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PANTEISMO
Creencia filosófica religiosa. Se trata generalmente de una teoría que identifica a Dios con
el mundo o universo. Algunos consideran tanto al ® HINDUISMO como al ®
BUDISMO con cierto grado de panteísmo. En la filosofía de Baruch Espinoza, filósofo
racionalista de origen judío, Dios se identifica con la naturaleza.
Existen formas diversas de panteísmo, incluyendo un panteísmo claramente ateísta.
Algunos identifican a Dios como única realidad verdadera y al mundo como realidad
subordinada, una manifestación o “proceso” de Dios. Otros entienden el mundo como la
única realidad y a Dios como una especie de alma de este mundo.
Error que dice que todas las cosas son Dios, o que Dios y el Universo o el Cosmos o la
Naturaleza es lo mismo, o que no hay distinción entre Dios y la creación. Muchas teorías
hindus y masónicas caen en este error.
http://biblia.com/diccionario/
[229]
Sistemas teológico y filosófico que más o menos explícitamente identifica con la esencia
divina la realidad interior de todas las cosas terrenas. En la infraestructura de toda actitud
panteísta (pan, todo, theos, divinidad) se encuentra una resonancia hinduista y búdica, en
donde la divinidad se hace materia por emanación (emanatismo) y termina reclamando
hacia su ser todo lo existente (nirvana), después de un proceso o circuito terrenal.
Panteístas han surgido con frecuencia en la Historia del pensamiento filosófico y teológico,
tal vez por el atractivo metafísico que lo divino ejerce en el hombre.
Entre los antiguos pensadores con resabios panteístas se pueden citar al judío Filón de
Alejandría (25 a C.- 50), a Amonio Sacas (175-242) y al griego instalado en Roma Plotino
(203-269).
Entrada la Edad Media, figuras como Escoto Eriúgena (810-877), Bernardo de Tours (+
1150) y, sobre todo, Juan Ekhart (1260-1327) claramente vieron la sustancia divina en los
seres del mundo.
I. Panteísmo
Esta doctrina enseña que Dios es la sustancia o esencia de todas las cosas, pero no la
totalidad de ellas. A lo largo de la historia ha ofrecido diversas formulaciones según las
concepciones de la realidad. En una concepción estática, afirma que el mundo carece de
sustantividad propia y no es más que una modificación de la naturaleza divina o
prolongación corporal animada por ella. Por el contrario, en una visión dinámica del
mundo, lo considera como emanación de la divinidad o estado eventual en el devenir
histórico de Dios. En todo caso, Dios se exterioriza en la dispersión de los seres mundanos,
sobre los cuales actúa convirtiéndolos finalmente en su propia realidad por vía de
unificación.
Esta concepción de la realidad global es más propia del pensamiento intuitivo y místico que
del racional y discursivo. Por eso predomina en los albores de la filosofía y en las religiones
más antiguas, aunque con la diferencia de que, mientras que es impensable una religión
estrictamente panteísta porque suprimiría su nota esencial, el sentido de dependencia, sí
caben filosofías panteístas, como registra la historia. No obstante puede hablarse también
de ciertas formas de religiosidad de tendencia panteísta, como veremos a continuación.
En sus movimientos principales, Hinayana o pequeño vehículo (salvación sólo para los
privilegiados) y Mahayana o gran vehículo (salvación para todos), el budismo articula su
enseñanza en torno al nirvana o realidad verdadera, donde quedan suprimidas las
diferencias entre los seres y se alcanza la comunión perfecta por vía de unidad.
Para llegar a este estado de intemporalidad, no de aniquilamiento, el alma tiene que adquirir
plena conciencia de su núcleo divino. De esta manera obtiene la madurez necesaria para
unirse a Dios, realidad absoluta o estado supraexistencial, que algunos entienden como la
identificación total del alma particular con el alma universal.
Se trata de la forma teísta (ver teísmo) del monismo. Dios coincide con el universo natural
(panteísmo cósmico) y con el devenir histórico (panteísmo histórico): él es el gran todo
(griego Pan) en el que vivimos, nos movemos y somos.
N Ciola
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra,
1995
Para el p., Dios en su ser y esencia no es distinto del mundo; la substancia o esencia de
Dios y de todos los entes es una misma cosa (cf. Vaticano 1: Dz 1782 1803); la
personalidad del hombre y el valor propio de las cosas del mundo quedan suprimidos.
