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PROGRAMA No. 0128

ÉXODO

Capítulos 38:8 - 40:38

Continuamos hoy, amigo oyente, estudiando el capítulo 38 del libro de Éxodo. Vamos a
proseguir nuestro estudio con el versículo 8. Leamos:

8
También hizo la fuente de bronce y su base de bronce, de los espejos de las mujeres
que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. (Ex. 38:8)

Los espejos de los cuales se habla aquí eran hechos de bronce muy pulido y brillante. En
realidad, las mujeres no han cambiado nada. También acostumbraban llevar espejos en aquel
entonces. La fuente era hecha de estos espejos. Y el espejo, amigo oyente, representa la Palabra
de Dios. Es la Biblia que enseña al creyente su necesidad de limpieza. Y la fuente estaba allí
precisamente con ese propósito, para el lavamiento. Tenemos lo mismo hoy en día en nuestros
cuartos de baño. Hay un espejo, y bajo el espejo está el lavamanos. El espejo no hace
desaparecer el polvo, y la Ley no nos puede salvar del pecado. Se puede frotar al espejo todo lo
que se quiera, y todavía está el polvo allí. Pero hay un precioso manantial de sangre de
Emmanuel, que purifica a cada cual que se sumerge en él. Leamos ahora, los versículos 9 al 11
de este capítulo 38 de Éxodo:

9
Hizo asimismo el atrio; del lado sur, al mediodía, las cortinas del atrio eran de cien
codos, de lino torcido. 10Sus columnas eran veinte, con sus veinte basas de bronce; los
capiteles de las columnas y sus molduras, de plata. 11Y del lado norte cortinas de cien
codos; sus columnas, veinte, con sus veinte basas de bronce; los capiteles de las
columnas y sus molduras, de plata. (Ex. 38:9-11)

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El lino torcido habla de la humanidad de Cristo, y realmente separó al hombre de Dios. Un
supuesto dirigente cristiano escribió en cierta ocasión un artículo en el cual decía que todo lo que
era necesario para lograr la paz en el mundo era seguir las enseñanzas de Jesús, aun negando la
deidad de Cristo. Bueno, eso no es verdad. No puede haber ninguna paz para el hombre aparte
de la sangre derramada por Cristo Jesús. Aquel cerco de lino torcido impedía la entrada hacía
Dios. Amigo oyente, no es la vida de Cristo la que nos salva. Es la muerte de Cristo la que nos
salva. Cuando hay predicadores que afirman falsamente ser ortodoxos y que dan un mensaje
como ese, no es extraño que haya tanta confusión en el mundo hoy en día.

La Palabra de Dios es como un libro en cuadros. Si usted simplemente mira los cuadros y lee
Su Palabra, puede entender que ni la vida ni las enseñanzas de Jesucristo le pueden salvar. En
primer lugar, usted ni se aproxima al nivel de la vida ni de las enseñanzas de Jesucristo. Es una
tontería parlotear ese tipo de enseñanza. Esto ha sido predicado excesivamente por el
modernismo ya por muchos años y ha causado que nos encontremos en tantos apuros hoy en día.
Ya es hora que alguien hable claro en cuanto a esto. Las enseñanzas de Cristo no pueden salvar a
nadie, amigo oyente. La muerte de Cristo en la cruz del calvario y Su resurrección es lo que
puede salvar al pecador.

Las basas del tabernáculo propiamente dicho eran de plata, pero las basas del cerco eran de
bronce. El bronce, como ya hemos visto, es un metal que representa el juicio. Una descripción
de Cristo en Apocalipsis 2:18, dice que tenía sus pies semejantes al bronce bruñido. Esto nos
dice que la cuestión del pecado debe ser juzgada. El hombre debe reconocer que es pecador y
acudir a Dios mediante Cristo.

Sin embargo, los capiteles de las columnas y las molduras eran de plata, y la plata es el metal
que significa la redención. El cerco del atrio impedía la entrada al hombre, pero Dios hizo un
camino para que pudiera entrar. Encontró una manera de juzgar el pecado y proveyó una
redención para el hombre para que pudiera ser vestido de la justicia de Cristo. ¡Qué cuadro!
Usted puede mirar el tabernáculo y recibir el Evangelio. Dios nos lo ha dado en forma de cuadro.

