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FACULTAD DE DERECHO Y

CRIMINOLOGÍA
Filosofía del Derecho

Licenciada: Imelda Díaz Fraustro


Alumno: Alberto Romario Caballero Ruiz
Matrícula: 1811610

Gpo: 050

Fecha: 15 de Noviembre del 2021


introducción
El concepto de las funciones el derecho y en especial el de "Función Social del
Derecho", tiene gran importancia para cualquier teoría del derecho que intente una
explicación general de la naturaleza del derecho.

Al igual que muchos otros conceptos teorico-juridicos, el de las funciones del derecho
es relevante también para muchas otras disciplinas relacionadas con el derecho. En el
caso que nos ocupa, surgen como preponderantes los aportes de la Sociología Jurídica
para el esclarecimiento de este concepto. No obstante, también es muy relevante el
concepto en estudio para las consideraciones de los abogados, jueces y funcionarios
que se enfrentan a problemas sobre la interpretación y aplicación correcta de normas
jurídicas, para los politólogos que desean explicar la interacción del derecho con otras
instituciones sociales o con el poder político; etc.

En la realización de este trabajo se explicará la importancia de la funcionalidad y


necesidad del derecho en nuestra sociedad.
índice
Íntroduccion...............................................................................................................................2

La necesidad y función del derecho en la sociedad................................................................4

Función social del Derecho.......................................................................................................7

Función de organización...........................................................................................................8

Función de resolución de conflictos.........................................................................................8

Función de estructurar, legitimar y limitar el poder político...............................................9

Función de certeza y seguridad jurídica.................................................................................9

El conflicto de intereses..........................................................................................................10

Filosofía Del Derecho..............................................................................................................11

Filosofía del Derecho de Juristas y de Filósofos...................................................................12

La filosofía del Derecho como filosofía práctica..................................................................15

Conlcusión................................................................................................................................20
La necesidad y función del derecho en la sociedad
Para comenzar, explicaremos conceptos base para comprender mejor este tema.

El derecho es un conjunto de principios y normas generalmente inspirados en ideas de


justicia y orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya
observancia es impuesta de forma coactiva por parte de un poder público. Eso que
llamamos “Derecho” es algo que acompaña al hombre en todos los momentos de su
vida, aún antes de nacer, y en todas sus proyecciones sociales hasta más allá de la
muerte . Y como los modos de la actividad humana son infinitos, así lo es la presencia
del Derecho como realidad social, como forma y norma de vida social que preside las
actividades humanas de relación, desde las más privadas de la familia, los intereses
económicos y morales hasta la regulación de las relaciones del hombre con la sociedad
y el Estado y de los Estados entre sí.

El Derecho es, pues, forma de vida social y ésta, cada vez más compleja, es tan
amplia, mudable y progresiva, de aquí la posibilidad del progreso y desarrollo del
Derecho. A una sociedad cambiante corresponde un Derecho progresivo.

El Derecho deberá cumplir una función progresiva y evolucionar de acuerdo con la


época y con la realidad y relaciones cuya vida regula. históricamente, no sólo en los
grandes cambios estructurales de la sociedad (por ejemplo, de una sociedad rural a la
industrial, o de un sistema capitalista al socialismo), sino que las transformaciones
económicas con predominio industrial, agrícola o comercial que reflejan y condicionan
la realidad social y política, llevan como consecuencia inmediata un cambio en el
Derecho regulador de esas estructuras, con predominio, no sólo de los principios
inspiradores del ordenamiento jurídico, sino de las correspondientes normas positivas y
concretas que han dado lugar históricamente a otras ramas del Derecho, creadas por y
para el servicio de aquellas realidades que una sabia prudencia política se ha visto
precisada a regular.
A diferencia de los animales u otros seres vivos los seres humanos necesitamos saber
que conductas están permitidas en sociedad y cuáles no para poder vivir en armonía.
Es una tarea difícil y que va en constante crecimiento, pues cada día son más las
situaciones que se regulan legalmente en beneficio del bien común.

En tal sentido cabe hacer el siguiente planteamiento: El derecho en la sociedad


¿porque es importante?, pues bien muchos han respondido a esto considerando que el
derecho nace junto con la sociedad, y contribuye en la formación y conservación de la
sociedad en todos sus aspectos. Es una forma de organización y de resolver conflictos.
Es una garantía a la igualdad, al consagrar que todas las personas son iguales ante la
Ley y que por ello no están permitidos ningún tipo de actos de discriminación, al tener
todos los mismos derechos y deberes frente al Estado.

Por ello se deduce que su importancia radica en la necesidad que tienen los hombres
de resolver las situaciones que se le presenten de la forma más equitativa posible.

A través del derecho, se pueden conocer y comprender mejor al pueblo cuyo derecho
se estudia. El derecho en la sociedad analiza los contextos políticos, culturales y
sociales dentro de un determinado territorio y también regula las relaciones
internacionales.

