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Enseñantes: enseñar y aprender están imbricados, no puede pensarse uno si no es en relación con
el otro.
Entre el enseñante y el aprendiente se abre un campo de diferencias dónde se sitúa el placer de
aprender. El enseñante entrega algo, pero para poder apropiarse de aquello, el aprendiente necesita
inventarlo de nuevo.
El carácter subjetivante del aprendiente muchas veces es olvidado y ciertos profesores y padres
pretenden despertar el deseo de aprender de los niños y jóvenes, apelando que “estudiar es
necesario para alcanzar un trabajo mejor”, “para ganar dinero" o “para ser reconocido socialmente”.
Así se desvirtúa el acto y el objeto del aprender, dejando a muchos niños y adolescentes fuera de la
posibilidad de reconocer su propio deseo de aprender.
Ser enseñante significa abrir un espacio para aprender. Espacio objetivo-subjetivo donde se realizan
dos trabajos simultáneos:
construcción de conocimientos
construcción de sí mismo, como sujeto creativo y pensante.
Los padres y los maestros, al ser los primeros enseñantes, pueden nutrir y producir en los niños esos
espacios donde la prenda es constructor de autoría de pensamiento, o bien perturbarlos y hasta
destruirlos.
Enseñamos pero el niño aprende solo, es decir, que si bien los maestros necesitan poseer la
información, su función no es principalmente transmitirla si no proporcionar herramientas y un
espacio adecuado donde sea posible la construcción del conocimiento.
El desear y la corporeidad en el aprendizaje: el desear, la energía deseante es mucho más que el
motor del aprender, es el terreno donde se nutre. Es precisamente por eso que los procesos de
aprendizaje son constructores de autoría. Lo esencial del aprender es que simultáneamente se
construye el propio sujeto.
El aprendizaje se dramatiza en el cuerpo a partir de la experiencia de placer por la autoría: ser autor
del acto de enseñar y aprender.
Que entrega el enseñante: el enseñante entrega la herramienta, no ofrece directamente el
conocimiento. Por otra parte la herramienta que entrega no es la misma que él utiliza.
Lugar de las técnicas: el enseñante tiene que acompañar al aprendiente, ambos se encuentran en
un terreno de riesgo, en el desafío de enseñar y aprender. La responsabilidad compartida exime la
adjudicación de culpas expulsivas o inmovilizantes. La culpabilización del alumno o del maestro es
un desvío que impide llegar a la necesaria responsabilidad.
A veces los profesores intentan que los alumnos aprendan colocándolos en una competición. Exigen
a sus alumnos aprender en medio de la carrera, con el peligro de perder y quedar afuera y con la
obligación exitosa de llegar primero.
El lugar del desafío en el aprendizaje: en todo aprendizaje se pone un juego cierta cuota de temor.
El desafío del encuentro con lo nuevo y de hacerse responsable de haberlo procurado es inherente
al aprendizaje. El deseo suele ir vestido con el ropaje de miedo.
Por otra parte, la culpa (inconsciente) por conocer solo puede elaborarse y superarse a partir de la
responsabilidad. Hacerme responsable de aquello que conozco, responder por ello.
El deseo de conocer supone el contacto con la carencia, la salida de la omnipotencia. Algunos
problemas de aprendizaje tienen un anclaje en cierta dificultad para conectarse con la propia
carencia, con la fragilidad humana.
Alegría del descubrimiento de la autoría: entre enseñar y aprender se abre un espacio, un campo
de autoría de diferencias. Aprender, es a-prender. Es decir: no-prender. Des-prender y
desprenderse. La riqueza de esta diferencia nos obliga a pensar por lo menos cuatro cuestiones:
Una prueba de que el enseñante enseño es que el aprendiente no continúe necesitándolo.
Para aprender se requiere un quantum de libertad.
La libertad supone responsabilidad, que va de la mano de la autoría.
Los padres y los maestros como enseñantes, para enseñar, necesitan nutrir su propio deseo
de aprender, ya que el deseo genuino de enseñar sólo puede considerarse un derivado del
deseo de aprender.
Los espacios del jugar del aprender y del trabajar: jugar es descubrir las bondades del lenguaje;
es inventar nuevas historias, es asistir a la posibilidad humana de crear nuevos latidos y eso es
placentero. Un gran obstáculo para instrumentar un programa educativo donde el niño y sus jugares
están en el centro, es la dificultad que tiene los maestros para jugar.
Aprender es apropiarse del lenguaje; es historiarse; recordar el pasado para despertarse al futuro; es
dejarse sorprender por lo ya conocido. Aprender es reconocerse, admitirse. Creer y crear.
Arriesgarse a hacer de los sueños textos visibles y posibles.
Jugando se descubre la riqueza del lenguaje, aprendiendo nos vamos apropiando del mismo. La
escuela, siendo el lugar donde los alumnos se encuentran con adultos investidos del poder de
enseñar puede posibilitar la potencia creativa del jugar y el aprender del niño.
Todo aprender requiere de un posicionamiento que supone la aceptación de los límites de nuestro
organismo y las leyes de la física, así como la inclusión de un “cómo hacer ser” enseñado por otro.
Evaluar: ¿A quién? O ¿A que?: La evaluación no debe dirigirse al alumno. Necesita situarse como
un análisis del proceso constructivo del alumno y del profesor.
