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EUCARISTÍA

Textos

Citas de la Sagrada Escritura

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Quien comiere de este pan, vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi misma carne para la vida del mundo. Jn
6, 51-52.

Mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida.


Quien come mi carne y bebe mi sangre en mi mora y yo en el. Jn 6, 56-57.

Estando cenando, tomo Jesús el pan, y lo bendijo, y partió y se lo dio a sus


discípulos, diciendo: Tomad y comed, este es mi cuerpo. Y tomando el cáliz dio
gracias, y se lo dio diciendo: Bebed todos de el, porque esta es mi sangre del
Nuevo Testamento. Mt 26, 26-28; Mc 14, 22-24; Lc 22, 19-20; 1 Cor 11, 2426.

Quien comiere este pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, reo será del
cuerpo y de la sangre del Señor [...], porque quien le come y bebe indignamente
se traga y bebe su propia condenación. I Cor 1 1, 27-29.

Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su sangre no tendréis


vida en vosotros. Jn 6, 54.

Trabajad para tener no tanto el manjar que se consume, sino el que dura hasta la
vida eterna, el cual os dará el Hijo del hombre. Jn 6, 27.

He venido para que tengan vida y la tengan en mas abundancia. Jn 10, 10.
 

SELECCIÓN DE TEXTOS

Sacrificio y Sacramento

2093 Jesús quiso que la inmensidad de este amor quedase grabada en lo mas
profundo del corazón de los creyentes. Por eso, en la ultima Cena, después de
celebrar la Pascua con sus discípulos y a punto de pasar de este mundo al Padre,
instituyo este sacramento como memorial perpetuo de su Pasión, como realización
de las antiguas figuras, como el mayor milagro que habla hecho y el mayor
consuelo para aquellos que dejarla tristes con su ausencia (SANTO TOMAS, Sermón
para la fiesta del Cuerpo de Cristo).

2094 La Iglesia católica rinde este culto latréutico al Sacramento Eucarístico, no


solo durante la Misa, sino también fuera de su celebración, conservando con la
máxima diligencia las hostias consagradas, presentándolas a la solemne
veneración de los fieles cristianos, llevándolas en procesión con alegría de la
multitud del pueblo cristiano (PABLO Vl, Mysterium Fidei, 3-1X-1965).

2095 Y con la Sagrada Eucaristía, sacramento—si podemos expresarnos así—del


derroche divino, nos concede su gracia, y se nos entrega Dios mismo: Jesucristo,
que esta realmente presente siempre —y no solo durante la Santa Misa—con su
Cuerpo, con su Alma, con su Sangre y con su Divinidad (J. ESCRIVÁ DE
BALAGUER, Es Cristo que pasa, 80).

2096 Tenemos con nosotros el <<pan de los peregrinos>>, el sacramento del


Cuerpo y de la Sangre de Cristo, que se nos ofrece como fuente inagotable, para
sacar de ella fuerza, serenidad, confianza en cada momento de la existencia
(JUAN PABLO II, Hom. Roma, I 1-11-1981).

Presencia real y substancial de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía


 

2097 Si alguno negare que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se


contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con
el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo y, por tanto, Cristo entero, sino
que dijere que solo están en el como en signo o en figura, o por su eficacia, sea
anatema (CONC DE TRENTO, Cánones sobre la S. Eucaristía, Sesión Xlll, cap. 8;
Dz 1651).

2098 Tal presencia se llama real, no por exclusión, como si las otras no fueran
reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial, pues por
ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e integro (PABLO
Vl, Mysterium Fidei, 3-1X-1965).

2099 Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor Jesucristo, perfecto Dios y


perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda El mismo. Ira al
Padre, pero permanecerá con los hombres. No nos legara un simple regalo que
nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el
tiempo, como la fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido
para los que no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las
especies del pan y del vino esta El, realmente presente: con su Cuerpo, su
Sangre, su Alma y su Divinidad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa,
83).

2100 Es preciso adorar devotamente a este Dios escondido: es el mismo


Jesucristo que nació de Maria Virgen; el mismo que padeció, que fue inmolado en
la Cruz; el mismo de cuyo costado traspasado mano agua y sangre (J. ESCRIVÁ
DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 84).

2101 Se mantienen alejados de la Eucaristía y de la oración (los docetas), por no


confesar que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, la que
padeció por nuestros pecados, la que el Padre en su bondad ha resucitado (SAN
IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los de Esmirna, 7).

2102 ¿Por que tratas tu irrespetuosamente al sacramento tremendo (venerando)?


¿No sabes que en el momento en que el sacramento viene al altar se abren arriba
los cielos y Cristo desciende y llega, que los coros angélicos vuelan del cielo a la
tierra y rodean el altar donde esta el santo sacramento del Señor y todos son
llenos del Espíritu Santo? [...]. Por eso vosotros, sacerdotes, vosotros los ministros
y los dispensadores del santo sacramento, acercaos con temor, custodiadlo con
ansia, administradlo santamente y servidle con esmero (JUAN MANDAKUNI,
Homilías, 1. c., pp. 224-225).

2103 Este cuerpo que consagramos procede y es de la Virgen [...]; verdadera


carne de Cristo era la que fue crucificada, la que fue sepultada: por consiguiente,
verdaderamente es el sacramento de aquella carne (SAN AMBROSIO Sobre los
misterios. 53).

2104 Esto que hay en el cáliz es aquello que mano del costado, y de ello
participamos (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 24 sobre la la Epístola a los
Corintios).

2105 El Cristo eucarístico se identifica con el Cristo de la historia de la eternidad.


No hay dos Cristos, sino uno solo. Nosotros poseemos, en la Hostia, al Cristo de
todos los misterios de la Redención: al Cristo de la Magdalena, del hijo prodigo y
de la Samaritana, al Cristo del Tabor y de Getsemaní, al Cristo resucitado de entre
los muertos, sentado a la diestra del Padre [...]. Esta maravillosa presencia de
Cristo en medio de nosotros deberla revolucionar nuestra vida [...]; esta aquí con
nosotros: en cada ciudad, en cada pueblo [...] (M. M. PHILIPON, Los sacramentos
en la vida cristiana, p. 116).

2106 Confesión de fe que la Iglesia pidió a Berengario en el siglo Xl: <<Yo,


Berengario, creo en mi corazón y mis labios confiesan: que el pan y el vino que se
ponen en el altar, por el misterio de la declaración sagrada y de las palabras de
nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la carne verdadera, propia y
vivificante y en la sangre de Jesucristo, Nuestro Señor; que después de la
consagración esta el verdadero cuerpo de Cristo, que nació de la Virgen y que fue
colgado de la Cruz, ofrecido por la salvación del mundo, que esta sentado a la
derecha del Padre, así como la verdadera sangre de Cristo que salió de su
costado; que todo eso se hace no solo en símbolo y en virtud espiritual del
Sacramento, sino en la realidad propia de la naturaleza de las cosas, y en la
verdad de su sustancia, como esta escrito en esta nota, como os he leído y como
lo comprendéis. En eso creo, y no daré ninguna enseñanza mas contra esta
creencia. A eso me ayuden Dios y los santos Evangelios de Dios>> (Dz, 335).
 

