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Argumento[editar]
En El gaucho Martín Fierro —«La ida»—, un gaucho trabajador de las pampas bonaerenses,
que vive con su mujer y dos hijos, es reclutado forzosamente para servir en un fortín e integrar
las milicias que luchaban defendiendo la frontera argentina contra los indígenas, dejando
desamparada a su familia. Durante años sufre penurias en los fortines —malas condiciones,
hambre, frío, trato abusivo de sus superiores, los castigos estacados, el no recibir su sueldo—
hasta que decide escapar después de tres años y desertar del servicio. Al volver, su rancho se
encuentra abandonado convertido en una tapera y se entera que su mujer se había ido con
otro hombre y sus hijos se han separado ante la necesidad imperiosa de sobrevivir. Esta
desdichada realidad hace que Martín Fierro frecuente las pulperías, se embriague, se
convierta en un gaucho matrero. En una oportunidad se burla de la mujer de un moreno
quienes estaban por ingresar a un baile y lo mata, y luego comete un asesinato más: el de un
gaucho "protegido" por los funcionarios. Estas muertes que acarreará para siempre en su
memoria lo llevan a convertirse en gaucho perseguido por la policía. Una noche, se enfrenta
contra una partida de policías, pero se defiende con tal valentía que uno de la partida, el
sargento Cruz, se une a él en medio del combate pues no iba a consentir que se matara a un
valiente. Finalmente ambos, sabiéndose perseguidos, huyen y se encaminan hacia el desierto
para vivir entre los indios, esperando encontrar allí una vida mejor. Así, concluyendo que es
mejor vivir con los salvajes que con lo que la 'civilización' les deparaba, termina la primera
parte.
El que maneja las bolas,
el que sabe echar un pial
o sentarse en un bagual
sin miedo de que lo baje,
entre los mismos salvajes
no puede pasarlo mal.
Dibujo de un gaucho.
Nunca hables en demasía
Ni te calles por completo
El hombre es de más respeto
Cuando es menos su falacia.
Análisis[editar]
Martín Fierro se presenta como una actitud de poder.
Mi gloria es vivir tan libre,
como pájaro en el cielo;
no hago nido en este suelo,
ande hay tanto que sufrir;
y naides me ha de seguir,
cuando yo remonto el vuelo.
Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama
Yo hago en el trébol mi cama
Y me cubren las estrellas.
Su carácter solitario es consecuencia de la pampa que habita, las injusticias que vive lo van
transformando a lo largo de la obra.
El gaucho Martín Fierro sería oriundo de la localidad de Tres Arroyos, en la provincia de
Buenos Aires. Otros argumentan que hay documentación de que habría vivido en el Pago de
Monsalvo, en las zonas aledañas a la actual ciudad de Maipú. Se ha investigado, que
Hernández era muy amigo de Zoilo Miguenz, fundador del partido de Ayacucho, ahí encuentra
una denuncia contra un tal Meliton Fierro, que es su alter ego en el libro. De hecho, la única
referencia geográfica que se cita en el libro es Ayacucho. Los numerosos análisis del Martín
Fierro han destacado tanto las diferencias psicológicas del personaje como los cambios del
propio José Hernández, en los siete años que median entre la publicación de "la ida" y "la
vuelta" de Martín Fierro.
En cuanto al personaje de Martín Fierro, en la primera parte, luego de haber sido reclutado por
la fuerza, rompió completamente con la "civilización", asesinando a un gaucho negro,
enfrentándose con la policía y finalmente excluyéndose totalmente de la sociedad premoderna
de la Argentina de entonces, para irse a vivir con los indios pampas. En la segunda parte, en
cambio, Martín Fierro parece revalorizar una sociedad en transformación (en ese momento el
país iniciaba su modernización capitalista, y el ingreso de millones de inmigrantes
provenientes mayoritariamente de Italia), haber superado su rebeldía rupturista y orientarse
más hacia el futuro de sus hijos.
Métrica[editar]
El poema está escrito en versos octosílabos. La estrofa predominante es el sexteto ajustado al
esquema ABBCCB con rima consonante. Según los críticos literarios, el primer verso, libre, sin
rima, inicia la enunciación con destreza. El segundo verso cierra la primera unidad interna de
la estrofa. La segunda unidad compuesta por el tercer y cuarto verso no siempre mantiene el
nivel literario de la primera unidad. Y nuevamente se eleva con los versos finales de tono
refranesco que cierran la estrofa.
Peculiaridades lingüísticas[editar]
De la lectura de los prólogos que acompañaron a la obra se extrae la clara conclusión de que
el autor pretendió reflejar el lenguaje de los gauchos. Esto derivó en un intenso estudio de la
lengua de la obra por parte de la crítica en busca de emparentarla con el habla gauchesca.
Autores españoles como Unamuno o Azorín se esforzaron en encontrar relaciones entre el
habla del poema y la de los campesinos de la península. Por su parte algunos autores
argentinos como Leumann dirigieron sus estudios hacia lo original de esa modalidad
lingüística llegando a calificarla como genuino idioma nacional argentino.1 Especialmente
polémica resultó la aportación de Américo Castro que defendía de modo radical la idea de que
el habla gauchesca no era otra cosa que una prolongación del habla medieval castellana.2
Más relevante resulta el interés del autor por tratar el habla rural de forma digna lo que le valió
alguna crítica de sus contemporáneos que le reprocharon el uso de un habla inculta. Si bien
este uso de la lengua entronca con toda la literatura gauchesca anterior, es Hernández quien
la elevó a lengua literaria plena. Parte de la crítica ha señalado una cierta inestabilidad en la
transcripción fonética de las palabras y un escaso dominio de la ortografía académica.3 Al
margen de esta inestabilidad algunos de los rasgos característicos del poema son:
Reducción vocálica: pacencia por paciencia.
Reducción de los grupos consonánticos: vitima por víctima.
