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Psicoanalistas en una práctica de salud mental comunitaria

- Nadie se salva solo -

Silvia Sisto y Laura Lueiro

... "Pero cualquiera que sea la forma futura de esta psicoterapia para el pueblo,
no importa qué elementos la constituyan finalmente, no cabe ninguna duda de
que sus ingredientes más eficaces e importantes seguirán siendo los que ella
tome del psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo."

Sigmund Freud - Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica - 1918

Participamos de la Red: Otro Lugar. Marginación, no. Una red "para el


intercambio de experiencias, elaboración y concreción de proyectos, para
quienes trabajamos con personas en situación de marginación".

A través de ella, conocimos a Propuesta Tatú, una organización de médicos


argentinos que se han formado en medicina comunitaria en la Escuela
Latinoamericana de Medicina en Cuba y que, de vuelta en Argentina, prestan
asistencia en zonas que necesitan urgentemente servicios médicos y sociales.
Forman un equipo muy amplio de profesionales y colaboradores, con distintas
formaciones, que opera con el objetivo de que “la toma se transforme en un
barrio y no en una villa”.

Esa idea, sin duda nos sedujo. Las dos teníamos experiencia del trabajo en
territorio villero y sabíamos bien de los imposibles que se consolidan en
organizaciones tan cerradas, unidas por lazos de sangre y subsistencia. A
veces, "ponemos el cuerpo" en el territorio, a veces "ponemos la escucha"
colaborando con diversos equipos en revisar la experiencia.

Decidimos, entonces, incorporarnos a una experiencia que Propuesta Tatú


venía llevando adelante en el Barrio 14 de Febrero de la localidad de
Longchamps, Partido de Almirante Brown. Como casi todos en esta zona, este
barrio también se inició, hace muchos años, como una toma de tierras. Hoy es
un barrio en crecimiento cuyas fronteras se extienden por el mismo
mecanismo. Así es que conviven casas de material en las manzanas más
antiguas con taperas muy precarias en los márgenes. Hasta ahora, no había
sido reconocido oficialmente por el Municipio y esto tiene consecuencias serias.
El acceso al agua y a la electricidad depende de conexiones clandestinas que
fallan permanentemente. Obviamente no hay gas natural ni cloacas. Las calles
son de tierra y la zona es inundable a tal punto que las escuelas no le ponen
falta a los niños que no concurren porque se sabe que quedan aislados. Y eso
en el caso de los privilegiados que lograron conseguir una vacante en las
escuelas de otros barrios aledaños. La realidad es que la población crece
constantemente y no hay vacantes para todos los niños en edad escolar. Con
los servicios de salud, pasa exactamente lo mismo. Largas colas para

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conseguir un turno para varios meses después. Para consultas de salud
mental, simplemente no hay turnos disponibles en la zona.

Hacemos este relato porque consideramos que el primer movimiento necesario


para acercarse a una población es evaluar las condiciones para poder pensar
desde allí cuáles serían las mejores propuestas a implementar.

En ese contexto, Propuesta Tatú tiene instalada una salita que brinda
asistencia médica varias veces a la semana, vacunación, enfermería,
biblioteca, actividades recreativas y de apoyo escolar los fines de semana,
implementa el programa "Yo si puedo" y por convenio con la Universidad de
Lanús habilita a muchos jóvenes a participar en la escuela de oficios y ofrece
una colonia de vacaciones en el verano. Todos los profesionales y
colaboradores, son voluntarios.

Ediliciamente, la salita, se trata de un espacio de unos 30 m2, con techo de


chapa y paredes un poco endebles. El techo se llueve y los espacios están
divididos por muebles donde se guardan remedios, donaciones y juguetes. El
espacio de talleres se arma afuera, bajo un alero que nos protege en parte y en
parte nos deja a la intemperie. Esta descripción no es solo a modo de
ubicarnos espacialmente sino que ya es una lectura de las condiciones de
habitabilidad del lugar que no es muy diferente a la de los pobladores.