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Ahora, había una entrada al atrio. El hombre no escalaba el cerco. Tenía que pasar por la
entrada. El versículo 18 dice:

18
La cortina de la entrada del atrio era de obra de recamador, de azul, púrpura,
carmesí y lino torcido; era de veinte codos de longitud, y su anchura, o sea su altura,
era de cinco codos, lo mismo que las cortinas del atrio. (Ex. 38:18)

Todo el material y el color habla de la Persona de Cristo. Ya hemos estudiado esto, pero no
sería malo repetirlo. El azul habla del hecho de que Él vino del Cielo como deidad. El carmesí
habla de Su humanidad y la sangre que derramó por todos los hombres. El azul y el carmesí
combinados hacen una púrpura que habla de Su majestad. Él nació Rey de los judíos.

Ahora, la entrada era tan alta como el cerco. Este cerco era de dos metros y medio de altura y
sería difícil aun para un jugador de baloncesto mirar por encima. No se podía pasar al atrio sino
solamente por medio de esta entrada. Era una entrada ancha, lo suficientemente ancha como para
dar entrada a cualquier pecador; pero era el único camino por el cual uno podía entrar. Cristo ha
dicho que Él es el Camino, la Verdad, y la Vida, y que nadie viene al Padre sino únicamente por
medio de Él. (Jn. 14:6). Bueno, la entrada al atrio era el camino.

Cristo también dijo que si se va a adorar a Dios, hay que adorarle en Espíritu y en verdad.
Ahora, no es que queramos ser duros, pero la verdad es que usted, amigo oyente, no adora a Dios
en una iglesia modernista. Debe adorarle en verdad. No le es posible negar la deidad de Cristo
ni el hecho de que Él murió por usted, y a la vez adorarle. Lo que hace en verdad es insultar a
Dios. Sería mucho mejor que muchos de los “llamados cristianos” no asistieran a ninguna
iglesia. Su propia condición no es buena, tampoco lo es la de la iglesia a la cual asisten e
insultan al Señor Jesucristo.

Ahora, permítanos dirigir su atención a la pregunta en cuanto al israelita individual. La


nación de Israel es llamada “hijo”. Dios nunca llamó al individuo “hijo”. La pregunta se hacía, y
todavía se hace hoy: “¿Quién es judío? ¿Es judío uno que ha nacido judío? O, ¿le hace judío su
religión?” En el Antiguo Testamento le era necesario ser nacido así para poder ser judío. Ahora,

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Dios ha dado una provisión para que todos puedan ser redimidos, sean judíos o no, lo que
significa que cada individuo debe renacer. Veamos ahora, el costo del tabernáculo. Leamos los
versículos 25 y 26 de Éxodo 38:

25
Y la plata de los empadronados de la congregación fue cien talentos y mil setecientos
setenta y cinco siclos, según el siclo del santuario; 26medio siclo por cabeza, según el
siclo del santuario; a todos los que pasaron por el censo, de edad de veinte años arriba,
que fueron seiscientos tres mil quinientos cincuenta. (Ex. 38:25-26)

Estas son las medidas y no le podemos decir qué significan, pero no es importante que lo
sepamos. Lo importante es el mensaje espiritual. Los judíos trajeron plata porque era el metal de
la redención. Cada israelita tenía que ser redimido para ser aceptado. Nosotros hemos sido
redimidos con la sangre preciosa de Cristo, la cual es más preciosa que la plata o el oro. Ahora,
bien, cada individuo israelita no era salvo. Sólo un remanente de la nación fue salvo; de la
misma manera no todos los miembros de las iglesias hoy en día son salvos. Solamente unos
pocos se salvan.

Un hombre rico miembro de una iglesia confesó que por muchísimo tiempo él y su esposa
habían estado jugando a la iglesia. Dijo él: “Nos sentamos con los otros hipócritas; ninguno de
nosotros éramos renacidos, simplemente fingíamos ser cristianos. Antes de la puesta del sol nos
emborrachábamos”. Y, amigo oyente, muchos viven así como este hombre vivía. Pero Dios nos
dice que tenemos que ser redimidos para ser aceptables delante de Él. Leamos ahora, el versículo
27 de Éxodo capítulo 38:

27
Hubo además cien talentos de plata para fundir las basas del santuario y las basas
del velo; en cien basas, cien talentos, a talento por basa. (Ex. 38:27)

Las basas fueron hechas del dinero de redención. Aquí es donde el tabernáculo propiamente
dicho fue puesto. Se apoyaba sobre plata. Se apoyaba sobre la redención. Y cada individuo
tendrá que aceptar personalmente la redención que hay en Cristo Jesús. Usted, amigo oyente,
tiene que pagar el precio de la redención. Ahora, ¿cuál es el precio? Para usted la única

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condición es que debe tener sed. ¿Quisiera usted beber el agua de la vida? Es gratis. La
salvación es gratis, pero no es barata. Le costó a Dios todo. Dio al mundo Su Hijo Único para
morir en la cruz y pagar así el precio de nuestra redención. Somos redimidos por la sangre de
Cristo.