En la terminación -ado se pierde la d (certificao por certificado).
Ante el diptongo ue f pasa a j: juego por fuego.
d pasa a l (alquirir en lugar de adquirir).
Frecuente aspiración de h; juir por huir.
g en el grupo h+ue: güella.
Igualmente está generalizado el uso del voseo y de indigenismos
como pingo, china, choclo, bagual (caballo) o tape (hombre rústico).4
En 1962, la Editorial Universitaria de Buenos Aires, a cargo de Boris Spivacow, decide hacer
una edición especial del Martín Fierro con ilustraciones de Juan Carlos Castagnino. Se
hicieron cuatro ediciones, una popular, a precios más accesibles para el público lector pero
que conservara las ilustraciones (un total de 70), publicada en formato rústico y distribuida en
kioscos; una especial, una de lujo y una edición para bibliófilos, de las que se imprimieron sólo
150 copias. La tirada total, de 50.000 ejemplares, se agotó en 25 días y llegó a vender un total
de 250.000 ejemplares.5 Otras fuentes afirman que se vendieron 170.000 ejemplares en 3
meses.6
El semanario Primera Plana comentaba la elección del pintor:
«El "operativo difusión" fue estudiado cuidadosamente. Los pintores destacadísimos son muy pocos; tal
vez no superen la veintena. Descartadas las corrientes no figurativas o difíciles de asimilar por una
mayoría de la población, el número se reducía más aún. (…) En la editorial explican el hecho de otro
modo. Aseguran que el vehículo más propicio para entrar en contacto con el gran público, sin duda
alguna, consistía en el "Martín Fierro", única poesía argentina a la vez popular y universal. Entre el
pequeño grupo de pintores aceptables después de la ultraselección, se buscó quien estuviese más
compenetrado del tema gauchesco. Las posibilidades convergieron en dos nombres: Alonso y
Castagnino.». Semanario Primera Plana, 20 de noviembre de 1962.7
Género Gauchesco
Idioma Español
País Argentina
Fecha de 1872
publicación
Serie
Asimismo, Fierro conoce los códigos propios de la sociedad de campaña, que son distintos
a los que se manejan en la ciudad, y que son necesarios para reconocer si es momento de
huir, de luchar o de mantener la calma. Con el enfrentamiento a cuchillo, los gauchos
miden su honor, y si alguien muere en combate, el desgraciado no es quien muere sino el
que ha matado, porque se ve obligado por otros códigos que le son ajenos a vivir de
matrero. Para sobrevivir en el mundo del gaucho, de poco sirven los saberes propios de la
civilización.
La conexión con la naturaleza
El poema pone de manifiesto la particular conexión del gaucho con la naturaleza de
diferentes maneras. En primer lugar, la naturaleza le provee a Martín Fierro un repertorio
de imágenes mediante las cuales compara su situación con la de otros animales. Estas
analogías, más que animalizar al gaucho, le sirven como sistema de referencias para
comprender su situación de desamparo.
En segundo lugar, en la naturaleza el gaucho encuentra todo lo que necesita para sobrevivir
y ser feliz. Antes de que comiencen sus desgracias, la armonía con lo natural y con el
campo aparece en la imagen idílica que construye de los tiempos pasados. Asimismo,
cuando empieza a vivir como matrero, la naturaleza se le presenta a Fierro como único
refugio ante la adversidad: "Yo hago en el trébol mi cama / y me cubren las
estrellas" (vv. 101-2).
Por último, en su canto Martín Fierro establece una correspondencia romántica entre la
naturaleza y su estado de ánimo, encontrando consuelo en la belleza de las cosas naturales
mientras se siente desgraciado. En este sentido, la conexión con la naturaleza de Fierro es
también una relación estética.
Frente a esto, Fierro responde con conciencia de la injusticia que padece, planteando la
ironía de que siempre le toque estar dentro de “todos los barullos” –o sea, todos los
conflictos, en un sentido general– pero fuera de todo sistema de retribución o beneficio. En
este contexto, la palabra “amolar” acarrea un doble sentido: puede significar explícitamente
el fastidio de Fierro, como ser una expresión gauchesca para decir “inmoral” (en anagrama:
a-moral). Teniendo esto en consideración, la reacción de Fierro pudo haber sido de abierta
confrontación con la autoridad, si no fuera porque dijo aquellas palabras “pa [sus]
adentros”. En esta instancia, Fierro todavía se considera un gaucho manso y prefiere no
pelearse con los que mandan.
Cuando me vido acercar:
“Quén vívore” preguntó
“Qué víboras” –dije yo–
“Ha garto” –me pegó el grito:
Y yo dije despacito
“Más lagarto serás vos”.
Martín Fierro y el gringo (Canto 5, vv. 859-864, pp. 139-140)
Esta es otra conversación en la frontera, esta vez entre Fierro y un inmigrante napolitano de
centinela que no lo reconoció. El gringo pregunta quién se encuentra allí –“¿quién vive?”–
y después le pide que se detenga –“haga alto”– a lo que Fierro responde burlándose de su
manera de hablar. Es evidente que Fierro finge o elige no entender para provocar la
confrontación.
Este pleito termina con la aparición de los jefes, que culpan a Fierro y lo envían al
estaquiadero para que aprenda a no andar reclamando sueldos, aludiendo al diálogo
anteriormente referido. De esta manera, vemos cómo Fierro busca desquitarse con otro que
también sufre como él las condiciones inhumanas de la frontera, pero a quien considera
inferior por ser un extranjero. Fierro traslada su bronca al gringo porque, por ahora, no
quiere confrontar con la autoridad.
Yo he sido manso primero,
Y seré gaucho matrero–
En mi triste circunstancia
Aunque es mi mal tan projundo,
Nací, y me he criao en estancia,
Pero ya conozco el mundo.
