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Ángel IGLESIAS OVEJERO

(2016c): “Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936”.

Artículos publicados en 2016 en la prensa digital de Ciudad Rodrigo:


ciudadrodrigo.net y ciudadrodrigoaldia.es
y en:
centrodeestudiosmirobrigenses.es
farinatosporlamemoria.jimdo.com
Croniquillas y necrologios
del verano y otoño sangriento de 1936
en el sudoeste de Salamanca
Ángel Iglesias Ovejero

Artículos publicados en 2016 en la prensa digital de Ciudad Rodrigo


(ciudadrodrigo.net ciudadrodrigoaldia.es), centrodeestudiosmirobrigenses.es y
farinatosporlamemoria.jimdo.com
Anotaciones sobre el deber de memoria republicana (14/04/16)

Ángel Iglesias Ovejero

El día 14 de abril se cumplen 85 años del primer referente democrático en


España, que fue la II República. Como es sabido, mediante la traición y la violencia,
fue destruido y vilipendiado por el sistema represivo de Franco. De un modo visible
esto se inició con la rebelión militar del 17 al 18 de julio de 1936, que venía
gestándose de mucho antes, y se concluyó con el triunfo bélico de los “nacionales” en
1939. Entonces se extendió a toda España la feroz represión que ya habían
experimentado los territorios de la retaguardia franquista, como el de la comarca
mirobrigense desde la proclamación del bando de guerra en Ciudad Rodrigo el 20 de
julio de 1936. La violencia de Estado entonces y después era de sobra conocida por las
víctimas que no sucumbieron al sacrificio, pero ellas mismas reprimieron sus
recuerdos dolorosos a causa de un miedo del que todavía se perciben las secuelas (“mi
madre no quiere que hablemos de esto”). Fue la época de la “negación de la memoria”
republicana (y de exaltación de la memoria nacional-católica) durante la Dictadura,
que, según el análisis de F. Espinosa (2006), iría seguida del “olvido” en la Transición
(1977-1981) y la “suspensión” (1982-1996) hasta el “resurgir” (1996-2002). En teoría
la Ley de Memoria Histórica (BOE, 27/12/2007), a pesar de sus limitaciones, debía
allanar el camino para la “recuperación” de esta memoria, como explícitamente
señalaba en la exposición de motivos:
En este sentido, la Ley sienta las bases para que los poderes públicos lleven a
cabo políticas públicas dirigidas al conocimiento de nuestra historia y al fomento de la
memoria democrática. La presente Ley (…) reconoce (…) un derecho individual a la
memoria personal y familiar de cada ciudadano (…). En definitiva, la presente Ley
quiere contribuir a cerrar heridas todavía abiertas en los españoles y a dar satisfacción
a los ciudadanos que sufrieron directamente o en la persona de sus familiares, las
consecuencias de la tragedia de la Guerra Civil o de la Represión de la Dictadura.
No parece que las instituciones castellano-leonesas en general y las salmantinas
en particular se hayan sentido mayormente obligadas por el cumplimiento de la Ley,
que prometía y exigía ayudas concretas, pero se ha traducido en una actitud pasiva que
recuerda la del pasado. Si la Dictadura instauró la ley del silencio, aquí parece haberse
perennizado el principio de la Transición, “el olvido”, que, como en el caso del
Holocausto organizado por los nazis, era precisamente lo que buscaba el sistema
represivo franquista (ocultar los delitos, eliminar testigos o amedrentarlos, quitarles
crédito, para que no quedaran recuerdos de las víctimas en la Historia) y así ha
conseguido perennizar la impunidad de sus crímenes. Hoy todavía, llegado el caso de
que se evoque el tema, no resulta extraño que, sobre todo en el anonimato de los
comentarios de la red informática, se perciban voces que son un eco fiel de la negación
de la memoria de las víctimas republicanas. De hecho son falacias y sofismas que no
por mucho repetirse pueden apuntalar un argumentario sólido, pero consiguen aburrir
y cansar a quien los lee o escucha, con el objetivo de que se abandone el tratamiento
del tema). Para curase en salud contra este efecto, se pueden enumerar los tópicos más
socorridos y avanzar las aclaraciones que cada caso requiere.
1. Algunos tardo-franquistas creen o fingen creer que la cuestión del deber de
memoria quedó zanjado con el resultado de la contienda, como si de un partido de
fútbol se tratara (“lo importante es ganar aunque sea de penalti injusto”). A los
vencidos no les quedaría derecho alguno a la reivindicación de un modelo político
republicano (“para eso ganamos la guerra”). Sus detractores no se han parado a pensar
que los republicanos de la retaguardia “nacional”, como los de este territorio,
difícilmente podían ganar una guerra que, sin armas, nunca tuvieron ocasión de librar,
pues desde el Alzamiento fueron víctimas de la represión armada e ideológica, que se
prolongó durante cuarenta años (y, en consecuencia, tampoco es algo tan remoto como
se dice). En todo caso, la victoria militar en modo alguno pudo darle al Nuevo Estado
la legitimidad que no tenía, por mucho que perdurase en el tiempo (una dictadura
siempre será una dictadura y no podrá pasar por otra cosa ante la Historia).
2. Existe una visión consensuada de la guerra y la represión que corresponde a lo
que R. Robledo ha denominado la equiviolencia (“todos perdimos la guerra”, “todos
igualmente culpables”). En realidad así se da por buena la versión franquista de los
hechos, que ha promocionado la imagen de las víctimas del “bando nacional” y
ocultado la de sus adversarios, pero sobre todo pretende esquivar la responsabilidad
que en todos los estragos de la guerra incumbe al “Caudillo”, a los otros militares
rebeldes y a quienes los apoyaron. Como recuerda Paul Preston (2011: 17), el
holocausto español fue el fruto de aquel odio cultivado que empezó a caer con la
proclamación de la guerra el 17 y 18 de julio de 1936: 200.000 hombres y mujeres
asesinados lejos del frente, 300.000 muertos en los frentes de batalla, un número
desconocido de hombres, mujeres y niños víctimas de bombardeos y éxodos, unos
20.000 ejecutados republicanos después de 1939 y otros muchos más que murieron de
hambre y enfermedades en cárceles, campos de concentración y batallones de trabajo,
500.000 exiliados, entre los cuales varios miles sucumbieron en los campos de
internamiento franceses y en los campos de exterminio nazis.
3. La teoría del olvido se apuntala con la llamada a presuntos buenos
sentimientos. La metáfora de las “heridas” ha dado mucho de sí. La ley hablaba de
cerrar heridas, pero la tradición nacional-católica lleva tiempo predicando lo de que
“no hay que abrir heridas”, como si alguien hubiera reconocido esas heridas de las
familias “republicanas”, mientras durante décadas se ha glorificado a las víctimas e
incluso a los victimarios “nacionales”. Salta a la vista la injusticia comparativa. Por
otro lado, viniendo de quien viene la aplicación de esta doctrina, no deja de sorprender
este reparo a nombrar y señalar el dolor “civil” en un país como España, donde la
confesión religiosa mayoritaria impone a todos los ciudadanos (creyentes o no) la
exhibición de imágenes representativas de la Pasión en espacios públicos y medios de
comunicación.
4. De un modo análogo, la urgencia de grandes problemas sociales (el paro, la
crisis económica) lleva a algunos a rasgarse las vestiduras ante las míseras ayudas
(hoy obsoletas en esta Comunidad) para la exhumación de fosas. Más eficaz y justo
sería que estos caritativos partidarios de la amnesia histórica reclamaran medidas de
gobierno contra la corrupción política generalizada y las corruptelas fiscales, con las
que sí se podría remediar en parte esa clase de problemas. (Quizá no esté demás
recordar que el mismo Jesucristo tuvo que defender a María de Betania de las críticas
de Judas por el derroche de perfume vertido a los pies del Maestro, cuyo importe se
podría haber dado a los pobres, pero “esto decía, no por amor a los pobres, sino porque
era ladrón, y, llevando él la bolsa, hurtaba de lo que en ella echaban” [Jn. 12: 6]).
5. Con estas actitudes se relaciona la de aquellos que, para negar el derecho de
memoria a las víctimas de la represión franquista o a sus familiares, traen a colocación
la represión republicana (“mi abuelo fue asesinado en Paracuellos”, adonde remiten
infinidad de “nietos” biológicos e ideológicos). Los que recaban el legado democrático
republicano no les piden a los “nietos nacionales” que olviden a sus muertos, ya
celebrados para siempre en la hagiografía franquista e, incluso, elevados muchos a la
categoría de “mártires”. Por cierto, se puede ser republicano y cristiano (o de otra
creencia). Muchos procesados y condenados a muerte en consejos de guerra eran
buenos cristianos y aceptaron su muerte injusta, dejando constancia de ello en sus
cartas cuando estaban en capilla. Al parecer, nadie hasta ahora ha solicitado su
canonización.
6. La coartada cultural se utiliza para defender el mantenimiento de los símbolos
franquistas y los nombres de responsables de la represión en la toponimia, el callejero
y los edificios. La cuestión se plantearía si, a pesar de su falta de contenido ético, se
tratara de obras de arte, dignas de conservarse con una necesaria aclaración sobre su
motivación fascista y represiva. Pero en general son burdas apologías de los represores
y la represión, que algunos herederos ideológicos del fascismo y sus métodos a veces
se atreven a defender con amenazas a cencerros tapados o sacando la lengua a pasear,
lo que es un hecho constitutivo de delito. La susodicha Ley se ocupa de estos
pormenores (cap. 15:1):
Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las
medidas oportunas para la retirada de insignias, escudos, placas y otros objetos o
menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación
militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura.
Cuanto más corre el tiempo más urgente se hace el cumplimiento del “deber de
memoria” para terminar con estos impresentables resabios de franquismo. En el último
homenaje a las víctimas de Robleda (09/08/15) proponíamos que, con motivo del
LXXX aniversario del inicio de la represión, se debería solicitar ayuda institucional
para algunas iniciativas que podrían desarrollarse en el ámbito de Ciudad Rodrigo y su
comarca: 1) un homenaje a las víctimas en el marco de una jornada de reflexión sobre
el legado republicano; 2) la elaboración de un mapa de las fosas existentes en la zona y
ver la manera de que se señalen al público; 3) la colocación de placas conmemorativas
en los cementerios donde haya restos de republicanos asesinados; 4) la eliminación de
símbolos, nombres y rótulos fascistas o franquistas en la toponimia, el callejero y los
edificios; 5) la publicación de nuestro estudio sobre “la represión franquista en el SO
de Salamanca (1936-1948)”.
En distinta medida parece que estas iniciativas han tenido una acogida favorable
en algunas corporaciones municipales, empezando por la de Ciudad Rodrigo. Por
nuestra parte, la tarea más laboriosa es la publicación del estudio sobre la represión
franquista, que ha asumido el Centro de Estudios Mirobrigenses. Como, de acuerdo
con la Ley, entendemos que el deber de “fomentar la memoria democrática” incumbe
a las autoridades democráticas, en primer lugar, han sido solicitadas para colaborar
con otras instituciones en la edición la Junta de Castilla y León, la Diputación de
Salamanca y los Ayuntamientos de las localidades más represaliadas dentro de las
sesenta afectadas: La Alberca, La Alberguería, Campillo de Azaba, Casillas de Flores,
Espeja, La Fuente de San Esteban, Fuentes de Oñoro, Mogarraz, Navasfrías, El Payo,
Peñaparda, Retortillo, Saelices El Chico, Sancti-Spíritus, Villar de Ciervo, etc. La
reacción no ha sido hasta ahora muy entusiasta. La Junta, la Diputación y la mayoría
de los Ayuntamientos han dado la callada por respuesta, pero todavía están a tiempo
de manifestarse. Constituyen honrosas excepciones las corporaciones de Aldea del
Obispo, El Bodón, Ciudad Rodrigo, Fuenteguinaldo, Mogarraz y Robleda, que se han
comprometido a colaborar en la publicación. En cambio, la suscripción popular ha
tenido un eco ampliamente favorable en España y Francia, entre familiares de
víctimas, estudiosos y personas abiertas a esta iniciativa. Nuestro agradecimiento
sincero desde ahora a todos ellos. Su curiosidad quedará satisfecha, esperamos, entre
junio y julio, en que se prevé la aparición del libro.
Esto último demuestra que allí donde no llega el compromiso oficial con el
deber de memoria puede alcanzar el de algunos ciudadanos. Es un estímulo para la
conmemoración de “las efemérides de la represión en su LXXX aniversario” en las
localidades de la comarca mirobrigense que pensamos describir a partir del 17 o 18 de
julio próximo.
Homenaje a las víctimas mortales de Casillas de Flores en la represión franquista
(16/07/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Mañana está prevista en Casillas de Flores la colocación de una placa con los
nombres de las víctimas mortales de esta localidad en la represión franquista, que
hasta ahora no han tenido ninguna forma de reconocimiento por parte de las
autoridades locales ni de ninguna otra de la provincia de Salamanca y la Comunidad
de Castilla y León. El homenaje, en el que sería deseable la presencia de la
corporación municipal, se debe a la iniciativa responsable y generosa de las familias
Gómez Álvarez y González Moreiro, descendientes respectivos de Antonio Álvarez
Martínez y de José María Moreiro Ríos.
Como anticipo de las croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936 en el
SO de Salamanca, a partir del próximo día 18, se propone aquí el necrologio de
Casillas de Flores, con las víctimas mortales hasta ahora identificadas.
José María MOREIRO Ríos, de 37 años, hijo de Ángel y Cándida, dueño de un
establecimiento de bebidas, alcalde republicano, casado con Isabel Gómez Martín,
con quien tenía tres hijos menores. Murió “víctima de la guerra” el día 8 de agosto
de 1936, según la dedicatoria de su esposa e hijos en la lápida del cementerio de
Casillas de Flores, donde está enterrado (Iglesias 2009a). Un expediente de 1979, a
instancia de su viuda, con información testifical, corrige la fecha de su muerte y la
causa (detención sangrienta en las afueras del pueblo): “el día 13 de agosto de 1936
fue sacado de su domicilio de Casillas de Flores (...) y muerto violentamente [por
mano] del hombre” (AMCR, Viudas; RCCdF., act. def. 03/03/80). La fecha del día
8 quizá corresponda a la de un primer intento de detención del que conseguiría
librarse provisionalmente, gracias a la ayuda de Ángel Montero Estévez, que a su
vez tendría que esconderse en Portugal y sería multado con 50.000 pesetas, de
nuevo denunciado en 1941 (C.171/41).
Felipe RASTRERO ANTÚNEZ, de 59 años, hijo de Manuel y Rosaura, sin indicación de
profesión, casado con Rosalía González Alfonso, con quien tenía cinco hijos.
Falleció “en Casillas de Flores” el día 13 de agosto de 1936, “por motivos de la
guerra civil española”, sin indicación del lugar donde fue enterrado, según su tardía
acta de defunción (RCCdF., 29/10/1981, “expediente instado por Dª Celia Rastrero
González”). Según testimonios de familiares (CdF 2006), fue víctima de una
detención sangrienta en su propio domicilio. Después de un registro, los victimarios
le dispararon a las piernas y, cuando se desangraba sin asistencia médica, lo
remataron en presencia de su familia (Iglesias 2009a).
Antonio Francisco ÁLVAREZ MARTÍNEZ (a) “PORTONES”, de 36 años, hijo de Manuel e
Isabel, , tiene instrucción, jornalero, teniente de alcalde republicano, casado con
Julia Moreiro Antúnez, con quien tenía tres hijos menores. Había estado en Francia.
Fue detenido por carabineros en presencia de su esposa e hijos. Después de un
fugaz paso por la cárcel local (CdF 2009), ingresó en la prisión del partido judicial
como “detenido [militar]” a las 20.15 horas del día 30 de julio de 1936. En teoría
fue puesto “en libertad” el 8 de octubre; pero de hecho fue objeto de una saca
carcelaria (AMCR, Desaparecidos 1936). En un informe policial de 1979 se añade
que esta salida en libertad se produjo “en unión de otros que figuran en distinto
expediente, sin que conste nada más” (AMCR, Viudas), sin duda en referencia a los
vecinos de Fuenteguinaldo también sacados aquel día. Sobre su destino y
enterramiento caben diversas conjeturas; el más probable parece la finca de
Aldeanueva de Portanobis, término de Castillejo de Martín Viejo. Allí se practicó
una exhumación (2010) en la que se hallaron restos de tres víctimas.
Antonio CÁNOVAS (o CANOVAS) MESA (nat. de Mazarrón, Murcia), de 38 años, hijo
de Juan y María de las Mercedes, tiene instrucción, albañil, presidente de la
Sociedad Obrera (STT), casado con Basilisa González Zamarreño, sin constancia
exacta de descendencia. Según el acta de defunción tardía, falleció “de muerte
violenta” el día 15 de octubre de 1936 en las afueras de Ciudad Rodrigo, sin
indicación del lugar de sepultura (RCCR, act. def. 31/01/1981). La documentación
de archivo revela que fue detenido el mismo día que Antonio F. ÁLVAREZ y,
aunque se benefició de una fugaz salida de la cárcel, ambos debieron de compartir
los mismos avatares finales de la saca carcelaria y lugar de enterramiento.
Timoteo Feliciano MATEOS RÍOS, de 29 años, hijo de José y Adela, jornalero. Fue
detenido el 7 de octubre con los vecinos de Fuenteguinaldo, con quienes ingresó en
la prisión del partido judicial y como ellos fue sacado a las 4 horas de la mañana del
día siguiente (AMCR, Desaparecidos 1936), siendo asesinado en el camino de
Gazapos, cerca del antiguo monasterio de La Caridad. Había estado en Francia,
donde tenía un hermano, Manuel “Penche”, que regresó a España para defender la
República (CdF 2007).
Manuel BERMEJO HERNÁNDEZ (a) “DE TIO CLICO”, de 33 años, hijo de Quirico y Julia,
jornalero. Estuvo casado dos veces, primero con María Antonia Palos González
(15/11/1926) y después con Manuela Álvarez Lanchas (21/11/1931), prima
hermana de Antonio ÁLVAREZ, sin que haya constancia de su descendencia (CdF
2008). Sería asesinado en lugar desconocido con posterioridad al 29 de septiembre
de 1936, pues en esa fecha el informante Vicente Carballo, que debía haberse
incorporado antes al servicio militar y no pudo hacerlo por enfermedad, estuvo
cinco días en el hospital de Ciudad Rodrigo y allí coincidió con Manuel “DE TIO
CLICO”, que también estaba enfermo. Precisamente allí, los enemigos de Manuel
solicitaban apoyos al mencionado informante para su eliminación, a lo que Vicente
se negó (CdF 2008).
Quirico BERMEJO ESCAMOCHERO (a) “TIO CLICO” (nat. Villamiel, Cáceres), hijo de
Ramón y Ladislaa, jornalero, aunque sembraba una huerta, con la cual habría
alimentado a varios hijos que tenía con su esposa Julia Hernández, tres al menos
registrados en el libro de bautismos (Archivo diocesano CR). Fue asesinado como
su hijo Manuel, pero quizá después de éste y en una detención sangrienta en fecha
indeterminada (CdF 2008 y 2009). La detención se habría producido con el engaño
habitual en estos casos, solicitando su entrega “porque no le pasaría nada”.
Los testimonios orales y escritos hablan de una decena larga de casillanos
ejecutados extrajudiciales, con total impunidad de los victimarios, pero de momento
solamente se han obtenido datos incompletos sobre algunas de estas presumibles
víctimas. En su eliminación habrían participado falangistas de Casillas de Flores, que
también actuaron en los asesinatos cometidos en Fuenteguinaldo y en los conatos de
Navasfrías. Según rumores, había una copiosa “lista” de elegidos para el sacrificio,
que habría aligerado un sargento de la Guardia Civil, por estar casado con una mujer
de Casillas y ver en el listado el nombre de un cuñado. Otros se librarían en el viaje
macabro porque “las fuerzas” los habrían dejado escapar o, con más probabilidad, los
detenidos saldrían con vida del juego de la muerte (“caza del conejo”), que, desde el
mes de agosto de 1936, los noveles “falangistas” practicaban en la aplicación criminal
de la “Ley de fugas”. Y finalmente, algunos afortunados se salvaron de milagro o por
influjo de derechistas pudientes.
Entre los de la “lista” figuraba el padre del informante Emilio Hernández (de
ocho años entonces), Francisco HERNÁNDEZ, a quien un tal “Gallina” (que se
menciona en otras detenciones) “le metió la escopeta en la boca”. Después tuvo que
esconderse cerca de la frontera portuguesa con un hermano suyo, llamado Ángel, y
dos primos. Emilio les llevaba la comida. Esto sucedió después de que gente amiga
condujera en un carro de vacas a la madre y otros tres hijos (el mayor enfermo de
meningitis) a las Cuestas de Alberguería de Argañán, adonde todavía fueron a buscar
al padre, “cuando estaban trillando”, pero el dueño de la finca se interpuso. Esta
persona perseguida acabó de pastor del conde de Montarco (CdF 2006).
Muchas dudas han generado los nombres de José BERNAL y José MARTÍN. Según
unos informantes, José BERNAL desapareció y su madre preguntaba por él, hasta que
un vecino (G.) le dijo: “No lo busques más, porque lo maté yo” (CdF 2006). Otro
informante pone en duda que muriera e incluso llega a afirmar que “era político, pero
no lo mataron” y se casó dos veces (CdF 2007-2008, Iglesias 2009a). No puede
excluirse la homonimia parcial o alguna otra circunstancia que lleve a confundir
personas. En efecto, otros informantes mencionan a José MARTÍN entre las víctimas
mortales del pueblo: “(…) el hijo de una tal María “la Casquella”, la cual insultaba a
todos [los represores] porque le habían llevado un hijo” (CdF 2009). Cabe la
posibilidad de que los dos apellidos divergentes se refieran a la misma persona: José
BERNAL MARTÍN, hijo de Valentín y Adelaida, nacido en Casillas de Flores el de 22 de
febrero de 1896 y bautizado el 26 siguiente (ADCR).
[En el homenaje del 17 de julio, una sobrina de José MARTÍN reveló la clara
condición de víctima de este casillano:
José MARTÍN LANCHAS, de unos 22 años, hijo de Francisco Martín Rivero y
María Lanchas Palos, jornalero y soltero. En la tradición familiar no se han
transmitido detalles concretos sobre la motivación de la detención y sus
circunstancias, ni de la fecha y lugar de la ejecución extrajudicial, así como del
lugar del enterramiento del cadáver]
Dudas parecidas envuelven el destino de dos hijos de Felipe RASTRERO y
Rosalía González: Manuel y José RASTRERO GONZÁLEZ. Según el informante Vicente
Carballo, estos hermanos fueron víctimas de una ejecución fallida por falangistas
casillanos:
“Los sacaron los falangistas (…) y los quedaron como si los hubieran
matado. [Manuel y José] consiguieron escapar al monte, donde otro hermano,
Jesús, iba con las cabras. José tenía que incorporarse al ejército, y el abuelo, que,
a diferencia del padre, era de derechas, medió y se pudo incorporar en
Salamanca, no sin encontrarse con un guardia de Casillas (…), que era un
cabrón. Estuvo en la guerra y después se apuntó en la División Azul, por miedo
de que lo mataran los falangistas, pero hubo otros 18 ó 20 de Casillas que
estuvieron en esa División, algunos buscando la vida, e hicieron carrera militar.
José Rastrero estuvo después en Francia, pero no tuvo suerte, murió allí, sin que
se sepa la causa. Manuel Rastrero, al parecer, estaba en Francia antes del
Movimiento” (CdF 2008).
Algunas de estas y otras dudas similares se habrían resuelto con una simple
consulta del archivo municipal de Casillas de Flores, lo que en su momento no se pudo
efectuar a satisfacción, porque era de los que “no estaban catalogados”. Los herederos
de la tradición local todavía están a tiempo de procurar otras informaciones, incluidas
las referidas a las “víctimas indirectas” de la represión, entre las que se han
identificado tres fallecidos:
Tomasa MATEOS HERNÁNDEZ, muerta en desamparo y por depresión (22/11/38), al
estar su marido en el frente de guerra franquista y su madre en la cárcel (C.
1309/38)
Manuel GARCÍA PEÑA, muerto en el campo de concentración de Mauthausen
(12/02/41) (MCU)
Manuel ÁLVAREZ MOREIRO, de 17 años, hijo de Antonio F. ÁLVAREZ, jornalero.
Falleció en extrañas circunstancias relacionadas con la tenencia de armas
(29/03/48). Su cadáver apareció en el campo y presentaba herida de arma de fuego.
Oficialmente el hecho fue calificado de “suicidio”, pero a sus familiares no les
convenció esta versión, por considerarla inverosímil (CdF 2009).
Además de la represión sangrienta, en Casillas de Flores hubo afectados por
otras modalidades represivas:
-11 presos o detenidos
- 4 depurados (2 maestras y 2 militares, uno de estos también preso)
- 9 sancionados con multas (5 de ellos también presos).
Croniquillas y necrologios del verano y otoño sangriento de 1936 en el SO de
Salamanca en su octogésimo aniversario (18/07/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Hoy se cumplen 80 años del inicio de la represión franquista, que duró en este
territorio desde el bando de guerra (19 de julio de 1936) hasta el fin de la Dictadura,
pero sus efectos se han hecho sentir hasta hoy. Por ello, como prometíamos el 14 de
abril pasado, es buen momento para tratar de dar un paso más en el reconocimiento de
sus víctimas, ya iniciado con el homenaje a las víctimas de Casillas de Flores el día de
ayer. Con ello no se trata de fomentar el odio (¿contra quién, contra los represores
muertos impunes?), como los tardo-franquistas quieren hacer creer a los incautos, al
tiempo que aprovechan la ocasión para dárselas de mansos corderos y de enviar
“generosos” perdones (que no les cuestan nada, porque regalan lo que no es suyo,
después de haberse cobrado con creces, durante cuarenta años, las deudas a que fueran
acreedores en otras partes, si es que realmente las tuvieron) y pavonearse de la buena
educación que han recibido y lo buenos que son. Las víctimas republicanas de esta
zona nunca fueron perdonadas, ni vivas ni muertas, sino injuriadas, negadas y
olvidadas oficialmente. Ellas y sus familiares tienen derecho a una dignificación de su
memoria, que es un deber que incumbe a todos los demócratas. Y para cumplirlo es
necesario que éstos sepan lo que pasó, sin tapujos, hasta donde sea posible. Los
negacionistas y olvidadizos pueden seguir por su camino, derramando lágrimas de
cocodrilo si lo desean (en realidad ni olvidan ni perdonan, como lo prueban las cruces
de los “caídos por Dios y por España”, que no fueron otra cosa que carne de cañón en
una guerra promovida por Franco y los suyos, cuyas nóminas encabezan a veces el
yugo y las flechas, así como el nombre de José Antonio Primo de Rivera, todos ellos
todavía “presentes” en numerosos pueblos, a pesar de su ilegalidad). Nosotros
seguiremos exactamente el sentido contrario: contra la negación y el olvido, sin odio,
porque no tenemos adversarios ni energía para ello, y sin perdones históricos, porque
no tenemos delegación de nadie para impartirlos.
A grandes rasgos los avatares de la guerra y la represión en la provincia de
Salamanca han sido analizados por Santiago López y Severiano Delgado. Sobre la
primera hay poco que contar. No era posible la resistencia, sin armas, contra los
enemigos de la República, los rebeldes del Ejército, la Policía, los Institutos armados y
las Milicias fascistas, también armadas enseguida, si es que sus miembros no lo
estaban ya antes del Alzamiento, como sucedía con los falangistas y japosos
(Juventudes de Acción Popular) de Ciudad Rodrigo en la primavera de 1936. El terror
fue el germen del Nuevo Estado, que ya se cobró las primera víctimas el día mismo de
la proclamación del estado de guerra en Salamanca (19/07/1936). Pero el
conocimiento de los hechos y de sus agentes y pacientes durante mucho tiempo fue
obstaculizado por el miedo y las políticas de la memoria hasta finales del siglo XX (F.
Espinosa 2006): la “negación” durante toda la Dictadura, el “olvido” en la Transición
(1977-1981) y la “suspensión” de actividades de reconocimiento después (1982-1996).
Con la apertura de los archivos militares se pudo analizar la “represión legalizada”,
pero no la “extrajudicial”, que fue la más extendida en los pueblos de la comarca
mirobrigense en 1936. Este fue el motivo básico de nuestro trabajo sobre La represión
franquista en el sudoeste de Salamanca (recientemente editado por el Centro de
Estudio Mirobrigenses y cuya presentación está prevista para el próximo día 23), que,
además de los obstáculos previstos, se encontró con la cantinela de que la memoria
histórica, apenas “resurgida”, ya se daba por superada y obsoleta (“¿qué queremos
eso?, ya hace mucho tiempo que pasó”).
En gran medida este trabajo se basa en información oral y escrita relativa a unas
sesenta localidades del SO de Salamanca afectadas por la violencia de Estado entre
1936 y 1948, período en que estuvo vigente el estado de guerra. Así se comprueba que
las represalias se centraron en una veintena de pueblos, donde los represores habían
detectado una fuerte implantación sindical y arraigo republicano, manifiesto en los
intentos de aplicación de las reformas (sobre todo la reforma agraria) antes del
Movimiento, los conatos de oposición al producirse el mismo o de desafección
después. Por esta razón los ayuntamientos de las aludidas localidades fueron invitadas
a colaborar en la edición del libro, cosa que hicieron las corporaciones de Aldea del
Obispo, El Bodón, Ciudad Rodrigo, Fuenteguinaldo, Mogarraz y Robleda. En los otros
municipios dieron la callada por respuesta (porque, al parecer, la mezquindad y el
olvido son compatibles con la falta de cortesía). Tampoco quiso colaborar la
Diputación de Salamanca, confirmando así que esta provincia es la más negada para el
reconocimiento de la memoria de la represión en la Comunidad de Castilla y León,
que tampoco ha sido pionera en ese sentido. Sin embargo, no sería justo privar a los
vecinos de dichos pueblos (ni a otros posibles interesados) del conocimiento de lo que
pasó en ellos a partir del 19 de julio de 1936. En consecuencia, aquí nos proponemos
recordar brevemente las principales efemérides (o lo que deberían ser efemérides
recordadas), a modo de crónica fragmentaria sobre la violencia ejercida contra
ciudadanos indefensos, principalmente en el primer año de la guerra civil.
Las principales referencias bibliográficas son las ya mencionadas: Santiago
LÓPEZ GARCÍA y Severiano DELGADO CRUZ (2001): “Víctimas y Nuevo Estado (1936-
1940)”. En: Ricardo ROBLEDO HERNÁNDEZ, coordinador, J-L. MARTÍN, director:
Historia de Salamanca. Siglo XIX. Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 219-
324; (2004): “La guerra civil en la comarca de Ciudad Rodrigo”. En: La raya luso-
española: relaciones hispano-portuguesas del Duero al Tajo. Salamanca, punto de
encuentro. Coed. Diputación de Salamanca, Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo y
Centro de Estudios Mirobrigenses, 158-161; (2007): “Que no se olvide el castigo: la
represión en Salamanca durante la guerra civil”. En: Ricardo ROBLEDO: Esta salvaje
pesadilla: Salamanca en la guerra civil española. Barcelona, Crítica, 99-187. Ángel
IGLESIAS OVEJERO: La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948),
Centro de Estudios Mirobrigenses (2016), donde pueden verse otras fuentes y
bibliografía (p. 637-663). Para detalles sobre personas represaliadas en la provincia de
Salamanca se remite también a la base de datos de la Asociación de Salamanca por la
Memoria y la Justicia (ASMJ): salamancamemoriayjusticia.org.
Los necrologios responden al objetivo de que los lectores corrijan eventuales
errores y señalen detalles y otros nombres de víctimas. La operación ya ha empezado a
dar sus frutos en el homenaje de las víctimas de Casillas de Flores, donde Pilar Martín
ha confirmado que su tío José MARTÍN fue una de las víctimas mortales, hasta ahora
consideradas dudosas.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: el bando de guerra y las
primeras detenciones en Ciudad Rodrigo y Saelices (19/07/2016)

La noticia de la sublevación militar contra la II República llegaría a Ciudad


Rodrigo y su zona de un modo confuso los días 18 y día 19 de julio. Las autoridades
republicanas de la Ciudad, los líderes políticos que apoyaban al Frente Popular y los
socios de la Casa del Pueblo estuvieron reunidos en el ayuntamiento para seguir las
emisiones de radio, que también escuchaban otros simpatizantes y curiosos. La
Guardia Civil se negó a entregar las armas, anteriormente requisadas por orden
gubernamental, para que los sindicalistas pudieran defender la República, pero no
proclamó el bando de guerra ni impidió hasta la tarde del 19 la salida de coches con
emisarios portadores de consignas para una serie de pueblos de la comarca. La
corporación municipal y los responsables políticos, con la ayuda de algunos policías y
carabineros, consiguieron mantener el orden republicano y trataron de que se hiciera lo
mismo en los pueblos. Para ello enviaron a dichos emisarios con la orden de que
obstaculizaran el paso de las fuerzas rebeldes y los fascistas que las apoyaban. Así
intentaron hacerlo principalmente los sindicalistas de Saelices, El Bodón,
Fuenteguinaldo y Robleda, entre otros pueblos.
El día 20 de julio efectivos del Ejército, la Guardia Civil y Milicias Facistas,
llegados de Salamanca, proclamaron el estado de guerra (bando del general Andrés
Saliquet, El Norte de Castilla, Valladolid, 19/07/36) en Ciudad Rodrigo, Fuentes de
Oñoro y Saelices. El mismo día comenzó la represión, pues entonces serían detenidos
seis vecinos de la Ciudad y tres de Saelices, que, por orden militar, fueron enviados a
la prisión provincial, adonde llegaron otro detenido el día 30 de julio y otros dos el día
3 de agosto, uno de ellos vecino de Salamanca. En total doce, contra los cuales el Cap.
Gaspar Holgado enseguida empezó a instruir un juicio sumarísimo (J.sum.265/36):

Joaquín GAITE VELOSO, catedrático de enseñanza media, socialista, Luis


SÁNCHEZ RIVERO, agente de Vigilancia, Aristóteles GONZÁLEZ RIESCO,
registrador de la propiedad, socialista, gestor provincial, Epifanio CEJUDO
CEJUDO, peatón de correo (Saelices), Eusebio GARDUÑO ALONSO, jornalero,
socialista (Saelices), Martín CENIZO CALDERERO, jornalero (STT) , socialista,
concejal (Saelices), Vicente REPILA TETILLA, carretero, Emiliano CALVO
VALLEJO, alpargatero, socialista, Aquilino MORO LEDESMA, sastre, concejal, de
Izquierda Republicana, Domingo HURTADO MARTÍNEZ, electricista, comunista,
Manuel MARTÍN CASCÓN, abogado, alcalde, de Izquierda Republicana, y Antero
PÉREZ RODRÍGUEZ (vecino de Salamanca), abogado, contable, presidente de las
Juventudes Socialistas. (Para otros detalles y necrologio se remite a la
croniquilla del día 30 de agosto).

El día 20 quizá serían detenidos también dos jornaleros de Saelices, Aquilino


MATEOS BLANCO y Santiago SÁNCHEZ PEINADO, respectivamente presidente y
secretario del Sindicato de la Tierra (STT), que el día 7 de agosto serían ejecutados
clandestinamente en la dehesa de Majuelos (ver croniquilla y necrologio del día 8 de
agosto).
Croniquilla del verano y otoño sangrientos de 1936: cese de las gestoras
republicanas y creación de las milicias fascistas (21/07/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Una vez declarado el bando de guerra en Ciudad Rodrigo, las fuerzas rebeldes
usurparon el poder municipal en los pueblos de la comarca. Depusieron a los gestores
republicanos y nombraron para los cargos a vecinos adictos a los golpistas en las
localidades donde habían detectado conatos de “resistencia” a la Sublevación o, con
anterioridad, una marcada exigencia de reformas republicanas por parte de los socios
de la Casa del Pueblo. Esta operación violenta, realizada con intervención de oficiales
militares y jefes de puestos de la Guardia Civil y de Carabineros, apoyados por gente
armada a sus órdenes, llevaría una semana aproximada. La deposición se efectuaría al
proclamar el estado de guerra en alguna localidad (desde el día 20 de julio) y la
imposición de la comisión militarista se formalizaría al día siguiente, a partir del 21 de
julio, como en la Ciudad y en Aldea del Obispo.
De este relevo forzado en Ciudad Rodrigo se encargó Juan Sáez Chorot, capitán
de la Guardia Civil y comandante militar provisional de la plaza. El día 21 de julio, de
una tacada confirmó la destitución de la corporación legítima (“por haber abandonado
la Gestora municipal sus funciones”, lo cual era una mentira manifiesta, pues los
gestores legítimos habían sido detenidos por el ejército y los agentes rebeldes) e
impuso otra de corte militarista, presidida por Magín Vieyros de Anta, sargento de
Infantería retirado. En otras localidades del partido judicial mirobrigense los
comandantes de los puestos de la Guardia Civil o de Carabineros efectuaron el
nombramiento por delegación de la autoridad militar de la 7ª Región Militar
(Valladolid). En teoría el nombramiento de nuevas gestoras incumbía al gobernador
civil golpista (primero Rafael Santa-Pau y después Ramón Cibrán, jefes militares
ambos), pero a veces actuaban como delegados otros oficiales o personas civiles hasta
que fueron cesados el 5 de agosto. En el partido de Sequeros actuaron como delegados
para esta misión, además de Ventura Sánchez-Tabernero, marqués de Llén, Antonio
Maíllo, jefe de Acción Popular, y Manuel Fuentes, jefe de Falange en dicha localidad.
En la indicada sesión de plenos del 21 de julio, el Cap. Sáez, siguiendo un bando
del general Mola fechado en Burgos el día anterior, autorizaba y alentaba a la nueva
Corporación para la creación de “una milicia fascista” a base de las Juventudes de las
formaciones derechistas, “constituyendo un Cuerpo de Agentes para el mantenimiento
del orden” (AMCR, ses., 21/07/36). Con este objetivo serían equipados como los
militares, llevando correaje, armamento, distintivos. Los “servicios” que, hasta su
disolución en 1939, prestaron estos milicianos fascistas son de sobra conocidos en
general; los detalles se expondrán llegado el caso. Las diversas facciones ya tenían
jefes o los tuvieron pronto, aunque solamente Falange y Acción Popular parecían tener
una organización bien establecida en Ciudad Rodrigo, con Juan Agustín Calzada
Hernández y Lorenzo Muñoz Báez al frente, respectivamente. El alcalde Vieyros en la
susodicha sesión nombró jefe de las milicias de la Ciudad a Eusebio Arévalo Vicente,
que, por suerte para él y sobre todo para los mirobrigenses, no dejó huellas conocidas
de sus “hazañas”, pues enseguida sería eclipsado por Ernesto Bravo Rivero, alférez de
complemento del Rgto. de Infantería de la Victoria (Salamanca), que se hallaba de
permiso en Ciudad Rodrigo al iniciarse el Alzamiento. De su eficacia represiva él
mismo se hizo pregonero cuando fue procesado y de sus amenazas con la pistola en la
mano testificaron las víctimas de sus extorsiones (C.2133/37).
Los milicianos fascistas en seguida fueron inseparables acompañantes de los
comandos de la Guardia Civil que la jerarquía militar de Salamanca enviaba a
determinados pueblos o zonas para los registros domiciliarios, detenciones de
republicanos señalados y recogida de “donativos” para el Ejército, que eran multas y
verdaderas extorsiones. Las primeras redadas de este tipo se comprueban en torno al
25 de julio en Retortillo y los pueblos de la Sierra. Una vez instalado el terror en regla,
en la segunda semana de agosto, los milicianos fascistas practicaban las correrías con
más autonomía, sobre todo allí donde no había puestos de la Guardia Civil o de los
Carabineros, pero no actuaban por su cuenta. Ellos mismos dejaron claro que, para las
ejecuciones extrajudiciales, tenían delegación e incluso órdenes verbales de las
autoridades militares y, llegado el caso de ser acusados de “gravísimos cargos”, los
consejos de guerra los absolvieron (C.2133/37), a no ser que los jueces instructores
hicieran pasar a los victimarios por antiguos izquierdistas (C.728/37).
Croniquilla y necrologios del verano y otoño sangrientos de 1936: la segunda
serie de registros y detenciones (25 de julio a 1º de agosto). La redada del día de
Santiago en Retortillo y sus futuras víctimas mortales (25/07/16)

Ángel Iglesias Ovejero

[Croniquilla dedicada a todas las personas que ayer asistieron a la presentación


de La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948): alcaldes,
concejales y responsables políticos de la Ciudad y su Comarca, compañeros del
Centro de Estudios Mirobrigenses y su secretaria Socorro Uribe Malmierca,
familiares y vecinos de víctimas, suscriptores y otras personas interesadas por
la memoria histórica, algunas llegadas de lejos. De un modo u otro, con su
presencia, contribuyeron a un inesperado y estimulante éxito de público, que es
complementario de la extensa implicación de mirobrigenses y foráneos en la
publicación del libro, cuyos ejemplares, por otro lado, están casi todos
vendidos. Dedicatoria agradecida para la prensa digital local y las páginas web
del CEM y de Farinatos por la Memoria, que difunden nuestras croniquillas y
necrologios].

La segunda serie de razias de guardias y milicianos fascistas se centraron en los


últimos días de julio contra pueblos que, a imagen de la Ciudad, se habían señalado
por sus manifestaciones hostiles al Movimiento: Retortillo, El Bodón, Villar de
Ciervo, Robleda y de nuevo Ciudad Rodrigo. Una de las primeras operaciones de los
comandos represivos (aludidos el pasado día 21) tuvo lugar en Retortillo. El alcalde
republicano Isaías Montero Egido y los concejales se habían negado a entregar el
mando municipal a unos individuos fascistas llegados de Vitigudino el día 22. Esto
sucedió en el contexto de una huelga que los socios de la Casa del Pueblo (STT) y la
agrupación de Socorros Mutuos habían proclamado el día 20 para defender la
República. Por ello el día 25 de julio de 1936 (fiesta señera de Santiago, de descanso
obligado durante la faenas de la siega) José Vidriales Varas, tres números de la
Guardia Civil y cuatro falangistas se presentaron en esta localidad. La Comandancia
de Salamanca les había encomendado la misión de efectuar un recorrido con registros,
recogida de banderas y detenciones en Muñoz, Martín de Yeltes, Boada y La Fuente
de San Esteban. En Retortillo detuvieron a cinco personas que serían sumariados por
el procedimiento “de urgencia” en Salamanca, tres hombres y dos mujeres (C.747/36).
A consecuencia de la documentación incautada, estos y otros numerosos
vecinos, cargos municipales, sindicalistas y huelguistas fueron procesados entre 1936
y 1937, empezando por el alcalde Isaías Montero, zapatero de profesión, condenado a
reclusión perpetua y una sanción de 10.000 pts. (este importe equivalía a la fortuna
que por entonces se les calculaba a los labradores “ricos”), juzgado con otros diez
(C.878/36). La misma suerte corrieron el concejal Facundo Calderón García y otros
seis (C.748/37), así como otros 23 vecinos (C.380/37). Los peor parados fueron tres
vecinos que habían huido en la redada del 25 de julio, porque habían oído que a los
socios de la Casa del Pueblo los sacaban de la localidad y eran “fusilados por las
fuerzas militares y milicias armadas”: Celso MORO, Cristino Bartolomé MARTÍNEZ y
Máximo MURIEL. Estuvieron huidos hasta el día 12 de agosto, cuando cayeron en una
trampa análoga a los falsos “bandos de perdón” (Espinosa 2006a: 146). Fiándose de la
buena disposición, al parecer no fingida, del alcalde militarista, un sargento de
Ingenieros retirado, se presentaron en el pueblo, donde fueron detenidos. Los tres
fueron procesados, junto con Juana Inés Moro, acusada de haber ocultado entre el
estiércol una pistola de su hermano Celso (C.462/36). La joven fue absuelta y los tres
varones condenados a muerte en el consejo de guerra (28/09/36) y ejecutados
(23/10/36).
En total se ha identificado a más de medio centenar de vecinos represaliados:
- 5 víctimas mortales
- 46 detenidos y presos (informados y procesados)
- un maestro depurado
- 3 multados (seguramente fueron más numerosos).

Las autoridades locales hasta ahora no han dejado constancia de reconocimiento


alguno de estas víctimas, ni siquiera de las que fueron asesinadas. Esta es la
identificación nominal y socio-profesional del Necrologio republicano de Retortillo:

Victorino GARCÍA CALZADA, de 38 años, natural de Boada, hijo de Juan y de


Francisca, casado con María del Rosario Sánchez Moro, jornalero, había estado en
Francia; sacado de su domicilio (09/08/36) para Castillejo de Huebra, término de
Muñoz, donde fue enterrado fuera del cementerio, en una fosa común, según
testimonio de su nieto Victorino García Calderón (ASMJ, inscripción de la
defunción fuera de fecha, 26/03/80).
Heliodoro SÁNCHEZ MORO, de 25 años, hijo de Julián y de Rosalía, vaquero, vocal de
comité de huelga (20/07/36), detenido y preso en Ciudad Rodrigo, aunque no figura
en el listado de la cárcel del partido judicial (Desaparecidos 1936). Como su
cuñado Victorino GARCÍA fue de los primeros eliminados clandestinamente
(09/08/36), en la misma saca, lugar y demás circunstancias, según testimonio del
citado Victorino García, su sobrino nieto (ASMJ).
Cristino Bartolomé MARTÍNEZ MURIEL, de 27 años, hijo de Hermógenes y de Paula,
soltero, jornalero, secretario de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra (STT),
concejal. Huyó a la finca de Pito y Sierro cuando la Guardia Civil y la Falange lo
buscaban para llevarlo a Salamanca (25/07/36), fue detenido en Retortillo por los
“guardias cívicos”, preso en Vitigudino (12/08/36) y en Salamanca (20/08/36). Un
consejo de guerra lo condenó a muerte en por “adhesión a la rebelión” (28/09/36) y
fue ejecutado en el campo de El Marín (23/10/36), siendo enterrado en el
cementerio de Salamanca (23/10/36), según la C.462/36.
Celso MORO HERNÁNDEZ, de 31, nacido en Cerralbo, hijo de Nicolás y de Margarita,
soltero, jornalero, teniente de alcalde, presidente de la STT, huido, apresado,
procesado, condenado a muerte, ejecutado y enterrado en las mismas circunstancias
que Cristino Bartolomé MARTÍNEZ.
Máximo MURIEL BLANCO, de 26 años, hijo de Aniano y de Rosario, soltero, jornalero,
vocal de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra (STT), huido, apresado,
procesado, condenado a muerte, ejecutado y enterrado en las mismas circunstancias
que Cristino Bartolomé MARTÍNEZ.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: la primera redada de El
Bodón. Primeras ejecuciones extrajudiciales en La Sierra de Francia.
Recaudación de “donativos” forzosos (27/07/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Los comandos represivos de guardias civiles, milicianos fascistas y


eventualmente otras fuerzas armadas “nacionales” actuaron desde la última semana de
julio de 1936, como se avanzó en la croniquilla del pasado día 25. Sus objetivos se
ajustaban a los que, en la 7ª Región Militar, estaban fijados de antemano en las
“instrucciones” de Mola y el “bando de guerra” (19/07/36), a los que ahora se añadió,
“para todo el territorio nacional”, el bando de la Junta de Defensa Nacional (firmado
en Burgos el día 28 de julio por su presidente, Miguel Cabanellas). Este último,
además de la eliminación de presuntos oponentes al Alzamiento e intimidar a toda la
población, abría la puerta en su aplicación a la “limpieza política”. Las armas y el
terror eran los principales instrumentos pedagógicos del “movimiento redentor”. En
consecuencia, entonces hubo numerosas detenciones de republicanos señalados por
sus convecinos. Se comprueba en la Relación de entradas y salidas en la prisión del
partido judicial de Ciudad Rodrigo durante el año 1936, aunque muchos detenidos
entonces estuvieron en otros locales carcelarios de los pueblos y la Ciudad (Iglesias
2010b). De los 48 ingresados por orden militar en dicha cárcel en julio, por lo menos
22 fueron eliminados sin juicio alguno, entre ellos seis de los nueve detenidos en El
Bodón el 26 de dicho mes, sacados el 11 de setiembre con otros vecinos que entonces
fueron apresados (ver croniquilla de este día):

1 Alberto GUTIÉRREZ PINO, 2 José BARAHONA MEDINA, jornalero, 3


Rafael RAMAJO MARTÍN, jornalero, 4 Serapio MONTERO GARCÍA, jornalero, 5
José Agudo Gutiérrez, 6 Germán Pino Galán, 7 Felipe SANTOS GUTIÉRREZ, 8
Luis Nicolás Sánchez, 9 Primitivo Hernández Juan.

Hasta finales de julio, al parecer, los registros y detenciones no eran sangrientos,


o no todos. De hecho por aquellas fechas se produjeron los primeros hallazgos de
cadáveres en el SO de Salamanca, que fueron dos jornaleros vecinos de La Alberca:
Ángel BECERRO, de 28 años, abatido en la dehesa del Alto de los Endrinales el 28 de
julio, siendo enterrado su cadáver en el cementerio de La Somada (RCLA, def.
29/07/36, AHPS: 234/36). Al día siguiente debió de ser asesinado Juan de la Cruz
MUÑOZ. Su cadáver se halló en la dehesa de Altejos, término de Tamames, en cuyo
cementerio fue enterrado (ver otros datos en la croniquilla prevista para el 12 de
agosto próximo).
Los citados comandos también actuaban como recaudadores de fondos para el
“Ejército Nacional”, cuya financiación en la provincia ha sido analizada por Mª Luz de
Prado (2007). Era una forma de represión económica desarrollada a partir de las
“suscripciones nacionales” en favor de las fuerzas armadas, la primera de las cuales en
el ámbito salmantino se organizó el 26 de julio. Como la retórica empleada se basaba
en una llamada al patriotismo “nacional”, las respuestas a las múltiples colectas de este
tipo se convertían en criterios de adhesión o de desafección al Movimiento. Por tanto,
las suscripciones eran un medio muy eficaz de intimidación y de propaganda
ideológica, que los “recaudadores” impartían con amenazas y malos tratos, un método
en el que pronto llegó a ser maestro el alférez Ernesto Bravo, jefe de las Milicias
Facistas de la zona (para quien las extorsiones eran “donativos”) y un discípulo muy
aventajado J. Agustín Calzada, jefe de Falange en Ciudad Rodrigo (ver croniquilla
prevista para el día 31 de julio).
Las detenciones y el cobro de “donativos” obligados sólo eran posibles con
denuncias previas, que no solamente practicaban los guardias civiles de los puestos,
los fascistas y las autoridades locales, sino otras personas que se prestaban para
hacerlo por ideología, odio, intereses o, simplemente, por miedo. En todo caso, los
denunciantes de cualquier índole participaron en la identificación de las víctimas
elegidas (Iglesias 2016b: cap. VII, apartado 2.4). Así los responsables de la represión
fomentaron desde el principio la implicación de todas las capas sociales, convirtiendo
a la sociedad entera en una “comunidad del castigo” (Marco 2012: 213), sin lo cual el
sistema represivo de Franco no habría arraigado ni durado tanto tiempo, ni serían
perceptibles las secuelas del miedo y los resabios del tardo-franquismo en la
actualidad.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. Las multas impuestas en
Villar de Ciervo, Robleda y otras localidades (31/07/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

La sanción económica (imposición y cobro de multas, embargos, requisas y


robos) era una forma casi benigna de violencia contra los republicanos en comparación
con la eliminación física, la cárcel y los trabajos forzados. Por ello ha dejado menos
huella en la memoria colectiva, a no ser las terroríficas multas impuestas por el capitán
general de la 7ª Región a varios vecinos de Fuenteguinaldo en 1937. En la práctica el
terror del Nuevo Estado manejaba todas esas formas represivas al mismo tiempo y, en
concreto, la sanción económica y los asesinatos se imbrican y resultan
complementarios a lo largo del período sangriento de 1936. Las extorsiones
empezaron antes que las ejecuciones extrajudiciales sistemáticas (segunda semana de
agosto) y se prosiguieron en toda la campaña sangrienta. El día 31 de julio los
extorsionadores fascistas se presentaron en Villar de Ciervo (donde oficialmente se ha
comprobado la recogida de 1.350 pesetas, pero los testimonios procesales aludían a
15.000 pts.) y el 1º de agosto en Robleda. Más tarde, el día 11 de agosto visitaron
Puebla de Azaba, el día 14 La Fuente de San Esteban y el 19 Alberguería de Argañán;
pero sin duda hubo otras visitas menos documentadas. Estas razias eran transversales y
los extorsionadores foráneos, como el alférez Ernesto Bravo y el sargento Juan
Vázquez (GC) recorrían amplios territorios y convergían a veces en sus objetivos,
como Vilvestre, pueblo ribereño visitado repetidas veces.
El modus operandi de estas exacciones violentas responde a las consignas y
cautelas de opacidad previstas por los mandos militares (Mola, sobre todo) para las
actividades terroristas del Nuevo Estado: tirar la piedra y esconder la mano. Como los
agentes de la represión eran sabedores de que no tenían autoridad para imponer multas
copiosas, coaccionaban a las autoridades locales (que también habían sido nombradas
ilegalmente por militares rebeldes) para que convocaran a los vecinos denunciados y
les impusieran la sanción que ellos se llevaban. Así pensaban asegurarse la impunidad,
por si el curso de la guerra cambiaba o algún juez instructor o fiscal militar se ponía
pesado en caso de denuncia por parte de los extorsionados, lo que éstos hacían rara
vez, pues el auditor de guerra podía proponer una segunda sanción, como sucedió en
Vilvestre.
En poco tiempo el método se fue haciendo cada vez más expeditivo. Al
principio, la recaudación se efectuaba por sus pasos contados. Primero los
“recaudadores” imponían la sanción a los izquierdistas señalados por sus
colaboradores locales y en una segunda visita exigían el pago, utilizando como
argumento persuasorio malos tratos y amenazas o, con una eficacia mucho mayor,
recordando las eliminaciones ya efectuadas con los sacados de la propia localidad o
alguna otra vecina. Los jefes comarcales pronto se cansaron de este lento protocolo e
impusieron la sanción y el pago dentro de un plazo muy limitado en una sola visita,
bajo amenazas de muerte o de aumento de la cuantía. Si la operación no les parecía
bastante lucrativa, para otras visitas, recurrían a subalternos locales, que ellos mismos
o los jefes superiores habían nombrado. Parte de las multas de septiembre en Puebla
de Azaba fueron cobradas por el jefe de Falange de Fuenteguinaldo, Ezequías
Hernández, y por falangistas de Casillas de Flores; y en La Fuente de San Esteban
actuaron subalternos de Ciudad Rodrigo (C.2133/37). Algunos de estos jefecillos,
engreídos y ya sintiéndose impunes, aventajaron a sus maestros en osadía, como Julio
del Corral en Robleda y Félix Rodríguez en Peñaparda, que, sin contar otros robos,
cobraron multas a algunas de sus víctimas antes de mandarlas ejecutar, como hacía el
jefe de Falange de la Ciudad.
Todo esto tiene una perfecta ilustración con las aludidas multas impuestas en
Robleda el día 1º de agosto, que no todos los multados habrían satisfecho antes del 15
de agosto. Según el testimonio en 1938 del secretario habilitado del juzgado
municipal, Laureano Enrique (“Roque”), después de la caza del hombre el día 13 de
agosto de 1936 la represión se prosiguió al día siguiente, 14 de agosto, ahora en forma
de multas a 33 vecinos, incluido el declarante. Fueron convocados por el alguacil
Joaquín García Mateos para que se presentaran en el pleno de Ayuntamiento,
presidido por el alcalde, Rafael Pedraza del Corral, auxiliado por el secretario del
mismo, Rogelio del Corral Lozano. Allí se les notificó la cuantía que cada uno debía
pagar, la cual en total ascendía a 13.000 ó 13.500 pesetas, que bajo pena de que “les
darían el paseo en coche como les había ocurrido a los del día anterior”, les exigieron
para las once del día siguiente, 15 de agosto. El método del terror surtió efecto
inmediato. Las multas asignadas a cada uno fueron satisfechas, a cambio de un recibo
firmado en que los multados reconocían “que voluntariamente donaban aquella
cantidad para el Ejército”. Pero hubo tres excepciones de notables locales que no lo
hicieron: el médico Víctor Viñuela Herrero, el maestro –que en 1938 sería jefe local
de Falange– Gabriel Zato Vicente y el farmacéutico Marciano Delgado García, “todos
ellos izquierdistas”, que debían de haber pagado entre 1.500 y 2.000 pesetas. Eran los
contertulios habituales y parientes de Rogelio y Julio del Corral, los caciques que
dirigían el cotarro. Por esta razón, la cantidad recaudada que a finales de agosto la
delegación municipal fue a entregar a la Falange de Ciudad Rodrigo ascendía a 9.050
pts. El declarante, Laureano Enrique, que no tenía constancia del motivo de este trato
de favor, pagó 500 pesetas.
Estos fueron los multados en Robleda en agosto de 1936, según la relación del
Ayuntamiento (Iglesias 2016: apéndice I.5):
Baldomero Campal García, 50 pts.; Miguel Caño Santos, 450 pts.; Laureano Enrique
Aldehuelo, 500 pts.; Félix Gallego Arévalo, 800 pts.; Fructuoso Gallego Gil, 200
pts.; Antonio García Vegas, 200 pts.; Matías Lozano Pedraza, 50 pts.; Juan Martín
Mateos, 50 pts.; Víctor Martín Mateos, 100 pts.; Fermín Mateos Carballo, 150 pts.;
José Mateos Carballo, 100 pts.; Juan Mateos Carballo, 50 pts.; Fausto Mateos
Mateos, 100 pts.; Sebastián Mateos Mateos, 100 pts.; Benito Mateos Prieto, 25 pts.;
Felipe Ovejero Sánchez, 150 pts.; Agapito Pascual Moro, 400 pts.; Agustín Pascual
Ovejero, 200 pts.; Francisco Pascual Ovejero, 100 pts.; José Prieto Carballo, 100
pts.; José Prieto Martín, 200 pts.; Pablo Prieto Mateos, 250 pts.; Juan Prieto
Sánchez, 100 pts.; Bautista Ramos Alonso, 450 pts.; Félix Sánchez Carballo, 50
pts.; Francisco Sánchez Carballo, 700 pts.; Francisco Sánchez Mateos (menor), 50
pts.; Sabino Sánchez Ovejero, 75 pts.; Antonio Vicente Mateos, 50 pts.; Manuel
Vicente Mateos, 250 pts.; Eduardo Villoria García, 3.000 pts. (C.2133/37: 535).

Como los registros y las detenciones, la imposición y el cobro de multas, que en


el lenguaje represivo oficial se denominaban “donativos”, eran ensayos para “servicios
de represión” de mayor calado. Ambas operaciones, como se ha apuntado, requerían la
elaboración previa de relaciones nominales de izquierdistas en los ayuntamientos, con
frecuencia bastante extensas, que después constituían la base de las famosas “listas
negras” de republicanos elegidos para el sacrificio. En los listados de Robleda se
aprecia que, entre la veintena de víctimas mortales, figuran cinco personas que habían
sido multadas el 1º de agosto con otros izquierdistas por coacción de Ernesto Bravo y
J. Agustín Calzada sobre el alcalde y los gestores facciosos: los hermanos Fermín,
José y Juan MATEOS CARBALLO, Sebastián MATEOS MATEOS y José PRIETO MARTÍN.
No se debe excluir que las multas que habían sido impuestas a estas víctimas fueran
pagadas por sus viudas.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La tercera serie de
detenciones. La actividad de los comandos represivos en Mogarraz y La Alberca
(05/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Los comandos represivos siguieron actuando en la primera semana de agosto. A


partir del día 6 las patrullas de milicianos eran más numerosas y visibles por todas
partes, pero su protagonismo en las operaciones macabras durante todo el mes fue
controlado por suboficiales y números de la Guardia Civil o de Carabineros. En la
Sierra de Francia los registros domiciliarios y detenciones fueron dirigidos por los
sargentos Juan Vázquez Rodríguez y José López Martín, jefes respectivos de los
puestos de la Guardia Civil en Miranda del Castañar y La Alberca. Las operaciones
partieron de la Comandancia de Salamanca, donde estaban concentradas las fuerzas de
los puestos de La Alberca y quizá de Cepeda. El día 5, festividad patronal de la Virgen
de las Nieves en Mogarraz, se presentó una de estas patrullas mixtas y detuvo a dos
vecinos que fueron sacados para El Robledo, término de La Herguijuela de la Sierra,
donde fueron tiroteados, pero no muertos. Uno de ellos, Norberto Herrera, juez del
juzgado municipal, resultó herido en una pierna (Dil.Mog/36); el otro salió ileso. Su
identidad se conoce por el testimonio de E. Puerto: Zacarías Maíllo Criado (Hernández
2004: 292). Norberto fue repetidamente denunciado, unas veces por separado y otras
junto con otros vecinos mogarreños. En consecuencia fue procesado varias veces por
la vía militar y, sin ser condenado nunca, estuvo arbitrariamente detenido en prisión
unos diez años, parte de ellos en el campo de concentración de Santa Espina
(Valladolid). Nunca debió de recuperar su puesto de secretario del juzgado ni el uso de
una pierna.
Según el testimonio de E. Puerto, el mismo 5 de agosto fueron detenidos otros
vecinos de Mogarraz, que, incluidos Norberto y Zacarías, habrían sumado un total de
seis. Tres de ellos, Alfonso HERNÁNDEZ, Manuel BARRADO y Atanasio REGAÑA,
fueron llevados juntos al matadero, con previo paso por la cárcel de La Alberca. Pero
es probable que haya confusión de fecha (entre la Virgen de las Nieves, 5 de agosto, y
la Asunción de la Virgen, el día 15), pues seguramente su identidad corresponde a la
de los tres cadáveres de desconocidos mogarreños, hallados en el 17 de agosto en el
sitio de Las Datas (El Maíllo), junto al camino de El Casarito (ver croniquilla prevista
para el próximo día 17). De las operaciones de Mogarraz se encargó el mencionado
sargento (GC) Juan Vázquez y en las de La Alberca participaron este suboficial y el
también citado sargento López, que informó sobre las personas que había detenido e
interrogado en su ida y vuelta a La Alberca, entre el 5 y el 7 de agosto de 1936, hasta
su regreso a Salamanca, llevando presos a 5 vecinos y dejando en arresto domiciliario
a otro que estaba enfermo y sería sacado poco después: Baldomero CALAMA (ver
croniquilla del próximo día 12).
La orden del general Mola (06/08/36) y el modus operandi de los
victimarios. Necrologio de “desconocidos” y forasteros (06/08/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Al cabo de tres semanas de la sublevación, los represores habían afinado su


sistema del terror y, además de la Guardia Civil, sobre todo tenían milicianos fascistas
(neo-falangistas principalmente) para llevarlo a cabo. Las detenciones empezaron a ser
el preludio inmediato de las ejecuciones extrajudiciales, clandestinas. A la
intensificación y extensión de las operaciones asesinas contribuyó el estímulo que
supuso una orden del general del Ejército del Norte (06/08/36), el general Mola, que
enseguida fueron repercutidas en otras de la 7ª Región. En aquélla se autorizaba a
simplificar los trámites de identificación de agentes y pacientes cuando se hallaban
cadáveres por heridas de armas de fuego (que solo podían tener las fuerzas rebeldes).
Los registros civiles ofrecían como causa hipotética y cínica de las muertes un
enfrentamiento de los detenidos con las fuerzas militares: “choque combativo”,
“choque con fuerza armada”, “resistencia a fuerza armada”, etc., fórmulas sugeridas
por la propia autoridad militar, en relación con los bandos de julio. En la terminología
represiva con dichos términos se alude a la manipulación alevosa de la Ley de fugas
(20/01/1921), en referencia a la posibilidad de que las fuerzas del orden tiraran a matar
en caso de que el preso intentara fugarse. Con esta estratagema los secuaces golpistas
mataban a mansalva, simulando que los presos habían tratado de escapar, un método
criminal aplicado en toda la retaguardia franquista. Ya el artículo 2º del bando de
guerra del general Saliquet (19/07/36) casi los invitaba a obrar así en la 7ª Región (No
precisarán intimidación ni aviso (…) para impedir los intentos de fuga de los
detenidos). Los jóvenes victimarios ejecutaban estas operaciones criminales como un
juego: “la carrera del galgo, o del conejo” (Preston 2011: 283).
A la eficacia mortífera de este método contribuía la impunidad que los mandos y
la jurisdicción militar garantizaban a los victimarios, en cuyo modus operandi se
incluían los intercambios de servicios entre verdugos de unas localidades y de otras,
así como el anonimato de los individuos y de las “fuerzas” ejecutoras. Esto era así
incluso cuando el asesinato se consumaba a la vista de familiares y vecinos. Pero, de
ordinario y con el mismo objetivo de impunidad, las ejecuciones extrajudiciales se
perpetraban de noche y en sacas a veces alejadas de las localidades de origen, con lo
cual se conseguía que los muertos fueran real o supuestamente considerados
“desconocidos” o forasteros, de modo que se les negaba el duelo a sus familias y a
ellos se les infamaba post mortem. Fue una constante a lo largo del verano y otoño
sangrientos de 1936.
Sin entrar en detalles (para lo cual se remite a los necrologios locales), aquí se
avanza el necrologio de los “DESCONOCIDOS” y FORASTEROS mencionados en los
registros civiles y los testimonios, ordenados por localidades y fechas del hallazgo de
los cadáveres. Esto permite tener una idea de la geografía del terror: los mataderos y
fosas (Iglesias 2016: 297, mapa). El objetivo adicional aquí es completar los datos
insuficientes con las aportaciones que eventuales lectores puedan ofrecer:
angel.iglesias@wanadoo.fr

N.B. Los correos no firmados no serán leídos


Alberca (La) (cf. necrologio del día 12 de agosto)

¿6 de agosto? Cadáver de un DESCONOCIDO, en la carretera de La Alberca a


Sotoserrano (Hernández 2004: 292)
12 de agosto, hallazgo de tres cadáveres de desconocidos muertos por arma de fuego
en el regato de las Marquesas y enterrados en el cementerio local de La Somada
(RCLA), posteriormente identificados dos de ellos como matrimonio, vecinos de
Molinillo, y el tercero vecino de Béjar (ASMJ):
DESCONOCIDA, identificada: Sinforosa LÓPEZ GÓMEZ, casada con el siguiente
DESCONOCIDO, también identificado: Santiago LÓPEZ.
DESCONOCIDO, identificado: Rufino Posidonios DE LA RÚA CORTÉS.

Boadilla

13 de agosto. Asesinato y enterramiento en una fosa del cementerio de CUATRO


VECINOS de Robleda (necrologio de la 1ª tanda, 13 de agosto).

Bocacara

8 de agosto. Hallazgo de 2 CADÁVERES DE HOMBRES DESCONOCIDOS en el término de


Bocacara (ASMJ, act. def. 08/08/36). Uno de ellos sería el de José HERNÁNDEZ
LAMAS, vecino de Aldea del Obispo, pero la fecha del día 8 de agosto podría ser
errónea, pues la misma ASMJ señala su acta de defunción el día 22/08/36. A falta
de comprobación, su identidad socio-profesional se ofrece en el necrologio de
Aldea del Obispo (día 21 de agosto).
En el otoño los ejecutores fascistas abandonaron otros cadáveres, entre ellos de
vecinos de La Fuente de San Esteban, en la “Cuesta de los Muertos”, a unas
centenas de metros a la izquierda de la carretera que, a la altura de
Valdecarpinteros, sale de la N-620 en dirección a Bocacara.

Bodón (El)

12 de agosto. Además del cadáver de Cipriano HERNÁNDEZ VEGAS, vecino Martiago


(necrologio, 11 de agosto), se halló otro de un DESCONOCIDO: “de unos 35 ó 40
años” de edad, “vestía pantalón de pana, abarcas de goma, camisa clara, calzoncillo
blanco, una blusa de percal color amarillo claro y calcetines de algodón blanco”,
que falleció en “despoblado”, a consecuencia de “disparos de arma de fuego” y fue
enterrado en el cementerio local (act. def. 13/08/36).
26 de agosto. Apareció en el término de El Bodón el cadáver de un DESCONOCIDO: “de
30 á 35 años”, “vestía traje de paño azulado con listas, sin chaleco, zapatos negros,
camisa de seda blanca con listas, con las iniciales J. V., camiseta de verano de
punto de seda y calzoncillo corto con las mismas iniciales y calcetines grises”, que
falleció en “despoblado”, por “disparos de arma de fuego”, y fue enterrado en el
cementerio local (act. def. 27/08/36). Las iniciales de la vestimenta permitieron su
identificación en 1987: José VICENTE MARTÍN, de 33 años, hijo José y de Segunda,
natural de Salamanca y vecino de Moraleja, donde era médico. Según testimonios
recogidos por Julián Chaves, José Vicente primero huyó a Portugal, después volvió
y lo tuvieron preso en Coria, de donde lo dejaron volver libre a Moraleja, pero las
ejecuciones que se practicaban en este pueblo lo decidieron a marcharse a
Salamanca, en compañía de su amigo Julio Valle, maestro sin ejercicio. En la
provincia de Salamanca los detuvieron y fueron enviados a Ciudad Rodrigo, donde
los responsables de la represión decidirían la muerte de José Vicente, que
ejecutarían los falangistas en el término de El Bodón, dejando su cadáver
abandonado y sus pertenencias expuestas al pillaje (Iglesias 2008a). Por la Causa
2133/37 se sabe que antes de su ejecución estuvo preso en el cuartel de la Falange
en Ciudad Rodrigo (ubicado en el instituto de “Los Sitios”), donde, después de
confesarse con el capellán de la cárcel Romualdo Sánchez Iglesias, le confió el
dinero que tenía para sufragios por su alma al jefe local y comarcal de Falange,
Agustín Calzada, que se quedó con el importe del legado, según se desprende del
testimonio del mencionado sacerdote.
31 de agosto. En el mismo término, otro cadáver de DESCONOCIDO, que, según la
tradición familiar debía de ser Ángel OVEJERO GARCÍA (necrologio de Robleda, 2ª
tanda, 24 de agosto).
9 de septiembre se registra en fecha tardía (RCEB, t. 19, p. 178, núm. 5/1980, según
expediente tramitado por el Juzgado de Hoyos, “a instancia de Dª María Delgado
Vidal”) la muerte de Esteban SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, de 38 años, natural de Trevejo
y vecino de Cilleros (Cáceres). Según Julián Chaves, Esteban Sánchez huyó a
Portugal con otro perseguido, Donato Silguero, vecinos ambos de Cilleros. La
policía lusa entregó al primero a las autoridades españolas y probablemente eliminó
a Donato. A Esteban Sánchez decidieron trasladarlo a la cárcel de Ciudad Rodrigo,
adonde no llegaría, pues lo asesinarían por el camino con dos vecinos de la
provincia de Salamanca (Iglesias 2008a). Por estos indicios, más bien cabe suponer
que Esteban SÁNCHEZ era uno de los tres varones que fueron asesinados en La
Jernandilla de Robleda, uno de los cuales, según Cipriano Ovejero, uno de los
empleados municipales encargados de recoger los cadáveres, creía recordar que se
apellidaba Sancho (infra: Robleda), quizá por Sánchez.
Fecha indeterminada. Según testimonios bodoneses, DOS DESCONOCIDOS aparecieron
cadáveres “en la cumbre de Robleda” (EB 2004B). Podrían ser víctimas ya
descritas, pero no se puede descartar que se trate de otras dos personas, a las que
aluden testimonios de Robleda. Según tio Benito “Chaqueta”, entonces muchacho
de unos 15 años, que guardaba ovejas en las proximidades de Vadocarros, una tarde
vio llegar a dos hombres en caballerías, con alforjas, quizá de vuelta de Ciudad
Rodrigo. Los sorprendieron unos falangistas, que los mataron y enterraron en la
parte alta de las curvas de Vadocarros (por donde hoy se accede a la presa de
Irueña), quedándose con las caballerías y las alforjas (R 2011).

Carpio de Azaba

11 de agosto. Cadáver de un DESCONOCIDO en el sitio del Canto Hincao, dehesa del


Manzano, “entre el kilómetro 97 y 98 de la carretera de Ciudad Rodrigo (sic) a La
Alberguería”: “una persona en tierra decúbito izquierdo, con la gorra tapándole la
cara y que viste pantalón de pana negro en regular uso, chaqueta de dril, claro con
rayas, la gorra blanca muy usada, albarcas de goma, en regular uso, trapos rotos de
calcetines, de una edad aproximada de 50 años y con un crucifijo pequeño sujeto
por una alfiler en la chaqueta del lado izquierdo, pelo negro y afeitado al parecer de
tres días. Se le aprecian tres heridas en la cabeza (…) al parecer de arma de fuego,
suponiendo sea una víctima del estado actual, por no aparecer señales de lucha,
notando solo la sangre propia de las heridas. En un bolsillo tiene 20 ¿céntimos?
(C.463/37: f. 2vº).
Otoño de 1936. Testimonios de El Bodón señalan hallazgos de cadáveres de VARIOS
DESCONOCIDOS asesinados en el mismo paraje por la época de la recogida de la
bellota (Iglesias 2008a).

Castillejo de Huebra (Muñoz)

9 de agosto. Asesinato de Victorino GARCÍA CALZADA y de Heliodoro SÁNCHEZ


MORO, vecinos de Retortillo (necrologio, día 25 de julio).
13 de agosto. Asesinato y enterramiento de TRES VECINOS de Robleda en una fosa del
campo en esta finca, propiedad de los Sánchez Cobaleda, destinada a la cría de
ganado bravío (necrologio de la 1ª tanda, 13 de agosto).
Fecha indeterminada del verano/otoño de 1936. Según testimonio de Isidro Sánchez,
en la parte derecha de la carretera de Salamanca a Ciudad Rodrigo (en dirección a
Salamanca), en una cuneta de la “Curva de los muertos”, subida la cuesta de
Castillejo de Huebra, aparecieron DOS CADÁVERES, que “eran de la parte de Ciudad
Rodrigo”.

Castillejo de Martín Viejo

11 de agosto. Los cadáveres de CUATRO VECINOS DE CIUDAD RODRIGO, inicialmente


presentados como casi DESCONOCIDOS, fueron hallados flotando en las aguas del río
Águeda, junto al puente de acceso a Serranillo del cual presumiblemente habían
sido arrojados (necrologio de Ciudad Rodrigo del 10 de agosto).
24 de agosto. Cadáveres de DOS DESCONOCIDOS hallados sobre el puente del río
Águeda (Siega Verde), uno de ellos quizá de Cilleros, según documentos hallados
en su vestimenta, fallecidos a causa de disparos de arma de fuego y enterrados en el
cementerio municipal (act. def. 26/08/36, ASMJ).
2 de septiembre. Cadáver de un DESCONOCIDO, sin identificación nominal, pero
apodado “EL CONFITERO”, hallado en el sitio de “Alza Pierna”, fallecido por
disparos de arma de fuego y enterrado en el cementerio municipal (act. def.
02/09/36, ASMJ).
Fecha incierta de 1936. Los testimonios señalan que un PASTOR DESCONOCIDO fue
arrojado desde el mismo puente (E 2015).

Coria (Cáceres)

Fecha imprecisa del verano/otoño de 1936. Un tal MARCELINO, vecino de El Payo, fue
asesinado cerca de esta población extremeña (EP 2007).

Ciudad Rodrigo

15 de agosto de 1936. Apareció cadáver en Ciudad Rodrigo, por herida de arma de


fuego, Dámaso ROBLEDO SÁNCHEZ, de 48 años, natural de Villares de Yeltes y
vecino de Tenebrón, hijo de José y Calixta, ganadero, casado con Avelina Martín
Encinas, padre de cinco hijos; enterrado en el cementerio de Ciudad Rodrigo (act.
def. 28/05/43, ASMJ).
29 o 30 de noviembre. Hallazgo de los cadáveres de DOS DESCONOCIDOS en el río
Águeda, cerca de La Caridad, según el acta del juez (30/11/36, Sumario 92, act. def.
02/12/36), ASMJ, que no menciona heridas por arma de fuego).
Ver necrologio del día 11 para otros hallazgos de cadáveres.
Encina (La)

28 de agosto. En el domicilio del falangista Frutos Cortés falleció Blas CHAVES


ABOLA, “de 4 años y m[edio], natural de la casa cuna de Ciudad Rodrigo, de padres
desconocidos”, a consecuencia de lo que piadosamente hay que considerar
accidente por “un disparo de armas de fuego”, armas de las que disponían los
falangistas de este pueblo y de las que habían hecho uso en Robleda el 13 de agosto
(Iglesias 2008a: 139).

Fuente de San Esteban (La)

16 de agosto. Asesinato de Feliciano GALÁN RODRÍGUEZ, vecino de El Bodón


(necrologio, día 9 de agosto).