La transubstanciación

2107 Antes, pues, que se realice la consagración, el pan es pan; pero cuando
sobre el descienden las palabras de Jesucristo, que dice: <<Esto es mi cuerpo>>,
el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo (SAN AGUSTÍN Trat. Evang. S. Juan, 27).

2108 después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y
substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la
apariencia (especie) de aquellas cosas sensibles. Porque no son cosas que
repugnen entre si que el mismo Salvador nuestro este siempre sentado en el cielo
a la diestra de Dios Padre, según su modo natural de existir, y en muchos otros
lugares este sacramentalmente presente en su sustancia, según un modo de
existir que si bien apenas podemos expresar con palabras, sin embargo con
pensamiento ilustrado por la fe podemos alcanzar que es posible a Dios, y
debemos creerlo siempre y de modo constante (CONCILIO DE TRENTO, Denz.
Schon., 1636).

2109 El cuerpo esta verdaderamente unido a la divinidad, el cuerpo nacido de la


Santísima Virgen: no porque el mismo cuerpo encarnado descienda del Cielo, sino
porque el mismo pan y vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo (SAN
JUAN DAMASCENO, Sobre la fe ortodoxa, 4, 14). '

2110 Cristo no se hace presente en este Sacramento sino por la conversión de


toda la sustancia del pan en su cuerpo y de toda la sustancia del vino en su
sangre; conversión admirable y singular, que la Iglesia católica justamente y con
propiedad llama transubstanciación (PABLO VI, Mysterium Fidei, 3-lX- 1965).

2111 Adoctrinados y llenos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que
parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y
que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la
sangre de Cristo (SAN CIRILO DE JERUSALÉN. Catequesis, 22, 1).
 

2112 Una vez terminadas las grandes y admirables preces, el pan se hace cuerpo
y el cáliz sangre de Nuestro Señor Jesucristo (SAN ATANASIO, Sermón a los
bautizados).

2113 Y dijo en modo demostrativo: Este es mi cuerpo y esta es mi sangre, para


que no pienses que las cosas que aparecen son una figura (tipo), sino que por
algo inefable del Dios Omnipotente las oblaciones son realmente transformadas
en el cuerpo y en la sangre de Cristo; y nosotros, al participar de ellos, recibimos
la fuerza vivificadora y santificadora de Cristo (SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Coment.
sobre S. Mateo).

2114 El pan, antes de la consagración, es un pan ordinario; pero cuando se le


consagra, se convierte y se llama Cuerpo de Cristo (SAN GREGORIO DE NIZA,
Sermón sobre el Bautismo).

2115 Este es mi cuerpo, dice (el sacerdote). Esta palabra transforma las cosas
ofrecidas (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre el Bautismo del Señor).

2116 El pan al principio es ordinario, pero una vez que el misterio lo consagra, se
dice y se hace cuerpo de Cristo (SAN GREGORIO DE NIZA, Hom. sobre el Bautismo
del Señor).

2117 (Referido a la consagración). Es mayor la fuerza de la bendición que la de la


naturaleza, porque por la bendición incluso la misma naturaleza se cambia (SAN
AMBROSIO, Sobre los misterios, 50).

2118 Este pan, antes de las palabras de la consagración es pan común; pero
cuando se le consagra, el pan se convierte en carne de Cristo (SAN AMBROSIO.
Sobre los Sacramentos, 4, 4).

 
La Sagrada Eucaristía y la Redención

2119 NO existe verdaderamente nada mas útil para nuestra salvación que este
sacramento en que se purifican los pecados, aumentan las virtudes y se encuentra
la abundancia de todos los carismas espirituales. Se ofrece en la Iglesia en
provecho de todos, vivos y muertos, porque fue instituido para la salvación de
todos los hombres (SANTO TOMAS, Sermón para la fiesta del Cuerpo de Cristo).

2120 Este sacramento contiene todo el misterio de nuestra salvación; por eso se
celebra con mayor solemnidad que los demás (SANTO TOMAS, Suma Teológica, 3,
q. 83, a. 4).

2121 Es el sacramento de la pasión del Señor y de nuestra redención


(TERTULIANO, Epístola 63).

2122 La presencia de Jesús vivo en la Hostia Santa es la garantía, la raíz y la


consumación de su presencia en el mundo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es
Cristo que pasa, 102).

Efectos de este Sacramento

2123 Jesús en el Sacramento es esta fuente abierta a todos, donde siempre que
queramos podemos lavar nuestras almas de todas las manchas de los pecados
que cada día cometemos (SAN ALFONSO M. DE LIGORIO, Visitas al Stmo.
Sacramento, 20).

2124 En la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a


saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo por su carne, que da la vida a los
hombres, vivificada y vivificante por el Espíritu Santo (CONC. VAT. II, Decr.
Presbyterorum Ordinis, 5).

 
2125 El efecto que este sacramento produce en el alma de quien lo recibe
debidamente es la unión del hombre con Cristo. Y puesto que por la gracia el
hombre es incorporado a Cristo y unido a sus miembros, es lógico que por este
sacramento se aumente la gracia de quienes lo reciben dignamente. Todos los
efectos que el alimento y la bebida materiales producen sobre la vida del cuerpo:
sustento, crecimiento, reparación y placer, este sacramento los produce para la
vida espiritual (CONC. DE FLORENCIA, Decr. Pro Armeniis).

2126 Quiere El, para el bien de las criaturas, que su cuerpo, su alma y su divinidad
se hallen en todos los rincones del mundo, a fin de que podamos hallarle cuantas
veces lo deseemos, y así en El hallemos toda suerte de dicha y felicidad. Si
sufrimos penas y disgustos, El nos alivia y nos consuela. Si caemos enfermos, o
bien será nuestro remedio, o bien nos dará fuerzas para sufrir, a fin de que
merezcamos el cielo. Si nos hacen la guerra el demonio y las pasiones, nos dará
armas para luchar, para resistir y para alcanzar victoria. Si somos pobres, nos
enriquecerá con toda suerte de bienes en el tiempo y en la eternidad (SANTO
CURA DE ARS, Sermón sobre el Jueves Santo).

2127 Es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir, re- medio para vivir en
Jesucristo para siempre (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los Efesios,
90).
 
Jesucristo se contiene en cada una de las sagradas especies
 
2128 Debe saberse, sin embargo, que todo Jesucristo se contiene en cada una de
las especies; bajo la especie de pan se contiene también la sangre con el cuerpo,
y bajo la especie de vino se contiene el cuerpo con la sangre (SANTO TOMAS, en
Catena Aurea, vol. III, p. 291).
 
2129 El sacerdote realiza este sacramento hablando en nombre de Cristo. En
virtud de las palabras, la sustancia del pan se cambia en el cuerpo de Cristo y la
sustancia del vino en su sangre. De tal modo, no obstante, que Cristo entero se
halla bajo la especie del pan y entero bajo la especie de vino; Cristo esta
contenido en toda porción de hostia y de vino consagrados, después de la
separación de las especies (CONC DE FLORENCIA, Decr. Pro Armeniis).
 
