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Introducción:
Lo primero que debe hacer el médico es ganarse la confianza del niño. Debe tener
cuidado en no sobreactuar o exagerar en el proceso de comunicación, pues los niños son
muy sensibles y desconfían con facilidad, sobre todo si han tenido experiencias
desagradables. La naturalidad, la suavidad y la veracidad en el trato abrirán rápidamente
las puertas a una relación satisfactoria.
Los niños deben ser oídos con detenimiento y, aunque parezca que su edad no les
permite ofrecer datos de importancia, su información verbal y extraverbal puede ser
valiosa en las etapas de diagnóstico y tratamiento.
Es importante evitar comentar con los familiares las confidencias que el paciente
haya relatado, salvo que obtenga permiso del mismo.
El médico debe comprender a los niños, aceptarlos como son, saber que no se
pueden comportar en la consulta como adultos ni en forma preestablecida.
Los trastornos mentales, como la depresión o el intento de suicidio, tienen una alta
prevalencia entre los adolescentes, y en algunos países el riesgo de suicidio están
aumentando paulatinamente.
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Recomendaciones para la atención integral de salud de los y las Adolescentes, Con énfasis en salud sexual y
reproductiva, OPS/FNUAP, N 2”
Consulta de adolescentes
Tanto sea que el adolescente realice una consulta preventiva o demande atención
de una patología, la entrevista debe abarcar todas las áreas y los entornos donde se
desenvuelve su vida. Investigar sus antecedentes personales y familiares, estructura y
vínculos en la familia, vivienda, educación, trabajo, vida social, hábitos de vida,
sexualidad, situación psicoemocional y desarrollo cognitivo.
Si se niega hablar delante o con sus familiares, el médico debe respetar su voluntad.
En caso de que la información sea importante o fundamental, debe intentar persuadirlo
para que hable con sus padres; si existe riesgo inminente, debe comunicarle al paciente
que la información a sus padres es inevitable y fundamentar la razón.
GERONTOLOGÍA
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Recomendaciones para la atención integral de salud de los y las Adolescentes, Con énfasis en salud sexual y
reproductiva, OPS/FNUAP, N 2”
Actualmente, algunos autores sostienen que una persona es adulto mayor a partir
de los 65 - 70 años. Esta edad puede parecer joven en algunas personas de más de 60 o
65 años, que goza de un nivel de vida positivo y de buena salud. Sin embargo, es
probable que la edad de 60 años sea fiel reflejo de la vejez en quienes no pudieron lograr
una vida previa saludable (se observa fundamentalmente en los países pobres o en vías
de desarrollo). Es importante reconocer que la edad cronológica no siempre es el mejor
indicador de los cambios que acompañan al envejecimiento. Las variaciones en el estado
de salud de cada persona mayor de la misma edad pueden ser significativas.
El envejecimiento de la población constituye uno de los acontecimientos sociales y
demográficos más relevantes de las últimas décadas. La expectativa de vida se
incrementó considerablemente; en gran medida este aumento en cantidad de la población
mayor se asocia con los progresos de la medicina y el mejoramiento de las condiciones
de vida y de salud.
Todos los seres humanos al nacer son absolutamente dependientes, situación que
se abandona de manera progresiva, hasta lograr el máximo nivel de autonomía al llegar a
la edad adulta. Sin embargo, después de mantenerse plenamente activos durante años,
las personas inician posteriormente una disminución progresiva de su capacidad,
situación que -de no moderarse mediante un manejo adecuado- pueden volverlas
nuevamente dependientes, inclusive en actividades básicas de la vida cotidiana, como
son la alimentación, el vestido y la higiene.
El adulto mayor debe pedir al médico que le ayude a prevenir y/o que lo atienda,
considerando su situación global, patobiográfica y patoplástica. Por eso, es necesario el
control médico del adulto mayor que se supone sano, a fin de detectar precozmente
posibles patologías y para enseñarle a vivir sanamente.