Fuenteguinaldo

27 de agosto. Cadáver de una PERSONA DESCONOCIDA. Según el acta de defunción


(RCFG, act. def. 27/08/1936), se trataba de un varón, de 25 a 30 años, hallado en el
paraje de Vadocarros, “encontrándose el cadáver en posición de cúbito supino y
vestía camisa blanca listada, calzoncillos blancos, calcetines de algodón color café,
americana de paño azul listado, pantalón de paño color café con lista blanca,
cinturón blanco y negro con dos argollas, alpargatas abiertas, piso de goma, color
blanco y planta negra de material”. El informe médico señalaba que tenía dos
heridas de arma de fuego, “una en el tórax y otra en cerebro” (Iglesias 2008a).
22 de septiembre. DOS PERSONAS DESCONOCIDAS, cuyos cadáveres también se hallaron
en el sitio de Vadocarros, ambos sin duda abatidos por armas de fuego, aunque esta
circunstancia está tachada en las actas de defunción. Una de ellas, varón de 30 a 35
años, “que vestía: camisa clara listada, calzoncillos blancos, calcetines de algodón
color amarillo, alpargatas azul claro con piso de cáñamo, pantalón de pana color
café rayada, americana de dril azul oscuro con lista blanca”, fallecido “a
consecuencia de (borrado)” y enterrado en el cementerio de Fuenteguinaldo
(RCFG, act. def. 22/09/36). Su identidad podría corresponder a la de Teodosio
SALCEDO MARÍN, víctima cacereña (Iglesias 2008a). El apellido de SALCEDO
aparece en el reverso de una de las cartas que se hallan en la americana del otro
cadáver. Este era un varón de 30 a 32 años, “que vestía camisa clara listada,
calzoncillos blancos, sin calcetines, alpargatas color café con piso de goma,
pantalón de pana rayada color café, chaleco de pana café claro rayada, americana
de dril imitación paño, azul claro listada, y gorra bilbaína azul, hallándosele
documentos a nombre de Gervasio MORA y una cartera de piel y una fotografía en
grupo” (RCFG, act. def. 22/09/1936). De estos documentos se deduce que en 1927
Gervasio cumplía el servicio militar en Ceuta, y por estar enfermo, el Coronel le
concede “dos meses de licencia” para que marche a Allo (por Hoyos), en la
provincia de Cáceres. Entre 1934 y 1936 vivía en Hoyos, donde era guarda
municipal y quizá tuviera allí un hermano llamado Vicente, además de la madre.
Por esos años se casaría (tal vez con Ana María Guerrero Collado, de Peñaparda) y
tendría un hijo, según se deduce de las cartas que le escribe su hermano Gabino,
que reside en Pauillac, departemento de la Gironde (Francia), casado con Ángela
Gómez. En la 1ª carta se queja a un tal Jacinto de que su hermano no le escriba para
decirle si “está de guarda todavía” y “si se ha casado”, y le transmite las señas para
que lo haga: Monseur Gavino Mora, Chateau Pontet Canet, Gironde, Francia
(Sum. 180/36: f. 4), que en otra carta corrige y completa. En la segunda, dirigida
directamente a Gervasio, le pide a éste que le escriba porque está esperando, no se
sabe bien, si las noticias o la persona del hermano: (…) por saber de ti ni
contestación ni tu porque yo te estoi esperando i tu no llega (Sum.180/36: f. 6). En
la tercera Gabino desea a su hermano Gervasio salud, así como a su esposa e hijo, y
se excusa de su tardanza en escribir por estar dudando entre irse o quedarse, porque
ya no gana tanto “como antes”. Y la última carta lleva fecha de 8 de abril de 1936,
está dirigida conjuntamente a la madre y al hermano, aunque focalizada en la
primera, en la que se refiere al envío a Gervasio de un retrato y un paquete de
simiente, requiriendo a continuación noticias sobre la nueva situación en el pueblo,
porque hasta en Francia “se suena” que hay cambios importantes, además de la
composición de la corporación municipal, pues “le quitan las fincas a los ricos y se
las dan a los pobres”. Queda la duda de si el retrato aludido es o no el mismo que
llevaba una de las personas asesinadas en Vadocarros, casi con seguridad Gervasio
MORA. Así pues, la identidad de esta víctima no ofrece muchas dudas, y de ello se
deduce que son erróneos la fecha y el lugar del asesinato, 15 de agosto de 1936 y
término de Perales del Puerto, que, respectivamente, consigna el acta de defunción
de 04/02/1981 del registro civil de Perales del Puerto. El primer error ya lo había
observado J. Chaves (2008), quien señala que Gervasio MORA MANGAS era guarda
municipal de Hoyos y se fugó, como Teodosio SALCEDO MARÍN, presidente de la
Casa del Pueblo, cuando los facciosos se apoderaron de la localidad. Gervasio
MORA fue detenido a mediados de septiembre en el término de Villamiel y
Teodosio SALCEDO en una finca de Hoyos, de cuya cárcel los sacaron, para ser
fusilados, junto con dos vecinos de Perales del Puerto, Pedro VELO MANGAS (ver
infra, Peñaparda) y Claudio SÁNCHEZ GIL.
Fecha indeterminada. DOS PERSONAS DESCONOCIDAS, cuyos cadáveres habrían sido
depositados junto al cementerio y enterrados en “la perrera” (cementerio civil),
según el testimonio reciente de J. Vicente Iglesias (FG 2010), pero todavía no
confirmado por otras fuentes.

Gallegos de Argañán

18 de agosto. Junto al puente de la rivera de Azaba apareció el cadáver de Benito


GONZÁLEZ GÓMEZ (a) “EL PERNALES”, inicialmente presentado como casi
DESCONOCIDO, “de 45 a 50 años de edad”, domiciliado en Ciudad Rodrigo, de
profesión limpiabotas, “color moreno, frente regular, pelo castaño, con canas,
entradas pronunciadas, con inutilidad en el brazo derecho”, que “falleció en este
término municipal, a consecuencia de heridas de arma de fuego (una en la cabeza y
dos en el pecho)”, y su cadáver recibió sepultura en el cementerio de este pueblo
(C.264/37). La diligencia de identificación del cadáver describe éste con detalle (se
le aprecia la inutilidad del antebrazo derecho), así como la vestimenta, un atado de
ropa limpia y 400 pts., de lo que parece deducirse que esta víctima quizá estaría
tratando de evadirse a Portugal. En 1937 el Jefe de Investigación y Vigilancia de
Ciudad Rodrigo facilita la identificación nominal de la víctima, “de 42 años,
soltero, natural u oriundo de Béjar”, donde tenía una hermana (C. 264/37: f. 16).

Maíllo (El)
17 de agosto. Hallazgo en “Las Datas” de los cadáveres de TRES DESCONOCIDOS, al
parecer vecinos de Mogarraz (croniquilla del día 5 de agosto, necrologio del
próximo día 17)

Martín de Yeltes

9 de agosto. Cadáveres de DOS DESCONOCIDOS, hallados entre los kilómetros 62 y 63


de la carretera de Salamanca a Ciudad Rodrigo, uno de los cuales sería Ángel
ACOSTA y el otro Agustín PINO, vecinos de El Bodón (necrologio de la primera
tanda, 9 de agosto).

Navasfrías

Fecha desconocida de 1936. En el monte de El Picotu apareció el cadáver de un


DESCONOCIDO, víctima de saca domiciliaria o carcelaria (N 2007, Iglesias 2008a).

El Payo (necrologio, 7 de septiembre)

7 de septiembre. Apareció cadáver en la calle CARLOS ALAEJOS SANZ, “por disparos


de arma de fuego” (act. def. 08/09/36).
10 de septiembre. En Los Carvajales se encontró el cadáver de un DESCONOCIDO, a
consecuencia de “dos disparos por choque con la fuerza pública”, víctima de una
saca domiciliaria o carcelaria (Iglesias 2008a).
Verano/otoño de 1936. Asesinatos y enterramientos clandestinos de DECENAS DE
DESCONOCIDOS en la finca de Los Carvajales, entre ellos la legendaria “MAESTRA
DE ACEBO” o “DE EL PAYO” y varios vecinos de este pueblo (Iglesias 2008a).

Peñaparda

22 de agosto. DESCONOCIDO, “como de unos 32 a 34 años aproximadamente, que


vestía pantalón de paño negro, chaqueta dril rayada, botas de material cuero negras,
pelo negro, estatura regular y delgado sin señas particulares que se puedan apreciar,
falleció en la carretera de Ciudad Rodrigo al Puente de Guadancil”, a consecuencia
de “heridas de arma de fuego” y fue enterrado en el cementerio de Peñaparda (act.
def. 22/08/36). Podría ser “el cadáver del Cruce”, entre Perosín y Peñaparda,
aludido en El Payo (EP 1973). Quizá sería el muchacho moribundo que pedía agua
y fue escuchado de la informante Petra Lozano, adolescente que cuidaba cabras,
quien, no teniendo recipiente, le calmó la sed con el mandil empapado en el regato
cercano, antes de que “el tio Mariano” y “el tio Julianón” lo remataran (P 2008,
Iglesias 2008a). Pero también podría tratarse de Pedro VELO MANGAS o de algún
otro, pues parece confirmarse que en esta zona hubo otro punto fatídico, el Km. 79
de la carretera del Puente de Guadancil a Ciudad Rodrigo, en el que al menos
aparecieron TRES CADÁVERES DE DESCONOCIDOS, entre ellos este de un hombre
“delgadito” que según, el informe pericial del médico Esteban Martín Herrero,
“presentaba herida[s] por arma de fuego, una a tres dedos de la tetilla izquierda,
otra en el hipocondrio izquierdo y otra en la cara”. En la estadística criminal de
guerra este homicidio se clasifica como “delito de asesinato” (C.231/37).
4 de septiembre. Los cadáveres de DOS DESCONOCIDOS se hallaron en “El Gatuñal”,
junto a la carretera, muertos a consecuencia de heridas por armas de fuego y
enterrados en el cementerio municipal (RCP, C.230/37, act. def. 04/09/36, Iglesias
2008a). Uno de ellos, “bajo”, ha sido identificado como Juan OVEJERO GARCÍA en
la tradición familiar (necrologio de Robleda, 3ª tanda). La otra víctima es descrita
“como de unos cincuenta años aproximadamente, que vestía pantalón de pana,
color café, chaqueta de dril clara y alpargatas negras con piso de goma; estatura
regular y barba bastante crecida” Las muertes de ambos en la estadística criminal
de guerra se clasifican como “delito de asesinato” (C.230/37).
10 de septiembre. Se registran las muertes en Perosín de DOS DESCONOCIDOS, hallados
cadáveres (Iglesias 2008a). Uno de ellos ha sido identificado como Pedro VELO
MANGAS, que había sido alcalde republicano de Perales del Puerto; el otro podría
ser Claudio SÁNCHEZ GIL, teniente de alcalde del mismo municipio. Al parecer
fueron sacados con otras dos víctimas cacereñas (supra, Fuenteguinaldo).
31 de octubre. Cadáver de una “DESCONOCIDA HEMBRA”, “de treinta a treinta y cinco
años de edad aproximadamente, alta, gruesa, vestía bata negra, mantón negro,
medias negras, y alpargatas pelotares encarnadas con piso de goma, pañuelo negro
por la cabeza, y un poco picada de viruela”; falleció a consecuencia de “heridas de
arma de fuego” y fue enterrada en el cementerio de Peñaparda (RCP, act. def.
01/11/1936). Jesús Carlos Arroyo (2012) identifica a esta desconocida con María
HERRERO (o HERRERA), apodada “La Ratona”, cuya familia había albergado a
Máximo Calvo, un notable local. Estuvo detenida en la cárcel de Hoyos, de donde
salió el 30 de octubre de 1936; no se volvió a saber nada de ella. Por la fecha esta
identidad podría corresponder a la de “la desconocida”. J. Chaves la menciona en
su libro sobre la “Represión en Cáceres”.

Robleda (necrologios, día 13, final de agosto y 6 de septiembre)

¿21 de agosto? Según testimonios de Robleda, en fecha indeterminada del verano un


DESCONOCIDO fue hallado moribundo por unos muchachos y rematado a estacazos
por fascistas o empleados del ayuntamiento en un camino aledaño de Los Palus
Cruzáus. Podría tratarse de Ignacio SIERRA BORREGO, de 36 años, natural y vecino
de Ciudad Rodrigo, hijo de Antonio y Ramona, albañil, casado con Mª Encarnación
Sánchez Pérez [hay un detenido con estos apellidos: Manuel Sánchez Pérez], padre
de una niña póstuma. Según un informe policial de Ciudad Rodrigo en 1979: “(...)
se sabe que fue detenido el 20 de agosto de 1936 por una pareja de la Guardia Civil
en el pueblo de Navasfrías y, en su traslado a Ciudad Rodrigo, el día 21 fue
ejecutado en la cuneta de la carretera en el término municipal de Robleda y
posteriormente en unión de otros más trasladado al Cementerio Municipal de esta
Ciudad, donde fue enterrado en una fosa común” (AMCR, Viudas). Lo más
probable es que el DESCONOCIDO del que se tienen noticias por Desiderio Sánchez
(R 2005) e Ignacio SIERRA sean dos víctimas diferentes. Los datos apuntados sobre
Ignacio no coinciden en su totalidad con los escasas circunstancias que se
consignan en el acta posterior de defunción (RCCR, 06/04/49), según la cual habría
sido asesinado en el término de Ciudad Rodrigo.
22 de agosto. Un DESCONOCIDO, “hallado muerto (…) al sitio del “Empalme”, a
consecuencia de “disparos de armas de fuego”, enterrado en el cementerio de
Robleda (def. 22/08/36, Iglesias 2008a).
Fecha incierta de agosto o septiembre de 1936, durante las faenas de recolección: TRES
DESCONOCIDOS. Por encargo de las autoridades locales, Cipriano Ovejero,
Francisco Sánchez y otros empleados tuvieron que ir a recoger tres cadáveres de
personas asesinadas de Villamiel (Cáceres), tirados en una cuneta del sitio de La
Jernandilla, a unos tres kilómetros en la carretera de Robleda a Ciudad Rodrigo, y
llevarlos al cementerio. No hay constancia en el registro civil. El testigo cree
recordar el nombre de uno de los muertos, por tener cédula, Félix SANCHO, y por el
parecido deduce que eran “un padre y dos hijos”. Y añade que otro vecino,
requerido para el mismo trabajo, se quedó como trofeo con el sombrero de uno de
los muertos (R 2003). Otra informante, de 12 años entonces, vio pasar por la puerta
de su casa tres cadáveres, que llevaban calcetines de color rosa, y serían un padre,
un hijo y el suegro de éste, quizá naturales de San Martín de Trevejo (R 2011).
2 de septiembre. Cadáver de un DESCONOCIDO, “como de 20 años de edad”, enterrado
en el cementerio de Robleda, identificado como Julián OVEJERO GARCÍA, vecino del
pueblo muerto en detención sangrienta (necrologio de la 3ª tanda, 6 de septiembre).
6 de septiembre. Cadáver de un DESCONOCIDO, “como de unos 50 años de edad”,
enterrado en el cementerio de Robleda, identificado como Fermín MATEOS
CARBALLO GARCÍA, vecino del pueblo muerto en detención sangrienta (necrologio
de la 3ª tanda, 6 de septiembre).
¿9 de septiembre? Cadáver de un DESCONOCIDO, “como de unos 40 años de edad”,
enterrado en el cementerio de Robleda, cuya identidad sería la de Félix HUESO
PASCUAL, vecino de Peñaparda (necrologio de Peñaparda en septiembre)

Saelices el Chico

7 de agosto. Aquilino MATEOS BLANCO y Santiago SÁNCHEZ PEINADO aparecieron


cadáveres en la dehesa de Majuelos (croniquilla y necrologio, día 8 de agosto).

Sancti-Spíritus

5 de septiembre. Segundo MATEOS BAZ, vecino de Robleda, asesinado y enterrado en


esta localidad (necrologio de Robleda, 2ª tanda), donde se ubica la finca de
Fuenterroble, donde testimonios de 1991 señalan enterramientos clandestinos en
1936.

Torrejoncillo (Cáceres)

26 de agosto. Asesinato de Valentín CABALLERO DEVESA, natural de Navasfrías,


detenido hacia el día 20 en Moraleja (Cáceres), de donde era vecino (necrologio de
Navasfrías).

Valdespino de Abajo (Ciudad Rodrigo)

Quizá a mediados de agosto. Feliciano Fabián GONZALO PORRAS, vecino de Agallas,


sacado para Valdespino de Abajo (necrologio, día 14 de agosto).

Valdespino de Arriba (La Encina)

En torno al 20-25 de agosto. Según testimonios orales, se produjo la ejecución


extrajudicial en Valdespino de Arriba de un vecino de La Herguijuela de Ciudad
Rodrigo: Simón BARBERO MERINO (LHCR 2008a-b), de 38 años, hijo de Patricio y
María, jornalero, casado con Florencia Aparicio Merino; tenía un niño y criaba dos
hospicianos, o “pilongos”. Cuando lo detuvieron estaba trabajando en la carretera
de El Sahugo a Descargamaría (Cáceres), en el paraje de La Malena. En su
detención participaron falangistas de ambos pueblos, los de El Sahugo conocidos
del informante Juan Iglesias (R 1973, R 1976). Los de Descargamaría también se
llevaron preso a un tal AGAPITO, quien se escapó de la cárcel, huyó a Portugal y
posteriormente volvió, antes de emigrar a San Sebastián (R 1973, R 1976). Según
otros informantes, también participaron en la detención de Simón BARBERO “los
Cencerreros de Ciudad Rodrigo”, que lo llevaron al matadero de Valdespino [¿de
Arriba?], donde lo enterraron primeramente con otros cuatro o cinco en una fosa
(“entonces se veían las piedras cuando se iba a la Ciudad”). Su hija adoptiva Josefa
habría conseguido que el cura del Carpio de Azaba hiciera gestiones para que el
cadáver de Simón recibiera sepultura en el cementerio de este pueblo, lo que está
sin comprobar (Iglesias 2008a).

Villar de Ciervo

31 de agosto. Un DESCONOCIDO hallado cadáver en el sitio de “Rodera de los


Vivales”, por disparos de arma de fuego, enterrado en el cementerio local (act. def.
31//08/36, ASMJ).

Zamarra

2 de septiembre. “Entre el kilómetro 6 y 7 de la carretera de Ciudad Rodrigo en la


unión de las dos Serradillas” se hallaron dos cadáveres, considerados de
DESCONOCIDOS FORASTEROS, enterrados en el cementerio municipal, según el acta
de defunción (04/09/36, Sum./36). Uno era el de Sebastián MATEOS (necrologio de
Robleda, 3ª tanda) y el otro llevaba documentos a nombre de Ángel GONZÁLEZ
GORJÓN: “de 32 años aproximadamente”, probablemente natural y vecino de
Ciudad Rodrigo, “hijo de Primo y María”, sin constancia de profesión, domicilio y
estado civil. Así pues, la identidad de Ángel GONZÁLEZ se dedujo de los
documentos que se hallaron en su vestimenta y pertenencias, entre ellas un
portamonedas sin dinero, quizá robado por los victimarios. El informe del médico
local, Francisco Domínguez señala que la víctima, además de faltarle los dedos
meñique y anular de la mano derecha, quizá amputados con anterioridad (lo que
explicaría que Ángel hubiera sido excluido totalmente del servicio militar el 22 de
mayo de 1924) ha sido objeto un bárbaro ensañamiento: (…) este individuo ha
muerto a consecuencia de diversas heridas por disparos de arma de fuego,
habiéndole yo apreciado las siguientes: una con orificio de entrada en la nuca y
salida en la región occipital derecha con esquirlas, otra herida cuyo orificio de
entrada está situado en el cuello en un corte posterior y el de salida en la región
parietal derecha en el que también aparecen esquirlas, otra herida con orificio de
entrada en el hombro izquierdo y en cara superior teniendo el orificio de salida en
la región escapular del mismo lado, otra herida con el orificio de entrada en la
parte anterior del abdomen a cuatro centímetros del ombligo, otra cuyo orificio de
entrada está en la raíz del pene y el de salida en la región glútea izquierda,
presentando también una perforación por disparo en la muñeca izquierda. El
número y consideración de las lesiones explican la causa de su muerte.
(Sum.167/36: f. 6-7). Casi con seguridad se puede deducir que su asesinato se había
producido previamente y en el término de Ciudad Rodrigo, dado que el cadáver de
Ángel GONZÁLEZ, según el informe médico, presentaba cinco heridas de arma de
fuego y el del DESCONOCIDO dos y en el lugar donde yacían ambos sólo se hallaron
dos casquillos de bala, uno de ellos “sin disparar”. Por otros testimonios posteriores
de las mismas diligencias, se comprobaron las idas y venidas de dos vehículos
procedentes de Ciudad Rodrigo, que dieron la vuelta en la unión de las carreteras de
las dos Serradillas. Primero llegó y volvió una camioneta y después otro vehículo
más pequeño. El juez municipal de Zamarra y el juez de instrucción de Ciudad
Rodrigo, Fausto Sánchez, se escudaron en las triquiñuelas de la justicia militar, para
no hacer pesquisa alguna sobre la identidad de los conductores y ocupante de
dichos vehículos.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La aplicación sistemática de la
represión en Ciudad Rodrigo y su entorno. Necrologio de Saelices el Chico
(07/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

La aplicación sistemática de la represión, programada en las “instrucciones”


previas, los “bandos” del mes de julio y las “órdenes” posteriores de los mandos
sublevados, pronto dejó evidencias de su eficacia. Al tiempo que se proseguían las
detenciones por orden militar y sin ella, los cadáveres de personas conocidas o
“desconocidas” empezaron a aparecer en el entorno inmediato o no muy lejano de
Ciudad Rodrigo casi a diario entre el 8 y el 17 de agosto: Saelices, Sancti-Spíritus, La
Alberca, Casillas de Flores, Robleda, El Maíllo, etc. (Croniquilla del día 6).
El 8 de agosto en la dehesa de Majuelos se hallaron los cadáveres de los
mencionados Aquilino MATEOS y Santiago SÁNCHEZ PEINADO, vecinos de Saelices y
directivos de la STT (croniquilla del pasado día 19 de julio). Según una lápida del
cementerio de Casillas de Flores, el 8 de agosto fue “víctima de la guerra” José Mª
MOREIRO, alcalde republicano, pero en tal fecha quizá se tratara solamente de un
intento fallido de detención y fuera realmente eliminado el día 13 (necrologio
publicado el pasado 16 de julio), como en Navasfrías la del alcalde León Almaraz y
del concejal Ángel Ramos. En todo caso, Aquilino MATEOS y Santiago SÁNCHEZ son
los primeros ejecutados extrajudiciales registrados en los aledaños de Ciudad Rodrigo.
Estos directivos del Sindicato de la Tierra y Oficios Varios (STT) fueron señalados
como líderes de una lapidación sufrida por el coche de los guardias civiles que iban a
concentrarse en Ciudad Rodrigo al caer la tarde del día 19 de julio. Los agentes
repelieron la agresión con descargas de fusil, pero no hubo entonces muertos ni
heridos. El incidente fue calificado de “asalto” en la información militarista. Aquilino
y Santiago fueron víctimas expiatorias que sirvieron de escudos a otros implicados y
su muerte se añadió a las de los mencionados Eusebio GARDUÑO, Martín CENIZO,
ejecutados por sentencia de consejo de guerra, y Epifanio CEJUDO, víctima de una saca
carcelaria en Salamanca (croniquilla del pasado 19 de julio). Todos los otros socios de
la casa del Pueblo o sospechosos de serlo fueron procesados, castigados algunos con
prisión y otros absueltos.
Se ha identificado casi una veintena de vecinos represaliados, algunos por
partida doble:
- 5 víctimas mortales
- 12 detenidos y presos (informados y procesados)
- Un ejecutado y tres condenados o detenidos en prisión fueron multados de
modo redundante.

Las autoridades locales hasta ahora no han dejado constancia de reconocimiento


alguno de estas víctimas, ni siquiera de las que fueron asesinadas. Aquí se aspira a
compensar esta vergonzosa desmemoria, detallando la identificación nominal y socio-
profesional del necrologio republicano de Saelices el Chico:

Aquilino MATEOS BLANCO, de 40 años de edad, hijo de Rafael y Rosalía, jornalero,


casado con Cecilia Sagrado, con quien tenía 4 hijos; asesinado “por fuerzas al
servicio del movimiento militar” a las 21 horas del día 7 de agosto de 1936, en el
sitio de Majuelos, término de Saelices el Chico, en cuyo cementerio fue enterrado
(Sum. 153/36, act. def. 13/08/36, ASMJ).
Santiago SÁNCHEZ PEINADO, de 42 años de edad, hijo de Agapito y Cristina, jornalero,
vicepresidente de la STT, casado con Eufemia Calvo Sánchez, padre de 5 hijos; fue
asesinado y enterrado en las mismas circunstancias que Aquilino MATEOS (Sum.
153/36, act. def. 13/08/36, ASMJ).
Eusebio GARDUÑO ALONSO, de 35 años de edad, hijo de Sebastián y de Regina,
jornalero, socio de la Casa del Pueblo, “gestor socialista”, casado con Mariana
Sánchez Zamarreño, padre de 6 hijos; fue detenido en Saelices y preso en Ciudad
Rodrigo, en cuya cárcel ingresó como “detenido [militar]” el día 20 de julio de
1936, con salida el mismo día (Desaparecidos) y destino a la prisión provincial
(21/07/36), para ser procesado; condenado a muerte en consejo de guerra
(21/08/36), ejecutado (30/08/36) y enterrado en el cementerio de Salamanca
(J.Sum. 265/36). En 1980 su viuda, Mariana Sánchez, con residencia en Portugalete
(Vizcaya), presentó una solicitud de amnistía y antecedentes penales, que, con la
aprobación del Auditor (Valladolid, 13/06/80), le sería concedida por el Capitán
General de la 7ª Región Militar (Valladolid, 17/06/80) (J.Sum. 265/36).
Martín CENIZO CALDERERO, de 44 años de edad, hijo de Santiago y de Andrea,
jornalero, “gestor socialista”, militante “en el [Sindicato de] Trabajadores de la
Tierra afecto al Partido Socialista”, casado con Celedonia Sánchez, padre de dos
hijos. Fue detenido en Saelices y preso en Ciudad Rodrigo, en cuya cárcel ingresó
como “detenido [militar]” el día 20 de julio de 1936; después siguió los mismos
avatares carcelarios y procesales que Eusebio GARDUÑO, incluidos la condena a
muerte, ejecución y enterramiento en el cementerio de Salamanca (J.Sum. 265/36).
Epifanio CEJUDO CEJUDO, de 35 años de edad, natural de Tordomar (Burgos), hijo de
Restituto y de Santas, peatón de correos, militante “en el [sindicato de]
Trabajadores de la Tierra afecto al Partido Socialista”, casado con Cipriana Huerta
Maeso, padre de 4 hijas. Fue detenido en Saelices y preso en Ciudad Rodrigo, en
cuya cárcel ingresó como “detenido [militar]” el día 20 de julio de 1936; después
siguió los mismos avatares carcelarios y procesales que Eusebio GARDUÑO,
condenado a 30 años de prisión en el mismo consejo de guerra (21/08/36); “en
fecha del 12 de diciembre de 1936 fue entregado a la fuerza pública para su
conducción a la Prisión Central de Burgos”, adonde nunca llegaría, sin duda
víctima de una saca carcelaria. Después de pesquisas inútiles del juez militar Juan
Rodríguez Somoza, en 1943 y 1944, para anunciarle la conmutación de la pena de
30 años de prisión por la de 12 años (01/06/43), en su pueblo de origen (Tordomar,
Burgos) los testimonios revelaron que sus familiares (20/04/44) “creen desapareció
en Salamanca el año 1936 cuando el Glorioso Movimiento Nacional”
(J.Sum.265/936).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. Siguen las sacas
domiciliarias y carcelarias en el entorno de Ciudad Rodrigo. Necrologio de la
primera tanda de El Bodón (09/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Los registros domiciliarios y las detenciones que los testimonios orales señalan
por estas fechas en varios pueblos, cuando las víctimas elegidas no pudieron
esconderse o fugarse a Portugal, más tarde o más temprano terminaron en ejecuciones
extrajudiciales, que se intensifican por estas fechas. El día 9 de agosto aparecieron dos
cadáveres entre los kilómetros 62 y 63 de la carretera de Salamanca (dehesa de
Castillejos, término de Martín de Yeltes), que debían de ser los de los bodoneses
Ángel ACOSTA y Agustín PINO, aunque no se puede excluir que en lugar de éste se
tratara de Feliciano GALÁN, según el acta de defunción eliminado en el término de La
Fuente de San Esteban (ver necrologio del 11 de septiembre).
Debido a la escaramuza del día 19 de julio y a los intentos de aplicación de la
reforma agraria en la primavera anterior, la represión cruenta e incruenta de El Bodón
fue extensa e intensa. Se inició con la proclamación del estado de guerra, se prosiguió
con las detenciones del mes de julio (croniquilla del 27 julio) y las muertes que aquí se
describen y alcanzó hasta después de la guerra con procesamientos, prisiones,
depuraciones y sanciones por “responsabilidad civil”. En total se han identificado
varias decenas de bodoneses represaliados:

- 18 víctimas mortales y varios forasteros asesinados en su término


- 3 víctimas mortales “indirectas”
- 14 detenidos y presos (informados y procesados)
- 4 depurados (dos de ellos también presos)
- 4 sancionados o embargados (dos de ellos también detenidos / presos),
seguramente fueron más numerosos.

En otras croniquillas se ofrecerán detalles. De momento ofrecemos el necrologio


de la primera tanda de El Bodón:

Ángel ACOSTA BARRAGUÉS, de 52 años de edad, hijo de Cesáreo y de Santiaga,


guardia civil retirado, casado en segundas nupcias con Juana Galán Gutiérrez, con
quien tenía una hija, después de haber estado casado en primeras nupcias con Petra
Galán Gutiérrez, de cuyo matrimonio le quedaban tres hijos; falleció, por “herida de
arma de fuego”, en el término de Martín de Yeltes el día 9 de agosto de 1936, en
cuyo cementerio fue enterrado (act. def. 09/08/36, RCEB, act. def. 02/04/40). Hoy
se puede afinar y confirmar casi con seguridad que fue asesinado la noche del 8 de
agosto de 1936 en el la dehesa de los Castillejos, donde apareció su cadáver junto a
otro entre los kilómetros 62 y 63 de la carrera de Salamanca a Ciudad Rodrigo,
término de Martín de Yeltes, donde se registró como DESCONOCIDO. En su
vestimenta se encontraron las iniciales de su nombre y primer apellido, “A.A.”, de
donde se puede deducir su identidad nominal. Era suegro de Serapio MONTERO, que
también se creyó asesinado entonces, según se deduce de las actas y confirman los
testimonios, aunque de hecho fue víctima de la saca carcelaria del 11 de septiembre
(Iglesias 2008a).
Agustín PINO SÁNCHEZ, de 28 años, natural de Alberguería de Argañán, hijo de
Ignacio y de Cristeta, jornalero, presidente de la Sociedad Obrera (STT), casado
con Teresa Pérez Zamarreño, de cuyo matrimonio le quedaba una hija, falleció en
“despoblado” el día 9 de agosto de 1936, la causa “no consta”, fue enterrado en el
cementerio de Sancti-Spíritus (RCEB., act. def. 08/01/43, “a instancia de la viuda”).
A pesar de estos datos oficializados, no puede descartarse que su cadáver fuera el
del DESCONOCIDO que se halló en los Castillejos (Martín de Yeltes), junto al de
Ángel ACOSTA, a no ser que su descripción corresponda a la de Feliciano GALÁN.
Quizá sea la misma persona que Gonzalo Pino Sánchez (a no ser que fuera un
hermano), regidor de la comisión gestora nombrada por el gobierno provincial del
Frente Popular (AMEB, act. ses. 12/03/1936), varios de cuyos miembros serían
asesinados (Iglesias 2008a).
Feliciano GALÁN RODRÍGUEZ, de 45 años, hijo de Juan José y de Rogelia, jornalero,
electricista, casado con Valentina Medina Hernández, sin hijos, falleció en Fuentes
de San Esteban el día 16 de agosto de 1936, a consecuencia de “heridas de arma de
fuego”, sin constancia del lugar donde fue enterrado (RCEB, act. def. 22/12/40, “a
instancia de la viuda”). No se puede excluir que fuera eliminado en la misma fecha
y lugar que Ángel ACOSTA, término de Martín de Yeltes, en cuyo cementerio habría
sido enterrado, a juzgar por testimonios orales (Iglesias 2008a).
Las primeras sacas domiciliarias y carcelarias de Ciudad Rodrigo (10/08/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

En Ciudad Rodrigo no se puede poner fecha segura a determinadas sacas


domiciliarias o carcelarias, dada la incierta cronología de los testimonios orales, que
señalan el asesinato primero fallido y después consumado de Tomás FRAILE FRAILE
hacia el dos de agosto, cerca del pantano del Águeda; o la de algún otro mal
identificado, como un “hermano de Justo Pata”, Manolo “EL COJO”, que por esta razón
no hemos incluido en el cómputo definitivo de víctimas mirobrigenses. Pero este
último, casi con seguridad, sería “EL CONFITERO”, hallado cadáver en el término de
Castillejo de Martín Viejo (croniquilla del día 6 de agosto), pues informantes fiables
señalan que “EL COJO” era dueño de un puesto de caramelos, con el que se desplazaba
a las ferias de los pueblos. Debido a su cojera, “fue sacado a rastras por la puerta de la
Colada”, siendo asesinado por Saelices el Chico y Castillejo de Martín Viejo (CR
2009).
Las actas de defunción, aunque laboriosas y erráticas, registran la identidad de
varios vecinos mirobrigenses, “detenidos por señores militares” el 9 o el 10 de agosto
y eliminados casi con seguridad en la noche de este día para el día 11, en que fueron
hallados cadáveres, aunque podría haber desfase de un día antes o después en algún
caso. Fueron sacados por parejas o en grupo y entre ellos hubo algunos concejales
mencionados en el necrologio de ediles, al que se remite, llegado el caso.
Junto al cadáver del edil Eugenio CEREZO (necrologio de la corporación
municipal mirobrigense, día 30 de agosto) apareció el de otro vecino de Ciudad
Rodrigo:
José LÓPEZ RODRÍGUEZ (a) “GARABAYO”, de 32 años, sin constancia de filiación,
tabernero, vendedor ambulante, casado con Vicenta García Corral, eventual
descendencia sin identificar (Exp. Desaparecidos 1936). El 27 de julio lo llamó a
declarar el juez de instrucción. Falleció en La Giera, cerca de La Caridad y fue
enterrado en el cementerio municipal de Ciudad Rodrigo, sin que se consignen en el
acta de defunción otros datos (RCCR, 12/08/1936), pero de ella se deduce que
debió de ser asesinado en la madrugada del día 11 de agosto. Según el
reconocimiento del cadáver por parte del médico forense (11/08/36), la muerte sería
anterior a dicho día 11 (AMCR), pero como en el caso de Luís Hernández, no
parece que estas apreciaciones haya que tomarlas al pie de la letra. Según el
informe policial de 1979: “(…) fue detenido en unión de Eugenio Cerezo
Hernández, los cuales estuvieron retenidos en los calabozos del ayuntamiento y en
la madrugada del día 11 de agosto de 1936 fueron ejecutados en el terraplén de la
carretera de La Caridad, en el paraje de la finca de La Giera y posteriormente
fueron trasladados al Cementerio, donde reposan sus restos” (Exp. Viudas
/Desaparecidos 1936).
La misma noche, en la ejecución inicialmente fallida del concejal Ángel LÓPEZ
(a) “EL CARRACEDO”, sucumbieron sus compañeros de saca, Silvestre LÓPEZ LÓPEZ
(a) “EL MORA” y un DESCONOCIDO para él, que sería uno de los otros tres
mirobrigenses cuyos cadáveres aparecieron flotando junto al Puente del Águeda en el
lado opuesto del yacimiento prehistórico de Siega Verde, siendo enterrados en el
cementerio de Castillejo de Martín Viejo (act. def. 12/08/36):
Antonio GARCÍA HERRERO, vecino de Ciudad Rodrigo, sin indicación de edad,
naturaleza, filiación, profesión, estado civil, situación familiar, fecha y lugar de
detención; “falleció en las aguas del río Águeda [término municipal de Castillejo de
Martín Viejo], el día se ignora [10 u 11/08/36], a consecuencia de muerte violenta y
disparos de arma de fuego (…)” y su cadáver recibió sepultura en el cementerio de
este pueblo (C.545/37: 4vº). En enero de 1937, confirma esta identificación
nominal en el juzgado de Ciudad Rodrigo su padre, Luciano García Martín, de 73
años, casado, empleado municipal, vecino de dicha Ciudad (07/01/37), de cuyo
testimonio se deduce que fue detenido por el alférez Ernesto Bravo (“un militar que
se hallaba en esta ciudad”) y el pretexto para la saca que afectó a su hijo y sus
compañeros de infortunio fue un traslado a Salamanca.
Vicente DÍAZ SÁEZ (a) “EL JABONERO”, vecino de Ciudad Rodrigo, sin indicación de
edad, naturaleza, filiación, profesión, estado civil, situación familiar, fecha y lugar
de detención; falleció en idénticas circunstancias y fue enterrado en el mismo lugar
que Antonio GARCÍA (C.545/37: 6). En enero de 1937, lo identifica nominalmente
en el juzgado de Ciudad Rodrigo su padre, Eulogio Díaz Martín, de 64 años,
casado, jornalero, vecino de dicha Ciudad (08/01/37), según el cual fue detenido
“por unos señores militares de esta ciudad”
Ángel CEREZO HERNÁNDEZ, VECINO de Ciudad Rodrigo, sin indicación de edad [39
años], naturaleza, filiación, profesión, estado civil [casado], situación familiar,
fecha y lugar de detención; falleció en idénticas circunstancias y fue enterrado en
el mismo lugar que Antonio GARCÍA (C.545/37: 5). En enero de 1937 lo identifica
nominalmente como Eugenio CEREZO HERNÁNDEZ en el juzgado de Ciudad
Rodrigo la viuda de éste, Amparo Cuadrado García, de 38 años, de profesión sus
labores, vecina de dicha Ciudad (07/01/37). Pero en el auto del juez Fausto
Sánchez, se refiere a Ángel CEREZO HERNÁNDEZ (C.545/37: 24). Existe, pues,
cierta confusión, entre los hermanos Ángel y Eugenio CEREZO HERNÁNDEZ,
aunque el primero sería el que apareció cadáver en el Puente del Águeda, enterrado
en el cementerio de Castillejo de Martín Viejo.
Silvestre LÓPEZ LÓPEZ (a) “EL MORA”, vecino de Ciudad Rodrigo, sin indicación de
edad, naturaleza, filiación, profesión, estado civil, situación familiar, fecha y lugar
de detención; falleció en idénticas circunstancias y fue enterrado en el mismo lugar
que Antonio GARCÍA (C.545/37: 5). En enero de 1937, lo identifica nominalmente
en el juzgado de Ciudad Rodrigo su madre, Manuela López Antón, de 64 años,
viuda, de profesión sus labores, vecina de dicha Ciudad (08/01/37), según la cual
“por orden de unos señores militares le dijeron que se presentara en la Comisaría de
Vigilancia de esta Ciudad, lo que así efectuó, donde estuvo seis días detenido y
después se le halló cadáver en el término de Castillejo de Martín Viejo” (f. 23).
Otros dos vecinos de la Ciudad fueron eliminados en estas fechas:

Luis (o ¿Denis?) HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, de 24 años, soltero, enterrado en el


cementerio municipal de Ciudad Rodrigo, sin que se consignen en el acta de
defunción otros datos (RCCR, 12/08/1936), aunque de ella se deduce que debió de
ser asesinado en la madrugada del día 11 de agosto. Sin embargo, en el
reconocimiento del médico forense, fechado ese mismo día 11, se considera
imposible la autopsia debido al “estado de descomposición” del cadáver y para
autorizar el enterramiento estima que la muerte “parece ser data de más de 24
horas” (AMCR), y por tanto sería anterior a tal fecha, pero la fiabilidad de los
detalles de estos trámites resulta escasa.
Andrés GONZÁLEZ GORJÓN (o con probable error en el orden de apellidos, Andrés
GORJÓN GONZÁLEZ, en el RCCR), de 39 años, casado con Purificación Hernández,
padre de un niño al menos (Proc./CR abr.38: 2), enterrado en el cementerio
municipal de Ciudad Rodrigo, sin que se consignen en el acta de defunción otros
datos (12/08/1936). Pero de ella se deduce que debió de ser asesinado en la
madrugada del día 11 de agosto. Con toda probabilidad, se trata de la misma
víctima que, con error de lectura en un apellido, en dicho día registran López y
Delgado (2007: 170): Andrés GONZÁLEZ GORDÓN. Esta víctima a su vez lleva los
mismos apellidos (con el probable error de lectura en GORDÓN) que otra persona,
cuyo cadáver apareció tres semanas más tarde en Zamarra (02/09/36): Ángel
GONZÁLEZ GORJÓN (croniquilla del 6 de agosto).
Necrologio (avanzado) de Martiago (11 de agosto)

Ángel Iglesias Ovejero

Todo parece indicar que los “señores militares” tenían programadas estas sacas
dentro de un plan que alcanzó a varios pueblos del ámbito comarcano, con matanzas
masivas en La Alberca (12/08/36) y Robleda (13/08/36) o con eliminaciones
individuales, como en Martiago (12/08/36). Se avanza aquí el necrologio de este
último pueblo, que incluye el asesinato de una víctima directa de la represión y la
muerte de dos “indirectas”:

Cipriano HERNÁNDEZ VEGAS, de 39 años de edad, jornalero, presidente de la Sociedad


Obrera, casado con Cristina Durán Sánchez, padre de dos hijos menores. Falleció el
día 12 de agosto de 1936 en “despoblado”, a consecuencia de “disparos de arma de
fuego” y fue enterrado en el cementerio de El Bodón (RCEB, act. def. 13/08/1936,
Iglesias 2008a). Se había señalado por el intento de roturación de la dehesa
comunal dentro de los proyectos de reforma agraria.

La falta de control de las armas de que, en este caso, era portador un ex soldado,
causó dos víctimas mortales: su antigua novia y él mismo.
Juan Francisco VICENTE MANCHADO, de 25 años, hijo de Aureliano y Julieta, ex
soldado inútil para el servicio, soltero. Falleció en el Hospital Provincial
(12/07/38), sin especificación de la causa (extracto act. def., C 2185/1937: f.36).
Fue procesado, a consecuencia del asesinato pasional cometido (15/08/37) en la
persona de su ex novia y a la que pretendía cortejar, María CALVO SÁNCHEZ, sobre
la que hizo varios disparos con una pistola que había sustraído en el frente, a
consecuencia de los cuales falleció. Después disparó contra sí mismo, sin conseguir
quitarse la vida, pero quedó ciego. Por estos hechos se le siguió causa por la
jurisdicción ordinaria, de la que se desglosó lo referente a la pistola para el
procedimiento sumarísimo, cuyo consejo de guerra (22/01/38) lo condenó a las
penas de tres años de prisión menor por el delito de tenencia ilícita de armas y a tres
meses de arresto y 250 pts de multa por desobediencia grave, sin que se tuvieran en
cuenta los argumentos del defensor, según el cual el procesado tenía “muy buenos
antecedentes” (C.2185/37).
Hubo varios martiagueses que fueron víctimas de las otras formas de represión:
- 7 detenidos o presos (dos de ellos también multados)
- un maestro depurado

Natural de Martiago era Maximiano Vallejo Casado, de 20 años, hijo de Pedro y


María Laurentina, estudiante, afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas.
Consiguió evitar los primeros envites de la represión en Salamanca, fugándose a su
lugar natal, adonde lo fueron a buscar los ejecutores para una saca fallida en el Risco
de Martiago (aledaños del puente del río Águeda). Fue procesado en Salamanca con
otros 25 vecinos de Salamanca (P.Sum.512/36). El consejo de guerra (28/11/36) falló
cinco penas de muerte. Maximiano fue condenado a 20 años de prisión, que le serían
rebajados a seis, que en parte cumplió en la prisión de Burgos.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: necrologio de la 1ª
tanda de La Alberca (12/08/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

La matanza de La Alberca se llevó a cabo el día 12 de agosto sobre todo, pero


hubo vecinos albercanos eliminados con anterioridad. Es una de las pocas sacas
masivas que tuvo cierta trascendencia en la historia escrita desde 1946, gracias al
testimonio del dominico Manuel Mª. de los Hoyos, aunque sólo menciona por sus
nombres algunas víctimas. Desde entonces las autoridades locales militaristas,
franquistas y democráticas han practicado una forma de desmemoria consistente en un
hermético silencio, guardado por los hagiógrafos del santuario de la Peña de Francia,
los sochantres de la tradición y los cronistas ocasionales de las fiestas religiosas de La
Alberca, que unánimemente blasonan del tipismo de esta localidad serrana. Baste decir
que, obstaculizada la consulta directa del archivo municipal y tergiversada la
información solicitada, hasta 2016 fue imposible conocer la identidad del alcalde
republicano, que, sin revelar su nombre, el P. Hoyos daba por ejecutado extrajudicial.
Entre 1936 y 2016 las víctimas mortales de La Alberca han tenido menos
reconocimiento oficial que el cerdo de San Antón. La Corporación actual, al parecer,
se muestra mejor dispuesta e incluso favorecería la exhumación de los restos de
vecinos albercanos enterrados en Nava de Francia, pero al ser requerida para más
amplia información, ha dado la habitual callada por respuesta.
En el registro civil de La Alberca (RCLA) se consigna el fallecimiento a causa
de “disparos” o “heridas de arma de fuego” de seis personas en 1936, con su
identificación nominal o bien como “desconocidos”, entre ellos un matrimonio, cuyos
hijos Dionisio y Santiago LÓPEZ LÓPEZ también fueron asesinados, lo que confirma el
método de eliminación por familias practicado en las represalias de la retaguardia
“nacional”, bien comprobado en la provincia de Salamanca.
Ángel BECERRO MARTÍN, de 28 años hijo de Laureano y Juana, soltero, obrero,
asesinado en la dehesa del Alto de los Endrinales, el 28 de julio de 1936, por “arma
de fuego” y fue “enterrado en el cementerio de La Somada” (act. def. 29/07/1936).
Juan de la Cruz MUÑOZ BARÉS, de 36 años, hijo de Marcelino y Petra, soltero.
Falleció (29/07/36) en la dehesa de Altejos, donde apareció su cadáver, término de
Tamames, en cuyo cementerio fue enterrado (act. def. 30/07/36, AHPS: 197/40).
DESCONOCIDO, cuyo cadáver apareció hacia el 5 ó el 6 de agosto, según el testimonio
de Eufemio Puerto Cascón: “(…) un día después de su huida [de Zacarías Maíllo
Criado] apareció un cadáver en la carretera que va de La Alberca al Soto[serrano]”
(Hernández 2004: 292).
DESCONOCIDO, “un hombre de estatura regular como de 40 a 45 años de edad
aproximadamente, barba roja, vestido con pantalón de pana y en mangas de camisa
(…)”, que “falleció en el Regato de las Marquesas, el día 12 de agosto [de 1936], a
consecuencia de heridas de arma de fuego” y fue “enterrado en el cementerio de La
Somada” (act. def., 13/08/36). En el margen del acta de defunción, con fecha de
11/02/1981, el juez delegado Fermín Martín Cambronero ofrece la identidad de este
“desconocido”: Rufino DE LA RÚA CORTÉS, hijo de Juan y de Juana, nacido en
Béjar el 16 de noviembre de 1896, casado, sin indicación de consorte ni de
descendencia. La inscripción fuera de plazo se efectúa “en virtud de auto dictado
por el encargado del Registro Civil de Béjar, de fecha 17/01/81”.
DESCONOCIDO, “hombre (…), de 40 a 45 años de edad aproximadamente (…), de
estatura regular, vestido con pantalón y chaqueta de pana, con albarcas, no
pudiendo coger señas en el caracte (sic), por estar desfigurado del calor del tiempo
y mala postura de la caída”. “Falleció en el Regato de las Marquesas, el día 12 de
agosto [de 1936], a consecuencia de heridas de arma de fuego” y fue “enterrado en
el cementerio de La Somada” (act. def., 13/08/36). La ASMJ identifica a este
desconocido como Santiago LÓPEZ (padre), natural y vecino de Molinillo, casado
con Sinforosa LÓPEZ.
DESCONOCIDA, “mujer desconocida, de 45 a 50 años de edad aproximadamente (…),
vestida estilo del país, con falda de percal, con labores blancas, blusa negra y
delantal de percal”. “Falleció en el Regato de las Marquesas, el día 12 de agosto [de
1936], a consecuencia de heridas de arma de fuego” y fue “enterrada en el
cementerio de La Somada” (act. def., 13/08/36). La ASMJ identifica a esta
desconocida como Sinforosa LÓPEZ GÓMEZ, de 65 años, natural y vecina de
Molinillo, casada con Santiago LÓPEZ. Dos hijos del matrimonio también fueron
asesinados (supra).

La aludida monografía sobre La Alberca de Manuel Mª. de los Hoyos permite


comprobar otras circunstancias o deducir la muerte de alguna otra víctima, muy lejos
de la cifra de 19 asesinados en total que, según la misma fuente, hubo en este pueblo
tan mariano:

“(…) Prontamente hicieron su aparición en el pueblo, los camiones que


efectuaban la limpia de los elementos directores de la extrema izquierda. Irrumpió
enérgica la época de los fatídicos paseos, lamentable desde luego. En la Alberca fue, sin
duda, esta reacción la más intensa de la Sierra, acaso por haberse enrarecido más el
ambiente, por la mayor obcecación de los elementos avanzados y por la significación
del pueblo en la provincia. A ello contribuyó indudablemente algún otro detalle, que
aún no es apto para la publicidad, pero de mucho peso” (Hoyos 1946: 354).

Gregorio CILLEROS SANZ (a) “CACHONAL”, hijo de Manuel y Benita, de 43 años,


casado con Petra Gómez Sánchez, padre de cinco hijos menores de edad. Falleció
en su domicilio el 12 de agosto de 1936, “a consecuencia de disparos de arma de
fuego”, “enterrado en el cementerio de La Somada” (act. def. 13/08/36). Habría
sido tiroteado con anterioridad en El Cabaco, de donde volvió andando unos 5 km.
Según cuenta Hoyos, llegó exhausto a la puerta de su casa, sin fuerzas para llamar.
Los derechistas locales que montaban la guardia, después de oír los disparos,
decidieron efectuar una ronda por las calles en la que descubrieron al moribundo.
Entre dos de ellos consiguieron subir a Gregorio a su mísera vivienda, lo metieron
en la cama y, después de una discusión, uno de ellos aceptó ir a avisar al médico,
que reconoció al herido, apreciando varias heridas, una de ellas mortal de
necesidad: “(…) Uno de los tiros le había entrado junto a la tetilla izquierda, con
orificio de salida por la espalda”. Los derechistas convencieron al moribundo para
que se confesara con un sacerdote. Esta “reconciliación” es para el P. Hoyos una
prueba admirable de los “¡inescrutables designios de la Providencia!” La crónica
del P. Hoyos no encuentra admirable, ni siquiera menciona, el milagro cotidiano
que tendría que hacer Petra Gómez para alimentar a los cinco huérfanos menores de
edad que los ejecutores de su marido le dejaron. Según el alcalde José Mª Hoyos,
salieron con vida del tiroteo otros tres albercanos, cuando entregados por la Guardia
Civil, eran “conducidos” por falangistas a la Comandancia Militar.
La mayor parte de los albercanos fueron sacados el día 12 de agosto para el
Canchal de la Fuente del Canto, término de Nava de Francia, como ya señaló el mismo
Hoyos (1946: 355):

“Se fusilaba, por lo general, en la desviación de la carretera a la Nava, en un lugar


denominado el Canchal. En la soledad y silencio de la noche repercutía en el pueblo,
imponente y tétrico, el eco de las descargas, con la consiguiente y profunda impresión
de los vecinos”.

Todos ellos fueron enterrados en el cementerio de dicho pueblo, según


consignan las actas de defunción que llevan fecha del día siguiente (13/08/36, ASMJ):

Paulino BECERRO GARCÍA, de 42 años, hijo de Luis y Paula, jornalero, casado con
Juana González Barrado.
Manuel GUINALDO MANCEBO (a) “POTRICO”, de 39 años, hijo de Laureano y Teresa,
casado con Florentina Martínez Luis, jornalero, casado con Florentina Martínez
Luis, padre de dos hijos menores.
Jesús HERNÁNDEZ CILLEROS, de 52 años, hijo de Martín y Josefa, jornalero, casado
con Victoria Salgado Angulo, padre de dos hijas.
Víctor MARTÍN LÓPEZ (a) “EL NIÑETE”, de 31 años, hijo de Pedro y Bonifacia,
jornalero, STT, casado con Eustaquia Sánchez Sánchez, padre de dos hijos
menores.
Santiago MUÑOZ BARÉS, de 39 años jornalero, casado con Julia Becerro Martín (y por
tanto cuñado de Ángel BECERRO), padre de tres hijos menores.
Leoncio RODRÍGUEZ MARTÍN, de 38 años, jornalero, casado con Nieves Pies García,
padre de dos hijos menores.
José Manuel SÁNCHEZ GARCÍA (a) “HIJO DEL CAPI”, de 20 años, soltero, jornalero.
Nicolás SIMÓN HERNÁNDEZ, de 51 años, hijo de Antonio y Matea, jornalero, casado
con Juana Hernández Maíllo (y por tanto cuñado de Faustino HERNÁNDEZ), padre
de dos hijas menores. Era el alcalde republicano. Sin identificarlo nominalmente, el
P. Hoyos (1946: 355) señala que fue víctima de la perversa aplicación de la “ley de
fugas”: “(…) al Alcalde le dieron el paseo, ejecutándolo, según rumor, en el mismo
trayecto, al tratar de sublevarse”.

Otros albercanos fueron sacados también el día 12, pero consiguieron salir con
vida de la prueba. Fueron eliminados en otra ejecución el día 20 de agosto (cf.
Necrologio de La Alberca para este día).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: la caza humana y las
primeras sacas domiciliarias de Robleda (necrologio) (13/08/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

La fecha del 13 de agosto fue una de las más mortíferas en la zona, debido a la
redada que hubo en Robleda, quizá provocada o acelerada por un “tumulto” que se
produjo con motivo de la llamada de quintos de los reemplazos de 1933, 1934 y 1935
para el ejército rebelde. Del informe del brigada Bernardo García (25/08/36) se deduce
que para los militares sublevados contra la República este hecho era un rebeldía en
toda regla contra ellos, en fecha muy próxima al 10 de agosto, pues hay constancia de
la movilización de mozos de Robleda dicho día y al siguiente (25/08/36, Inf.R/36,
C.728/37, C.1233/37, Zato 1997, Iglesias 2008a). Como primera medida el brigada
Bernardo García intervino rápidamente, estimulado por los responsables
mirobrigenses, deteniendo el día 11 a “los seis vecinos que consideró causantes de la
referida protesta, y en los dos días se apresuró a efectuar la captura de dos individuos
que le fue recomendado hacerlo por fuerzas de Ciudad Rodrigo, logrando la detención
de uno de dichos individuos”; el otro se fugaría, sin duda Julián OVEJERO (croniquilla
del día 6 de septiembre). Más tarde, en una declaración procesal de 1938, Laureano
Enrique (“Roque”) es mucho más explícito, revelando la identidad de los vecinos
detenidos, no seis, sino nueve: Benito MONTERO SÁNCHEZ, Tiburcio MATEOS
MATEOS, Esteban MATEOS MATEOS, Sebastián MOLINA RONCERO (Sebastián
BONILLA), Julio CALZADA, Emilio GUTIÉRREZ PASCUAL y Juan GARCÍA MILÁN, todos
ejecutados vilmente, además de Pablo Prieto Mateos y Francisco Pascual Ovejero, que
habrían estado presos dos días. Varios testimonios familiares señalan las eras como
lugar socorrido de la detención, en plena faena de la trilla.
Según la versión del Brigada, dos días o tres después de la “protesta”, es decir el
día 13 de agosto, se presentó en Robleda un capitán de Carabineros de Ciudad
Rodrigo, sin duda Marcelino Ibero, con fuerzas de su Cuerpo y Falangistas (al frente
de los cuales ahora se sabe que iba Ernesto Bravo Rivero, Jefe de Milicias, y
seguramente también Agustín Calzada, jefe comarcal de Falange), y se llevó a cuatro
de los seis detenidos, soltando a los otros dos, pero apresando las mencionadas fuerzas
a otros tres “por ser de la directiva socialista”. Entre los captores, los testimonios
orales también señalan la presencia de falangistas locales y de La Encina. Laureano
Enrique sitúa en tal día la intervención de falangistas de Ciudad Rodrigo y dos jóvenes
de Villasrubias (“hijos de Agustín de la Ceferina y de Quico el Huevero”), los cuales
de acuerdo con las autoridades locales soltaron a los dos últimos presos del día 11,
Pablo Prieto y Francisco Pascual, que tenían relación de amistad con el Alcalde y el
Médico, llevándose al matadero a los otros siete por él mencionados.
Estos vecinos robledanos formaron parte de la primera tanda de asesinados.
Fueron sacados en dos vehículos y su destino quizá sería para todos ellos la finca de
Castillejo de Huebra, a unos 50 cincuenta kilómetros de Robleda, pero los
“conductores” de uno de ellos no acertarían con el paraje (Isabel Mateos 2007). De
modo que cuatro cautivos fueron asesinados la noche del 13 de agosto en el término de
Boadilla, en cuyo cementerio fueron enterrados (Iglesias 2008a: 166, 177). Las actas
de defunción sitúan el hallazgo de cadáveres el día 13, a consecuencia de “disparos o
heridas de armas de fuego”:

Esteban MATEOS MATEOS, de 32 años, hijo de Francisco y de Josefa, labrador,


concejal, casado con Isabel Lozano Mateos, padre de tres hijos (act. def. 10/07/41).
Tiburcio MATEOS MATEOS, de 26 año, hijo de Francisco y de Josefa, jornalero, agente
de una compañía de seguros, ¿PCE?, casado con Rafaela Mateos Martín, padre de
una niña (act. def. 18/11/40). Hermano del anterior.
Emilio GUTIÉRREZ PASCUAL, de 33 años, hijo de José y de María, jornalero, casado
con Manuela Mateos Cabezas, de cuyo matrimonio quedaban dos hijos (act. def.
18/11/40). Emigrante en Francia. De los testimonios se deduce que tendría alguna
actividad política o sindical (R 2007).
Julio CALZADA BLASCO, natural de Gata (Cáceres), de 18 años, hijo de Francisco y de
Justa, peón de albañil, soltero. Fue de los que se manifestaron contra el
reclutamiento para la guerra, por el cual se sentía afectado.

Los otros detenidos el día 11 de agosto fueron llevados a Castillejo de


Huebra, finca del término de Muñoz, en la cual serían asesinados y abandonados
sus cadáveres:

Sebastián BONILLA (por SÁNCHEZ BONILLA), de 51 años, hijo de Marcelo Sánchez y


Eugenia Bonilla, jornalero, vuelto de la emigración y por ello acusado de “haber
traído el veneno de Francia”, ¿ex Presidente de la Sociedad Obrera?, viudo, padre
de dos hijos.
Santiago o Benito MONTERO SÁNCHEZ (con el segundo nombre en el registro civil), de
36 años, hijo de Sebastián y de Teresa, jornalero, empleado municipal, sindicalista
(STT), casado con María Lozano Sánchez, dejaba una niña huérfana. Emigrante en
Francia, como su hermana Isabel Montero, “madrina de la bandera”.
Juan o Julián GARCÍA MILÁN (Juanitu DE TIO LOPI), de unos 20 años, hijo de Lope y
Braulia, jornalero. Sería de los afectados por la presumible llamada a filas. Después
de su asesinato fue declarado en rebeldía y expedientado en 1938 (Exp.R/38).
Antes de su cese por “pasividad” el 22 de agosto, el brigada García
(Carabineros) señala en su papel activo la detención de “EL CHINAS”, que tal vez sería
de los señalados para la redada del día 13:
Juan COLLADO MATEOS (a) “CHINAS”, de 29 años, hijo de Santiago y de María Rosa,
casado con María Martín, con quien tuvo un hijo durante su emigración en Francia.
Lo detuvieron cuando volvía del carbonar quizá la víspera de la Asunción (15 de
agosto), en la juenti Merina (R 1973). Mª Antonia Ovejero lo vio conducir detenido
por carabineros y falangistas en el pueblo. El prisionero, con permiso del
Carabinero, habló con ella, pidiéndole que avisara a su esposa para que le llevara
ropa limpia a la cárcel, de donde lo sacarían para el matadero. Este carabinero dice
haberlo puesto a disposición del Comandante Militar de Ciudad Rodrigo (Inf.
R/36). Estaría detenido en alguno de los locales carcelarios, pero no en la prisión
del partido judicial, donde no se registra su entrada, y sería sacado en torno al 20 de
agosto.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: sacas domiciliarias y
detenciones sangrientas en torno al 15 de agosto. Necrologio de Agallas
(14/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

En el estricto ámbito mirobrigense no se han registrado sacas colectivas en la


fiesta de la Asunción de la Virgen y los días inmediatos, a diferencia de lo que sucedió
en la Sierra de Francia, donde el día 15 fueron sacados cuatro vecinos de Mogarraz.
Los cadáveres de tres de ellos se encontraron dos días más tarde en el paraje de Las
Datas, término de El Maíllo (los detalles se expondrán el próximo día 17). No fue una
matanza tan impresionante como la que se produjo en Las Veguillas, un pueblo
situado a mitad de camino entre la Sierra y Salamanca, donde en la noche del 14 al 15
de agosto fueron asesinadas nueve personas, siete de ellas en la finca de Pedro Llén y
dos en el sitio de “Barrueca”. No se sabe con exactitud el papel que desempeñara el
titular de dicha finca, Ventura Sánchez-Tabernero, aunque el P. Hoyos (1946: 355)
afirma que “el hijo del marqués de Llén”, que sería Ventura u otra persona de su
familia, intervenía en las expediciones macabras. Lo cierto es que este personaje, que
en el mes de julio había actuado como delegado del gobernador civil de Salamanca
para la destitución de las corporaciones municipales republicanas y el nombramiento
de autoridades militaristas en los pueblos de la Sierra de Francia y otros del antiguo
partido judicial de Sequeros (croniquilla del día 21 de julio), ingresó en la Prisión
Provincial el día 16 de agosto a disposición del comandante militar y de allí fue
llevado el Manicomio Provincial (Fichero de Cárcel de Salamanca). Se ignora lo
demás, pero estos avatares no le impidieron ceder su finca para la formación de
cuadros falangistas en 1937.
Así pues, la cumplida manifestación de culto mariano no fue motivo suficiente
para la tregua de la represión sangrienta, que también dejó sentir sus efectos en la
Ciudad y los pueblos cercanos, donde siguieron apareciendo cadáveres de
desconocidos o forasteros, como se apuntó en la croniquilla del día 6 de agosto, sin
que faltara una detención sangrienta a la vista de numeroso público en Fuenteguinaldo
el día 14 de agosto. La fuerza represora buscaría al ya ex alcalde republicano,
Francisco Sánchez Álvarez, que se había escondido. Al no hallarlo, se ensañaron con
el antiguo teniente de alcalde. El acta de defunción presenta tachaduras:
Esteban CARREÑO TENDERO, de 28 años de edad, hijo de Juan y de Cándida, jornalero,
casado con Juana Santos Castaño, de cuyo matrimonio quedaban tres hijos; falleció
en “esta villa de Fuenteguinaldo (borrado, al parecer, “Ayuntamiento”)”, a
consecuencia de (rayado, pero casi legible, “heridas por arma de fuego”) y fue
enterrado en el cementerio local (RCFG, act. def. 14/08/1936). En las diligencias de
averiguación, que no dieron lugar a responsabilidad alguna para los autores del
crimen, se especifica que Esteban murió “a consecuencia de dos disparos hechos
por la Fuerza pública en la Casa Ayuntamiento de esta Villa” (Dil.FG/36). Lo
mataron en la escalera del mismo ayuntamiento y tiraron el cadáver para el camión,
en presencia de muchos testigos, algunos de los cuales viven todavía (FG 2005).
Una muerte que para el auditor de guerra, cuando ordena se archiven estas
actuaciones (16/09/36), fue “una incidencia en la vida de campaña”. Para los
mandos sublevados y los responsables de la jurisdicción militar franquista, los
asesinatos a mansalva de personas indefensas eran hazañas bélicas.

El día 15 de agosto se halló cadáver en Ciudad Rodrigo un vecino de Tenebrón:


Dámaso ROBLEDO SÁNCHEZ (croniquilla de día 6 de agosto). Quizá a mediados de este
mes se produjeran las muertes de víctimas de las que no hay constancia exacta, como
Simón BARBERO, vecino de La Herguijuela de Ciudad Rodrigo (ibídem). Y otro tanto
cabe decir de las víctimas de Agallas, sobre las que se tiene escasa información.
Según los testimonios orales, el necrologio de Agallas incluye dos víctimas:
Feliciano Fabián GONZALO PORRAS, de 30 años, hijo de Melitón y Ludivina, un
hermano de “tia Felipa”. Detenido en La Torrecilla de los Ángeles (Cáceres) y
asesinado en Valdespino de Abajo (Ciudad Rodrigo), en fecha incierta, sin que
haya constancia del lugar de enterramiento, quizá en una fosa de la mencionada
dehesa (A 2009).
Un HIJO TIA EUSTOQUIA, hermano de “la Isabel de tio Sidoro”, desaparecido en fecha
indeterminada y circunstancias imprecisas (A 2009).
También hubo vecinos de este pueblo que fueron objeto de otras formas de
represión:
- 2 presos, uno de ellos en el campo de concentración de Dachau
- una maestra depurada.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: necrologio de Mogarraz
(17/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Los registros y detenciones comprobadas en la Sierra de Francia a finales de


julio y principios de agosto se saldaron con las primeras muertes de vecinos de La
Alberca y las sacas domiciliarias de Mogarraz, con resultado fallido en la de Norberto
Herrera y Zacarías Maíllo y asesinato consumado en la de otros tres vecinos
(Hernández 2004: 292). Como se indicó en la croniquilla del 5 de julio, esta saca
cruenta, a no ser que hubiera habido dos en la localidad (y entonces se desconocería la
identidad de las víctimas de una de ellas), es casi seguro que se produjo el 15 de
agosto y sus cadáveres fueron hallados el día 17, a juzgar por la documentación escrita
(C.464/37).
En la versión de E. Puerto en la fiesta de las Nieves (5 de agosto) fueron sacados
cuatro mogarreños, con previo paso por la cárcel de La Alberca, donde uno de ellos
sería soltado: Gonzalo CHELITAS (apellido o mote). Los otros deben de ser los TRES
DESCONOCIDOS cuyos cadáveres se descubrieron el día 17 en el sitio de Las Datas (El
Maíllo), junto al camino de El Casarito, y fueron enterrados en el cementerio de la
localidad:
Antonio Manuel BARRADO MARTÍN (a) “TRISTRÁS”, de 44 años, natural de Arapiles,
hijo de Juan Manuel y de Francisca, casado con María Lucas Maíllo, sin constancia
de descendencia (act. def. 17/08/36 y 18/12/81, ASMJ);
Alfonso HERNÁNDEZ NÚÑEZ (a) “TUNÍN” O “BONINO”, sin otros datos;
Atanasio REGAÑA (¿quizá mote?), sin otros datos.
Los encargados de las diligencias dieron los habituales detalles sobre la
apariencia física de los muertos, su vestimenta y efectos personales, causa presumible
de la muerte, etc., pero no hicieron averiguación alguna de identificación, a pesar de
que unos días después de la inhumación de los cadáveres se presentaron en El Maillo
tres señoras de Mogarraz, que, por las señas que dieron, podían ser las viudas de las
víctimas:
(…) Pasados algunos días, se presentaron en esta localidad unas señoras que
dijeron ser de Mogarraz y manifestaron que los cadáveres hallados eran los de sus
maridos, coincidiendo las señas que de ellos dieron, y al mismo tiempo dijeron que dos
días antes de ser hallados repetidos cadáveres, sus maridos fueron detenidos por
fuerzas de Falange Española y conducidos a la cárcel del pueblo de La Alberca y que,
según noticias, de allí fueron sacados la noche en cuya madrugada debieron de ser
muertos (C.464/37: 21vº).

Según Ramón Hernández, Alfonso HERRERO fue asesinado en Asturias, sin mención
de otros datos (https://issuu.com./antoniomaillo/docs/revista_mogarraz_2014_1).
Natural de Mogarraz era Desiderio CRIADO BARÉS, víctima de una saca carcelaria de
la prisión de Ciudad Rodrigo el día 15 de septiembre (croniquilla de este día).
Otros represaliados mogarreños:
- 16 presos o detenidos, procesados o no
- 2 depurados (también presos)
- 2 multados (uno de ellos también preso).
Eufemio Puerto Cascón identifica algunas mujeres mogarreñas a las que los
represores vejaron, cortándoles el pelo, dándoles a beber aceite de ricino y sacándolas
a la vergüenza pública:
“Poco después, otro día en que me encontraba charlando en la Fuente de la Pila
con mi tío Tomás Martín Cascón, alias Macaco, y algunos otros mogarreños, de pronto
vimos aparecer un tumulto por el Banco. Rápidamente nos hicieron señas de que nos
metiéramos en casa y cerramos las puertas. Enseguida supe lo que había ocurrido. Les
habían cortado el pelo a tres señoras: A Josefa la Canaria, a María Maíllo, alias la Paína,
y a María Lucas, y las habían sacado a pasear por el pueblo” (Hernández 2004: 291-
292).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: la primera saca
carcelaria de la prisión del partido judicial (Ciudad Rodrigo) (19/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Como se viene haciendo desde el principio de estas croniquillas, se ha evitado el


término paseo o mareo para designar las ejecuciones extrajudiciales de este rincón de
la provincia de Salamanca. Es un eufemismo macabro insoportable con el que se han
asociado las ejecuciones extrajudiciales de republicanos como algo ajeno a la
responsabilidad militar de los sublevados contra la República. Pero en modo alguno
eran operaciones llevadas a cabo por milicianos fascistas y señoritos descerebrados sin
control. Nada de eso. Había personas de mente enfermiza, cegados por el odio y
motivaciones inconfesables, y jóvenes inmaduros, ganados por una ideología violenta,
hinchados por el protagonismo que la manipulación militarista les brindaba. Pero
todos actuaban bajo la estrecha vigilancia de oficiales, suboficiales y jefes de puestos y
destacamentos del Ejército, la Guardia Civil, los Carabineros, los Cuerpos de Policía,
los jefes de las Milicias Fascistas y de la Guardia Cívica. Los mandos provinciales, en
definitiva, eran militares graduados, generales, jefes y oficiales. La jurisdicción militar
nunca castigó a los victimarios por los desmanes cometidos, a no ser que, mediante
hábiles manipulaciones, pudiera recaer sobre dichos ejecutores la sospecha, en modo
alguno fundada, de que tenían un pasado izquierdista.
Las ejecuciones extrajudiciales se organizaban en las comisarías y los cuarteles
desde el principio, como se ha comprobado en las informaciones testificales
registradas en las sacas del ámbito mirobrigense desde la segunda semana de agosto de
1936. A finales de este mes en pueblos como Robleda o Peñaparda dichos locales eran
estación de paso para el matadero.
Con las sacas se buscaba la eficacia represiva contra los presuntos adversarios
del Movimiento y la impunidad de los ejecutores. Así no se perdía el tiempo en vestir
el proceso y los victimarios se sentían alentados en sus labores asesinas, sabiendo que
no serían identificados en el caso de que el Alzamiento fuera sofocado por el Gobierno
de la República. Por ello actuaban de noche, en lugares extraños, intercambiaban
servicios con “camaradas” de otras localidades (así tampoco se corría el riesgo de que
ablandar por los sentimientos hacia antiguos amigos o familiares, convirtiéndose en
eventuales “salvadores”), abandonaban los cadáveres de sus víctimas a veces hasta 60
ó 70 kilómetros de sus domicilios. Eran precauciones que les recomendaban los
mandos sublevados, aunque no siempre ni todos los ejecutores las siguieron, cegados
por la vanidad o la borrachera. En las detenciones sangrientas en público, llegado el
caso de que hubiera alguna información que implicara diligencias de identificación,
salía al quite el auditor de guerra, como se indicó hace poco.
Hacia el 20 de agosto los responsables de la represión en Ciudad Rodrigo
perfeccionaron el método, tratando de vestir de “legalidad” los crímenes del terror en
que se fraguó el Nuevo Estado, la Dictadura franquista, que por entonces echó los
cimientos de una legislación a su medida. Las futuras víctimas eran detenidas en sus
domicilios y llevadas a la prisión del partido judicial, donde ingresaban como
“detenidos militares”. El comandante militar de la Ciudad, que era entonces Marcelino
Ibero, capitán de Carabineros, daba la orden de arresto. Si éste era masivo, la peripecia
carcelaria no duraba más de 24 horas, pero quedaba constancia de ella en la relación
de entradas y salidas de dicha prisión, cuyo director era Jerónimo Maíllo. El Cap.
Ibero, que actuaba investido con la autoridad jurídico-militar de “Capitán Instructor”,
representaba una rudimentaria pantomima de actuación judicial. Simulaba que,
considerando que los detenidos no tenían antecedentes penales ni delitos conocidos
(que era la estricta verdad), decretaba la puesta en libertad de los presos. De hecho, los
detenidos o una parte de ellos eran entregados a las fuerzas encargadas de su
eliminación clandestina: las Milicias Facistas sobre todo y la Guardia Civil alguna vez.
Los cadáveres se enterraban en fosas clandestinas, por lo general en fincas y dehesas
pertenecientes a los “señores de la tierra”, que así colaboraban con quienes se habían
sublevado para “defender lo suyo”, aunque nunca dejaban constancia escrita de una
prestación inimaginable sin su consentimiento y, en todo caso, jamás denunciada por
ellos. Las víctimas quedaban en el anonimato, oficialmente ni vivos ni muertos. Y a
los familiares no se les permitía el duelo, condenados a no saber de su paradero, en la
zozobra y la sospecha, alimentada por los victimarios, de que quizá se hubieran fugado
y abandonado cobardemente a los suyos.
En cambio, los responsables de la represión, además de quitarse de encima
posibles adversarios por la vía rápida, se ahorraban las prolijas diligencias de
identificación inherentes a los hallazgos de cadáveres de personas conocidas o
desconocidas. No había que registrar la muerte ni tomar nota del lugar de
enterramiento. Y por último, llegado el caso de que se instruyera alguna información,
que solamente prosperaba si emanaba de familiares o amigos derechistas de la víctima,
tenían prefabricada la coartada. El Capitán Instructor y sus adláteres podían declarar
que ellos habían puesto en libertad a los inocentes (como los buenos servidores de la
Justicia que pretendían ser) y de lo demás no sabían nada (como los buenos seguidores
de Judas que eran).
Así pues, la saca carcelaria era muy rentable, pues eliminaba adversarios,
castigaba y amedrentaba el entorno familiar de las víctimas, sembraba el pánico en la
sociedad, convertía a muchos ciudadanos en cómplices y testigos mudos del terror.
Claro, para ponerla en práctica había que hacer abstracción de cualquier consideración
humanitaria. Se utilizó en toda la retaguardia “nacional”. En Ciudad Rodrigo empieza
a comprobarse el 19 de agosto de 1936, pero se manifiesta claramente en septiembre.
El 19 de agosto fueron excarcelados tres presos, vecinos de Ciudad Rodrigo,
que, según la “Relación” de la cárcel, estaban detenidos por orden militar (AMCR,
Desaparecidos 1936). Sus cadáveres se hallaron el día 20 en lugar indeterminado, con
“heridas producidas por arma de fuego”, pero fueron enterrados todavía en el
cementerio municipal (RCCR, 20/08/36). Los tres se mencionan entre los gestores,
responsables políticos y directivos sindicales que asistieron a las reuniones del
Ayuntamiento los días 18 y 19 de julio de 1936 (J.Sum.265/36).

Francisco (o Ángel) OLIVA PASTOR, de 29 años, natural de Malpartida de Plasencia


(Cáceres), empleado en la Compañía Nacional de los Ferrocarriles del Noroeste de
España, teniente de alcalde, casado. Ingresó en la cárcel como “detenido [militar]”
el 31 de julio de 1936 y salió el mismo día; volvió a ingresar el 1º de agosto de
1936, con salida el 19 del mismo mes en una saca (AMCR, Desaparecidos 1936).
Falleció “a consecuencia de heridas producidas por arma de fuego” y fue enterrado
en el cementerio municipal de Ciudad Rodrigo (RCCR, act. def. 20/08/1936). Antes
de su detención tuvo que declarar en el Juicio sumarísimo 265/36 sobre la
distribución de armas el día 19 de julio en el Ayuntamiento. Tres revólveres,
entregados por Enrique García Medina, jefe de la Policía Urbana, en su despacho:
al propio Francisco OLIVA, teniente de alcalde, Ángel GRIMALDOS, gestor, y FÉLIX
GONZÁLEZ CABRERA, presidente de la STT. Francisco OLIVA cedió el suyo a Juan
VICENTE (infra), pero la Guardia Civil efectuaba cacheos, así que encargó se
devolviera al Inspector el arma y él se fue para la Estación a dormir. Huyó al campo
cuando supo de la llegada del Ejército, después volvió y siguió prestando servicio
hasta que lo detuvieron el día 30 y pasó a la cárcel, “a disposición de la autoridad
militar”.