2130 Esta costumbre (la de comulgar bajo una sola especie) con razón fue
introducida para evitar algunos peligros y escándalos. Aunque en la Iglesia
primitiva los fieles recibían la comunión bajo las dos especies, mas tarde ha sido
recibida bajo las dos especies por los que celebran, y bajo una sola por los laicos.
Hay que creer con toda firmeza y no se puede dudar de ninguna manera que el
cuerpo y la sangre de Cristo en su integridad están realmente presentes tanto bajo
la especie de pan como bajo la de vino (CONC DE CONSTANZA, Decr. Sobre la
comunión bajo una sola especie).
 
La Sagrada Eucaristía, una especial manifestación del amor de Dios
hacia los hombres
 
2131 Siendo el pan una comida que nos sirve de alimento y se conserva
guardándole, Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no
solo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada comunión,
sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse presente a nosotros,
manifestándonos por este eficacísimo medio el amor que nos tiene (SAN
ALFONSO Ma DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 2).
2132 El amor de la Trinidad a los hombres hace que, de la presencia de Cristo en
la Eucaristía, nazcan para la Iglesia y para la humanidad todas las gracias (J.
ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 86).
 
Esta muy cerca de nosotros
 
2133 aquí es Cristo en persona quien acoge al hombre, maltratado por las
asperezas del camino, y lo conforta con el calor de su comprensión y de su amor.
En la Eucaristía hallan su plena actuación las dulcisimas palabras: Venid a Ml,
todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviare (Mt ll, 28). Ese alivio
personal y profundo, que constituye la razón ultima de toda nuestra fatiga por los
caminos del mundo, lo podemos encontrar—al menos como participación y
pregustación—en ese Pan divino que Cristo nos ofrece en la mesa eucarística
(JUAN PABLO II, Hom. 9-VII- 1980).
 
2134 No se que trabajos, por grandes que fuesen, se habían de tener, a trueque
de tan gran bien para la cristiandad; que aunque muchos no lo advertimos estar
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como esta en el santísimo
Sacramento en muchas partes, gran consuelo nos habla de ser (SANTA TERESA,
Fundaciones, 18, 5).
 
2135 así como Jesucristo esta vivo en el cielo rogando siempre por nosotros, así
también en el santísimo Sacramento del altar, continuamente de día y de noche
esta haciendo este piadoso oficio de abogado nuestro, ofreciéndose al Eterno
Padre como victima, para alcanzarnos innumerables gracias y misericordias (SAN
ALFONSO Ma DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 31).
 
2136 Mas afortunados que aquellos que vivieron mientras estuvo en este mundo,
cuando no habitaba mas que en un lugar, cuando debían andarse algunas horas
para tener la dicha de verle; hoy le tenemos nosotros en todos los lugares de la
tierra, y así ocurrirá, según nos esta prometido, hasta el fin del mundo (SANTO
CURA DE ARS, Sermón sobre el Jueves Santo).
 
2137 Mas a esta habiale el Señor dado tan viva fe, que cuando oía decir a algunas
personas que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el
mundo, veía entre si, pareciéndole que teniéndole tan verdaderamente en el
santísimo Sacramento como entonces, que mas se les daba (SANTA TERESA,
Camino de perfección, 34, 6).
 
2138 Mas dichosos que los santos del Antiguo Testamento, no solamente
poseemos a Dios por la grandeza de su inmensidad, en virtud de la cual se halla
en todas partes, sino que le tenemos con nosotros como estuvo en el seno de
Maria durante nueve meses, como estuvo en la cruz. Mas afortunados aun que los
primeros cristianos, quienes hacían cincuenta o sesenta leguas de camino para
tener la dicha de verle; nosotros le poseemos en cada parroquia, cada parroquia
puede gozar a su gusto de tan dulce compañía. ¡Oh, pueblo feliz! (SANTO CURA
DE ARS, Sermón sobre el Corpus Christi).
 
Tenemos necesidad de El
 
2139 Como seguidores de Cristo no despreciamos las cosas buenas de la tierra,
pues sabemos que estas han sido creadas por Dios, que es la fuente de todo bien.
Tampoco tratamos de ignorar la necesidad de pan, la gran necesidad de alimento
que tantos hombres sufren en todo el mundo, incluso en nuestras tierras [...]. Y sin
embargo sigue siendo cierto que <<no solo de pan vive el hombre>>. La persona
humana tiene una necesidad que es aun mas profunda, un hambre que es mayor
que aquella que el pan puede saciar —es el hambre que posee el corazón
humano de la inmensidad de Dios—. Es un hambre que solo puede ser saciada
por Aquel que dijo: <<Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
la vida eterna y yo le resucitare el ultimo día. Porque mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida>> (Jn 6,
2140 Todo lo tenemos en Cristo; todo es Cristo para nosotros. Si quieres curar tus
heridas, El es medico. Si estas ardiendo de fiebre, El es manantial. Si estas
oprimido por la iniquidad, El es justicia. Si tienes necesidad de ayuda, El es vigor.
Si temes la muerte, El es la vida. Si deseas el cielo, El es el camino. Si refugio de
las tinieblas, El es la luz. Si buscas manjar, El es alimento (SAN AMBROSIO,
Sobre la virginidad, 16, 99).
 
 
2141 Cristo instituyo este sacramento como el memorial perenne de su pasión,
como el cumplimiento de las antiguas figuras y la mas maravillosa de sus obras; y
lo dejo a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia
(SANTO ToMAs. Sermón para la fiesta del Cuerpo de Cristo).
 
2142 Jesús no es una idea ni un sentimiento ni un recuerdo. Jesús es una
<<persona>> viva siempre y presente entre nosotros. Amad a Jesús presente en
la Eucaristía [...].Viene a nosotros en la santa comunión y queda presente en el
sagrario de nuestras iglesias, porque El es nuestro amigo, amigo de todos, y
desea ser especialmente amigo y fortaleza en el camino de vuestra vida de
muchachos y jóvenes que tenéis tanta necesidad de confianza y amistad (JUAN
PABLO II, Aloc. 8-XI-1978).
 
 
Espera de Jesús en el Sagrario
2143 Viene a mi memoria una encantadora poesía gallega, una de esas Cantigas
de Alfonso X el Sabio. La leyenda de un monje que, en su simplicidad, suplico a
Santa Maria poder contemplar el cielo, aunque fuera por un instante. La Virgen
acogió su deseo, y el buen monje fue trasladado al paraíso. Cuando regreso, no
reconocía a ninguno de los moradores del monasterio: su oración, que a el le
habla parecido bravísima, habla durado tres siglos. Tres siglos no son nada, para
un corazón amante. así me explico yo esos dos mil años de espera del Señor en
la Eucaristía (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 151).
 
 
Desagravio y amor a la Sagrada Eucaristía
 
2144 Mas Vos, Padre Eterno, ¿como lo consentís? ¿Por que queréis ver cada día
a vuestro Hijo en tan ruines manos? Ya que una vez quisisteis y consentisteis lo
estuviese, ya veis como le pagaron, como puede vuestra piedad verle hacer
injurias cada día? Y ¡cuantas deben hoy hacer a este santísimo Sacramento! ¡En
que manos enemigas le debe ver el Padre! (SANTA TERESA Camino de
perfeccion, 33, 3).
 