En tal sentido, el derecho es siempre exclusiva relación entre sujetos; y es a la vez


tridimensional, en tanto surge de la interacción dinámica de vida humana, normas y
valores; y es por esta última circunstancia, que todo lo que está en la vida se halla en el
derecho. Es decir que ninguna conducta humana es ajena a una valoración y a una
consiguiente regulación jurídica y en tal sentido, todos los valores que el ser humano
vivencia en su vida pertenecen también a la esfera del derecho.

Otras consideraciones sobre el derecho en la sociedad ¿porque es importante?, radica,


en que es una garantía a la seguridad de los individuos, protege sus valores, crea
formas de conducta y es gracias al derecho, que muchas personas pueden realizar
actos que serían incapaces de cumplir, si tuvieran que contar con sus propias fuerzas
naturales. Por ejemplo: envían dinero a otros países, se controla la circulación de los
vehículos, una persona se hace propietaria de un bien aunque no lo use. Y por otra
parte se encarga de satisfacer las necesidades sociales.
Con el derecho se clasifican los intereses que se encuentran en conflicto, unos en
intereses que merecen protección como la vida, la educación, la maternidad, la niñez,
el trabajo; y otros que no merecen protección o que deben ir en un grado inferior de
importancia.

Establece y estructura cuáles son los órganos que pueden hacer cumplir estas normas
y la forma en que deben hacerlas cumplir a través de las decisiones judiciales. Pues no
solo establece la forma de conducta sino además las consecuencias que pudieran
generar esas conductas.

La necesidad es una carencia o escasez de algo que se considera imprescindible.


También se utiliza esta palabra para significar obligación.

La función es una manifestación externa de las propiedades de cualquier objeto en un


sistema dado de relaciones. También se define como la tarea
que corresponde realizar a una institución o entidad, o a sus órganos o personas.

Ya que este tema se trata en una función social, esta se definirá desde la sociología
como la sociedad o el cuerpo social se asimila a un organismo vivo, donde cada
individuo es una pieza que se engrana y se interrelaciona con las demás, y donde cada
cual cumple un papel dentro de la totalidad del sistema, es decir, la sociedad.

Ahora bien, teniendo claros estos conceptos, la función y necesidad del derecho en la
sociedad es de suma importancia para tener un control social. El control social consiste
en la regulación de la conducta de los miembros de un grupo social mediante el
establecimiento de unos valores ideológicos y de unas normas de comportamiento. El
Derecho es básicamente un sistema de control social, lo que quiere decir que,
mediante el Derecho, se dirigen y guían las conductas y se supervisa el funcionamiento
de las instituciones sociales para conseguir la integración, la cohesión y el equilibrio
sociales.

La función del derecho como ordenador o regulador implica defender la vida, la libertad
y la propiedad de las personas.
Otra función principal del derecho es la eliminación de conflictos, esto para facilitar así
la interacción armónica y pacífica de los individuos. En cambio, desde los puntos de
vista del conflicto, el conflicto es permanente en toda estructura social: entre individuos,
clases sociales y comunidades de todo tipo hay intereses diferentes y, con frecuencia,
antagónicos. Así las cosas, lo que puede hacer el Derecho es mantener los conflictos
bajo control, “juridificarlos”, pero no hacerlos desaparecer. La legitimidad de los
actuales sistemas parlamentarios proviene de la conformidad de su origen y su
actuación con el derecho. Esta forma de legitimidad, calificada habitualmente como
formal, se ha realizado históricamente por primera vez en el Estado liberal de Derecho.
La ideología liberal concibe al Estado como mero guardián del orden público: es el
Estado policía que pretende garantizar un marco general y formal de autonomía
individual. Para ello, mantiene coactivamente lo que entiende que son los fundamentos
del orden social; ofrece un marco jurídico para las relaciones económicas y, también,
procedimientos para la solución de los conflictos. El Estado liberal se limita, por tanto, a
tareas de vigilancia y control, sin interferir en la igualdad contractual de los individuos,
forma jurídica que recibe en este sistema la autonomía individual. No se introduce
mediación protectora alguna en la contratación porque se supone que la mecánica de
la sociedad (es decir, el mercado) genera por sí misma la prosperidad de los
ciudadanos y la justicia social.

Función social del Derecho.


Las tendencias del desarrollo del Derecho de la actualidad han tenido como
consecuencia transferencias de los puntos básicos en sus funciones sociales. La
cuestión de las funciones sociales del derecho es el problema de los servicios que el
Derecho produce a la sociedad: ¿para qué sirve principalmente el Derecho? ¿Qué
quiere el Derecho conseguir en la sociedad? ¿Con que fines se establecen y se
imponen las reglas de Derecho?
La Sociología del Derecho contesta por lo general así: El Derecho es un instrumento de
poder social que por medio del equilibrio de intereses contradictorios debe conseguir y
fomentar la solidaridad de la comunidad. El Derecho es, con otras palabras, un
importante elemento de todo proceso de integración social al que los sociólogos llaman
"control social".

La organización social de la comunidad jurídica, y con ella la tarea capital del


derecho, es considerada como una aportación específica para la sociedad, por lo que
la función social del derecho consiste básicamente en "la regulación e integración de la
sociedad".