Juan VICENTE SÁNCHEZ (a) “GAONA”, uno de los hermanos portadores de este apodo,
de 26 años, soltero, que el día 3 de agosto había ingresado en la cárcel. Falleció a
las 18h 30 del día 19 de agosto de 1936 (la inscripción de defunción se efectúa por
oficio “del Sr. Capitán Juez Instructor de Carabineros Marcelino Ibero”).I
Isidro SÁNCHEZ MATEOS (a) “El Calaínos”, de 27 años, casado con Julia García
Blanco, padre de un niño al menos. Estuvo preso el mismo tiempo que Juan
VICENTE.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: La segunda matanza de La
Alberca (20/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

En la mencionada saca fallida de algunos albercanos el día 12 de agosto (ver


croniquilla), además de Gregorio CILLEROS, salieron con vida otros tres vecinos, que
finalmente serían asesinados el día 20 del mismo mes. Según el P. Hoyos, estos
fugitivos se ocultaron en la Sierra. Se sospechaba que algunos vecinos del pueblo los
proveían. El cuñado de uno de ellos fue detenido y, ante la amenaza de ser eliminado
él mismo, los delató y se prestó a la captura. En un informe procesal, de fecha 22 de
agosto de 1936, el alcalde militarista José Mª Hoyos declara casi explícitamente que
Baldomero CALAMA, Braulio GARCÍA y Faustino HERNÁNDEZ fueron primeramente
sacados con el pretexto de su conducción a la Comandancia Militar, pero consiguieron
fugarse a los montes aledaños, hasta que fueron capturados por falangistas de la
localidad, quienes los “volvieron a entregar a los jefes de la 3ª y 4ª Falange”
(C.359/36: 13). Y de nuevo con el mismo pretexto de un intento de fuga los ejecutaron
clandestinamente en “la dehesa de Zarzosillo”, término de El Cabaco, en cuyo
cementerio fueron enterrados sus cadáveres (act. def. 22/08/36).

Baldomero CALAMA HERNÁNDEZ (a) “CHISPA”, de 40 años, hijo de Ramón y Vicenta,


soltero, jornalero (quizá electricista). Antes de la primera saca fue detenido por la
Guardia Civil (06/08/36), que, por estar enfermo, lo dejó en arresto domiciliario.
A esta víctima y en parte a sus compañeros de infortunio les dedica unos
párrafos, llenos de contrastes, el dominico P. Hoyos, que, sin aportar prueba alguna
afirma: “Tuvo éste fama de matón en el pueblo. De resultas de diversas pendencias
llegó incluso a estar en presidio. Ignoramos la culpabilidad, pero consignamos el
hecho. A su regreso debió tal vez simpatizar con los elementos extremistas. Lo cierto
es que fue detenido y se le destinó al paseo fatídico” (ibídem). El P. Hoyos, siempre
dispuesto a poner de relieve los hechos admirables y providenciales, reintroduce aquí
uno de ellos, con el cual se inicia este relato, para él ejemplar y para el común de los
lectores quizá algo difícil de comprender. La piadosa madre del fugitivo Baldomero ya
no pedía a “la Santísima Virgen de los Dolores” que su hijo escapara con vida de la
persecución, sino “su conversión”. Un deseo que no tardaría en cumplirse gracias
principalmente a la diligencia de sus ejecutores, quienes obligaron al vecino detenido
y amenazado a que llevara las provisiones a la cabaña convenida de la torrentera del
Calvario y avisara a los fugitivos con la señal de que no había peligro, mediante un
farol encendido. Los tres fugados fueron sorprendidos por “la fuerza armada” mientras
cenaban. Sus captores los obligaron a “una manifestación pública en medio de la
Plaza”, antes de ejecutarlos. Añade un detalle de humor tragicómico o de patetismo en
la conducta de Baldomero, pues cuando le mandaban dar vivas a España, a veces se
los daba a Azaña. Esta gracia no le serviría de mucho, pues a los tres los condujeron
hacia la carretera de Béjar, donde todavía el primer tiroteado se hizo el muerto, sin que
tampoco esta nueva gracia tuviera efecto, porque los ejecutores comprobaron que
vivía, “al hacer caer las descargas sobre los otros, ya que levantó un tanto la cabeza”.
Y el P. Hoyos termina poniendo nota al buen ejemplo que dio Baldomero antes de
morir, no ya convertido, sino trasformado en predicador, con un santo cristo en la
mano y tanta elocuencia que “enterneció a los presentes (…), al parecer forasteros” ,
sin que éstos le perdonaran por ello la vida. De este relato ejemplar se deduce que,
según el P. Hoyos, entre los ejecutores había gente impresionable y sensible a la
retórica religiosa, pero el Dominico no llega a decir que tuvieran que forzar sus
sentimientos para ejecutar a los vecinos de La Alberca.

Braulio GARCÍA GUZMÁN, de 29 años, hijo de Braulio y de Lorenza Guzmán,


jornalero, casado con Cristina Martín Iglesias, padre de tres hijos menores.
Faustino HERNÁNDEZ MAÍLLO, de 31 años, hijo de Francisco y Luciana, jornalero,
casado con Ignacia Cilleros Martín, padre de dos hijos menores y otro póstumo.

Según el registro civil de La Alberca hubo otro asesinado en diciembre de 1936:

Rufino ANAYA EXPÓSITO (quizá no fuera apellido), nat. Ciudad Rodrigo, domiciliado
en La Alberca, de 39 años, hijo de padres desconocidos, maestro y jornalero,
concejal, casado con Ángela Martín García, padre de cuatro hijos, además de una
niña adoptada (ASMJ). Falleció en La Alberca el 19 de diciembre de 1936,
“ejecutado a consecuencia de la guerra civil española de 1936 a 1939” (act. def.
22/12/79, según “auto del Juez de 1ª Inst. e Instr. de Béjar recaída en el exped. nº
45-79”, RCLA). Según la ficha carcelaria de Salamanca, al ponerlo en libertad
quedó a disposición del Gobernador Militar. Sería víctima una saca.

El necrologio albercano también cuenta con alguna víctima “indirecta”:

Mauricio GÓMEZ GIL, de 37 años, hijo de Manuel y Nicasia, albañil, casado con
Teresa Torres Sánchez, padre de seis hijos (uno de ellos quizá habido en alguno de sus
dos matrimonios anteriores). Acusado, casi con seguridad falsamente, de haber
amenazado con una pistola al ex alcalde militarista J. Mª Hoyos, fue detenido en La
Alberca (05/03/38), ingresado en la prisión de Salamanca (10/03/38) y, con presuntos
síntomas de esquizofrenia (afirmaba que el ex alcalde lo había amenazado a él, como
era muy probable, porque J. Mª Hoyos se había quedado con un arma al principio del
Movimiento), fue traslado al manicomio provincial, donde falleció (22/12/38), sin
constancia del tratamiento que recibiera ni del lugar de enterramiento de su cadáver
(Dil.LA/ ma.38, ASMJ).

En la represión incruenta hubo otras víctimas albercanas:


- 11 presos o detenidos
- 2 maestros procesados.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: la ratonera de Portugal.
Necrologio de Aldea del Obispo (21/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Los republicanos de la zona fronteriza que, por sus cargos o sus reivindicaciones
obreristas, se sentían en el punto de mira de los represores creyeron al principio que
sus opciones de salvación estaban al otro lado de la Raya. Así sucedió con quienes
tenían amigos personales en las localidades portuguesas, mediante fugas afortunadas,
como las del policía Alfonso Navalón en Fuentes de Oñoro, el alcalde León Almaraz y
el concejal Ángel Ramos en Navasfrías, así como otras personas de Alberguería de
Argañán y Aldea del Obispo, que no regresaron hasta más tarde o no lo hicieron
nunca. Sin embargo, en general, los perseguidos pronto comprobaron que, lejos de ser
tierra de acogida, Portugal era una ratonera en toda regla, en la que varios vecinos de
los pueblos salmantinos y cacereños dejaron la vida, unas veces al ser devueltos por
las autoridades portuguesas, a sabiendas de que serían eliminados a su regreso a
España, y otras veces eliminadas por los mismos agentes del orden lusos.
En efecto, como es sabido, la “nación hermana” tomó partido por los sublevados
contra la República de España y les prestó ayuda mediante la propaganda, el tráfico de
armas y la actuación de los miembros de sus fuerzas armadas, que más o menos de
forma descarada participaban en la represión franquista y con los mismos métodos,
incluidos señuelos análogos a los “falsos bandos de perdón” para que se entregaran los
fugitivos emboscados. Por ello la corporación municipal militarista de Aldea del
Obispo envió felicitaciones a Radio Club Portugués en octubre y respondió
positivamente en diciembre a la propuesta de homenaje a dicha Nación (Iglesias 2016:
V, 1.2).
Es precisamente en el necrologio de esta localidad donde mejor se comprueba
la falta de hospitalidad oficial de Portugal con respecto a los fugitivos, cuyos avatares
se conocen por testimonios orales, por lo cual resulta incierta la cronología de los tres
afectados por la represión directa: José HERNÁNDEZ, Jacobo ANDRÉS y Jacinto
VICENTE. Guiados por los fascistas locales, falangistas de Ciudad Rodrigo, entre ellos
alguno de los “Cencerreros”, sacaron a los dos primeros a las inmediaciones del
pueblo y dispararon sobre ellos, aunque al parecer no pudieron rematarlos, mientras
que el tercero huyó inicialmente a Portugal.
José HERNÁNDEZ LAMAS, de 38 años, hijo de Juan y Bernardina, jornalero, casado con
Dominica Sánchez Blanco, encinta de una niña que nació el 28 de octubre de 1936.
Falleció en una saca el 21/08/36, efectuada en el término de Bocacara (act. def.
22/08/36 y 21/07/80, ASMJ). Había estado en Francia. Según testimonios,
falangistas conocidos lo sorprendieron cuando estaba metiendo paja y lo llevaron a
la cárcel. En el alto de San Pedro, los milicianos fascistas le dieron un tiro en el
vientre, sin matarlo. Quizá otras personas lo llevaron herido a la cárcel de Fuentes
de Oñoro. De allí fue sacado otra vez y rematado en una cuneta del mencionado
pueblo, en cuyo cementerio está enterrado con otra víctima (AdO 2009). Su familia,
como la de Jacobo ANDRÉS, sobrevivió haciendo toda clase de trabajos,
principalmente costura, y recurriendo al mísero contrabando.
Jacobo ANDRÉS LORENZO, de 34 años, ebanista, teniente de alcalde, secretario de la
Sociedad Obrera (STT), casado con Consuelo Ferreira Fuerte, padre de una niña.
Falleció en lugar y fecha desconocida por octubre de 1936 en una presumible saca
carcelaria. Según los testimonios familiares, en la dehesa de El Gardón Jacobo fue
tiroteado por los falangistas, pero no muerto, solo herido en una muñeca, lo que no
le impidió pasar la frontera. Familiares y amigos de Vale da Mula lo auxiliaron,
mientras lo buscaba un sargento de los guardiñas. Disfrazado de mujer, fue a
curarse en Guarda, donde, confiado en un presunto decreto, se entregó a las
autoridades portuguesas, que lo devolvieron a España. En Ciudad Rodrigo estuvo
preso en algún local carcelario hasta octubre. Su esposa, convencida de su
eliminación, se consideró viuda hasta su propia muerte. Dejaba una hija, Ascensión
Andrés Ferreira, quien a su vez asumió en fecha temprana la condición de huérfana
de una víctima asesinada, sin esperanza de confirmación de rumores sobre el
posible hallazgo de su padre en Portugal (con engaño interesado por parte de un
portugués), depositaria de los pormenores de aquella paliza que los falangistas le
propinaron en el cementerio para que revelara la falsa existencia de armas
escondidas en el fuerte de la Concepción, antes de su huida a Portugal en busca de
un asilo fallido, que incluso aconsejó a los familiares vestirse de luto, para dar por
hecho que Jacobo había muerto en la saca de El Gardón. Luego la familia fue a
llevarle un brasero y una manta cuando estaba preso en Ciudad Rodrigo, hasta que
allí se le perdió el rastro. Ascensión también quedó huérfana de madre a los nueve
años, pues Consuelo Ferreira solamente sobrevivió al asesinato de su marido seis
años escasos, en parte gracias a la miserable práctica del contrabando, de lo que hay
constancia escrita (cf. Dil.830/39). Entonces Ascensión quedó encomendada a la
guarda principal de su tía materna Gloria, sobreviviendo ocasionalmente también
con el expediente de la costura y del contrabando de hilo, café y bacalao, hasta de
huevos, que a veces se rompían por el camino (AdO 2009).
Jacinto VICENTE DUQUE, concejal, casado con Asunción “Chavalina” (ASMJ), sin
constancia de otros datos. Falleció en lugar y fecha desconocida de 1936.
Temiendo por su vida, huyó a Portugal cuando empezaron los asesinatos. Después
de un tiempo refugiado en el país vecino, se entregó a las autoridades portuguesas,
que decidieron su conducción a la frontera por Fuentes de Oñoro. Al llegar cerca de
esta localidad fronteriza, adivinando el destino que le esperaba, trató de escapar
todavía en territorio portugués, y los guardiñas, aplicándole criminalmente la “ley
de fugas”, dispararon contra él y lo mataron. Se ignora la localidad portuguesa en
que fuera enterrado (AdO 2009).
Es posible que haya alguna otra víctima mortal directa. Entre las víctimas
indirectas se cuentan:
Víctor CALVO MARTÍN, vecino de Cercedilla (Madrid), hijo de Cándido y María,
casado, de enfermedad en la prisión de Salamanca (05/01/40)
Consuelo FERREIRA FUERTE, de agotamiento y enfermedad, tras la eliminación de su
marido (supra)
Juan ÁLVAREZ PINEDA, muerto en el campo de concentración de Mauthausen
(20/04/43, MCU).

La presencia constante de destacamentos de las fuerzas armadas franquistas en


Aldea facilitó la represión carcelaria de sus vecinos, por la vía procesal militar o la
gubernativa. En 1938 fueron procesados ocho vecinos que habían desempeñado cargos
durante el poder legítimo republicano, incluido Gerardo Zato Simón, que había sido
alcalde más de una vez y presidente de la STT (C.1106/38). Todos ellos aceptaron una
humillante abjuración de sus antiguas convicciones, a cambio de un leve castigo
carcelario. El miedo arraigó de tal modo que todavía se traduce en negativas
incomprensibles para homenajear a las víctimas aldeanas por parte de los miembros de
la corporación municipal e incluso para tratar del tema de la represión en público.
También fue represaliado un antiguo maestro del pueblo, Raimundo Etreros Sousa
(López-Delgado 2007: 157), y el carabinero Máximo Vicente Duque (C.595/38).

Así pues, el total provisional de represaliados de Aldea del Obispo incluye:


- 3 víctimas mortales directas
- 3 víctimas mortales indirectas
- 11 presos o detenidos, procesados
- 1 antiguo maestro depurado (también preso).
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936: la segunda tanda de
asesinados de Robleda (24/08/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

(Esta croniquilla está dedicada, en primer lugar, a Victoria Viñuela Valiente, que,
haciendo honor a su segundo apellido, fue una informante leal y generosa, sin que fueran
obstáculo para ello los antecedentes derechistas de su familia y sus profundas convicciones
religiosas. Gracias a Victoria estas investigaciones dieron con el hilo que conducía a la
implicación de los jefes y oficiales militares en la represión de Robleda y, en general, de la
cabecera y de toda la comarca de Ciudad Rodrigo.
En segundo lugar, renovamos nuestro agradecimiento a la prensa digital y la web del
CEM y de Farinatos por la Memoria, que publican nuestras croniquillas y necrologios. Al
parecer, esto no es del agrado de algunos lectores del “periódico más leído de la provincia”,
aunque no el más enterado, pues, al cabo de un mes de su presentación, todavía no ha
informado de la publicación de La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-
1948), aunque algún corresponsal suyo estaba en Ciudad Rodrigo el pasado día 23 de julio.
Paradójicamente, este silencio o aparente ninguneo casi se podría tomar por un elogio
implícito del estudio, dado que tal periódico, a juzgar por el dicho heredado de un titular
homónimo (“miente más que…”) sólo publicaría mentiras, lo cual obviamente es imposible.
Una prueba suplementaria de esto último estaría precisamente en la publicación de nuestros
relatos. Además, así esos lectores o redactores que son adversarios recalcitrantes de la memoria
histórica, sin salir de su espacio natural, podrían tratar de desacreditar o dificultar el
reconocimiento debido a las víctimas franquistas de la zona mirobrigense con el peregrino y
manoseado “argumento” de que en la zona republicana (de la que nunca formó la provincia de
Salamanca) también hubo víctimas, cosa que, por otro lado, ningún historiador ha negado y la
propaganda nacional-católica no ha hecho más que airear desde hace ochenta años).

Entre el día 24 y el 31 de agosto fueron detenidos y asesinados varios vecinos de


Robleda, que, al igual que los eliminados en septiembre, formarían parte de las
víctimas previstas en la intervención militar del día 13 anterior (croniquilla),
seguramente corregida y aumentada, al hacerse extensiva a los miembros y allegados
de algunas familias.
El día 24 de agosto fueron detenidos tres vecinos de Robleda. Dos de ellos
fueron fusilados la noche siguiente en “La Puentita” del puerto de Perales, a la derecha
de la carretera a Cáceres, término de Gata, en cuyo cementerio fueron enterrados sus
cadáveres en la misma fosa. Por el testimonio recibido (y compartido por otros
familiares de las víctimas) de Enrique Villoria Esteban (“el Veterinario”), se sabe que
éste condujo el coche del médico Víctor Viñuela en que iban los dos prisioneros
maniatados.

José MATEOS (BENITO) GARCÍA, de 34 años, hijo de Faustino Benito (Mateos), casado
con Mª Antonia, hermana de Ángel, Juan y Julián OVEJERO GARCÍA; dejó tres hijos
menores, a los que se añadió una hija póstuma en 1937. Fue detenido en el paraje
de El Batán en presencia de su esposa y dos hijos pequeños, custodiado en el
cuartel de los falangistas locales, dos de los cuales recibieron y cumplieron la orden
del jefe Julio del Corral para ejecutarlo, así como a Juan MATEOS (C.728/37). Su
defunción (“con motivo de la Guerra Civil Española”) se inscribió 44 años más
tarde (07/02/1980). Sin este requisito, su esposa había contraído segundas nupcias
en 1941 con Juan Iglesias Muñoz (ver detalles en Iglesias 2016: cap. I).
Juan MATEOS CARBALLO, de 43 años, hijo de Francisco y María, labrador, casado con
María Mateos Mateos, de cuyo matrimonio le quedaban cuatro hijos; hermano de
otros dos asesinados, llamados José (infra) y Fermín, alcalde (necrologio de la 3ª
tanda). Los tres a su vez eran primos carnales de los hermanos Esteban, Tiburcio y
Sebastián MATEOS MATEOS, ya eliminados los dos primeros y poco después el
tercero (Iglesias 2008a: 167-170). Según el acta de defunción (20/04/41), falleció
en “el término municipal de Gata (Cáceres) el 24 de agosto de 1936”, “según
noticias”, a consecuencia de “heridas por arma de fuego”, y fue enterrado en el
cementerio de dicho pueblo. Según la tradición familiar y local, estuvo escondido
en las afueras del pueblo, pero, después de que los captores presionaran a su
familia, amedrentando a sus hijos, torturando a uno de ellos y prendiendo fuego a
enseres de la casa, fue detenido en ésta, después de renunciar a una posible fuga a
instancias de su esposa, que fue engañada con el señuelo habitual de que no le
“pasaría nada”. Antes de ser fusilado, los ejecutores practicaron actos de barbarie
con su víctima, por haberse lanzado contra ellos con los dientes.

También el 24 de agosto los represores metieron en la cárcel de Ciudad Rodrigo


a Segundo MATEOS BAZ, asesinado el 5 de septiembre a su salida de prisión
(necrologio de la 3ª tanda, 6 de septiembre).

José MATEOS CARBALLO, de 49 años, hijo de Francisco y de María, y en consecuencia


hermano de Fermín y Juan MATEOS CARBALLO, jornalero o labrador, multado,
viudo de María Carballo Mateos, de cuyo matrimonio dejaba tres huérfanos, uno de
ellos muerto durante la guerra en Valladolid, “de enfermedad de los bronquios”,
aunque están por investigar las circunstancias exactas. Fue detenido y sacado de su
casa en la madrugada de un día ignorado de finales de agosto o principio de
septiembre. No se tienen datos seguros sobre el lugar de su ejecución extrajudicial,
que pudo ser en Los Carvajales, o con Juan COLLADO o Segundo MATEOS, y en este
supuesto lo habrían llevado para Ciudad Rodrigo antes del 24 de agosto, o quizás
en Villasbuenas de Gata (Cáceres) en septiembre de 1936, según rumores (R 1973),
aunque según información de tio Jesús “Palera”, vecino de Robleda que había sido
guardia civil, lo habrían llevado a Villamiel (Cáceres), donde sus restos se hallarían
en una cantera donde yacían los de numerosas víctimas (R 2011). Se cita entre los
“desparecidos” del informe de Eugenio Pedraza (C.728/37) y en la declaración de
Laureano Enrique (21/06/38) se da por “desaparecido”, después del pago de una
multa (C.2133/38).

30 de agosto. José Manuel SÁNCHEZ SÁNCHEZ, natural de Boada, de 25 años de edad,


hijo de Florián y de Catalina, carretero, domiciliado en Robleda, casado con
Felicidad Martín Tovar (nat. Navasfrías); dejaba una hija pequeña. Según el
registro civil de El Bodón, falleció en “despoblado”, a consecuencia de “disparo de
arma de fuego” y fue enterrado en el cementerio de la localidad (act. def. 31/08/36).
Los testimonios de Robleda no hablan de esta víctima, aunque era conocida en el
pueblo, quizá porque antes estaba domiciliado en Fuenteguinaldo. Según los
testimonios guinaldeses (FG 2005 y FG 2007), José Manuel tenía familia en este
pueblo, pero al casarse se instaló en Robleda, adonde lo fue a buscar en su coche el
jefe de Falange de Casillas de Flores, acompañado del montaraz de Villar de Flores
(El Payo), para eliminarlo cerca de Vadocarros (Iglesias 2008a y 2009).
Hoy se conoce un poco mejor la biografía de esta víctima, gracias al testimonio
de su hija Manuela. José Manuel nació en Boada, de donde eran naturales su padre
y antepasados paternos. La madre nació en Ravida, bautizada en Pedrotoro. Un
bisabuelo estuvo de encargado en la finca de La Caridad, con poderes de Luís
Aparicio para que lo representara. Al casarse los padres de J. Manuel, se fueron a
vivir a Fuenteguinaldo, habiendo estado antes o después en Francia y en Cuba.
Aprendió con su padre el oficio de carretero, como su hermano Emilio, que se
establecería en Robleda. J. Manuel SÁNCHEZ trabajaba con los Repilas en Ciudad
Rodrigo, mal vistos por los fascistas mirobrigenses, que asesinarían a uno de ellos,
y uno de cuyos enemigos declarados era un guardia de Seguridad, Hipólito Corral
Rodríguez, natural de Boada, como José Manuel SÁNCHEZ (Proc.139/37). Los
ejecutores fueron falangistas de Ciudad Rodrigo, uno de los “Cencerreros” y otro
un herrero de San Cristóbal, quienes también intervinieron en los trasiegos
macabros. El aludido victimario de Casillas de Flores anteriormente habría tratado
de que la futura víctima le ayudara en sus actuaciones criminales, a lo que José
Manuel se negó. Por ello se la tendría jurada, sacándolo para el matadero, en lo que
tal vez lo acompañara sin intervenir el “Montaraz del Villar”. Lo dejaron tirado en
una cuneta cerca de El Collado de Malvarín. Según rumores, cuando los victimarios
se presentaron en el bar de Protasio Ramajo (que sería represaliado), en El Bodón,
el tal jefezuelo falangista se jactaba de que “había caído el nº 31”, una presumible
fanfarronada. Enterado el médico de este pueblo, Alfredo Encinas, que conocía a la
familia de José Manuel, hizo las gestiones oportunas para que hubiera acta de
defunción con su nombre y apellidos. La propia Manuela un día increparía a voz en
grito en la iglesia al asesino de su padre.

31 de agosto: DESCONOCIDO, cuya muerte se registró en El Bodón, “de 30 á 35 años”


de edad, que “vestía con chaqueta de dril obscura, pantalón de pana y abarcas de
goma y calcetines de lana”, fallecido en “despoblado”, a consecuencia de “disparos
de arma de fuego” y enterrado en el cementerio municipal (act. def. 02/09/1936).
Según los testimonios familiares, la víctima era Ángel OVEJERO GARCÍA, de 26
años, hijo de Serafín y Claudia, jornalero, soltero. Fue detenido cuando fracasó la
caza inicial de su hermano Julián el día 13 de agosto y éste quedó emboscado.
También fueron detenidos su padre (Serafín) y un cuñado, Rafael Samaniego (“el
Churrín”). Estos últimos fueron soltados poco después, pero los facistas
“achacinaron” a Ángel en los aledaños de Vadocarros, a pesar de que tenía fama de
“bueno”. Su hermana Mª Antonia oyó los disparos en Sageras, adonde, ya viuda,
había ido a pedir ayuda para su hermano Julián a los dueños de aquella dehesa, en
la que cuidaba ganado su hermano mayor, Jesús. Mª Antonia no debió de asistir a la
detención de Ángel, pero sabe que dejó en la cárcel las prendas de algún valor que
portaba (botas y sombrero) y siempre afirmó que fue sacrificado en una cuneta de la
carretera a Ciudad Rodrigo, junto a una pared cercana a la actual salida para la
presa de Irueña que da acceso al pueblo de El Sahugo.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936: el delito de rebelión
juzgado por los rebeldes y el complemento de las sacas extrajudiciales.
Necrologios de ediles, directivos políticos y sindicales de Ciudad Rodrigo,
recordados en el homenaje de la actual Corporación municipal el día 30 de agosto
de 2016
Ángel Iglesias Ovejero

Al cabo de ochenta años la Corporación municipal de Ciudad Rodrigo ha


tomado la decisión de rendir homenaje a todas las víctimas de la cabecera y el entorno
mirobrigense en general, y en particular a los componentes de la Comisión Gestora del
Frente Popular (calificado de “nefasto” por los responsables y victimarios franquistas).
El acto de reconocimiento que, según la nota de prensa del Ayuntamiento, incluye un
acto institucional en la Casa Consistorial en recuerdo del presidente y los gestores de
aquella Comisión, represaliados en su totalidad, y un acto de recuerdo para todos
represaliados de la Ciudad y la comarca, con una ofrenda floral y una actuación
musical junto al monolito erigido en 2009 por la Asociación de Salamanca por la
Memoria y la Justicia (ASMJ) en la rotonda de la Avenida de Arcachon, no tiene otro
antecedente que el ofrecido a la memoria del alcalde Manuel Cascón en 1986, cuando
fueron trasladados sus restos a Ciudad Rodrigo. En esta ocasión, de un modo acertado,
la Corporación ha previsto hacer extensivo este homenaje, no solo a otros ediles, sino
también a algunos responsables políticos y sindicales o ciudadanos sin más que, por la
vía judicial o extrajudicial, fueron muertos por decisión o con la venia de los
responsables militares rebeldes.
Como se ha indicado, la represión procesal y las actuaciones clandestinas,
delegadas sobre todo en las milicias fascistas, resultaban complementarias con vistas
al objetivo principal, que era la usurpación del poder mediante el terror inherente al
Nuevo Estado. Obviamente, en esta dinámica del terror resultaban mucho más eficaces
las operaciones extrajudiciales, expeditivas y sin responsabilidad alguna para los
ejecutores, aunque no tenían utilidad en la propaganda militarista. En cambio, las
actuaciones jurídico-militares aspiraban a ser más “presentables”. Pero esto no pasaba
de la mera apariencia, pues de hecho eran una chapuza chabacana, arbitraria y
perversa. Según explica el jurista Carlos Jiménez Villarejo (2007, 2010), en los
sumarísimos la aplicación del Código de Justicia Militar, manipulado y retocado por la
legislación franquista, era inquisitorial, sin garantía alguna para los procesados, pues
se trataba de hallar culpables a toda costa. El hecho mismo de que fueran los militares
rebeldes quienes pretendieran juzgar “el delito de rebelión” constituía una aberración:
“una justicia al revés”. La jurisdicción militar se asentaba en los bandos del mes de
julio, sobre todo el de la Junta de Defensa Nacional (28/07/36), que, al extender a todo
el territorio nacional el estado de guerra, facilitaba “una política de exterminio de los
republicanos y demócratas” (Jiménez 207: 17). Su contenido se revisó en el Decreto
del 31 agosto y se reestructuró en el Decreto del 1º de noviembre.
El mecanismo perverso que consistía, no en administrar justicia, sino en hallar
culpables, se analiza en el cap. III de La represión franquista, donde se ofrece como
ejemplo (para no imitar) la parodia del procedimiento sumarísimo (J.sum.265/36)
seguido contra los aludidos detenidos el día 20 de julio o hasta el final del mes y
primeros días de agosto (ver croniquilla del día 19 de julio y, para detalles, Iglesias
2016: III, 6.3). El cap. Gaspar Holgado Manzanera (Caballería) les instruyó en
Salamanca una causa “por rebelión”, debido a su participación en los intentos de
mantenimiento del orden republicano con su asistencia a la reuniones del
ayuntamiento los días 18 y 19 de julio, que, a pesar de tratarse de un procedimiento
colectivo contra doce personas, despachó en un mes. La “urgencia” de un castigo
ejemplar (en el mal sentido), previsto de antemano, fue el motivo prioritario, tanto que
en el consejo de guerra (21/08/36), presidido por el teniente coronel Luis Masip Pérez
(Infantería), el único abogado defensor, un pobre alférez llamado Senén Martín
Hernández, renunció a las pruebas testificales que él mismo había dejado para
entonces, con el fin de ir más deprisa. Diez de aquellos procesados fueron condenados
a muerte y ejecutados (30/08/36), cerca del cementerio de Salamanca, donde fueron
enterrados; los otros dos fueron condenados a 30 años de cárcel, pero desaparecieron
en una saca carcelaria (12/12/36).

Joaquín GAITE VELOSO, natural de Orense, de 45 años, hijo de Francisco y Sofía,


abogado, catedrático y director del Instituto de 2ª Enseñanza, presidente de la
agrupación socialista en el primer bienio republicano, casado con Francisca López
Coca, padre de tres hijos (ASMJ). Fue detenido el día 20 de julio en Ciudad
Rodrigo y llevado el día siguiente a la prisión de Salamanca), donde fue ejecutado
(30/08/36) por sentencia de consejo de guerra (21/08/36) y enterrado en el
cementerio de esta ciudad
Luis SÁNCHEZ RIVERO, natural de Peñaranda de Bracamonte, de 43 años, hijo de
Marcos y Timotea, agente de Investigación y Vigilancia, casado con Cecilia Román
Hernández, padre de tres hijos de un matrimonio anterior. Fue detenido, conducido,
juzgado, condenado a muerte, ejecutado y enterrado en las mismas circunstancias
que Joaquín GAITE.
Vicente Mateo Aristóteles GONZÁLEZ RIESCO, de 43 años, hijo de José Manuel y
Manuela, oficial del Registro de la Propiedad, militante del Partido Socialista,
“gestor de la Diputación de Salamanca”, casado con Andrea Antúnez Plaza, padre
de una hija. Fue detenido, conducido, juzgado, condenado a muerte, ejecutado y
enterrado en las mismas circunstancias que Joaquín GAITE. También sancionado
por el TRP (ASMJ).
Epifanio CEJUDO CEJUDO, vecino de Saelices el Chico, detenido en el mismo día y lugar,
juzgado y condenado a 30 años de cárcel, víctima de una saca carcelaria (ver necrologio de
Saelices, 8 de agosto)
Eusebio GARDUÑO ALONSO, vecino de Saelices el Chico, detenido en el mismo día y lugar,
juzgado, condenado a muerte y ejecutado (ibíd.)
Martín CENIZO CALDERERO, vecino de Saelices el Chico, detenido en el mismo día y lugar,
juzgado, condenado a muerte y ejecutado (ibíd.)
Vicente Gabriel REPILA TETILLA, de 36 años, hijo de Vicente y Mª Ignacia, carretero,
casado con Rosa Bazán, padre de tres hijos. Fue detenido, conducido, juzgado,
condenado a muerte, ejecutado y enterrado en las mismas circunstancias que
Joaquín GAITE. También sancionado por el TRP (ASMJ).
Emiliano CALVO VALLEJO, natural de El Saúgo, de 31 años, hijo de Liborio y Serafina,
alpargatero, “asociado a la Casa del Pueblo”, socialista, soltero. Fue detenido el día
20 de julio en Ciudad Rodrigo y llevado el día siguiente a la prisión de Salamanca),
donde fue condenado a 30 años de cárcel en el consejo de guerra (21/07/36).
Falleció “en el término municipal de Salamanca el día 12 de diciembre de 1936”,
sin constancia del lugar de sepultura (RCCR, act. def. 15/03/1957, “a instancia de
D. Antonio Calvo Vallejo”, J.Sum.265/36).
Así pues, Emiliano Calvo fue uno de los dos procesados en el Juicio sumarísimo
265/36 a quienes el Consejo de Guerra no condenaría a muerte el día de 21 de
agosto. Pero su vida fue un misterio a partir de ese momento. De hecho nadie
parece interesarse por su existencia hasta 1943. Entonces un juez militar, Juan
Rodríguez Somoza, lo busca para notificarle la conmutación de la pena de 30 años
por la de 6 años, que le había sido concedida por la Comisión Central de Examen
de Penas (01/06/43). Por tanto en ese momento ya tenía ampliamente cumplido
dicho castigo. Faltaba dar con su paradero, que teóricamente sería la Prisión Central
de Burgos, pero en ésta, al cabo de un año (17/11/44), las diligencias revelaron que
en ella no existía huella alguna del paso de Emiliano por dicho establecimiento. En
su pueblo de origen, El Sahugo, la familia cercana, tíos y primos carnales, no sabían
nada de él casi desde que se fuera con sus padres a Ciudad Rodrigo en 1914, pues
sólo había vuelto en contadas ocasiones bastante tiempo antes. Según esta misma
fuente, Emiliano Calvo tenía hermanos en Ciudad Rodrigo (en cuya cárcel tampoco
había trazas de su presencia), y serían éstos quienes trasmitieran al juez municipal
de la Ciudad, Casimiro Moro, el testimonio familiar (26/04/43): “(…) Emiliano
Calvo (…) falleció en Salamanca (…) año 1936” (f. 193). Era sin duda parte de la
clave del misterio, que definitivamente revelaría un oficio de la Prisión Provincial
de Salamanca un año más tarde (26/06/44):
“(…) que el penado en la causa 265 de 1936 Emiliano Calvo Vallejo, en fecha 12
de diciembre de 1936 fue entregado a la fuerza pública para su conducción a la central
de Burgos en virtud de orden del Excmo. Sr. Gobernador de la Plaza [de Salamanca]”
(J.sum.265/36: f. 192).
De hecho, Emiliano Calvo nunca llegó a su destino carcelario de Burgos, por
haber sido entregado a sus asesinos, que lo ejecutarían ese día 12 de diciembre de
1936, y no unas semanas más tarde, como proponen López-Delgado (2007: 165,
“01/01/37, fusilamiento ilegal”). El juez Juan Rodríguez proveyó en el sentido de
dar por terminadas las diligencias: “(…) creyendo el juez que suscribe haber
agotado todos los procedimientos hábiles para dar con el paradero de este penado”
(f. 201vº). No consta que hiciera diligencia alguna para la identificación de la
mencionada “fuerza pública”.
Aquilino MORO LEDESMA, concejal (infra).
Domingo Leandro HURTADO MARTÍNEZ (a) “EL CEBADO”, de 32 años, hijo de Serafín
y Manuela, electricista, presidente de la agrupación comunista, soltero. Fue
detenido, conducido, juzgado, condenado a muerte, ejecutado y enterrado en las
mismas circunstancias que Joaquín GAITE. También sancionado por el TRP
(ASMJ). Según el informe resumen del capitán juez Gaspar Holgado, se considera
responsable de codirigir la oposición en Ciudad Rodrigo a la sublevación militar:
“El presidente del Partido Comunista de Ciudad Rodrigo Don Domingo Hurtado
Martín[ez], quien por las declaraciones recogidas parece ser que en unión de Antero
Pérez Rodríguez eran los que llevaban el mando del movimiento, y aquél, recogiendo
las impresiones de la sesión permanente daba cuenta de ellas a las masas que en número
considerable llenaban pasillos e inmediaciones del Ayuntamiento” (J.sum.265/36: f.
126vº).
Manuel MARTÍN CASCÓN, alcalde (infra).
Antero PÉREZ RODRÍGUEZ, de 24 años, natural de Madrigal de las Altas Torres (Ávila)
y vecino de Salamanca, hijo de Jesús y Baltasara, abogado, contable, presidente de las
Juventudes Socialistas, soltero. Fue detenido, conducido, juzgado, condenado a
muerte, ejecutado y enterrado en las mismas circunstancias que Joaquín GAITE. Se
le acusa de haber ido a Ciudad Rodrigo para oponerse al Movimiento, en
delegación de Andrés Manso, aunque él asume que lo hizo por iniciativa personal.
Según el informe del Jefe de Vigilancia de Salamanca (10/08/36), era “marxista
furibundo”, en el marco estrecho de relaciones del mencionado Andrés Manso y
otros políticos:
“Le une al Señor Manso una estrecha amistad, igualmente mantenía relaciones
con todos los dirigentes de los partidos de izquierdas. Últimamente estuvo en Rusia y
con motivo de este viaje constantemente hablaba del comunismo en tono altamente
elogioso y de excesiva exaltación” (J.sum. 265/36: f. 115).
El necrologio de los gestores republicanos de la Corporación Municipal de
Ciudad Rodrigo incluye el elenco completo. Según la enumeración que efectúa Juan
Cabezas Pérez, secretario del Ayuntamiento, la Corporación todavía en funciones los
días 18 y 19 de julio estaba compuesta por: Manuel MARTÍN CASCÓN, presidente,
Pablo SANTOS SÁNCHEZ, Aquilino MORO LEDESMA, Eugenio CEREZO HERNÁNDEZ,
Ángel OLIVA PASTOR, SANTIAGO GONZÁLEZ DE LA IGLESIA, Ángel LÓPEZ DELGADO,
Ángel GRIMALDO MÚGICA, Victoriano GÓMEZ HERNÁNDEZ y José Montejo Hernández
(J.sum.265/36). Este último, según sus propias declaraciones, había dejado de asistir a
las sesiones del Ayuntamiento y, sin duda, creería haber dimitido a tiempo, poco antes
de la sublevación militar. Todos los otros concejales fueron ejecutados por haber
participado real o presuntamente en la defensa de la República (lo que los militares
rebeldes y los valedores de la rebelión calificaban de “delito de rebelión”). Unos
gestores fueron detenidos el día 20 de julio (croniquilla correspondiente) y condenados
a muerte en consejos de guerra (J.sum.265/ 1936), los demás en sacas domiciliarias y
carcelarias, alguno después de haber escapado a una primera tentativa asesina y
después capturado de nuevo, procesado, condenado a muerte y ejecutado en 1937
(P.sum.84/37).
El necrologio de ediles mirobrigenses, en principio, contiene su identidad
nominal, profesión, afiliación política o sindical y estado civil, pero faltan datos, en
parte por las dificultades halladas para la consulta del Registro Civil en el juzgado de
1ª instancia.
Eugenio CEREZO HERNÁNDEZ, de 39 años, concejal, casado, sin otras indicaciones en
el acta de defunción (12/08/36). Por otras fuentes se confirma que era industrial,
dueño de un establecimiento de bebidas y bodega, presidente de la agrupación de
Izquierda Republicana, casado con Amparo Cuadrado García. Había estado en
Oissel (Francia), donde nació su hija Felipa en 1927 (Exp. Huérfanos /
Desaparecidos 1936). Era hermano de Ángel CEREZO HERNÁNDEZ (croniquilla del
día 10 de agosto). Debió de ser eliminado en la noche del 10 al 11 de agosto de
1936, en la finca de La Giera, previa detención en los calabozos del Ayuntamiento,
y fue enterrado en el cementerio de Ciudad Rodrigo, según una información
testifical diligenciada en la alcaldía de Ciudad Rodrigo (14/03/1979) para el
expediente de la viuda de José López Rodríguez (ibíd.):
“[Ramón Blanco Alonso manifiesta] Que conocía a don José López Rodríguez,
vecino de esta localidad en el año 1936 y le consta que referido Sr. en el mes de agosto
del referido año fue detenido en su domicilio, y en unión de don Eugenio Cerezo
Hernández, también vecino de esta Ciudad, estuvieron retenidos en los calabozos del
Ayuntamiento y en la noche del día 11 de agosto fueron muertos violentamente por
acción directa del hombre en el paraje de la finca de La Giera y posteriormente se
trasladaron al cementerio, donde reposan sus restos, todo ello como consecuencia de la
Guerra de 1936-39 y por ideologías políticas” (Viudas, AMCR).
En 1941 Amparo Cuadrado seguía regentando un establecimiento de bebidas,
que abastecía de vino la prisión de Sancti Spíritus (P.prev.85/41).
Victoriano GÓMEZ HERNÁNDEZ, natural de Fuenteguinaldo, de 28 años, empleado de
la Diputación, quizá afiliado a las Juventudes Socialistas, concejal, casado, sin
indicación de filiación, nombre de la esposa y eventual descendencia. Fue detenido
(31/07/36) y sacado de la cárcel del partido judicial, conducido por la Guardia Civil
a Salamanca, adonde nunca llegó, pues fue asesinado con otros a las 5.30 horas del
día 15 de septiembre de 1936 en la dehesa de Aceñuelas (Desaparecidos, Viudas),
siendo enterrado en el cementerio de Ciudad Rodrigo (RCCR, act. def. 15/09/36,
“en virtud de oficio dirigido a este Registro Civil de fecha de hoy por el Cap. Instr.
Marcelino Ibero”). Había sido llamado a declarar por el juez de instrucción de
Ciudad Rodrigo el 27 de julio de 1936: “(…) formaba parte de la Comisión
Gestora” (J.sum.265/936: f. 18). Entonces quizá estaría en arresto domiciliario.
Santiago GONZÁLEZ DE LA IGLESIA, natural de Pereña de la Ribera, de 34 años, curtidor,
presidente de la agrupación socialista, viudo, sin constancia de filiación, nombre de la
esposa y eventual descendencia. Ingresó en la prisión de Ciudad Rodrigo (01/08/36),
como “detenido [militar]”. Fue sacado y enterrado en las mismas circunstancias que
Victoriano GÓMEZ, el 15 de septiembre de 1936 (Desaparecidos 1936). Pero en su
acta de defunción “no consta” el lugar de ejecución extrajudicial, que sería
probablemente el mismo que para sus compañeros de sacrificio. Lo había citado a
declarar el juez de instrucción de Ciudad Rodrigo el 27 de julio de 1936: “(…)
formaba parte de la Comisión Gestora” (J.sum. 265 / 1936: f. 16), sin que haya
constancia de su detención entonces.
Ángel GRIMALDOS MÚGICA (o MÚJICA), natural de Madrid, de 29 años, ferroviario,
concejal, soltero, sin constancia de filiación. Ingresó en la prisión de Ciudad Rodrigo
el 31 de julio de 1936, como “detenido [militar]”. Fue sacado y enterrado en las
mismas circunstancias que Victoriano GÓMEZ (15/09/36). También lo llamó a declarar
el juez de instrucción de Ciudad Rodrigo el 27 de julio (J.sum.265/36: f. 12).
Ángel LÓPEZ DELGADO (a) “EL CARRACEDO”, natural de Correjanes (Orense), de 33
años, hijo de José y Teresa, vendedor ambulante, concejal socialista, casado con
Rosario Carracedo López, con quien tenía un hijo de un año (Nicolás), dejado por
heredero en su testamento, estando ya en capilla (16/06/37). Según su propio
testimonio (P.sum.84/37), el 9 de agosto de 1936 lo detuvieron unos falangistas y
permaneció en una Comisaría hasta el día 11, en cuya noche fue sacado con otros dos,
“EL MORA” y un detenido desconocido para él, por la carretera de Saelices. Al cabo de
unos kilómetros “los conductores” ordenaron bajar “al MORA”, que fue fusilado por
uno de ellos, portador de insignias “de brigada o sargento” (casi con seguridad el
alférez Ernesto Bravo Rivero). Ángel se salvó de la ejecución extrajudicial, aunque
herido, gracias a una veloz y afortunada huida. No dejarse matar, para los represores,
sería su mayor delito. Estuvo escondido en Las Hurdes, donde lo capturaron los
vecinos de la alquería de Riomalo de Arriba (07/10/36), incitados por el alcalde
pedáneo, un maestro que también era el jefe local de los falangistas que participaron
en la batida. Estuvo preso en Hervás hasta la orden gubernativa de su traslado a la
provincia de Salamanca (31/10/36), en cuya prisión ingresó (05/11/36). Fue
sumariado, condenado a muerte y ejecutado (17/06/37) (P.sum.84/37). También fue
sancionado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
Manuel Germán Nicolás MARTÍN CASCÓN, de 43 años, hijo de Luis y de Teresa, abogado,
de Izquierda Republicana, alcalde, casado con Ángela Risueño Angoso, padre de
cuatro hijos. Ingresó como “detenido [militar]” el 31 de julio de 1936 en la cárcel de
Ciudad Rodrigo, de donde salió el 1º de agosto de 1936 (Desaparecidos 1936), pero
antes estaría en arresto domiciliario, quizá desde su cese como alcalde (20 de julio).
Fue llevado a la prisión de Salamanca (03/08/36), donde, acusado de haber tomado
parte “en cuantos acuerdos se tomaron para oponerse al Movimiento Nacional”, fue
sumariado, condenado a muerte y ejecutado (30/08/36), siendo enterrado en el
cementerio municipal salmantino (J.sum.265/36). También fue sancionado por el
Tribunal de Responsabilidades Políticas (ASMJ).
Aquilino Macario MORO LEDESMA, de 42 años, hijo de Demetrio y Manuela, sastre, de
Unión Republicana, concejal, casado con Encarnación González, padre de seis hijos.
Fue detenido en Ciudad Rodrigo y llevado a la prisión de Salamanca (20/07/36),
donde fue sumariado, condenado a muerte y ejecutado (30/08/36), siendo enterrado en
el cementerio municipal (J.sum.265/36). Se menciona entre los responsables políticos
que asistieron a las reuniones del Ayuntamiento los días 18 y 19 de julio de 1936.
También fue sancionado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas (ASMJ).
Francisco (o Ángel) OLIVA PASTOR, natural de Malpartida de Plasencia (Cáceres),
empleado de la Compañía Nacional de los Ferrocarriles del Noroeste de España,
concejal, casado, sin constancia de la identidad de su cónyuge y eventual
descendencia. El 31 de julio de 1936 se registra su entrada en la cárcel de Ciudad
Rodrigo, de la que salió el 19 de agosto siguiente (Desaparecidos 1936). Falleció “a
consecuencia de heridas producidas por arma de fuego”, enterrado en el cementerio
municipal de Ciudad Rodrigo (RCCR, act. def. 20/08/1936). Ver otros detalles en la
croniquilla del día 19 de agosto.
Pablo SANTOS SÁNCHEZ, natural de Palma de Mallorca, socialista, concejal, sin
constancia de edad, filiación, profesión y estado civil. Ingresó en la prisión del partido
judicial, como “detenido [militar]”, el 27 de julio de 1936 y salió el 18 de septiembre
de 1936; ingresó de nuevo el día 21 de septiembre, y salió dos días después
(23/09/36); volvió a entrar en prisión el día 26 de septiembre de1936 y salió el 16 de
octubre de 1936 (Desaparecidos 1936), presumiblemente en una saca, quizá en el
Valle del Lagar (Pedrotoro).

El necrologio de los republicanos naturales o vecinos de Ciudad Rodrigo es muy


amplio, como ya se ha apreciado en parte y se puede confirmar en las sacas del otoño.
La motivación ideológica y pasional de la represión. Las víctimas de la 1ª tanda
de Peñaparda (01/09/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Hay una idea muy extendida, incluso en el entorno de las víctimas, sobre el
interés económico, la envidia y la frustración pasional como motivos básicos de la
represión a nivel local, sin que falte quien ponga todo ello en la cuenta de la mala
calaña de las personas (al parecer, nadie ha dado como motivo el “pecado original”).
Es indudable que esta motivación existe, pero no es menos cierto que los responsables
militares y sus valedores han favorecido esta explicación, porque en el fondo parece
exculparlos, al dejar de lado que fueron ellos mismos quienes se sirvieron de esas
bajezas humanas para el objetivo que perseguían al declarar el estado guerra. Fueron
los mandos quienes instrumentalizaron el terror, ofrecieron armas y alentaron a los
jóvenes victimarios para que se ocuparan de los bajos “servicios de represión” (ver
croniquilla del 21 julio, sobre la creación de las milicias fascistas en Ciudad Rodrigo).
La localidad donde mejores resultados ha dado esta explicación, implícitamente
exculpatoria de los responsables y los ejecutores militares sublevados, ha sido
Peñaparda. Esto fue posible porque el izquierdismo inicial de Julián Collado, socio de
la Casa del Pueblo, mal avenido después con la gestora socialista local y reconciliado
con su familia política, caciquil y ganada por la ventolera de las milicias fascistas,
permitía asentar la falacia de que los victimarios tenían antecedentes izquierdistas (ver
croniquilla del día 8 de septiembre). De la complicada operación se encargó el cap.
Antonio Cejudo (Guardia Civil), que instruyó el atestado que sentaría las bases de la
Causa 728/37. Gracias a esta, por otro lado, se conoce casi al detalle la represión
cruenta de Peñaparda (Iglesias 2016: VII, 1.5.1.2.1). Sin embargo, esta evidencia
documental de la implicación de los represores locales en las matanzas y la vigencia
de los recuerdos en la memoria colectiva, las autoridades municipales peñapardinas no
han dado la menor señal de reconocimiento de la docena larga de víctimas mortales.
Quizá aquella sea precisamente la causa de esa especie de negacionismo, porque el
caciquismo y el nepotismo que favorecieron las actuaciones macabras no
desaparecieron con la llegada de la Democracia monárquica, durante la cual han
seguido gobernando el pueblo los mismos clanes, a lo que sin duda ha contribuido
indirectamente la emigración de las familias más desfavorecidas, entre ellas las de los
descendientes de las víctimas.
La cronología de la represión cruenta de Peñaparda se imbrica en la de Robleda,
porque en parte tuvo los mismos agentes victimarios. Pueden distinguirse dos series de
asesinatos, la primera entre el día 31 de agosto y los primeros días de septiembre; la
otra ya en la segunda semana de este último mes. A pesar de la evidencia apuntada, el
conocimiento del desarrollo de los hechos macabros y sus circunstancias está
condicionado por el ocultismo habitual en las ejecuciones extrajudiciales, en abierto
contraste con algunas aparatosas detenciones y los actos de barbarie practicados casi a
la vista del pueblo. La misma cronología resulta un tanto errática en los documentos o
se ignora, como es el caso del asesinato de José CHANCA, que por el modus operandi
debió de llevarse a cabo en la segunda tanda. Es llamativo el casi exterminio
practicado en la familia del alcalde Vicente TORRES y su hermana Juana, que incluye a
la compañera de aquél, Francisca RAMOS, y dos hijos de ésta, Hermenegildo y
Francisco SÁNCHEZ TORRES. Se inicia con la aparatosa detención de Juana y sus hijos,
con escenas esperpénticas en la Plaza y la saca para el matadero. En este viaje también
fueron embarcados Luis DOMÍNGUEZ MANSO y Santiago DOMÍNGUEZ PASCUAl, padre
e hijo, que, sin embargo, se dan por muertos el día 9 de septiembre, fecha harto
improbable.
Así que, con las salvedades que el caso requiere, estas víctimas constituirían la
primera parte del necrologio de Peñaparda:
Juana TORRES GONZÁLEZ. Por numerosos testimonios concordantes de Peñaparda, se
conoce el destino de la familia de esta mujer, trágico hasta nutrir una extendida
leyenda (Iglesias 2008a y 2014b). Era hermana de Vicente TORRES, el alcalde
republicano, y, además de una hija (Nicolasa), era madre de Hermenegildo y
Francisco SÁNCHEZ TORRES, también asesinados, con los que, conforme se ha
apuntado, iba en el camión macabro, junto con dos miembros de la familia de los
“Morodes” (P 2006), Luis y Santiago DOMÍNGUEZ. Según el testimonio del cura
Eduardo Sánchez en 1937, estas cinco personas y otras dos sin nombrar eran los
“siete vecinos” del pueblo que sacaron “la primera noche” (C.728/37). En su
desgracia confluyen motivaciones pasionales y crapulosas, sin excluir las
ideológicas. Oriunda de Gata (Cáceres), como su marido (Ceferino Sánchez), Juana
TORRES poseía un establecimiento (donde hoy se ubica el bar de “El Rincón”), con
salón de baile incluido, que sería requisado para cuartel de los falangistas. Su
prosperidad relativa había provocado la envidia de algún vecino que también tenía
bar, a lo cual se añadió la circunstancia de que, al quedarse viuda, el secretario del
ayuntamiento, Emilio Rodríguez, le pedía unas relaciones sentimentales que ella se
negaba a mantener. Este individuo se vengó, utilizando el poder de su hijo Félix
como jefe local de la Falange.
Los verdugos de Juana habrían practicado actos de barbarie con ella en su propia
casa (V 2012), aunque esta ubicación casa mal con otras secuencias del relato.
Presenta analogías con las sevicias de las vírgenes y mártires de la leyenda dorada,
de que suele considerarse víctima a “la maestra de Acebo” y que, obviamente, no
hay que tomar al pie de la letra: violación, corte de orejas y de pechos, robo de
alhajas (EP 1973). Ya detenida, en la plaza, Juana le suplicó de rodillas al secretario
y cacique Emilio Rodríguez que, si la mataba a ella, perdonara la vida a sus hijos,
sin resultado (P 2007). En el camión que llevaba a los detenidos, “tia Juana”
consiguió desatar a su hijo Francisco SÁNCHEZ con los dientes, a la salida del
pueblo, a la altura del Puente. Este hijo, muy provisionalmente, se salvó. En
cambio, a Juana y a los demás compañeros de viaje los mataron entre los pueblos
cacereños de Santibáñez y Torre de Don Miguel (en posible alusión al término de
Villasbuenas de Gata), junto a la carretera, según unos testimonios (R 2008), o,
según otros, en Los Carvajales (El Payo). De acuerdo con esto, a Juana TORRES la
mataron el 31 de agosto amaneciente para el 1º de septiembre de 1936, como al
mencionado hijo Hermenegildo. La declaración de su hija Nicolasa (27/01/37)
confirma alguno de los detalles apuntados, pero la autoría de los hechos por parte
de Félix Martín, quizá no haya que entenderla en el sentido literal, sino en el de una
responsabilidad jerárquica:
[Que Juana Torres y dos de sus hijos fueron] vilmente asesinados por el Jefe local de
Peñaparda Félix Rodríguez. Añade Nicolasa que su madre: (...) intercedió cerca del
padre de Félix para que no hiciera daño a sus hermanos diciéndole que si en algo la
estimaba culpable se lo hiciera a ella, cosa que la madre de la declarante le pedía de
rodillas en la calle, y el citado Emilio [Rodríguez] por toda contestación le dio un
empujón violento diciéndole al mismo tiempo: ya es tarde, ahora tenemos nosotros la
sartén por el mango (C.728/37: f. 56).
Hermenegildo SÁNCHEZ TORRES, de 28 años, hijo de Ceferino y Juana, sin indicación
de profesión, “soltero”. Falleció en el “paraje de Carvajales” el día 31 de agosto de
1936, a consecuencia de “disparos de escopeta”, y fue enterrado en dicho sitio
(RCP, act. def. 12/08/1988). Es erróneo en el acta el dato de “soltero”, pues según
la copia del auto, estaba casado con Polonia Toribio Collado (act. matr.
31/08/1931):
(...) a las dos de la madrugada del día 31 de agosto de 1936 fue sacado por la
fuerza de su domicilio en Peñaparda y en un vehículo que esperaba en la plaza fue
trasladado al paraje de Carvajales y en la carretera de Cáceres fue muerto a tiros de
escopeta y enterrado en una fosa común abierta en la margen izquierda de la carretera
[en dirección norte], así como que todos extremos fueron públicos y notorios y fue visto
muerto en la margen izquierda de la carretera C-526 y posteriormente enterrado en
indicado paraje.
Según el testimonio del citado párroco Eduardo Sánchez es uno de los “siete
vecinos” que sacaron “la primera noche” (C. 728/37), con su madre Juana TORRES.
Su afiliación política no estaba muy marcada, según otros declarantes, aunque fue
socio de la Casa del Pueblo, a su vuelta de Francia, dos años antes del Movimiento
(ibídem). La informante Petra Lozano le atribuye el presentimiento de su muerte
inminente, al solicitarlos servicios del barbero (“tio Silveriu”): Meregildu mandó a
mi padri para afeitali y cortali el pelu: -“Es la última vez que me afeitas”. Lo
sacarun aquella nochi.
Francisco SÁNCHEZ TORRES, de 24 años, hijo de Ceferino y Juana. Estaba casado con
Catalina Acera Fuentes y a su muerte dejaba una hija (Julia). De una declaración de
su viuda se desprende que era “tratante de ganado”. Las circunstancias de su
asesinato constituyen el soporte de una leyenda muy conocida en la zona, de la que
se tienen testimonios desde hace tiempo (EP 1973), hasta rumores recientes y
confusos en Acebo (Ac 2008) y El Payo (EP 2011). Según alguna versión, después
de la matanza de su familia, se incorporaría a las filas franquistas, donde sería
ordenanza de un capitán en Valladolid, y al volver de permiso al pueblo le echaron
mano (EP 1973). Pero la información oral y la procesal de Peñaparda dejan claro
que fue detenido inicialmente al mismo tiempo que su madre y su hermano
Hermenegildo.
Estos últimos testimonios identifican a medias por sus motes o sobrenombres a
los falangistas que detuvieron a Francisco: “el del Bar”, “el Estanquero”, “el
Julianón”, “el Tuerto”, “uno de Villasbuenas” y algún otro (P 2007). Y confirman
su mala catadura moral, especificando que uno ellos se jactaba de que había matado
a 19 personas con cuchillo y decía que “pa cien muertus le faltaba unu” (P 2008).
Este tipo de fanfarronadas es detalle recurrente en la cuenta de la hybris asesina,
también atribuido a un victimario de Acebo, castigado por su propia soberbia: (…)
uno de estos asesinos alardeando en un baile de las personas que había matado se
apuntó con su pistola en la sien y dijo «he asesinado a 99 y conmigo 100». Creía
que el arma no se encontraba cargada, pero no fue así, muriendo al momento (Ac
2008).
La detención se produjo en casa del párroco, donde también se escondía su
hermana Nicolasa. Según unos, lo sacaron a pesar de que el sacerdote se puso
delante de Francisco para que no lo detuvieran (P 2006); según otros, mientras el
cura se reunía con los maestros de Peñaparda y de Villasrubias, lo llevaron con
engaño y estando él convencido de que, por su condición de soldado, no le pasaría
nada (P 2007). Como ya se indicó, su madre consiguió desatarle las ligaduras con
los dientes, cuando los sacaban en el camión a la salida del pueblo. Francisco se
escapó, y, desechando la posibilidad de huir a Portugal, para no ser considerado
desertor del Ejército, prefirió refugiarse en Fuenteguinaldo, donde un vecino lo
delató, siendo detenido de nuevo (P 2007), detalles estos concordantes con los
testimonios de la Causa 728/37. Entre tanto su esposa había ido a Ciudad Rodrigo
para poner los hechos en conocimiento de los militares, pero, cuando volvió con
ellos, ya los falangistas lo habían llevado por un atajo de la carretera, entre
Aldeanueva (Fuenteguinaldo) y El Collado (Bodón), para Extremadura. Una vez
allí, los falangistas, después de negociar con el jefe local de Acebo, lo mataron en
San Martín de Trevejo, dos o tres días después que a su madre y a su hermano (EP
1973, P 2007), probablemente el 3 de septiembre.
Félix Sánchez, niño entonces de 13 ó 14 años, que guardaba cabras, fue testigo
presencial, oculto entre unos castaños, desde La Erina, en la propiedad familiar del
sitio de La Rufinega, a menos de cien metros del lugar del crimen. Hacia media
tarde los victimarios llegaron de arriba (de El Payo, quizá después de volver de
Acebo) hasta “El Empalme” de Villamiel, a unos tres kilómetros de San Martín de
Trevejo, y siguieron en dirección de aquel pueblo. Se detuvieron pasado el puente
de Los Arravises, en el ángulo del camino de Acebo a San Martín y la carretera
(entonces camino vecinal) del mencionado Empalme a Villamiel, entre las
montañas de la Mala Sombra y El Moncarbo (quizá Moncalvo). Allí lo mataron
junto a una piedra gruesa, visible todavía a la izquierda de una cantera. Los
ejecutores se volvieron para bajar a San Martín, quizá a informar a Marcelino
León, jefe de local de Falange, de quien se dice que “mató a muchos”, entre ellos a
dos cuñados del informante. El cadáver lo dejaron tirado allí, hasta la mañana
siguiente, en que lo descubrió “tio Gaspal”, que se lamentó del hecho (Ay, filhu,
¿andi vamus a paral?), y “tio Juan Paino” lo llevó atravesado en una yegua, para
que lo enterraran en el pueblo (EP 2011).
Luis DOMÍNGUEZ MANSO (a) “MORODES”, de 65 años, hijo de José y María, sin
indicación de profesión (quizá labrador), estado civil (casado o viudo), padre de
Santiago DOMÍNGUEZ PASCUAL, también asesinado. Fue sacado con éste, “tia
Juana” y sus hijos en un camión, para un viaje del que no volvieron (P 2006), sin
duda asesinados todos la misma noche del día 31 de agosto, y no el día 9 de
septiembre, como indican las actas tardías de defunción de Luis y Santiago
(06/07/81), y seguramente en el mismo lugar, que pudo ser en Los Carvajales o
cerca de Villasbuenas de Gata. A su familia la conocían por el mote de “los
Morodes”, bastante divulgado en la zona a través de una copla de ciego en la que se
contaba un crimen pasional, cometido por un miembro de la familia, José
“Morodes”, en la persona de su novia, Isabel, que era pariente de algún falangista
que intervino en el destino de Luis y Santiago. Algunos informantes interpretan que
estas rivalidades familiares pudieron motivar sus muertes (P 2007). Sin embargo,
no puede excluirse la motivación política, a juzgar por la declaración de Daniel
Sevillano en 1937, quien, además de afirmar que Luis y Santiago DOMÍNGUEZ,
como José CHANCA, fueron muertos por “los mismos del pueblo” que detuvieron a
Francisco SÁNCHEZ y asesinaron a la madre de éste, Juana TORRES, con otros de su
familia (en referencia a Vicente TORRES y su compañera), pero no la misma noche,
dice de aquéllos que eran “izquierdistas” (C.728/37: f. 55vº).
Santiago DOMÍNGUEZ PASCUAL (a) “MORODES”, de 22 años, hijo de Luis y Dionisia,
sin indicación de profesión (labrador o jornalero), casado, sin indicación del
nombre de su esposa y eventual descendencia. Fue detenido en la misma saca que
su padre, Luis DOMÍNGUEZ, y debió de fallecer en las mismas circunstancias que
éste, a consecuencia de “disparos de arma de fuego, sucesos guerra civil”, sin
indicación del lugar donde fue enterrado (act. def. 06/07/1981, “en virtud del auto
dictado por el Ilsmo. Señor Juez de 1ª Instancia de este partido”).
La ejecución extrajudicial, en detención sangrienta, de Vicente TORRES y su
compañera Francisca RAMOS, reviste el mismo carácter bárbaro. Tuvo lugar el día 1º
de septiembre de 1936.
Vicente TORRES GONZÁLEZ, natural de Gata (Cáceres), de “unos 44 años a 46”, sin
indicación de ascendencia, aunque podría tratarse de Gil Torres y Nicolasa
González, que tuvieron un hijo el 14 de agosto de 1892, llamado Eusebio Torres
González (RCP, act. nac. 15/08/1892), sin indicación de profesión (labrador),
soltero. Falleció en Peñaparda el día 1º de septiembre de 1936, a consecuencia de
“herida de arma de fuego”, y fue enterrado en el cementerio de local (RCP, act. def.
01/09/1936). Era el alcalde republicano (AMP, act. ses. 15/03/1936). Según
testimonios, estuvo escondido, pero fue descubierto por medio de su compañera,
Francisca RAMOS, a quien los ejecutores siguieron cuando le llevaba de comer, en
el Baldío de Peñaparda, saliendo del escondite: engañáus, cerca de la caseta de tio
Goru Muleta, pegandu a la Sierra (P 2008). Del asesinato de ambos habría sido
testigo involuntario y oculto Agustín García, de 16 años entonces (P 2006). Los
cadáveres de ambos fueron llevados al pueblo en un carro (P 2007). La
documentación procesal detalla el estado y vestimenta de ambos cadáveres,
hallados en el “Rincón de la Sierra”, dejando caer sobre las víctimas la burda
sospecha de que se enfrentaron a las fuerzas armadas:
(...) se encontraba Vicente Torres ya cadáver y Francisca Ramos Rodríguez
también cadáver (...); el Vicente presentaba una herida producida al parecer por arma
de fuego en la parte izquierda de la cara y el cuello; y la Francisca otra también al
parecer producida por arma de fuego en la boca; se supone que las muertes han sido
causadas por las fuerzas al tener choque combativo (C.229/37: f. 1. Firman el juez de
paz Simón García y el secretario habilitado Bernardino Mateos).
De esta descripción se deduce que fueron muertos a bocajarro. Ya un declarante en
1937 afirmaba que estaban trabajando, y no equipados con armas: Vicente Torres y
su mujer fueron también fusilados en el término de Peñaparda, estando trabajando
en una finca suya” (C.728/37: f. 55vº).
Francisca RAMOS RODRÍGUEZ, de 46 años, sin indicación de ascendencia (quizá se
trate de una hija de Cipriano Ramos y María Rodríguez, padres de una niña inscrita
sin nombre el 26 de julio de 1881 en el Registro Civil de Peñaparda), de profesión
sus labores (“de profesión su sexo”, en el acta), casada con Eusebio Collado
Morales, de cuyo matrimonio no le quedaban hijos. Falleció en Peñaparda el día 1º
de septiembre de 1936, a consecuencia de “heridas de arma de fuego”, y fue
enterrada en el cementerio de Peñaparda (act. def. 01/09/1936). Por los testimonios,
se sabe que era la compañera sentimental del alcalde Vicente Torres. A Francisca la
llevaron engañada los victimarios, uno de los cuales (“Julianón”) estaba casado con
una prima de aquélla. La reacción inicial de Vicente, al creerse traicionado, fue
violenta: Ella iba llamandu: -Vicente, Vicente. El hombri salió: – ¿Vienis sola? –
Tirotearun (…)Y a ella la matarun también. Y los trajun a los dos en un carru, la
Casilda, hermana de Cisca” (P 2008). Debió de ser esta hermana de la mujer,
Casilda Ramos Rodríguez, quien reconoció los cadáveres de la pareja en el “Rincón
de la Sierra”, a unos 7 km. del pueblo.
El tratamiento de estos “siete vecinos” de Peñaparda sacados “la primera noche”
es muy representativo del modus operandi de los victimarios del sudoeste de
Salamanca, con el doble objetivo de eliminar adversarios y asegurarse la impunidad: la
elección de familias para el castigo (dos en este caso) y el intercambio de servicios
macabros con los ejecutores de la Transierra cacereña.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La tercera tanda de
asesinados de Robleda (06/09/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

En los primeros días de septiembre se consumó el sacrificio de las víctimas


elegidas de Robleda. Algunas quizá serían detenidas entonces, pero fueron
eliminadas más tarde, en fecha y lugar incierto en algunos casos (Iglesias 2008a).
Fue una “limpieza final” por la vía extrajudicial que, a juzgar por los testimonios de
los represores en la documentación procesal y por la información oral de los
familiares de los muertos, dejó satisfechos a los victimarios locales.
1º de septiembre. Amable GONZÁLEZ ANDRÉS, natural de Reguero (León), de
39 años, maestro nacional, casado con Isabel Villoria Esteban en Robleda, donde
pasaba las vacaciones (Zato 1997). Uno de sus cuñados había sido alcalde hasta
febrero de 1936 y había tomado la investidura falangista. A pesar de las
advertencias, este maestro republicano, de quien por entonces la Inspección había
mandado una excelente apreciación, quiso estar en la apertura de curso de su
destino en Écija (Sevilla). Allí lo asesinaron, junto al cementerio. La causa de su
muerte sería ocultada a las dos hijas que dejaba, hasta que fueron adultas (R 2002).
Al año siguiente nació un hijo póstumo que falleció.

2 de septiembre. Dos robledanos dejaron su vida en una detención sangrienta en su


localidad y en una ejecución extrajudicial en Zamarra:

Julián OVEJERO GARCÍA, de 20 años, hijo de Serafín y Claudia, jornalero y cabrero. Su


identidad nominal fue ocultada por los responsables de su asesinato, que lo
inscribieron en el registro civil como DESCONOCIDO, “que vestía blusa de tela color
azul, camisa blanca bastante sucia, pantalón de pana, abarcas de goma y botas de
caña, de cuerpo y de una estatura regular”. “Falleció en el campo, el día se ignora”,
“a consecuencia de disparo de arma de fuego en la cabeza”; fue enterrado en el
cementerio de Robleda (RCR, act. def. 02/09/1936, por “acuerdo de este juzgado”).
El acta fue redactada sin duda por Julio del Corral (juez municipal y jefe de
Falange), y no por el secretario habilitado (Joaquín García Mateos), a las 15 horas,
poco después de la muerte en detención sangrienta. Firmaron como testigos
Agapito del Corral y Eugenio Pedraza Lozano, ambos implicados en la represión
sangrienta. Todos ellos mintieron descaradamente. La persecución, la ejecución y la
conducción del cadáver de Julián OVEJERO fueron notorias en el pueblo. Consiguió
escapar en la caza del 13 de agosto, cuando falangistas de Ciudad Rodrigo (“los
Cencerrerus”, acusados de estar en todos los fregados macabros), de La Encina,
quizá de Villasrubias y sin duda de Robleda fueron a detenerlo a tiros en las eras
(“cuando estaba canteando la parva”) y ocho de ellos lo persiguieron a caballo.
Después trató de esconderse con varios familiares en la Sierra de Villasrubias y
finalmente se quedó emboscado con su hermano Juan en los parajes de Valdelpino
y El Colodrero. En este último, junto al camino de “Las Pocilgas”, próximo al
regato de la Rojolardino, cuando huía con su hermano el día 2 de septiembre, fue
alcanzado por un disparo del carabinero Moreiro, que acompañaba a una numerosa
patrulla formada por decenas de fascistas y simpatizantes. Los victimarios
abandonaron su cadáver en el mismo lugar del asesinato, donde permaneció hasta
que su padre, Serafín Ovejero, fue a recogerlo y llevarlo al cementerio terciado en
un burro entre dos sacos de paja. Su nombre fue inscrito en una placa del
cementerio en una ceremonia de homenaje el pasado 6 de agosto (infra).
Sebastián MATEOS MATEOS, de 34 años, hijo de Francisco y Josefa, labrador, cartero,
asesor de la Sociedad Obrera, casado con Juliana González Gutiérrez. Dejaba tres
hijos huérfanos, a los que se añadió una hija póstuma. Era hermano de Tiburcio y
Esteban MATEOS MATEOS, asesinados en Boadilla (necrologio de la 1ª tanda, 13 de
agosto). Falleció en el término municipal de Zamarra, seguramente en la noche del
2 al 3 de septiembre, a consecuencia de “herida de arma de fuego”. Su acta de
defunción (16/11/40) no señalaba el lugar donde fue asesinado y enterrado. En
1938 se daba por “desaparecido” (C.2133/38). Compartió prisión en Ciudad
Rodrigo con Juan OVEJERO, quien, antes de su propio asesinato, entregó a la viuda
el reloj y otros efectos personales de Sebastián (R 1976). Su cadáver era sin duda el
que apareció en el enlace de la carretera de Ciudad Rodrigo a las dos Serradillas,
junto al de Ángel GONZÁLEZ GORJÓN (croniquilla del día 5 de agosto), registrado
como DESCONOCIDO y enterrado en el cementerio municipal (04/09/36, Sum./36).
4 de septiembre: Juan OVEJERO GARCÍA, de 22 años, hijo de Serafín y Claudia, cabrero
y jornalero, soltero, hermano de Ángel y Julián OVEJERO y cuñado de José MATEOS
(croniquilla del día 24 de agosto y supra). Se libró del servicio militar por no dar la
talla. Según testimonios familiares, cuando abatieron a su hermano Julián en el
campo, se sentó a la vera del cadáver para entregarse a la patrulla de los milicianos
fascistas y a las autoridades facciosas locales, que lo mandaron a Ciudad Rodrigo.
Allí lo interrogarían en el cuartel de Falange o en alguna otra dependencia
carcelaria, le dieron de cenar y, declarado inocente y libre, le permitieron volver al
pueblo, después de compartir el efímero cautiverio con Sebastián MATEOS (supra),
a quien esa noche del día 2 de septiembre llevaron a fusilar en Zamarra. Por tanto,
pasaría en la cárcel de Ciudad Rodrigo parte de la noche del 2 al 3 de septiembre,
en que volvería a Robleda probablemente a pie. Al día siguiente fue a ayudar a sus
sobrinos Pablo Samaniego y Anastasio Mateos en el cuidado de las cabras de su
padre y de su cuñado José MATEOS, ya asesinado, mientras su hermana Mª Antonia
se ocupaba del lavado de los aparejos del burro, manchados con la sangre de su
hermano Julián, cazado el día anterior (R 1973, R 1976). Mientras Juan y sus
sobrinos ordeñaban las cabras en la majada, llegaron dos parejas de falangistas
locales que detuvieron a tiros al primero y, a consecuencia del susto, dejaron
momentáneamente sin sentido a Mª Antonia. Juan fue llevado al pueblo, pasando
casualmente por delante de su madre, Claudia García, a quien los captores
amenazaron de muerte si no dejaba sus lamentos. En la plaza de Robleda fue
vejado, atado al “pino de la capea”, con una maza de carne a la espalda (porque,
siendo los milicianos fascistas los carniceros y tragones de verdad, acusaban a los
fugitivos de robar ganado para comer), y fue sometido al tormento de la sed. El
concejal Eugenio Pedraza se empleó en tirarle la bebida que un amigo le había
ofrecido y le administró dos bofetadas. Por la noche compartió detención en el
pueblo con Rosindo Calvo y el yerno de éste, Ángel Varas, detenidos por prestar
ayuda a Fermín MATEOS (infra), que salieron de la cárcel por mediación del
párroco. Serafín Ovejero fue a casa del primero para tener noticias de Juanitu y
aquél le dijo: -“Allí queó, en la carci”. Cuando Serafín fue de mañana a ver su hijo
ya lo habían sacado (R 2011).
Según la tradición familiar, su identidad corresponde al “DESCONOCIDO”, “como
de unos treinta a treinta y dos años, estatura bajo, que vestía pantalón de pana
negra, camisa blanca y alpargatas blancas con piso de goma”, fallecido en el
término de Peñaparda el día 4 de septiembre de 1936, a consecuencia de “herida de
arma de fuego” y enterrado en el cementerio de la localidad (act. def. 04/09/36). En
las diligencias practicadas aquel mismo día 4, se indica con precisión el lugar de
asesinato: “en el sitio del Gatuñal, en la carretera del Puente de Guadancil a Ciudad
Rodrigo en el Km. 79, término de este pueblo, se hallaban dos cadáveres en la
cuneta del lado izquierdo”. El informe del médico Esteban Martín Herrero precisa:
“uno [que sería el de esta víctima] presentaba una herida producida por arma de
fuego en el parietal izquierdo con propulsión de masa encefálica, mortal de
necesidad”. En la estadística criminal de guerra franquista esta ejecución
extrajudicial, realizada por milicianos fascistas de Robleda y/o de Peñaparda, al
servicio de los rebeldes militares, se clasifica como “delito de asesinato”
(C.230/37).
5 de septiembre. Segundo MATEOS BAZ (a) “EL PULGU”, de 29 años, hijo de José y de
Isabel, jornalero, casado con Rosa Lucas Martín, de cuyo matrimonio dejaba dos
hijas, pobres de solemnidad tras su muerte. De su detención se tiene noticia por el
testimonio de un niño de siete años entonces (R 2007). Éste era vecino de Segundo
en “el barrio del Portugalillo”, y lo acompañó en burro a coger baleo en la dehesa
de Fuenteguinaldo. Los falangistas de este pueblo pasaron por allí y los llevaron
detenidos al ayuntamiento del mismo pueblo, atando el animal a una columna. A
Segundo lo presionaron para que revelara el escondite de Fermín MATEOS, alcalde
huido de Robleda (infra), a quien servía de criado. Al fin soltaron a los dos
detenidos, que volvieron a Robleda. Según el informante, era la víspera de
Santiago, día festivo en que los mozos, como era costumbre, jugaban el partido de
pelota contra la pared de la iglesia en “La Panera” en el espacio delimitado por la
pared seca de un huerto. Entonces, los falangistas se acercaron por ambos lados y,
al acabar el partido, se llevaron a Segundo para un destino desconocido y del que
no volvió. De ser esto totalmente cierto, Segundo MATEOS habría sido el primer
detenido de Robleda, pero esto es poco probable. El relevo forzado del alcalde y los
concejales se produjo precisamente el día de Santiago (AMR, act. ses. 25/07/1936)
y Fermín MATEOS huyó tras la redada del día 13 de agosto. Probablemente el
informante confunde el día de Santiago con el domingo 23 de agosto. La relación
de entradas y salidas de la cárcel de Ciudad Rodrigo señala el ingreso de Segundo
MATEOS, como “detenido [militar]”, el 24 de agosto de 1936 y su salida el 5 de
septiembre (Desaparecidos 1936), que sería la fecha en que fue eliminado
clandestinamente. Según datos de la ASMJ, está enterrado y, por deducción, hay
que suponer que también fue asesinado en el término de Sancti Spíritus (act. def. de
fecha 05/09/36).
6 de septiembre. Según el registro civil de Robleda, un DESCONOCIDO, “como de unos
50 años de edad”, falleció el en “el campo”, el día “se ignora”, a consecuencia de
“disparos de arma de fuego”, “el sitio en que fue hallado el cadáver se denomina
Regato de los Alisos”, y fue enterrado en el cementerio de Robleda (RCR, act. def.
06/09/1936, por “acuerdo de este juzgado”). La identidad de este “desconocido” se
revela en el acta de defunción, fuera de plazo (29/03/1948), de Fermín MATEOS
CARBALLO, hijo de Francisco y María, labrador y dueño de una fábrica de
electricidad, alcalde, casado con Vicenta Hernández Mateos, de cuyo matrimonio
quedaban cuatro hijas; era hermano de Juan y José MATEOS CARBALLO. En una
declaración de Laureano Enrique (21/06/38) se da por “desaparecido”, después del
pago de una multa (C.2133/38). Al día siguiente de la caza de hombres el día 13 de
agosto, Fermín desapareció de su domicilio y anduvo escondido en los aledaños de
su propio molino, en el puente del Granaeru, después en los límites de la provincia
de Cáceres. Su hija Rafaela le dejaba la comida escondida en lugares convenidos.
En la emboscadura de este alcalde implicarían a Gorgonia Mateos, casada en Gata
(R 2005), sin que esto sea seguro. Después le llevaba la comida un vecino, Ángel
Varas, antiguo empleado del ayuntamiento, quien, al ser descubierto, tendría que
revelar vagamente el escondite, cerca de la sierra de Villasrubias. En la caza de
Fermín, algunos de los perseguidores lo vieron, y pasaron de largo, pero no así un
antiguo guarda municipal: “–¡Aquí está el coneju!”. Presintiendo su destino, el
Alcalde habría solicitado ver a sus hijas antes de morir, pero uno de los victimarios
zanjó la cuestión golpeando en la cabeza a la víctima con la culata del fusil y otro
lo remató de un disparo. Sobre la autoría de los hechos hay versiones divergentes.
Su cadáver lo llevaron al pueblo terciado en un burro y, antes de depositarlo en el
cementerio, lo expusieron en el Atrio de la iglesia, donde cuentan que los asesinos
se lavaron las manos en la pila del agua bendita, mientras el cura “don José María,
que lo había andado buscando también” (R 2007), interrumpía el acto de culto que
estuviera celebrando. Después, para celebrar la captura y muerte del ex Alcalde, los
falangistas “encargaron 10 gallos a los del Parador” y se los llevaron para el cuartel
de la Falange, donde se ofrecieron la comilona ritual (R 2004). Los enemigos de
Fermín demonizaron su memoria, así como la de las otras víctimas, con la intención
de justificar su propia barbarie (Iglesias 2008a). El nombre de este alcalde encabeza
la nómina del monumento a los republicanos asesinados en Robleda (2008) y este
año (06/08/2016) se colocó una placa en el cementerio, costeada por los familiares
y demócratas solidarios, con su nombre y el de Julián OVEJERO, cuyos restos yacen
allí con los de “otros republicanos asesinados en 1936”, compartiendo el espacio
con los de familiares de sus propios victimarios.