2145 ¡Oh, amor tierno y generoso de un Dios para con tan viles criaturas como
nosotros, que tan indignos somos de su predilección!, ¡cuanto respeto deberíamos
tener a ese grande Sacramento, en el que un Dios hecho hombre se muestra
presente cada día en nuestros altares! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el
Jueves Santo).
 
2146 Jesucristo dice: donde cada uno tiene su tesoro, allí tiene su corazón. Por
eso los santos no estiman ni aman otro tesoro que a Jesucristo; todo su corazón y
todo su afecto tienen en el santísimo Sacramento (SAN ALFONSO M. a DE
LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 6).
 
Respeto hacia la Sagrada Eucaristía y hacia las cosas destinadas al culto
eucarístico
2147<<¡Tratádmelo bien, tratádmelo bien!>>, decía, entre lagrimas, un anciano
Prelado a los nuevos Sacerdotes que acababa de ordenar. —¡Señor!: ¡Quien me
diera voces y autoridad para clamar de este modo al oído y al corazón de muchos
cristianos, de muchos! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 531).
 
2148 Hemos admirado en tu obra su utilidad para todas las Iglesias, para que,
enseñados por los testimonios de las Escrituras, aprendan los que lo ignoran con
cuanta reverencia deben tomar las cosas santas y ejercer el misterio del altar de
Cristo, y que los sagrados carices y los velos santos, y las demás cosas que
pertenecen al culto de la Pasión del Señor no carecen de santidad, como cosas
vacías y sin sentido, sino que, por su estrecha relación con el cuerpo y la sangre
del Señor, deben ser venerados con semejante honor con que es venerado su
cuerpo y su sangre (SAN JERÓNIMO, Carta al obispo Teofilo, 114, 2).
 
 
2149 Con cuidado, pues, habiendo tu santificado los ojos por el contacto, recibe
el santo cuerpo, cuidando no pierdas algo de el. Porque si algo perdieras, te
perjudicas evidentemente en esto como en algo de tu propio organismo. Porque
dime: si alguno te diese unas limaduras de oro, ¿no las guardarías con toda
diligencia, cuidando no perder nada de ellas, ni sufrir ningún menoscabo? ¿No
procuraras, pues, con mucha mas diligencia, que no se te caiga una migaja de lo
que es mas precioso que el oro y que las piedras preciosas? (SAN CIRILO DE
JERUSALÉN, Catequesis Mistagógicas, 21).
 
2150 El sacramento de la Eucaristía, confiado por el Señor en el tiempo de la
cena, y a todos, lo tomamos también en las reuniones de antes del amanecer, y no
de la mano de otros, sino de los que presiden [...]. Sufrimos ansiedad si cae al
suelo algo de nuestro cáliz o también de nuestro pan (TERTULIANO, De Corona, 3).
 
2151 Conocéis vosotros, los que soléis asistir a los divinos misterios, como
cuando recibís el cuerpo del Señor lo guardáis con toda cautela y veneración, para
que no se caiga ni un poco de el, ni desaparezca algo del don consagrado. Pues
os creéis reos, y rectamente por cierto, si se pierde algo por negligencia
(ORÍGENES, Hom. 13, sobre el Éxodo).
 
2152 En el elogio fúnebre de su padre, estando presente San Basilio, menciona
como hechos dignos de alabanza: <<El haber honrado en silencio las cosas
santas, el no haber dado jamás la espalda a la veneranda mesa>> (SAN GREGORIO
NACIANCENO, Hom. en la muerte de su padre).
 
2153 también este altar, santo, al que asistimos, es piedra como según su
naturaleza, y no se diferencia de las otras piedras con las que se construyen
nuestros muros y se adornan los pavimentos. Pero, porque fue consagrado al
culto de Dios y recibió la bendición, es mesa santa, altar inmaculado que ya no
puede ser tocado por todos, sino solo por los sacerdotes, y por estos con
veneración (SAN GREGORIO DE NISA, Hom. sobre el Bautismo del Señor).
 
2154...Y los sagrados cálices y los santos paños, y lo demás que se refiere al culto
de la Pasión del Señor [...], por el contacto con el Cuerpo y Sangre del Señor hay
que venerarlos con el mismo respeto que su Cuerpo y su Sangre (SAN
JERÓNIMO, Epístola 114).
 
2155 Las partículas del santo cuerpo que caigan al suelo; búsquense
cuidadosamente, y si se hallan, ráspese el sitio en que cayo; si es tierra, mézclese
con agua y dese a los fieles como medio de alcanzar gracia. Si no se halla,
ráspese igualmente el suelo, como hemos dicho. Hágase de la misma manera si
se derrama algo de la sagrada sangre. Si el suelo es de piedra, pónganse
carbones encendidos sobre el (RABULAS DE EDESA, Carta a Gumelino).
 
La Sagrada Eucaristía y la vida cristiana
 
2156 La Sagrada Eucaristía introduce en los hijos de Dios la novedad divina, y
debemos responder in novitate sensus (Rom 12, 2), con una renovación de todo
nuestro sentir y de todo nuestro obrar. Se nos ha dado un principio nuevo de
energía, una raíz poderosa, injertada en el Señor. No podemos volver a la antigua
levadura, nosotros que tenemos el Pan de ahora y de siempre (J. Escrivá DE
BALAGUER, Es Cristo que pasa, 155).
 
2157 Para animar a los católicos a profesar valientemente su fe y a practicar las
virtudes cristianas, ningún medio es mas eficaz que el que consiste en alimentar y
aumentar la piedad del pueblo hacia aquella admirable prenda de amor, lazo de
paz y de unidad, que es el sacramento de la eucaristía (LEÓN XIII, Breve apost.
Providentissimus, 28-XI1897).
 
2158 (El sacrificio eucarístico es) fuente y cima de toda la vida cristiana (CONC.
VAT. II, Const. Lumen gentium, 11).
 
2159(La Sagrada Eucaristía) es el sacramento de la caridad (SANTO ToMAs,
Suma Teológica, 3, q. 73, a. 3).
 
2160 Todos los otros sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin
(SANTO TOMAS, Suma Teológica, 3, q. 65, a. 3).
 
2161 Cuanto mas pura y mas casta sea un alma, tanta mas hambre tiene de este
Pan, del cual saca la fuerza-para resistir a toda seducción impura, para unirse mas
íntimamente a su Divino Esposo: Quien come mi Carne y bebe mi Sangre,
permanece en mi, y yo en el (LEÓN XIII, Enc. Mirae caritatis, 28-V-1902).
 
Los Ángeles que custodian la Sagrada Eucaristía
2162 Llenos de temor, adoran, glorifican, entonan continuamente los misteriosos
himnos de alabanza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Sobre lo incomprehensible).
 
2163 Se que te doy una alegría copiándote esta oración a los Santos Ángeles
Custodios de nuestros Sagrarios:
Oh Espíritus angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la
prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y
conservadla a nuestro amor (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 569).
 
2164 Los ángeles rodean al sacerdote. Todo el santuario y el espacio que circunda
al altar están ocupados por las potencias celestes para honrar al que esta
presente en el altar (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 6, sobre el sacerdocio).
 