Los entes se originan: según el p. emanantista, en cuanto éstos brotan del ser inmutable y
absoluto; y según el p. evolucionista, en cuanto Dios se realiza en el mundo a través de un
proceso dialéctico de evolución.
3. La representación de una fuerza que lo penetra todo, de un ser universal como principio
impersonal que late en la realidad, se da en todas las religiones. En la India desde las
Upanishads el Brahma que habita en el mundo y el Atman que anima a los hombres son
considerados como una unidad. Representaciones panteístas se dan también en el budismo,
que no afirma el mundo ni la persona del hombre, y en el sistema religioso politeísta de
Egipto, según el cual el hombre después de su muerte se une con la divinidad universal.
En las religiones monoteístas el pensamiento de la omnipresencia de Dios ofrece un
constante punto de apoyo para corrientes panteístas.
En la filosofía occidental tales tendencias se dan desde sus principios. Jenófanes suprime la
multiplicidad de los fenómenos en el ser cósmico universal, que para él, lo mismo que para
Parménides, es inmutable e idéntico con el mundo.
La doctrina de Plotino sobre la evolución, según la cual del uno absoluto brotan
necesariamente el noús, el alma del mundo y la materia, fue adoptada por Dionisio
Areopagita, y luego en el siglo ix por Juan Escoto Erígena. Durante la edad media aparecen
pensamientos panteístas en la escuela de Chartres, en Amalrico de Béne y David de Dinant.
Un monismo panteísta caracteriza la filosofía de Espinosa, según el cual hay una sola
substancia en la que se identifican completamente todos los entes. Las cosas empíricas de la
tierra son solamente modalidades de la misma. En el idealismo alemán, los clásicos
alemanes y el romanticismo, el esfuerzo por una universal visión unitaria del mundo y de la
historia lleva a un p. racional vinculado al mundo. Fichte ve en el ser absoluto el
fundamento unificante del yo y del no-yo. Según Schelling ese fundamento es la
indiferencia perfecta: identidad de sujeto y objeto. Hegel, en cambio, considera el mundo y
la historia como desarrollo dialéctico del absoluto. Herder, Goethe y Schleiermacher, lo
mismo que el romanticismo, sustituyen la religiosidad cristiana por un sentimiento religioso
mundano del tipo panteísta.
Ismael Quiles
Bajo el impacto de la ciencia contemporánea, el punto más crítico para el teísta cristiano es
el peligro de identificar a Dios con algún proceso causal o con alguna teoría atómica, sin
mantener la distinción bíblica entre el Dios-Creador personal y los órdenes naturales de
creación que él siempre mantiene bajo control.
Véase también Creación, Dios.
BIBLIOGRAFÍA
Wayne E. Ward
La visión según la cual el Dios y el mundo son uno. El nombre panteísta fue introducido
por Juan Toland (1670-1722) en su “Socinianismo verdaderamente Expuesto” (1705),
mientras que panteísmo fue utilizado por vez primera por su oponente Fay en “Defensio
Religionis” (1709). Toland publicó su “Pantheisticon” en 1732. La doctrina en sí misma
vuelve a la filosofía India temprana; aparece durante el curso de la historia en una gran
variedad de formas, y entra en, o sirve de sustento de tantos otros sistemas que, como dice
el profesor Flint (“Teorías Antiteísticas”, 334), “probablemente no haya panteísmo puro”.
Tomado en el más estricto, sentido, i.e. como identificando Dios y el mundo, el Panteísmo
es simplemente Ateismo. En cualquiera de sus formas implica Monismo, pero este último
no es necesariamente panteísta. El Emanacionismo puede adquirir fácilmente un
significado panteísta y como es precisado en la Encíclica “Pascendi dominici gregis”, lo
mismo es verdad respecto de la doctrina moderna de la immanencia.