Con esta muerte los fascistas locales consideraban “pacificado” el pueblo de


Robleda, aunque todavía después serían asesinados otros dos vecinos, probablemente
detenidos a últimos de agosto y encarcelados en alguna prisión cacereña: José PRIETO
y Eduardo GUTIÉRREZ. Testimonios recientes de Robleda y de Villasbuenas de Gata
han permitido el hallazgo, la exhumación e identificación de los restos mortales de
ambos, que yacían en una de las fosas sitas en el paraje de “Los Romeros”, a la
derecha de la carretera de La Fatela a Villasbuenas de Gata, cerca de esta localidad
cacereña. Otros testimonios recogidos en el informe de C. Ibarra (2012: 138-40) llevan
a proponer la fecha del 28-29 de septiembre de 1936 para el asesinato de José y
Eduardo.
José PRIETO MARTÍN (a) “EL CAMIONETO”, de 30 años, hijo de Juan y Juana,
transportista, casado con Esperanza Gallego Gil, de cuyo matrimonio quedaban tres
hijos, a los que se añadió otro póstumo. Según el acta de defunción, fuera de fecha
(01/01/40), falleció en el término municipal de Villasbuenas de Gata (Cáceres) el 6
de octubre de 1936”, a consecuencia de “herida de arma de fuego”, sin indicación
del lugar donde fue enterrado. Sus familiares supieron de su asesinato en
Villasbuenas, porque alguien les entregó algunos objetos personales. Según
testimonios diversos, sus verdugos habrían practicado contra él actos de barbarie (R
2005). Julio del Corral, jefe local de Falange reconocería en junio de 1937 que la
orden de eliminar a José PRIETO, como a José BENITO (MATEOS) y a Juan MATEOS,
la había dado él mismo (C.728/37). Los fascistas y derechistas locales lo acusaron
de “comunista” y de haber participado en la resistencia inicial contra los
sublevados.
Eduardo GUTIÉRREZ RONCERO (a) “DE TIO PEDROTI” (R 1973) o “DE LA MAESTRINA”
(Alonso 2002), de 29, años, hijo de Pedro y de Marcela, jornalero, presidente de la
Sociedad Obrera. Estaba casado con la maestra de párvulos, llamada Salustiana,
pero no tenían hijos. Por la causa seguida contra Isabel Montero se sabe que estuvo
implicado en un tumulto que se produjo en Robleda el 5 de abril de 1936 (domingo
de Ramos), en el cual “resultó herido (...) Froilán Mateos y desarmado el guardia
civil Benito” (C.857/37). Esto último se produjo precisamente porque llevaban
detenido a Eduardo, y esta circunstancia sin duda pesaría en su destino.
El total provisional de personas asesinadas de o en Robleda ronda la treintena,
entre naturales y domiciliadas en el lugar (Iglesias 2008a). Eran varones:
- muertos en el término del pueblo o fuera de él: 21
- forasteros asesinados en el término: 7 u 8.
A estas víctimas mortales elegidas hay que añadir las “indirectas”: 12. Las otras
formas de represión también se aplicaron sistemáticamente desde el comienzo de la
sublevación hasta después de la guerra y afectaron, a veces por partida doble, a varios
vecinos. Las vejaciones, injurias y malos tratos de las familias elegidas fueron
habituales, aunque, como en otras partes, no se han registrado en los anales. En
cambio, hasta ahora se han identificado:
- detenidos y presos, procesados: 6
- depurados o cesados: 5 (algunos de ellos asesinados o/y multados)
- multados por los jefezuelos fascistas y las autoridades militaristas: 34 (algunos de
ellos asesinados o/y depurados).
El total de conocidos afectados por la represión franquista en Robleda se eleva a
unas 70 personas. Por no alargar, se deja para la croniquilla de mañana el inventario
provisional de las víctimas “indirectas” en esta localidad.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. Las víctimas “indirectas” de
la represión en Robleda (1936-1948) (07/09/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Los historiadores y sobre todo los responsables de los estragos causados por los
conflictos bélicos, que en principio no son deseados pero tampoco evitados, han
acuñado y abusado de una expresión eufemística: daños colaterales. Este tímido
reconocimiento, que es también una cómoda manera de no considerar la guerra en sí
como la causa de una cadena interminable de males, sino como un mal regido por un
misterioso hado, alcanza a los daños inmediatos (muertes y destrozos materiales), que
no van seguidos de una reparación por parte de quienes los producen. De todo lo
demás se hace caso omiso: la orfandad, la viudedad, la pérdida de los hijos, la
enfermedad, el desamparo, el desarraigo obligado no suelen entrar en estadística
alguna. Es un hecho general que en la actualidad ofrece un ejemplo palpable con las
ruinas y estragos de los conflictos de Oriente Medio. Nadie asume la responsabilidad,
pero es evidente que incumbe en primer lugar a los señores de la guerra y a quienes la
fomentan. De igual modo en el caso de la represión franquista la responsabilidad de
las pérdidas de vidas y otras calamidades humanas recae sobre todo en quienes
proclamaron e iniciaron la guerra civil, los generales sublevados, Franco y sus
secuaces.
Así lo entiende Preston (2011: 17) cuando habla del holocausto español:
200.000 hombres y mujeres asesinados lejos del frente, 300.000 muertos en los frentes
de batalla, un número desconocido de hombres, mujeres y niños víctimas de
bombardeos y éxodos, unos 20.000 ejecutados republicanos después de 1939 y otros
muchos más que murieron de hambre y enfermedades en cárceles, campos de
concentración y batallones de trabajo, medio millón de exiliados, entre los cuales
varios miles sucumbieron en los campos de internamiento franceses y en los campos
de exterminio nazis. Pero hay otras muchas víctimas ignoradas (por no ser reconocidas
como tales) o desconocidas (por falta de datos y de interés por conocerlos).
Los daños “indirectos” de la represión en Robleda, donde ha sido posible una
verificación cercana, sirven de referencia. Los asesinatos de vecinos de Robleda
dejaron 40 huérfanos, entre ellos 5 hijos póstumos, 14 viudas (dos eliminados eran
viudos) y varias personas enfermas. En un contexto de desamparo algunas de ellas
fallecieron entre 1936 y 1948, como sucedió con otras igualmente afectadas por la
represión en este territorio (Iglesias 2008a).
16 de diciembre de 1936. Amable Cecilio GONZÁLEZ VILLORIA, de ocho días, hijo
póstumo de Amable GONZÁLEZ, de enfermedad (RCR).
22 de julio de 1937. Ángela MATEOS OVEJERO, de 4 meses, hija póstuma de José
MATEOS GARCÍA. Murió de enfermedad y malnutrición, después de ser devuelta por
la familia encargada de su lactancia (la esposa de un hermano de Aristóteles
González, que tenía tres hijos), en la Casa Cuna de Ciudad Rodrigo.
Fecha sin comprobar de 1937. Un HIJO de José MATEOS CARBALLO, “de enfermedad
de los bronquios”, en Valladolid, durante la guerra, sin otros datos (R 2011).
Fecha sin comprobar de 1937. Juan Arturo GARCÍA SÁNCHEZ, labrador, de trastornos
psicológicos, en el manicomio de Salamanca. Al parecer, esta persona se vio
afectada por las ejecuciones extrajudiciales de que eran responsables sus propios
familiares, hasta el punto de pensar que él mismo podía ser una víctima elegida (R
2014).
2 de febrero de 1938. Rafaela MATEOS HERNÁNDEZ, de 18 años, hija de Fermín
MATEOS, soltera. La tradición familiar (R 2016) recuerda que era una de las
personas encargadas de dejar escondida la comida y la ropa a su padre fugitivo.
Después se sintió responsable de su hallazgo por los asesinos, un trauma psíquico
que le impediría luchar contra la septicemia de la que oficialmente murió.
21 de junio de 1938. Rafael SAMANIEGO TORIBIO, de 50 años, casado, tejedor, cuñado
de Ángel, Juan y Julián OVEJERO y José MATEOS GARCÍA. Murió de edema
pulmonar (RCR), pero de hecho, habiendo sufrido detención carcelaria en 1936
durante la persecución de sus cuñados, fue incapaz de superar el mismo trauma
psíquico que su esposa, a cuyo fallecimiento se adelantó en una docena de días.
3 de julio de 1938. Juliana OVEJERO GARCÍA, de 43 años, casada, hermana de Ángel,
Juan y Julián OVEJERO y cuñada de José MATEOS GARCÍA. Murió de
bronconeumonía (RCR). Según su hermana Mª Antonia, fue incapaz de superar el
miedo y el trauma psíquico provocado por la tragedia familiar.
25 de marzo de 1939. Pablo SAMANIEGO OVEJERO, de 13 años, sobrino de los cuatro
mencionados ejecutados extrajudiciales. Falleció a consecuencia del mismo trauma
psíquico que sus padres, aunque la causa oficial fuera una nefritis (RCR).
27 de abril de 1939. Pablo MARCOS MATEOS, de 24 años, hijo de Felipe y María,
labrador, soltero. Anduvo huido en el verano de 1936, cerca del Plantío, quizá a
causa de una escopeta que le hallaron escondida entre la paja. Después tuvo que
incorporarse al ejército franquista y, al volver de permiso cuando ya se habían
producido los asesinatos, tuvo discusiones con los falangistas, tachándolos de
cobardes porque mataban a mansalva en la retaguardia. Al término de la guerra no
volvió al pueblo, probablemente por temor, enfermedad y desamparo. Oficialmente
murió de “miocarditis postgripal” en Palencia (Registro Civil).
27 de marzo de 1940. Cirilo GUTIÉRREZ MATEOS, de 31 años, hijo de Eulo[gio] y
Joaquina, jornalero, casado con María González García, padre de tres hijos.
Falleció por disparos de Carabineros cuando practicaba un contrabando de
subsistencia, en Casillas de Flores (RCCdF, 01/06/40).
24 de marzo de 1943. Juliana MATEOS PRIETO, de 35 años, casada. Murió de
tuberculosis (RCR), pero en la enfermedad incidieron las secuelas de la bárbara
agresión de que fue objeto en su propia casa y estando su marido presente (siendo
buscado) en 1936, por parte del jefe lo local, que, además, era primo suyo. Así lo
señalan testimonios concordantes registrados desde 1973 (por personas adultas en
1936) hasta hoy (por personas menores entonces), aunque, obviamente, solamente
los presuntos victimarios y las víctimas asistieron a los hechos.
14 de agosto de 1945. Agapito CABEZAS CALVO, jornalero, represor, por disparos de la
Guardia Civil en el carbonar de “La Huerta de Morán”, Descargamaría
(Dil.DM/45; Iglesias 2008a). Fue víctima de un mal entendido cuando dos
guardias civiles del puesto y dos guardas municipales practicaban el “servicio de
correrías” en el paraje de “Pasadera de las Cascajeras”, en el límite de la provincia
de Salamanca, tenido por muy sospechoso, cuando observaron la presencia de
ocho hombres (carboneros) que tomarían por maquis. En la tradición local se
interpretó el hecho en clave de castigo divino, por la delación en 1936 contra el
alcalde Fermín MATEOS en un paraje cercano.
En lo tocante a la represión directa, estaba tan bien rodada entre agosto y
septiembre de1936, que las efemérides del ochenta aniversario se acumulan por estas
fechas. Por ello los necrologios de El Payo y de Fuentes de Oñoro, que no son de los
más extensos y debían publicarse el día de hoy (7 de septiembre), se publicarán los
próximos días 9 y 10. También se desplazan las croniquillas de Puerto Seguro y La
Alberguería de Argañán (próximos días 12 y 13).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. Las víctimas de la 2ª
tanda de Peñaparda (08/09/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

(Croniquilla dedicada a todos los lectores de buena fe y, sobre todo, a mis


informantes de Peñaparda, donde la familia emparentada con “tia Juana de las
Ligas”, viuda de Félix Hueso Pascual, me ha acogido como amigo desde 1972).

Como se apuntó en la croniquilla del día 1º de septiembre, los victimarios locales


de Peñaparda, ayudados por dos de Villasrubias y algunos otros de pueblos cercanos
de Salamanca y Cáceres, confirmaron su lado menos humano entre los días 8 y 12 de
septiembre con la muerte de tres vecinos (otros se libraron casi de milagro), aunque de
la fecha exacta de la ejecución de José CHANCA no hay constancia cierta. El jefe local
de Falange, Félix Rodríguez Martín, a su vez alentado por su padre, el secretario
municipal Emilio Rodríguez, y poseído de una desenfrenada codicia, incitaba a sus
compinches a estas actuaciones macabras y crapulosas, que acarrearían su propia
desgracia y la de otros administradores de la muerte, desenmascarados (pero no todos)
en la Causa 728/37, cuyo complicado análisis se inició tiempo atrás (Iglesias 2008a y
2008c). Los peor parados serían el propio Félix, su padre Emilio y Julián Collado,
cuñado del primero y yerno del segundo, que fueron condenados a muerte, aunque
Emilio, quizá en razón de su edad, sería conmutado.
La modalidad utilizada por los verdugos en los tres casos señalados fue la saca
domiciliaria individual, de evidente motivación interesada y rencorosa dentro de la
propia familia para Felipe BENITO y menos clara para José CHANCA y Félix HUESO,
pero, como ya se ha dicho, salta a la vista también la motivación ideológica. En el
intenso y complicado necrologio de Peñaparda hay que incluir a los dos ejecutados por
sentencia de consejo de guerra, Félix RODRÍGUEZ y Julián COLLADO, en el primero de
los cuales se comprueba el dicho de que “Así paga el diablo a quien bien le sirve”,
mientras que en el caso de Julián parece claro que fue eliminado por su sindicalismo
socialista, pretexto que permitió a los manipuladores de la jurisdicción militar
deshacerse de varios de aquellos indeseables “lacayuelos de la muerte”, atribuyéndoles
un falso pasado izquierdista.
9 de septiembre de 1936. Felipe BENITO HERNÁNDEZ (a) “EL CUBANO” o “MENA”, de
44 años, labrador, concejal, casado en segundas nupcias con Catalina Rodríguez
Martín (hermana del jefe local de Falange y jefa ella misma de la Sección
Femenina), de cuyo matrimonio así como del primero no quedaban hijos. Falleció
en un “punto ignorado” en la fecha indicada, a consecuencia de “la anormalidad
reinante”, sin indicación del lugar donde fue enterrado (RCP, act. def. 04/08/39).
Según testimonios, Felipe había estado en Cuba, donde habría hecho considerables
ahorros (P 2007). Estaba separado de su segunda mujer, a cuya familia pertenecían
algunos de sus propios asesinos, quienes lo fueron a buscar a su casa y lo obligaron
a que firmara documentos de venta de vacas y tierras. “Tia Mena”, su madre,
presenció todo, y fue amenazada también. De acuerdo con la información oral, fue
asesinado en el Puerto de Perales, siendo objeto de actos de barbarie: “(…) le
descargaron del camión vivo o muerto, no se sabe. Lo enterraron y para terminar
dijeron: “Nunca quisiste levantar el brazo derecho”, y se lo dejaron fuera” (P
2006).
Globalmente, todo ello se confirma en la documentación procesal de un juicio
sumarísimo en cuya sentencia se indica quiénes fueron los ejecutores de Felipe
BENITO. Félix Rodríguez declaró que su cuñado Felipe en las elecciones de febrero
de 1936 “trabajaba en la candidatura de izquierdas” (C.728/37). Y Filomena
Hernández reveló que Félix había impuesto a su hijo Felipe (a quien a principios de
1937 se consideraba “desaparecido”) ocho mil reales de multa “por sus ideas
izquierdistas”, bajo amenaza de muerte, y le quitó recibos de deudas de varios
vecinos por valor de noventa mil reales, hechos sucedidos el 5 de septiembre de
1936.
9 de septiembre de 1936. Félix HUESO PASCUAL, de 38 años, hijo de Julián y Lorenza,
labrador, casado con Juana Gata Collado (“tia Juana de las Ligas”), de cuyo
matrimonio quedaban cuatro hijos. Falleció en el término municipal de Robleda en
la fecha indicada, a consecuencia de “heridas producidas por arma de fuego”, sin
indicación del lugar donde fue enterrado (RCP, act. def. 18/04/1940, a instancia de
“la cónyuge Juana Gata”). Probablemente su identidad corresponde al
“desconocido” registrado en Robleda (RCR, act. def. 12/09/1936). Según
testimonios, primero estuvo escondido en Los Bonales, hacia El Payo, donde
alguien lo vio, sin denunciarlo, pero más tarde otro vecino lo delató: “Se
agazapaba en un campo de escobas, cuando uno de los que le andaban buscando,
G. “Palero”, lo descubre, pero disimula y le dice: “Estate quieto, no te muevas”.
Pocos días después otros lo descubren y lo matan” (P 2006). Se atribuyó su muerte
al “Espantao” (P 2005a). En su leyenda se resalta la mezquina motivación
crapulosa: “lo mataron por veinticinco pesetas” (P 2007). De hecho el responsable
de su muerte, Félix Rodríguez, reconoció que, “a raíz del Movimiento Glorioso”,
multó a Félix Hueso con 25 pesetas, que él cobró y “se gastó en un viaje que tuvo
que hacer a Salamanca, con motivo de un desfile” (C.728/37, Iglesias 2008a).
Fecha desconocida de agosto o septiembre de 1936. José CHANCA SÁNCHEZ (a)
“JINCAPIÉ”, de 44 años, hijo de Domingo y Sofía, sin indicación de profesión
(jornalero), casado, sin identificación nominal de la esposa, padre de un niño al
menos. Falleció en detención sangrienta en el mismo pueblo, sin indicación de
fecha. Se mencionado en la C.2133/37 (Iglesias 2008a). Los testimonios coinciden
en el ensañamiento de que fue objeto. Sus verdugos lo sacaron de su casa, lo
llevaron al cementerio y lo mandaron cavar su tumba (un detalle ya señalado por un
declarante en la C.728/37), diciéndole que la hiciera grande “para estar cómodo”.
Le cortaron la cabeza y practicaron otros actos de barbarie. Después fueron a la
taberna de Domingo Ramos, para celebrar la fechoría, contando que “la cabeza
daba saltos” (P 2006).
10 de marzo de 1938. Julián COLLADO RODRÍGUEZ, de de 36 años, hijo de Martín y
Francisca, jornalero, socio del Sindicato de Trabajadores de la Tierra y Oficios
Varios (STT), casado, sin mención del nombre de su esposa, padre de tres hijas.
Fue ejecutado por sentencia de un consejo de guerra el día indicado (C.728/37). A
esto se añadió una multa de 150 pts., por responsabilidad civil, pena de la que sería
indultado en 1960, 22 años después de muerto. Algunos familiares suyos también
fueron represaliados durante la guerra y más tarde.
Como se explicó ya hace algún tiempo (Iglesias 2008a), Julián COLLADO fue
víctima del contexto local y familiar, por un lado, y de la manipulación jurídico-
militar de los represores, que vieron en su pasado sindical una excelente
oportunidad para quitarse de encima a una decena de victimarios peñapardinos
(eran bastante más numerosos), a quienes procesaron más por ladrones que por
matones. Las tendenciosas actuaciones fueron rentables sobre todo en términos de
propaganda, pues consiguieron crearse una inmerecida imagen de justicieros a base
de manipular la opinión de los ingenuos lugareños. Y por ello se concluía que, al
menos en beneficio de la duda, Julián debía ser incluido entre las víctimas del terror
militar.
En dicha C.728/37, además de varios condenados a prisión, se mencionan tres
condenados a muerte: Emilio Rodríguez Mateos, Félix Rodríguez Martín y Julián
Collado Rodríguez. Ahora bien, la condena de éste último a la pena capital no
parece muy justificada, pues no se aportan datos sobre su implicación real en
operaciones crapulosas o como responsable o ejecutor de asesinatos (que en otros
casos tampoco se condenaban, como se comprueba en los procedimientos contra el
alférez Ernesto Bravo y Agustín Calzada, jefes respectivos de Milicias y de Falange
en Ciudad Rodrigo, juzgados en la C.2133/37). Sólo se insiste en su
responsabilidad moral, como inductor o cómplice al lado de su cuñado Félix, pero
incluso esta faceta, en el momento de los hechos no resulta del todo verosímil. Las
declaraciones no lo señalan explícitamente, y solamente la de un fascista local en
1937 lo describe como “cabecilla” de izquierdas y elemento de un “triunvirato de
caciques” oportunistas, con su suegro y su cuñado, pero añade que estaba
“aparentemente” enemistado con ellos desde las últimas elecciones en febrero de
1936, porque defendía la candidatura de izquierdas, mientras que los otros dos
apoyaban la del “Centro” (derechas). Esto no impediría a Félix y Emilio protegerle
después, como insinúa otro encartado, Mariano Sánchez García, porque Julián
había hecho las paces con ellos:
“(…) manifiesta que conoce a Julián Collado cuñado también del Jefe local,
quien llevaba con él y con su padre después del movimiento una gran relación y
el que, anteriormente a haber estallado el Movimiento, era de los más
destacados elementos de izquierdas en el pueblo, sin que pueda expresar el
declarante por qué ni ha sido denunciado ni detenido ni eliminado, creyendo
que únicamente puede explicarse esto teniendo en cuenta que su cuñado y
suegro respectivamente hacían cuanto les daba la gana sin que hayan tenido
con éste la misma dureza que con otros individuos del pueblo” (C.728/37: f. 75).
Así pues, a raíz de la reconciliación familiar, Julián habría empezado a
colaborar con su suegro y su cuñado nada más iniciado el Movimiento. Poco antes
había sido detenido inicialmente por las autoridades locales republicanas, debido a
un alboroto entre la familia de Juana y estos tres individuos, según declaración del
propio Félix Rodríguez y otros encartados en la C.728/37. El 18 de julio, por
“tenencia de armas”, el trío había ingresado en la cárcel del partido judicial, de
donde salió tres días después (Desaparecidos 1936, AMCR), sin duda cuando el
bando faccioso ya había triunfado en Peñaparda. Con anterioridad, según un parte
de la Guardia Civil (31/01/1936), efectivamente, en la campaña para las elecciones
de febrero de 1936 Julián Collado obraba por la candidatura de Izquierdas, y lo
hacía de un modo violento, pues el 30 de enero de dicho año llegó a amenazar con
una pistola a Nicolasa Sánchez Torres (la hija de la asesinada Juana Torres), porque
no había querido llevar bancos y sillas de su establecimiento para una reunión de
propaganda socialista: “(…) Julián sacando una pistola del bolsillo, la amenazó
con ella diciéndole, estáis tomando esto a broma y con esta pistola te levanto la
tapa de los sexos (sic) (Gobierno Civil, partes de incidencias de 1935-36, AHPS,
legajo 266). El procesado reconoció su ideología en el consejo de guerra
(18/09/37), en cuya acta se hace constar que Julián Collado: “confiesa que antes del
Movimiento fue de Izquierdas, pero que después comprendió su error, no estando
afiliado a Falange” (C.728/37: f. 125vº).
En suma, aunque Julián no estuviera exento de reproches y compartiera con
otros la condición caciquil y en parte tornadiza, no queda probado que fuera un
asesino como los otros procesados.
10 de marzo de 1938. Félix RODRÍGUEZ MARTÍN, escribiente, jefe local de Falange,
casado, ejecutado por sentencia de consejo de guerra el día indicado (C.728/37,
Iglesias 2008a). Había sido detenido por “tenencia ilícita de armas”, el día 18 de
1936, con salida el 21 de julio de 1936 (sumario 138 de 1936, AMCR,
Desaparecidos 1936). Agustín Calzada, jefe local de la Falange de Ciudad Rodrigo
y su comarca, lo nombró jefe local. Y en el ejercicio de este cargo fue responsable
de las ejecuciones extrajudiciales de Peñaparda, sin paliativos. Más que por sus
crímenes, fue juzgado por las extorsiones y robos. Obviamente, su ejecución no le
da derecho a figurar en el listado de víctimas elegidas, pero es reveladora de la
clase de individuos que los mandos elegían para los “servicios de represión” y de
los que, una vez cumplida las sucias tareas, procuraban desmarcarse, bien
haciéndolos pasar por elementos “incontrolados” o bien, mediante la manipulación
tendenciosa de la jurisdicción militar, atribuyéndoles un falso pasado izquierdista.
Las víctimas mortales indirectas de la represión cruenta en Peñaparda no se
conocen bien todavía. Sin duda los muertos fueron más numerosos que los dos
registrados:
Un HERMANO DE JOSÉ CHANCA SÁNCHEZ (“Jincapié”), de trauma psíquico en fecha
incierta de 1936 (P 2008). Según testimonios, le sorprendió la noticia de aquellala
detención y bárbaro asesinato cuando cuando estaba cenando. Quedó tan
impresionado que ya no volvió a salir de casa y murió (P 2008).
Bernardino MATEOS TORIBIO, de 37 años, secretario del juzgado municipal, falangista
victimario, falleció de enfermedad en la prisión de Burgos en 1938, cuando
cumplía la condena 10 de años en que se le había conmutado la pena inicial de 30
años de cárcel (C.728/37).
El descontrol de las armas por parte de los soldados franquistas causó varios
heridos durante y después de la guerra, niños principalmente, sin que la Auditoría de
Guerra viera en ellos motivo de “responsabilidad militar”:
Los hermanos María y Pedro Mateos Gata resultaron heridos en 1939 por la explosión,
efectuada por un soldado que estaba de permiso, de una de las dos bombas dejadas
por un requeté (P.prev.127/39).
Los niños Justo Sánchez y Cipriano Collado sufrieron lesiones a causa de “haber
estallado unas bombas italianas con las cuales estaban jugando” (P.prev.P/ 40).
El total provisional de vecinos de Peñaparda afectados por las diversas modalidades
represivas reconocidas (sin contar violaciones, vejaciones e injurias, entre otras formas
de represión desconocidas o no reconocidas) se eleva a 46:
- Víctimas mortales: 14 (2 indirectas)
- Presos y detenidos (procesados o no): 32
- Depurados: 3 (afectados por otras modalidades represivas)
- Sancionados y embargados: 11 (afectados por otras modalidades represivas).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. Las fosas de la desmemoria:
Carvajales. Necrologio de El Payo (09/09/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Las croniquillas de finales de agosto y principios de este mes evidencian los


trasiegos macabros por el puerto de Perales, ya comprobado con víctimas cacereñas
desde el comienzo de las ejecuciones extrajudiciales. La memoria colectiva de los
pueblos rebollanos ha retenido, sobre todo, los enterramientos clandestinos en dos
fosas de Carvajales (para detalles se remite a Iglesias 2016, La represión
franquista: 288-294). Allí se dejarían cadáveres de víctimas de Robleda y
Peñaparda en torno al 31 de agosto y después, aunque presumiblemente la mayoría
de los allí sepultados fueran extremeños.
La eficacia mortífera de las sacas masivas y el abandono de cadáveres,
promovidos por los mandos y oficiales rebeldes, dependía de la opacidad con que
estas operaciones criminales se efectuaban (croniquilla del 19 de agosto). El
ocultamiento de la identidad de agentes y pacientes, que era una consigna general
en la VI y VII Región Militar, se ha visto favorecido en esta zona, primero, por la
inhibición de los jueces de instrucción de Ciudad Rodrigo y, posteriormente, por la
desidia de sus colegas hasta el día de hoy. Nunca se han preocupado de averiguar
cuál fue el paradero o qué se hizo, por ejemplo, de los restos de cadáveres que
afloraban en los barbechos de fincas aledañas de la Ciudad. De modo que no es de
extrañar que fosas como las de Carvajales, sitas en los confines de la provincia de
Salamanca, en una finca privada del término de El Payo, cubiertas de pinos y,
robles, maleza e inmundicias, se hayan convertido en lugar de ignominiosa
desmemoria. Cierto, se ha mantenido el recuerdo tradicional del sitio de sacrificio,
pero las víctimas han sido ignoradas por los encargados de la justicia, las
autoridades competentes y hasta las asociaciones de la memoria histórica, que
nunca han hecho lo más mínimo por el reconocimiento de aquéllas y el derecho a la
reparación, que también asiste a sus familiares y, por extensión, a la sociedad
democrática.
Así se da la paradoja de que El Payo se enorgullece de no haber tenido sacas
en la localidad, pero lo hace a sabiendas de que oficialmente se ha ignorado el
reconocimiento debido a las numerosas víctimas enterradas en el campo de su
término e incluso en su cementerio (un desconocido, ver croniquilla del 6 de
agosto). Por otro lado, si no hubo sacas locales, sí hubo muertos payengos, también
ignorados, tanto que la información habida resulta insuficiente para identificar a
todas las víctimas y las circunstancias en que fallecieron. En su necrologio se
pueden mencionar dos víctimas.
Carlos ALAEJOS SANZ, natural de Santander, hijo de Luis e Isabel, estudiante, soltero,
apareció cadáver en una calle de Payo, “por disparos de arma de fuego” (act. def.
08/09/36). La ASMJ considera que fue víctima de una ejecución extrajudicial,
aunque los testimonios no hablan de ello. Pudo ser afectado por un incidente debido
al descontrol de armas en manos de falangistas, como sucedió en otros lugares.
Un tal MARCELINO, vecino de El Payo, sin otros datos. Fue asesinado cuando volvía
de vender patatas en Extremadura, cerca de Coria, en fecha incierta de septiembre u
octubre de 1936 (EP 2007).
La represión debida a otras modalidades represivas tampoco es de las más
llamativas. En total, 7 afectados contabilizados hasta ahora:
- víctimas mortales: 2
- víctimas de la represión carcelaria: 5
- víctimas de la depuración: 1 (también preso).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La sospecha como sistema.
Croniquilla y necrologio de Fuentes de Oñoro (10/09/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

La adhesión de las fuerzas armadas a la sublevación en esta zona salmantina no


fue tan unánime y precoz como se ha pintado. Algunos militares del Ejército se
mostraron remolones para incorporarse al “Movimiento” (como el comandante
Villaverde en Casillas de Flores), pero sobre todo los Carabineros dieron señales
claras de no estar por la labor de oponerse al Gobierno de la República. En Ciudad
Rodrigo, incluso el capitán Ibero, de triste memoria, en el primer momento colaboró
con las autoridades municipales en el mantenimiento del orden. Pero los mandos
militares rebeldes castigaron desde el principio la “pasividad” inicial, de tal manera
que aquéllos que se habían mostrado remisos en la aplicación del terror, se
convirtieron en peligrosos y eficaces represores, precisamente para mostrar que se
habían adaptado al Nuevo Estado y ya no eran “pasivos”. Así sucedió con dicho
Capitán en la Ciudad y el brigada Bernardo García en Robleda. Ahora bien, estos
personajes y otros como ellos, no por traicionar sus propias convicciones, dejaron de
ser sospechosos. Todo el mundo lo era, hasta el coronel del 21º tercio de la Guardia
Civil, Ildefonso Blanco, a quien sorprendió la sublevación en Aldea del Obispo en
ocupaciones nada patrióticas, fue acusado de pasividad por sus subordinados, como
éstos lo fueron de izquierdismo e indisciplina por aquél. La sospecha se convirtió en
garantía de obligada fidelidad al “Régimen”, como recordarán quienes alcanzaran a
convivir con la sociedad policial de Franco, en la que nadie se podía fiar de nadie
hasta en la conversación ordinaria.
Quizá sea esta la razón que, de un modo paradójico, explique la casi inexistencia
de represión sangrienta en Fuentes de Oñoro, donde los contrastes sociales eran muy
marcados y la inquina de los derechistas, como el médico Ramón Domínguez, contra
los izquierdistas se manifestaba en atribuir el liderazgo de éstos al policía Alfonso
Navalón, en cuya cuenta ponían horribles proyectos sanguinarios (Iglesias 2016: 210).
Pero los milicianos fascistas locales, que merodeaban por la comarca, no pudieron
aplicar los remedios “preventivos” de las sacas contra los desafectos oñorenses. De
hecho, el necrologio de esta localidad fronteriza se reduce a una sola víctima, que,
además, estaba avecindada en Salamanca:
Francisco MARCOS MANCHADO, de 35 años, hijo de José y Ángela, vecino de Tejares
(Salamanca). Falleció en una saca carcelaria el día 8 de septiembre de 1936 y fue
enterrado en el cementerio de Salamanca (act. def. 09/09/36).
En Fuentes de Oñoro había una abigarrada presencia de fuerzas armadas,
encargadas del control de la Frontera y de la Aduana. Además de policías y agentes
aduaneros, la plantilla de Carabineros rondaba la treintena de miembros, al mando de
un brigada, sobre los cuales tenía autoridad el comandante militar de la plaza, un
teniente. Para imponer el estado de guerra llegó un destacamento de la Guardia Civil,
que se asentó allí durante el conflicto bélico, así como otro destacamento de soldados.
Todos estos individuos estaban armados, pero no siempre bien avenidos. Los guardias
civiles y los carabineros se llevaban como el perro y el gato, pues los últimos
consideraban a aquéllos como intrusos y los primeros a los otros como sospechosos de
desafección al Movimiento. Po otro lado, la gestión del tránsito por ferrocarril y
carretera en Fuentes de Oñoro era una cuestión muy importante y delicada para los
militares rebeldes. Éstos querían controlar el contrabando, un mal endémico en la
Raya. Los contrabandistas, sobre todo los que traficaban con el dinero en oro y plata,
perjudicaban la economía de la “Nueva España” y podían prestar ayuda y servir de
enlaces a los “desafectos” de este lado de la Frontera. Pero los mandos tampoco
debían ponerse a mal con las autoridades y agentes portugueses, que, si bien estaban
implicados en las actividades fraudulentas (como los agentes del lado español),
facilitaban el regreso de los exiliados derechistas y la entrada de armas, sin contar los
“servicios” que algunos oficiales lusos prestaban directamente a la “causa nacional”.
En suma, los sublevados quizá no tuvieran demasiado interés en abrir la caja de
los truenos, dando la venia para las ejecuciones extrajudiciales, sabiendo que no todas
las fuerzas armadas locales las aprobarían. En cambio, la represión por la vía jurídica
militar, si no cruenta, fue muy intensa. Los más afectados fueron los Carabineros (dos
de ellos expulsados del Instituto), pero también fueron procesados el administrador y
la matrona de la Aduana, así como algunos comerciantes. El total de vecinos
represaliados se acerca al medio centenar:
- Víctimas mortales: 1
- Víctimas de represión carcelaria: 27
- Depurados: 20 (17 también presos, la mayoría carabineros)
- Sancionados o embargados: 13 (7 también presos o detenidos).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La saca perfecta.
Necrologio de la 2ª tanda de vecinos de El Bodón (11/09/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

La represión en El Bodón fue de las más cruentas por la vía extrajudicial, aunque
después se remató por la vía militar “legalizada”. A ello contribuirían varias
circunstancias, antes y durante el Alzamiento. La aplicación de la Reforma Agraria,
que afectaba a algunas dehesas del término (Melimbrazo y Pascualarina) y
principalmente la del Collado de Malvarín, cuyos propietarios debieron de considerar
crimen de lesa majestad que los vecinos impacientes se metieran a roturarla. Luego los
conatos de resistencia en los primeros compases del Alzamiento, con presumibles
amenazas verbales a las familias de la casa cuartel de la Guardia Civil, cuando ésta se
fue concentrada a Ciudad Rodrigo y, al volver para llevarse a dichas familias el día 19
de julio por la tarde, se halló la carretera cortada con carros y recibió algunos tiros de
escopeta. Entre estos guardias no hubo muertos ni heridos, pero su rencor, que ya
venía de atrás, sería duradero. Las detenciones se iniciaron el 26 de julio y las
primeras ejecuciones extrajudiciales, entre ellas la del guardia civil retirado Ángel
Acosta y de Agustín Pino, presidente de la Sociedad Obrera (croniquilla del día 9 de
agosto), hasta que se produjo la saca masiva de la cárcel de Ciudad Rodrigo el 11 de
septiembre (Iglesias 2008a o 2010 b, Represión franquista: 298-300).
Esta fue la saca carcelaria perfecta que serviría de modelo a las que se
practicaron después en la prisión del partido judicial. Era eficaz, masiva, no dejaba
huellas de las víctimas ni de sus cadáveres, enterrados en fosas de fincas privadas (y
no en los cementerios), sin acceso para extraños, sin diligencia alguna de
identificación cuando aparecían huesos en los barbechos. En el caso de las víctimas de
El Bodón esto quedó así hasta 1979, en que sus restos fueron exhumados en la finca de
Medinilla (Bañobárez), sin que la familia de los Sánchez-Arjona, que eran los dueños
(así como de la finca expropiable de El Collado), supieran nada, aunque resulta
extraño que los “conductores” (entre los cuales a veces los mismos falangistas
mirobrigenses mencionan a Fernando Velasco Sánchez-Arjona en la C,2133/37)
dieran con el sitio, a más de 50 kilómetros del lugar de origen de los muertos. Cabe la
posibilidad de que las ejecuciones extrajudiciales se efectuaran en el término de
Saelices, junto a la “Encina de los muertos”, cerca de la entrada a las minas de Enusa
(CR 2016). Sus nombres figuran en una lápida del cementerio municipal, sin el
segundo apellido. En las sacas de otras localidades, los restos mortales secuestrados
han sido recuperados hace poco tiempo o siguen in situ hasta el día de hoy, si es que
no han sido trasegados a cencerros tapados.
La gran saca de los elegidos para la muerte en El Bodón fue precedida de dos
series de detenciones, una en julio y esta otra en septiembre. Se comprueba por la
“Relación” de entradas y salidas en la cárcel del partido judicial. El 26 de julio fueron
detenidos nueve vecinos bodoneses, seis de los cuales fueron sacados la noche del día
11 de septiembre, conforme al protocolo previsto: puesta “en libertad” de los presos
(con presunto interrogatorio y declaración de inocencia previos) y a la salida entrega
alevosa a las fuerzas armadas (Milicias Facistas) para su ejecución. Un informe
policial (09/03/1979), incluido en el expediente tramitado a instancia de la viuda de
José BARAHONA MEDINA, confirma que estos bodoneses fueron detenidos “el 26 de
julio de 1936, por fuerzas de la Guardia Civil en Bodón”, a las dos de la tarde de dicho
día ingresaron en la cárcel del partido judicial, el mismo día fueron “puestos en
libertad” y, con “otros más”, fueron trasladados, ejecutados y enterrados en la finca de
Medinilla del “término municipal de San Felices de los Gallegos” (AMCR, Viudas),
detalle erróneo este último (la fosa en cuestión pertenece al término de Bañobarez).
Alberto GUTIÉRREZ PINO, de 25 años, hijo de Félix y Agustina, tiene instrucción,
jornalero (Exp. Desaparecidos 1936). Aparece en la lista de detenidos de El Bodón
por la Guardia Civil que ingresa en la cárcel de Ciudad Rodrigo el 26/07/1936 a las
2 horas de la tarde y es puesto” en libertad” el 11/09/1936, eliminado
clandestinamente en la saca nocturna. Entre los detenidos del día 11/09/36 iba
Celestino Gutiérrez Pino, hermano suyo, sin duda.
José BARAHONA MEDINA, de 40 años, hijo de Ricardo e Isabel, tiene instrucción,
jornalero, casado con Aquilina Barragués Diego, de cuyo matrimonio quedaban
cinco hijos. Su acta de defunción, tardía, situaba su fallecimiento en “San Felices de
los Gallegos el día 12 de septiembre de 1936”, a consecuencia de “herida de arma
de fuego”, sin constancia del lugar donde fue enterrado (RCEB, act. def.
15/09/1941, “a instancia de la viuda”).
Rafael RAMAJO MARTÍN, de 26 años, hijo de Gonzalo y Concepción, tiene
instrucción, jornalero, concejal republicano, soltero (Exp. Desaparecidos 1936)..
Tenía una hermana casada con Amador “Milhombres”, líder local que promovía el
reparto de tierras (EB 2007). Tuvo algún protagonismo el 19 de julio, pues fue
comisionado, junto con Bernardo García Silva (sin duda hermano de Juana GARCÍA
SILVA [infra], represaliado más tarde [C.574/40]), para informarse en Ciudad
Rodrigo de las consignas a seguir contra el Alzamiento militar, lo cual se traduciría
en el intento de resistencia a la Guardia Civil, según se desprende de la causa
seguida contra Primitivo Román (C.788/37). Por ello, sintiéndose en el punto de
mira, trató de ocultarse en La Herguijuela de Ciudad Rodrigo, donde tenía un
hermano casado. Un cuñado de este hermano, David Baz Jorge, padre de la
informante Mª Rosa Baz González, lo escondió al principio (HCR 2008B). En el
testimonio de Ramón Barragués, en la causa seguida contra éste, se da por
“desaparecido” a Rafael Ramajo (C.1861/37).
Serapio MONTERO GARCÍA, de 27 años, hijo de Leonardo y Asunción, jornalero,
casado con Antonia Acosta Galán, de cuyo matrimonio no quedaban hijos. En el
registro civil existen dos actas de defunción. Según la primera, Serapio, de 38 años,
falleció en “despoblado en el término de San Felices de los Gallegos en donde
apareció muerto el día 7 de agosto de 1936, a consecuencia de “heridas de arma de
fuego”, sin constancia del lugar donde fue enterrado (RCEB, act. def. 22/10/1947,
“a instancia de Faustino Montero”). En la otra acta de defunción se comprueban
analogías y diferencias con la anterior (en lo que atañe al nombre, edad, fecha y
lugar donde falleció, que se indican en bastardilla): Serapio Agustín MONTERO
GARCÍA, nacido el 28 de agosto de 1909 (RCEB, act. nac. 28/08/1909), casado con
María Antonia Acosta Galán; falleció en “esta villa [de El Bodón]” el día 11 de
septiembre de 1936, a consecuencia de “herida de arma de fuego”, y fue enterrado
en el cementerio de esta villa (RCEB, act. def. 07/01/1958).
Los testimonios posteriores dejan claro que solamente había una persona de ese
nombre y edad por entonces en el pueblo, el cual encabeza la nómina de los cuatro
primeros asesinados bodoneses, según algunos testimonios: “Serapio nada más
[había] ése. Los primeros que llevaron a matar (...). Serapio fue el primero, y tio
Ángel el Guardia, tio Agustín el de la Gorda y tio Feliciano” (EB 2006). La
documentación escrita evidencia que no fue Serapio la protovíctima bodonesa, sino
alguno de los otros tres citados: ACOSTA BARRAGUÉS, de quien Serapio era yerno,
Agustín PINO SÁNCHEZ o Feliciano GALÁN RODRÍGUEZ, que fueron asesinados un
mes antes en la carretera de Salamanca (croniquilla del 9 de agosto). Pero éste no
fue el caso de Serapio, que en la mencionada “Relación” figura entre los detenidos
en la fecha indicada de julio y sacado de la cárcel del partido con los bodoneses
enterrados en Medinilla (11/09/36).
FELIPE SANTOS GUTIÉRREZ, de 22 años, hijo de Laurentino y María Manuela, tiene
instrucción, jornalero, soltero (Exp. Desaparecidos 1936). Su padre era primer
teniente de alcalde republicano (RCEB, act. ses. 12/03/136).
Luis NICOLÁS SÁNCHEZ, de 50 años, no tiene instrucción, jornalero, casado, sin hijos
(Exp. Desaparecidos 1936).
Los otros tres detenidos en aquella fecha, José Agudo Gutiérrez, Germán Pino
Galán y Primitivo Hernández Juan, no fueron ejecutados en la gran saca. No se
mencionan como tales sacados en las actas de defunción (RCEB) ni en los testimonios
orales:
“[El informante dice que] ninguno de estos tres [Germán Pino Galán,
Primitivo Hernández Juan y José Agudo Gutiérrez] (de éste último dice que
si el segundo apellido podría estar mal) fue fusilado, que todos emigraron en
torno a los años cincuenta hacia el Norte y que no han vuelto a venir casi
nada por el pueblo, recuerda que el año pasado estuvo de visita la hija de
uno de ellos y cree poder afirmar que los tres ya han fallecido” (EB 2008).
Un hijo de José Agudo recuerda algunos avatares represivos sufridos por su
padre:
“(…) estuvo un mes en la cárcel de Ciudad Rodrigo, hoy ocupada por la
Diputación [donde se ubicaba el cuartel de la Falange, antiguo “cuartel de
la Bomba” y después Instituto]. Gracias a un pariente que habló con el
capitán de la Guardia Civil se libró de la muerte. Una noche lo sacaron y le
hicieron beberse una botella de aceite de ricino y tragarse unas hojas de
periódico y lo dejaron en libertad. Una vez recuperado, lo reclamaron
forzoso y lo llevaron al frente. Hizo toda la guerra y decidió quedarse en el
Ejército para no tener que volver a El Bodón, que no volvió a pisar, solo
para cumplir una promesa de ser mayordomo cuando estaba en el frente. Fue
militar, pero nunca franquista y nunca olvidó la muerte de su cuñado Ramón
Gómez y del resto de sus vecinos asesinados” (CR 2016).
La redada del día 11 de septiembre fue más numerosa que la de julio. Los detenidos
ingresaron en la prisión del partido judicial a las 13 horas, “entregados por fuerzas de
Carabineros”, y por la noche, a excepción de uno fueron, “fueron puestos en libertad”
en teoría, pero de hecho, sin indicación de la hora, “entregados a la fuerza de Falange
Española por orden del Juzgado Instructor”. El informe policial (21/01/1979) del
expediente de Ramón GÓMEZ indica que: “Aparece una orden de entrega a fuerzas de
Falange Española (...) fechada el mismo día de ingreso y posteriormente otra de
libertad (...)” (AMCR, Viudas). En el listado de los 18 detenidos bodoneses, que
precede a los expedientes personales elaborados en 1979 (AMCR, Desaparecidos
1936), al margen y con otro caligrafía, aparecen unas indicaciones para distinguir a los
nueve vecinos que fueron sacados en la noche de aquel día para ser efectivamente
asesinados en Medinilla, uno de los cuales escapó inicialmente, pero solo por algún
tiempo, y otro que consiguió fugarse definitivamente, así como a los seis que no
fueron sacados para ser asesinados, tres de los cuales al menos estaban en vida cuando
se añadió la información marginal (Iglesias 2016: 299).
Isidoro CEPA PRIETO, de 39 años, hijo de Juan Antonio y Mercedes, jornalero, casado
con Agustina Paniagua Prieto, sin hijos. Según el acta, tardía, falleció en “San
Felices de los Gallegos (…), en donde apareció muerto”, sin constancia de la causa
ni del lugar de enterramiento (RCEB, act. def. 20/02/1945, “a instancia de su
esposa”). Fue detenido en la finca de la Edesa, donde fue esposado, antes de ser
llevado para Ciudad Rodrigo, a pesar de que uno de los falangistas responsables era
novio de una hermana, con la que se casaría (EB 2007).
Ramón GÓMEZ RAMAJO, de 34 años, hijo de Saturnino y Asunción, jornalero, teniente
de alcalde, casado con María Teresa Gómez Barragués, de cuyo matrimonio
quedaban cuatro hijos. Su acta de defunción, tardía, señala que falleció “en San
Felices de los Gallegos” el día indicado, a consecuencia de “herida de arma de
fuego”, sin constancia del lugar donde fue enterrado (RCEB, act. def. 25/03/1941,
“a instancia de la viuda”). Su hermano Ángel (de 13 años en 1936, vejado)
recordaba que fue utilizado por las autoridades militaristas para avisar a Ramón,
que estaba trabajando en una hondonada a la vista del pueblo, para que fuera al
ayuntamiento. Ramón adivinó que era para detenerlo y matarlo, pero no había
escapatoria, porque los falangistas copaban el pueblo por arriba y por abajo (EB
2004).
Cipriano SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, de 23 años, hijo de Justo y Ángela (RCEB, act. nac.
1170671913), jornalero, soltero (Desaparecidos 1936), sin constancia de otros
datos.
Nemesio LORENZO FERREIRA, de 33 años, natural de Villar de Ciervo, hijo de Ángel y
Francisca, jornalero, casado con Irene Acosta Castaño, de cuyo matrimonio
quedaba una hija. Según el acta de defunción, tardía, falleció en “despoblado” el día
11 de septiembre de 1936, a consecuencia de “heridas de arma de fuego”, sin
indicación del lugar donde fue enterrado (RCEB, act. def. 13/03/1942, “a instancia
de la viuda”).
Vicente GUTIÉRREZ CARRASCO, de 45 años, hijo de Fermín y Vicenta, jornalero,
casado con Pía Carballo Valencia, de cuyo matrimonio quedaban ocho hijos. Según
el acta de defunción, tardía, falleció en “la Dehesa de Merinillas, término de
Bañobarez, el día 11 de septiembre de 1936”, a consecuencia de “heridas de arma
de fuego”, sin constancia del lugar donde fue enterrado (RCEB, act. def.
20/10/1941, “a instancia de la viuda”).
Juana GARCÍA SILVA, de 37 años, hija de Jesús (jornalero) y Bernarda, costurera,
casada con José Manuel Ramos, pero no tenía hijos. Era consideraba “la madrina de
la bandera”, por haberla bordado, pues era modista, por lo cual también habría
hecho camisas rojas por encargo. Éstos fueron los presuntos motivos para matarla,
de acuerdo con los testimonios, aunque también fue causa de su muerte el desaire
amoroso que un falangista sufrió de su parte (EB 2004A, EB 2004B, EB 2007).
José HERNÁNDEZ NICOLÁS (a) “EL TUERTO”, de 33 años, hijo de Isidoro y Abilia,
jornalero, casado con Raimunda Herrero Blanco, de cuyo matrimonio quedaban
cuatro hijos. El acta de defunción, tardía, señala que falleció, “según se supone”, el
día 11 de septiembre de 1936, sin indicación de causa ni del lugar donde fue
enterrado (RCEB, act. def. 13/03/1942, “a instancia de la viuda”). Lo habían dejado
tuerto de un tiro, cuando cogía bellota, y por este detalle una vecina pretendía
haberlo reconocido cerca de la frontera portuguesa, lo que suponía que habría
conseguido escapar en 1936 (EB 2007).
Eloy ACOSTA CASTAÑO, de 35 años, hijo de Claudio (sirviente) y Rufina, jornalero,
concejal republicano, casado con Matilde Montero, pero no tenían hijos. Debía de
ser sobrino de Ángel ACOSTA BARRAGUÉS, pues su padre tiene los mismos
apellidos que éste.
Manuel GONZÁLEZ BENITO, de 37 años, hijo de Vicente y Teodora, jornalero, casado
con Ángela Pereira Andrés, de cuyo matrimonio quedaban tres hijos. Falleció “en
despoblado en Ciudad Rodrigo el día 16 de septiembre de 1936”, a consecuencia de
“heridas de arma de fuego”, sin constancia del lugar donde fue enterrado (RCEB,
act. def. 11/01/1950, “a instancia de su esposa”). De ello se sigue que, en lo tocante
a fecha y lugar del asesinato, hay datos contradictorios entre el acta y la lápida. En
el listado que precede a los expedientes personales (1979) lleva la indicación,
marginal y posterior sin duda, ojo, aludiendo a que se habría librado de la muerte
(AMCR, Desaparecidos 1936), pero no parece ser el caso.
Plácido RAMOS NICOLÁS, de 38 años, hijo de Joaquín y Magdalena, labrador, casado
con Remedios Barragués, de cuyo matrimonio quedaban seis hijos. Falleció “en
despoblado en Ciudad Rodrigo el día 16 de septiembre de 1936”, a consecuencia de
“heridas de arma de fuego”, sin constancia del lugar donde fue enterrado, según el
acta de defunción, tardía (RCEB, act. def. 11/01/1950, “a instancia de su esposa”).
La tradición familiar y local ha retenido que Plácido RAMOS fue detenido con
otra veintena de hombres y una mujer el 11 de septiembre de 1936. Según su hija
Magdalena, Plácido era hombre de derechas y defendió contra los jornaleros a un
“señor pudiente al que había visitado Gil Robles”. El cura, José María Corral, le
tomó ojeriza por un malentendido con la esposa de Plácido acerca de una procesión
en que era madrina, para la cual ella no quería que se sacara una imagen a la calle y
el Cura pretendía lo contrario a toda costa (EB 2004B). Cuando llevaban a los
detenidos en el camión, alguien, al parecer de El Sahugo, lo desató (EB 2004A).
Estuvo escondido en el monte, por Monsagro, y después en un cuchitril del corral,
en su propia casa. Los niños, incluida la informante Magdalena Ramos, lo
ignoraban, pero él los veía e iba a darles un beso cuando estaban dormidos. Los
vecinos lo denunciaron (EB 2007) y fue llevado al ayuntamiento. Su hija
Magdalena fue a verlo, pero alguien la amenazó con la culata del fusil para
impedírselo. Su esposa quedó embarazada del sexto hijo. No debió de morir cinco
días después de su huida (el 16/09/1936, como señala el act. def. del 11/01/1950),
sino probablemente semanas o meses después, como dice su mencionada hija.
Según el testimonio de un vecino de La Encina, que compró las vacas de Plácido
RAMOS, estaría enterrado en la cercana finca de Campanilla (término de Ciudad
Rodrigo), donde habría más de una fosa (EB 2004B).
Además de Plácido RAMOS, la tradición local e incluso comarcal recuerda que
también consiguió fugarse otro bodonés destinado al sacrificio aquella noche,
Emeterio Pino Moreno (a) “Minguín” (del nombre de su padre, Domingo), sobre el
que corre una extendida leyenda (Iglesias 2008a). Se tiró del camión macabro,
operación en la que perdió dos falanges, y durante la guerra estuvo emboscado, como
un maqui, aunque visitaba a los padres, que eran pastores en fincas, en un hoyo de las
cuales se escondía.
En suma, los 18 vecinos de El Bodón, según la relación de entradas y salidas de
la cárcel del partido de Ciudad Rodrigo, ingresaron en ella, como “detenidos
[militares]”, el día 11 de septiembre y salieron de ella ese mismo día, a excepción de
uno, Ramón Barragués Orensanz, que salió el siguiente día 14. Sin embargo no parece
que todos los excarcelados corrieran el mismo destino que quienes fueron víctimas de
la saca y cuyos cadáveres quedaron en la finca de Medinilla. El listado mismo lleva la
indicación de que algunos no murieron entonces, como señalan los testimonios:
Celestino Gutiérrez Pino, Ramiro Nieto Hernández, Juan Hernández Barragués,
Protasio Ramajo Sánchez (“tio Protasio”), Eugenio Acosta Castaño (“tio Eugenio”) y
Jesús García Gómez (“tio Jesús”), además de los fugados, Emeterio Pino y Plácido
Ramos, y del no excarcelado entonces, Ramón Barragués. La información oral señala
que hubo otros agraciados, devueltos a su casa, como “tio Millán”, hermano de Eloy
ACOSTA y cuñado de Nemesio LORENZO, porque los detenidos habrían sido más
numerosos, aunque no aparezcan en la relación carcelaria del partido judicial. La
informante Hermelinda Prieto Román (de 16 años entonces y testigo de la detención
de los bodoneses en el cuartel de Falange, oculta en el balcón de un piso aledaño),
coincidiendo con otros testigos, recuerda que en el camión de la redada principal se
llevaron a más de veinte personas, incluida Juana GARCÍA.
Algunos de estos que, por diversas razones, se libraron de la saca mortífera,
fueron después procesados por “responsabilidad militar”, como el alcalde republicano
Ramón Barragués (C.1867/37), que cumplió pena de prisión en la isla de San Simón
de Redondela (Pontevedra). Otros, como Ramiro Nieto y Protasio Ramajo, fueron
multados y embargados por “responsabilidad civil” (1937) o “responsabilidad
política” (1939), con unas cantidades tan desorbitadas que no las pudieron pagar, hasta
que fueron indultados en 20 años más tarde. Entre los procesados, además de
Primitivo Prieto Román (hermano de la citada informante Hermelinda), entre otros, se
cuenta al secretario de José Andrés Manso, Amador Hernández Ramos (a)
“Milhombres”, gran orador, casi tan famoso por estos pagos como el líder socialista.
Era natural y casado en El Bodón, donde residía a menudo, pero era vecino de
Salamanca, donde fue juzgado y condenado a muerte, aunque conmutado (C.486/36).
Por último, más tarde fue víctima también de una saca carcelaria (16/12/36)
Evaristo PINO CASTAÑO, natural El Bodón, contabilizado con los vecinos de Ciudad
Rodrigo.
En cuanto a las víctimas indirectas, sin duda el desamparo de los numerosos
huérfanos y viudas de asesinados causó estragos (la hambruna existía de antes y se
agravó con la guerra y las postguerra), pero la escasa información solo ha permitido la
identificación de dos personas afectadas. De enfermedad carcelaria, sin que se pueda
excluir la saca, murió un vecino bodonés de edad avanzada (Iglesias 2008a).
Asunción ACOSTA, viuda de Serapio Montero, “murió de pena” (EB 2007)
Matilde MONTERO, viuda de Eloy ACOSTA, murió de un ataque cuando estaba segando
sola (EB 2007)
Tomás PESCADOR CRIADO, de 70 años, natural de Aldeaseca de la Frontera, peón
caminero, viudo, padre, entre otros hijos, de Gerardo Pescado Pescador, alcalde de
Matilla de los Caños, ejecutado extrajudicial (01/10/36). Falleció o desapareció en
la prisión de La Caridad (1940-41) (C.204/39, Iglesias 2012a).
Para los totales de las diversas modalidades represivas se remite a la croniquilla
de la primera tanda de asesinados bodoneses (día 9 de agosto).

La croniquilla y el necrologio de Puerto Seguro, que también correspondería al


día de hoy, se publicará mañana.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. Represaliados en tierra
extraña. Croniquilla y necrologio de Puerto Seguro (12/09/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero


A primera vista la represión franquista no ha dejado huellas muy perceptibles en
la tradición local de Puerto Seguro. Aparte del tabú general, quizá ello se deba a que
su población, por la configuración geográfica del municipio, apartado y poco apto para
la explotación agrícola, siempre ha estado abocada a la emigración y ello ha
dispersado algunos motivos de la memoria colectiva. Pero, por la misma razón, el
cierre del mercado exterior del trabajo en Europa y América, cuyos efectos se
manifestaron en España durante la República, con la vuelta de las familias emigrantes,
quizá tendría que ver con la reclamación de un mejor reparto o aprovechamiento de los
terrenos comunales, que, se mencionan en la información local como elementos
determinantes de una situación algo conflictiva antes de la guerra civil.
En la misma represión se refleja aquella tendencia migratoria, pues las víctimas
mortales, el padre y dos hijos de una misma familia, eran vecinos de Salamanca, y una
víctima mortal indirecta, un presumible ex soldado republicano, falleció en el campo
de concentración de Mauthausen (Austria). A nivel local, si no se recuerdan
ejecuciones extrajudiciales en el término, sí se documenta un buen servicio de orden e
información en favor de los sublevados militares. La Guardia Cívica, de la que
formaban parte el alcalde, el secretario y el médico, contaba con unos efectivos de 17
individuos, relativamente bien equipados con armas de fuego. Pero en la localidad solo
se registra tardíamente una víctima mortal y un herido, ambos menores, a causa del
descontrol de las armas de fuego por los responsables militares.
La represión de Puerto Seguro ofrece una buena ilustración de una característica
general como es el extrañamiento de las víctimas que, no sólo resultan afectadas por el
exilio, sino por otras circunstancias del contexto bélico. La guerra dejó descolocados a
los miembros de las familias, fragmentadas entre la zona “nacional” y la republicana,
y, al término del conflicto bélico, algunos ex soldados republicanos, sufrieron la
privación de libertad en los campos de concentración franceses y la deportación en los
territorios controlados por la Alemania nazi en Francia, Austria y la propia Alemania.
Al parecer, algunos lectores y corresponsales del periódico “más leído” y peor
informado de la Provincia no ven la relación entre estas últimas víctimas, producidas
por los aliados de “los nacionales”, y los efectos de la guerra, en que se sustentaba la
dictadura del general Franco, que devolvió la moneda a sus mejores valedores
exteriores con el envío de “la División Azul”.
Así pues, el necrologio de Puerto Seguro, que para que no coincida con la
descripción de la saca masiva de El Bodón, se ha dejado pa el día de hoy, incluye
cuatro víctimas mortales, una de ellas “indirecta”. La información emana sobre todo
de Luis Froufe, que en el nº 177 de la revista local Peña Rota (ofrecida por Agustina
Hernández) señala el hallazgo del acta de defunción de su padre, sacado el día 11 de
septiembre de 1936 en Ferrol (Coruña). También ha ofrecido algunos retazos sobre la
confusa ejecución de uno de sus hermanos (ASMJ), mientras que la del otro está bien
documentada por la información procesal, pues fue sumariado dos veces.
Hipólito Jesús FROUFE ESPINAZO, de 58 años, hijo de Agustín y Agustina, empresario,
casado con Isabel Carlos, con quien tenía 10 hijos. El 11 de septiembre de 1936 fue
víctima de una saca carcelaria en Ferrol, siendo enterrado en una fosa común del
cementerio de “Canido”. Según el testimonio de su hijo Luis, único superviviente
de la numerosa fratría, “cumplía injusta condena” (quizá por la acusación de
participación en los sucios negocios del contrabandista Diamantino Hernández, que
introducía billetes falsos del Banco de España [C.2133/37: f. 158] en el penal de El
Dueso (Santoña, Santander) cuando se produjo la sublevación militar. Su familia
perdió poco después el contacto con Hipólito. Después le llegaron noticias de que
se había embarcado en Santander, con otras 200 personas, en el mercante
“Genoveva Fierro”, cuyo destino debía ser Valencia, pero el barco fue interceptado
por el destructor “Velasco” y llevado a Ferrol. Hipólito FROUFE, considerado
peligroso para los sublevados, fue sacado con otras cuatro personas, con las que fue
enterrado en el citado cementerio, hoy desaparecido y en cuyo emplazamiento se
ubica el Instituto de Enseñanza Media. Los restos de Hipólito se depositaron en la
cripta de la iglesia aledaña de San Rosendo (L. Froufe, Peña Rota, 2013, nº 177:
10).
Agustín FROUFE CARLOS, de 22 años, hijo de Hipólito Jesús e Isabel, vecino de
Salamanca, abogado, secretario de las Juventudes Marxistas Unificadas, soltero,
ejecutado por sentencia de consejo de guerra (20/06/37). Fue procesado dos veces
y en ambas condenado a muerte, obviamente conmutada su pena capital la primera
vez por el Presidente de la Junta de Defensa Nacional (24/08/36). Los hechos de
“excitación a la rebelión” de que fue acusado se produjeron el 19 de julio de 1936
y fue detenido el día 21 del mismo mes, para ser juzgado con otros dos vecinos
salmantinos (J.sum.334/36). El consejo de guerra se reunió el 16 de agosto
siguiente, siendo condenados sus compañeros a 30 años de prisión. El otro
sumarísimo afectó a otros 12 compañeros, “por rebelión” (C.333/36). Sus
actuaciones habían comenzado antes, el 24 de julio de 1936, quizá para Agustín un
poco después. El consejo de guerra (31/03/37) lo condenó de nuevo a la pena de
muerte, con algunos otros, y esta vez fue ejecutado el 20 de junio de 1937. Matices
tendenciosos aparte, Agustín FROUFE fue juzgado y condenado dos veces por los
mismos hechos.
Jesús Reyes FROUFE CARLOS, de 21 años, hermano del anterior y también vecino de
Salamanca, estudiante de bachillerato, soltero, fue fusilado en prisión, quizá en
Pueblo Nuevo (Córdoba). Según el testimonio de su hermano Luis (ASMJ), fue
movilizado y enviado al frente de Córdoba, a sus 18 años. Desertó al enterarse de la
ejecución de su hermano, pasándose a la zona republicana. Fue detenido en Madrid
y enviado a Peñarroya, donde se fugó al monte. Detenido de nuevo y llevado a la
cárcel, fue fusilado en ella. La fuga de Jesús al monte, con otros, probablemente
tiene que ver con las guerrillas antifranquistas (maquis).
Según el testimonio familiar, Jesús Reyes FROUFE tuvo otro hermano también en
el ejército franquista, que igualmente fue desertor. Posteriormente fue detenido,
procesado y condenado a 30 años de cárcel (no se ha tenido acceso a la causa). Fue
sin duda uno de los otros miembros de la fratría (quizá Aníbal) que debieron pasar
por la prisión: Adela, Aníbal, Juan Manuel, Luis y María.
El necrologio de Puerto Seguro, de momento, se completa con dos víctimas
mortales indirectas:
Luis MARTÍN, menor, muerto por “explosión de un artefacto”, que también hirió a otro menor,
Modesto Manzano (P.prev.4913/39).
Amadeo FERNÁNDEZ MAYO, fallecido en el campo de concentración de Mauthausen
(18/01/42), sin otros datos (MCU).
Habida cuenta de las otras formas de represión, el total provisional de naturales y vecinos de
Puerto Seguro se eleva a 12 afectados:
- Víctimas mortales: 5 (dos indirectas)
- Víctimas carcelarias: 6
- Sancionados: 1
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La colaboración necesaria de
los denunciantes locales. Alberguería de Argañán (13/09/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Por su situación fronteriza, La Alberguería de Argañán fue uno de los pueblos


cuyo control fue objetivo militar prioritario, en el que colaboraron guardias civiles,
carabineros y soldados, con un destacamento al mando de un alférez de caballería,
Antonio Magdaleno, que era de los oficiales que participaban en la imposición y cobro
de extorsiones, denominadas “donativos” por el ingenioso jefe de Milicias Fascistas, el
alférez Ernesto Bravo (croniquilla del 27 de julio). Una vez usurpado el poder
municipal, las detenciones y sacas represivas corrieron a cargo de los milicianos
fascistas, sin duda forasteros al principio, y por ello tributarios de la necesaria
colaboración de los denunciantes locales. La información no ha permitido establecer
un inventario definitivo de víctimas mortales. De las actas de defunción fuera de
plazo, fechadas en 1940, se deduce que las detenciones de Alberguería de Argañán
tuvieron lugar el 10 de septiembre de 1936. La informante Tina, niña de 8 años
entonces, recuerda que un día, cuando iba a comprar un abanico en la tienda de la
Plaza, vio a Manuel “EL PANADERO” y otros cinco o seis jóvenes detenidos en “el
camión”, custodiados por falangistas que cantaban el “Cara al sol”: Carlitos y Samuel
(AdA 2009). Pero además de Manuel, solo otro asesinado ha sido claramente
identificado: Gaspar ALFONSO. Agustín PINO, que era vecino de El Bodón, ya fue
contabilizado con las víctimas bodonesas (croniquilla del pasado día 11).
Manuel GONZÁLEZ MARTÍN, de 33 años, hijo de José e Inocencia, carpintero, concejal
republicano, casado con Emiliana Blanco Pascual, con quien tenía cinco hijos
menores de edad, aunque el acta de defunción sólo menciona cuatro hijas,
olvidando un niño que falleció tres meses más tarde que su padre (infra). Manuel
GONZÁLEZ falleció en el “término de Ciudad Rodrigo el día diez de septiembre de
1936”, “a consecuencia de herida de arma de fuego”, sin constancia del lugar donde
fue enterrado (RCAdA, act. def. 04/03/1940). Salvo homonimia total improbable,
esta víctima sería el “industrial” de 31 años, sin indicación de naturaleza y
vecindad, que habría sido expedientado y sacado de la cárcel (sin especificar) el 9
de diciembre de 1936, que registran López y Delgado (2007: 170).
Gaspar ALFONSO GONZÁLEZ, de 26 años, hijo de Francisco y Fernanda, casado con
Josefa Córdoba, con quien tenía dos hijos menores de edad. Falleció en “la dehesa
de Fonseca, término de Carpio de Azaba, el día once de septiembre de 1936”, “a
consecuencia de haber aparecido muerto sin saber de qué”, sin constancia del lugar
donde fue enterrado, pero se consigna que “desapareció de su domicilio en este
pueblo el día diez de septiembre de 1936, y nació el 02-01-1910” (RCAdA, act. def.
21/09/1940).
Hubo también otros capturados, desaparecidos y apaleados. Entre los detenidos
militares se cuenta más tarde a Luciano Álvarez Rodríguez, recluso de la prisión del
partido judicial, donde ingresó el 14 noviembre de 1936, como “detenido [del]
Juzgado militar”, y salió a los tres días (17/11/36); después ingresó de nuevo
(12/12/36) y salió al cabo de una semana larga (AMCR, Desaparecidos 1936), sin que
esta libertad sea garantía definitiva de su vida; pero tampoco se ha comprobado de
manera fehaciente que fuera víctima de una saca.
Un caso análogo se plantea con José María Martín Sánchez, concejal
republicano, en la comisión de policía urbana y rural, junto con Gaspar González
Lorenzo (AMAdA, act. ses., 21/03/36, 22/03/36), a quien apoyó en la demanda para
que el Gobernador delegara una persona con autoridad para la revisión de cuentas de
los Ayuntamientos anteriores (AMAdA, act. ses., 03/05/36). Estuvo detenido en la
cárcel de Ciudad Rodrigo 48 horas. Según testimonios, tenía dos hijos sirviendo en el
ejército franquista, uno en Toledo y otro en Logroño, por influencia de los cuales fue
liberado. Habría sido alcalde durante la República, pero su posicionamiento político
resulta bastante ambiguo, a juzgar por el testimonio de una informante, según la cual
ayudó a José Antonio Primo de Rivera a pasar de Portugal 300 pistolas. El
intermediario sería un teniente de Alamedilla (CasdA 2009).
Por ahora, sobre estos referentes es difícil pronunciarse sobre si fueron víctimas
de la represión sangrienta de Alberguería. La misma duda subsiste con Antonio Rivas
Neira, alcalde destituido en favor de Obdulio Sánchez González al producirse el
Alzamiento. En todo caso, el necrologio de Alberguería incluye tres víctimas
indirectas, dos hijos de Manuel GONZÁLEZ y un muerto en Dachau, pero seguramente
se está muy lejos de la cuenta.
Manuel GONZÁLEZ BLANCO, de seis meses, hijo de Manuel y Emiliana. Fallecido “de
sarampión” (10/12/1936), pero la falta del padre en una fratría de cinco niños
menores pesaría lo suyo en la falta de nutrición adecuada.
Rosalía GONZÁLEZ BLANCO, hermana del niño anterior, que murió pronto, según una
informante de 80 años (AdA 2009), pero sin comprobar causa exacta
(probablemente desamparo, enfermedad o malnutrición) ni fecha.
Agustín FERNÁNDEZ PASCUAL, fallecido en el campo de concentración de Dachau
(13/01/42), de quien no se tienen otros datos (MCU).
La represión jurídico-militar y la gubernativa fueron también relativamente
intensas, sin duda activadas por los denunciantes locales, entre los que se destacó el
médico José Espáriz Sousa, que no se caracterizaba por el empleo de un lenguaje y
unos modos muy acordes con su presunta labor humanitaria (Iglesias 2010b). El 1º de
febrero de 1938, este médico denunció a Alfredo Canillas Rodríguez, que ejercía de
maestro interino en Ciudad Rodrigo, después de haber sido concejal republicano en
Alberguería. A juicio de Espáriz, Alfredo constituía una buena ilustración de los
grandes obstáculos con que se encontraba “la grandeza de España” diseñada por
Franco (y de la que los vecinos de Alberguería y los españoles en general pronto
tendrían una cabal idea con la experiencia de los “años del hambre”). Se trataba de los
bajos intereses económicos de los aprovechados “agiotistas” (C.357/38: f. 3). Para el
denunciante Alfredo Canillas era sospechoso de contrabando de dinero y hasta de
dinero falso, al socaire de una tienda de ropas viejas que había tenido en Alberguería,
donde acudían compradores portugueses, con la colaboración o el beneplácito de otros
vecinos, de paso también denunciados como implicados en el pasado izquierdista de
Alfredo, miembro sucesivamente del Partido Radical Socialista y de Izquierda
Republicana, con cuyo carácter había entrado en la Gestora municipal del “nefasto
Frente Popular”. En ese pasado izquierdista del denunciado, acusado de propagandista,
se contaba también la introducción de la lectura del Heraldo de Madrid antes del
Movimiento y, sin duda lo más grave en la perspectiva de los militares, en los
primeros días del mismo se había servido de una radio, regalo anterior de Villalobos a
la escuela de niños de Alamedilla (que tal vez sería Heliodoro Polo Blanco, depurado),
para seguir las emisiones radiofónicas de Madrid en el café de Luciano Nava Pérez,
otro gestor frente-populista de Alberguería. José Espáriz no dejaba títere con cabeza,
empezando por el gestor Daniel Alfonso Acosta, que sería uno de los multados por
Calzada y Bravo el 17 de septiembre de 1936 y estaba detenido en julio de 1938
(C.2133/37), el teniente de alcalde Francisco Sánchez Hernández y el jefe local de
Falange, Santiago Dionisio González, sin olvidar al fabricante de electricidad Pedro
Lozano Crespo, sospechoso de haber favorecido a los socios de la Casa del Pueblo y
acusado de tener un hijo médico que, por haber servido a los “rojos” en Bilbao, había
sido sometido a expediente, y de hospedar en su casa a un cuñado vecino de Murguía
(Álava), lo cual, sin otras pruebas, era un indicio suficiente de aspiraciones
separatistas (C.357/38). Esto da una idea del ambiente que se respiraba en los pueblos
fronterizos de la Raya portuguesa durante la guerra, lejos de los frentes de combate.
De este pueblo era natural Antolín Santos, el famoso maestro de Campillo de
Azaba, con cuyos represaliados se cuenta. Su reputación sulfurosa como docente
(ateo) no le impidió tomar la investidura de la jefatura local de Falange, que ejerció
como tiranuelo y meticuloso denunciante, antes de ser él mismo cesado y depurado.
El total de afectados por la represión franquista en Alberguería de Argañán hasta
ahora identificados (y excluidos los naturales contados en otras localidades) supera la
veintena:
- Victimas mortales: entre 5 y 9 (3 de ellas indirectas)
- Presos y detenidos (procesados o no): 8
- Depurados: 1 (preso)
- Sancionados y embargados: 10 (2 también presos).

