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El Concepto de Carácter en Psicoanálisis. Sobre Una Patología Sin Síntomas.
El Concepto de Carácter en Psicoanálisis. Sobre Una Patología Sin Síntomas.
5 EL- CONCEPTO
INTERSUBJETIVO JUNIO 2005 DE
- Nº«CARÁCTER»
1, Vo. 7, Pags.EN PSICOANÁLISIS. c
5-27 SOBRE UNA
Quipú PATOLOGÍA...
- ISSN 1575-6483
SECCIÓN ESPECIAL:
PERSPECTIVAS RELACIONALES I
coordinada por Alejandro Ávila Espada
Introducción.
Es ya tópico el comentario, en diferentes foros profesionales, de que la ma-
yoría de los pacientes que acuden hoy en día a consulta reportan muy pocos sínto-
mas y sí se quejan, en cambio, de problemas de relación. Atrás quedaron las
neurosis floridas de la Viena, a finales del XIX, o del París de Charcot y Janet que
Freud visitó poco antes de cumplir la treintena. Aquellas histerias con multitud de
síntomas de conversión, capaces de reproducir los ataques epileptoides con todo
lujo de detalles. Pero hasta las manifestaciones más francas de la neurosis obse-
siva se puede decir que están en recesión.
recurrir como punto de partida en casi cualquier debate sobre nosología, hablaba
preferentemente del carácter (Charakter), término usado por Kretschmer y Sheldon
en la descripción de sus biotipologías. Jaspers, como muchos otros, lo aplicaba de
manera intercambiable con «personalidad» (Persönlichkeit). En los comienzos del
siglo XX, no obstante, el uso de «carácter» fue cediendo progresivamente por el de
«personalidad», aunque con un significado más amplio, que incluye los fenómenos
de conciencia (véase Berrios, 1996, cap. 18). Luego el término de «psicopatía»,
usado en los textos alemanes —por ejemplo, por Schneider (1943)— y españoles
de psicopatología hasta hace unos decenios, tenía originalmente un campo de
aplicación muy amplio, superponible al de los actuales «trastornos de la personali-
dad». Esto fue así hasta que la literatura anglosajona restringió el uso de «psicopa-
tía» a los comportamientos de tipo antisocial.
automatizados. El miedo, por ejemplo, a parte de ser un afecto puede ser un sínto-
ma —cuando es inapropiado—. La conducta evitativa, en cambio, es un rasgo, que
se contrapone al enfrentamiento.
Ferenczi (1921, pág. 150) fue uno de los primeros en apreciar la existencia
de casos en los que predominan los rasgos anormales de carácter frente a los
síntomas neuróticos, y que por lo general carecen de «conciencia de su enferme-
dad». Aporta una intuición interesante: en estos casos nos encontramos con cierto
modo de «psicosis privadas», soportadas por un yo narcisista, que se resiste al
cambio. Repetimos que el carácter, a diferencia del síntoma y sus agrupaciones,
es un aspecto del funcionamiento individual que no implica ni salud ni patología.
Volveremos sobre este asunto al referirnos a las perversiones.
este establecimiento del objeto se comprende como una incapacidad para alcanzar
la posición depresiva, pues el trastorno del carácter supone el retorno a mecanis-
mos de defensa primitivos, como la escisión y otros, propios de la posición
esquizoparanoide o de la depresiva. Las posiciones a las que aludimos son unas
estructuras psíquicas internas que, una vez formadas, siguen funcionando en cual-
quier estadio subsecuente y son más básicas que el complejo de Edipo de la
doctrina clásica. Conviene advertir, no obstante, que Klein habla de desarrollo tem-
prano, y no preedípico, porque para ella el complejo de Edipo comienza al final del
primer año (1927), a mitad del primer año (1932) y a los tres meses (1946). En esas
fases el padre y la madre no están discriminados; habla de la pareja combinada en
el cuerpo de la madre, que contiene el pene del padre.
Sin embargo, parece que se puede alcanzar la posición depresiva sin por ello
entrar en la organización edípica, lo que justificaría la estructuración de carácter en
la personalidad histérica (o histriónica) y la obsesiva —a las que en nuestra opinión
hay que añadir la personalidad sumisa y la fóbica. La reparación es una estrategia
defensiva propia de la posición depresiva. La conclusión provisional que extraemos
de todo esto es que se puede alcanzar la posición depresiva manteniendo fijaciones
importantes en la posición esquizoide, como son la avidez en el histérico, la des-
tructividad en el obsesivo, siendo las estructuras fálicas, en el primero, y la
retentividad anal5, en el segundo, modos neuróticos de defensa frente a esas
fijaciones.
