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BIOGRAFIAS
Justino Mártir fue uno de los primeros apologistas cristianos dentro del mundo
grecorromano. Su defensa de la fe cristiana le costo, junto con algunos de sus
estudiantes, el martirio.
"Me enamoré de los profetas y de estos hombres que habían amado a Cristo;
reflexioné sobre todas sus palabras y descubrí que sólo esta filosofía era
verdadera y provechosa". Cuando este hombre fue arrestado por su fe en
Roma, el prefecto le pidió que renunciara a su fe haciendo un sacrificio a los
dioses. El arrestado respondió: "Nadie que tenga razón se convierte de la
creencia verdadera a la falsa".
La fe y la razón
Justino, el martirizado
Muerte
A fin de consolidar su sucesión, Severo casó a su hijo Caracalla con Plautila,
hija del prefecto del pretorio Cayo Fulvio Plauciano. No obstante, pronto las
relaciones entre la pareja se deterioraron irremediablemente.
Plauciano fue acusado de traición por los centuriones en 205, sobornados
probablemente por Caracalla. Severo le hizo asesinar y Plautila fue recluida en
la isla de Lipari.
En 208 Septimio Severo embarcó en compañía de sus hijos, Geta y Caracalla,
hacia la provincia de Britania para combatir a los caledonios. Ambos ejércitos
se enfrentaron en una serie de batallas hasta el año 209 sin que se produjera
ninguna victoria decisiva. A fin de asegurar la frontera norte del Imperio, Severo
reforzó el muro de Adriano.
Muy debilitado por la gota, Severo se retiró a Eboracum, donde falleció el 4 de
febrero de 211 a la edad de 65 años. Según algunas fuentes, en su lecho de
muerte Severo pronunció una frase que aún hoy sigue siendo famosa:
Mantened la paz, enriqueced a los soldados y burlaos del resto.
Tras su muerte, Severo fue deificado por el Senado, y sucedido por sus
hijos, Caracalla y Geta, que fueron asesorados por su esposa, Julia Domna.
Fue enterrado en el Mausoleo de Adriano de Roma. Sus restos se han perdido.
Carácter de Caracalla
La descripción de un joven Caracalla respetuoso y amable contrasta con la que
recibe más tarde como emperador. Ya en las fuentes antiguas existe cierta
confusión con respecto al verdadero carácter del emperador. Se afirma que de
niño era alegre, comprensivo y afable, pero que posteriormente adoptó las
típicas actitudes de un tirano: enérgico, vengativo, orgulloso, violento.
Sin embargo, debe entenderse que su carácter pudo haberse debido a la crítica
situación que vivía Roma entonces: creciente escasez de recursos, corrupción
en todos los ámbitos de la administración, poderosos enemigos en las
fronteras. Tampoco debe olvidarse que varias de sus acciones justificaron la
mala opinión que sus contemporáneos tuvieron de él, como por ejemplo el
asesinato de su hermano.
Caracalla y Geta
Las relaciones de Caracalla con su hermano Geta no eran buenas. Hubo una
constante rivalidad entre ambos que se agravó con la muerte de su padre y la
herencia compartida del trono el 4 de febrero de 211. El enfrentamiento culminó
en el asesinato de Geta por parte de Caracalla en Roma en diciembre de 211;
aquel murió en los brazos de su madre.
Hay varios motivos para este asesinato. Algunos historiadores suponen celos y
ansia de poder. Otros apuntan a que Caracalla se adelantó de esta manera a
un levantamiento de Geta con sus partidarios. En esta dirección apunta
también el hecho de que, luego de la muerte de Geta, fueron ejecutados
también unos 20 000 testigos de su implicación en el asesinato. Tras la muerte
de su hermano, Caracalla abandonó Roma para embarcarse en campañas
militares y no volvió a la ciudad hasta su muerte en 217.
Guerras de Caracalla
Tras salir de Roma, donde la población le odiaba tras las ejecuciones masivas,
Caracalla emprendió un viaje a Germania. En esta época empezó a
confraternizar con sus legionarios, abandonando todo lujo. Según algunas
fuentes incluso molía su propio trigo. Lideró varias campañas exitosas contra
las tribus germánicas, aunque hay rumores de que las victorias se debían
sobre todo a pagos cuantiosos a sus adversarios. Al menos consiguió una
relativa calma en las fronteras norteñas del Imperio que perduró hasta el
reinado de Alejandro Severo.