Martín Fierro (Canto 6, vv. 1099-1114, p.150)
Estas palabras las pronuncia Fierro después de encontrar su rancho en ruinas. Marca un
punto de inflexión en el poema, en el que el gaucho decide reaccionar convirtiéndose en un
gaucho matrero. De algún modo, la promesa –“seré gaucho matrero”– es una forma de
vengarse de todas las injusticias padecidas que, al mismo tiempo, explican por qué los
gauchos son tenidos por delincuentes: no porque lo sean desde siempre, sino porque han
sido llevados a esta condición por sus tristes circunstancias.
La personificación de la muerte sugiere que uno muere como si se entregara a los brazos de
un ser querido. Esta imagen puede entrar en relación con el despecho de Cruz, que ha
sufrido por el engaño de su amada. En esta interpretación, no es casual que la muerte se
compare con la entrega amorosa, de la que Cruz desconfía.
Allá habrá siguridá
Ya que aquí no la tenemos,
Menos males pasaremos
Y ha de haber grande alegría
El día que nos descolguemos
En alguna toldería.
Martín Fierro (Canto 13, vv. 2233-2238, p.200)
En esta estrofa del último canto, Fierro construye una imagen idílica de la vida más allá de
la frontera, en alguna toldería de los indios. El espacio que anteriormente en el poema
representaba la barbarie se convierte en estos versos en un lugar utópico, donde el gaucho
podrá conseguir lo que le han arrebatado: seguridad y alegría. Esta idealización es el modo
en que Fierro pretende reconstruir la época dorada en la que tenía un rancho, su mujer y sus
hijos, y, como el gaucho no necesita muchas cosas para ser feliz, cree que entre los indios
podrá encontrar todo lo que necesita. Simbólicamente, la idealización del espacio del indio
representa el fracaso de la civilización como proyecto integrador.
Como no tiene a dónde ir, lo tratan de vago y empiezan a perseguirlo. En esta condición se
encuentra cuando un día se acerca a una pulpería para ahogar sus penas en alcohol. Allí
provoca a una mujer y a un hombre negros, burlándose de ellos de forma despectiva. El
hombre va a su encuentro con el cuchillo y Fierro lo mata. En otra ocasión, se pelea con un
gaucho que es un protegido del comandante. Después de este duelo, que termina con la
muerte de su oponente, Fierro se escapa para que no lo agarre la policía.
Fierro acepta esta compañía y le propone a Cruz abandonar la sociedad e irse con los
indios. Dice que allí podrán vivir bien, sin necesidad de trabajar. Será peligroso cruzar el
desierto, pero como buen gaucho no le teme a nada. Después de esta decisión, rompe la
guitarra para dar fin a su canto, y con la intención de no volver a cantar. También desafía a
los presentes diciendo que nadie va a cantar donde ha cantado este gaucho.
Entonces aparece una nueva voz en el canto que refiere en tercera persona la última parte
de esta historia. Cuenta que vio a Cruz y a Fierro cruzar la frontera y que no sabe si habrán
muerto en el desierto o si siguen vivos. Cierra el poema diciendo que ha contado, a su
modo, males que conocen todos, pero que nadie antes había contado.
El gaucho Martín Fierro Resumen y Análisis de los Cantos
1-2
Resumen
Canto 1
El poema comienza con una indicación: en mayúsculas aparece el nombre “Martín
Fierro”, que señala a quién pertenece la voz del yo-poético. Ese personaje, que cuenta su
historia en primera persona, se presenta a sí mismo como alguien que va a cantar sobre sus
penas acompañado de la guitarra.
El cantor realiza una invocación a los santos del cielo, pidiéndoles asistencia en esta ardua
tarea del canto. Se compara con otros cantores para resaltar que él, a diferencia de ellos, no
se deja espantar por ningún temor, y asegura que ha venido a este mundo para vivir y morir
cantando.
Martín Fierro sostiene que no es un "cantor letrao", pero que esto no perjudica en absoluto
su canto, puesto que a él las coplas le fluyen fácilmente, “como agua de manantial”.
También adopta una actitud de provocación, al decir que nadie se atreve a tocarlo cuando
tiene la guitarra en la mano. Desafía entonces a quien quiera medirse con él, para demostrar
que nadie puede igualarlo en este arte.
Fierro se da aires de gaucho valiente, que enfrenta el peligro con hombría. Con esta actitud
es quien manda en la naturaleza, donde ni la víbora ni el sol pueden hacerle daño. Como
gaucho, Martín Fierro vive en libertad, al igual que el pájaro que siempre está en vuelo, y
que apenas necesita de un árbol y de las estrellas para encontrar resguardo.
Cierra entonces su presentación diciendo que deben saber quienes lo escuchan que nunca
ha peleado ni matado sino por necesidad, y que ha llegado a esta situación por haber sufrido
maltratos. Antes de esto, él era un buen padre y un buen marido, pero ahora es un gaucho al
que la gente trata de bandido.
Canto 2
Martín Fierro da inicio aquí al relato de su historia. Comienza asegurando que su autoridad
emana de la experiencia que le ha dado la desgracia, porque nada enseña más, dice, que
haber sufrido en la vida.
Rememora los tiempos en que él y todos los gauchos vivían felices como trabajadores de la
tierra, con sus pequeños ranchos, sus hijos y sus mujeres. Relata cómo era un día típico en
aquella época: en ese entonces, el gaucho amanecía temprano para tomar un mate y
comenzar sus quehaceres, dentro de los cuales resalta su destreza como domador de
caballos. Fierro tiñe sus recuerdos de nostalgia al afirmar que era un orgullo ver jinetear a
un paisano. El día terminaba a la noche, momento en que los gauchos se reunían junto al
fuego para charlar hasta después de cenar. Luego se iban a dormir en los brazos de una
china.
