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Hand out sesión 3

Pensar+Comer

Ariès, P. (2016). Una historia política de la alimentación. Paris: Max Milo

No es tanto la comunidad la que se aglutina en torno de su fuego, sino que es este hogar común el que
crea la comunidad, como no es la comunidad la que comparte un banquete, sino este banquete el que
crea la comunidad en tanto que cuerpo político. Asimismo, la política es la construcción de este
espacio común, sustraído de las lógicas privadas, y el desarrollo de métodos específicos para
administrarlo. La política fue primero un banal asunto alimentario antes de devenir esta cosa abstracta
que excluye a la mayoría de la gente.

San Agustín (2010). Confesiones. Madrid: Gredos

1) Mira, Señor, vuelvo en ti mi preocupación para poder vivir.


Y voy a contemplar las maravillas derivadas de tu ley.
Tú conoces mi impericia y mi debilidad:
enséñame y sáname.
Aquel hijo único tuyo, en el que están escondidos
Todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento,
me rescató con su propia sangre.
¡Que no me calumnien los soberbios porque pienso en mi rescate!
Y lo como, y lo bebo, y lo distribuyo.
Y pobre como soy ansío saciarme de Él
entre aquellos que lo comen y se sacian.
Y alaban al Señor quienes lo buscan.
(p. 540; 43,70)

2) He visto y experimentado los celos de un pequeñín: todavía no hablaba y contemplaba pálido, con
amarga mirada, a un hermano de leche. ¿Quién ignora esto? Madres y nodrizas dicen que corrigen
esto con no sé qué remedios. A menos, claro está, que también sea inocencia lo siguiente: no tolerar,
precisamente en la fuente de leche que abundante mana y rebosa, a un compañero muy falto de
recursos y que tan sólo vive con aquel único alimento... Pero cosas tales se consienten con cariño, no
porque sean nulas o pequeñas, sino porque han de desaparecer con el cambio de edad (p, 128; 7-12).

Hegel, G.W.F. (1978) El espíritu del cristianismo y su destino. Madrid: FCE

3) Comer y beber con alguien es un acto de unión y es en sí mismo una unificación sentida: no es
un signo convencional. Beber un vaso de vino con un enemigo sería contrario a los sentimientos de
un hombre natural; el sentido comunitario de esta acción se opondría a los sentimientos que las partes
se profesaran ordinariamente. La cena que Jesús comparte con sus discípulos es ya de por sí un acto
de amistad; lo que une todavía con más fuerza es el comer solemne del mismo pan, el beber de la
misma copa. También aquí no se trata de un mero signo de amistad; es más bien un acto, un
sentimiento de la amistad misma, del espíritu del amor. Lo que sigue, sin embargo, la declaración de
Jesús: «este es mi cuerpo, esto es mi sangre», hace que la acción esté más cercana a una acción
religiosa, pero no la convierte en tal. Esta declaración, y la distribución del pan y de la bebida que la
acompaña, llega a objetivar, en parte, la sensación. Su unión con Jesús, su amistad mutua y la
unificación de la misma en su centro, en su maestro, en vez de ser meramente sentida se ha hecho
visible. No está representada esta unificación en una mera imagen o a través de una figura alegórica;
se la vincula más bien a algo real; está dada como una realidad y se disfruta de ella en cuanto tal, en
cuanto pan (pp. 339-340).

Freud, S. (1991) Tótem y tabú. Buenos Aires: Amorrortu

4) Si nos remitimos a la celebración del banquete totémico podremos dar una respuesta: Un día los
hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna.
Unidos osaron hacer y llevaron a cabo lo que individualmente les habría sido imposible. (Quizás un
progreso cultural, el manejo de un arma nueva, les había dado el sentimiento de su superioridad.) Que
devoraran al muerto era cosa natural para unos salvajes caníbales. El violento padre primordial era por
cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la banda de hermanos. Y
ahora, en el acto de la devoración, consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una
parte de su fuerza. El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y
celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas
cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión (pp. 143-144).