En el desierto la redención fue impuesta a la nación de Israel, pero al entrar ellos en la tierra,
si querían ser contados con los redimidos, tenían que pagar el precio de la redención. Gracias a
Dios que ya ha sido pagado el precio por nosotros. No cuesta ningún dinero. No tiene ningún
precio, pero usted debe tener sed de ella. Amigo oyente, ¿quiere usted ser salvo? ¿Reconoce
usted que le falta algo y que es pecador? Entonces, venga. El precio ya ha sido pagado. Cristo
ya ha derramado Su preciosa sangre por usted. Le permite venir a Dios y ser aceptado por Él,
mediante Cristo. Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 38 del libro de Éxodo.

Nos encontramos ahora, en el capítulo 39. En este capítulo veremos las vestiduras del
ministerio y los ornamentos del Sumo Sacerdote. El Efod; el Pectoral; el manto y la túnica; la
Mitra, etc. Todo esto es visto y aprobado por Moisés. Aarón era el Sumo Sacerdote y todas las
vestiduras que él llevaba hablaban de la Persona de Cristo. Ya nos han dado el modelo para estas
vestiduras. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 39 de Éxodo:

1
Del azul, púrpura y carmesí hicieron las vestiduras del ministerio para ministrar en el
santuario, y asimismo hicieron las vestiduras sagradas para Aarón, como Jehová lo
2
había mandado a Moisés. Hizo también el efod de oro, de azul, púrpura, carmesí y
lino torcido. (Ex. 39:1-2)

Estas vestiduras son llamadas sagradas; estaban tejidas de un modo bastante raro. Ninguna
de las vestiduras del sumo sacerdote era ordinaria, o simple. En este capítulo también son
llamadas “vestiduras de gloria de hermosura”. Se le da gran énfasis a la Mitra que Aarón llevaba
en su cabeza con la inscripción “Santidad a Jehová”.

Fundamentalmente se vistió Aarón de la misma ropa que los otros sacerdotes llevaban.
Llevaba una vestidura de lino blanco sobre algo como pantalones porque su desnudez no debía

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ser revelada, aunque al parecer servían descalzos en el tabernáculo. En el gran día de la
expiación cuando Aarón llevaba la sangre al Lugar Santísimo, ponía a un lado todas sus
vestiduras de hermosura y de gloria y llevaba solo las vestiduras simples de afuera.

El lino blanco que llevaban los sacerdotes habla de justicia. Y el profeta Isaías, nos dice en
su profecía, capítulo 52, versículo 11: Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis cosa
inmunda; salid de en medio de ella; purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová. Dios
todavía dice esto. No creemos que Dios use a un predicador pecaminoso, ni a un maestro
pecador, ni a un laico que peca, no importa lo brillante o talentoso que sea. No hacen nada para
Dios, porque Él no aceptará su obra. Están edificando con madera, heno y hojarasca. Debemos
ser vestidos de la justicia de Cristo, y luego vivir una vida que apoye eso. Esta es la lección que
nos enseñan estas vestiduras básicas.

Es interesante notar que cuando Aarón entraba en el Lugar Santísimo para ofrecer el
sacrificio por el pecado del pueblo, ponía a un lado sus vestiduras de gloria y de hermosura.
Cuando el Señor Jesús vino a la tierra, Él no puso a un lado Su deidad, pero sí desechó las
vestiduras de gloria y de hermosura. Puso a un lado Sus prerrogativas como Dios. Hizo a un
lado la gloria “Shekinah”, y vino a la tierra como un ser humano; nació un bebé. Y el hombre no
está buscando un bebé, sino un Rey. Luego, se ofreció como sacrificio por el pecado. Murió en
Su humanidad. Dios no murió en una cruz, y aquellos que creen que Dios murió, nos gustaría
preguntarles: “¿Qué significa la muerte?”

Cuando Jesucristo murió en la cruz, quedó separado de Dios, eso es verdad. Hubo un
rompimiento en la Deidad, eso es seguro, cuando Cristo fue hecho pecado por nosotros, el que no
conoció pecado. Pero, aun en ese momento Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación. Esto es lo que expresa el Apóstol Pablo en su segunda carta a los
Corintios, capítulo 5, versículo 19. Este es un misterio, amigo oyente, y no podemos penetrarlo
aunque hay muchos teólogos que han escrito mucho en cuanto a esto, pero tampoco ellos han
podido penetrar este asunto.