Entonces los gauchos andaban alegres y sin preocupaciones. Para ellos aquella actividad no
era trabajo, y hasta con su patrón tenían buen trato. Este siempre los convidaba con un trago
de alcohol. Eran esos tiempos de abundancia, en los que siempre había alimento y
diversión. Pero ahora el panorama, sostiene Fierro, es completamente diferente: el gaucho
debe pasar su pobre vida huyendo de la autoridad, puesto que si esta lo encuentra, lo somete
a su dominio para luego enviarlo a luchar en un batallón o en la frontera contra los indios.
Es allí, asegura Fierro, donde sus males y los de todos los gauchos comienzan.
Análisis
Los dos primeros cantos del poema son de carácter introductorio. En el canto 1, Martín
Fierro se presenta a sí mismo como gaucho cantor que dará relación de los males que lo
aquejan. Al interpelar en su discurso a una segunda persona en plural, da a entender al
lector que mientras cuenta su historia se dirige hacia un público, quizás aquel presente en
una pulpería, lugar de reunión de los gauchos en el campo. Con esta presentación, Fierro
adopta la postura tradicional del payador frente a su auditorio.
En relación con lo anterior, el poema nos da señales de simular una situación de carácter
oral, en su empleo de un vocabulario, una sintaxis y una gramática que provienen del habla
popular. Además, el yo-poético nos cuenta que él no es un “cantor letrado”, es decir, no es
un cantor culto y alfabetizado, lo que nos indicaría, nuevamente, que su canto no puede
sino provenir de la oralidad. Esta condición iletrada de Martín Fierro tendrá importancia
más adelante, en el desarrollo de su relato.
Martín Fierro nos otorga en esta primer instancia una imagen hiperbólica de sí mismo,
como la de aquel que reúne las mejores características del ser gaucho. Fierro se posiciona
como el mejor cantor, el más experimentado, el más valiente, el más viril, el más justo.
También hace de la falta, virtud, respecto de la condición iletrada arriba mencionada: “Yo
no soy cantor letrao / mas si me pongo a cantar / […] / las coplas me van brotando / como
agua de manantial” (vv. 49-54). La metáfora aquí empleada sugiere que Fierro no necesita
de los saberes letrados para que la poesía surja de él con facilidad, abundancia y
espontaneidad.
En el canto 2, Martín Fierro recuerda una suerte de Edad de Oro del gaucho, ahora perdida.
Es importante señalar aquí que Fierro relata la experiencia de un gaucho cualquiera, dando
así a entender que su caso particular es un ejemplo de una situación generalizada que
padecen todos los gauchos en el momento en que está contando esta historia. La
rememoración de esta época idílica conlleva una crítica social, perceptible en el tono
nostálgico y de lamento de su canto.
Al finalizar el canto 2, Fierro anticipa cuál ha sido la causa de que aquellos tiempos de
felicidad ya no existan más: es la aparición de la autoridad, encarnada primero en la figura
del alcalde, que interrumpe en este espacio utópico para aprovecharse del gaucho, hacerlo
sufrir y llevarlo a la fuerza al campo de batalla. En estas estrofas empiezan a aparecer las
imágenes de la violencia a la que se somete al gaucho: “Y el lomo le hinchan a golpes, / y
le rompen la cabeza, / y luego con ligereza, / ansí lastimao y todo, / lo amarran codo con
codo / y pa el cepo lo enderiezan” (vv. 271-276). Esta tortura física es solo una de otras
tantas desgracias que Fierro contará en los próximos cantos.
Resumen
Canto 6
Fierro anuncia al principio del canto que ahora viene la parte más sentida de su historia.
Retoma sus peripecias en la frontera, aludiendo de nuevo a que los jefes prometían mucho
pero cumplían poco. Les dicen a los gauchos que se realizará una expedición a las tolderías
de los indios con la intención de atacarlos, y que después de este suceso licenciarán al
“gauchaje”. Pero Fierro no se deja engañar: él es un gaucho astuto como un zorro y sabe
que no puede esperar nada de estas promesas vanas.
Una noche aprovecha la distracción del jefe y el Juez de Paz y se “hace humo” –se escapa–
en un caballo. Libre en el campo, por su conexión especial con la naturaleza, Fierro intuye
hacia dónde debe dirigir el rumbo para llegar a sus pagos. Después de tres años de servir en
la frontera, arriba a su rancho para hallar solamente la tapera. En estas circunstancias,
despojado de todo, “resertor", pobre y desnudo, hace un juramento a modo de venganza: ser
“más malo que una fiera”.
Se entera de que su mujer tuvo que vender la hacienda para pagar arrendamientos, que se
fue con otro hombre, y que sus hijos, separados de su madre, han sido contratados de
peones, aunque ahora no sabe dónde se encuentran. Se entristece por su familia pero no la
culpa de nada; sabe que su mujer fue a buscar el pan que él no pudo darle. Teme que sus
hijos no tengan donde ampararse y espera que algún alma caritativa se apiade de ellos y los
proteja.
Más allá de estos lamentos, afirma que a nadie le debe nada y que, a partir de aquel
momento, nadie se aprovechará de él. Ahora que ya conoce las maldades del mundo, piensa
actuar acorde a sus tristes circunstancias. Fierro ha sido manso pero será un gaucho matrero
que resistirá los golpes de la vida mientras haya sangre en sus venas.
Canto 7
En este canto, que cambia la composición de seis a cuatro versos por estrofa, Fierro nos
cuenta que, como no tenía a dónde ir, lo tratan de vago y lo empiezan a perseguir. Se ve así
obligado a vivir huyendo de la autoridad. En esta circunstancia, un día se entera de un baile
en una pulpería, al que acude desesperado para olvidar sus penas.
Después de este episodio, el gaucho limpia su facón en el pasto, toma su caballo y se aleja
despacio. Se entera después que al negro lo enterraron sin velarlo ni rezarle, y que desde
ese entonces suele verse allí una luz mala, como la de un alma en pena. Cierra el canto
diciendo que piensa a veces en sacar los huesos de aquel lugar para enterrarlos en
camposanto.
