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Tanto los autores del 14 como los del 98 (Costa, Azorín, Unamuno…) comparten
preocupaciones; pero los novecentistas proponen, desde una actitud minoritaria e intelectual,
soluciones bastante diferentes. Ellos piensan que hay que reconstruirlo todo desde las bases
más elementales, dejar atrás el pesimismo y buscar los rasgos universales de España, con un
interés desprovisto de patriotismo o exaltación nacionalista. Los componentes de esta
generación son conscientes del papel político que debe desempeñar la intelectualidad, tanto
en la investigación de la realidad del país como en la defensa del avance liberal. Para ellos, la
solución al problema de España radica en la integración en Europa, en la formación científica
y profesional, y en un nuevo liberalismo. Creían necesario reformar el estado mediante un
régimen democrático moderno y progresista, que desarrollase la vida social y cultural del país.
Constituyen esta generación filósofos- ensayistas como Eugenio D´ors y José Ortega y
Gasset (mentor ideológico y guía del grupo con su obra La deshumanización del arte);
historiadores como Américo Castro o Madariaga; médicos tan destacados como Ramón y Cajal
o Gregorio Marañón; políticos como Manuel Azaña, o grandes lingüistas como Menéndez
Pidal. Entre los literatos, excelentes novelistas como Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala o
Wenceslao Fernández Flores; dramaturgos como Jacinto Grau y el poeta Juan Ramón Jiménez,
a raíz de la publicación de Diario de un poeta recién casado.
El arte ha de ser imaginativo y debe romper con las visiones pegadas a la realidad
(“deshumanización”). Son característicos el uso del humor y la ironía, así como la renovación
de los géneros con nuevas técnicas que se alejan de la trama narrativa (en la novela, por
ejemplo, pierde importancia el argumento y se tiende a la digresión o al lirismo. Por su parte,
la poesía pretende ser creación absoluta, que excluya lo anecdótico o circunstancial).
Intelectualidad, belleza formal y espíritu crítico son, por tanto, las bases de este grupo.
Precisamente fue el filósofo José Ortega y Gasset quien asumió una especie de
liderazgo espiritual sobre los demás miembros del grupo. En su obra La deshumanización del
arte establece las características que debe tener el arte nuevo:
La novela novecentista tenía como objetivo un cambio moral del individuo, al que
presuponía una cierta formación estética. Este tipo de narrativa es minoritario y presenta
cuatro estilos fundamentales: el lirismo, el intelectualismo, el humor y la deshumanización.
Las novelas de Gabriel Miró (1876-1930), como Nuestro padre San Daniel o El obispo
leproso, que transcurren en Oleza (trasunto literario de Orihuela), o Las cerezas del
cementerio, son una muestra de la llamada novela lírica. Son obras donde la trama cede
terreno a exquisitas y elaboradas descripciones de ambientes y a un magnífico tratamiento de
la psicología de los personajes. La prosa de Miró nos recuerda al decadentismo modernista y
destaca claramente su capacidad para captar sensaciones y evocar estados de ánimos (Dámaso
Alonso lo llamó “poeta en prosa”). Aunque su actitud crítica (sobre el ambiente provinciano,
opresivo e hipócrita de la ciudad) también muestra una manifiesta influencia noventayochista.
Ramón Pérez de Ayala compone una novela intelectual preocupada sobre todo por el
tema de la conciencia y la duda transcendental del alma. Desde el punto de vista estilístico,
utilizó el diálogo teatral y las historias intercaladas como distintas maneras de plantear el
perspectivismo (varios narradores cuentan un mismo acontecimiento). El hilo narrativo es a
menudo interrumpido por largas digresiones, a modo de expresiones ensayísticas intercaladas,
que unas veces dispersan y otras detienen la acción.
Por su parte, Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), prolífico autor que introdujo el
espíritu vanguardista y transgresor en nuestro país con obras como “El caballero del hongo
gris” y “Automoribundia”, aporta a la novela una visión tan personal que hace sus obras
inclasificables.
Finalmente encontramos la novela deshumanizada, una forma narrativa intelectual y
compleja con influencias externas, como las técnicas de Joyce, Mann, o Proust. Novela de
argumento mínimo, cercana al ensayo, cuya finalidad es la meditación y la reflexión. En este
apartado citaremos a Benjamín Jarnés, autor próximo a las vanguardias
Pero es el ensayo el género más relevante en este periodo, por ser el vehículo principal
de las ideas y de la estética de la Generación del 14.
Otro gran ensayista fue Eugenio D’Ors, quien, tras unos comienzos modernistas,
rechazó el individualismo y el sentimentalismo propios de esta estética y propuso renovar la
sociedad catalana mediante un proyecto esencialmente educativo y modernizador que
denominó noucentisme (“novecentismo” en castellano).
Destacan sus “glosas” (recopiladas en libros como Glosari o Nuevo glosario), que
consisten en breves reflexiones sobre cultura y política contemporáneas. Además, obras como
Tres horas en el Museo del Prado.
Estilo racional y claro que huye de sentimentalismos.
El político Manuel Azaña también fue un ensayista preciso y sagaz, dado a la polémica
intelectual y a la crítica fría, a menudo irónica y despectiva. Libros como Estudios de política
francesa.
Otros escritores de ensayo fueron el novelista Pérez de Ayala, Rafael Cansinos-Assens,
el historiador Américo Castro, Salvador de Madariaga o el doctor Gregorio Marañón.