Esta función social del derecho puede desglosarse en numerosas formas de


manifestación. Surgen así las sub funciones sociales del derecho:

 Organización de la sociedad

 Orientación y persuasión,
 Estructuración, legitimación y restricción del poder político,
 Resolución de conflictos,
 Control social,
 Seguridad,
 Justicia.
Función de organización.

El derecho es un instrumento de organización de la sociedad, un medio para la propia


subsistencia, ya que sin un mínimo de organización la sociedad, colectiva de un
siempre difícil equilibrio de voluntades, no podría permanecer.

El derecho lleva a cabo esta función organizativa en dos ámbitos, en las relaciones
jurídico públicas y en las relaciones jurídico privadas. En el primero abundan las
normas de organización para establecer las relaciones entre los ciudadanos y los
poderes públicos. El derecho constitucional contiene un apartado, la parte orgánica de
la Constitución, la medida del derecho público constitucional, administrativo, penal,
procesal, financiero es un derecho de organización propiamente dichas. En el ámbito
jurídico privado hay menos normas de organización propiamente dichas, pero el
derecho establece las reglas de las relaciones intersubjetivas, que en su conjunto es un
sistema de organización que evita las situaciones de conflicto y el imperio de la
arbitrariedad.

La función organizadora del derecho se redimensiona al ordenar y jerarquizar los


intereses sociales en el seno de sus propias normas, de una manera sustantiva, y en
los procedimientos formales para la acción política, de manera procesal.  En
los sistemas democratices estos intereses sociales se conjugan con la inevitable
situación de dependencia de unos respecto de otros en las normas dictadas tras un
proceso en el que los intereses tienen como punto de partida las mimas oportunidades
formales de conseguir el reconocimiento del derecho; otra cosa es que las condiciones
socioeconómicos desdibujen una verdadera igualdad de oportunidades. El derecho
sigue siendo un ordenador de los interese sociales, a los que introduce y jerarquiza en
el marco de las normas del juego democrático.
Función de resolución de conflictos
La manera en que el derecho hace frente al conflicto, son variadas las actitudes que
asume:

a) lo acepta y absorbe en nuevas normas reguladoras, cuando la razón del


conflicto tiene suficientes apoyos en la opinión pública;
b) se enfrenta a él, cuando la razón del conflicto no se acomoda al sentir de la
sociedad democrática, o a los intereses del poder dominante;
c) lo canaliza y orienta, porque la regulación social es legítima y además no atenta
a los valores que defiende el derecho; y
d) algunas veces el propio derecho el que genera conflicto, cuando no hay una
adaptación del derecho a la generalidad de los sectores sociales donde se
aplica.
Estas cuatro actitudes representan, respectivamente, funciones reguladoras,
represoras, orientadoras y generadores de conflicto. La penalización de conductas
socialmente reprobables, las infracciones jurídicas de colectivos profesionales
recabando el mantenimiento de privilegios injustificados, las normas arbitrales y laudos
laborales, y la jurisprudencia permisiva en materia de libertad de expresión son cuatro
ejemplos que ilustran esas distintas posiciones del derecho.
Función de estructurar, legitimar y limitar el poder

político.
El derecho cubre la necesidad de organizar el poder político, esto es, el poder del
Estado y de los demás entes públicos que lo integran. El Derecho precisamente
organiza la serie de órganos competentes que hablan y actúan en su nombre. Sucede
que, si bien, por una parte, el Derecho positivo formalmente válido y además vigente es
en realidad tal Derecho positivo de manera efectiva porque y en tanto lo apoya el poder
del Estado; en cambio, por otra parte, acontece también que el poder del Estado está
organizado y ungido por el Derecho, o, dicho con otras palabras, el Derecho es uno de
los ingredientes más importantes del poder del Estado. En efecto, por un lado, el poder
del Estado se apoya sobre una serie de hechos sociales, y es poder estatal
precisamente porque es el resultado de los poderes sociales más fuertes.

Función de certeza y seguridad jurídica


Se encuentra previsto en el artículo 16 constitucional se refiere a la certeza que debe
tener el gobernado de que su persona, pape-les, familia y posesiones o derechos sean
respetados por la autoridad y que, si ésta debe afectarlos, deberá ajustarse a los
procedimientos previamente. Se basa en la certeza del derecho, tanto en el ámbito de
su publicidad como en su aplicación, y que significa la seguridad de que se conoce, o
puede conocerse, lo previsto como prohibido, ordenado o permitido por el poder
público. La certidumbre que tienen los gobernados, es decir, los individuos, de que su
persona, su familia, sus pertenecías y derechos estén protegidos por las diferentes
leyes y sus autoridades.

La idea intuitiva que subyace a la de que el Derecho cumple (o debe cumplir) la


función de seguridad es que las personas a las que van destinadas las normas
jurídicas deben saber a qué atenerse, es decir, deben conocer con anterioridad a sus
comportamientos cuáles de éstos están prohibidos, son obligatorios o les están
permitidos. En definitiva, la seguridad se refiere a la posibilidad de planificar las
conductas, saber de antemano qué consecuencias se derivarán de ellas y, así, poder
actuar con conocimiento de causa.

