga
comunicación entre el mar del norte y el de la China.
Nada más diré con respecto de esos países ; entonces
hice las anteriores observaciones , de las cuales he he
cho mención aquí para colocarlas en el lugar debido.
Después del río Arguna, seguimos adelante á peque
ñas jornadas, y sumamente agradecidos al czar del cui
dado que ha tomado de edificar ciudades y fortalezas
por todas partes en donde era posible establecerlas,
y colocar guarniciones que se pueden comparar á las
colonias militares de los romanos en sus provincias más
remotas . He leído que habían establecido algunas en
Bretaña para la seguridad del comercio y la comodi
dad de los viajeros . En este país sucedía lo mismo ;
pues todos los lugares adonde llegábamos, los gober
nadores y las guarniciones eran rusas y profesaban el
Cristianismo ; pero los demás habitantes eran verdade
ros idólatras, porque sacrificaban á los ídolos, adoraban
al sol, la luna, las estrellas y todos los cuerpos celestes ;
además de esto eran los paganos más bárbaros que
(1) Indudablemente es el Iena, que recibe en su seno la mayor
parte de los ríos que corren hacia el norte en esta parte del Asia rusa.
324 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

conocí, con la sola diferencia que no se alimenta


ban de carne humana como los salvajes de América .
Vi algunos ejemplos de ello entre Arguna , por donde
entramos en los estados moscovitas, y un pueblo habi
tado á la vez por rusos y tártaros , llamado Nortziuskoy :
desde allí se extiende un vasto desierto cubierto de
bosques , que tardamos veinte días en atravesar . En un
lugar situado cerca de la última de estas poblaciones ,
tuve la curiosidad de ir á examinar el modo de vivir
de las gentes del país , siendo de la más atroz brutali
dad . Según parecía , aquel día tenían que hacer un
grande sacrificio, pues vi sobre el tronco de un viejo
arbol un ídolo de madera tan feo como el mismo dia
blo, á la menos como generalmente lo representan su
cabeza no se parecía á la de ninguna de las criaturas
vivientes ; sus orejas eran tan largas como los cuernos
de un macho cabrío ; sus ojos del tamaño de una co
rona (pieza de moneda inglesa) ; la nariz corva como el
pico de un loro, y la boca abierta en forma de cuadri
látero , como las fauces de un león ; y por último , con
unos dientes horribles por el estilo de los del jabalí.
Estaba vestido de la manera más horrorosa : el vestido
superior era de piel de carnero con la lana por fuera ;
tenía la cabeza cubierta con un gran gorro tártaro , por
debajo del cual salían dos grandes cuernos ; su altura
era de cerca de ocho pies ; pero carecía de piernas y
pies , y no tenía ninguna especie de proporciones . Di
cho espantajo estaba colocado fuera del lugar ; y cuando
me aproximé, vi diez y seis ó diez y siete individuos ,
hombres ó mujeres , pues no podía distinguirlos , por
que todos iban vestidos lo mismo , prosternado el ros
tro contra el suelo , al rededor de aquel formidable é
informe pedazo de madera : estaban inmóviles lo mismo
que su ídolo ; pero cuando me acerqué más , se levar
CAPÍTULO VII . 325

taron , arrojaron una especie de aullido , parecido á los


ladridos de una jauría , y se alejaron como incomoda
dos de haber sido tarbados . ^,
Á alguna distancia del ídolo , á la puerta de una
tienda ó cabaña hecha de pieles de carnero ó de vaca,
estaban tres carniceros ; á lo menos debí creer que
aquella era su profesión , pues aproximándome vi en
sus manos largos cuchillos , y en medio de la choza tres
carneros y un novillo degollados . Parecía que éstas
eran las víctimas destinadas para el sacrificio ; que
aquellos tres hombres eran los sacerdotes , y que los
diez y siete miserables que había encontrado proster
nados habían ofrecido los cuatro animales á aquel tron
co , y le dirigían sus súplicas . Confieso que me chocó
más aquel culto estúpido y grosero que todo lo que he
podido ver en mi vida . ¡ Qué ! ¡ Contemplar la más no
ble y la mejor de las criaturas de Dios , á la cual ha
dado tantas ventajas sobre el resto de la creación , do
tándola de un alma racional y capaz , por las cualidades
y facultades de que la ha revestido , de conocer y en
salzar á su Criador ; verla tan degenerada y degra
dada para prosternarse delante de un muñeco asque
roso , hijo de su imaginación , hecho terrible por sus
propias invenciones , engalanado de andrajos y aram
beles ! ¡ Esto sucedía allí por un efecto de la ignorancia
transformada en una devoción infernal, por el demonio
mismo , que envidioso de los homenajes rendidos á
Dios por sus criaturas, las había sumido en los horro
res más groseros y tan repugnantes, que la naturaleza
misma parecía que se debía ofender !
Pero ¿ qué significaba mi sorpresa y mis reflexiones ?
Las cosas pasaban del mismo modo que las refiero :
1 veía con mis propios ojos , y no había medio de du
dar ó de rehusar el creerlas. Bien pronto mi imagina
II. 19
326 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ción se transformó en furor : dirigí mi caballo directa


mente al ídolo ó al monstruo , como quiera llamársele,
y de un sablazo dividí su gorro en dos ; al mismo
tiempo uno de los nuestros , que se hallaba en mi com
pañía, cogió la piel de carnero que cu bría al ídolo y
la arrancó al momento una espantosa gritería se
elevó en la población , y dos ó trescientos individuos ,
armados de arcos y flechas , nos estrecharon tanto ,
que me conté por muy dichoso de poder escapar , mas
prometiendo hacerles bien pronto otra nueva visita.
Nuestra caravana descansó tres días en la ciudad ,
que estaba cuatro millas de aquel paraje , á fin de pro
curarse algunos caballos , de los cuales teníamos ne
cesidad, porque muchos de los nuestros se habían
estropeado con motivo de los caminos tan malos y por
nuestra larga marcha á través del último desierto .
Así, tuve la ocasión de poner en práctica mi desig
nio ; comuniqué mis intenciones al comerciante es
cocés , cuyo valor me era suficientemente conocido ; le
conté lo que había visto , y la indignación que se había
apoderado de mí al pensar que la naturaleza humana
pudiese estar tan embrutecida . Añadí que si podía
hacerme seguir únicamente de cuatro ó cinco hom
bres bien armados , iría á destruir aquel innoble y abo
minable ídolo , á fin de hacer ver á sus adoradores ,
que no pudiendo él mismo defenderse , era incapaz de
socorrer á los que le ofrecían sacrificios , no mere
ciendo ni su culto ni sus súplicas . Burlándose
" de mí,
< Vuestro celo es loable ; pero ¿ qué fin os
me dijo : «
proponéis con llevarlo á cabo ? -- Me propongo, con
testé, vengar á Dios , que es vilipendiado por ese culto
infernal. S ¿ Y cómo puede ser el vengar á Dios,
cuando esas gentes no están en disposición de com
prerder vuestra intención , á memos que no pudieseis
$

"
a,P
1.

***
(‫רן‬LuCaen
77

"

A.LAVICILL

De un sablazo dividi su gorro en dos.


1
CAPÍTULO VIII . 329

explicársela ? Y aun en este caso os atacarán y os ba


tirán , os lo aseguro , porque son gente determinada ,
sobre todo cuando se trata de defender su idolatría .
-¿Acaso no podríamos obrar durante la noche , re
pliqué, y dejarles las razones por escrito en su propia
lengua ? ― ¡ Por escrito ! exclamó : no se encontrará
en cinco ó seis de esas poblaciones un solo hombre
que sepa hacer una letra, ó leer una sola palabra en
cualquier lengua que sea. - I Miserable ignorancia !
dije entonces ; sin embargo , no por eso tengo menos
deseos de ejecutar mi proyecto ; quizás llegarán na
turalmente á sacar algunas consecuencias , y á conocer
cuán estúpidos son en adorar esos horrorosos ídolos .
―― Caballero , veo que esto os da mucho
en que pen
sar, y por consiguiente debéis hacerlo ; pero antes de
pasar adelante , os encargo que reflexionéis que esas
naciones salvajes están sometidas por la fuerza á la do
minación del czar ; que si conseguís vuestro proyecto ,
se puede apostar diez contra uno que vendrán por
miles á pedir satisfacción al gobernador de Nortziuskoy ,
y que si se la rehusa , se revolucionarán , lo que oca
sionará una nueva guerra contra todos los tártaros del
país. >>
Estas palabras me causaron al principio alguna im
presión, pero no pudieron hacerme abandonar el
proyecto que había formado de destruir el monstruo ,
del cual estuve preocupado todo el día.
Por la tarde encontré por casualidad al comerciante
escocés , el que me pidió que conversáramos un mo
mento, <« Temo, me dijo , el haberos acaso hecho arre
pentir de vuestro loable designio : después de haberlo
dicho, he sido atormentado por mi conciencia , porque
aborrezco la idolatría tanto como vos. - Francamente ,
le respondí, me habéis desconcertado un poco la eje
330 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

