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Él nunca se había enamorado...

 
Ni lo hará, no le ve lo maravilloso que dicen que es, ni el cómo te puede tan siquiera
llegar a gustar alguien, en sus 16 años nunca sintió nada parecido a lo que las personas
llaman "amor", a lo que su hermana, llama “amor”. 
 
Su hermana no lo comprende, ni él a ella. Tienen la relación de hermanos a la que todo
el mundo llama “perfecta”, “ideal”, confían el uno en el otro, se protegen ante cualquier
circunstancia, simplemente se aman y comparten esa conexión que las personas dicen es
solo de gemelos. Beth, como él la llama, se enamoró a su edad de un compañero de
secundaria, Neizan, y actualmente, ambos con 18 años, son la pareja más amorosa que
él haya conocido. No lo comprende, cómo pueden estar tan dispuestos a darlo todo por
el otro, el querer estar cerca del otro, abrazarle, besarle incluso, la necesidad y
satisfacción del contacto físico con su pareja. 
En cambio, ella no lo entiende a él, cómo nunca pudo sentir ni la más mínima chispa de
amor romántico, porque está segura que Demian le ama y a su madre igual, está claro,
pero también sabe que su hermano jamás tuvo ni tiene el mínimo interés de encontrar
ese amor, de encontrar a la persona, su persona.  
 
Demian no es infeliz, ni mucho menos, es serio, reservado, le gusta leer y escribir, pero
siempre tuvo y tiene el mismo conflicto, no comprende los sentimientos que relatan las
novelas de romance, las mismas que le ha llegado a leer su hermana en una tarde de
aburrimiento, de esas que hablan del “amor a primera vista” y temas similares, no le da
envidia, ni mucho menos, simplemente no las comprende.  
Por otro lado, tiene su grupo de amigos, es pequeño, pero como él dice cada que le
preguntan por el mismo, ‘mejor calidad a cantidad’. No le interesa tener muchos amigos
si no puede confiar en ellos. Aun así, no le parece que su grupo sea tan chico como lo
plantean. 
Con quien más tiene confianza y son más cercanos es con Mathew, es un chico
completamente opuesto a él, extrovertido, sociable, seguro de sí. Y eso es lo que más le
llama la atención a cada persona que pasa un rato con ellos, tan opuestos, pero tan
unidos y con una conexión indescriptible al mismo tiempo. 
En el grupo también están Dereck, Aleksander y Alice, los cinco son un gran grupo, se
apoyan en todo lo que hacen, tienen una gran confianza y se quieren. Se conocieron a
inicios de la primaria y siguen siendo amigos desde entonces. Mathew fue el último en
incorporarse, sucediendo esto en cuarto grado, pero pareciera que todos se hubiesen
conocido al mismo tiempo. Cada uno tiene sus gustos y personalidades, claro está,
siendo las más opuestas las de Demian y Mathew. 
 
 
 Era la mañana de un lunes, el lunes que sin yo saberlo desencadenaría una serie de
acontecimientos que me llevarían a donde estoy el día de hoy.  
Me desperté e hice la misma rutina de todos los días, levantarme, cambiarme, ir al baño,
desayunar junto a mi hermana y mi madre en el comedor y salir rumbo a la escuela,

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siendo llevado por mi hermana, haciendo una parada para recoger a Neizan, ambos
estaban en su último año.  
Al llegar me encontré con mis amigos en la entrada, como era costumbre, y fuimos a
clases. Las primeras clases del día transcurrieron como de costumbre, tomaba apuntes,
prestaba atención, de vez en cuando me distraía con alguna broma que hacía Dereck y
me quejaba internamente de los molestos del curso. Hasta que llegó la última clase, la
clase de Lenguaje, en la cual la profesora nos mandó a hacer un trabajo en parejas, esa
vez nos dejó elegir compañero, así que no dudé ni un momento en con quien lo haría.
Casi siempre nos distribuíamos igual, Dereck con Aleksander, Alice con Frank, un
compañero con quien hace buen equipo y se llevan bastante bien, y Mathew conmigo. 
 El trabajo era simple, tanto a Mathew como a mi nos gustaba la escritura y como el
trabajo iba de hacer un relato con tema libre para luego leerlo en clase, nos resultó
agradable. Decidimos juntarnos en mi casa ese fin de semana para empezarlo. 
La semana transcurrió como las demás, sin nada fuera de lo común, íbamos a clases, al
volver a casa merendaba junto a Beth y algunas tardes con mi madre mientras
charlábamos de temas banales, hacia mis tareas, jugaba con mis amigos online y antes
de acostarme continuaba con el cuento que estaba escribiendo. Una rutina simple, pero
que me gustaba seguir. 
 
 Rápidamente llegó el fin de semana que habíamos arreglado para empezar el relato,
siendo pasada la media mañana del sábado, se escuchó el timbre y salí a abrir sabiendo
quien era la persona que llamaba a la puerta. Mathew llevaba unos jardineros negros
con un suéter de rayas naranjas, amarillas y negras debajo de los mismos y unas
zapatillas Converse, nunca entendí como siempre conocía la mejor forma de combinar
la ropa que tenía, sumado a sus bellos rulos tono cobrizo que siempre me fascinaron.  
Al entrar, saludó a Beth, con quien se llevaba muy bien, que se encontraba en la sala
leyendo y subimos a mí habitación para comenzar con el trabajo. Unas dos horas y
media más tarde, y con una interrupción en el medio de mi madre que nos había subido
el almuerzo, ya habíamos terminado el trabajo.  
Bajamos a la cocina a por algo para tomar y nos quedamos un rato charlando ahí. A
Mathew le gustaba sentarse sobre la encimera, lo hacía casi desde la primera vez que
vino, en la cual le pidió permiso a mi madre y al ella decirle que sí se convirtió en una
costumbre para él. Siempre me dio mucha ternura verle ahí sentado, a pesar de que
había crecido, como es lógico, seguía sin llegar a tocar el suelo con sus pies, por lo que
los mecía mientras hablábamos.  
Su mera presencia me daba una tranquilidad inmensa y un sentimiento que nunca pude
describir en palabras, el mismo que comenzó al tiempo de habernos conocido, luego de
que nuestra relación se fortaleció. Era un sentimiento único, indescriptible para mí, no
se asemejaba a nada que hubiese sentido con anterioridad, ni a nada que me pusiese
haber imaginado, pero tampoco se parecía a nada que haya leído, era mágico, radiante al
igual que quien lo generaba. 
Terminamos hablando hasta tarde y lo notamos cuando llegó mi madre para pedirnos
desocupar la cocina ya que tenía que hacer de cenar, le ofreció a Mathew quedarse a
comer y, si queríamos, a dormir, ambos aceptamos y Mathew les avisó a sus padres,

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cosa que se había convertido en costumbre, ya que nos solíamos olvidar muy seguido
del tiempo cuando estábamos juntos, así que solía terminar quedándose a dormir.  
La cena transcurrió tranquila, con algunas preguntas típicas de mi hermana sobre
Mathew y yo, que nunca entendía porque las hacía, pero que me generaban algo dentro,
una duda que crecía sobre ese sentimiento único e inigualable. Luego de cenar
recogimos nuestros platos y nos fuimos a mi habitación para acomodar el colchón en
donde yo dormiría, aunque ambos sabíamos que Mathew a media noche se “caería” y
terminaríamos durmiendo juntos.  
Era algo que me agradaba, siempre que él venía a dormir a casa dormía más cómodo,
como en un manto de plumas, cálido, seguro. Tenía la certeza de que a él le agradaba
por igual, dado que me permitía notar que estaba despierto gracias a las leves risillas
que soltaba cuando se dejaba caer con cuidado al colchón. Yo siempre despertaba
primero, con los rayos de la mañana, abrazándole, esa vez no fue la excepción, de nuevo
con ese sentimiento especial, era la mejor forma que yo podía llegar a pedir para
despertar. Me quedaba contemplando su rostro unos minutos u horas, nunca sabía de
tiempo si estaba con él. 
Esa mañana Beth tocó levemente la puerta y como no respondimos, dado que él seguía
durmiendo y yo me encontraba encantado viéndole, supuso que estaríamos durmiendo,
pero entre abrió la puerta, probablemente dudando en porque yo seguía durmiendo ya
que siempre me levanto temprano, y unos segundos más tarde reaccioné, volteando
hacia ella. No tenía ni idea de porque me puse completamente nervioso, pero al ver que
su cara sonriente y con un semblante en el cual quedaba claro que me preguntaría luego,
solo pude suspirar levemente y volver mi vista a donde estaba antes cuando la vi cerrar
la puerta de nuevo, solo que esta vez había algo diferente, Mathew estaba despierto y
con su sonrisa que ilumina hasta el día más oscuro. 
Lo único que hizo fue abrazarme más fuerte como saludo de buenos días y se dispuso a
levantarse paulatinamente para que vayamos a desayunar. Al bajar vimos a Beth en el
comedor, junto con la razón de su aparición en mi habitación minutos atrás, el
desayuno. Cruzamos miradas y volví a confirmar que cuando Mathew se fuese iba a ser
interceptado con alguna pregunta, que en mi subconsciente sabía que me vendría bien
para aclararme y que me dé el empujón de hablarle a Beth sobre ese sentimiento que
tanto se dictaminaba en mí y no sabía cómo describirlo. 
 
