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Vol. 4. Núm. 1. - 1994.

Páginas 43-49

© Copyright 2021. Colegio Oficial de la Psicología de Madrid

LA ETICA DEL PSICOLOGO EN LA


ADMINISTRACION DE JUSTICIA*
«El que busca la verdad sobre algo se obliga, en principio ante sí mismo, a buscar la
verdad sobre todo. A buscar la verdad llamamos «ciencia o conocimientos».
(ORTEGA Y GASSET)

Javier URRA PORTILLO

Psicólogo Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia. Menores Juzgados de Menores de


Madrid

RESUMEN

La función del psicólogo en la Administración de Justicia, tanto si opera de forma


privada, como si lo hace desde la propia institución conlleva la adscripción a una
estricta Etica.

El artículo aborda la base jurídica y los objetivos que enmarcan y establece este
profesional en este contexto.

Da un repaso al rol y forma de obrar del psicólogo dentro de una concepción de


Equipo.

Aborda la selección de profesionales, el Código Deontológico, la ratificación,


tesituras difíciles en que los colegas nos podemos encontrar, la malpraxis y un
decálogo de lo que no se debe hace

Intenta ser un breve recorrido y una invitación a reflexionar sobre tema tan singular
y trascendente.

PALABRAS CLAVE: Psicología Forense. Psicología y Ley. Etica y Psicología.


ABSTRACT

Psychologist function in the Justice Administration, so if deals in a private way as if


do it from the own Institution, involve the ascription to a strict Ethics.

This essay undertake the juridic base and the objectives that provide the sitting for
and establish this professional in this context.

Give a revision to the psychologist role and way to operate into a team conception.

Attempts the professionals choice, the Code of Deontology, the ratification,


difficult tessítura in which the colleagues we can find us, the malpraxis and a
decalogue of which don't must do.

Try be a brief run and an invitation to reflection over a theme so singular


and transcendent.

KEY WORDS: Forensic Psychology. Psychology and Law Ethics and Psychology.

INTRODUCCION

El psicólogo actualmente coopera y ayuda a la Administración de Justicia española


proporcionando el resultado de unas técnicas y métodos de trabajo que permiten a los
Organos Judiciales valorar de una manera más eficaz y objetiva las conductas
humanas.

Interviene tanto de forma privada, tras establecerse en las distintas delegaciones del
Colegio Oficial listas para realizar funciones periciales y en mayor número adscritos
al organigrama de los Organos Jurisdiccionales, mediante su inclusión en las plantillas
de la Administración de Justicia.

El marco legal para la prueba pericial está recogido en el art. 61 0 de la Ley de


Enjuiciamiento Civil: «Podrá emplearse la prueba de peritos, cuando para conocer o
apreciar algún hecho de influencia en el pleito, sean necesarios o convenientes
conocimientos científicos, artísticos o prácticos».

La base jurídica por la que los psicólogos desarrollan su función en la Administración


de Justicia (Clínicas Médico-Forenses, Juzgados de Familia y Juzgados de Menores)
se encuentra en el artículo 508 de la L.0.P.J. que expone. «Podrán prestar servicio en
la Administración de Justicia, Profesionales y Expertos, que sean permanentemente u
ocasionalmente necesarios para auxiliarlos. También podrán ser contratados en
régimen laboral por el Ministerio de Justicia».

De este precepto se desprende que su función fundamental es auxiliar a los Organos


Judiciales en calidad de tales expertos.

Y si bien, «La psicología para el derecho es fundamentalmente una psicología


probatorias Muñoz-Sabaté (1980). La psicología forense y por extensión la de
Instituciones Penitenciarias ha de aportar sus conocimientos a quien incide en la
práctica judicial jueces, fiscales, abogados, policías, etc.), participando en la selección
de los mismos, mejorando su clima laboral, etc. Ha de colaborar con el legislador,
facilitando la comprensión de la ley, así como el ajuste de la misma a las motivaciones
y mecanismos propios del ser humano.

Pues es una Psicología Aplicada al servicio del Poder Judicial del Estado, por ende un
servicio público orientado a la aplicación de la Ley, que desarrollará en el futuro,
trabajos e investigaciones sobre victimología, error judicial, toma de decisiones
judiciales, jurado, costo psíquico del delito, predicción de la peligrosidad, etc.; así
como ámbitos laborales: psicología forense en el Derecho Canónico, en la
competencia militar y en el Derecho Laboral.

Partiendo de que como dice Pinillos (1987) «Las relaciones de la psicología con la
ética, con lo que se debe hacer, son difíciles y a veces pueden suponer una cierta
alteración psíquica».