Esta idea intuitiva puede recogerse de una manera muy esquemática en una
definición técnica, según la cual se daría seguridad jurídica, siempre que se cumplan
las siguientes condiciones:

 Que las normas jurídicas sean claras


 Que las normas jurídicas sean conocidas
 Que el Estado cumpla con sus propias normas y las haga cumplir

El conflicto de intereses
Estos son aquellas situaciones en las que el juicio de un sujeto, en lo relacionado a
un interés primario para él o ella, y la integridad de sus acciones, tienen a estar
indebidamente influenciadas por un interés secundario, el cual frecuentemente es de
tipo económico o personal. Es decir, una persona incurre en un conflicto de intereses
cuando en vez de cumplir con lo debido, podría guiar sus decisiones o actuar en
beneficio propio o de un tercero. Ante tal circunstancia, se tendrán que tomar
decisiones, la ética recomienda es que actuemos con criterio preventivo, y
reconozcamos públicamente que una situación dada puede presentarnos un potencial
conflicto de intereses y lo apropiado es abstenerse de dar un juicio, opinión o
posicionamiento ante tal situación.

Filosofía Del Derecho


Los servicios prestados por la Filosofía del Derecho han sido de primer orden, puesto
que, como ya se ha dicho, ha desentrañado y afinado la verdadera significación de los
conceptos fundamentales que constituyen la materia prima con que trabajan los juristas
para la construcción, estudio e interpretación del Derecho. Entre estos conceptos
básicos, ocupa el primer lugar, por supuesto, el concepto mismo de Derecho mismo,
por el cual conocemos lo que constituye la esencia de lo jurídico en cuanto tal,
prescindiendo de las individualizaciones concretas con que lo jurídico aparece ante
nuestros ojos en el tiempo y en el espacio.

Los primeros jusfilósofos en sentido estricto, es decir, los tres grandes del pensamiento
clásico griego, aunque tuvieron conceptos claros sobre la esencia del Derecho positivo,
insistieron de manera muy particular en el carácter del mismo como instrumento
indispensable para la pacífica y fructífera convivencia social. Podemos tomar sus
especulaciones a este respecto como un buen ejemplo de lo que la filosofía jurídica ha
hecho desde sus inicios, por la elaboración de una teoría general o fundamental del
Derecho, empezando por justificar la existencia misma del orden jurídico positivo.

“La ciudad y sus leyes son necesarias y responden a las exigencias de la naturaleza
humana: tal es la convicción que informa las enseñanzas de Sócrates, y sobre todo su
actitud ante la sentencia de muerte de que fuera objeto.”

Platón, por su parte, consideraba que en la sociedad ideal, gobernada por los hombres
más sabios, saldría sobrando por completo el Derecho positivo, sobre todo en su
manifestación de Derecho legislado, pues los jueces estarían perfectamente
capacitados para resolver los casos particulares mediante la adaptación de los
principios generales de la Justicia a las circunstancias concretas, sin verse limitados
por la inevitable rigidez de las leyes escritas de carácter abstracto y general. Sin
embargo, el paso de los años y la amarga experiencia convencieron al ilustre ateniense
de lo irrealizable de su República perfecta, y, en consecuencia, de la necesidad de las
leyes como instrumento de convivencia pacífica entre los imperfectos hombres que
integran la sociedad.

“Consciente de la imperfección de los hombres, admite ahora Platón la necesidad de


fijar los principios de gobierno en leyes positivas de carácter general que, por otra
parte, han de nutrirse de la experiencia colectiva plasmada en la costumbre y la
tradición.

“En el Político se advierte claramente cuánto le costó a Platón el tránsito desde la


arbitrariedad, a la vez justa y flexible, del gobernante según la idea..., hasta una
legalidad que en el mejor de los casos es un sucedáneo, cuya rigidez tropieza contra la
multiformidad de las situaciones por regular. Pero en el estado actual de la humanidad,
este sucedáneo es con todo la solución más aceptable.”

Filosofía del Derecho de Juristas y de Filósofos


Esto nos lleva a un problema conexo (conocidamente planteado por Bobbio) que es el
de la dualidad política entre la filosofía del Derecho de juristas y de filósofos. 

Un problema que arranca del hecho de que la tradición del pensamiento filosófico


occidental sobre el Derecho ha sido desarrollada históricamente en forma “bifurcada”:
por filósofos que llegan al Derecho desde sus sistemas omnicomprensivos de ideas
para encajarlo dentro de ellos y por juristas que recurren de distintas formas a ciertos
marcos filosóficos generales para construir teorías también omnicomprensivas pero de
alcance importante endojurídico o enfocadas a la reflexión y elaboración de las propias
categorías y conceptos jurídicos. Bifurcación que podemos ilustrar rápidamente
mediante el contraste, en la época antigua, entre Aristóteles y Cicerón, en la época
medieval, entre Agustín y Graciano o Tomás de Aquino y Bártolo, y en la época
moderna entre el “iusnaturalismo de los filósofos” (Suárez , Leibniz) y el “iusnaturalismo
de los juristas” (Grocio, Thomasius). 

