SANTO VÍA CRUCIS

Chalet de Lérida

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CONCLUSIÓN
Vamos a terminar. ¿Acordarnos de todo lo
que acabamos de meditar? ¡Imposible!
¿Olvidarnos de todo? ¡Qué lástima!
Tratemos de recordar una cosa…
… para hablarle de ella ahora en un instante
al Señor.
… para tratar de que influya luego en nuestra
vida.
Quedémonos un instante en silencio.
Y ahora saboreemos todos juntos la hermosa
oración del PADRENUESTRO…
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INTRODUCCIÓN
Al meditar las estaciones de la Pasión, podemos
fijar la atención en Jesús y en el amor con que
abrazó tantos sufrimientos por nosotros. Fácil será
así que al final de cada estación salga
espontáneamente de nuestro interior la palabra
GRACIAS, dicha con todo el corazón.
Pero podemos mirar también con provecho el
resto de los personajes que van entrando en escena
y que pueden servirnos de espejo. También eso
puede ayudarnos a conocer nuestras actitudes de
pecado, para pedir perdón y corregirlas, y a
descubrir nuevas posibilidades de virtud y
generosidad.
¡Virgen María! Enséñanos y ayúdanos a seguir
de cerca a Jesús como le seguiste Tú en el camino
de la cruz.
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I ESTACIÓN: PILATOS CONDENA A
MUERTE A CRISTO
Te adoramos, Señor, y te bendecimos…
Pilatos tuvo que tomar una decisión ante Jesús
vio claro lo que debía hacer, pero fue cobarde.
¿Por qué? Le importó más quedar bien ante los
hombres que ante Dios. Eligió lo que en aquel
momento le resultaba más fácil.
También yo tengo que tomar decisiones a todas
horas ante Jesús, ante mi conciencia. En una
conversación, en un negocio, en un examen, en una
tentación, hasta en el juego… Un momento de
duda y con qué facilidad, como Pilatos, dejo lo que
veo que Dios me pide y me tiro a lo más fácil.
¡Perdón, Señor, por tantas cobardías! ¡Ayúdame
a escuchar más mi conciencia!
XIV ESTACIÓN: JESÚS COLOCADO EN
EL SEPULCRO Y RESUCITADO AL
TERCER DÍA
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Al final no fue tu entierro, sino tu
resurrección. Jesús, al final del vía crucis,
háblame de la felicidad que espera si soy fiel,
háblame de lo que tienes preparado para los
que te aman, háblame del ciento por uno,
háblame del tesoro escondido, háblame del
granito de trigo, que al morir produce mucho
fruto, háblame, Jesús, del cielo.
Y haz que te entienda, que te crea, como los
apóstoles, como los mártires, como las
vírgenes, como todos los santos. Y ayúdame a
vivir como ellos la experiencia de morir para
vivir, la experiencia de morir para vivir, la
experiencia que San Pablo resumió en estas
palabras: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive
en mí”.
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XIII ESTACIÓN: JESÚS
EN BRAZOS DE SU MADRE
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
La presencia de la Virgen junto a Jesús fue
necesaria desde el principio de su vida hasta el
final. Y esa presencia materna de María junto
a nosotros sigue siendo necesaria en todos los
momentos, en todas las etapas de nuestro vivir
cristiano. Necesitamos mirarla y escucharla.
Necesitamos rezarle. Necesitamos amarla e
imitarla. Necesitamos sentirla a nuestro lado,
porque ella comprende, conforta, estimula y
consuela. Porque ella sabe conducir hasta
Jesús y conseguirnos de Él todas las gracias.
Virgen María, te veo con Jesús en los brazos
y pienso como si en vez de Él me tuvieras a mí
con el mismo amor. Concédenos confiar en Ti,
acudir a Ti y contar contigo en todo momento.
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II ESTACIÓN: JESÚS CON LA CRUZ A
CUESTAS CAMINO DEL CALVARIO
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Descargan sobre Ti el peso de la cruz. Tú
comprendes muy bien el momento. No se trata sólo
del peso del madero. Acabamos de cargar sobre Ti,
entre todos, los pecados de la humanidad entera. Y
tú cargas con ellos como si fueran tuyos, aceptas la
responsabilidad, vas a pagar por todos. A ese
precio nosotros quedamos libres, perdonados,
salvados.
Sí, todas las deudas de nuestros pecados las
pagas Tú, pero… ¿no nos queda contigo una deuda
de amor muy grande? Comprendo, ¡Jesús! No
puedo vivir como si no te debiera nada. No quiero
ser tacaño en amarte, en hacer algo por Ti.