Hasta que llegamos nosotras, no habían tenido antes un servicio de salud


mental. Así que, nuestro primer movimiento fue proponer un taller para los
niños. Poco a poco, los pequeños se fueron acercando a participar y junto con
ellos, sus madres. Empezamos a ser conocidas y confiables. Rápidamente,
empezaron a surgir las consultas tanto individuales como de situaciones
familiares.

En la actualidad el equipo está conformado por tres psicoanalistas, una


trabajadora social y una vecina con conocimientos de enfermería que hace las
veces de anfitriona, recepcionista, atención de emergencias y distribución de
recursos.

Una mamá consulta por una de sus niñas de 6 años, que presenta enuresis y
encopresis. La niña relata que ella hace pis en un tachito, que es el que usan
todos y que eso no le gusta. La mamá es invitada a pasar y cuenta de las
condiciones de su casa. Muy dignamente relata que no hay baño y que ese
tachito es para que lo usen los chicos por la noche. De día van a la casa de
una vecina que a veces los deja y a veces no. La nena participaba de la
conversación y desde su más simple y profunda relación a la palabra, dice: “es
que yo quiero un baño”. Su síntoma era - entre otras cosas - una protesta,
como siempre.

Acotando las pulsiones se controlan los esfínteres, pero si no hay baño ¿qué
sentido tiene renunciar a ese goce pulsional?. Se trabajó con la mamá la
posibilidad de construcción de alguna intimidad: con cortinas, separando los

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espacios con un mueble, tal vez como en La Salita. Algo que ella tomó y se le
fueron ocurriendo ideas de como modificar su casa dentro de sus posibilidades.
Se desnaturalizó una situación aceptada familiarmente que justamente va en
contra de la vida en sociedad.

Muchas veces el recurso de que dibujen su casa, sus lugares, nos abre un
modo diferente de lectura de algunos síntomas. En otra toma en la que
trabajamos, donde las condiciones de habitabilidad eran mucho más precarias,
era muy alta la tasa de niños varones de entre 9 y 11 años con los mismos
síntomas ( enuresis y encopresis). Por supuesto que si no hay intimidad para el
baño, seguramente tampoco la hay para la sexualidad de los adultos. Con lo
cual la prohibición del incesto como condición de posibilidad de la entrada a la
cultura se encuentra en falla. Trabajar sobre los espacios que habitamos es un
modo de ir elaborando esas circunstancias de vida. Armando otros recursos a
partir de lo que hay, sin pretender lo que no se puede. Se trata de construir lo
posible.

Los talleres, en ese compás de espera antes de ser atendidos, son un


momento de alojamiento muy necesario. Muchos consultan después de un
tiempo de concurrir a esos espacios. En ellos se eligen temas que resuenen en
el clima social: día de la madre, día de la bandera, navidad y otros que
resuenan en ese barrio: incendios, enfermedades, oficios. Es la ocasión de una
elaboración colectiva de situaciones traumáticas. Se construyen teorías, mitos,
historias. Ésta es una de las instancias que hemos tratado de sostener
siempre, a pesar de que muchas veces no haya quien lo coordine, allí al modo
en que lo pensaba Pichon-Rivière, es la tarea la que coordina. Nosotras
entramos y salimos buscando a los pacientes y vamos haciendo algún
comentario, tomamos un mate, señalamos algún detalle.

Pero además de que nosotras lo consideremos importante, se arma


espontáneamente. Los niños se acercan solos y se juntan. Algunas madres se
asoman y en ese entramado se van construyendo lazos sociales, condición de
posibilidad de cualquier inicio de pregunta.

La casa, el cuerpo, la familia. Tres instancias que pueden ubicarse de modos


diferentes y que están circulando siempre. Y no solo en territorios vulnerables,
solo que aquí, ante la falta de recursos de todo tipo, se vuelven mucho más
intensos. En la consulta con los niños fue de mucha claridad invitarlos a dibujar
su casa a modo de plano, y luego intervenirlo. Allí aparecen las modalidades de
goce familiares, los espacios como escenarios, la falta de límites, los bordes
sinuosos, pero con una posibilidad de relato. Dialogar con esos dibujos para
dramatizarlos y a la vez desdramatizarlos, nos hizo repensar esa relación tan
íntima entre cuerpo y casa. Dibujar a la familia fue otro hallazgo, hay familias
que flotan en el aire, otras muy apretaditas, familias de animales, familias sin
padres ni madres. Se puso el acento en el espacio. ¿Por qué están flotando?
Risas… ¿Y si le hacemos un piso? Y el piso igual estaba lejos de los
pies…frente a la angustia que esta verdad despertó en la criatura, al modo que
Winnicott nos enseñó con su técnica del garabato, la terapeuta dijo: yo te

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ayudo… están saltando a la soga! Y el pequeño sonrió y dibujo una soga en
cada uno de los miembros de la familia. Ahora eran una familia que saltaba a la
soga que no es lo mismo que una familia en el aire. Otra niña logró ajustar el
piso a los pies de la familia y sintió una gran alegría, agrego flores y contexto.
No faltaron los rojos violentos y los negros duelo, no faltaron los ojos vacíos y
los brazos amputados pero tampoco faltaron palabras que dialogaran con esos
trazos. Esa es la novedad. Pero ¿por qué? Una respuesta posible es que no
hay muchos otros con quienes dialogar, y el dibujo, como producción en el
vínculo terapéutico se vuelve un tercero a quien consultamos la siguiente
sesión: ¿en qué andábamos? Tal vez se podría decir que esto no es muy
diferente a lo que sucede en un consultorio particular y es cierto. Solo que con
los niños de estas poblaciones no hay muchos “Otros” encarnados en alguien.
Los padres están muy desbastados, cuando están. La escuela, desbordada,
casi no los registra. Pero los médicos son ahora los médicos de Tatú, y ahí se
empieza a construir otra pata de esta estructura. Una notita que manda la
doctora, o el doctor. Una notita que va a los educadores de los sábados.

Las notitas con sus nombres, más los nuestros que incluyen firma y sello
¿empiezan a ser la construcción de algún lugar en el otro?

A las notitas al interior del equipo se sumaron algunos pedidos de informes,


para juzgados, para escuelas, para tramitar una pensión por discapacidad.
Llevan ese informe como quien ha encontrado un tesoro, es que no resulta muy
fácil conseguir ese papel. Sin embargo tampoco es tan complicado. Un informe
es algo que se dice de alguien, que fue escuchado, mirado, tenido en cuenta. Y
muchas veces su efecto es múltiple y excede su motivación. Tal vez hay que
resignificarlo. Un informe es un relato de ese otro, niño o adulto en vínculo
terapéutico y en contexto.

Nuestra función, fundamentalmente es generar un lugar que aloje la palabra.


Lo que allí hacemos claramente no es un análisis y en ocasiones lo que
logramos es un "tratamiento". Por lo general, de lo que se trata es de alojar y
darle estatuto a un padecimiento.

En una ocasión, llega Marta con su hijo de 7 años porque alguien le había
dicho que allí había psicólogas. Marta cursa el 5to mes de un embarazo de
riesgo. Unos pocos días antes, estando ella en reposo por pérdidas, su pareja
llega borracho, la golpea y le produce una pequeña herida en el brazo. El
hombre le pide al pequeño que vaya a buscar el alcohol. El niño obedece
pensando que es para curar a su mamá. Sin embargo, el hombre lo usa para
rociar la cama y prenderle fuego. Marta, con excelentes reflejos, logra escapar
rescatando a su hijo. Mientras, la casilla se comienza a incendiar. Los vecinos
acuden a socorrerla y apagar el fuego. Marta va a la comisaría a hacer la
denuncia y por toda respuesta le dicen que vuelva a la casa para tratar de
recuperar las pertenencias que se hayan salvado, lo que la pondría
nuevamente en riesgo. Una hemorragia que se le produce en ese momento,
gira su destino al hospital.

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Y así es como llega a la salita. Su madre le hizo un lugar en su casa, un
ambiente pequeño en el que conviven la mamá y un hermano de Marta. No hay
camas, ni colchones para ellos. Ha perdido todo. Su hijo no tiene ni la mochila
para ir a la escuela. Madre e hijo están angustiados y confusos. Generamos
entonces, un tiempo para escuchar su angustia y otro, diferenciado, para su
hijo y sus miedos. La trabajadora social la acompaña en gestionar trámites,
denuncias y subsidios. La enfermera, empieza a abrir armarios de la salita para
juntar ropa y objetos que puedan serle de utilidad. Este dispositivo continuó
semanalmente hasta el momento del parto. Marta ya estaba más tranquila y
organizada, tratando de conseguir un subsidio de la municipalidad para poder
comprar chapas que le permitan construir una piecita para ellos. La
trabajadora social, permanece en contacto con ella asegurándose que su parto
y puerperio transiten con la mayor normalidad posible. Un mes después, viene
a la salita a presentarnos a su hermosa beba.

Y así se suman las situaciones que nos sorprenden cada vez que llegamos a la
salita. Como en esa ocasión que recibimos un muchacho con un diagnóstico de
esquizofrenia simple que lo único que podía decirnos de él era leernos párrafos
de un libro sobre adicciones que él consideraba más sagrado que la biblia y
que claramente no lograba comprender. La única "intervención" fue prestarle
un libro de cuentos de la biblioteca con la idea de que tal vez, podría expandir
sus lecturas. No lo leyó pero lo guardó como un regalo y no se lo reclamamos.
Él siguió viniendo muy contento durante varios encuentros. Decía que, después
de haber ido a muchos psicólogos y psiquiatras, finalmente alguien lo
escuchaba atentamente y no se limitaba a preguntarle, ¿cómo estás? y darle
una próxima cita.

Un día, una vecina se acerca a informarnos que el muchacho había muerto en


una situación muy confusa y que una de sus hermanas - la que lo había
acercado a la salita y con la que claramente tenía una relación simbiótica - se
había encerrado y no quería hablar con nadie desde que lo encontró muerto.
Allí partimos rumbo a la casa sin saber muy bien con qué nos íbamos a
encontrar. En el patio de la casa, la mamá y otro hermano tomaban mate. Nos
acercamos a darle el pésame a la señora, junto con un beso y un abrazo que
en principio recibió con cautela y luego prolongó entre sollozos. Claramente, no
podía creer que un "profesional" fuese a su casa a interesarse por ellos. La
hermana del muchacho, efectivamente se había encerrado en la habitación del
muerto. Y allí nos sentamos, en la cama que había sido de él, agarradas de la
mano mientras ella relataba minuciosamente la historia compartida que cada
objeto de la habitación le recordaba. Hacía muchísimo calor bajo esas chapas y
la mamá, con la excusa de convidarnos un vaso de jugo, se sienta junto a
nosotras. Y así estuvimos un buen rato, en esa especie de velorio improvisado
pero muy sentido, donde el muchacho muerto que había dormido toda la vida
en esa cama, encontraba en boca de su hermana todas esas palabras que él
no había podido encontrar estando vivo.

La hermana empezó a venir a la salita a hablar de su dolor hasta que se le hizo


soportable. Luego se acercó otra hermana sumamente angustiada por los

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trámites judiciales relacionados con la muerte. Y al tiempo, una sobrina trajo a
su padre, para hablar de un hermano adicto al paco.

En situaciones como éstas, nos preguntamos quién es el paciente. Y lo que


podemos responder es que todos y cada uno, lo son; en la medida en que
intervenimos sobre el discurso que se va produciendo en esa transferencia
desplegada entre el terapeuta que lo escucha, los otros integrantes del equipo
que acompañan, la salita como institución que da cobijo a las urgencias y el
barrio como red. En ese entramado, algo del lazo social, se va construyendo.

Y como nadie se salva solo… aquí estamos soñando, ese sueño de la


construcción social que se oponga a tanta soledad. Para que estar solo sea
esa construcción subjetiva producto de haber estado acompañado.
Ese modo que Winnicott precisó tan bien… “desarrollar la capacidad de estar
solo”, que se logra en la cercanía con el otro.

Artículo publicado en la Revista de Psicoanálisis de la Asociación


Psicoanalítica Argentina Nº 1 2016 Tomo LXXIII

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