Desde que, en la época contemporánea, surge la filosofía del Derecho como disciplina
de nuevo cuño (pero en sustitución del “Derecho natural”, que ya era naturalmente una
iusfilosofía) esta ha sido cultivada de forma casi exclusiva en las facultades jurídicas y
no en las facultades de filosofía: es decir, por juristas.
 Lo cual, unido a la especialización académica, ha incrementado el sesgo endogámico
de la iusfilosofía (así como el aislamiento de la filosofía general respecto del “huerto
cerrado” del Derecho, en palabras del propio Bobbio). Pero lo cierto es que los juristas-
filósofos han seguido echando mano de filosofías generales vigentes o no tan vigentes
(así, no se entendería a Kelsen sin Kant, a Hart sin Wittgenstein, a Finnis sin Tomás de
Aquino, a Alexy sin Habermas, a los hermenéuticos sin Gadamer), filosofías a las
cuales sin embargo dan giros diferentes y novedosos, impulsados por el interés
reflexivo en función del Derecho y los desarrollos de la práctica jurídica (así, Kelsen ha
dicho del deber jurídico muchas más cosas que lo que podría decir los neokantianos, y
lo mismo Hart de las reglas jurídicas o Alexy de la teoría del discurso jurídico respecto
de Wittgenstein y Habermas respectivamente). 

La relación entre ambas (filosofía “regional” jurídica y filosofía general) es, pues,
compleja. Si se presenta en términos efectivamente polémicos es sobre todo debido al
hecho siguiente. Que el afianzamiento del positivismo jurídico como corriente central
dominante en el pensamiento jurídico contemporáneo, una vez producido el declive
iusnaturalista, ha ido acompañado de una paralela tendencia a la liquidación de la
sustantividad de la filosofía (rasgo que comparte con el positivismo general, tanto el
decimonónico como el neopositivismo).

 Sería un caso más de lo que bueno, se llama “muerte positivista” de la filosofía.  Así, la
filosofía del Derecho se reivindica a si misma como un discurso “de y para juristas” y no
“de y para filósofos”: como un discurso técnico-práctico propio de la categoría jurídica.

 Incluso el nombre “filosofía del Derecho” tiende a desaparecer, disolviéndose en el


más genérico “Teoría del Derecho”, entendida ésta (en la tradición continental) como
una disciplina de pretensiones básicamente científicas o doctrinales (una “alta
dogmática” construida sobre el molde de la Allgemeine Rechtslehre positivista) o bien
(en la tradición anglosajona) una jurisprudencia: esto es, en ambos casos un discurso
categorialmente jurídico, más que “filosófico”. 
El positivismo jurídico, en célebres palabras de Radbruch, aplica de este modo la
eutanasia a la filosofía del Derecho en la medida que ésta quiera reputarse “parte” de
un sistema filosófico “apriorístico” al estilo tradicional (tal vez Habermas sea el único
exponente actual de esto y probablemente el último). No es la filosofía la que marca
"desde arriba" la unidad de ideas de la reflexión sobre el Derecho, sino precisamente la
experiencia categorial jurídica, en la medida en que, como dice Bobbio, proporciona los
materiales para "construir desde abajo.