Y específicamente en nuestro caso que como manifiesta Albarrán (1991) «El perito va
a contribuir con un informe a aclarar las dudas que el juzgador tiene en todo caso
procesal, va a intervenir de forma indirecta a inclinar la balanza de la justicia en un
sentido o en otro... con la autoridad con que los humanos, revisten a las personas que
nos hablan de algo que no conocemos».

Hemos de obrar según ciencia y conciencia, ajustándonos al Código Deontológico que


nos hemos dado y que señala LO QUE DEBE SER, dentro del mandamiento
Constitucional que en su art. 1 0.' protege: «La dignidad de la persona humana y los
derechos inviolables que le son inherentes y el libre desarrollo de la personalidad.»

Item más, para ser un buen profesional se ha de identificar con su rol institucional, si
bien no dejándose instrumentar (convirtiéndose en brazo ejecutor de la justicia o
dando apoyo científico a argumentos parciales del mundo del Derecho).
Asimismo no ha de asumir responsabilidades «por desplazamiento, y ha de sacralizar
la irrenunciable independencia profesional ante la Instancia, recordando que orienta,
pero no vincula.

Resulta muy difícil la independencia en el aislamiento, se precisa el apoyo del Colegio


de Psicólogos, pues como afirma Hierro (1993): «La independencia como autonomía
organizativa desaparece prácticamente al encontrarnos frente a un ejercicio
profesional heteroorganizado, que forma parte de un servicio público. Sin embargo, la
independencia como cualidad de la decisión técnica (métodos, instrumentos, etc.)
puede suscitar especiales problemas en la necesaria confrontación con las
inclinaciones de las autoridades judiciales con las que el psicólogo coopera; al mismo
tiempo, la organización del trabajo en clínicas y equipos puede permitir un mayor
blindaje de la independencia técnica, aun a costa de que esta independencia se ejerza
más colectiva que individualmente.

Al respecto subrayar la necesidad de una «ética multiprofesional», a desarrollar con


otros técnicos, Recursos Sociales, etcétera. Evitando ser tildado de corporativista o
llanamente del «listillo» que orienta lo imposible de llevar a efecto, pues al fin y al
cabo no ha de ejecutarlo.

En este ámbito al psicólogo le cabe una responsabilidad ciertamente grande, pues


debe aproximar a las instancias judiciales mediante informe la realidad del encausado,
por lo que el escrito tiende a constituirse en pieza de convicción estática con los
riesgos que le son inherentes (Principios éticos de los psicólogos, A.P.A. 1981),
luchando contra la inmediatez que todo proceso judicial conlleva, pues como decía La
Bruyere. «Una circunstancia esencial de la justicia es administrarla prontamente,
hacerla esperar o diferirla es ya una injusticia, pero hemos de compaginarla con un
«tempo» distinto, cual es el clínico.

Resulta obvio que la malpraxis conlleva consecuencias negativas para el encausado, el


psicólogo (revistiendo carácter de delito, recogido en el Código Penal, ya sea valorada
como falso testimonio, o se considere la existencia de ignorancia inexcusable) y la
colectividad psicológica (desconfianza en la conciencia social, en la gente del
Derecho ... ), por tanto se ha de arbitrar un sistema fluido, para que el usuario pueda
interponer la denuncia que desee y consecuentemente se dé una rápida y justa
respuesta a la misma.

Pero primordialmente se ha de exigir, una verdadera formación específica, no sólo la


titulación necesaria para enfrentarse a los requerimientos que se le formulen (por ej.
realizar una pericial donde se valore la credibilidad de un testimonio ... ).
Para alcanzar el aprendizaje éticamente exigible, se ha de posibilitar que los alumnos
del último ciclo de la carrera universitaria realicen un verdadero «prácticum» donde
ulteriormente podrán laborar (en nuestro caso el Foro). Asimismo y para los ya
licenciados se ha de ofrecer cursos monográficos y «Másters» que les capaciten para
un correcto desempeño de su función.

Respecto a los futuros colegas que laboren en la Administración de Justicia, se ha de


mimar la selección de los mismos, mediante un Concurso-Oposición, que cuide el
temario y aquilate el bagaje técnico de cada opositor y en lo posible su «salud
mental». De forma que desde ese conocimiento científico y equilibrio personal pueda
valorar y orientar la amplia gama de conductas influidas por variables ambientales o
intrínsecas del usuario de la Justicia.

