Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En Habacuc 3, 17-19 se lee: “Aunque no dé sus yemas la higuera, y sus frutos la vida;
aunque falte la cosecha del olivo y no den mantenimiento los campos; aunque
desaparezcan del redil las ovejas y no haya bueyes en el establo, Yo siempre me alegraré
en Yahvé y me gozaré en el Dios de mi salvación. Yahvé, mi Señor, mi fortaleza, que me da
pies como de ciervo y me hace correr por las alturas”. Hacer oración de alabanza, alabar,
es como entrar en una nueva dimensión de la vida de oración. En la alabanza describimos
la realidad de Dios, no nos describimos a nosotros mismos. Por ejemplo: “Te alabo, Padre,
porque eres bueno ...”, “Padre, eres maravilloso: te alabo ...”, ”Señor, todo lo has hecho
bien. Aleluya”. Así, la alabanza desarrolla una nueva y gran sensibilización a la presencia,
a la cercanía y a la acción de Dios (es decir, a su providencia) en nuestra vida y en nuestra
sociedad. Pero precisamente porque la alabanza es tan importante que constituye "nuestro
deber y la fuente de salvación", "cosa buena, justa y bella", se dan muchas tentaciones
contra la alabanza de parte del Maligno. ¡Bien sabe él que si nosotros alabamos, no tiene
nada que hacer con nosotros!