Michel Balint (1979, pág. 36), discípulo de Ferenczi como también lo fue
Melanie Klein, introduce su muy interesante teoría sobre la falta básica para com-
prender las patologías preedípicas. Esta falta se origina en una discrepancia, en las
primeras fases del desarrollo, entre las necesidades biopsicológicas del individuo y
los cuidados, atención y afecto, que se le brindaron. La discrepancia provoca un
estado de deficiencia cuyos efectos sólo parecen reparables en parte6. Los dos
procesos se nos presentan de forma simultánea en el aquí y ahora, así es como
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hay que entender el ámbito edípico y el ámbito de la falta básica (pág. 27 y ss.). El
primero sería el del lenguaje convencional, donde las mismas palabras significan lo
mismo para terapeuta y paciente, mientras que en el de la falta básica se produce
lo que Ferenczi (1932) llamó «confusión de lenguas entre los adultos y el niño».
Esa confusión procede de que uno de los miembros del diálogo interpreta el juego
como ternura, el otro como pasión. Cuando esto ocurre en la terapia, más a menu-
do de lo que se pueda creer, el paciente se identifica con el analista, igual que el
niño se identifica con su seductor, introyectando los sentimientos de culpa de éste.
El niño sabe muy bien cómo interpretar al adulto, no así a la inversa. Como conse-
cuencia el niño queda dividido, piensa que es inocente y culpable al mismo tiempo;
se destruye su confianza en sus sentidos y en las personas.
Las elaboraciones teóricas de los años veinte son las que terminan de perfi-
lar los elementos constituyentes de la perversión y suponen el acercamiento freu-
diano al carácter perverso, de gran interés para nuestra comprensión de la patología
de la personalidad. Especialmente en el artículo sobre «El Fetichismo» (1927) don-
de comienza mostrando su asombro por el hecho de que estos «pacientes» no sólo
no sientan incomodidad alguna por su peculiaridad sino que, bien al contrario, se
sientan extremadamente satisfechos y no deseen renunciar a ella.
Recuperemos ahora una expresión que usa Freud, en 1905, «la neurosis es
el inverso de la perversión», en la medida en que el neurótico a menudo se tortura
por la representación de un acto reprobable del que el perverso, en cambio, es
capaz de disfrutar sin ningún remordimiento. La perversión se instaura en ausencia
de la represión (Verdrängung), que se observa así como el mecanismo distintivo de
las neurosis. En cambio, el mecanismo central para la comprensión de la perver-
sión, y del fetichismo, en concreto, es el de la renegación (Verleugnung). Tras la
fuerte impresión ante la falta de pene en la mujer, el niño verleugnet (reniega o
desmiente) el hecho y cree que ha debido ver un pene (Freud, 1923 a). En otros
trabajos de la misma época usa el sustantivo Verleugnung con referencia a la an-
gustia de castración9.
El abuso de los padres debilita la teoría de la mente en el hijo. Para el hijo deja
de ser algo seguro el pensar sobre los deseos, porque supone observar los deseos del
progenitor de hacerle daño. Así se inhibe la representación secundaria de los hechos
mentales, lo que reporta importantes beneficios para el individuo, pues le permite rodear
un dolor mental intolerable. El individuo busca confortarse en una fusión regresiva con el
objeto, con un «progenitor rescatador», en la fantasía. El abandono de la representa-
ción secundaria es, por tanto, una medida defensiva, aunque extrema.
Muchos autores han advertido que las anormalidades en el uso del lenguaje
representan una característica central del funcionamiento límite. En particular la
dificultad para comunicar experiencia emocional o diferencias sutiles entre sensa-
ciones internas. Kernberg (1994) comenta, por ejemplo, que cuanto más profunda
es la patología, más predomina la conducta no verbal, como se ejemplifica en el
mecanismo de la identificación proyectiva
Robbins (1996) sugiere que los escenarios que estos niños, a diferencia de
otros, ponen en acción una y otra vez, no proceden de esfuerzos corrientes por
adaptarse al entorno actual y a sus necesidades sino que son la repetición de
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Como decimos en otro lugar (Ávila Espada y Rodríguez Sutil, 2004), una de
las ocasiones privilegiadas en las que el grupo interno se pone de manifiesto es en
CARLOS RODRÍGUEZ SUTIL Pag. 20
el vínculo transferencial, de nuevo no como algo que antes estuviera oculto sino
como muestra del estilo relacional de la persona. Este modo de vincularse en la
terapia suministra una información preciosa al terapeuta sobre la estructuración de
la personalidad del paciente.
Robbins (1996), por su parte, se muestra contrario al uso del diván —en lo
que parecen estar de acuerdo la mayoría de los autores revisados—, pues estar
acostado fuera del contacto ocular con el analista normalmente aumenta las dificul-
tades del paciente primitivo para reconocer el afecto y también impide el uso del
analista como interlocutor simbólico para el reconocimiento potencial y la conten-
ción de diversos aspectos de su mente. La asociación libre puede ser más
desorganizadora que reveladora, dado que la asociación en las personalidades pri-
mitivas suele ser centrífuga y no deseada, más que centrípeta, como en el neuróti-
co mejor integrado. El contenido relevante es, la mayoría de las veces, somatizado
y actuado, no tanto inconsciente como poco representado mentalmente. La alter-
nativa es establecer un diálogo en espejo, activo y atento, que pueda llevar a la
representación mental consciente de las puestas en acto; un equivalente lúdico
adulto del juego de los garabatos de Winnicott.