Canto 8
Retomando la estrofa sextina, el yo-poético cuenta otro entrevero de boliche. Se cruza con
un gaucho protegido, que tiene trato con un comandante y a quien nadie reprende. Este
hombre llega al lugar y le alcanza un trago a Fierro, mientras le dice “Beba, cuñao”. Este le
responde que si son cuñados será por su hermana, y no por la de él. El otro comprende la
provocación. Paso siguiente, se enredan ambos en una lucha con el facón. Fierro vence y lo
deja pataleando, a punto de perecer, mientras se escapa para que no lo prenda la justicia.
Sigue entonces su canto reflexionando acerca de la condición del gaucho, que no tiene más
fortuna que andar siempre huyendo. No importa si es desertor, vago o ladrón: en esta
sociedad, “el ser gaucho es un delito”. Por eso, desde chico está condenado a una vida de
pesares, puesto que para lo único que sirve el gaucho es para votar o para ir al frente en la
guerra. De esta manera, Fierro cierra el canto diciendo que no podrá escapar a esta suerte
con la que nació, y que con ella seguirá su camino.
Análisis
El canto 6 significa un punto de inflexión en el poema. Fierro huye de la frontera y llega a
su casa para enterarse de que lo ha perdido todo: rancho, mujer e hijos. El cantor ya había
anticipado este desenlace en su historia, pero después de conocer todas sus vivencias hasta
este punto, se comprende mejor su dolor y su furia, y el papel que jugó el poder del
gobierno en este asunto. A partir de este clímax, Fierro se coloca en antagonismo explícito
con la autoridad, completando su devenir matrero.
Esta conversión plantea una ironía trágica, que consiste en que Fierro, desde ahora,
realizará actos criminales que reafirman los prejuicios que padeció: tanto lo discriminaron
por ser un gaucho matrero, que ahora actuará como tal. De esta manera, decide vengarse
adoptando la condición social que le impusieron. Dicha condición es asumida como un
fatalismo del ser gaucho. Por eso, cierra el canto 6 afirmando que seguirá su destino
mientras tenga sangre en las venas, imagen que, a través del uso de la metonimia, ofrece un
significado doble: mientras siga vivo y mientras persista su furia.
El primer delito que comete Fierro, entonces, es desertar del ejército. Pero esta condición
de “desertor” es solo el producto de haber vivido en estado de extrema miseria en la
frontera. Acto seguido es catalogado de “vago”, de lo que tampoco es culpable, puesto que
ha perdido su rancho y no tiene a dónde ir. Esta situación lo lleva a buscar desahogo en el
enfrentamiento a cuchillo.
No es casual que estos duelos sean anticipados por un enfrentamiento verbal. Es un código
propio de la sociabilidad gaucha definir en la conversación quién es quién ante los otros. En
ambos casos, Fierro provoca verbalmente a los contrincantes, con la evidente intención de
continuar la estocada de la palabra con la estocada del cuchillo. Antes había tenido
momentos de confrontación verbal, como los que tiene con el gringo o con el Juez de Paz,
pero solo ahora, en su condición de matrero, Fierro lleva este enfrentamiento al cuerpo a
cuerpo.
Dentro del código guacho, batirse a duelo es un modo de medirse en valentía y virilidad. En
el contexto del relato de Fierro, se entiende además que estos contrincantes son para el
gaucho como chivos expiatorios en quienes recae su enojo por su condición social. Matar,
en este transe, no es tanto un crimen sino una desgracia que padece el que ha asesinado, que
se ve forzado a vivir en la ilegalidad.
Así lo entiende Fierro en el canto 7, cuando mata al moreno. La composición del poema en
este canto pasa de cuatro a seis versos por estrofa para darle agilidad a la índole narrativa
del poema. Fierro relata su duelo con el negro para hacer gala de sus habilidades cantoras y
de su destreza con el cuchillo, evidenciando sus saberes gauchos y sus conocimientos de la
cultura oral. Después de matar al negro, Fierro se aleja despacio, como si supiera que nadie
va a perseguirlo por haber asesinado a otro como él, un paria social, que ni siquiera recibe
los rituales cristianos para su sepultura, algo muy importante dentro del imaginario popular
del campo.
Resumen
Canto 9
Fierro inicia este canto describiendo su vida de matrero, en permanente alerta de no
cruzarse con la policía. Realiza una comparación con los corderos y los terneros que
encuentran refugio en las ovejas y las vacas, mientras que “el gaucho desgraciao / no tiene
a quién dar su queja” (vv. 1413-1414). En su soledad, el gaucho solo encuentra amparo en
la inmensidad de la llanura, donde la autoridad no puede hallarlo desprevenido.
Cuenta entonces que una noche se encontraba contemplando las estrellas, que no solo son
su guía en la pampa, sino también un bello consuelo frente a la desgracia, cuando el grito
del chajá le hace parar las orejas. Se pega al suelo para escuchar el retumbar de las pisadas
de unos caballos que se acercaban; comprende que se encuentra en peligro y se prepara
para pelear. Al sentirlos cerca, aunque no los ve en la oscuridad, les dice a sus contrincantes
que “no se han de morir de antojo”, para que sepan que “allí se hallaba un varón”. Le
responden, primero, calificándolo de matrero, y después le dicen que son la policía y que
vinieron a ajustar sus cuentas por haber matado a dos hombres. Fierro les responde que no
se va a entregar aunque vengan todos juntos, y así da pie al enfrentamiento físico.
La narración de la lucha dura varias estrofas, en la que Fierro muestra su habilidad para
eliminar a cada uno que se le acerca. Entonces, apenas sale de un momento de peligro, uno
de la policía pega un grito: “¡Cruz no consiente / que se cometa el delito / de matar ansí un
valiente!” (vv. 1624-1626). Este policía se pasa de bando y empieza a pelar junto a Fierro.
