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Estudio de caso:
Definiendo el Kurdistán
Con las caídas de imperios y los procesos de
descolonización se crearon fronteras sin tener en
cuenta las características de sus habitantes ni del
territorio. En consecuencia, en Oriente Próximo hay
países artificialmente constituidos y antiguas naciones
sin Estado, lo que provoca conflictos armados de forma
casi permanente. El indefinido Kurdistán es un ejemplo
de ello, una nación dividida en cinco Estados: Irak,
Turquía, Irán, Siria y Armenia.

Los historiadores afirman que el Kurdistán existe desde


el año 612 a. C.. Durante las invasiones arabomusulmanas, los kurdos acabaron convirtiéndose al islam sin
perder su propia identidad, a pesar de estar divididos en distintos principados. El Imperio otomano y el
persa se disputaron estos territorios, pero los kurdos acabaron alineándose con los primeros por razones
religiosas y a cambio de cierta autonomía, la cual empezó a cuestionarse a principios del siglo XIX. En 1920
y después de la Primera Guerra Mundial, el Kurdistán debía convertirse mediante el tratado de Sevrest
—que trazaría las nuevas fronteras en Oriente Próximo— en un Estado. Después de la caída del Imperio
otomano, esta era la recompensa al pueblo kurdo por su apoyo a las potencias aliadas durante la guerra.
Este tratado nunca se ratificó y en 1923 fue sustituido por el tratado de Lausana, el cual omitía el
compromiso de la creación de un Estado llamado Kurdistán, lo que beneficiaba a los antiguos aliados del
Reino Unido y Francia. Con este acuerdo, los kurdos fueron divididos entre Turquía, Irak, Irán, Siria y
Armenia.

Actualmente, los kurdos representan la minoría más numerosa sin un Estado propio, con quince millones
de personas en Turquía, ocho millones en Irán, cinco en Irak, un millón en Siria y medio millón entre
Armenia y Azerbaiyán, aunque hoy en día sería cuestionable la existencia de una identidad compartida
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debido a las fronteras que los dividen. Su división en fronteras que no tienen en cuenta las identidades,
las persecuciones y la falta de reconocimiento o autonomía en la mayoría de países explican las
discrepancias y conflictos que se han prolongado hasta la fecha en un territorio con importantes reservas
de recursos naturales y que actualmente está inmerso en una guerra transfronteriza contra Dáesh, grupo
que tiene la voluntad de crear un califato que ocuparía, entre otros territorios, gran parte del antiguo
Kurdistán.

La geopolítica lo explica todo


Al comparar las fronteras propuestas por la delegación kurda en la Conferencia de Paz de París de 1919 y
en la conferencia de las Naciones Unidas de San Francisco de 1945 con la división prometida por las
potencias aliadas en el tratado de Sevres de 1920, llama la atención la reducida extensión de esta última.
En 2017 está reconocido parte de su territorio en Irak e Irán, pero representa una parte muy pequeña del
territorio habitado por los kurdos y queda muy lejos de la frontera propuesta en 1919. ¿Hay alguna
explicación detrás del retroceso en la concesión de autonomía para los kurdos de 1923?

Como de costumbre, el motivo es la geopolítica. En primer lugar, el territorio ocupado por los kurdos es
rico en petróleo. En beneficio de sus amistades, Reino Unido quiso otorgarle parte del territorio a Irak,
mientras que Francia hizo lo mismo con Siria. A pesar de la división, en Turquía y en Siria los kurdos siguen
viviendo en el territorio de donde se extrae la práctica totalidad del petróleo nacional, mientras que en
Irán representa el 20%. En el Kurdistán iraquí, con el 74% de las extracciones totales del país, es donde el
petróleo genera más disputas. La voluntad del Gobierno iraquí era controlar las exportaciones y repartir
sus beneficios entre todas las regiones del país, pero la región autónoma del Kurdistán, que vio en este
reparto un perjuicio en los beneficios que podrían obtener, optó por iniciar la exportación directa de
petróleo con la construcción de un oleoducto que conduce el crudo hacia el puerto turco de Ceijány
continúa hacia Europa. Esto muestra la diferencia en las relaciones del Gobierno turco con los kurdos
dentro de sus fronteras y con los kurdos iraquíes. Las consecuencias de ignorar las órdenes de Bagdad
podrían haber sido graves si el Gobierno iraquí no dependiera de las fuerzas armadas kurdas —
peshmergas— para contener el avance de Dáesh, ya que esta situación incrementa el temor a las
demandas de independencia de la región kurda. Así, el petróleo fue uno de los motivos para evitar la
creación de un Estado que podría haber controlado este recurso y hoy sigue determinando las relaciones
de poder entre el pueblo kurdo y los países en los que se divide.