cución de mi plan , pero no lo habéis alejado de mi


imaginación , y creo llevarlo á cabo antes de abando
nar estos lugares, aunque deba ser entregado á esos
paganos para calmar su furor. ―――― No , no, dijo, no
permita Dios que se os deje abandonado en poder de
semejantes bárbaros ; esto sería querer vuestra muerte .
¿ Pues qué debo yo esperar de ellos ? - Quiero re
feriros del modo que trataron á un pobre ruso que los
insultó en sus ceremonias , y al cual hicieron prisio
nero después de haberlo herido con una flecha . Lo
ataron fuertemente, lo pusieron completamente des
nudo y lo subieron á lo alto de su ídolo ; después , for
mando un círculo al rededor de él , le clavaron tantas
flechas como pudieron caber en su cuerpo , y después
lo quemaron , como para ofrecerle en holocausto á su
divinidad . ―――― ¿ Era este mismo ídolo ? le pregunté . -
Sí, me contestó . - - i Bien ! yo también voy á contaros
una historia . » En seguida le referí la aventura de
nuestra gente en Madagascar , contándole cómo había
incendiado una población y exterminado todos sus
habitantes para vengar el asesinato de uno de sus
compañeros , añadiendo que , según mi opinión , debía
mos obrar del mismo modo con respecto á ese lugar.
Escuchó con la mayor atención mi historia, mas
despues de haber oído mi conclusión , me replicó :
« Me he equivocado el hecho no sucedió en este
pueblo , sino á unas cien millas más lejos ; sin embargo ,
era el mismo ídolo , porque se le conduce procesio
nalmente por todo el país . »
En resumen , viéndome resuelto , aprobó mi proyecto ,
y me dijo que no iría solo , siendo así que me acom
pañaría, juntamente con uno de sus compatriotas, tan
celoso como yo podía desear contra todas aquellas
prácticas supersticiosas . Me presentó . pues , á su com
CAPÍTULO VIII . 331

pañero, que se llamaba el capitán Richardson . Le


hice la narración de todo lo que había visto y de lo
que proyectaba, y acto continuo me dijo que quería se
guirme aunque le costase la vida . Convenimos en partir
únicamente los tres solos . Yo había hablado de ello á
mi asociado , el cual lo rehusó , respondiéndome que
siempre estaría pronto á prestarme su auxilio cuando
se tratase de mi defensa personal ; pero que esta
nueva empresa le perecía totalmente ajena á su línea
de conducta . En su consecuencia , resolvimos el pro
bar la aventura nosotros tres y mi criado , y dar prin
cipio á la expedición hacia la media noche tan secre
tamente como fuese posible .
Sin embargo , después de reflexionar aguardamos á
la noche del siguiente día, porque la partida de la ca
ravana se había fijado al otro día por la mañana , cal
culando que esto impediría el que el Gobernador diese
una sal sficción á nuestras expensas , pues que ya nos
hallaríamos fuera de su jurisdicción . El comerciante
escocés , tan valiente como atrevido , me trajo un ves
tido de tártaro , hecho de piel de carnero, un gorro ,
un arco y flechas . Él también se vistió del mismo
modo, así como igualmente su compañero , á fin de que
si nos divisaban, no pudiese saberse quienes éramos .
La primera noche se pasó en preparar los combus
tibles , mezclándolos con aguardiente, pólvora , etc .;
y al día siguiente, una hora después que hubo ano
checido, partimos para nuestra expedición , provistos
además de proyectiles y de una caja llena de brea .
Llegamos poco más ó menos á las once de la noche ,
y observamos que el pueblo no tenía la menor inquie
tud por su ídolo . El cielo estaba tempestuoso ; sin
embargo , la luna nos permitió ver que el ídolo estaba
en el mismo paraje que lo habíamos visto antes . Pare
332 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

cía que los habitantes estaban entregados al sueño ;


únicamente en la gran cabaña ó tienda , según nos
otros la llamábamos , en la cual habíamos visto los tres
"sacerdotes , divisamos una luz . Nos deslizamos, hasta
cerca de la puerta , y oímos hablar como si dentro se
hallasen cinco ó seis personas. Dicha circunstancia
nos hizo temer, el que si nosotros pegábamos fuego
al ídolo , aquellas gentes acudirían á salvarlo de la
destrucción que meditábamos, viéndonos por tanto
sumamente embarazados . Tuvimos la idea de llevár
noslo y quemarlo más lejos ; mas probando el moverlo,
reconocimos que era demasiado pesado , y renunciá
mos á ello . El segundo escocés era de parecer de
prender fuego á la tienda, y matar á los que se halla
sen en ella , á medida que intentasen salir ; mas no
estuvimos de acuerdo en esto último . porque yo me
oponía á todo asesinato inútil . « ¡ Bien ! dijo el co
merciante escocés, procuraremos , pues , hacerlos pri
sioneros, y los obligaremos á asistir, con las manos
atadas, á la destrucción de su ídolo . » Precisamente
teníamos cuerdas y bramantes que nos habían servido
para atar nuestras piezas artificiales ; por lo tanto fui
mos silenciosamente á atacar á las gentes de la cabaña .
Empezamos por llamar á la puerta, y cuando uno de
los sacerdotes vino á abrir, nos apoderamos de él, y
después de haberlo atado y puesto una mordaza, lo
condujimos al ídolo .
Dos de los nuestros se pusieron á la puerta en ace
cho , pero nadie se mostró hasta la llegada de nuestro
tercer compañero . Entonces llamamos de nuevo muy
quedito, y al momento salieron otros dos hombres á
quienes atamos del mismo modo ; mas nos vimos pre
cisados á irnos todos con ellos para conducirlos hacia
el ídolo á alguna distancia uno de otro . Al volver nos
CAPÍTULO VIII. 333

encontramos otros dos á la entrada de la choza, y un


tercero que estaba detrás de ellos . Cogimos á los dos
primeros, mas el tercero se entró en ella gritando : el
comerciante escocés le persiguió , y arrojó en medio
de la cabaña una especie de composición , propia úni
camente para esparcir el humo , á la cual había puesto
fuego . Mientras tanto el otro escocés y mi criado ata
ron los brazos á los dos hombres , y de este modo los
arrastraron á presencia del ídolo , para que viesen si
los socorría, volviendo después á reunirnos apresura
damente .
Cuando la preparación que habíamos echado llenó
la cabaña de humo , de tal manera que casi sofocaba ,
tiramos un saquillo de cuero , cuyo contenido se in
flamó como una vela ; recorrimos la citada choza, en
contrando cuatro individuos , venidos sin duda para
asistir á los diabólicos sacrificios . Dichas gentes esta
ban tan asustadas, que temblaban como unos azoga
dos, sumamente estupefactos , y sin poder hablar á
causa del humo.
Para abreviar, los atamos como habíamos hecho
con los demás , sin hacer ningún ruido . Olvidaba decir
que desde un principio los sacamos de la cabaña , en
atención á que nosotros tampoco podíamos soportar
el humo . Después de haberlos conducido á todos
adonde se hallaba el ídolo , nos pusimos á darle un
baño de arriba á bajo , como también á sus vestidos , de
brea y de otra composición que habíamos hecho de
sebo y azufre ; después llenamos de pólvora sus ojos ,
boca y oídos ; envolvimos su gorro con una pieza de
-fuego artificial, y cuando tuvimos ya reunidas todas
.
las materias combustibles que habíamos traído, bus
camos con qué dar pábulo al fuego . Mi escocés se
- acordó de haber visto cerca de la cabaña un haz de
19.
334 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE

forraje seco, corrió precipitadamente con su compa


ñero á buscarlo , y por último vinieron ambos carga
dos con él . Esto concluído , aproximamos más al ídolo
á nuestros prisioneros , después de haberles desatado
los pies y quitado sus mordazas, poniendo fuego des
de luego por todas partes á su informe divinidad .
Al cabo de un cuarto de hora la pólvora de los
ojos, de las orejas y de la boca se inflamó : dicha
explosión lo abrió por todas partes y le quitó toda es
pecie de forma ; en una palabra , en seguida le vimos
arder como un montón de leña . Cuando conocimos
que bien pronto iba á ser reducido á cenizas , tratá
mos de retirarnos ; pero el escocés nos dijo : « Es muy
conveniente que no nos retiremos todavía, porque
estos pobres ignorantes serían capaces de arrojarse al
fuego para quemarse juntamente con su ídolo . >> Resol
vimos , pues , aguardar á que se extinguiese completa
mente el fuego , encaminándonos en seguida á la
ciudad .
Al día siguiente por la mañana nos mostramos entre
nuestros cómpañeros de viaje , tan afanados como ellos
en los preparativos de marcha . Nadie hubiera podido
suponer al primer golpe de vista que nosotros hubiése
mos pasado la noche en otra parte más que en nuestras
camas según lo hace todo viajero que se prepara para
continuar su marcha.
Mas la cosa no paró en esto : por la mañana un gran
tropel de gentes del país se presentó á las puertas de
la ciudad, y con tono imperativo pidieran una satis
facción al gobernador ruso por el ultraje hecho á sus
sacerdotes y la destrucción de su gran Cham-Chi
Thangu . Los habitantes de Nortziuskoy en un principio
se consternaron sobremanera ; el miedo les hacía ver
ya más de treinta mil tártaros . El gobernador ruso en
CAPÍTULO VIII. 335

vió mensajeros para apaciguarlos . Les aseguró que


ignoraba completamente aquel suceso, y que no ha
biéndose ausentado ningún hombre de la guarnición ,
el culpable no se ocultaba entre sus gentes ; pero si
podía descubrir al causante , le haría sufrir un castigo
ejemplar. Ellos respondieron con altivez que todo el
país reverenciaba al gran Cham-Chi- Tbangu , que ha
bitaba en el sol , y que nadie más que un cristiano se
hubiera atrevido á atacar á su imagen ; que estaban re
sueltos en su consecuencia á declarar la guerra al Go
bernador y á todos los rusos que eran cristianos impíos.
El Gobernador se madifestó muy prudente con el
objeto de evitar un rompimiento y todo motivo de
guerra , pues el Czar le había expresamente mandado
que tratase el país conquistado con toda la dulzura po
sible . Probó aun el calmarlos con buenas palabras ;
finalmente , les dijo que una caravana se había puesto
en camino aquella misma mañana con dirección á
Rusia ; que quizás el culpable se hallaría entre los via
jeros, y que él mandaría gente para asegurarse de ello
si les servía de satisfacción . Dicha oferta pareció cal
marlos un poco . El Gobernador despachó efectiva
enmte un mensajero , que nos informó por orden
suya del estado de las cosas , y nos precisó además á
que si los culpables hacían parte de la caravana , que
se los entregásemos , añadiendo que haríamos muy
bien en todo caso de apresurar nuestra marcha lo más
que fuese posible, mientras que el Gobernador por su
parte entretenía á los tártaros . Este proceder era dig
no del mayor agradecimiento ; sin embargo , cuando
la caravana fué instruída de todo , nadie supo de lo que
se trataba, y en cuanto á nosotros, que éramos los cul
pables, fuimos precisamente los menos sospechosos .
El capitán que este día mandaba la caravana no apro
336 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.