Asimismo se ha de ser exquisitamente cuidadoso en la formulación de exigencias para


el acceso y permanencia en el Turno de Colegiados para realizar Periciales, dado que
en los últimos años se ha constatado un aumento de peticiones de peritajes por parte
de los Juzgados al C.O.P. (Colegio Oficial de Psicólogos de España), referentes a:
Derecho Penal, de Familia, Laboral, de Sucesiones, Propiedad Industrial, «Autopsia»
Psicológica, y Accidentes de Tráfico. En ese sentido entendemos como positivo se
requiera acreditar haber realizado alguna práctica profesional o una formación mínima
en peritación psicológica para acceder a la lista de peritos y la obligatoriedad para la
permanencia en la misma de asistencia durante los dos primeros años a las sesiones de
trabajo y formación programadas por la Comisión de Psicología Jurídica de las
respectivas Delegaciones del C.O.P

El profesional de la psicología interviene bajo el criterio de la aprehensión de la


globalidad de la persona y de las particularidades y características idiosincrásicas de la
misma, entendiendo que la razón final de su intervención se refiere al sujeto en
cuestión y a la instancia judicial para la que trabaja, es decir, por proyección para la
sociedad.

Lo antedicho quiebra en términos generales la confidencialidad, porque el destinatario


del informe no es por definición el paciente, ello obliga a que esta circunstancia sea
siempre conocida de forma inequívoca por el mismo, así como el imperioso requisito
de su voluntariedad en cualquier situación o contexto para la aceptación o no de
pruebas diagnósticas, de estudios de evaluación y de tratamiento terapéutico (recogido
tanto en el articulado del Código Penal, como del Código Civil).

Redundamos en la importancia de informar al sujeto de la pericia, quienes somos y


para quien trabajamos, al tiempo de dispensarle un trato humano, servicial y próximo.
El comportamiento del psicólogo antes, durante y después del juicio, ha de ser ético y
«estético», desarrollando su capacidad empática y de «role-taking», erradicando el
posicionamiento ante un número de expediente al que «no se le pone cara», o la
actitud de «mover papel» o la «eficacia aséptica», sino que se ha de implicar, más
cuando la propia Ley no es neutral (casos de malos tratos ... ), siendo honestos con
nosotros mismos, firmando informes tras reflexionar e indagar para dar respuesta a la
exigencia de calidad, cumpliendo los requisitos del art. 48 del Código Deontológico
del C.O.P. en cuanto a claridad, precisión, rigor y expresión del grado de fiabilidad de
los informes. Llenando de contenido nuestra misión, siendo asertivos en la defensa de
criterios científicos.

Un riesgo inherente a la función es el de «sentirse Dios», irrogándose un poder «en


usufructos que se imparte graciablemente para que un «sujeto» cobre una invalidez,
para que se permita a un padre un régimen de visitas X, o para que el menor sea
internado en tal Centro y por tanto tiempo. Junto a ello existe el peligro de manipular
desde nuestro «saber», desde nuestra ciencia, asumiendo un «papel de rango críptico»,
inalcanzable e indiscutible, utilizando legítimamente instrumentos que son traducidos
como «palabra de ley», pese a que su fiabilidad y validez sea en ocasiones escasa.

Tengo para mí la necesidad de saber decir: NO SE y de enseñar a quien requiere


nuestro servicio, los recursos y limitaciones con que contamos.

Pasemos a enumerar un dilatado decálogo de lo que no se debe hacen «Una incursión


en las vidas privadas» efectuando molestias innecesarias (duplicidades, preguntas
superfluas ... ). Violar la intimidad de las personas (presencia de terceros en las
exploraciones). «Aprovechamiento», por ascendencia sobre el usuario (desviar casos a
la consulta privada ... ). Modelar y condicionar a las personas segando su libertad y su
derecho a la diferenciación. Etiquetar, propiciando la «profecía autocumplida».
Levantar sospechas al recabar información (por ej. el efecto «boomerang» al llamar al
colegio donde asiste el Menor, desde el Juzgado). «Probar», métodos, intuiciones...
(por ej. mediación, reparación, etc.), sin valorar antecedentes y posibles
consecuencias. Utilizar a la víctima y/o testigo desde la praxis de «usar y tirar», con el
riesgo de ocasionar una segunda victimización. En aras de recabar datos, convertir la
entrevista psicológica en un interrogatorio de «tercer grado». Asumir sin sonrojo, el
que por ser «perito de parte», no se puede «morder la mano que te alimenta». Elevar
informes «modelo grabadora» o contrariamente «modelo ocultismo», maquillado tras
la máscara nosológica y terminológica. El sesgo de «ratificar por principios
(mantenerla y no enmendarla) lo primero que afirmamos. Desacreditar a otros
profesionales (contrainformes periciales).

El Derecho y la Psicología confluyen en el ser humano, pero con distintos criterios. La


Psicología busca la individualización en cada orientación, son los «hechos
psicológicos empíricos», los garantes de la objetividad, y los que fundamentan el
imperativo ético.
Hemos de ser conscientes de que las decisiones éticas, han de tener en cuenta no sólo
los intereses de una de las partes en conflicto o de ambas, sino también de aquellos
que quedan afectados por las acciones decididas.