Eucaristía.- "Vosotros dividís un pan, y este es el remedio para conseguir la
inmortalidad, bálsamo que nos preserva de la muerte, y nos da la vida eterna en
Jesucristo. (S. Ignacio, carta a los de Éfeso, n. 14, Tric. T. 1, sent. 2, p. 3 l.)"
"Jesucristo tomó el pan, sustancia criada, dio gracias a Dios, y dijo: Este es mi
cuerpo. Tomó el cáliz que también es criatura destinada a nuestros usos, y
aseguró que era su sangre. Así enseñó la oblación del Nuevo Testamento, la
Iglesia recibió de los Apóstoles, y ofrece este sacrificio en todo el mundo al Dios
que nos sostiene como primicias de sus frutos en la nueva Ley. La Iglesia es como
un paraíso plantado en este mundo. De todos sus árboles podemos comer, nos
dice Dios, pero no tomemos de la doctrina de los herejes, no la toquemos, porque
aunque se aprecian de saber del bien y del mal, son soberbios que arrojan sus
impías doctrinas contra Dios, su Criador. (S. Ireneo, sent. 5, Tric. T. 1, p. 86 y 87.)"
"Si toma el alimento y la santa bebida de la Eucaristía, como que viene del
Sacramento de la Cruz, pues aquel misterioso madero fue figura suya, el que hizo
dulces las aguas, del mar, llenará tu alma de verdadera suavidad. (S. Cipriano, lib.
de la Oración, sent. 35, Tric. T. 1, p. 305.)"
"Supuesto que Jesucristo asegura, hablando del pan, que aquello es su cuerpo,
¿quién se atreverá a poner en duda esta verdad? y pues que dijo después, esta es
mi sangre, ¿quién puede dudar o decir que no lo es? En otro tiempo había
convertido el agua en vino en Caná de Galilea con sola su voluntad, ¿y no le
tendremos por digno de ser creído sobre su palabra, cuando convirtió el vino en su
sangre? Si convidado a las bodas humanas y terrenas hizo en ellas un milagro tan
pasmoso, ¿no debemos reconocer que aquí dio a los hijos del Esposo a comer su
cuerpo y beber su sangre? para que le recibamos como que es ciertamente su
cuerpo y su sangre, porque bajo del pan nos da su cuerpo, y bajo del vino su
sangre, para que tomando su cuerpo y sangre, nos hagamos un mismo cuerpo y
sangre con El y seamos Cristíferos, esto es, hombres que llevamos a Jesucristo,
en habiendo recibido en nuestro cuerpo su cuerpo y sangre, y según la expresión
de San Pedro, vengamos a ser participantes de la naturaleza divina. (S. Cirilo de
Jerusalén, Cath. Mystag., 4, sent. 7, Tric. T. 2, p. 337.)"
No consideréis ya estas cosas como que son pan y vino comunes, supuesto que
son el cuerpo y sangre de Jesucristo, como El mismo dijo, porque aunque los
sentidos os digan que no lo es, la fe os debe persuadir y confirmar en que lo es.
No juzguéis por el gusto, sino por la fe, la que nos debe hacer creer con toda
certidumbre, y sin que os quede duda en contrario, que os ha dado el cuerpo y
sangre de Jesucristo. (S. Cirilo de Jerusalén, ibid., sent. 8, Tric. T. 2, p. 337.)"
"¿Cuál es la obligación propia y particular de los que comen el pan y reciben la
bebida de Dios? Es la de conservar continuamente la memoria del que murió y
resucitó por ellos. ¿A qué más les obliga esta memoria? a no vivir ya para sí, sino
par el que murió y resucitó por ellos. (S. Basilio, Reg. 80, sent. 58, Tric. T. 3, p. 199
y 200.)"
"El que es eterno, se nos da a todos para que le comamos con el fin de que
recibiéndole en nosotros mismos, lleguemos a ser lo que El es, porque dice: Mi
carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. Cualquiera, pues, que
ama esta divina carne, no ama la suya; y cualquiera que tiene amor a esta divina
sangre, está purificado de todos los sentimientos que la sangre camal puede
causarle. Porque la carne del Verbo, y la sangre de esta carne son suaves par los
que las gustan, y deseables para los que las pretenden. (S. Gregorio de Nisa, in
Eccles. 11. 8, sent. 4, Tric. T. 4, p. 113.)"
"Así como un poco de levadura, según la doctrina del Apóstol, hace fermentar toda
la masa, así también el divino cuerpo de Jesucristo, que padeció la muerte, y es el
principio de nuestra vida, entra en nuestro cuerpo, nos le muda y transforma todo
en sí. Porque al modo que un veneno que se ha derramado por los miembros
sanos, los corrompe en poco tiempo, así por contraria razón, cuando el cuerpo
inmortal de Jesucristo se ha llegado a mezclar con el del hombre, que en otro
tiempo había comido el fruto envenenado, le transforma todo entero en su divina
naturaleza. (S. Greg. de Nisa, c. 37, sent. 29, Tric. T. 4, p. 118 y 119.)"
"Sírvanos de ley el hecho de Joseph de Arimatea, para que cuando recibamos
aquella prenda del sacrosanto cuerpo, no le envolvamos en lienzo de una
conciencia sucia, ni le depositemos en el monumento del corazón, cuando está
lleno de huesos de muertos y de todo género de inmundicias. Cada uno se prueba
y examine, como dice el Apóstol: No le sirva de juicio de condenación si la recibe
indignamente. (S. Greg. de Nisa, in Christ. Resurr., sent. 19, adic., Trie. 'F. 4, p.
364 y 365.)"
"Con carne y con maná que nos figuran el precioso cuerpo de Jesucristo, se
alimentó el pueblo de Israel: Jesucristo es para nosotros verdadera comida y
verdadero maná, no ya en figura, sino en verdad; por su verdadera humanidad es
realmente carne, y un pan que vive por su divinidad; de suerte, que cuando
comemos el cuerpo de Jesucristo, participamos de su divinidad y de su
humanidad. (S. Ambrosio, sent. 26, Tric. T. 4, p. 318.)"
"Acercaos al alimento del cuerpo de¡ Señor a aquella bebida que de tal suerte
embriaga a los fieles, que los llena de contento con la remisión de sus culpas, y
los libra de los cuidados del mundo, del miedo de la muerte y de las inquietudes
de esta vida. Esta santa embriaguez no hace titubear al cuerpo, antes bien, le
confirma, no turba el espíritu, sino que le consagra y santifica. (S. Ambrosio, in
Psalm. 118, sent. 65, Tric. T. 4, p. 326.)"
"Jesucristo es mi comida, Jesucristo es mi bebida. La carne de un Dios es mi
comida, la sangre de un Dios es mi bebida. En otro tiempo bajó del cielo el pan
que llamó el Profeta pan de Ángeles: mas aquel no era el verdadero pan, sólo era
sombra del que había de venir. El Pan Eterno me tenía reservado este verdadero
pan que viene del cielo, y este es el pan de vida. Aquel, pues, que come la vida,
no podrá morir, porque ¿cómo había de morir el que tiene por alimento la misma
vida? (S. Ambrosio, in Psalm. 118, sent. 69, Tric. T. 4, p. 326.)"