De este modo logran matar a algunos y ahuyentar a otros, ganando el combate.
Fierro reza y le pide perdón a su Dios por el delito de haber muerto tanta gente, y junto con
Cruz se escapan del lugar, para que otros se ocupen de los que murieron. Comparten
entonces un trago, mientras Fierro le cuenta a Cruz que es un gaucho desgraciado sin
refugio, y que piensa ir a donde la suerte lo lleve.
Canto 10
Este canto tiene un nuevo título a modo de indicación: ahora la voz del yo-poético
corresponde a Cruz, quien cuenta su historia hasta el final del canto 12. Al igual que Fierro,
Cruz comienza su relato con una presentación de sí mismo. Explica que le duele el mal
ajeno, pero tampoco le faltan los suyos, y aunque el mundo sea un infierno, su actitud es la
de enfrentar con valentía y fiereza la desgracia.
Cuenta Cruz que él tuvo, como Fierro, una amada. Era feliz con la compañía de esta mujer,
hasta que un “comendante” empieza a frecuentar su rancho. Cruz sospecha de las malas
intenciones de aquel, a quien no puede confrontar porque es su jefe. Mientras lo envía de un
lado a otro como peón, sin recibir pago, el comandante aprovecha para estar a solas con su
mujer. Un día, Cruz los encuentra abrazados en el fogón. Entonces, el gaucho insulta al jefe
en abierta confrontación. Este se la acerca para darle con el sable, Cruz esquiva la estocada
y le quita el arma, pero en vez de acuchillarlo le da un planazo con el facón, para no matar a
un hombre viejo.
En eso se acerca un “adulón” del jefe y le empieza a disparar con un revólver, sin poder
herirlo. Cruz va esquivando las balas hasta que logra darle con el cuchillo y asesinarlo. Va
entonces en busca del viejo comandante, a quien encuentra desprendiendo mal olor por el
miedo que le tiene. Decide entonces marcharse, con su poncho y sus prendas, para nunca
más volver, acusando a su mujer de haber querido engañar a dos. Cierra el canto diciendo
que, desde entonces, conoció a todas las mujeres en una sola y que no dejará que ninguna
se le acerque.
Canto 11
Continúa Cruz su relato diciendo que él es un cantor al que también le brotan las copas
como agua de manantial, pero que las suyas se salen de la boca amontonadas, “como ovejas
del corral”. Cuenta luego que después de aquella desgracia va a guarecerse al campo, a
vivir una vida como la de los animales.
Una vez, se entera de una milonga en la pulpería y decide asistir. Se pone a bailar con una
joven cuando el guitarrero lo reconoce y le empieza a cantar unas coplas populares de
refranero español, con la que indirectamente se burla de Cruz por la infidelidad de su
mujer. Este se enfada al ver que las mujeres del lugar empiezan a secretear, se dirige al
cantor y mientras le dice “dejá de cantar… chicharra”, le corta las cuerdas de la guitarra de
un tajo con el facón. Sale entonces un gringo con un fusil y Cruz busca escapar apagando
un candil con su manta, para que en la oscuridad se arme alboroto. A la salida se enfrenta
con el cantor y lo acuchilla, dejándolo con las tripas afuera mientras huye hacia los campos
a vivir como matrero.
Análisis
El canto 9 es el más representativo del tema de la conexión del gaucho con la naturaleza.
En la llanura, Fierro puede poner a disposición sus saberes, adquiridos con la experiencia,
para defenderse mejor del peligro. También encuentra en este espacio una correspondencia
romántica entre su estado de ánimo y la belleza del paisaje. En este sentido, la naturaleza
representa en el relato la libertad espiritual del gaucho, la que dentro de la sociedad es
coartada por su condición de matrero. La comparación con el ternero y el cordero, más que
animalizar al gaucho, pone de manifiesto cómo hace uso de sus conocimientos de la
naturaleza para mejor comprender su situación.
El canto 10 interrumpe el monólogo de Fierro para dar aparición a una voz nueva que toma
la posta del relato. Hasta ahora, las voces de otros personajes habían aparecido dentro del
canto de Fierro, entre comillas y sin autonomía. En cambio, durante estos tres cantos, la voz
de Cruz se ubicará en el mismo nivel que la voz del protagonista. Esto nos permite
equiparar ambas narraciones y establecer un paralelismo entre una historia y la otra. Cabe
conjeturar si Cruz se encuentra, mientras canta, en el mismo lugar que Fierro. Tal vez, su
canto se dirige tanto a él como a su público.
Cruz se define a sí mismo con parámetros similares a los de Fierro, respecto de cómo
afronta sus males y de cómo se posiciona como gaucho cantor. Al dar relación de sus
desgracias, Cruz no se deja vencer por el lamento y persevera en su actitud desafiante, al
igual que su nuevo amigo. Respecto de sus destrezas cantoras, recupera la metáfora de
Fierro del agua del manantial –otro indicio de que se halla en el mismo lugar que el cantor
y que ha estado hasta entonces escuchando su canto– para contraponerla con otra analogía:
de su boca las coplas salen “como ovejas del corral”. Con esto quiere decir que no es tan
habilidoso como Fierro en el arte del canto.
Aunque sus historias sean distintas, podemos ver en el relato de Cruz algunas similitudes
con el relato de Fierro. En primer lugar, Cruz entra en conflicto con una persona en el
poder, y por eso pasa a vivir una vida de matrero. Él enfrenta verbalmente a sus oponentes
antes de iniciar el combate a cuchillo, al igual que Fierro. También conduce su enojo hacia
otros que no son los que mandan, como cuando se pelea con el guitarrero, que de todos
modos lo provocó. En contraste con Fierro, la ira de Cruz parece dirigida más a su mujer
que al comandante, por lo que se puede entender que Cruz no percibe tan bien como Fierro
que el origen de sus males proviene de los abusos del poder.