vechó menos el aviso , y continuamos marchando dos


días con sus noches sin parar hasta que llegamos á una
población llamada Plothus , no deteniéndonos más que
lo únicamente indispensable á fin de llegar lo más
pronto posible á Jarawena , otra colonia rusa , en donde
esperábamos hallarnos ya seguros . Pero al día siguiente
- de nuestra salida de Plothus una nube de polvo que
se veía á lo lejos á nuestra espalda nos hizo juzgar que
éramos perseguidos .
Habíamos entrado en un vasto desierto costeando
un gran lago llamado Schaks-Oser, cuando divisamos
un gran número de caballeros al otro lado del lago al
norte. Nosotros marchábamos hacia el oeste , y nola
mos que ellos seguían la misma dirección . Mas dicho
samente habían supuesto que nosotros habríamos
costeado la misma orilla que ellos , siendo así que nos
habíamos dirigido al sud . Dos días después los perdi
mos de vista, pues creyendo sin duda que íbamos
- siempre delante de ellos llegaron hasta el río Ouda ,
bastante ancho por la parte del norte , pero estrecho y
vadeable por el paraje en que nosotros lo pasamos . Al
tercer día , ya sea que hubiesen reconocido su equivo
cación ó recibido noticias nuestras, volvieron sobre
nosotros á escape . Nosotros acabábamos precisamente
con gran satisfacción nuestra de descubrir un sitio
muy á propósito para acampar de noche , pues esta
bamos en un desierto de más de quinientas millas de
largo , á pesar de que nosotros no estábamos más que
en la entrada . No podíamos encontrar ningún paraje
habitado para alojarnos antes de la ciudad de Jara
wena, que aun distaba dos largas jornadas ; sin¸em
bargo , en aquel lado del desierto había algunos bosques
y muchos riachuelos que corrían á sumergirse en el
Ouda. En un estrecho desfiladero , entre dos pequeñas
PISAN.

El enemigo llegó sobre nosotros ántes que nos hubiésemos


asegurado del todo.
!"
CAPÍTULO VIII . 339

selvas muy espesas, fué donde plantamos nuestro


campo por aquella noche , esperando el ser atacados.
antes de la mañana .
Nadie de la caravana , á excepción de mis asociados
y yo, sabían la causa de esta persecución ; mas como
los tártaros mogoles acostumbran á ir errantes por
aquellos desiertos , las caravanas se fortifican cada
noche para defenderse de ellos como de cuadrillas de
ladrones, por lo cual nuestra gente no se sorprendió
de verse perseguida.
El campamento elegido era el más ventajoso que
habíamos encontrado en todo el viaje . Estábamos co
locados, según he dicho, entre dos selvas , y un pe
queño arroyuelo se deslizaba al frente de nosotros,
de suerte que no podían envolvernos y no debíamos
temer el ataque más que por delante ó por detrás . Tra
tamos además de fortificar nuestra gente , colocando
en línea sobre la orilla del riachuelo todo nuestro
equipaje, así como también nuestros camellos y caba
llos , y echando abajo algunos árboles que había detrás
de nosotros . En esta posición nos disponíamos á pasar
la noche ; mas el enemigo llegó sobre nosotros antes
que nos hubiésemos asegurado del todo los tártaros
no se lanzaron sobre nosotros como bandidos , así como
lo esperábamos , sino que despacharon tres mensaje
ros pidiendo que les fuesen entregados los que habían
ultrajado sus sacerdotes y quemado á su dios Cham
Chi-Thangu , á fin de hacerlos perecer del mismo mo
do. Añadieron que entonces se retirarían , pero de lo
contrario nos exterminarían á todos . Los nuestros pa
recieron confundidos en vista de tal mensaje , y se mi
raron unos á otros para procurar descubrir al cul
pable en su fisonomía ; mas, nadie, fué la respuesta
de cada uno , nadie había cometido aque llxeo . cesE
340 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

comandante hizo responder que estaba del todo se


guro que dicha violencia no había sido cometida por
ninguno de los nuestros, pacificos mercaderes , que
viajaban sólo por sus negocios ; que no habíamos co
metido daño alguno ni contra ellos ni contra otros , y
que debían buscar en otra parte los autores del hecho
del cual se quejaban . Finalmente , les suplicó que los
dejaran reposar, diciéndoles que en el caso contrario
estábamos dispuestos á defendernos. Dicha respuesta
no les satisfizo , y al día siguiente al amanecer un gran
número de ellos asaltaron nuestro campo ; mas viendo
nuestros fuertes parapetos no se atrevieron á vadear el
río, que protegía nuestro fuerte se pararon allí en
tan gran número , que verdaderamente nos llenamos de
espanto, pues los que calculaban con menos exagera
ción lo hacían subir á diez mil. Después de habernos
observado por espacio de algún tiempo , lanzaron un
horrible alarido y nos arrojaron una nube de flechas ;
mas gracias á nuestro equipaje , por aquel lado estába
mos perfectamente á cubierto , de modo que no tuvi
mos ni un solo herido . Poco tiempo después los vimos
hacer un pequeño movimiento hacia la derecha , y es
peramos que viniesen por la espalda ; pero un cosaco
de Jarawena, astuto compañero , que servía en las filas
moscovitas , vino á decir al comandante : « Yo me en
cargo de enviar todas estas gentes á Siheilka . »> Ésta
era una ciudad que se hallaba á cinco jornadas de
donde nosotros estábamos , un poco más atrás hacia la
derecha. Al momento tomó su arco y sus flechas , salto
á caballo , y pasando por la retaguardia de la caravana,
tomó el camino de Nortziuskoy ; luego, dando , un ro
deo , llegó directamente al ejército de los tártaros, en
donde se presentó como un emisario encargado de
decirles que los que habían quemado el dios Cham
CAPÍTULO VIII. 341

Chi-Thangu se habían dirigido á Siheilka con una ca


ravana de infieles (así llamaba á los cristianos) , porque
querían quemar también á Schal- Isar, dios de los na
turales de Toung.
Siendo este hombre un verdadero tártaro , y hablando
perfectamente su lengua, le salió tan bien su astucia ,
que aquellos dieron entero crédito á sus palabras y se
lanzaron tumultuosamente con dirección á Siheilka .
Á las tres horas los perdimos ya de vista y no oímos
hablar más de ellos ; de modo que ignoramos si fue
ron ó no á dicho punto .
Así llegamos sanos y salvos á Jarawena , en donde
había guarnición rusa . Descansamos cinco días en esta
población, porque la caravana se hallaba muy fatigada
con la marcha forzada de la víspera , después de haber
pasado la noche en claro.
Al salir de Jarawena tuvimos que atravesar un es
pantoso desierto, en el cual empleamos veinte y cinco
días . Íbamos provistos á fin de pasar la noche con más
comodidad , y el jefe de la caravana se había procura
do diez y seis carros ó furgones del país para la con
ducción del agua y provisiones . Dichos carros , colo
cados todas las noches al rededor de nuestro pequeño
campamento, nos servían de muralla ; de suerte que los
tártaros , á no ser en un número muy considerable , no
hubieran podido nunca causarnos ningún daño .
Fácilmente se puede suponer que tendríamos ne
cesidad de descanso con un viaje tan largo , y sobre
todo en un desierto en donde ni siquiera vimos una
casa , ni un árbol, ni un arbusto . Solamente encontra
mos muchos cazadores de cebellinas y algunos tárta
ros mongoles ; éstos atacan con frecuencia á las pe
queñas caravanas, mas nosotros nunca los vimos
reunidos en gran número.
342 AVENTURAS DE ROBINSÓN CRUSOÉ.

Luego que hubimos pasado aquel desierto , llegamos


á un país bastante poblado , en donde encontramos
ciudades y fortalezas establecidas por el Czar con
guarniciones de tropas apostadas para proteger las ca
ravanas y defender el país contra las invasiones de los
tártaros , pues de lo contrario no se podría viajar por el
peligro que ofrecería , siendo las órdenes del Czar tan
absolutas con respecto á este asunto , que si se oía
hablar de tártaros en el país , los destacamentos debían
acompañar á las caravanas de estación en estación
para que llegasen con seguridad . Así , el gobernador
de Oudinsk, al cual hice una visita en compañía del
comerciante escocés que era amigo suyo , nos ofreció
una escolta de cincuenta hombres hasta la segunda
jornada que encontrásemos otro destacamento , en el
caso que temiésemos algún peligro.
Mucho tiempo antes de llegar allí, juzgaba que acer
cándonos á Europa encontraríamos el país mejor po
blado y los habitantes más civilizados ; pero me enga
ñaba , porque teníamos aun que atravesar el país de
Toung, en donde hallamos las mismas señales de pa
ganismo y de barbarie que habíamos visto ya en otras
partes, con la sola diferencia que, sometidos á la do
minación moscovita , eran menos peligrosos ; mas por
sus groseras costumbres é idolatría , ningún otro pue
blo en el mundo los ha sobrepujado. Van vestidos de
pieles de animales , de las cuales se sirven también
para construir sus chozas . Es imposible distinguir una
mujer de un hombre, ni por el traje, ni por los ade
manes . En invierno , cuando la tierra está cubierta de
nieve, habitan en subterráneos que se comunican
unos con otros .
Si los tártaros tuviesen por dios de todo un pueblo
ó de una comarca á su Cham -Chi-Thangu , en cada
CAPÍTULO VIII . 343