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Estas vestiduras de hermosura y de gloria realmente eran bellas. El sumo sacerdote era
brillante y lleno de colorido, algo así como lo es la especie masculina del mundo de los pájaros.
Llevaba el Efod que tenía dos piedras, una en cada hombro, con seis de los nombres de las tribus
en una piedra y seis en la otra. Eso hablaba de la fuerza y habilidad o capacidad de nuestro
Señor. Cuando una oveja se pierde, nuestro gran Salvador la busca, la pone en Sus hombros y la
trae de nuevo al redil. ¡Gracias a Dios que tenemos a un Salvador que nos puede poner en Sus
hombros y traernos sin peligro al redil! Hebreos 7:25 dice que: “. . .puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios. . .”

El sumo sacerdote también llevaba un Pectoral que era como un chaleco. Tenía doce piedras
preciosas y así era una cosa de gran belleza. Al parecer, tenía también un tipo de bolsillo donde
ponían el Urim y el Tumim. El Urim y el Tumim tenían algo que ver con la predicción del
futuro. La Biblia no nos dice cómo funcionaban. Estas piedras bellas en el Pectoral hablan del
hecho de que Cristo nos lleva hoy día en Su corazón. Nos ama. Juan 3:16, nos dice: Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Estas piedras describen Su gran amor por nosotros.

Ahora, en el manto del Efod estaban las campanillas de oro y las granadas para que cuando el
sumo sacerdote estuviese sirviendo se pudiera oír sonar las campanillas cuando entraba en el
Lugar Santo. La granada habla de la vida fructífera del creyente. Las campanillas hablan del
testimonio de esa vida. Cuando el sacerdote estaba en el Lugar Santo, los israelitas podían decir:
“Bueno, está allí en el lugar de adoración sirviendo por nosotros. Sabemos que está allí porque
podemos oír sonar las campanillas”. Eso debe atraernos a la persona de Cristo, amigo oyente,
pero francamente no oímos sonar muchas campanillas los domingos por la mañana.

Cuando una persona puede llegar a la presencia de Cristo por medio de la predicación de la
Palabra de Dios, entonces podemos decir que ha sonado la campanilla. Amigo oyente, si alguna
actividad cristiana no le permite a usted oír las campanillas de vez en cuando, debe entonces
involucrarse en otra actividad cristiana. Ahora, a veces uno cree que oye sonar las campanillas
cuando en realidad no suenan. Eso es la cosa más mala que puede sucederle a uno en todo el
mundo. Escuchar las campanillas del sumo sacerdote era una experiencia maravillosa. ¡Qué
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cuadro dan las vestiduras del sacerdote! La Mitra en su cabeza decía “Santidad a Jehová”. Esto
habla de la santidad y tiene que ver con la vida interior. Pero lo importante es que significa que
el sumo sacerdote se ha entregado completamente a la obra del ministerio. “Santo” significa
cualquier cosa que se ha separado para el uso de Dios. Ahora, quisiéramos decir algo
especialmente a los predicadores. Hay muchísimas personas que quieren que el predicador haga
de todo lo que hay debajo del sol. Quieren que sea sociable, que les dé palmaditas y que hasta
sirva de niñera, tanto como de predicador. No es extraño entonces, que haya muchos
predicadores que sufren de una crisis nerviosa. Muchos predicadores no son nada menos que
nodrizas, para una congregación de bebés en Cristo. Al predicador que se pare en el púlpito hoy
en día, le debe ser posible llevar la Mitra “Santidad a Jehová”, eso es. Debe tener tiempo para
preparar un mensaje, debe tener tiempo para pasar tiempo en la oración. Es sorprendente que
sean tantos los que confían al predicador que salga los sábados en la noche. Aquel día debe ser
su día para meditar y prepararse.

Una vez un anciano dijo a un predicador: “Le agradezco cuando viene a visitarme, pero
déjeme decirle lo que me gustaría que usted hiciera. Me gustaría que pasara el tiempo
preparando un mensaje, en lugar de visitarme. Mis negocios son difíciles para mí hoy en día y
me canso y a veces estoy muy desalentado. Cuando yo llego a la iglesia los domingos, quiero
escuchar algo que venga de Dios. Necesito ayuda y espero que usted pase el sábado
preparándose para que yo pueda escuchar algo del cielo, los domingos por la mañana y por la
noche.