"Puede ser que me digáis que el pan que recibís del altar, es pan común y
ordinario. No hay duda que antes de ser consagrado era pan común; pero al punto
que se dijeron las palabras de la consagración, se convirtió ese mismo pan en la
carne de Jesucristo. Si me preguntan: ¿Qué palabras son las que sirven en esta
consagración? Digo que nos valemos de las palabras propias de Jesucristo. (S.
Ambrosio, lib. 4, de Sacram. c. 4, setit. 107, Tric. T. 4, p. 335.)"
"Antes de consagrar, no es más que pan; pero pronunciadas las palabras de
Jesucristo, es el cuerpo de Jesucristo. Oíd lo que el mismo dice: Tomadle y
comedle todos, porque este es mi cuerpo. Antes de las palabras de Jesucristo sólo
hay en el cáliz vino y agua mezclados; pero después de lo que han obrado las
palabras de Jesucristo, se convierte en su sangre, la cual redimió su pueblo. (,S.
Ambrosio, ibid., c. 5, sent, 108, Tric. ibid., ibid.)"
"Si el pan de la Eucaristía es el pan cotidiano, ¿por qué le recibís una vez al año
solamente? Recibidle todos los días para conseguir todos los días el fruto. Vivid de
modo que merezcáis comulgar todos los días, a la verdad, el que no es digno de
recibirle todos los días, tampoco merece recibirle una vez al año. Sabéis que el
Santo Job ofrecía sacrificio por sus hijos, receloso de que hubiesen pecado en
pensamiento o en palabras: ¿cómo, pues, sabiendo vosotros que siempre que se
ofrece el sacrificio se hace memoria de la muerte, resurrección y ascensión de
Jesucristo, y de la remisión de los pecados? ¿,Cómo, vuelvo a decir, lo que esto
sabéis, no recibís todos los días este pan de vida'? El que se siente herido, busca
el remedio para sanar. Todos estamos heridos, pues hemos pecado. Ahora bien,
este venerable y celestial sacramento es el remedio de todas nuestras heridas. (S.
Ambrosio, lib. 5, c. 4, sent. 109, Trie. ibid., ibid.)"
"Llegad a el y saciaos, porque es divino pan: llegad y bebed, pues es fuente:
llegad a El para ilustraros, pues es luz: llegad y libraos, porque en donde está el
espíritu del Señor, está la libertad; llegad y quedad absueltos, pues es perdón de
los pecados. (S. Ambrosio, in Psalm 118, sent. 36, adic., Tric. T. 4, p. 404.)"
"Pruébese cada uno, y lléguese después al cuerpo de Jesucristo. No es decir que
un día o dos que difiera la comunión, haga al cristiano más santo, ni que yo
merezca mañana o después de mañana lo que hoy no he merecido; sino que el
dolor que debo sentir de no haberme hallado en estado de comulgar, me obligue a
separarme por algunos días del consorcio, de mi propia mujer, prefiriendo al amor
que la tengo, el que debo a Jesucristo. (S. Jerónimo. Epist. 48, ad Pammach.,
sent. 40, Tric. T. 5, p. 245.)"
"Debemos saber que el pan que partió el Salvador y le dio a sus discípulos, era su
propio cuerpo, según lo que el mismo Señor dijo: Tomad y comed, este es mi
cuerpo. Moisés, pues, no fue el que nos dio el verdadero pan, sino nuestro Señor
Jesucristo: éste es el que está sentado en el convite y el mismo es nuestro
convite: El es el que come y el que es comida. (S. Jerón., Quaes, 2, ad Hedib., ep.
120, sent. 59, Tric. T. 5, p. 248.)"
" Como la carne de nuestro Señor es un verdadero alimento, y su sangre una
verdadera bebida, el único bien que nos resta en este mundo, es comer su carne y
beber su sangre, no solamente en los santos misterios, sino también en la lección
de las Escrituras, porque las luces que en estas hallamos, son el sustento y la
bebida que sacamos de la palabra de Dios. (S. Jerón., in Ecclesiast., c. 3, sent. 82,
Tric. T. 5, p. 253.)"
"Vosotros ofrecéis sobre mi altar un pan profanado y manchado. Sin duda
profanamos y manchamos el pan, esto es, el cuerpo de Jesucristo cuando nos
acercamos al altar en un estado indigno de participarle: cuando estando impuros
bebemos aquella sangre pura; y no obstante decimos: ¿Es que es despreciada y
deshonrada la mesa del Señor? No porque haya quien se atreva a decirlo, ni a
proferir con delicuente voz la impiedad que tiene su alma, pero las malas obras de
los pecadores son las que efectivamente deshonran la mesa de Dios. (S. Jerón., in
Malach., e. 1, sent. 88, Tric. T. 5, p. 25 l.)"
"Así como aquel que no se siente reo de iniquidad alguna, debe comulgar todos
los días; por el contrario, el que ha pecado y no ha hecho penitencia no lo puede
hacer con seguridad ni en los de fiesta. (S. Juan Crisóst., Homil. 31, sent. 26, Tric.
T. 6, p. 305.)"
"Vamos como la Hemorroisa a tocar la orla de la vestidura de Jesucristo, o por
mejor decir, vamos a poseerle todo entero: pues tenemos ahora su cuerpo en
nuestras manos. Ya no es sólo su vestido el que permite tocar, sino que nos
presenta su mismo cuerpo para que lleguemos a comerle. Acerquémonos, pues,
con ardiente fe, los que estamos enfermos. Si los que entonces tocaron solamente
la orla de sus vestidos sintieron tan grande efecto, ¿qué no podrán esperar los que
aquí le reciben todo entero? (S. Juan Crisóst., Homil. 5 1, sent. 62, Tric. T. 6, p. 31
l.)"
"Cuántos hay que dicen: Yo quisiera ver a nuestro Señor Jesucristo con aquel
mismo cuerpo con que conversaba con los hombres; mucho me alegraría de ver
su rostro y su traje. Yo os digo, que al mismo Señor veis, tocáis, y aun coméis.
Deseáis ver sus vestidos, y veis aquí que os permite tocarle y recibirle en vuestro
pecho. (S. Juan Crisót., Homil. 83, sent. 70, Tric. T. 6, p. 312 y 313.)"
"¿Quién debe estar más puro que aquel que participa de semejante sacrificio, que
aquella mano que distribuye esta divina carne, que aquella boca que está llena de
este fuego espiritual y aquella lengua que rojea con esta preciosa sangre?
Imaginad bien la honra que recibís y a que mesa os sentáis. Aquel mismo a quien
los ángeles miran con temblor, es el que ahora nos sirve de alimento, se une con
nosotros, y somos con el un mismo cuerpo y una misma sangre. (S. Juan
Crisóstomo, ibid., sent. 71, Tric. ibid., ibid.)"
"¿Qué pastor ha dado jamás su sangre para alimentar sus ovejas? Vemos muchas
madres que habiendo parido sus hijos, los dan a criar a otras mujeres, pero no
procede Jesucristo, así con nosotros: El mismo nos alimenta con su carne, nos
junta y une consigo estrechamente. (S. Juan Crisóst., ¡bid., sent. 72, Tric. ibid.,
ibid.,)"
"No nos quedemos insensibles a tan grande honra, y a un amor tan religioso.
