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PROGRAMA No.

080

MATEO

Capítulo 13:33 - 52

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el Nuevo Testamento. Nos corresponde
hoy estudiar la parábola de la levadura, al continuar nuestra consideración del capítulo 13 del
evangelio según San Mateo. El versículo 33 de este capítulo 13, dice:

33
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una
mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado. (Mat. 13:33)

Esta es la parábola clave de este capítulo. Para clarificación, el Evangelio de Mateo es el


libro clave de la Biblia. El capítulo 13 de este evangelio de San Mateo, es el capítulo clave de
este evangelio y el versículo 33, se puede considerar como el versículo clave de este capítulo 13.
Lo que en realidad tenemos aquí es el versículo clave de la Biblia. Este versículo revela la
condición de la cristiandad, o de la religión organizada hoy en día.

La levadura no es el Evangelio, sino un símbolo de la maldad. La levadura nunca significa


algo bueno según el simbolismo bíblico. La palabra “levadura” ocurre alrededor de 98 veces en
la Biblia - cerca de 75 veces en el Antiguo Testamento, y unas 23 veces en el Nuevo Testamento.
Es siempre usada en un sentido malo. Usted, amigo oyente, puede verificarlo en Exodo 12:15 y
Mateo 16:6,12.

Lightfoot, el gran erudito, escribió: “Por lo común los escribas rabínicos usaban levadura
como un símbolo de maldad”. La levadura, por eso, no es el Evangelio. La harina sí es el
Evangelio, la que se hace del grano de trigo y es un cuadro de la Palabra de Dios. Una mujer
viene y esconde la levadura en la harina. Ahora, esperamos que las damas que nos escuchan, nos
perdonen, pero la verdad es que la palabra “mujer”, en el sentido doctrinal en las Escrituras

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también es siempre usada como un símbolo de maldad. Por ejemplo, en Apocalipsis 2:20,
leemos: Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice
profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.

Cuando una mujer llega a esa posición, llega a ser un principio de maldad. Aquí en el
capítulo 13 del evangelio según San Mateo, tenemos una mujer escondiendo la levadura en la
harina. Si esta fuera el Evangelio, entonces, ¿por qué habría de esconderla? El Evangelio debe
ser voceado desde las azoteas. Debemos publicar las nuevas alegres. Aquí la mujer se encuentra
fuera de lugar oficial y teológicamente. Esta parábola enseña cómo la maldad y el error habían
de trabajar dentro de la cristiandad.

La levadura está escondida en la harina, la cual es la Palabra de Dios. Hoy en día


encontramos que ninguna secta, ni ningún “ismo” ignora la Biblia. Los adoradores del diablo y
los devotos de los demonios usan la Biblia. Esconden la levadura en tres medidas de harina. La
levadura es un símbolo de la corrupción. Cuando usted agrega levadura al pan, causa que el pan
crezca, y el resultado es que tiene buen gusto. Esta es la razón por la cual muchísimas personas
hallan un buen gusto en algunas de las sectas falsas. El pan ázimo de la cristiandad no tiene
gusto para ellos.

Cuando una dama hornea bizcochos, ella agrega la levadura a la masa y luego la pone en la
cocina donde pronto comienza a crecer. Ahora, si alguien entra corriendo a la cocina, de seguro
que la dama hasta le hace callar. Ella no quiere que sus bizcochos se le aplanen. Cuando los
bizcochos llegan a cierta altura, entonces los mete dentro del horno, porque si no los mete en el
horno, pues se dañan y ella tiene entonces una mezcla de algo bastante indeseable. Pero, si los
mete en el horno, precisamente en el momento debido y los hornea, salen entonces sabrosísimos.
Amigo oyente, la levadura no es el evangelio. La levadura es un símbolo de maldad; no nos
olvidemos de esto. Leamos ahora los versículos 34 y 35 de Mateo, capítulo 13:

34
Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
35
para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi
boca; Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo. (Mat. 13:34-35)

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El Señor nos está dando una verdad que es enteramente nueva. Las cosas que ahora revela
por parábolas nunca han sido reveladas de esta manera en el Antiguo Testamento. Prosigamos
ahora con el versículo 36:

36
Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus
discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. (Mat. 13:36)