Contenido
1 VARIEDADES
2 DOCTRINA CATÓLICA
3 CRITICISMO
3.1 Dios
3.2 El Ser Humano
3.3 Religión
3.4 Inmortalidad
VARIEDADES
Fichte fijó nuevamente dentro de la mente todos los elementos del conocimiento, i.e. tanto
materia como forma; los fenómenos y sin duda, el conjunto de realidad son productos del
Ego pensante – no de la mente individual sino de la absoluta o universal conciencia de si
mismo. Con el triple proceso de tesis, antítesis, y síntesis, el ego postula al no-Ego no
solamente teóricamente sino también a los efectos prácticos, i.e. para el esfuerzo y la lucha
que son necesarios para lograr el máximo bien. De la misma manera el Ego, libre en sí
mismo, postula otros agentes libres por cuya existencia su propia libertad es limitada. Por lo
tanto la ley de lo correcto y toda moralidad; pero por lo tanto también el ser Divino. El
orden moral vivo, activo del mundo, dice Fichte, es en sí mismo Dios, no necesitamos a
ningún otro Dios, y no podemos concebir a ningún otro. La idea del dios como sustancia
distinta es imposible y contradictoria. Tal, de todos modos, es la forma primera de su
doctrina, aunque en su posterior teorización acentúa más y más los conceptos del Absoluto
como abarcativo de todos los individuos dentro de sí mismo
Estas construcciones idealistas fueron seguidas por una reacción, debida en gran parte al
desarrollo de las ciencias naturales. Pero éstas a su vez ofrecen, al parecer, nuevo sostén a
las posiciones centrales del Panteísmo, o de algún modo señalan, se afirma, a esa misma
unidad y a esa revelación gradual que el Panteísmo ha aseverado todo el tiempo. El
principio de la conservación de la energía a través de transformaciones incesantes, y la
doctrina de la evolución aplicada a todas las cosas y a todos los fenómenos, son
rápidamente interpretados por el panteísta en favor de su propio sistema. Incluso donde la
última realidad se dice es inconocible como en la “Filosofía Sintética” de Herbert Spencer,
sigue siendo uno y el mismo ser que se manifiesta igualmente desarrollando la materia y la
conciencia que evoluciona hacia fuera de las formas materiales inferiores. Tampoco es
sorprendente que algunos escritores vieran en el panteísmo el resultado final de toda la
especulación y la expresión definitiva que la mente humana ha encontrado para la totalidad
de cosas.
Esta afirmación puede muy bien, servir como resumen de la doctrina panteísta:
El Todo-Uno se nos manifiesta, en cuanto tiene cualquier manifestación, en los dos lados
de la realidad-naturaleza e historia;
DOCTRINA CATÓLICA
La Iglesia ha condenado repetidamente los errores del Panteísmo. Entre las proposiciones
censuradas en la Syllabus de Pío IX está la que declara: “No hay ser supremo, todo-sabio y
el todo-providente Ser Divino distinto del universo; Dios es uno con la naturaleza y por lo
tanto sujeto a cambio; Él se hace Dios en el hombre y el mundo; todas las cosas son Dios y
tienen Su sustancia; Dios es idéntico con el mundo, espíritu con materia, necesidad con
libertad, verdad con falsedad, bien con mal, justicia con injusticia “(Denzinger-Bannwart,”
Ench. “, 1701). Y el Concilio Vaticano anatematiza a los que afirmen que la sustancia o la
esencia de Dios y de todas las cosas es una y la misma, o que todas las cosas se desarrollan
de la esencia de Dios (ibid., 1803 sqq.).
CRITICISMO
A nuestra percepción el mundo presenta una multiplicidad de seres cada uno de los cuales
tiene actividades, calidades, y existencia propia, cada uno es una cosa individual.
Diferencias radicales distinguen las cosas vivientes de aquellas que son sin vida; el
pensamiento humano consciente del inconciente y la voluntad de las actividades de los más
bajos animales. Y entre seres humanos cada personalidad aparece como una persona, que
no puede por ningún esfuerzo hacerse totalmente uno con otras personas. Por otra parte,
cualquier explicación adecuada del mundo, que no sea el materialismo absoluto incluye el
concepto de algún Ser original el que, ya sea que se llame Primera Causa, o Absoluto, o
Dios, es en su naturaleza y existencia realmente distinta del mundo. Solamente tal Ser
puede satisfacer las demandas del pensamiento humano, ya sea como la fuente del orden
moral ya como el objeto de la adoración religiosa. Si, entonces, el Panteísmo combina no
sólo las existencias separadas del mundo en una existencia, sino también identifica ésta con
Ser Divino, alguna convincente razón o motivo deberá ser alegada en justificación de tal
procedimiento. En verdad los panteístas proponen varios argumentos en defensa de sus
diversas posiciones, y en réplica a la crítica dirigida a los detalles de su sistema; pero lo que
subyace en su razonamiento y qué ha inducido la construcción de todas las teorías
panteístas, viejas y nuevas, es el ansia de unidad. La mente, insisten, no puede aceptar
dualismo o pluralismo como la explicación final de la realidad. Por una tendencia
irresistible, intenta sustituir la multiplicidad y la diversidad evidentes de las cosas por una
base o fuente unitaria, y, una vez que se determine esta, explicar todas las cosas de algún
modo derivado aunque no realmente separado de ella.
