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El Cono Sur
Refieren los politólogos que en las competencias electorales algunas formaciones políti-
cas diseñan campañas propagandísticas contra sus adversarios a fin de que aparezcan
alejados de la moderación y la corrección política. Fenómeno similar ha ocurrido en la
Argentina, tras el enjuiciamiento de los gobiernos militares de 1976-1983, pues se ha
manipulado la tragedia de la persecución contra la guerrilla que asoló el país en la déca-
da de los setenta. Efectivamente, la denominada izquierda peronista –que poco tiene de
Perón y sí mucho de extremista- con el discurso de los desaparecidos, los derechos hu-
manos y hasta el delito de lesa humanidad ha conseguido pastorear al sano pueblo ar-
gentino largo tiempo, incitándole a campar por campos yermos, aunque pueda pincharse
con las zarzas de la incompetencia y la corrupción; eso sí, con libertad de balidos y tinti-
neo de cencerros. Pero un pueblo no es un rebaño, aunque parece que determinados po-
líticos profesionales únicamente lo entienden así y hasta lo corrobore la comunidad na-
cional, en determinadas ocasiones, con su mansedumbre y apatía.
Lo cierto es que las desapariciones forzadas en Argentina no han superado las nueve mil
y en Chile, las cuatro mil, según estimaciones oficiales. Como es sabido, las Fuerzas Ar-
madas de estos dos países decidieron combatir la subversión y la guerrilla con tácticas
militares ideadas por dos países democráticos, como Francia y EE.UU., en relación con
los conflictos bélicos de Argelia y Vietnam. Eran estrategias durísimas que contempla-
ban incluso la desaparición de enemigos por medio de comandos especializados, como
reconocería el general francés Paul Aussaresses con posterioridad 1. La peculiaridad ar-
gelina consistía en que esas acciones de limpieza se efectuaban por tropas escogidas y
su accionar operativo pasaba desapercibido para la opinión pública de la metrópoli,
cuna del sistema de libertades políticas que hoy brilla en el mundo moderno. Hasta tal
punto fue así, que las desapariciones forzadas en la antigua colonia se reanudaron en
1993, como consecuencia de la lucha de carácter interno que diezmó el país argelino
hasta 1999, no preocupando mucho al mundo occidental tales desapariciones y eso que
su número tal vez haya provocado unos siete mil homicidios. En cambio, la lucha contra
la subversión en el Cono Sur tuvo lugar, principalmente, en dos de los países más desa-
rrollados de Iberoamérica y en el seno de un enfrentamiento civil de carácter ideológico.
Poco importaba a los propagandistas políticos que el Ejército y la Armada tuvieran au-
torización para efectuar aniquilamientos rebeldes, como incluso se plasmaría en una
norma argentina de 1975 aprobada para erradicar la subversión del terrorismo; lo mismo
que había sucedido en Argelia con el otorgamiento de poderes plenos en 1956 a las
fuerzas operativas. Eso no les importaba a los agitadores políticos ni tampoco a los pro-
fesionales de ocasión; ya que si esa represión se hubiera canalizado a través de tribuna-
les de guerra, como enfatizó la sentencia que condenó a las juntas militares argentinas,
la demonización político-social hubiera sido inevitable. Efectivamente, la actuación de
cortes marciales estaba previsto en los códigos militares de tales naciones -en consonan-
cia con las antiguas ordenanzas castrenses de Carlos III-, y su puesta en funcionamiento
hubiera salvado el honor de no pocos hombres de la milicia, aunque a la postre hubieran
sido perseguidos igualmente, a tenor de cómo se viene desarrollando en España el plan
de la memoria histórica, cuyo antecedente más fiel de control político y vigilancia de las
conciencias se halla en la Argentina con la denominada comisión de la verdad.