Jesús ha mandado a la multitud a que se aparte y se ha reunido junto con los discípulos. Les
va a interpretar la parábola de la cizaña. Ya la hemos repasado, pero vamos a ver con cuánta
exactitud la hemos interpretado. Leamos seguidamente los versículos 37 al 40 de Mateo,
capítulo 13:

37
Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38
El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los
hijos del malo. 39El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los
segadores son los ángeles. 40De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en
el fuego, así será en el fin de este siglo. (Mat. 13:37-40)

Tenemos aquí un cuadro del día de hoy, tan exacto como nos es posible tener. Es un cuadro
de la cristiandad hoy en día, y no de la iglesia. El Señor sigue revelando nuevas verdades.
Ahora, en los versículos 41 al 43, prosigue Jesús explicando esta parábola:

41
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que
sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42y los echarán en el horno de fuego;
allí será el lloro y el crujir de dientes. 43Entonces los justos resplandecerán como el sol
en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. (Mat. 13:41-43)

Estas palabras de la Escritura tan duras, procedieron de los dulces labios de nuestro
maravilloso Señor. Aún durante el milenio habrá maldad, pero será quitada. Consideremos
ahora la parábola del tesoro escondido en un campo. El versículo 44, dice:

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44
Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el
cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que
tiene, y compra aquel campo. (Mat. 13:44)

El tesoro aquí, es Israel. El campo, es el mundo. El hombre aquí es el Hijo del Hombre, el
cual se dio para redimir a la nación de Israel. Usted puede referirse también a Zacarías, capítulo
13, versículo 1, donde leemos: En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de
David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.
Aquí no se trata de un pecador que compra el evangelio, porque el evangelio no se esconde en un
campo. Israel, sin embargo, está actualmente enterrada en el mundo hoy. Alguien dirá: “Bueno,
Israel es una nación ahora mismo”. Eso es verdad, pero sólo parcial, porque sólo consiste en las
tribus de reinado de Judá, y aun tiene muchos conflictos. No podrá gozar de la tierra hasta
cuando la reciba del mismo Señor Jesucristo.

En un diario de aquella tierra que describía cierta convención, salió la foto de cierto científico
y detrás de él, había un letrero escrito en inglés y hebreo que, decía: “La ciencia nos dará la paz
en esta tierra”. Amigo oyente, la ciencia no les dará la paz ni a ellos ni a nadie en toda la tierra.
Sólo el Príncipe de Paz, puede dar la paz. Israel está enterrada como una nación en todo el
mundo. El número más grande de judíos, no se encuentra en Israel, sino en Nueva York.
Muchos otros están esparcidos en todo el mundo, pero Dios no ha terminado Su trato con ellos.
Escuche usted lo que Dios dijo por medio del Apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, capítulo
11, versículos 1 y 2: Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque
también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha
desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció.

Ahora, Pablo creía que el Señor no había acabado con Israel. Zacarías, uno de los últimos
escritores del Antiguo Testamento, escribió que vendría un nuevo día para Israel. En el versículo
10 del capítulo 12 de Zacarías, leemos: Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los
moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y
llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el
primogénito.
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El profeta Jeremías también habla acerca de lo que Dios piensa hacer con Israel. En Jeremías
capítulo 29, versículo 14, encontramos estas palabras: Y seré hallado por vosotros, dice Jehová,
y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares
adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.

Y en el libro de los Salmos, el Salmo 107, versículo 3, dice: Y los ha congregado de las
tierras, Del oriente y del occidente, Del norte y del sur.

Este tiempo todavía no ha llegado, pero cuando Dios reúna a Israel de toda la tierra, ni aún se
olvidará de la Pascua, la fiesta religiosa recordada por un tiempo más largo que cualquiera otra
en la historia. Dios no ha concluido su trato con la nación de Israel, y esta parábola lo explica
con toda claridad. Dios la ha comprado con Su sangre, asimismo como compró la salvación suya
y la mía, amigo oyente. Habrá un día, como dijo Zacarías, cuando aquel manantial será abierto
para la casa de David. Leamos una vez más Zacarías, capítulo 13, versículo 1: En aquel tiempo
habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la
purificación del pecado y de la inmundicia.

