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El presente trabajo tiene como objeto el análisis de dos obras: el Martín Fierro
de Hernández y el Don Segundo Sombra de Güiraldes, las cuales señalan,
respectivamente, el momento central y el final de la literatura gauchesca en
Argentina, con la aparición de un nuevo género: el criollismo.
Según Rama, A. (1976) es a comienzos del nuevo siglo, en la década del ‘20,
que la primera generación de críticos nacionalistas, entre quienes destaca
Ricardo Rojas, va a establecer el lugar central para la gauchesca y a organizar
alrededor de ese género la literatura argentina. Su trabajo ha de ser el de
revisar el pasado y darle forma, integrando la cultura popular a la cultura
letrada de herencia española.
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el negro lo atropella y dirige hacia él dos cuchillazos que éste logra esquivar, le
devuelve el ataque y lo hiere. Vuelve a abalanzarse el moreno sobre Fierro,
quien lo hiere nuevamente, matándolo.
Hacia el final de esta primera parte, Fierro y Cruz deciden ir a tierras indígenas,
al lugar donde se encuentran los caciques; allí han de tener más seguridad y
pasar menos males. Tras el cruce de la frontera, Cruz le dice a su compañero
que mire su pueblo, lo que hace que se le caigan unas lágrimas. Continúan su
rumbo y entran al desierto. El relator concluye diciendo que no sabe si se
habrán muerto y que él ha relatado a su modo: "Males que conocen todos, pero
que naides cantó" (P.53)
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Cáceres, ya que, es en él que se centra el argumento principal. Lo deja todo
para perseguir ese “ideal” de gaucho encarnado por Segundo Sombra
Hasta aquí, hemos señalado los aspectos que caracterizan las relaciones de
hombre a hombre visibles en ambas obras. Ahora bien, ¿qué ocurre con las
mujeres?
La primera mujer que nos presenta este poema es la esposa de Fierro, cuyas
menciones son episódicas y en ellas no se explicita su nombre ni sus
características. Desde su inserción en la historia, podemos deducir que la
mujer es valorada en su rol de acompañar al hombre. Representa un lugar
donde encontrar apoyo y compasión. Al respecto de su esposa, Fierro expresa:
“¡Y la pobre mi mujer/ Dios sabe cuánto sufrió!/ Me dicen que se voló/ con no
sé qué gavilán:/ sin duda a buscar el pan/ que no podía darle yo.”
“No es raro que a uno le falte/ lo que a algún otro le sobre./ Si no le quedó ni un
cobre/ sino de hijos un enjambre,/ ¿Qué más iba a hacer la pobre/ para no
morirse de hambre?”
Más adelante, cuando Cruz acaba de unir su vida a la del gaucho aventurero,
aparece de nuevo la mujer como pilcha o prenda. Esta mujer acaba, como la
de Fierro, abandonándolo por otro. Es entonces cuando pierde todo valor, ya
que deja de estar a su servicio: “Ya no he de probar fortuna / con carta tan
conocida: / mujer y perra parida / no se me acerca ninguna” (P.46).
Ya en la Vuelta, las primeras mujeres que se nos presentan son las indias;
también mujeres sin rostro, que: “Echan la alma trabajando/ bajo el más duro
rigor;/ el marido es su señor;/ como tirano la manda,/ porque el indio no se
ablanda/ ni siquiera en el amor”. (P.74) El episodio de la mujer cautiva produce
el retrato más tierno de la mujer en el Martín Fierro, así como las trágicas
escenas de las que es protagonista. Luego de haber perdido a su hijo
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degollado, la cautiva, mediante una “juerza que en un varón / tal vez no pudiera
haber” (P.82) ayuda a Fierro en su combate con el indio.
Como estos, existen otros ejemplos que contribuyen a la misma idea de mujer:
sin nombre, con una única función que es la de acompañar al hombre.
Escenario que, en Don Segundo Sombra, no ha de presentarse muy distinto.
Las primeras mujeres que nos muestra este relato son las tías de Fabio
Cáceres, de quienes recibe el cariño y la instrucción que sus padres ausentes
no le han brindado. Situación que al poco tiempo ha de revertirse para Fabio.
