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Antecedentes y surgimiento de la psicología

positiva

Las disciplinas relacionadas con la salud de los seres humanos han sido durante
mucho tiempo pensadas a través del diagnóstico, el tratamiento de la enfermedad y
las deficiencias, es decir, se buscaba “arreglar” aquello que “no funcionaba” o
“funcionaba mal”. Con el avance de la ciencia, y con algunas respuestas en relación
con la enfermedad, se puso en relieve que se había relegado, justamente, la salud,
las fortalezas, los recursos positivos y saludables del ser humano. En este contexto,
surge la psicología positiva de cara a la potencialidad, plenitud y felicidad del ser
humano.

Antecedentes y surgimiento de la psicología positiva

Referencias
Lección 1 de 2

Antecedentes y surgimiento de la psicología positiva

La mirada sobre el ser humano es tan compleja y dinámica como el propio


ser humano. Por ello, ha ido modificándose a lo largo de la historia. Por
momentos, la visión ontológica sobre el hombre ha sido negativa, pero en
otros momentos ha sido positiva. Es así que se puede encontrar estas
ambivalencias, tendencias y contrapuntos en el pensamiento judeocristiano
predominante en el Medioevo, el anarquismo del siglo XIX y tantos otros
desarrollos como en ideas de pensadores como Protágoras, Sócrates,
Platón, Hobbes, Locke, Kant, Schopenhaouer, Nietzsche, Spinoza, por
mencionar algunos.

“Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”


(Diógenes, siglo IV a. C.)

Aun siendo una disciplina joven, la psicología ha tenido también, a su modo,


diferentes enfoques hacia su objeto de estudio. En sus inicios, la psicología
se ha desarrollado sobre el modelo de enfermedad del hombre. Es decir que
la disciplina se ha enfocado principalmente en los problemas de los seres
humanos, en sus deficiencias y dificultades, en los trastornos. Solo
recientemente ha cobrado relevancia y popularidad el estudio y abordaje de
los recursos saludables y las potencialidades de las personas con miras al
desarrollo de sus cualidades positivas (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). 

El discurso inaugural del Dr. Martin Seligman en la conferencia de la


American Psychological Association en 1998 fue, para muchos, la entrada y
el despegue de la psicología positiva a la disciplina. Sin embargo, los
desarrollos en relación con aspectos positivos del pensamiento, emociones y
comportamiento pueden rastrearse hasta los inicios de la disciplina
psicológica. 

Esto se puede reconocer en temas clásicos como el apego, las conductas


prosociales, los valores humanos y la creatividad, entre otros (Castro-Solano,
2010). Más específicamente, en los inicios del siglo XX se encuentran los
trabajos de investigadores como William James, sobre la relevancia de las
experiencias subjetivas positivas (Froh, 2004); y los estudios de Terman,
Watson y Jung, sobre la felicidad marital, la parentalidad efectiva y el
significado de la vida, respectivamente (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).

Sin embargo, el interés por el fortalecimiento de la salud y el desarrollo pleno


de las personas se vio desplazado en gran parte por el contexto sociopolítico
y económico global, especialmente por las consecuencias relacionadas con
las guerras. En la segunda mitad del siglo XX, el interés general se tornó
hacia el desarrollo productivo y tecnológico, la calidad de vida, el bienestar, la
comunión entre los pueblos y las metas de desarrollo colectivo. Este cambio
de orientación impregnó todos los campos académicos, incluso la salud. Lo
cual se expone claramente en la definición de salud adoptada en la
constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1946: “la salud
es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la
ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 2021).

Sin embargo, aún se debía lidiar con las consecuencias en la salud propias de
las guerras. Por lo que el interés académico y las fuentes de inversión
estuvieron mayormente dirigidos al tratamiento de trastornos, la
recuperación y rehabilitación de las personas y las sociedades. 

Para comprender los temas abordados, a continuación, se presenta un caso


ficticio. 