El médico siempre debe estar alerta a la patología psicosocial. Esto es, por ejemplo,
al aislamiento que conduce a una depresión, al deterioro cognitivo que puede llevar a
accidentes y generar conflictos, etc. Y evitar, en todos los casos, la polifarmacia.
La relación médico-paciente adulto mayor, como toda RMP, debe ser integral. La
intervención del médico deberá planearse cuidadosamente y en el mismo participarán,
fundamentalmente, sus familiares -o las personas responsables del paciente- utilizando
todos los medios posibles para garantizar un abordaje integral.
El análisis psicológico debe incluirse desde el inicio para conocer, de este modo, el
estado conductual premórbido, el manejo de la crisis y del duelo, la adaptación a la
discapacidad, su capacidad de aprendizaje y la motivación.
El médico debe detenerse a explicar bien el tratamiento, escribir con buena letra sus
indicaciones, brindar tiempo para ser consultado en caso de dudas, tratar de recetar lo
indispensable y evitar la solicitud de exámenes innecesarios.
Es importante también, contemplar el tono e intensidad al hablar (pues el paciente
puede tener disminución de la agudeza auditiva y es necesario tener la seguridad de que
ha escuchado y ha entendido), no tutear al paciente si no lo solicita, atender a las
características del apretón de manos o de la forma de saludar y cultivar la capacidad de
escuchar. En concreto tener una actitud de empatía. De esta manera se puede conocer
mejor al paciente y ayudarle sin lugar a dudas a elevar su calidad de vida.
Los abusos más frecuentes hacia adultos mayores son de tipo psicológico y
financiero, formas de maltrato muy difíciles de detectar. Clínicamente, la negligencia y el
abuso tienen diferentes manifestaciones: desde las más aparentes (como las abrasiones
y fracturas) hasta las más sutiles (como la deshidratación, la depresión y la apatía). No es
raro atribuir los casos de maltrato a la tensión emocional que vive el personal de salud en
el trato a los ancianos y discapacitados. Por ello, es necesario que el médico tratante y
que los familiares a cargo se mantengan en alerta permanente ante posibles situaciones
de abuso hacia el paciente. Episodios de esta naturaleza pueden presentarse en los
asilos o casas de asistencia, pero también en el propio hogar; y puede ser provocado, ya
sea tanto por personal de salud, como por sus propios familiares.
Otra condición clínica de difícil manejo, y relacionada muchas veces con la ansiedad
u otros factores de orden psiquiátrico, se plantea frente a pacientes que consultan
reiteradamente con síntomas "funcionales", en quienes el equipo de salud comprueba la
ausencia de enfermedades orgánicas que justifiquen esos síntomas.4
4
Ver unidad nº 4.
A recibir información de su médico sobre todos los aspectos del tratamiento.
A que se lo atienda con consideración y respeto.
A que se tenga en cuenta su intimidad en relación a su propio programa de
atención.
A que todos los registros y comunicaciones relativos a su enfermedad sean
tratados confidencialmente.
A conocer y obtener sus análisis y estudios.
Si la enfermedad del niño es crónica, el médico deberá valorar cómo la percibe él,
cómo se relaciona con ella y cómo la perciben sus familiares. La enfermedad puede ser
subvalorada o sobrevalorada; puede haber con ella una relación adecuada, de negación,
nosofóbica o nosofílica, o bien, estar teñida por el logro de ganancias secundarias.
El médico deberá profundizar al respecto para enseñar al niño y a sus familiares las
características de la enfermedad, sus causas, sus consecuencias. Deberá enseñarles
también cómo enfrentar la enfermedad de la forma más adecuada, a fin de asegurar -
dentro de las limitaciones que señala el estado de salud del niño- la calidad de vida y, por
lo tanto, el pleno desarrollo de su personalidad.
Algunos padres no permiten que sus hijos con asma realicen actividades físicas de
competencia, o que un niño o adolescente insulino conveniente vaya a un campamento.
