Está en la página 1de 2

Los estados arcaicos en el Próximo Oriente (Carlos G.

Wagner)

La especialización productiva y la estratificación económica y funcional formaron los dos pilares sobre los
que descansaba la organización de la vida en las ciudades. Podemos pensar que sin tales cambios previos en
las anteriores aldeas agrícolas la urbanización no se habría consumado. La aparición de las primeras
ciudades no constituyó sólo un hecho físico (reorganización del espacio del habitat, mejoras en las técnicas
productivas), sino fundamentalmente económico y sociopolítico. Por ello el proceso de urbanización se
encuentra íntimamente ligado a la aparición del Estado, un organismo complejo capaz de asegurar la
consolidación y mantenimiento de lo que tales cambios significaban: la aparición de grupos sociales
antagónicos (Claessen: 1984, 365).
El Estado, una forma centralizada y muy articulada de gobierno, surge como corolario de la estratificación
socioeconómica y funcional. Implica una gran complejidad socio-política, en contraste con formas de
gobierno más simples y menos articuladas, como las jefaturas de las sociedades jerarquizadas, y tiene como
objetivos perpetuar el orden social, que es tanto como decir las desigualdades sobre el que éste se alza. El
Estado es propio de una sociedad muy estratificada, con enorme diversidad interna, y con pautas de
residencia basadas en la especialización de las ocupaciones y no en las relaciones de consanguinidad o
afinidad. En el Estado el parentesco queda relegado por la territorialidad, y en él y por él se establece el
monopolio de la fuerza y la presencia generalizada de la ley que emana, no de la costumbre o de la sanción
social, sino de los gobernantes. En el Estado la economía deja de ser predominantemente doméstica para
pasar a estar controlada en gran medida por una elite que disfruta de acceso privilegiado a bienes y servicios,
y de la cual se reclutan los altos funcionarios.
El Estado surgió históricamente por vez primera en el seno de aquellas sociedades complejas del Próximo
Oriente, ubicadas en la Mesopotamia meridional, que hemos estudiado en el apartado precedente. Esto nos
permite diferenciar entre Estados prístinos (o primarios) y secundarios. Los estados prístinos son aquellos
que se han formado originariamente sobre la base de sociedades complejas pre-existentes y por causas
internas, sin haber experimentado, por tanto, la interferencia exterior procedente de otro entorno,
culturalmente más complejo, en su proceso de formación. Los estados secundarios, contrariamente, surgen
como consecuencia de la interferencia externa de un Estado ya constituido sobre una comunidad aestatal.
Lógicamente la mayoría de los estados históricamente conocidos surgieron en condiciones secundarias,
siendo los prístinos tan sólo unos pocos de ellos, todo lo cual nos lleva a plantear la cuestión de las causas o
motores de los procesos de formación de los primeros estados.

Las diversas teorías sobre la aparición del Estado.