Carla es una mujer de 47 años de edad, ama de casa, casada


con Ernesto desde sus 22 años y madre de dos hijos de 22 y 23
años, respectivamente. Carla se siente mal desde hace unos
meses, se queda hasta más tarde en la cama. Ella manifiesta
“no tengo motivo para levantarme”, “ya cumplí con mi propósito
en la vida”, refiriéndose a la crianza de sus hijos, “ahora soy una
mujer inútil”. Carla no tiene muchas amigas, aunque se siente
muy cercana a su cuñada que se mudó de ciudad meses atrás.
La familia comenta que habla menos que antes y que algunos
días está de muy mal humor, aparentemente sin motivo alguno. 
Carla comenzó tratamiento psicológico y con el correr de las
semanas su estado anímico ha ido mejorando. Sus
pensamientos son más realistas y positivos, ahora piensa más
en sus propios deseos. Comenzó a hacer actividad física, se
levanta temprano y disfruta nuevamente el tiempo en familia.
¡Una historia de éxito! 

Retomaremos este caso más adelante.

Además del notable desarrollo académico sobre el diagnóstico y tratamiento


de la psicopatología, es posible encontrar planteamientos teóricos que
abordan aspectos más positivos del ser humano. Entre estos, se destaca la
corriente de la psicología humanista en defensa de una visión holística,
sistémica y compleja del ser humano (Rosal-Cortés, 2017). Esta surge entre
psicólogos y académicos del siglo pasado que ya consideraban que la
psicología, tanto el modelo psicoanalista como el conductista, se centraba
demasiado en los procesos de enfermedad, desestimando fenómenos
positivos y procesos salutogénicos, tales como el amor y la felicidad (Froh,
2004; Rosal-Cortés, 2017). Es así que la psicología humanista se centra en
las capacidades y potencialidades humanas (Casullo, 2008). 

Este movimiento ha contado con exponentes de gran impacto en la


psicología. El principal referente es Maslow, quien, por ejemplo, enfatizó
sobre la importancia del estudio de la salud, la creatividad y la
autorrealización, entre otras cosas (Moss, 2015). Inclusive, el término de
psicología positiva se encuentra por primera vez en uno de sus libros
(Maslow, 1954). Por su parte, Carl Rogers dedicó sus esfuerzos a identificar
las condiciones para el crecimiento y funcionamiento óptimo de las
personas, además propició un encuadre detallado para el trabajo con los
pacientes. Como ellos, Frederick Perls, Jourard y muchos otros fueron
consolidando este movimiento (Moss, 2015).

En síntesis, algunos de los aportes más significativos de la psicología


humanista fueron: 

la su visión holística y sistémica;

la atención a procesos específicamente humanos como el amor,


los valores éticos, vacío existencial, etc.;

el énfasis en el potencial de la voluntad y la motivación;

el énfasis en el potencial de la voluntad y la motivación;

el estudio de la creatividad y la capacidad de elección;

la importancia del proyecto de vida y la búsqueda de sentido


(Rosal-Cortés, 2017).
Es fácil identificar raíces del enfoque de la psicología positiva en la psicología
humanista, sin embargo, la primera se diferencia en algunos aspectos. Si
bien la corriente humanista cuenta con desarrollos científicos de
metodología cualitativa como cuantitativa y ha tenido gran impacto clínico,
su desarrollo y reconocimiento en el ámbito académico ha sido
considerablemente menor (Castro-Solano, 2010; Forh, 2004). 

Por su parte, la psicología positiva surge principalmente apoyada en los


desarrollos y métodos empírico-cuantitativos. Es así que existe un especial
énfasis no solo en el abordaje de objetos de estudio positivos, sino además
en el desarrollo de teorías, instrumentos de evaluación e intervenciones
sustentados rigurosamente en la evidencia empírica. 

En cierto sentido, la psicología positiva surge en el momento en el que el


estudio del psiquismo se ha consolidado como una disciplina de rigurosidad
científica y gran potencialidad como estrategia para la salud mental. Sin
embargo, una vez que los trastornos psicológicos fueron comprendidos y
tratados con significativo (aunque no total) éxito, quedó en evidencia que la
ausencia de sufrimiento no resulta suficiente para la salud psíquica, es decir,
el bienestar psicológico es un fenómeno diferente (Castro-Solano, 2010). 

