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Virtual Módulo Dsi 10 Cap Con Laudato Si
Virtual Módulo Dsi 10 Cap Con Laudato Si
Trujillo - Perú
ÍNDICE
PRESENTACIÓN…………………………………………………………………..….. 4
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………. 68
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PRESENTACIÓN
Frente a los diferentes y permanentes atentados que afronta el valor de la vida humana, su
dignidad, el valor y respeto de los derechos humanos y la urgencia de renovar en los cristianos
y en la sociedad, los valores éticos y morales, se hace necesario que la doctrina social de la
Iglesia sea conocida y practicada en todos los ámbitos de la formación y desempeño profesional;
además, de hacerla presente en los diferentes ámbitos de la sociedad.
La formación de los Laicos es una prioridad de máxima urgencia para toda la Iglesia. Para
que puedan asumir más conscientemente sus responsabilidades como laicos militantes en la
vida y misión de la Iglesia. Es de suma urgencia, especialmente grave en nuestro tiempo, de
superar la ruptura entre fe y vida, entre Evangelio y cultura, y, en fin, sobre la necesidad de
animar a todos a emprender un proceso de formación integral, espiritual, doctrinal y
apostólica, a fin de ser y vivir lo que confiesan y celebran, y anunciar lo que viven y esperan.
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en el N° 528 expresa que “la doctrina social
es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa” y en el N°
531 manifiesta que “La doctrina social ha de estar a la base de una intensa y constante obra
de formación, sobre todo de aquella dirigida a los cristianos laicos”.
Esta formación debe tener en cuenta su compromiso en la vida civil: “A los seglares les
corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices,
penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la
comunidad en que viven”
La insistencia del Magisterio al proponer esta doctrina como fuente inspiradora del
apostolado y de la acción social nace de la persuasión de que ésta constituye un extraordinario
recurso formativo, tal como lo afirma San Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica
Christifideles Laici, sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo: “Es
absolutamente indispensable -sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos
modos en el campo social y político- un conocimiento más exacto de la doctrina social de la
Iglesia”. Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce adecuadamente: esta es una de
las razones por las que no se traduce pertinentemente en un comportamiento concreto”.
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
CAPÍTULO I:
ASPECTOS GENERALES
1.1 DEFINICIÓN:
La Iglesia nunca ha renunciado a decir la palabra que le corresponde acerca de las cuestiones
de la vida social. Es una voz dirigida a las comunidades cristianas y especialmente a los laicos
y laicas, llamados como recuerda el Concilio Vaticano II a ocuparse de las realidades
temporales según Dios (Lumen Gentium= LG 31).
Conocer a fondo y saber cómo actuar y comprometerse en la vida pública es una tarea
tanto imprescindible como compleja. La doctrina social de la Iglesia nos permite juzgar
los cambios de nuestra sociedad a la luz de la fe y de la sensibilidad cristiana en temas tan
complejos como la militancia política, el servicio al bien común, las participación en la
sociedad y en la cultura, el compromiso en el mundo del trabajo y de la empresa, la acción
contra la pobreza y la marginación...
Así es como el pueblo cristiano encuentra ayuda para discernir valores auténticamente
cristianos en medio de una sociedad abierta y plural. Saber guiarse en medio de ese "mar"
de opciones y compromisos es un aporte que podemos y debemos recibir de la Doctrina
social de la Iglesia. Así lo recordaba Juan Pablo II a la hora de definir la misión de la Iglesia
y de las comunidades en su tarea evangelizadora: "El cometido fundamental de la Iglesia en
todas las épocas y particularmente en la nuestra - como recordaba en mi primera encíclica
programática - es "dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de
toda la humanidad hacia el misterio de Cristo" (Redemptoris missio Nº4).
a. Algunas definiciones
Podemos decir que la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) es el conjunto de enseñanzas y
normas referentes a todos aquellos valores humanos que han de realizarse en
cooperación social.
Otra definición expresa que es la aplicación de la perenne moral cristiana a las presentes
circunstancias económicas y sociales. Se dice también que es la enseñanza moral de la
Iglesia sobre la convivencia humana.
b.- Una utopía, en el sentido de un ideal social imposible de alcanzar. No intenta describir
un paraíso terrenal donde el hombre pueda alcanzar su perfecta realización.
d.- Una doctrina fija, estática, sino más bien un desarrollo continuo. En verdad, los
principios fundamentales no cambian, puesto que están arraigados en la naturaleza humana
que no cambia, sino que las aplicaciones se adaptan a las nuevas circunstancias históricas de
tiempo y espacio.
En realidad, la enseñanza moral cristiana sobre el orden social estaba ya presente en el origen
mismo de la Historia de Salvación, quedó expresada de modo admirable en los Evangelios y
ha continuado con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia a través de los siglos.
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Estrictamente: Comienza con el Papa León XIII, al escribir la encíclica “Rerum Novarum”
el 15 de mayo 1891
Muchos consideran a la DSI como una creación del Magisterio de la Iglesia a finales del siglo
XIX, no es exacto. El Magisterio no tiene otra misión que la de anunciar la Palabra de Dios
y cualquier enseñanza doctrinal que no tuviera un vínculo con la única Revelación debe
rechazarse.
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Toda persona, creada a imagen de Dios, posee una dignidad inalienable por la cual debe ser
tratada siempre como fin y no sólo como un medio. Cuando Jesús, adoptando la imagen del
Buen Pastor, habla de la oveja descarriada, nos enseña lo que piensa Dios del valor de la
persona humana. Dios no piensa en los hombres en masa, ni en porcentajes, sino como
personas individuales. Cada persona le es preciosa, insustituible.
La Iglesia tiene la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque “el
hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma. En él ha impreso
su imagen y semejanza (cfr. Gén. 1, 26), confiriéndole una dignidad incomparable.” (CA 11).
Por ello, la Iglesia no piensa en primer lugar en el Estado, el partido, la tribu o en el grupo
étnico sino que lo hace de las personas individuales. La Iglesia, como Cristo, defiende la
dignidad de las personas. Entiende el valor del Estado y de la sociedad como servicio a las
personas y a las familias, y no al revés. El Estado en particular tiene el deber de tutelar los
derechos de las personas, derechos que no provienen del Estado sino del Creador.
2° El bien común.
El segundo principio clásico de la doctrina social de la Iglesia es justamente el principio del
bien común. Está definido por el Concilio Vaticano II como “el conjunto de condiciones
de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el
logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS 26).
El hombre, creado a imagen de Dios que es comunión trinitaria, alcanza la propia perfección
no aisladamente de los demás sino en comunidad. El egoísmo que nos lleva a buscar el bien
propio por encima del bien común, se supera a través de la búsqueda del bien común. El bien
común se opone, por el contrario, al utilitarismo, es decir a la máxima felicidad (placer) para
el máximo número de personas, que lleva necesariamente a la subordinación de la minoría a
la mayoría. La excelencia e inviolabilidad de la persona individual excluya esta posibilidad
si se subordina el bien de uno al bien de los demás, convirtiendo así al primero en un medio
para la felicidad de los otros.
Entre las múltiples implicaciones del bien común, adquiere inmediato relieve el principio del
destino universal de los bienes: «Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso
de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en
forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad».
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Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes,
sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. He ahí, pues, la raíz primera del destino universal
de los bienes de la tierra. Ésta, por su misma fecundidad y capacidad de satisfacer las
necesidades del hombre, es el primer don de Dios para el sustento de la vida humana». La
persona, en efecto, no puede prescindir de los bienes materiales que responden a sus
necesidades primarias y constituyen las condiciones básicas para su existencia; estos bienes
le son absolutamente indispensables para alimentarse y crecer, para comunicarse, para
asociarse y para poder conseguir las más altas finalidades a que está llamada.
3° Subsidiariedad.
El tercer principio clásico de la doctrina social es el principio de la subsidiariedad. Ha sido
explicado por primera vez por el Papa Pío XI en su carta encíclica Quadragesimo Anno (QA).
Este principio enseña que las decisiones en la sociedad deben dejarse al nivel más bajo
posible, es decir al nivel más cercano de las personas sobre las que incide la decisión.
“Así como no es lícito quitar a los individuos y traspasar a la comunidad lo que ellos pueden
realizar con su propio esfuerzo e iniciativa, así tampoco es justo, constituyendo un grave
perjuicio y perturbación del recto orden social, quitar a las comunidades menores e inferiores
lo que ellas pueden realizar y ofrecer por sí mismos, y dárselo a una sociedad mayor y más
elevada, ya que toda acción de la sociedad, en virtud de su propia fuerza y naturaleza, debe
prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos”(QA 79).
Este principio ha sido formulado justamente a la sombra de las amenazas del totalitarismo
con su doctrina centralista de la subordinación de la persona al Estado. Nos invita a buscar
soluciones a los problemas sociales primero en el sector privado antes de solicitar la
intervención del Estado.
4° Solidaridad.
El cuarto principio básico de la doctrina social de la Iglesia ha sido explicitado recientemente
por el Papa Juan Pablo II en su carta encíclica Sollicitudo rei socialis (SRS-1987). Este
principio se llama el principio de la solidaridad. Frente a la globalización, es decir a la
creciente interdependencia de los hombres y los pueblos, es importante tener presente que la
familia humana es una. La solidaridad nos invita a crecer en nuestra sensibilidad con los
demás, y sobre todo con aquellos que sufren.
Pero agrega el Santo Padre que la solidaridad no es un mero sentimiento, sino una verdadera
“virtud” por la que nos hacemos responsables de los otros. El Santo Padre ha escrito que la
solidaridad “no es un sentimiento de vaga compasión o de ternura superficial por los males
de tantas personas, cercanas o distantes. Por el contrario, es la determinación firme y
perseverante de trabajar por el bien común: o sea por el bien de todos y cada uno porque
todos somos en verdad responsables de todos” (SRS, 38).
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CAPÍTULO II:
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA EN LA BIBLIA,
TRADICIÓN Y PADRES DE LA IGLESIA
La Sagrada Escritura es como el alma de la DSI. No hay doctrina cristiana que no tenga su
fuente en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia.