Por otro lado, el antiguo Kurdistán se extiende por las cuencas de los ríos Éufrates y Tigris, fuentes
altamente
preciadas en países
donde la escasez
de agua es un
riesgo. En este
caso, hay que
fijarse
principalmente en
la población kurda
que habita en
Anatolia (Turquía).
En esta región de
nueve provincias
se están
desplegando las
infraestructuras
del Proyecto para
el Sureste de
Anatolia (GAP por
sus siglas en turco).

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Este es un programa para conseguir el pleno desarrollo económico y social de las provincias del sureste
del país mediante el aprovechamiento del potencial hídrico de los ríos Éufrates y Tigris, lo que facilitará el
riego, la generación de energía hidroeléctrica y el control de sequías e inundaciones. Si tenemos en cuenta
que el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK por sus siglas en kurdo) y el pueblo kurdo en general
tienen demandas de autodeterminación en Turquía y que justamente son la etnia predominante en el
territorio donde el programa GAP debe desarrollarse, el conflicto está servido.

Aun así, las disputas no solo son internas, sino que los países de las cuencas bajas de los dos ríos —Siria e
Irak— consideran la construcción de presas en Turquía como una amenaza a su suministro de agua y un
claro perjuicio en el control de este recurso. Dáesh y otros grupos terroristas han amenazado con
bombardear las infraestructuras después de ver bajar el caudal de los ríos en Siria o Irak. Por lo tanto, el
agua y su control se convierten en el segundo motivo que podría explicar la decisión de dividir el Kurdistán
mediante el tratado de Lausana de 1923, que hoy en día sigue siendo una de las causas de los conflictos
entre el Gobierno turco y el PKK y con los Gobiernos de Irak y Siria.

Teniendo en cuenta lo expuesto, se puede afirmar que, durante los años 20, el Kurdistán era un territorio
con recursos naturales preciados y las potencias aliadas siguieron la estrategia del “Divide y vencerás”
para evitar el control absoluto del petróleo y el agua por parte de los kurdos, en beneficio de sus aliados
en Oriente Próximo. De todas formas, en el presente tiene poco sentido hablar de la propuesta fronteriza
hecha por la delegación kurda en 1919, ya que la división que se impuso en 1923 es hoy una separación
de facto, que se percibe en la ausencia de demandas colectivas, las cuales se han transformado en
peticiones particulares para los cuatro países donde habitan los kurdos, relacionadas en muchos casos con
la gestión de recursos naturales, además de reivindicaciones de carácter político y de identidad.

La autonomía para cerrar las heridas


Con los años, la identidad compartida de los kurdos se ha ido diferenciando en cada país donde habitan.
Las demandas políticas y estrategias para reivindicarlas no son las mismas en Irán que en Turquía.
Observando el territorio antiguamente ocupado por el pueblo kurdo, se hace evidente que la estrategia
de las potencias occidentales después de la caída del Imperio otomano fue dividir la región para tener un
mayor control de los recursos. Posteriormente, la violencia fue el medio para conseguir los propios fines
por parte de cada actor implicado. Además, las promesas de los Gobiernos estatales de cesión de
autonomía y poder para los kurdos no comenzaron a ser una realidad hasta hace poco más de una década.

¿Es la autonomía la solución a la violencia?


Parece que en la región autónoma kurda de Irak esta estrategia está teniendo buenos resultados
económicos, pero no ha sido un logro de la población iraquí y de la minoría kurda, sino que ha sido
resultado de la presión de Estados Unidos. Mientras el país norteamericano tenga intereses económicos
en la región, buscará mantener buenas relaciones con los kurdos y seguirá cediendo armamento a
los peshmergas. Pero ¿qué sucederá cuando no necesiten a los kurdos como aliados? De hecho, no existe
un apoyo a la cuestión kurda por parte de los estadounidenses, porque en Turquía el PKK sigue siendo
considerado un grupo terrorista y nunca ha habido un posicionamiento claro con el pueblo kurdo, como
en el caso iraquí. Así, el ejemplo de éxito económico y estabilidad en el Kurdistán iraquí está totalmente
condicionado a sus relaciones con las potencias occidentales. La autonomía podría ser una forma de
contentar las demandas del pueblo kurdo en Turquía, pero tiene que existir un contexto pacificador y de
diálogo para que este sea sostenible e independiente de cualquier actor externo.

Adaptación del texto “Definiendo el Kurdistan” de Gemma Roquet. Graduada en Ciencias Políticas por la UB y Máster en Relaciones internacionales,
Seguridad y Desarrollo por la UAB. Interesada en conflictos internacionales, principalmente en la región de Asia. Barcelona. Fecha: 06/2017
Link: https://elordenmundial.com/

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