España
En nuestro país, lo ocurrido con la recuperación republicana de los años treinta siguió
los derroteros que pasamos a detallar. En primer lugar, varias universidades creadas du-
rante el quindenio socialista mostraron un interés excesivo por la represión política de
los vencedores en la guerra civil y la posguerra, omitiendo, minusvalorando o ningu-
neando la represión izquierdista de la contienda, más cuantiosa y mucho más cruel. Con
la llegada de la derecha moderada al poder en 1996 y, sobre todo, a partir de su consoli-
dación electoral en el año 2000, se produjo, como reacción programada, un acelerado
renacimiento por los hallazgos de la represión franquista, totalmente intencionado. Des-
de ese instante, el estudio de la represión derechista en la guerra de 1936-1939 se con-
virtió en una herramienta política más que una investigación histórica. Fruto de ello, fue
la ley nacional sobre la memoria histórica que aún rige –como poco, parcial e interesa-
da-, si bien dicha normativa ha dejado algunas rendijas por las que podían mantenerse,
siquiera, ideas diferentes sobre estos hechos históricos tan turbios como controvertidos,
sin intromisiones del poder político, como ha acreditado la reciente respuesta que un
modesto municipio vallisoletano ha efectuado frente a los requerimientos parcialísimos
1
La Battaglia d’Algeri dei Servizi Speciali Francesi (1955-1957), Librería Editrice Goriziana, Gorizia
(Italia), 2007, 156 páginas.
del Senado. Dicha conducta encomiable, que recuerda acaso la actitud del alcalde de
Zalamea del universal Lope, será difícil de mantener cuando entre en vigor la ley de
Memoria Democrática (sic), pues pudiera suponer que el alcalde de Camporredondo pu-
diera ser procesado2.
Lo esperpéntico de la ley a que hacemos referencia estriba en que los creadores, impul-
sores y redactores de esta nueva normativa draconiana han sido los mismos partidos y
sindicatos responsables de las terribles matanzas y latrocinios perpetrados en España
contra la población civil desde 1931 hasta prácticamente el año 1952, fecha en que entró
en vigor el convenio de Ginebra de 1949. Hasta entonces, la izquierda española, acom-
pañada de concretos partidos nacionalistas, produjeron más de cien mil ejecuciones y
asesinatos entre la población española, aparte de cometer millares de robos y saqueos,
destruyendo igualmente cientos de edificios religiosos y obras de arte sacro, apropián-
dose igualmente de los fondos del Banco de España y de otras entidades crediticias y
mercantiles. Fue una persecución terrorífica y cruel como nunca se había visto en suelo
patrio, con millares de personas martirizadas, ejecutadas, apaleadas o encarceladas. No
se respetó la vida, pero tampoco la hacienda privada, ni siquiera el pudor, soportando no
pocas mujeres gravísimas vejaciones sexuales.
Los actuales presidentes de estas dos naciones hispanas, también han hablado en públi-
co del genocidio de los españoles en la colonización del continente americano 3, omitien-
do que en sus respectivas naciones se han producido matanzas muy cercanas en el tiem-
po. Se trata de una grave ligereza histórica que busca desviar atenciones ante un electo-
rado sin instrucción suficiente, cuando es evidente que la conquista de dichos territorios
se efectúo por un puñado de españoles que, por su escaso número, no podían realizar
ningún tipo de pogromo. Y lo que resulta más inconcebible es que tanto el mejicano Ló-
pez Obrador como el venezolano Maduro lleven apellidos de criollos españoles, lo que
resulta incompatible con la rectitud indígena con que estos líderes populistas pretenden
adornarse mediáticamente.
2
Hemos de precisar que este artículo divulgativo fue redactado y publicado, por primera vez, en diciem-
bre de 2021.
3
Olvidan estos presidentes populistas la persecución soportada por los españoles, a raíz de la indepen -
dencia de América. Consúltese, verbigracia, Victoria Wilches, P. (2019): El terror bolivariano; guerra y
genocidio contra España durante la independencia de Colombia y Venezuela en el siglo XIX, La Esfera
de los Libros, S.L., Madrid, páginas 736.