Resumen
Canto 12
En el canto 12 Cruz cierra el relato de su historia. Luego de varios meses viviendo en
desgracia, un amigo suyo lo compone con el juez. Este le pide que se quede a su lado para
servir de “soldao de polecía”. Pronto es nombrado sargento, pero Cruz decide abandonar
aquella vida de mandar que le resulta ajena para seguir a Fierro.
Cruz se dirige en su canto a Martín Fierro y le propone su compañía para sobrellevar la
vida de matrero. Estando juntos, afirma, nunca les faltará un buen caballo para escapar o un
pajal donde dormir. Presume de sus habilidades para sobrevivir en la naturaleza, como
hacerse un poncho con el cuero de un lobo o alimentarse de cualquier cosa que encuentren.
Es necesario, para Cruz, que el gaucho aguante hasta “que lo trague el hoyo”, es decir,
hasta la muerte.
También cuenta que, en una ocasión, escucha al juez hablando con otro de hacerse ricos
con campos en la frontera y de someter a los soldados a trabajar la tierra. Comprende que,
con estos proyectos, los gauchos solo pueden asegurarse una vida de trabajo sin descanso,
de tortura y de posible muerte. Cruz cierra su canto denunciando que aquellos que conocen
los males de los gauchos no hacen nada para ayudarlos, fingiendo que no hallan la solución
al problema.
Canto 13
Martín Fierro retoma en este canto la voz del yo-poético. Observa que él y Cruz son “astilla
del mesmo palo”. Entonces decide acabar con todo yéndose a vivir con los indios. Le pide
perdón a su dios, puesto que, viviendo entre “infieles”, tendrá que ser cruel con los crueles,
porque así su suerte lo quiso.
Fierro reflexiona acerca de las creaciones de Dios, quien le ha dado belleza a las flores,
claridad a la luz, fuerza al viento, vida a todos los seres. Pero más le otorgó al cristiano, que
tiene entendimiento, lengua y valor, para compensarlo por todas las penas que también le
dio. Fierro se ve empujado por las suyas a “salir de este infierno”.
El cantor afirma que la facultad del gobierno no llega “hasta los indios”, y que allí los
caciques tratan como hermanos a los cristianos que llegan por su voluntad. El cruce del
desierto es peligroso, pero Fierro sabe soportar las condiciones desfavorables. Cuando
lleguen a alguna toldería, le dice a Cruz, podrán armarse un toldo, y hasta tal vez consigan
una china que se apiade de ellos. En aquel lugar, asegura Fierro, no es necesario trabajar, y
mientras salgan con vida de los malones, podrán pasar el resto del día echados al sol. Como
allí todas las tierras son buenas, cualquiera que sepa manejar el caballo o “echar un pial”
(tirar un lazo a los pies de la res) no puede pasarla mal entre los salvajes. Concluye
entonces diciéndole que él se irá, e invita a Cruz a seguirlo.
En esta parte del poema el relato es continuado por una nueva voz, la de un narrador que
cierra el poema refiriéndose a Martín Fierro en tercera persona. Esta voz nos cuenta que el
cantor le da fin a su argumento con un trago y con un golpe que hace astillas su guitarra
contra el suelo. Refiere luego las últimas palabras del cantor entre comillas: Fierro dice que
ha roto el instrumento para no volver a tocar y porque nadie ha de cantar “cuando este
gaucho cantó”.
Después de esta última escena del canto de Fierro, la nueva voz dice que dará fin a sus
coplas contando lo último que supo de estos dos gauchos, que tomando unos caballos se
dirigieron a la frontera. Mientras la atraviesan, Cruz le dice a Fierro que mire las últimas
poblaciones, y este responde con dos lagrimones que le ruedan por la cara. Fieles a su
rumbo, Fierro y Cruz entran en el desierto.
La voz de este cantor desconocido expresa que no sabe si los dos gauchos habrán muerto en
el desierto, pero espera saber algo de ellos algún día. Finalmente, da cierre al poema
asegurando que estas desgracias contadas son ciertas y que muestran que cada gaucho es un
“telar de desdichas”. Despidiéndose, sostiene que ha referido a su modo “Males que
conocen todos / pero que naides contó” (vv. 2315-2316).
Análisis
La historia de Cruz pone de manifiesto que el de Martín Fierro no es un caso aislado. Cruz,
como Fierro, se ve obligado a vivir una vida de matrero por enfrentarse a un representante
de la autoridad que se aprovechó de él al “robarle” a su amada. Sin embargo, a diferencia
del protagonista, Cruz tuvo la oportunidad de reinsertarse en la sociedad como soldado de
policía, gracias a la intermediación de un amigo suyo. Es evidente en esta conexión que la
salida o la entrada de la ilegalidad nada tiene que ver con la justicia, sino con si el que
manda te considera un criminal o un protegido del que se puede sacar provecho. Cruz se da
cuenta de esto cuando escucha los planes de los jefes, que piensan utilizar a los soldados
para hacerlos trabajar sus tierras.
Dentro del sistema, dentro de la vida en sociedad, el gaucho siempre saldrá perjudicado.
Por eso, el paso de bando de Cruz reafirma una característica del ser gaucho: el
antagonismo con la autoridad. No obstante, el gaucho no tiene por qué padecer su
marginalización en soledad. Por eso Cruz le ofrece a Fierro su compañía, para que juntos
puedan sobrellevar mejor la vida de matreros. Para convencerlo, resalta sus habilidades
para proveerse de la naturaleza, interpelando sus saberes y la particular conexión del
gaucho con lo natural.