Hacia el capítulo XI, que retrata la escena del baile, hemos de señalar el
comentario de Fabio con respecto a las mujeres, quienes: “…Modestamente
recogidas en actitud de pudor, eran tentadoras como las frutas maduras que
esperan en traje llamativo quien las tome para gozarlas”. (P.62). Esta actitud de
pudor no ha de mantenerse invariable, lo cual evidencia una nueva manera de
entender su figura. En la misma escena, se ve reflejado el esfuerzo que le
requería al hombre acercarse a una de ellas. Nos encontramos con la “mocita
de verde”, quien, frente a la intención del mozo de acercarse, ha de darle la
espalda; los intentos fallidos de Fabio y también los de Don Segundo. Fabio
ante su morochita: “Para venir a este baile/ puse un lucero de guía,/ porque
supe que aquí estaba/ la prenda que yo quería”. La mujer responde: “De
amores me estás hablando,/ yo de amores nada sé;/ pero si en amor sos
sabio,/ se me hace que aprenderé”. (P. 67).
Otra de las mujeres en la historia es Paula, la hermana de Patrocinio, con quien
Fabio inicia “...un juego de tira y afloje” (P. 115) que acaba tras la pregunta de
Fabio sobre si debía irse con su hermano, pues Paula responde que no tiene
dueño que la ande mandando. Días después, Fabio conoce a las mujeres de
las que Paula había dicho: “...Si las viera, no andaría gastando saliva en una
pobrecita…” (P. 116) Para él, que Paula y las otras se llamaran igualmente
mujeres, era una verdad que no entraba en sus libros. Sin embargo, ha de
guardarle rencor por inspirar amor en otro hombre.
Es importante identificar que, con el cambio de siglo, la figura de la mujer no
deja de estar vinculada con la de un objeto, un divertimento para el hombre.
Aun hacia el final, estas obras dejan entrever similitudes. En principios, ambas
describen una despedida.
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En Martín Fierro, hay una disolución familiar: “A los cuatro vientos, los cuatro se
dirigieron…” (P.141) Los personajes se separan, no sin antes hacerse una
promesa que el gaucho no puede contar, al tratarse de un secreto.
En cuanto a Don Segundo Sombra, Fabio recibe una carta firmada por don
Leandro Galván, a través de la cual le comunica que su padre ha muerto y él
ha pasado a ser su tutor, hasta que alcance la mayoría de edad.
Al joven le cuesta aferrarse a la idea de que ya contaba con una familia y una
identidad. No sabe de qué manera actuar: “Me imaginaba disparando de mi
nueva situación, como Martín Fierro ante la partida” (P.163).
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pequeña barranca de una laguna, en mis posesiones, consultaba mentalmente
mi diario de patrón” (P. 171)
En primer lugar, Fabio se refiere a sus recuerdos como huérfano a los catorce
años, que abarcan los capítulos del I al IX. Es cuando huye de su casa y
conoce a Don Segundo Sombra, con quien luego va arreando ganado por las
pampas. Ese encuentro le deja esta idea de la vida pampeana: "Entreveía una
vida nueva hecha de movimiento y espacio" (P.18). Apenas sale de la casa, ya
siente "una satisfacción desconocida, la satisfacción de estar libre" (P.25).
Luego, evoca sus días de aprendizaje de las tareas de arreo y doma a los
diecinueve años. Han transcurrido cinco años desde su huida del pueblo para
unirse a Don Segundo. Esta segunda parte, que empieza en el capítulo X, ya
parece representar ese viaje iniciático donde Fabio, a través de distintas
pruebas, ha de ganar en aprendizaje y convertirse en un gaucho, en un
"resero" casi a la altura de su maestro.
A modo de conclusión, hemos podido dar cuenta, mediante este trabajo, de las
continuidades y rupturas existentes entre dos géneros que tienen a la figura del
gaucho como protagonista: la literatura gauchesca y el criollismo. Para ello,
hemos comparado dos textos: el Martín Fierro de Hernández y el Don Segundo
Sombra de Güiraldes, abordando ejes como: el tipo de texto, el personaje
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principal, el vínculo y la imagen del gaucho que se propone, los peligros, los
roles femeninos y la finalización de la obra.
BIBLIOGRAFÍA: