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La experiencia religiosa del ser humano

Síntesis hecha por el prof. Víctor García

Coloca en tu cuaderno el título La experiencia religiosa del ser humano. Luego, responde
el siguiente cuestionario según la información que está abajo:
1. ¿Qué es la religión?
2. ¿Por qué se dice que el hecho religioso es universal y cuáles son las evidencias de
que el hecho religioso es universal?
3. ¿Qué significa que la religión es generadora de sentido?
4. ¿En qué consiste la religión como religación?
5. Investiga cómo hacer un mapa conceptual de forma correcta, pero no copies esta
información, sino que debes hacer un mapa conceptual con el siguiente tema: “Los
tipos de símbolos religiosos”, que están planteados aquí por Mircea Eliade.
6. Escribe un texto expositivo donde explicas la frase “La idolatría es poner en el centro
de la vida los siguientes ídolos: placer, poder, prestigio y poseer”. Ofrece algunos
ejemplos de cómo influyen cada uno de estos ídolos en tu vida. Recuerda usar la
estructura título-introducción-desarrollo-conclusión.

1- LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

a) El hecho religioso, un hecho universal

La religión es un hecho universal. En cualquier ciudad que uno visite se encuentra con
múltiples datos de ese hecho. Es evidente en la arquitectura (catedrales, sinagogas,
pagodas, mezquitas...) y en las artes (cuadros de pintores famosos, composiciones
musicales, escultura, literatura...), así como en la vida cotidiana (saludos, refranes, fiestas,
el nombre de ciudades y calles...).

Es, además, un hecho de siempre. Esto lo confirman los historiadores y los antropólogos,
quienes ya en la prehistoria encuentran sepulturas, monumentos megalíticos, pinturas
rupestres, ofrendas y sacrificios, danzas sagradas, ritos funerarios... Del mismo modo, el
culto a los astros y a los dioses de la tierra ha estado presente desde el inicio de la
humanidad. Las religiones más cercanas a nosotros son las del mundo griego y romano, que
conocemos a través de sus mitologías. Y también los dioses de las culturas precolombinas.

Hoy en día, somos testigos de la existencia de diversas religiones que llenan el mundo
entero. Son religiones muy antiguas, como lo testimonian sus respectivos libros sagrados,
como son las Upanisads, la Biblia, el Corán...

De manera que se puede afirmar, sin temor a dudas, que el hecho religioso es un hecho
universal, es decir, que ha sucedido en todos los tiempos y en todos los lugares habitados
por el ser humano.
b) La religión como generadora de sentido ¿Qué es la religión? ¿Es religiosa la persona del
siglo XXI?

Si por religioso entendemos el hecho de interesarse por los enigmas fundamentales de la


vida, hay que decir que empezamos un siglo religioso. Si por religioso entendemos una
referencia a un Ser Superior que trasciende este nuestro mundo y nuestra existencia, que
supone el reconocimiento explícito de Dios, y que exige una vida conforme a una moral
determinada..., entonces ya no serían tantas. Pero ¿qué es eso que llamamos religión?

La religión es el reconocimiento que hacemos los seres humanos de una realidad


trascendente que está más allá de nuestra realidad, con la cual podemos relacionarnos, y
en esta relación encontramos el sentido a nuestra existencia y a toda la realidad que nos
rodea.

• Dar sentido: la palabra sentido equivale a “significado”, “dirección”. Todas las religiones
han pretendido dar respuesta a los grandes interrogantes que preocupan a la persona,
especialmente a estas dos preguntas: ¿por qué? y ¿para qué?
•Dar sentido a la propia existencia: la persona se pregunta por las experiencias que le
suceden en su vida: la enfermedad, el amor, la felicidad, el dolor, la muerte. Y en ese Ser
Superior encuentra la respuesta sobre el sentido de sus experiencias positivas y negativas.
•Dar sentido a toda la realidad: La persona se ve rodeada de un mundo que también le
plantea preguntas y, por tanto, necesita respuestas que den sentido a todo, que sean
capaces de “encajar” todas y cada una de esas realidades que llamamos “mundo”, y todas
nuestras experiencias en él. Es lo que llamamos una “cosmovisión”, es decir, el sentido que
tiene el mundo como totalidad, y cada realidad en particular. Las religiones pretenden
explicar el mundo como tal: su origen, su destino final, su organización.

c) Religión como “re-ligación” del ser humano con lo divino

De manera que la religión es una estructura simbólica de sentido. Es decir: es un conjunto


estructurado de elementos muy diversos (actitudes personales, contenidos doctrinales,
actos culturales, estructuras sociales, etc.), muchos de los cuales tienen carácter simbólico
(especialmente, los mitos y los ritos), que presta un sentido último a la vida de los individuos
y comunidades. Pero se basa siempre en una experiencia profunda, de sentido.

Se trata de la experiencia de una presencia que rodea al individuo: presencia de la


trascendencia, es decir, de una realidad que está más allá del propio mundo, pero que
aparece como la realidad misma. Puede tratarse de una realidad personal, pero también
puede ser una fuerza impersonal e infinita que lo penetra todo; incluso puede ser una
vivencia del cosmos como totalidad viva, infinita y eterna (como se da en el panteísmo), o
simplemente la captación de un valor supremo.
Pero la experiencia religiosa no es únicamente la vivencia de algo absolutamente otro (la
trascendencia) sino que implica la vivencia de encontrarse re-ligado, de estar unido y en
dependencia de eso “Otro”. En esa religación, la persona encuentra sentido a su vida.

La persona religiosa tiene la experiencia de lo numinoso (es decir, lo sagrado, la divinidad),


ante lo cual le surge el sentirse criatura, es decir, el sentimiento de anonadamiento y
hundimiento del que se sabe no ser nada.

