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Martes, 11 de septiembre de 2012

MAESTROS
Algunas definiciones relacionadas. La palabra “Maestro” proviene del latín
magis, mayor o más elevado, y stare, ubicarse o estar) y significa “el que está
parado más alto”, intelectualmente y por la experiencia, a los fines de transmitir
ese conocimiento o experiencia. Implica que las personas podrían valorarse por
esta condición.
Ser Maestro es además una vocación. "Vocación" es otro término latino y
proviene de "voz", pues es un llamado interior al dar y al hacer. Ahora bien, esta
vocación no es una orden que sale hacia fuera, pues no necesita emitirse para
cumplir su cometido. Esta “Voz” no es solo sonido, es un gruñir pero con
significancia. Nos distingue de la bestia. O mejor dicho, al ejercer la vocación de
maestros, por un momento de luz dejamos de ser la bestia agazapada en cada
uno de nosotros y nos hacemos más humanos.
“Enseñar” podría representarse por ese preciso instante, como en el de la
Ceremonia de las Velas, en que la inteligencia acumulada por miles de años de
enseñanzas improntadas de tradiciones y costumbres, más el infinitésimo que
nosotros podamos agregar, logramos encender la mente del otro. Aprender en
cambio, es incorporar a los hábitos y procederes la esencia de lo que recibimos de
nuestros maestros.
No se concibe a la especie humana sin el entorno social que enseña de unos a
otros y de todos entre sí. El individuo criado sin otros humanos que le sirvan de
maestros, no sería tal, sino bestia sin alma y sin norte, guiado solo por los instintos
más básicos o las adaptaciones automáticas de la ameba ancestral. Emitiría
sonidos, pero no voz; tendría instintos, pero no inteligencia; sería solo ameba, ni
siquiera mamífero.
Todos somos, cada uno a su modo y en distintos grados, aprendices, hacedores y
maestros. Nuestro aula es la vida, pues el hogar, la calle, los medios de
comunicación son aulas también. Dice el aforismo: “El sabio aprende hasta del
necio”, y hasta el necio aprende, solo que más lento y mal.
Nuestros primeros Maestros, los padres, enseñan sin estar más preparados que
en la universidad de la vida. Se enseña con el comportamiento, con el ejemplo,
con los usos y las costumbres, con lo que se hace bien, también con lo que se
hace mal. Se enseña con conciencia y también sin quererlo. Todos contribuimos a
construir la nueva realidad y el futuro, Incluso de formas equivocadas. La
“Inteligentsia” piensa, es decir, mezclando el hierro del dolor y del error con el
carbón que da la luz y evita la corrosión, esta genera el acero de la verdad.
Algunos se moldean con los golpes del martillo de la experiencia, y luego se
templan, logrando la ductilidad y el filo que todo lo puede. De estas substancias se
forjan los Maestros, luminosas fuentes del saber y del saber hacer.

Enseñar no es el mero hecho de transferir conocimiento, es un acto de amor. No


busca devolución, sino ayudar a encender la luz en la mente del prójimo. Es el
intento de dejar buena huella en la vida del otro. Una marca que al pasar, deja de
ser propia y adquiere la forma y la luz nueva del recipiente. Visto de esta forma, el
mayor mérito del maestro sería ser superado por su discípulo.

Galileo Galilei decía¨: “no se puede enseñar nada a un hombre; sino sólo ayudarlo
a descubrirlo en su interior.” Visto de ese modo, ser maestro es inspirar al otro a
escuchar su propia voz, y esa voz y ese algoritmo serán siempre la voz y el
algoritmo del otro. 
La marca del verdadero Maestro es: nunca estar demasiado seguro de sus
propias certezas. Ser Maestro es ser revolucionario, es plantar la semilla que
cambiará todo, incluso los paradigmas para lograr conocer la verdad.
Hacer es demostrar en los hechos lo que aprendimos. De muchas maneras,
nuestros maestros ausentes perduran en nuestras obras. Los que sólo se
dedican al hacer, no son menos que los maestros o los que generaron
conocimiento. También son partícipes de ese proceso auto-evolutivo, pues sin su
piedra de toque, tampoco existiría la “inteligentsia”, ni los maestros, ni siquiera la
sociedad.
Por último, para los que tuvieron la suerte de ser benditos con una educación un
poco más esmerada que la del término medio, enseñar es una obligación que no
caduca nunca. Ese es el sagrado yugo, impuesto por el deber hacia los propios
Maestros. Hay maestros padres, a los que debemos todo; hay maestros de
instrucciones básicas, tan esenciales que nos enseñaron a convivir y a
comunicarnos con amor; hay Maestros predilectos, aquellos que son los
guardianes de nuestras convicciones; y hay maestros de todos los días, incluso de
cosas a veces imperceptibles. A todos ellos, nuestra más sincera gratitud.

Aristóteles

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