choza y en cada subterráneo tendrían ídolos . Además ,


adoran las estrellas , el sol , el agua , la nieve , en una
palabra, todo lo que no pueden comprender, y á la
verdad que comprenden muy pocas cosas ; de modo
que cada elemento y cada objeto un poco extraordi
nario recibe de ellos sacrificios .
Nada me sucedió de particular en este país , aparta
do cuatrocientas millas lo menos del último desierto ,
del cual he hablado , y cuya mitad está también de
sierta ; pues caminamos doce días sin encontrar ni una
sola casa, ni un árbol, viéndonos obligados á llevar
provisiones desde el pan hasta el agua . Saliendo del
citado desierto , y después de dos días de marcha, lle
gamos á Yenisseisk, pueblo ó estación moscovita , si
tuada sobre el caudaloso río Yenissei, que separa, se
gún nos dijeron , en aquel sitio la Europa del Asia .
En estas comarcas reinan todavía el paganismo y la
ignorancia , exceptuándose en las guarniciones rusas .
Todo el país comprendido entre el Oby y el Yenissei es
completamente idólatra, y los pueblos son tan bár
baros como los tártaros de las regiones más apartadas ,
y más que ninguna nación de la cual tenga yo cono
cimiento , ya sea en el Asia, ya en América . Noté ade
más, y se lo hice observar así á los gobernadores mos
covitas, con los cuales tuve ocasión de hablar, que
aquellos pobres paganos , aunque estuviesen bajo el
dominio moscovita , no estaban por esto más ilustra
dos ni más dispuestos á ser cristianos : dichos gober
nadores convenían en que yo tenía razón , pero me
respondían al propio tiempo que tampoco era su ob
jeto ; que si el Czar quisiera convertir sus vasallos de
la Siberia, de Toung y de la Tartaria , les enviaría sa
cerdotes y no soldados ; añadiendo con una sinceridad
que nunca hubiera esperado de ellos , que su monarca
344 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

ponía más cuidado en hacerlos súbditos sumisos que


no cristianos.
Desde el Yenissei hasta el Oby hallamos una comarca
salvaje, en la cual únicamente faltan brazos é indus
tria para que sea sumamente agradable , risueña y
fértil . Todos los habitantes que allí encontramos eran
paganos , á excepción de los que habían sido enviados
de Rusia ; pues á aquellos lugares, entre las dos ri
beras del Oby, son deportados los criminales mosco
vitas á quienes se ha impuesto la pena inmediata á la
de la muerte , y á los que les es casi imposible el salir
jamás de aquel destierro .
Nada tengo que decir acerca de mis asuntos perso
nales hasta mi llegada á Tobolsk, capital de la Siberia,
en donde permanecí algún tiempo por los motivos si
guientes.
Nosotros habíamos empleado cerca de siete meses
en hacer nuestro viaje , y el invierno se acercaba rápi
damente así, mi asociado y yo tuvimos una con
sulta sobre nuestros negocios privados , para decidir
lo que convenía hacer, atendiendo á que teníamos que
ir á Londres y no á Moscou : se nos había hablado de
trineos y rengíferos para viajar sobre la nieve durante
el invierno ; efectivamente , los rusos se sirven de esa
especie de vehículos, de los cuales se cuentan cosas
tan particulares, que parecen increíbles . Dícese que
los rusos prefieren más el viajar en el invierno en los
trineos , que no de otra manera en verano , pues que
de aquel modo pueden correr día y noche ; la nieve
helada cubre toda la tierra de una superficie plana,
de suerte que las colinas, los valles, los ríos y los
lagos no forman más que una gran llanura, dura y
lisa como la piedra , y sobre la cual se corre sin nin
gún cuidado ni inquietud .
CAPÍTULO VIII . 345

Sin embargo , yo no tenía necesidad de semejante


modo de viajar . Iba á Inglaterra y no á Moscou , y po
día elegir dos distintas rutas : podía ir con la caravana
hasta Joroslaw ; desde este punto dirigirme á Narva en
dirección al oeste , y encaminarme por el golfo de
Finlandia á Dantzick, en donde sin duda hallaría oca
sión de deshacerme ventajosamente del cargamento
que traía de la China ; ó bien podía dejar la caravana
en una pequeña población situada sobre el Dwina, y
desde allí llegar en seis días por agua á Archangel , en
donde no dejaría de haber buques con destino á Ingla
terra, Holanda ó Hamburgo ; mas por ninguna de las
dos citadas rutas era posíble para mi tal viaje en
aquella estación : pues por Dantzick debía esperar el
encontrar el mar Báltico helado , de manera que me
cerrase el paso ; y con respecto á atravesar por tierra
aquel país, era menos seguro todavía que el viajar por
en medio del de los tártaros mongoles . Además , si en
octubre me encaminaba á Archangel , no encontraría
ya ningún buque , así como tampoco comerciantes,
que no hacen más que pasar allí el verano , y en el in
vierno se refugian en Moscou después de la partida de
los buques ; de modo que sufriría un frío excesivo y
me faltarían las provisiones para pasar el invierno
dentro de aquel pueblo desierto . Finalmente , bien
considerado todo , pensé que lo mejor ara dejar partir
la caravana, y hacer yo mis preparativos para invernar
en el paraje en que me encontraba, es decir, en To
bolsk (Siberia), en una latitud de cerca de sesenta
grados , estando seguro de encontrar allí tres cosas ne
cesarias para desafiar un invierno rigoroso , á saber :
abundancia de toda especie de provisiones que pudiese
criar el país , una casa abrigada y bastante combusti
ble, y por último una buena compañía.
346 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ.
Estaba entonces en un clima bien diferente del de
mi muy querida isla , en donde jamás había sentido el
frío , á excepción de aquellos días en que estuve ata
cado de la fiebre , en donde apenas podía aguantar los
vestidos , en que jamás encendía lumbre sino al aire
libre , y esto sólo para preparar la comida . En este otro
país necesitaba llevar puestas tres grandes chupas , y
encima anchos sobretodos que me llegaban hasta los
pies , y se abrochaban hasta el cuello ; todos estos ves
tidos iban muy bien forrados , á fin de que calentasen
y abrigaran más .
Para caldear mi casa no quise emplear el método
inglés de tener lumbre en todas las habitaciones en bra
seros , de suerte que cuando el fuego está apagado , el aire
de la habitación llega á ponerse bien pronto al mismo
grado que el del exterior : después de haber alquilado
una vivienda en una magnífica casa , hice colocar en
el centro de mis seis estancias una gran chimenea en
forma de hornillo , como una estufa : el tubo ó cañón
por donde pasaba el humo se dirigía hacia un lado , y
la abertura del sitio que ocupaba el fuego hacia el
otro ; de modo , que todas las habitaciones estaban
igualmente caldeadas sin que se notase el fuego , lo
mismo que se calientan los baños en Inglaterra . Así ,
teníamos siempre en la estancia una temperatura
igual , que conservaba el mismo calor, por mucho frío
que hiciera exteriormente ; y á pesar de todo, no se
veía fuego por ninguna parte , y no incomodaba abso
lutamente el humo.
Lo más prodigioso de todo era el hallar una buena
compañía en aquel país bárbaro , situado á la extremi
dad setentrional de la Europa , cerca del mar Glacial,
y casi bajo la misma latitud que la Nueva Zelandia.
Pero, como he dicho ya más arriba , era el país adonde
CAPÍTULO VIII . 347

son enviados los reos de Estado , y la ciudad estaba


llena de nobles , caballeros militares y cortesanos rusos .
Allí encontré el famoso príncipe Galitzin , el anciano
general Robostiski , otros muchos personajes notables,
y algunas grandes damas . Por medio de mi amigo el
comerciante escocés , que sin embargo me abandonó
en aquella ciudad, trabé conocimiento con muchas
de aquellas personas, de las cuales , durante las largas
veladas de invierno que allí pasé , recibí muchas y muy
agradables visitas.
Estaba conversando una noche con el príncipe de***,
uno de los desterrados que había sido en otro tiempo
ministro de Estado del Czar, y la conversación recayó
sobre mis aventuras particulares . Me había dicho una
multitud de cosas curiosas sobre la grandeza , la mag
nificencia, las posesiones y el poder absoluto del
emperador de las Rusias. Le interrumpí diciéndole
que yo había sido un soberano más absoluto y más po
deroso todavía que el Czar , aunque mis estados no
fuesen tan extensos , ni mis vasallos tan numerosos
como los suyos . El noble ruso pareció sorprenderse ,
y mirándome con atención trató de adivinar lo que yo
quería decir. Le prometí que cesaría su admiración
luego que me hubiese explicado. Entonces le dije que
tenía un poder absoluto sobre la vida y fortuna de mis
vasallos ; que sin embargo , no había tenido en todos
mis estados un solo enemigo de mi gobierno ó de mi
persona. Él respondió , meneando la cabeza , que bajo
este aspecto sobrepujaba efectivamente al Czar . Conti
nué dándole á conocer que todas las tierras de mi
reino me pertenecían ; que mis súbditos no eran más
que los arrendadores , y tan sólo por el tiempo que á
mí me pareciera ; que estaban todos dispuestos á de
rramar por mí toda su sangre , y por último , que ja
348 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

más déspota alguno , pues yo me reconocía por tal,


había sido tan generalmente amado ni tan fuertemente
temido de sus vasallos .
Después de habernos entretenido un rato en esta´
especie de enigmas políticos , concluí refiriéndole la
historia de mi morada en la isla , de la manera que yo
me goberné, así como también á mi pueblo , todo
según lo he escrito después .
Todos se quedaron admirados de mi narración , y
en particular el príncipe, que me dijo , dando un sus
piro , que la verdadera grandeza en este mundo es el
ser dueño de sí mismo ; que él no hubiera cambiado
una posición como la mía por la del Czar ; que él
mismo hallaba más dicha en la soledad , en la cual
parecía haberle condenado su destierro, que la que
jamás había experimentado en el tiempo de su más
elevado favor en la corte de su amo ; en fin , que el
colmo de la sabiduría humana era el poder doblegar
el genio á las circunstancias , y el procurarse una
calma interior en medio de las tempestades exteriores .
<< En los primeros momentos de mi estancia en
estos parajes, continuó, me arrancaba los cabellos y
desgarraba mis vestidos , como tantos otros han hecho
antes que yo ; pero el tiempo y la reflexión me con
dujeron á pensar en mi situación , y á mirar á mi re
dedor y considerando la vida del hombre en general ,
vi cuánta influencia ejerce el mundo sobre su dicha, y
que cada uno puede ser feliz y satisfacer sus más no
bles deseos sin que necesite, ó á lo menos muy poco ,
del socorro de los demás . Respirar un aire puro , tener
alimentos para sostenerse , vestidos para resguardarse
del frío, y hacer el ejercicio necesario para la salud ;
he aquí , según mi parecer, todo lo que el mundo
puede hacer por nosotros. La grandeza, el poder, las
CAPÍTULO VIII . 349

riquezas y los placeres , de todo lo cual gozan algunos


sobre la tierra, es á la verdad uno de los lados seduc
tores ; sin embargo , todas estas cosas sirven principal
mente para hacer más fogosas nuestras pasiones : la
ambición, la vanidad , la avaricia , el orgullo y la sen
sualidad , pasiones que , nacidas de todo lo que el hom
bre tiene de más bajo en su interior, y criminales en
sí mismas , encierran el germen de todos los demás crí
menes . Pero estas ventajas mundanas no tienen ninguna
comparación con las virtudes que hacen al hombre sa
bio, ó con las divinas gracias que le distinguen . Pri
vado en el día del bienestar exterior que procura el
goce de aquellos vicios , he podido considerar eligiendo
su mal lado , y percibir toda su deformidad ; me he
quedado convencido que la virtud sola torna al hombre
verdaderamente sabio , rico , grande , y lo hace dichoso
en la otra vida . Así es que nosotros todos somos más
felices en nuestro destierro , que nuestros enemigos en
medio de los honores y de las riquezas que hemos
abandonado . Vos quizás creeréis que me someto así
por política , obligado por una necesidad que otros lla
marían desgracia , para reintegrame en algún modo
de mi pasada grandeza, no ; os digo que no querría
volver á aquella existencia : mi alma , libre una vez de
su prisión corporal y gustando la gloria que nos aguar
da después de esta vida , juzgo que no querría entrar
de nuevo en los lazos de carne y sangre que la apri
sionan ahora, abandonando el cielo por el fango y los
vicios de la sociedad humana . »
Pronunció el antecedente discurso con tanto calor
en su acento, tanta emoción y vehemencia en sus pala
bras, que se veía claramente la expresión de los ver
daderos sentimientos de su alma y no se podía poner
en duda su sinceridad . Contestéle que me había creído
II. 20
350 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

en otro tiempo una especie de monarca en mi antigua


condición, de la cual le había hecho una reseña ; pero
que él era á mis ojos , no sólo un monarca, sino un
gran conquistador ; porque aquel que alcanza la victo
ria sobre sus deseos inmoderados , y toma un imperio
absoluto sobre sí mismo , sometiendo su voluntad á la
razón, es ciertamente más grande que el guerrero que
se apodera de una ciudad . « Pero , caballero, le dije,
¿me permitiréis que os haga una pregunta ? - Con
mucho gusto , respondió . -- ¿ Si os ofreciesen los me
dios de recobrar vuestra libertad , perderíais la oca
sión de escapar de este destierro ? -- Esperad , con
testó ; vuestra pregunta es sutil , y requiere largas y
graves reflexiones para responder de un modo positivo.
Quiero mostraros el fondo de mi corazón . Nada en
este mundo podría obligarme á salir de este lugar de
destierro , á excepción de dos cosas : el deseo de vol
ver á ver á los míos , y el de estar en un clima más cá
lido . Mas yo os aseguro , con respecto á volver á las
pompas de la corte , á la gloria , al poder, al círculo
que rodea á un ministro de Estado , á la fortuna, á los
placeres de un cortesano , que si el Czar , mi amo , me en
viase á decir en este instante que mo volvía todo lo
que me había quitado , no abandonaría de ningún
modo esta soledad , estos desiertos y lagos helados por
el palacio de Moscou . - Pero , caballero , repliqué,
vos no estáis quizá privado de los placeres de la corte
solamente , del poder y opulencia que habéis gozado
en otro tiempo podéis aun notar la falta de ciertas
dulzuras de la vida ; vuestras tierras están quizá con
fiscadas, vuestros bienes en manos ajenas ; lo que aquí
os resta está lejos de bastar á vuestras necesidades . -
Sin duda , si vos me consideráis todavía como un gran
señor, como un príncipe , lo que soy efectivamente ;
CAPÍTULO VIII. 351

mas miradme como un hombre cualquiera , como una


criatura igual á las demás ; bajo este concepto no tengo
que temer ninguna privación , á menos que sea herido
de algún mal ó enfermedad grave. Estamos aquí cinco
personas de un rango elevado , viviendo en un completo
retiro, como conviene á unos desterrados . Lo que he
mos salvado del naufragio de nuestra fortuna, basta
para que no tengamos necesidad de cazar para vivir ;
mientras que los infelices soldados que envían aquí,
sin tener nuestros recursos , viven tan bien como nos
otros ellos cazan zorras y cebellinas , y el trabajo de
'un mes los sostiene todo el año . Como nuestro género
de vida está exento de dispendios , proveemos á ella sin
trabajo . Por lo tanto , vuestra última objeción queda
destruída . >>
Me extendería demasiado si refiriese minu ciosamente
la agradable conversación que tuve con aquel hombre
verdaderamente grande ; él dió pruebas de un enten
dimiento despejado por medio de un profundo conoci
miento de las cosas , sostenido por la religión , llenó
de una firme sabiduría , pareciéndome tanto más sin
cero su desprecio por este mundo . Manifestóse el
mismo hasta el fin , según veremos .
Había yo pasado ocho meses en Tobolsk , y el in
vierno me había parecido bien triste y bien penoso ; el
frío era tan intenso que no podía atreverme á salir sin
ir muy bien abrigado con pieles y con el rostro cubierto
con una abertura en la boca para respirar, y otras dos
en los ojos para ver. No tuvimos en el espacio de tres
meses más que días de cinco horas ó seis todo lo más ;
pero estando la tierra continuamente cubierta de nieve ,
y el tiempo bastante claro , la oscuridad no era jamás
completa. Nuestros caballos estaban guardados , ó más
bien diré, hambrientos bajo tierra ; y en cuanto á los
352 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

criados que habíamos tomado para que nos sirviesen


y cuidasen de nuestras bestias, se les helaban de cuando
en cuando los pies y las manos , viéndonos precisados
á hacerles dar fricciones , de miedo que no les entrase
la gangrena. Es cierto que en las habitaciones hacía
casi calor, estando las casas bien cerradas, las paredes
muy espesas , las ventanas pequeñas , y con dobles vi
drieras . Nuestro alimento se componía principalmente
de carne de gamo , conservada y puesta á secar en la
correspondiente estación . Teníamos además pan bas
tante regular, preparado como el bizcocho , pescado
seco de varias especies , y algunas veces carnero y bú
falo , el cual es una comida excelente . Durante el ve
rano se preparan con gran cuidado las provisiones para
el invierno . Nuestra bebida á todo pasto era agua mez
clada con aguardiente refinado , en lugar de licores ;
por regalo bebíamos , en vez de vino , hidromel riquí
simo . Los cazadores que se arriesgaban á salir en todo
tiempo nos traían con frecuencia pedazos de carne de
venado , y alguna que otra vez de oso ; pero de esta
última hacíamos muy poco caso . Teníamos además
una buena provisión de te, que nos servía para obse
quiar á nuestros amigos . Á pesar de todo , vivimos con
comodidad y con bastante alegría.
Corría el mes de marzo , los días crecían rápida
mente, y el tiempo llegaba ya á ser soportable . Tam
bién los demás viajeros empezaban á preparar los tri
neos , que debían transportarlos por encima del hielo,
y á proveerse de las cosas necesarias para emprender
la marcha . Mas teniendo tomadas todas mis medidas
para dirigirme á Archangel , y no á Moscou ó al Bál
tico , me estuve quieto , sabiendo que los buques dei
Sur no marchan aun para aquella parte del munuo
antes de los meses de mayo ó junio , y que si yo llegaba
CAPÍTULO VIII. 353

al principio de agosto , sería lo suficiente para aprove


char la salida de alguno de dichos buques . No tenía ,
pues, necesidad de apresurarme , por lo cual dejé par
tir á todos los demás viajeros . Es de advertir que todos
los años los comerciantes de aquella ciudad van á Ru
sia á vender pieles , y á traerse las mercaderías nece
sarias para el abastecimiento de sus almacenes , otros
van con el mismo objeto á Archangel. Mas teniendo
todos ellos que hacer más de ochocientas leguas para
volver á sus casas , era natural que marchasen antes
que yo .
Hasta fines de mayo no empecé , pues , mis prepara
! tivos de viaje . Mientras estaba así ocupado , me ocu
rrió preguntar por qué todas aquellas gentes desterra
das por el Czar á la Siberia, puesto que pueden ir
adonde más les agrade dentro de su país , no aprove
chan dicha libertad para trasladarse á cualquiera otra
parte del mundo ; procuré , pues , inquirir lo que les
impedía hacerlo, pero cesó mi admiración cuando
hablé de ello al príncipe ruso . He aquí lo que me res
pondió : <« Considerad primeramente el país en que
nos hallamos , nuestra condición , y en fin, lo que son
en general las gentes que aquí destierran . Nosotros
estamos rodeados de obstáculos más fuertes que las
barras y cerrojos al norte un mar helado , en donde
jamás un buque se hace á la vela, en donde barca nin
guna ha bogado ; por otro lado más de 1,000 millas
que hacer para salir de los estados del Czar , en donde
no hay más caminos practicables que los que son man
dados construir por el gobierno, y que atraviesan los
puntos en donde hay guarnición . No podríamos llegar
á dichos puntos sin ser descubiertos , ni emprender
otros caminos sin exponernos á perecer de hambre
Es en vano, pues , que intentáramos escaparnos . »
20.
354 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

Me quedé reducido al silencio , y comprendí que los


desterrados estaban en una prisión tan segura como en
la fortaleza de Moscou. Imaginé, sin embargo , que yo
podía ser el instrumento de la libertad de aquel ex
celente hombre , y estaba dispuesto á intentarlo todo
para arrancarlo de aquellos lugares. Aproveché una
noche la ocasión de participarle lo que yo había pen
sado. Le hice ver cuán fácil me era el llevármelo , pues
que él no estaba vigilado ; y como yo no iba á Moscou ,
sino á Archangel, y que formaba parte de una cara
vana, podíamos acampar de noche en donde á mí
me acomodara, sin necesidad de tener que albergarnos
en ningún punto guarnecido por las tropas rusas ; de
dicho modo llegaríamos sin ningún obstáculo á Ar
changel, en donde yo inmediatamente aseguraría el
correspondiente pasaje sobre un buque inglés , que
nos conduciría á buen puerto ; finalmente , que tocante
á su subsistencia y demás gastos , corría de mi cuenta
hasta que él estuviese en estado de proveerse por sí.
Escuchóme con la mayor atención , teniendo los
ojos clavados en mí mientras hablaba, conociendo yo
por su rostro la viva agitación que sentía : á cada ins
tante cambiaba de color, su vista se inflamaba , y se
veía en su continente que su corazón latía con más
fuerza que de costumbre . No pudo contestarme des
pués que dejé de hablar, y pareció reflexionar sobre lo
que debía decirme ; mas después de un momento ,
abrazándome , exclamó : « ¡ Qué desgraciados somos ,
pobres seres sin defensa ! Los actos de la amistad
misma llegan á parecernos asechanzas, y nos converti
mos en tentadores unos de otros . Amigo querido , con
tinuó , vuestra oferta es tan franca , encuentro en vos
tanta bondad , desinterés y benevolencia hacia mí, que
sería preciso tener muy poca experiencia para no s-e
CAPÍTULO VIII. 355
tar tan admirado como reconocido por el servicio que
queréis dispensarme, Pero ¿ me habéis creído cuando
os he hablado de mi desprecio hacia el mundo ? ¿ Ha
béis pensado que había realmente llegado á este grado
de felicidad que me ha elevado sobre todo lo que este
mundo podía darme ? ¿ Estáis convencido de que obraba
de buena fe cuando decía que no quería volver á la
corte , aunque el mismo czar me volviese todo el favor
de que en otro tiempo gozaba ? En una palabra , amigo
mío, ¿ me habéis tomado por un hombre honrado , ó
por un orgulloso hipócrita ? » En seguida se detuvo ,
como para esperar mi respuesta , pero bien pronto co
nocí que era la emoción la que no le dejaba continuar ;
su corazón estaba tan combatido y agitado , que no le
permitía decir más .
Á la verdad , confieso que también me sorprendí de
hallar á un hombre semejante , de oir un discurso tal.
Para empeñarle á recobrar su libertad , le presenté al
gunas razones ; entre otras que él debía ver en esto
mismo una puerta por el cielo abierta , un llamamiento
de la Providencia, que dispone á su arbitrio de los su
'cesos, queriendo que fuese útil al género humano.
Mientras yo hablaba , él se había calmado .
<«< ¡ Quién sabe ! me dijo con calor. En lugar de una
orden del cielo , & no podría ser acaso una sugestión
de
1 otra influencia que me represente bajo falsos colo
res como el colmo de la dicha una libertad que no
puede ser más que un lazo para arrastrarme á mi
ruina? Aquí me veo libre de las tentaciones de volver
á mi antigua y miserable grandeza ; no estoy seguro
que en otra parte la semilla del orgullo, de la ambi
ción , de la avaricia y voluptuosidad , inherentes á
nuestra naturaleza , pudiese renacer, arraigarse, y por
último subyugarme . Entonces el feliz prisionero que
356 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

veis ahora dueño de la libertad de su alma, volvería á


ser, gozando de la libertad de su cuerpo , un miserable
.
esclavo de sus sentidos . Dejadme, apreciable amigo ,
en este dichoso cautiverio , al abrigo de las ocasiones.
de cometer faltas , y no me induzcáis á mudar por una
libertad ilusoria la de mi razón y la felicidad eterna ,
sobre la cual fijo al presente mi vista , y que podría
perder si aceptara vuestras seductoras ofertas , pues
soy de carne y no más que un hombre débil ; tengo
como cualquiera otro pasiones é inclinaciones bas
tante fuertes para subyugarme . ¡ Oh , no seáis á la vez
mi amigo y mi tentador ! »
Al principio me había sorprendido ; mas luego me
quedé mudo de repente, y permanecí sumamente ad
mirado y silencioso . La lucha que él sostenía en su
interior era tan violenta , que á pesar del terrible frío
que hacía estaba sudando á mares ; por lo tanto , co
nocí que tenía necesidad de calmar su espíritu . Así,
en pocas palabras le dije que dejaba que lo reflexio
nara, y que volvería para saber su contestación , des
pués de lo cual me dirigí á mi habitación .
Pasadas dos horas, oí que andaban en mi puerta ;
iba á levantarme cuando el príncipe mismo la abrió y
entró en la estancia : « Amigo mío, dijo , vos me ha
bíais trastornado, pero ya estoy tranquilo . No toméis
á mal que rehuse vuestra oferta. Podéis estar seguro
que no es por falta del aprecio que me merece vuestra
bondad , muy al contrario , estoy sumamente recono
cido á ella ; sino que yo espero haber alcanzado una
gran victoria sobre mí mismo . Caballero, le res
pondí, supongo que obrando así, tenéis una convic
ción plena de no resistir á la voz del cielo. - Si el
cielo, replicó , hubiese querido que tomase el partido
opuesto , me hubiera infundido dicho deseo ; mas yo
CAPÍTULO VIIL 357

creo firmemente que por una inspiración de la Provi


dencia he rehusado vuestra proposición, y tendré ,
cuando me abandonéis, la dulce satisfacción de que
me dejaréis, si no libre, por lo menos honrado. >>
No me quedaba otro arbitrio más que ceder, y ase
gurarle que mi sólo objeto había sido el serle útil
sinceramente . Abrazóme con efusión , afirmando que
era muy sensible á aquella prueba de amistad , á la
cual siempre estaría reconocido . Al mismo tiempo me
hizo un regalo de martas cebellinas , á la verdad de
masiado rico para un hombre en su posición , y que
hubiera rehusado si me lo hubiera permitido . Al día
siguiente mandé mi doméstico á su señoría con un
pequeño obsequio , compuesto de te , de dos piezas de
damasco de la China, y de cuatro barritas de oro ja
ponés , que entre todas no pesaban más que unas seis
onzas. Este regalo era muy inferior al de sus martas.
que me valieron en Inglaterra muy cerca de doscien
tas libras esterlinas . El príncipe aceptó el te , una de
las piezas de damasco , y una barrita de oro que tenía
perfectamente grabado el sello del Japón , y que tomó
como una cosa rara ; pero no quiso aceptar nada más ,
y me manifestó por medio de mi criado que deseaba
hablarme.
Cuando me apersoné con él , me dijo , que sabiendo
lo que había pasado entre nosotros , no podía tener la
esperanza de quebrantar su resolución ; sin embargo,
que ya que le había hecho una oferta tan generosa ,
me suplicaba que tuviese la misma bondad por una
persona que él me nombraría, y por la cual se inte
resaba en sumo grado . Le dí á entender que yo no
podía prometer por otro todo lo que hubiera hecho
por él , que me había inspirado un cariño particular ,
siendo para mí una gran satisfacción el proporcio
358 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOÉ .

narle la libertad ; por lo tanto , si me nombraba la per


sona, le contestaría con franqueza, esperando que no
se disminuiría el aprecio que me tenía si mi respuesta
le desagradaba . Díjome que se trataba de su hijo
único , que yo jamás había visto , y que se encontraba
en la misma situación que él , pero á doscientas millas
de Tobolsk, al otro lado del Oby ; que lo mandaría á
buscar si yo accedía á su petición . Ni un momento ti
tubeé, haciéndole comprender que lo dejada á su con
sideración deseoso como estaba , aunque yo no podía
decidirlo , de manifestarle mirespeto y afecto en la per
sona de su hijo . Pero estos detalles son demasiado
enojosos para ser repetidos.
Al otro día el príncipe envió á buscar á su hijo . Éste
legó al cabo de veinte días con el mensajero , condu
ciendo seis ó siete caballos cargados de ricas pieles
cuyo valor debía ascender á una suma considerable .
Sus criados hicieron entrar los caballos en la pobla
ción, dejando al joven señor á cierta distancia, hasta
que se hizo de noche . Entonces se dirigió de incóg
nito á nuestra casa, y su padre me lo presentó . En
seguida nos pusimos de acuerdo sobre las cosas que
debían sernos necesarias para efectuar nuestro viaje .
Compré en la ciudad una gran cantidad de pieles
de marta , de zorros negros , de armiño , y otras varias
preciosísimas , en cambio de algunas mercancías que
había traído de la China, en particular clavo y nuez
moscada. Luego vendí la partida mayor que me que
daba en Tobolsk, y después en Arckangel, á un precio
mucho más subido que hubiera podido venderlo en
Londres. Mi associado , que miraba especialmente á las
utilidades , siendo para él el comercio un objeto más
importante que para mí, quedó muy satisfecho de
nuestra permanencia en aquel paraje , á causa de
CAPÍTULO VIII . 359

los beneficios considerables que habíamos reportado.