La preferencia por la filosofía del Derecho de los juristas viene sin duda respaldada por
un argumento sumamente potente: la remisión empírica a la categoría jurídica, a los
conceptos jurídico-positivos, a la práctica real del Derecho. La iusfilosofía ha de ser una
“filosofía del Derecho positivo”, construida sobre los problemas que plantean los
Estados de Derecho contemporáneos y su compleja tecnificación legal-administrativa o
su progresiva constitucionalización, en vez de una reflexión especulativa o improductiva
(metafísica o dogmática). 
 Pero la cuestión decisiva es si esta proximidad con la experiencia categorial jurídica no
puede constituir también ella misma un obstáculo. Y no necesariamente una ventaja a
la hora de construir un discurso genuinamente filosófico-crítico en torno al Derecho. 
Es decir, si la autocomprension de la filosofía del Derecho como “filosofía de juristas”
no puede conducir también a convertirla dogmáticamente en ancilla iurisprudentiae , en
una reflexión indistinguible de la especialización gremial jurídica, una simple
propedéutica profesional, un patchwork o bricolage filosófico adosado a la propia
jurisprudencia , una parte más, en definitiva, de la enciclopedia o la ideología jurídica
entendida en un sentido amplio (y no necesariamente negativo). 
La situación podría compararse, mutatis mutandis, con la que supondría conceder sin
más que la filosofía de la religión sólo tiene sentido en cuanto hecha por, y al servicio
de, los cultivadores o teólogos de una confesión particular. Este riesgo de
“dogmatismo” no sólo ha venido propiciado por la ya mencionada especialización y
ubicación institucional de la disciplina, sino también y en buena medida por la
metodología del positivismo jurídico, en la que la priorización del punto de vista
doctrinal (o “interno”) Ha significado la insularización del concepto del Derecho y su
desconexión de otras categorías, tanto científico-sociales como político-morales. 
La tesis de la separación entre Derecho y moral, la “pureza” de la teoría del Derecho, el
estudio descriptivo o evaluativamente neutro del “Derecho que es” y no del que “debe
ser”.
No cualquier discurso sobre el Derecho puede llamarse genuinamente filosófico
aunque lleve ese nombre, ni todo discurso filosófico sobre el Derecho puede tildarse,
por serlo, de prescindible o dogmático. La contraposición formulada por Bobbio reposa
en realidad en una falsa disyuntiva.
 La desvalorización apriorística de las “filosofías del Derecho de los filósofos” es
gratuita: no va dirigida en realidad contra la “filosofía” sino contra algún afilosofía
particular cuyos supuestos o tesis se estiman dogmáticos, escolásticos o metafísicos
desde alguna otra filosofía particular (en el caso de Bobbio, la iuspositivista). 
Del mismo modo, la preferencia por la “filosofía del Derecho de los juristas” puede (y
en mi opinión debe) ser asumida sin que ello signifique, sin embargo, abrazar un
enfoque insular o puramente endojurídico. La iusfilosofía sólo será verdaderamente
filosófica si tiene carácter crítico, y esto exige que sea positiva pero no positivista,
vinculada a los conceptos de la experiencia jurídica pero no dogmática, coextensiva
con el discurso jurídico-práctico pero no meramente “genitiva”: es decir, exige una
perspectiva intercategorial, una “totalización” conducente a poner a la categoría jurídica
en conexión relevante con otras categorías.
 Este es el camino que sigue la filosofía del Derecho postpositivista. Pero esa
totalización sólo puede llevarse a cabo en términos de ideas y teorías que
necesariamente han de obtenerse de alguna concepción filosófica general, lo que
significa que toda iusfilosofía (también la positivista) es “aplicación” de filosofemas y en
consecuencia, por parafrasear a Kant, no está claro si la filosofía de los juristas “lleva
por delante la antorcha a su graciosísima dama [la filosofía“ general ”] o le sigue
llevándole la cola”.
La filosofía del Derecho como filosofía práctica
Si la racionalidad jurídica se presenta del modo apuntado a concepciones “filosóficas”
que forman parte interna necesaria del Derecho mismo en cuanto sistema doctrinal,
entonces éste ya cuenta con una filosofía propia o “genitiva” del Derecho. Las
concepciones teóricas que habitualmente se consideran como pertenecientes a la
filosofía académica del Derecho (iuspositivismo, formalismo, iusnaturalismo,
constitucionalismo, realismo, etc.) son también filosofías que la “filosofía profesional” de
los juristas hace suyas, de modo especialmente visible en los estratos de mayor
abstracción doctrinal de la práctica jurídica, que son también los de mayor alcance
(como los tribunales constitucionales). Aquí se halla, entonces, el punto de contacto de
la filosofía jurídica en cuanto disciplina con el Derecho: las concepciones filosóficas del
Derecho son parte de su práctica y las teorías conformadoras de la práctica jurídica
presentan una zona de superposición con la filosofía del Derecho.

La filosofía jurídica en sentido estricto o académica podría definirse entonces como


aquella reflexión formalmente filosófica que se orienta a la sistematización de las ideas
que ya cuentan con un nivel de desarrollo reflexivo categorial dentro del Derecho. 

Es aquí donde, como hemos dicho, hay que corregir considerablemente la valoración
general que hace Bobbio de la contraposición entre la filosofía del Derecho de juristas y
filósofos. Ella distorsiona el hecho de que toda filosofía del Derecho, sea de filósofos o
de juristas, ha consistido siempre (y no se entiende cómo podría ser de otra forma) en
la aplicación de esquemas filosóficos más o menos sistemáticos al Derecho.

Por un lado, Bobbio no presta la atención suficiente a la circunstancia de que el


Derecho es una institución histórico-cultural que plantea genuinos problemas filosóficos
para cualquier filosofía, y en tal medida siempre ha sido un objeto presente en las ideas
acuñadas por las grandes filosofías generales de la tradición occidental, dentro de lo
que desde Aristóteles conocemos como “filosofía práctica” (la politiké ) que comprende
la filosofía moral o ética, la filosofía política o la filosofía social.

Basta mencionar la idea de “ley” ( lex), cuyo uso práctico es un resultado de la síntesis
de diferentes acepciones categoriales: morales, científicas, jurídicas. Las “cuestiones
persistentes” (Hart 1994: Cap. I) suscitadas por el Derecho plantean problemas
filosóficos generales: como su relación con las ideas de poder, normatividad, sociedad,
justicia, moral o verdad científica. Por otro lado, la preferencia generalpor la filosofía del
Derecho de los juristas resultante injustificada. 

Que sean los juristas quienes por razón de su formación se hallan en mejores
condiciones para emprender una reflexión filosófica que parta directamente de las
categorías jurídicas (algo que les viene impuesto por su propia metodología positiva)
explica que la iusfilosofía académica haya sido cultivada fundamentalmente por
“juristas-filósofos”. 