Carla volvió a pedir una cita con el mismo psicoterapeuta, dos


años después. El profesional estaba confundido mientras la
escuchaba; ella le comentaba que estaba bien, no había vuelto a
sentirse “tan mal”. Entonces, ¿para qué habrá pedido la
consulta? “Ya sé que está todo bien, pero mi vida es gris. Todo
es monótono, quiero que cambie, quiero hacer cosas para mí
como aprendí años atrás. Pero no sé qué quiero hacer ni cómo
descubrirlo”, manifestaba Carla. 

El psicoterapeuta, basándose en la psicología positiva y sus


estrategias, ayudó a Carla en pocas semanas a descubrir sus
fortalezas personales, explorar nuevas aficiones e intereses y
aumentar sus experiencias positivas como el disfrute.

En la última sesión, Carla le comenta a su terapeuta que se tiene


que ir puntual ese día, porque quiere llegar a tiempo a la reunión
barrial, ya que “las chicas” le avisaron que llegaron las
lentejuelas para continuar la confección de los trajes de la
murga. Resulta que Carla descubrió que disfruta especialmente
el diseño y confección de indumentaria, pero además la motiva
saber que es para “los chicos del barrio”.

El objetivo de la psicología positiva es canalizar el cambio desde un enfoque


prioritario de la enfermedad y los problemas de la vida hacia la inclusión de lo
positivo y salutogénico en las personas y las comunidades (Seligman y
Csikszentmihalyi, 2000). Con este afán, la psicología positiva, además, se
propone como fin último ser integrada a la psicología y desaparecer como
movimiento diferenciado.

Es en este sentido que la psicología positiva emerge no como una corriente o


teoría diferente del psiquismo, sino como una mirada complementaria y que,
inclusive, va más allá del campo de la psicología en sí, por lo que también
influye en la visión que se tiene sobre las personas en todos sus aspectos y
ámbitos de desarrollo.

Actividades de repaso:

1 Sintetiza los antecedentes de la psicología positiva en un párrafo.

2 ¿Cuáles son las características de la psicología positiva?

C O NT I NU A R
Lección 2 de 2

Referencias

Castro-Solano, A. (2010). Concepciones teóricas acerca de la psicología


positiva. En A. Castro-Solano (Comp.), Fundamentos de Psicología Positiva
(pp. 17-42). Buenos Aires, Argentina: Paidós.

Casullo, M. M. (2008). Prácticas en Psicología Positiva. Buenos Aires,


Argentina: Lugar Editorial S.A.

Froh, J. J. (2004). The history of positive psychology: Truth be told. En NYS


psychologist,  16(3) pp. 18-20. Recuperado de
http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?
doi=10.1.1.574.435&rep=rep1&type=pdf

Maslow, A. H. (1954). Motivation and personality. Nueva York, Estados


Unidos: Longman.

Moss, D. (2015). The roots and genealogy of humanistic psychology. En


Schneider, K.; Pierson, J.; y Bugental, J. (Eds.) The handbook of humanistic
psychology: Theory, research, and practice (2.da. ed.). Thousand Oaks,
Estados Unidos: Sage Publications.
Organización Mundial de la Salud [OMS]. (2021). Constitución. Recuperado
de https://www.who.int/es/about/who-we-are/constitution

Rosal-Cortés, R. (2017). Logros, errores y responsabilidades para el futuro de


la Psicología Humanista. En Revista de Psicoterapia  28(107) pp. 85-126.
Recuperado de https://doi.org/10.33898/rdp.v28i107.171

Seligman, M. E. P.; Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive psychology: An


introduction. American Psychologyst, 55(1) pp. 5-14. Recuperado de
https://doi.org/10.1037/0003-066x.55.1.5

C O NT I NU A R

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