Reparad con que ímpetu se arrojan los niños al seno de sus madres, y con qué
ansia chupan los pechos. Imitémosles acercándonos con las mismas ansias a esta
divina mesa, bebiendo, por decirlo así, la leche espiritual de aquellos sagrados
pechos: pero vamos corriendo con mayor ardor para atraer a nuestros corazones,
como hijos de Dios, la gracia del Espíritu Santo: sea nuestro mayor dolor el vemos
privados de este alimento celestial. (S. Juan Crisóst. Homil., 87, sent. 73, Tric. T. 6,
p. 313.)"
"Si vosotros no os atrevéis a arrojar del sagrado altar los indignos, decídmelo a mi,
que yo no permitiré que se lleguen a él: porque primero perderé la vida, que dar el
cuerpo del Señor al indigno; y primero permitiré que derramen mi sangre, que
presentar tan santo y venerable cuerpo al que no se halla en estado de recibirle. Si
vosotros ignoráis que los que se acercan son indignos, entonces no es falta
vuestra, si antes habéis puesto el mayor cuidado en conseguir este
discernimiento; porque no hablo ahora de aquellas personas que públicamente
son conocidas por viciosas. (S. Juan Crisóst., íbid., sent. 74, Tric. ¡bid., ¡bid.)"
"Muchos una vez al año se acercan al Santo Sacramento: otros llegan más a
menudo. ¿A quiénes estimaremos más? a los que comulgan a menudo, o a los
que comulgan una vez? Solamente debemos estimar a los que comulgan con
conciencia pura y sincera, con un corazón limpio y con una vida irreprensible; los
que se hallan en esta disposición, lleguen todos los días; los que no, ni una vez se
acerquen: porque no hacen otra cosa que irritar contra sí el juicio de Dios y
hacerse dignos de la más rigurosa condenación. (S. Juan Crisóstomo. Homil. 17,
ad Hebr., sent. 147, Tric. T. 6, p. 327.)"
"¿Pensáis que comulgando una vez al año serán suficiente 40 días de penitencia
para puríficaros de los pecados que habéis cometido en tanto tiempo? No pasarán
8 días sin que volváis a los desórdenes de la vida anterior. ¡Por haber empleado
así en penitencia 40 días, y acaso menos, esperáis que Dios os mirará con
misericordia! Yo digo que eso es burlarse de Dios. No quiero por esto impediros el
comulgar una vez al año; por el contrario, quisiera yo que continuamente pudierais
llegar a los sagrados misterios; pero estos están destinados para los Santos, y
esto es lo que dice en alta voz el Diácono cuando llama a los Santos a esta santa
mesa. (S. Juan Crisóst., Homíl, ¡bid., sent. 148, Tric. ibid., ibid.)"
"Cuando el Diácono pronuncia públicamente estas palabras: Las cosas son para
los Santos, es lo mismo que si dijera: Si alguno no es Santo, no se acerque a esta
mesa. Al hombre no le hace Santo la simple remisión de sus pecados, sino la
presencia del Espíritu Santo en su alma, y la abundancia de las buenas obras;
como si dijera: no quiero que estéis retirados del podre y de la basura, sino que se
vea resplandecer en vosotros una blancura y una hermosura particular. (S. Juan
Crisóst., ibid., sent. 149, Tric. ibid. ibid.)"
"No merezcamos la indignación de Dios llegando con mala disposición a la divina
mesa. En esta debemos hallar el soberano remedio de todos nuestros males;
debemos hallar un tesoro inagotable para comprar el reino celestial.
Acerquémonos, pues, con respetuoso temblor, dando gracias a Jesucristo,
postrándonos en su presencia con grande veneración, confesándole con humildad
nuestros pecados, llorando amargamente nuestras ofensas, dirigiéndole oraciones
largas y
fervorosas. Purifiquémonos, llegando con el silencio y el respeto que te debemos,
como a Rey de la gloria, (S. Juan Crisóst., Serm. de die Nativit. Christ., n. 7, sent.
216.)"
"Cuando oímos la palabra de Dios, cuando nos ocupamos en la oración, y nos
acercamos a la divina mesa o practicamos alguna obra de piedad, hagámoslo todo
con circunspección y reverencia, para no merecer por nuestra pereza o
inconsideración aquella maldición de un Profeta: Maldito es el que hace con
negligencia la obra del Señor. (S. Juan Crísóst., ibíd., sent. 217, Tric. íbid., íbíd.)"
"Cuando os acercáis a la santa comunión no penséis que recibís aquel divino
cuerpo de manos de un hombre: representaos vivamente que estáis recibiendo
aquel carbón encendido que vio Isaías, y que un Ángel no se atrevió a tocar con
sus manos. Representaos también la sangre saludable del sagrado cáliz, como si
estuviera corriendo de la llaga de aquel puro y divino costado de Jesucristo, y
acercándoos con este pensamiento , recibidla con labios puros. Yo os suplico,
pues, y conjuro a que lleguéis con temblor y respecto, con los ojos bajos, el alma
levantada al cielo, llorando en silencio y con alegría en lo íntimo del corazón,
semejantes a aquellos que estando en presencia del Rey de la tierra, sujetos a la
corrupción y al tiempo, están como si no tuvieran voz ni movimiento con el exceso
de respeto que los tiene sobrecogidos. (S. Juan Crisóst., Serm. de Peniten., sent.
218, Tric, ibid., p. 343 y 344.)"
"El que come y bebe indignamente este pan y este vino, será reo de¡ cuerpo y
sangre del Señor: es decir, que los que participan indignamente de los sagrados
misterios, serán castigados como los que crucificaron a Jesucristo. Los judíos le
rasgaron su santísima carne clavándole en la cruz; mas vosotros, viviendo en
pecado, le mancháis con una lengua y un alma impura: por este motivo, como dice
el Apóstol: Caen muchos de vosotros en diversas enfermedades, y mueren
muchos. (S. Juan Crisóst., Serm. 6 de Martyrib., n. 3, sent. 234, Trie. T. 6, p. 349.)"
"¿No es la comunión de la sangre de Jesucristo el cáliz de bendición que
bendecimos? Estas palabras del Apóstol deben imprimir en nosotros tanto terror
como fe, pues no enseñan que lo que está en el cáliz es la misma sangre que
salió del costado de Jesucristo de la cruz, y nosotros participamos de ella. Llama
el Apóstol cáliz de bendición, porque teniéndole en las manos, elevadas con la
admiración, le honremos con himnos y cánticos, pasmados, y extáticos de recibir
tan grande don. Le damos infinitas gracias, no sólo porque derramó por nosotros
su divina sangre en la pasión, sino también porque se dignó de darla en este santo
Sacramento. (San Juan Crisóst., Homl. 24, sent. 306, Trie. T. 6, p. 364.)"
"Debe notarse, que cuando el Apóstol habla de los judíos, no dice que participan