Pues bien, por lo que a México respecta, ha de recordarse que la etapa de la conquista
fue iniciada por los soldados de Hernán Cortes que apenas completaban los efectivos de
tres batallones. Cortés, sufriendo incluso reveses bélicos (la Noche Triste….), supo so-
breponerse y derrotar a todo un imperio, que en absoluto se caracterizaba por la paz sino
por la opresión de los pueblos limítrofes y los sacrificios humanos. Nunca un jefe expe-
dicionario había logrado tanto con tan pocos compatriotas. Quizás por semejante proeza
es por lo que los burgueses indigenistas de ambos lados del océano miran con recelo al
conquistador extremeño, cuando, en realidad, únicamente merecería respeto por su des-
treza militar y diplomática. Estos ilusos son de la opinión de que la colonización y paci-
ficación de un territorio poblado de nativos hostiles y paganos puede efectuarse sin el
empleo de las armas ¡cuán equivocados están! Efectivamente, toda obra humana es im-
perfecta, no hay duda; pero, los logros de la obra civilizadora de España en el continente
americano están ahí: un idioma, una cultura, un derecho, una religión, unas costum-
bres…
Curiosamente, es a partir del abandono del virreinato de Nueva España por parte de
nuestros compatriotas cuando la violencia social se adueña de la América septentrional,
siendo incontables los motines y hechos sangrientos acaecidos desde entonces. Pues
bien, centrándonos en la historia del Méjico independiente, hemos de mencionar los si-
guientes episodios a título de ejemplo: las guerras contra el vecino del norte y el régi-
men autocrático del general Santa Anna; la guerra de Reforma (1858) y el gobierno de
Juárez; la guerra contra los partidarios de Maximiliano de Austria y la posterior ejecu-
ción de éste en 1867; la larga dictadura del general Porfirio Díaz, etc.
Concluida la guerra civil propiamente dicha, no cesa con ello ni la opresión ni las ejecu-
ciones, pues se suceden la revuelta de Agua Prieta en 1920 y el alzamiento de los huer-
tistas en 1923. Tres años más tarde, el Presidente Plutarco Calles inicia una persecución
contra la Iglesia que deriva en una guerra civil olvidada: la Cristiada. Pues bien, entre
los masacrados se cuentan centenares de seglares y laicos ejecutados sin formación de
causa por las tropas de Calles, siendo algunas de las víctimas ya canonizadas por la San-
ta Sede. La pacificación en 1929 no termina con el perseguimiento religioso en algunos
estados, como el de Tabasco, donde los castigos contra elementos católicos perdurarían
hasta bien entrada la década de los treinta.
Ya en el siglo XIX, la nación venezolana fue sacudida por numerosas convulsiones polí-
ticas y revoluciones que generarían autocracias estatales, si bien fue el primer país de
Sudamérica en abolir la pena de muerte. Con todo, en 1908, tomaba el poder el general
Enrique Vicente Gómez, quien se mantuvo en el cargo hasta 1935, siendo acusado por
sus detractores de haber establecido una férrea dictadura. En 1952, sería el coronel Mar-
cos Pérez Jiménez quien tomaría el poder merced a otro golpe de Estado, estableciendo
un régimen militar que duraría hasta su derrocamiento en 1958.
Nos fijaremos exclusivamente en este epígrafe en los casos conocidos de violencia gu-
bernamental o parapolicial, tanto en Venezuela como en Méjico, pues ello es responsa-
bilidad directa de los gobiernos presididos por López Obrador y Nicolás Maduro. Antes
que nada, hemos de precisar que los índices de violencia en estos dos países son muy al-
tos según las estadísticas consultadas. Méjico, según el Instituto Nacional de Estadística
y Geografía, registró 36.539 homicidios en el año 2020, cantidad similar a las muertes
de esta misma clase anotadas en años anteriores. Una cifra enorme si lo comparamos
con solamente los 333 homicidios cometidos en España durante 2019. Por su parte, Ve-
nezuela registra en 2020 unos 11.891 homicidios, según el Observatorio Venezolano de
Violencia (en 2018, fueron veintitrés mil cuarenta y siete las personas masacradas y un
año después, 16.506). En 2014, este laboratorio de investigación social certificó que la
nación sudamericana era el segundo país del mundo con mayor tasa de asesinatos por
cien mil habitantes.