Y llegamos ahora a la parábola de la perla de gran precio. Leamos los versículos 45 y 46 de


este capítulo 13 del evangelio según San Mateo:

45
También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
46
que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
(Mat. 13:45-46)

La interpretación popular de esta parábola dice que el pecador es el mercader, y que la perla
de gran precio es Cristo. El pecador vende todo lo que tiene para comprar a Cristo.

Ahora, nosotros no podemos aceptar esta interpretación y la hemos descartado como que no
es digna de ninguna consideración pensativa. En primer lugar, ¿quién busca las buenas perlas?
¿Buscan los pecadores la salvación? Nuestra Biblia no dice así, ni ha sido aquella nuestra
experiencia. Los pecadores no están buscando la salvación. El mercader no puede ser el pecador

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porque no tiene nada con qué pagar. El pecador no busca a Cristo, y si lo estuviera buscando,
¿cómo pagaría? El pecador está muerto en delitos y pecados, y no tiene nada que vender.
Considere usted también el hecho de que ni Cristo ni la salvación están para la venta. La
salvación es una dádiva; así lo dice el Apóstol Juan, en el capítulo 3, de su evangelio, versículo
16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

La interpretación correcta de esta parábola revela a Cristo como el mercader. Dejó Su hogar
celestial en la gloria y vino a esta tierra para hallar una perla de gran precio. Halló a los
pecadores perdidos, y murió por ellos derramando Su sangre preciosa. Vendió todo lo que tenía
para comprarnos y para redimirnos para Dios. Pablo dijo esto a los Corintios en su segunda
carta, capítulo 8, versículo 9: Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por
amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis
enriquecidos.

La perla de gran precio es la iglesia. Ahora, la perla no es una piedra preciosa como el
diamante. Es formada por un organismo viviente. Una pequeña partícula de arena penetra en la
concha de un animalito del mar. Esta partícula daña o hiere el organismo, el cual responde
emitiendo una excreción que cubre la materia extraña. Este fluido va endureciéndose hasta
cuando llega a ser una bella perla blanca. No se forma un rubí, ni una esmeralda, sino una perla.
Una perla sólo tiene valor mientras está intacta, pero en el momento de partirla, pierde todo su
valor.

Entre los israelitas, la perla nunca se consideraba como de mucho valor. Hay algunos pasajes
bíblicos que nos dan esta impresión, pero uno de los más sobresalientes está en Job, capítulo 28,
versículos 12 al 18. Estos versículos ponen poco valor a las perlas y al coral, en cambio ponen
muchísimo valor a las piedras preciosas. Cuando Cristo mencionó las buenas perlas, Sus
Apóstoles se preguntaron por qué, porque éstas tenían valor solamente para los gentiles. Los
orientales habían dado a las perlas un significado simbólico de inocencia y de pureza, y las
consideraban apropiadas sólo para los reyes y potentados. Con esta información en la mente,
vamos entonces a considerar una vez más esta parábola.
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Cristo vino a esta tierra. Él fue el mercader. Vino al hombre en pecado, y llevó Él, el pecado
del hombre en Su propio cuerpo. La materia extraña del pecado se metió en Él. Fue hecho
pecado por nosotros. Isaías dice en su libro, capítulo 53, versículo 5: Mas él herido fue por
nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por
su llaga fuimos nosotros curados.

Alguien lo ha expresado así: “Me metí en el corazón de Cristo por una herida de lanza”. La
respuesta del Señor Jesús al pecador fue de rodearlo de su manto blanco de justicia, e
introducirlo en la iglesia. La formación de la perla – la iglesia – es la respuesta del organismo
(Cristo) a la materia extraña (el pecado). Cristo nos emblanquece, purifica nuestras impurezas.
Así lo declara Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 10, donde dice: Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano
para que anduviésemos en ellas.

Cristo ve a la iglesia como algún día será presentada a Él sin mancha y sin contaminación.
Vendió todo lo que tenía para ganar a la iglesia. Juan, escribiendo su primera epístola en el
capítulo 3, versículo 2, dice: Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo
que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es.