Lo que los profetas destacan a plena luz, en consonancia con lo prescrito en el Deuteronomio,
no es primero el derecho del poseedor, es ante todo el derecho del humilde, del pobre, de la
viuda, del huérfano, del extranjero, del asalariado. Lo que recuerdan, en primer lugar, es la
exigencia de la justicia en el contrato del trabajo, ya que es ahí donde el poseedor corre el
peligro de explotar al más débil.
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Jesús se identifica con el pobre y el necesitado a los que llama “hermanos míos más
pequeños”. En concordancia con el AT Jesús replicó a los fariseos: “Lo más importante de
la Ley es la justicia, la misericordia y la fe” (Mt 23,23)
La injusticia rompe la comunidad con Dios. San Lucas en su parábola del rico Epulón y
Lázaro nos enseña que es imposible ganar la amistad de Dios sin haber ganado la amistad del
pobre, dándole lo necesario, después de haber atendido sus propias necesidades.
Así lo demuestra el caso de Zaqueo: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si a alguien
he defraudado en algo, le devuelvo cuatro veces más” (Lc 19,8). No es, por tanto la propiedad
misma la que constituye un pecado; es la riqueza, es decir, la acumulación y el uso de las
cosas más allá de las necesidades. Imposibilidad de agradar a Dios en el servicio al dinero:
“Nadie puede servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24).
c.- Santiago
La carta de Santiago es una carta que golpea fuerte. Nos dice cosas que a veces no nos gusta
escuchar, pero necesitamos escucharlas y responder a ellas si es que queremos estar bien con
Dios. Dice el apóstol que los ricos perderán lo atesorado, que está podrido por la injusticia.
El remordimiento consumirá como fuego al culpable. En el día del juicio perecerán sus
riquezas: Por la injusticia practicada al adquirirlas o al retener salarios que pertenecen al
trabajador; por el mal uso: para el placer y el lujo; por condenar a morir a hombres indefensos
(Stgo 5, 1-14)
San Basilio explica su pensamiento con la siguiente comparación: “Te pareces a un hombre
que, llegando al teatro, quisiera impedir que los otros entraran y quisiera sólo él gozar del
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espectáculo al cual todos tienen derecho. Así son los ricos: Se adueñan de los bienes comunes
que han acaparado, porque son los primeros que los ocuparon.
Existe un derecho de los pobres. Lo que se da al pobre es una deuda. Dice San Agustín: “Si
dieses lo que es tuyo, sería generosidad... como das lo que es de Él (Jesús presente en el
pobre), es una simple restitución”.
Todos los santos padres fundamentan la doctrina de la justicia en una misma idea: La
naturaleza, tal como Dios la creó, no hizo pobres y ricos. Nuestros bienes, nos vienen de
Dios; por lo tanto, son del uso de todos. Los recursos de la tierra están destinados a los que,
realmente los necesitan. La propiedad privada no destruye este derecho de los pobres y, en
justicia, los ricos deben ayudarles.
El período posterior a santo Tomás no tomó mayormente en cuenta el análisis de los social
porque estaban enfrascados en los problemas metafísicos y teológicos.
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CAPÍTULO III:
LA CUESTIÓN SOCIAL
A partir del año 1965 hasta 1978 tuvieron en la Iglesia una cierta prudencia en que no se
quería emplear la palabra “doctrina” sino solo “enseñanza social”. Juan Pablo II en 1978,
empieza a emplear la denominación Doctrina Social de la Iglesia (DSI). En la Conferencia
de Medellín se invita a elaborar la DSI. Puebla nos habla ya de Doctrina (DP 793; 1008;
1196). Asimismo, Juan Pablo II en la Encíclica Laborem Exercens (LE) emplea la palabra
doctrina (LE 11; 14 y 20).
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b. La conciencia del mal social.- La percepción de injusticia de tal situación (Analizar (MM
9; RN 14; PP 9)
c. Esfuerzos por cambiar el mal social.- Es decir, se den por parte del hombre, esfuerzos
por cambiar tal situación (Analizar RN 14, 27; QA 80).
El fin de la sociedad es la persona humana, esto es, que el hombre, todo hombre, consiga el
desarrollo y la perfección de sus facultades. La persona humana debe ser estudiada en su
realidad total.
En cuanto a la situación actual, hasta ahora el estado de la sociedad humana sigue violento
y, por tanto, inestable y vacilante, como basado en clases de tensiones diversas, contrarias
entre si y, por lo mismo, inclinadas a enemistades y luchas (QA 151).
Existen hombres codiciosos que, a fin de aumentar sus propias ganancias, abusan sin
moderación alguna de las personas “como si no fueran personas sino cosas” (RN 33). Se
puede decir, sin temeridad, que las condiciones de vida social y económicas son tales que
una gran parte de los hombres encuentran las mayores dificultades para atender a lo único
necesario: la vida eterna (QA 169).
La Cuestión Social es moral y religiosa en sus efectos. Las condiciones materiales y sociales
en que viven los hombres condicionan extrínsecamente su vida moral y religiosa. Las
condiciones sociales pueden dificultar y hasta impedir la vida moral y religiosa. Esto
evidencia la presencia de un pecado colectivo.
Consecuencias:
La Cuestión Social no se puede resolver al margen del Evangelio; al mismo tiempo, no se
puede resolver únicamente con el Evangelio, porque se necesita los estudios económicos,
políticos, salud, etc.
Es una incomprensión considerar a Jesús, por sus palabras contra los ricos como un
revolucionario social; por su exigencia de renuncia a legítimos derechos, como un nuevo
ordenador social; por su precepto de amor al prójimo, como un comunista; por la predicación
del amor a sus enemigos, como un pacifista; por sus ataques contra los doctores de La Ley
como un enemigo de la ciencia y de la cultura, etc.
Todos estos unilateralismos mundanos no pueden aplicarse a Jesús ya que todos ellos
desconocen el objetivo primordial de Jesús en todas estas manifestaciones. Dicho objetivo es
de orden estrictamente moral y religioso. Jesús rehúsa intervenir directamente en el
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trastornado engranaje de este mundo por razón del carácter propio de su misión, por ser fiel
a ella.
Jesús no quiso formar parte de un grupo de esenios, alejados del pueblo. No quiso formar
grupos cerrados que, por medio de una elevada piedad del amor fraternal y de la pureza
moral, se preparase para una venida del Reino futuro de Dios. Jesús envía a sus discípulos en
medio del mundo, les encomienda la tarea de anunciar el Evangelio, primeramente a Israel y
después a todos los pueblos.
El Sínodo de los obispos en 1971 afirmaba: “La Iglesia ha aprendido en el Evangelio que su
misión evangelizadora tiene como parte indispensable la acción por la justicia las tareas de
promoción del hombre”.
a. Deber de la Iglesia
Al definir la Iglesia la competencia recibida de su fundador, expresa también el deber que le
liga de cumplir su mandato. Así por ejemplo, en la Rerum Novarum: “Y, estando
principalmente en nuestras manos la defensa de la religión y administración de aquellas cosas
que están bajo la potestad de la Iglesia, nos estimaríamos que, permaneciendo en silencio,
faltáramos a nuestro deber” (RN 12)
b. Límites de su competencia
A la Iglesia no le compete dar solución a los problemas sociales; esto compete a los
gobernantes con la cooperación de los ciudadanos. Con la experiencia que tiene de la
humanidad la Iglesia, sin pretender de ninguna manera mezclarse en la política de los
Estados, solo desea una cosa: continuar bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo,
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quien vino al mundo para dar testimonio de la Verdad, para salvar y no para juzgar, para
servir y no para ser servido” (GS 3)
2º. Marxismo.- Por principio niega toda intervención de la Iglesia en lo social. Afirma que
los principios sociales han justificado la antigua esclavitud.
3º. Progresismo.- Separa lo espiritual de lo temporal como dos órdenes distintos. La Iglesia
debe realizar su tarea evangelizadora dentro de las estructuras sociales tal como estén.
Para el progresismo la Iglesia no debe ocuparse de lo político.
4º. Falso espiritualismo.- Trata de separar lo religioso de la vida del mundo, como si fueran
dos mundos distintos en el cual no existe ninguna relación entre ellos. Es una postura
tomada con mucha frecuencia por grupos religiosos evangélicos o protestantes.
a. La predicación.- Sobre diversos aspectos que abarcan lo social como por ejemplo:
indisolubilidad del matrimonio, reino de Dios y autonomía de lo político, etc.
b. La presentación dogmática.- Los dogmas católicos contienen una carga social muy rica.
Ahí se encuentran expresados la dignidad de la persona humana y la exigencia de la
solidaridad fraterna.
c. Las directrices pastorales.- Que orientan acerca de los condicionamientos sociales como
por ejemplo: anticonceptivos, eutanasia, distanasia, ecología, familia, fecundación in
vitrio, etc y a la creación de condiciones sociales favorables desde el punto de vista
pastoral.
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CAPÍTULO IV:
LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO. APUNTES
HISTÓRICOS (Tomado de Compendio de la Doctrina Social N°s 87 – 104)
4.1 EL COMIENZO DE UN NUEVO CAMINO
La locución doctrina social se remonta a Pío XI y designa el “corpus” doctrinal relativo a
temas de relevancia social que, a partir de la encíclica « Rerum novarum (RN)» de León XIII,
se ha desarrollado en la Iglesia a través del Magisterio de los Romanos Pontífices y de los
Obispos en comunión con ellos.
La solicitud social no ha tenido ciertamente inicio con ese documento, porque la Iglesia no
se ha desinteresado jamás de la sociedad; sin embargo, la encíclica “Rerum novarum” da
inicio a un nuevo camino: injertándose en una tradición plurisecular, marca un nuevo inicio
y un desarrollo sustancial de la enseñanza en el campo social.
La cuestión obrera es tratada de acuerdo con su amplitud real: es estudiada en todas sus
articulaciones sociales y políticas, para ser evaluada adecuadamente a la luz de los principios
doctrinales fundados en la Revelación, en la ley y en la moral natural.