Con todo, los datos que refieren agresiones contra los derechos humanos son más escla-
recedores. Hemos elegido para ello una fuente que creemos bastante independiente: el
Human Rights Watch, un observatorio de derechos humanos con sede en Nueva York.
En México han desaparecido 75.000 personas en los últimos años. Se han cursado unas
tres mil denuncias de abusos militares y más de tres mil, por torturas, en instancias in-
4
La labor cultural y humanista de España en América ha sido últimamente revalorizada por el parlamen-
tario y escritor colombiano Pablo Victoria. Cf. “Mitos y verdades sobre nuestra herencia hispánica”, con-
ferencia impartida en la ciudad española de Cartagena en octubre de 2021, organizada por la Asociación
Cultural Héroes de Cavite.
ternacionales. Por su parte, el Comité de Derechos Humanos de la ONU expresó en
2019 su preocupación por las reclamaciones acerca de ejecuciones extrajudiciales come-
tidas por funcionarios mejicanos. Pues bien, las conclusiones del informe de este año
del HRW son demoledoras: Las violaciones de derechos humanos —incluyendo tortu-
ras, desapariciones forzadas, abusos contra migrantes, ejecuciones extrajudiciales y
ataques contra periodistas independientes y defensores de derechos humanos— han
continuado durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien asumió la
presidencia en diciembre de 2018. La impunidad sigue siendo la norma…
En lo que respecta a Venezuela, hemos de decir que los datos publicados por el HRW
en su último informe de 2021 resultan aún más sobrecogedores: cinco millones y medio
de venezolanos han huido del país y en situación precaria; una población asediada por el
hambre y las enfermedades y la falta de higiene; abusos de funcionarios, etc.
Punto y aparte lo constituye la represión política y policial 5. Más de quince mil quinien-
tas personas han sido detenidas arbitrariamente desde 2014, siendo algunas torturadas
con todo tipo de artilugios y únicamente 870 fueron procesadas por tribunales militares.
Policías y agentes de seguridad han ejecutado extrajudicialmente a más de 21.000 per-
sonas desde que Maduro ocupa la silla presidencial6. Además, grupos armados adscritos
a la política gubernamental cometen múltiples crímenes y atropellos contra la población,
lo mismo que los grupos guerrilleros desgajados de las FARC colombianas y asentadas
en el territorio nacional: todas estas atrocidades están relacionados con los miles de ase-
sinatos que quedan sin resolver (3.507 en 2020, 4.632 en 2019, 5.102 en 2018, 5.035 en
2017 ó 4.968 en 2016). Por regla general los homicidios se cometen con el rostro tapado
con máscaras o pasamontañas.
Las conclusiones del HRW son también tremendas: La mayoría de las violaciones de
derechos humanos siguen impunes. En julio, la Oficina de la ACNUDH [Naciones Uni-
das] informó que los factores que contribuyen a esta impunidad generalizada incluyen
la manipulación de la escena del crimen y la retención de información por parte de las
fuerzas de seguridad; conflictos de interés; e intimidación, amenazas y represalias de
agentes de esas fuerzas contra las víctimas y sus familiares.
Con todo, el informe sobre derechos humanos, redactado por el Departamento de Estado
de los EE.UU., parece aún más esclarecedor:
Conclusión
7
Country Reports on Human Rigths Practices for 2021, United States Departement of State, Bureau of
Democracy, Human Rigths and Labor. U.S. Embassy Caracas.
Fuentes: Causa General, prensa escrita, registros públicos, archivos particulares, testi-
monios personales.