El libro del Apocalipsis nos dice que la Nueva Jerusalén será el hogar de la iglesia. Las
puertas que rodean la ciudad serán de perlas. Esto no es ningún accidente, amigo oyente. Cristo
es el mercader y pagó todo lo que tuvo para comprar su redención y la mía. Hizo todo esto para
hacer de la iglesia un cuerpo presentable a Dios. La iglesia es diferente a cualquier otra joya
preciosa. Y ahora, veamos la parábola de la red echada en el mar. Leamos los versículos 47 al
50 de este capítulo 13 de Mateo:

47
Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge
de toda clase de peces; 48y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo
bueno en cestas, y lo malo echan fuera. 49Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y

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apartarán a los malos de entre los justos, 50y los echarán en el horno de fuego; allí será
el lloro y el crujir de dientes. (Mat. 13:47-50)

En esta parábola, la red es el Evangelio. El mar es el mundo. Hay peces buenos y malos en
la red. Es necesario separarlos. Ahora, permítanos decir una vez más, amigo oyente, que la red
no es la iglesia.

Este pasaje bíblico habla del fin del siglo. Una mejor traducción sería el fin de la edad. La
Biblia no enseña el fin del siglo, sino el fin del tiempo y el principio de la eternidad. Al fin de
esta edad, el Señor vendrá y establecerá Su reino, y aclara sin lugar a dudas que será una cosa
terrible estar entre los perdidos.

Un hombre de ciencia escribió una vez una ponencia científica en la cual presentaba ciertas
evidencias científicas sobre algunos temas en diferentes campos. La ciencia no está segura de los
efectos que pueda tener una explosión atómica, la guerra bacteriológica, la píldora, ni de muchas
otras cosas. Uno de los científicos decía en conclusión: “Puede que usted no sepa si hay o no un
cielo o un infierno; pero tendrá que asegurarse de ir al cielo, porque si se equivoca, se hallará en
muchos apuros”. Amigo oyente, el Señor nos advierte esto también. Este pasaje expresa con
claridad que algunas personas serán salvas y que por otra parte, hay quienes se perderán. ¿Cuál
es su posición hoy en día, amigo oyente? Es cosa muy común en nuestros días ser una persona
afable. Si alguien niega que hay tal lugar como el infierno, no le consideran un ser raro. Pero,
escuche, amigo oyente, usted quizá no sabe nada en cuanto al infierno; usted dirá: “Bueno, y
usted tampoco sabe nada del infierno”. Pero, lo que sea, amigo oyente, lo sé porque se encuentra
en la Biblia. Y siendo que este libro ha tenido tanta exactitud en nuestra vida, y hemos
comprobado personalmente que es verdad, damos entonces por sentado, de que lo que dice en
cuanto al infierno, es la verdad. Andamos sobre la afirmación de que el infierno es una realidad.
Amigo oyente, si le dijeran que pasaría por su pueblo un huracán, ¿sería usted como el hombre
que dice: “Bueno, me arriesgaré?” Sería desastroso si usted se equivocara, amigo oyente. El
Señor trata de decirnos en la parábola de la red echada en el mar, que no debemos arriesgarnos.
Por eso le exhortamos a que ponga ahora mismo su confianza en el Señor.

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Y aquí llegamos a la parábola del padre de familia. Hay algunas personas que llaman a este
versículo una parábola y hay quienes no lo consideran una parábola. Sin embargo, el contenido
de este versículo tiene un mensaje importante para nosotros. Leamos entonces, el versículo 52 de
este capítulo 13 de Mateo:

52
El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un
padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. (Mat. 13:52)

Este es un versículo muy personal, especialmente para los profesores e intérpretes de la


Palabra de Dios que tienen que presentar tanto las viejas como las nuevas verdades de Sus
preciosas páginas. Las antiguas verdades del Antiguo Testamento que han sido atesoradas por
mucho tiempo, y también las nuevas verdades tales como las reveladas en estas parábolas, deben
ser enseñadas y compartidas con otros. Este es nuestro trabajo hoy en día. Y aquí nos detenemos
por hoy. Concluiremos el estudio del capítulo 13 del evangelio según San Mateo, en nuestro
próximo programa y le invitamos a que vuelva a escucharnos. Será, pues, hasta entonces, es
nuestra oración ¡que el Señor le bendiga en gran manera!

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