No hay constancia de que las autoridades locales hayan efectuado diligencia


alguna para averiguar la existencia de otras víctimas ni el menor gesto de
reconocimiento de las ya identificadas.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La saca carcelaria de
Ciudad Rodrigo el día 15 de septiembre: la fosa de Las Aceñuelas. (15/09/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Una vez bien probado el protocolo de las sacas colectivas carcelarias con la
redada de El Bodón (crónica del 11 de septiembre), aquéllas se convirtieron casi en
una rutina en Ciudad Rodrigo, pues al menos hubo media docena hasta Navidad. Pero
esto no significa que los represores renunciaran a las operaciones macabras habituales
(lo que el jefe de las Juventudes de Acción Popular denominaba “el clásico paseo”). A
lo largo de todo el mes de septiembre, antes y después del día 11, aparecían los
cadáveres individuales o por parejas de “desconocidos” junto a las carreteras y
caminos aledaños en los términos de El Bodón, Carpio de Azaba, Fuenteguinaldo,
Muñoz, El Payo, Peñaparda, Robleda y Zamarra (croniquilla del 6 de agosto).
Septiembre fue realmente un mes sangriento.
La siguiente saca carcelaria de la cabecera del partido no se hizo esperar mucho.
El 15 de septiembre fueron excarcelados 13 presos, siete de los cuales, según el
informe del jefe de la Policía Municipal en 1979 fueron ejecutados y enterrados en la
fosa de Las Aceñuelas (Iglesias, Represión franquista: 300). Al ser efectuada la
matanza a las puertas de la Ciudad, las víctimas, elegidas por sus cargos municipales,
sus responsabilidades políticas o sus presuntas actividades izquierdistas, pudieron ser
identificadas desde el principio. De ese modo, si la operación perdió en opacidad,
como pretendían los represores, la pedagogía del terror resultó más explícita. Ángel
GRIMALDOS y Victoriano GÓMEZ habían sido gestores municipales. Desiderio CRIADO
y Santiago GONZÁLEZ eran de los representantes políticos presentes en las reuniones
del Ayuntamiento los días 18 y 19 de julio de 1936 (J.sum.265/36).
Habían ingresado en la cárcel del partido el día 1º de agosto a las 13.15 horas
(Viudas/ Desparecidos 1936). Fueron sacados con el habitual pretexto del traslado
carcelario (“salieron para ()Salamanca el día 15 de setiembre”), para lo cual fueron
entregados a la Guardia Civil (Viudas, expediente de Eladio PULIDO), pero no llegaron
a su destino, pues fueron asesinados apenas salidos de Ciudad Rodrigo. Aparecieron
cadáveres aquel día en la dehesa de Las Aceñuelas (CR), a excepción de Santiago
GONZÁLEZ, a quien no se le señala esta circunstancia. En la respectiva acta de
defunción de cada uno se consigna el fallecimiento en dicha finca, la fecha y la hora
(5 h 30 de la mañana), la causa (heridas por arma de fuego) y el entierro de su
cadáver en el cementerio municipal (RCCR, def. 15/09/1936, “en virtud de oficio
dirigido a este R.C. de fecha de hoy por el Capitán Instructor Marcelino Ibero”). A
veces faltan datos sobre la filiación, profesión, nombre de la esposa y eventual
descendencia de los hombres casados.
Desiderio CRIADO BARÉS, de 24 años, natural de Mogarraz, hijo de Esteban y
Ángela, tiene instrucción, jornalero, presidente de las Juventudes Socialistas, soltero,
Como representante de las JS asistió a las reuniones del Ayuntamiento los días 18 y
19 de julio de 1936. Por ello lo citó a declarar el juez de instrucción Fausto Sánchez
(J.sum.265/36).
Constantino DOMÍNGUEZ GUERRA, de 24 años, nat. / vec. Ciudad Rodrigo, hijo de
Valentín y Aunción, tiene instrucción, albañil, soltero.
Santiago GONZÁLEZ DE LA IGLESIA, de 34 años, natural de Pereña de la Ribera, hijo de
Nicolás y Dominica, tiene instrucción, curtidor, presidente de la agrupación
socialista, viudo, sin constancia de filiación, nombre de la esposa y eventual
descendencia (ver croniquilla del 30 de agosto).
Ángel GRIMALDOS MÚGICA, de 29 años, natural de Madrid, ferroviario, concejal, de
Izquierda Republicana, soltero, sin constancia de filiación (ver croniquilla del 30 de
agosto).
Segundo LOBATO PLAZA, de 55 años, natural de Pastores, hijo de Pedro y Gregoria,
tiene instrucción, hortelano, casado, sin indicación de nombre de la esposa y
eventual descendencia.
Marcelino MARCOS MARTÍN, de 30 años, natural de Salamanca, vecino de Ciudad
Rodrigo, hijo de Juan (¿) y Carmen, carpintero, tiene instrucción, casado, sin
indicación de nombre de la esposa y eventual descendencia.
Félix MARTÍN MORO, de 50 años, hijo de Agustín y Petra, tiene instrucción,
hortelano, casado, sin indicación de nombre de la esposa y eventual descendencia.
Eladio PULIDO GONZÁLEZ (a) “EL RATÓN”, de 31 años, hijo de Ángel e Isidora, tiene
instrucción, jornalero, revisor de cuentas del PS, casado, sin indicación de nombre
de la esposa y eventual descendencia. En el expediente de Germán Repila Tetilla se
le da por “desaparecido”, muerto, sin explicar la motivación y circunstancias.
Según las declaraciones de algunos testigos en abril de 1936, incluidas en dicho
expediente, se habría visto implicado en la agresión al derechista Modesto
Hernández Villarroel el 5 de marzo anterior, en la calle del Sol, por alguien de un
grupo de borrachos que eran conducidos por guardias de Seguridad a la Inspección.
Entre ellos iban Germán Repila, Eladio PULIDO GONZÁLEZ (a) “RATÓN” y José
LÓPEZ (a) “GARABAYO”, que negarían ser los autores del palo que el derechista
recibió en la cabeza (P.sum.139/37). Es un indicio de la procedencia de la presunta
denuncia contra estos vecinos mirobrigenses.
Algunos de estos jóvenes son de aquellos a quienes, sin pruebas, los
depositarios de rumores derechistas señalan como activistas y autores de daños
materiales contra instalaciones pública, que principalmente serían fruto de su
imaginación, pues, de haber sido reales, la copiosa literatura procesal y de archivos
locales no habría dejado de ponerlas de relieve, corregidas y aumentadas, lo que hasta
ahora no se ha comprobado.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La pertinacia delatora.
Necrologio de Villar de Ciervo (16/09/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Los indicios de algunos tímidos actos de oposición al Movimiento (corte de


carreteras) el día 19 de julio en Villar de Ciervo determinaron una represión análoga a
la de otros pueblos fronterizos, sobre todo a la de Aldea del Obispo. Pero en este caso
tuvo mayor calado por la vía jurídica militar, debido al empeño de los denunciantes
locales, que incluso desde el frente de guerra seguían ejerciendo con tesón la
predisposición delatora (Iglesias, Represión: 487-490). Sin duda la comezón
remontaba a la original pedagogía del alférez Ernesto Bravo en julio y agosto para el
cobro de “donativos” obligados (multas) con destino al “ejército nacional” en
principio (croniquilla del 31 de julio).
El número de víctimas mortales cervatas no es muy elevado. Tres en total, dos
de ellas afectadas por las sacas: una quizá a consecuencia de una detención
domiciliaria el 16 de septiembre; la otra en una excarcelación alevosa. La tercera
murió en la fuga del Fuerte de San Cristóbal (Pamplona), donde se hallaba a causa de
una condena en consejo de guerra, que venía a ser el corolario de las denuncias.
Nicolás HERNÁNDEZ MUÑOZ, de 27 años, hijo de Manuel y Autora, jornalero, casado
con María Calvo Limón (o ¿Simón?). Apareció cadáver el 16 de septiembre de
1936, a consecuencia de heridas por arma de fuego, y fue enterrado en el
cementerio municipal (act. def.16/09/36, ASMJ). No se dispone de datos sobre
presuntos motivos de su asesinato.
Matías Andrés BALLESTEROS LORENZO (a) “TRINCALO”, de 68 años, hijo de Antonio e
Isidora, albañil, consejero y depositario de la STT, casado con Tomasa Ferreira
Montero, sin hijos. Fue excarcelado en la saca del 25 de noviembre de 1936, siendo
enterrado su cadáver en una fosa de Campanilla (ver croniquilla), con otros seis
detenidos. Se menciona con morfología errática en el primer apellido (Vallesteros o
Velasco) en la causa seguida contra su esposa Tomasa Ferreira y otros tres vecinos
(C.1071/36). Según esta fuente, Matías fue detenido el 29 de julio de 1936 y estaba
preso cuando se iniciaron las acciones judiciales de esta causa (17/10/36). Esto se
confirma en la relación de presos de la cárcel del partido de Ciudad Rodrigo, según
la cual Matías BALLESTEROS ingresó el 29 de julio de 1936 y salió el 25 de
noviembre del mismo año. También parece confirmada la hipótesis de que fuera
sacado de ella y asesinado, empezando por su acta de defunción, registrada al año
siguiente (30/05/38, ASMJ). Poco después (16/07/38), daba por “fallecido” a
Matías el secretario del ayuntamiento de Villar de Ciervo, Laureano Álvarez
Macías, al informar sobre la multa impuesta a la viuda, Tomasa Ferreira (C.
2133/37).
Emiliano PIZARRO FERREIRA, de 38 años, hijo de Diego y Emilia, jornalero, socio de la
STT, concejal republicano, casado con Ángela Zamarreño, sin constancia de
eventual descendencia. Murió en la fuga del Fuerte de San Cristóbal (Pamplona),
que tuvo lugar el 22 de mayo de 1938, cuando cumplía condena impuesta en
consejo de guerra (19/12/36). Allí había otros penados de la zona mirobrigense,
entre ellos un convecino de Emiliano, Valentín Lorenzo Bajo, uno de los tres (y no
dos como se indica en Iglesias 2016:) afortunados que, de los 800 fugados,
consiguieron llegar con vida a la tierra prometida de Francia (ver croniquilla
prevista entre el 24 y 31 de octubre). Emiliano había sido acusado de participación
en el corte de la carretera de Villar de la Yegua el 19 de julio, una vez desplazada la
Guardia Civil del puesto a Ciudad Rodrigo (donde “ya imperaba el Fascio”), por lo
que fue detenido el 15 de octubre y trasladado a Salamanca para ser procesado con
otros 12 vecinos (C.884/36). La muerte de Emiliano PIZARRO presenta analogías
con la de las sacas carcelarias.
Está claro que el asesinato y la temprana detención de los dos primeros
sacrificados no dejaban satisfechos a los responsables de la represión, cuyos objetivos
eran ambiciosos y para alcanzarlos contaban con la pertinacia de los denunciantes
cervatos. En efecto, a pesar de que la delación es una constante en “la sociedad del
castigo” deseada y fomentada en el Nuevo Estado franquista, la evidencia de la de
Villar de Ciervo es realmente llamativa. Ya resulta muy significativo el ensañamiento
contra Tomasa Ferreira, procesada por el hallazgo de unos cuadernos con datos
sindicales o con unas cuantas hojas arrancadas al principio. Pertenecían a su marido,
Matías BALLESTEROS, un hombre ya mayor que estaba detenido y poco después sería
asesinado. Hasta los mismos militares que la juzgaron no se atrevieron a condenarla,
aunque sería multada (C.1071/36). Pero esto no enfriaba los ardores patrióticos de
unos bravos y jovencísimos soldados en el frente de Robledo de Chavela, que antes, en
la retaguardia, se habían ejercitado como falangistas en servicios de represión menos
arriesgados para ellos. Desde allí remitieron una denuncia contra una treintena de
vecinos, clasificando “la peligrosidad" de los denunciados y especificando sus
presuntos delitos, sin dejar de insistir en la truculencia verbal de alguna mujer: “[a una
vecina], innumerables veces se le ha oído frases como la siguiente, que tenía que
preparar chuletas de guardia civil, cuya comida rociaría con sangre de cura”
(C.884/36).
Esto explica el total de afectados de la represión, que (descontados los naturales,
contabilizados en las localidades donde estuvieran avecindados, como Nemesio
Ferreira en El Bodón y Gabriel Zato en Robleda) se eleva a mencionad treintena de
personas identificadas:
- Víctimas mortales: 3
- Víctimas de represión carcelaria: 25
- Depurados : 1 (también preso)
- Sancionados o embargados: 8 (7 de ellos, también presos).

No hay constancia de que las autoridades locales hayan efectuado diligencia alguna para
averiguar la existencia de otras víctimas ni el menor gesto de reconocimiento de las ya
identificadas.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La opacidad de los registros
civiles. La posible saca colectiva de la cárcel de Ciudad Rodrigo el 23 de
septiembre de 1936 (23/09/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

La orden del general Mola del 6 de agosto de 1936 (ver croniquilla) sentaba las
bases de una feroz represión extrajudicial mediante la opacidad sobre agentes y
pacientes, lo que de hecho se traducía en la impunidad de los victimarios y la falta de
reconocimiento de las víctimas. El mecanismo ha dado resultados que perduran hasta
hoy, debido a la política de la memoria y la actitud pasiva de la justicia española, que
se manifiesta en la falta de colaboración para la investigación por parte de algunos
juzgados, empezando por la cabecera del partido judicial. En Ciudad Rodrigo la ASMJ
pudo fotocopiar las actas defunción. Con ello se resolvía una parte del problema, en
sentido positivo, con la identificación de los afectados por las sacas domiciliarias o
carcelarias (el señalamiento de “desconocidos” al menos dejaba constancia del
crimen). Pero las sacas perfeccionadas estaban previstas para que no hubiera
identificación posible: ni nombres, ni cadáveres enterrados en lugar conocido, ni
siquiera crímenes reconocidos oficialmente (los padres, las viudas y los huérfanos
experimentaban la falta del familiar, cuyo recuerdo era tributario de eventuales
testimonios y rumores).
La consulta exhaustiva de las actas de defunción en los registros civiles (desde
1936 hasta finales del siglo XX) habría posibilitado un reconocimiento negativo. Si el
nombre de los hipotéticos afectados confirma que fallecieron de muerte natural, los
referentes no deben ser reconocidos como víctimas. Si el nombre de las personas en
cuestión no figura entre los muertos “naturales”, no por ello los referentes deben, sin
más, ser incluidos ni excluidos de tal reconocimiento. Los indicios de la información
oral cobrarían más peso, con toda la labor de cotejo que ello implica. La consulta sería
laboriosa, cierto, pero no tendrían que asumirla los encargados del registro civil.
Bastaría con que se dejara hacer su trabajo a los investigadores, lo que no sería mucho
pedir en países que pretenden ser estados de derecho, como España, donde se supone
que existe la libertad de consulta de los archivos, dentro de una normativa, por
supuesto. Hasta ahora no siempre ha sido así.
Mientras no se lleve a cabo dicha consulta, persistirán las dudas sobre aquellos
excarcelados de quienes, por las fechas de salida y el modus operandi de los
represores, se puede presumir que fueron asesinados, aunque no se tengan otros datos
que claramente lo confirmen. Es el caso de algunos de los nueve presos que, habiendo
ingresado en la cárcel de Ciudad Rodrigo entre los días 24 y 31 de julio, salieron de
ella el día 23 de septiembre de 1936. Cinco de ellos reingresaron y fueron sacados los
días 8 o 16 de octubre. Los otros cuatro no volvieron a la cárcel y su destino posterior
es incierto (Iglesias, Represión franquista: 301). Por la relación de la cárcel se conoce
su naturaleza y su condición de detenidos por orden militar, pero se ignora todo lo
demás. Uno era natural de Gallegos de Argañán:
Isidoro HERNÁNDEZ FONSECA. Había ingresado en prisión el día 24 de julio de 1936.
Los otros tres eran naturales de Ciudad Rodrigo:
Justino ROMÁN HERNÁNDEZ. Había ingresado en prisión el día 25 de julio de 1936.
Francisco HERNÁNDEZ MARTÍN. Había ingresado en prisión el día 26 de julio de 1936.
José Manuel SANGALO MARTÍN. Había ingresado en prisión el día 26 de julio de 1936.
Su temprana detención, en la segunda semana del Alzamiento, prueba que eran
señalados de antemano como “elementos peligrosos” por los denunciantes afines a los
sublevados en el ámbito de la Ciudad, pero quizá ello no sea motivo suficiente para
darlos por asesinados en esta presunta saca colectiva, como sucedió poco después con
sus compañeros de prisión y provisional excarcelación. De modo que, como se viene
exponiendo, estos hombres siguen en el limbo de los “dudosos”, que no se pueden
incluir entre las víctimas mortales (mientras no existan documentos o evidencias
materiales que lo prueben) ni excluir del todo (mientras tampoco existan pruebas en
sentido contrario). A efectos de estadística no se cuentan en los totales de afectados
por la represión.
Así pues, en general, bastantes errores que, por inclusión o exclusión, se cometen
en los listados de ejecutados extrajudiciales hay que ponerlos en la cuenta de la gestión
de los archivos locales (a veces perdidos y otras impedido el acceso), tanto a nivel
municipal como de los juzgados de 1ª instrucción, y no solo en la del perverso modus
operandi de los represores.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La memoria fragmentaria o
perdida. Necrologio de Puebla de Azaba (24/09/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

En bastantes pueblos de la comarca no se ha llegado a tiempo de recoger la


memoria colectiva de las víctimas mortales o no se han conseguido más que retazos
de la misma, pero no hay que desesperar de obtenerla algún día, cuando existen
indicios claros de otras formas de represión. Entre otros pueblos, ha sucedido así en
Puebla de Yeltes, donde hay constancia de una represión económica, comprobada el
17 de septiembre de 1936, a través de las extorsiones de Ernesto Bravo y Agustín
Calzada, jefes respectivos de las Milicias Fascistas y de la Falange en la comarca,
denominadas “donativos” por los extorsionistas, y, poco después, las multas impuestas
por falangistas de Fuenteguinaldo y Casillas de Flores (Iglesias, Represión franquista:
355). Estos últimos pretendían cobrar así jornales “excesivos”, que no habían sido
ningún abuso, sino la mera aplicación de la normativa laboral republicana en vísperas
del Alzamiento. Era el trasfondo habitual de enfrentamientos entre los patronos que no
aceptaban esa normativa y los jornaleros que la reivindicaban. Los primeros se
cobraron con creces los presuntos “abusos” salariales, con denuncias que, en otros
pueblos cercanos, como Campillo e Ituero de Azaba, no se tiene constancia de que
pasaran de procesamientos, prisiones y sanciones. Pero en Puebla de Yeltes poco días
después de aquellas multas aparecieron los cadáveres de dos vecinos. De uno de ellos
(mal identificado) no se tienen datos sobre la motivación y las circunstancias de su
ejecución extrajudicial.
Demetrio JUAN SALICIO, de 24 años, hijo de Silvestre y María, casado, sin mención del
nombre de la esposa y eventual descendencia. Falleció en Ciudad Rodrigo y fue
enterrado en lugar desconocido, según el acta de defunción, muy tardías (22/10/81,
ASMJ). Según esto, podría haber sido víctima de la presunta saca carcelaria del día
anterior (croniquilla de ayer, día 23), aunque su nombre no se registra en la relación
de la cárcel del partido judicial, por lo que su alevosa excarcelación se habría
realizado en otro local carcelario. También cabe la posibilidad de que su esposa
fuera Carmen “la Merenga”, cuyo marido, según testimonios, fue sacado, pero esta
persona quizá se llamara José (PdA 2009) y, en consecuencia, los referentes
respectivos de estos nombres serían víctimas diferentes.
ANTONIO, sin constancia de apellidos, casado, padre de tres hijas, que habrían sido recogidas
por un tío sacerdote domiciliado en Ciudad Rodrigo (E 2015).

A día de hoy no se sabe si el necrologio de Puebla de Azaba es más extenso o no.


Descontados los naturales contabilizados con los vecinos de otras localidades (como
Graciliano Hernández Tomás, víctima mortal; ver croniquilla de Gallegos de Argañán,
prevista para el 16 de octubre), provisionalmente el total de afectados por la represión
franquista es de una docena aproximada:

- Víctimas mortales: 2 ó 3
- Presos o detenidos: 2
- Depurados: 2 (también presos)
- Sancionados o embargados: 10 (2 por partida doble).
El “día del Caudillo”: la simbiosis de los señores de la guerra y los señores de la
tierra (01/10/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

En la última semana del mes de septiembre y en la primera de octubre de 1936


amainaron un tanto las sacas carcelarias y domiciliarias en el entorno mirobrigense,
pero todavía estaban lejos de desaparecer, como se prueba con la matanza de una
quincena larga de vecinos de Fuenteguinaldo y de otros pueblos en la noche del día 7
al 8 de este mes. La razón de aquella tregua asesina quizá sería que por aquellas
fechas los mandos rebeldes y sus principales valedores andarían muy ocupados en
echar los fundamentos del Nuevo Estado, cuyo principal beneficiario sería el
mismísimo Franco. Los escolares de hace más de medio siglo, que recibían aquel
lavado de cerebro oficialmente titulado “Formación del Espíritu Nacional”, no pueden
haberlo olvidado, pues era una de “las tres Marías” que acompañaban al joven
estudiante desde el primer curso de secundaria hasta el último de carrera universitaria:
“la Política, la Gimnasia y la Religión”. Dentro del calendario nacional-católico
octubre comenzaba por “el Día del Caudillo”. Era mejor tenerlo bien presente, sobre
todo si había docentes falangistas de por medio, como era habitual.
En efecto, hoy se cumplen ochenta años del nombramiento de Franco como
“Generalísimo”, “Jefe de Estado” y “Caudillo” (tres sobrenombres para tres facetas de
una sola persona), gracias a su innegable astucia y a que sus teóricos adversarios en las
aspiraciones al mando entre la cúpula rebelde desaparecieron o anduvieron algo tardos
en las maniobras que, en apariencia, sus propios valedores le sirvieron en bandeja al
futuro dictador. Obviamente, el pequeño gran hombre contribuyó a su propio
engrandecimiento de manera sustancial con su habitual desparpajo. En cambio,
recordaba G. Soria (1975), algunos teóricos aspirantes al mando supremo, miembros
de la Junta de Defensa Nacional (JDN), entre ellos Mola, tuvieron que hacer de tripas
corazón y dar por bueno aquel casi autonombramiento, propiciado por un golpe de
mano estratégico llevado a cabo, además del principal interesado, por el general
monárquico Kindelán y otros oficiales superiores afines, Orgaz, Yagüe, Millán Astray
y Nicolás Franco, su hermanísimo.
Las maniobras que precedieron a dicho nombramiento tuvieron lugar en Salamanca
y su entorno entre el 21 y el 30 de septiembre. Son de sobra conocidas, aunque a los
escolares de antaño no se les revelaran las intrigas que posibilitaron aquel meteórico
encumbramiento. Propiamente los miembros de la JDN se reunieron en la finca de San
Fernando, sita en el término de Matilla de los Caños, a unos 32 kilómetros a la
izquierda de la carretera de Salamanca a Ciudad Rodrigo. Básicamente, el primer día
se trataba de unificar el mando del ejército “nacional”, cuyo jefe sería “el
Generalísimo”, quien el día 28 fue confirmado como tal y, por añadidura, “Jefe del
Gobierno” durante la guerra. Esta limitación desapareció en el texto del decreto, a
cargo de José Yanguas Messía (jurista del círculo salmantino que había estado
exiliado), y Franco por su cuenta empezó a autodenominarse “Jefe de Estado” en la
firma de documentos. Y el día 1º de octubre recibió esta investidura en Burgos, que
fue acompañada de la disolución de la JDN, cuyos miembros recibieron por premio
palabras elogiosas, y se creó la “Junta Técnica de Estado”.
El nuevo Jefe de Estado enseguida empezó a promover su propaganda con el
sobrenombre de Caudillo. En principio, se trata de uno de tantos términos derivados
formales y semánticos del lat. caput y capitia ‘cabeza´ que, a través del rasgo de
/eminencia/, por metáfora, se han habilitado para designar a quien ejerce el mando
(cabo, cabeza y otros, incluido jefe, a través del fr. chef): caudillo, del diminutivo lat.
capitellu ‘cabeza pequeña´. Es el equivalente perfecto de cabecilla, pero como al
Generalísimo (título concedido a Manuel Godoy, aunque al parecer portado antes por
don Juan de Austria como jefe de la Armada en Lepanto) no le quedaría tiempo para
las disquisiciones histórico-semánticas, le debió de parecer que la auto-designación de
Caudillo podría igualar o emular las del Füher alemán y del Duce italiano, cuya
protección empezaba a experimentar. Por encima estaba la ayuda, si no divina, por lo
menos de la jerarquía eclesiástica, mediante la carta pastoral del 30 de septiembre,
enviada por Enrique Plá y Deniel, el obispo de Salamanca, titulada Las dos ciudades,
en la que calificaba de Cruzada la sublevación contra la República. No se le puede
negar que fue un acierto propagandístico, aunque algo esperpéntico y contradictorio,
habida cuenta de que los soldados de Franco, precisamente al principio de la
contienda, eran musulmanes en gran parte.
No se ha tratado mucho del papel que tuviera en aquellas reuniones el presunto
anfitrión, Antonio Pérez Tabernero, dueño de la finca de San Fernando. Allí se había
instalado un campo de aviación con fines militares, al que tenían acceso la aviación
alemana e italiana. A juzgar por lo que cuentan sus biógrafos, este señor presumía de
sus dotes comerciales, de modo que es de suponer que el préstamo de este servicio en
su finca, sobre el que no hay constancia que fuera obligado, no sería ruinoso para él.
Aunque, bien mirado, el hospedaje gratuito de aquellos señores de la guerra ya era
rentable para ellos, pues (como sugería Laureano “Roque” en Robleda) defendían “lo
suyo”, exponiendo vidas ajenas de pobres soldados, que tal vez antes hubieran
frecuentado la Casa del Pueblo. Era una refinada (y cruel) ofrenda por parte del
“Caudillo” y los otros señores de la guerra, pues conseguían que antiguos aspirantes al
reparto de los beneficios de la tierra se convirtieran en guerreros armados para
eliminar a sus compañeros de clase social.
También está por ver hasta dónde alcanza la casualidad de las analogías que se
comprueban entre la prestación a los sublevados por parte de Antonio Pérez Tabernero
y la de su homólogo Ventura Sánchez-Tabernero, en cuya finca de Pedro Llén (Las
Veguillas) se instaló un centro de formación para falangistas a principios de 1937
(López-Delgado 2001: 274). Este personaje entre julio y agosto de 1936 había
prestado otros servicios como delegado del gobierno civil militarista (croniquilla del
21 de julio). Y, sin que exista relación comprobada de causa a efecto, en la noche del
14 al 15 de agosto habían sido asesinadas nueve personas en el término de Las
Veguillas, siete de ellas en la finca de Pedro Llén y dos en el sitio de “Barrueca”. Una
ejecución análoga, extrajudicial, afectó a ocho vecinos de Matilla de los Caños (entre
ellos el alcalde republicano, Gerardo Pescador Pescador, hijo de Tomás Pescador
Criado, vecino de El Bodón, “desaparecido” en la prisión de La Caridad hacia 1940-
41). Sus cadáveres fueron abandonados en La Rad, agregado de Galindo y Perahuy,
donde se registró su defunción el 7 de diciembre de 1936. Quizá este sacrificio
colectivo tuviera relación con la confesión a un periodista (negada después) de
Gonzalo de Aguilera, titular del condado de Alba de Yeltes y dueño del latifundio de
Carrascal de Sanchiricones, ubicado también en el término de Matilla de los Caños.
Según la versión de Preston (2011: 29), este terrateniente, al enterarse del Alzamiento,
fusiló a seis braceros para que los demás escarmentaran (la cronología propuesta es
incompatible con la de las actas de defunción).
Personajes como Antonio Sánchez-Tabernero y Gonzalo de Aguilera eran
señores de la tierra que dieron señales de desequilibrio mental, sin que esto fuera óbice
para que los señores de la guerra los utilizaran en servicios de represión del Campo
Charro. Al parecer, los grandes propietarios del entorno cercano de Ciudad Rodrigo
fueron más discretos en sus prestaciones represivas.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La saca del 8 de octubre: fosa
del camino a Gazapos. Necrologio de Fuenteguinaldo (08/10/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Después de casi dos semanas sin sacas carcelarias comprobadas, las operaciones
macabras colectivas se reanudaron en octubre, con vecinos de Fuenteguinaldo, pueblo
importante en el contorno, situado entre El Rebollar y el Valle de Azaba. Los
presuntos motivos para el inmerecido castigo eran los mismos que en otras localidades
vecinas. En el pasado más reciente, los intentos de oponerse a la sublevación mediante
procedimientos rudimentarios: corte de la carretera a la entrada del pueblo, guardia
nocturna encargada de mantener el orden. Sin remontar mucho en el tiempo, también
tenían que ver con los proyectos reformistas de la última corporación republicana, que
no solo atañían a varios latifundios enclavados en el término del pueblo, sino a las
gestiones para la roturación de los terrenos comunales, sobre todo la dehesa boyal,
cuya ocupación fue denunciada por los labradores riquillos guinaldeses.
Como ya hace algún tiempo se expuso (Iglesias 2010b), una operación en todo
análoga a la de El Bodón (croniquilla del día 11 de septiembre) se produjo con los
detenidos en Fuenteguinaldo el 7 de octubre, oficialmente puestos en libertad en la
madrugada del día 8, pero de hecho entregados a las fuerzas de Falange para su
ejecución a la vera del camino de Gazapos, cerca del antiguo monasterio de La
Caridad, de donde fueron exhumados sus restos mortales en 2006 (Iglesias 2008a). En
ambos casos, de la detención mediante llamadas al ayuntamiento de las futuras
víctimas, y no cazas al hombre como en Robleda, se encargaron los Institutos armados
y no las Milicias Fascistas, aunque éstas participaran en las actuaciones de las sacas.
Según la información oral, los detenidos el 7 de octubre de 1936 fueron más
numerosos todavía que en El Bodón, entre 18 y 22 personas, principalmente miembros
de la Casa del Pueblo y cargos del Ayuntamiento, que fueron puestos en un camión
para su conducción a Ciudad Rodrigo bajo la custodia de los Carabineros y la Guardia
Civil de Ciudad Rodrigo (FG 2007a), aunque el protagonismo atribuido a esta última
no parece corroborado por la información documental. Los había convocado el
alguacil o detenido la Guardia Civil y los Falangistas. En Ciudad Rodrigo, gracias al
valimiento de personas influyentes y del llamado “Monsagreño”, que tenía fábrica de
harinas en Fuenteguinaldo, tres de ellos se librarían de la subida al camión de la
muerte: Adrián Vicente Herrero, Alfonso Salicio Sánchez, ambos socios de la Casa del
Pueblo y concejales, y Bonifacio Sánchez Méndez, fundador de la Casa del Pueblo,
primer alcalde republicano y padre del alcalde en funciones antes del golpe militar,
Francisco Sánchez Álvarez. Este último estaba huido en la dehesa del Potril y, antes o
después, fue sorprendido y amenazado de muerte en su casa, pero en última instancia
fuesalvado por el secretario del ayuntamiento, Cipriano Ferreira (FG 2005, FG 2007b),
circunstancia que no se recoge en la causa que se les instruyó a ambos en 1938
(C.84/38). En ausencia del alcalde, murió en detención sangrienta el teniente de
alcalde, Esteban Carreño Tendero (croniquilla del 14 de agosto).
Los testimonios familiares añaden que, al día siguiente de la detención, a
excepción de los tres vecinos mencionados, los detenidos de Fuenteguinaldo fueron
conducidos por carabineros a La Caridad, que los facciosos utilizaban como cárcel
(aunque no hay constancia oficial de que fuera así por entonces), y no muy lejos de allí
serían fusilados. El lugar más o menos exacto se supo por el testimonio de una persona
a quien conocía Alejandro Zato Salicio, natural de Ciudad Rodrigo, y con la que éste
conseguiría hablar desde el camión macabro. Así quedaría constancia del paradero de
aquellos guinaldeses, viajeros ya por un camino sin vuelta. Las viudas y otros
familiares, sin embargo, no pudieron ver los despojos de estas personas asesinadas,
después de haber hecho el camino a pie, pues no los dejaron acercarse (FG 2007a).
Otro testigo, desde un teso, observó la ejecución y contó entre 20 y 22 disparos (FG
2005). Si esto último es cierto y el número de disparos correspondiera al número de
víctimas, ello supondría que en aquella ocasión hubo fusilados procedentes de otras
detenciones, pues la mencionada relación contaba 17 detenidos y tres de ellos se
habían librado de los disparos a quemarropa. Ahora bien, por la relación de entradas y
salidas de la cárcel de Ciudad Rodrigo, hoy sabemos que el día 8 de octubre de 1936
salieron otros tres detenidos que nunca volvieron a sus hogares, uno de
Fuenteguinaldo y dos de Casillas de Flores, respectivamente: Nicolás Marcos Morán,
Antonio Álvarez Martín y Antonio Cánovas Mesa. Pero la conjetura más probable es
que éstos fueran ejecutados o, al menos, enterrados en una fosa de Aldeanueva de
Portanobis (croniquilla del pasado 16 de julio pasado).
Por la documentación del archivo municipal de Ciudad Rodrigo (AMRC,
Desaparecidos 1936) hay constancia de que los detenidos ingresados en la cárcel de
Ciudad Rodrigo eran 17 personas. Sus nombres coinciden en las listas
correspondientes a las órdenes de entrada y de salida de la cárcel, emitidas por la
Autoridad Militar:

1 Timoteo Feliciano Mateos Ríos (vecino de Casillas de Flores), 2


Alfonso Salicio Sánchez, 3 Evaristo Sánchez Pérez, 4 Ramón Castaño
Durán, 5 José Alfonso González, 6 Adrián Vicente Herrero, 7 Juan
Valiente Salvador, 8 León Herrero Galán, 9 Valentín Rodolfo, 10 León
Pacífico Flores Aldehuelo, 11 Simón Moreiro Herrero, 12 Bartolomé
Mateos Alonso, 13 Nicolás Sánchez Martín, 14 Bonifacio Sánchez
Méndez, 15 Matías Mendo Mateos, 16 Agapito Carreño González, 17
Alejandro Zato Salicio.

En la lista de entrada se indica la fecha y la hora: “Ingresaron a las 21horas del


día 7 de octubre de 1936”. Y se añade la fecha de salida: “Fueron puestos en libertad
el día 8 de octubre de 1936”. En dicha documentación aparece también el Expediente
personal de los detenidos, con la lista de éstos, y al final la misma indicación de la
fecha y hora de entrada y de salida: “21 horas del día 7 de octubre de 1936” y “4
horas del 8 de octubre de 1936”, respectivamente. En el apartado de “vicisitudes”, de
un modo uniforme para todos y cada uno, se mencionan la procedencia de los
detenidos, la fuerza encargada de la conducción, el concepto del motivo de la
detención y la responsabilidad jurídica militar. Todo ello a la altura de la indicación
de la hora de entrada (aquí se escribe en cursiva la información manuscrita inserta en
el formulario): “Ingresó en esta Prisión procedente de Fuenteguinaldo, entregado por
fuerzas de carabineros, en concepto de detenido a disposición del Juzgado Militar
con oficio del Sr. Juez Instructor militar que se une a este expediente”.
A la altura de la indicación de la hora de salida: “Es puesto en libertad en esta
fecha el sujeto de este expediente en virtud de orden del Sr. Juez Instructor que se
une a este expediente”.
Debajo: “El Jefe. Jerónimo Maíllo”, con la firma ilegible de este jefe (director
de la prisión). Y a la izquierda del nombre y la firma, un sello: “Prisión de Partido
Ciudad Rodrigo” (está borrado u olvidado en el expediente de Alejandro Zato
Salicio).
De estos expedientes se deduce que las personas detenidas estuvieron en la
cárcel siete horas. Es de suponer que “el Sr. Juez Instructor [Militar]” practicara
interrogatorios individuales o colectivos, muy expeditivos, pero suficientes para
formarse una opinión, si es que no la tenía ya formada. Ningún detenido tenía
“antecedentes” (aparte de León Herrero Galán, de quien, probablemente por error
mecánico, se dice que tiene, pero no se especifican esos antecedentes) y era la primera
vez que todos y cada uno de ellos estaban en prisión. En consecuencia, “el Capitán
Juez, Marcelino Ibero”, daba la orden a dicho Jefe de la Cárcel de Ciudad Rodrigo
para la puesta en libertad de los presos:
“Sírvase poner en libertad a los detenidos a mi disposición, vecinos de
Fuenteguinaldo, que al respaldo se relacionan, por no encontrar cargo alguno
contra los mismos; y otro de Casillas de Flores. Dios guarde a V. m[ucho]s
a[ño]s. Ciudad Rodrigo, 8 octubre 1936. El Capitán Juez. (Firmado) Marcelino
Ibero.

Como era ya sabido por los testimonios, la mayor parte de estos detenidos no
fueron puestos en libertad sino muertos “por arma de fuego”, conforme al protocolo
macabro de las sacas (Iglesias, Represión franquista: 116). A ello se alude en otros
documentos de expedientes incoados a instancia de determinados familiares en 1978-
1979. Así sucede con el Informe del Jefe de Policía Municipal (21/05/1979), a
instancia de Visitación Medina Vicente, viuda de Simón MOREIRO HERRERO (infra):
“Según resulta de datos obrantes en el Archivo del Depósito Municipal
procedentes de la extinguida Prisión del Partido, Simón Moreiro Herrero
ingresó en referida Prisión a las 21 del día 7 de octubre de 1936, siendo puesto
en libertad a las 4 de la mañana del día 8 del mismo mes y año, en unión de los
diez y seis restantes que ingresaron. Al ser puestos en libertad a la puerta les
esperaba una furgoneta [en] que fueron trasladados al paraje de La Caridad
según es público y notorio y al igual que otros fueron ejecutados y enterrados
en fosa común, donde en la actualidad yacen” (AMCR, Viudas, en
Desaparecidos 1936).
El paraje aludido sería el camino de Gazapos, donde fueron exhumados los
restos de las víctimas allí enterradas y trasladados al cementerio de Fuenteguinaldo.
Entonces se les dedicó una placa conmemorativa en un acto de homenaje organizado
por el ayuntamiento (presidido por el alcalde Jesús Vicente) y algunos familiares de
aquellos muertos, con participación masiva de los vecinos del pueblo. Un ejemplo casi
único, que no ha tenido mayores ecos ni imitadores después por parte de las
autoridades, ni siquiera en esta localidad.
El necrologio de Fuenteguinaldo es de los más amplios de la comarca
mirobrigense. Incluye vecinos que ya han sido mencionados en estas croniquillas:
Esteban CARREÑO TENDERO, de 28 años, hijo de Juan y Cándida, jornalero, casado con
Juana Santos Castaño, padre de tres hijos. Falleció en detención sangrienta en el
mismo ayuntamiento (croniquilla del pasado 14 de agosto).
Nicolás MARCOS MORÁN (a) “CALDERERO”, de 37 años, hijo de Tiburcio y Mónica,
jornalero, casado con Trinidad Palos Hernández, de cuyo matrimonio quedaban dos
hijos. Según el acta de defunción, tardía, falleció en el término de Ciudad Rodrigo
el día 7 de octubre de 1936, a consecuencia de “heridas de arma de fuego”, sin
indicación del lugar donde fue enterrado (RCFG, act def. 15/03/1944), pero algunos
de estos datos pueden ser erróneos, a juzgar por la documentación del archivo
municipal de Ciudad Rodrigo (Desaparecidos 1936). Ingresó en la prisión de
Ciudad Rodrigo, como “detenido militar”, el 24 agosto de 1936 y salió el 8 de
octubre de 1936 en una presumible saca, con dos vecinos de Casillas de Flores,
cuyos restos estaban en una fosa de Aldeanueva de Portanobis (Castillejo de Martín
Viejo). Allí se practicó una exhumación en 2010, sin que fuera posible la
identificación de los restos de tres personas (croniquilla del pasado 16 de julio).

La mayoría de los guinaldeses sacrificados sucumbieron en la saca carcelaria de


la madrugada del día 8 de octubre de 1936, ejecutados y enterrados en los aledaños de
La Caridad, indicación que no suele figurar en las actas de defunción, todas ellas
tardías (entre 1940 y 1944) y redactadas conforme a la misma fórmula (fallecimiento a
consecuencia de “heridas recibidas por arma de fuego”, sin indicación precisa del
lugar, “en el término de Ciudad Rodrigo”, ni de enterramiento).
José ALFONSO GONZÁLEZ, de 37 años, hijo de José y Luisa, jornalero, vocal de la STT,
casado con Ascensión Carreño Sánchez, de cuyo matrimonio quedaba un hijo. Dos
personas con los apellidos de esta víctima, Ricardo y Arsenio, figuran en el atestado
de una reyerta notificada por el sargento de la Guardia Civil al Gobernador, en la
que habían intervenido siete personas el 8 de enero de 1936 (P.Incidencias 1935-
36). Pero no se tiene constancia de la relación que pudiera existir entre este
incidente y el asesinato de José.
Agapito CARREÑO GONZÁLEZ, de 25 años, hijo de Sixto Doroteo y Calixta, jornalero,
concejal, casado con Gumersinda Palos Salvador, de cuyo matrimonio quedaban
dos hijos; sería cuñado de Juan VALIENTE, pues lleva los mismos apellidos que la
esposa de éste. El secretario Cipriano Ferreira, que era de los que habían
participado en las denuncias y formación de expedientes, declaró que este vecino y
Nicolás SÁNCHEZ habían sido detenidos por la Guardia Civil y “en noviembre de
1936 no habían vuelto por el pueblo” (C.84/38: f. 27).
Ramón CASTAÑO DURÁN, de 24 años, hijo de Justo y Melchora, jornalero, casado con
Mariana Plaza Martín, de cuyo matrimonio quedaban tres hijos.
León Pacífico FLORES ALDEHUELO, de 34 años, hijo de Esteban y Joaquina, jornalero,
casado con Cristina Martín Hernández, de cuyo matrimonio quedaban cinco hijos.
León HERRERO GALÁN, de 37 años, hijo de José y María Antonia, jornalero,
presidente de la STT, casado con Martina Flores Aldehuelo, de cuyo matrimonio
quedaban cuatro hijos; debía de ser cuñado de León Pacífico FLORES, pues su
esposa lleva los mismos apellidos que éste. Un hijo de ambos, Hilario, transmite el
testimonio de la viuda, ya fallecida (informe, 2004). No se le conocían actividades
políticas. La pareja de guardias civiles irrumpió en el domicilio familiar y, en
presencia de su esposa y de sus cuatro hijos, sin acusación ninguna, lo llevó al
ayuntamiento, donde estaban otros detenidos, que de allí condujeron a la cárcel de
Ciudad Rodrigo. “[Al día siguiente] el suegro fue a llevarle [a la cárcel de Ciudad
Rodrigo] zapatos y tabaco, el carcelero le dijo que los habían sacado temprano y se
habían oído disparos en el término de la yugada Cantarranas, hoy conocido como
La Caridad”.
Bartolomé MATEOS ALONSO, de 34 años, natural de Esporlas de Mallorca (provincia
de Baleares), hijo de Laureano y Ciriaca, jornalero, soltero, sin antecedentes
penales (Exped. FG).Timoteo Feliciano MATEOS RÍOS, de 29 años, hijo de José y
Adela, vecino de Casillas de Flores, jornalero. Fue detenido el 7 de octubre con los
vecinos de Fuenteguinaldo (ver croniquilla del pasado 16 de julio).
Matías MENDO MATEOS, de 39 años, hijo de Andrés y Juana, jornalero, casado con
Petronila Sánchez Corral, de cuyo matrimonio quedaban dos hijos.
Simón MOREIRO HERRERO, de 29 años, hijo de Domingo y Valentina, jornalero,
concejal, casado con Visitación Medina Vicente, de cuyo matrimonio quedaban dos
hijos.
Valentín RODOLFO, de 41 años, natural de Ciudad Rodrigo, de padres desconocidos
(expósito, indicación que se toma por apellido), jornalero, casado en segundas
nupcias con Eusebia Corral López, de cuyo matrimonio quedaban dos hijas. Una de
éstas, Emiliana Rodolfo Corral, afirma que tenía actividades sindicales (informe,
2003). Ella misma fue testigo de la detención de su padre, que también
presenciaron su madre y los vecinos. Lo subieron al camión, con otros, y no
volvieron a saber más de él, aunque suponían que los falangistas lo habrían
detenido en el monasterio de La Caridad y asesinado en sus aledaños.
Nicolás SÁNCHEZ MARTÍN, de 33 años, hijo de Miguel y Eladia, jornalero, casado con
Magdalena González Morán, de cuyo matrimonio quedaba un hijo.
Evaristo José SÁNCHEZ PÉREZ, de 29 años, hijo de Martín y Efigenia, labrador (quizá
jornalero), concejal, casado con Manuela Sánchez Álvarez, de cuyo matrimonio
quedaban dos hijas; sería cuñado del alcalde republicano, a juzgar por los apellidos
de su esposa. Su hija Josefa (informe, 2003) fue testigo de la detención, que
también presenciaron la esposa y los vecinos de Evaristo. La efectuaron “las
fuerzas militares de los falangistas”, lo subieron para un camión y no lo volvieron a
ver.
Juan VALIENTE SALVADOR, de 32 años, hijo de Jerónimo y Juliana, jornalero, casado
con Irene Carreño González, de cuyo matrimonio quedaba una hija; sería cuñado de
Agapito CARREÑO, pues su esposa lleva los mismos apellidos que éste. Quizá
tuviera el empleo de sereno, que le concedió la corporación municipal republicana,
después de una votación, a Juan VALIENTE, sin otro apellido (AMFG, act. ses
20/06/36).
Alejandro ZATO SALICIO, de 32 años, natural de Ciudad Rodrigo, hijo de Manuel y
Encarnación, jornalero (“hojalatero”), casado con Eusebia Benito, de cuyo
matrimonio quedaban dos hijos. Según su hijo José (2003, 2005), Alejandro Zato
fue detenido por los falangistas y la Guardia Civil, cuando estaba poniendo cristales
en la iglesia, en presencia de su esposa y de los vecinos (FG 2006). Lo subieron
por la fuerza para un camión, junto con otros, y ya no tuvieron noticias de él por
parte de quienes se lo habían llevado ni de las autoridades. Afirma que hubo varios
testigos de que a su padre y a otros veinte aproximadamente los echaron en una
fosa próxima al monasterio de La Caridad. No se le conocían actividades políticas,
pero el pretexto de la detención fue que, siendo hojalatero y por encargo, había
fabricado un remate para el asta de la bandera sindical de la UGT, constituido por
una a hoz y un martillo (que José Zato conserva).
Como es sabido y se ha evocado más arriba, los restos efectivamente se hallaron
en el otoño de 2006. José Zato Benito, asesorado y ayudado por Bonifacio y Teresa
Sánchez, hijos del alcalde republicano Francisco Sánchez Álvarez, fue promotor
incansable de esta búsqueda, fundada en los frágiles testimonios de un carretero que,
casualmente, encontró su padre y con quien habló, ya camino del matadero, y de algún
pastor que oyó los tiros. Un testimonio bien transmitido, gracias al encargado de la
finca de La Caridad, Alfonso Gómez.
Dos años después de ejecutados, por las declaraciones e informes en la causa
seguida contra el alcalde republicano Francisco Sánchez y el secretario municipal
Cipriano Ferreira (C.84/38), se supieron las acusaciones que presumiblemente se
habían vertido en el otoño de 1936 contra los gestores y sindicalistas sacrificados
entonces (Iglesias 2010c). Casi todos ellos, al caer la tarde del domingo 19 de julio,
habían participado en un servicio de vigilancia denominado “guardia roja”, junto a la
ermita del Cristo, cuya misión era sin duda impedir la entrada de los fascistas en el
pueblo. Para ello habían atravesado en la calle dos carros (pertenecientes al vecino
Pablo Mateos Casillas), provistos de “una farola encarnada”, y “seis u ocho hombres
[fueron] armados de escopetas”. Al frente de éstos se hallaba el Alcalde en persona,
también provisto de una escopeta, que le había prestado y enseñado a manejar el
Secretario. Entre los componentes de esta guardia, algunos declarantes recordaban a
Agapito CARREÑO y Nicolás SÁNCHEZ. La Guaria Civil señaló a otros: Nicolás
MARCOS, Juan VALIENTE, Valentín RODOLFO, Matías MENDO, Simón MOREIRO y
Bartolomé MATEO. Y, por último, algún testigo creyó haber visto a Esteban CARREÑO.

Se podría incluir en este necrologio a Victoriano GÓMEZ HERNÁNDEZ, natural de


Fuenteguinaldo, que a efectos de estadística se ha contabilizado con los vecinos de
Ciudad Rodrigo (croniquilla del día 30 de agosto). Se completa con dos víctimas
mortales indirectas hasta ahora identificadas, aunque seguramente son más
numerosas:
Juan José FRANCISCO ALFONSO, alguacil. Según testimonios, después de haber sido
utilizado para que, con dos carabineros, avisara a los detenidos, fue detenido él
mismo y subido al camión. Finalmente fue golpeado a culatazos, de lo cual quedó
malherido. Y de resultas de todo ello, vuelto a su casa, se metió en la cama y vino a
morir.
Alejandro ZATO BENITO, de 19 meses, hijo del citado Alejandro ZATO SALICIO.

La amplitud de la violencia sangrienta en Fuenteguinaldo, como en Robleda,


ahorró trámites procesales a los represores encargados de la represión la vía judicial
militar. Solamente el Alcalde y el Secretario fueron procesados y condenados a 25
años de prisión “por rebelión”. También hubo un maestro depurado y cinco vecinos
sancionados por el Capitán General de la VII Región Militar con unas multas
descomunales, tanto que alguno de ellos quedó arruinado de por vida (Iglesias 2011b).
El total de vecinos afectados por la represión en Fuenteguinaldo es de unas 25
personas hasta ahora identificadas:
- Víctimas mortales: 17 (2 indirectas)
- Víctimas carcelarias: 6
- Depurados: 2 (uno de ellos también preso)
- Sancionados, embargados: 5.

En esta fecha debería conmemorarse la saca carcelaria de algunos vecinos de


Casillas de Flores, cuyo necrologio se avanzó al día 16 de julio (croniquilla). Puede
dejarse para mañana el recordatorio, con el añadido de otra víctima identificada.
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. Los “desaparecidos” y
perfectos “olvidados”: recordatorio de responsabilidades. La reducida saca del 9
de octubre y recordatorio del necrologio de Casillas de Flores (09/10/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Hay una categoría de víctimas mortales que han pasado por la vida sin dejar
apenas huellas. En cierto modo, son los “desaparecidos” perfectamente “olvidados” o
ignorados, como en general pretendían los responsables y ejecutores de las sacas. Casi
con seguridad se puede afirmar que eran solteros y pobres, cuyos cadáveres quedaban
secuestrados en lugares apartados y su recuerdo borrado con el tiempo. Sin hijos y sin
bienes, nadie echaba de menos el testamento y nadie reclamaba sus actas de
defunción. Sus padres quizá hubieran asistido a la detención con angustia y llorado su
ausencia en vano, pero en 1979 ya habrían muerto probablemente y no ejercerían los
derechos que les concedían las leyes (decreto-ley 35/1978). Los hermanos y sobrinos
tampoco parecen haberse interesado por ellos (aunque parezca irreverente y cruel
asociación, no estará demás recordar el refrán que corre por estos pagos: “Parientes
pobres y burros viejos, lejos”).
Los responsables directos del secuestro de los cadáveres y la desmemoria de
estas víctimas, como la de todas las otras en este territorio, son ya de sobra conocidos.
Eran mandos militares y paramilitares. En concreto, manejaban la tramoya dos
oficiales de los Institutos armados (los capitanes de la Guardia Civil y de Carabineros,
respectivamente, Juan Sáez Chorot y Marcelino Ibero Barceló), mientras que la
organización de las faenas mecánicas de las ejecuciones extrajudiciales principalmente
corría a cargo del jefe de las Milicias Fascistas, un alférez del Ejército (Ernesto Bravo
Rivero), y el jefe de Falange de la zona (J. Agustín Calzada Hernández). Por
delegación actuaban otros (alguna vez Fausto San Dámaso, teniente de la Guardia
Civil, sustituye “P[or] O[rden” al cap. Sáez). Hasta el 8 de octubre, Juan Sáez y
Marcelino Ibero se repartían el protagonismo de aquella pantomima en cuya
representación intervenían personajes reales (agentes y pacientes). J. Sáez, como
“Comandante Militar de la plaza de Ciudad Rodrigo”, firmaba las órdenes de ingreso
en la prisión del partido judicial (las cuales suelen llevar en la parte superior un sello:
“Guardia Civil – 2ª Compañía – 19º Tercio”). M. Ibero, como “Capitán Juez del
Juzgado Militar de Ciudad Rodrigo”, daba la orden de “poner en libertad” a los
detenidos, que también lleva en la parte superior la indicación del Instituto a que
pertenece (“Comandancia de Carabineros. Juzgado de Instrucción”). Hasta la saca del
8 de octubre, uno u otro capitán alternan a veces en la emisión de las órdenes y
Marcelino Ibero ejerce de “Comandante Militar” (quizá en ausencia de Sáez), pero es
siempre “el Capitán Juez Instructor”. A partir de esta saca inclusive “el Capitán Juez,
Marcelino Ibero” ordena el ingreso en prisión y también ejercía de “Comandante
Militar”.
Estas alambicadas triquiñuelas se comprueban en la saca de los vecinos de
Bodón (11 de septiembre), donde también queda al descubierto el trampantojo (“El
burro tapado y las orejas fuera”). En efecto, contrariamente a lo que los responsables
pretendían hacer creer, la orden de la falsa puesta en libertad antes de ser entregados
los detenidos a las fuerzas de Falange (con lo que los mandos pensaban quedar
exculpados e impunes), de hecho se firma después de la “orden de entrega” a dichas
fuerzas. De modo que los detenidos del día 11 de septiembre fueron recogidos, uno
individualmente y los otros en grupos, entregados por el Jefe de la Prisión (y sin duda
llevados al cuartel de Falange) por dos “jefes de la fuerza”, que firman la entrega:
Jesús Rodríguez, cuatro detenidos a las 16.45 horas, un detenido a las 18.45 horas y
otros diez a las 19.30, e Isidro Santiago [citado entre los victimarios de Peñaparda],
tres detenidos a las 18 horas. El traslado duró casi tres horas y la orden de “poner en
libertad a todos los presos, menos Ramón Barragués” no se aplicó nunca, pues los
detenidos pasaron de la prisión del partido al local carcelario de Falange y de éste
fueron conducidos al matadero. No hay constancia de este complicado protocolo en las
sacas posteriores.
Indirectamente, como ya se ha sugerido, a la desmemoria de estas y otras
víctimas han contribuido los encargados de los archivos y los registros civiles, con el
hermetismo de la documentación que guardan. E incluso, también tienen su parte de
responsabilidad los familiares más o menos cercanos de los “desaparecidos” que, sin
duda a causa del miedo, han optado por la política del avestruz, sucumbiendo a la
tentación del silencio, el olvido y la ignorancia real o supuesta de los hechos. Una
actitud pasiva que, aunque comprensible, no deja de ser lamentable, porque “no querer
saber nada” ha resultado cómodo, pero es el mejor servicio que se le ha prestado a los
represores franquistas y el peor desprecio a sus propios familiares asesinados (“No
hay pero desprecio que no hacer aprecio”).
El doble objetivo de la eliminación física y el expolio de su memoria no se ha
cumplido del todo con los asesinados de El Bodón y de Fuenteguinaldo, que
sucumbieron en las dos sacas carcelarias más numerosas, pues los testimonios
permitieron la exhumación de sus restos mortales n 1979 y 2006, respectivamente. En
los otros casos la jugada dio casi el resultado apetecido por los verdugos: sacas del 9 y
del 16 de octubre, del 25 de noviembre y del 16 de diciembre. En la del 9 de octubre,
al día siguiente de la saca masiva de vecinos guinaldeses y casillanos, fueron
excarcelados dos de los primeros detenidos en la cárcel de Ciudad Rodrigo, sobre los
que se tienen pocos datos, debido a la perfidia de sus verdugos y quizá a alguna
circunstancia de las señaladas.
Antonio DE JULIÁN MÁRQUEZ, de 34 años, natural de Córdoba, hijo de padre
desconocido y Carmen, jornalero, casado con María Isidora González Aranda, sin
indicación de eventual descendencia (act. def. 14/08/1945, ASMJ). Había ingresado
el 3 de agosto en la prisión de Ciudad Rodrigo, de donde salió al mes siguiente
(18/09/36), pero reingresó el día 8 de octubre y salió al siguiente en esta presumible
saca (AMCR, Desaparecidos 1936)
Manuel DURÁN SÁNCHEZ, sin otros datos, aunque la condición de víctima mortal
parece confirmada por testimonios de un sobrino (ASMJ). Había ingresado en la
cárcel el día 26 de julio, el mismo día que los nueve primeros detenidos de El
Bodón. Después siguió los mismos avatares carcelarios y destino final que Antonio
DE JULIÁN.

Un mozo de Casillas de Flores ejemplifica a la perfección la falta de


reconocimiento que se cierne sobre los jóvenes solteros sacrificados hace ochenta
años:

José MARTÍN LANCHAS, de unos 20 a 22 años, hijo de Francisco y María, jornalero,


soltero. En la tradición familiar no se han transmitido detalles concretos sobre la
motivación de la detención y sus circunstancias, ni de la fecha y lugar de la
ejecución extrajudicial, así como del lugar de enterramiento de su cadáver. Hasta
ahora solo se tenían rumores contradictorios sobre “(…) el hijo de una tal María “la
Casquella”, la cual insultaba a todos [los represores] porque le habían llevado un
hijo” (CdF 2009).
Su identificación nominal, gracias al testimonio de una sobrina, se produjo en el
marco del homenaje dedicado a las víctimas de este pueblo, con la colocación de una
placa en el cementerio local el domingo 17 de julio, sin asistencia ni colaboración
alguna de la corporación municipal. La víspera se adelantó una croniquilla con el
necrologio, que propiamente debería haberse publicado el día de ayer y del que estas
notas sirven de recordatorio. Y esto permite corregir el olvido en aquella ocasión de
otra víctima ya identificada:
Antonio HERNÁNDEZ RASTRERO, de 37 años, hijo de Manuel y Narcisa, casado con
Petra Bernal Martín con quien tenía cuatro hijas. Según el acta de defunción, tardía,
falleció el 31 de agosto de 1936, en el término municipal de Ciudad Rodrigo, de
“muerte violenta”, sin indicación de otras circunstancias (RCCR, act. def.
29/07/1980, inscripción practicada por orden del Juez de 1ª Instancia del Partido,
derivada del expediente tramitado a instancia de la viuda). Pero esta fecha de
fallecimiento es errónea, pues Antonio fue detenido en Casillas e ingresó en la
prisión del partido de Ciudad Rodrigo el 10 de octubre de 1936, fecha posterior a la
de su presunta muerte y salió de la cárcel el 16 de octubre de 1936 (AMCR,
Desaparecidos 1936). Los testimonios añaden que la detención se produjo en el
campo, adonde los captores lo fueron a buscar, y, según alguna versión, fue muerto
y enterrado en lugar incierto (“en El Bodón o pa’ahí”. Entre las causas de su
muerte, se da una agarrada que había tenido con otro vecino, que “era de derechas y
tenía mal careo” (CdF 2008).
Croniquilla del verano y otoño sangriento de 1936. La fiesta de la Hispanidad: el
maniqueísmo “nacional” de la raza y la horda (12/10/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Una fiesta señera en el calendario de la “formación del espíritu nacional”, o


catecismo de la propaganda franquista, era el “día de la Hispanidad”, que venía a ser
un eco del “día del Caudillo” (1º de octubre), porque éste era en definitiva el centro de
toda aquella parafernalia verbal e iconológica, que se denominaba por antonomasia “la
Política”. Era una superchería que pronto descubrían los mismos escolares, cuya
estrategia para aprobar esa asignatura en los exámenes consistía en “soltar mucha
paja”. Quizá en ese descubrimiento esté la base del desprestigio que hoy, al cabo ya
de casi cuarenta años de democracia, arrastran la política y los políticos, en una gran
parte de la opinión colectiva asociados, respectivamente, con “la picaresca” y “la
corrupción” (un sambenito, dicho sea de paso, llevado con todo merecimiento por
algunos representantes del Pueblo).
El día 12 de octubre concentraba una multiplicidad de referencias épico-
religiosas “nacionales”, que se traducían en la polionomasia correspondiente. De
hecho las designaciones festivas tenían una antigüedad relativa y siguieron más o
menos vigentes en el tardofranquismo: “Día de la Hispanidad” (1926, 1931, 1935,
1958), “Día de la Raza” (1913, 1918), “Día del Pilar”, “Día de la Fiesta Nacional”
(1892, en el 4º centenario del “descubrimiento de América”, 1987). Franco no inventó
nada, pero supo hallar el sincretismo de todas estas corrientes para llevarse el agua a
su molino, donde se moldeaba su ansia de poder, durable y sin límites. “El Caudillo”
era el último y definitivo eslabón de las “Glorias Imperiales” (libro de lecturas).
De un modo más o menos visible (como era la denominación del “Día de la
Fiesta Nacional”) el motivo aglutinante era “el Descubrimiento”, alusivo a la llegada a
las Bahamas de la expedición de Colón, a quien en los manuales escolares de Historia
y sobre todo en “la Política” se procuraba nacionalizar, buscándole orígenes gallegos,
como los del “Caudillo”. Para los jóvenes estudiantes de antaño, la hazaña deportiva
(convenientemente encarnada por los mitos vivientes del cine), con el grito del
marinero al avistar la meta del mar proceloso, no debía tener más parangón que la
Redención en la historia de la Humanidad. Hasta la misma letra de Pemán para la
“Marcha real” (1928) lo recordaba (2ª estrofa: “Gloria a la Patria / que supo seguir /
sobre el azul del mar / el caminar del sol”), cuando al modo militar, lo niños en fila
“cubriéndose” con la mano derecha sobre el hombro del compañero, la cantaban antes
de entrar en la escuela. Franco había convertido esta marcha en “himno nacional” por
decreto (27/02/1937).
Los efectos directos o indirectos del Descubrimiento y la Conquista sobre la
población indígena y su cultura no entraban en el programa de “la Política” o se
ponían en la cuenta de la “Leyenda negra”, fraguada por los enemigos históricos de
España; y, de paso, se recordaba que esos países no habían sido modelos de conducta
colonial. En este sentido la referencia religiosa del “Día del Pilar”, en cuya leyenda
dorada se insertaba la aparición “en carne mortal” de la Virgen al apóstol Santiago,
para animarle en su laboriosa predicación del cristianismo, justificaban implícitamente
los excesos de los conquistadores, como un mal necesario para la Evangelización,
como el orden público servía de excusa a los desmanes de la Guardia Civil, que
también celebra su fiesta en la misma fecha. No de otro modo se justificaba (y se
justifica) la guerra civil y los desastres que le son inherentes, pretendiendo curar males
sociales con otros males peores, con el falaz espejismo de que los fines justifican los
medios. Así funcionaban siempre estos patronazgos, cuya retórica (escandalosa) se
reduce a utilizar la motivación religiosa como escudo de la violencia armada. Para
muestra basta el simbolismo de la cruz de Santiago (patrón del Arma de Caballería y
del Ejército de Tierra). Decían los “formadores del espíritu nacional” que era a la vez
“cruz y espada”, y no había más que hablar.
El gran defensor de la Hispanidad, Ramiro de Maeztu (1931), tuvo un precursor
que era obispo (Zacarías de Vizcarra Arana) en 1926, pero fue él quien ofreció el
argumentario más aprovechable para la propaganda fascista, en la que se convirtió en
referencia obligada. En La defensa de la Hispanidad se trata de justificar la
desconfianza ante el progreso y el racionalismo, la galofobia y anglofobia, el
republicanismo, todo ello contrapuesto al ideal católico y el modelo monárquico de los
Reyes Católicos; y, claro está, se defiende la colonización de América, impregnada de
unos principios morales, que deben pervivir en el Nuevo Mundo y no se respetan en
los dos grandes imperios del momento, el de los Estados Unidos y el de Rusia,
respectivamente saturados de una “fascinación por la riqueza” y por la tentación de “la
revolución”. Durante el período republicano ya se celebró esta fiesta “de la
Hispanidad” (1935). Pero fue “el Caudillo” quien, después de hacer suyo el ideario del
ensayista (cuya obra se reeditó en 1938), reguló la fiesta en 1958.
Antes de la guerra ya se había se había celebrado el “Día de la Raza”, cronónimo
propuesto y empleado bajo la Monarquía (1913, 1918)). La referencia cultural también
servía de coartada para esta designación, aunque con el paso del tiempo resultaría
molesta la posible alusión clasista y biológica de raza aplicada al género humano,
precisamente por emplearla quienes la emplearon para referirse a la para ellos superior
raza aria. Hoy el término tiene unas connotaciones que quizá no tuviera en el primer
tercio del siglo XX, y por ello se recomienda el término etnia para referirse a
comunidades humanas que tienen características físicas o lingüísticas y culturales
propias. Pero está claro que el cambio de etiqueta, por sí solo, no borra los prejuicios
sociales de la comunidad mayoritaria contra las minorías. Que se lo pregunten, sin ir
más lejos, a los gitanos, moros, rumanos, etc., a quienes seguramente no les convence
el tópico de que “los españoles no somos racistas”.
Ya terminada la guerra civil y bien entrada la segunda guerra mundial, Franco
no debía de sentir escrúpulo alguno en el manejo de dicho término. Tanto es así que
entre 1939 y 1941, con el seudónimo de Jaime de Andrade, escribió Raza. Anecdotario
para el guión de una película, que en su primera versión llevó al cine José Luis Sáenz
de Heredia en 1941 y se estrenó en 1942. Entonces se editó como novela y después se
hizo otra edición en 1945 (para detalles, cf. Rafael Utrera Macías, “Raza, novela de
Jaime de Andrade, pseudónimo de Francisco Franco”, Anales, 21, 2009, pp. 213-230).
Quizá resulte superfluo añadir que el Caudillo (autor “observador, militante e
intérprete” [R. Utrera 2009: 215]), a través del personaje principal, se proponía a sí
mismo por paradigma del buen español, esforzado, valeroso y fiel al ideario nacional-
católico de la esencia patria, aunque no tenía empacho en referirse a los almogávares
como guerreros ejemplares, que, además de ser catalano-aragoneses (por quienes el
general Franco y los suyos no sentían una particular simpatía), no debían de
caracterizarse por un marcado refinamiento cultural. El final de la contienda mundial
no sería el que Franco esperaba, y el tufillo fascista, clasista, xenófobo y
antiamericano en concreto, que desprendía Raza, ya no encajaba en el contexto
europeo. Su propio olfato le llevaría a practicar una autocensura, que empezó por
retirar las copias de la primera versión fílmica (sin conseguirlo del todo) y a proponer
un título menos llamativo, no Raza, sino El espíritu de una raza, dirigida por el mismo
J. L. Sáenz de Heredia (1950). Y en consecuencia, en 1958 decretó que la fiesta
nacional se llamara “Día de la Hispanidad” y no “de la Raza”.
Durante la guerra civil las autoridades militaristas, que hacían eco a la voz de su
amo, insistían en la solemnidad con que era celebrada la “fiesta de la Raza” en su
vecindario. Así lo hacía el alcalde de Retortillo (donde serían eliminados cinco
sindicalistas y cargos republicanos), Nemesio Matías, notificando al gobernador civil
el empeño que había puesto en que dicha fiesta se celebrara “con todo esplendor (…) y
manifestaciones de amor a España y gran religiosidad”. Ello había dado también
ocasión de rendir homenaje a “la heroicidad de los bravos combatientes [que estaban
liberando a España] de las hordas salvajes” (AHPS: 191/36). El Alcalde olvidaba que
muchos de aquéllos “bravos combatientes” eran antiguos socios de la Casa del Pueblo,
pero este olvido era necesario para la grosera oposición maniquea de la propaganda
franquista. En efecto, la contraposición entre los mesiánicos soldados del “Glorioso
Movimiento Salvador de España” y las “hordas salvajes” de los soldados del Gobierno
legítimo de la República era una cantinela habitual en las declaraciones derechistas
para la jurisdicción militar, no sin que metiera la mano la Guardia Civil en los
atestados. En ellas presentaban las ocupaciones de latifundios expropiables como
asaltos bélicos de un ejército aguerrido y salvaje (como los almogávares que “el
Caudillo” admiraba). Así lo hacía el comandante del puesto de Peñaparda, al describir
la entrada de los vecinos en el previsto asentamiento de la dehesa de Perosín, liderados
por un “organizador e instigador de las masas”, secundado por otro que “pasaba lista”,
un tercero que “daba instrucciones a las hordas para la ejecución de los trabajos de
roturación”, etc. (Iglesias 2016: 224). Al final los jornaleros aspirantes a colonos
quedaban asociados a profanadores de la sacrosanta propiedad privada.
Algo de todo esto se rastrea detrás de los discursos en “la Fiesta de la Raza” más
sonada de todas en la provincia de Salamanca, celebrada en el paraninfo de la
Universidad. En aquella asamblea casi multitudinaria, aparte de Franco y otros
mandos militares, estaba lo más granado de los enemigos de la República, los fascistas
y militaristas convencidos, intelectuales y hombres de letras (Pemán), jerarcas de la
Iglesia (Pla y Deniel), el general Millán-Astray, la esposa de Franco, Carmen Polo. En
ella participó Miguel de Unamuno, anti-azañista y repuesto rector, que presidió el acto
(y era portador de una carta de súplica de la esposa de Atilano Coco, pastor
protestante, que sería asesinado), con un protagonismo sorprendente, dada su adhesión
a los promotores de la rebelión. La celebración, que se había iniciado con las
previsibles glosas sobre “el Imperio español y las esencias históricas de la raza”, tomó
un derrotero más escabroso con la intervención de F. Maldonado de Guevara, quien se
pronunció contra el separatismo catalán y vasco, para él “anti-España” y “cánceres de
la nación” que el fascismo debía curar cortando por lo sano. Estos propósitos
recibieron la censura de Unamuno, que se enzarzó en una áspera diatriba con los más
cerriles contrincantes.
Son de sobra conocidas aquellas frases lapidarias (“venceréis porque tenéis
sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis…”) con que el Rector, que pronto dejaría
de serlo, se erigió en paladín de la razón, de la inteligencia, de la cultura y de la
convivencia nacional frente a los fantoches sectarios y siniestros que, como Millán-
Astray, con sus necrófilos y bárbaros gritos (“Viva la muerte”, “Muera la
inteligencia”) negaban aquellos valores. Cuesta trabajo creer que el sabio rector, poeta
y filósofo, pudiera haberlos tomado hacía tres meses por los representantes y
salvadores de “la civilización occidental” (que tiene mucho que hacerse perdonar, en
España y en América, para empezar). Cuando se celebraba “el Día de la Raza” en la
universidad de Salamanca, ya habían sido eliminados por sentencia de consejo de
guerra las autoridades y líderes políticos de Ciudad Rodrigo (que estaban lejos de ser
todos personas incultas y no tenían antecedentes penales), entre otros, cuya ejecución
no podía pasar desapercibida, porque se efectuaba cerca del cementerio, con
estruendosas descargas en la madrugada. En cuanto a las ejecuciones extrajudiciales y
los hallazgos de centenas de cadáveres, eran del dominio público. Don Miguel, al
parecer, no se había dado por enterado hasta entonces, ni tampoco después (y esto ya
era cantar mal y porfiar) parece que renunciara a la idea de que la salvación de España
estaba en manos de los militares (“el movimiento salvador que acaudilla el general
Franco”, “hay que salvar la civilización occidental cristiana [contra] las inauditas
salvajadas de las hordas marxistas”, etc.). Probablemente murió sin percatarse de que
Franco y Millán-Astray eran lobos de la misma manada. No es cosa de mostrarse cruel
con el recuerdo del admirado Miguel de Unamuno, deseándole una larga vida sólo
para que le hubiera permitido comprobar la violencia de la dictadura franquista como
estado permanente desde su principio hasta su fin. Así lo prueban, por ejemplo, la
presencia de la Policía a las puertas de la universidad Complutense de Madrid, entre
otras, para vigilar, asustar y golpear a los estudiantes en el recinto universitario al final
de los años sesenta o, ya con Franco decrépito, el famoso proceso de Burgos contra
activistas vascos (1970) e incluso, poco antes de su fallecimiento, otro proceso que
también se terminó con la ejecución de otros activistas (1975), acusados de prácticas
terroristas como aquéllos.
En todo caso, aquel discurso entrecortado redimió a D. Miguel, si es que
realmente lo necesitaba, pero también prueba que los intelectuales no siempre tienen
una perspicacia a la altura de su inteligencia y cultura. Aquel descubrimiento personal
del 12 de octubre de 1936 sobre la calaña de algunos “redentores” no devolvió la vida
a los pobres, analfabetos e ignorantes, que no lo eran por elección propia ni por ello
eran forzosamente unos bárbaros asesinos (como sí lo eran sus propios ejecutores), al
menos en la provincia de Salamanca. Miguel de Unamuno podía haberse dado cuenta
de que la instrucción de las capas sociales menos favorecidas (y no solo de las más
pudientes) formaba parte de las preocupaciones de la República y ésta trataba de curar
males que arrastraban de antes y de los que no era responsable, para lo cual necesitaba
tiempo y colaboración, nunca prestada por los reaccionarios. El sabio D. Miguel, en
cierto modo, viene a ser un precursor de la teoría de la “equiviolencia” (término que
Robledo emplea para referirse a quienes reparten la responsabilidad de los hechos en
1936 entre “los dos bandos” por igual), a lo que parece referirse con una de sus
habituales piruetas verbales (“los hunos y los hotros”), como si con esto ya estuviera
todo dicho. Es una cómoda posición, bastante extendida, por cierto, en el mundillo de
los escritores que ven en la memoria histórica materia para ejercicios literarios y no
una necesidad de reconocimiento y reparación moral de las víctimas, a pesar del
tiempo transcurrido. De hecho responde a una deriva derechista, pues con esa teoría se
deja en el olvido que los sublevados militares fueron quienes abrieron la caja de los
truenos con unos objetivos nada altruistas. En el trasfondo también se percibe un
sustrato clasista, como si por ser ignorantes, pobres y desconocidas, aquellas personas
fueran menos dignas de respeto que las célebres y poderosas.
Quizá no estaría demás aprovechar el “día de la Fiesta Nacional” (antaño “de la
Hispanidad”) para reflexionar sobre temas análogos de la historia española.
Las familias elegidas para el sacrificio. La saca del 16 de octubre: fosa del Valle del
Lagar. Necrologio de Gallegos de Argañán (16/10/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Al cabo de una semana de la anterior saca carcelaria, los responsables y ejecutores


efectuaron otra el 16 de octubre conforme al mismo guión. En consecuencia, no es de extrañar
que también se repitan los efectos señalados en lo que atañe a las dificultades para la
identificación total de las víctimas (croniquilla del pasado día 9). Pero, aparte de ser más
numerosos los afectados, en esta otra saca se comprueba una característica represiva muy
extendida, cual fue la aplicación de castigos terribles a determinadas “familias elegidas”,
cuyos miembros con frecuencia fueron exterminados en parte (Iglesias, Represión franquista:
552). Fue el caso de “la señora Gaona y sus hijos”. Tampoco es novedosa la constatación de
que un vecino de Gallegos de Argañán, que había sido herido por fuerzas rebeldes en su
pueblo de origen y curado en el hospital, fue después sacado para su asesinato, acto de
barbarie refinada denunciado como tal por un eclesiástico mirobrigense (C.2133/37). Forma
parte del necrologio de dicha localidad, donde los encargados ponen obstáculos insalvables
para la consulta del archivo municipal y, además o quizá por esto mismo, algunos presumen
de no tener víctimas mortales republicanas en su vecindario.
Los avatares carcelarios de algunos integrantes de la saca colectiva del 16 de
octubre son análogos a los del día 9 anterior, con eventual doble paso por la prisión.
La “Relación” de las salidas en tal fecha incluye los nombres de nueve excarcelados,
ocho de los cuales, según la tradición mirobrigense, fueron asesinados y sus cadáveres
enterrados en una finca del Valle del Lagar (infra). Los cinco primeros habían sido
detenidos entre el 26 y el 31 de julio, por lo que es de suponer que los represores los
consideraban “peligrosos” de antemano, aunque de algunos no se tiene indicio alguno
sobre el presunto motivo.

