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Tema 3: Novecentismo o Generación del 14. Características de la novela y el ensayo.

3.1 El Novecentismo o Generación del 14: definición y características.

Cuando se habla de Novecentismo nos referimos a un grupo de escritores (sobre todo


ensayistas), intelectuales y pensadores liberales que surge alrededor de 1910 con una clara
preocupación por el problema de la regeneración española.

El término novecentismo viene de la palabra Noucentisme, acuñada en catalán por


Eugenio D´ors. A este grupo se lo conoce también como “Generación del 14”, haciendo
referencia al año de comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918); y se ubica
cronológicamente entre la Generación del 98, las vanguardias y la Generación del 27.

Aunque no hubo un hecho histórico nacional que sirviera para cohesionar la


generación (una de las características propuestas por Petersen), la I Guerra Mundial puede
cumplir dicho papel.

Tanto los autores del 14 como los del 98 (Costa, Azorín, Unamuno…) comparten
preocupaciones; pero los novecentistas proponen, desde una actitud minoritaria e intelectual,
soluciones bastante diferentes. Ellos piensan que hay que reconstruirlo todo desde las bases
más elementales, dejar atrás el pesimismo y buscar los rasgos universales de España, con un
interés desprovisto de patriotismo o exaltación nacionalista. Los componentes de esta
generación son conscientes del papel político que debe desempeñar la intelectualidad, tanto
en la investigación de la realidad del país como en la defensa del avance liberal. Para ellos, la
solución al problema de España radica en la integración en Europa, en la formación científica
y profesional, y en un nuevo liberalismo. Creían necesario reformar el estado mediante un
régimen democrático moderno y progresista, que desarrollase la vida social y cultural del país.

Constituyen esta generación filósofos- ensayistas como Eugenio D´ors y José Ortega y
Gasset (mentor ideológico y guía del grupo con su obra La deshumanización del arte);
historiadores como Américo Castro o Madariaga; médicos tan destacados como Ramón y Cajal
o Gregorio Marañón; políticos como Manuel Azaña, o grandes lingüistas como Menéndez
Pidal. Entre los literatos, excelentes novelistas como Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala o
Wenceslao Fernández Flores; dramaturgos como Jacinto Grau y el poeta Juan Ramón Jiménez,
a raíz de la publicación de Diario de un poeta recién casado.

Vinculados a la Institución Libre de Enseñanza y herederos, como hemos comentado,


del espíritu reformador de la Generación del 98, comparten los siguientes rasgos:

- Sólida formación universitaria frente al autodidactismo individualista de los


miembros de la Generación del 98. Desarrollan una intensa y minuciosa labor académica e
investigadora, y son especialistas, como acabamos de nombrar, en distintas ramas del saber.
Son jóvenes que ejercen su influencia a través de la prensa escrita, la universidad e
instituciones como la Residencia de Estudiantes.

- Espíritu científico. Abordan el tema de España desde el rigor y la racionalidad.


Optimistas ante el porvenir nacional, el cual analizan desde una perspectiva serena, incluso
con cierta distancia (frente al irracionalismo y el pesimismo noventayochistas).

En política, estos autores se sitúan dentro de lo que se conoce como “reformismo


burgués”, en posturas que van desde el liberalismo a la social-democracia. Tienen un talante
elitista. Alejados de los ideales igualitarios, consideran que su deber cívico es la formación de
minorías selectas capaces de regir los destinos del país, excluyendo a los que no tienen el nivel
educacional adecuado.

Vocación europeísta: Apertura a influencias externas. El europeísmo se antepone al


castellanismo del 98. Su ideal para España se concreta en seguir el modelo científico alemán
(como deseaba Ortega) o el francés (como proponía Azaña). Su interés por lo extranjero los
lleva al conocimiento y práctica de otras lenguas.

En el plano estrictamente artístico, intentan hacer un “arte puro” que busca


solamente el placer estético, formal. Era preciso, por tanto, huir del sentimentalismo
romántico y buscar la belleza a través de la inteligencia. En literatura influyen, por ejemplo, la
expresión depurada de Proust o Mann; o el expresionismo de Kafka o Joyce.

El arte ha de ser imaginativo y debe romper con las visiones pegadas a la realidad
(“deshumanización”). Son característicos el uso del humor y la ironía, así como la renovación
de los géneros con nuevas técnicas que se alejan de la trama narrativa (en la novela, por
ejemplo, pierde importancia el argumento y se tiende a la digresión o al lirismo. Por su parte,
la poesía pretende ser creación absoluta, que excluya lo anecdótico o circunstancial).