Asumiremos responsablemente que el trabajo diario nos conduce ocasionalmente a


«tutelar» a las personas (tal es el caso cuando se orienta el internamiento en un
Centro, contra la voluntad del individuo, víctima de la drogadicción, si se considera
que cualquier otra intervención ensombrecerá el pronóstico).

Recapitulando vemos, que la ética profesional del psicólogo en la Administración de


Justicia, ha de ser norma de conducta ante el encausado, su familia, los letrados,
fiscales, jueces y llevada a efecto en distintos ámbitos y contextos.

En síntesis y como indica el Código Deontológico del C.O.P. está obligado a conocer
en profundidad las características, conceptos y operaciones del sistema jurídico en el
que actúa.

Evitará ofrecer conclusiones sobre las leyes, su interpretación o el sistema legal.

Reconocerá los límites de su competencia y las limitaciones de sus técnicas.


Procediendo con la necesaria cautela a la hora de ofrecer predicciones. Expresando
claramente sus recomendaciones o calificaciones, justificando en qué medida están
soportadas por el estado actual de la teoría e investigación psicológica.

Se conducirá con independencia y autonomía profesional. No se prestará a situaciones


confusas en las que su papel y función sean equívocos o ambiguos.

Su prestación de servicios a la Administración de Justicia, no lo exime muy al


contrario, de la consideración, respeto y atención a las personas que puedan entrar en
conflicto con la Institución.

Evitará la manipulación de las personas y tenderá hacia el logro de su desarrollo y


autonomía.

Concertando los puntos reseñados, queda suficientemente apuntalado el marco ético


que hemos de abanderar los psicólogos.

No por ello vamos a obviar una tesitura en la que ocasionalmente podría encontrarse
el psicólogo cual es el secreto profesional, en contradicción con el mandato legal
(artículo 338 bis, Código Penal; artículo 259 ss., Ley Enjuiciamiento Criminal;
artículo 20.l., Constitución Española) por el que toda persona conocedora de la
comisión de un delito estará obligada a denunciarlo.
Haciendo abstracción de la confidencialidad que a nuestra intervención le es
inherente, nuestra misión se ciñe a dar respuesta a la demanda que se nos efectúa, en
ese sentido hacer del informe una declaración, sería una sinrazón de las garantías
procesales.

Como última intervención, el psicólogo podrá ser citado para ratificar el informe, una
vez entregado su dictamen, en este acto aprueba o confirma dando por valedero y
cierto el contenido del mismo.

La Ley confiere a las partes plantear cuestiones, pedir aclaraciones o ampliaciones. En


la discusión libre de las conclusiones del informe se rescata el principio de
contradicción.

Psicológicamente dá la posibilidad de dar a ese momento un contenido devolutivo, lo


cual no excluye una entrevista con tal fin cuando así se estime, pues el sujeto de un
informe psicológico tiene derecho a conocer el contenido del mismo, aunque la
solicitud de su realización haya sido hecha por otras personas. Item más el abogado
siempre tendrá acceso al expediente de su defendido, no así a encontrarse físicamente
presente en el momento de exploración psicológica del encausado.

El acto de la ratificación, que ha sido llamado «degolladero de vacas sagradas», donde


«se plantea una estrategia de descrédito del experto», nos responsabiliza de cada
afirmación contenida en el informe, nos impele a cuestionamos los métodos e
instrumentos utilizados, interpelándonos sobre el conocimiento de cada caso en
particular y nos aleja de los informes «tipo». Todo ello nos obliga a «mantenernos en
buena forma» (como peritos de nuestra ciencia, seremos conocedores de sus avances).

Pues como ha dicho algún autor, para ir a ratificarse, «habría que prepararse como si
uno fuera a ser interrogado por un abogado inteligente, licenciado en psicología y que
además, gusta de un lenguaje inteligible».

Es necesario que el psicólogo se muestre creíble en la ratificación de otra forma todo


lo reseñable del informe quedará como «borrado».

Para actuar correctamente en la ratificación se precisa, cualificación y honestidad, su


aprendizaje conlleva «role-playing», así como asistencia y seguimiento a procesos
judiciales completos.

La ratificación coadyuda a elevar informes lo más objetivos posibles, limitando tanto


las inferencias como las predicciones conductuales y evitando plasmar aspectos
dudosos y no resueltos, ciñéndonos a conclusiones que se justifiquen «en base a
conceptos válidos o datos empíricos sólidos.
Para terminar, confluiremos en que la psicología constituye un precioso e
indispensable auxiliar de la ética, pues mientras ésta nos dice como debe comportarse
el hombre, la psicología nos dice como se comporta efectivamente.

El psicólogo que trabaja en la Admón. de Justicia ha de tomar a su cargo la realidad,


de forma responsable, abordando el conflicto, estudiando los por qués individuales y
colectivos de nuestros comportamientos, civilizando y humanizando el proceso
judicial y la dogmática del Derecho.

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