Pablo SANTOS SÁNCHEZ, natural de Palma de Mallorca, socialista, concejal, sin


constancia de edad, filiación, profesión y estado civil (ver croniquilla del 30 de
agosto).
Ángel SIERRO MANGAS (primer apellido SIERRA en la ASMJ), de 25 años, jornalero.
Había estado detenido del 26 de julio al 23 de septiembre y fue reingresado el 26 del
mismo mes (ARMR, Expediente de huérfanos).
Remigio BAZ MARTÍN, sin constancia de otros datos. Había estado detenido del 31 de
julio al 23 de septiembre y reingresó el 26 del mismo mes. En el juzgado de
instrucción del Regimiento de La Victoria le abrieron expediente en 1938, “por faltar a
su incorporación” como recluta del reemplazo de 1928, 4º trimestre. Según el informe
del juez instructor (01/02/39), teniente de Carabineros Pedro Martín, había sido
declarado en rebeldía por orden del Secretariado de Guerra (14/08/1937) y en 1939
seguía “en ignorado paradero” (Exp. CR/38). Remigio fue uno de los emisarios de
Ciudad Rodrigo encargados de transmitir las consignas de oposición al Alzamiento, en
compañía de Manuel Mateo, que estuvo detenido tres veces en 1936 y fue procesado
en 1939.
Balbino ESCALERA IGLESIAS, nat. Villamiel (Cáceres), sin otros datos. Había ingresado
en prisión el 28 de julio. Se ha especulado con que pueda ser uno de los
“desconocidos” hallados muertos en Bocacara, donde los testimonios locales hablan
de un desconocido de Acebo, cuyo cadáver fue recogido por su familia y en cuya
vestimenta se halló dinero, gracias a la custodia de algún vecino del pueblo que, a
pesar de su pobreza, no se empleó en el expolio del cadáver (B 2012).
Graciliano HERNÁNDEZ TOMÁS, detenido el 8 de agosto (ver infra, necrologio de
Gallegos de Argañán).
Los otros excarcelados el día 16 de octubre habían ingresado pocos días antes.

Alfredo MIGUEL PLAZA, de 50 años, comerciante, casado. Había sido detenido el 8 de


octubre y volvió a ingresar, antes de ser eliminado en la última saca carcelaria
comprobada, el 16 de diciembre (ver croniquilla).
Antonio HERNÁNDEZ RASTRERO, de 37 años, hijo de Manuel y Narcisa, casado con
Petra Bernal Martín con quien tenía cuatro hijas (croniquilla del pasado día 9). Se
indica como motivo adicional que había tenido alguna agarrada con otro vecino,
que “era de derechas y tenía mal careo” (CdF 2008).

Entre los sacados de la cárcel el día 16 figuran dos mujeres, ingresadas los días
13 y 14, ambas naturales de Ciudad Rodrigo, sobre las que se tienen escasos datos
registrados (Iglesias 2014B):

Gertrudis SÁNCHEZ MONTERO (a) “GAONA”. Esta mujer es una de esas víctimas que ha
dejado una estela de leyenda, por el exterminio que la represión sangrienta produjo
en su familia, toda ella conocida por el apodo de “los Gaona”, de motivación
taurina. En el mismo viaje de la “señora Gaona” (< Rodolfo Bernal Gaona, torero
mejicano del s. XIX-XX, inventor del lance conocido como gaonera) y con el
mismo destino habrían ido sus hijos Francisco y Esteban VICENTE SÁNCHEZ. Del
padre de éstos no se tienen noticias, pero otro miembro de la fratría, Juan VICENTE
SÁNCHEZ, había sido “sacado” con anterioridad de la cárcel del Partido (croniquilla
del 19 de agosto).
Clara MACHADO VIEIRA. A juzgar por sus apellidos, quizá fuera de origen portugués,
pero a ciencia cierta casi no se sabe nada de ella. Puede ser una de las personas
asesinadas en la saca de la fecha indicada, como su compañera de prisión Gertrudis
SÁNCHEZ, aunque a diferencia de ésta, no suele mencionarse en los relatos orales.
Francisco VICENTE SÁNCHEZ (a) “GAONA”. Aunque con las precauciones que
requieren estos casos, su identidad nominal y social puede corresponder a la
víctima de este nombre y apellidos (pero sin el apodo) en el listado de la ASMJ:
ferroviario, casado con María Collado, “ejecutado por su significación marxista y
actividades contrarias al Glorioso Alzamiento” (AMCR, Exped. Huérfanos, 10-3).
Esteban VICENTE SÁNCHEZ(a) “GAONA”, hijo de Gertrudis SÁNCHEZ, hermano del
anterior. Era de los izquierdistas denunciados por los derechistas mirobrigenses
(CR 2009). Uno de éstos, Luis Cambronero, en 1938 reveló que, a primeros de
septiembre de 1936 el jefe local de Falange había ofrecido dinero a otro falangista
por matar a Esteban “GAONA”, sin que el solicitado ejecutor aceptara el trato
criminal:
(…) que quiere hacer constar, para así reflejar mejor los malos
sentimientos del Jefe de Falange Agustín Calzada, sobre los primeros días del
mes de septiembre de 1936, aunque no lo puede asegurar con exactitud, llamó a
Pedro Cabrera, falangista de Ciudad Rodrigo, ofreciéndole, si mataba a
Esteban “Gaona”, cierta cantidad, el cual se negó a ello, diciéndoselo
seguidamente al que declara (C.2133/37: f. 293).
Algún victimario cumpliría el encargo, pues en 1937 otros derechistas, entre ellos
Carlos Domínguez y varios declarantes en la causa contra Justo Montero
(C.1510/37), daban por desaparecido a Esteban.
La memoria colectiva mirobrigense señala que varias personas de esta familia y
otras asesinadas fueron enterradas en una o dos fosas de una finca, hoy prado cercado,
en el paraje del Valle del Lagar, término de Pedrotoro, junto a un camino que sale a
un kilómetro a la izquierda de la carretera que conduce a Tenebrón. Los afectados por
las operaciones macabras serían las víctimas de esta saca y quizá las de alguna otra
alguna, hasta una veintena en total, según testimonios (CR 2009, Iglesias, Represión
franquista: 307). Pero, a falta de datos fehacientes sobre todas y cada una de las
víctimas, nada se puede afirmar con certeza. En el verano de 2012 se hubieran podido
despejar algunas dudas si los dueños de la finca se hubieran mostrado más
cooperativos cuando, por iniciativa de la Asociación de Salamanca por la Memoria y
la Justicia (ASMJ), se emprendieron los trabajos de excavación. Pero dichos dueños,
al cabo de unos días de iniciados los trabajos, aprovecharon un día festivo para poner
un candado a la entrada de la propiedad y ya no se pudieron reanudar. De modo que,
después de lo que se ha visto en otros casos similares, hay motivos para dudar incluso
de la permanencia in situ de los cadáveres o sus restos. El juzgado del partido judicial,
por su parte, se inhibió cuando se le notificó el caso, que recogieron los medios de
comunicación provinciales e incluso la prensa nacional (El País, 16/08/2012).

Entre los cadáveres abandonados en la citada finca de Pedrotoro se cita a un


vecino de Gallegos de Argañán:

Graciliano HERNÁNDEZ TOMÁS, de 35 años, natural de Puebla de Azaba, hijo de Jesús


y Luzdivina, jornalero, casado con Herminia Martín García, padre de dos hijos
menores. Apareció cadáver en Pedrotoro el 16 de octubre de 1936, sin constancia
del lugar de enterramiento (act. def. 4/10/1944, ASMJ). El 24 de julio de 1936
había recibido un tiro en el muslo izquierdo, efectuado por uno de los ocupantes de
una camioneta que transitaba por el pueblo, llevando guardias civiles y soldados
(Sum.141/36). El mismo agredido explicó al juez de instrucción de Ciudad Rodrigo,
Fausto Sánchez, cómo la agresión fue debida a un gesto de saludo ambiguo o mal
interpretado, cuando se le invitaba a levantar los brazos:

(...) Que en la tarde de ayer [24/07/36] regresó al pueblo de Gallegos de


Argañán desde la dehesa de Marialba donde había estado dedicado a las faenas
de la recolección; que cuando estaba bajando un haz de hierba que llevaba en
una caballería pasó un camión con guardias y soldados, dando gritos de “Viva
España”. Que le mandaron que alzara los brazos, y sin duda por haber cerrado
los puños sin darse cuenta le hicieron un disparo causándole la lesión que
padece en la pierna (Sum.141/36: f. 3).

Fue conducido al Hospital de la Pasión, donde lo reconoció el médico forense,


Marcelo Sánchez Manzano, de cuyo informe se deduce que le dispararon por detrás
y el tiro le dejó una rozadura en las bolsas escrotales. Dado que la autoría del delito
sólo podía atribuirse a un guardia civil o a un soldado, el juez de instrucción,
siguiendo la normativa que emanaba del general Mola, dictó el auto de inhibición,
considerando que competía a la jurisdicción militar interesarse por “los delitos
cometidos en servicio de armas” (Sum.141/36: f. 5). De hecho, la justicia militar,
aun reconociendo dicha competencia, no quiso saber nada de dicha autoría, pues el
auditor de guerra, José Bermejo, después del informe del fiscal, Félix Ochoa,
decidió suspender el procedimiento y el archivo definitivo de la causa en la
Comandancia Militar de Salamanca (19/08/36). Después de ser curado ingresó en la
prisión del partido judicial, donde se registra su entrada el 8 de agosto de 1936,
como “detenido [militar]”, y la salida el 16 de octubre de 1936 (Desaparecidos
1936) en la saca indicada.

Por las razones arriba avanzadas, no se ha podido comprobar la existencia de


otros afectados por esta forma de represión extrema, por lo que Graciliano sería el
único vecino que con certeza puede figurar en el necrologio de Gallegos de Argañán.
Pero descontado el forastero conocido por “EL PERNALES”, Benito GONZÁLEZ GÓMEZ
que apareció cadáver en el puente de la rivera de Azaba (croniquilla del pasado 6 de
agosto), también existe la posibilidad de que fuera sacado otro vecino:

Isidoro HERNÁNDEZ FONSECA. Había ingresado en prisión el día 24 de julio de 1936 y


fue, excarcelado el 23 de septiembre (croniquilla).

Mientras no se pueda efectuar una consulta del archivo municipal y recoger


testimonios, hay razones para sospechar que pudo haber otras víctimas, pues Gallegos
de Argañán era una localidad donde algunos líderes derechistas bien implantados se
oponían a los planes reformistas republicanos. En la primavera de 1936 los
sindicalistas y sus familias, apoyados por un numeroso vecindario, efectuaron
repetidas ocupaciones de fincas expropiables. De ello es consecuencia probada la
aplicación de otras formas de represión, que se refleja en el total provisional de
afectados en este pueblo, una decena:
- Víctimas mortales: 1 ó 2
- Víctimas carcelarias: 4
- Depurados un maestro (también preso)
- Sancionados o embargados: 5 (uno de ellos también preso).
Las víctimas mortales de la represión procesal en el Campo Charro. Necrologio
de Cabrillas (23/10/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

En general, la represión de los pueblos del Campo Charro, más o menos


cercanos del nudo de comunicaciones ferroviario de La Fuente de San Esteban, corrió
a cargo de los comandos de la Guardia Civil enviados desde la Comandancia de
Salamanca (croniquilla del pasado 25 de julio). Quizá por esta razón fueran menos
frecuentes las sacas extrajudiciales, porque los miembros de los Institutos armados, en
previsión de una posible responsabilidad si el gobierno republicano se hacía con el
control de la sublevación, exigirían que las órdenes importantes de los mandos fueran
formuladas por escrito. Pero esta apreciación sobre el efecto benéfico de la
implicación directa de la Guardia Civil quizá sea fruto de una falta de información
suficiente. Lo cierto es que los contrastes sociales y los incidentes entre los jornaleros
y los patronos del campo, relacionados con la reforma agraria y la normativa laboral,
fueron similares a los de otras zonas. Y la oposición al Alzamiento mediante la huelga
en período de la siega fue incluso más seguida en localidades de este territorio. Por
todo ello, como sucedió inicialmente en Retortillo, la persecución contra los
huelguistas se llevó a cabo por la vía procesal de la jurisdicción militar, que produjo
algunos muertos en pueblos limítrofes de la comarca mirobrigense, como San Muñoz
y otros de El Abadengo (Iglesias, Represión franquista: 313).
En Cabrillas, municipio en que antes del Alzamiento se habían producido
incidentes parecidos a los evocados, también hubo una víctima mortal de la represión
jurídico-militar, pero por razones diferentes. La única hasta ahora identificada del
necrologio de esta localidad.

Maximino BENITO DE SAN GUILLERMO, de 22 años, hijo de José Antonio y


Escolástica, soltero, jornalero. Falleció (23/10/36) por ejecución de sentencia de
consejo de guerra (29/09/36). Lo procesaron por manifestaciones tendenciosas,
debido a que no compartía el entusiasmo de otros soldados con respecto al triunfo
del Movimiento e incluso llegó a sugerir la posibilidad de pasarse al frente
republicano, lo que sería calificado de tentativa de deserción (C.531/36). Estuvo
preso en los calabozos del Regimiento de Infantería y pasó a la cárcel provincial
para la vista de la causa. Quizá por la impresión de la sentencia tuvo un síndrome
“hiposistólico”, que requirió su ingreso en el Hospital de la Trinidad (12/10/36),
pero fue devuelto a la prisión para ser ejecutado el mismo día que el maestro Celso
Escanilla, alcalde de Bogajo, y los promotores de la huelga en Retortillo, Máximo
Muriel, Cristino Martínez y Celso Moro. Y esto lleva a pensar que el 23 de octubre
los mandos de Salamanca, en cierto modo programaron una saca carcelaria por
ellos mismos legalizada, mediante aquellos consejos de guerra esperpénticos.
No hay constancia de que los soldados delatores recibieran condecoraciones o
premio alguno, como tampoco se tiene constancia de la reacción moral que tuvieran
al comprobar la condena y ejecución de un compañero. Los mandos tenían
vacunados a estos hombres jóvenes contra ese tipo de alicientes y de posibles
remordimientos, explicándoles que era parte del “cumplimiento del deber” (una
explicación que también tuvo mucho eco entre los denunciantes civiles, sin que al
parecer los haya dejado plenamente satisfechos, pues nunca han reivindicado la
condición de chivatos). Hubo otras denuncias análogas entre soldados, sin
consecuencias tan graves, por ejemplo la de José Moreiro Acosta (C.875/37)
La consulta de los fondos del gobierno civil en el Archivo Histórico Provincial
y de la documentación procesal revela que la toma de conciencia político-social y la
afiliación sindical (Socorros Mutuos, STT) estaba bastante desarrollada en Cabrillas.
Los vecinos más señalados fueron molestados por los represores. Andrés Garavís
García, alcalde perteneciente o simpatizante de Izquierda Republicana, se había
enfrentado con el secretario municipal, que ponía dificultades para el aprovechamiento
de la dehesa boyal por parte de los afiliados de la Sociedad Obrera. Longinos Corcho,
concejal, como presidente de esta Sociedad en 1932 o 1933, había liderado la
parcelación del terreno comunal de Las Eras y después había apoyado al citado
alcalde. Hubo maestros depurados y otros vecinos sancionados económicamente. De
modo que, a falta de más información, la represión arroja un balance provisional de 14
afectados:
- víctimas mortales: 1
- víctimas carcelarias: 7
- depurados: 2
- sancionados, embargados: 4
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936:
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936: La exposición sobre el fuerte
de San Cristóbal y los presos de la zona mirobrigense afectados por la fuga de
1938. La represión en Carpio de Azaba (24/10/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Entre el 24 y el 31 de este mes está prevista una exposición sobre el fuerte de


San Cristóbal en la Casa Municipal de Cultura de Ciudad Rodrigo, a cargo de “Foro
por la Memoria” y que coordina a nivel local Susana Luengo (Farinatos por la
Memoria). Esto da pie para recordar a algunos comarcanos mirobrigenses que
estuvieron presos e incluso uno de ellos sucumbió allí. En dicho establecimiento
penitenciario de Pamplona, sito en el monte Ezkaba, en mayo de 1938 había 2.497
reclusos, en su mayoría republicanos. Algunos de ellos habían planeado una fuga, que
795 presos pusieron en ejecución el 22 de dicho mes, con intención de pasar a
Francia, destino que solamente lograron alcanzar tres fugados. Por lo general la
aventura, por falta de previsión y diversas razones, se terminó de mala manera para
muchos: 585 fueron capturados (400 de los cuales murieron de hambre), 207 fueron
muertos en el campo en aquella descomunal cacería humana (como sucedió en las
detenciones y sacas sangrientas) y 17 fueron procesados, 14 (o 16) de los cuales
fueron ejecutados públicamente en Pamplona (08/09/38), por sentencia de consejo de
guerra (como sucedió en las parodias jurídico-militares de los sumarísimos de
Salamanca). Algunos muertos de este centro penitenciario fueron enterrados en un
cementerio habilitado junto al Fuerte, donde los antropólogos de la sociedad Aranzadi
han exhumado los restos de poco más de media docena. Al parecer, su nombre y otros
datos figuraban en un papelito introducido por el capellán de la prisión, José María
Pascual, en sendas botellas, pero solamente se han recuperado los de algunos. Estos
detalles, según anuncia el programa, se podrán comprobar y ampliar en esta
exposición durante la visita guiada de hoy día 24 y en la conferencia de Félix Sierra el
día 26 (para la fuga en general, se puede consultar el libro del mismo Félix Sierra e
Iñaki Alforja, Fuerte de San Cristóbal, 1938. La gran fuga de las cárceles franquistas,
Iruñea, 2006 [1990]).
En la fecha de la fuga había tres presos de la comarca de Ciudad Rodrigo, que en
dicha prisión cumplían condenas impuestas por consejos de guerra celebrados en
Salamanca. Dos de ellos participaron en la escapada, con diversa fortuna, y el tercero
se abstuvo o no le dio tiempo de tentar la odisea. Los dos primeros eran vecinos de
Villar de Ciervo.
Emiliano PIZARRO FERREIRA, de 38 años, jornalero, socio de la STT, concejal
republicano, casado con Ángela Zamarreño (croniquilla del pasado 16 de
septiembre). Murió en la fuga.
Valentín LORENZO BAJO, de 36 años, hijo de Domingo y Josefa, jornalero, secretario
de la Sociedad de Trabajadores, casado con Sabina Lorenzo. Fue procesado
(C.884/36) y condenado a 12 años y un día de reclusión, que cumplía en la prisión
de Pamplona desde el 26 de junio de 1937. Valentín fue uno de los tres afortunados
fugitivos que, como él mismo tuvo ocasión de contar, después de casi diez días de
camino, consiguió llegar a Francia (31/05/38), donde su aventura tuvo un largo
recorrido. Antes de terminarse la guerra civil volvió a la zona republicana. Cuando
ya era inminente la derrota en Cataluña tuvo que conducir una columna de 2.000
prisioneros hasta Figueras y después exiliarse a Francia (07/02/39), donde conoció
el régimen de los campos de concentración en Argelès-sur-Mer (Pirineos
Orientales). Luego se enroló en una compañía de trabajadores en Meyssac
(Corrèze) y más tarde fue obligado a integrarse en un cuerpo de trabajadores para la
Alemania nazi (14/04/43), pero le alcanzaron los efectos de un bombardeo inglés en
Burdeos (17/05/43) y tuvieron que amputarle una pierna. Se asentó en esta ciudad,
donde pudo rehacer su vida familiar hasta que murió en 1986 (referencias en
Iglesias 2016a: 655).
El tercer preso comarcano de Ciudad Rodrigo era un antiguo carabinero, enviado
a otro destino primero y después procesado (C.925/36, Iglesias 2016a: 315):
Eloy ULLÁN BOTE, de 45 años, natural de Saelices el Chico, carabinero con
destino en Carpio de Azaba, después trasladado a Salamanca, casado con María
Álvarez, sin constancia de la eventual descendencia. Tenía una hermana (María Paz)
casada con Eladio RIVERA HUERTAS, una de las víctimas de una saca carcelaria de
Salamanca el 9 de diciembre de 1936 (croniquilla prevista). En agosto de 1936 fue
destinado a Salamanca, debido a una denuncia de la gestora militarista de Carpio de
Azaba, donde era comandante del puesto, acusado de izquierdismo, al igual que sus
compañeros Valentín Vicente y Juan Moreno (Inf.CdA/37). En Salamanca (01/10/36)
lo denunció Sebastián Martín Pérez, sargento de la Guardia Cívica, por un desliz
verbal y presuntamente por un desaire, en una discusión sobre las competencias de
cada uno, cuando ambos prestaban servicio de noche cerca del Puente Romano. En la
Comandancia de Carabineros lo apoyarían en el sentido de que Eloy y otro compañero
cumplían un servicio específico de reconocimiento de vehículos y viajeros, que no
incumbía al Sargento, pero la denuncia surtió su efecto. Detenido al punto en la citada
Comandancia (01/10/36), no hizo falta siquiera rastrear en los antecedentes
izquierdistas del Carabinero, cuyas repetidas explicaciones sobre las motivaciones de
amor propio del Guardia Cívico no convencerían a los jueces instructores. Pronto
dictaron auto de procesamiento y poco después de elevación a plenario (28/10/36),
cuando Eloy ya había sido trasladado al cuartel de Caballería de Calatrava. En el
consejo de guerra (21/11/36), presidido el coronel Pedro Sánchez Sánchez, la
sentencia fue consecuente con la petición del Fiscal, 30 años de reclusión, por
“adhesión a rebelión militar”, con expulsión inmediata del Instituto. La pena le sería
conmutada (10/06/43) por la de seis años y un día de cárcel, que cumplió en la prisión
provincial de Salamanca y en la de Pamplona (18/01/37). Su nombre aparece en el
listado de los 4.943 presos de la prisión del fuerte de San Cristóbal, con el nº 558 de la
relación de 1936-1940. No habiendo querido o podido participar en la fuga, salió de
allí en libertad condicional (31/05/42) antes de la conmutación de pena.
No hay constancia de que hubiera víctimas mortales entre los vecinos de Carpio
de Azaba. Sin embargo se registra el hallazgo de un CADÁVER en el Canto Hincao,
dehesa del Manzano, ayuntamiento de este pueblo (C.463/37). Seguramente no sería el
único, pues según testimonios de El Bodón, en dicho paraje aparecieron cadáveres
algunos DESCONOCIDOS en la época de la recogida de la bellota, es decir ya bien
avanzado el otoño de 1936 (EB 2006). Por otro lado, es posible que algún vecino, si
no fue asesinado, no estuvo lejos de serlo, pues del compañero sentimental de Balbina
Lorenzo Martín se dice en un procedimiento previo contra ésta que: “fue detenido a
principio del Glorioso Movimiento Nacional y se tiró de la camioneta en que era
conducido” (P.prev.CdA/38: f. 1).
Todo parece indicar que en este pueblo cercano a la cabecera del Partido, donde
no se comprueban conflictos llamativos en la primavera de 1936, la represión se
orientó casi desde el inicio del Alzamiento por la denuncia y la vía de la justicia
militar. La proximidad permitía el desplazamiento de los líderes del Frente Popular,
sobre todo los del emergente partido de Izquierda Republicana. Los vecinos que no
podían actuar directamente, como los citados carabineros, lo hacían a través de sus
esposas, según los represores. De modo que en Carpio se comprueba otro motivo
recurrente en las denuncias: los cónyuges resultan siempre sospechosos de simbiosis
política. A finales de julio de 1936 entraron en la cárcel mirobrigense Emilio
Hernández, antiguo oficial de prisiones, y Esteban Arroyo García, alcalde republicano,
socios fundadores de Izquierda Republicana en dicha localidad, entre cuyos
simpatizantes también se incluía a la esposa del primero, María Matos Maderal,
maestra, que sería cesada en el cargo.
La “limpieza política”, que ya se había iniciado en 1937 por la vía gubernativa,
para sancionar la “responsabilidad civil”, de la que se encargaba la Comisión de
Incautación de Bienes por el Estado (CIBE), se prosiguió en 1939 con el Tribunal de
Responsabilidades Políticas (TRP). Y así se llega a un total provisional análogo al de
otros pueblos cercanos y pequeños; una decena de vecinos afectados por la represión:
-sin víctimas mortales de la localidad
-represión carcelaria: 7
-depurados, cesados: 5 (dos también presos)
-sancionados o embargados: 3 (también presos).
El Decreto 55 y las víctimas mortales de la represión judicial en la comarca de
Ciudad Rodrigo (01/11/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

A finales de octubre de 1936, con el ejército nacional-africano a las puertas de


Madrid, los “nacionales” se veían ya ganadores de la guerra o poco menos. Tanto es
así que, en previsión de la inminente “liberación” de la Capital y de la represión
prevista, no ya para castigar a los que habían defendido el Gobierno legítimo de la
República, sino para la erradicación del republicanismo, se publicó el Decreto 55 (1º
de noviembre, BOE nº 22), firmado por Franco. Sin embargo esta entrada triunfal en
Madrid, bien porque la resistencia del ejército fiel y los milicianos (con la ayuda de las
brigadas internacionales) fuera más encarnizada de lo esperado por sus atacantes
“liberadores” o porque para la aniquilación de los valores republicanos Franco (de
acuerdo con Mola, quien pensaba que al enemigo no bastaba con vencerlo, sino que
era necesario destruirlo), prefiriera una guerra larga. Esta es una teoría puesta de
relieve por algunos historiadores, pero no constituye en sí ninguna arriesgada
revelación. En la asignatura obligatoria de “Formación del Espíritu Nacional” se
explicaba que Franco, el magnánimo, no había querido entrar en Madrid por la fuerza
para no destruir la Capital (y en esto la propaganda del Régimen no mentía, Franco
sólo pretendía destruir física o moralmente a los republicanos, para lo cual no dejaba
piedra sobre piedra, si lo estimaba oportuno). Fuera necesaria o voluntaria la renuncia
a entrar en Madrid, recuerda J. Marco (2012: 197-198), Franco concibe una “guerra
larga” en la que, con el desarrollo de una legislación adecuada al caso, se podrá
efectuar una lenta y profunda “limpieza política”, sin renunciar por ello, habría que
añadir, a los métodos expeditivos de las sacas, como se podrá apreciar por estos pagos
en los meses de noviembre y diciembre.
El Decreto 55, cuyo objetivo era acelerar las diligencias en detrimento de las
garantías personales, no contenía grandes novedades en lo que atañe a la represión en
la retaguardia “nacional”. Concretamente, en la comarca de Ciudad Rodrigo los juicios
sumarísimos se incoaron apenas publicado el bando de guerra en la cabecera el día 19
de julio. Desde entonces hasta noviembre de 1936 se desarrolló y aplicó (por
anticipación) todo el montaje perverso de la justicia militar, que por sus pasos
contados, tenía su fundamento en el bando de la Junta de Defensa Nacional (Burgos,
28 de julio). Su contenido se revisó en el Decreto 79 un mes más tarde (31/08/36) de la
misma JDN, en el sentido de acelerar y extender el procedimiento sumarísimo de la
jurisdicción militar (Carlos Jiménez Villarejo 2007) y se concretó en el Decreto 108
(publicado el 13/09/36 por la JDN), que declaraba “fuera de la ley los partidos y
agrupaciones políticas o sociales” que habían integrado el Frente Popular (art. 1) y
decretaba la incautación de sus bienes por el Estado (art. 2), así como la suspensión y
destitución de los funcionarios y empleados que habían servido al gobierno legítimo
(a. 3). Y todo ello y se reestructuró en dicho Decreto 55 (01/11/36), según el cual,
dejando sin efecto las disposiciones republicanas del Código de Justicia Militar
introducidas por el decreto de 11 de mayo de 1931 (E. González Padilla 2003), se
implantaba el “sumarísimo de urgencia”, se definía este procedimiento, los actores que
intervenían y la composición de los tribunales.
En esta zona occidental salmantina, como en otras sin duda, se ensayaron
novedosas variantes del procedimiento jurídico-militar antes de su formulación
teórica. Dado el carácter expeditivo de su aplicación, presenta analogías con los
métodos de la Santa Hermandad, a juzgar por las huellas que ha dejado en el
Refranero: “La justicia de Peralvillo, que después de ahorcado el hombre le leían la
sentencia” (Correas). De hecho, cuando el citado Decreto 55 dictó las normas para la
instrucción de la “responsabilidad militar”, ya habían sido procesados decenas de
vecinos y naturales del ámbito mirobrigense (y sucedió lo mismo con los tribunales
específicos para juzgar la “responsabilidad civil”, en 1937, y la “responsabilidad
política”, en 1939, que actuaban por la vía gubernativa). Algunas de esas personas
fueron condenadas a muerte y ejecutadas en el campo de El Marín, cerca del
cementerio de Salamanca, conde fueron enterrados sus cadáveres, antes del 1º de
noviembre (varias ya mencionadas, por lo que se remite a los necrologios
correspondientes):

10 VECINOS sumariados de Ciudad Rodrigo, Saelices el Chico y Salamanca


(J.sum.265/36), condenados a muerte y ejecutados el 30 de agosto (ver croniquilla)
Máximo BENITO DE SAN GUILLERMO, de 22 años vecino de Cabrillas, jornalero,
soldado, soltero. Fue procesado (C.531/36), condenado a muerte y ejecutado el 23
de octubre (ver croniquilla)
Celso ESCANILLA SIMÓN, de 31 años, natural de Ciudad Rodrigo, maestro y alcalde de
Bogajo, hijo de José y Victoria, casado con Ángeles Santos, sin constancia de
descendencia. Fue procesado con otros tres “por tenencia de armas, folletos
extremistas y excitación a la rebelión” (J.sum.432/36), condenado a muerte y
ejecutado el 23 de octubre
Los sindicalistas, promotores en Retortillo de una huelga para oponerse al Alzamiento,
Cristino Bartolomé MARTÍNEZ MURIEL, de 27 años, secretario de la Sociedad de
Trabajadores de la Tierra (STT) y concejal, Celso MORO HERNÁNDEZ, de 31 años,
presidente de la STT y teniente de alcalde, y Máximo MURIEL BLANCO, de 26 años,
vocal de la STT, fueron apresados y procesados (C.462/36), condenados a muerte
en consejo de guerra (28/09/36) y ejecutados en el mismo lugar y fecha que los
anteriores (croniquilla del 25 de julio).

Como puede observarse, los mandos militares de Salamanca agruparon varias


ejecuciones el día 23 de octubre. Obviamente, después del 1º de noviembre hubo otros
sumariados y condenados a muerte, sin que el procedimiento cambiara gran cosa en su
forma:

Ángel LÓPEZ DELGADO (a) “EL CARRACEDO”, de 33 años, natural de Correjanes


(Orense), vecino de Ciudad Rodrigo, comerciante, concejal socialista. Después de
una saca fallida el 9 de agosto de 1936, fue capturado en Las Hurdes y procesado
(P.sum.84/37), siendo condenado a muerte en consejo de guerra (28/04/37) y
ejecutado el 17 de junio de 1937 (croniquilla del 30 de agosto)
Agustín FROUFE CARLOS, de 22 años, natural de Puerto Seguro, vecino de Salamanca,
abogado, secretario de las Juventudes Marxistas Unificadas. Fue procesado dos
veces (J.sum.334/36, C.333/36), condenado a muerte en ambos consejos de guerra,
siendo conmutado la primera vez por el Presidente de la JDN (24/08/36), pero
finalmente ejecutado el 20 de junio de 1937 (croniquilla del 12 septiembre).
Jesús MARTÍN RODRÍGUEZ, natural y vecino de Ciudad Rodrigo, barbero, hijo de
Luciano y Petra, ejecutado por sentencia de consejo de guerra el 6 de julio de 1938
(López-Delgado 2001: 294)
Félix RODRÍGUEZ MARTÍN, represor, y Julián COLLADO RODRÍGUEZ, vecinos de
Peñaparda, procesados (C.728/37), condenados a muerte en consejo de guerra
(18/09/37) y ejecutados el 10 de marzo de 1938 (croniquilla del 1º de septiembre).
Entre los conmutados se cuentan sendos vecinos de La Bouza, Peñaparda y Espeja:

Dionisio HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, de 29 años, natural de Alp (Gerona), hijo de


Victoriano y Filomena, maestro de La Bouza, casado con Ramona Hernández
Ferreira Filomena, con quien tenía cuatro hijos. Fue procesado a raíz de un registro
en el domicilio de Victoriano Hernández, su padre, en Salamanca, donde fue
detenido el 22 de agosto (P.sum. 1024/36). Existían indicios de que con
anterioridad padre e hijo habían estado huidos en Portugal en compañía de
Raimundo Etreros, maestro de Pedrosillo de Alba, que había ejercido en Aldea del
Obispo cuando Victoriano estaba allí destinado como sargento de Carabineros y fue
acusado de actividades subversivas relacionadas con los sucesos de Asturias en
1934 (AHPS: 414). Eran considerados “peligrosísimos” los tres. En La Bouza le
hallaron documentación marxista a Dionisio, pero esto no probaba su participación
en actividades revolucionarias. Se consideraron circunstancias agravantes la
notoriedad y el cargo que ejercía, por lo cual en el consejo de guerra ((14/04/37) fue
condenado a la pena capital; y a reclusión perpetua a su padre, que era brigada de
Carabineros retirado. Dionisio fue conmutado (19/05/37) y cumplió su castigo
carcelario en Salamanca, Pamplona, Astorga y Orense. Se benefició de la libertad
condicional en 1943 y, tras la rebaja de condena, salió en libertad definitiva en
1946.
Aurelio JOSÉ JUAN, de 34 años, natural de Ituero de Azaba, jornalero, casado,
presidente de la STT y de la agrupación socialista de Espeja. Procesado
(C.1322/36) después de haber sido herido en una saca fallida (Iglesias, Represión
franquista: 420). Condenado a muerte en consejo de guerra (06/03/37), conmutado
(croniquilla de Espeja, prevista para el 17 de noviembre).
Emilio RODRÍGUEZ MATEOS, secretario municipal de Peñaparda, represor, procesado
(C.728/37) y condenado a muerte en consejo de guerra (18/09/37), pero conmutado,
a diferencia de su hijo Félix Rodríguez y su yerno Julián Collado (1ª croniquilla de
Peñaparda, día 1º de septiembre).
Primitivo PRIETO ROMÁN, de 24 años, hijo de Guillermo y Francisca, jornalero,
¿STT?, “cabo de la Brigada de Trabajadores” (Iglesias 2009a). Según sus
familiares, lo denunciaron tres vecinas, una de ellas falangista, por un comentario
efectuado cuando volvió de permiso del servicio militar franquista, diciendo que,
con respecto a la guerra, “la pelota estaba en el tejado”. Esto lo hacía sospechoso de
soldado poco entusiasta con el Alzamiento y rojo, por lo cual aquel mismo día por
la tarde ya tenía la notificación para que fuera a la cárcel del pueblo (EB 2007). En
la causa que se le siguió “por rebelión militar” (C.788/37) se confirma que
efectivamente su desgracia empezó por una conversación de camino con tres
vecinas, en la que condenaba las muertes causadas por “los nacionales” en el
pueblo y otras partes. Este comentario lo habría formulado el día 19 de febrero de
1937, de vuelta de Ciudad Rodrigo, a la altura de la dehesa de Casablanca. En las
declaraciones de unos y otros en el proceso salieron a relucir las ideas y actividades
sindicales y políticas de Primitivo Prieto, su relación con “Milhombres”, secretario
de Manso, así como su liderazgo en el intento de oponerse al Movimiento,
hostilizando a la Guardia Civil el domingo 19 de julio 1936. Fue detenido en el
Regimiento dela Victoria (17/03/37), juzgado y condenado a la pena de muerte en
el consejo de guerra (23/07/36), conmutada en 30 años de prisión (29/07/37), y se le
concedería el indulto (25/03/1946), porque según una cláusula del mismo en
Primitivo se daba el requisito necesario: “no se atribuye al interesado, a juicio de
este Ministerio, participación en actos de crueldad, muertes, violaciones,
profanaciones, latrocinios ni otros que, excediendo del propósito subversivo, acusen
calificada perversidad” (C.788/37: f. 39). Un requisito que raramente habrían
cumplido los ejecutores fascistas, si hubieran sido juzgados, y no se les aplicó
cuando lo fueron en Peñaparda y Robleda. Según testimonios, no todos
corroborados por su historial en la cárcel, cumplió casi diez años en las cárceles de
Salamanca (donde habría sido compañero de prisión del peñapardino Serafín
Caneiro y del navasfrieño José Moreiro), Burgos, Astorga, Toro (trabajando en la
construcción de la Azucarera) y Madrid, para terminar en las obras del Valle de los
Caídos, de donde volvió enfermo hasta que murió en 1963, después de estar casado
con la viuda de José Hernández, uno de los asesinados en 1936. Según su
expediente, el indulto le llegó cuando cumplía condena en el destacamento penal de
Lozoyuela (Garganta de los Montes, Madrid), y con anterioridad, efectivamente,
había sido transferido a la prisión Central de Burgos (23/11/1938).
Amador HERNÁNDEZ RAMOS (a) “Milhombres”, de 33 años, natural de El Bodón,
vecino de Salamanca, hijo de Tomás e Isabel, empleado del secretariado de STT,
casado con una bodonesa, pequeño de talla y gran orador, muy activo en los
pueblos de la comarca. Se le instruyó juicio sumarísimo con otros líderes
republicanos de Salamanca (C.486/36), en cuyo consejo de guerra (21/10/37) fue
condenado a muerte, pena conmutada por 30 años (11/05/39) y posteriormente por
la de 6 años, que en parte cumplió en Salamanca, Pamplona (26/08/39), Astorga
(1942), Gijón (30/12/42) y Burgos (01/06/43), donde primero le darían la libertad
condicional (14/09/43) y después la definitiva (21/06/48).

Total de afectados por condenas a muerte en consejos de guerra (naturales o vecinos


de localidades de la comarca mirobrigense, 25:
- Ejecutados : 20
- Conmutados: 5.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Prolongación de las sacas
(06/11/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

El Decreto 55 del 1º de noviembre de 1936, que regulaba definitivamente el


procedimiento sumarísimo (croniquilla), seguramente sirvió para apuntalar el rumor,
fomentado por la propaganda “nacional”, de que Franco había prohibido las sacas
(Iglesias 2016b: 307). Pero esto no fue así. No solamente hubo dos sacas carcelarias en
Ciudad Rodrigo, una el 25 de noviembre y otra el 16 de diciembre, cuyos afectados
han sido perfectamente identificados, además de otra fallida en Espeja el día 17 de
noviembre, como se especificará en su momento. En varias de ellas se comprueba la
eficacia del mecanismo bien rodado para no dejar rastro, que si en algunos casos
anteriores no dio del todo el resultado buscado, en otros la perfidia de los mandos
represores y de los ejecutores consiguió que, además de borrase la identidad de las
víctimas, solo quedaran de ellas vagos recuerdos en testimonios difíciles de contrastar,
así como de los lugares y las fechas de su ejecución a lo largo del verano y otoño
sangriento, incluso después del citado Decreto o casi coincidiendo con él. En su mayor
parte fueron evocadas de pasada en la croniquilla del pasado 6 de agosto:
Verano/otoño de 1936. Asesinatos y enterramientos clandestinos de DECENAS DE
DESCONOCIDOS en la finca de Los Carvajales, entre ellos la legendaria “MAESTRA
DE ACEBO”.
Fecha indeterminada del verano/otoño de 1936. Según testimonios, en la parte derecha
de la carretera a Salamanca, subida la cuesta de Castillejo de Huebra (Muñoz),
aparecieron DOS CADÁVERES, que “eran de la parte de Ciudad Rodrigo”.
31 de octubre. Cadáver de una “DESCONOCIDA HEMBRA”, en el término de Peñaparda.
Otoño de 1936, en la época de recogida de la bellota. Testimonios de El Bodón
señalan hallazgos de cadáveres de VARIOS DESCONOCIDOS asesinados en el paraje
del Canto Hincao, término de Carpio de Azaba.
29 ó 30 de noviembre. Hallazgo de los cadáveres de DOS DESCONOCIDOS en el río
Águeda, cerca de La Caridad, según el acta del juez (30/11/36, Sumario 92, act. def.
02/12/36).
Otoño de 1936. Los ejecutores fascistas abandonaron CADÁVERES en el término de
Bocacara, entre ellos de VECINOS DE LA FUENTE DE SAN ESTEBAN, al parecer
sacados a mediados de diciembre (croniquilla del 14 de dicho mes).
Fecha incierta de 1936, quizá en el otoño. Un PASTOR DESCONOCIDO, según
testimonios, fue arrojado desde el puente del Águeda, término de Castillejo de
Martín Viejo.
Fecha indeterminada, quizá en el otoño. DOS PERSONAS DESCONOCIDAS, cuyos
cadáveres habrían sido depositados junto al cementerio de Fuenteguinaldo.
Fecha desconocida de 1936, quizá en el otoño. Hallazgo del cadáver de un
DESCONOCIDO en El Picotu, término de Navasfrías.
Según los expedientes de 1979, hay otras víctimas mortales que han sido
identificadas, pero se conocen mal las circunstancias exactas de la motivación,
detención y ejecución, incluida la fecha de ésta, como sucede con un vecino de Ciudad
Rodrigo:
Valentín PINTO TOMÁS, casado con Mercedes Gómez Martín, que en 1979 estaba
domiciliada en el barrio de San Isidro, nº 5. Según el informe policial de dicho año:
“de la documentación que presenta se deduce que el mismo falleció durante el
período 1936-39 por acción directa del hombre” (Exp. Viudas / Desaparecidos
1936).
Es un ejemplo entre tantos que esperan testimonios o pruebas escritas que
ayuden a completar la ficha de identificación social de los represaliados y su condición
de víctimas. En los casos anteriores está casi todo por hacer.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Recordatorio de sacas
fallidas, repetidas o no: “la carrera del conejo” (10/11/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Desde que se inició la represión con la publicación del bando de guerra en


Ciudad Rodrigo (19 de julio), la detención sangrienta y la saca fueron los
procedimientos extrajudiciales más eficaces en todo su partido judicial. De hecho eran
variantes de un mismo modus operandi, que se iniciaba con el registro domiciliario
para recoger armas, documentos u objetos emblemáticos, como ya se ha expuesto
(croniquilla del 25 de julio), y eventualmente incluía un juego macabro, una caza
humana, que los ejecutores denominaban carrera “del conejo” o con expresiones
análogas y, tardíamente, los informantes a veces interpretan como un generoso
“sálvese el que pueda”. Se trataba más bien, por parte de los verdugos, de ofrecer
alguna excusa creíble (en el caso improbable de que alguien les pidiera cuentas) de
una presunta aplicación de “la ley de fugas” (croniquilla del 6 de agosto). Lo cierto es
que en todo el período, gracias a alguna circunstancia favorable y sobre todo a la
decisión y pronta reacción en el momento del tiroteo, algunas víctimas escaparon,
aunque no todas de forma definitiva. En el mes de noviembre el método criminal se
seguía aplicando, como se tendrá ocasión de ver en la saca de Aurelio José Juan en
Espeja (próximo día 17), que ilustra bien todo el protocolo macabro, pero cada saca
fallida es un caso aparte. A estas alturas, a modo de balance, se puede establecer aquí
un inventario provisional de las más conocidas, tanto por testimonios como por
documentos procesales o por ambas fuentes, distinguiendo los tres momentos en que
la fuga era más o menos posible.

a) Sacas (o ejecuciones) fallidas en el momento de la detención en el domicilio


de la víctima o el campo:
24 de julio. Graciliano HERNÁNDEZ TOMÁS, vecino de Gallegos de Argañán, fue
herido de disparos efectuados desde una camioneta, de paso por el pueblo y
ocupada por guardias civiles y milicianos fascistas. Fue curado en el Hospital de la
Pasión y de nuevo detenido el 8 de agosto. Según testimonios, apareció cadáver en
Pedrotoro, víctima de la saca carcelaria del 16 de octubre (croniquilla).
8 de agosto. José María MOREIRO Ríos, alcalde republicano de Casillas de Flores,
debió de escapar a una detención sangrienta en su domicilio, pero pocos días
después fue sorprendido en un escondite cercano y ejecutado en una nueva
detención (croniquilla del día 16 de julio).
13 de agosto. Julián OVEJERO GARCÍA se fugó en las Eras de Robleda, siendo
perseguido a caballo por una numerosa patrulla de carabineros y fascistas, pero
finalmente sucumbió en otra caza en el campo el día 2 de septiembre (croniquilla
del día 6 de dicho mes). Entonces se fugó algún otro vecino cuyo nombre se ignora.
17 de octubre. Aurelio José Juan, vecino de Espeja, después de un registro
domiciliario, fue sacado por jóvenes falangistas para la finca de “La Dehesita”,
donde fue herido en una pierna por disparos; sin embargo consiguió huir y
esconderse en casa de su suegro. Una vez curado en Espeja y en Ciudad Rodrigo
fue procesado en Salamanca y condenado a muerte, pena que le sería conmutada
por la de reclusión perpetua (croniquilla del próximo día 17).
b) Sacas fallidas en el momento de la conducción de los detenidos o en el
traslado de una cárcel a otra, lo que daba pie para la aplicación criminal de “la ley de
fugas” (en la terminología testimonial se habla de “tirarse del camión”):
31 de agosto. Francisco SÁNCHEZ TORRES, vecino de Peñaparda, se fugó del camión
en que era conducido con otros vecinos, un hermano suyo y la madre de ambos, que
le habría desatado las ligaduras con los dientes. Pero la fuga solo duró dos días, al
cabo de los cuales fue llevado a ejecutar en Extremadura, junto al regato de los
Arravises, término de San Martín de Trevejo (croniquilla del 1º de septiembre).
11 de septiembre. Dos vecinos de El Bodón, se fugaron cuando, después de la falsa
puesta en libertad de la cárcel de Ciudad Rodrigo, eran conducidos en un camión
para su ejecución extrajudicial, que al parecer se efectuó antes de llegar a la finca
de Medinilla, término de Bañobárez, donde fueron enterrados sus cadáveres
(croniquilla del 11 de septiembre). Esta fuga dio lugar a muchas especulaciones en
cuanto a las circunstancias y al número de fugados: Agustín Lorenzo [falangista de
El Bodón], al llegar a cierto punto dijo “sálvese el que pueda” (...). Se escaparon
sólo dos, tio Plácido (...) y “tio Minguín”, un Emeterio, que vivía ahí (...), se
escaparon más, el padre de Usebio, el marido de tia Munda, el padre de Casto (EB
2007). Pero realmente solo se han comprobado las huidas de dos bodoneses:
Plácido RAMOS NICOLÁS, y Emeterio Pino Moreno (a) “Minguín”. Solamente este
útimo conseguiría escapar definitivamente. Según testimonios de la familia de
Plácido, éste fue desatado por un falangista de El Sahugo cuando lo llevaban en el
camión y estuvo escondido algún tiempo “por la parte de Monsagro” y
posteriormente en su casa, donde sería detenido por segunda vez y llevado para un
incierto destino, donde sería asesinado.
Fecha sin determinar. Un vecino de Carpio de Azaba, cuyo nombre no se menciona:
“se tiró de la camioneta en que era conducido” (P.prev.CdA/38: f. 1).
c) Sacas fallidas en el momento de la ejecución, bien por fuga, por fallo en los
disparos o alguna otra circunstancia análoga, incluida la indecisión o renuncia de los
ejecutores:
Fecha incierta de julio o primeros días de agosto. Maximiano Vallejo Casado, vecino
de Salamanca que se había escondido en su pueblo natal de Martiago, fue sacado para
El Risco (carretera de Ciudad Rodrigo), donde se libró de la ejecución extrajudicial en
circunstancias mal definidas. Después fue procesado y condenado a 20 años de prisión
(croniquilla del 11 de agosto).
Primeros días de agosto. Tomás FRAILE FRAILE, vecino de Ciudad Rodrigo, fue objeto
primero de una tentativa de asesinato que después se consumó, cerca del pantano
del Águeda (croniquilla del 10 de agosto).
5 de agosto. Dos vecinos de Mogarraz, Norberto Herrera Sánchez y Zacarías Maíllo
Criado, fueron detenidos por una patrulla mixta de guardias civiles y milicianos
fascistas. Estos últimos presumiblemente fueron los encargados de la ejecución
extrajudicial nocturna en el término de Herguijuela de la Sierra, en la cual Norberto
fue herido en una pierna y Zacarías salió ileso (croniquilla del 5 de agosto).
Madrugada del día 11 de agosto. En la saca de varios detenidos en una comisaría de
Ciudad Rodrigo, que, al mando presumible del alférez Ernesto Bravo, fueron
llevados para su ejecución al Puente del Águeda (Castillejo de Martín Viejo), se
escapó el concejal mirobrigense Ángel LÓPEZ DELGADO. Observando que la
primera víctima fue bajada del coche y ejecutada, emprendió una veloz carrera al
llegar su turno y, aunque herido, consiguió esconderse en Las Hurdes. Pero fue
detenido de nuevo, entregado a la jurisdicción militar, que lo condenó a muerte y
fue ejecutado el 17 de junio de 1937 (croniquilla del 30 de agosto).
12 de agosto. En la saca masiva de vecinos de La Alberca el día 12 de agosto salieron
con vida cuatro vecinos: Gregorio CILLEROS SANZ, que tras el tiroteo volvió
andando cinco kilómetros, para fallecer en su domicilio, pocas horas más tarde
(croniquilla del 12 de agosto). Los otros tres, Baldomero CALAMA HERNÁNDEZ,
Braulio GARCÍA GUZMÁN y Faustino HERNÁNDEZ MAÍLLO fueron primeramente
sacados con el pretexto de su conducción a la Comandancia Militar, pero
consiguieron fugarse a los montes aledaños, donde fueron capturados por
falangistas de la localidad. Y el día 20 siguiente, de nuevo con el mismo pretexto de
un intento de fuga, fueron ejecutados clandestinamente en “la dehesa de
Zarzosillo”, término de El Cabaco (croniquilla del 20 de agosto).
Fecha incierta, hacia mediados de agosto. Dos vecinos de Casillas de Flores, Manuel y
José Rastrero González, hijos de Felipe RASTRERO ANTÚNEZ, ejecutado
extrajudicial, fueron dejados por muertos, pero consiguieron escapar con vida
(croniquilla del 16 de julio).
Antes del 20 de agosto. Dos vecinos de Aldea del Obispo fueron sacados para el
campo y tiroteados, pero salieron con vida: José HERNÁNDEZ LAMAS y Jacobo
ANDRÉS LORENZO. José fue herido por disparos en el Alto de San Pedro, siendo
curado en Fuentes de Oñoro, de donde fue llevado y asesinado en el término de
Bocacara el día 21 de agosto. Jacobo, después de ser sacado para la dehesa de
Gardón y herido en una muñeca, huyó a Portugal, siendo detenido en Guarda y
devuelto a España. Finalmente sería ejecutado en alguna saca carcelaria de Ciudad
Rodrigo por el mes de octubre (croniquilla del 21 de agosto).
Hacia el 25 de agosto. Tres vecinos de El Sahugo, Juan Iglesias Muñoz, Ventura
Manchado y Gabriel “del Carretero”, fueron sacados por falangistas locales y de
Ciudad Rodrigo hacia Valdepino de Abajo o de Arriba. Después de una discusión
en la carretera, serían invitados a volverse y correr en dirección de El Valle
(Valdepino del Medio), sin duda para servir de blanco, pero se negarían a obedecer,
siendo golpeados de nuevo, pero no fusilados gracias a la intervención del guardia
civil que acompañaba al comando (Iglesias 2008a: 191-192).
En consecuencia, más de la mitad de las víctimas de detenciones sangrientas y
sacas fallidas fueron de nuevo sacadas y dos de ellas procesadas y condenadas a
muerte (una conmutada):
-detenciones sangrientas fallidas: 4, seguidas de ejecuciones extrajudiciales: 3
-sacas fallidas en la conducción: 4, seguidas de ejecuciones extrajudiciales: 2
-sacas fallidas en la ejecución: 16, seguidas de ejecuciones extrajudiciales: 7; y
de condenas a muerte: 2 (una de ellas ejecutada).
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Represión en Espeja: una
saca fallida ejemplar (17/11/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

En Espeja no hubo una represión cruenta, como era de temer debido a la


proximidad de la frontera portuguesa, la estación de ferrocarril y, sobre todo, las
secuelas del antiguo régimen, como territorio de baldíos comunales que, a raíz de la
desamortización del siglo XIX, terminaron en poder de latifundistas, una vez que se
desprendieron de aquellos terrenos los ayuntamientos a los que se habían adjudicado.
Los encontronazos entre los terratenientes y los jornaleros agrícolas, sobre todo los
sindicalistas de la STT, estaban a la orden del día en 1936, aunque entre los amos
habría personas más o menos sensibles a las quejas y exigencias obreristas, pues como
afirma el informante Patrocinio Alonso, que se declara antiguo “criado del general
Pacheco” en la finca de “El Rual” (Pinar de Pacheco): “Mi universidad fue un cortijo,
y he conocido gente buena, pero también muchos sinvergüenzas” (E 2012). Si no hubo
males mayores, los espejanos deben agradecérselo al párroco, Julián Hernández
Ramajo, y a Julián Bordallo Carrelo, cabo de Carabineros (Iglesias 2016b: 320, 412 y
447). Los testimonios orales presentan al primero como un héroe, que se habría
“negado a firmar la lista” y, ante la insistencia de los victimarios (“el Quemao”, “el
Salvador”, “el Carcelero”, etc.), se habría desabotonado la sotana y mostrando el
pecho habría dicho que “antes lo tenían que matar a él”.
De hecho la represión en Espeja se inició a finales de julio, con registros y
detenciones que afectaron al maestro Restituto Alejano Fonseca y a directivos de la
Casa del Pueblo, entre ellos a su vicepresidente, Nicolás Iglesias Vicente (C.50/37,
Inf.E/36). La represión sistemática se proseguía en octubre, con la denuncia, detención
y proceso de este mismo maestro (C.644/36), seguida en el mes de noviembre de la
detención, intento de asesinato y procesamiento de Aurelio José Juan, presidente de la
Casa del Pueblo (infra). La presunta protección que, según los represores, recibían
estas dos víctimas por parte del cabo Julián Bordallo, acarrearía probablemente la
desgracia de éste, que en el mes de diciembre debió de ser sustituido por agentes de la
Guardia Civil llegados de fuera, el sargento Juan Vázquez Hernández y el cabo
Raimundo Toribio Pacheco, comandantes respectivos de los puestos de Miranda del
Castañar y de Fuentes de Oñoro. A primeros de diciembre estos agentes se encargaron
de la detención de Celestina Alejano, hermana del maestro Restituto, y de otros 15
vecinos de Espeja, de un total previsto de 22, entre los cuales se hallaban la directiva
al completo y otros socios de la Sociedad Obrera (STT), siendo los peor parados los
mencionada Celestina Alejano y Nicolás Iglesias, vicepresidente de dicha Sociedad,
juzgados y condenados en consejo de guerra. Algunos de los otros detenidos entonces
serían multados y volverían a pasar por la cárcel más tarde. Y sin duda la represión se
completaría con nuevas detenciones en 1937, comprobadas en otras tres víctimas.
La saca fallida de Aurelio José Juan, de 33 años, natural de Ituero de Azaba y
vecino de Espeja, jornalero, presidente de la Casa del Pueblo, se conoce por el
sumarísimo que después se le instruyó (C.1322/36). Dicho procedimiento corrobora el
modus operandi que se suele describir en los testimonios orales sobre la caza de
izquierdistas. Había sido presidente de la STT antes y durante el gobierno del Frente
Popular. Además, según los represores y algún “propietario” rencoroso, tenía
antecedentes penales por tenencia ilícita de armas. Éstos serían los pretextos de los
interrogatorios efectuados en su domicilio y en la finca de La Dehesita, que habían
tenido en arriendo los miembros de la Sociedad Obrera y donde sospechaban los
represores que tenían armas escondidas las personas que ellos mismos andaban
buscando, después de haber tenido éstas que abandonar sus hogares. La primera visita
domiciliaria la efectuaron falangistas y guardias civiles el 17 de noviembre de 1936,
sin conseguir la información que buscaban. A los falangistas no debió de satisfacerles
este resultado ni probablemente el método del interrogatorio, pues no era la primera
vez que se requisaban armas cortas y escopetas. El cabo Julián Bordallo, comandante
del puesto de Carabineros, dejaba hacer a los milicianos fascistas de Ciudad Rodrigo,
quienes se las entregaban a su jefe, Ernesto Bravo, pero el mencionado Cabo no
estimaba necesarias más pesquisas ni dar parte a la superioridad militar. Por esta
razón, los falangistas implicados dejarían caer sobre Julián Bordallo la sospecha de
que protegía a los izquierdistas que tenían armas, lo que probablemente acarrearía la
desgracia de este carabinero, antes evocada.
En la segunda visita el mismo día 17 de noviembre, sobre las 10 de la noche, se
presentaron en casa de Aurelio, a “tomar una declaración”, tres jovencísimos
falangistas, Salvador González García, de 21 años, Guillermo Toribio Vicente, de 19,
y Pedro Zaballa Velasco, de 16, acompañados de un guardia civil de paisano, Antonio
Toribio Vicente, probablemente hermano de Guillermo (el padre de ambos sería quizá
un rico de pueblo, a quien algún declarante en los procedimientos seguidos contra
Celestina Alejano señala como enemistado con ésta y sin duda su familia, debido a
que un guardia civil hermano de la primera se había casado con una hija de aquél,
quien no aprobaba el matrimonio y había desheredado a su hija). Este guardia civil
estaba convaleciente en Ciudad Rodrigo de heridas recibidas en el alcázar de Toledo,
razón por la cual lo llamaban o se hacía llamar “el Héroe”, aunque lo más notable fue
que “revolvió la mierda en el pueblo”. No iba con ellos Anastasio Rodríguez Pacheco,
que había estado presente en otros registros, y probablemente los dirigía, si como
afirman los testimonios orales, era el jefe de Falange en Espeja (E 2012). Según las
diligencias expuestas por el mencionado cabo, que recogió la declaración de los tres
falangistas, para el trámite de esta segunda visita, los jóvenes ejecutores sacaron a su
víctima para la mencionada Dehesita, aunque no explicaron el motivo de esta salida a
una hora intempestiva y, ya sin luz, poco adecuada para buscar armas presuntamente
escondidas. Tampoco explican qué métodos siguieron para hacer declarar a su preso
que pertenecía al Partido Comunista y su jefatura local del mismo, después de
cachearlo y quitarle una navaja de cortar pan. El interrogatorio quedó perturbado,
según ellos, por silbidos y risas cercanos de presuntos cómplices, circunstancias
aprovechadas por el detenido para salir huyendo. Entonces, en lo que parece
aplicación criminal de “la ley de fugas”, dispararon contra él, sin conseguir detenerlo,
pero renunciaron a la persecución por temor a una emboscada, como posteriormente
declaró el guardia civil. Obviamente, esta huida daba pie para la teoría habitual en
estos casos de que el fugitivo se juntaba con otros emboscados, para organizar la
resistencia armada y así justificar asesinatos en el campo. Las averiguaciones del Cabo
llevarán al domicilio de Benito Plaza Benito, suegro de Aurelio, donde éste se hallaba
escondido con dos heridas de bala, una en el pie y otra en la pierna del lado izquierdo,
según el análisis del médico, sin que éste consiguiera extraerle la bala del pie. Estas
diligencias del mismo Cabo incluyen una declaración del herido, cuya versión de los
hechos parece más verosímil en lo que atañe a la obligada salida de su domicilio, las
manos en alto, la paliza para obligarle a declarar, los disparos a poca distancia por
parte de los falangistas (y no de uno solo) y, ya herido, su propia fuga a rastras por
entre juncos y zarzas, hasta que lo socorre su hermano Ángel y lo lleva en una
caballería a casa del suegro (C.1322/36 : f. 5).
Aurelio José Juan se encontró así en manos de la justicia militar, circunstancia
que de momento le salvaría la vida, aunque su encuentro con ella supuso los
sobresaltos más o menos habituales de las víctimas del terror legalizado. Permaneció
unas dos semanas en el pueblo, herido y con una bala incrustada en el pie izquierdo, a
la espera de un medio de locomoción que lo trasladara a un centro médico adecuado,
el Hospital Provincial de Salamanca, adonde lo llevaron detenido el día 3 de diciembre
de 1936 y donde le dieron de alta al cabo de un mes (02/01/37), e ingresó en prisión
oficialmente dos días más tarde. Para entonces sus agresores ya hacía tiempo que
habían ratificado y ampliado sus declaraciones ante el juez (30/11/36), reconociéndose
Salvador González como autor de los disparos e insistiendo sus acompañantes en el
detalle de que Aurelio durante el “interrogatorio” había aludido al bombardeo de
Salamanca en son de amenaza (en referencia probable a un bombardeo de la Aviación
Republicana el día anterior, 16 de noviembre 1936). El preso, por su parte, matizó ante
juez militar que no pertenecía al Partido Comunista, sino al Partido Socialista, del que
era presidente en Espeja, y añadió que en la primera visita de los falangistas y los
guardias civiles a su casa, al no obtener la información que buscaban, le dieron un
plazo para que él la consiguiera (un procedimiento también señalado en los
testimonios, por ejemplo, de Felipe Rastrero en Casillas de Flores), y así se produjo la
segunda visita de los tres jóvenes falangistas, sin guardias de uniforme, pero en
compañía de uno de ellos vestido de paisano (C.1322/36: f. 10vº).
Las otras diligencias de este proceso interesan, tanto o más que para el
esclarecimiento de las circunstancias particulares relativas a Aurelio José, por la
información que aportan sobre la búsqueda de armas en los días posteriores al
Movimiento y el apoyo que prestaban los falangistas de Ciudad Rodrigo a los
falangistas locales, según el informe de la Guardia Civil). También es muy interesante
el informe del “propietario” Rafael Vicente Martín, que había sido alcalde hacia 1931-
1932 y en los testimonios orales se menciona como “don Rafael el Rico” (E 2012).
Dicho terrateniente acusaba a Aurelio y a los sindicalistas locales de interrumpir las
sesiones del ayuntamiento “para hacer peticiones absurdas” y de haber llegado a
amenazar en una ocasión al alcalde y algunos concejales, por lo cual había sido
multado con cinco pesetas. El mismo testigo denunciaba que él mismo había sido
amenazado otra vez a la puerta de su propia casa y exponía con detalle cómo los
socios de la Casa del Pueblo le exigieron jornales abusivos el 30 de mayo de 1936.
Así pues, dentro de su desgracia, Aurelio José Juan fue un afortunado, pues se
libró dos veces de la muerte, primero en una saca extrajudicial y después en una
posible ejecución por sentencia de consejo de guerra, al serle conmutada la pena
capital. Por ello, y debido a la decidida intervención del párroco y del cabo de
Carabineros, antes mencionados, el necrologio de Espeja solo incluye “una víctima de
los Nazis”, indirecta, que, en forma anónima recuerda la tradición local (E 2012),
ahora identificada:

Agustín RIVERO GARCÍA, muerto en el campo de concentración de Dachau (14/02/42,


Ministerio de Cultura).

Se contabiliza con las víctimas avecindadas en Ciudad Rodrigo a Martina


Iglesias Molinero, nacida en Espeja, hija de los represaliados Vicente Iglesias y Petra
Molinero, muerta oficialmente de enfermedad, o quizá asesinada, en la prisión de
Saturrarán (25/02/40) (Iglesias 2016b: 543). No se incluye aquí tampoco la muerte de
un portugués en La Raya, que, con posterioridad al contexto bélico, mencionan los
vecinos de Espeja; sin duda un contrabandista abatido por disparos del “carabinero
Barahona, casi por un accidente” (E 2102).
A diferencia de la relativa limitación de la represión sangrienta, la “limpieza
política” fue muy intensa, tanto por la vía jurídica militar como por la gubernativa. El
balance provisional de afectados por la represión se eleva a 31 víctimas:
-víctimas mortales: 1 (indirecta)
-presos y detenidos: 25
-depurados: 7 (2 presos)
-sancionados, embargados: 7 (presos).

En Campillo e Ituero de Azaba la represión fue similar a la Espeja, como podrá


apreciarse en la croniquillas de los próximos días.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Represión en Ituero de Azaba: un
héroe de la Resistencia francesa (19/11/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

En los pueblos del valle de Azaba no se ha comprobado una represión sangrienta tan
feroz como en los pueblos limítrofes de Fuenteguinaldo y Casillas de Flores, sin ir más lejos,
debido a la razón expuesta de los buenos oficios del párroco y quizá alguna otra persona
influyente. En Ituero de Azaba solamente hubo dos víctimas mortales, indirectas con respecto
a la represión franquista, aunque relacionada con el exilio al final de la guerra:
Adolfo MARCOS HERNÁNDEZ, muerto en el campo de concentración de Hinzert (11/08/43),
sin otros datos (MCU).
Celestino ALFONSO (sin comprobar su segundo apellido), considerado un héroe de la
Resistencia francesa contra los nazis alemanes. Había nacido en 1916 y, con su familia,
emigrado a Francia, donde trabajaba como carpintero, estaba casado y tenía un hijo. Fue de
los primeros alistados en las Brigadas Internacionales. Llegó a España el 27 de agosto de
1936, combatió como artillero y fue después comisario político de la 2ª Brigada. A su
regreso a Francia en febrero de 1939 estuvo internado en el campo de concentración de
Saint-Cyprien (Pirineos Orientales), pero al comienzo de la guerra europea fue movilizado
con una compañía de trabajadores extranjeros. Pocos meses después fue detenido
(17/01/41) y encarcelado en Tourelles (anejo de la prisión de Fresnes, cerca de París). De
allí habría salido un mes más tarde para trabajar en Alemania, de donde regresó al cabo de
unos meses y estuvo colocado en varias fábricas de la región parisina. Pronto sería jefe de
grupo en los FTP-MOI (Franco-tiradores y partisanos – Mano de obra inmigrada), que bajo
el mando de Boris Holban y Missak Manouchian intervino en varias acciones anti-nazis en
torno a París y Orleans. Fue detenido el 28 de noviembre de 1943, juzgado en uno
aparatoso proceso en el fuerte del Mont Valérien. Su fotografía figuraba en uno de los
medallones que, a raíz de la muerte del general Julius Ritter, los nazis habían fijado en las
carteleras murales de Francia: “Alfonso – español rojo – 7 atentados”. Fue fusilado con
otros 21 camaradas (21/02/44); la única mujer del grupo, Olga Bancic, fue decapitada en la
prisión de Stuttgart (10/05/44). Antes de ser ejecutado, Celestino dejó una carta para su
familia en la que se declara orgulloso de morir por la causa que ha defendido, desea larga
vida a sus padres, expresa el deseo de que su hijo reciba instrucción y recomienda a su
esposa que venda la ropa que deje para conseguir algún dinero y recoja en un paquete los
450 francos que había retirado de un banco (La vie à en mourir. Lettres des fusillés (1941-
1944), prologadas por J-J. Goldmann, escogidas y presentadas por G. Krivopissko, con
introducción de F. Marcot, Éditions Points - Éditions Tallandier, 2006 [2003], 252-254).
En este pueblo de Ituero de Azaba la “limpieza política” se manifestó durante la guerra,
debido principalmente a la ocupación de la finca de La Dueña antes del Alzamiento y a los
conatos de oposición a éste, mediante la huelga y el intento de cortar la carretera para
dificultar el paso de las fuerzas adictas a la sublevación militar (Iglesias, Represión franquista:
253, 320). La denuncia ante el Delegado de Orden Público de Ciudad Rodrigo llegaba con
cierto retraso (03/10/38), cuando, si no apagada, la inquina derechista se suponía al menos
enfriada. Los denunciados debían ser la mayoría de los jornaleros del pueblo, que, estando
afiliados al Sindicato de Trabajadores de la Tierra (“marxistas en masa”), se habían señalado
en las mencionadas acciones:
En este pueblo de Azaba enclavado en su demarcación, donde se cometieron
desmanes a granel antes del Glorioso Movimiento Nacional por los marxistas en masa
en cuya agrupación figuraban la inmensa mayoría de los vecinos y se cometieron
asaltos a la dehesa de la Dueña de este término, con huelgas tumultuarias, coacciones
contra los patronos, amenazas de muerte a los derechistas, se realizaron procesiones
enarbolando banderas comunistas que luego recogió la Guardia Civil, interceptando
carreteras y otros muchos actos difíciles de relatar, no ha llegado todavía una sanción
y ello es, sin duda, la causa del malestar que cada día se acrecienta y a evitar que la
cuestión llegue a un terreno insostenible, siendo esta delación que rogamos tome en
consideración, limitándonos exclusivamente a relatar superficialmente alguno de los
hechos y de las personas más destacadas (C.307/39: f. 3).
Esta “delación” y el procedimiento que se siguió dan una idea del ambiente que se
respiraba en la retaguardia franquista y del mecanismo de la “limpieza política” que en ella se
practicaba. Y por ello vale la pena detenerse un poco en los avatares procesales contra los dos
principales denunciados. En efecto, los denunciantes, que eran el alcalde en funciones
entonces, Camilo García Méndez, el jefe local de Falange y guarda jurado de La Dueña,
Narciso Benito Gutiérrez, y otros tres convecinos, José María Lobato, Vicente García y
Gregorio González se cebaron sobre todo contra Francisco Rivero Carballo y Gonzalo
Hernández Martín. La copia de esta denuncia iba incluida en una serie de diligencias que
certificó Dionisio Martín Custodio, secretario habilitado del Juzgado Especial de Fronteras de
Ciudad Rodrigo (10/03/39). De la información inicial se encargó un “juez especial”, que no
era otro que el juez de instrucción de Ciudad Rodrigo, Fausto Sánchez, quien luego se
inhibiría, como solía hacer en otras ocasiones, en beneficio de un juez instructor militar.
Ambos denunciados siguieron los mismos pasos en este proceso que los llevó hasta un consejo
guerra (30/09/39), en el que tuvieron suertes dispares.
Francisco Rivero Carballo, de 35 años, soltero, jornalero, había sido presidente
de la Sociedad Obrera, y, como tal, según sus convecinos delatores, presentaba la
imagen del perfecto izquierdista antes del Movimiento. Había sido abanderado
comunista, amigo de Manso, inductor de los “asaltos” a la dehesa de La Dueña (que
habría tenido lugar el 13 de abril de 1936, víspera del quinto aniversario de la
proclamación de la República, pero en esta acción, paradójicamente, no intervino
presencialmente Francisco Rivero, “por tener consigna de ir a Ciudad Rodrigo a
entrevistarse con los dirigentes y satélites del Sr. Manso”, según el segundo informe
del alcalde [C.307/39: f. 30vº]). Después seguía esperando el fracaso de Franco, con
una desafección contagiosa, pues su familia se negaba a recibir los emblemas de
Auxilio Social, y proclamaba que si tenía dos hermanos que estaban en el frente
franquista “no es por sus ideas” (C.307/39: f. 3), frase ésta que más delante se atribuye
a la madre, Francisca Carballo Tendero. Cada uno de los delatores había aportado su
granito de arena para este cúmulo de presuntos delitos, que intencionalmente se irá
incrementando, pero no corrigiendo, en las declaraciones ulteriores de todos y cada
uno de aquéllos. Narciso Benito ratifica la denuncia, declarando de un modo
perogrullesco que ha presenciado todo, menos aquello que dijeron o sucedió en su
ausencia, frases dichas por el denunciado, rechazo en su familia de las insignias
falangistas. Gregorio González Antúnez recuerda que Francisco Rivero le dijo a él
personalmente y refiriéndose a la guerra “que no había que perder las esperanzas” (f.
4), en un contexto bélico que debía de corresponder a la batalla del Ebro (de julio a
noviembre de 1938), lo cual accesoriamente también prueba que en estos pagos de la
retaguardia nacionalista se seguía con temor y esperanza la evolución del conflicto,
una curiosidad que los militares y sus comparsas castigaban con gran severidad. La
autoría del dicho también la corrobora Víctor García Hernández, aunque sólo de
habérselo oído contar a un vecino, Genaro Martín, quien a su vez declara haberlo oído
en una conversación que Francisco Rivero mantenía con su convecino Gumersindo
Galán, aunque comentaba por su cuenta el contexto y las circunstancias agravantes
que habían hecho de este denunciado “el cabecilla marxista de Ituero” (f. 4vº).
En esta cadena de la oralidad sobre hechos y dichos de difícil comprobación,
pero de los que dependía el destino de Francisco, también intervino Wenceslao
Casanueva (párroco de Campillo de Azaba) con su informe, sobre todo para poner de
relieve una injuria de la que decía haber sido objeto por parte de aquél, la cual no
especificaba, hecho al que también aludiría más adelante el informe de la Guardia
Civil. Casi un año más tarde el Párroco recuperaría toda su elocuencia y no sólo se
extendía sobre este episodio (presuntas amenazas verbales), sino también sobre otros
de los que solamente tenía noticia por rumores, con un recuerdo piadoso para “el
indeseable Manso q.e.p.d.” (f. 40). Los informes del juzgado de Ituero, tanto del fiscal
Rogelio García, como del juez Isidro Hernández, también abundaban en el contenido
de la denuncia globalmente. En cambio, el alcalde José Benito Alfonso practicaba una
enumeración circunstanciada de los presuntos y ya señalados delitos de Francisco
Rivero como presidente de la Sociedad Obrera, a lo que añadía la denuncia que
Francisco había presentado en Ciudad Rodrigo contra el jefe local de Falange, Narciso
Benito, quizá porque este último lo habría amenazado.
En sustancia este informe del alcalde pretendía ser un cuadro de la situación
local antes y durante el Movimiento, cuyo antagonista había sido Francisco Rivero,
ayudado en la primavera de 1936 por agentes exteriores, personalidades relevantes de
Salamanca y Ciudad Rodrigo, que se dejaban ver o entrever en Ituero: Manso, Gaite,
Oliva y Cenizo, aunque el izquierdismo de este último está lejos de ser evidente.
Posteriormente al Alcalde no se le olvidó rematar este trabajo de demolición de
Francisco con el añadido de algunos brochazos sobre la resistencia inicial contra el
Movimiento mediante la huelga y el corte de carretera en que había intervenido un
“tropel” de jornaleros, cuyo liderazgo también pusieron en el saldo negativo de
Francisco otras declaraciones e informes posteriores. Gregorio González lo recordaba
liderando la huelga al frente de los socios para impedir que nadie saliera al campo a
trabajar y arengando a todos a que le siguieran para conseguir el objetivo de bienestar
económico “sin trabajar”. Tomás González Calzada, secretario del Ayuntamiento,
añadía que también obligó a cerrar los establecimientos públicos y que de la Casa del
Pueblo salieron los mozalbetes para frenar el Movimiento mediante la intercepción de
la carretera.
Francisco Rivero en sus declaraciones (15/06/39), algo demoradas, pues llevaba
en prisión cuatro meses (13/02/39, decreto de detención), había tratado de atenuar la
responsabilidad en los hechos que sus delatores le atribuían, pero lógicamente no
podía negar la pertenencia a la Casa del Pueblo, de la que había sido presidente, y su
afiliación al Sindicato de Trabajadores de la Tierra, aunque pretendía ignorar que esto
pudiera tener implicación política. Negaba su participación en el corte de la carretera
en el intento de resistencia al Movimiento. En cambio, tenía que admitir el hallazgo de
una “bandera de color” en un registro notoriamente practicado en su casa, aunque sin
especificar el color e insinuando que se la había llevado un tal José Juan (croniquilla
del pasado día 17). Este último había sido presidente de la Casa del Pueblo de Espeja,
procesado y a la sazón preso, por lo que la declaración de Francisco Rivero ya no le
causaba perjuicio, pero con esta disculpa no hacía más que convencer a sus represores
de que era un líder local, bien relacionado con otros de la comarca. Algunos
testimonios le ayudarían en esta labor de atenuar el alcance de los cargos vertidos
contra él. Gumersindo Galán, a propósito de la guerra, negó por dos veces que
Francisco le hubiera dicho que “no había que perder las esperanzas” (f. 12, f. 28), pero
no era un testigo muy fiable para los represores, pues él mismo había pertenecido a la
UGT y había sido tesorero de la Casa del Pueblo. Menos sospechoso sería el
testimonio de Constantino Martín, un presunto perjudicado por las acciones de
Francisco Rivero, pues negó que éste, el día de la huelga, lo obligara a cerrar su
comercio y tampoco recodaba haberlo visto en el “tropel” de los que fueron a
interceptar la carretera (f. 15).
El análisis de esta documentación lleva a pensar que Francisco Rivero antes del
Movimiento había sido un líder local consecuente con su afiliación sindical, quizá no
un modelo de buenos modales o de comportamiento, según los criterios del Cura y la
Guardia Civil. Después del Movimiento pretendía seguir manteniendo y expresando su
propio criterio, sin medir que esto era un privilegio utópico en el Nuevo Estado de
Franco, ya triunfante cuando se celebró el consejo de guerra (30/09/39), presidido por
el coronel Rogelio López Valdvielso. Fue condenado a 20 años de prisión, por
“adhesión a la rebelión”, que le fueron conmutados por 6 años (07/05/43), en parte
cumplidos en la cárcel de Sevilla, pues, cuando le llegó la notificación en Ituero, ya
estaría en libertad condicional, “por Disposición de la Dirección General de Prisiones
desde el día 9 de agosto de 1941” (C.307/39: f. s. n.).
Gonzalo Hernández Martín, de 32 años, casado, jornalero, afiliado a la Sociedad
de Trabajadores de la Tierra, según la denuncia colectiva, era un “exaltado comunista
de acción”, aunque los cargos concretos se reducían a dos o tres acciones. En la
ocupación de la Dueña había amenazado al alcalde con una “azada”, que en
declaraciones posteriores será “un palo” o “una porra”; en una despedida de mozos
llamados a filas en marzo de 1937 habría aconsejado a un hermano suyo llamado
Eufronio y a otro llamado Sebastián Hernández que se pasaran a la zona republicana
en cuanto pudieran; y de un modo habitual practicaba el contrabando, “confabulado
con los portugueses” (C.307/39: f. 3vº). Esto último era un mal endémico en la Raya,
así que en las declaraciones posteriores los denunciantes no insistirían demasiado en
ello, pero en lo demás sí añadieron circunstancias que probarían la peligrosidad y
desafección hacia el Movimiento por parte del denunciado.
Narciso Benito, que en la denuncia solamente confirmaba genéricamente dichos
cargos, posteriormente consideraba a Gonzalo Hernández protagonista de la ocupación
y roturación de La Dueña, describiendo la actitud amenazante del mismo “con un
palo” (f. 23). Este denunciante coincidía con el alcalde en funciones entonces, Camilo
García, que habría sido amenazado en La Dueña como los concejales, y con Vicente
García en que la incitación a los mozos para que desertaran no la oyó, sino que la
transmitió un capataz de nombre Florencio, “que vive en el barrio de Chamberí en
Salamanca” (f. 31), pero luego no apareció por parte alguna cuando lo citó el juez.
Este último rumor también lo recogía el parte del cura Wenceslao Casanueva. Los
informes del juzgado municipal de Ituero señalaban que Gonzalo pertenecía a la Casa
del Pueblo, sin entrar en los demás detalles, y el del alcalde, además de las amenazas
en la Dueña y la frase que revelaba su desafección al Movimiento, volvía sobre la
acusación genérica de que Gonzalo era “avanzado comunista” (f. 5vº). Los testigos
posteriormente citados por el juez militar, que eran los mismos individuos e instancias
denunciantes, con algún otro añadido, ratificaron lo que decían haber visto u oído,
como Gregorio González, quien reiteraba los cargos, aunque “no puede concretar
nada, porque [Gonzalo] estaba casi siempre en el campo” (f. 19vº). Y a este tenor se
expresaban el secretario Tomás Calzada y los declarantes ya citados.
En su primera declaración (Ciudad Rodrigo, 10/02/39), Gonzalo Hernández
admitió que estuvo en la roturación de La Dueña, pero negó las amenazas por su parte
al alcalde y los concejales, así como la incitación a dos mozos para que desertaran y su
propia implicación en actividades de contrabando (f. 6). En todo ello, globalmente, se
ratificaría cuatro meses más tarde, admitiendo también su afiliación sindical, sin
intervención en manifestaciones ni activismo político, lo que reiteró en la declaración
indagatoria posterior (28/08/39). Para entonces ya le habían allanado algo el camino
Sebastián Hernández Morán y su propia esposa Eufemia Sánchez Mateos. El primero
era uno de los soldados presuntamente incitados a desertar del Ejército franquista por
Gonzalo, extremo que Sebastián negó, aunque su testimonio resultara sospechoso por
ser él mismo antiguo socio de la Casa del Pueblo (f. 27vº), con todo algo más fiable
que el otro soldado, Eufronio Hernández, hermano del procesado, y sin duda por ello
no citado a declarar. Eufemia Sánchez había enviado una instancia al Auditor de
Guerra en súplica de libertad para su marido argumentando lisamente: “en atención al
número de hijos y teniendo en cuenta que la acusación, al parecer, no tiene mucha
importancia” (f. 35). Gonzalo y Eufemia, así como los cuatro hijos menores de edad
que tenían, tuvieron más suerte que otros procesados en circunstancias parecidas. El
mencionado consejo de guerra (30/09/39) no retuvo contra este padre de familia el
delito de “excitación a la rebelión”, que reclamaba el fiscal, y sentenció su absolución.
El resultado de esta sentencia quizá tendría un efecto benéfico para los otros
antiguos socios de la Casa del Pueblo, pues los derechistas locales no se sentirían
estimulados a practicar las denuncias por ellos programadas. De modo que la represión
en Ituero de Azaba, descontado Aurelio José Juan (represaliado con los vecinos de
Espeja), afectó a 8 personas:
-víctimas mortales: 2 (indirectas)
-víctimas carcelarias: 4
-multados: 2.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. El “Día del Dolor” y las “cruces
de los caídos” (20/11/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero
En el calendario nacional-católico el día 20 de noviembre se celebraba el “Día
del Dolor”, cuya finalidad inicial era santificar la figura de José Antonio Primo de
Rivera, para lo cual ya existía una fiesta previa el 29 de octubre: el “Día de la Fe”.
Esta era una conmemoración señera en la que se recordaba el mito fundador de la
Falange: el discurso del 29 de octubre en el Teatro de la Comedia de Madrid. En la
“Formación del Espíritu Nacional”, ya en el primer curso de bachillerato, se resumían
las “afirmaciones” básicas de aquel discurso que se convertirían en “consignas”, de
obligado conocimiento entre los escolares: “La injusticia social era motivo de huelgas
y desmanes (…), “los separatismos estaban de moda”, “el destino de los españoles se
había olvidado por completo” y José Antonio estaba “lleno de una gran fe en el
espíritu nacional (…) y se lanza a la lucha de la inteligencia y la acción contra los
enemigos de España (…)”, tarea en la que fue secundado “de aquella vanguardia de
paladines, en la que los buenos españoles cifraban sus mejores esperanzas” (J. García
García, oficial instructor del Frente de Juventudes, Formación del Espíritu Nacional,
primer curso, 1955: 112). A los “instructores” de esta doctrina se les olvidaba explicar
que los “paladines” de la Falange seguían al pie de la letra el método de la violencia
que su fundador preconizaba (y que por estos pagos dio los resultados expuestos en
estas croniquillas), por lo cual aquel partido fue ilegalizado y el jefe detenido y llevado
a Alicante por orden del Gobierno de la República, cuando sus correligionarios
secundaron el Alzamiento militar del 18 de julio.
Como es sabido, José Antonio fue acusado de conspiración y rebelión militar, y
por ello condenado a muerte por un tribunal popular y ejecutado. Esto allanaba el
camino de la jefatura “nacional” de Franco, que, no habiendo hecho gran cosa por
salvar de la muerte a un presumible contrincante, por añadidura, supo sacar provecho
de una glorificación del “Ausente” que se fraguaría durante la misma guerra. En 1939,
Eugenio Suárez, en su Recordatorio de José Antonio, ya ofrecía una polifónica
celebración de la misión mesiánica del personaje, con epítetos aplicados por
antonomasia y evocadores de motivos enraizados en la Biblia, la Historia Antigua y el
Nacional-sindicalismo: Profeta, Ausente, Elegido, César, Camarada, Precursor (Zira
Box Varela, La fundación de un régimen. La construcción simbólica del franquismo,
tesis, Universidad Complutense de Madrid, 2008, eprint.ucm.es/8572/17/T30783.pdf:
172-173). En 1939 el cadáver de José Antonio fue trasladado a El Escorial y 20 años
más tarde depositado junto al altar mayor de “la basílica del Valle de los Caídos”.
Pero, a juicio de sus propios seguidores, Franco, que había vampirizado el mito del
“Ausente”, parecía que no estaba dispuesto a dejarle disfrutar en exclusiva de aquel
faraónico lugar de memoria. De modo que, con la ayuda “providencial” o no de su
entorno, vino a fallecer oficialmente un 20 de noviembre (1975), y ocupó el sitio
previsible, de modo que José Antonio sería un trofeo macabro entre otros muchos allí
depositados (más de 30.000), amigos o enemigos, caídos en el frente o ejecutados por
la vía judicial o extrajudicial.
El monumento del Valle de los Caídos se declaró de urgente construcción un año
después de finalizada la guerra (01/04/40) y se terminó en 1958. En las peligrosas
labores de su erección y accesos participaron los presos republicanos (se ha hablado de
20.000), atraídos por el señuelo de “la redención de penas por el trabajo”. Muchos
dejaron allí sus vidas. En el segundo lustro de los años cincuenta los escolares
madrileños que merodeaban por allí en verano podían encaramarse, a hurtadillas, en
las tapias del recinto y vislumbrar las barracas de los presos. Algunos de éstos
aparecían a lo lejos en las obras de la explanada de entrada a la basílica. Poco después,
dichos escolares tendrían el privilegio de seguir por la televisión los actos de
inauguración, presididas por el mismísimo Franco (01/04/59). Las polémicas sobre el
destino de este monumento todavía colean casi 60 años más tarde, dado que el art. 16
de la Ley de Memoria Histórica no parece satisfacer a nadie : “se regirá estrictamente
por las normas aplicables con carácter general a los lugares de culto y a los
cementerios públicos” y “no podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni
exaltadores de la Guerra Civil, de su protagonistas, o del franquismo”; pero resulta
obvio que es un monumento de exaltación del franquismo y de dos de sus principales
figuras.
Un año antes de que se iniciaran las obras del Valle de los Caídos (1940) ya se
habían puesto los cimientos ideológicos de otras numerosas cruces en todo el territorio
español, conforme a las pautas avanzadas por “el Caudillo” en un discurso del 3 de
abril de 1939, que insistía en el papel de los “mártires” y “caídos” para el logro de la
Victoria. Pocos meses después, una orden del Ministerio de la Gobernación (07/08/39)
regulaba la construcción de dichos monumentos. Se trataba de “dar unidad de estilo y
de sentido a la perpetuación por monumentos de los hechos y personas de la Historia
de España, y en especial a los conmemorativos, de la guerra y en honor de los caídos”
(Zira Box, op. cit.: 176). En el territorio de la antigua retaguardia “nacional” esto no
era una novedad. Desde el 16 de noviembre de 1938 regía un decreto para que los
nombres de los “caídos por Dios y por España” figuraran en las paredes de las
iglesias. La sumisión de la Iglesia española al poder de Franco solo sería contestada
por el cardenal Segura (Sevilla) en 1940, por considerar que estas concesiones
regalistas estaban reñidas con el canon 1.178 del Derecho Canónigo (Díaz-Plaja 1976:
44).
El Administrador Apostólico de la diócesis de Ciudad Rodrigo no debía de tener
esta clase de escrúpulos, como prueban los letreros con el nombre de José Antonio en
dos iglesias de la Ciudad, recientemente limpiadas por orden del Ayuntamiento. Pero
de ordinario los listados de “caídos” se ponían en cruces aledañas de las iglesias. En
algunos pueblos las lápidas se retiraron en los años siguientes a la Transición
democrática, pero en pueblos como Agallas, El Bodón, Casillas de Flores, Cespedosa
de Agadones y tantos otros estos monumentos conmemorativos de la guerra civil y del
franquismo, siguen intactos, con el beneplácito de las autoridades municipales, bien
porque ellas mismas se sientan habitadas por “el espíritu nacional” de antaño o porque
no se atrevan a oponerse a vecinos reaccionarios. En todo caso, hoy son monumentos
ilegales, de acuerdo con el art. 15 de la mencionada Ley de Memoria Histórica. Y esto
sucede porque la Administración competente no echa mano de un arma realmente
disuasiva, aunque no produce heridas mortales:
“Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias,
tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y
otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o
colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la
Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones y
ayudas públicas” (subrayado añadido).