Esa realidad trascendente no es definible ni comprensible, pero puede ser descrito


mediante dos categorías aparentemente incompatibles: lo tremendo (porque su majestad,
su omnipotencia, su energía infinita provocan un indecible temor en la criatura) y lo
fascinante (porque atrae a la persona que quiere unirse a lo numinoso y apropiárselo).

2. LA EXPRESIÓN DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

a) Los símbolos

Se comprende ahora mejor por qué las religiones se expresan mediante símbolos. Los
símbolos religiosos son, efectivamente, la única manera de expresar experiencias que, de
otro modo, serían «inefables». En general, se trata de símbolos naturales o cósmicos.
Mircea Eliade los agrupa del siguiente modo: símbolos celestes (sol, luna y otros astros),
acuáticos (agua, mar, fuentes, lluvia, diluvio...), de las piedras sagradas y la tierra (tierra-
madre, mujer, fecundidad), vegetales (árboles, plantas, agricultura). La riqueza es tal, que
puede decirse que todo es símbolo o puede llegar a serlo. Además, como los símbolos están
unidos entre sí formando sistemas, resultará que para el que vive los símbolos, todo tiene
un sentido: cada cosa nos «dice» algo (posee una significación simbólica), cada cosa remite
a otra, se enlaza con ella y forma una unidad cósmica. O dicho de otra manera: cada cosa
es como una «palabra» llena de sentido, y el mundo en su totalidad también lo es. Para la
poesía y la religión, el mundo tiene sentido: sentido simbólico.

b) Los mitos

Si el símbolo es, ante todo, un objeto, el mito es una narración (mythos, en griego, significa
«palabra» o «relato»). Pero no cualquier narración, sino una narración simbólica. El mito
reúne, pues, todas las características del símbolo, más las propias de la narración.

Es una narración, es decir, el relato de un acontecimiento (un personaje o un objeto serán,


en todo caso, «míticos», pero no son mitos). Tal acontecimiento se considera sucedido
realmente, pero no en nuestro tiempo, sino en un tiempo primordial (en «otro» tiempo):
los mitos presuponen que existe otra dimensión del tiempo, una meta-historia más allá de
nuestra historia que da sentido a nuestro tiempo y nuestra historia.
La narración tiene carácter simbólico. Por tanto, debe ser interpretada y comprendida. El
mito –tomado en sí mismo- puede aparecer a simple vista como una pura «leyenda»
increíble; pero -tomado en su contenido simbólico- debe ser considerado absolutamente
en serio. Los mitos expresan -bajo el «ropaje mítico»- las más profundas intuiciones de la
humanidad.

c) Expresiones pseudo-religiosas

Pseudo= falso, que da la apariencia de ser algo que en realidad no es. Estas expresiones
pseudo-religiosas son formas ocultas de increencia que desfiguran y falsean una auténtica
actitud creyente. A continuación, presentamos las siguientes tres:

-La magia/hechicería. La actitud religiosa queda también pervertida cuando la persona


trata de hacer reaccionar las fuerzas divinas por medio de determinados actos. Entonces la
relación personal con lo Sagrado desaparece y el culto se convierte en la realización
mecánica de un rito.
-La superstición. La persona cae en la superstición cuando sustituye la confianza religiosa
por el afán de utilizar y poner de su lado el poder del Ser Supremo.
-La idolatría. Es una tentación constante en la persona la de sustituir al Ser Supremo (Dios)
de muchas religiones por una realidad natural o material, un ídolo que ocupa el centro del
corazón de la persona y en torno al cual organiza su vida. Lejos de ser la simple utilización
de imágenes, la idolatría puede ser algo aun más profundo, hasta el punto de poner en el
centro de la vida los siguientes grandes ídolos: placer, poder, poseer, prestigio.
El placer. Es agradable y a todos nos gusta. El pensador francés Michel Montaigne asegura: «Los
placeres nos atraen fuertemente, pero una vez que los tenemos en la mano, nos damos cuenta de
que son vanos y efímeros».
El poder. Es la facultad de hacer determinada cosa sin que haya algo que lo impida. Hace que uno
se sienta superior a otro, y eso produce cierto agrado. Es común escuchar que alguien dice: “Usted
no sabe quién soy yo. Yo soy el hijo de don José, el director de…” o “Yo soy el coronel García”. Se
trata del gusto por mandar, decidir, hacer lo que yo quiero. Yo quiero ser del consejo de curso para
participar en la toma de decisiones, para organizar. Hasta tomo el control de la televisión en la casa
para que se sepa quién manda aquí.
El prestigio. Consiste en ser reconocidos o halagados por otros. A todos nos gustan los halagos,
como cuando nos dicen: eres el mejor profesor de la escuela, eres el mejor estudiante del curso,
obtuviste la calificación más alta, tú sabes mucho, tú eres fantástico, es una delicia estar contigo,
qué preparado estás, cuánto sabes. Esas expresiones nos colocan por encima de los otros, al
compararnos con ellos; y eso nos genera cierto placer.
La posesión. Significa tener pleno dominio sobre algo. El dinero es la posesión más atractiva, ya
que da el poder de adquirir lo que se desea o necesita. Dice el Apóstol Pablo: “Ni el corrompido, ni
el impuro, ni el que se apega al dinero, que es servir a un dios falso, tendrán parte en el reino de
Cristo y de Dios” (Efesios 5, 5); y también: “Hagan morir en ustedes lo que es terrenal, es decir,
libertinaje, impureza, pasión desordenada, malos deseos y el amor al dinero, que es una manera
de servir a los ídolos” (Colosenses 3, 5); “Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males” (1
Timoteo 6, 10), precisamente porque muchos lo colocan como el ídolo más precioso de su vida,
incluso más que Dios.

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