Si el niño está bien controlado, en concordancia con el médico, debe realizar actividades
propias de su edad que no estén contraindicadas por su trastorno.
Es necesario recordar que para los padres, lo más querido, lo más valioso, son sus
propios hijos. El tacto, la serenidad, la veracidad y la confianza que inspire el médico los
ayudará a sobrellevar la situación penosa a la que están sometidos.
El médico será el que reúna toda la información del paciente para su diagnostico y
seguimientos el que dará las indicaciones y para su cumplimiento será necesario la
continuidad de las consultas, así estará en contacto con la evolución del aniño y su
problemática además de ayudar a la familia que necesitará siempre de su palabra y
comprensión. Aquí se pone en juego el módulo médico, la simpatía, la comunicación, que
son factores de gran relevancia para que el paciente y la familia se sientan contenidos.
El autismo es un trastorno del desarrollo que ejerce influencia duradera en todos los
aspectos del desarrollo serial, lingüístico y cognitivo del niño.
Hubo una época que se creía que el autismo era el resultado de fallos en los
vínculos familiares, actualmente se cree que la patología tiene base orgánica.
Todos los niños con autismo comparten en mayor o menor medida los siguientes
rasgos:
Resistencia al cambio
Apego a la Rutina
Ingenuidad Social
Rigidez del pensamiento
Interpretación excesivamente literal del lenguaje
Tendencias a la obsesión y a convertir la rutina en rituales esenciales que se
deben repetir hasta el último detalle.
Síndrome de Down.
El síndrome de Down fue descrito clínicamente por primera vez por Jhon Langdon
Down en 1866 en Inglaterra. Presenta las siguientes características:
Hipotonía Generalizada
Pliegues Epicánticos
Implantación baja de orejas
Retardo mental
Estatura baja
Manos y dedos cortos
Ojos oblicuos
Pliegue palmar único
Nariz pequeña
Manchas de Brushfield etc.
Es una anomalía cromosómica que presenta rasgos físicos arriba enunciados, como
así también retraso mental. Está ubicado en el cromosoma 21 dando lugar al fenotipo que
se encuentra en la porción distal del brazo largo (q). El Dr. Jeróme Lejeune en Francia en
1959 descubrió un cromosoma extra en el par 21 de allí que se lo reconozca como
Trisomía del Par 21 o cromosoma 21. En el 95 % de los casos la trisomía del par 21 es
libre en otros casos la trisomía tiene una parte en exceso traslocado o adherido a otro
cromosoma, ésta particularidad se da en el 3% de los casos y se conoce la alteración se
conoce como mosaicismo, de igual manera en todos los casos el síndrome está
instaurado para toda la vida.
Los niños portadores del Síndrome de Down deben ser rehabilitados en Servicios de
Atención temprana para ayudar el niño y a su familia interdisciplinariamente tanto en las
pautas evolutivas como a asumir la responsabilidad y angustia de los padres.,
Hay una franja poblacional que abarca la discapacidad por lo tanto el médico deberá
estar preparado para enfrentarse con la angustia de la familia y la desorientación que
sufre ante este impacto; tendrá que establecer un diagnostico precoz y dar personalmente
la información a los padres. A tener en cuenta:
Esta detección temprana tendrá como objetivo establecer una mejor calidad de vida
del paciente y la familia, y remitirlos a los Equipos de Rehabilitación, consultas
especializadas, aspectos legales, escolares, etc.
La Hospitalización
El paciente internado
El niño y la internación5
No es la misma relación del médico con el niño que está hospitalizado –relación rica
en comprensión, tacto y apoyo- a la que se establece con el niño que sólo es atendido en
consulta, varía según el tipo de consulta y de sala de ingreso. No es la misma, tampoco,
la relación que se establecerá con el niño y sus familiares si es la primera vez que ingresa
a internación a que si antes no había estado nunca ingresado.