No puede negarse que tal es, en realidad, el ideal de muchos filósofos; ni es necesario
desafiar la declaración que la razón tiene como objetivo la unificación sobre una cierta base
u otra. Pero este mismo objetivo, y todos los esfuerzos en vista a él se debe mantener dentro
de límites razonables: una unidad teórica obtenida con tan gran sacrificio no es ninguna
unidad en absoluto, sino meramente una abstracción que pronto se cae a pedazos. Por lo
tanto para una estimación del Panteísmo dos preguntas deben ser consideradas:
La respuesta a la primera es elaborada por una revisión de los conceptos principales que
entran en el sistema panteísta.
Dios
Es verdad que algunos panteístas, tales como Paulsen, mientras que francamente niegan la
personalidad de Dios, pretenden exaltar Su ser afirmando que Él es “supra-personal.” Si
esto significa que Dios en Si Mismo está infinitamente más allá de cualquier idea que
podamos formarnos de Él, la afirmación es correcta; pero si esto significa que nuestra idea
de Él es radicalmente falsa y no simplemente inadecuada, y que consecuentemente no
tenemos ningún derecho de hablar de inteligencia infinita y la voluntad, la declaración es
simplemente una improvisación que el Panteísmo toma prestado del agnosticismo. Incluso
en este caso, el término “supra-personal” no es consistentemente aplicado a lo que llama
Paulsen el Todo-Uno; porque esto, si está en algo relacionado con la personalidad, debería
ser descrito como infra-personal.
Una vez que se elimina la personalidad Divina, es evidentemente un error el hablar de Dios
como justo o santo, o en cualquier sentido un Ser moral. Puesto que Dios, en la visión
panteísta, actúa fuera de absoluta necesidad — es decir, no puede actuar de otra manera —
Su acción no es más buena de lo que es malvada. Decir, con Fichte, que Dios es orden
moral, es una clara contradicción; ningún orden existe donde nada es libre, ni podría Dios,
un ser no-moral, haber establecido un orden moral para Sí ni para otros seres. Si, por otra
parte, se mantuviera que existe el orden moral, que es postulado por nuestros juicios
humanos, la difícil situación del Panteísmo no sería mejor; porque en ese caso todas las
acciones de los hombres, sus crímenes así como sus buenos hechos, se deben imputar a
Dios. Así el Ser Divino no sólo pierde el atributo de santidad absoluta, sino incluso cae
debajo del nivel de esos hombres en quienes la calidad moral triunfa sobre el mal.
El Ser Humano
Ninguna demanda semejante, sin embargo, puede ser hecha en nombre del orden moral por
un panteísta consistente. Para él, la personalidad humana es una mera ilusión: lo qué
llamamos el hombre individual es solamente uno de los incontables fragmentos que hacen
el Ser Divino; y puesto que el Todo es impersonal ninguna parte de el puede demandar
válidamente personalidad. Más aún, puesto que cada acción humana es inevitablemente
determinada, la conciencia de la libertad es simplemente otra ilusión, debida, como dice
Espinoza, a nuestra ignorancia de las causas que nos obligan a actuar. Por lo tanto nuestras
ideas de lo que “debe ser” son puramente subjetivas, y nuestro concepto de un orden moral,
con sus distinciones de bien y mal, no tienen ningún fundamento en la realidad. Los así
llamados “dictados de la conciencia” son, sin duda alguna, un interesante fenómeno de la
mente que el psicólogo puede investigar y explicar, pero no tienen ninguna fuerza
vinculante en absoluto; son tan ilusorios como las ideas de la virtud y del deber, de la
injusticia al prójimo y del pecado contra Dios. Pero nuevamente, puesto que estos dictados,
como todas nuestras ideas, son producidos en nosotros por Dios, se sigue que Él es la
fuente de nuestras ilusiones con respecto a la moralidad- una consecuencia que ciertamente
no realza Su santidad o Su sabiduría.
No está, sin embargo, claro que el término ilusión esté justificado; porque esto supone una
distinción entre verdad y error-una distinción que no tiene ningún significado para el
genuino panteísta; siendo todos nuestros juicios la elocución del Uno que piensa en
nosotros, es imposible discriminar la verdad de lo falso. Aquel que rechaza el panteísmo no
está más lejos de la verdad que aquel que lo defiende; cada uno solamente expresa un
pensamiento del Absoluto cuya gran tolerancia abriga todas las contradicciones.