Esta encíclica enumera los errores que provocan el mal social, excluye el socialismo como
remedio y expone, precisándola y actualizándola, “la doctrina social sobre el trabajo, sobre
el derecho de propiedad, sobre el principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases
como medio fundamental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles, sobre la
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dignidad de los pobres y sobre las obligaciones de los ricos, sobre el perfeccionamiento de la
justicia por la caridad, sobre el derecho a tener asociaciones profesionales”.
Con este texto, valiente y clarividente, el Papa León XIII confirió “a la Iglesia una especie
de “carta de ciudadanía” respecto a las realidades cambiantes de la vida pública” y «escribió
unas palabras decisivas», que se convirtieron en «un elemento permanente de la doctrina
social de la Iglesia », afirmando que los graves problemas sociales «podían ser resueltos
solamente mediante la colaboración entre todas las fuerzas» y añadiendo también que «por
lo que se refiere a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto ella regateará su esfuerzo».
Era el período posbélico, en el que estaban afirmándose en Europa los regímenes totalitarios,
mientras se exasperaba la lucha de clases. La Encíclica advierte la falta de respeto a la libertad
de asociación y confirma los principios de solidaridad y de colaboración para superar las
antinomias sociales. Las relaciones entre capital y trabajo deben estar bajo el signo de la
cooperación.
La “Quadragesimo anno” confirma el principio que el salario debe ser proporcionado no sólo
a las necesidades del trabajador, sino también a las de su familia. El Estado, en las relaciones
con el sector privado, debe aplicar el principio de subsidiaridad, principio que se convertirá
en un elemento permanente de la doctrina social.
La Encíclica rechaza el liberalismo entendido como ilimitada competencia entre las fuerzas
económicas, a la vez que reafirma el valor de la propiedad privada, insistiendo en su función
social. En una sociedad que debía reconstruirse desde su base económica, convertida toda
ella en la «cuestión» que se debía afrontar, “Pío XI sintió el deber y la responsabilidad de
promover un mayor conocimiento, una más exacta interpretación y una urgente aplicación
de la ley moral reguladora de las relaciones humanas..., con el fin de superar el conflicto de
clases y llegar a un nuevo orden social basado en la justicia y en la caridad”.
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c.- Non abbiamo bisogno” ” (Acerca del Fascismo y la Acción Católica. 1931).
Pío XI no dejó de hacer oír su voz contra los regímenes totalitarios que se afianzaron en
Europa durante su Pontificado. Con esta encíclica del 29 de junio de 1931 protestó contra los
atropellos del régimen fascista en Italia.
d.- Mit brennender Sorge (Sobre la situación de la Iglesia católica en el Reich alemán”.
1937). El texto fue leído desde el púlpito de todas las iglesias católicas en Alemania, tras
haber sido difundido con la máxima reserva. La encíclica llegaba después de años de abusos
y violencias y había sido expresamente solicitada a Pío XI por los Obispos alemanes, a causa
de las medidas cada vez más coercitivas y represivas adoptadas por el Reich en 1936, en
particular con respecto a los jóvenes, obligados a inscribirse en la « Juventud hitleriana ». El
Papa se dirige a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos, para animarlos y llamarlos
a la resistencia, mientras no se restablezca una verdadera paz entre la Iglesia y el Estado. En
1938, ante la difusión del antisemitismo, Pío XI afirmó: «Somos espiritualmente semitas ».
Una de las características de las intervenciones de Pío XII es el relieve dado a la relación
entre moral y derecho. El Papa insiste en la noción de derecho natural, como alma del
ordenamiento que debe instaurarse en el plano nacional e internacional.
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La cuestión social se está universalizando y afecta a todos los países: junto a la cuestión
obrera y la revolución industrial, se delinean los problemas de la agricultura, de las áreas en
vías de desarrollo, del incremento demográfico y los relacionados con la necesidad de una
cooperación económica mundial. Las desigualdades, advertidas precedentemente al interno
de las Naciones, aparecen ahora en el plano internacional y manifiestan cada vez con mayor
claridad la situación dramática en que se encuentra el Tercer Mundo.
La “Gaudium et spes” delinea el rostro de una Iglesia “íntima y realmente solidaria del género
humano y de su historia”, que camina con toda la humanidad y está sujeta, juntamente con el
mundo, a la misma suerte terrena, pero que al mismo tiempo es “como fermento y como alma
de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios”.
ha amado por sí mismo”. La sociedad, sus estructuras y su desarrollo deben estar finalizados
a “consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana”.
Por primera vez el Magisterio de la Iglesia, al más alto nivel, se expresa en modo tan amplio
sobre los diversos aspectos temporales de la vida cristiana. “Se debe reconocer que la
atención prestada en la Constitución a los cambios sociales, psicológicos, políticos,
económicos, morales y religiosos ha despertado cada vez más... la preocupación pastoral de
la Iglesia por los problemas de los hombres y el diálogo con el mundo”.
Este paso no está circunscrito a las dimensiones meramente económicas y técnicas, sino que
implica, para toda persona, la adquisición de la cultura, el respeto de la dignidad de los demás,
el reconocimiento “de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin”.
Procurar el desarrollo de todos los hombres responde a una exigencia de justicia a escala
mundial, que pueda garantizar la paz planetaria y hacer posible la realización de “un
humanismo pleno”, gobernado por los valores espirituales.
En esta línea, San Pablo VI instituye en 1967 la Pontificia Comisión “Iustitia et Pax”,
cumpliendo un deseo de los Padres Conciliares, que consideraban “muy oportuno que se cree
un organismo universal de la Iglesia que tenga como función estimular a la comunidad
católica para promover el desarrollo de los países pobres y la justicia social internacional”.
Por iniciativa de San Pablo VI, a partir de 1968, la Iglesia celebra el primer día del año la
Jornada Mundial de la Paz.
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l.- Carta apostólica “Octogesima adveniens” (A los ochenta años. OA. 1971)
A comienzos de los años Setenta, en un clima turbulento de contestación fuertemente
ideológica, San Pablo VI retoma la enseñanza social de León XIII y la actualiza, con ocasión
del octogésimo aniversario de la “Rerum novarum”, en la Carta apostólica “Octogesima
adveniens”.
El Papa reflexiona sobre la sociedad post-industrial con todos sus complejos problemas,
poniendo de relieve la insuficiencia de las ideologías para responder a estos desafíos: la
urbanización, la condición juvenil, la situación de la mujer, la desocupación, las
discriminaciones, la emigración, el incremento demográfico, el influjo de los medios de
comunicación social, el medio ambiente.
El trabajo debe ser entendido no sólo en sentido objetivo y material; es necesario también
tener en cuenta su dimensión subjetiva, en cuanto actividad que es siempre expresión de la
persona. Además de ser un paradigma decisivo de la vida social, el trabajo tiene la dignidad
propia de un ámbito en el que debe realizarse la vocación natural y sobrenatural de la persona.
La encíclica introduce la distinción entre progreso y desarrollo, y afirma que “el verdadero
desarrollo no puede limitarse a la multiplicación de los bienes y servicios, esto es, a lo que
se posee, sino que debe contribuir a la plenitud del “ser” del hombre. De este modo, pretende
señalar con claridad el carácter moral del verdadero desarrollo”.
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San Juan Pablo II pone en evidencia cómo la enseñanza social de la Iglesia avanza sobre el
eje de la reciprocidad entre Dios y el hombre: reconocer a Dios en cada hombre y cada
hombre en Dios es la condición de un auténtico desarrollo humano. El articulado y profundo
análisis de las “res novae “(cosa nueva) y especialmente del gran cambio de 1989, con la
caída del sistema soviético, manifiesta un aprecio por la democracia y por la economía libre,
en el marco de una indispensable solidaridad.
Caritas in veritate propuso una meta bien alta a todos los hombres: la de alcanzar en este
mundo globalizado y competitivo un desarrollo que se auténtico; es decir, verdaderamente
humano, y que haga posible, no solo que se viva la justicia, sino que lleguemos a conformar
una genuina fraternidad.
CAPÍTULO V:
DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA Y SUS MÚLTIPLES
DIMENSIONES
5.1 EL HOMBRE
¿Qué es el hombre?, ¿Qué es la persona humana?, ¿Qué es aquello por lo cual yo soy una
persona humana? Las respuestas filosóficas a estas preguntas son sumamente variadas y
contradictorias. He aquí algunas de las opiniones: “El hombre es solamente conciencia”. “El
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hombre no es más que materia y es imposible pensar en un elemento supra material como
constitutivo del hombre”. “El hombre es solamente vida”. “El hombre es una esencia
espiritual, una persona”.
El hombre es digno por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Ha sido constituido
señor de la entera creación: “Le diste el mandato sobre las obras de tus manos, todo lo
sometiste bajo sus pies” (Salmo 8). El hombre es digno porque vale la sangre misma de
Jesucristo, nuestro Redentor. El hombre es digno por la presencia de Dios en él. Jesucristo
es el hombre: la dignidad de todos los hombres.
San Juan Pablo II expresaba que “La afirmación primordial de esta antropología es la del
hombre como imagen de Dios, irreductible a una simple parcela de la naturaleza, o a un
elemento anónimo de la ciudad humana. Ireneo escribía: ‘La gloria del hombre es Dios, pero
el receptáculo de toda acción de Dios, de sus sabiduría, de su poder es el hombre”.
Sigue manifestado el Papa, “Cuando un pastor de la Iglesia anuncia con claridad y sin
ambigüedades la Verdad sobre el hombre, revelado por aquel que conocía ‘lo que en el
hombre había’, debe animarle la seguridad de estar prestando el mejor servicio al ser
humano”.
Por eso explica el santo padre cuál es la base de la verdadera liberación: “Esta verdad
completa sobre el ser humano constituye el fundamento de la enseñanza social de la Iglesia,
así como es la base de la verdadera liberación. A la luz de esta verdad, no es el hombre un
ser sometido a los procesos económicos o políticos, sino que esos procesos están ordenados
al hombre y sometidos a él. (Discurso Juan Pablo II. Puebla 1,9)
Fiel a este compromiso, la Iglesia quiere mantenerse libre frente a los opuestos sistemas, para
optar sólo por el hombre. Cualesquiera que sean las miserias o sufrimientos que aflijan al
hombre; no a través de la violencia, de los juegos de poder, de los sistemas políticos sino por
medio de la verdad sobre el hombre, camino hacia un futuro mejor.