Cuando se debe internar a un niño, el médico lo informará con tacto, sin alarma,
pero con seguridad y objetividad. La internación de un niño tiene una fuerte connotación
para los padres, por la gran repercusión psicológica y social que conlleva.
Además, en la relación con el paciente hospitalizado hay que tener en cuenta qué
familiar lo cuidará, cómo es esa persona y cómo se comporta, especialmente cómo lo
percibe el niño; pues, de acuerdo a ello, tal vez se establezca que, en algunos casos, el
niño necesite más apoyo del médico y del personal de enfermería.
5
Archivos Argentinos de Pediatría.
Paciente crítico o paciente internado en unidad de Cuidados Intensivos.
Más claro: en la terapia intensiva, tanto por el riesgo que lleva implícito el paciente
mismo como por la presunta consecuencia del acto médico, la prolongación de la vida o la
muerte puede ser consecuencia directa o indirecta, inmediata o mediata de la decisión
médica. En otras ocasiones, la urgencia de una decisión no siempre permite el análisis
adecuado por parte del médico, ni la participación del paciente o de su/s representante/s.
Por ello, en el contexto de la terapia intensiva, se generan dilemas éticos que antes no
aparecían -al existir una participación pasiva de los pacientes en las decisiones que
afectaban su propia vida.
También en esta etapa son comunes otras complicaciones relacionadas con un nivel
de angustia elevado y desbordante: estados confusionales, agresividad manifiesta y otras.
El médico internista, así como todo el equipo de salud, deben saber reconocer y abordar
estas situaciones, contener al paciente y a sus familiares y delimitar la necesidad de
realizar una interconsulta con salud mental en caso que no se esté trabajando con un
profesional de esa área en la UTI.
En definitiva:
Con los avances tecnológicos logrados durante los últimos años es difícil que un
paciente que ingrese en terapia intensiva no sea sometido a algún procedimiento, ya sea
diagnóstico o terapéutico. Son pocos los enfermos que sólo se ingresan “para observar”.
Las posibilidades actuales de “agresión” han aumentado considerablemente y, con ello, la
posibilidad de infligirle daño al paciente. Un médico no debe sólo preguntarse si con su
acción va a beneficiar al paciente; ante todo, lo primero que debe pensar, es que no le va
a causar daño. Todo acto médico entraña potencialmente un riesgo y ese riesgo en la
medicina intensiva está aumentado. El médico debe siempre tener en cuenta este hecho,
a fin de medir el posible beneficio de su acción en contraposición con el probable riesgo
que su intervención pueda ocasionar, para así cumplir con los principios de la
beneficencia y no maleficencia. Si la acción no brinda beneficios y si pudiera acarrear
perjuicios, no debe concretarse. Tampoco si los riesgos son mayores que los posibles
beneficios.
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Ver Unidad 5, Consentimiento Informado.
En caso de pacientes con una condición física y mental que no es la apropiada para
la toma de decisiones (como es el caso de un paciente en coma), se debe informar a la
familia antes de realizar cualquier procedimiento, en la medida que la urgencia lo permita,
explicándoles su necesidad, sus beneficios y los posibles riesgos. A veces, la decisión de
realizar determinado proceder se produce en circunstancias de extrema urgencia, en las
que el peligro para la vida es inminente. Ante estas circunstancias se deben explicar las
prácticas efectuadas a la familia o al tutor en el momento que se considere plausible.
“Yo operé con la máquina, pero ellos vinieron buscando una persona”, explicaba un
profesor de cirugía oftalmológica a los médicos en formación. “Estoy convencido de que
el paciente va buscando un médico. Es verdad que el médico tiene que responder a esa
relación médico-paciente. Si esta relación se mercantiliza, la cuestión cambia. Sin citar
nada oftalmológico, que no quiero, si uno va a eso que se llama corporaciones es
evidente que la relación médico-enfermo desaparece.”