Hay una huida consciente de lo vulgar, de lo fácil y de lo monótono. Se pretende el


dominio del orden, la perfección y la belleza formal, el equilibrio clásico. Obsesión por la obra
bien hecha, alejada de la improvisación y la intuición (recordemos el interés casi obsesivo que
tenía Juan Ramón Jiménez por retocar y reordenar sus escritos, los cuales comprendía como
parte de una obra única y total en constante progreso).

Esta generación cultiva fundamentalmente la novela y el ensayo. A veces se difuminan


las fronteras genéricas entre ellos, como en Belarmino y Apolonio, de Ramón Pérez de Ayala.

Intelectualidad, belleza formal y espíritu crítico son, por tanto, las bases de este grupo.

3.2 La novela y el ensayo novecentistas. Características y autores más


representativos.

Los escritores novecentistas cultivaron mayoritariamente el ensayo, género más apto


para la expresión de sus inquietudes intelectuales. Por otra parte, los novelistas del 14 tenían
en común un claro deseo de renovación, aportando, con diferentes estrategias narrativas, una
concepción distinta de la novela (muy diferente a la realista), que, según Ortega y Gasset,
debido a su incapacidad para encontrar nuevos temas, era “un género condenado a morir”.

Precisamente fue el filósofo José Ortega y Gasset quien asumió una especie de
liderazgo espiritual sobre los demás miembros del grupo. En su obra La deshumanización del
arte establece las características que debe tener el arte nuevo:

- Elitismo: es un arte difícil y hermético, reservado a un público entendido capaz de


interpretarlo correctamente. Por tanto, es impopular, antipopular y minoritario.

- Deshumanización: Se alejan del sentimentalismo romántico, siguiendo el lema de “el


arte empieza donde acaba el hombre”.
- Antirrealismo. Es necesario huir de la realidad y construir otra nueva que tenga
existencia por sí misma. Y para evitar esa realidad nada mejor que la metáfora, de ahí que
estos autores considerasen a la poesía “el álgebra superior de las metáforas”.

- Intrascendencia. El arte debe desentenderse de los temas graves, del patetismo y la


seriedad, y se concibe más bien como una actividad que tiende al juego y la ironía.

Son características que marcarán el paso posterior a las vanguardias.

La novela novecentista tenía como objetivo un cambio moral del individuo, al que
presuponía una cierta formación estética. Este tipo de narrativa es minoritario y presenta
cuatro estilos fundamentales: el lirismo, el intelectualismo, el humor y la deshumanización.

Las novelas de Gabriel Miró (1876-1930), como Nuestro padre San Daniel o El obispo
leproso, que transcurren en Oleza (trasunto literario de Orihuela), o Las cerezas del
cementerio, son una muestra de la llamada novela lírica. Son obras donde la trama cede
terreno a exquisitas y elaboradas descripciones de ambientes y a un magnífico tratamiento de
la psicología de los personajes. La prosa de Miró nos recuerda al decadentismo modernista y
destaca claramente su capacidad para captar sensaciones y evocar estados de ánimos (Dámaso
Alonso lo llamó “poeta en prosa”). Aunque su actitud crítica (sobre el ambiente provinciano,
opresivo e hipócrita de la ciudad) también muestra una manifiesta influencia noventayochista.

Ramón Pérez de Ayala compone una novela intelectual preocupada sobre todo por el
tema de la conciencia y la duda transcendental del alma. Desde el punto de vista estilístico,
utilizó el diálogo teatral y las historias intercaladas como distintas maneras de plantear el
perspectivismo (varios narradores cuentan un mismo acontecimiento). El hilo narrativo es a
menudo interrumpido por largas digresiones, a modo de expresiones ensayísticas intercaladas,
que unas veces dispersan y otras detienen la acción.

En sus primeras obras, de visión pesimista, cercanas a modelos de la generación del


98, creó una tetralogía de componente autobiográfico que narra la vida de Alberto Guzmán,
con quien se identifica el escritor: Tinieblas en las cumbres, A.M.D.G, La pata de la raposa y
Troteras y danzaderas. Posteriormente aparecen novelas cortas de crítica social que muestran
una visión muy negra y sórdida de la brutalidad y la violencia caciquista de la vida rural, como
Prometeo, Luz de domingo, o La caída de los limones. Pero, sobre todo, sobresale por las
novelas de temas universales (como el amor, el lenguaje, la educación sexual y el honor), cada
vez más intelectuales, cercanas al simbolismo y al ensayo: Tigre Juan, Luna de miel, luna de
hiel y Belarmino y Apolonio. En estas últimas encontramos técnicas características como el
contrapunto o el perspectivismo.