Fierro toma la posta en el último canto con una metáfora de la cultura oral y popular: los
dos son astillas del mismo palo, es decir, los dos provienen de un mismo sufrir, de una
misma injusticia. Con estas palabras Fierro también acepta la compañía en la desgracia, y
aunque no abandona la primera persona del singular para remarcar que su decisión de partir
es una decisión individual, también utiliza la primera del plural para invitarlo a Cruz a
seguir su destino.
Como Fierro se va a vivir entre los “infieles”, adjetivo con el que reduce y califica a los
indios por su paganismo, se ve en la necesidad de justificar su abandono del universo
cristiano al que pertenece. Por eso recurre a imágenes de la creación divina para explicar
que para el gaucho, que ha venido a este mundo a penar sin descanso, vivir en sociedad con
los cristianos es igual a vivir en el infierno.
Fierro asegura que “hasta los indios” no llega la facultad del gobierno, metonimia con la
que convierte a un grupo étnico discriminado en un lugar simbólico. En “los indios” como
lugar Fierro construye un espacio idílico nuevo, donde es posible recuperar parcialmente
aquella época dorada en la que vivía sin problemas, antes de que lo enviaran a la frontera.
Esta imagen contrasta con la caracterización que hace del indio en el canto 3, en la que este
es descripto como un salvaje despiadado. Ahora, aquel lugar más allá de la frontera, línea
divisoria entre la civilización y la barbarie, se presenta al gaucho como un espacio utópico,
donde podrá vivir sin problemas, sin necesidad de trabajar, y donde, quizás, podrá incluso
encontrar un nuevo amor.
https://www.gradesaver.com/martin-fierro/guia-de-estudio/metaphors-and-similes
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Es también entonces cuando toma participación en las guerras contra los españoles por la
emancipación, contra los denominados “indios” por el territorio, y contra los federales o los
unitarios en las luchas de facción, durante las guerras civiles posteriores a la Independencia.
Estos enfrentamientos, en los que el gaucho solía ser puesto en el frente de batalla, son los
que progresivamente producen la extinción del gaucho.
Durante esta época surge la literatura gauchesca como una forma de recrear el habla del
gaucho, su forma de ser y sus condiciones de vida, tomándolo como figura patriótica o para
denunciar su situación social. Los autores de la gauchesca, en su mayoría, no eran gauchos,
sino hombres de ciudad familiarizados con la vida del campo; tal es el caso de José
Hernández. La gauchesca pretende ser una imitación exacta de la lengua del gaucho,
pero en realidad es una construcción ficticia de aquella lengua, elaborada a partir de
convenciones codificadas por y para el género.
El público al que interpela la gauchesca procede también del estrato social rural y es
mayoritariamente analfabeto, hasta entonces ignorado por el mundo literario. En virtud de
reivindicar un tipo y una tradición populares, la gauchesca toma el habla desvalorizada del
gaucho para convertirla en destreza literaria.
Poeta argentino
–Sepan que olvidar lo malo también es tener memoria–
Estudios
Comenzó a leer y escribir a los cuatro años y asistió al colegio de
don Pedro Sánchez. Educado en el Liceo de San Telmo.
En 1846 fue llevado por su padre al sur de la provincia
de Buenos Aires, donde se familiarizó con las faenas rurales y las
costumbres del gaucho. Una enfermedad pulmonar de la
adolescencia le obligó a vivir en las pampas, donde entró en
contacto con el estilo de vida de los gauchos.
Militar
A los diecinueve años, ingresó en las filas del ejército y participo en
la represión del levantamiento del coronel Hilario Lagos contra el
gobierno de Valentín Alsina, estando bajo las órdenes de Pedro
Rosas y Belgrano.
De 1852 a 1872, defendió que las provincias no debían
permanecer ligadas a las autoridades centrales, establecidas en
Buenos Aires. José Hernández tomó parte en la última rebelión
gaucha, la de López Jordán, que finalizó en 1871 con la derrota de
los gauchos y su exilio.
Periodista
En 1863, fundó el periódico El Argentino; el 12 de noviembre de
ese mismo año tuvo que cubrir el asesinato del general Ángel
Vicente Peñaloza. En 1874, creó el periódico Revista del Río de
la Plata, en el que defendió posturas federalistas.
Político
Fue diputado provincial y en 1880, y más tarde senador, siendo
presidente de la Cámara de Diputados, defendió el proyecto de
federalización, por el cual Buenos Aires pasó a ser la capital del país.
En 1881 resultó nuevamente elegido senador provincial, cargo para el
cual fue reelecto hasta 1885.
Poeta
En sus inicios literarios intentó la poesía culta, sin embargo, fue a través
de la poesía gauchesca donde encontraría el éxito. Títulos comoRasgos
biográficos del general Ángel Peñaloza (1863), en donde narra la vida
y asesinato de este famoso caudillo, llamada Vida del Chacho a partir
de su segunda edición. Otras obras importantes fueron Los treinta y
tres orientales (1867) e Instrucción del estanciero (1881).
Matrimonio e hijos
El 8 de junio de 1859, contrajo matrimonio en Paraná con Carolina
González del Solar, con la que tuvo ocho hijos: Isabel Carolina, Manuel
Alejandro, María Mercedes, Margarita Teresa, Juan José, María Sofía,
María Teresa y Carolina.
Masón
Tanto él como su hermano Rafael, fueron miembros de la Masonería
Argentina. Además, de algunos familiares maternos como su tío
segundo, el brigadier Juan Martín de Pueyrredón.
Muerte
José Hernández falleció el 21 de octubre de 1886, a causa de un ataque
cardíaco, en su quinta de Belgrano, en Buenos Aires. Las últimas
palabras que dijo fueron: "Buenos Aires... Buenos Aires...".
Obras
1863 — Vida del Chacho
1867 — Los treinta y tres orientales
1872 — El Gaucho Martín Fierro
1879 — La vuelta de Martín Fierro
1881 — Instrucción del Estanciero