Amigo oyente, creemos que este hombre tenía derecho de decir eso. Amigo oyente,
necesitamos reconocer el hecho de que los predicadores deben llevar la Mitra. Sin ella, nuestro
ministerio para el Señor no será eficaz. Y así amigo oyente, concluye nuestro estudio del
capítulo 39 de Éxodo.

Y entramos ahora al capítulo final, el capítulo 40. En este capítulo Dios manda a levantar y a
ungir el tabernáculo. Aarón y sus hijos deben ser santificados y una nube cubre el tabernáculo.
En este capítulo se está levantando el tabernáculo. Queremos considerar una sola cosa, porque
ya hemos considerado el mobiliario y las vestiduras del sacerdote. Cuando Moisés mandó
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levantar el tabernáculo en el campamento de Israel, algo asombroso sucedió. Leamos los
versículos 34 al 38 de este capítulo 40 de Éxodo:

34
Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el
tabernáculo. 35Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube
36
estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba. Y cuando la nube se alzaba del
tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; 37pero si la nube no se
alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba. 38Porque la nube de Jehová
estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda
la casa de Israel, en todas sus jornadas. (Ex. 40:34-38)

Cuando el Apóstol Pablo trata de identificar a los israelitas en el libro de Romanos, él dice:
“¿Quienes son israelitas?” Una de las cosas que los puso aparte de las demás gentes era la gloria
“Shekinah”. Así lo dice Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 9, versículo 4: “. . .que son
israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y
las promesas”. Los israelitas fueron los únicos que disfrutaron de la gloria de Dios, es decir la
presencia visible de Dios. Ella los guiaba a través del desierto. La nube se elevaba en la mañana
si tenían que viajar en ese día. Si no se elevaba, los israelitas debían quedarse en el
campamento. No trataban de viajar en ese día. Nunca viajaban según su propia sabiduría ni
juicio. No votaban en cuanto a si debían viajar o no; y Moisés tampoco hacía la decisión. La
nube decidía el asunto.

A veces decimos en nuestras iglesias que Cristo es la Cabeza de la iglesia. ¿Qué le parece la
iglesia suya? ¿Es Cristo la Cabeza de su iglesia? ¿Estamos siguiendo la nube hoy en día, o
metemos a un hombre en la junta directiva de la iglesia por razón de que es buen negociante? Se
oye decir a las personas hoy: “Quiero hablar con mi pastor en cuanto a este problema. Quiero
decirle lo que debe hacer”. No somos peritos en aconsejar a las personas en cuanto a lo que
deban hacer. No podemos resolver los problemas maritales de todos. Existe una columna de
nube hoy en día, pero la mayoría no la ve. Es el Espíritu de Dios. Él debe ser quien nos guía
para que sepamos lo que sea la buena voluntad de Dios para nuestras vidas. ¡Cómo descuidamos
esto a veces! Siempre estamos acudiendo a algún humano, o a algo fuera de Dios para recibir
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ayuda. Necesitamos predicadores, maestros, y laicos que sean llenos del Espíritu de Dios.
Necesitamos los que le hagan caso a la Palabra de Dios y que quieran hacer la voluntad de Dios.
No hay una nube visible sobre la Iglesia hoy en día, pero el Espíritu de Dios quiere y puede
ayudarnos y guiarnos.

Y esto, amigo oyente, concluye nuestra serie de estudios en el libro de Éxodo. Principiamos
con la tenebrosidad de los ladrillares de Egipto, y terminamos con la presencia gloriosa del Señor
en el tabernáculo. Fue Su presencia lo que guiaba a los israelitas por el desierto. Y Dios quiere
librarle a usted, amigo oyente, de la tenebrosidad de la esclavitud del pecado y traerle a la gloria
de Su presencia y al mismo centro de Su voluntad donde Él puede guiarle. ¡Qué libro más
maravilloso es Éxodo! Dios nos guía de Egipto para traernos a una buena tierra.

Le aconsejamos, amigo oyente, para su propio beneficio espiritual, que lea una vez más todo
el libro de Éxodo. Y diríamos que el versículo clave de este libro se encuentra en el capítulo 20,
versículo 2, donde leemos: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de
servidumbre. Es nuestra oración que Dios haya sacado su alma de la esclavitud del pecado y le
haya trasladado al reino de Su amado Hijo Jesucristo.

Dios mediante, en nuestro próximo programa, retornaremos al Nuevo Testamento para dar
inicio al estudio del evangelio según San Marcos. Contamos como siempre con su fiel y amable
sintonía. Será, pues, hasta nuestro próximo programa, ¡que Dios le bendiga es nuestra ferviente
oración!

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