Pero no garantiza ninguna inmunidad absoluta contra la metafísica o el


dogmatismo. En todas las épocas históricas los juristas han procedido a la apropiación
de filosofías generales para la elaboración de sus doctrinas (pues es la categoría
jurídica misma la que siempre ha necesitado de una u otra envoltura filosófica para
construir su metateoría interna). Puede decirse que no ha habido doctrina filosófica que
no haya recibido una incorporación o adaptación al campo jurídico (el tomismo, el
kantismo, marxismo, el hegelianismo, el pragmatismo, la fenomenología, el
neoempirismo, la filosofía lingüístico-analítica, la hermenéutica, la teoría del discurso, el
posmodernismo y cualesquiera otros “ismos” filosóficos).

Las muestras de filosofía “aplicada” que Bobbio censura son obra tambiénde juristas, y
no sólo de filósofos que descienden “especulativamente” al campo del Derecho. Lo que
demuestra que no es esta “aplicación” de sistemas filosóficos por sí misma la que
merece apriorísticamente el calificativo de metafísica o dogmática, sino las tesis,
conceptos, métodos concretamente aplicados.

Más bien lo que la historia de la iusfilosofía nos muestra es un continuum de ideas que
tienen al Derecho como punto de convergencia y que son moduladas de distinta forma
(pero no de forma mutuamente excluyente) por sistemas filosóficos generales
históricamente dados y por la filosofía académica del Derecho como disciplina
jurídicamente implantada. 
Las concepciones filosóficas de los juristas, que son como hemos visto totalizaciones
internas a la propia categoría jurídica, demandadas por el tipo de problemas que
aborda la práctica del Derecho, constituyen la zona de intersección entre ambas. 

Tales concepciones constituyen sin duda el mejor acceso filosófico al Derecho


disponible por cuanto suministran el repertorio básico de las ideas filosófico-jurídicas, y
en este sentido han de poder ser incorporadas por cualquierfilosofía del Derecho que
pretenda no ser metafísica o desentendida de la experiencia jurídica. Pero también
tienen que ser objeto de crítica y reelaboración en términos filosóficos generales o
trascendentales, sin que puedan pensarse propios de un discurso puramente
endojurídico o intracategorial. Y esa crítica implica que la filosofía jurídica ha de
entroncar necesariamente con la filosofía moral y la filosofía política, esto es, ha de
construirse dentro del marco de alguna concepción de la filosofía práctica general
entendida en perspectiva trascendental. En lo que sigue veremos, muy
esquemáticamente, algunos de los principales argumentos con los que cabe sustentar
esta afirmación.

El argumento central nos reconduce nuevamente a considerar el tipo de totalizaciones


que caracteriza a la categoría jurídica y se manifiesta en sus concepciones
internas. Estas son totalizaciones de naturaleza esencial justificativa. 

Dado que el Derecho es una categoría práctica y normativa, los conceptos jurídicos son
conceptos doctrinales. Su función principal como conceptos prácticos es no sólo guiar
la acción (aspecto “técnico”) sino hacerlo justificadamente. Los conceptos jurídicos
están ligados a la práctica de argumentar y razones dar en relación con las decisiones
jurídicas, de justificar la acción (ex post y ex ante). Esto supone que lo que hasta ahora
hemos llamado las ideasque conforman la práctica jurídica son en “ideales” o, en
términos de Kant, “ideas regulativas”.

Los valores constituyen los verdaderos componentes trascendentales de la práctica


jurídica. Así cabe afirmarlo tras examinar cualquier inventario de los conceptos jurídicos
fundamentales: conceptos tales como “persona”, “acción”, “norma”, “ilícito”, “sanción”,
“responsabilidad”, “derecho”, “deber”, etc. , que representan una categorización de las
nociones básicas de la filosofía práctica (la philosophia practica universalisde la
tradición). 

Es el manejo adecuado justificatorio de estos conceptos en la práctica jurídica lo que


hace necesario acudir a concepciones (que antes llamábamos “materiales”) poder
suministrar versiones o interpretaciones de los mismos en términos de conglomerados
de juicios de valor de carácter fundamentador. Tales valoraciones están a la base del
método jurídico, que en realidad parte del presupuesto de la ineliminable "apertura" o
"indeterminación" del sistema jurídico y la necesidad de "cerrarlo" o determinar su
contenido recurriendo a justificaciones prácticas de ese tipo.  Los conceptos jurídicos
son siempre elisiones de juicios de valor.

Todo el complejo técnico-práctico del Derecho formado centralmente por las reglas
como unidades instrumentales básicas del trabajo del jurista es el resultado de
ponderaciones o balances entre valores y por eso la aplicación práctica de los
conceptos en ellas plasmados va inseparablemente unida a los juicios de valor
subyacentes ya la necesidad de fundamentarlos en términos de validez objetiva. 

