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EL MAESTRO COMO AGENTE DE CAMBIO

Pertenecemos a una generación de constante cambio en todos los


sentidos, y el ámbito de la educación no es la excepción, es uno de los
desafíos más difíciles ya que involucra a la sociedad en general, y se
considera como desafío ya que los cambios que se generan pueden o no
ser positivos. Pensar en los desafíos que plantea la educación actual,
específicamente al profesor, no como más obligaciones, sino hacer el
esfuerzo por comprender qué se requiere para que el profesor
transforme su práctica, convirtiéndose en un profesional capaz de
dominar su propia evolución, construyendo competencias y saberes
nuevos o más precisos a partir de lo que ha adquirido y de la
experiencia” (Perrenoud, 2001, p.17). Se debe permitir que el profesor
sea capaz de aprender de su experiencia, reflexionando sobre lo que
quiere hacer, lo que realmente ha realizado y los resultados de su
práctica.

Los cambios representan una experiencia de incertidumbre mientras se


desarrollan, pero al cumplirse el objetivo del mismo genera sentimientos
de seguridad, superación y éxito profesional. La importancia de cambio
en el ámbito educativo no ha tenido el reconocimiento ni la apreciación
en las reformas educativas que se han llevado a cabo en los últimos
años, ya que los resultados que se han obtenido no han sido del todo
satisfactorios, y la culpa recae directamente en el desempeño docente.

Se conoce que todo proceso de reforma educativa trae consigo una serie
de cambios, situaciones y exigencias, y el profesor acaba siendo el
elemento primordial en su desarrollo. El docente tiene mucho que ver en
el entramado político de las reformas educativas y tiene mucho que decir
en ese debate de la calidad educativa por la que todos los gobiernos
dicen estar interesados, pero que no parece que la encuentren en su
justa medida, o al menos no van en la misma línea. De una forma o de
otra, la cuestión de la calidad en la educación se complica a la hora de
pretender limitarla conceptualmente, ya que acaba atribuyéndosele un
significado diferente, dependiendo del enfoque y de los grupos de
interés, por un lado, y según se hable de los resultados o de los
procesos, o de para quién y para qué es esa calidad.

El sistema se encarga de entregar los programas actuales, solo se


enfocan en contenidos académicos generalizados, así que el docente
tiene la tarea de contextualizar dichos contenidos lo cual no es tarea
fácil, el docente debe tener la capacidad de para distinguir entre lo que
puede cambiarse razonablemente y como debe modificarse para poder
aplicarse a cada uno de los estudiantes de la clase, tomando en cuenta
el tipo de aprendizaje de cada uno.
La educación que se llevaba a cabo hace algunos años era el modelo
tradicional, y trataba de la transmisión de conocimientos de una
generación a otra, se consideraba al maestro como una máquina de
enseñar, dicho modelo funcionaba bien cuando se trataba de transmitir
saberes, pero no lo era cuando se trataba de desarrollar el pensamiento
analítico y creativo. Así es que tipo de enseñanza se volvió muy
cuestionada y fue necesario buscar alternativas de cambio.

La realidad que se enfrenta dentro de las aulas solo el docente como


actor principal la conoce y puede transformar, así que su papel es
trascendental en el proceso de enseñanza aprendizaje, es importante
reconocer que los docentes están inmersos en las constantes exigencias
de cambio pero que no todo depende de ellos, si bien son quien están en
la primera línea no todas la responsabilidades y fallas del sistema deben
de recaer sobre ellos. Esta situación es totalmente injusta, el docente
solo cumple con las imposiciones de las autoridades educativas, aun
cuando estas no sean las mejores.

Para el docente el interés por aprender, por continuar su formación es


una manera de cuestionar y romper con los paradigmas que hasta el
momento le han dado sentido a su vida., es aceptar la pérdida de
ilusiones, la alteración de sus referentes sociales e intelectuales así
como sus espacios de identificación, es una forma de prolongar su
pasado escolar corrigiéndolo. Si el deseo de saber permanece activo lo
llevará a la búsqueda permanente para reescribir su historia. Sin
embargo, para algunos docentes el deseo de saber fue reprimido, por lo
que la continuidad, el orden y el rigor de saberes catalogados que no
provocan asombro son preferidos convirtiéndose en instructores, en
algunas ocasiones el sistema educativo tradicional exige que el docente
establezca distancia en la relación con sus alumnos.