Las concepciones que tergiversan la plena verdad del hombre han sido objeto, en repetidas
ocasiones, de la solicitud social de la Iglesia, que no ha dejado de alzar su voz frente a estas
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y otras visiones, drásticamente reductivas. En cambio, se ha preocupado por anunciar que los
hombres “no se nos muestran desligados entre sí, como granos de arena, sino más bien unidos
entre sí en un conjunto orgánicamente ordenado, con relaciones variadas según la diversidad
de los tiempos” y que el hombre no puede ser comprendido como “un simple elemento y una
molécula del organismo social”, cuidando, a la vez, que la afirmación del primado de la
persona, no conllevase una visión individualista o masificada.
La fe cristiana, que invita a buscar en todas partes cuanto haya de bueno y digno del hombre
(cf. 1 Ts 5,21), “es muy superior a estas ideologías y queda situada a veces en posición
totalmente contraria a ellas, en la medida en que reconoce a Dios, trascendente y creador,
que interpela, a través de todos los niveles de lo creado, al hombre como libertad
responsable”.
La doctrina social se hace cargo de las diferentes dimensiones del misterio del hombre, que
exige ser considerado “en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de
su ser comunitario y social”, con una atención específica, de modo que le pueda consentir la
valoración más exacta.
Mediante su corporeidad, el hombre unifica en sí mismo los elementos del mundo material,
“el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza
del Creador”. Esta dimensión le permite al hombre su inserción en el mundo material, lugar
de su realización y de su libertad, no como en una prisión o en un exilio. No es lícito
despreciar la vida corporal; el hombre, al contrario, “debe tener por bueno y honrar a su
propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día”.
La dimensión corporal, sin embargo, a causa de la herida del pecado, hace experimentar al
hombre las rebeliones del cuerpo y las inclinaciones perversas del corazón, sobre las que
debe siempre vigilar para no dejarse esclavizar y para no permanecer víctima de una visión
puramente terrena de su vida.
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El hombre, por tanto, tiene dos características diversas: es un ser material, vinculado a este
mundo mediante su cuerpo, y un ser espiritual, abierto a la trascendencia y al descubrimiento
de “una verdad más profunda”, a causa de su inteligencia, que lo hace “participante de la luz
de la inteligencia divina”.
La Iglesia afirma: “La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar
al alma como la “forma” del cuerpo, es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra
el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos
naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza”.
Está abierto también hacia el otro, a los demás hombres y al mundo, porque sólo en cuanto
se comprende en referencia a un tú puede decir yo. Sale de sí, de la conservación egoísta de
la propia vida, para entrar en una relación de diálogo y de comunión con el otro.
La persona está abierta a la totalidad del ser, al horizonte ilimitado del ser. Tiene en sí la
capacidad de trascender los objetos particulares que conoce, gracias a su apertura al ser sin
fronteras. El alma humana es en un cierto sentido, por su dimensión cognoscitiva, todas las
cosas: “todas las cosas inmateriales gozan de una cierta infinidad, en cuanto abrazan todo, o
porque se trata de la esencia de una realidad espiritual que funge de modelo y semejanza de
todo, como es en el caso de Dios, o bien porque posee la semejanza de toda cosa o en acto
como en los Ángeles o en potencia como en las almas”.
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Esto impone, ante todo, no sólo la exigencia del simple respeto por parte de todos, y
especialmente de las instituciones políticas y sociales y de sus responsables, en relación a
cada hombre de este mundo, sino que además, y en mayor medida, comporta que el primer
compromiso de cada uno hacia el otro, y sobre todo de estas mismas instituciones, se debe
situar en la promoción del desarrollo integral de la persona.
En ningún caso la persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo
desarrollo, que puede realizar plena y definitivamente sólo en Dios y en su proyecto salvífico:
el hombre, en efecto, en su interioridad, trasciende el universo y es la única criatura que Dios
ha amado por sí misma.
Es necesario, por tanto, que las autoridades públicas vigilen con atención para que una
restricción de la libertad o cualquier otra carga impuesta a la actuación de las personas no
lesione jamás la dignidad personal y garantice el efectivo ejercicio de los derechos humanos.
Todo esto, una vez más, se funda sobre la visión del hombre como persona, es decir, como
sujeto activo y responsable del propio proceso de crecimiento, junto con la comunidad de la
que forma parte.
Los auténticos cambios sociales son efectivos y duraderos solo si están fundados sobre un
cambio decidido de la conducta personal. No será posible jamás una auténtica moralización
de la vida social si no es a partir de las personas y en referencia a ellas: en efecto, “el ejercicio
de la vida moral proclama la dignidad de la persona humana”.
La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre
elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de
un ciego impulso interior o de la mera coacción externa”.
El hombre justamente aprecia la libertad y la busca con pasión: justamente quiere -y debe-,
formar y guiar por su libre iniciativa su vida personal y social, asumiendo personalmente su
responsabilidad. La libertad, en efecto, no sólo permite al hombre cambiar convenientemente
el estado de las cosas exterior a él, sino que determina su crecimiento como persona, mediante
opciones conformes al bien verdadero: de este modo, el hombre se genera a sí mismo, es
padre de su propio ser y construye el orden social.
Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el “árbol de la ciencia del
bien y del mal”, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la
libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación”.
como un germen y hacer madurar con responsabilidad”. En caso contrario, muere como
libertad y destruye al hombre y a la sociedad.
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Las personas minusválidas son sujetos plenamente humanos, titulares de derechos y deberes:
“A pesar de las limitaciones y los sufrimientos grabados en sus cuerpos y en sus facultades,
ponen más de relieve la dignidad y grandeza del hombre”. Puesto que la persona minusválida
es un sujeto con todos sus derechos, ha de ser ayudada a participar en la vida familiar y social
en todas las dimensiones y en todos los niveles accesibles a sus posibilidades.
Es necesario, por tanto, destacar que la vida comunitaria es una característica natural que
distingue al hombre del resto de las criaturas terrenas. La actuación social comporta de suyo
un signo particular del hombre y de la humanidad, el de una persona que obra en una
comunidad de personas: este signo determina su calificación interior y constituye, en cierto
sentido, su misma naturaleza.
Esta característica relacional adquiere, a la luz de la fe, un sentido más profundo y estable.
Creada a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), y constituida en el universo visible para
vivir en sociedad (cf. Gn 2,20.23) y dominar la tierra (cf. Gn 1,26.28-30), la persona humana
está llamada desde el comienzo a la vida social: “Dios no ha creado al hombre como un “ser
solitario”, sino que lo ha querido como “ser social”.
Todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente infamantes, degradan la civilización
humana, deshonran más a quienes las practican que a quienes padecen la injusticia y son
totalmente contrarias al honor debido al Creador (GS N° 27)
a.- Marginación
En la actualidad se dan fuertes diferencias sociales entre los hombres. Existen grupos y
sectores sociales que son excluidos de la vida social. Marginación que se da sobre todo el
trato a los indígenas que son vistos como ciudadanos de segunda categoría. La marginación,
como proceso social, plantea el reto entre pobreza y sociedad, poniendo de manifiesto que
aunque ésta es fruto de un sistema socioeconómico injusto, es posible vivir de otra manera.
b.- Inequidad
La realidad que se vive actualmente, en muchos contextos sociales, ponen en evidencia que
la inequidad es una constante que golpea, de múltiples maneras, a grandes grupos y sectores,
que no pueden acceder a aquello que objetivamente le corresponde. Existe también la falta
de integración sociocultural, que ha llevado consigo la superposición de culturas y lecturas
manifiestamente parciales. No existe una adecuada promoción de aquellos que están
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Como cristianos debemos tener una mirada integral de la sociedad, en la que queden
reflejados todos los individuos y sectores sociales. Supone una mirada profunda, que no
contempla sólo los intereses políticos o de partido, sino que promueve y mira al bien común.
c.- Violencia
La violencia es una constante a lo largo de la historia y el tiempo, como recurso ante
situaciones en las que el individuo se encuentra en la frontera. El nuevo contexto social del
que se esperaba que pusiera fin a esta realidad, lo que ha logrado s que éste se potencie,
todavía más, por lo que es necesario encontrar respuestas diversas a las que se han propuesto
hasta ahora.
Existe en la sociedad actual fuertes disensiones sociales, en las cuales hay personas y grupos
que intentan solucionar los conflictos por medio de la fuerza, generando profundas divisiones
y conflictos, en los que los más perjudicados son siempre los pobres. Muchos de esos grupos
piensan que se puede llegar al cambio social por medio de la fuerza ya sea como guerra,
revolución, guerrilla, terrorismo, etc. La doctrina social de la Iglesia considera que las
cuestiones sociales han de ser abordadas desde la exigencia de la justicia, donde el freno a
toda manifestación de la violencia debe ser tajante y sostenible en el tiempo.
Tenemos el desafío de implantar y vivir una paz integral que esté basada en la justicia, en la
edificación de un orden según la justicia y la caridad, fundamentado en la correcta
comprensión de la persona humana, en la convivencia y el encuentro de aquellos que,
anteriormente, estuvieron enfrentados, en la conciliación y defensa de los derechos
personales, así como su promoción, evitando que predominen los intereses de algunos
particulares o de grupos sociales, con carácter de privilegio.
CAPÍTULO VI:
SITUACIÓN DEL HOMBRE EN AMÉRICA LATINA
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a.- El comercio
La desigualdad en el comercio entre los países subdesarrollados productores de materia prima
y los desarrollados abastecedores de productos industriales es un factor importante de
discriminación. Esta injusticia proviene porque los países desarrollados controlan los
mecanismos del mercado internacional y se aprovechan de la competencia que los países
subdesarrollados se hacen entre ellos.