¿Qué haré para devolverte tanto amor?
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III ESTACIÓN: JESÚS CAE POR
PRIMERA VEZ BAJO LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Te veo en el suelo y enseguida miro a tu
alrededor. ¿Qué se ve en muchos?
Indiferencia. Pero, ¿es posible mirarte con
frialdad, quedarse tranquilos viéndote tirado
por los suelos?
Sí, es posible. Realmente, éste es nuestro
caso. Quedarme tranquilo con la vida que
llevo, habiendo tirado por los suelos la gracia,
tu vida en mí, la vida que me dio el bautismo…
Quedarme tranquilo viéndote tirado por los
suelos en la vida de tantos bautizados… y sin
hacer nada por ayudarles…
Perdona, Jesús tanta dureza, frialdad e
indiferencia y ayúdame a despertar.
XII ESTACIÓN: JESÚS
MUERE EN LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Al verte morir, el centurión que estaba allí,
hizo un acto de fe: “realmente este hombre era
Hijo de Dios”. Yo también quiero hacer ante
tu cruz mi acto de fe. Sí. Creo en Ti, y por eso
todo lo espero de Ti. Y por eso te amo con
todo el corazón. ¿Cómo podría dejar de
amarte?
Te doy gracias por lo que has hecho por
mí… Te pido perdón por todos mis pecados.
No quiero volverlos a cometer. De hoy en
adelante quiero corresponder mejor a tu amor,
quiero hacer algo por Ti. Quiero vivir de
acuerdo con este acto de fe en Ti. Jesús,
ayúdame. Y ayúdame ya en este instante para
poder ver alguna posibilidad de hacer lo que te
digo.
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XI ESTACIÓN: JESÚS
ES CLAVADO EN LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Te veo clavado en la cruz. Una cruz
aceptada, amada, valorada por Ti. Es la hora de
entender la lección más difícil. ¿Por qué la
aceptaste? Porque era la voluntad del Padre.
¿Por qué la amaste? Porque te proporcionaba la
ocasión de dar la mayor prueba de amor a Dios
y a los hombres. ¿Por qué la valoraste? Porque
era el medio para reparar nuestros pecados.
Jesús cuando se me acerque, como a Ti, la
cruz (el dolor, la enfermedad, el desprecio, el
fracaso…) ayúdame a aceptarla, a amarla, a
valorizarla. Ver como Tú, que viene de la mano
amorosa del Padre. Ver como Tú, que me
ofrece la ocasión de probar mi amor a Él y a los
demás. Ver como Tú, que es el gran medio
para reparar mis pecados. Ver como Tú, que es
el medio de reparar el de los demás. Jesús,
enséñame esta lección.
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IV ESTACIÓN: JESÚS
ENCUENTRA A SU MADRE
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Pero… ¿todos estaban indiferentes? No.
Hay quien te sigue al Calvario en otro plan. Tu
Madre. Se siente tan vinculada a Ti y te ama
tantísimo… Podía haberse ahorrado este
sacrificio. Pero… ¿ahorrarse sacrificios? Éste
no es el lenguaje del amor. El que ama
totalmente se olvida de sí totalmente y
cualquier sacrificio le parece pequeño.
Éste no es mi caso, Virgen María. Me cuesta
el sacrificio, quisiera ahorrarme tantos
sacrificios, que corro el riesgo.
¡Perdón, Señor, por tantas cobardías!
¡Ayúdame a escuchar más mi conciencia!
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V ESTACIÓN: EL CIRENEO AYUDA A
JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Otra actitud ante Jesús, la del Cireneo, la del
que hace algo bueno, la del que se porta bien,
pero forzado desde fuera, sin que le salga de
dentro, sin que le mueva el motor interior del
amor.
Como yo, cuando obro bien porque me ven y
lo dejo en cuanto no me ven, cuando busco
quedar bien. A veces me empuja el deseo de
una recompensa o de una alabanza, a veces me
empuja el temor de un castigo o de otras
consecuencias desagradables. ¡Qué pocas
veces el amor a Ti es el verdadero móvil de
toda mi conducta! De ahí mi flojera y mi
constancia.
¡Jesús, enciende en mi corazón el fuego de tu
Amor!