de Dios, sino de] altar, porque lo que antiguamente se ofrecía en el altar, debía
consumirse con el fuego. No sucede esto con el cuerpo de Jesucristo. Y ¿en qué
consiste esta diferencia? En que hay comunicación de este cuerpo santísimo con
los hombres fieles, y así no participamos sólo del altar, sino de¡ mismo cuerpo de
Jesucristo. (S. Juan Crisóstomo, ibid., sent. 307, Tric. ibid., ibíd.)"
"Si es verdad, que no hay hombre tan atrevido que se atreve a tocar la púrpura de
un rey, ¿cómo hemos de ser nosotros tan temerarios que recibamos con
indignidad el cuerpo del mismo Dios, que es infinitamente superior a los mayores
reyes de la tierra, y a todas las cosas creadas, este cuerpo que es tan puro, y en
el que no puede haber mancha: que está unido y habita la divinidad, por la cual
recibimos el ser y la vida, y a Jesucristo que rompió las puertas de] infierno, y nos
abrió las bóvedas del cielo? No seamos por nuestra imprudencia, homicidas de
nosotros mismos: acerquémonos a aquel divino cuerpo con mucho temor y
pureza; consideradle cuando os lo presentan y decid: ¿Es este el cuerpo que hace
que yo sea más que tierra y ceniza y que ya no esté cautivo, sino libre? ¿Es este
cuerpo el que me da la esperanza de entrar algún día en el cielo y gozar de todos
los bienes que hay en él, de conseguir una vida eterna, de verme sublimado al
estado de los ángeles, y de ser admitido a la compañía de Jesucristo? (S. Juan
Crisóst., ibid., sent. 308, Tric. ibid., ibid.)"
"Si salimos de este mundo con la digna participación de este Sacramento,
entraremos con grande confianza en el santuario del cielo, como que vamos
revestido de armas de oro que nos hacen invulnerables a nuestros enemigos.
Mas, ¿para qué hablo de las cosas que están por venir, cuando en esta vida nos
hace este misterio un ciclo de la tierra? Abrid las puertas de¡ cielo, o por mejor
decir, el cielo de los cielos, y veréis aquí abajo lo más precioso y venerable que se
adora allá en la gloria; porque así corno en los palacios de los reyes de la tierra no
son las paredes ni los artesonados de oro lo más magnífico, sino la persona del
rey sentado sobre su trono, así lo mejor del cielo se os permite ver en la tierra,
porque yo os estoy mostrando, no a los Ángeles, ni a los Arcángeles, ni a los
cielos de los cielos, sino al
mismo Señor y rey de los Ángeles. Arcángeles y cielos. Considerad que veis sobre
la tierra lo más excelente y adorable que hay en el cielo, y que no solamente le
veis, sino que le tocáis, le coméis y le lleváis a vuestra casa. (S. Juan Crisóst.,
ibid., sent. 309, Tric. ibid., p. 366.)"
"¿Cuánto más digno de castigo os parece que será el que hubiese pisado al Hijo
de Dios, que hubiese tenido por cosa inútil y profana la sangre de la alianza, y
hubiese ultrajado el Espíritu de la gracia? ¿Qué querrá, decía el Apóstol, con estas
palabras? ¿Y cómo puede ser pisado el Hijo de Dios? Cuando el que ha
participado de estos santos misterios, comete un pecado, entonces es verdad, que
trató a Jesucristo con desprecio y con ultraje, porque así como damos a entender
que no estimamos en nada las cosas que pisamos, así es preciso que los que
pecan, en nada estimen a Jesucristo, recibido en la comunión. Vosotros fuisteis
hecho cuerpo de Jesucristo y después os ponéis en estado de que el demonio os
pise (s. Juan Crisóst. Homl. 20, ad. Hebr., sent. 383, Tric. T. 6, p. 383.)"
"El que come, dice Jesucristo, tendrá la vida en mi. Nosotros realmente le
comemos, pero no por esto debe decirse que consumimos la divinidad: ¡vaya lejos
de nosotros semejante impiedad! Comemos la carne del Verbo que se ha hecho
vivifica, porque es propia de aquel que vive por el Padre... Como cuerpo, pues, de
este mismo Verbo, que se le apropió con una verdadera unión, la cual excede la
inteligencia y todo cuanto se pudiera decir, da la vida. De este modo nosotros que
participamos de su sagrado cuerpo y de su divina sangre, somos enteramente
vivificados, pues el Verbo permanece en nosotros, no solamente de un modo
divino por el Espíritu Santo, sino también de un modo humano por medio de su
santa carne y de su sangre preciosa. (S. Cirilo Alejand., Comment, in Joan., lib. 4,
adv. Nest., p. 110, T. 6, sent. 8, Tric. T. 8, p. 99.)"
"Así como aquel que junta una masa de cera con otra, ya no ve sino sola una, así
me parece que el que recibe el cuerpo de nuestro Salvador y bebe su preciosa
sangre, se hace uno con El, como el mismo Señor lo dijo; porque en cierto modo
queda mezclado en El y con El por esta participación; de suerte que Jesucristo se
halla en él, y él en Jesucristo. (S. Cirilo Alejand., ¡bid., p. 364 y 365, sent. 10, Trie.
T. 8, p. 99.)"
"Pruébese el hombre a sí mismo. Sed vuestros propios jueces; examinad
cuidadosamente cuál es vuestra vida: escudriñad vuestra conciencia, y después id
a recibir aquel precioso don, esto es, el cuerpo del Salvador: porque el que le
come y bebe indignamente, bebe y come su juicio. No solamente no conseguiréis
la salud, sino que castigará Dios vuestra insolencia y la injuria que había hecho a
Jesucristo. (Teodoreto, Ep. 1, Cor. c. 11, sent. 9, Tric. T. 8, p. 263.)"
"La participación del cuerpo y sangre de Jesucristo, nos transforma en lo mismo
que recibimos: si estamos muertos y sepultados en Jesucristo, también
resucitaremos con El. Es necesario, que siempre le llevemos en nuestro cuerpo y
en nuestra alma; porque dice el Apóstol: Vosotros estáis muertos, y vuestra vida
está escondida en Dios con Jesucristo. Cuando venga Jesucristo que es vuestra
vida, también vosotros apareceréis con El en la gloria. (S. León, Papa, Serin. 63,
sent. 51, Tric. T. 8, p. 394.)"
"Lleguemos al sacramento de la Eucaristía con un ardiente deseo: recibamos en
ella el divino fuego que ha de consumir nuestros pecados, iluminar nuestros
entendimientos, inflamar nuestros corazones y hacernos como otros tantos
Dioses. (S. Juan Damas. de tide orthodox., lib. 4, sent. 2, Tric. T. 9, p. 201 y 202.)"
"El pan y el vino después de la consagración no son la figura del cuerpo y sangre
de Jesucristo, ni Dios permite que se diga, pues son el mismo cuerpo de
Jesucristo unido a la Divinidad. A la verdad, no dijo el Señor, esto es la figura de mi
cuerpo, sino este es mi cuerpo, etc. (S. Juan Damas., ibid., sent. 3, Tric. ibi d., p.
292.)"

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