Pero, ¿por qué se elige entonces la profesión de la docencia? La


mayoría de las respuestas sería que por vocación, otras por ser una
opción de desarrollo profesional. Freud dice, que el niño es el padre del
hombre y, ocuparse de niños es, volver a encontrar la infancia. Si el niño
es el padre del hombre y, ocuparse de niños es, volver a encontrar la
infancia. Por lo que desde el momento en que se asume el rol de
docente se inicia la reactivación de los elementos inconscientes
relacionados con esta actividad. Y en cierta parte es verdad, el docente
adopta la responsabilidad de estar a cargo no solo académicamente de
sus estudiantes, como se mencionó en el video Los maestros se han
hecho cargo del sufrimiento social de los alumnos.

Esto se basa en ciertas situaciones que se presentan en los centros


educativos de todos los niveles, estas situaciones son: desigualdad,
bullying, cutting, violencia en sus diferentes tipos, estrés, abandono
escolar por motivos académicos y personales. Estas situaciones se
presentan no a causa del desempeño docente y sin embargo el mismo
se atribuye la obligación de dar solución a tales situaciones.

Se menciona también que la escuela puede dejar marcas positivas o


negativas, ayuda a reparar las heridas sociales como la corrosión del
carácter, además también se considera como la única institución que
promete inclusión y filiación social, en pocas palabras es “Promesa
simbólica de igualdad”.

En cuanto al tema de igualdad ¿Qué papel desempeña el docente?,


pues bien, la desigualdad afecta a todo el mundo, juzga a todos y otorga
a cada uno un lugar dentro de las jerarquías escolares, estructuradas en
torno a la doble función del sistema escolar: la socialización en los
valores culturales dominantes de la sociedad. La ideología presente en
la cultura escolar enseña a los estudiantes a ver el fracaso como algo
individual que resulta de su escasez de habilidad, desarrollando unos
principios que priorizan las diferencias y divisiones en términos de
rendimiento académico; consecuentemente, el sistema de enseñanza se
encarga de transformar las diferencias y desigualdades extraescolares
en desigualdades reales de aprendizaje. Todo esto es un tipo de
violencia simbólica de la que en algunas ocasiones el docente también
forma parte porque de manera inconsciente o a veces consciente realiza
prácticas de humillación, racismo social, desigualdad.

Esto se debe a que al igual que los estudiantes presentan la mayoría de


los problemas mencionados, los docentes cargan los propios viven en
una constante presión por cumplir las exigencias actuales, lidiar con
problemas dentro y fuera del aula, problemas personales, imposiciones
de métodos de enseñanza, limitaciones en cuanto a las herramientas
necesarias para desarrollarse profesionalmente. Aun con todo lo anterior,
también existen muchas cosas positivas, como el proceso de
transformación de los involucrados en el proceso educativo, la certeza de
que todas las adversidades tienen su recompensa y la propia
satisfacción.