Los desacuerdos que están en el origen de las reglas en tanto “expresiones de


compromisos, o juicios acerca del resultado de conflictos” se reproducen
permanentemente en su proceso de aplicación, de forma que determinar los
“fundamentos de Derecho” de cada nuevo caso requiere la explicitación de los valores
en juego y en la última instancia de su fundamento ético-político. De ahí que sea
preciso formarse alguna concepción de los principios (que son la expresión normativa
de valores) y la reconstrucción integral del Derecho involucrada en la resolución de
cada caso, por más que ello sólo parezca especialmente visible en los casos difíciles o
en los problemas jurídicos que suscitan desacuerdos morales típicos (aborto,
eutanasia, matrimonio homosexual, gestación subrogada, etc.). Todas las cuestiones
jurídicas, incluidos los casos fáciles, son cuestiones de principio en este sentido, es
decir, cuestiones de valor.

Es necesario entonces “recurrir a una filosofía moral y política que permita articular,
establecer, algún orden entre los diversos tipos de razones justificativas que concurren
en el Derecho”. 24 Esta filosofía comprende combinaciones de ideas acerca del bien
común, del interés general, de los derechos humanos, de fines o metas colectivas, etc.,
y se resuelve en última instancia en algún tipo de fundamentación de los valores éticos-
morales de carácter final (libertad, igualdad, dignidad) y de los valores políticos en cuya
virtud se justifican el poder y la autoridad (una concepción de la democracia, del
Estado, etc.). 
Es decir, se resuelve en lo que desde Aristóteles llamamos la justiciacomo esquema
básico articulador de ideas acerca de lo bueno y de lo correcto en la distribución y la
reparación tanto en los asuntos públicos como privados que integran el territorialium de
la praxis humana. 
25 De este modo, la dimensión justificativa del Derecho lo conecta internamente ,
desde su propia práctica, con concepciones de calado filosófico-moral y filosófico-
político. Desemboca en sistemas generales u omnicomprensivos de filosofía práctica
(de orientación liberal, utilitarista, comunitarista, deontológica, social, etc.) desde los
cuales, a su vez, tiene lugar la orientación y crítica normativade aquellas concepciones
jurídicas. 
Estas funciones normativas corresponden a la filosofía del Derecho académico, punto
natural de intermediación entre el Derecho y la filosofía práctica, que entonces se
revela ella misma igualmente como una empresa práctica. La filosofía del Derecho es
la filosofía práctica que sigue al Derecho como su sombra. Los valores en él presentes
como fundamentos trascendentales y simultáneamente como ideas de la filosofía
práctica forman el puente de ida y vuelta entre ambas.
Cabría incluso sostener que la filosofía jurídica es aquella región (o “parte”) de la
filosofía práctica que goza de un cierto “primado” sobre las demás. Pues el Derecho no
es sólo un lugar de realización y plasmación de los valores político-morales (una
plasmación decisivamente eficaz debido a que la institucionalización jurídica gestióna la
coacción pública) y donde por ello estos valores adquieren una justificación de
carácter definitivo, sino también el lugar en el que por ello vienen a confluir también,
desde su propia perspectiva trascendental, la filosofía moral y la filosofía política en
iguales términos. 
En efecto, y de otro modo no se entendería la crítica político-moral del Derecho, las
instituciones jurídicas-prácticas aparecen para aquéllas como un punto de llegada
necesario, como una malla o arquitectónica histórico-cultural que es condición de
posibilidad de la propia moralidad y de la sociedad política, al margen de la cual
simplemente sencillamente no se darían o se desintegrarían.

Conlcusión
El derecho se nos muestra como el conjunto de reglas que dan orden a la sociedad,
regulan la convivencia y resuelven los problemas sociales. Las razones y el sentido del
derecho parecen tener su principal asidero en estas variables. El derecho es, al mismo
tiempo, un factor para lo cohesión social. Posibilitar el orden social es, sin duda, una de
sus principales funciones, pero la medida en que lo haga y la manera en cómo lo
consiga es al final lo verdaderamente digno de analizar. Lo mismo sucede cuando
observamos que el derecho es, y debe ser, factor de cambio social, aun cuando en
realidad el derecho también se ha mostrado como instrumento para la desestabilidad
social y como obstáculo para el cambio.
Para lograr sus fines, el derecho cumple no sólo con la función de resolver los
problemas para la cohesión, el orden y la paz social, sino que además para lograrlo
cumple con la principal función de regular la función pública, cuyo cometido será hacer
posible que el derecho alcance tales expectativas. Sin embargo, si afirmamos que el
derecho resuelve los problemas sociales, podríamos caer en la generalidad y
superficialidad de un argumento que requiere de un análisis más profundo y serio.

Una de las actividades más claras del derecho es la que se observa cuando los jueces
y magistrados deciden, con base en el propio derecho, a quién corresponde el derecho.
Lo que resulta trascendente si reconocemos que la compleja vida social se muestra
cada vez más conflictiva por la contradicción de intereses y la colisión de los derechos;
pero qué tanto el derecho, a través principalmente de los tribunales, resuelve los
problemas sociales y qué tanta certeza podemos tener de ello.

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