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CAPÍTULO VII
LA EDUCACIÓN
(Tomado de Conceptos Básicos de la Doctrina Social Cristiana. Jesús Lazo. PP 125-131)
San Pablo VI afirmó que la Iglesia es “experta en humanismo”. Por eso, San Juan Pablo
II no se cansaba de repetir “el hombre es el camino de la Iglesia”, ella entiende de los
hombres y mujeres de todos los tiempos, porque, como dijo San Juan XXIII, la Iglesia es
“Madre y Maestra”. En efecto, la doctrina social cristiana formula y enseña en cada
tiempo y lugar lo que favorece el conocimiento y el desarrollo pleno del hombre,
mediante la educación.
A la Iglesia, preocupada por la vida entera del hombre, también le toca una parte en el
progreso y expansión de la educación a través de sus iniciativas, instituciones y
enseñanzas.
Una recta educación procura la más armónica formación de estas tres energías del alma.
Se ordena, sin embargo, primariamente a la voluntad: educación de la virtud; en cambio
la instrucción se refiere a los variados conocimientos y al ejercicio de las diversas
profesiones.
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La Doctrina Social de la Iglesia enseña que todos los hombres, con independencia de la
raza, condición social, edad y sexo, en virtud de su dignidad de personas, poseen el
derecho inalienable a la educación, orientando el desarrollo armonioso de todas sus
capacidades físicas, morales como intelectuales, religiosas, artísticas y sociales.
bien, aprende qué quiere decir amar y ser amado, y qué quiere decir en concreto ser
persona. A través de la familia los hijos encuentran el puente más seguro y estable para
su integración en la sociedad. La familia es escuela del más rico humanismo.
En cuanto a nuestro país, cabe decir que, desde su independencia política, el Perú
confronta diversas necesidades, siendo la más importante la falta de una buena educación
de nuestro pueblo.
Entre todas las obligaciones que tiene el Estado peruano, ninguna más importante y
trascendental que la educación. En ella debe invertir lo mejor de sus hombres, de su
dinero y de sus esfuerzos.
-Considerar que no cualquier persona puede ser maestro, porque además de valores
éticos y morales, debe poseer suficiente capacitación en las materias que debe enseñar y
el arte de comunicarlas pedagógica y didácticamente.
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-Propender, con el mayor empeño, a que la capacitación del maestro sea excelente,
llevada a cabo, en las instituciones del más alto nivel científico y tecnológico, y en los
que se cultive un profundo amor a la Patria.
-Procurar que el maestro sea el profesional mejor remunerado económicamente y
brindarle el máximo de alicientes, a fin de que su noble labor sea debidamente
recompensada.
A tal efecto afirmaba San Pablo VI en la Populorum progressio: “Se puede afirmar que
el crecimiento económico depende, en primer lugar, del progreso social; por eso, la
educación básica es el primer objetivo de un plan de desarrollo. Efectivamente, el
hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos: un
analfabeto es un espíritu subalimentado. Saber leer y escribir, adquirir una formación
profesional es recobrar la confianza en sí mismo y descubrir que se puede progresar al
mismo tiempo que los demás” (PP 34).
7.5 LA ESCUELA
Entre todos los medios e instancias educativas, la escuela tiene especial importancia.
1º. La primera función de la escuela es transmitir la cultura de acuerdo con los planes
establecidos para asegurar la integración social del alumno
2º. A través de la trasmisión de la cultura, la escuela debe educar porque constituye una
estructura comunitaria, es lugar de convivencia y socialización.
3º. Además, la escuela debe formar integralmente a la persona, su inteligencia, voluntad
e instintos.
4º. La escuela no trasmite solo saberes sino valores, actitudes, posturas ante la realidad
y concepción de la vida, la historia y el universo.
5º. La escuela puede y debe educar para la vida mediante la educación de los valores
éticos y morales.
b.Dentro de una gran tradición de servicio al humanismo, destacan San Isidoro de Sevilla
(560-636), uno de los primeros enciclopedistas católicos; San Raimundo de Peñafort
(1185-1275), autor de una de las primeras síntesis del Derecho; Raimundo Lulio (1235-
1315), un gran maestro de la lógica y del diálogo con la cultura islámica.
d.Desde el siglo XVI a nuestros días, llama la atención el gran número de Congregaciones
Religiosas que encontraron en la enseñanza la manera más eficaz de realizar la
evangelización y el quehacer social: Jesuitas, Escolapios, Marianistas, Maristas,
Salesianos, Agustinos, etc).
CAPÍTULO VIII
LA VIDA POLÍTICA
(Tomado de Conceptos Básicos de la Doctrina Social Cristiana. Jesús Lazo. PP 199-206)
En nuestros días existe una apreciación bastante generalizada, según la cual pertenece la
política a un ámbito ajeno a lo moral y a lo verdaderamente fructífero para el hombre; hasta
se considera una muestra de seriedad y de honestidad el ser “apolítico”.
Si se mira, sin embargo, el ser “apolítico” desde la auténtica y clásica noción de política, esto
aparece como un engendro monstruoso, cono lo propio de ángel o bestia metidos, con disfraz
de hombres, en un mundo que no es el suyo. “La política es el arte de gobernar a los hombres
que viven en sociedad”.
También se da habitualmente el nombre de política a los esfuerzos que realizan los hombres
para llegar a la dirección de los asuntos públicos. Todo lo que guarde relación con el gobierno
de la ciudad, de la comunidad, de la región, del Estado, ya se trate de ambicionar la dirección
misma o la actividad de aquellos que desempeñan una función pública, lleva el nombre de
“política”.
En los gobiernos autoritarios, totalitarios, los hombres no son más que unos subordinados
que no pueden tener actividad propia alguna, ni iniciativa, ni responsabilidad personales. Son
objetos.
Pio XII dice: “El hombre, lejos de ser un objeto y una especie de elemento pasivo de la vida
social, es, debe ser, y habrá de seguir siendo, por el contrario, el sujeto, el fundamento y el
fin... el ciudadano tiene conciencia de su propia personalidad, de sus obligaciones y de sus
derechos, y la conciencia de su propia libertad se une al respeto de la libertad y de la dignidad
de los demás… No espera un impulso de fuera, juguete dócil entre las manos de quienquiera
que explote sus intereses e impresiones (Mensaje Radiofónico del 24 de diciembre de 1944)
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De un modo general, la política es todo aquello por lo cual los hombres vinculan al bien
común, que es el bien de la Patria. De este modo, el amor a la Patria que nos dispone a darle
lo mejor de nosotros, es la dimensión básica de la política.
Con prescindencia de ella es imposible gobernar rectamente, pues desaparece el bien real
como fin y criterio, y es imposible también ser parte adecuada de la sociedad política, pues
no hay un todo real que dé sentido a la participación. El patriotismo, el espíritu de servicio,
la entrega al bien común nacional, son las disposiciones políticas básicas.
En el orden moral no se pueden separar los medios de los fines, para considerarlos de manera
independiente, como etapas autónomas en el movimiento hacia una meta, tal como puede
observarse en la acción de los cuerpos.
Por esto, no se puede plantear la acción política como tendiente a alcanzar una colección de
objetivos independientes; tiene que estar presente en todos ellos el fin único, el bien común,
que comprende esos bienes parciales.
La Ética, reina de las ciencias normativas, dicta sus principios al derecho y condiciona su
orientación; la subsistencia de la Ética alimenta las concepciones jurídicas. Los ideales
morales sobre la perfección humana, sobre la finalidad y sentido último de la vida del
hombre, deciden el sentido de la justicia que inspira a la concepción jurídica.
Todo el esfuerzo de la doctrina social, cristiana sobre la política se concentra en este punto:
llevar al sector de la política los principios morales.
El sistema totalitario supera el maquiavelismo y enlaza con la idea aristotélica de una moral
que no es sino parte de la política.
Dado que esa voluntad política, es ambición de poder y de gloria, la supremacía de la política
encierra la supremacía del poder y sobre toda otra norma, la supremacía de la fuerza sobre la
justicia. Tenemos aquí una reviviscencia del ideal maquiavélico.
Este mismo Papa declara “Ellos se preguntan a veces sí, católicos como son, no deben hacer
algo de política. Y, tras haberse entregado a detenidas reflexiones sobre este punto, acaban
por establecer ellos mismos las bases de la buena, de la verdadera, de la gran política, esa
que está enfocada hacia el mayor de los bienes, el bien común, el de la polis (ciudad) y de la
civitas (Estado), de ese bien, público que es la suprema ley en torno a la cual gravitan todas
las actividades sociales. Y, procediendo así, comprenderán y cumplirán uno de los más
elevados deberes cristianos, pues, cuanto mayor y más importante sea el campo donde se
pueda trabajar, tanto más imperioso será el deber. Y este es el terreno de la política que afecta
los intereses de la sociedad entera y que, bajo este aspecto, es el campo de la más amplia
caridad, de la caridad política, del que no puede decirse que haya ninguno que le sea superior,
salvo el de la religión”.
Juan Pablo II insiste en llamar a los cristianos para que participen en la vida política. Es un
mensaje central que la doctrina social cristiana dirige hoy a los fieles cristianos hablándoles
del compromiso político como deber religioso prioritario. Pese a la atonía moral que invade
en este tiempo a la sociedad, el espíritu de servicio, unido a la competencia teórica y a la
eficacia práctica, convierten la actividad política en una tarea clara y limpia.
misión en la vida de la comunidad política. Quienes son o pueden llegar a ser capaces de
ejercer este arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren
ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal. Luchen con integridad
moral y con prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el
absolutismo de un solo hombre o de un solo partido político; conságrense con sinceridad y
rectitud, más aún, con caridad y fortaleza política, al servicio de todos” (Gaudium et Spes
75).
todos los ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección creciente, posibilidades
efectivas de tomar parte libre y activamente en la fijación de los fundamentos jurídicos de la
comunidad política, en el gobierno de la cosa pública, en la determinación de los campos de
acción y de los límites de las diferentes instituciones y en la elección de los gobernantes.
Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen
de votar con libertad para promover el bien común. La Iglesia alaba y estima la labor de
quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas
de este oficio”.
b.- Finalidad
Cabe preguntarnos ¿qué finalidad tienen los partidos políticos? La respuesta de la doctrina
social, cristiana es la siguiente: Los partidos políticos en los Estados democráticos deben:
1º. Formar y expresar la voluntad política del pueblo.
2º. Participar con carácter decisivo en la constitución y en las tareas de los órganos de
gobierno.
3º. Educar al pueblo con vistas a una participación responsable en la vida política.
Partido viene de “parte”. Ya el mismo nombre indica que esta entidad nunca tiene un fin en
sí misma, sino que siempre debe servir al todo.Los partidos políticos no son, a pesar de su
extraordinaria importancia, un órgano (parte) del Estado, sino del pueblo; pertenecen al
campo social.
En la misma palabra “partido” ya se expresa que deben existir dos o más de ellos. Una parte
nunca puede ser el todo. Partidos, por consiguiente, son grupos de ciudadanos que se unen y
organizan por razones políticas y se distinguen de otros grupos semejantes por su finalidad y
puntos de vista políticos.
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CAPÍTULO IX
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
9.1 INTRODUCCIÓN
Ante el tercer milenio se presentan ante los cristianos el reto de la “nueva evangelización” a
las que nos llama insistentemente la Iglesia a través de los Papas. Hubo épocas en que la
comunicación de la verdad se hacía oralmente, de persona a persona. Hoy en día, la
propagación de la prensa diaria, de la radio, de la televisión y del Internet permite una
comunicación tan fluida entre los hombres, que los hechos son noticia, a veces de ámbito
mundial, a los pocos minutos de haber sucedido.
La sociedad actual está viviendo una de las más complejas situaciones que se han dado en el
curso de la historia. El hombre necesita imperiosamente unos instrumentos que lo ayuden a
interpretarla.
El principal marco de referencia son los medios de comunicación social. La Prensa, la Tv, la
radio…se configuran como los narradores de la actualidad y aparecen como formas de
explicación imprescindibles para conocer y comprender lo que está sucediendo dentro y fuera
del entorno cultural.
Por otra parte, se reconoce que los avances de la tecnología informativa multiplican los
efectos de los procesos de creación de opinión. Las antenas parabólicas, los videos, los
sistemas satelitales, la televisión por cable, la información computarizada, los celulares, los
chips y tantos otros modernos adelantos han ampliado el fenómeno a niveles planetarios.
Todo ello reclama una orientación de la doctrina social cristiana para la opinión pública, pues
ésta es el punto de arribo de todo proceso de información colectiva.
Los “comunicadores” cristianos necesitan una formación que los capacite para trabajar con
competencia técnica y eficacia apostólica en un campo tan complejo como éste. Tal
formación deberá abarcar, además de los aspectos técnicos, una profundización en lo moral
y ético, sin descuidar la dimensión filosófica, histórica y las ciencias sociales.
Pero, por encima de todo, deberán ser hombres y mujeres en comunión con Dios, para llevar
su mensaje a todas las gentes por medio de las nuevas técnicas de comunicación.
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Durante siglos, la Iglesia ha aprovechado todos los medios de comunicación social para
evangelizar: predicación, escritura, teatro, arquitectura, música, pintura, escultura,
manifestaciones populares (procesiones, fiestas patronales, romerías, etc.) Pero últimamente,
a partir de finales del siglo XIX ha aparecido los llamados “masamedia”, capaces de potenciar
la difusión de este anuncio gozoso.
Benedicto XVI expresaba “En la época actual de la imagen, los medios de comunicación
constituyen efectivamente un extraordinario recurso para promover la solidaridad y el
entendimiento de la familia humana… Ahora bien, todo depende de la manera en que son
usados. Estos importantes instrumentos de la comunicación pueden favorecer el
conocimiento recíproco y el diálogo, o, por el contrario, atizar el prejuicio, el desprecio entre
los individuos y los pueblos; pueden contribuir a difundir la paz o a fomentar la violencia.
Por este motivo, siempre hay que recordar la responsabilidad personal; es necesario que todos
hagan lo que les corresponde para asegurar en toda forma de comunicación objetividad,
respeto de la dignidad humana y atención al bien común. De este modo se contribuye a abatir
los muros de la hostilidad que todavía dividen a la humanidad y se pueden consolidar esos
vínculos de amistad y de amor que son signos del Reino de Dios en la historia.
Y el Papa Francisco expresa “Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven
para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero
por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de
obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos”.
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Entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos se ha visto
envuelto en episodios de acoso cibernético.
2º. Por su función de unir a los hombres y de crear así un mayor sentido comunitario, se
considera a los medios dones de Dios, de quien procede todo principio de unidad.
3º. Como instrumentos creados por el hombre para su servicio son, además, expresión del
precepto divino de “dominar la tierra” y de participar en el plan creador de Dios.
2º. La sociedad entera, afectada por los mensajes emitidos por los medios de comunicación
social, que conforman mentes y conciencia.
3º. El bien común, por cuyo servicio ha de medirse el valor de los medios y que exige una
vigilancia estricta sobre ellos por parte de la sociedad y del Estado.
Siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia al respecto, se pueden clasificar tales
tareas en cuatro apartados: deberes de los propios medios, de los poderes públicos, de los
usuarios y de la Iglesia.
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2º. En el terreno de las artes, es misión importante de los medios de comunicación social
comunicar el arte antiguo y difundir nuevos géneros; velar por el respeto de la cultura
nacional y culturas minoritarias.
3º. Con respecto a la publicidad es precisa una exquisita sensibilidad hacia la libertad de
elección y hacia la verdad. Así como velar por la propia independencia ante los poderes
económicos. En todo caso, debe evitarse la publicidad que explota las pasiones humanas.
6º. Animación de las relaciones interpersonales. “Aetatis novae” hace hincapié en la labor
de animación de las relaciones interpersonales que corresponde a los medios, no de
suplirlas, respetando y participando en el desarrollo integro de la persona, donde la
cultura y la religión tienen puestos eminentes.
7º. La necesaria crítica. Partiendo de la base de que una sociedad masificada es lo más
radicalmente opuesto a un pueblo “libre”, es preciso afirmar que los medios de
comunicación social deben estar al servicio de una opinión pública consciente, activa y
critica, único modo de evitar la masificación en los modos de pensar y de actuar.
8º. Aportación ética. Los medios de comunicación social deben ser unos buenos aliados en
la reconstrucción ética de nuestra sociedad colaborando:
-En la difusión y defensa de los valores fundamentales de la persona humana, en los que
se asienta la vida en libertad de una sociedad democrática.
-En la creación y elevación de una cultura verdaderamente digna del hombre.
-En el rechazo firme y valiente de toda forma de marginación.
Característica esencial de los medios de comunicación deben ser una inquebrantable pasión
por la verdad y la defensa del hombre por encima de cualquier otra consideración e interés.
En líneas generales, se puede afirmar que si los poderes públicos son los veladores del bien
común, no pueden dejar de vigilar algo tan influyente sobre la sociedad como son los medios
de comunicación social. Como deberes más concretos, señalados por la Iglesia, podemos
citar:
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1º. En el plano internacional. San Juan XXIII en “Pacem in terris” (PT) pide a los Estados
que se esfuercen por sanear internacionalmente el mundo de las comunicaciones para un
conocimiento mejor y estima de todos los países.
2º. La dictadura de los espíritus. San Pablo VI decía en “Octagpesima adveniens” (OA) que
es obligación del Estado alentar lo positivo de los medios de comunicación social para
la convivencia y evitar el posible menoscabo de valores a que pudieran dar lugar. Sobre
todo recuerda que no es misión del Estado tratar de imponer una ideología por medios
que desembocarían en la dictadura de los espíritus, la peor de todas.
3º. La privatización. El excesivo costo de los medios de comunicación social ha llevado a
la privatización y a la desaparición de normas reguladoras. Se cae así en una
manipulación semejante a la estatal. Pero, la solución no es el control estatal, sino más
responsabilidad pública al servicio público.
4º. Igualdad de oportunidades. Es necesario reformar ciertas políticas y estructuras que
impiden el acceso s los medios a ciertos grupos o clases, reducen el derecho a la
información, o priman a grupos económicos, sociales o políticos. Todo ello es contrario
a la naturaleza propia de los medios de comunicación social.
5º. Promoción de la propia cultura. La Iglesia considera positivo el deseo de los pueblos a
disponer de medios de comunicación social propios para conservar y promover sus
culturas y eviten la manipulación de los poderosos.
2º. El uso de los medios. Los receptores, dice “Communio et progressio”, no deben
conformarse con ser parte pasiva. Especificando más en que debe consistir esta parte
activa, aclara: deben tener en cuenta que no sólo están llamados a aprender de los medios
de comunicación social y a convertirse en meros consumidores, sino que ellos mismos
deben aprender a servirse de ellos.
3º. La Instrucción básica. Debe interpretar, confrontar, valorar y juzgar los mensajes. Para
ello, deben preocuparse por adquirir una instrucción básica para su uso.
2º. Diálogo interno. Dada las facilidades que ofrecen los medios, es preciso considerar de
forma nueva el diálogo entre católicos, del Magisterio con los fieles, etc.; y el modo de
organizarse para sacar el mejor provecho de las capacidades que ofrecen los medios de
comunicación social.
3º. Formación de profesionales. La persona es el eje de toda la doctrina social cristiana, por
lo que no se puede olvidar en cuanto a los medios de comunicación social, las
responsabilidades de las personas que los manejan y las de la Iglesia respecto a estos
profesionales.
5º. Denuncia. “Aetatis novae” afirma que la Iglesia no pretende dictar normas, sino que
intenta ayudar indicando criterios éticos aplicables al uso de los medios.
6º. Centrándonos en los últimos años y en un plano general, se puede decir que la Iglesia
está preocupada por las campañas que promueven o en las que participan los medios de
comunicación social. Podemos señalar las más llamativas:
-La colonización cultura llevada a cabo por los países ricos sobre los pobres, amparados
en los elevados costos que necesitan estos medios.