X ESTACIÓN: JESÚS
ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Se quedaron con tus vestiduras. Aquellos
hombres quizá de momento las consideraron
vestiduras como otras, pero si algún día
comprendieron quién eras Tú, significaría para
ellos un gran tesoro. A nosotros nos has dejado
tu Evangelio, tus Sacramentos, tu Iglesia. ¡Qué
valor les doy! ¿Cómo otro libro? ¿Cómo cosas
sin valor? ¿Cómo otra sociedad cualquiera?
Haz, Jesús, que valore estos tesoros que has
puesto en mis manos. Quiero estudiar con
amor tu Evangelio. Quiero recibir con fe tus
Sacramentos. Quiero servir y extender tu
Iglesia. Esos signos no son signos vacíos, te
contienen a Ti.
Gracias, Jesús, por haber puesto en nuestras
manos esos tesoros: tu Evangelio, tus
sacramentos, tu Iglesia.
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IX ESTACIÓN: JESÚS
CAE POR TERCERA VEZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
De nuevo en el suelo, pero te veo levantarte
y seguir. ¡Eres un héroe! Sí. Para serlo no es
inconveniente la debilidad de un momento.
Aunque se repita. Tus caídas tienen
explicación. También las nuestras. Pero, ¡qué
grande es levantarse siempre!, seguir adelante
siempre la caída… no es posible. Pero
siempre es posible reemprender la marcha.
Esto es lo que se me pide. Y esto está en mi
mano.
Quiero, Jesús, imitarte en esto. Me animo al
ver cómo lo hacer Tú. Dame, Jesús, todos los
medios que necesito para no quedarme nunca
caído.
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VI ESTACIÓN: LA VERÓNICA
ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Un gesto hermoso en tu camino de cruz: el
de la Verónica. Supone amor y valentía. No
teme que conste que está de tu parte. Le
importa poco qué dirán. Le importas Tú.
Algunos le dirían imprudente. Pero, si se pone
uno a calcularlo todo, nunca da el paso hacia
Ti. Se ven tantos inconvenientes… El que ama
de verdad no ve más que ventajas, pase lo que
pase. Y qué alegría se siente después. ¡Qué
bien recompensas tú la entrega!
Estoy muy necesitado de imitar a esta mujer,
necesito comprobar que vale la pena ponerme
de tu parte, pasarme a tu bando con todas las
consecuencias, sin temor.
¿Posibles pasos? Muchos. ¿La confesión?
Sí, también dejarías tu rostro marcando en mi
alma.
Jesús, dame la fuerza para dar el paso que
me estás pidiendo.
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VII ESTACIÓN: JESÚS
CAE POR SEGUNDA VEZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Al verte de nuevo en el suelo es posible que
entre los espectadores hubiera más de uno con
ganas de ayudarte. Pero… Sí, hay tantos
“peros”. Mejor no comprometerse, no
arriesgarse. ¿Sentir afecto hacia Ti? Sí.
¿Tener buenos deseos y buenas intenciones?
Sí. ¿Lamentar tanto desastre? Sí. ¿Alegrarse
incluso de que otros, como la Verónica, se
entreguen? Sí… pero yo… no me atrevo. Ya
me gustaría, pero…
Y así se me pasa el tiempo. Y no es que esté
contento. No es que esté contento. No es que
esto me haga feliz. Sí estoy disgustado y
enfadado conmigo mismo. Pero…
Jesús, ayúdame a entregarme, a tomarme la
vida cristiana verdaderamente en serio.
Arráncame de este estado en que me encuentro.
Por Ti, por mí, por todos… ¡Quiero!
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VIII ESTACIÓN: JESÚS CORRIGE A
LAS HIJAS DE JERUSALÉN
Te adoramos, Señor, y te bendecimos...
Las mujeres de Jerusalén lloraban. Este
ablandarse el corazón ante la Pasión de Jesús
parece amor. Pero puede ser demasiado barato
y superficial. Se parecen estas lágrimas al
comentario de algunos, cuando ven pasar las
imágenes de Jesús crucificado o de la Dolorosa
en la procesión, “¡Pobre Jesús!”.
Dejaos de lamentaciones, dice Él. Llorad
por vuestros pecados y los de vuestros hijos.
¿Nuestros pecados? ¡Ah!, pero… ¿es que
tenemos pecados? ¿Aún hay cosas que son
pecados? ¿Hay cosas en mi vida que tiene algo
que ver con la Pasión de Jesús? Quizás sólo es
cuestión de mirar hacia adentro hasta que me
duelan mis pecados y merezca oír de Jesús:
“Confía, hijo, tus pecados quedan perdonados”.
¡Señor, ayúdame a llorar mis pecados!