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CELEBRACIÓN
1. Signos
(Entronizamos la Palabra. Después colocamos los signos que pueden estar
puestos desde el principio y se explican al comienzo con música de fondo).
Granos de trigo (maíz u otras semillas), que mueren en tierra para dar
fruto.
Incienso que se quema, como las vidas consagradas a Dios, en el servicio
generoso a la humanidad.
La Biblia y una vela encendida: nos recuerdan la vida entregada de
Jesús, su gratuidad y la gratuidad de Dios. Nos recuerdan también que
quien en realidad se entrega, es él. Nosotras podemos muy poquito.
Pero algo podemos…
2. Silencio
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4. Oración
5. Escuchamos la Palabra
“En verdad, en verdad os digo”. Las primeras palabras de Jesús aquí, “en
verdad, en verdad os digo”, nos predisponen a escuchar lo que sigue como
algo importante y decisivo. La imagen del grano de trigo nos recuerda las
parábolas de la siembra con las que Jesús explica cómo es la dinámica del
Reino de Dios. Aquí se usa para algo distinto: interpretar la muerte de Jesús.
Sin embargo, en ambos casos se apela al conocimiento de todo campesino
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o del mundo rural. Se usan palabras e imágenes comprensibles.
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere,
da mucho fruto”. Aquí Jesús habla de su vida entregada hasta la muerte. La
posibilidad de que brote y crezca una semilla requiere ser sepultada en la
tierra primero y desaparecer después. Es precisa la muerte para que surja
la vida. La imagen invita a ver la muerte, que duele, que cuesta, desde otro
ángulo. Hay muertes fecundas. Hay muertes de las que surge la vida.
Además, mientras que el grano es uno solo, tras su muerte hay muchos
frutos. De la soledad surgirá la compañía. De la soledad nace la comunidad.
“El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la
guardará para una vida eterna”. De la entrega de Jesús se pasa aquí a la
entrega del discípulo. Seguir a Jesús es acoger que, ante todo, quien se
entrega es Jesús. Pero seguir a Jesús es también un compromiso de entrega
personal. Seguir a Jesús es poner la vida al servicio del proyecto del Padre.
Cada uno según sus dones, según la llamada que reciba. Odiar la propia vida
en este mundo no es menospreciar la propia existencia, relaciones, disfrute,
positividad… El mundo en el cuarto evangelio es una realidad amada por
Dios pero que muchas veces se cierra a Él. Odiar la vida en este mundo viene
a decir intentar superar todo aquello que nos aleja del proyecto de Dios, de
la vida según Él la sueña. Creer en Dios y seguir a Jesús es ser capaces de
distanciarnos de la realidad lo suficiente como para descubrir lo que ata y
deshumaniza, ser críticos y plantear una alternativa liberadora.
“Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta
hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre”.
Estas palabras de Jesús condensan su lucha en Getsemaní que hemos
recordado antes según aparecen en el evangelio de Marcos. Su lucha, pero
también su entrega y su confianza. Jesús no es impasible ante su muerte,
se turba, una expresión que denota un movimiento interior, una sacudida.
Esta turbación no impide la aceptación de la hora, que es la hora de la
muerte.
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7. Compartimos
Etty Hillesum vivió una vida muy intensa. De una vida acomodada, pasó a
vivir con profundidad. Una profundidad que, según Melloni, “le abrió
horizontes insospechados de donación”. Se comprometió con los presos del
campo de concentración de Westerbork (Holanda), a los que ayudó durante
un año. Después ella fue deportada a Auschwich, donde murió. En su Diario
hay testimonios como éstos (oración dirigida a Dios):
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¿No es verdad que se puede rezar en todas partes: ¿tanto en el suelo de un
barracón como en un monasterio de piedra y, en general, en cualquier lugar
de la tierra donde, en esta agitada época, le plazca a Dios poner a sus
criaturas?”.
9. Peticiones
Que cada uno de los miembros de la Iglesia seamos para los demás
“sacramento” del Padre. Que nuestras palabras, gestos y actitudes
transparenten al Dios de Jesús. Oremos.
Padre, que nos dejemos transformar por Ti.
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encuentren en nosotros acogida y apoyo. Oremos.
Padre, que nos dejemos transformar por Ti.
10. Oración
¿Por qué tanto empeño en salvarme, cuando a veces pienso que no estoy
perdido?
¿Para qué tanta sangre, si –tal vez- no le doy valor?
¿Por qué una cruz, si seguimos sin mirar al cielo?
¿Por qué un corazón tan blando, cuando el nuestro es tan severo?
¿Para qué un estandarte de amor en Jesús, si nos vamos por lo placentero?
¿Por qué tanta generosidad, si encuentras cerrazón?
¿Para qué tu pan, si no lo saboreamos con fe?
¿Por qué tu vino, si frecuentemente no le damos valía?
¿Para que una pasión, si vivimos sin compasión?
¿Por qué un calvario, cuando preferimos la vida fácil?
¿Para qué subir a Jerusalén, si preferimos los felices valles?
¿Por qué Cristo en la cruz, si es mejor vida de luces y no de cruces?
¿Para qué alzar la mirada, cuando nos seduce la simple bondad de la tierra?
¿Por qué, Tú, oh Dios, te desprendes de lo que más quieres, si somos
insensibles?
Muchas preguntas, Señor, para una única respuesta:
POR EL GIGANTESCO Y DESCOMUNAL AMOR CON EL QUE TÚ NOS AMAS,
SEÑOR.
¿Hay mayor felicidad que esa?
(Javier Leoz)
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se alegra con la justicia y se crece en la humildad.