-La doble manipulación: ideológica (por parte del Estado) y económica (por parte de las
empresas privadas)
-Actualmente, los medios de comunicación social obstaculizan el desarrollo de la
persona, promocionan el secularismo, consumismo y la insolidaridad con los pobres.
-Es lamentable la ausencia de programas culturales y que, en cambio, se dé prioridad a
los de diversión, los que, con frecuencia entronizan el sexo y la violencia.
-En “Sollicitudo rei sociales” y “Centesimus annus” San Juan Pablo II denuncia la
participación activa de los medios de comunicación social en las campañas emprendidas
en el tercer mundo contra la natalidad y el tipo de publicidad que, por mero afán de
vender, no duda en poner la felicidad en el consumo; igualmente, Benedicto XVI en
“Caritas in veritatis” (La Caridad en la verdad: CV).
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CAPÍTULO X
RESUMEN DE LA ENCÍCLICA LAUDATO SI.
Sobre el cuidado de la casa común.
La Encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco, «Laudato si’, mi’ Signore»,
que en el Cántico de las creaturas recuerda que la tierra, nuestra casa común, «es también
como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos
acoge entre sus brazos » Nosotros mismos «somos tierra (cfr Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo
está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y
restaura»
Pero ahora esta tierra maltratada y saqueada clama y sus gemidos se unen a los de todos los
abandonados del mundo. El Papa Francisco nos invita a escucharlos, llamando a todos y cada
uno –individuos, familias, colectivos locales, nacionales y comunidad internacional– a una
“conversión ecológica”, según expresión de San Juan Pablo II, es decir, a «cambiar de ruta»,
asumiendo la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta ante el «cuidado de la
casa común». Al mismo tiempo, el papa Francisco reconoce que «se advierte una creciente
sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y
dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta», permitiendo una
mirada de esperanza que atraviesa toda la Encíclica y envía a todos un mensaje claro y
esperanzado: «La humanidad tiene aún la capacidad de colaborar para construir
nuestra casa común»; «el ser humano es todavía capaz de intervenir positivamente»; «no
todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden
también superarse, volver a elegir el bien y regenerarse ».
El Papa Francisco se dirige, claro está, a los fieles católicos, retomando las palabras de San
Juan Pablo II: «los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación,
así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe» , pero se propone
«especialmente entrar en diálogo con todos sobre nuestra casa común»: el diálogo aparece
en todo el texto, y en el capítulo 5 se vuelve instrumento para afrontar y resolver los
problemas. Desde el principio el papa Francisco recuerda que también «otras Iglesias y
Comunidades cristianas –como también otras religiones– han desarrollado una profunda
preocupación y una valiosa reflexión» sobre el tema de la ecología. Más aún, asume
explícitamente su contribución a partir de la del «querido Patriarca Ecuménico Bartolomé»,
ampliamente citado en los N°s 8-9. En varios momentos, además, el Pontífice agradece a los
protagonistas de este esfuerzo –tanto individuos como asociaciones o instituciones–,
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
El texto está atravesado por algunos ejes temáticos, vistos desde variadas perspectivas, que
le dan una fuerte coherencia interna: «la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del
planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma
y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos
de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano
de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la
política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de
vida.».
EI cambio climático: «El cambio climático es un problema global con graves dimensiones
ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales
desafíos actuales para la humanidad». Si «el clima es un bien común, de todos y para
todos», el impacto más grave de su alteración recae en los más pobres, pero muchos de los
que «tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en
enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas»: «La falta de reacciones ante estos
dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de
responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil».
La cuestión del agua: El Papa afirma sin ambages que «el acceso al agua potable y segura
es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia
de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos».
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
Privar a los pobres del acceso al agua significa «negarles el derecho a la vida radicado en su
dignidad inalienable».
Conociendo las profundas divergencias que existen respecto a estas problemáticas, el Papa
Francisco se muestra profundamente impresionado por la «debilidad de las reacciones»
frente a los dramas de tantas personas y poblaciones. Aunque no faltan ejemplos positivos,
señala «un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad». Faltan una
cultura adecuada y la disposición a cambiar de estilo de vida, producción y consumo, a la
vez que urge «crear un sistema normativo que […] asegure la protección de los ecosistemas».
En la Biblia, «el Dios que libera y salva es el mismo que creó el universo», y «en Él se
conjugan el cariño y el vigor». El relato de la creación es central para reflexionar sobre la
relación entre el ser humano y las demás criaturas, y sobre cómo el pecado rompe el equilibrio
de toda la creación en su conjunto. «Estas narraciones sugieren que la existencia humana se
basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el
prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han roto, no sólo
externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado».
Por ello, aunque «si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado
incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser
creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto
sobre las demás criaturas». Al ser humano le corresponde «“labrar y cuidar” el jardín del
mundo (cf. Gn 2,15)», sabiendo que «el fin último de las demás criaturas no somos nosotros.
Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que
es Dios».
Que el ser humano no sea patrón del universo «no significa igualar a todos los seres vivos y
quitarle al ser humano ese valor peculiar» que lo caracteriza ni «tampoco supone una
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divinización de la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su
fragilidad». En esta perspectiva «todo ensañamiento con cualquier criatura “es contrario a la
dignidad humana”», pero «no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás
seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y
preocupación por los seres humanos». Es necesaria la conciencia de una comunión universal:
«creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles
y conformamos una especie de familia universal, […] que nos mueve a un respeto sagrado,
cariñoso y humilde».
Un primer fundamento del capítulo son las reflexiones sobre la tecnología: se le reconoce
con gratitud su contribución al mejoramiento de las condiciones de vida, aunque también da
«a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un
dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero». Son
justamente las lógicas de dominio tecnocrático las que llevan a destruir la naturaleza y a
explotar a las personas y las poblaciones más débiles. «El paradigma tecnocrático también
tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política», impidiendo reconocer que «el
mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social».
Desde esta perspectiva, la Encíclica afronta dos problemas cruciales para el mundo de hoy.
En primer lugar, el trabajo: «En cualquier planteo sobre una ecología integral, que no excluya
al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo», pues «Dejar de invertir en
las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la
sociedad».
En segundo lugar, los límites del progreso científico, con clara referencia a los Objetivos
Generales del Milenio, que son «una cuestión ambiental de carácter complejo». Si bien «en
algunas regiones su utilización ha provocado un crecimiento económico que ayudó a resolver
problemas, hay dificultades importantes que no deben ser relativizadas», por ejemplo «una
concentración de tierras productivas en manos de pocos». El Papa Francisco piensa en
particular en los pequeños productores y en los trabajadores del campo, en la biodiversidad,
en la red de ecosistemas. Es por ello necesario asegurar «una discusión científica y social
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
La perspectiva integral incorpora también una ecología de las instituciones. «Si todo está
relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el
ambiente y en la calidad de vida humana: “Cualquier menoscabo de la solidaridad y del
civismo produce daños ambientales”».
Con muchos ejemplos concretos el Papa Francisco ilustra su pensamiento: hay un vínculo
entre los asuntos ambientales y cuestiones sociales humanas, y ese vínculo no puede
romperse. Así pues, «el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de
los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona
consigo misma», porque «no hay dos crisis separadas, una ambiental y la otra social, sino
una única y compleja crisis socio-ambiental».
Esta ecología ambiental «es inseparable de la noción de bien común», que debe
comprenderse de manera concreta: en el contexto de hoy en el que «donde hay tantas
inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos
básicos», esforzarse por el bien común significa hacer opciones solidarias sobre la base de
una «opción preferencial por los más pobres». Este es el mejor modo de dejar un mundo
sostenible a las próximas generaciones, no con las palabras, sino por medio de un
compromiso de atención hacia los pobres de hoy como había subrayado Benedicto XVI:
«además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad
moral de una renovada solidaridad intrageneracional».
La ecología integral implica también la vida cotidiana, a la cual la Encíclica dedica una
especial atención, en particular en el ambiente urbano. El ser humano tiene una enorme
capacidad de adaptación y «es admirable la creatividad y la generosidad de personas y grupos
que son capaces de revertir los límites del ambiente, […] aprendiendo a orientar su vida en
medio del desorden y la precariedad». Sin embargo, un desarrollo auténtico presupone un
mejoramiento integral en la calidad de la vida humana: espacios públicos, vivienda,
transportes, etc.
También «nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los
demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria
para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común; mientras
una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de
dominio».
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
Sobre esta base el Papa Francisco no teme formular un juicio severo sobre las dinámicas
internacionales recientes: «las Cumbres mundiales sobre el ambiente de los últimos años
no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron
acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces». Y se pregunta «¿Para
qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir
cuando era urgente y necesario hacerlo?. Son necesarios, como los Pontífices han repetido
muchas veces a partir de la Pacem in terris, formas e instrumentos eficaces de gobernanza
global: «necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza global para toda la
gama de los llamados “bienes comunes globales”», dado que «“la protección ambiental no
puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es
uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de
promover adecuadamente”».
La llamada a los que detentan encargos políticos es particularmente incisiva, para que eviten
«la lógica eficientista e inmediatista» que hoy predomina. Pero «si se atreve a hacerlo,
volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras su paso
por esta historia un testimonio de generosa responsabilidad».
El punto de partida es “apostar por otro estilo de vida”, que abra la posibilidad de «ejercer
una sana presión sobre quienes detentan el poder político, económico y social». Es lo que
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
sucede cuando las opciones de los consumidores logran «modificar el comportamiento de las
empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción».
Vuelve la línea propuesta en la Evangelii Gaudium: «La sobriedad, que se vive con libertad
y conciencia, es liberadora», así como «la felicidad requiere saber limitar algunas
necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que
ofrece la vida». De este modo se hace posible «sentir que nos necesitamos unos a otros, que
tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y
honestos».