Á primeros de junio abandoné á Tobolsk, lugar per
dido , ciudad apartada de todas las vías frecuentadas
por el comercio , que tan poco se habla de ella en el
mundo . Nosotros estábamos reducidos entonces á una
muy pequeña caravana , no contando más que treinta
y dos bestias entre caballos y camellos . Todos pasaban
por míos , aunque once de ellos perteneciesen á mi
nuevo huésped ; era pues natural que mi séquito se
compusiera de mayor número de personas. El joven
príncipe tomó el título de administrador mío , é indu
dablemente yo mismo pasaba por un gran personaje ;
ignoro cuál, porque no juzgué conveniente infor
marme .
En un principio tuvimos que atravesar el desierto
más vasto é incómodo que encontramos en todo
nuestro viaje ; digo el más incómodo , porque en cier
tos parajes el camino era pantanoso , y en otros muy
desigual . Lo que nos consolaba era que no teníamos
que temer á tártaros ni á ladrones , no viéndose sus
cuadrillas casi nunca sobre aquella ribera del Oby ; sin
embargo , nos engañamos en esto .
Mi joven príncipe tenía un fiel criado nacido en la
Siberia que conocía perfectamente el país : nos con
dujo por caminos de travesía , con el objeto de hacer
nos evitar las principales ciudades y fortalezas que se
encuentran en el camino real , tales como Tumen ,
Soloy-Kamskoy, y muchas otras . El sabía que las guar
niciones rusas ejercen una escrupulosa vigilancia sobre
los viajeros , por temor de que los desterrados se es
capen por aquella parte . Mas si nosotros evitábamos
las ciudades , era consiguiente que todo nuestro viaje
había de ser por el desierto , y estábamos obligados á
acampar y dormir debajo nuestras tiendas, en lugar
360 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

de poder hospedarnos cómodamente en las ciudades


del camino . El príncipe lo sintió tanto , que no quiso
dejarnos pasar más la noche al raso cuando nos en
contrásemos cerca de una población . Él se quedaba
solo con su criado , y dormía en los bosques , reunién
dose luego á nosotros en un sitio convenido de an
temano .
Por fin, nos hallamos ya en Europa, después de
haber pasado el río Kama , que en dicho sitio forma el
límite entre la Europa y el Asia. La primera población
sobre la ribera europea se llama Soloy-Kamskoy, esto
es , la gran ciudad sobre el río Kama . Nosotros espe
rábamos hallar un pueblo más civilizado ; pero está
bamos equivocados : en todo el espacio de un inmenso
desierto que en diversos parajes tiene setecientas
millas de extensión , aunque por el sitio que nosotros
lo atravesamos no tiene más que doscientas, encontra
mos sin embargo muy poca diferencia entre este país
y el de los tártaros mongoles. La mayor parte de los
habitantes son idólatras y valen poco más que los sal
vajes de la América ; sus casas y poblaciones están
llenas de ídolos, y sus costumbres son sumamente
bárbaras , á excepción de algunas ciudades , como tengo
dicho , y en las poblaciones amuralladas, cuyas gentes
se llaman cristianos de la Iglesia griega ; pero su re
ligión está mezclada con tantos restos de superstición ,
que en muchas partes se la distingue apenas de la he
chicería .
Al atravesar aquella soledad , y en el momento en
que nosotros creíamos haber escapado de todos los
peligros , según antes dije , faltó muy poco el que no
fuésemos cogidos , y acaso sacrificados , por una banda
de forajidos , ignoro de qué país, todos á caballo, ar
mados de arcos y flechas. Se aproximaron á nosotros
CAPTÍULO VIII. 361

en número de cuarenta y cinco , á la distancia de dos


tiros de fusil : sin hacernos ninguna pregunta nos ro
dearon, nos examinaron dos veces con la mayor aten
ción, y porúltimo se apostaron precisamente en medio
del camino. Desde luego nos formamos en batalla,
delante de nuestros camellos . aunque no éramos más
que diez y seis hombres , y de este modo alineados
hicimos alto . Enviamos entonces el criado siberiano
que acompañaba á su señor, para saber quiénes eran
aquellas gentes . El joven príncipe lo dejó ir con tanta
más voluntad , cuanto que él temía que aquello no
fuese un destacamento siberiano mandado en su per
secución. El criado avanzó hacia ellos con una ban
dera de parlamentario, y les preguntó ; mas aunque
sabía hablar muchos dialectos del país , ni tan sólo
pudo comprender una palabra de lo que ellos decían.
Sin embargo, como ellos le hacían señales de que no
se acercara más si no quería exponerse á perecer, vol
vió sin ir más adelante . Únicamente nos dijo que en
sus vestidos los reconocía por tártaros calmucos ó cir
casiamos , y que debía haber muchos más en el gran
desierto ; mas nunca habia oído decir que ellos hubie
sen sido vistos tan lejos hacía el norte . Esto era muy
poco consolador para nosotros , pero no había más
remedio. Sobre nuestra izquierda á la distancia de un
cuarto de milla, y cerca del camino se encontraba una
pepueña selva inmediatamente decidí que nosotros
debíamos avanzar hacia aquellos árboles y fortificarnos
del mejor modo posible. En primer lugar calculé que
los árbores nos protegerían en gran parte de las flechas
de nuestros enemigos, y en segundo que éstos no
podrían en aquel terreno darnos una carga reunidos .
Debo decir que el que tuvo esta idea fué mi viejo pilo
to portugués, pues que él tenía el doble mérito de ser
II. 21
362 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

siempre el primero en darnos ánimo, y el más diestro


para aconsejarnos en las ocasiones peligrosas.
Avanzamos, pues , con toda celeridad para ganar el
bosquecillo . Los tártaros ó los bandidos (porque no
sabíamos quénombre darles) conservaron su posición ,
y no hicieron la menor tentativa para detenernos .
Cuando llegamos al sitio indicado , hallamos con gran
satisfacción que el terreno era pantanoso , sobre un
lado del cual un manantial de agua abundante formaba
un riachuelo, que se juntaba un poco más lejos á otra
corriente semejante . En una palabra, era el manantial
de un río considerable , que más allá de aquel sitio se
llama Wirtzka. Los árboles que crecían al rededor de
dicho manantial no llegaban á doscientos, pero eran
bastante corpulentos y estaban muy unidos para ofre
cernos una defensa suficiente , á menos que el enemigo
no echase pie átierra para atacarnos . Con el objeto de
hacerles esta empresa más difícil, nuestro portugués ,
ayudado de algunos de los nuestros , se apresuró á cor
tar por la mitad gruesas ramas que dejaba colgar atra
vesadas de un arbol á otro , de modo que estábamos
rodeados por una especie de empalizada .
Permanecimos algunas horas vigilando á los enemi
gos , los cuales no hicieron el más leve movimiento .
Dos horas antes de anochecer se dicidieron á marchar
contra nosotros . En seguida conocimos que otros ha
bían venido à unirse á aquellos , de suerte que eran
cerca de ochenta jinetes , entre los que me pareció ver
algunas mujeres . Ellos avanzaron hasta medio tiro de
fusil de nuestro bosquecillo ; entonces tiramos con
pólvora sola , y al mismo tiempo les preguntamos en
lengua rusa qué querían , mandándoles que se retira
ran . Pero su furor no hizo más que aumentarse ellos
se precipitaron con dirección al bosquecillo , no ima

KARL DET ENILE DESCHAMPS!

Nuestro portugués se apresuró á cortar gruesas ramas que


dejaba atraversadas de un árbol á otro.
1
CAPÍTULO VIII. 365

ginando que estaba parapetado de tal modo que no


era fácil penetrar en él . El anciano piloto , nuestro ca
pitán é ingeniero á la vez , nos encargó que no tiráse
mos sino cuando los tuviésemos á tiro de pistola , á
fin de no errar el golpe , y sobre todo que no hiciéra
mos fuego hasta no haberlos apuntado bien . Dijímosle
que mandara hacer fuego . Esperó á dar la señal á que
los enemigos estuviesen á la distancia de seis varas :
así, cuando nosotros hicimos fuego, habíamos hecho
la puntería tan exacta , que dejamos catorce muertos ,
sin contar los heridos ; muchos caballos fueron tam
bién alcanzados , pues habíamos cargado los fusiles
con dos ó tres balas lo menos .
Los enemigos se sorprendieron mucho de nuestro
fuego , y retrocedieron precipitadamente un centenar
de metros , lo cual nos dió tiempo para volver á cargar
nuestras armas . Viendo que se quedaban á larga dis
tancia , avanzamos y nos apoderamos de cuatro ó cinco
caballos , cuyos jinetes sin duda habían sido muertos .
Acercándonos á los que habían quedado sin vida en
el campo,juzgamos que eran tártaros , pero no podíamos
comprender cómo habían hecho su excursión tan le
jos. Una hora después hicieron un nuevo movimiento
para atacarnos , y volvieron al galope para tratar de
introducirse en nuestra pequeña selva . Hallándonos
siempre dispuestos a hacerles frente, se retiraron otra
vez . Entonces resolvimos permanecer encerrados allí
toda la noche .
Dormimos muy poco , como es de suponer , y pasa
mos una parte de la noche en fortificarnos y parapetar
todas las salidas y vigilar con el mayor cuidado por
todas partes . Así aguardamos el día , cuyos primeros
albores nos presentaron un espectáculo desagradable
los enemigos, que nosotros creiamos desanimados
21 .
366 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE .

por el recibimiento que les habíamos hecho , se habían


aumentado considerablemente , y habían plantado once
ó doce tiendas , como si estuviesen decididos á sitiar
nos. Aquel pequeño campamento se había establecido
á campo raso , á la distancia de unos tres cuartos de
milla de nosotros . Nos sorprendió de una manera ex
traña , y confieso francamente que me creí perdido sin
remedio, como igualmento todo lo que poseía. La
pérdida de mis efectos, aunque considerable, me im
portaba menos que la idea de caer en manos de seme
jantes bárbaros al fin de mi viaje , después de haber
escapado á tantos peligros y dificultades, y casi á la
vista del puerto en donde debíamos encontrar nuestra
seguridad y salvación . Tocante á mi asociado estaba
furioso decía que la pérdida de sus mercancías le
arruinaría completamente ; que mejor quería morir
peleando que perecer de hambre , y que estaba re
suelto á defenderse hasta derramar su última gota de
sangre. El príncipe , joven y animoso , quería también
combatir hasta exhalar el último suspiro, y mi viejo
piloto era de parecer que la posición en que estába
mos colocados nos ponía en el caso de resistir á nues
tros enemigos . De este modo pasamos la mañana en
discutir lo que debíamos hacer ; pero hacia la tarde
vimos crecer de nuevo el número de los enemigos ,
y comprendimos que al día siguiente podrían aumen
tarse más . También traté de informarme de la gente
que habíamos traído de Tobolsk , si existía algún ca
mino de travesía por el cual pudiésemos escaparnos
durante la noche, á fin de refugiarnos en alguna po
blación ó buscar una escolta que nos protegiese para
pasar el desierto .
El criado del príncipe nos dijo que si nuestro de
signio era el evitar á los enemigos, se empeñaba , así
CAPÍTULO VIII . 367

que llegase la noche , á guiarnos á un camino que con


duce al norte , al otro lado del río Petrou ó más bien
el Petchora ; no dudaba del buen éxito , mayormente
porque los tártaros no conocían el citado camino ; pero
añadió que su señor le había manifestado que no que
ría hablar de huir, sino antes por el contrario anhe
laba que llegase el momento de combatir . Le respondí
que estaba muy equivocado tocante á las intenciones.
de su amo , demasiado sagaz para exponernos por el
solo placer de batirse ; que se sabía que su señor era
valiente , pues que ya había dado pruebas de ello , pero
que no intentaría con solos diez y siete ó diez y ocho
hombres el pelear contra quinientos , á menos de ser
de absoluta necesidad ; y que si él creía que nos fuese
posible evadirnos durante la noche , era el mejor par
tido que podíamos tomar. El siberiano contestó en
tonces que si su amo le daba órdenes bajo este su
puesto , perecería antes que dejar de cumplirlas .
Muy pronto decidimos al príncipe á tomar dicho
partido dió secretamente á su criado las órdenes ne
cesarias , y sobre la marcha nos pusimos en estado de
procurar que nuestra empresa tuviese un éxito feliz .
En seguida que empezó á hacerse de noche encendi
mos en nuestro pequeño campo un gran fuego dis
puesto de manera que durase toda la noche , con el
objeto de que los tártaros creyesen que permanecía
mos allí ; después desde que la oscuridad fué com
pleta, y que pudimos divisar las estrellas (no habiendo
querido nuestro guía ponerse en marcha antes), hallán
dose ya nuestros caballos cargados , seguimos al nuevo
conductor, que se dirigía , según pude conocer, hacia
la estrella polar. Después de dos horas de marcha for
zada, empezamos á tener más claridad , no porque la
noche no durase aun , sino que salió la luna , y su
368 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

brillo fué mayor de lo que nosotros hubiéramos desea


do . Sin embargo , á las siete de la mañana habíamos
andado treinta millas , poco más ó menos, habiendo
casi reventado nuestros caballos . Entonces nos detu
vimos en un lugar ruso , llamado Kermaziuskoy, en
donde ni tan siquiera oímos hablar de los calmucos .
Dos horas antes de hacerce de noche nos pusimos en
marcha, y caminamos hasta las ocho de la mañama ,
pero con un poco más de tranquilidad que la víspera .
Serían las siete cuando pasamos un pequeño río lla
mado Kirtza , y llegamos á una grande y hermosa
ciudad habitada por rusos y llamada Ozomoys .
Allí supimos que habían muchas cuadrillas de cal
mucos esparcidas por el desierto ; pero que en aquel
entonces estábamos al abrigo de todo peligro por aquel
lado , lo que nos causó una gran satisfacción . Nos vi
mos precisados á procurarnos caballos descansados ,
y como teníamos gran necesidad de reposo , permane
cimos cinco días en aquella ciudad . Entonces conve
nimos mi associado y yo en dar el valor de cuatro
cientos reales al honrado siberiano que nos había
conducido .
Después de otro viaje de cinco días llegamos á Veus
lima, sobre el río Wirtzogda ó Witchegda , el cual
desagua en el Dwina . Estábamos ya felizmente casi al
término de nuestro viaje por tierra, pues aquel río
en siete días de navegación podía conducirnos á Ar
changel. Primeramente tocamos en Lawrenskoy el día
3 de julio . Después de habernos procurado dos lanchas
de transporte para los efectos , y una barca para nues
tra comodidad particular, nos embacamos el día 7 ,
y llegamos sanos y salvos á Archangel el 18 , después
de un viaje de un año, cinco meses y tres días , com
prendida nuestra permanencia de ocho meses en To
CAPITULO VIII. 369

bolsk. Esperamos seis semanas en Archangel la llegada


de los buques , y habríamos aguardado más tiempo si
un buque de Hamburgo ne se hubiese adelantado un
mes á las embarcaciones inglesas . Calculando que po
díamos colocar nuestros géneros tan ventajosamente
en Hamburgo como en Londres , tratamos de hacer
nuestra travesía en aquel buque . Cargados ya todos los
fectos , nada era más natural que el que se embarcara
mi administrador, el cual tuvo buen cuidado de ha
cerlo . El joven señor ruso pudo de este modo ocultarse.
perfectamente . Él no desembarcó una sola vez durante
nuestra permanencia en Archangel, temiendo ser re
conocido por algunos comerciantes de Moscou . Nos
dimos, pues, á la vela de dicho punto, esto es, de Ar
changel, el 20 de agosto del mismo año . Después de
un viaje , que no fué muy penoso , entramos en el Elba el
18 de setiembre . Mi asociado y yo hallamos en Ham
burgo una buena colocación á nuestras mercaderías
de la China , así como también á nuestras martas y
demás pieles de Siberia. Partimos las utilidades ; tuve
por mi parte 3,475 libras esterlinas , 17 chelines, 3 pe
niques, comprendiendo en ellas 600 libras, en cuya
suma evalué los diamantes que había comprado en
Bengala.
El joven príncipe se despidió de nosotros y se em
barcó en el Elba para dirigirse á la corte de Viena ,
esperando encontrar protectores y tener correspon
dencia de allí con aquellos de los amigos de su padre
que viviesen aún . No partió sin manifestarme antes vi
vamente su gratitud por el gran servicio que le había
prestado, y por mi comportamiento hacia el príncipe
su padre.
Finalmente, para concluir , después de haber pasado
cerca de cuatro meses en Hamburgo , me encaminé
370 AVENTURAS DE ROBINSON CRUSOE.

desde dicho punto por tierra al Haya, en donde me


embarqué en un paquebot , llegando á Londres el día
10 de enero de 1705 , diez años y nueve meses después
de mi partida de Inglaterra .
En la actualidad , que he atravesado las vicisitudes.
de una vida de sesenta y dos años , que he aprendido
a conocer el precio del reposo , debo pensar en pre
pararme para un viaje más largo que todos los demás
que acabo de describir.

FIN DEL TOMO SEGUNDO Y ÚLTIMO,


ÍNDICE

DE LOS CAPÍTULOS DE ESTE TOMO SEGUNDO.

CAPITULO I

Reflexiones. - Disposiciones inciertas de mi ánimo. Conversa


ción con mi mujer. ― Compro una hacienda, etc ........

CAPÍTULO II
Acontecimientos en la isla durante mi ausencia. - Tres de los
ingleses se portan de una manera insolente, etc......... 41

CAPÍTULO III

Los ingleses hacen la relación de su excursión . - Muestran á los


colonos las mujeres salvajes , etc....... 86

CAPÍTULO IV

Industria de los colonos ingleses , y particularmente de Wil ,


Atkins. ― Descripcion de su casa, etc ...…………… . .... 125

CAPÍTULO V

Sirvo de intérprete al joven sacerdote, y exhorto á los colonos in


gleses á seguir sus instrucciones. - Carácter, etc ...... 160

CAPÍTULO VI
Mi salida de la isla. Nos hacemos á la vela para el Brasil.
Encuentro de una flota de canoas, etc ....... 204
372 ÍNDICE .

CAPÍTULO VII

Viaje favorable hecho en compañía de un comerciante inglés . -


En qué circunstancias emprendimos, etc ..... ...... 247

CAPÍTULO VIII
Nuestra caravana se pone en marcha. - Descripción del interior
de la China - Salvamos la grande. etc... ........ 306

FIN DEL ÍNDICE DEL TOMO SEGUNDO.

París. Típ. Garnier hermanos, 6, rue des Saints-Pères.


00000

ba

CT
000000

3-3-3-3

También podría gustarte