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El numeral 2 del artículo 6 del Decreto 2591 establece que la acción de tutela no procede
“cuando para proteger el derecho se pueda invocar el recurso de habeas corpus”.
De acuerdo con esta disposición, en principio, la acción de tutela no procede para obtener
la protección del derecho a la libertad personal pues la acción de habeas corpus constituye
un mecanismo judicial más expedito para garantizar el ejercicio de este derecho. C-054 de
1993.
“(…) en el marco de las reglas propias de la subsidiaridad, [la acción de tutela] procedería
en los siguientes casos: i) Cuando no se pueda impetrar el habeas corpus; ii) Cuando los
medios de defensa específicamente diseñados para proteger la libertad resulten inefectivos;
iii) Cuando se presente la inejecución de una decisión judicial que conceda el recurso de
habeas corpus; iv) Cuando el desconocimiento de los términos legales o la prolongación
ilícita de la libertad genere una violación al debido proceso; v) Cuando el juez no resuelva o
no resuelva oportunamente el recurso de habeas corpus vulnerando los derechos al debido
proceso, de petición y de acceso a la administración de justicia; vi) Cuando habiéndose
impuesto pena de prisión mediante sentencia ejecutoriada y en firme, no se resuelvan
oportunamente las solicitudes de libertad, vulnerando los derechos debido proceso, de
petición y de acceso a la administración de justicia; vii) Cuando las decisiones judiciales que
resuelvan el recurso de habeas corpus se constituyan en vías de hecho; u viii) Cuando el juez
que resuelva el habeas corpus se aparte de los principios constitucionales que informan el
derecho a la libertad personal“. Rivera Gómez, Julia y Jon Rusel Noroña, Tutela y Hábeas Corpus:
protección del derecho a la libertad en: Goebertus, Juanita y Maya, Martha, Interpretación Jurisprudencial
desde la perspectiva de los jueces juezas en Colombia, Área Penal, Plan de Formación de la Rama Judicial,
Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla, Consejo Superior de la Judicatura, Bogotá, 2011. P. 93
Improcedencia para proteger derechos colectivos
Con base en lo anterior, la regla general es que la acción de tutela no procede para la
protección de derechos colectivos pues este tipo de derecho cuentan entonces con un
mecanismo idóneo para su protección dirigidos a “a) evitar el daño contingente
(preventiva), b) hacer cesar el peligro, la amenaza, la vulneración o el agravio sobre esa
categoría de derechos e intereses (suspensiva), c) o restituir las cosas a su estado anterior”.
Sentencia C-644 de 2011.
Así las cosas, cuando la acción de tutela es procedente y el amparo es concedido, dijo la
Corte: “el mismo debe encaminarse exclusivamente a la protección del derecho
fundamental y no al colectivo, sin perjuicio de que el restablecimiento del primero implique
a su vez el del segundo”. T-253 de 2016.
Esta figura se presenta cuando la orden del juez en relación con lo solicitado en la demanda
resulta inocua pues no surtiría ningún efecto (T-533 de 2009), lo cual ocurre, por ejemplo,
cuando las situaciones de hecho que amenazan o vulneran los derechos fundamentales de
las personas han cesado o desaparecido durante el trámite de la tutela, o cuando en razón
de la vulneración a los derechos fundamentales, se ha ocasionado un daño irreparable. Así,
la Corte Constitucional ha entendido que la carencia actual de objeto es una consecuencia
de dos eventos diferenciados (SU-540 de 2007):
Daño consumado Hecho superado
Se configura cuando se afectan de manera Se configura cuando la causa que dio origen
definitiva los derechos de la persona a la acción desaparece porque, entre el
afectada antes de que el juez de tutela momento de la interposición de la acción
logre pronunciarse sobre la petición de de tutela y el momento del fallo, se
amparo, por ejemplo, cuando ocurre la satisface por completo la pretensión
muerte del accionante. contenida en la demanda.
Es decir, cuando aquello que se pretendía
obtener con la orden del juez de tutela ha
acaecido antes de que la orden se
produzca.
Sin embargo, a pesar de la estabilidad que habían tenido durante alrededor de dos décadas
estos parámetros jurisprudenciales, en el año 2012 la Corte dio un giro sensible. En la
sentencia T‑218 de 2012110, la Corte indicó que la regla que impedía el trámite de la tutela
contra sentencias de tutela no podía ser absoluta, pues en circunstancias como cuando
está de por medio el principio de fraos omina corrompí (el fraude todo lo corrompe), la cosa
juzgada constitucional entraría en tensión con el principio de justicia material, con base la
presunción de legalidad y acierto que tiene la decisión del juez, debería ceder.
Temeridad
El inciso primero del artículo 38 del Decreto 2591 de 1991 establece lo siguiente:
“Cuando sin motivo expresamente justificado, la misma acción de tutela sea presentada por
la misma persona o su representante ante varios jueces o tribunales, se rechazarán o
decidirán desfavorablemente todas las solicitudes El abogado que promoviere la
presentación de varias acciones de tutela respecto de los mismos hechos y derechos, será
sancionado con la suspensión de la tarjeta profesional al menos por dos años. En caso de
reincidencia, se le cancelará su tarjeta profesional, sin perjuicio de las demás sanciones a
que haya lugar.” De acuerdo con lo anterior, la jurisprudencia ha indicado de forma
reiterada (Sentencia T-147 de 2016) que se configura la temeridad cuando concurren los
siguientes elementos:
El reproche a la temeridad tiene origen en que este tipo de actuaciones atenta contra los
principios de buena fe y cosa juzgada como consecuencia del uso irracional de la acción de
tutela, a pesar de la existencia de una decisión previa sobre el asunto. Por este motivo, la
Corte ha indicado que cuando se materialicen los presupuestos de la temeridad el juez de
tutela tiene como posibilidades (a) declarar la acción improcedente o (b) negar el amparo
cuando “(i) envuelva una actuación amañada, reservando para cada acción aquellos
argumentos o pruebas que convaliden sus pretensiones; (ii) denote el propósito desleal de
obtener la satisfacción del interés individual a toda costa, jugando con la eventualidad de
una interpretación judicial que, entre varias, pudiera resultar favorable; (iii) deje al
descubierto el abuso del derecho porque deliberadamente y sin tener razón, de mala fe se
instaura la acción; o (iv) se pretenda asaltar la buena fe de los administradores de justicia.”
T-089 de 2007.