Está demostrado que no son suficientes las leyes, normas, procedimientos, métodos
de enseñanza, métodos de autoevaluación y ejecución de la cirugía con base a resultados
propios, si éstos no están acompañados de una formación sólida en los principios
fundamentales de la comunicación médico- paciente y la bioética.
Hay que tomar en cuenta que el paciente sabe intuitivamente que la cirugía lo va a
agredir antes de curarlo y confía en que su médico tratará de disminuir la agresión y
aumentar su posibilidad de curación.
Es conveniente guardar un equilibrio muy juicioso entre los derechos del paciente y
los derechos del cirujano. Ninguno de los dos pueden ser olvidados. Es decir, el cirujano
debe tener una actitud empática y el acto médico cotidiano ha de ser autocrítico.
El problema de una adecuada y veraz información por parte del médico al paciente
oncológico, es un tema de gran actualidad, considerándose en diferentes partes del
mundo que está muy relacionado con los numerosos prejuicios culturales, muy antiguos,
que giran alrededor de la palabra "cáncer"; y el dilema de decir o no la verdad al paciente
es una contingencia casi diaria.
Con relación a la información suministrada por el médico, ésta presenta una enorme
variación en cuanto a los criterios de los diferentes países, aunque existe una tendencia
progresiva al incremento de la información, motivada -en parte- por los cambios en la
actitud de los médicos, pero sobre todo por aspectos legales y técnicos involucrados.
Por otra parte, se señala la importancia del conocimiento que el paciente expresa
sobre su enfermedad, ya que muchos estudios al respecto muestran que las tasas de
información recibida y el conocimiento de la enfermedad indican una enorme variabilidad
entre centros de salud y a nivel transcultural.
Múltiples estudios han reportado que la mayoría de los pacientes con cáncer quieren
conocer su diagnóstico, mientras otros hallazgos se manifiestan en sentido contrario.
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Msc. Tania Pire Stuart,1 Dsc. Jorge Grau Ávalo2 y Msc. María del C. Llantá Abreu1
La propia connotación psicosocial que adquiere esta enfermedad, a la que no son
ajenos los profesionales de la salud y que fundamentalmente afecta con gran profundidad
al médico, hace que la comunicación del diagnóstico devenga un verdadero problema.
Reflejo de ello son las diferentes posiciones que al respecto se encuentran reflejadas en
la literatura mundial actualizada del tema.
Así, se encuentran quienes abogan por la veracidad total bajo todas circunstancias,
partiendo del derecho de toda persona de conocer qué ocurre en su organismo y decidir
qué hacer con su vida.
Por otra parte, se ha señalado que una consecuencia de ocultar información es que
se crea un aura de secreto con referencia al status médico del paciente. El secreto y la
ambigüedad con relación al diagnóstico pueden aumentar la sospecha de éste y su
confusión acerca de las consecuencias de la enfermedad.
Una tercera posición más moderada, que complementa ambos extremos, considera
que se debe informar a los enfermos pero respondiendo a sus necesidades y teniendo en
cuenta elementos tales como: una buena calidad de la relación médico-paciente,
características de personalidad del paciente, existencia o no de apoyo familiar y social,
entre otros factores.
¿Quién, cómo, cuándo y dónde informar? Como salta a simple vista, interrogantes
sobre el tema hay muchos: qué, cómo, cuándo, y dónde informar... sin tener al alcance
una respuesta cierta. También es cierto que no todos los hombres son iguales, que no
todos viven su propia enfermedad de la misma manera, que no todos se hallan en las
mismas condiciones culturales, religiosas, familiares y económicas, para entender la
enfermedad, afrontarla, tratar de resolverla o simplemente, para soportarla.
Algunas recomendaciones:
Que el médico esté seguro del diagnóstico y del pronóstico, de lo que va a decir.
Hacerlo en un lugar tranquilo, con privacidad y confort, sin prisas.
Reconocer el derecho del enfermo a la verdad, lo que no significa que deba ser
dicha de cualquier modo y en cualquier momento.