Ya que los estados secundarios (los más abundantes), como fueron por ejemplo el reino Hitita, Asiria o
Babilonia, se originaron como consecuencia de la acción (comercial, militar, etc) que ejercieron sobre ellos
otros estados que habían aparecido con anterioridad, resulta particularmente interesante aproximarse a los
procesos de formación de los Estados prístinos, a fin de establecer en lo posible las causas de su nacimiento.
El tema reviste, no obstante, una gran dificultad, ya que los procesos que causaron la aparición de los
primeros estados son anteriores a la existencia de registros históricos, por lo que se dispone sólo de una
exigua base arqueológica de información, lo que, junto a discrepancias de cariz ideológico, ha dado lugar a
diversas propuestas teóricas. En cualquier caso, suele admitirse que los indicadores arqueológicos que
permiten reconocer la existencia del Estado en un lugar y momento dados son la concentración de la
población en grandes centros urbanos junto con una jerarquía de los asentamientos, las diferencias de status
y riqueza observadas en las necrópolis, una arquitectura monumental o colectiva que expresa la existencia de
relaciones de poder capaces de movilizar grandes cantidades de fuerza de trabajo, una administración
pública (sistemas de registros: sellos, escritura), el comercio interregional y de larga distancia organizado
desde instancias centrales, sistemas de agricultura intensiva (irrigación) a gran escala, e instituciones
religiosas centralizadas.
Entre las teorías que se han ocupado de la aparición del Estado, destacan en primer término dos posiciones
claramente enfrentadas. Por un lado, aquellas que lo conciben como un poderoso instrumento coercitivo en
manos de las elites dominantes, buscando su nacimiento en la existencia de un conflicto social interno y por
otro, las que, contrariamente, afirman su origen como resultado de los beneficios en el plano social y
organizativo que su presencia promueve, así como de su poder de integración. Las primeras afirman el papel
coercitivo del Estado, cuyo objetivo no sería otro que el de defender los intereses de los grupos sociales
dominantes frente al resto de la población, que ocupa una posición subordinada. Las segundas destacan,
empero, el carácter benefactor y providencial del Estado subrayando su utilidad al servicio del bien común.
La aparición del Estado en un contexto de enfrentamiento de intereses de clases, originado por la
estratificación social, fue defendida en su momento por Morgan, padre de la antropología moderna, y
Engels; posteriormente por Childe en muchos de sus numerosos trabajos, y en época más reciente por Fried
(1978), Harris (1978, 95 ss) Friedman (1977, 230ss) o Diakonoff (1988, 2). La posición contraria,
desacreditada durante mucho tiempo, ha encontrado un nuevo defensor en Service (1985).
Un lugar intermedio entre ambas concepciones del Estado corresponde a los modelos teóricos que lo hacen
nacer de un conflicto intrasocial y externo, en el que la competencia entre grupos territoriales por la tierra y
la guerra de conquista se proponen como las principales causas que originaron las desigualdades y la
estratificación social. Con ello entramos de paso en otra clasificación de los planteamientos sobre el origen
del Estado, la que distingue entre las teorías que ponen el énfasis en los denominados "primeros motores" o
"causas principales" y aquellas otras que invocan un conjunto múltiple de causas diversas e
interrelacionadas. Así, se ha propuesto que la guerra y el crecimiento de la población (Carneiro: 1970), el
comercio (Renfrew: 1975; Godelier: 1977, 48 ss), o la agricultura intensiva de irrigación (Wittfogel: 1970,
48 ss) constituyeron otros tantos "motores" o causas principales del nacimiento del Estado. Su simple
enumeración resulta de por sí significativa y lo cierto es que no se disponen de pruebas contundentes al
respecto (Flannery: 1976, 21 ss; Manzanilla: 1986, 227 ss; Redman: 1990, 284 ss), por lo que se han
propuesto como alternativa otras teorías de causalidad múltiple (Adams: 1966; Flannery: 1972; 29 ss).
Si bien es cierto que no existe aún un modelo teórico capaz de explicar totalmente los orígenes de los
primeros estados, parece que las explicaciones multicausales, aquellas que tienen en cuenta una diversidad
de factores, son más adecuadas que sus oponentes en las que el proceso de la transformación histórica que
condujo al Estado se vertebra a partir de una causa principal. Así, la guerra constituyó sin duda un factor de
potenciación de las élites, con el que se adquirían riquezas en forma de botín y esclavos (prisioneros), pero
no explica por si sola el mecanismo mediante el cual éstas se apropiaron del excedente y lograron la
subordinación de las masas campesinas. De la misma manera, la circunscripción geográfica, entendida como
un contexto medioambiental localizado, en el que se produce la fuerte presión de una población en aumento
y una intensa competencia por los recursos, según la hipótesis demográfica y el modelo de beligerancia
propuesto por Carneiro, puede reforzar los mecanismos coercitivos en manos de las élites pero no contribuye
necesariamente a crearlos.
Otros factores a tener en cuenta serían los siguientes:
a) La importancia de la organización territorial que superó definitivamente la anterior organización
tribal basada en el parentesco.
b) La disponibilidad de excedentes largamente almacenables, que es un requisito básico para el
mantenimiento permanente de una clase de especialistas (funcionarios, sacerdotes, artesanos,
comerciantes) que no producen su propio alimento. Ello implica la existencia de vegetales
adecuados, como los cereales, y/o de técnicas eficaces de conservación.
c) La importancia del control de la información estratégica para las actividades de subsistencia, que
tiene que ver con las instituciones centrales de procesamiento de la información.
d) El desarrollo de patrones de explotación de recursos de espectro restringido, íntimamente ligado a la
creciente especialización de la vida económica, por lo cual la gente se vio obligada a intercambiar
sus productos por aquellos que no se obtienen localmente, siendo el resultado la pérdida de
autosuficiencia.
Otra cuestión muy debatida es la de la propiedad o control de los medios de producción por parte de las
elites, o clases dominantes emergentes, en los nacientes estados. A tal respecto parece que no puede
aplicarse una solución universal. Se ha insistido, por ejemplo, en que el Estado solamente tuvo una relación
abstracta con el control sobre los medios de producción, que permanecieron en manos de las comunidades
aldeanas, frente a la creencia en un control directo sobre éstos, aunque como enseguida veremos no parece
ser tal enteramente el caso de las primeras ciudades en la baja Mesopotamia.

También podría gustarte