Lógicamente, también, seguiría que no debe prestarse ninguna atención en cuanto a la
veracidad de la declaración, puesto que todas las declaraciones están igualmente
autorizadas. El panteísta que es cuidadoso de hablar de acuerdo con su pensamiento,
simplemente se abstiene de poner su filosofía en práctica. Pero es sin embargo significativo
que el principal trabajo de Espinoza sea su “Ética”, y que, según una visión moderna, la
ética tiene que describir solamente lo que los hombres hacen, no prescribir lo que ellos
deben hacer.
Religión
Los abogados recientes del Panteísmo han intentado obviar estas dificultades y mostrar que,
aparte de dogmas particulares, la vida y el espíritu religiosos están salvaguardados en su
teoría. Pero en su intento, despojan a la religión de sus aspectos esenciales, reduciéndola a
un mero sentimiento. Ellos alegan que nos es la acción, sino la humildad y la veracidad lo
que constituyen la religión. Esto, sin embargo, es un procedimiento arbitrario; por el mismo
método podría ser demostrado que la religión no es nada más que existir o respirar. El
panteísta pasa por alto el hecho de que la religión significa obediencia a la ley Divina; y de
esta obediencia no puede hacerse ninguna cuestión en un sistema que niega la libertad de la
voluntad del hombre. Según el Panteísmo hay tan poco “servicio racional” en la así llamada
vida religiosa como lo hay en el comportamiento de cualquier agente físico. Y si los
hombres todavía distinguen entre las acciones que son religiosas y las que no lo son, la
distinción no es sino otra ilusión.
No está, sin embargo, claro que el término ilusión esté justificado; porque esto supone una
distinción entre verdad y error-una distinción que no tiene ningún significado para el
genuino panteísta; siendo todos nuestros juicios la elocución del Uno que piensa en
nosotros, es imposible discriminar la verdad de lo falso. Aquel que rechaza el panteísmo no
está más lejos de la verdad que aquel que lo defiende; cada uno solamente expresa un
pensamiento del Absoluto cuya gran tolerancia abriga todas las contradicciones.
Lógicamente, también, seguiría que no debe prestarse ninguna atención en cuanto a la
veracidad de la declaración, puesto que todas las declaraciones están igualmente
autorizadas. El panteísta que es cuidadoso de hablar de acuerdo con su pensamiento,
simplemente se abstiene de poner su filosofía en práctica. Pero es sin embargo significativo
que el principal trabajo de Espinoza sea su “Ética”, y que, según una visión moderna, la
ética tiene que describir solamente lo que los hombres hacen, no prescribir lo que ellos
deben hacer.
Religión
Puede ser observado, también, que el Panteísmo fracasa en unificar el sujeto y el objeto, y
que a pesar de sus esfuerzos el mundo de la existencia sigue siendo distinto del mundo del
pensamiento. Pero tales objeciones tienen poco peso con el panteísta minucioso que sigue a
Hegel, y está dispuesto en aras de la “unidad” a declarar que el ser y la nada son idénticos.
Hay sin embargo una unidad fundamental que la filosofía cristiana ha reconocido siempre,
y que tiene a Dios por centro. No como ser universal, ni como el principio constitutivo
formal de cosas, sino como su causa eficiente que opera en y a través de cada uno, y como
la causa final para la cual las cosas existen, Dios en el más verdadero sentido es la fuente de
todo pensamiento y realidad (véase St. Thomas, “Contra Gentes”, I). Su omnipresencia y
acción, lejos de eliminar causas secundarias, preserva cada una en el orden natural de sus
agentes físico-eficientes bajo la determinación de la ley física y de la personalidad humana
en el ejercicio de la inteligencia y la libertad el fundamento del orden moral. La forzada
prosecución de la unidad en el sentido panteísta no tiene justificación, la única unidad
inteligible es la que Dios mismo ha establecido, una unidad de propósito que es manifiesta
igualmente en los procesos del universo material y en la libre voluntad del hombre, y que se
mueve hacia su cumplimiento en la unión del espíritu creado con la Persona infinita, el
autor del orden moral y el objeto de la adoración religiosa
Fuente Pace, Edward. “Pantheism.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York:
Robert Appleton Company, 1911. http://www.newadvent.org/cathen/11447b.htm