Averiguar lo que el enfermo sabe, lo que quiere saber, lo que está en condiciones
de saber.
Hablar con simplicidad, sin jerga profesional y palabras "malsonantes" (por
ejemplo, cáncer), pero no decir nada que no sea verdad.
Informar gradualmente, extremando la delicadeza, ser prudente. Comunicar no es
un acto único.
Es necesario hacer una evaluación minuciosa del estado general que permita
implementar la terapéutica más adecuada; existiendo, si es posible participación del
paciente en la toma de decisiones y la calidad de vida.
El proceso de duelo.
DISCIPLINA-INTERDISCIPLINA-MULTIDISCIPLINA- TRANSDISCIPLINA
Los conceptos multi – pluri - inter y transdisciplina tienen en común la raíz semántica
del término disciplina, pero están enraizados en supuestos epistemológicos y valores
cognitivos diferentes; y, por lo tanto, cada uno de ellos conlleva diferentes implicancias
DISCIPLINA:
El término disciplina debe ser entendido en una doble significación, como sustantivo
y como verbo (Najmanovich, 2008). En el primer sentido constituye un campo de
saber, un principio organizador de los conocimientos en el cual se desarrolla
históricamente la práctica científica. En el segundo sentido la disciplina constituye
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A esto se llama conocimiento por experiencia.
un campo de conocimiento. (Complejidad e interdisciplina: desafíos metodológicos y
educativos para las ciencias sociales. Leonardo G. Rodríguez Zoya1 UBA / CONICET /
IIGG / CPC Encuentro PRE-ALAS 2008 – Corrientes, Argentina – Foro temático)
INTRADISCIPLINA:
Intra (prefijo de origen latino). Significa "dentro de" "en la interioridad". Que
establece las dinámicas internas de la ciencia, en ésta solo dialogan los representantes
internos de la disciplina o la ciencia tratando de no involucrar a los demás, generando un
proceso reflexivo de integración. Es lo interno de una disciplina, es decir interrelación
entre los diferentes contenidos de una misma disciplina o métodos.
MULTIDISCIPLINA:
INTERDISCIPLINA:
(Inter: entre o en medio) Que establece relación entre varias disciplinas o varias
ciencias. // Dícese de los estudios o otras actividades que se realizan de la cooperación
de varias disciplinas. //
Áreas del conocimiento compatibles entre sí, y de un mismo nivel jerárquico. Por
ejemplo: El abordaje de un paciente entre profesionales de distintas disciplinas y
técnicos del equipo de salud que se interrelacionan entre sí para el objetivo en común
“el paciente y su trastorno”
TRANSDISCIPLINA:
TRANS: del otro lado o más allá, a través de cambio o mudanza. Interacción entre
personas de diferentes profesiones con un mismo fin.
Según Jacqueline Russel (citada por Gavan McDonell, 1998): Es un proceso según
el cual los límites de las disciplinas individuales son trascendidos para abordar problemas
desde perspectivas múltiples para generar conocimiento emergente. Aquí observamos
cuatro características fundamentales: la transgresión de los límites parciales de las
disciplinas, el abordaje desde la multiperspectiva, la orientación hacia la solución de
problemas y la generación de nuevos conocimientos.
Michael Balint otorgó gran relevancia a “la personalidad del médico”, influenciando la
conducta y las reacciones psicoafectivas del paciente, con implicancias significativas
sobre la evolución del trastorno.
o Médico-paciente.
o Médico-familia.
o Equipo de salud-paciente.
o Equipo de salud-familia.
o Equipo de salud entre sí.
Los comentarios y aportes que se realizan deben estar dirigidos a esclarecer los
defectos o fallas en el modus operandi del médico, su modalidad de vínculo “impersonal
“o “conductista”, los aspectos emocionales de la comunicación, transferenciales o
contratransferenciales como todo factor que pueda influir en las relaciones, afectando
tanto al médico como al paciente.