Después de la pacificación de las fronteras del norte, comenzó sus campañas
en el Este. En Grecia desarrolló una intensa admiración por Alejandro Magno y
comenzó a imitarle. En mayo de 215, levantó su campamento en Alejandría y
visitó la tumba de su ídolo. Sin embargo, su estancia tuvo un final trágico. Tras
la propagación de una sátira del asesinato de Geta de que había sido
ejecutado presuntamente en defensa propia, los legionarios de Caracalla
devastaron la ciudad y asesinaron a miles de ciudadanos inocentes. Este
hecho impulsó de nuevo el odio contra el emperador.
Durante esta última fue asesinado por el prefecto de la guardia, Macrino, quien
usurpó el Trono imperial por algún tiempo (217-218); enseguida sería
restaurada la dinastía de los Severos, al elevar el ejército al sobrino de
Caracalla, Heliogábalo (218-222).
BIOGRAFIA DE DECIO
La persecución
Decio, para el cual la religión romana y el culto imperial eran vitales para la
unificación del Imperio fue el instigador en el mismo año 250 d.C. de un
edicto donde ordenaba la primera persecución general de los cristianos
obligando a que todos los ciudadanos romanos fueran titulares de un
documento acreditando (libelo) su fidelidad a la religión romana.
Está claro que el sacrificio en cuestión constituía para el cristiano un acto
formal de apostasía; tal era sin duda, más que el hacer mártires, la finalidad
perseguida por el emperador, y a primera vista pudo parecer que había
logrado cumplidamente su propósito. El edicto cogió de sorpresa a una
masa cristiana, más numerosa y, por tanto, menos selecta que la de épocas
precedentes, y cuyo temple-heroico se había además relajado durante el
largo período de paz que entonces conocía la Iglesia.
El hecho .fue que muchos cristianos cayeron -lapsi-, ejecutando un sacrificio
propiamente dicho -sacrificati- u ofreciendo unos granos de incienso en el
altar -thurificati-. Todavía hubo una tercera especie de cristianos
claudicantes, que recurrieron a cierta estratagema que pudieron sugerir a
menudo los propios miembros de las comisiones locales, encargadas de
verificar el cumplimiento del edicto, con la aquiescencia de magistrados
tolerantes: consistía en inscribir el nombre en el catálogo de adoradores y
recibir la cédula -el «libelo»-, sin haber en realidad sacrificado.
Estos fueron los llamados «libeláticos», pero la Iglesia reprobó su conducta
y los consideró también como lapsi. Entre los libeláticos figuraron dos
obispos españoles, Basílides de Astorga y Marcial de Mérida, y en otras
regiones hay noticias de varios obispos más que fueron infieles.
Hubo también muchos mártires, comenzando por el Papa San Fabián, y
otros cristianos que confesaron la fe sin desfallecer, pero no murieron y más
tarde recobraron su libertad, como el viejo Orígenes, que sufrió crueles
tormentos en Cesárea. A estos cristianos se les llamó «confesores», y al
cesar la persecución fueron muchísimos los lapsi que acudieron a ellos,
pidiéndoles «cartas de paz» que les abrieran nuevamente las puertas a la
comunión de la Iglesia.
BIOGRAFIA DE DIOCLECIANO
La persecución al Cristianismo
Diocleciano llegó al poder en 284, y durante los dieciocho primeros años de
gobierno, el emperador dejó vivir en paz a la Iglesia.
El rigor con que fueron aplicadas estas medidas varió de una a otra región,
como reflejo de la división del Imperio. En toda la parte oriental la persecución
fue muy dura, y también en las provincias occidentales gobernadas por
Maximiano. En cambio, la persecución apenas se sintió en las Galias y en
Britanía sujetas al César Constancio Cloro, que veía con buenos ojos el
Cristianismo y se limitó a derruir algunos pequeños templos. En su balance
final, la persecución constituyó un rotundo fracaso. Hubo un cierto número de
lapsi -se llamó ahora traditores a los que entregaron, para su destrucción, los
libros sagrados-, pera en mucho menor proporción que en la persecución de
Decio.