Ya para terminar
Gracias a que el objeto sobrevive, el sujeto puede vivir una vida en el mundo
de los objetos, aun a costa de aceptar la creciente destrucción en la fantasía in-
consciente vinculada con la relación de objeto; lo que en el lenguaje kleiniano se ha
llamado «posición depresiva». La agresión ya no es una reacción al encuentro con
el principio de realidad, sino que la agresión crea la exterioridad.
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Notas
1
Entendemos que la disyunción no es exclusiva.
2
No parece este el lugar adecuado para repetir nuestra clasificación de los prototipos de la persona-
lidad, a partir de los tres núcleos de la personalidad de base y de las dos fuentes pulsionales, que
el lector interesado podrá encontrar en la referencia citada, entre otras.
3
Evitamos detenernos en una crítica de las fases del desarrollo psicosexual, ya parcialmente supe-
radas por la aportación kleiniana de las «posiciones».
4
Acaso algo de esto llevará a Lacan (1955-56) a afirmar que la psicosis supone, por definición, la
existencia de trastornos del lenguaje.
5
La dificultad que confiesa Freud en su artículo de 1908 El Carácter y el Erotismo Anal para
relacionar la tenacidad con el interés por la defecación procede de no haber colocado todavía la
destructividad en el origen de la ontogénesis. La agresividad anal, que consiste en destruir con los
excrementos, es una evolución de la destructividad oral, destruir con la incorporación.
6
Por otra parte, según Balint la falta básica se constituye como uno de los ámbitos del psiquismo, junto con
el ámbito del Edipo y el ámbito de la creación, es decir, que formaría parte igualmente del psiquismo normal.
7
«Revisión de la psicopatología de las psicosis y las neurosis», de 1940.
8
«Desde un principio hemos admitido en el instinto sexual un componente sádico, que, como ya
sabemos, puede lograr una total independencia y dominar, en calidad de perversión, el total impulso
sexual de la persona. Este componente sádico aparece asimismo como instinto parcial, dominante
en las por mí denominadas «organizaciones pregenitales»» (O.C., vol.III, pág. 2535).
9
Para la necesaria delimitación de los mecanismos de rechazo-renegación-denegación (Verwerfung-
Verleugnung-Verdrängung) recomendamos el texto de Antonio García de la Hoz (2002, 13.5.1).
10
Khan fue primero analizando con Donald Winnicott, después amigo y colaborador.
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11
«… entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la
actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado…» (pág. 18). «Es cierto
que un trozo de frazada (o lo que fuere) simboliza un objeto parcial, como el pecho materno. Pero lo
que importa no es tanto su valor simbólico como su realidad» (pág. 22). No es un objeto interno,
tampoco es un objeto exterior, es una posesión, la primera posesión «no-yo».
12
Por varias razones debemos demorar la crítica de estos conceptos (transferencia,
contratransferencia), muy impregnados de ontología egocéntrica o cartesiana para intentar una
lectura interpersonal o intersubjetiva (Cf. Orange, 2001, 2002; Stolorow, Orange, y Atwood, 2001;
Rodríguez Sutil, 2002 a y b).
13
En el vocabulario americano, influido por los trabajos de la fundación Menninger, el término «supportive»
no quiere decir «apoyo» en el sentido de que todos los medios sean buenos (dar ánimos, consejos,
etc.) para apoyar la moral del paciente, sino que se trata de una terapia en la que las interpretaciones
no se dirigen solamente a los conflictos intrapsíquicos sino a todos los conflictos, y en especial a las
dificultades de relación con las personas del entorno. Esta terapia utiliza básicamente la interpreta-
ción y no recurre a ninguna forma de sugestión.
En cuanto a la psicoterapia «expresiva» se asemeja a lo que habitualmente se denomina «psicote-
rapia de orientación psicoanalítica». Sus técnicas son las mismas que las del psicoanálisis, en un
sentido estricto, interpretación y neutralidad técnica. Normalmente se realiza cara a cara, dos o tres
sesiones por semana, recomendando al paciente que diga lo que piensa, en el curso de una
comunicación abierta y continua. Se centra principalmente en analizar el aquí y ahora y solo cuando
el tratamiento está muy avanzado se permite enfocar el entonces y en otro lugar.
La psicoterapia de apoyo no utiliza la interpretación, sino la clarificación y la confrontación, además
de la sugestión y la intervención directa sobre el medio. Es decir, se suprime la neutralidad técnica.
Además, se tiene en cuenta la transferencia pero no se la interpreta (Cf. Durieux, 2003, para un
buen resumen del pensamiento de Kernberg).
14
La teoría pulsional clásica es «culminativa», sigue el modelo de «acumulación y descarga», y es
poco apropiada para dar cuenta de importantes sectores del comportamiento humano, como el juego
y la creatividad.