En la novela de humor el representante más sobresaliente es Wenceslao Fernández


Flórez, autor de técnica realista que a través de su humor negro e intelectual realiza una
profunda crítica social. En sus obras encontramos ironía, fantasía, simbolismo y lirismo.
Destacan Volvoreta y, sobre todo, El bosque animado (llevada al cine).

Por su parte, Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), prolífico autor que introdujo el
espíritu vanguardista y transgresor en nuestro país con obras como “El caballero del hongo
gris” y “Automoribundia”, aporta a la novela una visión tan personal que hace sus obras
inclasificables.
Finalmente encontramos la novela deshumanizada, una forma narrativa intelectual y
compleja con influencias externas, como las técnicas de Joyce, Mann, o Proust. Novela de
argumento mínimo, cercana al ensayo, cuya finalidad es la meditación y la reflexión. En este
apartado citaremos a Benjamín Jarnés, autor próximo a las vanguardias

Pero es el ensayo el género más relevante en este periodo, por ser el vehículo principal
de las ideas y de la estética de la Generación del 14.

Hemos de destacar en esta modalidad narrativa a Ortega y Gasset (1883-1955) como


“guía” indiscutible del grupo (“generación de Ortega”, se llegó a llamar); máxima figura de la
filosofía española del siglo XX y fundador de la Revista de Occidente. Se opuso al irracionalismo
imperante; sus teorías se sitúan entre el racionalismo y el vitalismo para regenerar el país
(“Habiendo negado una España, nos encontramos en el paso honroso de hallar otra”).
Destacan ensayos como Meditaciones del Quijote, donde habla de los géneros literarios; La
rebelión de las masas, análisis sociológico de la realidad de su época en la que defendía un
gobierno del país formado por una élite de individuos intelectualmente bien preparados; o
España invertebrada, que trata sobre el problema de los nacionalismos y la europeización.
Pero es La deshumanización del arte su obra sobre más importante. En ella describe el arte
joven como deliberadamente difícil; creador y no imitador, alejado de lo sentimental,
deshumanizado frente al anterior arte naturalista. El arte moderno, nos dice, «no solo es
impopular, sino que es también antipopular; siempre tendrá a las masas en contra». Según
Ortega, el arte moderno divide al público entre la minoría que lo entiende y una mayoría
incapacitada que prefiere el arte puramente referencial del XIX. Un planteamiento que lo
vincula con el poeta de la generación: Juan Ramón Jiménez.
Literariamente destaca por su estilo claro y elegante, en el que las metáforas y los
símiles, manejados con maestría, sirven para ilustrar mejor la idea expuesta.

Otro gran ensayista fue Eugenio D’Ors, quien, tras unos comienzos modernistas,
rechazó el individualismo y el sentimentalismo propios de esta estética y propuso renovar la
sociedad catalana mediante un proyecto esencialmente educativo y modernizador que
denominó noucentisme (“novecentismo” en castellano).
Destacan sus “glosas” (recopiladas en libros como Glosari o Nuevo glosario), que
consisten en breves reflexiones sobre cultura y política contemporáneas. Además, obras como
Tres horas en el Museo del Prado.
Estilo racional y claro que huye de sentimentalismos.

El político Manuel Azaña también fue un ensayista preciso y sagaz, dado a la polémica
intelectual y a la crítica fría, a menudo irónica y despectiva. Libros como Estudios de política
francesa.
Otros escritores de ensayo fueron el novelista Pérez de Ayala, Rafael Cansinos-Assens,
el historiador Américo Castro, Salvador de Madariaga o el doctor Gregorio Marañón.

Encontramos, por tanto, un conjunto de escritores intelectuales y renovadores,


preocupados por la situación española desde una perspectiva más abierta, liberal y europeísta.
Librepensadores unidos por su capacidad de reflexión y su sentido de la estética y del humor.

Ver ejemplos de fragmentos de novela en página 261 y de ensayo en pág. 263 de


vuestro libro de lengua y literatura de 2º Bachillerato.

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