Por otro lado, sigue siendo de urgente ejecución otro apartado de la misma Ley:

“El Gobierno colaborará con las Comunidades Autónomas y las Entidades


Locales en la elaboración de catálogos de vestigios relativos a la Guerra
Civil y la Dictadura a los efectos previstos en el apartado anterior”
(subrayado añadido).

Así que, como ha sucedido con otros aspectos de la Memoria Histórica, mejor
será encomendarse a la iniciativa de personas interesadas para establecer este
inventario de objetos y símbolos franquistas que son otras tantas manifestaciones de la
incuria de las autoridades democráticas en esta Comunidad.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Represión en Campillo de
Azaba: la guerra incruenta del maestro Antolín Santos contra el secretario
Patrocinio Calvo (23/11/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

La represión en Campillo de Azaba fue muy similar a la del pueblo comarcano


de Ituero (croniquilla del pasado día 19) o, entre otros lugares, la de Alameda de
Gardón (que tal vez se describa otro día). En dicho pueblo no hubo víctimas mortales,
aunque sí una saca fallida de la que, según testimonios, se libró Joaquín Félix Gómez.
Quizá en esta moderación tuvieran un papel benéfico el párroco Wenceslao Casanueva
y los mismos terratenientes, que no parecen haberse ensañado contra los ocupantes y
colonos asentados en Martihernando, finca de la que eran dueños proindiviso Isabel
Angulo Rodríguez del Toro (marquesa viuda de Peñaflor) y Álvaro Pérez de Barradas
Fernández de Córdoba (marqués de Bay) y arrendatarios Juan Cobaleda y su cuñado
Atanasio Fernández, a pesar de la dura batalla legal que habían mantenido unos y otros
(Iglesias, Represión franquista: 216). Como había explicado el secretario del
ayuntamiento, Patrocinio Calvo, en un artículo de El Adelanto en 1933, esta finca de
2.077 ha ocupaba la mayor parte de la superficie cultivable del pueblo. Así que casi
todos los vecinos eran aspirantes a los asentamientos previstos en ella según los planes
del Instituto de Reforma Agraria. Patrocinio luchaba por la aplicación de esa reforma,
aunque no era ningún ácrata revolucionario, pues presidía el Sindicato Agrícola
Católico local. Pero se vio envuelto después del Movimiento en las denuncias contra él
mismo y sus adeptos, antiguas autoridades republicanas y socios obreristas, por parte
del maestro Antolín Santos y sus partidarios. No obstante, probablemente la
beligerancia entre estos dos funcionarios no tenía como objetivo la eliminación física
de adversarios, sino que se debía a las veleidades de poder del Maestro que le disputó
al Secretario la jefatura de la Guardia Cívica, sin conseguirlo, y se resarció con la de la
Falange local. Es un ejemplo interesante de la lucha de clanes en los pueblos de este
territorio de la retaguardia franquista, en la que perduraba el caciquismo endémico. La
literatura procesal de 1937 y 1938, de paso, revela el intenso rastreo del obrerismo
campillejo, dentro del objetivo general del sometimiento de los jornaleros al poder del
Nuevo Estado.
Por su abuso de poder y sulfurosa fama, Antolín Santos Alfonso, maestro y jefe
de Falange de Campillo de Azaba, fue procesado en 1937 (P.sum.1876/37), pero
también estuvo enredado en las informaciones que afectaban a los funcionarios e
incluso a personas con cargos en la Falange y a oficiales de los Institutos armados,
contra los cuales se instruyó un voluminoso procedimiento sumarísimo (C.2133/37).
En 1938 Antolín residía en Terradillos (partido de Alba de Tormes) y se menciona con
otros maestros depurados en la zona de Ciudad Rodrigo. La represión de que fue
objeto se ha mantenido en la memoria colectiva lugareña, según la cual, “don Antolín
era de izquierdas”, después trató de chaquetear, haciéndose pasar por falangista, pero
no consiguió librarse de la cárcel, debido a sus antecedentes, ni siquiera con la ayuda
que presuntamente le prestara un hermano comisario de Policía Secreta (CadA 2009).
Tras la consulta del procedimiento a que fue sometido, se puede describir con más
matices el complejo mecanismo en que estuvo envuelta su vida por aquellos años, en
la que manifestó un verdadero afán inquisidor en Campillo, que también se refleja en
el procedimiento instruido contra Lorenzo Martín (P.prev.CadA/ma.38).
A primera vista la imagen del maestro de ideas avanzadas, transmitida en la
memoria local, parece corresponderse con la que explícitamente se manifiesta en una
denuncia del día 21 de septiembre de 1937 que, por conducto de Antonio Cejudo
Belmonte, capitán de la Guardia Civil de Ciudad Rodrigo, se recibió en el Gobierno
Civil de Salamanca (P.sum.1876/37: f. 1). En ella se describía al detalle a Antolín
Santos, más que como alguien peligroso por su mala conducta e ideas comunistas,
como un hombre peligrosísimo, por ser hombre de cultura y ejercer una enseñanza
corrosiva, tan antirreligiosa, que en la escuela había llegado a decir e ilustrar
gráficamente el concepto de que “es preferible adorar a una encina, que al propio
Dios”. Por si esto fuera poco, se había hecho con la jefatura local de Falange, posición
desde la cual se permitía amenazar a los miembros de la Guardia Cívica por
embarazosos, al alcalde y al Ayuntamiento por no celebrar debidamente los funerales
del general Mola, al teniente de alcalde, apuntándole con un revólver, porque no le
entregaba tres pistolas con que incrementar el armamento de que ya disponía, 16
escopetas, con las que pensaba equipar a los falangistas y con ellos ser capaz de
oponerse a las mismas fuerzas del Ejército. Por añadidura, según la denuncia, había
llegado a atracar en su domicilio a una pobre mujer portuguesa, exigiéndole, pistola en
mano, que le entregase el dinero en plata que tuviera. En suma, para el vecindario
Antolín era un perfecto cacique, un señor de horca y cuchillo, contra el que
lógicamente, como antaño los vecinos de Fuenteovejuna, se habían alzado los padres
de niños en edad escolar.
De los hechos denunciados por estos vecinos ya había tenido constancia en el
mismo pueblo un sargento de la Guardia Civil, Florencio García Corral, comandante
accidental del puesto de Campillo, quien el 21 de septiembre había elevado el parte
correspondiente a su superior, el mencionado capitán Antonio Cejudo. La presencia
accidental en Campillo de este sargento de la Guardia Civil respondía a lo que pasaba
en los pueblos sin cuartel de ese Instituto o del cuerpo de Carabineros, donde las
fuerzas paramilitares se hacían con el poder absoluto, o se lo disputaban cuando había
más de una tendencia entre ellas, como en este caso la Guardia Cívica y la Falange.
Antolín había formado parte de la primera, y se había dado de baja para ser investido
de la jefatura local falangista, por el jefe provincial de Falange y no sin sorpresa por
parte del mismo, en vista de que al comienzo del Alzamiento, Antolín se oponía a la
presencia de dicha Milicia por considerarla innecesaria. Este mismo responsable
informaba de la posibilidad de que Antolín hubiera votado al Partido Comunista, pero
más por fidelidad corporativista que por convicción ideológica, pues el candidato de
dicho partido era “un tal Campo Redondo”, inspector de 1ª Enseñanza. El
comportamiento imprevisible del maestro lo hacía más peligroso todavía, pues para los
militares Antolín sería un verdadero rebelde y, lo que era peor, un rebelde armado y
dispuesto a utilizar las armas en contra del Ejército y contra las personas, en beneficio
propio, opinión que venían a corroborar varios declarantes.
Todo esto, claro está, era resultado más o menos directo de las denuncias de los
enemigos de Antolín, como éste trataría de demostrar, pero de momento su presunto
ideario marxista y sus alardes verbales, unidos a la posesión de escopetas y otras
armas de fuego, tuvieron consecuencias inmediatas. Dichas armas serían confiscadas
en la primera quincena de agosto de 1937, en que Antolín fue destituido como jefe
local de Falange, y esta denuncia a fines de septiembre determinaría su arresto y
traslado a la cárcel provincial de Salamanca, donde ingresó el 3 de octubre de 1937.
Lejos de amilanarse en prisión, Antolín se mostró muy emprendedor en sus
declaraciones y empezó a enviar escritos al juez militar en noviembre y diciembre. En
sus primeras declaraciones (11/11/37), después de recordar que era maestro de
Campillo desde 1931, insistía en que el contenido de sus clases se ajustaba al credo de
la Iglesia y a las ideas de orden, de tal modo que, a pesar de las leyes laicas del
Gobierno republicano, no había retirado el crucifijo de la escuela, aunque había tenido
que entregar al párroco las láminas ilustrativas de la Historia Sagrada. Después del
Movimiento los niños de la escuela asistían a las manifestaciones patrióticas. El cargo
de jefe local de Falange se lo había conferido el jefe provincial de esta agrupación,
quien le había entregado las mencionadas escopetas, una vez se produjo su propia baja
en la Guardia Cívica. Negaba el incidente con la mujer portuguesa y la denuncia de las
autoridades por no haber asistido a los funerales del general Mola, todo ello motivado
por su rigor en mantener el nuevo orden y debido a la ojeriza del secretario Patrocinio
Calvo y los antiguos ugetistas.
Por entonces envió un escrito al juez, solicitando la presencia de un notario para
legalizar documentos, así como el testimonio de varias personas. De tal modo que en
su segunda declaración, que es de hecho una reanudación de la primera, diez días
después (23/11/37), Antolín ya en estaba en condiciones de presentar documentos que,
según él, probaban que las denuncias de que era objeto obedecían a enemistad
personal y política de la mayoría del vecindario y particularmente del secretario del
Ayuntamiento, relacionados con la antigua Casa del Pueblo. Una rivalidad ideológica
y personal que también se daba por parte del alcalde, Vicente Francisco Báez, que a su
vez acusaría a Antolín de “asaltar el coche de línea para ocuparle las cantidades que
llevaba en plata, si bien luego las entregó en la Alcaldía” (C.2133/37: f. 199vº).
Según el Maestro, además de asuntillos particulares, todo se debía a que él era
“entusiasta defensor del Movimiento”, un entusiasmo que tampoco compartía el
Alcalde, porque tenía en su propia familia marxistas declarados, sus hermanos
Anacleto y Juan Antonio, así como un yerno, Alfredo Martín. Ya en esta dinámica de
defenderse con ataques, denunciaba a su vez una serie de actos en que había tenido
que dar pruebas de su adhesión al Movimiento, frente a la pasividad de las nuevas
autoridades locales: retirada de una bandera tricolor de la tablilla del estanco,
disolución de una reunión de marxistas, retirada de letreros y papeles portadores de
conceptos contrarios al Movimiento, detención de varios vecinos poco adictos al
mismo, entre ello Felipe Fandiño y Saturnino Martín, en vista de la actitud
irrespetuosa que manifestaban en las celebraciones patrióticas.
En esta tesitura de querer hacer valer su adhesión al Movimiento y la pasividad
de las autoridades municipales, con el Alcalde al frente, señalaba una serie de
servicios, como la presión ejercida sobre tres antiguos miembros de la U.G.T, uno
apellidado Santiago, Isaac Calzada y Melchor González, para el pago de la cuota a la
Comisión Recaudadora, la denuncia de los aludidos comportamientos irrespetuosos en
las celebraciones patrióticas y el proyecto de fundar un hospital de sangre, que no se
pudo llevar a cabo por falta de médico permanente en la localidad. Al secretario del
Ayuntamiento, Patrocinio Calvo, lo acusaba explícitamente de haber ocultado datos
sobre los antiguos socios de la Casa del Pueblo. Reconocía que tenía enemistad con el
juez municipal, con el teniente de alcalde y con el juez suplente, Lorenzo Fandiño, el
primero y el último antiguos afiliados a la U.G.T., así como un yerno del segundo.
Todo ello prueba claramente que la adhesión de Antolín al Movimiento no había sido
sólo verbal, sino que hizo lo que pudo como represor. Y por si hubiera dudas sobre su
ideología y pedagogía sugería al juez que llamara a declarar a una larga serie de
testigos. Mientras llegaban los informes que el detenido presumía favorables para su
causa, Antolín Santos se defendía por su cuenta desde la cárcel, con el envío de otro
escrito al juzgado militar (26/11/1937), en el cual acababa de pintar el paisaje con
figuras de la política local. Revelaba quiénes fueron los fundadores y socios
principales de la Casa del Pueblo, que no eran otros que sus propios enemigos, sin
olvidar de retrotraer también la imagen del antiguo alcalde republicano, Alfonso
Casado, que además de prestar su casa para las reuniones de los jornaleros
sindicalistas, era cabezalero de la Comunidad de Campesinos y anfitrión de los
socialistas notables de Ciudad Rodrigo:
La Sociedad Obrera [fue] fundada por el Ayuntamiento y Secretario, y en
la que estuvieron afiliados todos los vecinos del pueblo (...), el concejal
Francisco Pérez, tesorero de aquél, el concejal Juan Antonio Francisco,
segundo presidente, (...) el más significado Enrique Félix, todos los demás
concejales fueron afiliados, así como el alcalde Alfonso Casado. El
domicilio de éste fue el de la Sociedad y de la Comunidad de Campesinos
asentados de que él era el cabezalero; dándole con él banquetes al secretario
de Manso, Aristóteles y Gaite, sus amigos (P.sum1876/37: f. 120).
En contraste con sus denunciantes, el encartado exponía al juez que él siempre
había estado al lado del alcalde colaboracionista, ahora firmante de la denuncia, con el
que había colaborado en las actuaciones derechistas durante las elecciones del año
anterior, comportamiento que le había acarreado persecuciones y agresiones de los
izquierdistas, Mateo Hernández y Nicolás Méndez, entre otros. Tampoco había lugar a
dudas sobre su pronta adhesión al Movimiento, pues enseguida fue nombrado jefe de
la Guardia Cívica, vocal de la Comisión Recaudadora de la suscripción nacional para
el Ejército y jefe local de Falange, y accesoriamente el vecindario había sido testigo de
sus vivas a España, la reposición de la bandera bicolor en la escuela y otras
manifestaciones análogas. Todo esto sin olvidar de negar una vez más las acusaciones
de la denuncia y de reclamar documentos del archivo municipal y declaraciones de
testigos, que se añadirían a otras que, en sentido favorable, le llegarían por aquellos
días al juez instructor militar. Precisamente uno de los documentos que reclamaba,
“para la garantía de la justicia”, era un justificante o copia de la Comisión Depuradora
del Magisterio sobre su conducta como maestro de Campillo de Azaba, lo que
accesoriamente prueba que pos estos pagos ya funcionaba tal instancia represora (f.
121).
Todavía a finales de noviembre y principios de diciembre de 1937 seguían
llegando al juzgado militar de Salamanca informes desfavorables que, en sustancia, lo
calificaban de cacique y manipulador, irrespetuoso y caprichoso, y sus acusaciones
contra vecinos eran de motivación pasional. Pero estas informaciones ya no
cambiarían el curso del proceso que empezaba a derivar en el buen sentido para los
intereses del maestro encartado. Las declaraciones de los párrocos de Alberguería,
Fuenteguinaldo y Espeja, respectivamente Lorenzo Martín Lagar, Florencio Carreño
Merchán y Julián Fernández Ramajo, si no todas era abiertamente favorables, estaban
lejos de avalar la imagen de un ateo convencido, concepto corroborado por otro
testigo, un propietario de Espeja, quien manifestaba que “es excelente persona” (f.
139). En el mismo sentido se expresaba también un maestro de Ciudad Rodrigo,
Martín Romo Sesnilo, quien insistía en los contenidos y puesta al día de la docencia de
Antolín Santos, que había sido presidente del Centro de Colaboración Pedagógica de
los Maestros del Partido (f. 136).
Sin duda Antolín Santos, si es que no lo conocía de antes, aprendió a manejarse
en seguida por el laberinto de las actuaciones judiciales, aun en el contexto nada
favorable de la cárcel, desde la cual (04/12/37) solicitó del juez militar otras
diligencias para que declarasen testigos de pueblos colindantes o vecinos de Campillo
residentes en otra parte, pues en el pueblo no contaba con muchos amigos.
Lógicamente, si en las primeras declaraciones había solicitado a las personas menos
sospechosas de laicismo e ideas corrosivas, los párrocos, ahora era preferible el
testimonio de personas políticamente marcadas de derechas: Eugenio Sánchez,
soldado en Salamanca, el único jornalero joven que no pertenecía a la U.G.T., un
vecino de Fuenteguinaldo, “viudo de Doña Clara”, el secretario del juzgado de este
pueblo, Severino Baz, antiguo miembro del Requeté, así como una vecina de Campillo
y residente en Salamanca, relacionada con el Banco del Oeste, y el secretario de
Alberguería, de donde Antolín era natural y de cuyo Sindicato Agrícola había sido
presidente fundador su propio padre, Juan Antonio Santos González, ya fallecido.
Todo ello, sin desaprovechar la oportunidad de volver a cargar contra su principal
enemigo, Patrocinio Calvo, antiguo dirigente de la Casa del Pueblo, que, según
Antolín, seguía ejerciendo y manipulando a otros antiguos miembros de tal asociación.
De manera que él y su familia eran caciques que extendían su poder al contorno de
Ituero y Castillejo de Azaba, donde contaban con el apoyo de los montaraces de las
dehesas, todos ellos sospechosos de izquierdistas (f. 140).
Entre los testimonios favorables cabe señalar el de Pedro Santos del Parrado,
médico de Ituero, que avala afinidades ideológicas de Antolín Santos con las de Gil
Robles, de Velayos y Martínez de Velasco (f. 146). Pero de esas declaraciones una
muy pertinente para entrever la significación de los hechos en el contexto local es la
de una mujer residente en Salamanca, que corrobora globalmente la versión del
Maestro. Josefa Sánchez Martín, antigua vecina de Campillo antes del Movimiento, y
como tal conocedora de lo que allí se cocía, pues vivía en frente de la casa del alcalde
republicano, Alfonso Casado, en la cual se reunían los socios de la Casa del pueblo,
aspirantes al reparto de la dehesa de Martihernando. Entre los asistentes no solía
hallarse Antolín Santos, una circunstancia relevante, pues está claro que la divisoria
entre propietarios y gente sin tierra, derechistas e izquierdistas, pasaba por la actitud
con respecto a este asunto. Por si había dudas, con esto quedaba claro que Antolín no
era de izquierdas, cosa que él proclamaba desde la cárcel. Pero la mencionada Juana
Sánchez acierta a explicar que el complicado conflicto en Campillo es, a la vez, una
cuestión de ideología y de ambición de poder entre Patrocinio Calvo, secretario del
Ayuntamiento y jefe de la Guardia Cívica, con afinidades izquierdistas, y Antolín
Santos, maestro y jefe de la Falange, de perfiles derechistas, si bien ella adopta una
perspectiva favorable para los intereses del encartado.
Antolín Santos, convencido sin duda de la buena marcha de su proceso, solicitó
la libertad condicional pocos días después de los mencionados informes (07/12/37),
que le será denegada (07/02/38). Finalmente, casi dos meses más tarde, tras del
informe del juez instructor (20/01/38), el auditor de guerra acordó el sobreseimiento
de la causa y la libertad definitiva del detenido (02/02/38), libertad que éste disfrutaría
en Terradillos desde el día que salió efectivamente de la cárcel (07/02/38). Antolín
Santos, en vista de la acogida poco amistosa que presuntamente le reservarían los
vecinos de Campillo, había solicitado su traslado a dicho pueblo. Esto ya se sabe
porque Antolín Santos, se diría, había tomado gusto al papeleo, y envió otro escrito al
Auditor (10/03/38), solicitando el desglose de determinados documentos del
expediente, los cuales necesitaba para tramitar otros asuntos. Tampoco parece que con
el sobreseimiento se hubieran disipado todas las sospechas que inspiraba este
personaje contradictorio, pues en su expediente se incluye un informe del Delegado de
Seguridad Interior y Orden Público en Salamanca (06/03/38), en el cual se resumen los
hechos que le conciernen, concluyendo que es un exaltado, sin un perfil muy marcado
de peligrosidad, pero se recomienda se tomen con él “medidas de prevención” (f. 146).
De hecho sería de nuevo procesado en 1941, o por lo menos debería haberlo sido, pues
en esta ocasión se le dio por desaparecido, según la documentación de archivo
manejada por S. López y S. Delgado (2007: 137-138).
A cara descubierta o mediante el presumible pseudónimo de “Linares” (un
presunto soldado delator, nunca identificado), Antolín Santos denunció a medio
pueblo. Uno de los más perjudicados fue el mencionado Patrocinio Calvo Alba, de 45
años, casado, secretario del ayuntamiento, que fue objeto de una información. Ello fue
debido a la denuncia del presunto falso soldado que había sido precedida de otra
análoga enviada al general gobernador militar de Salamanca, Manuel García Álvarez,
por una mujer soltera y amiga de Antolín Santos, la mencionada Josefa Sánchez
(Inf.CadA/38). El contenido de esta denuncia coincide con el de las acusaciones
vertidas por Antolín Santos en su declaración en el proceso casi simultáneamente
seguido contra Lorenzo Moreno Gómez (P.prev. CadA/ ma.38). Aunque la firmante de
la carta, Josefa Sánchez, ya había declarado en el procedimiento seguido contra el
Maestro el año anterior (P.sum1876/37), la denuncia epistolar, además de estar
inspirada por el mismo, si no redactada por él y copiada por ella, está más estructurada
y contiene especificaciones que no conviene echar en saco roto, sobre hechos y
personas, que eran los “extremistas” de siempre, “envenenados” por el “cabecilla”
Patrocinio, conforme a la terminología habitual de Antolín.
Según la carta de Josefa, era el Secretario quien “había predicado” el reparto de
Martihernando y generado “el foco marxista más homogéneo de la provincia”. En las
elecciones de 1931 había conseguido el triunfo para las izquierdas y en las de 1933 y
1936 para el Frente Popular, llegando a darles 123 votos a los comunistas en las de
Compromisarios, una verdadera campanada para un pueblo tan pequeño (f. 2). En los
primeros tiempos había fundado y organizado la Sociedad Obrera, hacia 1932, la
primera de la comarca, dirá después. El mismo Patrocinio era secretario y en la
directiva figuraban como presidentes Enrique Félix, comunista, y Juan Antonio
Francisco, concejal y juez; entre los socios se contaban: Francisco Pérez, concejal y
persona influyente, Alfonso Casado, alcalde, que domiciliaba en su casa la Sociedad, a
la que estaban afiliados todos los concejales. La enumeración de los “actos
extremistas”, de los que consideraba responsable principal a Patrocinio, remontaban a
los primeros años de la República, ocupando dos páginas de la carta, en siete puntos:
1º) Los afiliados de la Sociedad iban a echarse en la finca de Martihernando,
exigiendo el jornal, como si hubieran trabajado, y molestando al montaraz, Pablo
González.
2º) Estos socios coaccionaban en las elecciones, ponían carteles marxistas
traídos por el secretario y el presidente de la Sociedad; dificultaban la votación de los
derechistas, impidiendo la entrada de los que presentaban a sus candidatos, como
Gonzalo Santos, de Peronilla (Ciudad Rodrigo), y habían llegado a molestar al propio
maestro Antolín Santos, único votante reconocido de las derechas; el alcalde Alfonso
Casado y el concejal Francisco Pérez verificaban que los socios votaban a las
izquierdas, bajo la tutela de Patrocinio, logrando un éxito que los directivos hacían
valer ante Manso.
3º) El secretario Patrocinio se encargaba de que se presentaran en el pueblo de
Campillo para hacer su propaganda los izquierdistas más notables, el secretario de
Manso [Amador “Milhombres”] y Antolín Núñez, Gaite, Aristóteles González y
Cascón, que dieron mítines en la Casa del Pueblo. La víspera de las elecciones de
1933, Patrocinio había participado en un mitin, dado en el ayuntamiento, en el que
leyó un artículo publicado por él mismo en “El Adelanto” (19/11/33) sobre
Martihernando, y una carta del comunista campillejo Vicente Vicente, oficial de
Prisiones.
4º) Entre los atropellos cometidos en las siegas, se cuenta uno en la finca de
Manzanillo, cuya naturaleza no se especifica en ningún caso, pero de los que no se
siguió castigo para los infractores, porque los defendía Patrocinio en el Jurado Mixto,
con la ayuda de Manso y su secretario [Amador “Milhombres”].
5º) El robo de una vaca a un vecino de Alberguería de Argañán, y su venta en
Ciudad Rodrigo, para fondos de la Sociedad Obrera, efectuado por afiliados a ésta;
Patrocinio se ingenió para que la responsabilidad recayera sobre dos socios
insolventes, Jesús Fandiño y Francisco Félix.
6º) Manifestaciones extremistas con una bandera roja, bordada por la hija de
Patrocinio, en las que figuraban como abanderados el alcalde, una hija suya llamada
Marina y Lorenzo Fandiño, sacristán, que tiraba los cohetes.
7º) En abril de 1936, se habían efectuado los asentamientos en Martihernando.
Con este motivo el Alcalde y el Secretario amenazaron al Maestro, porque éste se
oponía a que tal hecho se realizara en el local de la escuela. Entre los 60 asentados
había sobre todo amigos y parientes de Patrocinio Calvo, quien, ante el descontento de
los vecinos no asentados, los alentó para que solicitaran la otra mitad de la finca, que
no se había repartido.
Según la denuncia, para cuando se produjo el Movimiento, Patrocinio Calvo y la
Sociedad Obrera habían convertido Campillo de Azaba en “uno de los focos
comunistas más importantes”; y entre los afiliados a la Sociedad se contaban vecinos
que no eran obreros, como el mismo Patrocinio, Santiago Calzada y Melchor
González; Vicente Francisco, alcalde en 1938, no había conseguido que lo admitieran,
por su enemistad con el entonces alcalde Alfonso Casado. Después de iniciado el
Movimiento, Patrocinio había mostrado su hostilidad, indicando a los asentados de
Martihernando que era negativo para los intereses del pueblo. Por ello Campillo seguía
siendo desafecto para el Movimiento, sin más que un voluntario para el frente, al
tiempo que corría el rumor de la deserción de Francisco Félix, pasado a “rojos”. Los
actos contrarios al Movimiento habían sido numerosos, también clasificados (f. 4):
1º) Los primeros días de Alzamiento, Patrocinio había enviado como emisarios a
Carpio de Azaba al ugetista Felipe Fandiño y a Joaquín Félix, para que allí se
enterasen de las noticias por radio; y había ordenado a los obreros que hicieran huelga,
sin salir a segar, para estar dispuestos a seguir las consignas que recibieran de Ciudad
Rodrigo.
2º) La noche del 6 de agosto, el Secretario avisó al alcalde, Alfonso Casado,
cuando lo buscaban “policías de Ciudad Rodrigo”, para que huyera. Había dado cobijo
en su casa a “marxistas de Ciudad Rodrigo”, facilitándoles la huida a Portugal, con la
ayuda de portugueses conocidos; y a imitación suya se habían refugiado en el pueblo
otros huidos de Carpio de Azaba y El Bodón.
3º) Las maniobras del mismo Secretario habían permitido también que quedaran
sin sancionar actos contrarios al Movimiento denunciados por el que fue jefe de la
Guardia Cívica y de Falange, Antolín Santos: resistencia a pagar la cuota
correspondiente a la suscripción para el Ejército en agosto de 1936, por parte de los
ugetistas Santiago Calzada, Isaac Calzada y Melchor González; ofensas a la bandera
nacional por Felipe Fandiño; resistencia a quitar la bandera tricolor del estanco;
reuniones marxistas en las eras y en el centro de la Sociedad Obrera; aparición de
letreros comunistas. Más tarde, en el homenaje al Generalísimo en julio de 1937,
negativa de Patrocinio y otros a firmar en el pliego; amenazas del Alcalde a la jefa de
Falange femenina, Carmen González Castilla, si salía con la hucha de Auxilio Social;
resistencia de las autoridades a cooperar en los actos patrióticos organizados por la
Falange.
4º) Los informes solicitados por los jueces militares habían pasado por las manos
de Patrocinio, y por consiguiente éste había logrado ocultar su propia actuación y la de
los “extremistas”, haciendo la vida imposible a los que tenían “la valentía de ser
españoles en un ambiente rojo”; los antiguos afiliados a la Sociedad Obrera seguían
ocupando los puestos en el ayuntamiento: el secretario Patrocinio Calvo, el concejal
Daniel Prieto, el juez Alfredo Martín, el juez suplente y sacristán Lorenzo Fandiño. Y
Josefa Sánchez, posteriormente, enumeraba los miembros más señalados de la
Sociedad Obrera: Alfonso Casado, alcalde a la sazón desterrado, los hermanos
Enrique, Francisco y Joaquín Félix, uno de ellos presidente, Francisco Pérez, tesorero,
Juan Antonio Francisco Prieto y Lorenzo Fandiño, todos ellos activistas alentados por
Patrocinio Calvo, en las elecciones antes del Movimiento, en los actos contrarios a
éste después.
El declarante mejor informado y fiable era sin duda el párroco, Wenceslao
Casanueva, que llevaba diez años en el pueblo. De entrada consideraba que todo el
asunto respondía a “una lucha personal y venganza de unos vecinos con otros”.
Conocía el pasado izquierdista, relativamente remoto, de Patrocinio Calvo y de otros
vecinos, Enrique Félix, Francisco Prieto (fallecido), Francisco Pérez, Alfonso Casado
(desterrado), “de izquierdas más de nombre que de convicción”; Patrocinio había
dejado la política activa en 1933. En torno al maestro Antolín Santos se agrupaban
derechistas del contorno, Rafael Vicente, de Espeja, Ángel Risueño, médico de Ituero,
y Anacleto Montero, la denunciante Josefa Sánchez también era amiga del Maestro.
Éste, en apariencia indiferente en política, tenía un pasado izquierdista, pues en las
elecciones del Frente Popular había conseguido votos para su compañero Campos
Redondo, de la candidatura comunista. Las desavenencias entre el Maestro y el
Secretario eran debidas al carácter autoritario del primero y su deseo de imponerse, a
lo que se había opuesto el segundo. Al producirse el Movimiento, Antolín Santos
quiso presidir la Guardia Cívica y al no lograrlo se dio de baja, afiliándose a Falange,
de la que consiguió ser nombrado jefe local, cargo del que fue sustituido al conocerse
sus pasadas veleidades izquierdistas. En cuanto a la carta en cuestión: “cree que la
firmante de la denuncia Josefa Sánchez no es en realidad la que ha promovido este
procedimiento, sino más bien su amigo el Maestro” (f. 6). Y las acusaciones de éste
contra el Secretario eran infundadas, en lo cual estaban de acuerdo otros informantes
locales, incluidos los mismos testigos derechistas solicitados, que no se atrevían a
mojarse en favor de Antolín Santos.
Este último, en persona, todavía volvería a insistir en la letanía de cargos contra
el Secretario, pero su credibilidad ya estaba bajo mínimos, como se refleja en el
informe del instructor militar (12/05/38), cuyo parecer seguiría el Auditor de guerra
(25/05/38) y confirmaría la Autoridad Militar. Patrocinio Calvo saldría sin
responsabilidad de esta información, y Antolín y su amiga denunciante Josefa serían
multados por falsedad en sus testimonios, con 50 y 25 pts., respectivamente, que
ambos satisfarían en papel de pagos al Estado.
Así pues, el maestro Antolín Santos perdió en su lucha particular contra el
secretario Patrocinio Calvo y algunos de sus partidarios, al menos por la vía jurídica
militar. Pero sus continuadas denuncias, unidas sin duda a las de otros derechistas
locales, dieron su fruto para la “limpieza política” de Campillo, pues por la vía
gubernativa en 1937 fueron molestados casi una veintena de vecinos, la mayoría ya
mencionados, incluido el mismo maestro:
1 Joaquín Félix Gómez, 2 Alfonso Casado Zamarreño, 3 Juan A. Francisco
Prieto, 4 Lorenzo Moreno Gómez, 5 Saturnino Pérez García, 6 Enrique Félix
Martín, 7 Emiliano Francisco Calzada, 8 Manuel Harvalejo Ramos, 9 Manuel
Calzada González, 10 Jesús Francisco, 11 José Harvalejo García, 12 Nicolás
Méndez González, 13 Jesús Fandiño Mangas, 14 Antonio González Pedraza, 15
Cándido Sánchez Matos, 16 Benedicto Sánchez Francisco, 17 Benigno Arbalejo
Martín, 18 Antolín Santos (AHPS: 162/37).

Hasta ahora no se ha comprobado la represión exacta que sufrieran todos estos


vecinos. De modo que oficialmente el total provisional de campillejos represaliados
ronda la decena:
-víctimas mortales: 0
-víctimas carcelarias: 5
-depurados: 3 (2 de ellos también presos)
-sancionados, embargados: 7 (4 de ellos también presos)
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Saca del 25 de noviembre: la
fosa de Campanilla. Represaliados de Castillejo de Dos Casas (25/11/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Desde el mes de octubre amainaron las sacas colectivas de la cárcel del


partido de Ciudad Rodrigo, fuera o no debido a la publicación del Decreto 55
(croniquilla del pasado día 1º de noviembre). También cabe suponer que cada vez
quedarían menos republicanos “peligrosos” en dicha cárcel, estuvieran detenidos
desde el principio o ingresados a lo largo de los meses de octubre y noviembre.
Siete de ellos fueron excarcelados y ejecutados extrajudicialmente el día 25,
conforme al protocolo oficioso habitual (falsa “puesta en libertad” y eliminación
clandestina). Según los informes policiales de 1979, los cadáveres de estas víctimas
fueron enterrados en una fosa de Campanilla (finca en el término de Ciudad
Rodrigo, entre las carreteras a Cáceres y a Martiago), pero quizá no sería el caso de
todas ellas (Iglesias 2016b: 307). Manuel Delgado Sánchez-Arjona, alcalde
mirobrigense (1979), afirmaba lo siguiente:

“(…) todos ellos, al ser puestos en libertad eran esperados a la puerta de


la Prisión con una camioneta, trasladados al extrarradio y ejecutados con mano
airada, siendo este grupo yacente en uno de los prados de la finca de
Campanilla de este término municipal y conforme se informó también en el
expediente promovido por Benedicta Moreno Pacheco, viuda de Lisardo de la
Nava” (AMCR, Desaparecidos 1936).

Matías Andrés BALLESTEROS LORENZO (a) “TRINCALO”, de 68 años, albañil, consejero


y depositario de la STT, casado con Tomasa Ferreira Montero, sin hijos. Había sido
detenido el 29 de julio (ver necrologio de Villar de Ciervo, día 16 de septiembre)
Félix GONZÁLEZ ALFONSO (a) “MOSQUITA”, de unos 50 años, jornalero, STT, casado,
padre de tres hijas al menos (ver croniquilla del próximo día 27, con la represión
en Navasfrías, para no acumular datos aquí).
Demetrio GUTIÉRREZ RONCERO, de 45 años, natural de Montehermoso (Cáceres), hijo
de Antonio y María, jornalero, casado, sin indicación del nombre de la esposa y el
número de hijos. “Ingresó en prisión a las 13 horas del día 8 de octubre de 1936
entregado por Guardias de Seguridad” (Exp. Viudas / Desaparecidos 1936).
Gabriel CRUZ HERNÁNDEZ, de 45 años, natural de Aldehuela de la Bóveda, vecino de
Ciudad Rodrigo, hijo de Alberto y Maximina, jornalero, STT, casado con Trinidad
Ortega Repila, padre de tres hijos menores; “detenido [del] Juzg[ado] militar” en la
cárcel de Ciudad Rodrigo (25/10/36), falleció “en este término municipal el día 25
de noviembre de 1936 (…) a consecuencia de heridas producidas por arma de
fuego”, sin indicación del lugar de sepultura (RCCR, act. def. 13/06/1945, “a
instancia de Trinidad Ortega Repila”).
Julián Vicente SÁNCHEZ SANTIAGO, natural y vecino de Ciudad Rodrigo, casado, sin
otros datos (ASMJ); ingresó el día 30 de octubre de 1936 en la prisión del partido
judicial, como “detenido del Juzgado militar”, y salió el día 25 del mes siguiente,
según la relación de entradas y salidas de dicha prisión. Se menciona en el
expediente personal de Demetrio GUTIÉRREZ (1979) como víctima eliminada en la
misma saca y enterrado en el mismo lugar que éste (Desaparecidos 1936).
Elisardo o Lisardo DE LA NAVA GONZÁLEZ, de 37 años, natural y vecino de Ciudad
Rodrigo, hijo de Agapito y María, camarero, casado con Benedicta Moreno
Pacheco, padre de cuatro hijos menores; “detenido del Juzgado militar, entregado a
las 13 h 30 por fuerzas de la Guardia Civil” en la cárcel de Ciudad Rodrigo
(06/11/36), de donde fue sacado (25/11/36, AMCR, Exp. Viudas/ Desaparecidos
1936); falleció “en la dehesa de Campanilla de este término el día 25 de octubre de
36”, sin indicación de la causa ni lugar de sepultura (RCCR, act. def. 25/11/1939,
“a instancia de Benedicta Moreno Pacheco”). La fecha de fallecimiento según el
acta de defunción es errónea, con el mes equivocado. Lisardo había sido herido por
bala en un pie en los sucesos del día 12 de mayo de 1936 en Ciudad Rodrigo, en los
que resultó muerto el empleado municipal Celedonio López Moreno “el
Barrendero” (Iglesias, en Carnaval 2016: 385, y Represión franquista: 233).
Bruno FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, de 34 años, natural y vecino de Castillejo de Dos
Casas (anejo del ayuntamiento de Aldea del Obispo), hijo de Juan y Eugenia,
jornalero, casado con Lucila Jorge Pereira (o ¿Ferreira?), padre un hijo menor (act.
def. 28/09/1940, ASMJ). Ingresó en la cárcel de Ciudad Rodrigo el día 20 de
noviembre de 1936, de donde salió el día 25 del mismo mes, según la relación de
entradas y salidas de dicha prisión. Se menciona en el expediente personal (1979)
de Demetrio GUTIÉRREZ como víctima eliminada en la misma saca y enterrado en
el mismo lugar que éste (Desaparecidos 1936). Según el acta de defunción fuera de
fecha (28/09/1940) habría fallecido el día 24 de agosto de 1936, que podría ser la de
algún de intento de detención, de fuga a Portugal o algún episodio análogo.
En la relación de entradas y salidas de la cárcel de Ciudad Rodrigo en 1936 se
mencionan otras tres personas que, a juzgar por los apellidos, podrían ser hermanos
de Bruno FERNÁNDEZ. José y Tomás Fernández Hernández, naturales de Castillejo
de Dos Casas, y Julián Fernández Hernández, natural de Carpio de Azaba,
ingresaron en la cárcel del Partido, por “lesiones”, el 10 de enero de 1936. José
salió el 23, Tomás y Julián el 21 de dicho mes (Sumario 244/1936, AMCR,
Desaparecidos 1936).
Además de Bruno FERNÁNDEZ, la represión posterior al Alzamiento afectó a
dos personas de Castillejo de Dos Casas, que estuvieron presas, una de las cuales
también fue objeto de sanción económica.
Total provisional de víctimas identificadas de este pueblo: tres.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Represión y necrologio en
Navasfrías (27/11/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

La represión programada en Navasfrías era sin duda mucho más severa de lo que
fue a primera vista, aunque si se añade la persecución del comercio ilegal, vinculada
con ella, resulta terrible. En los testimonios orales, además de las circunstancias
favorables para la huida a Portugal, la moderación relativa en lo que atañe a las
víctimas directas se atribuye a Braulio Manzano Aguilar, brigada de Carabineros. Éste,
con su parsimonia en la declaración del estado de guerra, un calculado doble juego e
incluso un solapado aviso al alcalde republicano León Almaraz, cuando le fue a
entregar el bastón de mando, y al concejal Ángel Ramos, cuando estaba guadañando,
para que huyeran. Después descargaría sobre ellos las presuntas responsabilidades de
otros, sin riesgo para los fugitivos ya al abrigo en el país vecino. Eran suegro y yerno,
que fueron buscados el 6 de agosto, según el maquis Gerardo Antón (J. Chaves,
“Represión en la guerra civil”, PROHEMIO, 9: 79), por falangistas de Casillas de
Flores, entre ellos “el Gallito”, que al parecer también buscaban a un albañil que
trabajaba en Navasfrías, pero no se lo dejaron llevar entonces para que lo mataran (N
2007a), aunque es posible que se tratara de Ignacio SIERRA BORREGO, cuyo cadáver al
parecer se halló en Robleda (croniquilla del 6 de agosto).
Posteriormente, al quedar viudo, Ángel Ramos se casó en segundas nupcias en
Portugal, en las que tendría otro hijo, emigró a Francia y después a Brasil. León no
pudo seguir a su yerno en el exilio, porque no le facilitaron el pasaje, debido a la edad.
Estuvo veinte años viviendo en la clandestinidad, medio escondido en El Cuisal, casi a
caballo en la raya de Portugal, adonde pasaría cuando se sintiera inseguro. De esta
situación salió en 1956. Yerno y suegro habían sido procesados en rebeldía en 1937
(C.1886/37), siendo condenados oficialmente a un destierro al que ya se habían visto
obligados desde el principio de la represión y, además, a una pesada multa y embargo
de bienes, que obviamente recaerían sobre sus familias. En dicho proceso el brigada
Manzano dio informes malos sobre los procesados, quizá para ponerse al abrigo de
sospechas, y el párroco Matías García Miguel, poeta reconocido en Navasfrías y otros
pueblos rayanos, se cobró presuntos agravios o desplantes, tachando de cobardes u
oportunistas a los vecinos y autoridades militaristas por no haberlos apresado, pero
sobre todo señalando a Petra Almaraz como la peor de la familia. No lo sería por
mucho tiempo, pues el mismo año moriría a consecuencia de malos tratos, entre otras
víctimas indirectas, la mayoría forasteras. Entre estas últimas se cuentan varios
contrabandistas portugueses, que en el contexto de la guerra o la postguerra, fueron
abatidos por los Carabineros o la Guardia Civil, que tal vez los tomaran en algún caso
por maquis.
En consecuencia, el necrologio de Navasfrías, en cuyo registro civil no figuran
muertos “por herida de arma de fuego” en las actas de defunción de 1936 y años
siguientes, es más copioso de lo que señala la memoria colectiva, que hasta hace poco
solo mencionaba una o dos víctimas.

Valentín CABALLERO DEVESA, de 40 años, natural de Navasfrías, vecino de Moraleja


(Cáceres), labrador, casado con Primitiva Bodón Miguel, con quien tenía cuatro
hijos. Hacía trabajos de carpintería y tenía una taberna donde se reunían gentes de
izquierdas. Los falangistas lo detuvieron con un albañil llamado Francisco con el
que reparaba una tapia en la que apareció una pintada: “muerte al fascio criminal”.
Pasó una semana de malos tratos en los calabozos del ayuntamiento, hasta que unos
falangistas, al parecer de Valverde del Fresno, lo llevaron en dirección a Coria en
una camioneta, en la que también se llevaron a Francisco y a otros tres detenidos:
Vicente CARRERO GARCÍA (secretario del Partido Socialista), Benigno VIERA REGO
(dueño de la sede de reuniones del Frente Popular) y Baldomero CAMPOS DURÁN
(policía local). En el trayecto Julián “el Carrasco” y otros falangistas le impidieron
a Eloísa Caballero, hija de Valentín, y a otros familiares acercarse a la camioneta.
El 26 de agosto los detenidos fueron sacados en dirección a Torrejoncillo y bajados
de la camioneta en el sitio denominado “Cuestas de Mínguez”, donde fueron
fusilados y arrojados por un barranco, siendo los cadáveres abandonados. Un
pastor, Aurelio Leno Clemente, avisó a las autoridades de Coria de que sus perros
habían descubierto y encetado los cadáveres, pero las autoridades impidieron a
Primitiva, viuda de Valentín, y a su familia ver y retirar los restos mortales, que,
según testimonios de la Guardia Civil y de otras personas, quedaron enterrados en
una zanja propia del terreno. Después las represalias contra la viuda y los hijos de
Valentín fueron constantes por parte del citado Julián “el Carrasco”, entonces
policía local, impidiendo con amenazas el llanto, mientras que el jefe de Falange en
funciones, también con amenazas de muerte para ella y sus hijos, presionaba a
Primitiva para que firmara un documento reconociendo la desaparición voluntaria
de su marido. De su hijo Cipriano las autoridades locales dieron informes
desfavorables cuando cumplía el servicio militar en Getafe, diciendo que era
comunista. Los familiares de Valentín creen que en su denuncia pudo influir un
incidente con un vecino que era lindero y labrador rico, Celso Alemán Ladero (Mor
2008).
Félix GONZÁLEZ ALFONSO (a) “MOSQUITA”, de unos 50 años, jornalero, STT, casado,
padre de tres hijas al menos. Se menciona en el expediente personal de Demetrio
GUTIÉRREZ (1979) como víctima eliminada en la misma saca y enterrado en el
mismo lugar que éste, la finca de Campanilla, término de Ciudad Rodrigo
(croniquilla del pasado día 25). Su identificación constituye un caso ejemplar de lo
laboriosa que resulta la recuperación de la memoria histórica, pues ha llevado casi
cuarenta años, desde la primera pista ofrecida por un falangista en 1973, quien
recordaba la detención y eliminación de un vecino “por no entregar una pistola,
hasta que se pudo consultar la relación de entradas y salidas en la cárcel de Ciudad
Rodrigo y los informes policiales de este municipio en 1979 (Desaparecidos 1936;
Iglesias, Represión franquista: 40). Informes orales todavía recientes recogidos por
una nieta de Félix, Liliane (residente en Francia), completan su perfil. Antes de la
guerra civil, se había ido a Francia en bicicleta, de donde volvió con su familia por
causa de una herencia, pero, pero al producirse la sublevación militar, él se quedó
después de acompañar a su mujer hasta Fuentes de Oñoro para que tomara el tren
de regreso a Francia. La esposa se sintió abandonada, quizá ignorando el destino
fatal de Félix. Dos niñas de la pareja morirían de meningitis (N 2009).
DESCONOCIDO. Según testimonios, en el monte donde confluyen los límites de
Portugal, Extremadura y Salamanca, llamado el Picotu, fue enterrado un forastero,
probablemente asesinado (N 2007, 2008).

Entre las víctimas mortales indirectas se cuentan:


Un CONTRABANDISTA PORTUGUÉS, de unos 25 años, quizá natural o vecino de
Quadrazais (Portugal), falleció junto al molino de José Seijo, el día 18 de julio de
1937, a consecuencia de herida de arma de fuego, y fue enterrado en el cementerio
de Navasfrías (Dil.N/37). Las circunstancias del hecho se describen en el parte
enviado por el brigada Braulio Manzano al teniente de Carabineros de Casillas de
Flores, Manuel Prieto Vasallo, instructor de las diligencias. Dicho súbdito
portugués practicaba el contrabando habitual antaño de paquetes de café y carretes
de hilo, en macutos cargados a la espalda, que luego había que vender casa por
casa, lo que a veces era como meterse en la boca del lobo (en la C. 2133/1937: f.
408, Godofredo Checa Luna, capitán del Regimiento La Victoria, cuenta que,
estando enfermo en cama en su domicilio de Ciudad Rodrigo, entraron dos
portugueses que ofrecieron café a su esposa a 10 pesetas o a 8 pesetas si eran en
plata. Saltó del lecho y consiguió detener a uno en casa de una vecina). En este caso
eran un total de 9 o 10 macuteros, que en fila india trataban de franquear la raya por
“el paso de la Chaparra”. Cerca de “la casa de Modesto” les esperaban, escondidos,
el carabinero Cancio López Calvo y el soldado Esteban Miguel Mangas, este último
del destacamento del Regimiento de la Victoria, de cuya presencia en Navasfrías no
se tenían otras noticias. Los vigilantes estaban alertados por disparos que provenían
del lado por donde se manifestaron dichos contrabandistas, hacia las 22 horas, y el
que iba a la cabeza en seguida avisó a los demás. Los contrabandistas no
obedecieron al alto “a los Carabineros”, sino que huyeron, dispersándose. En la
persecución y tras cuatro disparos al aire, el Carabinero efectuó un disparo en
dirección del grupo, haciendo blanco en uno de los que huían, a juzgar por sus
lamentos. Los demás se internaron en el monte, sin que el Soldado consiguiera
detener al guía, que se desprendió de la carga. Por todo botín, 3 bultos, con 52 kilos
de café en grano tostado y 50 carretes de hilo blanco, que recogieron los vigilantes,
mientras el herido se lamentaba con razón. Trataron de socorrerle en el caserío más
cercano, el de “los Huérfanos”. Allí les prestaron dos caballerías, para el transporte
del herido y de los bultos. Antes de llegar a Navasfrías, a la altura de la fábrica de
José Seijo Lozano, el herido solicitó en portugués que lo bajaran de la caballería,
pues estaba realmente mal, sin poder seguir adelante. Quedó a su cuidado el
Soldado, mientras el Carabinero fue a dejar la mercancía incautada en la residencia
de los Carabineros. El Brigada con el mencionado Cancio López y otro carabinero
volvieron donde estaba la persona herida, de hecho ya cadáver. En su agonía, sólo
podría decir que era o vivía en Quadrazais (f. 1-2). Antes de darle sepultura, los
médicos de Navasfrías y de El Payo le practicaron la autopsia:
[Era] un hombre como de alrededor de 25 años que vestía sombrero fino en
mal uso, chaqueta y chaleco de dril, color gris a rayas, pantalón de pana color
verde rayada en mal uso, camisa y calzoncillos de tela de algodón blanco
también en mal uso, calcetines negros de algodón y alpargatas color marrón. La
pierna del pantalón y calzoncillo del lado derecho y calcetín correspondiente se
hallaban completamente empapados de sangre.
La herida de bala en la parte superior e interna de la pierna derecha en la región
poplítea le había producido “la explosión casi completa del sistema vascular” (f.
7vº). En palabras llanas, este hombre murió desangrado, falto de cuidados. Los
médicos concluyeron que la herida era mortal de necesidad y que “la muerte se
produjo a consecuencia de edema agudo post-hemorrágico”. Al carabinero Cancio
López no se le seguiría responsabilidad alguna, según el dictamen del Auditor de
Guerra, por haber obrado en actos de servicio (f. 12). De esto se deduce que, entre
los servicios de los Carabineros, se incluía disparar contra los míseros
contrabandistas. No consta si se practicó alguna diligencia para avisar a la familia
de este joven portugués.
Petra ALMARAZ MARCELINO, de 26 años, hija de León y de Fausta, de profesión “sus
labores”, casada con Ángel Ramos Navais, de cuyo matrimonio dejaba dos hijos;
falleció el día 4 de septiembre de 1937, a consecuencia de “miocarditis
escarlatinosa” (RCN, act. def. 05/09/1937). Como se indicó más arriba, su padre
(“ti León”) había sido alcalde de Navasfrías y su marido concejal, ambos fugados a
Portugal en la primera quincena de agosto de 1936. De hecho, según los
testimonios, la causa inicial fueron los malos tratos de que fue objeto, por lo cual
“se le envenenó la sangre” (N 2005a); y si no fue atropellada con caballos por los
falangistas en 1936, como asegura el maquis Gerardo Antón (supra), sí habría
sufrido patadas propinadas por sus verdugos, cuando al parecer estaba embarazada
(N 2007), circunstancia que delataba la presencia de su marido a uno u otro lado de
la frontera de Portugal, donde sus enemigos sospechaban que se escondía. El
párroco daba malos informes sobre ella, porque no quiso bautizar a los hijos (N
2009), tanto que, efectivamente, en el expediente contra su padre el ínclito “don
Matías” (supra) se desahogaba contra Petra: (...) la mujer del segundo [Ángel
Ramos] e hija del primero [León Almaraz] es más agresiva y violenta que ellos
(C.1886/37: f. 3).
Agustín CUEVAS, que vivía en el paraje de Los Llanos, fue uno de los que protegieron
y escondieron en su huida a León Almaraz y Ángel Ramos, por lo cual sería
víctima de malos tratos de los que habría muerto en fecha incierta (N 2009).
Dos HIJAS DE Félix GONZÁLEZ murieron de meningitis (cf. supra), en fecha incierta.
Un CONTRABANDISTA PORTUGUÉS fue abatido en El Cuisal por los Carabineros o la
Guardia Civil, así como otros DOS o TRES PORTUGUESES a la entrada de las minas,
cuando introducían ilegalmente “mineral”, por el mismo tipo de agentes. Todos
ellos en fecha incierta.
El número de víctimas mortales indirectamente relacionado con la represión
franquista refleja bien el ambiente que se respiraba en este pueblo fronterizo, que tiene
más cerca los pueblos de Portugal que los de España, con los que además ha estado
mal comunicado, por lo que, en cierto modo, casi ha tenido que vivir en régimen de
autarquía (“una especie de Principado de Andorra”, resumía D. Julián Mateos Plaza,
joven párroco de Navasfrías al filo de 1950). Con el tiempo la guerra y la postguerra
aportaron una prosperidad inesperada en Navasfrías y El Payo, con el contrabando de
estaño y de wolframio que, de acuerdo con las circunstancias, se practicaba en uno u
otro sentido en la frontera. Además, los mineros cobraban sueldos que casi doblaban el
de los jornaleros. Ahora bien, los contrastes sociales también habían marcado la vida
local y, en el contexto bélico, a ellos se añadieron otros, como la rivalidad de los
Carabineros y el destacamento de la Guardia Civil. Los agentes de este instituto
consideraban sospechosos de republicanismo a los del primero. El mismo brigada
Manzano se vería envuelto en una información, diligenciada por Antonio Cejudo,
capitán de la Guardia Civil, debido a los trapicheos comerciales con patatas por parte
de Agustín Calzada, jefe falangista de Ciudad Rodrigo. Pero el Brigada se resarció con
la denuncia de un guardia civil, Bernardo Nieto Santa Olalla, que, sin reparo alguno,
acosaba a una vecina casada, cuyo marido tendría antecedentes izquierdistas,
prometiéndole protección (Iglesias, Represión franquista: 531).
Los republicanos políticamente marcados fueron represaliados, como los
afiliados a la Sociedad Obrera, de la cual había sido presidente Román Martín (“ti
Román”) y secretario el mencionado Ángel Ramos. Al producirse el Alzamiento
fueron detenidos el citado Román Martín, así como Juan Caballero (“ti Manillas”) y
“ti Delfín”. También fue perseguido Plácido Ramos, que era el “rojo oficial del
pueblo”. A otros miembros de la Casa del Pueblo les retiraron los empleos
municipales (N 2007a). Entre los represaliados hay otro miembro de la familia Ramos:
Domingo Ramos Navais. Tuvo que incorporarse a las filas del ejército franquista en
los últimos reemplazos, pero se pasó con otros soldados a la zona republicana. Por ello
sería juzgado después en consejo de guerra y condenado a una pesada pena, aunque
sólo estaría en la cárcel año y medio, obligado “a revisión” una decena de años (N
2005). Su detención se produjo, al parecer, cuando volvió al pueblo por las fiestas de
San Juan y los guardias civiles de Peñaparda le echaron mano y fue a parar a un
campo de concentración (N 2007a). Algunos de estos republicanos navasfrieños, como
el mismo Ángel Ramos mientras estuvo en Portugal, mantuvieron contactos con los
maquis que merodeaban por El Jaque (Villasrubias) y Jálama. Gracias a su ayuda
consiguieron salir de España los últimos guerrilleros de Extremadura e 1948 (Iglesias
2016b: 333-337).
Así pues, descontados los naturales contabilizados con los vecinos de otras
localidades, como Emilio Hernández Hernández (vecino de Carpio de Azaba), el
total de afectados por la represión en Navasfrías ronda la veintena:
-víctimas mortales: 10 u 11 (7 u 8 indirectas)
-víctimas carcelarias: 7
-depurados, exiliados: 4 (uno de ellos también preso)
-sancionados, embargados: 2 (también exiliados).
Croniquillas y necrologios del verano y otoño sangriento de 1936: afectados por las sacas
carcelarias de Salamanca en diciembre de 1936 (09/12/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

En diciembre de 1936 la eliminación física, organizada o caucionada por la


autoridad militar, seguía siendo una realidad en la provincia de Salamanca. En su
rincón suroccidental se vieron afectados por la represión sangrienta varios vecinos
de Ciudad Rodrigo, el Campo Charro y la Sierra, con víctimas identificadas hasta el
16 de dicho mes. En las sacas carcelarias de Salamanca los días 9 y 12 fueron
asesinados dos vecinos de la Ciudad y uno de Saelices el Chico.

Eladio RIVERA HUERTAS, de 54 años, natural y vecino de Ciudad Rodrigo, hijo de


Leonardo y Amalia, industrial (comerciante), afiliado a Izquierda Republicana,
tesorero y secretario de la STT. Estaba casado con María Paz Ullán Bote, de cuyo
matrimonio quedaban cuatro hijos, todos menores de edad; falleció “en este término
municipal [de Ciudad Rodrigo] el día 9 de diciembre de 1936”, sin indicación de
causa ni lugar de sepultura (RCCR, act. def. del 15/12/1938, “a instancia de Dª
María Ullán Bote”). Era cuñado de Eloy Ullán Bote, carabinero del puesto de
Carpio de Azaba, que, por sus veleidades políticas, fue trasladado a Salamanca,
donde fue procesado y condenado a prisión (croniquilla del 24 de octubre, donde
erróneamente se afirma que Eladio RIVERA fue víctima de la saca carcelaria del 16
de diciembre); y primo de la esposa de Enrique García Medina, jefe de la Policía
urbana de Ciudad Rodrigo, que fue encarcelado varias veces (CR 2009). Se
menciona entre los responsables políticos que asistieron a las reuniones del
Ayuntamiento los días 18 y 19 de julio de 1936 (Ju.sum.265/36: f. 18).
El lugar de fallecimiento no habría sido Ciudad Rodrigo, como implícitamente
se afirma en el acta de defunción de 1938, sino en un lugar indeterminado a
consecuencia de una saca carcelaria de Salamanca, según testimonios familiares y
principalmente de su hija Adriana (farinatosporlamemoria.jimdo.com). Esta fuente
(CR 2015) señala que Eladio estuvo detenido al principio del Alzamiento en la
comisaría sita en la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo y al cabo de tres noches fue
trasladado a la Prisión Provincial, donde oficialmente ingresó el día 23 de julio y
causó baja el 9 de diciembre de 1936 (Fichero de la Cárcel de Salamanca). La
familia de Eladio mantuvo contacto con él durante el período carcelario a través de
un falangista y por las mujeres que iban a visitar a sus maridos en la prisión. Eladio
se encargaba de la biblioteca. Su esposa, Teresa Ullán (María Paz en el acta de
defunción de su marido), tuvo ocasión de verlo una última vez cuando fue a
Salamanca con los niños pequeños. Eladio fue sacado a las 2h del día 9 de
diciembre y, según contaron otras familias, salió gritando su nombre y el de sus
cuatro hijos (como hacían otros sacados para que quedara constancia de su destino,
sabiendo que había mujeres que se turnaban a la puerta de la cárcel para saber a
quiénes llevaban al matadero) hasta que lo callaron a culatazos. Ya lo habrían
subido inconsciente para el camión. Entre sus nueve compañeros de saca iba un
joven pastor anglicano (Atilano Coco), además de algún cargo público, pero no
supieron dónde los habían ejecutado. La familia se enteró del suceso por la carta de
una señora de Salamanca y recibió por el coche de línea la ropa de Eladio. Así
dedujo que había sabido o adivinado el viaje sin vuelta, pues lo emprendió con
babuchas y descubierto, sin zapatos ni bufanda (Iglesias, Represión franquista, VI,
1.3.8: 310, nota 55).
Eladio RIVERA HUERTAS murió conforme al protocolo macabro de las sacas
carcelarias. Fue puesto “en libertad” por orden del comandante militar, pero de hecho
ejecutado en la clandestinidad. Así sucedió también el día 12 de diciembre con otros
dos vecinos de Ciudad Rodrigo, que habían sido condenados a reclusión perpetua en el
J.sum.265/36, con el pretexto de su traslado a la prisión de Burgos:

Epifanio CEJUDO CEJUDO, de 35 años de edad, natural de Tordomar (Burgos), vecino


de Saelices el Chico, hijo de Restituto y de Santas, peatón de correos, militante “en
el [Sindicato de] Trabajadores de la Tierra afecto al Partido Socialista”, casado con
Cipriana Huerta Maeso, padre de cuatro hijas (cf. croniquilla y necrologio de
Saelices el Chico, pasado 8 de agosto).

Emiliano CALVO VALLEJO, de 31 años, natural de El Sahugo, vecino de Ciudad


Rodrigo, hijo de Liborio y Serafina, alpargatero, “asociado a la Casa del Pueblo”,
socialista, soltero (cf. necrologio de ediles, directivos políticos y asociados
sindicales de Ciudad Rodrigo, pasado 30 de agosto).

En los días 14, 15 y 16 de diciembre hubo sacas domiciliarias o carcelarias en La


Fuente de San Esteban, de nuevo en Salamanca y Ciudad Rodrigo, a cuyas
croniquillas se remite para la identificación de las víctimas y otros detalles de la
represión.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936: la represión de La Fuente de
San Esteban (14/12/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

La represión sangrienta extrajudicial de La Fuente de San Esteban llegó con


cierto retraso con respecto a la de otros pueblos del entorno. Quizá ello se deba,
paradójicamente, a que, por ser nudo de comunicaciones ferroviarias y por carretera,
esta localidad tenía bastante importancia estratégica, lo cual se tradujo en una
presencia considerable de las fuerzas rebeldes, que actuaron desde el principio
basándose en la Guardia Civil, que dejaría menos iniciativa a las Milicias Fascistas.
Sin embargo, la intimidación había empezado con el paso del Ejército para proclamar
el estado de guerra en Ciudad Rodrigo el 19 de julio. Pocos días más tarde desde La
Fuente, por orden de la Comandancia de Salamanca, se organizaron los comandos
compuestos por fuerzas de dicho instituto y de milicianos fascistas para efectuar los
registros y detenciones de presuntos oponentes en las localidades limítrofes
(croniquilla del pasado 25 de julio). Las sacas domiciliarias, llevadas a cabo entre el
14 y el 15 de diciembre, como sucede también en última saca carcelaria de Ciudad
Rodrigo (croniquilla del próximo día 16), tiene cierto carácter selectivo: un
farmacéutico, un abogado y un ferroviario (Iglesias, Represión franquista: 284-285).
Deben de ser los tres “desconocidos” hallados cadáveres en Bocacara, donde los
testimonios hablan del “Boticario de Fuente de San Esteban” (B 2012), lo que
corroboran las actas tardías sobre Heliodoro ZUNZUNEGUI (def. 22/05/40) y Antonio
GALÁN (def. 07/06/40); pero no se tienen más que datos fragmentarios en poder de la
ASMJ. Según esta fuente, con anterioridad, había sido sacado de la cárcel de
Salamanca Joaquín RAMOS, vecino de esta ciudad, y en fecha incierta, posteriormente,
Adeodato Colmenero, vecino de Tabera de Abajo.

Joaquín RAMOS PÉREZ, de 26 años, vecino de Salamanca, hijo de Manuel y Mestora,


electricista, casado, padre de un hijo muy pequeño (FCS). Fue víctima de una saca
carcelaria (23/10/36), según la ASMJ.
Amador CAVERO GARCÍA, de 30 años, natural de Sepulcro Hilario, hijo de Andrés y
Lucía, abogado, soltero; falleció el 14 de diciembre de 1936, habiendo sido sacado
de su domicilio (act. def. 19/10/38). Lo más probable es que sea uno de los
“desconocidos” hallados cadáveres en el término de Bocacara y enterrados en su
cementerio. Con anterioridad (14/08/36) había sido multado con 1.000 pesetas
(C.2133/37).
Heliodoro ZUNZUNEGUI ESCRIBANO, de 42 años, natural de Espino de La Orbada, hijo
de Francisco y Ramona, farmacéutico, casado con Paula Martín Martín, sin
constancia de eventual descendencia (act. def. 22/05/40). Los avatares de su saca
domiciliaria, hallazgo de su cadáver y enterramiento en Bocacara son análogos a
los de Amador CAVERO. También como éste había sido multado (14/08/36) con
2.000 pesetas (C.2133/37).
Antonio GALÁN CARRASCO, de 35 años, natural de Zamora, hijo de José y Antonia,
ferroviario, casado con Tránsito Fagúndez Barba, sin constancia de eventual
descendencia; falleció el 15 de diciembre de 1936, asesinado en el término de
Bocacara (act. def. 07/06/40), en cuyo cementerio debe de estar enterrado, como los
dos anteriores.
Adeodato COLMENERO BARRADO, de 29 años, vecino de Tabera de Abajo, hijo de
Graciliano y Aureliana, cartero, casado con Raimunda Martín Sánchez, sin
constancia de eventual descendencia; víctima de una saca domiciliaria o carcelaria
en fecha incierta, 18 de julio de 1937 o 1º de abril de 1939, según las actas de
defunción (08/06/42, Tabera; 26/011/2001, La Fuente).

El necrologio de La Fuente de San Esteba también incluye una víctima indirecta,


por fallecimiento en la cárcel, que figura dos veces en el fichero de la ASMJ (con
algunos datos contradictorios aquí subsanados):

José Manuel GARCÍA SÁNCHEZ, de 62 años, hijo de Ramón y Josefa, capataz de


telégrafo, casado, sin constancia de la identidad de la esposa, padre de ocho hijos;
falleció de presunta enfermedad en cárcel de Salamanca (06/04/37), donde había
ingresado por orden del Comandante Militar el 1º de agosto de 1936 (FCS)
El sustrato de las revueltas ligadas a la Reforma Agraria quizá se dejaría sentir
en La Fuente de San Esteban. El enfrentamiento de los vecinos con los grandes
propietarios, que a veces no respetaban servidumbres que remontaban a los siglos
pasados, era similar al de otros pueblos, debido al desproporcionado reparto de la
tierra. El crónico problema del paro se había resuelto antes de la República con el
habitual y dramático remedio de la emigración (recuérdese el conocido caso del
cercano pueblo de Boada, cuyo vecindario solicitó de las autoridades de Argentina el
traslado masivo en 1905), que en los años treinta no sería posible debido a la crisis
económica mundial. Por ello en este pueblo existía un considerable arraigo
sindicalista, comprobado desde principios del siglo XX en lo que atañe a la sociedad
de Socorros Mutuos y más tarde a la Sociedad Obrera ugetista (Iglesias, Represión
franquista: 193). El triunfo del Alzamiento suponía la pérdida de las reformas
republicanas en las que confiaban los sindicalistas, los cuales se opondrían al mismo
por todos los medios a su alcance, pero esta faceta está mal documentada. Por
ejemplo, en La Fuente no se tiene constancia del recurso a la huelga en plena siega
para oponerse a la sublevación, comprobado en pueblos cercanos (ver croniquillas del
25 de julio y del 23 de octubre). De no haber existido desafección al Movimiento, no
se entendería la intensidad de la represión, cuyo alcance todavía estar por fijar en
parte.
El total provisional de afectados en La Fuente de San Esteban, naturales o
forasteros no contabilizados en otra parte, se eleva a 18 personas:
-víctimas mortales: 6 (una indirecta)
-víctimas carcelarias: 3 (una de ellas mortal)
-depurados: 3 (dos víctimas mortales)
-sancionados, embargados: 11 (dos víctimas mortales).
Croniquillas y necrologios del verano y otoño sangriento de 1936: mirobrigenses
afectados por otras sacas carcelarias de Salamanca el día 15 de diciembre. Represión en
Las Casas del Conde (15/12/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

El día 15 de diciembre de 1936 se produjeron otras sacas de la cárcel de


Salamanca que, como las de los anteriores días 9 y 12 (croniquilla del pasado día 9)
afectaron al menos a un vecino de Ciudad Rodrigo y quizás a otro.