El evaluar debe ser un acompañar, un analizar, un pensar, un entender. Un momento de descanso
para pensar en lo que hemos realizado en cómo nos sentimos y en qué hemos aprendido.
El papa enseñante que el varón se atreve a mostrar: quién enseña se ofrece como modelo
identificatorio. No se aprende por imitación, queriendo hacer lo mismo que hace. Se aprende
queriendo parecerse a quien nos ama y amamos.
Es importante la importancia subjetivante y subjetivadora de esos primeros vínculos te enseñan-
aprendizaje entre padres e hijos.
Cómo trabaja la inteligencia y desde donde nace: Cuando tenemos que explicar porque
aprenden y cómo aprenden los que logran aprender, es frecuente olvidar tal importancia y remitirse
solo a teorías cognitivas.
Escuchamos a padres y profesores decir: “tal niño aprende, porque es inteligente”. Se pierde de vista
que sí está logrando aprender es también gracias a la interferencia afectiva. Los aspectos de amor y
sostén son la condición necesaria para que cualquier aprendizaje sea posible.
CAP II PARA APRENDER, PONER EN JUEGO EL SABER
A qué hacemos referencia con la palabra clínica: La dimensión básica de este enfoque es
reconocer la existencia de fenómenos inconscientes, y por lo tanto de la transferencia.
En psicología, el enfoque clínico se opone a un enfoque experimental qué trata de imitar las ciencias
naturales, tratando de analizar relaciones de causalidad que se repiten. Un enfoque clínico es un
enfoque que se preocupa por atender un sujeto, o un tema singular.
Esto quiere decir que la palabra clínica remite a dos cosas: por un lado, una escucha particular de
lo que siente un sujeto, y en segundo lugar la posibilidad de teorizar de manera suficiente a partir
de lo que se conoce y lo que se comprende de los sujetos.
El posicionamiento clínico forma parte del psicopedagogo y sus herramientas conceptuales,
independientemente de donde esté trabajando (escuela, consultorio, etc).
Pasan aquí a primer plano dos cuestiones que se entrelazan con la clínica: una que hace la ética y
otra que se refiere a la lógica, al modo de pensar.
En cuanto a la ética, la falta grave que se desliza es transformar al “enfermo” en “enfermedad”, y a la
enfermedad en un abstracto, definitivo y cerrado desgarrado de la salud.
Construcción teórica: se entiende a la teoría como una red que nos permite ser libres en la
creación de nuevos modos de intervención en la práctica. La construcción teórica es producto de una
posición en la cual nosotros podemos colocarnos para responder a la pregunta: “¿que he venido
haciendo?”.
La psicopedagogía tiene como propósito abrir espacios objetivos y subjetivos de autoría de
pensamiento. Hacer pensable la situaciones.
La teorización se da en un lugar que a su vez también está en construcción, lugar “entre” que se
relaciona con el espacio transicional, como espacio de creatividad y del jugar. Es un espacio que
simultaneiza la objetividad y la subjetividad. Ese es el lugar de trabajo de la psicopedagogía.
El lugar “entre” es también entre la certeza y la duda. Si sólo tuviésemos certezas, quedamos
congelados en el pasado.
Importancia de la pregunta: la riqueza de la pregunta tiene que ver con la posibilidad de
preguntarse. La posición de preguntar se da en la relación “entre”, que toda pregunta incluye, entre
aquello que se conoce y aquello que no se conoce. Preguntar es situarse, y ahí circula el deseo de
conocer, entre lo que se conoce y no se conoce.
La cuestión de aprendizaje y enseñanza implican necesariamente a seres humanos, que cuentan
Para poder aprender con un organismo transformado en cuerpo a través del deseo y la inteligencia
,por lo tanto no sólo se pone un juego aspectos conscientes sino principalmente inconsciente y
preconsciente, convocados por el vínculo con el otro. Toda situación de aprendizaje es intersubjetiva.
CAP IX EL CUERPO JUEGA EL SABER DEL DESEO Y EL DEDEO DE SABER (PARIRSE PAPÁ)
Las caricias subjetivante: apuntamos por una educación y una posición psicopedagógica que
rescate la energía de un cuerpo, autor de la propia historia.
Nacemos con un organismo, que ya pudo haber devenido cuerpo a partir de ser deseado por
aquellos que se constituyen como padre y madre y, también, a partir del pensamiento anticipado de
los mismos. Para la biología ese ser es un feto y para aquellos que se van constituyendo como padre
y madre va haciendo el cuerpo de un hijo.
La procreación produce un organismo. En la intersubjetividad se construye un cuerpo y en el cuerpo,
se constituye el sujeto deseante y pensante.
Construyendo un papá y una mamá: Ha sido comprobado que los padres que consiguen participar
activamente del cuidado corporal de sus hijos bebés tienen menos tendencias abandonarlos. Entre
los padres que después del divorcio abandonan a sus hijos se encuentra una gran proporción de
aquellos que no mantuvieron contacto corporal papá-bebé. Esta observación confirma que la caricia
que el padre o la madre juega con su bebé no sólo construye cuerpo para el niño, sino también para
el progenitor.
Enseñar es poner el saber en juego, y esto sólo puede jugarse desde el cuerpo. Cuando una madre
o un padre está obligado a permanecer fuera del contacto con su hijo, por ejemplo si ha sido
encarcelado, el valor subjetivante de la caricia puede darse por otros medios simbólicos como la voz
o la escritura.