Nietzsche, F. (2005). La genealogía de la moral. Madrid: Alianza

5) Criar un animal al que le sea lícito hacer promesas - ¿no es precisamente esta misma paradójica
tarea la que la naturaleza se ha propuesto con respecto al hombre? ¿No es éste el auténtico problema
del hombre?... El hecho de que tal problema se halle resuelto en gran parte tiene que parecer tanto más
sorprendente a quien sepa apreciar del todo la fuerza que actúa en contra suya, la fuerza de la
capacidad de olvido. Esta no es una mera vis inertiae [fuerza inercial], como creen los superficiales,
sino, más bien, una activa, positiva en el sentido más riguroso del término, facultad de inhibición, a la
cual hay que atribuir el que lo únicamente vivido, experimentado por nosotros, lo asumido en
nosotros, penetre en nuestra conciencia, en el estado de digestión (se lo podría llamar «asimilación
anímica»), tan poco
cómo penetra en ella todo el multiforme proceso con el que se desarrolla nuestra nutrición del cuerpo,
la denominada «asimilación corporal». Cerrar de vez en cuando las puertas y ventanas de la
conciencia; no ser molestados por el ruido y la lucha con que nuestro mundo subterráneo de órganos
serviciales desarrolla su colaboración y oposición; un poco de silencio, un poco de tabula rasa [tabla
rasa] de la conciencia, a fin de que de nuevo haya sitio para lo nuevo, y sobre todo para las funciones
y funcionarios más nobles, para él gobernar, el prever, el predeterminar (pues nuestro organismo está
estructurado de manera oligárquica) -éste es el beneficio de la activa, como hemos dicho, capacidad
de olvido, una guardiana de la puerta, por así decirlo, una mantenedora del orden anímico, de la
tranquilidad, de la etiqueta: con lo cual resulta visible en seguida que sin capacidad de olvido no
puede haber ninguna felicidad, ninguna jovialidad, ninguna esperanza, ningún orgullo, ningún
presente. El hombre en el que ese aparato de inhibición se halla deteriorado y deja de funcionar es
comparable a un dispéptico (y no sólo comparable - ), ese hombre no «digiere» íntegramente nada…
(pp. 75-76)

Anderson, B. (1993) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del


nacionalismo. México: FCE., p. 23

Así pues, con un espíritu antropológico propongo la definición siguiente de la nación: una comunidad
política imaginada como inherentemente limitada y soberana. Es imaginada porque incluso los
miembros de la nación más pequeña no conocerán nunca a la mayoría de sus compatriotas. No los
verán, ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión.
Renan sé refirió a esta imagen, en su estilo afablemente ambiguo, cuando escribió: “ Or l'essence
d'une nation est que tous les individus aient beaucoup de choses en commun, et aussi que tous aient
oublié bien des choses” Con cierta ferocidad, Gellner hace una observación semejante cuando
sostiene que el “nacionalismo no es el despertar de las naciones a la auto-conciencia: inventa naciones
donde no existen”. Sin embargo, lo malo de esta formulación es que Gellner está tan ansioso por
demostrar que el nacionalismo se disfraza con falsas pretensiones que equiparan la “invención” a la
“fabricación” y la “falsedad”, antes que a la “imaginación” y la “creación”, En esta forma, da a
entender que existen comunidades “verdaderas” que pueden yuxtaponerse con ventaja a las naciones.
De hecho, todas las comunidades mayores que las aldeas primordiales de contacto directo (y quizá
incluso éstas) son imaginadas, Las comunidades no deben distinguirse por su falsedad o legitimidad,
sino por el estilo con el que son imaginadas.

Fischler, C. (1995) El (h)omnívoro. El gusto, la cocina y el cuerpo. Barcelona: Anagrama, p. 68

La incorporación es igualmente fundadora de la identidad colectiva y, al mismo tiempo, de la


alteridad. La alimentación y la cocina son un elemento capital del sentimiento colectivo de
pertenencia. En ciertas situaciones de migración o de minorías culturales, se ha podido observar que
algunos rasgos culinarios persisten aun cuando la lengua de origen se haya olvidado (Calvo, 1982).
La aplicación de las reglas alimentarias de la Kashrut es sin duda, a lo largo de los milenios, un
cimiento del judaísmo y una protección contra la aculturación o, incluso, los contactos exteriores. Los
hombres marcan su pertenencia a una cultura o a un grupo cualquiera por la afirmación de su
especificidad alimentaria o, lo que es lo mismo, por la definición de la alteridad, de la diferencia
frente a los otro […] Así, no se trata solamente de que el comiente incorpora las propiedades de la
comida; simétricamente, puede decirse que la absorción de una comida incorpora al comiente en un
sistema culinario y, por tanto, en el grupo que lo practica, a menos que se lo excluya
irremediablemente. Pero hay más.a un sistema culinario se vincula o corresponde una visión del
mundo, una cosmología. El hombre come, por así decir, como hemos visto, en el interior de una
cultura, y esta cultura ordena el mundo de una manera que le es propia.

Entrevista a Gastón Acurio en Madrid Fusión 2011. Publicada en revista Varietal.

Cuando vayas a Copenhague y en la plaza principal encuentres una cevichería, al lado de Giorgio
Armani. Cuando suceda en todo el mundo lo que sucede en Chile, que vas a los mercados y
encuentras productos peruanos, que los restaurantes mejor considerados por el público, a los que
acude masivamente y por los que está dispuesto a pagar incluso más que por un francés o un italiano,
sean peruanos. Ese día lo habremos logrado[1].

Medina, Ignacio (2014) Mamá, yo no quiero ser Gastón. Lima: Planeta, p. 12-13

1) Hasta hace unos meses, todos los encuentros empezaban igual. Quieren ser cocineros para tener
siete, ocho o doce restaurantes; para hacer más grande el prestigio del Perú; para pasear la bandera
patria por el mundo; para abrir comedores en Europa y Norteamérica, o para tener su propio programa
en televisión. Algunos se proponen conseguirlo todo al tiempo. Quieren ser como Gastón Acurio[2].

2) Gastón ha sido el detonante del repentino estallido de la cocina peruana. Con él todo cambió.
Donde antes se miraba a Francia y otras cocinas extrañas hoy se adoptan las formas del recetario
tradicional peruano. De la visión acomplejada al orgullo de un país por su cocina solo ha habido un
paso, concretado sobre todo alrededor de un programa de televisión que ha marcado una época:
Aventura Culinaria. Ahí estuvo el principio del cambio –también para la perspectiva culinaria del
cocinero limeño- y en él se pueden encontrar las claves de su éxito: la peruanización absoluta de su
oferta culinaria, la transformación de Astrid & Gastón en el restaurante de bandera del país, el
lanzamiento de conceptos tradicionales como la Mar o Panchita, la implantación de los sabores del
Perú en las demás cocinas de Latinoamérica…

Kostioukovitch, Elena (2009). Por qué a los italianos les gusta hablar de comida. Un itinerario a
través de la historia, la cultura y las costumbres. Barcelona: Tusquets, p. 18-19

En la cultura italiana, quien transmite una receta quiere también remitirnos a su lugar de origen y, en
muchos casos, proclamar su pertenencia a él. La historia de Italia se ha constituido de tal manera que
toda población es autosuficiente, ninguna ciudad o pueblo predomina sobre los otros, ni la capital
sobre la provincia ni el centro del Estado sobre la periferia […] cada comunidad posee su insignia
comestible, un plato o un producto llevado a la perfección en ese lugar: el bistec florentino, el arroz
milanés, la achicoria trevisana (radicchio), la ensalada capresa.

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