 Luego de desayunar, había llegado el momento de que Mathew se fuese a su casa ya
que tenía clases de guitarra eléctrica más tarde, y con eso llegaba el momento de
sentarme con Beth a hablar, porque tanto ella como yo y cualquier persona que me
conociese un poco, sabíamos que estar así, como lo estaba con él, no era para nada
ordinario en mí.  
Terminamos hablando un largo rato en su cuarto para tener más privacidad, luego de
que yo le contase sobre ese sentimiento que tenía con Mathew y que ella me
respondiese que probablemente fuese amor, me quede igual o peor que antes. Sabía que
amaba a Mathew, al igual que la amaba a ella, a mi madre y a mis amigos, y se lo dije,
pero cuando la vi negar con un movimiento de cabeza y señalar hacia una foto que había

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colgada en una de las paredes de su cuarto sobre el cabecero de la cama, en la que se
encontraban ella y Neizan abrazados, algo dentro mío hizo clic.  
¿Acaso era esto a lo que las personas le llamaban “amor romántico”? ¿me gustaba
Mathew? No, no me gustaba, lo amaba. Y ahí, luego de mucho tiempo con dudas y sin
comprender como podía eso ser así, todo cerró. Las novelas, las películas, las anécdotas
de Beth con Neizan, encontraba similitudes enormes donde antes no las veía, y
comprendí lo que había sido un gran vacío de conocimiento durante toda mi vida, el
amor de pareja, ese amor que logra hacerte cometer cosas que nunca harías, cosas que
solo harías con y por esa persona.  
 Luego de agradecerle a Beth, pasó la tarde, una en la cual pensé en muchas cosas y solo
saqué una conclusión, sí, lo amaba y parecía que él a mí también, pero tenía que
preguntárselo y al fin vivir ese amor, el cual nunca pensé que me importaría
experimentar. 
 
Ya de nuevo en lunes, estaba seguro de que cuando terminase el día de escuela le diría,
le preguntaría y expresaría ese sentimiento que había descubierto el día anterior. En la
clase de inglés, anterior a la de Lenguaje, me entró una llamada, por lo que le pedí al
profesor salir a atenderla. Fuera del aula miré quién era: “Madre”, un presentimiento
extraño invadió mi cuerpo, ella nunca me llamaba en hora de clases. Atendí la llamada
rápidamente y cuando me lo dijo, cuando me dijo lo que le había pasado, me quedé
completamente helado, empalidecí por completo, rápidamente volteé mi vista hacia el
aula, era cierto, Mathew no había asistido ese día a clases. Por estar en mi mundo no lo
había notado, ¿Cómo no había podido notar su ausencia?, dejé caer el celular al suelo y
con él seguí yo, de rodillas. 
  
En esa llamada, Ludmila le dijo a Demian que Mathew había fallecido a causa de un
accidente de tráfico ocasionado por hombre en estado de borraches, quien lo chocó
mientras chuzaba por la senda peatonal al no respetar un semáforo en rojo. Ese día fue
el peor de su vida hasta el momento.  
Él nunca se había enamorado...  
Y al final, se enamoró... pero se dio cuenta tarde, muy tarde, y supo que nunca sentiría
lo mismo por nadie, porque Mathew era su persona, el amor de su vida, que la misma no
quiso que viviera... 
 
 
 Aplausos, eso fue lo único que se escuchó cuando terminaron de leer su relato, en ese
momento, cuando vieron a su profesora, con una lágrima cayéndole por la mejilla y
aplaudiendo al igual que el resto de sus compañeros, fue cuando supieron que sacarían
la nota más alta. Y así fue, volviendo a sus asientos Mathew le da un pequeño beso en
los labios a Demian, con una gran sonrisa, por haber dejado a todos boquiabiertos y con
una inmensa satisfacción en ambos. 

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