Los santos nos acompañan en este camino. San Francisco, mencionado muchas veces, es el
«ejemplo por excelencia del cuidado por lo que es débil y de una ecología integral, vivida
con alegría». Pero la Encíclica recuerda también a san Benito, santa Teresa de Lisieux y
al beato Charles de Foucauld. Después de la Laudato si’, el examen de conciencia –
instrumento que la Iglesia ha aconsejado para orientar la propia vida a la luz de la relación
con el Señor– deberá incluir una nueva dimensión, considerando no sólo cómo se vive la
comunión con Dios, con los otros y con uno mismo, sino también con todas las creaturas y
la naturaleza.
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ACTIVIDADES VIRTUALES
Enviar sus trabajos al siguiente correo: Andrés Cruzado Albarrán: jcruzado@uct.edu.pe
Observación: Las respuestas tienen que ser sacadas del módulo. No se permite respuestas
copiadas del Internet, de ser así la nota es cero=00; igualmente, no está permitido copiar
trabajos del compañero de clase, dos trabajos iguales o similares se anulan ambos. De no
observarse estas indicaciones NO HAY LUGAR A RECLAMO en su calificativo.
A) I UNIDAD
a)- Contestar de manera concreta y precisa las siguientes preguntas:
1. Enuncie una definición de doctrina social de la Iglesia.
2. Enuncie los principios básicos de la doctrina social.
3. Enuncie la definición de Cuestión Social.
4. ¿Debe intervenir la Iglesia en la Cuestión Social? ¿Por qué?
5. ¿Cuál es el fundamento general de la Doctrina Social de la Iglesia?
6. ¿Con qué encíclica empieza la enseñanza social de la Iglesia?
7. ¿La encíclica que confirma el principio que el salario debe ser proporcionado no sólo a
las necesidades del trabajador, sino también a las de su familia, se llama?
8. ¿Qué fines persigue la Iglesia en la elaboración y enseñanza de la Doctrina Social?
9. ¿Qué significa que el hombre está abierto a la trascendencia?
10. ¿Por qué es importante la dimensión de Sociabilidad en la Persona Humana?
11. ¿A qué se refiere cuando se dice “atentados contra la dignidad de la persona humana?
12. Mencione y explique tres consecuencias de la sociedad de consumo.
13. ¿Por qué todas las personas poseen el derecho inalienable a la educación?
14. ¿Por qué los laicos deben participar en política?
15. ¿Por qué la Iglesia le da importancia a los Medios de Comunicación Social?
16. ¿Cuál considera usted que es el mensaje central de la Encíclica “Laudato Si”?
17. ¿Cuál es la raíz humanan de la crisis ecológica?
18. Según la Encíclica “Laudato Si”, la existencia humana se basa en tres relaciones
fundamentales. ¿Cuáles son estas relaciones?
19. ¿Qué afirma el Papa Francisco en Encíclica “Laudato Si”, sobre las Cumbres
Mundiales”?
20. ¿Qué opinión le merece esta asignatura de Doctrina Social de la Iglesia?
b).- Elaborar 3 esquemas (Puede ser mapa conceptual, mapa mental, cuadro sinóptico,
etc) de 3 capítulos del presente módulo.
B) II UNIDAD.
Elabore un Ensayo, teniendo en cuenta estas partes: Introducción, Desarrollo y
Conclusiones, de las Diapositivas “Atentados contra la Dignidad de la Persona Humana”.
Tiene que ser en base a ideas propias, no está permitido copiar y pegar de internet.
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LECTURAS
LECTURA Nº 01
CARTA DEL P. MARTÍN LASARTE (SDB), SACERDOTE CATÓLICO, AL
PERIÓDICO NEW YORK TIMES
"Querido hermano y hermana periodista:
«Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años
que vivo en Angola como misionero.
Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema
en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. ¡Así aparece uno
de una ciudad de USA, de la década de los 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente,
otros casos recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones
periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.
Me da un gran dolor por el profundo mal que personas, que deberían de ser señales del amor de
Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay
duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo
tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los
niños será siempre una prioridad absoluta.
Pero ¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen
por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del
mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que
transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe
a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya
tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han
retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en México mediante el único
puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas. Que
hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños...
No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de
cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque
no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el
P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle,
llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen
cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos
que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio. Tampoco que Fray
Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados.
No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y
su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados,
orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en
escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a
seropositivos… o sobre todo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir
y amar.
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en
Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado
en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas
rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en
Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan
saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están
las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región… Ninguno pasa los 40 años.
En Cristo,"
P. Martín Lasarte sdb
"Mi pasado Señor, lo confío a tu Misericordia; Mi presente a tu Amor; Mi futuro a tu
Providencia"
LECTURA N° 02
CARTA DEL JEFE SEATTLE AL PRESIDENTE DE USA
El presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía en 1854 una oferta al jefe Seattle,
de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy
forman el Estado de Wáshington. A cambio, promete crear una “reservación” para el pueblo
indígena. El jefe Seattle responde en 1855.
El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las
tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad.
Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos
a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus
armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá confiar en la
palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las
estrellas inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea
extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que
usted se proponga comprarlos? Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama
brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo
de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que
recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las
estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre
piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras
hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los
surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la
misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Wáshington manda decir que desea comprar nuestra
tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde
podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto,
nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra
es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos
no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes
deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que
cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida
de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan
a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos
que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los
ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano. Sabemos que el hombre blanco no
comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que
cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita.
La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja
atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus
hijos y no le importa.
La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra,
a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como
carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy
un salvaje y no comprendo. No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún
lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto.
Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar
los oídos.
¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno
de las ranas alrededor de un lago? Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere
el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por
una lluvia diurna o perfumado por los pinos.
El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire
-el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco
no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si
vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros,
que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos
su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben
mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear
el viento azucarado por las flores de los prados. Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de
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Mg. Andrés Cruzado Albarrán – Mg. Andrea Cruzado Paredes Doctrina Social de la Iglesia
comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe
tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos
pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al
pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro
puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una
gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres.
Hay una unión en todo. Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza
de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas
de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra
madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen
en el suelo, están escupiendo en sí mismos. Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al
hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas las cosas están
relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la
vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar
exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una
cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el
mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él
es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre
piel blanca. La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también
pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán
sofocados por sus propios desechos. Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán
intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón
especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja. Este destino es un misterio
para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos
sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos
hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.
LECTURA N° 03
IDEOLOGÍA DE GÉNERO
1.- ¿QUÉ ES IDEOLOGÍA DE GÉNERO?
La Ideología de Género sostiene que la diferencia entre hombre y mujer es construida por la
sociedad y no definida por la naturaleza con la que uno nace.
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b. En algunos lugares han llegado a más de 31 géneros y se pueden elegir al que quiera según su
sentir: heterosexual, homosexual, bisexual, transgénero, travesti, transexual, intersexual,
pansexual, andrógino, sin género, genero fluido…
c. Introducir una educación sexual orientada a la autoexploración y experimentación, la cual
debe ser impartida en las escuelas, todo esto sin considerar la intervención de los padres.
d. Se olvida lo fundamental en la educación: “Toda labor educativa que trate de formar hombres
va acompañada de una determinada concepción del hombre… (Edith Stein, “La estructura de
la persona humana”.. p.3)
LECTURA N° 04
EXTRACTO DEL MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO EN SU ENCUENTRO CON LOS
PUEBLOS DE LA AMAZONÍA (19 ENERO DEL 2018)
“…. Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan Amenazados en
sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una
parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su
avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza
contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la
«conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes
hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la
conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas
generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el
territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática
provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas
locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una
despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes.
Como contraparte, es justo reconocer que existen iniciativas esperanzadoras que surgen de
vuestras bases mismas y de vuestras organizaciones, y propician que sean los propios pueblos
originarios y comunidades los guardianes de los bosques, y que los recursos que genera la
conservación de los mismos revierta en beneficio de sus familias, en la mejora de sus condiciones
de vida, en la salud y educación de sus comunidades. Este «buen hacer» va en sintonía con las
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prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos. Y permítanme
decirles que sí, para algunos, ustedes son considerados un obstáculo o un «estorbo», en verdad,
ustedes con su vida son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los
costes del mismo. Ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos:
cuidar la Casa Común.
La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del
sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan
seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural.
Paralelamente, existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación
ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra
esclava o el abuso sexual. La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor
que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas
de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde
está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? [...] No nos hagamos los distraídos
ni miremos para otra parte. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!
Cómo no recordar a santo Toribio cuando constataba con gran pesar en el tercer Concilio Limense
«que no solamente en tiempos pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas
con tanto exceso, sino también hoy muchos procuran hacer lo mismo…» (Ses. III, c.3). Por
desgracia, después de cinco siglos estas palabras siguen siendo actuales. Las palabras proféticas
de aquellos hombres de fe —como nos lo han recordado Héctor y Yésica—, son el grito de esta
gente, que muchas veces está silenciada o se les quita la palabra. Esa profecía debe permanecer
en nuestra Iglesia, que nunca dejará de clamar por los descartados y por los que sufren.
De esta preocupación surge la opción primordial por la vida de los más indefensos. Estoy
pensando en los pueblos a quienes se refiere como «Pueblos Indígenas en Aislamiento
Voluntario» (PIAV). Sabemos que son los más vulnerables de entre los vulnerables. El rezago
de épocas pasadas los obligó a aislarse hasta de sus propias etnias, emprendieron una historia de
cautiverio en los lugares más inaccesibles del bosque para poder vivir en libertad. Sigan
defendiendo a estos hermanos más vulnerables. Su presencia nos recuerda que no podemos
disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez y del consumo. Es necesario que existan
límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos
constituye.
El reconocimiento de estos pueblos —que nunca pueden ser considerados una minoría, sino
auténticos interlocutores— así como de todos los pueblos originarios nos recuerda que no somos
los poseedores absolutos de la creación. Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la
sociedad toda, no hacer de sus culturas una idealización de un estado natural ni tampoco una
especie de museo de un estilo de vida de antaño. Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que
enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura. Todos los esfuerzos que hagamos por mejorar
la vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos….”
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BIBLIOGRAFÍA
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