Manuel GAITE FUENTES, de 58 años, natural de Montijo (Badajoz), vecino de Ciudad


Rodrigo, hijo de José María y Matilde, albañil, viudo, sin constancia de la identidad
de su cónyuge, padre de siete hijos. Según la ficha de la cárcel de Salamanca (FCS)
fue puesto en libertad (15/12/36) por orden del Gobernador Militar, pero sería
eliminado conforme al protocolo habitual de las sacas.
Agustín RISUEÑO GONZÁLEZ, natural de Ciudad Rodrigo, sin otros datos, fue objeto de
ejecución extrajudicial por saca domiciliaria o carcelaria (15/12/36) en lugar
desconocido (López-Delgado 2007: 178). Al parecer, también sancionado (ASMJ).

En una saca carcelaria de la misma fecha fue eliminado un vecino de Las Casas del
Conde:
Serafín HERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, de 59 años, hijo de Isidoro y Carolina, labrador,
STT, casado (C.986/36). Ingresó en la cárcel de Salamanca el día 1º de octubre y
fue puesto en libertad mes y medio más tarde (15/12/36) por orden del Gobernador
Civil, siendo de hecho ejecutado extrajudicialmente (López-Delgado 2007: 170).
Todo había empezado por una denuncia ante el Gobernador Civil por parte del jefe
local de Falange, Lesmes de San Ricardo Hernández, que lo acusaba de propagar
noticias tendenciosas (“que el Glorioso Gobierno de Burgos viéndose perdido y
lleno de miedo se había escapado para Alemania”), acusación extensiva al vecino
Juan Antonio Santos García. Ambos fueron detenidos y llevados presos a Sequeros
(24/09/36) por Matías Ricardo Hernández, sargento del puesto de la Guardia Civil
en Aldehuela de la Bóveda. Después estuvieron presos en Salamanca (01/10/369)
durante las actuaciones de la causa, que sería sobreseída por el auditor de guerra
(01/11/36). Pero los detenidos quedaron a disposición del Gobernador Civil
(10/12/36), quien ordenó su libertad pocos días más tarde (15/12/36), según las
fichas carcelarias (FCS). A partir de esta fecha a Serafín HERNÁNDEZ se le pierde el
rastro en parte, sin que se diera por enterado de su paradero el Servicio de Libertad
Vigilada, bajo cuya tutela seguía teóricamente años más tarde. Juan Antonio Santos
no sería de aquella saca carcelaria, pues estuvo detenido en Sequeros en 1937
(P.sum.468/37).
Así pues, en el necrologio de esta localidad se reconoce una sola víctima mortal,
a pesar del trasfondo de conflictos sociales por los motivos de siempre: el paro obrero
y la falta de tierra. Este último problema era tan acuciante, que, cuando los socios del
Sindicato de la Tierra (STT) expusieron sus reclamaciones al Gobernador Civil para
que las hiciera llegar al Gobierno de la República, añadieron que era necesario
ensanchar el término (Iglesias, Represión franquista: 199, nota 15). La reacción de los
jornaleros locales necesitados se tradujo en los votos favorables a la candidatura
comunista en la elecciones de 1936. Precisamente Juan Antonio Santos, transportista,
estaba casado con la maestra de niñas Sofía Hernández Hidalgo, a quien los
derechistas locales consideraban “extremista”. El jefe de Falange lo tenía por
“destacado comunista de aquella localidad”, porque había apoyado a Luis Campo
Redondo, para quien había conseguido 45 votos. Pero había otros vecinos integrados
en agrupaciones “político-societarias”, que probablemente serían de los que habían
participado en un simulacro de entierro de Gil Robles el Miércoles de Ceniza del
mismo año. Todo esto explica las visitas que los comandos de la Guardia Civil
efectuaron a este pueblo, motivadas por las denuncias, que fueron seguidas de
detenciones, procesamientos, depuraciones y sanciones económicas.
El total provisional de vecinos afectados por la represión en Las Casas del
Conde es de 14 personas:
-víctimas mortales: 1
-víctimas carcelarias: 12
-depurados: 1 (también preso)
-sancionados: 3 (añadidas a prisión 2).
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936: la saca carcelaria del 16
de diciembre de 1936 (16/12/ 2016)
Ángel Iglesias Ovejero

La última saca comprobada de la cárcel de Ciudad Rodrigo tuvo lugar cuando, al


cabo de varias semanas, parecía terminado el recurso a esta vía criminal expeditiva.
Por la extracción social de las víctimas elegidas tiene algún carácter de “limpieza”
selectiva, pues se trata de vecinos mirobrigenses, con cierta holgura económica,
funcionarios o profesionales, varios emparentados entre sí o con otras personas ya
eliminadas por la vía judicial o extrajudicial. Eran personas conocidas, cuyo destino
trágico ha dejado huellas perceptibles en la memoria familiar y local. Tanto es así que,
contrariamente a otras sacas, en esta se conocen antecedentes y consecuentes. Entre las
motivaciones, la información oral y escrita confirman que algunos eliminados, por sus
ideas republicanas, habían tenido encontronazos con Antonio Cejudo, capitán de la
Guardia Civil, que había sido trasladado a Badajoz y ahora había vuelto sin duda
resabiado. Este capitán, en la tarde del día 15, ordenó el ingreso en dicha prisión de
ocho vecinos, siete de los cuales fueron sacados en la madrugada del día 16:
1 Serapio García Alaejos, 2 Avelino MARTÍN CASCÓN, 3 Evaristo PINO
CASTAÑO, 4 Eduardo APARICIO FERNÁNDEZ, 5 Olegario NIÑO CABALLERO, 6
Alfredo MIGUEL PLAZA, 7 Emilio MARTÍN DONOSO, 8 José María SEVILLANO
PIÑERO.
A excepción de Serapio García (nº 1), que era director de la banda municipal y
se libraría de la ejecución gracias al apoyo de personas influyentes, estas víctimas el
día 16 compartieron los avatares finales en una “finca del camino de Gazapos” o en la
“finca de Ravida”, pues existen versiones divergentes sobre este detalle. Antonio
López en sus informes policiales de 1979 se pronuncia por el primer paradero, sobre
todo en el de Emilio MARTÍN (nº 7, de quien al parecer era yerno dicho policía), muy
explícito en detalles (infra). Describe la ejecución y enterramiento de las siete víctimas
en una “finca de un tal Dionisio” en el “Camino a Finca de Gazapos” (Pedrotoro), que
sale a la izquierda de la carretera de Zamarra-Serradilla (y por tanto a la altura de La
Caridad) a unos 300 metros. Según el testimonio de Juan José Aparicio (2004), hijo de
una de las víctimas, Eduardo APARICIO, la denominación exacta del lugar del asesinato
y enterramiento es la dehesa de Ravida, propiedad de la familia Casanueva, cuyo
montaraz y rentero, Manuel Vicente Barrado, fue quien informó a algunos familiares
de las víctimas del lugar exacto de la fosa (CR 2009). La familia de Eduardo recibió
autorización verbal para llevarse su cadáver a Béjar, en cuyo cementerio fue enterrado.
Los otros seis cadáveres permanecieron allí poco tiempo, en el denominado “Paraje de
los Muertos”, hasta una fecha indeterminada en que misteriosamente desaparecieron,
sin constancia de la autoría del hecho ni del destino de aquéllos, aunque hubo rumores
de que habían sido llevados al puerto de Perales (López-Delgado 2004: 167-171). En
este supuesto es posible que esta vaga indicación se refiera al paraje de Carvajales
(Iglesias, Represión franquista: 288-294). En el procedimiento incoado en 1937 para
la aclaración de las causas de la desaparición de Eduardo las personas implicadas se
inhibieron con la excusa de que había sido “puesto en libertad” (Ibíd.: 308-311, 380-
381, 161).
La identificación nominal, el perfil social y algunas circunstancias particulares
de cada uno se conocen por la doble información apuntada, escrita y oral. En los
expedientes personales de 1979 se añade el dato de la religión, que en otros casos no
se indicaba. A excepción de Alfredo Miguel, cuya religión no se especifica, todos ellos
pertenecían a la Iglesia Católica Apostólica Romana (“C.A.R.”).
Avelino MARTÍN CASCÓN, de 41 años, hijo de Lino y Teresa, con instrucción,
agricultor, religión C.A.R., soltero (Exp.1979 / Desaparecidos 1936). Era hermano
del alcalde Manuel MARTÍN CASCÓN, ejecutado por sentencia de consejo de guerra
(croniquilla del 30 de agosto) y primo hermano de Isabel Cascón Briega, esposa de
Eduardo APARICIO, compañero de saca.
Evaristo PINO CASTAÑO, de 62 años, natural de El Bodón, vecino de Ciudad Rodrigo,
hijo de Luis y Agustina, con instrucción, funcionario municipal (empleado del
Ayto.), religión C.A.R., viudo de Nieves González Manzano (act. matr. 13/02/1904,
act. def. 11/03/1928), padre de dos hijos, uno de ellos menor (Exp.1979 /
Desaparecidos 36).
Lo había llamado a declarar el juez de instrucción de Ciudad Rodrigo el 28 de
julio, para que informara sobre la autoría de la requisa de coches cuyos oficios
había redactado él mismo, con otros funcionarios, y fueron firmados por el Alcalde
(J.Sum. 265/36: f. 46). Pero no consta que fuera detenido entonces. Posteriormente,
en documentación reunida en 1987, se confirma que falleció en el término de
Ciudad Rodrigo el 16/12/1936. Su acta de defunción (25/11/1938, “a instancia de
D. Ladislao Rodríguez Manzano”) no indicaba la causa. En la información testifical
(01/12/1987), Julián Gutiérrez Lorenzo, jubilado, declara que:
(…) le consta que en el mes de diciembre de 1936 fue detenido Evaristo Pino
Castaño y sabe que posteriormente fue trasladado a esta Ciudad, ingresando en
la cárcel del Partido, y al ser puesto en libertad, según consta en los archivos de
la Policía Municipal de esta Ciudad, el día 16 de diciembre de 1936 fue muerto
violentamente por mano del hombre y como consecuencia natural de la guerra
de 1936-1939.
Y Antonio López Ramos, que en 1978 quizá sería jefe de la policía
municipal, también ya jubilado en 1987, se expresa en términos parecidos, más
precisos:
(…) le consta que en la noche del 15 al día 16 de diciembre de 1936, al salir
de un grupo de detenidos de la Cárcel del Partido, fueron montados en una
camioneta, enterándose al día siguiente que dicho grupo, entre el que se
encontraba el Sr. Evaristo Pino Castaño, habían (sic) sido muertos
violentamente por acción directamente del hombre en las proximidades de La
Caridad, de este término municipal, todo ello como consecuencia de la guerra
civil de 1936-1939” (Viudas, AMCR).
Eduardo APARICIO FERNÁNDEZ, de 39 años, natural de Béjar, vecino de Ciudad
Rodrigo, hijo de Juan y María, con instrucción, director del Banco del Oeste,
religión C.A.R., casado con Isabel Cascón Briega, padre de dos hijos menores
(Exp.1979 / Desaparecidos 36), y, por tanto emparentado con los hermanos Manuel
y Avelino MARTÍN CASCÓN. A diferencia de los otros cadáveres, el suyo fue
enterrado en Béjar, previa autorización verbal (supra, testimonio de su hijo Juan
José; infra, cita del expediente de Emilio MARTÍN DONOSO).
Olegario NIÑO CABALLERO, de 55 años, natural de Cardenete (Cuenca) y vecino de
Ciudad Rodrigo, hijo de Pedro y Anastasia, con instrucción, veterinario, religión
C.A.R., “casado en primeras nupcias con Dª Esperanza Hernández Vallejo, de cuyo
matrimonio no queda sucesión” (Exp.1979 / Desaparecidos 36). Según testimonios,
Olegario NIÑO, veterinario municipal de Ciudad Rodrigo, era dueño de un coche
que le sería requisado. Había celebrado ostensiblemente el quinto aniversario de la
República (CR 2009). Fue detenido en Malpartida y preso en Peñaranda de
Bracamonte del 29 de julio al 4 de agosto. Falleció “en este término municipal [de
Ciudad Rodrigo] el día 16 de diciembre de 1936”, “a consecuencia (tachado pero
legible) de heridas de arma de fuego”, sin indicación de lugar de sepultura (RCCR,
act. def. 22/04/1938). Lleva una nota marginal idéntica a la del acta de defunción de
Alfredo Miguel Plaza (infra).
Alfredo MIGUEL PLAZA, de 49 años, natural y vecino de Ciudad Rodrigo, hijo de
Primo y Ana, con instrucción, industrial (comerciante), sin indicación de religión,
interventor interino municipal, casado con María Abril Contreras, padre de cinco
hijos menores de edad (Exp.1979 / Desaparecidos 36). Antes de esta saca, había
ingresado en la prisión del partido judicial el día 8 de octubre de 1936, como
“detenido [militar]”, y salido el 16 de octubre de 1936. Falleció “en este término
municipal el día 16 de diciembre de 1936”, “a consecuencia (tachado pero legible)
de disparos de arma de fuego”, sin indicación de lugar de sepultura (RCCR, act.
def. 13/04/1938, “a instancia de Dª María Abril Contreras”). En nota al margen del
acta de defunción se indica:
En cumplimiento de lo dispuesto en la circular de los Registros y
secretariado, publicada en el B. O. 10 de abril del actual se procede a tachar de
oficio las palabras para precisar las causas de la muerte en la inscripción a que
se refiere este folio. Ciudad Rodrigo, 30 de junio de 1939 (firma ilegible del
visitador, que por cotejo de la misma se identifica con el juez de instrucción de
Ciudad Rodrigo, Fausto Sánchez).
Su esposa fue llamada a declarar en la causa contra Agustín Calzada, jefe
comarcal y local de Falange (C.2133/37), a quien conocía por ser cliente incapaz de
satisfacer sus deudas, “por carecer de bienes”, en la ferretería de “Alfredo Corral”,
como era conocido el establecimiento de Alfredo MIGUEL. A la familia le
requisarían una bicicleta y una radio, sin vuelta. Todo ello, al parecer, antes de que
a su marido los falangistas “lo mataran en una carretera próxima”, hallándose
presente Calzada, y aparecieran las botas de aquél colgadas como trofeo en una
taberna:
(...) que su esposo Alfredo Miguel Plaza, afiliado únicamente a la Congregación del
Corazón de María y a la Cofradía del Silencio, sin pertenecer a sociedad política de
ninguna clase, fue llevado un día de su casa por unos falangistas que dijeron le
llevaban a dar un recado y después lo mataron en una carretera próxima, habiéndose
enterado que de los que se hallaban presentes figuraba el señor Calzada y que prendas
de vestir como las botas que su esposo llevaba puestas le han manifestado que han
estado puestas en una taberna de esta Ciudad (…) que su esposo murió en diciembre de
1936 (Declaración de María Abril Contreras, Ciudad Rodrigo, 02/07/38, C. 2133/1937:
f. 428vº).
Uno de los flechas llamados a declarar, Manuel Hernández Pérez, confirma que
la requisa de la bicicleta se efectuó por orden de la Jefatura local de Falange,
aunque no recuerda si emanó de A. Calzada o de E. Bravo (f. 433). Otro flecha,
Víctor Guitián Fernández, ya había declarado que recogió dicha bicicleta en el
Hotel Machero, por orden de Bravo (f. 433). Más tarde a la viuda le requisaron
platos y cubiertos. Y esto se habría hecho por orden de Marcelino Ibero, pero de
éste no se pudo recabar información (03/09/38), por estar destinado entonces en
Castellón de la Plana (f. 552).
El juez instructor militar se interesó por estos asuntos, reclamando informes de
la Guardia Civil, el Juzgado y la Alcaldía sobre antecedentes y actuación de
Alfredo MIGUEL. Como era de suponer, los informes serían desfavorables, pues lo
que con ellos se pretendía era ensuciar la imagen de la víctima de modo que su
eliminación criminal quedara justificada. Los tres hacen hincapié en la
“peligrosidad” de la víctima, enumerando casi idénticos “cargos”, seguramente
partiendo de los mismos datos de archivo. Ahora bien, mientras el juez municipal
Dionisio Moro (f. 529) y el alcalde Fausto San Dámaso (f. 542), sobre todo éste,
acumulan los datos sin añadir alegatos esperpénticos, Florencio García Corral,
brigada comandante del puesto de la Guardia Civil, no sólo especifica la andadura
política y social de Alfredo, procurando cargar las tintas, sino que pinta un retrato
infamante del mismo, con lo cual, paradójicamente, se adivina en su víctima el
perfil de un republicano convencido y comprometido socialista. Alfredo pertenecía
al Partido Socialista, ya antes de la República, y actuó en el Comité Ejecutivo de las
elecciones de 1931, haciendo propaganda. Al triunfar la República fue tesorero de
la Casa del Pueblo y ejerció eventualmente la presidencia de ésta en ausencia de
Tomás Hernández (f. 529). Se reunía con izquierdistas y obreros en su propia
ferretería y en el bar de “Barrigana”, beneficiándose a juicio del informante de la
impunidad que le confería la presencia de los policías Luis Sánchez Rivero (ya
ejecutado por sentencia de consejo de guerra; ver croniquilla del pasado 30 de
agosto) y Ventura Moro. Anualmente festejaba el advenimiento de la República, el
14 de abril, “fecha nefasta”, según el Brigada, quien, remontando en el tiempo,
atribuye a Alfredo la intención de “alentar el espíritu revolucionario” en los sucesos
de octubre de 1934, con misteriosas reuniones secretas en casa de Gaite Veloso
(“fusilado”, ver croniquilla del pasado 30 de agosto), y la asistencia en Madrid a los
mítines del “monstruo Azaña” en 1933 y 1936 (f. 527), todo ello como preparativo
a las elecciones respectivas de dichos años, que se terminarían con el triunfo del
Frente Popular. Concretamente, en Ciudad Rodrigo, Alfredo MIGUEL sería
nombrado interventor municipal, según el informe del Juzgado (f. 529).
En este marco se produce un hecho que probablemente explica la inquina que
satura el informe de Florencio García, fiel eco de la voz de su amo, uno de los más
sañudos represores de Ciudad Rodrigo y su entorno. Alfredo MIGUEL habría
asistido, en casa de Gaite, a la redacción de una denuncia contra Antonio Cejudo,
capitán de la Guardia Civil, cuyo aborrecimiento de los izquierdistas vendría de
lejos, pues había estado “siempre en contraposición de esta clase de elementos
revolucionarios y marxistas cien por cien” (C.2133/37: f. 527). El ministro de la
Gobernación ordenó el traslado de Antonio Cejudo a Badajoz, en donde
presumiblemente vería de cerca cómo se practicaba allí la represión militar, antes
de volver a Ciudad Rodrigo en el otoño de 1936, en cuyo tramo final Alfredo y
otros seis vecinos serían sacados de la cárcel del Partido y asesinados (15 a
16/12/36). Accesoriamente, Alfredo habría pedido el traslado de otros funcionarios
desafectos al “fatídico Frente Popular”, sin que se aventure a señalar su efecto el
Brigada, quien todavía señala como acto criminoso la presencia de aquél en el
entierro del “Comunista” (13/05/36).
Extrañamente el informe del Brigada se deja en el tintero el detalle de que el día
16 de mayo en la ferretería de Alfredo MIGUEL se habían entregado una o dos
escopetas de caza a los izquierdistas para defenderse de una presunta llegada de
derechistas armados, un detalle que señalan los informes del Juzgado (f. 529) y la
Alcaldía (f. 542). Quizá un leve temor al ridículo explique este silencio del Brigada,
que, en cambio, pone de relieve la pertenencia de Alfredo al Comité
Revolucionario, constituido en el Ayuntamiento el 18 y 19 de julio de 1936, para
defender el orden republicano. Todo esto, para llegar a una conclusión espeluznante
y esperpéntica: “se trata de un individuo peligrosísimo e indigno de vivir dentro de
los pueblos civilizados” (f. 528). Todavía añade, en colofón, que “la peligrosidad de
Alfredo” queda patente por su condición de lector (El Socialista, Libertad y Mundo
Obrero), porque el Brigada debe de considerar la lectura como algo impropio de la
civilización. Tratándose de una persona muerta, resulta patéticamente irrisorio que
se la considere “peligrosísima” para el Movimiento. Ahora bien, juzgarla “indigna
de vivir”, equivale a dar por justificada su muerte, sin juicio previo, y en
consecuencia el brigada Florencio García casi explícitamente se solidariza con el
asesinato de Alfredo MIGUEL.
Emilio MARTÍN DONOSO, de 39 años, natural y vecino de Ciudad Rodrigo, hijo de
Santiago y Filomena, con instrucción, hojalatero (industrial), religión C.A.R,
casado con María de los Remedios Conde Amador, de cuyo matrimonio quedaban
cinco hijos, el mayor de 16 años y el menor de dos (Exp.1979 y Viudas /
Desaparecidos 36). Falleció “en esta ciudad el día 15 de diciembre de 1936”, sin
indicación de causa ni lugar de sepultura (RCCR, act. def. del 11/12/1937, “en
cumplimiento de lo ordenado por el Juez de 1ª Instancia de este Partido en fecha de
6 del actual, en virtud de auto dictado en 4 del mismo de conformidad con lo
dispuesto en la orden de la Junta Técnica de Estado de 1º de noviembre de 1936, en
expediente seguido a instancia de María Conde Amador”). En otra acta de
defunción de la misma víctima (RCCR, act. def. 30/12/1938) se indica la profesión
(industrial) y se aclara que la fecha del fallecimiento fue el 16 de diciembre de
1936.
Por el informe policial de Antonio López Ramos sobre Emilio MARTÍN DONOSO
(08/01/1979) del expediente tramitado a instancia de su viuda Remedios Conde
Amador, se conocen otros detalles sobre la ejecución de esta persona y otras seis,
así como la ubicación de la fosa en Pedrotoro:
Según se desprende de los informes fidedignos, al ser puestos en libertad por
la Cárcel del Partido a las 2.30 del día 16-12-1936, a los siete y a la puerta de
la referida Prisión los esperaba una camioneta con Guardias Civiles, los
montaron y los trasladaron por la carretera de Zamarra-Serradilla del Llano,
llegando a un camino a la izquierda de Pedro-Toro y en el lugar “hoy finca de
un tal Dionisio” fueron ejecutados por un piquete que esproceso (sic) vino del
puesto de Alberguería, hecha la fosa se valieron para echar tierra encima de
otros señores catalogados como de izquierdas para enterrarlos, acreditándose
por el vecino que vive en la actualidad entre otros, que los siete lo fueron en la
tierra indicada en el Camino a la finca de Gazapos a unos cien metros de la
esquina y de ésta dista a la carretera de Monsagro-Serradilla, unos 300 metros,
camino que dista de esta localidad, 4.800 Km (sic). Unos dos o tres días de
ejecutados, los familiares de Eduardo Aparicio Fernández y bajo su
responsabilidad en las circunstancias de aquella época, exhumaron su cadáver
y lo trasladaron a Béjar, enterrándolo en la referida localidad, quedando los
seis en el lugar de ejecución” (Viudas, AMCR).
Testimonios familiares recientes (CR 2016) señalan actos vejatorios contra
esta víctima, similares a los practicados contra Alfredo MIGUEL, con quien
habría salido atado y en parte despojado de sus prendas vestimentarias. La viuda
de Emilio (dueño de una ferretería en la calle de Madrid) reconoció sus zapatos,
usados por uno de sus presuntos ejecutores, que en esta u otras ejecuciones
extrajudiciales, festejaban sus hazañas macabras en un local ubicado en la calle
de San Juan.
José María SEVILLANO PIÑERO, de 63 años, natural de Villar de la Yegua, vecino de
Ciudad Rodrigo, hijo de Miguel y Josefa, ferroviario jubilado, con instrucción,
religión C.A.R., casado con María Vicente Antúnez, padre de una hija mayor de
edad (Exp.1979 / Desaparecidos 36). Fue detenido “por fuerzas de la Guardia Civil
en Villar de la Yegua sobre las 3 de la tarde del día 15 de diciembre de 1936,
llevado al puesto de la Guardia Civil de esta localidad. Ingresando en el Depósito
Municipal” (Viudas / Desaparecidos, AMCR). Falleció “en este término municipal
el día 16 de diciembre de 1936”, sin indicación de causa ni lugar de sepultura
(RCCR, act. def. 06/07/1938, “a instancia de Dª María Vicente Antúnez, cuya
orden ha sido presentada por D. Cipriano Piñero García”). Sobre la detención y
lugar de asesinato se pronuncia Antonio López Ramos en su informe policial de
1979:
(...) ingresado en el Depósito Municipal, es decir en aquel entonces la Cárcel
del Partido, en unión de siete más y a disposición de la Autoridad Militar,
siendo puesto en libertad a las 2,30 de la mañana del 16 [de] diciembre de 1936,
hora en que fue recogido por una camioneta con los indicados y en el paraje de
una finca de Gazapos ejecutados y enterrados (Viudas, AMCR).
Así pues, “como en tantos casos señalan los testimonios, pueden rastrearse
motivaciones personales. El informe policial de 1979 señala claramente la autoría de
la ejecución por parte de guardias civiles. De ordinario éstos no solían dejarse ver
mucho en las sucias tareas, pero en este caso el capitán de la Guardia Civil, que había
dado la orden de detención, tampoco podía ignorar la llegada para la ejecución de “un
piquete ex profeso del puesto de Alberguería”, donde estaba concentrada parte de la
compañía de la Guardia Civil, y por tanto dicho piquete necesitaba la orden del
Capitán para desplazarse. Este capitán era Antonio Cejudo, celoso represor que tenía
cuentas pendientes con algunos de los integrantes de esta saca o al menos con Alfredo
Miguel, a quien consideraba responsable, junto con socialistas ya ejecutados, de su
anterior obligado traslado a Badajoz” (Iglesias, Represión franquista: 309).
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936: sacas esporádicas o no
contabilizadas (I): Ciudad Rodrigo. Total provisional de afectados por la
represión en ella efectuada (21/12/2016)
Ángel Iglesias Ovejero

Después de la saca carcelaria en la noche del 15 al 16 de diciembre (croniquilla


de este día) no se han comprobado claramente otras de este tipo, aunque hubo
excarcelaciones en Ciudad Rodrigo hasta finales del 1936, algunas de las cuales dejan
margen para la duda (Iglesias, Represión franquista: 310). Sin embargo, antes de
pensar en un balance sobre la represión sangrienta del verano y otoño de aquel año,
dado que la encuesta en modo alguno puede darse por concluida, conviene echar un
vistazo atrás, para comprobar los olvidos y casos esporádicos que afectan a vecinos y
forasteros en Ciudad Rodrigo y su comarca. Son bastante numerosos y ello obliga a
una descripción desdoblada entre los afectados de la cabecera y los del partido
judicial.
En Ciudad Rodrigo, hasta abril de 2016 se habían contabilizado 70 personas (no
incluidas por nosotros con represaliados de otra localidad) entre naturales, vecinas o
forasteras represaliadas aquí, sin tener en cuenta los casos dudosos (Represión
franquista: 576), a los cuales hay que añadir tres víctimas mortales indirectas. De estas
últimas no se ha tratado en las croniquillas hasta ahora y entre las primeras se
comprueba el olvido de algunas (el olvido más llamativo es el de Félix GONZÁLEZ
CABRERA, presidente de la Sociedad Obrera). Esta deficiencia se corrige a
continuación, aunque, aparte de la identificación nominal, las fuentes utilizadas
ofrecen escasos datos. Por esta razón, ahora más si cabe que al principio, se espera que
los eventuales lectores ofrezcan la información detallada que les parezca oportuna.

Fausto CASTAÑO DURÁN, vec. CR., casado con Inés Guzmán. Aunque fue incluido
entre las víctimas mortales dudosas en La represión franquista: 56, y la ASMJ no
ofrece datos claros, parece que hay que considerarlo víctima de un saca que habría
tenido lugar en Lérida, según el testimonio de su viuda (AMRC, Exp. Viudas y
Huérfanos, 10-3). Era hermano de Ramón CASTAÑO DURÁN, ejecutado con los
vecinos de Fuenteguinaldo el 8 de octubre (croniquilla de tal día).
Victoriano GÓMEZ IGLESIAS, jornalero, casado, padre de una hija. Según ésta fue
fusilado. La ASMJ no ofrece otros datos de su expediente de huérfanos (AMRC,
10-3).
Félix GONZÁLEZ CABRERA, de 31 años, presidente de la STT (Viudas /
Desaparecidos), casado, sin indicación de filiación, nombre de la esposa y eventual
descendencia, domicilio y profesión. Había ingresado en la cárcel del partido
judicial, como “detenido [militar]”, el 31 de julio de 1936, y salió el mismo día;
reingresó el 1º de agosto de 1936 y fue excarcelado el 15 de septiembre de 1936
(Desaparecidos 1936), en una saca clandestina (descrita en la croniquilla del
pasado 15 de septiembre). Falleció “en la dehesa de Aceñuelas de este término
municipal [de Ciudad Rodrigo] el día de hoy [15 de septiembre de 1936] a las 5
horas y 30 minutos”, “a consecuencia de heridas producidas por arma de fuego”, y
fue enterrado en el cementerio municipal de Ciudad Rodrigo (RCCR, act. def.
15/09/1936, “en virtud de oficio dirigido a este Registro Civil de fecha de hoy por
el Cap. Instr. Marcelino Ibero”). Se menciona entre los responsables políticos y
sindicales que asistieron a las reuniones del Ayuntamiento los días 18 y 19 de julio
de 1936 (Ju.Sum.265/36: f. 18). Y según la certificación de una declaración del
concejal Francisco Oliva Pastor (04/08/38) en el Procedimiento sumarísimo 84/37,
Félix GONZÁLEZ fue destinatario de uno de los tres revólveres que el 19 de julio
fueron entregados por el jefe la Policía Urbana, ninguno de los cuales sería usado.
[X] LÓPEZ ANDRÉS, hijo de Celedonio López “el Barrendero” (asesinado el 12 de
mayo de 1936). Fue víctima de una saca en fecha indeterminada de los primeros
meses del Alzamiento y en lugar desconocido, según el expediente de su hermana
Francisca (AMRC, 450). Datos incompletos en el listado de la ASMJ.
Juan MARTÍN PRIETO, de 54 años, natural de Fregeneda, hijo de Raimundo y María,
vecino de Ciudad Rodrigo, “viudo en primeras nupcias de Adoración (¿?) del Río,
de cuyo matrimonio existen tres hijos (…), mayores de edad los primeros y menor
el tercero, y casado en segundas nupcias con Aurora Prieto Rubio, de cuyo
matrimonio no existe descendencia”. “Falleció en el término de San Felices de los
Gallegos el día 10 de septiembre de 1936”, sin indicación de la causa y lugar de
enterramiento (RCCR, act. def. 11/08/1939, según “expediente tramitado a
instancia de Doña Aurora Prieto Rubio”). En la causa seguida contra Agustín
Calzada, Jefe comarcal y local de Falange, Emeterio Martín García, agente del
juzgado de 1ª instancia de Ciudad Rodrigo, declara que dicho jefe le pidió a Aurora
Prieto Rubio 3.000 pesetas, para no matar a su marido, quien tres días después
“desapareció”, según rumor público (02/07/38, C.2133/37 : f. 421).
Isidoro MORO FRANCISCO, de 32 años, hijo de Juan Antonio y Joaquina, jornalero,
casado con María Morán Cepa, con quien tenía cuatro hijos. Falleció el 9 de
setiembre de 1936 en San Felices de los Gallegos, víctima de una presumible saca
(act. def. 27/04/1944 y 02/06/1957, ASMJ).
Juan José ROMÁN GARCÍA, vecino de CR, casado con Asunción Benito, víctima de una
saca en fecha indeterminada y lugar desconocido, según datos insuficientes de los
expedientes de viudas y de huérfanos (AMCR, 458 y 10-3) recogidos en la base de
datos de la ASMJ.
Ángel SIERRO DÍAZ, vecino de CR, jornalero, casado con Salud Perancho, víctima de
una saca el 16 de septiembre en lugar ignorados (expediente personal de su viuda,
460, AMRC). Datos incompletos en el listado de la ASMJ.
Francisco SOTO RICO, vecino de CR, carpintero, casado con Esperanza Sánchez
víctima de una saca el en fecha y lugar ignorados, aunque según el expediente de su
viuda habría sido “condenado a muerte como elemento de izquierdas” (AMRC,
460, y expediente de huérfanos, 10-3). Datos incompletos en el listado de la ASMJ.

El necrologio mirobrigense provisionalmente se completa con tres víctimas


indirectas.

Victoriano CABRERA HERNÁNDEZ, de 24 años, hijo de Julián y Antonia, jornalero,


soldado. Falleció a sus 28 años, de enfermedad contraída en la cárcel (31/08/41).
Había sido procesado cuando servía en el en Rgto. La Victoria, nº 28, por efectuar
un saludo “puño en alto”, dirigido al cabo José Moreiro Acosta, que le correspondió
con una sonrisa (C. 875/37). Las explicaciones de Victoriano y de José no bastaron
para evitarles, después de la detención en el Cuartel de Infantería (11/03/37), el
procedimiento que pondría en evidencia su pasado izquierdista y los llevaría al
Consejo de Guerra (23/06/37), en el que fueron condenados ambos a la pena de 12
años de prisión mayor y destino al Cuerpo de disciplina para los dos durante el
tiempo de la condena. Los condenados ingresaron en la Prisión Provincial
(02/09/37), procedentes del Cuartel de Infantería. La notificación (1944) de la
conmutación de la pena de 12 años por la de 6 años y un día nunca le llegaría a
Victoriano, pues había fallecido en Ciudad Rodrigo (31/08/41), donde la muerte
quizá le sorprendería “en libertad condicional”, sin que conste la importancia que
tuviera en este destino fatal su paso por los Talleres Penitenciarios de Alcalá de
Henares un año antes (02/12/40), adonde había sido trasladado de la Prisión de
Salamanca, según oficio de ésta (07/05/44).
Martina IGLESIAS MOLINERO, de 29 años, natural de Espeja, vecina de Ciudad Rodrigo
Espeja, hija de Nicolás y Petra (vecinos de Espeja, ambos represaliados), ama de
casa (“sus labores”), casada con Leonardo Ángel García González, madre de tres
hijos menores. Oficialmente falleció de enfermedad (25/03/40) en la prisión de
Saturrarán (C.1591/37), aunque también se ha especulado con la posibilidad de que
fuera ejecutada. Este aspecto se evoca y su trágico destino, así como el
ensañamiento de sus represores que después de muerta la sancionaron con 100 pts
de multa aun siendo insolvente (AHPS: 414), se describe con cierto detalle en La
represión franquista (Iglesias 2016b: 543-545). Pero aquí puede ser de interés
pedagógico la descripción del proceso que se le siguió, porque ilustra bien el
ambiente que se vivía en la retaguardia franquista dentro de aquel sistema represivo
y policial en que se asentaba el estado franquista.
El 5 de agosto de 1937 Agustín Calzada Hernández, jefe local de Falange,
denunció a su vecina Martina Iglesias por unos gritos subversivos presuntamente
pronunciados unos días antes por un hijo suyo de corta edad (4 años), sin que ella
se lo reprendiera. La denuncia le atribuía “ideas extremistas”, expresadas antes del
Movimiento en mítines, manifestaciones y reuniones, particularmente con el intento
de aviso a los obreros para que castigaran a los hermanos Domínguez, a raíz de la
muerte del famoso “barrendero” (Iglesias, en Carnaval 2016: 385). Según el
atestado instruido por José Boada Marcos, jefe de la Policía Gubernativa en Ciudad
Rodrigo, esta denuncia se hacía eco de las acusaciones de varias vecinas de Martina
en la calle del Rincón de la Pasión: Magdalena Blanco Regato, Felicidad Jiménez
Cruz, Antonia Mederos Cañada y Antonia Jiménez Cruz; pero el mencionado
responsable de la represión en la Ciudad tergiversaba los hechos evocados,
ocultando la identidad de los agentes y pacientes, pero sin olvidar de poner en el
saldo negativo de Martina su escaso entusiasmo por el “triunfo de los Nacionales”,
que a ella le parecía “dudoso”.
Aunque las vecinas mencionadas rivalizan en entusiasmo por acusar a Martina
Iglesias, la más explícita es Magdalena Blanco. Para empezar, trae a colación una
manifestación de júbilo de la denunciada por la muerte del general Sanjurjo, siendo
además, a pesar de su analfabetismo, referencia informativa de alguna de las otras
denunciantes, como Felicidad Jiménez. Esta última, esposa del mencionado jefe de
Falange, cree saber por aquélla que Martina había confeccionado “banderas
marxistas” para Espeja, pero también conoce, como testigo directo, la falta de
entusiasmo de la misma por el éxito del Ejército nacionalista en la toma de Bilbao
(19/06/37), así como los gritos subversivos del niño (Antonio García Iglesias)
porque éste juega con uno de la declarante. La hermana de esta última, Antonia
Jiménez Cruz, tratará de implicar en la tolerancia de dichos gritos al padre del niño,
aunque el testimonio de un agente de Seguridad lo dejará fuera de sospecha.
Estas rencillas y comidillas entre vecinas y vecinos, que tendrán graves
consecuencias para la denunciada, vienen a ser una especie de cuento de nunca
acabar, pues las declaraciones de unos acarrean las de otros, así como ratificaciones
redundantes. Magdalena Blanco insiste en el desafecto de Martina por el Ejército,
manifiesto desde la llegada de soldados de Salamanca, para proclamar el estado de
guerra, circunstancia en que Martina incluso habría proferido amenazas contra
quienes los aplaudían. Felicidad Jiménez describe un caso análogo con la llegada de
soldados heridos en el frente de Brunete, sin que Martina respondiera a los gritos
nacionalistas ni saludara “a la romana” (C.1591/37: f. 9). Los nuevos declarantes
confirman en todo o en parte las acusaciones contra Martina: María Aranda Río
sólo recuerda las frases sobre la muerte del general Sanjurjo; Faustina González
Aranda está al corriente de todos los cargos, incluido el izquierdismo de Martina,
visible en todas las manifestaciones y mítines; Teresa Domínguez García confirma
el episodio de los hermanos Domínguez y el asunto de las banderas; pero las
declaraciones de Valeriano Encinas no aparecen en la copia del expediente. Es muy
desfavorable el informe del Sargento Jefe del Cuerpo de Seguridad, que por
añadidura pone de relieve que Martina no dejaba descansar a un guardia, con
“cantares que sólo son insultos para él”, como el guardia en cuestión, Ildefonso
García, viene a confirmar más tarde, corroborado por otro agente, que con más o
menos pertinencia recuerda que Martina antes del Movimiento era contertulia de la
maestra Antonia García Martín, que también había sido detenida (Iglesias 2016:
541)
De la instrucción de la C.1591/37 en el juzgado militar nº 1 de los do que
funcionaban en Ciudad Rodrigo se encargó Antonio Cordobés Pacheco, capitán de
Infantería retirado, En las sucesivas declaraciones ante este juez militar, Martina
Iglesias se limita a negar todos los cargos que se le imputan, contradiciendo algunos
testimonios adversos, pero sin molestarse en dar muchas aclaraciones, aparte del
caso de la “bandera roja”, sobre el cual ofrece una explicación coherente en la
segunda declaración. Había sido un encargo de Nicolás Méndez Álvarez, un vecino
de Espeja, para la Sociedad Obrera local, con el fin de que se estrenara el primero
de mayo (f. 20vº). Dicho vecino de Espeja a la sazón estaba preso en Salamanca,
en relación con este asunto, así como Vicente José Juan, “elemento de la directiva”
y hermano del presidente de dicha Sociedad, aunque la bandera no había sido
hallada en las pesquisas efectuadas por Guardia Civil al comienzo del Alzamiento,
porque los sindicalistas la habrían quemado (f. 37). La confección corrió a cargo de
una modista de la Colada, que Martina designa por el mote de “la Cubana”, siendo
su verdadero nombre Aurelia Sánchez Álvarez, que, por ser natural de
Fuenteguinaldo y llevar los mismos apellidos, cabe suponer que era hermana del
alcalde republicano, Francisco Sánchez Álvarez, quien por esas fechas estaba
procesado también. Esta modista corrobora la declaración de Martina, sin entrar en
demasiados detalles, pero revelando que la bandera se destinaba a la “Sección de la
Tierra del pueblo de Espeja”, inscripción que ella misma bordó, habiendo sido
remunerada por ello (f. 24). Tampoco son muy pródigas en sus declaraciones las
otras personas que la propia Martina menciona como testigos: Fernanda Romero
Gomezcaro, Amalia Parra Regidor, María Martín Ramos y Ángeles Ortega Soler.
Todas ellas muestran una gran discreción, conforme a una estrategia prevista para
no dar motivo a nuevas preguntas capciosas. No saben o no han oído nada de lo que
se cuenta de Martina, si bien la más notable por su falta de curiosidad es Ángeles
Ortega, quien, refiriéndose a los sucesos del día 13 de mayo de 1936, afirma que,
después de asomarse con sus hermanas al balcón al oír las campana del reloj y los
gritos obreristas en la calle, lo cerró y se fue a descansar, sin enterarse de lo que
pasaba, porque “con motivo de oír decir U.H.P. tomaron miedo” (f. 23).
Martina Iglesias Molinero tenía las ideas obreristas bien arraigadas, sin duda
adquiridas en su casa natal de Espeja, de donde partió para servir en Ciudad
Rodrigo a sus 14 ó 16 años, según el informe de la Guardia Civil (21/08/37). Éste
señala que el padre, Nicolás Iglesias Vicente (a) “Puchana”, perteneció y fue
vicepresidente de la sociedad de “La Tierra y Oficios Varios” y trabajó por el
triunfo del Frente Popular, y su madre, Petra Molinero Sánchez, era “mujer
habladora y provocativa”, asidua de actos y manifestaciones izquierdistas, y por
ello ambos estaban detenidos en la cárcel de Salamanca. Pero los dichos atribuidos
a Martina Iglesias, cuya veracidad era difícil de comprobar, no habrían pesado tanto
en su destino a no ser por el asunto que realmente importaba en este expediente. De
hecho, la hostilidad de sus convecinos remontaba al asunto de “la muerte del
Barrendero” el 12 de mayo de 1936, más arriba evocada, que había obligado a los
implicados a esconderse. Martina Iglesias había querido denunciarlos ante los
compañeros de la víctima. En la instrucción del proceso los jueces e instructores
militares, fieles al mecanismo que protegía la impunidad de los represores, no
identifican a la víctima ni a sus agresores, pero en este caso ya se conocían de antes.
A Martina la detuvieron el 6 de agosto de 1937. Después del atestado, el juez
ordenó su procesamiento, que terminaría en un Consejo de Guerra (Salamanca,
25/09/37), presidido por Federico Acosta Roldán, coronel de Infantería. La
condenaron a 20 años y un día de prisión por “adhesión a la rebelión”. En seguida
fue devuelta a la cárcel de Ciudad Rodrigo, donde había estado detenida durante el
proceso. Por estar embarazada, ingresó en la Casa de Maternidad (16/01/38) hasta
dar a luz a una niña (16/03/38), después devuelta a su cautiverio (31/03/38). Sus
avatares carcelarios terminaron en Saturrarán (Guipúzcoa). Nunca le llegaría allí la
notificación de que la pena inicial le había sido conmutada por 12 años de prisión
(12/02/44), pues estaba muerta desde hacía casi cuatro años, según un oficio del
centro penitenciario: “falleció en la enfermería de dicha prisión el 25 de marzo de
1940”. Pero, como se apuntó al principio, la veracidad de tal aserto está en tela de
juicio.
Amador MORENO MATILLA, de 25 años, natural de Ciudad Rodrigo, vecino de
Salamanca, peluquero. Falleció de enfermedad (31/03/42) en la cárcel provincial,
donde había ingresado en 1941 (López-Delgado 2007: 176).

El total provisional de personas afectadas por la represión cruenta y otras


modalidades en Ciudad Rodrigo (naturales, vecinos o forasteros represaliados en esta
localidad no contabilizados en otros listados locales) asciende a 195:
-víctimas mortales: 71 (tres de ellas indirectas)
-víctimas carcelarias: 95
-víctimas de la depuración: 25 (dos de ellas asesinadas y 6 también presas)
-sancionadas: 10 (una víctima muerta y 5 también presas).

En Ciudad Rodrigo, como en las otras localidades, existe una represión ignorada
o no reconocida, que es una inmensa y dificultosa labor que está por hacer, aunque se
tienen algunos indicios que se pueden exponer aparte.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936: Sacas esporádicas o no
contabilizadas (II): pueblos de la comarca de Ciudad Rodrigo (24/12/2016)

Ángel Iglesias Ovejero

En las croniquillas hasta ahora presentadas, por olvido o falta de oportunidad, se


han pasado por alto las víctimas mortales de tres o cuatro pueblos en lo que atañe a las
que fueron elegidas directamente y cinco de los que cuentan con vecinos que
sucumbieron indirectamente a consecuencia de la represión. Estas localidades se
sitúan principalmente en los campos de Yeltes, Camaces y Agadones, en los que se
daban los mismos contrastes sociales que en otros territorios del partido judicial antes
del Alzamiento, las mismas reivindicaciones de los jornaleros en paro y sin tierras,
pero el injusto castigo quizá sería menos intenso por razones concretas todavía mal
conocidas. Cuando se disponga de más información se podrá aclarar si esta presunta
limitación de la represión cruenta es o no un mero espejismo, porque las formas
incruentas del terror también dejaron huellas en dichas localidades. Lo cierto es que
las cinco víctimas mortales elegidas eran forasteras o naturales con residencia en
Salamanca.
En Castillejo de Martín Viejo no se han registrado eliminaciones de vecinos o
naturales, pero sí cadáveres de personas abandonados en su término y enterrados en su
cementerio (croniquillas del pasado 6 de agosto): CUATRO CADÁVERES de vecinos de
Ciudad Rodrigo, así como el de otro mirobrigense conocido por el apodo de EL
CONFITERO o EL COJO (croniquillas de los días 6 y 10 de agosto), restos de TRES
CADÁVERES hallados en la finca de Aldeanueva de Portanobis, que podrían ser de dos
vecinos de Casillas de Flores y uno de Fuenteguinaldo, víctimas de la saca del 8 de
octubre de 1936 (croniquilla del pasado 16 de julio), los cuales se contabilizan con los
represaliados de las localidades en cuestión. En cambio, hay otros forasteros
totalmente desconocidos, que provisionalmente se incluyen aquí (también
mencionados en la croniquilla del pasado 6 de agosto). También se cuenta una mujer
nacida en este pueblo y asesinada en Asturias:
DOS DESCONOCIDOS hallados cadáveres el 24 de agosto de 1936 sobre el puente del río
Águeda (Siega Verde)
UN PASTOR DESCONOCIDO, que, según testimonios, en fecha incierta de 1936 fue
arrojado desde el mismo puente (E 2015)
Candelaria GONZÁLEZ PRIETO, de 35 años, hija de Agustín e Isabel, vecina de
Caborana (Asturias), aguadora, dirigente de la agrupación socialista local, viuda de
Mariano Pérez Rodríguez. Falleció en fecha incierta, entre noviembre de 1937 y
febrero de 1938, víctima de una saca domiciliaria en el término de su lugar de
residencia (testimonio de su nieto Avelino Gómez Pérez, registrado en la ASMJ).
Incluidos los forasteros mencionados y excluidos los naturales contabilizados
con vecinos de otras localidades, el número de afectados por la represión en este
pueblo es de 5 personas:
-víctimas mortales: 4 (tres forasteros)
-víctimas carcelarias: 1 (vicepresidente de la Sociedad Obrera).
En el término de Monforte de la Sierra se hallaron TRES CADÁVERES de
forasteros, víctimas de alguna saca domiciliaria, que serían identificados como vecinos
de Molinillo de la Sierra, un pueblo cercano que tuvo una represión muy intensa,
incluido el casi exterminio de una familia de la que podría formar parte alguno de los
muertos mencionados a continuación. El cotejo de datos del Archivo Diocesano de
Salamanca y de la ASMJ no permite resolver completamente el problema de la
identificación. Según esta última fuente, alguno de ellos sería de los sacados en La
Alberca el día 12 de agosto y enterrados en el cementerio de este pueblo, donde en el
regato de Las Marquesas se hallaron tres cadáveres (uno de mujer) de personas
entonces desconocidas y después identificadas (croniquilla del pasado 12 de agosto):
Santiago LÓPEZ, jornalero, casado con Sinforosa LÓPEZ GÓMEZ. Falleció el 12 de
agosto de 1936, víctima de una saca, en el regato de Las Marquesas, término de La
Alberca (act. def. 13/08/36, ASMJ).
Santiago (a) EL PERRO, sin otros datos
Un HOMBRE, que en la ASMJ se identifica con Santiago LÓPEZ.
Aparte de estas víctimas mortales forasteras (que en el cómputo general de la
Provincia deben figurar con los represaliados de Molinillo de la Sierra), en este pueblo
serrano la represión en general fue poco intensa:
-1 maestro depurado.
En Puebla de Yeltes se menciona una persona mayor nacida en este pueblo:
Romualdo DE LA NAVA GARCÍA, 76 años, hijo de Ángel y Catalina, vecino de Vecinos,
labrador, viudo de Cipriana Hernández García. Falleció el 1 de enero de 1939,
víctima de una saca en lugar desconocido (act. def. 24/09/1955, ASMJ).
En esta localidad se registra un total provisional de 5 personas afectadas (no se
cuenta Elías González Rodríguez, vecino de Muñoz):
-víctimas mortales: 1
-víctimas carcelarias: 3
-depurados: 1
En Serradilla del Llano hubo un joven socialista asesinado, natural de esta
localidad:
Felícisimo CARREÑO DE ANTA, de 21 años, vecino de Aldealengua, estudiante, afiliado
a las Juventudes Socialistas, soltero. Falleció el día 8 de agosto de 1936, vctima de
una saca carcelaria en el término de Villares de la Reina (act. def. 11/08/36, ASMJ).
El total provisional de afectados en este pueblo es de 5 personas:
-víctimas mortales: 1
-víctimas carcelarias: 2
-sancionados económicos: 2
Las localidades donde se han comprobado víctimas mortales indirectas a causa
de la represión (no mencionadas hasta ahora) son las siguientes:
Boada
Estanislao DÍEZ FERNÁNDEZ, de 61 años, hijo de Andrés y Anita, vecino de
Salamanca, jornalero, casado con Santiaga Miguel Velasco, padre de tres hijos.
Falleció el 22 de enero de 1938 en el hospital militar, a consecuencia de un
bombardeo republicano (21/01/38) y fue enterrado en el cementerio de la ciudad
(act. def. 25/01/38, ASMJ)
José Manuel MORO GARCÍA, de 74 años, hijo de Francisco y Manuela, jornalero,
casado, sin descendencia. Falleció el 6 de abril de 1940 en la prisión de Salamanca,
donde había ingresado el 20 de junio de 1939 y cumplía condena impuesta en un
consejo de guerra (FCS).
Descontados los naturales represaliados avecindados en otros lugares (José
Manuel SÁNCHEZ SÁNCHEZ en Robleda, Victorino GARCÍA CALZADA y Vidal Díez
Álamo en Retortillo), el total provisional de afectados por la represión en este pueblo
es de 10 personas:
-víctimas mortales: 2 (indirectas)
-víctimas carcelarias: 5
-depuraciones: 1
-sanciones económicas: 2.

Boadilla
Julián SERRANO DOMÍNGUEZ, de 81 años, hijo de Julián y Eustaquia, jornalero, viudo.
Falleció en la prisión de Ciudad Rodrigo (23/01/38), donde se hallaba a raíz de una
detención posterior a un registro domiciliario, efectuado por la Guardia Civil
(11/01/38) al mando de Matías Hernández Alejo, brigada jefe del puesto de
Aldehuela de la Bóveda. Le hallaron un “cachorrillo viejo, envuelto en otros hierros
viejos”. Por ello estuvo detenido primero en La Fuente de San Esteban y después
en la cárcel del Partido (13/01/38). Cuando lo citó el teniente instructor Esteban
Bravo (juzgado militar nº 5 de Salamanca), el anciano Julián ya había muerto, de
colapso cardíaco (P.prev.Boa/38, AHPS: 194/36; act. def. 24/01/38, ASMJ: de
hecho tendría 78 años).
El total provisional de afectados en Boadilla, en el que no se incluyen los cuatro
vecinos de Robleda enterrados en su cementerio (croniquillas del día 6 y 13 de
agosto), se reduce a dicha persona:
-víctimas mortales: 1 (indirecta)
Morasverdes
Juana HERNÁNDEZ ESTÉVEZ, de 55 años, de profesión sus labores, casada. Falleció de
cáncer en la cara (08/03/39) en la cárcel de Salamanca, donde había ingresado en
1937 (López-Delgado 2001: 295; 2007: 171)
El total provisional de afectados en Morasverdes es de 4 personas:
-víctimas mortales: 1 (indirecta)
-víctimas carcelarias: 3.
Serradilla del Arroyo
Agustín LÁZARO, de unos 15 años, pastor. Falleció por herida de arma de fuego el 19
de mayo de 1942, al disparársele accidentalmente una escopeta a un compañero de
su edad, cuando estaban reunidos con otros dos que, como ellos, guardaban ovejas
en el paraje de “El Guindo”. De hecho este accidente fue consecuencia del
descontrol de armas, durante y a continuación de la guerra civil, como reconoció
implícitamente la jurisdicción militar al procesar a Nemesio Hernández Lucas,
padre del muchacho causante de la muerte, “por tenencia ilícita de armas”
(P.sum.608/42). Nemesio, para su descargo, explicó que la escopeta había sido
regalada por un cuñado suyo, que era guardia civil, pero éste lo negó. En definitiva,
Nemesio estuvo detenido, sin mayores consecuencias, pues el consejo de guerra
(24/03/43) lo absolvió. Al parecer, en este asunto nadie volvió a interesarse por
Agustín LÁZARO, tanto que ni siquiera se menciona su segundo apellido en las
actuaciones procesales.
El total provisional de afectados en Morasverdes es de 6 personas:
-víctimas mortales: 1 (indirecta)
-víctimas carcelarias: 4
-sancionados: 2 (1 también preso).

Villasrubias
Laureano AMADO RAMOS, de 50 años, labrador, casado, padre del informante Calixto
Amado Domínguez (V 2003). Después de perseguirlo en 1936, porque tenía una
pistola, que guardaba de cuando estuvo emigrado en Francia y Argentina, y de
imponerle una multa de 4.000 pesetas, como condición para respetarle la vida, los
falangistas le siguieron propinando malos tratos, palizas terribles, como a Agustín
Sánchez y a un tal Inocencio, lo cual le agravaría la enfermedad de la que vino a
morir oficialmente, “bronconeumonía”, el 15 de febrero de 1938 (RCV, act. def.,
sec. 3, t. 12, f. 49rº, Iglesias 2008a).
El total provisional de afectados en Villasrubias asciende a 14 personas:
-víctimas mortales: 1 (indirecta)
-víctimas carcelarias: 8
-sancionados: 7 (muerto uno de ellos y otro también preso).

Para el total provisional de víctimas mortales registradas en los pueblos del


antiguo partido judicial y de los pueblos serranos que hoy lo integran se remite al
listado general de afectados por la represión franquista, previsto para los próximos
días.
Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936. Balance provisional de las
víctimas afectadas por la represión franquista entre 1936 y 1948 en las
localidades del ámbito mirobrigense.

Más de 970 personas fueron castigadas en 1.118 acciones represivas conocidas


(muerte, prisión, depuración, sanción).
(31/12/ 2016)

Ángel Iglesias Ovejero

Estas croniquillas, conforme a lo previsto a mediados de julio pasado, tocan a su


fin. Es de justicia agradecer a los medios de comunicación digital que las han
publicado y a los lectores que las han seguido y, de una u otra manera, han respondido
al objetivo buscado. Como se recordará, se ofrecían como un complemento de
información necesaria de La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-
1948), libro presentado el pasado 23 de julio y en seguida agotado. Y se esperaba que
constituyeran un estímulo para que los eventuales lectores se animaran a librar
testimonios o comentarios que ayudaran a mejorar el conocimiento de aquellos
sucesos de la historia de España, nada ejemplares, que, por ello y presumiblemente
con la mejor intención, mucha gente quisiera dejar en la opacidad oficial, nada inocua
(por parte de quienes la han fomentado), en la que han permanecido casi hasta ahora.
El balance, de un modo global, es bastante satisfactorio en lo que atañe al
seguimiento, así como a la respuesta de los lectores, sobre todo para aquello que era
prioritario en la implantación del Nuevo Estado, antirrepublicano y basado en la
violencia; un estado policial y autoritario casi inamovible mientras vivió “el Caudillo”
(autoproclamado Regente y promotor del futuro rey de España en 1947). En la
memoria familiar y colectiva, al cabo de ochenta años y cuando ya escasea la memoria
personal de los testigos directos, perdura el recuerdo del terror de aquel verano y otoño
sangriento; en menor medida otras facetas de la represión perpetuada después. La
secuela más palpable del calado de aquella represión es el miedo que, casi medio siglo
después de la muerte de Franco, reconocen bastantes informantes para hablar en
público de lo que saben unos y otros en sus propios domicilios (“mi madre no quiere
que se hable de esto”), incluido el recelo ante revanchas de presuntos tardo-franquistas
(“soy autónomo y dependo del trabajo que me encarguen”). Es una actitud timorata
comparable al de aquellas autoridades municipales que pretenden justificar su escasa
para retirar los nombres y signos de exaltación del franquismo, ilegales, en sus
municipios (“recibimos amenazas de los otros concejales”). Son formas de
autocensura o sirven de livianas excusas que, en cierto modo, hacen eco al clamoroso
silencio de algunos medios de comunicación que dejan entrever el plumero al no
informar sobre homenajes a las víctimas o sobre los trabajos de memoria histórica, a
no ser cuando pretenden difamarlos. En general, el pertinaz silencio de ese tipo de
informantes se ablanda en el ámbito privado.
Además de las eliminaciones físicas por la vía judicial (ejecuciones por
sentencia de consejos de guerra) o extrajudicial (detenciones sangrientas, sacas
domiciliarias o carcelarias), los informantes actuales, sobre todo a nivel local y aunque
de un modo algo confuso, conocen detalles relativos a las circunstancias de las
detenciones y ejecuciones extrajudiciales, así como la identidad de los responsables y
ejecutores. Otro tanto cabe decir de la represión carcelaria y de sus víctimas. Las
depuraciones y las sanciones económicas, salvo contados casos, las recuerdan solo los
familiares de las víctimas perseguidas. Quizá resulte superfluo añadir que, si bien las
croniquillas se centraban en la represión sangrienta de 1936, ésta se prosiguió después,
así como las otras modalidades represivas se practicaron entonces y después. Así que
no vendría a cuento desperdiciar la información recibida o adquirida sobre los castigos
incruentos.
Como fruto de la colaboración solicitada, cotejada con la documentación de
archivo, se ha identificado más de medio centenar de personas afectadas en este
territorio que no lo habían sido en el mes de abril de 2016. Entonces el total ascendía a
913 afectados entre naturales, vecinos y represaliados en la zona estudiada (antiguo y
nuevo partido judicial de Ciudad Rodrigo). Hoy ascienden a 971. Por supuesto, los
actos de represión (1.118) son más numerosos que el de represaliados, pues con
frecuencia éstos fueron castigados por partida doble o triple.
A pesar de los avances conseguidos, a día de hoy todavía se está lejos de
conocer todo el alcance de la represión franquista en la comarca de Ciudad Rodrigo y
la Sierra, como sucede en otros territorios de lo que fue la retaguardia “nacional”. La
inmensa documentación de archivo terminará por ser más accesible y librará los
secretos de los injustos castigos administrados por la vía jurídico-militar y la
gubernativa. Al contrario, la información oral será cada vez más frágil, más difícil de
obtener y de analizar. Sin embargo no hay que darla por perdida antes de tiempo,
precisamente porque por ese conducto cabe obtener indicios de la represión menos
conocida o no reconocida en la historia académica, donde los estragos de la guerra a
menudo se presentan como corolarios anodinos de la misma y se dejan de lado otras
formas represivas y sus secuelas. Así sucede con toda la labor vejatoria, centrada
especialmente contra las mujeres (con frecuencia injuriadas e incluso violadas) y los
malos tratos; el hambre, el desamparo, la enfermedad y la muerte de padres, esposas y
huérfanos; los exilios, no ya obligados para los combatientes republicanos que no se
arriesgaron a caer prisioneros (muchos de ellos ejecutados), sino provocados en
muchos individuos y familias enteras, por sentirse aislados en su lugar de origen
dentro de una sociedad implicada en el castigo y en concreto bajo la presión
permanente de los represores, incluidos a veces notorios victimarios.
Por esta razón, como apuntábamos en una charla del CEM (“Acordaos de San
Bartolomé”), cuya versión escrita se publicará en el próximo anuario de Carnaval
(2017), no se puede dar por cerrada esta tarea cuando todavía apenas se ha aplicado la
Ley de Memoria Histórica en este Comunidad Autónoma, donde, sin ir más lejos,
antropónimos, topónimos, efigies y símbolos franquistas pululan por doquier en el
entorno de Ciudad Rodrigo. No sabemos en qué forma se proseguirá esta labor de
información y de denuncia de crímenes franquistas contra la humanidad
(imprescriptibles y, sin embargo, impunes en España), pero no será óbice la acusación
de fomentar con ello el odio y el dolor, teoría a la que, a juzgar por lo que dejó
entrever en el discurso de Navidad (con su alusión a los “viejos rencores” y “abrir
heridas cerradas”), se apunta el jefe de Estado. En dicho artículo aludimos a la manida
metáfora de las “heridas” que unos quieren “cerrar” y, por tanto, las consideran
“abiertas” (los partidarios de la recuperación de la memoria histórica) y otros no
quieren “abrir”, dándolas por “cerradas” (adversarios de la recuperación de la memoria
histórica). Al parecer, el Rey de todos los españoles es de los que piensan como estos
últimos, pero solo él sabrá qué ha hecho la Monarquía desde que, por herencia ejerce
esa función, para cerrar esas “heridas” que la mencionada Ley de 2007, en la
exposición de motivos, consideraba “todavía abiertas en los españoles”. El Rey opina,
es un derecho que tiene (como todo el mundo), pero no se le reconocen poderes
taumatúrgicos (como a sus antepasados franceses), ni el don de la infalibilidad (como
el Papa para los católicos), ni el privilegio de no respetar las leyes (que están por
encima de los reyes, salvo en las monarquías absolutas), incluida la que atañe a la
memoria histórica. “Porque -en palabras del mismo Monarca-, el progreso, la
modernización, el bienestar, requieren siempre de una convivencia democrática basada
en el respeto a la Ley” (“Discurso íntegro de Felipe VI”, El País, 25/12/2016).
En suma, compartimos la opinión de que se respete y se aplique la Ley que
proclama el derecho al conocimiento de las víctimas del franquismo y su
reconocimiento como tales, así como el deber, por parte de las autoridades
competentes, de suprimir cualquier símbolo o expresión pública de exaltación de la
represión y los represores. Porque entendemos que la negación (el olvido) de las
víctimas y la impunidad de los victimarios son las verdaderas lacras permanentes que
arrastra la democracia española. Nuestras publicaciones recientes, el libro sobre la
represión y las croniquillas tenían como objetivo básico contribuir a paliar las
deficiencias comprobadas en este territorio salmantino. Y como muestra se ofrece el
siguiente listado que establece el inventario provisional de las 67 localidades que
sufrieron alguna forma de represión franquista entre 1936 y 1948, con el susodicho
total de personas afectadas (972) por actos represivos (1.118), desglosados por
modalidades represivas, todo lo cual se expresa con la brevedad posible, lo que sin
duda requiere alguna aclaración previa para su comprensión.

LISTADO DEL NÚMERO DE AFECTADOS Y DE ACTOS


REPRESIVOS POR LOCALIDADES

Conforme a lo expuesto, este listado incluye las localidades que fueron afectadas
por alguna modalidad de represión conocida (todos los municipios del antiguo y nuevo
partido judicial de Ciudad Rodrigo, menos San Miguel de Robledo) y cuyas víctimas
fueron naturales, vecinos o forasteros de paso por aquellas en el momento de los
hechos. Estos forasteros pueden ser naturales o vecinos de otros pueblos del Partido,
de otros territorios de la provincia de Salamanca o de otras provincias. Son
circunstancias a tener en cuenta cuando se establezca el cómputo general por
Provincias, Comunidades Autónomas o en todo el Estado. En todo caso, se ha tenido
la precaución de no contarlos aquí más que una vez a los afectados, para lo cual se da
prioridad a la vecindad en la localización de las víctimas, aunque eventualmente se
ofrece alguna breve alusión a la naturaleza o carácter foráneo de las mismas.
El modelo de descripción por localidades se dispone en forma lineal, con el
topónimo, el total de actos represivos y de afectados, la especificación de las
modalidades habituales de represión conocida, mediante abreviaturas (mayúsculas) y
las cantidades siempre con número arábigos: Topónimo. Total: VM; VC; VD; VS.
Esto debe entenderse así:
Topónimo = localidad del entorno de Ciudad Rodrigo (incluida ésta) donde
hubo afectados por la represión franquista entre 1936 y 1948.
Act. repr. = total de actos represivos aplicados a naturales, vecino o forasteros en
la localidad (se obtiene por la adición de las cantidades no incluidas en los
paréntesis)
Afect. = total de personas afectadas naturales, vecinos o forasteros por actos
represivos (se restan del total de actos represivos los que en los paréntesis se
califica como redundantes, abreviatura “red.”)
VC = víctimas carcelarias
VD = víctimas de depuración
VM = víctimas mortales elegidas o indirectas (abreviatura “ind.”)
VS = víctimas de sanción económica (multas, embargos, requisas)
(desc.) = descontados los afectados contabilizados en otra localidad
(ind.) = víctima mortales indirectas (no elegidas, pero alcanzadas por los efectos
previsibles de la represión)
(red.) = acto represivo redundante (cuando la víctima ha sufrido más de una
modalidad represiva)
(vec.) = vecino o vecinos de otra localidad

Abusejo. Act. repr., 5; Afect., 5: VM, 0; VC, 3; VD, 1; VS, 1.


Agallas. Act. repr., 5; Afect., 5: VM, 2; VC, 2; VD, 1; VS, 0.
Alameda de Gardón (La). Act. repr., 10; Afect., 6: VM, 0; VC, 5; VD, 3 (3 red); VS,
2 (1 red).
Alamedilla. Act. repr., 7; Afect., 5; VM, 0; VC, 2; VD, 3 (2 red.); VS, 2.
Alba de Yeltes. Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 0; VC, 1; VD, 0; VS, 0.
Alberca (La). Act. repr., ¿40?; Afect.,¿40? : VM, 20 (3 forasteros, 1 ind.); VC, 13; VD, 2; VS, 1 +
varios.
Alberguería de Argañán (La). Act. repr., 24; Afect., 22: VM, 5 a 9; VC, 8; VD, 1 (red.); VS, 10
(2 red.).
Aldea del Obispo. Act. repr., 18; Afect., 17: VM, 6 (3 ind.); VC, 11; VD, 1 (red.); VS, 0.
Aldehuela de Yeltes. Act. repr., 2; Afect., 1: VM, 0; VC, 1; VD, 1 (red.); VS, 0.
Atalaya (La). Act. repr., 3; Afect., 3: VM, 0; VC, 1; VD, 0; VS, 2.
Boada. Act. repr., 10; Afect., 10: VM, 2 (ind.); VC, 5; VD, 1; VS, 2.
Boadilla. Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 1 (ind., desc. 4 vec. Robleda); VC, 0; VD, 0;
VS, 0.
Bocacara. Act. repr., 3; Afect., 2: VM, 0 (desc. 1 vec. Ciudad Rodrigo, 1 vec.
Castillejo de Dos Casas, 3 vec. Fuente de San Esteban); VC, 2; VD, 0; VS, 1 (red.).
Bodón (El). Act. repr., 46; Afect., 42: VM, 24 (3 ind., 2 forasteros, desc. 1 vec.
Martiago, 1 vec. Moraleja, 1 vec. Robleda); VC, 14; VD, 4 (2 red.); VS, 4 (2 red.).
Bouza (La). Act. repr., 3; Afect., 2: VM, 0; VC, 2; VD, 1 (red.); VS, 0.
Cabaco (El). Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 0 (desc. 3 vec. Alberca); VC, 1; VD, 0; VS,
0.
Cabrillas. Act. repr., 14; Afect., 14: VM, 1; VC, 7; VD, 2; VS, 4.
Campillo de Azaba. Act. repr., 15; Afect., 9: VM, 0; VC, 5; VD, 3 (2 red.); VS, 7 (4
red.).
Carpio de Azaba. Act. repr., 16; Afect., 11: VM, 1 (forastero, desc. otros); VC, 7;
VD, 5 (2 red.); VS, 3 (3 red.).
Casas del Conde (Las). Act. repr., 17; Afect., 14: VM, 1; VC, 12; VD, 1 (red,); VS, 3 (2 red.).
Casillas de Flores. Act. repr., 39; Afect., 33: VM, 12 (3 ind.); VC, 14; VD, 4 (1 red.); VS, 9 (5
red.).
Castillejo de Dos Casas. Act. repr., 4; Afect., 3: VM, 1; VC, 2 ; VD, 0; VS, 1 (red.).
Castillejo de Martín Viejo. Act. repr., 5; Afect., 5 (desc. 5 vec. Ciudad Rodrigo):
VM, 4 (3 forasteros); VC, 1; VD, 0; VS, 0.
Cilleros de la Bastida. Act. repr., 2; Afect., 2: VM, 0; VC, 2; VD, 0; VS, 0.
Ciudad Rodrigo. Act. repr., 203; Afect., 189: VM, 73 (2 desconocidos, 3 ind., desc. 1 vec.
Tenebrón, 1 vec. Agallas); VC, 95; VD, 25 (8 red.); VS, 10 (6 red.).
Dios le Guarde. Act. repr., 2; Afect., 2: VM, 0; VC, 0; VD, 0; VS, 2.
Encina (La). Act. repr., 3; Afect., 3: VM, 1 (ind., desc. 1 vec. Herguijuela); VC, 0;
VD, 1; VS, 1.
Espeja. Act. repr., 40; Afect., 31: VM, 1 ( ind.); VC, 25; VD, 7 (2 red.); VS, 7 (7
red.).
Fuente de San Esteban (La). Act. repr., 23; Afect., 19: VM, 6 (1 ind., desc. 1 vec. Bodón); VC,
3; VD, 3 (2 red.); VS, 11 (2 red.).
Fuenteguinaldo. Act. repr., 30; Afect., 29: VM, 17 (2 ind., 3 forasteros, desc. 1 vec. Ciudad
Rodrigo); VC, 6; VD, 2 (1 red.); VS, 5.
Fuentes de Oñoro. Act. repr., 61; Afect., 37: VM, 1 (vec. Tejares); VC, 27; VD, 20 (17 red.; VS, 13
(7 red.).
Gallegos de Argañán. Act. repr., 11; Afect., 9: VM, 1 (desc. 1 vec. Ciudad Rodrigo); VC, 4; VD, 1
(red.); VS, 5 (1 red.).
Herguijuela de Ciudad Rodrigo (La). Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 1; VC, 0; VD, 0; VS, 0.
Ituero de Azaba. Act. repr., 8; Afect., 8: VM, 2 (ind.); VC, 4; VD, 0; VS, 2.
Maíllo (El). Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 0 (desc. 3 vec. Mogarraz); VC, 0; VD, 1;
VS, 0.
Martiago. Act. repr., 12; Afect., 10: VM, 2 (1 ind.); VC, 7; VD, 1; VS, 2 (2 red.).
Martín de Yeltes. Act. repr., 4; Afect., 4: VM, 0 (desc. 2 vec. Bodón); VC, 1; VD, 1;
VS, 2.
Mogarraz. Act. repr., 24; Afect., 21: VM, 4; VC, 16; VD, 2 (2 red.); VS, 2 (1 red.).
Monforte de la Sierra. Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 0; VC, 0; VD, 1; VS, 0.
Monsagro. Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 0; VC, 1; VD, 0; VS, 0.
Morasverdes. Act. repr., 4; Afect., 4: VM, 1 (ind.); VC, 3; VD, 0; VS, 0.
Muñoz. Act. repr., 9; Afect., 8: VM, 0 (desc. 1 vec. Retortillo, 3 vec. Robleda); VC,
8; VD, 0; VS, 1 (red.).
Nava de Francia. Act. repr., 2; Afect., 2: VM, 0 (desc. 9 vec. Alberca); VC, 2; VD, 0;
VS, 0.
Navasfrías. Act. repr., 23; Afect., 20: VM, 10 (1 forastero, 7 ind,); VC, 7; VD, 4 (1
red.); VS, 2 (2 red.).
Pastores. Act. repr., 0; Afect., 0 (desc. 1 muerto vec. Ciudad Rodrigo y un preso vec.
Fuentes Oñoro)
Payo (El). Act. repr., 9; Afect., 8: VM, 3 (1 forastero, 1 ind., desc. numerosos
desconocidos forasteros); VC, 5; VD, 1 (red.); VS, 0.
Peñaparda. Act. repr., 63; Afect., 49: VM, 17 (5 forasteros, 2 ind.); VC, 32; VD, 3 (3
red.); VS, 11 (red.).
Puebla de Azaba. Act. repr., 16; Afect., 14: VM, 2; VC, 2; VD, 2 (2 red.); VS, 10.
Puebla de Yeltes. Act. repr., 5; Afect., 5: VM, 1 (vec. Vecinos); VC, 3; VD, 1; VS, 0.
Puerto Seguro. Act. repr., 12; Afect., 12: VM, 5 (3 vec. Salamanca, 2 ind.); VC, 6;
VD, 0; VS, 1.
Retortillo. Act. repr., 55; Afect., 55: VM, 5; VC, 46; VD, 1; VS, 3.
Robleda. Act. repr., 84; Afect., 74: VM, 39 (6 forasteros, 12 ind.); VC, 6; VD, 5 (4
red.); VS, 34 (6 red.).
Saelices el Chico. Act. repr., 21; Afect., 17: VM, 5; VC, 12; VD, 0; VS, 4 (red.).
Santa Olalla de Yeltes. Act. repr., 0; Afect., 0 (desc. 1 preso, vecino de Cabrillas).
Sahugo (El). Act. repr., 2; Afect., 2: VM, 0 (desc. 1 vec. Ciudad Rodrigo); VC, 0; VD,
0; VS, 2.
San Martín del Castañar. Act. repr., 5; Afect., 4: VM, 0; VC, 4; VD, 0; VS, 1 (red.).
Sancti-Spíritus. Act. repr., 13; Afect., 11: VM, 0 (desc. 1 vec. Robleda); VC, 8; VD,
0; VS, 5 (2 red.).
Sepulcro-Hilario. Act. repr., 3; Afect., 3: VM, 0 (desc. 1 muerto vec. Fuente de San
Esteban); VC, 1; VD, 2; VS, 0.
Serradilla del Arroyo. Act. repr., 7; Afect., 6: VM, 1 (ind., vec. Villares de la Reina);
VC, 4; VD, 0; VS, 2 (1 red.).
Serradilla del Llano. Act. repr., 5; Afect., 5: VM, 1; VC, 2; VD, 0; VS, 2.
Sexmiro. Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 0; VC, 0; VD, 0; VS, 1.
Tenebrón. Act. repr., 3; Afect., 3: VM, 1; VC, 0; VD, 0; VS, 2.
Villar de Argañán. Act. repr., 1; Afect., 1: VM, 0; VC, 1; VD, 0; VS, 0.
Villar de Ciervo. Act. repr., 39; Afect., 30: VM, 4 (1 forastero); VC, 25; VD, 1 (red.); VS, 9 (8
red.).
Villar de la Yegua. Act. repr., 2; Afect., 2: VM, 0 (desc. 1 vec. de Ciudad Rodrigo);
VC, 2; VD, 0; VS, 0.
Villasrubias. Act. repr., 16; Afect., 14: VM, 1 (ind.); VC, 8; VD, 0; VS, 7 (2 red.)
Zamarra. Act. repr., 2; Afect., 2: VM, 0 (desc. 1 vec. Robleda, 1 vec. Ciudad
Rodrigo); VC, 1; VD, 0; VS, 1.
Así pues, de acuerdo con la información manejada, de momento el total de
afectados se distribuye así [en 2017]:
-localidades: 67
-acciones de represión: 1.118
-personas represaliadas: 972
-muertos: 285 (49 indirectas)
-presos: 498
-depurados: 119 (62 red.)
-sancionados: 214 (85 red.)

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