En las diversas leyes educativas ha predominado, en su discurso


político, el contenido curricular por encima de los valores y las
competencias emocionales. Ante esta situación de olvido manifiesto de la
educación emocional, el profesor se convierte en el verdadero agente
de cambio, la figura capaz de transformar una política educativa marcada
por los principios academicistas y economicistas. Si desde los agentes
directores se ve apoyo hacia los aprendizajes memorísticos y hacia el
desarrollo exclusivamente curricular, el profesor deberá volver a pensar
qué tienen que aprender los niños, qué capacidades son importantes que
desarrollen y por qué, de manera que todo eso lo lleve a un
replanteamiento de su práctica hacia un mejor desarrollo en valores del
educando, con el fin de reforzar su capacidad emocional y no sólo
intelectual.
Es evidente que el profesor es, o al menos debe intentar ser, el
verdadero agente de cambio. Con base en su trabajo, en su
investigación en la su acción y en su innovación, debe hacer posible
un cambio educativo que lleve a demostrar que la escuela cumple la
misión que se espera de ella: ayudar al desarrollo de la persona. El
termino ayudar no significa resolver todos sus problemas, el docente
debe analizar hasta donde le es posible interferir, hasta donde empieza
su labor y comienza la de alguien más, nunca se debe olvidar proteger
también su propia integridad.
Se sabe que para alcanzar el mejor rendimiento de la persona es
importante contar, de una manera u otra, con un buen desarrollo
emocional y con una estabilidad afectiva e interna que ayude a afrontar
cualquier situación o reto en el proceso de aprendizaje. En este sentido,
se afirma que la educación emocional es un complemento indispensable
en el desarrollo cognitivo y una herramienta fundamental de prevención,
ya que muchos problemas tienen su origen en el ámbito emocional.
En el discurso del profesorado es habitual encontrar, como motivo de los
problemas de aprendizaje y de convivencia, la escasa motivación de los
alumnos, que se traduce en un aumento de los comportamientos
disruptivos. Ante esta situación, el docente dirige la mirada a la sociedad
como causante de estos hechos, a la crisis de valores, a la propia crisis
socio-familiar y a muchos elementos, aparentemente externos a la
escuela, que lo lleva, en definitiva, a no abordar el tema con la seriedad
que debiera.
El autoconocimiento, la empatía, la comunicación asertiva, la mutua
confianza, la autoestima, las habilidades sociales o la cooperación, son
sólo algunos aspectos tratados por la educación emocional y hacia ellos
se debe dirigir nuestra labor docente. Tenemos que potenciar el
desarrollo de competencias emocionales a través de estrategias de
enseñanza en las que los valores humanos se adueñen de un contexto
educativo marcado por la competitividad y la selección de los mejores,
entendidos éstos como los que obtienen las máximas puntuaciones en
los exámenes y, por ende, las mejores calificaciones en todas las áreas.
Desde este punto de vista, el papel de los docentes es mucho más clave,
en la educación del alumnado, ya que éste tiene la oportunidad de
observar un modelo de aprendizaje socioemocional en el aula y en el
centro, con un profesor cercano al alumno, que prioriza el bienestar del
grupo para avanzar en el aprendizaje.
La sociedad, en general, y las familias, en particular, miran hacia los
profesores como los únicos artífices del cambio. Desean que sean
competentes en su oficio, no sólo por sus conocimientos científicos sino
por que transmitan valores humanos que ayuden a sus hijos a mejorar su
autoestima, a conocerse, y a aceptar sus sentimientos y sus
sensaciones. Todo esto pasa por la producción de mensajes en positivo,
sacando verdadero provecho de la comunicación verbal y no verbal,
escuchando, respetando y comprendiendo, así como generando un clima
de aula en el que predomine la relación personal y humana, y se muestre
interés por el desarrollo complejo del día a día en nuestro contexto socio-
familiar. Preguntas tan sencillas, como “¿qué tal te va?”, “¿cómo estás?”
pueden ser una buena introducción para el comienzo de clase.
Así pues, teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora, es importante que los
docentes creamos que una buena combinación entre lo curricular y lo
afectivo nos puede llevar a conseguir mejores resultados con el
alumnado, resultados entendidos en su máxima expresión.
Los profesores debemos tener en cuenta que trabajar en el desarrollo de
la competencia emocional favorece el buen clima del aula,
incrementando la motivación y el interés de los alumnos por el
aprendizaje y ayudando en su desarrollo como personas.
De igual forma, debemos tener claro que limitar nuestra labor educativa a
la impartición de las 18 o 20 lecciones que recoge un libro de texto es
reducir en extremo nuestra función docente, es dejar nuestra labor
pedagógica en un proceso reproductor de conocimientos, a veces
alejados de la realidad contextual. En definitiva, es olvidar que el
desarrollo personal crece a la par del desarrollo formativo y que ambos
reciben su influencia, para un lado o para otro, y es que, en realidad, la
educación no se presenta como un suceso individual, sino que influye en
ella toda una serie de conexiones con la sociedad exterior y con el fluir
interior de la persona.
Debemos apostar por un cambio escolar integral, un cambio en los
valores y en la práctica, que todos los miembros del equipo educativo
afronten con profesionalidad, incluso en aquellos casos en que puedan
no aceptar los valores que subyacen a todo aquello que implica
el cambio a nivel personal. Ese cambio debe reflejarse en el proyecto
educativo de centro, para recoger los principios que, como equipo, son
asumidos por todos. Y como tal en equipo es importante no solo
desarrollar las competencias en los alumnos sino también las
competencias docentes para generar un verdadero cambio.
Sería también de gran utilidad que regresaran ciertas prácticas del
modelo tradicional, en el que el docente aún tenía la autoridad y el
reconocimiento de su labor lo que en esta época sería de gran utilidad
para impulsar la labor docente con orgullo y dignidad y no sometidos por
la sociedad.

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